ionizante; se suele utilizar para el tratamiento del cáncer. La radiación puede provenir de una
fuente natural como los isótopos radiactivos, o de una fuente artificial como los rayos X. El
tratamiento incluye la localización precisa del tumor y la utilización de dosis fraccionadas
múltiples, diarias o periódicas, de irradiación durante un periodo de tiempo determinado. La
unidad de dosis absorbida es el gray (Gy) y es equivalente a 1 julio de energía absorbida por
kilogramo de material.
La radiación ionizante lesiona las células mediante interacción con el ácido desoxirribonucleico
(ADN) del núcleo, evitando la división celular normal. Al igual que los agentes citotóxicos
utilizados en quimioterapia, hay selectividad limitada en los efectos de este tipo de tratamiento
del cáncer, por lo que también se lesionan células normales (no cancerosas). Por este motivo, la
radioterapia debe tener en cuenta la localización exacta del tumor que va a ser radiado para
minimizar la exposición de los tejidos normales. Es fundamental que el paciente esté colocado
con precisión y en la misma postura que pueda adoptar siempre durante la radioterapia.
Se suele colocar a los pacientes en decúbito supino (tumbado sobre la espalda); se dibuja sobre la
piel la localización anatómica precisa del tumor con un rotulador especial; entonces se emite un
haz de radiación a través de la parte del cuerpo que va a ser radiada. Como alternativa, se sitúa la
fuente radiactiva cerca o en el interior de la cavidad corporal y después se retira (ver más
adelante). Cada vez se utiliza más la tomografía axial computerizada (escáner o TAC) para ayudar
a planificar la radioterapia, en especial porque puede aportar información sobre la posición de los
márgenes del tumor (bordes externos del tumor).
La localización de la radioterapia se realiza de forma habitual con un equipo especial
denominado simulador, que está diseñado para permitir la rotación isocéntrica. Al reproducir la
distancia exacta de la fuente de radiación, se consigue limitar al mínimo la dosis de radiación
recibida por los tejidos normales aplicando una dosis homogénea al tumor.
La radioterapia se aplica casi siempre con técnicas de teleterapia, que utilizan un haz de fotones
para radiar el tumor desde fuera del organismo del paciente. Como alternativa para localizaciones
específicas se emplea la braquiterapia, que consiste en la implantación de una fuente de radiación
en una cavidad corporal o en el interior del tumor.
La teleterapia precisa el uso de fuentes de ortovoltaje o kilovoltaje de baja energía o las fuentes
más utilizadas de megavoltaje. La radiación de baja energía (50-100 kV) es útil para el
tratamiento de carcinomas (tumores malignos de los epitelios) de la piel y labios y el ortovoltaje
(250-300 kV) se emplea en ocasiones para el tratamiento paliativo de metástasis óseas
(diseminación de un tumor desde su localización primitiva, a través de la sangre o del sistema
linfático) y tumores de la pared torácica. Sin embargo, las máquinas de ortovoltaje no son
apropiadas para el tratamiento de tumores de localización profunda.
Las bombas de cobalto y los aceleradores lineales son las máquinas de teleterapia más utilizadas.
Se pueden emplear de un modo isocéntrico: la fuente de radiación se monta en un dispositivo que
rota sobre el eje del paciente, lo que permite dirigir haces múltiples hacia el centro del tumor
(diana) con gran precisión. En general, las bombas de cobalto y los aceleradores lineales se
emplean para el tratamiento de carcinomas de la cabeza, cuello y mama. Para el tratamiento de
los linfomas (tumores del tejido linfático) y otros tumores abdominales de localización profunda
se utilizan aceleradores de alta energía. Además de producir rayos X, los aceleradores lineales
pueden producir electrones acelerados. Estos son partículas cargadas que se reabsorben a una
distancia finita en el interior de los tejidos y son muy útiles en el tratamiento de cánceres
superficiales, como los de la piel. Esta terapia con electrones se puede aplicar también en el
tratamiento de los cánceres de cabeza y cuello, médula espinal y lesiones de la mama.
La braquiterapia se realiza introduciendo fuentes selladas de radiactividad, por ejemplo, cesio
137, en una cavidad corporal o tumor durante unos días. Ésta se emplea sobre todo en el
tratamiento del cáncer de cuello de útero. La ventaja de esta modalidad es que se consigue una
dosis elevada de radiactividad local en el tumor, respetando los tejidos sanos. Sin embargo, este
tipo de tratamiento sólo se puede emplear cuando el tumor es accesible y se puede determinar su
tamaño o extensión con precisión.
Además de tratar el cáncer, la radioterapia puede inducirlo. En especial, los niños expuestos a
dosis elevadas de radioterapia durante sus primeros años de vida pueden desarrollar más tarde un
cáncer de tiroides. Se conocen muy bien las consecuencias terribles de la irradiación, tras el
lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima y el desastre nuclear de Chernobil (véase
Enfermedad por radiación). Muchas leucemias infantiles se atribuyen a los efectos de la
radioterapia para el tratamiento de otros cánceres.
Al igual que con la quimioterapia, la mayoría de los pacientes sometidos a radioterapia presentan
efectos secundarios que consisten en letargia y pérdida de apetito. También pueden aparecer
náuseas y vómitos. En la piel son frecuentes el eritema, descamación seca y el prurito (picor). En
ocasiones, la radioterapia puede producir una enteritis por radiación (inflamación del tracto
gastrointestinal) y también puede provocar una supresión de la médula ósea. Aparece
inmunodepresión profunda y los pacientes desarrollan con frecuencia infecciones ocasionales
como la tuberculosis, infecciones por hongos y enfermedades parasitarias.
Los efectos biológicos de una misma dosis de radiación varían de forma considerable según el tiempo de
exposición. Los efectos que aparecen tras una irradiación rápida se deben a la muerte de las células y
pueden hacerse visibles pasadas horas, días o semanas. Una exposición prolongada se tolera mejor y es más
fácil de reparar, aunque la dosis radiactiva sea elevada. No obstante, si la cantidad es suficiente para causar
trastornos graves, la recuperación será lenta e incluso imposible. La irradiación en pequeña cantidad,
aunque no mate a las células, puede producir alteraciones a largo plazo.
2. TRASTORNOS GRAVES
Dosis altas de radiación sobre todo el cuerpo, producen lesiones características. La radiación absorbida se
mide en grays (1 gray equivale a 1 julio de energía absorbido por kilogramo de material; su símbolo es Gy).
Una cantidad de radiación superior a 40 Gy produce un deterioro severo en el sistema vascular humano, que
desemboca en edema cerebral, trastornos neurológicos y coma profundo. El individuo muere en las 48
horas siguientes. Cuando el organismo absorbe entre 10 y 40 Gy de radiación, los trastornos vasculares son
menos serios, pero se produce la pérdida de fluidos y electrolitos que pasan a los espacios intercelulares y al
tracto gastrointestinal. El individuo muere en los diez días siguientes a consecuencia del desequilibrio
osmótico, del deterioro de la médula ósea y de la infección terminal. Si la cantidad absorbida oscila entre
1,5 y 10 Gy, se destruye la médula ósea provocando infección y hemorragia. La persona puede morir cuatro
o cinco semanas después de la exposición. Los efectos de estas radiaciones poco intensas, son los que
pueden tratarse de forma eficaz. La mitad de las personas que han recibido una radiación de 3 a 3,25 Gy y
que no hayan recibido tratamiento, pierden la médula ósea.
La irradiación de zonas concretas del cuerpo (radiaciones accidentales) produce daños locales en los
tejidos. Se lesionan los vasos sanguíneos de las zonas expuestas alterando las funciones de los órganos.
Cantidades más elevadas, desembocan en necrosis (zonas de tejido muerto) y gangrena.
No es probable que una irradiación interna, cause trastornos graves sino más bien algunos fenómenos
retardados, que dependerán del órgano en cuestión y de su vida media, de las características de la radiación
y del comportamiento bioquímico de la fuente de radiación. El tejido irradiado puede degenerar o destruirse
e incluso desarrollar un cáncer.
3. EFECTOS RETARDADOS Las consecuencias menos graves de una radiación ionizante
se manifiestan en muchos órganos, en concreto en la médula ósea, riñones, pulmones y el cristalino de los
ojos, debido al deterioro de los vasos sanguíneos. Como consecuencias secundarias aparecen cambios
degenerativos y funciones alteradas. No obstante, el efecto retardado más importante comparándolo con
personas no irradiadas, es el aumento de la incidencia de casos de cáncer y leucemia. El aumento
estadístico de leucemia y cáncer de tiroides, pulmón y mama, es significativo en poblaciones expuestas a
cantidades de radiación relativamente altas (más de 1 Gy). En animales de experimentación se ha observado
una reducción del tiempo de vida, aún no se ha demostrado en seres humanos.
4. RADIACIÓN NO IONIZANTE
La frecuencia de radiación de redes o tendidos eléctricos, radares, canales o redes de comunicación y
hornos de microondas, no es ionizante. Durante mucho tiempo se ha creído que este tipo de radiación era
perjudicial sólo en cantidad elevada, y que producía quemaduras, cataratas, esterilidad temporal, etc. Con la
proliferación de este tipo de mecanismos, comienzan a ser materia de investigación científica las posibles
consecuencias de una exposición prolongada a pequeñas cantidades de radiaciones no ionizantes. Aunque
se han observado algunas consecuencias biológicas poco importantes, se desconoce por el momento qué
repercusión tienen sobre la salud.
Aceleradores de partículas, dispositivos empleados para acelerar partículas elementales e iones hasta altas
energías. Son los instrumentos de mayor tamaño y más costosos utilizados en física. Todos tienen los
mismos componentes básicos: una fuente de partículas elementales o iones, un tubo donde existe un vacío
parcial en el que las partículas pueden desplazarse libremente y un sistema para aumentar la velocidad de
las partículas.
Las partículas cargadas se aceleran mediante un campo electrostático. Por ejemplo, situando electrodos con
una gran diferencia de potencial en los extremos de un tubo en el que se había hecho el vacío, los
científicos británicos John D. Cockcroft y Ernest Walton consiguieron acelerar protones hasta 250.000
electronvoltios (eV). Otro acelerador electrostático es el acelerador Van de Graaff,
ACELERADOR LINEAL
El acelerador lineal, también llamado ‘linac’, fue concebido a finales de la década de 1920. Utiliza
tensiones alternas elevadas para impulsar partículas a lo largo de una línea recta. Las partículas atraviesan
una serie de tubos metálicos huecos situados dentro de un cilindro en el que se ha hecho el vacío. La
tensión alterna se sincroniza de forma que la partícula sea impulsada hacia delante cada vez que pasa por un
hueco entre dos tubos metálicos. En teoría, pueden construirse aceleradores lineales de cualquier energía. El
más grande del mundo, situado en la Universidad de Stanford (Estados Unidos), tiene una longitud de
3,2 km. Puede acelerar electrones hasta una energía de 50 GeV (un gigaelectronvoltio, o GeV, corresponde
a mil millones de eV). El acelerador lineal de Stanford está diseñado para hacer colisionar dos haces de
partículas acelerados de forma consecutiva por el linac y mantenidos temporalmente en anillos de
almacenamiento (véase el apartado de este artículo “Colisionadores con anillo de almacenamiento”).
Electronvoltio, unidad de energía utilizada en Física para medir la energía de iones y partículas
subatómicas acelerados en los aceleradores de partículas. Un electronvoltio es la energía
adquirida por un electrón al atravesar una diferencia de potencial de 1 voltio; equivale a 1,60207
× 10-19 julios. Generalmente suelen expresarse las energías en millones de electronvoltios
(megaelectronvoltios o MeV) o miles de millones de electronvoltios (gigaelectronvoltios o GeV).
Los aceleradores y detectores de partículas proporcionan a los físicos información muy valiosa sobre las
partículas subatómicas. Los aceleradores permiten proporcionar grandes energías a las partículas y
hacerlas colisionar. Con los detectores de partículas se miden y registran las propiedades de las
partículas generadas en las colisiones. Este detector Mark II forma parte del acelerador lineal de 3,2 km
del Centro del Acelerador Lineal de Stanford, en California (EEUU).
Un contador Geiger es un dispositivo empleado para detectar la presencia y la intensidad de una
radiación. Está formado por un tubo lleno de gas a baja presión, que actúa como cámara de ionización.
Un circuito eléctrico mantiene un campo eléctrico intenso entre las paredes del tubo y un alambre fino
situado en el centro del mismo. Cuando las partículas cargadas, a elevada velocidad, procedentes de una
fuente radiactiva colisionan con los átomos del gas del tubo, los ionizan y generan electrones libres, que
fluyen por el alambre central y crean un pulso eléctrico que se amplifica y cuenta electrónicamente.
Además, los pulsos producen un sonido semejante a un chasquido.
Uno de los primeros detectores que se empleó en física nuclear fue la cámara de ionización, que está
formada esencialmente por un recipiente cerrado que contiene un gas y dos electrodos con potenciales
eléctricos diferentes. Según el tipo de instrumento, los electrodos pueden ser placas paralelas o cilindros
coaxiales. Otra posibilidad es que las paredes de la cámara constituyan uno de los electrodos, siendo el otro
un alambre o varilla situado en su interior. Las partículas o radiaciones ionizantes que entran en la cámara,
ionizan el gas situado entre los electrodos. Los iones así producidos se desplazan hacia el electrodo de signo
contrario (los iones de carga negativa se desplazan hacia el electrodo positivo, y viceversa), con lo que se
crea una corriente que puede amplificarse y medirse directamente con un electrómetro —un electroscopio
dotado de una escala— o amplificarse y registrarse mediante circuitos electrónicos.
Riesgos radiológicos Los materiales radiactivos emiten radiación ionizante penetrante que puede dañar los
tejidos vivos. La unidad que suele emplearse para medir la dosis de radiación equivalente en los seres
humanos es el milisievert. La dosis de radiación equivalente mide la cantidad de radiación absorbida por el
organismo, corregida según la naturaleza de la radiación puesto que los diferentes tipos de radiación son
más o menos nocivos. En el caso del Reino Unido, por ejemplo, cada individuo está expuesto a unos 2,5
milisieverts anuales por la radiación de fondo procedente de fuentes naturales. Los trabajadores de la
industria nuclear están expuestos a unos 4,5 milisieverts (aproximadamente igual que las tripulaciones
aéreas, sometidas a una exposición adicional a los rayos cósmicos). La exposición de un individuo a 5
sieverts suele causar la muerte. Una gran población expuesta a bajos niveles de radiación experimenta
aproximadamente un caso de cáncer adicional por cada 10 sieverts de dosis equivalente total. Por ejemplo,
si una población de 10.000 personas está expuesta a una dosis de 10 milisieverts por individuo, la dosis
total será de 100 sieverts, por lo que habrá 10 casos de cáncer debidos a la radiación (además de los
cánceres producidos por otras causas). Véase Efectos biológicos de la radiación.
En la mayoría de las fases del ciclo de combustible nuclear pueden existir riesgos radiológicos. El gas
radón, radiactivo, es un contaminante frecuente en las minas subterráneas de uranio. Las operaciones de
extracción y trituración del mineral producen grandes cantidades de material que contiene bajas
concentraciones de uranio. Estos residuos tienen que ser conservados en fosas impermeables y cubiertos
por una capa de tierra de gran espesor para evitar su liberación indiscriminada en la biosfera.
Las plantas de enriquecimiento de uranio y de fabricación de combustible contienen grandes cantidades de
hexafluoruro de uranio (UF6), un gas corrosivo. Sin embargo, el riesgo radiológico es menor, y las
precauciones habituales que se toman con las sustancias químicas peligrosas bastan para garantizar la
seguridad-
Radiología
1. INTRODUCCIÓN Radiología, especialidad médica que utiliza la radiación para el
diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades. Los rayos X y los restantes tipos de radiación son formas
de energía producidas durante la desintegración de los átomos. La radiología, en sus vertientes diagnóstica
y terapéutica, emplea radiaciones ionizantes (rayos alfa, beta, gamma y rayos X).
La radiología pudo desarrollarse gracias al descubrimiento de los rayos X por el físico alemán Wilhelm
Conrad Roentgen en 1895. Roentgen fue galardonado con el Premio Nobel de Física por su trabajo. Hay
otras formas de energía radiante que también permiten la obtención de imágenes médicas: los ultrasonidos
son un ejemplo de ello. En la técnica denominada resonancia nuclear magnética, las diferencias en los
tiempos de relajación de los núcleos de hidrógeno de los tejidos en un campo magnético artificial permiten
la obtención de imágenes. Quizá sea más adecuada, por tanto, la denominación técnicas de imagen en
medicina que el concepto de radiología diagnóstica para definir esta especialidad.
La radiología terapéutica se denomina en ocasiones radiación oncológica, y emplea la radiación ionizante
como forma de tratamiento. Cada vez es más frecuente combinar esta modalidad con otras formas de
tratamiento, como los fármacos o la hipertermia (fiebre inducida artificialmente).
2. RADIOLOGÍA DIAGNÓSTICA
Subespecialidad de la radiología que estudia la estructura anatómica y la fisiología de los tejidos normales y
de los tejidos alterados por distintas enfermedades a través de imágenes estáticas o dinámicas. La gran
mayoría de las imágenes se obtienen exponiendo la región corporal que se quiere analizar a un haz de rayos
X: éstos inciden luego sobre una película sensible (placa), y producen una imagen estática. La imagen
obtenida se denomina radiografía o placa de rayos X y puede ser de varios tipos: una radiografía simple,
como la habitual placa de tórax; una tomografía (del griego, tomes, ‘sección’), radiografía obtenida de
manera que, a través del cálculo del momento de la exposición y el movimiento de la placa de rayos, se
obtiene la representación de un plano predeterminado de la región corporal atravesada por el haz; o una
tomografía axial computerizada (escáner, o TAC): un fino haz de rayos se proyecta desde todos los puntos
de un área circular alrededor de la región a estudiar, y el análisis computerizado de la información obtenida
permite obtener una imagen que representa un corte de esa región.
Otras imágenes médicas no emplean rayos X sino ultrasonidos, resonancia magnética nuclear (RMN),
o el registro de la radiactividad emitida por isótopos que se administran al paciente y se acumulan en ciertos
órganos o sistemas orgánicos específicos: estas técnicas se incluyen en el ámbito de la radiología nuclear o
medicina nuclear; también pertenece a esta subespecialidad la técnica denominada tomografía de emisión
de positrones (TEP), que utiliza las pautas de retraso de los positrones para estudiar diferentes reacciones
metabólicas corporales. Cada técnica tiene sus particularidades, y por tanto en cada situación clínica habrá
una técnica de imagen idónea para poner de manifiesto el proceso patológico que afecta a esa región
corporal. El radiólogo puede así elegir, de acuerdo con el médico que atiende al paciente, la modalidad
diagnóstica o técnica de imagen que mejor se adapte a la enfermedad en estudio.
Muchos órganos y sistemas orgánicos invisibles con las técnicas radiológicas convencionales pueden
ponerse de manifiesto con el uso de unas sustancias opacas a la radiación denominadas medios de contraste,
que se administran al paciente por vía oral, por inhalación o por inyección. Las exploraciones más
habituales que utilizan medios de contraste son el tránsito gastrointestinal (tramo alto del tubo digestivo), el
enema de bario (colon), la artrografía (se inyecta contraste en una articulación), la mielografía (se introduce
contraste en el canal raquídeo) y la angiografía (se inyecta contraste en una arteria, una vena o un vaso
linfático). Durante la mayoría de las exploraciones con medio de contraste, el radiólogo observa
directamente por fluoroscopia el paso del contraste por el interior del organismo.
La imágenes dinámicas recogen el movimiento de los órganos o sistemas orgánicos (como el tracto
gastrointestinal), o el flujo de contraste en los vasos sanguíneos o en el canal raquídeo. Para obtener
imágenes dinámicas se puede registrar la imagen en una pantalla móvil sensible a la radiación
(fluoroscopia), o se pueden grabar las imágenes en una película (cinerradiografía) o cinta de vídeo. La
cinta, o la película, permiten almacenar la información de manera permanente; con la fluoroscopia (similar
a las imágenes de televisión), esta información se pierde, aunque durante la exploración fluoroscópica
siempre existe la posibilidad de guardar imágenes radiográficas (placas) para utilizarlas más adelante.
La utilización de radiaciones ionizantes para la valoración de las enfermedades debe seguir un
planteamiento similar a la utilización de los medicamentos para su tratamiento: las técnicas radiográficas de
imagen sólo se deben realizar en las situaciones clínicas en que esté indicado realizarlas, y debe ser el
médico, u otra persona cualificada, quien solicite la prueba. Aunque hay un riesgo potencial derivado de la
pequeña dosis de radiación que recibe el paciente en una exploración radiográfica, no hay pruebas objetivas
de que esta exposición, cuando la prueba ha sido correctamente indicada y ha sido realizada por personal
cualificado, tenga efectos adversos sobre la salud.
3. RADIOLOGÍA TERAPÉUTICA
Consiste en la utilización de radiaciones ionizantes en el tratamiento de enfermedades malignas. Se puede
emplear de manera aislada, o en combinación con fármacos o hipertermia. La radiología terapéutica ha sido
posible gracias al descubrimiento de la radiactividad natural a finales del siglo XIX. En función de la
energía del haz de radiación empleado, la radioterapia puede ser superficial (menos de 120 kilovoltios), de
ortovoltaje (120 a 1.000 kV), o de megavoltaje (más de 1.000 kV). La radioterapia superficial se emplea en
el tratamiento de las enfermedades malignas de la piel, los ojos y otras zonas de la superficie corporal. La
radioterapia de ortovoltaje ha sido prácticamente sustituida por la de megavoltaje (cobalto, aceleradores
lineales, betatrón y aceleradores de partículas). Con la radioterapia de megavoltaje se consigue una
distribución más efectiva y eficiente de la dosis total de radiación que se pretende administrar a los tumores
situados en profundidad, preservando al mismo tiempo la piel y los tejidos normales.
La radioterapia puede emplearse como tratamiento único en la mayor parte de los cánceres de la piel,
donde es el tratamiento de elección; en algunas fases del cáncer de cérvix, útero, mama y próstata; y en
algunas leucemias y linfomas, sobre todo la enfermedad de Hodgkin. En estas situaciones la radioterapia se
emplea como tratamiento curativo. Cuando la radioterapia se complementa con la quimioterapia (fármacos
anticancerosos) en la llamada terapia combinada, su efecto puede ser curativo o simplemente paliativo (para
alivio de los síntomas). La radioterapia también se utiliza antes o después de la exéresis (extracción)
quirúrgica de ciertos tumores para aumentar las posibilidades de curación al destruir células tumorales que
pudieran haber quedado en los márgenes de la resección. La radioterapia se utiliza con frecuencia para
evitar las recurrencias tumorales después de la intervención quirúrgica.
4. FUNDAMENTOS DE LA RADIOTERAPIA
La base de la radioterapia es la superior capacidad de recuperación de los tejidos normales con respecto a
los tumores y las células tumorales tras la radiación ionizante. Una dosis de radiación que destruye a las
células tumorales sólo produce una lesión transitoria a las células normales vecinas. Cuando la capacidad de
recuperación de los tejidos normales frente a una determinada dosis de radiación es similar o inferior a la
capacidad de recuperación del tejido canceroso, se dice que el tumor es radiorresistente. Cuando se da esta
circunstancia, la radioterapia no constituye un tratamiento adecuado.
5. PROFESIONALES DE LA RADIOLOGÍA Un radiólogo es un médico que, una vez
terminada la carrera de medicina, completa su formación en esa especialidad a lo largo de cuatro o cinco
años dedicados al estudio de la radiología diagnóstica o de la radioterapia.
Después de completar su formación como radiólogo puede subespecializarse en otros campos como son la
neurorradiología, o la radiología pediátrica, genitourinaria, gastrointestinal, o del aparato locomotor. Estas
subespecialidades tienen una duración aproximada de uno o dos años. Así puede dedicarse de manera
exclusiva a ese campo de la radiología, o combinar la práctica de la radiología diagnóstica general con la
subespecialidad. Los radiólogos pueden trabajar en hospitales públicos o en la práctica privada, o en ambas,
o en la enseñanza, la investigación o la administración.
Los radiólogos trabajan en colaboración con físicos, biólogos, y técnicos de radiología. También los
técnicos de radiología pueden completar su formación en un área específica, con la acreditación
correspondiente. Los técnicos de radiología titulados tienen la cualificación necesaria para realizar
determinadas técnicas radiológicas y colaborar en otros procedimientos más complejos, pero siempre bajo
la supervisión de un radiólogo. En cualquier caso, un técnico de radiología no tiene la acreditación ni la
formación adecuadas para interpretar las exploraciones radiológicas.Un paciente recibe radioterapia para el
tratamiento de un cáncer de la columna vertebral. En este procedimiento se utiliza el radioisótopo cobalto
60 como fuente de la radiación gamma. La elevada dosis de radiación se aplica mediante un láser dirigido
sobre un área de tratamiento determinada.
Un aparato de rayos X de invención reciente, y que se emplea sin compuestos de contraste, proporciona
visiones claras de cualquier parte de la anatomía, incluidos los tejidos blandos. Se conoce como escáner
(scanner) o aparato de tomografía axial computerizada; gira 180° en torno al cuerpo del paciente emitiendo
un haz de rayos X del grosor de un lápiz en 160 puntos diferentes. Unos cristales situados en los puntos
opuestos reciben y registran la absorción de los distintos espesores de tejido y huesos. Estos datos se envían
a un ordenador o computadora que convierte la información en una imagen sobre una pantalla. Con la
misma dosis de radiación que un aparato de rayos X convencional, puede verse todo un corte de espesor
determinado del cuerpo con una claridad aproximadamente 100 veces mayor. El escáner fue inventado en
1972 por el ingeniero electrónico británico Godfrey Hounsfield, y en 1979 ya se había generalizado su uso.
En relación con las aplicaciones de radioisótopos que emiten rayos gamma, véase Isótopo trazador
Irène y Jean Frédéric Joliot-Curie (1897-1956) y (1900-1958), matrimonio de físicos franceses
premiados con el Nobel. Célebres por su estudio de la radiactividad artificial y por su
contribución al descubrimiento del neutrón.
Los Joliot-Curie se especializaron en el campo de la física nuclear. En 1933 descubrieron que los
elementos radiactivos pueden prepararse artificialmente a partir de elementos estables. En estos
experimentos bombardearon el boro con partículas alfa, obteniendo una forma radiactiva de
nitrógeno. En 1935 recibieron el Premio Nobel de Química por su contribución a la investigación
nuclear.
Esta resonancia magnética (RM) de la cabeza de un adulto normal muestra el encéfalo, vías aéreas y
tejidos blandos de la cara. La corteza cerebral aparece en gris y amarillo, formando la mayor parte del
tejido cerebral; el cerebelo (al centro y a la izquierda en rojo) y el tronco cerebral (en el centro en rojo)
son también muy visibles.
Otras aplicaciones de los isótopos radiactivos se dan en la terapia médica (véase Radiología), la radiografía
industrial, y ciertos dispositivos específicos como fuentes de luz fosforescente, eliminadores estáticos,
calibradores de espesor o pilas nucleares.
Las imágenes de rayos X en placas fotográficas muestran la existencia de fallos, pero la desventaja de este
sistema es que el equipo de rayos X de alta potencia que se necesita es voluminoso y caro. Por ello, en
algunos casos se emplean radioisótopos que emiten rayos gamma de alta penetración en vez de equipos de
rayos X. Estas fuentes de isótopos pueden albergarse en contenedores relativamente ligeros, compactos y
blindados. Para la radiografía industrial se suelen utilizar el cobalto 60 y el cesio 137. En algunas
aplicaciones médicas e industriales se ha empleado tulio 70 en proyectores isotópicos pequeños y cómodos
de usar.
Radiaciones Las radiaciones ionizantes son uno de los factores causales más reconocidos. La radiación
produce cambios en el ADN, como roturas o trasposiciones cromosómicas en las que los cabos rotos de dos
cromosomas pueden intercambiarse. La radiación actúa como un iniciador de la carcinogénesis, induciendo
alteraciones que progresan hasta convertirse en cáncer después de un periodo de latencia de varios años. En
este intervalo puede producirse una exposición a otros factores.
Radioterapia
Las radiaciones ionizantes pueden ser electromagnéticas o por partículas y producen una destrucción tisular.
La radiación electromagnética incluye los rayos gamma, una forma de emisión radiactiva, y los rayos X,
que se producen cuando un haz de electrones impacta en un metal pesado. La radiación de partículas
incluye haces de electrones, protones, neutrones, partículas alfa (núcleos de helio) y piones. Véase Física:
Partículas elementales.
La sensibilidad de los tumores a las radiaciones es muy variable. Son tumores sensibles aquellos cuya
sensibilidad es superior a la de los tejidos vecinos normales. Cuando tales tumores son además accesibles
—los tumores superficiales o los tumores en órganos como el útero en el que se puede introducir una fuente
de radiación— pueden ser curados mediante radioterapia. La propiedad de la radiación de respetar hasta
cierto punto los tejidos normales permite el tratamiento de tumores en localizaciones donde no es posible la
cirugía por la proximidad de tejidos vitales o porque el tumor ha empezado a infiltrar estructuras adyacentes
que no pueden ser sacrificadas. La radioterapia también se emplea con frecuencia como tratamiento
paliativo, sobre todo en las metástasis.
La radioterapia puede ser útil como coadyuvante a la cirugía. La radiación preoperatoria puede esterilizar
las células tumorales con rapidez, impidiendo su diseminación en el acto quirúrgico. También puede
disminuir la masa tumoral facilitando la cirugía, o transformando un tumor inoperable en otro operable. En
otros casos la radioterapia se emplea en el postoperatorio.