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DICIEMBRE 2018

ANÁLISIS CRÍTICO
EXAMEN DE GRADO
DERECHO UC

Elvira Vergara S.
Felipe Morgan S.
Naranjo e Ibarrola Abogados
ANÁLISIS CRÍTICO DEL EXAMEN DE GRADO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA PONTIFICIA
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………………………………………………………………2

1. Un primer aspecto básico a considerar: ausencia de finalidad explícita del examen……………......2


2. Un segundo aspecto básico a considerar: inexistencia de un reglamento………………………………..3

II. PROCEDIMIENTO PREVIO A LA EJECUCIÓN DE LA EVALUACIÓN……………………………………………………………………….4

1. Variabilidad de la comisión sorteada…………………………………………………………………………………….4


2. Recusación e inhabilitación de profesores……………………………………………………………………………6
3. Otros problemas que se suscitan durante la preparación del examen de grado……………………….7

III. EJECUCIÓN DEL EXAMEN DE GRADO……………………………………………………………………………………………….……8

1. Materias que se evalúan: Derecho Civil, Derecho Procesal y cédula a elección……………….……..8


a. Falta de diversidad de contenidos…………………………………………………………………..…….9
b. Disparidad en la exigencia…………………………………………………………………….……………10
2. Sistema de interrogación oral de contenidos.…………………………………………………………………..… 12
3. Ponderación de nota del examen de grado con demás notas de pregrado………………………..……14

IV. ETAPA POSTERIOR A LA EJECUCIÓN DE LA EVALUACIÓN: FISCALIZACIÓN Y APELACIÓN……………………………………..… 16

1. Fiscalización de la evaluación…………………………………………………………………………………………….16
2. Derecho a recurrir……………………………………………..…………………..………………………………………….17
3. Creación de veedores del examen de grado……………………………………………….…………………..……17

V. CONCLUSIONES……………………………………………………………………………………………….…………………..…….. 18

ANEXO: SÍSTESIS DE SUGERENCIAS.………..…………………………………………………………….…………………..…….. 20


I. INTRODUCCIÓN

En la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica, el examen de grado es


el último paso para la obtención del grado de Licenciado en Derecho que otorga la universidad.
Éste concentra la expresión y materialización de un intenso período de preparación previo por
parte del alumno, y además la culminación de su carrera universitaria. Por esta razón, constituye
un momento sensiblemente decisivo, que exige estar racional y justamente configurado, dadas
las trascendentes consecuencias que conlleva.

Como exalumnos que aprobaron exitosamente el examen, en conjunto con Naranjo e


Ibarrola — oficina de interrogadores con veinte años de experiencia — hemos sido testigos, sin
embargo, de diversas insuficiencias que hacen necesario reflexionar sobre sus aciertos y
desaciertos. Es por ello que nos hemos propuesto analizar globalmente el proceso de examen
de grado de nuestra facultad, identificar fundadamente sus principales problemas, y finalmente
proponer soluciones concretas. Esto con la esperanza de que nuestras inquietudes sean
escuchadas por las autoridades de la facultad, que puedan originar un diálogo o reflexión
constructivos, y si las estimasen procedentes y razonables, acogiesen alguna de nuestras
propuestas.

1. Un primer aspecto básico a considerar: ausencia de finalidad explícita del examen

Al momento de analizar nuestro examen de grado, nos encontramos con una primera
gran dificultad: la falta de claridad acerca de su finalidad. Actualmente no hay establecidos ni
explicitados objetivos oficiales del examen ni la función que está llamado a desempeñar. Definir
los objetivos del examen de grado podría ser una primera base para poder valorar los aciertos y
desaciertos de su formato actual, pues son los objetivos de toda evaluación los que orientan los
contenidos que ésta debe abarcar, con qué minuciosidad deben ser preguntados, la forma en
que debe ser rendida y los criterios que se utilizarán para calificarla.

Dado que el objetivo del examen de grado no ha sido explicitado formalmente en lugar
alguno, sólo se pueden identificar los objetivos que consuetudinariamente parecieran habérsele
atribuido. En nuestra universidad, como en la gran mayoría de las facultades de derecho de
Chile, el examen se caracteriza por constituir una instancia pública de evaluación, en que una
comisión constituida por tres profesores, evalúa al alumno mediante una interrogación oral que
recae sobre una extensa variedad de contenidos en las áreas temáticas del derecho civil y
procesal, más un área a elección del alumno, durante un espacio temporal aproximado de 40
minutos, y que se puede calificar desde las notas 2.0 a 7.0, aprobándose el examen con nota
4.0 o superior1. Atendida la forma en que se efectúa el examen de grado en nuestra Facultad se


1
La mayoría de las facultades de derecho del país siguen esencialmente el mismo esquema. En efecto, las facultades de derecho de
la Universidad de Chile, Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Nacional Andrés Bello, Universidad Central, Universidad Austral,
Universidad de Los Andes, Universidad de Valparaíso, Universidad Alberto Hurtado, Universidad de Concepción y Universidad Mayor,
con algunos matices, utilizan el sistema tradicional de evaluación. Por su parte, la Universidad Adolfo Ibáñez, Universidad del Desarrollo
2

podría inferir que el objetivo del examen es, al menos:

1. Certificar la adquisición de conocimientos respecto de las áreas principales del


derecho civil y procesal, y de la rama del derecho elegida por el alumno mediante
una cédula.
2. Promover la especialización en determinadas áreas del derecho a través de la
posibilidad de que el alumno elija libremente una asignatura de su interés para ser
evaluada.
3. Evaluar la capacidad del alumno de expresar oralmente los conocimientos recién
señalados, exigiendo cierta rapidez en el razonar.

No obstante, esta amplitud de posibles objetivos no son suficientes para orientar y guiar
cómo deben encajar y distribuirse las demás piezas del proceso del examen de grado, ni valorar
cuáles elementos son más importantes que otros, creando la necesidad primaria de definir el
enfoque del examen y analizar si éste, en su formato actual, cumple con los objetivos
mencionados, o si es necesario repensar un nuevo sistema de evaluación completamente
distinto al de hoy.

2. Un segundo aspecto básico a considerar: inexistencia de un reglamento

Como segunda dificultad básica para comenzar a analizar nuestro sistema de examen
de grado, se presenta la inexistencia de una normativa oficial y pública que regule la ejecución
de éste y que establezca las formalidades a las que deben sujetarse tanto evaluados como
evaluadores. La omisión en este aspecto nos diferencia de una gran cantidad de facultades de
derecho nacionales, que sí tienen normativa escrita, en la que además se señalan los objetivos
del examen de acuerdo a sus respectivas visiones2.

Sí existe en la página web de la Facultad un muy apreciable “Informativo” que se publica


semestre a semestre, y que, para la claridad del alumno, detalla pormenorizadamente los
trámites previos y posteriores a la realización del examen, pero que lamentablemente no se
pronuncia sobre la forma en que debe desarrollarse el examen mismo. También existe un
reciente y por mucho tiempo anhelado Reglamento de Evaluación Académica de la Licenciatura
en Derecho, pero que se preocupa de regular exclusivamente las evaluaciones de pregrado.
Finalmente, existe un mero párrafo publicado en la página web de la Facultad relativa al examen
de grado, del cual se desconoce su real valor y obligatoriedad, que establece: “El examen de
grado es un acto único, razón por la cual no puede ser suspendido hasta que el alumno haya
sido interrogado por la comisión evaluadora en cada una de las cédulas correspondientes.
Después de esto, la Comisión deliberará, pudiendo, en forma absolutamente soberana, decidir
si reprueba o aprueba al alumno y la nota obtenida por el mismo3”. Es esta la única declaración


y Universidad Diego Portales han implementado sistemas de exámenes de grado, tanto escritos como orales, sobre la base de casos
prácticos.
2 Tienen reglamentación oficial del examen de grado las facultades de derecho de la Universidad de Chile, Universidad Diego Portales,

Universidad Central, Universidad Católica Silva Henríquez, Universidad de Los Andes, Universidad Alberto Hurtado, Universidad del
Desarrollo y Universidad Adolfo Ibáñez
3 Disponible en http://derecho.uc.cl/es/licenciatura-en-derecho/examen-de-grado/informativo

3

oficial que se pronuncia sobre la forma en que se debe desarrollar el examen mismo. No
obstante, al menos la Facultad ya ha demostrado interés en crear un reglamento al efecto, como
queda expresado en el art. 20 del Reglamento de la Escuela de Derecho: “Las normas que
reglan la obtención del grado académico de Licenciado en Derecho serán dispuestas por un
Reglamento específico que el Decano propondrá al Consejo de Facultad para su aprobación y
que será formalizado por Decreto de Rectoría4”, artículo al que sólo falta darle cumplimiento.

Teniendo presentes estas dos omisiones básicas, como son la ausencia de un objetivo
oficial y de una reglamentación escrita del examen, nos dispondremos a continuación a realizar
un análisis de los principales inconvenientes de nuestro sistema de examen de licenciatura,
distinguiendo los que se suscitan en el procedimiento previo al examen, en la ejecución del
mismo y en la etapa posterior a éste.

II. PROCEDIMIENTO PREVIO A LA EJECUCIÓN DE LA EVALUACIÓN

La etapa anterior al examen se encuentra regulada exhaustivamente en el ya mencionado


“Instructivo” que se publica año a año en la página web de la Facultad. Respecto de esta etapa, la
acultad ha tenido un desarrollo laudable, solucionando uno de los mayores problemas que se
presentaba anteriormente, como era la inscripción de la fecha para rendir el examen. No obstante,
todavía se pueden identificar algunos problemas.

1. Variabilidad de la comisión sorteada

Es plenamente conocido que la composición de la comisión es un factor decisivo en cuanto


a la complejidad y exigencia que tendrá el examen, el riesgo de reprobación, y la nota final con que
se calificará. Incluso determinará que ciertas materias, en la última etapa de estudio, deban ser
estudiadas con mayor profundidad que otras, al punto que algunas simplemente no merecerán
ser repasadas, dependiendo de cuáles sean los temas preferidos del profesor respectivo, sus
teorías propias, las doctrinas minoritarias que siga, la importancia que le asigne a los desarrollos
jurisprudenciales o al derecho comparado, etc. Que el estudio que se deba realizar varíe tanto
dependiendo de la comisión sorteada, es reflejo de que las distintas comisiones implicarán
distintos estándares de evaluación, lo que permite traslucir que no todos los alumnos serán
medidos con la misma vara, a pesar de que sea un principio elemental de toda evaluación
académica que ésta deba ser igualitaria. Esta desigualdad en la exigencia que tendrá cada
examen, se limita, sin eliminarla, mediante la práctica del sorteo, en virtud de la cual al menos el
azar determinará cómo se distribuirán las desiguales formas de evaluación. De este modo, al
menos, todos los candidatos a licenciarse habrán tenido la misma posibilidad de sortear
comisiones más fáciles o difíciles, sin que ello esté predeterminado por otros factores que no sean
sólo la suerte. Respecto a esto, cabe la duda de si acaso no existirán otros factores más justos

4Disponible en
http://derecho.uc.cl/images/old/stories/Derecho_UC_Transparente/Marco_Normativo/Escuela_de_Derecho/Facultad-
Reglamento%20Escuela%20de%20Derecho%202015.pdf
4

para distribuir las comisiones que la mera aleatoridad, pero queda la certeza de que se aplique el
factor que sea, ello en nada corregirá el problema más sustantivo de que los alumnos igual
terminarán siendo medidos con distintas varas, pues las comisiones de todos modos serán
distintas.

De acuerdo al instructivo vigente, y que se cumple cabalmente, los profesores que


conformarán la comisión del examen de grado se sortean “aproximadamente con 15 días de
anticipación a la quincena de exámenes que le corresponda”, confirmándose una semana
después del sorteo mediante la publicación de un acta en la que, luego de averiguarse la
disponibilidad de los profesores sorteados, se determinan cuáles de ellos podrán efectivamente
conformar la comisión. Esta distancia temporal entre la publicación del acta y la realización del
examen permite realizar el decisivo proceso de ‘preparación de comisión’, consistente en el
estudio de las materias más preguntadas por los profesores sorteados, adecuado a las
particulares formas en las cuales plantean sus interrogaciones. Se permite así que todos puedan
anticiparse a sus respectivas comisiones, lo que resulta esencial tanto para quienes hayan sido
sorteados con comisiones consideradas difíciles como quienes hayan salido beneficiados con
sorteos de comisiones de menor dificultad, pues, en la práctica, las interrogaciones de todo
profesor tienen rasgos particulares que deben ser anticipados, al punto que, en la mayoría de los
casos, sólo la anterior preparación individual de cada comisión permite con seguridad conseguir
un resultado exitoso al rendir el examen.

Dada la esencial importancia que tiene la preparación de la comisión, se torna


imprescindible que la determinación previa de ella goce de cierta estabilidad. Sin embargo, ello no
es lo que ocurre en la práctica. En primer lugar, suele ocurrir que al momento de liberarse el acta,
una semana después del sorteo, todavía no se haya logrado determinar una comisión definitiva,
por falta de respuesta del profesor sorteado o del profesor que hubiese sido llamado para
reemplazarlo, quedando pendiente su confirmación. En segundo lugar, en virtud de que el
informativo señala que “el Acta podrá quedar sujeta a modificaciones por imposibilidad
sobreviniente de algún profesor”, también es común que luego de publicada el acta con las
comisiones teóricamente definitivas, se sufran cambios en la conformación de la mismas, cambios
que en los casos más graves pueden llegar a realizarse el mismo día del examen de grado, con
toda la carga que ello implica para el alumno que, luego de haber preparado su comisión, se ve
sorpresivamente enfrentado a un panorama completamente distinto, que puede que ni los meses
de estudio previos puedan enmendar. Si bien un cambio de comisión sorpresivo no
necesariamente significará la aprobación o la reprobación, seguramente afectará la nota de
evaluación final, y creará una nueva situación de desigualdad, pues en definitiva, aquel que sufre
el cambio de comisión va a haber tenido una menor cantidad de tiempo para preparar a su
comisión que el resto. Esto sin tomar en cuenta el desgaste emocional que implica para el alumno
el estar sometido a una nueva fuente de incertidumbre.

Los remedios posibles para esta situación son muchos. Una primera posibilidad es que
también se sorteen profesores subsidiarios que puedan reemplazar al profesor sorteado en caso
de que éste se excuse, permitiendo así también la posibilidad de prepararse para tal evento5. Otra

5 Esta posibilidad la consagran expresamente las facultades de derecho de la Universidad de Chile y la Universidad Central. El
reglamento de esta última consagra: “El postulante de acuerdo a la nómina publicada, deberá escoger al azar tres profesores: titular,
primer suplente y segundo suplente, en cada cédula. Tras el sorteo y levantada el acta, se comunicará en primer lugar a los profesores
5

es que el alumno tenga derecho a dar su examen en otra fecha de la misma o de la siguiente
quincena en caso de que su comisión se modifique dentro de cierto plazo previo a su examen (por
ejemplo, si ocurre dentro de los siete días anteriores a su examen). Sea cual sea la solución, debe
ser una que permita eliminar la incertidumbre, y otorgarle un plazo razonable al alumno para
preparar su comisión, en equivalentes condiciones a las del resto de los alumnos.

Por cierto, como ya fue mencionado, esto en nada corrige la desigualdad que de todos
modos existirá entre las distintas evaluaciones producto de la diferencia de exigencia de las
comisiones. Pero, si se ingeniase un mecanismo para que la exigencia en todos los exámenes sea
equivalente y para que desaparezca la disparidad, todos los problemas recién mencionados
respecto del sorteo carecerían de relevancia práctica. Por lo tanto, creemos más urgente intentar
solucionar dicha disparidad, sugiriendo como punto de partida, que se busque propender a una
evaluación consciente por parte del profesor, es decir, que como mínimo éste tome conciencia de
la larga duración y lo extenuante del proceso; que maneje bien el ramo que interrogará y, por ende,
que tenga conocimiento del cedulario; que esté capacitado para evaluar oralmente, pues
actualmente desconocemos si hay un control de la Escuela en este sentido; entre otros elementos
sobre los cuales nos pronunciaremos más adelante.

2. Recusación e inhabilitación de profesores

En ciertas ocasiones, las relaciones o conocimientos previos que puedan tener los
profesores de la comisión respecto de los alumnos evaluados pueden dejar espacio para
parcialidades, que pueden afectar su juicio tanto en beneficio como en perjuicio del alumno
evaluado.

Por ejemplo, ha ocurrido que alumnos reprobados en su examen de grado, en un nuevo


intento por aprobarlo, vuelven a sortear a profesores que formaron anteriormente parte de la
comisión que los reprobó. Ello naturalmente puede provocar cierto prejuicio por parte del profesor,
lo que en casos de duda frente a la suficiencia del examen del alumno, puede inclinar la balanza
en una u otra dirección. Asimismo, el profesor y el alumno pueden haber tenido previamente
desavenencias o conflictos, lo que puede repercutir en el mismo sentido. Frente a este tipo de
casos, no se encuentra actualmente explicitada la posibilidad de recusar al profesor, pese a que
tenemos conocimiento de que en ciertos casos, la Dirección de Asuntos Estudiantiles, previa
solicitud del alumno, lo ha concedido. Es estos casos, podría ser deseable que se recogiera el
derecho del alumno de recusar, fundadamente, a dichos profesores en un futuro reglamento6,

titulares a través de correo electrónico o cualquier mecanismo que deje constancia de dicha comunicación, quienes tendrán un plazo
de tres días hábiles para confirmar su participación o por razones excepcionales y justificadas manifieste su imposibilidad de integrar
la comisión. En caso de no recibir confirmación por parte del profesor titular dentro del plazo mencionado, se dejará constancia de ello
en el expediente respectivo y se procederá a notificar al siguiente profesor (primer suplente) quien tendrá el plazo de dos días hábiles
para confirmar o declinar en participar en la comisión. Si este último no emitiera comunicación alguna o se excusara, se procederá a
notificar al tercer profesor sorteado (segundo suplente), quien solo dispondrá de un día para contestar. Si por cualquier razón, ninguno
de los tres profesores sorteados pudiere integrar la Comisión, la Oficina de Apoyo y Seguimiento al Egresado contactará al postulante
y propondrá un nuevo profesor del área para integrar la Comisión. El postulante es libre de aceptar o rechazar esta propuesta, la que
siempre debe constar por escrito en el acta de Licenciatura correspondiente”. Disponible en:
(http://www.ucentral.cl/prontus_ucentral2012/site/artic/20111226/asocfile/20111226114945/res_4819.pdf)

6 El artículo 11º del reglamento de la Universidad Alberto Hurtado, regula de la siguiente forma el derecho a recusar: “En forma
excepcional, y siempre que existan motivos fundados, el Egresado en proceso de titulación podrá recusar, en un plazo de 24 horas
6

respetándose, por cierto, la libertad del alumno para hacer ejercicio o no de este derecho.

Por otro lado, también se presentan situaciones en que la relación previa que pueda tener
el profesor con el alumno vaya a implicar una previsible favorabilidad hacia él, lo que si bien puede
resultar beneficioso para éste, ciertamente afecta la imparcialidad que debe tener el examen y la
igualdad de trato que merecen todos los alumnos que pretenden rendirlo. Así, ha ocurrido que
profesores toman la licenciatura de alumnos que son ayudantes suyos (respecto de quienes, por
ser tales, es esperable que el profesor vaya a tener una preconcepción favorable sobre sus
capacidades), o de alumnos con quienes han tenido una relación amistosa o familiar previa. Sería
aconsejable que en un futuro reglamento se estableciera respecto de los académicos la obligación
de inhabilitarse en estos casos, pues actualmente, pareciera que ni siquiera existe conciencia
sobre la pérdida de imparcialidad y objetividad que tal práctica conlleva.

3. Otros problemas que se suscitan durante la preparación del examen de grado

Por último, es preciso evidenciar que hay otras dificultades, no menos importantes, que se
generan en esta etapa, como consecuencia de la larga, exigente y extenuante etapa de
preparación del examen de grado. La primera de ellas es el desgaste psicológico que acarrea el
proceso en la mayoría de los alumnos, ocasionado por el alto nivel de ansiedad y estrés al cual se
ven sometidos producto de la gran cantidad de horas semanales invertidas en la preparación del
examen7, por no contar con asesoría o revisión por parte de la entidad evaluadora que controle el
avance y rendimiento del alumno, por la exigencia de sostener los conocimientos y habilidades
orales frente al trato hostil de algunos evaluadores, y por el riesgo de reprobación luego de más
de siete meses de estudio, entre otras causas.

Consideramos que es un buen momento para que tanto la Universidad, como


particularmente la Facultad, lideren un cambio en este sentido, y tomen conciencia de las
consecuencias psicológicas que conlleva este proceso. Una alternativa preventiva podría ser
impartir cursos de forma regular y periódica por el Centro de Apoyo al Rendimiento Académico y
Exploración Vocacional (CARA UC), sobre técnicas de estudio, habilidades orales y manejo de la
ansiedad a los alumnos de pregrado y a aquellos que se encuentran preparando el examen de
licenciatura. Esto puede complementarse con apoyo psicológico por parte de la Universidad a los
alumnos que hayan manifestado la necesidad de contar con dicha asistencia, y extenderse a los
alumnos que han reprobado una o más veces su examen.

En segundo lugar, debido a que no hay un seguimiento al alumno en vías de titulación por
parte de la entidad evaluadora, ha surgido una creciente necesidad por parte de los estudiantes
de contar con una preparación adicional8, otorgada por oficinas de interrogadores, que evalúan
semanalmente al alumno con la finalidad de certificar su avance en el estudio y que los preparan

luego de conocida la composición de la Comisión Examinadora, a cualquiera de sus integrantes. La solicitud deberá presentarse ante
la Dirección de Carrera, de manera escrita, señalando las razones en las que se funda. La Dirección de Carrera en conjunto con el
Director de Departamento al que pertenece el recusado, o el Decano, evaluará la pertinencia de la recusación, debiendo pronunciarse
dentro del plazo de 5 días hábiles a contar de su recepción. Esta decisión será inapelable”.
7 Se recomienda, por las oficinas de interrogadores, estudiar entre 40 y 50 horas semanales para obtener resultados aprobatorios.
8 No hay estadísticas al respecto, pero según nuestros conocimientos, alrededor de un 85-90% de los alumnos opta por este servicio.

7

para enfrentar las particularidades de las interrogaciones de los profesores en el examen. Además
del costo adicional que esta alternativa implica para quienes hacen uso de ella, uno de los
problemas que esto acarrea es que se genera una nueva situación de desigualdad entre los que
tienen y no tienen capacidad de financiamiento de dichos servicios. Es decir, los alumnos que
fueron preparados por interrogadores, inevitablemente se encontrarán en una posición más
favorable al momento de enfrentar a su comisión versus aquellos que, no pudiendo costearlo,
tuvieron que prescindir de este servicio9.

Un mayor compromiso por parte de la Facultad respecto de la preparación de los exámenes


de grado podría solucionar este problema. Al respecto, podría crearse una entidad compuesta por
profesores y ayudantes, que entreguen tutorías a los alumnos con problemas económicos para
costear un interrogador, o que la Facultad otorgue incentivos y fomente la creación y mantención
de iniciativas de exalumnos, que ya están naciendo, de asesoramiento a quienes preparan su
examen, de modo similar a los sistemas de preuniversitarios sociales que gratuitamente otorga
nuestra Facultad.

III. EJECUCIÓN DEL EXAMEN DE GRADO

1. Materias que se evalúan: Derecho Civil, Derecho Procesal y cédula a elección

Fundamental, en toda evaluación académica, son los contenidos cuyo conocimiento se


pretende acreditar. En nuestro examen, como en la gran mayoría de las facultades de derecho
nacionales, se evalúan las amplias ramas jurídicas del derecho civil y del derecho procesal civil y
penal, junto con otra área del derecho a elección del alumno. Los contenidos concretos a
examinar se especifican en cedularios, debidamente publicados en la página web de la Facultad,
con la particularidad de que, a diferencia de otras facultades de derecho, además se excluye
expresamente el estudio de determinadas materias específicas, denominadas ‘materias
excluidas’.

No obstante la laudable instauración de ‘materias excluidas’ (inexistente en algunas


facultades de derecho), de todos modos existe una inmensa amplitud de materias a evaluar, lo
que conlleva ventajas y desventajas. Como ventajas podemos identificar que se incluyen las
ramas del derecho más importantes para la práctica de la mayoría de los abogados, promoviendo
un conocimiento amplio y sistemático de contenidos que permite la relación entre las disciplinas
a estudiar. Asimismo, permite repasar y asentar en la memoria contenidos ya estudiados en el
transcurso de la carrera, admitiendo una asimilación más madura e integral de los mismos. Por
último, fomenta ligeramente la especialización, al permitir escoger una cédula opcional. Sin
embargo, también presenta ciertas desventajas, que veremos a continuación.


9Un ejemplo paradigmático de necesidad de asesoría y acompañamiento es el de los alumnos del programa Talento e Inclusión,
quienes, aunque durante el pregrado reciben un fundamental apoyo de parte de la universidad para enfrentar las dificultades
académicas, en esta etapa, de exigencia aun mayor, carecen tanto del apoyo académico y, y en ciertos casos económico, para poder
enfrentarlo individualmente.
8

a. Falta de diversidad de contenidos

En primer lugar, no se reconoce suficientemente la diversificación de las disciplinas en el


derecho, así como la tendencia ya predominante a la especialización, lo que resulta algo
incongruente con la malla de cursos de pregrado que, entregando una serie de optativos de
profundización, justamente permite la orientación del alumno hacia determinadas áreas. Si bien
existe la ya referida y muy valiosa posibilidad de rendir examen sobre una cédula a la libre elección
del alumno —posibilidad que no existe en todos los sistemas de exámenes de grado de derecho
nacionales10—, el estudio de dicha cédula constituye un mero respiro entre el re-estudio de toda
una gran variedad y cantidad de tópicos que difícilmente podrán ser de utilidad para todas las
diversas especialidades posibles en el derecho. Por lo demás, los conocimientos que se evalúan
durante el examen de grado ya han sido reconocidos y revisados por los correspondientes
académicos de pregrado anteriormente, por lo que este examen no constituye sino una re-
evaluación de materias. Por lo tanto, siendo que esta nueva examinación es una de las últimas
barreras que separan al alumno de ejercer materialmente la abogacía, y que por lo tanto debiera
brindar seguridad de que la podrá ejercer de manera seria e instruida, ¿no sería más ventajoso
que sirviera para refrendar aquellos conocimientos que efectivamente el alumno pretende ocupar
en la práctica? A quien, luego de haber terminado de cursar todos sus cursos de pregrado, se
quiera dedicar al derecho penal, poco le puede servir volver a estudiar la regulación de los bienes
familiares en el derecho de familia o la tramitación de tercerías en el juicio ejecutivo —materias
obligatorias de la cédula de derecho civil y procesal, respectivamente—; pero de mucha utilidad
le resultará el estudio de los procedimientos simplificado y abreviado del proceso penal —
materias, sin embargo, excluidas en la cédula obligatoria de derecho procesal penal—. En los
tiempos actuales, con una sorprendente diversificación de áreas y servicios jurídicos, debe ser
asumido que el conocimiento acabado de las ramas del derecho civil y el derecho procesal no
son un imprescindible para todos los abogados, y que en cambio, mucho más importantes puede
resultar la evaluación de otras materias según el futuro perfil profesional del alumno11.

Como sugerencia, una opción innovadora que se podría adoptar es que las posibilidades
del alumno no se limiten a optar por una sola cédula independiente de los contenidos de las
demás cédulas, sino que éste pueda elegir un ‘área de interés’, que determine los contenidos de
todas las cédulas que serán evaluadas en su examen, incluyendo las de derecho civil y procesal.
Por ejemplo, que al alumno que se interese por el área del derecho administrativo, le sea, por un
lado, disminuida la cantidad de conocimientos exigidos por las cédulas de derecho civil y procesal,
pero además sea interrogado respecto de derecho constitucional orgánico y exhaustivamente en
derecho administrativo. Que el alumno interesado en el derecho comercial, no sea interrogado
respecto de materias de derecho civil y procesal que no sean fundamentales para la comprensión
de las instituciones comerciales (ej. derecho de familia y derecho sucesorio), y su cédula de
derecho comercial sea más amplia, combinando las materias de títulos de crédito, derecho


10 Por ejemplo, en la Universidad del Desarrollo, las materias a evaluarse son exclusivamente la ramas del Derecho Civil, Derecho
Procesal y Derecho Constitucional, sin cédula elegida por el estudiante. En la Universidad de Los Andes, las ramas evaluadas son las
del Derecho Civil, Procesal y otra sorteada aleatoriamente, sin posibilidad de elección por parte del alumno de esta tercera materia. En
la Universidad Diego Portales sólo se evalúan las ramas del Derecho Civil y Procesal.
11 Esto sin perjuicio de que, para quien no tenga una preferencia predeterminada por algún área, como también suele ocurrir, los

conocimientos actualmente exigidos de derecho civil y procesal sí sean suficientes y necesarios para acreditar una aptitud básica para
el ejercicio de la abogacía.
9

societario y derecho concursal. Que el alumno interesado en el derecho penal, sea interrogado
en materia civil sólo respecto de sus bases fundamentales y de lo que se relacione habitualmente
con el área penal (ej. responsabilidad extracontractual), evaluándose, por otro lado, el derecho
procesal con énfasis en el proceso penal. En definitiva, sugerimos propender a que en el examen
de grado se evalúe una combinación de contenidos, preestablecidos, según el área de interés del
alumno, de modo que éste no invierta tiempo en el estudio de materias que no le serán de
utilidad, y que en cambio, pueda encauzar de inmediato sus habilidades y energías a la temática
que, luego de ya haber conocido la diversidad de ramas del derecho durante el pregrado, invoque
su interés profesional. De este modo, el examen de grado adquiere mayor sentido como
culminación de la etapa de pregrado y como enlace con la etapa del ejercicio efectivo del derecho.

b. Disparidad en la exigencia

En segundo lugar, a pesar de que se ha hecho el esfuerzo de especificar las materias


incluidas mediante cedularios y de excluir expresamente algunas, la amplitud de las mismas de
todos modos permiten que las preguntas que plantean los profesores puedan fácilmente exceder
el límite de la preparación de un estudiante. Los profesores en la práctica han preguntado
aleatoriamente jurisprudencia, doctrina comparada y/o teorías propias que superan con creces
el volumen de información que puede aprehender un estudiante durante su estudio12, al punto
de preguntar contenidos que ni siquiera están incluidos en el cedulario, pasando a ser una carga
del alumno, durante el mismo examen, el tener que advertir que la materia está excluida. Al no
existir precisión en los cedularios respecto de cada punto de materia, ni tampoco bibliografía
única y vinculante, los profesores pueden tener distintas comprensiones respecto de cuáles son
los contenidos que cada tópico del cedulario exige, atribuyéndole, además, más importancia a
unos que a otros, según sus propias concepciones. De este modo, un profesor puede exigir el
conocimiento de teorías de su propia elaboración, sin aceptación ni conocimiento universal, o
profundización en tópicos que por lo general no son tratados por otros profesores, y que por lo
consiguiente, difícilmente pueden haber sido estudiados por el alumno. La gran extensión de los
límites de contenido del examen genera un terreno fértil para la arbitrariedad y la parcialidad. Así
distintos estudiantes pueden tener resultados radicalmente distintos, pese a tener similares
aptitudes y haber realizado una preparación equivalente, en virtud de los distintos criterios de
exigencia que tenga cada examinador.

En este aspecto es donde se hace más clara la dificultad que entraña la ausencia de un
objetivo oficial del examen de grado en nuestra Facultad, pues, a falta de reglas preestablecidas,
queda al arbitrio de cada profesor examinador la determinación del papel que esta evaluación
debe jugar y por lo tanto el nivel de minuciosidad y precisión que se debe exigir. ¿Es el objetivo
del examen de grado acreditar que el estudiante tiene nociones jurídicas fundamentales, o acaso


12 Por supuesto, este tipo de preguntas deben ser observadas con cuidado, caso a caso, pues no siempre van a ser perjudiciales para
el alumno; el profesor examinador puede realizarlas con la mera intención de dejar que el alumno haga gala de sus conocimientos, sin
que su nota se vaya a ver afectada en caso de desconocer la respuesta. En la medida que el profesor tenga conciencia de que su
pregunta escapa de los contenidos regulares exigidos por el examen, y que por lo tanto la incidencia en la nota final debe ser escasa,
salvo para beneficiar al alumno, no existirá problema. Lamentablemente, ello no siempre ocurre, y en todo caso, resulta imposible
conocer a nivel interno cuál es la valoración que le otorga cada profesor a sus preguntas. Lo que para un profesor puede ser un mero
detalle, para otro puede ser información que cree que el alumno debiera conocer.
10

que conoce escrupulosamente cada detalle de las materias evaluadas, o que incluso está
capacitado para al día siguiente de su examen estar litigando en tribunales? El carácter de las
interrogaciones de los distintos profesores evaluadores refleja que existen distintas concepciones
al respecto, desarrollando algunas interrogaciones relativas sólo a conceptos y nociones básicas,
sin inmiscuirse en detalles, y realizando otros exámenes relativos a conocimientos que
difícilmente van a conocerse si no es habiendo practicado anteriormente el derecho o habiéndolo
estudiado con una profundidad superior a la usual en la fase de pregrado.

Finalmente, además de que la disparidad de criterios sea un problema en sí mismo, éste


tiene como consecuencia que el alumno, ante la posibilidad de que pueda sortear profesores
conocidamente más exigentes, se ve obligado a estudiar una amplia cantidad de materia con una
pretensión de exhaustividad casi impracticable que termina favoreciendo el estudio superficial
por sobre el análisis crítico y la cabal comprensión de las instituciones jurídicas.

Como soluciones a estos problemas, distintas alternativas son posibles. De antemano, se


debe reconocer que, no obstante su amplitud, una mayor especificación de los contenidos
señalados en el cedulario sería exagerado. Más bien, lo primordial debe ser uniformar los criterios
de los profesores respecto de dichos contenidos. Una de las alternativas es que el contenido de
las preguntas tenga límite en material bibliográfico determinado, operando sobre la base de
literatura esencial de referencia o textos elementales para la discusión —opción consagrada, por
ejemplo, en el reglamento de licenciatura de la facultad de derecho de la Universidad Diego
Portales—. De no ser así, al menos se podría consagrar como regla que sólo se interrogue acerca
de contenidos que la generalidad de los académicos y materiales doctrinarios enseñan al tratar
las materias respectivas, a fin de impedir que profesores ahonden en conceptos y teorías que no
sean universalmente estudiadas, en especial cuando se trata de teorías de su propia elaboración.
Una innovación al respecto fue adoptada por la Universidad Central, en la cual se evalúa al
examinado en base a cédulas, conocidas previamente por los alumnos, que se sortean
aleatoriamente en el mismo momento del examen, fortaleciendo la imparcialidad de la evaluación
y delimitando al profesor los contenidos que puede evaluar13.

Por otro lado, la consagración oficial de los objetivos del examen de grado podría ayudar
como criterio orientador para los profesores, de modo que puedan adecuar su exigencia a la
función que el examen de grado pretende cumplir. Y aun más beneficioso sería la consagración
de un reglamento oficial adecuado a dicho objetivo, que estandarice la forma en que deban
desarrollarse las interrogaciones14. Por último, es altamente aconsejable que se implemente la

13 Dichas cédulas, tanto en civil como en procesal, contienen dos temas amplios que deben ser desarrollados por el alumno durante
el examen. Por ejemplo:
Cédula Nº 6
1.- Ineficacia de los actos jurídicos. Concepto y clasificaciones. Inexistencia, Nulidad, renuncia, resolución, resciliación,
terminación, inoponibilidad y plazo extintivo. Respecto de las mismas: concepto, causales, características y efectos.
2.- Regímenes matrimoniales. Concepto y clasificaciones de los regímenes matrimoniales. Capitulaciones matrimoniales.
Sociedad conyugal. Administración, de los haberes en la sociedad conyugal. Del pasivo de la sociedad conyugal.
Recompensas.

14 Por ejemplo, el Artículo 16 del reglamento relativo al examen de grado de la facultad de derecho de la Universidad de Chile, establece
la regla de que se debe interrogar acerca de “Los principios fundamentales de las instituciones que comprende cada una de ambas
asignaturas, tendiendo a evaluar el grado de comprensión, análisis y síntesis del conocimiento del postulante, debiendo evitarse la
exigencia de detalles meramente reglamentarios o formales”. Sin perjuicio de que resulta valorable la consagración oficial de una regla
de dicho calibre, la vigencia práctica de la citada norma (que data del año 1976) en los exámenes de grado de la institución señalada
no es absolutamente efectiva, lo que resalta la importancia de la existencia de procesos de fiscalización que permitan garantizar la
eficacia de la normativa dispuesta al efecto.
11

obligatoriedad para los profesores evaluadores de completar una rúbrica o pauta de evaluación,
estableciéndose en ella los criterios a ser tomados en cuenta (ej. nivel de conocimiento, lenguaje
normativo, criterio jurídico, expresión oral, etc.), y la distinta importancia de cada ítem. Así se
permitirá, por un lado, propender a la uniformidad de criterios y disminución del peligro de
arbitrariedad —por cuanto serán unos mismos elementos los que cada profesor deberá apreciar
y valorar del mismo modo—, se obligará a racionalizar las impresiones que los evaluadores hayan
tenido durante el examen, reduciendo el subjetivismo tan propio de una evaluación oral, y servirá
de guía para la forma en que deberán plantear la forma de sus interrogaciones. El uso de una
pauta de evaluación, por cierto, no necesariamente implicará un beneficio para el alumno en el
sentido de aumentar las calificaciones, sino que también puede implicar una disminución de las
mismas, en aquellos casos en que el alumno recibe calificaciones desmedidas, las que deberán
moderarse en la medida que los profesores evaluadores se sujeten estrictamente a los criterios
establecidos en la pauta, la que puede otorgarle más peso a aspectos en que el alumno no haya
deslumbrado, y que al profesor personalmente podrían no importarle. Demás está decir que lo
deseable sería que esta herramienta se implementara no solamente en el examen de grado, sino
que en toda evaluación oral que se realice durante la carrera.

Finalmente, se establezca el método que sea para uniformar la exigencia del examen de
grado, resulta esencial el establecimiento de procedimientos de fiscalización que permitan
identificar las trasgresiones de los límites establecidos y la vigencia real de las normas que se
pudieran dictar al respecto. Sobre este punto, nos referiremos más adelante.

2. Sistema de interrogación oral de contenidos

El examen de grado es, en su forma y estructura, igual a todas las interrogaciones orales
que se realizan en solemnes y exámenes durante la carrera, consistiendo básicamente en la
certificación por parte del profesor de que el alumno tenga un buen manejo de ciertas materias,
cuyo conocimiento es demostrado por éste mediante la expresión oral de las mismas. Este
sistema clásico presenta como ventajas que permite practicar y reforzar la expresividad oral, lo
que da la oportunidad de que el público verifique la labor evaluativa de la comisión evaluadora, y
la posibilidad de que el evaluador y el evaluado pueden comunicarse de un modo directo, en
forma de una conversación, recurriendo a elementos paraverbales que permiten una mejor
transmisión del mensaje, dando espacio para poder explicar la lógica jurídica utilizada para llegar
a una determinada respuesta o resolución de un caso y permitiendo que el estudiante pueda
hacerse cargo de sus dichos de modo inmediato.

Pero, como desventajas, son pocas las habilidades y conocimientos que el alumno
evaluado podrá demostrar. En cuanto a las habilidades a ser evaluadas, por lo general no se
evaluará más que la capacidad del evaluado de comprender y retener información en su memoria
y de expresarla oralmente, omitiéndose la evaluación de otras tanto o más importantes como la
capacidad argumentativa, la aptitud para razonar jurídicamente, la idoneidad para la resolución
de casos, o incluso la capacidad de expresión escrita, que sigue y seguirá siendo fundamental
para todo abogado. Por cierto, los profesores evaluadores pueden solicitar a los alumnos que
justifiquen sus posiciones durante el examen, o que apliquen el derecho a ciertos presupuestos
12

de hecho que le sean expuestos, pero en definitiva, mediante preguntas de dicho estilo, sólo se
demostrará una mínima capacidad de argumentación o de aplicación práctica del derecho,
necesariamente poco reflexiva dada las circunstancias, e inferior a la que se podría desarrollar,
por ejemplo, en un trabajo escrito de resolución de casos o en una exposición. En cuanto a los
contenidos cuyo conocimiento puede ser evaluado, si bien la cantidad de materia que es
susceptible de ser preguntada es abrumadora, sólo el conocimiento acerca de una mínima
porción de ésta será efectivamente certificado en los aproximadamente diez a quince minutos
que puede durar cada interrogación de las tres que componen el examen. En conclusión, se
puede convenir en que lo que se expondrá durante el examen para ser evaluado es bastante
limitado, y por lo tanto, insuficiente para poder emitir un juicio seguro acerca de la aptitud del
alumno para poder ejercer la abogacía.

Y aunque muchas veces los profesores se preocupan de evaluar más habilidades que la
mera repetición oral de contenidos, el que algunos requieran de los alumnos que hagan alarde
de razonabilidad práctica y capacidad para argumentar jurídicamente, mientras que otros se
satisfagan simplemente con escuchar a los alumnos recitar mecánicamente pasajes de la ley,
crea una nueva expresión de disparidad de exigencia. Para equilibrar la exigencia en este aspecto,
nuevamente es el establecimiento de una pauta de evaluación la que puede resultar útil, en la
medida que ésta determine en qué habilidades del estudiante el profesor debe poner su mirada
y cuánto valor deben tener en la determinación de la calificación del examen, emplazándolo a la
vez a que efectivamente ponga en juego dichas habilidades, permitiendo que éstas sean
sopesadas siempre de la misma manera, y se disminuya la diferencia de estándares de exigencia.
Así, si el alumno es incapaz de efectuar razonamientos inesperados en el examen, o su habilidad
para expresarse oralmente es deficiente, pero de todos modos demuestra conocer cabalmente
los contenidos que debe conocer, la valoración de todos estos elementos en conjunto no
dependerá de la visión exclusiva que cada profesor tenga de la importancia de cada uno de ellos,
sino que de la forma en que la pauta de evaluación establezca que deben ser valorados.

Para apreciar de manera más profunda otras habilidades además de la mera capacidad
de expresar oralmente las materias estudiadas, otras universidades han adoptado sistemas de
examen de grado que se configuran de manera diferente a nuestro sistema clásico. Las
universidades de Los Andes y de Chile, por ejemplo, tienen instituida una etapa expositiva oral en
la cual el alumno deberá presentar un determinado tema de un área del derecho (sorteado, en la
primera universidad, y elegido por el alumno, en la segunda), para posteriormente ser interrogado
de la forma clásica respecto de las demás materias. La Universidad del Desarrollo también
establece una etapa expositiva en la que el alumno deberá desarrollar algún tema del derecho
constitucional (previamente sorteado), para luego, ser interrogado respecto de un caso práctico
de derecho civil, que le es entregado por escrito previo a la instancia, para que alcance a
examinarlo con algo de detención. La Universidad Diego Portales, por otro lado, instituyó un
examen netamente escrito, consistente exclusivamente en la resolución de casos prácticos del
derecho civil y procesal. Las universidades Diego Portales y del Desarrollo permiten, asimismo, el
acceso irrestricto a las fuentes legales para resolver el caso práctico que se entregue. La
Universidad de Chile, por su parte, a pesar de seguir un sistema de interrogación oral parecido al
de nuestra universidad, incluso llega a permitir el acceso a las fuentes legales durante el
transcurso de la evaluación oral. Se prioriza así la habilidad de aplicar el derecho por sobre su
mera memorización.
13

Como se ve, en esta materia son muchos los caminos posibles que se pueden elegir,
dependiendo de la concepción que se tenga del examen de grado y de la función que está llamado
a desempeñar. En base al perfil de egreso y de las cualidades que se espera que tengan los
alumnos que se formen en la Facultad, es menester reflexionar seriamente acerca de cuáles de
estas aptitudes son las que nuestro examen de grado puede y debe certificar. Actualmente, el
perfil de egreso de la carrera espera que el alumno tenga un “conocimiento profundo e integrado
del derecho vigente, así como de sus fundamentos filosóficos, históricos y dogmáticos; y, en
forma crítica, es capaz de razonar, argumentar y usar fuentes para identificar y resolver
problemas jurídicos, en forma oral y escrita”. Sobre la base de dicho perfil, sería posible formular
para el examen de grado un objetivo que privilegie la verificación del conocimiento acerca de
materias fundamentales del derecho vigente y la capacidad de razonar críticamente según un
criterio jurídico, por sobre la capacidad de repetir mecánicamente contenidos memorizados, a
veces meramente formales, como en la práctica suele terminar operando el examen.

3. Ponderación de nota del examen de grado con demás notas de pregrado

Uno de los aspectos más llamativos del examen de grado es el elevado valor que tiene la
nota de éste en la determinación de la nota final de la carrera, correspondiéndole un 50% de
ésta. Según esta ponderación, lo que se demuestre en una interrogación de aproximadamente
cuarenta minutos tiene una importancia equivalente a la de toda la etapa de pregrado de al
menos cinco años de estudio de cincuenta y nueve cátedras universitarias. Esta ponderación
ciertamente no representa proporcionalmente el esfuerzo y dedicación que se requieren para
obtener un buen rendimiento durante el pregrado, ni tampoco la mayor importancia que
objetivamente revisten las notas de los ramos de la carrera por sobre la nota de esta única
evaluación final, ya que el examen de grado constituye una única y pequeña muestra acerca de
los conocimientos del evaluado, que se encuentra además sujeta a diversos factores
contingentes, los cuales impiden evaluar definitiva y certeramente el mérito académico del
evaluado. Esto a diferencia de las notas de los ramos de pregrado, que por el contrario, permiten
identificar una tendencia en el tiempo y una evolución académica. Así, esta nota final puede
terminar resultando engañosa, por cuanto sujetos con un bajo rendimiento en pregrado con sólo
aplicar un mayor esfuerzo en esta última evaluación, pueden subir sus notas considerablemente,
al tiempo que personas con excelente rendimiento en su carrera y por lo tanto con grandes
aptitudes sostenidas en el tiempo, pueden ver disminuida en la misma proporción su nota final.

Por ejemplo, el alumno que, en un caso extremo, se presente con nota 4.0 al examen de
grado, y obtenga una nota 7.0 en éste, terminará con una exagerada nota promedio de 5.5, la
que además sufrirá una segunda inflación por la aproximación a números enteros en que deben
expresarse las notas finales, resultando beneficiado con una nota final de 6.0. Y por otro lado,
con la misma nota final quedará el alumno extremadamente hábil que habiéndose presentado
con nota 7.0 al examen de grado, sea evaluado con nota 4.0, a pesar de que haya demostrado
en su vida universitaria un evidente mejor rendimiento académico. La situación será distinta para
quien se presente con solo un par de décimas menos, pero con una calificación de todas formas
sobresaliente. Quien haya alcanzado un excelente promedio de 6.8 durante el pregrado, y reciba
un 4.0 en su examen, no sólo verá disminuido su promedio a un 5.4, sino que por la mencionada
aproximación a números enteros, terminará con una nota final de 5.0. Una ponderación algo más
equilibrada, que le otorgue al examen de grado sólo un 30% de porcentaje en la nota final,
14

permitiría que en el primer caso señalado, del alumno que se presente con 4.0 y obtenga la nota
máxima, éste termine con una nota promedio de 4.9 que se aproximará a 5.0 final, y el alumno
que se presente con 6.8, termine con una nota final de 6.0, notas finales que resultan más
mesuradas y representativas de sus conocimientos.

Una nota final engañosa que otorga idéntica importancia a componentes tan disímiles
como las notas de toda la carrera y la nota del examen de grado, implica una serie de problemas
para la futura carrera laboral, por cuanto, si bien en la cultura profesional jurídica nacional se
suele prestar más atención a las notas de la carrera por sobre la nota final influida por el examen
de grado, para efectos de concursos por becas o realización de estudios en el extranjero, así como
para la composición de los rankings de generación, esta nota final de todos modos termina
teniendo vital importancia, a pesar de que, como se ha señalado, pueda otorgar equivocada
información.

Por lo dicho, consideramos razonable disminuir el porcentaje de ponderación del examen


de grado en la nota final, de modo tal que represente entre un 30% ó 40% de la nota final. A fin
de que mediante esta fórmula no se disminuya el nivel de esfuerzo y estudio que los alumnos le
dediquen al examen, podría mantenerse el carácter reprobatorio de la licenciatura, en el sentido
de que de obtenerse un nota menor a 4.0 en él, sin importar que la nota final de la carrera termine
siendo menor o mayor a 4.0, no pueda obtenerse el grado de licenciado. Ponderado de esta
forma, el examen de grado pierde la valoración desproporcionada que tiene en la nota final, pero
no pierde su trascendencia en cuanto a requisito sine qua non para finalizar la carrera. De todos
modos, lo ideal sería que esta ponderación y este carácter reprobatorio sean cimentados sobre
una reflexión acerca del fin y objetivo del examen de grado que justifique su carácter de condición
para licenciarse.

Por otro lado, la ponderación actual conlleva una segunda distorsión para efectos de la
determinación de la calificación con que se evalúa el examen de grado mismo, por cuanto los
profesores, algunos conscientes del valor extremo de esta evaluación en la calificación final del
alumno, tienen distintos criterios al momento de considerar la nota de presentación para efectos
de calificar el examen de grado, existiendo algunos que tienden a calificar el examen de tal modo
que el alumno tenga una nota final similar a la de su nota de presentación, otros que califican el
examen con una peor nota si es que la nota de presentación es baja, y otros que prescinden
totalmente de la nota de presentación para efectos de calificar el examen. Ello no deja de implicar
una evidente disparidad de criterios que reafirma el problema de la desigualdad de las
evaluaciones. Por lo tanto, en la medida que se disminuya el valor del examen de grado en la
ponderación de notas, sería aconsejable asimismo que se impida que los profesores puedan
conocer la nota de presentación del alumno.

IV. ETAPA POSTERIOR A LA EJECUCIÓN DE LA EVALUACIÓN: FISCALIZACIÓN Y DERECHO A RECURRIR

En la medida que se adoptasen mejoras del sistema actual del examen de grado, y se
estableciese una normativa escrita que las recoja, cualquier innovación sería letra muerta si en
casos de incumplimientos no se proporcionasen las herramientas que los remedien y le den buen
15

cauce a las desavenencias que puedan surgir al respecto.

1. Fiscalización de la evaluación

Actualmente las únicas herramientas de fiscalización conocidas son la publicidad del


examen, que permite al público al menos observar cualquier irregularidad e incluso participar
activamente en los casos que los profesores se excedan en los contenidos preguntados15, el
control que pueden realizar los profesores evaluadores respecto de sus pares de la comisión
evaluadora, y la de realizar a posteriori informalmente reclamos ante las autoridades de la
Facultad (reclamos cuyos efectos son desconocidos y más bien mera fuente de especulación).
Estas informales herramientas de todas formas dejan incólume la calificación que se haya
recibido, sin que se conozcan por nuestra parte casos en que se haya logrado modificar ésta en
virtud de alguna irregularidad surgida en el examen.

A nuestro juicio, como una primera e indispensable herramienta de fiscalización, se debe


establecer la posibilidad de realizar grabaciones —audiovisuales o sólo auditivas— del examen de
grado (posibilidad que sólo recientemente fue expresamente prohibida, luego del mal uso que se
diere de grabaciones efectuadas por el público), que permitan revisarlo posteriormente y constatar
irregularidades. Y es que las grabaciones son la forma más fiel para dejar constancia de lo obrado,
ya sea para servir de base a un eventual procedimiento de apelación, como para justificar de
manera más fidedigna los reclamos informales que se realizan actualmente. Sin permitir que
cualquiera en el público pueda grabar, se podría instituir una grabación oficial del examen, cuya
copia quede en manos de la Facultad, y que pueda ser solicitada sólo por el alumno evaluado en
caso de que quisiera reclamar. Además, dichas grabaciones permitirían a las autoridades de la
Facultad analizar de una forma más sistemática y fiable la manera en que se desarrolla el examen
de grado, en base a lo cual se podrían identificar los problemas ya indicados u otros no
identificados, y sobre esa base realizar de manera mejor fundada las reformas pertinentes. En
caso de que la realización de grabaciones oficiales resultare demasiado oneroso para la Facultad,
al menos se podría otorgar el derecho a cada alumno para que se le permita grabar el examen por
su propia cuenta.

En cuanto a la publicidad del examen como una forma de fiscalización, es menester


mencionar que los profesores, en ocasiones, luego de que el alumno haya rendido el examen y en
el momento de la deliberación, ante la duda de si aprobarlo o no, han llamado nuevamente al
evaluado a ingresar a la sala para ser interrogado una vez más, sin invitar al público, generando la
ausencia de testigos que puedan certificar la imparcialidad propia del examen e infringiendo el art.
15º del reglamento de Evaluación Académica de la Licenciatura en Derecho que señala: “Las
evaluaciones orales serán públicas, con al menos un testigo (…)”.


15 No es extraño que sea el mismo público o el alumno los que adviertan que la materia que está siendo interrogada es materia excluida
en los cedularios. Sin embargo, en caso que el público o que el alumno nada digan —esta última posibilidad bastante recurrente dada
la presión a la que está sometida el examinado en dicho momento—, simplemente poco se podrá hacer después, a pesar de que la
nota quede contaminada por las respuestas equivocadas que el alumno haya dado en materias que no le correspondían estudiar.
16

2. Derecho a recurrir

En segundo lugar, se debiera considerar la posibilidad de instaurar un sistema que permita


recurrir ante otros profesores que no hubieren participado en la evaluación, por los errores o
abusos en que se hubiere incurrido en el examen16. Siempre ante la creación de mecanismos que
sirvan para anular o enmendar decisiones tomadas por una autoridad nace un natural recelo, pues
incorrectamente configurado, el mecanismo puede hacer perder todo valor a dicha decisión previa,
y extender procedimientos innecesariamente. Pero con la debida reflexión es posible establecer
un sistema que no produzca tal efecto indeseado, que no se preste para abusos, y que logre el
cometido de corregir los errores que puedan aparecer. Reglas que se podrían establecer para
lograr esto es que sólo pueda apelar el alumno que haya obtenido una nota menor a 5.0 en su
examen de grado o que haya reprobado, a fin de que se recurra sólo en casos en que el alumno
haya sido gravemente afectado por su calificación; o que habiéndose establecido una normativa
escrita rigurosa, los profesores llamados a conocer del recurso sólo puedan modificar lo resuelto
en la medida que se hayan infringido manifiestamente el reglamento, y no porque, de acuerdo a
su mero criterio, el alumno debió tener una nota distinta; que el derecho a recurrir se pueda ejercer
sólo pasado un determinado plazo de días, a fin de que los alumnos no hagan ejercicio de éste
apenas salgan de su examen todavía enardecidos, etc.

3. Creación de veedores del examen de grado.

Una tercera herramienta útil sería la institución de veedores de los exámenes u


ombudsman, consistente en un funcionario o profesor de la Facultad que, con conocimiento de los
cedularios e idealmente del contenido de los mismos, sea testigo del examen y pueda participar
al momento de la deliberación para dar su impresión acerca de la evaluación, en particular para
representar elementos irregulares que se hubieren presentado durante el examen y que
perjudicaren al alumno, a fin de que los profesores tengan ello en consideración al momento de
determinar la nota final. Veedores que tuvieran un carácter permanente, en la medida que
cumplan con rigor sus funciones, permitirían además equilibrar los criterios de las comisiones e
identificar problemas recurrentes que ocurren en los grados, así como señalar la impertinencia de
las preguntas cuando sean relativas a materias excluidas, sin que se tenga que depender de la
buena voluntad del público para reclamarlas. Como una posibilidad, en lugar de instituir a una
figura adicional de veedor, se podría adjudicar el rol de éste al Presidente de la Comisión17. En

16 Así se consagra, por ejemplo, en el artículo 63º del Reglamento de la carrera de Derecho de la Universidad Central: “En aquellos
casos en que el Examen de Licenciatura se haya efectuado con infracción a la normativa e instructivos que lo regulan y solo en casos
que la eventual infracción tenga incidencia en la evaluación del examen rendido, el postulante podrá solicitar la nulidad al Decano. El
postulante deberá presentar en la oficina de parte y dentro del plazo de cinco días desde la rendición del examen de grado, su solicitud
de impugnación, la cual irá dirigida a la OASE, donde deberá exponer los hechos en los cuales fundamenta su requerimiento. El Decano
podrá resolver la solicitud de plano, sin perjuicio el informe evacuado por la OASE y los informes que se le solicitaran a los integrantes
de la comisión examinadora”.
17 Siguiendo este esquema, el reglamento de examen de grado de la Universidad Católica Silva Henríquez establece en su art. art. 13,

“Es deber del Presidente de la Comisión Examinadora velar porque el examen de grado rendido por el/la estudiante se desarrolle de
manera adecuada, y que las interrogaciones formuladas por la Comisión Examinadora al/a la estudiante, satisfagan los criterios de
generalidad, precisión y objetividad suficientes. Asimismo, velará que las respuestas que el estudiante dirige a la Comisión
Examinadora, muestren su capacidad de relacionar e integrar los conocimientos jurídicos adquiridos y, al mismo tiempo, que cumplan
con los requisitos de precisión, profundidad y síntesis necesarios, dando cuenta de las competencias que forman parte del perfil de
egreso de la carrera”.
17

algunas universidades, como en la U. de Chile, a fin de que pueda cumplir esta función desde una
posición imparcial, al Presidente de Comisión se le entrega exclusivamente dicho rol de control, de
modo que no interroga como los demás profesores, sino que sólo observa el desarrollo del examen
cumpliendo con las funciones de ministro de fe. En subsidio, y en caso que no se logre establecer
una figura imparcial que cumpla este rol fiscalizador, se sugiere que autoridades de la Facultad,
periódicamente concurran a observar exámenes, con la finalidad de que constanten por sí mismos
el status quo del sistema de examen de grado.

V. CONCLUSIONES

Todo control, prueba e instrumento de evaluación es mirado, por quienes deben


rendirlos, con cierto afán crítico. Pero quienes los rinden saben que, al fin y al cabo, dichos
instrumentos, por más fastidiosos que les puedan resultar, son la única herramienta para
certificar que efectivamente han aprendido lo necesario. Y si no son calificados “óptimamente”
en ellos, lo usual es que responsabilicen de ello no al instrumento de evaluación mismo, sino
que a sus propias limitaciones, a su falta de estudio o a su incomprensión de los contenidos,
pues, por lo general, todo alumno es capaz de saber si el resultado que obtuvo en determinada
evaluación es fruto de sí mismo o no. En el caso del examen de grado, siendo tantos los factores
que influyen en la calificación además del solo mérito y la capacidad del estudiante y tantas las
insuficiencias señaladas en este informe, no es irracional aceptar la tesis de que muchas veces
el resultado del examen no será fruto de las aptitudes del alumno, sino que meramente de las
circunstancias. Y si es así, es difícil atribuirle al examen en su estado actual, un verdadero valor
informativo acerca de las aptitudes académicas de quienes lo rinden, y menos el valor que
formalmente, desde la perspectiva de la ponderación de notas y su cualidad de prerrequisito
para licenciarse, ya se le otorga.

Sin embargo, quienes escribimos este informe, somos conscientes de los provechos que
nacen del estudio y preparación para el examen de grado. El reestudio de materias que durante
la carrera no han sido sistemática y comprehensivamente interiorizadas —lo que puede ser señal
de que el pregrado podría no estar cumpliendo con su objetivo—, el desarrollo de habilidades de
estudio, y en definitiva, la preparación última que deja al alumno capacitado, al menos
mínimamente, para desempeñarse como abogado, no pueden ser menospreciados. Pero la
esfera universitaria reclama estar configurada racional e íntegramente, sobre todo en una
universidad que aspira a la excelencia como la nuestra, por lo que, no obstante estos beneficios,
es imprescindible corregir lo que a todas luces está lejos de ser óptimo. Transcurridos varios
años desde la puesta en práctica de la nueva malla curricular y de la consagración de un nuevo
perfil de egreso, así como del establecimiento de un reglamento de evaluaciones, el momento
es el adecuado para modernizar esta última etapa y ponerla en sintonía con lo que es hoy la
carrera de derecho de la universidad, construyendo así un examen de grado más justo, y
también, más útil.

Justo, en virtud del cual todo alumno sea evaluado a través de un procedimiento
equitativo, con la mismas condiciones, mismas exigencias, y mismas oportunidades que el resto,
18

pudiendo reclamar de ello cuando así no ocurra, y que sea calificado conforme a criterios
uniformes y exigencias razonables, obteniendo una nota final en su carrera que refleje fielmente
sus conocimientos y méritos, sin otorgarle valor excesivo a una única instancia de evaluación
sometida a innumerables contingencias y que evalúa escasas habilidades.

Útil, en virtud del cual el alumno invierta un año en el estudio de contenidos que
efectivamente usará de acuerdo a su perfil profesional, y que fomente el desarrollo de
habilidades más importantes que la mera memorización de contenidos y su comunicación oral.

En este informe hemos propuesto diversas medidas que apuntan en dicha dirección,
pero ciertamente pueden existir alternativas superiores. De todos modos, el objetivo de este
informe estaría cumplido aunque sirviera sólo para impulsar un proceso de reflexión en torno al
examen de grado. Animamos a las autoridades de la Facultad a que emprendan esta tarea. Una
reforma del examen de grado demostraría el interés de la Facultad en modernizar sus métodos
de enseñanza, ayudaría a los mismos estudiantes a desarrollar un estudio que les sirva
realmente a futuro, aumentando la calidad de los mismos, y brindaría a la comunidad
universitaria un buen ejemplo de justicia práctica.

19

ANEXO: SÍNTESIS DE SUGERENCIAS

Con la finalidad de sintetizar las mejoras y posibles soluciones sugeridas de este informe hemos
elaborado la siguiente minuta:

I. NECESIDADES PRIMORDIALES

1. Fijar los objetivos y finalidad del examen antes de adoptar modificaciones al sistema
actual.
2. Redactar un reglamento relativo al examen de licenciatura de carácter vinculante
tanto para alumnos como profesores.

II. PROCEDIMIENTO PREVIO A LA EJECUCIÓN DE LA EVALUACIÓN

1. Variabilidad de la comisión sorteada


a. Posibilidad de sortear profesores subsidiarios en caso de imposibilidad de
algún miembro de la comisión sorteada.
b. Posibilidad del alumno de rendir el examen en otra fecha cuando la comisión
varíe.
2. Recusación e inhabilitación de profesores
a. Derecho del alumno a recusar al profesor y obligación de los académicos de
inhabilitarse cuando haya un vínculo previo con el evaluado.
3. Otros problemas que se suscitan durante la preparación del examen de grado
a. Talleres CARA durante el pregrado y apoyo psicológico por parte de la
Facultad a los alumnos.
b. Creación de tutorías para alumnos con dificultades socioeconómicas.

III. EJECUCIÓN DEL EXAMEN DE GRADO

1. Materias que se evalúan: Derecho Civil, Derecho Procesal y cédula a elección


a. Falta de diversidad de contenidos
1. Nuevo cedulario en base a “áreas de interés”. Ej. Derecho Comercial.
b. Disparidad en la exigencia
2. Exigencia de material bibliográfico determinado para los profesores y
alumnos.
3. Sistema de cédulas que orienten el desarrollo del examen.
4. Reglamento con los objetivos oficiales del examen de grado.
5. Rúbrica o pauta de evaluación obligatoria para los evaluadores.
2. Sistema de interrogación oral de contenidos.
a. Revisión del sistema de evaluación oral según el análisis comparado a otras
universidades.
3. Ponderación de nota del examen de grado con demás notas de pregrado
a. Disminuición de la ponderación de la nota del examen a un 30 – 40%.
b. Prescindencia del conocimiento por parte de la comisión de la nota de
20

presentación del alumno.

IV. ETAPA POSTERIOR A LA EJECUCIÓN DE LA EVALUACIÓN: FISCALIZACIÓN Y APELACIÓN

1. Fiscalización de la evaluación
a. Grabaciones del examen por parte de los alumnos o grabaciones oficiales de
la Facultad.
2. Derecho a recurrir
a. Posibilidad de recurrir ante una comisión ad hoc cumpliendo ciertos requisitos.
3. Creación de veedores del examen de grado
a. Ministros de fe que fiscalicen la ejecución del examen y el cumplimiento del
reglamento.
b. Otorgarle ese rol al Presidente de Comisión.
c. Fiscalización mediante visitas de autoridades de la Facultad al examen.

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