ANÁLISIS CRÍTICO
EXAMEN DE GRADO
DERECHO UC
Elvira Vergara S.
Felipe Morgan S.
Naranjo e Ibarrola Abogados
ANÁLISIS CRÍTICO DEL EXAMEN DE GRADO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA PONTIFICIA
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………………………………………………………………2
1. Fiscalización de la evaluación…………………………………………………………………………………………….16
2. Derecho a recurrir……………………………………………..…………………..………………………………………….17
3. Creación de veedores del examen de grado……………………………………………….…………………..……17
V. CONCLUSIONES……………………………………………………………………………………………….…………………..…….. 18
Al momento de analizar nuestro examen de grado, nos encontramos con una primera
gran dificultad: la falta de claridad acerca de su finalidad. Actualmente no hay establecidos ni
explicitados objetivos oficiales del examen ni la función que está llamado a desempeñar. Definir
los objetivos del examen de grado podría ser una primera base para poder valorar los aciertos y
desaciertos de su formato actual, pues son los objetivos de toda evaluación los que orientan los
contenidos que ésta debe abarcar, con qué minuciosidad deben ser preguntados, la forma en
que debe ser rendida y los criterios que se utilizarán para calificarla.
Dado que el objetivo del examen de grado no ha sido explicitado formalmente en lugar
alguno, sólo se pueden identificar los objetivos que consuetudinariamente parecieran habérsele
atribuido. En nuestra universidad, como en la gran mayoría de las facultades de derecho de
Chile, el examen se caracteriza por constituir una instancia pública de evaluación, en que una
comisión constituida por tres profesores, evalúa al alumno mediante una interrogación oral que
recae sobre una extensa variedad de contenidos en las áreas temáticas del derecho civil y
procesal, más un área a elección del alumno, durante un espacio temporal aproximado de 40
minutos, y que se puede calificar desde las notas 2.0 a 7.0, aprobándose el examen con nota
4.0 o superior1. Atendida la forma en que se efectúa el examen de grado en nuestra Facultad se
1
La mayoría de las facultades de derecho del país siguen esencialmente el mismo esquema. En efecto, las facultades de derecho de
la Universidad de Chile, Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Nacional Andrés Bello, Universidad Central, Universidad Austral,
Universidad de Los Andes, Universidad de Valparaíso, Universidad Alberto Hurtado, Universidad de Concepción y Universidad Mayor,
con algunos matices, utilizan el sistema tradicional de evaluación. Por su parte, la Universidad Adolfo Ibáñez, Universidad del Desarrollo
2
podría inferir que el objetivo del examen es, al menos:
No obstante, esta amplitud de posibles objetivos no son suficientes para orientar y guiar
cómo deben encajar y distribuirse las demás piezas del proceso del examen de grado, ni valorar
cuáles elementos son más importantes que otros, creando la necesidad primaria de definir el
enfoque del examen y analizar si éste, en su formato actual, cumple con los objetivos
mencionados, o si es necesario repensar un nuevo sistema de evaluación completamente
distinto al de hoy.
Como segunda dificultad básica para comenzar a analizar nuestro sistema de examen
de grado, se presenta la inexistencia de una normativa oficial y pública que regule la ejecución
de éste y que establezca las formalidades a las que deben sujetarse tanto evaluados como
evaluadores. La omisión en este aspecto nos diferencia de una gran cantidad de facultades de
derecho nacionales, que sí tienen normativa escrita, en la que además se señalan los objetivos
del examen de acuerdo a sus respectivas visiones2.
y Universidad Diego Portales han implementado sistemas de exámenes de grado, tanto escritos como orales, sobre la base de casos
prácticos.
2 Tienen reglamentación oficial del examen de grado las facultades de derecho de la Universidad de Chile, Universidad Diego Portales,
Universidad Central, Universidad Católica Silva Henríquez, Universidad de Los Andes, Universidad Alberto Hurtado, Universidad del
Desarrollo y Universidad Adolfo Ibáñez
3 Disponible en http://derecho.uc.cl/es/licenciatura-en-derecho/examen-de-grado/informativo
3
oficial que se pronuncia sobre la forma en que se debe desarrollar el examen mismo. No
obstante, al menos la Facultad ya ha demostrado interés en crear un reglamento al efecto, como
queda expresado en el art. 20 del Reglamento de la Escuela de Derecho: “Las normas que
reglan la obtención del grado académico de Licenciado en Derecho serán dispuestas por un
Reglamento específico que el Decano propondrá al Consejo de Facultad para su aprobación y
que será formalizado por Decreto de Rectoría4”, artículo al que sólo falta darle cumplimiento.
Teniendo presentes estas dos omisiones básicas, como son la ausencia de un objetivo
oficial y de una reglamentación escrita del examen, nos dispondremos a continuación a realizar
un análisis de los principales inconvenientes de nuestro sistema de examen de licenciatura,
distinguiendo los que se suscitan en el procedimiento previo al examen, en la ejecución del
mismo y en la etapa posterior a éste.
Los remedios posibles para esta situación son muchos. Una primera posibilidad es que
también se sorteen profesores subsidiarios que puedan reemplazar al profesor sorteado en caso
de que éste se excuse, permitiendo así también la posibilidad de prepararse para tal evento5. Otra
5 Esta posibilidad la consagran expresamente las facultades de derecho de la Universidad de Chile y la Universidad Central. El
reglamento de esta última consagra: “El postulante de acuerdo a la nómina publicada, deberá escoger al azar tres profesores: titular,
primer suplente y segundo suplente, en cada cédula. Tras el sorteo y levantada el acta, se comunicará en primer lugar a los profesores
5
es que el alumno tenga derecho a dar su examen en otra fecha de la misma o de la siguiente
quincena en caso de que su comisión se modifique dentro de cierto plazo previo a su examen (por
ejemplo, si ocurre dentro de los siete días anteriores a su examen). Sea cual sea la solución, debe
ser una que permita eliminar la incertidumbre, y otorgarle un plazo razonable al alumno para
preparar su comisión, en equivalentes condiciones a las del resto de los alumnos.
Por cierto, como ya fue mencionado, esto en nada corrige la desigualdad que de todos
modos existirá entre las distintas evaluaciones producto de la diferencia de exigencia de las
comisiones. Pero, si se ingeniase un mecanismo para que la exigencia en todos los exámenes sea
equivalente y para que desaparezca la disparidad, todos los problemas recién mencionados
respecto del sorteo carecerían de relevancia práctica. Por lo tanto, creemos más urgente intentar
solucionar dicha disparidad, sugiriendo como punto de partida, que se busque propender a una
evaluación consciente por parte del profesor, es decir, que como mínimo éste tome conciencia de
la larga duración y lo extenuante del proceso; que maneje bien el ramo que interrogará y, por ende,
que tenga conocimiento del cedulario; que esté capacitado para evaluar oralmente, pues
actualmente desconocemos si hay un control de la Escuela en este sentido; entre otros elementos
sobre los cuales nos pronunciaremos más adelante.
En ciertas ocasiones, las relaciones o conocimientos previos que puedan tener los
profesores de la comisión respecto de los alumnos evaluados pueden dejar espacio para
parcialidades, que pueden afectar su juicio tanto en beneficio como en perjuicio del alumno
evaluado.
6 El artículo 11º del reglamento de la Universidad Alberto Hurtado, regula de la siguiente forma el derecho a recusar: “En forma
excepcional, y siempre que existan motivos fundados, el Egresado en proceso de titulación podrá recusar, en un plazo de 24 horas
6
respetándose, por cierto, la libertad del alumno para hacer ejercicio o no de este derecho.
Por otro lado, también se presentan situaciones en que la relación previa que pueda tener
el profesor con el alumno vaya a implicar una previsible favorabilidad hacia él, lo que si bien puede
resultar beneficioso para éste, ciertamente afecta la imparcialidad que debe tener el examen y la
igualdad de trato que merecen todos los alumnos que pretenden rendirlo. Así, ha ocurrido que
profesores toman la licenciatura de alumnos que son ayudantes suyos (respecto de quienes, por
ser tales, es esperable que el profesor vaya a tener una preconcepción favorable sobre sus
capacidades), o de alumnos con quienes han tenido una relación amistosa o familiar previa. Sería
aconsejable que en un futuro reglamento se estableciera respecto de los académicos la obligación
de inhabilitarse en estos casos, pues actualmente, pareciera que ni siquiera existe conciencia
sobre la pérdida de imparcialidad y objetividad que tal práctica conlleva.
Por último, es preciso evidenciar que hay otras dificultades, no menos importantes, que se
generan en esta etapa, como consecuencia de la larga, exigente y extenuante etapa de
preparación del examen de grado. La primera de ellas es el desgaste psicológico que acarrea el
proceso en la mayoría de los alumnos, ocasionado por el alto nivel de ansiedad y estrés al cual se
ven sometidos producto de la gran cantidad de horas semanales invertidas en la preparación del
examen7, por no contar con asesoría o revisión por parte de la entidad evaluadora que controle el
avance y rendimiento del alumno, por la exigencia de sostener los conocimientos y habilidades
orales frente al trato hostil de algunos evaluadores, y por el riesgo de reprobación luego de más
de siete meses de estudio, entre otras causas.
En segundo lugar, debido a que no hay un seguimiento al alumno en vías de titulación por
parte de la entidad evaluadora, ha surgido una creciente necesidad por parte de los estudiantes
de contar con una preparación adicional8, otorgada por oficinas de interrogadores, que evalúan
semanalmente al alumno con la finalidad de certificar su avance en el estudio y que los preparan
luego de conocida la composición de la Comisión Examinadora, a cualquiera de sus integrantes. La solicitud deberá presentarse ante
la Dirección de Carrera, de manera escrita, señalando las razones en las que se funda. La Dirección de Carrera en conjunto con el
Director de Departamento al que pertenece el recusado, o el Decano, evaluará la pertinencia de la recusación, debiendo pronunciarse
dentro del plazo de 5 días hábiles a contar de su recepción. Esta decisión será inapelable”.
7 Se recomienda, por las oficinas de interrogadores, estudiar entre 40 y 50 horas semanales para obtener resultados aprobatorios.
8 No hay estadísticas al respecto, pero según nuestros conocimientos, alrededor de un 85-90% de los alumnos opta por este servicio.
7
para enfrentar las particularidades de las interrogaciones de los profesores en el examen. Además
del costo adicional que esta alternativa implica para quienes hacen uso de ella, uno de los
problemas que esto acarrea es que se genera una nueva situación de desigualdad entre los que
tienen y no tienen capacidad de financiamiento de dichos servicios. Es decir, los alumnos que
fueron preparados por interrogadores, inevitablemente se encontrarán en una posición más
favorable al momento de enfrentar a su comisión versus aquellos que, no pudiendo costearlo,
tuvieron que prescindir de este servicio9.
9Un ejemplo paradigmático de necesidad de asesoría y acompañamiento es el de los alumnos del programa Talento e Inclusión,
quienes, aunque durante el pregrado reciben un fundamental apoyo de parte de la universidad para enfrentar las dificultades
académicas, en esta etapa, de exigencia aun mayor, carecen tanto del apoyo académico y, y en ciertos casos económico, para poder
enfrentarlo individualmente.
8
a. Falta de diversidad de contenidos
Como sugerencia, una opción innovadora que se podría adoptar es que las posibilidades
del alumno no se limiten a optar por una sola cédula independiente de los contenidos de las
demás cédulas, sino que éste pueda elegir un ‘área de interés’, que determine los contenidos de
todas las cédulas que serán evaluadas en su examen, incluyendo las de derecho civil y procesal.
Por ejemplo, que al alumno que se interese por el área del derecho administrativo, le sea, por un
lado, disminuida la cantidad de conocimientos exigidos por las cédulas de derecho civil y procesal,
pero además sea interrogado respecto de derecho constitucional orgánico y exhaustivamente en
derecho administrativo. Que el alumno interesado en el derecho comercial, no sea interrogado
respecto de materias de derecho civil y procesal que no sean fundamentales para la comprensión
de las instituciones comerciales (ej. derecho de familia y derecho sucesorio), y su cédula de
derecho comercial sea más amplia, combinando las materias de títulos de crédito, derecho
10 Por ejemplo, en la Universidad del Desarrollo, las materias a evaluarse son exclusivamente la ramas del Derecho Civil, Derecho
Procesal y Derecho Constitucional, sin cédula elegida por el estudiante. En la Universidad de Los Andes, las ramas evaluadas son las
del Derecho Civil, Procesal y otra sorteada aleatoriamente, sin posibilidad de elección por parte del alumno de esta tercera materia. En
la Universidad Diego Portales sólo se evalúan las ramas del Derecho Civil y Procesal.
11 Esto sin perjuicio de que, para quien no tenga una preferencia predeterminada por algún área, como también suele ocurrir, los
conocimientos actualmente exigidos de derecho civil y procesal sí sean suficientes y necesarios para acreditar una aptitud básica para
el ejercicio de la abogacía.
9
societario y derecho concursal. Que el alumno interesado en el derecho penal, sea interrogado
en materia civil sólo respecto de sus bases fundamentales y de lo que se relacione habitualmente
con el área penal (ej. responsabilidad extracontractual), evaluándose, por otro lado, el derecho
procesal con énfasis en el proceso penal. En definitiva, sugerimos propender a que en el examen
de grado se evalúe una combinación de contenidos, preestablecidos, según el área de interés del
alumno, de modo que éste no invierta tiempo en el estudio de materias que no le serán de
utilidad, y que en cambio, pueda encauzar de inmediato sus habilidades y energías a la temática
que, luego de ya haber conocido la diversidad de ramas del derecho durante el pregrado, invoque
su interés profesional. De este modo, el examen de grado adquiere mayor sentido como
culminación de la etapa de pregrado y como enlace con la etapa del ejercicio efectivo del derecho.
b. Disparidad en la exigencia
En este aspecto es donde se hace más clara la dificultad que entraña la ausencia de un
objetivo oficial del examen de grado en nuestra Facultad, pues, a falta de reglas preestablecidas,
queda al arbitrio de cada profesor examinador la determinación del papel que esta evaluación
debe jugar y por lo tanto el nivel de minuciosidad y precisión que se debe exigir. ¿Es el objetivo
del examen de grado acreditar que el estudiante tiene nociones jurídicas fundamentales, o acaso
12 Por supuesto, este tipo de preguntas deben ser observadas con cuidado, caso a caso, pues no siempre van a ser perjudiciales para
el alumno; el profesor examinador puede realizarlas con la mera intención de dejar que el alumno haga gala de sus conocimientos, sin
que su nota se vaya a ver afectada en caso de desconocer la respuesta. En la medida que el profesor tenga conciencia de que su
pregunta escapa de los contenidos regulares exigidos por el examen, y que por lo tanto la incidencia en la nota final debe ser escasa,
salvo para beneficiar al alumno, no existirá problema. Lamentablemente, ello no siempre ocurre, y en todo caso, resulta imposible
conocer a nivel interno cuál es la valoración que le otorga cada profesor a sus preguntas. Lo que para un profesor puede ser un mero
detalle, para otro puede ser información que cree que el alumno debiera conocer.
10
que conoce escrupulosamente cada detalle de las materias evaluadas, o que incluso está
capacitado para al día siguiente de su examen estar litigando en tribunales? El carácter de las
interrogaciones de los distintos profesores evaluadores refleja que existen distintas concepciones
al respecto, desarrollando algunas interrogaciones relativas sólo a conceptos y nociones básicas,
sin inmiscuirse en detalles, y realizando otros exámenes relativos a conocimientos que
difícilmente van a conocerse si no es habiendo practicado anteriormente el derecho o habiéndolo
estudiado con una profundidad superior a la usual en la fase de pregrado.
Por otro lado, la consagración oficial de los objetivos del examen de grado podría ayudar
como criterio orientador para los profesores, de modo que puedan adecuar su exigencia a la
función que el examen de grado pretende cumplir. Y aun más beneficioso sería la consagración
de un reglamento oficial adecuado a dicho objetivo, que estandarice la forma en que deban
desarrollarse las interrogaciones14. Por último, es altamente aconsejable que se implemente la
13 Dichas cédulas, tanto en civil como en procesal, contienen dos temas amplios que deben ser desarrollados por el alumno durante
el examen. Por ejemplo:
Cédula Nº 6
1.- Ineficacia de los actos jurídicos. Concepto y clasificaciones. Inexistencia, Nulidad, renuncia, resolución, resciliación,
terminación, inoponibilidad y plazo extintivo. Respecto de las mismas: concepto, causales, características y efectos.
2.- Regímenes matrimoniales. Concepto y clasificaciones de los regímenes matrimoniales. Capitulaciones matrimoniales.
Sociedad conyugal. Administración, de los haberes en la sociedad conyugal. Del pasivo de la sociedad conyugal.
Recompensas.
14 Por ejemplo, el Artículo 16 del reglamento relativo al examen de grado de la facultad de derecho de la Universidad de Chile, establece
la regla de que se debe interrogar acerca de “Los principios fundamentales de las instituciones que comprende cada una de ambas
asignaturas, tendiendo a evaluar el grado de comprensión, análisis y síntesis del conocimiento del postulante, debiendo evitarse la
exigencia de detalles meramente reglamentarios o formales”. Sin perjuicio de que resulta valorable la consagración oficial de una regla
de dicho calibre, la vigencia práctica de la citada norma (que data del año 1976) en los exámenes de grado de la institución señalada
no es absolutamente efectiva, lo que resalta la importancia de la existencia de procesos de fiscalización que permitan garantizar la
eficacia de la normativa dispuesta al efecto.
11
obligatoriedad para los profesores evaluadores de completar una rúbrica o pauta de evaluación,
estableciéndose en ella los criterios a ser tomados en cuenta (ej. nivel de conocimiento, lenguaje
normativo, criterio jurídico, expresión oral, etc.), y la distinta importancia de cada ítem. Así se
permitirá, por un lado, propender a la uniformidad de criterios y disminución del peligro de
arbitrariedad —por cuanto serán unos mismos elementos los que cada profesor deberá apreciar
y valorar del mismo modo—, se obligará a racionalizar las impresiones que los evaluadores hayan
tenido durante el examen, reduciendo el subjetivismo tan propio de una evaluación oral, y servirá
de guía para la forma en que deberán plantear la forma de sus interrogaciones. El uso de una
pauta de evaluación, por cierto, no necesariamente implicará un beneficio para el alumno en el
sentido de aumentar las calificaciones, sino que también puede implicar una disminución de las
mismas, en aquellos casos en que el alumno recibe calificaciones desmedidas, las que deberán
moderarse en la medida que los profesores evaluadores se sujeten estrictamente a los criterios
establecidos en la pauta, la que puede otorgarle más peso a aspectos en que el alumno no haya
deslumbrado, y que al profesor personalmente podrían no importarle. Demás está decir que lo
deseable sería que esta herramienta se implementara no solamente en el examen de grado, sino
que en toda evaluación oral que se realice durante la carrera.
Finalmente, se establezca el método que sea para uniformar la exigencia del examen de
grado, resulta esencial el establecimiento de procedimientos de fiscalización que permitan
identificar las trasgresiones de los límites establecidos y la vigencia real de las normas que se
pudieran dictar al respecto. Sobre este punto, nos referiremos más adelante.
El examen de grado es, en su forma y estructura, igual a todas las interrogaciones orales
que se realizan en solemnes y exámenes durante la carrera, consistiendo básicamente en la
certificación por parte del profesor de que el alumno tenga un buen manejo de ciertas materias,
cuyo conocimiento es demostrado por éste mediante la expresión oral de las mismas. Este
sistema clásico presenta como ventajas que permite practicar y reforzar la expresividad oral, lo
que da la oportunidad de que el público verifique la labor evaluativa de la comisión evaluadora, y
la posibilidad de que el evaluador y el evaluado pueden comunicarse de un modo directo, en
forma de una conversación, recurriendo a elementos paraverbales que permiten una mejor
transmisión del mensaje, dando espacio para poder explicar la lógica jurídica utilizada para llegar
a una determinada respuesta o resolución de un caso y permitiendo que el estudiante pueda
hacerse cargo de sus dichos de modo inmediato.
Pero, como desventajas, son pocas las habilidades y conocimientos que el alumno
evaluado podrá demostrar. En cuanto a las habilidades a ser evaluadas, por lo general no se
evaluará más que la capacidad del evaluado de comprender y retener información en su memoria
y de expresarla oralmente, omitiéndose la evaluación de otras tanto o más importantes como la
capacidad argumentativa, la aptitud para razonar jurídicamente, la idoneidad para la resolución
de casos, o incluso la capacidad de expresión escrita, que sigue y seguirá siendo fundamental
para todo abogado. Por cierto, los profesores evaluadores pueden solicitar a los alumnos que
justifiquen sus posiciones durante el examen, o que apliquen el derecho a ciertos presupuestos
12
de hecho que le sean expuestos, pero en definitiva, mediante preguntas de dicho estilo, sólo se
demostrará una mínima capacidad de argumentación o de aplicación práctica del derecho,
necesariamente poco reflexiva dada las circunstancias, e inferior a la que se podría desarrollar,
por ejemplo, en un trabajo escrito de resolución de casos o en una exposición. En cuanto a los
contenidos cuyo conocimiento puede ser evaluado, si bien la cantidad de materia que es
susceptible de ser preguntada es abrumadora, sólo el conocimiento acerca de una mínima
porción de ésta será efectivamente certificado en los aproximadamente diez a quince minutos
que puede durar cada interrogación de las tres que componen el examen. En conclusión, se
puede convenir en que lo que se expondrá durante el examen para ser evaluado es bastante
limitado, y por lo tanto, insuficiente para poder emitir un juicio seguro acerca de la aptitud del
alumno para poder ejercer la abogacía.
Y aunque muchas veces los profesores se preocupan de evaluar más habilidades que la
mera repetición oral de contenidos, el que algunos requieran de los alumnos que hagan alarde
de razonabilidad práctica y capacidad para argumentar jurídicamente, mientras que otros se
satisfagan simplemente con escuchar a los alumnos recitar mecánicamente pasajes de la ley,
crea una nueva expresión de disparidad de exigencia. Para equilibrar la exigencia en este aspecto,
nuevamente es el establecimiento de una pauta de evaluación la que puede resultar útil, en la
medida que ésta determine en qué habilidades del estudiante el profesor debe poner su mirada
y cuánto valor deben tener en la determinación de la calificación del examen, emplazándolo a la
vez a que efectivamente ponga en juego dichas habilidades, permitiendo que éstas sean
sopesadas siempre de la misma manera, y se disminuya la diferencia de estándares de exigencia.
Así, si el alumno es incapaz de efectuar razonamientos inesperados en el examen, o su habilidad
para expresarse oralmente es deficiente, pero de todos modos demuestra conocer cabalmente
los contenidos que debe conocer, la valoración de todos estos elementos en conjunto no
dependerá de la visión exclusiva que cada profesor tenga de la importancia de cada uno de ellos,
sino que de la forma en que la pauta de evaluación establezca que deben ser valorados.
Para apreciar de manera más profunda otras habilidades además de la mera capacidad
de expresar oralmente las materias estudiadas, otras universidades han adoptado sistemas de
examen de grado que se configuran de manera diferente a nuestro sistema clásico. Las
universidades de Los Andes y de Chile, por ejemplo, tienen instituida una etapa expositiva oral en
la cual el alumno deberá presentar un determinado tema de un área del derecho (sorteado, en la
primera universidad, y elegido por el alumno, en la segunda), para posteriormente ser interrogado
de la forma clásica respecto de las demás materias. La Universidad del Desarrollo también
establece una etapa expositiva en la que el alumno deberá desarrollar algún tema del derecho
constitucional (previamente sorteado), para luego, ser interrogado respecto de un caso práctico
de derecho civil, que le es entregado por escrito previo a la instancia, para que alcance a
examinarlo con algo de detención. La Universidad Diego Portales, por otro lado, instituyó un
examen netamente escrito, consistente exclusivamente en la resolución de casos prácticos del
derecho civil y procesal. Las universidades Diego Portales y del Desarrollo permiten, asimismo, el
acceso irrestricto a las fuentes legales para resolver el caso práctico que se entregue. La
Universidad de Chile, por su parte, a pesar de seguir un sistema de interrogación oral parecido al
de nuestra universidad, incluso llega a permitir el acceso a las fuentes legales durante el
transcurso de la evaluación oral. Se prioriza así la habilidad de aplicar el derecho por sobre su
mera memorización.
13
Como se ve, en esta materia son muchos los caminos posibles que se pueden elegir,
dependiendo de la concepción que se tenga del examen de grado y de la función que está llamado
a desempeñar. En base al perfil de egreso y de las cualidades que se espera que tengan los
alumnos que se formen en la Facultad, es menester reflexionar seriamente acerca de cuáles de
estas aptitudes son las que nuestro examen de grado puede y debe certificar. Actualmente, el
perfil de egreso de la carrera espera que el alumno tenga un “conocimiento profundo e integrado
del derecho vigente, así como de sus fundamentos filosóficos, históricos y dogmáticos; y, en
forma crítica, es capaz de razonar, argumentar y usar fuentes para identificar y resolver
problemas jurídicos, en forma oral y escrita”. Sobre la base de dicho perfil, sería posible formular
para el examen de grado un objetivo que privilegie la verificación del conocimiento acerca de
materias fundamentales del derecho vigente y la capacidad de razonar críticamente según un
criterio jurídico, por sobre la capacidad de repetir mecánicamente contenidos memorizados, a
veces meramente formales, como en la práctica suele terminar operando el examen.
Uno de los aspectos más llamativos del examen de grado es el elevado valor que tiene la
nota de éste en la determinación de la nota final de la carrera, correspondiéndole un 50% de
ésta. Según esta ponderación, lo que se demuestre en una interrogación de aproximadamente
cuarenta minutos tiene una importancia equivalente a la de toda la etapa de pregrado de al
menos cinco años de estudio de cincuenta y nueve cátedras universitarias. Esta ponderación
ciertamente no representa proporcionalmente el esfuerzo y dedicación que se requieren para
obtener un buen rendimiento durante el pregrado, ni tampoco la mayor importancia que
objetivamente revisten las notas de los ramos de la carrera por sobre la nota de esta única
evaluación final, ya que el examen de grado constituye una única y pequeña muestra acerca de
los conocimientos del evaluado, que se encuentra además sujeta a diversos factores
contingentes, los cuales impiden evaluar definitiva y certeramente el mérito académico del
evaluado. Esto a diferencia de las notas de los ramos de pregrado, que por el contrario, permiten
identificar una tendencia en el tiempo y una evolución académica. Así, esta nota final puede
terminar resultando engañosa, por cuanto sujetos con un bajo rendimiento en pregrado con sólo
aplicar un mayor esfuerzo en esta última evaluación, pueden subir sus notas considerablemente,
al tiempo que personas con excelente rendimiento en su carrera y por lo tanto con grandes
aptitudes sostenidas en el tiempo, pueden ver disminuida en la misma proporción su nota final.
Por ejemplo, el alumno que, en un caso extremo, se presente con nota 4.0 al examen de
grado, y obtenga una nota 7.0 en éste, terminará con una exagerada nota promedio de 5.5, la
que además sufrirá una segunda inflación por la aproximación a números enteros en que deben
expresarse las notas finales, resultando beneficiado con una nota final de 6.0. Y por otro lado,
con la misma nota final quedará el alumno extremadamente hábil que habiéndose presentado
con nota 7.0 al examen de grado, sea evaluado con nota 4.0, a pesar de que haya demostrado
en su vida universitaria un evidente mejor rendimiento académico. La situación será distinta para
quien se presente con solo un par de décimas menos, pero con una calificación de todas formas
sobresaliente. Quien haya alcanzado un excelente promedio de 6.8 durante el pregrado, y reciba
un 4.0 en su examen, no sólo verá disminuido su promedio a un 5.4, sino que por la mencionada
aproximación a números enteros, terminará con una nota final de 5.0. Una ponderación algo más
equilibrada, que le otorgue al examen de grado sólo un 30% de porcentaje en la nota final,
14
permitiría que en el primer caso señalado, del alumno que se presente con 4.0 y obtenga la nota
máxima, éste termine con una nota promedio de 4.9 que se aproximará a 5.0 final, y el alumno
que se presente con 6.8, termine con una nota final de 6.0, notas finales que resultan más
mesuradas y representativas de sus conocimientos.
Una nota final engañosa que otorga idéntica importancia a componentes tan disímiles
como las notas de toda la carrera y la nota del examen de grado, implica una serie de problemas
para la futura carrera laboral, por cuanto, si bien en la cultura profesional jurídica nacional se
suele prestar más atención a las notas de la carrera por sobre la nota final influida por el examen
de grado, para efectos de concursos por becas o realización de estudios en el extranjero, así como
para la composición de los rankings de generación, esta nota final de todos modos termina
teniendo vital importancia, a pesar de que, como se ha señalado, pueda otorgar equivocada
información.
Por otro lado, la ponderación actual conlleva una segunda distorsión para efectos de la
determinación de la calificación con que se evalúa el examen de grado mismo, por cuanto los
profesores, algunos conscientes del valor extremo de esta evaluación en la calificación final del
alumno, tienen distintos criterios al momento de considerar la nota de presentación para efectos
de calificar el examen de grado, existiendo algunos que tienden a calificar el examen de tal modo
que el alumno tenga una nota final similar a la de su nota de presentación, otros que califican el
examen con una peor nota si es que la nota de presentación es baja, y otros que prescinden
totalmente de la nota de presentación para efectos de calificar el examen. Ello no deja de implicar
una evidente disparidad de criterios que reafirma el problema de la desigualdad de las
evaluaciones. Por lo tanto, en la medida que se disminuya el valor del examen de grado en la
ponderación de notas, sería aconsejable asimismo que se impida que los profesores puedan
conocer la nota de presentación del alumno.
En la medida que se adoptasen mejoras del sistema actual del examen de grado, y se
estableciese una normativa escrita que las recoja, cualquier innovación sería letra muerta si en
casos de incumplimientos no se proporcionasen las herramientas que los remedien y le den buen
15
cauce a las desavenencias que puedan surgir al respecto.
1. Fiscalización de la evaluación
15 No es extraño que sea el mismo público o el alumno los que adviertan que la materia que está siendo interrogada es materia excluida
en los cedularios. Sin embargo, en caso que el público o que el alumno nada digan —esta última posibilidad bastante recurrente dada
la presión a la que está sometida el examinado en dicho momento—, simplemente poco se podrá hacer después, a pesar de que la
nota quede contaminada por las respuestas equivocadas que el alumno haya dado en materias que no le correspondían estudiar.
16
2. Derecho a recurrir
“Es deber del Presidente de la Comisión Examinadora velar porque el examen de grado rendido por el/la estudiante se desarrolle de
manera adecuada, y que las interrogaciones formuladas por la Comisión Examinadora al/a la estudiante, satisfagan los criterios de
generalidad, precisión y objetividad suficientes. Asimismo, velará que las respuestas que el estudiante dirige a la Comisión
Examinadora, muestren su capacidad de relacionar e integrar los conocimientos jurídicos adquiridos y, al mismo tiempo, que cumplan
con los requisitos de precisión, profundidad y síntesis necesarios, dando cuenta de las competencias que forman parte del perfil de
egreso de la carrera”.
17
algunas universidades, como en la U. de Chile, a fin de que pueda cumplir esta función desde una
posición imparcial, al Presidente de Comisión se le entrega exclusivamente dicho rol de control, de
modo que no interroga como los demás profesores, sino que sólo observa el desarrollo del examen
cumpliendo con las funciones de ministro de fe. En subsidio, y en caso que no se logre establecer
una figura imparcial que cumpla este rol fiscalizador, se sugiere que autoridades de la Facultad,
periódicamente concurran a observar exámenes, con la finalidad de que constanten por sí mismos
el status quo del sistema de examen de grado.
V. CONCLUSIONES
Sin embargo, quienes escribimos este informe, somos conscientes de los provechos que
nacen del estudio y preparación para el examen de grado. El reestudio de materias que durante
la carrera no han sido sistemática y comprehensivamente interiorizadas —lo que puede ser señal
de que el pregrado podría no estar cumpliendo con su objetivo—, el desarrollo de habilidades de
estudio, y en definitiva, la preparación última que deja al alumno capacitado, al menos
mínimamente, para desempeñarse como abogado, no pueden ser menospreciados. Pero la
esfera universitaria reclama estar configurada racional e íntegramente, sobre todo en una
universidad que aspira a la excelencia como la nuestra, por lo que, no obstante estos beneficios,
es imprescindible corregir lo que a todas luces está lejos de ser óptimo. Transcurridos varios
años desde la puesta en práctica de la nueva malla curricular y de la consagración de un nuevo
perfil de egreso, así como del establecimiento de un reglamento de evaluaciones, el momento
es el adecuado para modernizar esta última etapa y ponerla en sintonía con lo que es hoy la
carrera de derecho de la universidad, construyendo así un examen de grado más justo, y
también, más útil.
Justo, en virtud del cual todo alumno sea evaluado a través de un procedimiento
equitativo, con la mismas condiciones, mismas exigencias, y mismas oportunidades que el resto,
18
pudiendo reclamar de ello cuando así no ocurra, y que sea calificado conforme a criterios
uniformes y exigencias razonables, obteniendo una nota final en su carrera que refleje fielmente
sus conocimientos y méritos, sin otorgarle valor excesivo a una única instancia de evaluación
sometida a innumerables contingencias y que evalúa escasas habilidades.
Útil, en virtud del cual el alumno invierta un año en el estudio de contenidos que
efectivamente usará de acuerdo a su perfil profesional, y que fomente el desarrollo de
habilidades más importantes que la mera memorización de contenidos y su comunicación oral.
En este informe hemos propuesto diversas medidas que apuntan en dicha dirección,
pero ciertamente pueden existir alternativas superiores. De todos modos, el objetivo de este
informe estaría cumplido aunque sirviera sólo para impulsar un proceso de reflexión en torno al
examen de grado. Animamos a las autoridades de la Facultad a que emprendan esta tarea. Una
reforma del examen de grado demostraría el interés de la Facultad en modernizar sus métodos
de enseñanza, ayudaría a los mismos estudiantes a desarrollar un estudio que les sirva
realmente a futuro, aumentando la calidad de los mismos, y brindaría a la comunidad
universitaria un buen ejemplo de justicia práctica.
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ANEXO: SÍNTESIS DE SUGERENCIAS
Con la finalidad de sintetizar las mejoras y posibles soluciones sugeridas de este informe hemos
elaborado la siguiente minuta:
I. NECESIDADES PRIMORDIALES
1. Fijar los objetivos y finalidad del examen antes de adoptar modificaciones al sistema
actual.
2. Redactar un reglamento relativo al examen de licenciatura de carácter vinculante
tanto para alumnos como profesores.
1. Fiscalización de la evaluación
a. Grabaciones del examen por parte de los alumnos o grabaciones oficiales de
la Facultad.
2. Derecho a recurrir
a. Posibilidad de recurrir ante una comisión ad hoc cumpliendo ciertos requisitos.
3. Creación de veedores del examen de grado
a. Ministros de fe que fiscalicen la ejecución del examen y el cumplimiento del
reglamento.
b. Otorgarle ese rol al Presidente de Comisión.
c. Fiscalización mediante visitas de autoridades de la Facultad al examen.
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