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Equipo

Táctico

Por

José Rosario Araujo




INTRODUCCIÓN

Quiero en primer lugar aclarar que este relato no tiene nada que ver con la
vida real, ninguno de los hechos aquí narrados ni los personajes son reales.
Espero que no busquen en lo escrito, algo que haya ocurrido en algún país.
Todo lo aquí narrado es simplemente sacado de mi propia imaginación.
Los protagonistas no son reales ni son el retrato de algún policía que
existiese, son mezclas de personajes que he leído en alguna novela policial o
visto en algunas películas.
Tampoco esto es un libro denuncia, ni pretendo dictar cátedra en acciones
policiales, ni soy un experto en armas, ya que la información sobre ellas la he
extraído de libros, revista y de Internet.
Reconozco a mi hijo Luis Eduardo quien me dio la idea de escribir en el
género policial.
Quiero agradecer la paciencia de mi esposa Jackelin, quien muchas noches
aguantó la luz prendida, mientras yo desde nuestro cuarto en mi computadora
portátil le daba forma a este relato.
De la misma manera agradezco a mi hermano de crianza Wilmer Viloria
quien me condujo por la lectura de clásicos de la novela policial en mi país de
origen.
Aclaro que la Dirección de Inteligencia e Investigación Policial no es copia
de un cuerpo policial que haya existido, ni en mi país ni en ningún lugar
conocido, el DIIP es mi creación, extraído simplemente de mi mente y no de
ningún otro lugar.
Deseo que esta novela sea del agrado de ustedes y que vean en ella mi
intención de que no sea un calco de ninguna otra producción y que lleve un
estilo que sea muy mío y por eso irrumpo en este tipo de género, siendo la
primera vez que salgo del género de novela histórica que es mi favorito.
Para ustedes amigos lectores, con el aprecio de alguien que es uno más de
ustedes y que simplemente tienen la magna pretensión de ocupar su atención
por algún tiempo. Me despido y espero que la disfruten:

PERSONAJES

COMISARIO JULIO MONTOYA: Jefe del Equipo Táctico de la


Dirección de Inteligencia e Investigaciones Policiales (DIIP).
INSPECTOR RICARDO MILLÁN: Segundo jefe de los Comandos del
DIIP.
CARLOS EDUARDO CARRERO: Narrador de la novela y miembro del
Equipo Táctico del DIIP.
ALEXANDER MACHADO, FEDERICO RUBIO Y JUAN GONZÁLEZ:
Comandos y amigos de Carlos Eduardo.
CARMEN CECILIA CONTRERAS: Novia por un tiempo de Carlos
Eduardo.
CESAR RAMÍREZ Y REBECA DUARTE: Amigos y compañeros de
estudio de Carlos Eduardo y Carmen Cecilia, además de miembro del Cartel
del Norte del Continente.
EL COMISARIO ALFONSO TERÁN: Jefe el Grupo Rinoceronte de la
Policía del Estado.
COMISARIO ESTEBAN SAAVEDRA: Jefe de Inteligencia del DIIP.
JUEZ QUINTERO: Juez Penal y asesor jurídico del DIIP, “supuesto” jefe
de Carlos Eduardo.
LA JUEZA COROMOTO RÍOS: Juez Penal quien daba la luz verde para
los operativos del DIIP.
ALFREDO BERRIOS: Integrante del Cartel del Norte del Continente y
jefe de la red de narcotráfico de la facultad de Derecho y del Estado.
EL TURCO: Peligroso delincuente, integrante del Cartel del Norte del
Continente y jefe de una secta satánica.
EL COMISARIO ALEXIS MATHEUS: Jefe la Policía Regional.
EL MAYOR: Delincuente enemigo de El Turco.
EL COMISARIO AUGUSTO LABASTIDAS: Jefe del GRI de la Policía
Científica.
QUINTERÓN: Encargado de El Lugar, sitio donde se reunían los
estudiantes de Derecho.
COMISARIO EDUARDO CEBALLOS: Jefe de la Policía Científica.
INSPECTOR REINALDO ARTIGAS: Miembro de Equipo Táctico del
DIIP de la ciudad capital y entrenador de Tiro Táctico de Distancia Larga.
COMISARIO EDUARDO ARAUJO: Segundo jefe del Grupo
Rinoceronte.
INSPECTOR ROCO LOMBARDI: Jefe de los Francotiradores de la
Policía Regional.
SONIA SANTANA. Segunda novia de Carlos y luego su esposa.

CAPITULO I

Si amigos míos, no tuve una vida muy normal que digamos, escogí esta
profesión quizás atraído por las novelas de aventuras y policiacas que leí desde
muy niño. Decidí vivir lo mismo que vivían los protagonistas de esas novelas
y por eso a la temprana edad de 20 años ingresé al Equipo Táctico de la
Dirección de Inteligencia e Investigaciones Policiales, DIIP.
En ese cuerpo pase 25 años de mi vida, ahora que estoy a punto de
retirarme para ingresar en cualquier consultora de seguridad o ejercer como
abogado criminólogo, carrera que realice al mismo tiempo que mi trabajo
policial, no me queda más que contar todas las vivencias que tuve como
miembro de este equipo de elite del órgano policial que les nombre.
Pertenecí al grupo del DIIP que se unió a otros cuerpos en el continente
para formar el órgano continental en lucha contra la droga.
Recuerdo como fui invitado a pertenecer a este grupo de Equipo Táctico
del DIIP, por un admirador que tuvo una de mis hermanas, que había sido
invitado por los jefes de esta organización, para crear un grupo de Operaciones
Especiales muy bien entrenados, con la intención de combatir el delito que
estaba creciendo en nuestro querido país.
Para eso se debía contar con jóvenes que tuvieran la mística de pertenecer
a un grupo destacado y muy bien entrenado, que sintieran que estaban
realizando una cruzada en contra de la delincuencia, protegiendo a la
ciudadanía de los desmanes del hampa. Seriamos muy bien pagados, para
evitar que nos desviáramos buscando obtener dinero en actividades delictivas.
Esos jóvenes iban a ser entrenados por los mejores y debían ser escogidos
entre los más fuertes y capaces, ya que el entrenamiento debía de ser continuo
y duro. Cuando no estuvieran entrenando debían ser preparados en todas las
áreas de la Criminología para combatir el delito, sin venderse como muchas
veces había pasado en los cuerpos policías, convirtiéndose los miembros en
delincuentes protegidos por la Ley.
Este grupo del CIIP, era dirigido por uno de los mejores policías que había
tenido el país de nombre Julio Montoya, hombre de contextura atlética, de
pelo cortado casi al rape, con un bigote y barba tipo candado muy recortada,
de mediana estatura, siempre elegantemente vestido, con lentes Rayban de
montura plateada y de vidrios verde oscuro. Montoya era experto en todo tipo
de armas y entrenado en el arte de combate sin armas israelí llamado Krav
Maga.
Julio había realizado cursos en varios países que tenían los cuerpos
policiales más destacados del mundo. Acompañado del enamorado de mi
hermana Patricia, llevó a este grupo de inteligencia y acciones especiales a ser
el mejor del país.
Julio era un gran jefe, que nunca nos encomendó ninguna misión que él no
estuviera dispuesto a conducirnos en primera línea. Entrenaba con nosotros y
demostraba con su dote de mando que con él podíamos ir al infierno a cortarle
los bigotes al mismo diablo si nos lo pedía.
Mi posible cuñado llamado Ricardo Millán, fue el que me presentó a Julio
Montoya, comentando que era un buen candidato para integrar este equipo de
elite en acciones especiales.
Habían pasado varias semanas desde que mi amigo me había invitado a
pertenecer a esta unidad de elite. Pasarían 100 años y nunca olvidaría la vez en
que Ricardo había ido a la ciudad donde vivía antes de irme a estudiar. Él
trataba de enamorar a mi hermana, pero ella nada que le hacía caso.
Una noche salimos a tomar y a bailar un grupo a una discoteca de moda en
la ciudad, por lo que me pude enterar por el mismo Ricardo, mi hermana, le
hizo varios desplantes. Ella estaba enamorada del hombre que después se
casaría y que precisamente no la haría muy feliz.
Cuando llevamos a las muchachas a sus casas; Ricardo y yo nos tomamos
unos tragos, yo veía a mi amigo algo triste por la negatividad de mi hermana
para hacerle caso. Oyendo a mi amigo en su perorata de despechado, como me
correspondía por ser gran camarada, que duro cierto tiempo, me comentó que
trabajaba para la Inteligencia del DIIP y que pronto ingresaría en un Equipo
Táctico que estaba implementando Julio Montoya.
Me invitó a pertenecer a esa unidad que sería muy bien entrenada por uno
de los mejores policías que había en el país, llamado Julio Montoya, experto
en armas y artes marciales.
Yo a pesar de mi corta edad, era fanático del entrenamiento físico, de las
artes marciales y de las armas de fuego, quien mejor para comenzar a ser
entrenado en esta unidad de elite.
Esos tragos que nos tomamos esa noche fueron el comienzo de esa carrera
que por tantos años he tenido. Nunca me arrepentiré la decisión tomada esa
noche, me sentí desde ese tiempo útil a la sociedad y uno de sus guardianes,
además esta profesión; como la de abogado; me dieron muchas satisfacciones.
Hoy en día escucho la canción “Lagrimas” de Roberto Blades y recuerdo
ese día en donde di mi primer paso para entrar en estas unidades de elite. Esa
canción que estaba de moda en ese tiempo la pusieron varias veces esa noche.
Esa música; recuerdo; que golpeaba especialmente a mi amigo y luego
camarada de armas.
Déjenme presentarme, soy Carlos Eduardo Carrero, fui funcionario de este
cuerpo de operaciones especiales por casi 25 años. Ahora uno de sus jefes ya
en vías de retiro, como anteriormente les comenté, con solamente 45 años y
considero que todavía estoy en el mejor momento de mis condiciones físicas,
ya que todavía realizo el entrenamiento que comencé desde que tenía 16 años.
Ese día en que Ricardo me presento a Julio Montoya, este me miro con
indiferencia comentando
-Veremos a ver si aguanta. Dijo con ironía.
-No se preocupe, que aguantare, para eso estoy aquí. Le respondí.
Pude notar un brillo de satisfacción en su mirada y que le gusto mi
determinación, ya que hombres como yo era lo que este equipo táctico
necesitaba.
-Ricardo, tráemelo para la semana que viene para que empiece el
entrenamiento, para ver si es tan fiero el león como ruge. Una vaina muy
diferente es cualquier gimnasito de Karate deportivo que pertenecer a la DIIP.
Finalizando con esto la corta entrevista.
Se nos había realizado una prueba física a nosotros, en un Equipo Táctico
no hay lugar para hombres gordos o débiles, los fumadores y los muy miopes
o sordos no son aceptados.
Al salir le dije a Ricardo que me parecía que no le había caído muy bien a
Montoya ya que no me había gustado el comentario de él sobre mi querido
gimnasio de Karate, en donde tantos años de mi vida había pasado, pero había
notado que al jefe de mi amigo le había gustado mi determinación, ya que
pocos jóvenes abandonan una vida de comodidad para entrar a otra vida llena
de peligros y sacrificios.
Con una tremenda carcajada Ricardo me respondió
-Cuñado si le caíste bien al jefe, cuando le lleve tu currículo lo leyó con
interés, pero recuerda que Julio es un experto en combate a manos libres real y
no ve con buenos ojos que las artes de combate sean convertidas en deportes.
-Julio, opina que los deportes, son para niños y la acción verdadera es para
hombres de verdad, que necesitan la adrenalina para sentirse vivos. Hará que
le pruebes a cada rato que no eres un niño.
-Eso sí, te digo cuñado, él es uno de los mejores policías con que cuenta el
país y los otros del DIIP, casi tan buenos como él, ya forman parte de nuestro
grupo dispuestos a entrenarlos a ustedes para convertirlos en los mejores de
los mejores.
Se dice que Julio ha sido entrenado por los Spetnak rusos en un convenio
con Rusia que tuvo nuestro país, además fue a Israel; en otro convenio; por
eso es que es un experto en Krav Maga, y Systema ya que en esos países
aprendió este arte marcial.
-Lo que si te puedo jurar, cuñadito, que todo lo que has soñado como
policía, aquí lo vivirás con creces.
-Por lo que he oído el entrenamiento será brutal, pero si llevas tanto tiempo
pagando por entrenar Karate y las otras artes marciales que has practicado. Te
será esto un nuevo reto que sabrás pasar, convirtiéndote en uno de nosotros, un
comando de acciones especiales. Bueno por algo te recomendé, además por tu
pasión por ser policía y conoce la acción de la buena.
-Te agradezco, Ricardo tu recomendación. Realizaré lo que siempre he
querido hacer. Respondí.
-Lo que si te diré que en este cuerpo no podrás actuar igual que los
vaqueros del oeste ya que, aquí no queremos héroes sino hombres que hagan
equipo, para de esta manera evitar cualquier baja, no deseada. Me dijo.
-En el DIIP necesitamos integrantes dedicados, compactos con el cuerpo,
que sepan cumplir órdenes y que no interrumpan la verdadera acción policial
para lucirse. Aquí se deben cumplir órdenes. Concluyó él que pudo ser mi
cuñado, pero que una mala elección de mi hermana cerró la posibilidad, pero
que fue mi jefe y amigo hasta estos días en que con casi 45 años pase en esta
unidad de elite, tanto como integrante, jefe y ahora esperando mi retiro.
Por fin llego ese día tan esperado en donde comenzaría mi entrenamiento
para convertirme en un comando del DIIP.
Muy temprano en la mañana me apersone al sitio en donde iban a
comenzar mi entrenamiento, el día anterior había llegado a esa ciudad en
donde quedaba el centro de entrenamiento del DIIP.
Había llegado a esa ciudad en donde también realizaría mis estudios de
Derecho, así que por cierto tiempo mi familia no conocería mi doble vida.
Pensaba en decirles la verdad, después que pasaran varios años y ya por lo
menos hubiese logrado avanzar en la carrera que ellos estaban tan deseosos
que yo estudiase. Por varios años llevaría una doble vida, de la cual muy pocos
se enterarían que la llevase, menos mi futura esposa que se dio cuenta, pero
lleguemos a esa etapa para contarles.
El DIIP no quería que conociesen nuestra verdadera identidad como
Equipo Táctico ya que nos arriesgaríamos nosotros y pondríamos en riesgo a
nuestras familias y seres queridos.
Al llegar al centro de entrenamiento vi a Julio Montoya, a Ricardo Millán
y a tres hombres más vestidos de negro completamente, con boinas, botas,
pantalones y camisa, con tremendas pistolas Glock en una funda casi a nivel
de la rodilla, con cuatro cargadores adornándoles la correa que les recorría la
cintura.
Le hice un movimiento con la cabeza a Ricardo, que él pareció no notar y
me dirigí a las filas que un grupo de jóvenes como yo, en un número
aproximado de 30 personas, todos hombres que se les veía entrenado
físicamente, unos más corpulentos que otros, pero todos entre los 18 y 20
años.
Julio Montoya, un paso adelante de sus subalternos, después que fuimos
formándonos en líneas de 10 hombres, nos dirigió la palabra.
-Aquí comienza todo. Amigos míos. Les hare conocer el infierno. Dijo con
carácter Montoya casi escupiendo las palabras. Esa fue la única vez que oímos
que el jefe nos tratara mal, siempre se distinguió por su trato cortes hacia
nosotros.
-Recordaran este día como el día que el diablo resulto ser la Madre Teresa
de Calcuta en comparación conmigo.
-Vamos a trotar. Grito, siendo seguido por Ricardo y por los cuatro
hombres que habíamos visto a un paso antes del jefe del grupo de elite.
Nosotros seguimos detrás y al ritmo de una canción como hacían los
soldados seguimos a nuestros nuevos jefes.
Después de varios minutos de trote, Julio, Ricardo y los otros jefes nos
llevaban al piso para hacer diferentes tipos de flexiones de pecho, que
realizaban con nosotros demostrando en las múltiples repeticiones que esa
corpulencia no era pura paja.
Al concluir las series seguíamos trotando para después de varios minutos
realizar sentadillas de diferentes tipos, como eran paracaidistas, pistol, polvos
del gallo y esquiadores.
Más trote y al piso a realizar series de abdominales, trote hasta que
llegábamos hasta unas barras fijas y teníamos que realizar con el ejemplo de
nuestros jefes y entrenadores, de quienes no queríamos dejarnos vencer.
Cuando llevábamos 35 minutos seguidos entre trote y calistenia, sentíamos
que el cansancio estaba haciendo presa en nosotros, a pesar que todos éramos
hombre acostumbrados al entrenamiento físico.
Por media hora más nos llevaros al borde de nuestra resistencia física. Al
concluir nos condujeron a una especie de polígono para probar nuestra pericia
en el manejo de armas cortas y largas.
Disparábamos pistolas de diferentes tipos, pasábamos por las antiguas
Browning 9 mm, arma de acción simple, Beretas 380 Parabelum, para llegar a
las modernas Glock.
Yo me había entrenado desde muy joven en el manejo de armas, ya que
tanto mi tío Pedro José y mi papá José Luis Carrero eran fanáticos de las
armas. Desde muy niño me enseñaron a disparar y a nunca jugar con ellas. Por
eso era que el DIIP necesitaba hombres que conocieran como disparar y de allí
nos convertirían en diamantes que nos pulirían.
Yo había practicado muchas veces desde muy joven un ejercicio de tiro
deportivo que se llamaba Bill Drill que con él se practicaban 4 destrezas
importantes para un tirador practico, como desenfunde, empuñamiento,
control del arma y la visión en el punto de mira.
Mi padre y mi tío eran fanáticos de este tipo de entrenamiento. El Dr. José
Luis Carrero era Presidente de la Asociación de Tiro de la ciudad donde
vivíamos.
Practicábamos mucho en esta disciplina frente al blanco en posición de
brazos en alto al aviso, desenfundábamos y disparábamos seis veces al blanco.
De la misma manera había practicado tiro de combate haciéndome un
experto en las posiciones isósceles, weaver y combate. También conocía el
Center Axis Relock o “CAR” es una técnica moderna de tiro que armoniza
una forma de empuñe del arma y posición de tiro que prepara la retención del
arma, el combate en ambientes confinados, mayor flexibilidad en ángulos de
tiro y la rapidez del tiro.
Por este entrenamiento de años, me pude adaptar rápidamente a los
entrenamientos del DIIP.
Ese día también pasamos por disparar armas largas, como lo fueron la
antigua FAL, los fusiles HK y las modernas AK-47 de calibre 7,62 x 39 de una
candencia de tiro de 600 disparos por minuto.
Pasábamos por el Colt Comando especialmente para fuerzas de asalto, a
pesar de que había sido diseñado para la guerra de Vietnam, el fusil Hecker
and Kock HK 416 con mira, hasta el Galil Ace bastante potente y versátil, este
fusil israelí.
Disparamos entre ejercicio y ejercicio el fusil norteamericano M16 con
cargadores para 20 cartuchos, que se podía disparar de dos formas
semiautomática o en ráfagas cortas de tres disparos.
Entre disparo y disparo, los combinábamos con más flexiones de pecho,
para cansar nuestros músculos superiores para que un fusil como el AK-47 de
tan solo 3 kilos nos pesaran toneladas y no decir el FAL cuatro kilos más
pesado.
En las siguientes semanas entrenábamos combate a fuego real en técnicas
de incursión y con el tiempo realizaríamos rapel desde helicóptero.
Después de una agotadora mañana, concluimos con una ducha, buscamos
los equipajes que habíamos dejado en un salón a la entrada del centro de
entrenamiento.
Comimos suculentamente para recobrar energías y pasamos a un salón en
donde un instructor nos explicaba que era lo que la DIIP quería de nosotros y
su historia como cuerpo policial del país.
Pasamos de instructor en instructor hasta culminar a las cinco de la tarde,
en donde pudimos ir a un salón como de recreo en donde unos pedimos
sentarnos en mesas y conocer a los otros integrantes de este entrenamiento y
otro ver televisión una hora, para después ir a cenar también apetitosamente
como en el almuerzo. Volvimos al salón y pude entablar conversación con dos
jóvenes un poco mayores que yo conocidos como Alexander Machado y
Federico Rubio.
Con estos dos hombres me unió una gran amistad, Machado es padrino de
mi hijo Carlos Luis y Rubio estaría con nosotros más de 18 años hasta que una
bala de unos secuestradores cegara la vida de este gran comando que fue junto
a Ricardo y Alexander los hermanos que nunca tuve.
Lamente por muchos años no haber estado en esa persecución en donde
mataron a Federico ya que siento que si yo hubiese estado allá, nunca hubiese
muerto, ya que lo que si teníamos nosotros era que nos cuidábamos la espalda
uno con los otros.
Bueno pero eso son gajes del oficio, ayer había sido él, pero hoy podía ser
yo y todavía no había pasado a retiro. Teníamos que aceptar que ese riesgo de
que hoy fuese el último día, era parte del nuestro trabajo.
Esa noche fue que hice amistad con mis dos amigos y también conocí a
varios compañeros, de los cuales había varios que no pudieron con los
entrenamientos.
Al otro día muy temprano en la mañana nos esperaba Julio Montoya con
Ricardo y los instructores quienes nos llevaron a una hora de trote y calistenia
como el día anterior.
Otra vez, entre carrera y carrera, las múltiples flexiones de pecho,
sentadillas y barras fijas. Perdí la cuenta cuantas veces las hice, dándome
cuenta que este entrenamiento era totalmente diferente a cuanto había
realizado.
Lo que si veía era a Julio, Ricardo y a los demás instructores hacer los
mismos entrenamientos que ellos nos exigían, pero se veían muy descansados,
mientras nosotros que no nos destacábamos por ser alfeñiques, estábamos
destrozados, con agujetas como si esta fuese la primera vez que hiciésemos
ejercicio.
Después de la rutina que nos pareció eterna, nos duchamos y nos sentamos
a desayunar acompañados por nuestros jefes, quienes compartieron
amablemente con nosotros en una franca tertulia, en donde parecían más
compañeros nuestros que sádicos entrenadores como se habían portado hace
un rato. Eso si no nos exigían nada que ellos no hiciesen, entrenaba con
nosotros.
Pero puedo decir que con todo y lo duro del entrenamiento y los dolores
musculares me sentí como pez en el agua. Esto me gustaba y para este
momento me había preparado muchos años. Aunque dolía, como será que
recuerdo perfectamente los dolores que sentí ese día.
Pasarían los años y yo me acercaría por lo menos cuatro días a la semana
para entrenar con los Comandos. Definitivamente lo comencé a disfrutar ese
día, muchas veces acompañado por colegas nos dirigimos al gimnasio del
cuerpo para completar con pesas el entrenamiento.
Claro pero no entrenábamos como fisiculturistas, usábamos los hierros
para tener fuerza funcional, simplemente.
Después del sabroso desayuno, pasamos a un amplio salón en donde el
mismo Julio nos dio una clase sobre lo que era la meta de este grupo especial y
a donde quería que llegáramos como comandos.
Nos hizo un recuento sobre su currículo, cosa que nos produjo una
admiración más grande sobre el Comisario Julio Montoya. Era tremendo
policía.
Sentimos orgullo de ser conducidos por tan destacado comando. Después
de tres horas con Julio nos invitó a un patio cubierto de bien recortada grama
en donde practicaríamos combate sin armas.
Como amante de las artes marciales quería ver al famoso Julio Montoya en
acción. Su fama de experto lo precedía.
¿Se han preguntado porque en esta época con armas tan avanzadas todavía
se entrenan a los Equipos Tácticos y soldados en combate sin armas?
El combate sin armas es de importancia en escenarios urbanos donde
puedes encontrarte un enemigo sorpresivamente, además de que es muy
favorable en operaciones de bajo perfil, en donde no se puede abrir fuego,
aunque las armas tengan silenciadores, ya que llamaras la atención del
enemigo y comprometerás la operación.
Julio hizo que nos sentáramos en un amplio círculo en torno a él.
-Ahora viene lo bueno. Dijo con ironía mi nuevo amigo Federico.
-Bueno esto era lo que querían, hijos de puta. Comentó entre dientes
Alejandro.
-Muchachos ahora van a conocer la esencia del combate sin armas. Todo
combatiente debe estar preparado ya que no sabe cuándo quedara sin armas
para defenderse. Explico Julio.
-Esto que les voy a enseñar es Krav Maga y Systema las mejores artes de
combate que existe en este momento, del cual soy modestamente, un experto.
Continuó.
Este arte de combate es el sistema oficial de lucha y defensa personal
usado por las Fuerzas de Defensa y Seguridad israelíes, conocido en sus
comienzos como krav, del hebreo krav, combate; y magá, contacto.
-Este arte marcial es superior a cualquier arte de combate, mucho mejor
que el Karate, amigo Carlos. Dirigiéndose a mí con ironía.
Pero eso no hizo que bajara para nada la admiración que sentía por el
Comisario Julio Montoya.
-Un combatiente que maneje Krav Maga y Systema es letal hasta para un
atacante armado…Dice.
El Krav Maga tiene su origen en combate militar donde fue forjado por
uno de los más severos combates del siglo pasado, en medio de la Segunda
Guerra Mundial y las violentas confrontaciones militares de medio oriente.
Este arte fue creado por Imi Lichtenfeld, gran maestro Israelí quien
comenzó a fines de la década del 40 cuando servía como Instructor en jefe de
combate mano a mano y entrenamiento físico del Ejército judío.
El Systema es mucho más antiguo. Rusia en toda su historia ha tenido que
defenderse de invasiones de mongoles, tártaros, vikingos, esos guerreros
trajeron diferentes artes de combates
Como resultado de estos factores, los guerreros rusos desarrollaron un
estilo de combate que combinaba un espíritu fuerte con tácticas
extremadamente innovadores y versátiles que eran prácticas, peligrosas y
efectivas simultáneamente contra cualquier tipo de adversarios y en cualquiera
circunstancia. El estilo era natural y libre al no tener estrictas reglas,
estructuras o posiciones rígidas y limitaciones (excepto por las morales).
*
Todas las tácticas eran basadas en reacciones instintivas y la fuerza y
características individuales, así como específicamente diseñadas para aprender
rápidamente.
Como resultado de estos factores, los guerreros rusos desarrollaron un
estilo de combate que combinaba un espíritu fuerte con tácticas
extremadamente innovadores y versátiles que eran prácticas, peligrosas y
efectivas simultáneamente contra cualquier tipo de adversarios y en cualquier
circunstancia. El estilo era natural y libre al no tener estrictas reglas,
estructuras o posiciones rígidas y limitaciones (excepto por las morales).
Todas las tácticas eran basadas en reacciones instintivas y la fuerza y
características individuales, así como específicamente diseñadas para aprender
rápidamente.
En ese momento uno de los compañeros trata de disimular su risa,
haciendo que los ojos de Montoya se dirijan hacia él.
Con una fría mirada, se dirige hacia el hombre que es el más corpulento de
todos nosotros.
-Óyeme acércate, te necesito para demostrarles lo que es un combate de
verdad. Le dijo.
El hombre se levantó, haciendo alarde de su alta estatura, que aunque
Montoya no era bajo, 1.75 cm más o menos, el compañero pasaba del 1.90 cm.
-Cuál es tu nombre, amiguito. Le pregunto el Comisario.
-Juan González. Respondió el grandote.
-El Systema y el Krav Maga , te enseñan a noquear a un hombre mucho
más grande que tu. Afirma nuestro jefe.
Julio dirige hacia la cara de González la palma de la mano abierta haciendo
que el hombre gire la cara, aprovechando el experto de dirigir un recto a la
unión de la mandíbula con el cuello.
-Esta es la manera más fácil de desmayar a un atacante. Aclara Julio.
Repite el movimiento varias veces contra la mandíbula de González.
El gigantón se veía que estaba en la mejor forma de su vida y que tenía
experiencia en artes de combate sin armas, Por su apariencia se notaba que era
difícil que perdiera. Julio Montoya se quitó la franela, demostrando una férrea
musculatura de combatiente.
El coloso lo imitó y dejo al descubierto una musculatura de Levantador de
Poder y para abreviar el cuento, puedo decir que el Comisario derroto
fácilmente a González, sin humillarlo.
-Levántense pues niños. Aquí no vienen a dormir. Nos dijo con rudeza
Julio.
Nos hizo levantar y practicar el movimiento que él realizó con el gigante
González.
Múltiples veces realizamos el movimiento.
Pasamos dos horas entrenando con este movimiento y varias aplicaciones
que nos enseñó Julio Montoya. La parte del curso de combate sin armas
constaría del aprendizaje de aplicar el uso de la fuerza y otras técnicas ante
situaciones de emergencia, la aplicación del uso escalonado de la fuerza.
Practicaríamos golpes con los puños y codos, con los pies y rodillas,
desarme de cuchillo, de bastón, de arma corta, de arma larga, pelea en el piso,
prácticas de combate contra varios agresores. Por muchas semanas nos
preparamos en Krav Maga y Systema y yo; humildemente; bajo la tutela del
Jefe me convertí en un experto, artes que practico todavía.
En Systema pude contar con la suerte de ser entrenado por el gran maestro
Fabián García, el único representante oficial de la Asociación de Artes
Marciales Rusas. Cuencas era un militar argentino que pertenecía a un equipo
táctico, que viajo a Rusia para poder aprender este arte de combate.
Por lo menos en mi caso yo desde que era un niño había entrenado artes
marciales, había entrenado Kung Fu por casi tres años, pero el gimnasio lo
había cerrado, después entrene judo y Jiu Jitsu que me ayudo a conocer el
combate cuerpo a cuerpo, finalice entrenando Karate por varios años, ya que
para ese tiempo ya en la ciudad en donde nací existía un dojo que todavía si
mal no recuerdo permanece funcionando dirigido por los hijos de uno de sus
primeros Senseis con que contó.
Ahora en este curso tendríamos como requisito de graduación era tener 160
horas de entrenamiento, dominando las técnicas del Krav Maga y Systema a la
perfección. Mi arte de combate sin armas mejoro muchísimo, era un experto
en terminar a un rival con mis propias manos en segundos, cosas que no
aprendí en los años que practiqué artes marciales.
Nos entrenaron en técnicas letales y que causan la muerte de tu oponente,
eso si no te permiten aplicarle esas técnicas a tus compañeros, practicábamos
mucho, de eso dependía la vida nuestra, además de eso se le da énfasis en que
debes acabar a tu enemigo lo más rápido posible, ya que mientras más tiempo
pelees con alguien, más posibilidades hay de que lleguen personas a ayudar a
tu enemigo.
Aprendimos que además de tu propio cuerpo, el combate con cuchillos o
palos, son las armas principales en las artes marciales militares.
Al final del entrenamiento, Julio nos dijo:
-Muchachos los estilos de artes marciales tradicionales no estaban
encaminados en ser ventajosos en peleas reales contra contrincantes altamente
entrenados.
Julio nos explicó que las artes marciales tradicionales no eran muy útiles
en peleas reales en acciones de los equipos tácticos.
-Muchas técnicas de estos estilos de peleas no son malas, pero en espacios
controlados, usando reglas o con personas que no están entrenados o son
peligrosas. Aclaró Julio Montoya.
Yo reconocía que mis técnicas eran muy estáticas para servir en una pelea
real. A pesar de ser un hombre entrenado en combate sin armas y tener
experiencia en diferentes artes de combate y haber participado en cientos de
“kumites”, era raro que me derrotasen personas de mi mismo nivel.
El Comisario afirmó:
-Sé que muchos de ustedes están preparados en artes marciales, son quizás
expertos en dos o más artes de combate, pero estoy seguro que ha sido en
ambientes muy controlados con varias reglas o si ha sido en la calle, ha sido
con personas que no han entrenado mucho.
Yo debía reconocer que tenían razón en lo que señalaba Yo podía había
sometido a varias personas, pero con reglas que restringían muchas cosas en
peleas de artes marciales.
Con este entrenamiento de Systema y Krav Maga aprendimos técnicas que
eran enormemente efectivas sin necesidad de dar espectáculos al estilo de
Bruce Lee, ni filosofías inservibles para el campo de combate moderno. En par
de meses logre dominar el estilo de combate cuerpo a cuerpo real.
-Muchachos las artes marciales que ustedes han conocido, te enseñan que
posiblemente hayan sido muy efectivas en sus tiempos, además que mantienen
el aspecto estéticos de técnicas que aparecen en las películas, en lo que les
enseñaremos tendrán como prioridad es la efectividad, sin importar que sean
atractivas o no. Afirmó el jefe.
-Poco a poco irán aprendiendo este arte de combate sin armas y después de
esto quiero que vuelvan a practicar con las armas igual que ayer, pero hoy
serán dirigidos por el Inspector Ricardo Millán.
-Practiquen bastante, ya que de eso puede depender la vida de ustedes, con
estas técnicas de pelea real aprenderán a eliminar al enemigo con la mayor
rapidez, ya que mientras pasen mayor tiempo en el entrenamiento, más es la
posibilidad que llegue ayuda. De esta parte del entrenamiento; como de las
otras los convertiremos en unos verdaderos expertos.
Pasamos hasta bien entrada la hora del almuerzo practicando tiro con las
armas cortas y largas de la jornada anterior.
Ricardo era tremendo tirador y mejor instructor y nos hizo realizar tiros
desde diferentes posiciones. Acostados, de pie y de rodillas.
Acentuar las habilidades de armamento y tiro de los aspirantes a comandos
ante situaciones no previstas y el manejo del estrés que esto leva.
Pasamos una hora desarmando tanto las pistolas como las armas largas.
Esta vez practicamos con varios tipos de escopetas de combate, pudimos
disparar la letal Mossberg 500 israelí, arma de tremenda potencia y candencia
de fuego, la semiautomática Remington 1187 que nos da la facilidad de
disparar desde cualquier posición, que usa potentes cartuchos de calibre 12,
igual practicamos con la escopeta táctica Benelli M4.
Aprendimos con estas armas lo importante que son para el combate que
pueden almacenar hasta 8 cartuchos. Finalizamos con una tremenda arma
como lo es la Benelli M1016 con mira óptica, una grosería de arma, ya que se
le podía incorporar miras laser, punto rojo.
Nos entrenábamos en posición de tiro instintivo tanto con armas cortas
como largas, prácticas de tiro en posiciones básicas, de pie, rodillas y
acostado, prácticas de tiro posición fundamental en combate urbano, prácticas
de tiro con brazo incapacitado, cambio de cargador con brazo incapacitado;
prácticas de tiro a doble impacto, prácticas de tiro a doble impacto, prácticas
de tiro, identificación de objetivos sobre el mismo plano, prácticas de tiro,
control de la cadencia conforme a la distancia ; distancias: corta, media y
larga, conceptos básicos y prácticas del tiro nocturno.
Para el próximo entrenamiento nos prometió Ricardo que entrenaríamos
con lo mejor en tecnología de combate que era ese gran trabuco conocido
como escopeta Serbu Super Shorty, que según nos explicó que era un arma de
corredera especial para distancias cortas, de escaso tamaño, pero de limitada
carga, ya que solamente cargada por dos cartuchos calibres 12.
Para los próximos entrenamientos conoceríamos de ese trabuco que nos
prestaría tremendo servicio cuando queríamos derribar puertas para irrumpir
en una casa. A distancias cortas la escopeta era necesaria, pero después de 10
metros era necesario el fuego de armas automáticas.
Julio nos explicaba que era natural que los policías prefirieran la escopeta,
pero cuando tenías que disparar cerca de la cabeza de un compañero era
preferible tener una ametralladora y no una escopeta. Esa arma podía servir
cuando tenía un enfrentamiento, pero no para una situación de rehenes.
Aunque era necesario que si alguna vez fuésemos lo lidere de un equipo
debíamos pensar tácticamente.
El líder debía saber que era bueno bajo el fuego, Con el tiempo vimos que
el Comisario Montoya era espectacular bajo fuego. Nos demostraría Montoya
que pensaba con rapidez y con efectividad bajo fuego.
No me podía quejar, esto era lo que yo quería y en la tarde ya en hora de
descanso, tuvimos la agradable visita del jefe Julio Montoya a tomarse un café
con nosotros.
Hicimos un círculo alrededor de él y pudimos escuchar como seria nuestro
entrenamiento y cuando podíamos tener un horario más flexible, en donde yo
podía comenzar mis estudios de Derecho.
Las dos primeras semanas transcurrieron de un modo bastante interesante
para mí, corría ocho kilómetros diarios y hacia los ejercicios calistenicos con
pasión, motivado por el ejemplo del Comisario Julio Montoya y del Inspector
Ricardo Millán.
Había mejorado mi puntería después de disparar trescientas veces diarias,
había que reconocer el excelente trabajo que realizaba el armero del equipo
táctico. Con mi Glock 380 podía hacer blanco certeramente tres tiros en la
cabeza de un delincuente a cincuenta metros.
Para mí, mis compañeros eran los mejores compañeros y mis jefes los
mejores jefes.
Lo que si no me gustaba era el papeleo que tenía que realizar revisando
expedientes de diferentes delincuentes y solicitados, era necesario que se
memorizase la cara de los hampones ya que en un operativo se los podría
conseguir y en pocos segundos tener que decidir si los neutralizabas o no.
El entrenamiento duraría seis meses, pero continuaríamos preparándonos
por lo menos cuatro horas a la semana mínimo y eso favorecería para
combinar el entrenamiento policial con mis estudios de jurista.
Yo quería ser policía, pero mi familia quería que yo fuese abogado y yo los
complacería para que no se metieran en mis pretensiones.
Mi padre era abogado y tenía el sueño que su hijo varón siguiese el mismo
camino como profesional del derecho.
Por eso era que pensaba que se enteraran tarde de que yo me preparaba
como policía, mi padre no me iba a perdonar que no siguiera la ruta que él me
tenía preparada.
Seguro que para él yo seguiría el camino más difícil, pero ese era mi
camino.
Mi día a día sería así por tres meses, entrenamiento físico, combate sin
armas, prácticas de tiro y tiro instintivo, técnicas y tácticas de intervención
policial, conducción de vehículos policiales, técnicas y tácticas de reacción a
las emboscadas, técnicas y tácticas de emergencia médicas.
El entrenamiento tenía que hacerse para poder asumir rango en los
Comandos de Operaciones Especiales del DIIP o Grupo Táctico del DIIP.
Así transcurrieron los tres primeros meses como comando de Operaciones
Especiales del DIIP. Pero pasarían tres meses más para que participáramos en
algún operativo.
Julio nos decía que este curso estaba diseñado para policías que poseyeran
altos valores de servicio, disciplina, honestidad, lealtad y entrega por nuestro
país, además de gran ética profesional.
Que este curso nos capacitaría como un grupo de comandos policiales
seleccionados que recibiríamos una formación intensiva, siendo capaces para
manejar ciertas situaciones de crisis que una unidad de la policía regular no
está equipada ni capacitada para resolver, como francotiradores, temas de
barricadas, situaciones de rehenes y detenciones de delincuentes
potencialmente peligrosos.
Julio decía en los entrenamientos físicos:
-Para ser parte integrante del Grupo Táctico del DIIP es fundamental y
necesario hacer ejercicio, en ocasiones pueden llegar a las manos con los
sospechosos así que deben estar en mejor forma que ellos y conocer el arte de
Krav Maga y Systema, además llevaremos un equipo básico pesa 30 Kg, y por
eso lo que deben estar es en forma. Así que suelen entrenar 1 hora y media, 4
días a la semana.
-Entiendan que los integrantes de los Comandos tienen que estar
disponibles las 24 horas, los 365 días del año, trabajan en circunstancias
extremas, es su trabajo y su personalidad, y en su día a día se enfrentan con
fumaderos de drogas, personas con rehenes, y sospechosos atrincherados. Eso
no es normal, es extremo, y ese será su mundo.
Nos entrenarían en Técnicas y tácticas de intervención policial como en
desplazamientos de equipos de intervención en avance vigilado,
columna/sigiloso, línea y zig-zag.
Julios y sus instructores nos prepararían en los tipos de coberturas como
abrigos, zonas de riesgo, despejes de zonas de riesgo; individual, binomio y
equipo, avance del despeje, selección de ruta y en comunicación efectiva en el
equipo de intervención entre otras.
Aprenderíamos técnicas y tácticas de reacción a la emboscada, ya que en
algunas situaciones es necesario ciertos movimientos especiales por parte de
los comandos, mientras que los principios de fuego y cobertura y fuego y
movimiento siempre están presentes y las formaciones básicas siempre se
deben utilizan.

CAPITULO II

En mi vida personal llegaría otro momento importante, como lo era mi


entrada a la Facultad de Derecho. Eso sí me producía nerviosismo.
Estaba literalmente chorreado, la fama de la Facultad de Derecho de esa
prestigiosa casa de estudio no era muy buena, se conocía que era muy rígida,
si en las demás universidades solo se pasaba una materia para no perder el
año, aquí si perdías una materia de las ocho que cursabas perdías el año.
Sentía la presión de mi padre en los profesores, ya que había uno en
especial que era amigo de él, siendo compañeros de facultad y que había
ayudado a mi ingreso para estudiar la carrera de jurista, que seguramente me
tendría el ojo puesto.
Además yo tenía que compartir entre mis estudios y nueva profesión, mi
vida personal. A pesar de que yo estaba recién llegado a esa ciudad, mantenía
relaciones de amistad con personas que venían de donde yo había vivido.
Había varios amigos que estudiaban en la ciudad otras carreras y también
hermanas de amigos que cursarían la carrera conmigo como Helen, que
después se casaría con un destacado Fiscal que trabajaba muy unido al DIIP.
Los amigos que más se destacaban eran una pareja del cual él era como mi
hermano mayor y estaba casado con una amiga, que yo consideraba como la
tercera de mis hermanas.
También existía Bernardo con quien me unía una amistad desde niños.
Debo acotar que ninguno de ellos nunca supo mi doble vida. Con el tiempo se
enteraron que trabajaba para el DIIP, pero imaginaban que era una especie de
Consultor Jurídico.
No me fue difícil mantener la discreción, no he sido muy dado a darle
explicaciones a la gente de donde ando y que hago y ellos respetaban eso a
pesar que muchos de mis amigos decían que yo era misterioso.
Todavía con ellos mantengo amistad y no conocen mucho sobre mi vida
personal y yo dejó que crean lo que ellos quieren creer de mí.
Ese lunes me vestí sencillamente, con un jens y una franela tipo chemise
blanca para no llamar mucho la atención. Llegué muy temprano a la Facultad
y pude contemplar con agrado la gran cantidad de mujeres bellas de todo tipo,
tamaño y colores.
A pesar de mis Rayban no podía disimular como la mirada se me iba detrás
de los hermosos traseros de mis futuras compañeras. Era un fanático de las
nalgas bien redondeadas de las muchachas.
Subí al primer piso en donde estaba las aulas en donde recibiríamos Las
clases los que recién iniciábamos la carrera.
Con el grito. Nuevooooosssss. Fuimos saludados por los que nos
antecedían en los estudios.
A los más tímidos los molestaban más los antiguos alumnos, pero mi
apariencia no era nada tranquilizadora, pero nadie sabía que yo era ya, un
comando del Comisario Julio Montoya, tampoco debían conocer mi profesión
ya que uno de los trabajos encomendados era observar para el DIIP un tráfico
de drogas y armas que se realizaba en esa casa de estudios.
Montoya había sido claro con nosotros, para nada se debía saber a qué
organismo pertenecíamos y fue enfático cuando refirió que nosotros en los
operativos cargaríamos la cara cubierta por un pasamontañas para proteger
nuestra identidad y después no ser víctimas de cualquier venganza.
Íbamos a ser la punta de lanza del gobierno en contra del crimen
organizado y del narcotráfico.
El que daba la cara por el cuerpo era el Comisario Julio Montoya que
brillaba en el DIIP, pero por ser un hombre público y muy conocido por sus
actuaciones contra grupos delincuenciales, estaba protegido por un número
importante de escoltas y el secreto de sus movimientos en la mayor
confidencialidad.
Hasta mi casi cuñado mantenía el secreto de su trabajo combinándolo
como un aventajado estudiante de Ingeniería y trabajador a medio tiempo.
Los comandos de Operaciones Especiales del DIIP, estaban guarnecidos en
el mayor de los secretos, el jefe era el que daba la cara. Lo que si demostraba
el DIIP al hampa era que si alguno de sus agentes sufría algún atentado, eran
buscados hasta debajo de la tierra sus autores, para morir de una forma no muy
suave.
Pero volviendo al primer día de clases, a las 8 de la mañana entramos al
salón en donde comenzamos la primera hora en la nueva carrera que iniciaba.
Pude observar en el salón de clase una hermosa muchacha de pelo castaño,
ojos claros y de cuerpo lleno de curvas que mareaban, dueña de un hermoso
trasero, vestida elegantemente y con muy buen gusto.
Estaba acompañada de otra muchacha muy atractiva pero no tanto como la
mujer de pelo castaño claro. Ellas dos estaban acompañadas por un flaco y
largo muchacho de cara aniñada lleno de espinillas, que no parecía que
hubiese salido de su condición de adolescente.
Al terminar la clase, vi que el grupo de tres se acercaba a donde estaba
publicados los nuevos horarios y haciéndome el distraído me fui acercando a
ellos con el fin de entablar conversación.
-Buenos días compañeros. Vamos a ver varias materias juntos. Les dije
afirmando una información que imaginaba, pero era una excusa más para
conocer la bella desconocida.
-Mi nombre es Carlos Eduardo Carrero. Me presente.
-Mucho gusto amigo. Me contesto el flaco tratando de estrechar mi mano
con simpatía.
-Mi nombre es Cesar Ramírez, mis amigas son Rebeca Duarte y Carmen
Cecilia Contreras.
Tendí mi mano a Rebeca y luego a Carmen Cecilia que era la bella
desconocida que tanto me había llamado la atención.
-Es un verdadero placer. Bueno como en el próximo modulo no tendremos
clase, los invito a tomarnos un café.
De esa manera pude conocer a la bella dama y nos fuimos conversando al
cafetín de la Universidad. Tomamos asiento, yo amablemente les pregunte que
querían tomar y todos quedamos de acuerdo en saborear una rica taza de café
expreso.
Como un delicado caballero me acerque a la barra para pedir los
aromáticos líquidos. Cesar me siguió para ayudarme con las tazas y al llegar a
la mesa Rebeca nos dijo.
-¿A qué horas salen? Dirigiendo una picara mirara a su amiga Carmen
Cecilia.
Después me enteraría que Cesar y Rebeca eran novios desde bachillerato,
cosa que me agrado saber ya que de esta forma cuando la pareja se aislaba en
sus expansiones amorosas me era fácil poder conversar con la bella Carmen.
En esa hora de conversación pude conocer que ella era hija única de una
juez en una ciudad central de nuestro país. Era la hija mimada que sus padres
le habían comprado un apartamento para que ella viviese cómodamente.
Su padre era un industrial que no escatimaba en satisfacer los más mínimos
deseos de su única hija.
Una corriente de simpatía se cruzó entre los cuatro y al salir de clase
fuimos caminando a un restaurant cercano en donde almorzamos. Volvimos a
la Facultad para darme cuenta que íbamos a cursar todas las materias juntos.
Con el tiempo resultaría que las cosas no eran tan color de rosa como había
imaginado.
Al terminar las clases bien entrada la tarde, nos fuimos caminando al
centro de la ciudad en donde vivía Rebeca y se quedaría de visita su novio
Cesar, eso favorecía para que yo me insinuase para llevar a Carmen Cecilia a
su apartamento.
Conversando y conociendo algo más de la vida de la hermosa catira, como
termine llamándola.
También le conté algo sobre mí, que era el único varón de tres hermanos,
hijos de dos abogados, que esperaban que sus hijos continuaran su carrera.
No le mencione para nada mis gustos por las artes marciales y las armas,
temiendo asustar a la delicada muchacha.
Pase el resto de la semana compartiendo con el grupo de tres amigos y
acercándome a continuar mis entrenamientos para el operativo que se
avecinaba.
Ya para ese momento contaba con un teléfono entregado por el mismo
Julio Montoya para poder ubicarme cuando me necesitara.
Llego el día viernes y les manifesté a mis amigos que viajaría a la ciudad
de origen a ver a mis padres, pero no era otra cosa que una excusa para
trasladarme al cuerpo para el operativo que nos daría el inicio como comandos
de Operaciones Especiales.
El sábado llegue temprano a una casa de abrigo que tendría el cuerpo
cuando preparábamos una acción contundente como la que haríamos.
En la casa nos encontrábamos los hombres que habíamos aprobado el duro
entrenamiento de comandos que realizamos.
A todos nos embargaba un gran nerviosismo, que no se podía confundir
con miedo, ya que habíamos tenido un gran entrenamiento.
Todo el día nos preparamos para el gran operativo que se daría en la noche
contra un grupo de narcotraficantes de un cartel de un país cercano llamado el
Cartel del Norte del Continente.
Ya acercándose la noche preparamos las armas, nos pusimos los trajes
negros que nos caracterizaban, recogimos las armas, nos pusimos los
pasamontañas y cada miembro del equipo tenía radio, guantes y máscaras,
varios cargadores de munición adicionales en el cinturón; para el arma de
reserva, cinturón de herramientas, cargadores extra para rifle de asalto en los
"pouches" del chaleco táctico o del cinturón de herramientas, pintura de
camuflaje para oscurecer la cara y las manos, granadas de gas o humo, cuerda
para hacer rappel, mosquetón, cinta aislante negra, gafas tácticas.
Creo que sin ningún tipo de duda que cada uno de nosotros temía no estar a
la altura de los acontecimientos y defraudar al Comisario Julio Montoya.
Alejandro y Federico estaban tan emocionados como yo, nos prometimos
como camaradas cuidarnos las espaldas. En la casa estaba Ricardo también
con unos individuos que no habíamos visto y que imaginábamos que eran
expertos en acciones especiales de otro cuerpo policial.
Le íbamos a dar duro a esos perros jibaros y cada uno quería lucirse, pero
eso si estábamos claros que no íbamos a cometer ningún error por
protagonismo.
Llego el Comisario Montoya acompañado por uno de los jefes de grupo de
reacción inmediata del otro cuerpo que nos servirían como tutores para la
operación que recién empezaríamos.
-Bueno muchachos ya tenemos a Inteligencia desplegada en la zona y
tenemos la información de que se encuentra con los jibaros un traficante del
Cartel del Norte del Continente que está en calidad de invitado para ver cómo
actúan en el país las mierdas esas. Dijo.
-Quiero que les den plomo a esos mal paridos, plomo parejo y al visitante
me lo detienen ya que más sirve vivo el maldito hijo de puta ese. Afirmó el
Comisario.
-¿Como sabremos que es al que debemos detener, jefe? Preguntó Federico
anticipándose a la interrogante que teníamos todos.
-Ese cabrón usa botas vaqueras ya que esos carajos creen que están en el
lejano oeste. Lo que sí quiero es que no bajen la guardia. Estaremos
acompañados por el Grupo Rinoceronte de nuestra hermana Policía del Estado
comandados por el Comisario Alfonso Terán.
-Prepárense, revisen sus armas y vayan dirigiéndose a la salida para que
aborden las unidades.
Al salir nos dimos cuenta que nos iríamos en carros civiles para no causar
sospechas en la vigilancia que tendrían los delincuentes en las inmediaciones
del lugar.
Abordamos las unidades y Montoya que se metió en el primer carro
mantenía comunicación con Inteligencia que hacía labor de vigilancia en la
zona.
El jefe estaba estrenando un fusil Bereta ARX-160, arma que esa compañía
acababa de fabricar y habían enviado una muestra a nuestro grupo para que
fuese probado.
Quien mejor que el Comisario Montoya para probarlo. Por lo que había
oído este fusil tenía un cargador con capacidad para 30 cartuchos de calibre
5,56x45mm, tenía un peso liviano de solamente 3 kilos.
Nos dirigimos al lugar en cinco vehículos que llevaban cinco efectivos
cada uno, Inteligencia había anunciado que en el lugar se encontraban como
catorce delincuentes más el integrante de cartel del norte.
El traslado nos pareció lento, ya que estábamos ansiosos de probarle a
Julio que no había perdido el tiempo con nosotros.
Llegamos ya bastante entrada la noche, nos aparcamos como a dos cuadras
y no acercamos al sitio en formación de abanico, en grupos de cinco hombres,
avanzando con nuestros fusiles AK-47 apuntando a izquierda a derecha.
El primer grupo era dirigido por el Comisario Montoya y estaba integrado
por cuatro hombres veteranos de operaciones especiales de la policía del
estado.
El segundo grupo dirigido por el Comisario Alfonso Terán y cuatro de sus
hombres. El tercero dirigido por Ricardo Millan, Federico, Alejandro, un
compañero y yo.
Nos explicó el jefe, que cada unidad es recomendable que sea integrada
por 5 hombres, este tipo de estructura organizativa le da el máximo control y
seguridad al líder que la dirige, logrando desplazarse a mayores distancias para
el mejor funcionamiento del equipo.
La unidad contaba con el hombre clave que tenía por tarea proporcionar
seguridad frontal para el equipo, seleccionando las posiciones a lo largo de la
ruta que atraviesa el equipo. Este hombre debe llevar un arma corta o un arma
automático.
También con el hombre refuerzo que ofrecía cobertura al hombre clave y
eran estos dos los que conformaban el equipo de entrada. Este tendrá un fusil
automático para que pueda proporcionar fuego rápido para cubrir al hombre
clave.
Toda unidad cuenta con un líder que controla todo. Selecciona las rutas de
avance, los puntos de entrada y adquisición de blanco, está armado de un rifle
de asalto.
El cuarto hombre es el hombre polivalente que proporciona seguridad
durante el avance vigilando arriba y abajo, como azoteas, ventana y puertas,
además lleva la mochila con los implementos necesarios como cuerdas, luces,
garfios. Siempre está armado con una escopeta de cañón largo.
El quinto hombre es el que proporciona seguridad en la parte trasera del
equipo durante el avance, siempre armado con un fusil de francotirador.
Adelante de nosotros tres hombres de Inteligencia iban abriendo paso para
someter a los vigilantes para que no advirtieran de nuestra presencia a los que
estaban dentro de la casa.
No les voy a negar que estuviera nervioso, como mis compañeros. Creo
que hasta los mismos Montoya y Terán tenían miedo. Ya nos había explicado
nuestro jefe que era imposible no tener miedo cuando se arriesga uno a morir o
sufrir una herida, pero que el miedo había que dominarlo para usarlo para
tener la mente fría en la acción que se avecinaba.
Fuimos avanzando, cuando fueron neutralizados los carajos que habían
puesto como vigilantes para cantar la zona, como dicen los malandros.
Al pasar el tiempo me convertiría en un experto en estas lides, ya que fui
muy bien entrenado para llegar en silencio a la espalda de esos delincuentes
para evitar que avisaran nuestra presencia y eso nos podía producir una gran
cantidad de bajas.
Llegamos a la entrada de la casona, evitando las ventanas y cualquier
posibilidad de que nos descubriesen. El grupo de Julio se situó detrás de la
puerta y entramos todos disparando nuestras armas.
-Policía, al piso, al piso. Ríndanse que los tenemos rodeados. Gritábamos
todos al mismo tiempo para crear sorpresa en los que allí se encontraban.
Desde mi posición como hombre refuerzo, vi a un carajo joven, de gorra,
vestido con bermuda blanca y swetter con capucha, que con una ametralladora
en la mano que trato de levantarse de un mueble en que estaba sentado. Hacia
su pecho dirigí mi AK y le disparé tres tiros.
Era mi primer muerto, era él o yo, o cualquiera de nosotros. Por eso no
sentí ni frío ni calor. Al comprobar que la amenaza más próxima la había
neutralizado, dirigí la punta de mi arma buscando otra posible amenaza.
Varias detonaciones se escucharon por parte de varios compañeros que
igual que yo había disparado contra delincuentes que trataron de oponer
resistencia.
Vi que había ocho cuerpos caídos. Nos acercábamos a ver si esos carajos
estaban completamente neutralizados y apuntábamos a los que se habían
rendido que eran cuatro y soltado las armas.
Un grupo se encargó de esposar a esos carajos y los demás comenzamos a
revisar toda la casa, mientras nos conseguíamos con un grupo que en posición
de abanico, revisaban cada uno de los cuartos de la casona.
Con los sobrevivientes en piso, le fuimos poniendo a esos perros, capuchas
para que esposados no pudiesen moverse fácilmente.
El Comisario Julio Montoya nos reunió, palmándonos las espaldas,
estrechando las manos y felicitándonos por el éxito tan rápido del operativo.
Se me acercó y me dio tremendo abrazo, palmeándome la espalda me dijo
-Coño, sabía que tú Carlos no me defraudarías. Conocí desde que te vi que
era un comando y por eso respondiste tan rápido a los entrenamientos. Si
Carlos no le da de baja a esa mierda, pudo caer alguno de nosotros.
-Pues no se hubiese preocupado jefe, ya lo tenía apuntado también y si no
lo tumba él lo hubiese matado yo. Afirmo Alejandro.
-Pero tú también tuviste tu bautismo ya que hay otro muerto que estoy
seguro que lleva tu nombre. Ripostó Julio.
-Estoy orgulloso de ustedes. Finalizó, al ver acercándose a mi amigo el
Inspector Ricardo que venía de arriba al dirigir al segundo grupo a despejar la
parte alta de la casa.
-Comisario estoy orgulloso de los muchachos. Rindió el entrenamiento.
Señaló.
-El operativo fue un éxito y realizado de una manera limpia.
Sabíamos que el triunfo del operativo se debía a la calidad de líder con que
contábamos, tanto el Comisario, como el Inspector Millán eran capaces y
dignos de confianza de todos nosotros.
Ello hacía que desarrolláramos, si nos fallaba el valor, una disminución del
peligro físico haciéndonos mantener la calma de forma consciente,
permaneciendo serenos bajo el fuego enemigo.
Nos enseñaban a hacer retroceder nuestros miedos y que lográsemos un
comportamiento que desensibilizando a ese miedo.
Aprendimos con el entrenamiento que nos habían dado, a reconocer el
peligro y a hacer una elección certera cuando nos enfrentábamos a una
situación peligrosa. Teníamos confianza en ellos y sabíamos que nos llevarían
a triunfar completamente en los operativos, ya que junto a un buen plan de
acción y concentrados en la acción nos llevaban a completar la acción con
bien.
-También tenemos que felicitar a los muchachos de Inteligencia que
neutralizaron a los que vigilaban. Continuó Julio Montoya, bajándose el
pasamontañas que había levantado.
-Vamos a ver dónde está el carajo del Cartel del Norte del Continente.
Tenemos que empezar a interrogarlo.
-Pero jefe lo que viene es tiempo para poder interrogarlo. Explicó Ricardo
al Comisario.
Si amigo, pero hazme el favor de establecer un perímetro de vigilancia
para evitar que estos carajos narcos vayan a intentar un rescate. Ordenó el jefe.
Ricardo nos escogió a Federico, Alejandro y a mí, junto a un grupo de diez
comandos para reforzar la vigilancia para no caer en un contraataque de los
narcos.
Al mismo tiempo que tomar el perímetro oímos las sirenas y vimos las
luces de las patrullas tanto de la DIIP como de la Policía del Estado.
Llegaron las patrullas escoltando un camión jaula para llevarse a los
detenidos.
Alfonso Terán se acercó a nosotros, eufórico, estrechando manos y
palmeando espaldas, felicitando a los muchachos.
-Que se llevan a las mierdas esas en la jaula de ustedes, Alfonso, mientras
nosotros nos llevamos al enviado del Cartel, a ese hijo de puta lo haremos
hablar. Refirió Julio.
-A esa mierda nos la llevamos nosotros. Prosiguió.
-Seguro que pasa lo de siempre, hay que darle un coñazo para que hablen y
cien para que se callen. Comentó chistoso el jefe.
-Ricardo, búscate diez comandos bien arrechos y se lo llevan a la casa de
abrigo. Traten de ir en un carro civil, para despistar cualquier intento de
rescate.
-Carlos, Alejandro, Federico, Juan y nombro a seis efectivos más, todos
comandos del DIIP, vénganse conmigo. Grito.
Se acerco a un carro civil que venían cuatro hombres de Inteligencia del
DIIP y les dijo
-Préstenme este carro y ustedes muchachos, nos dijo dirigiéndose a
nosotros, busquen otro, para que nos vayamos. Afirmó Ricardo.
Más rápido que un rayo, cumpliendo las órdenes de nuestro segundo jefe,
conseguimos el vehículo y Alejandro, junto a Federico fueron a buscar al
extranjero.
Debíamos escoger una ruta rápida y libre, ofreciendo el máximo de
seguridad para los policías y el detenido que anteriormente habíamos vuelto a
cachear para evitar que pudiese estar armado.
Yo trate de colocarme al volante de uno de los vehículos para hacer el
traslado pero Ricardo me freno aduciendo que todavía no tenía la pericia para
manejar si nos perseguían.
-Ustedes dos. Llamo Ricardo a dos sujetos, que estaban en el grupo de
vigilancia del perímetro que habíamos establecido alrededor de la casa.
Dos carajos se acercaron y a mí me sorprendió que Ricardo conociese a los
dos hombres, en plena oscuridad y con pasamontañas.
Al mismo momento se acercaban Federico y Alejandro acompañados de
Comisario Julio Montoya con el preso con la cara completamente tapada por
la capucha y bien esposado.
Lo metieron en el carro tomando en cuenta que no fuese sentado detrás del
conductor y al mismo tiempo Julio ordenó
-Me lo acuestan en el piso y se montan ustedes que esa mierda se confunda
con la ruta que llevaran a la casa de reposo, yo llegare al rato para interrogarlo.
Dijo.
-No me bajan la vigilancia en la casa, yo les enviare más hombres, para
que ustedes descansen, pero no me abandonan la casa. Se me quedan hasta
mañana, cuando ya le haya sacado a esta mierda hasta el color de las
pantaletas de su abuela. Finalizó.
Condujimos hasta la casa de abrigo que no era otra cosa que un sitio en
donde llevaban a los delincuentes para interrogarlos, sin ningún tipo de
testigos.
Como 15 minutos nos tocó llegar a la casa, tiempo en que la tensión no nos
abandonó, por la responsabilidad que teníamos, pero el trayecto pasó sin
novedad.
Llegamos al lugar y encerramos al carajo ese en una habitación de la casa,
que era un calabozo de máxima seguridad.
Fuimos colocados por Ricardo en una vigilancia férrea en la casa,
acompañados por tres comandos que estaban en la casa.
A los pocos minutos llegaron dos unidades con hombres que hicieron que
la vigilancia de parte de nosotros se relajase.
-Muchachos vamos a descansar. Dijo Ricardo. Conduciéndonos a la
cocina.
-Vamos a tomarnos un café, muchachos.
Lo seguimos colocando nuestros fusiles al lado de las mesas y nos
sentamos a beber café.
Con todo y que debíamos relajarnos nos sentíamos tensos y estresados,
pero al mismo tiempo contentos por el éxito del operativo.
Nos tomamos varios cafés, echando bromas con Ricardo y comentamos lo
que habíamos vivido en la acción, sintiéndonos veteranos.
Como una hora teníamos tomando café y conversando, poco a poco nos
habíamos relajado y ahora el cansancio no nos abandonaba cuando la
adrenalina se evaporaba de nuestros cuerpos.
Llego el jefe, al rato y nos envió a que durmiéramos, cosa que hicimos con
la tranquilidad de los justos. A mí no me turbo el sueño que en este operativo
había neutralizado mi primer delincuente.
Me desperté como a las 7 de la mañana y nos acercamos a la cocina para
desayunar. Después de llenarnos de café y huevos con jamón, tomamos
nuestras armas largas y fuimos a relevar a nuestros compañeros que habían
prestado vigilancia toda la noche, pero que no tenían la carga de tensión que
habíamos tenido en el operativo.
Armados como en el operativo nos situamos en las ventanas de la casa de
reposo vigilando la zona, aunque estábamos seguros que nadie nos había
seguido, añadido que nadie sino los jefes sabían la dirección exacta de la casa.
En esa vigilancia pasamos todo el día, mientras Julio y Ricardo habían
estado en el sótano con el prisionero y no habían ido a almorzar por lo férreo
del interrogatorio.
Llego la noche y pudimos, nuestro grupo disminuir la vigilancia, tomando
café y viendo televisión, reduciendo a los efectivos de guardia de 10 hombres
a 5 comandos.
Ni una palabra de parte de nuestros jefes sobre el interrogatorio y nosotros
como hombres bien entrenados no hablamos sobre el caso y apenas del
operativo.
Llego el otro día y Julio nos dijo
-Muchachos pilas que vamos a llevar a esta pobre rata al DIIP, así que sería
bueno que se fueran a sus casas a descansar y tienen hasta el miércoles para
que se relajen.
Como a la hora llegaron cuatro carros particulares en donde nos metimos
con el prisionero y lo llevamos a la sede del DIIP, sin ningún tipo de novedad.
Quedé libre y ya casi de noche me dirigí a donde yo vivía que era una
habitación con baño bastante grande, en donde yo mantenía mi imagen de
estudiante.
Eran como las siete de la noche y aburrido, trate de ver televisión pero no
lograba concentrarme después de las aventuras vividas. Me sentía eufórico.
-Así no voy a poder dormir, voy a tomarme unas cervezas. Me dije.
Cerca de la casa un sitio en donde se reunían algunos estudiantes de la
Facultad y me dirigí allá con el fin de conseguirme alguien con quien poder
entretenerme un rato.
Cuando llegué a El Lugar, pude ver en la barra a Cesar y dos estudiantes de
Derecho y me dirige hacia ellos.
-Amigos míos. Me alegra verlos.
-Coño Carlos. Es un placer hermano. Me dijo.
Entrechoqué las manos de los otros compañeros y vi que eran dos hombres
que estudiaban con nosotros, uno identificado por un gran lunar en una de las
mejillas que pude notar un bulto en su cintura que me hizo desconfiar de él al
notar que era un revolver calibre 38.
-¿Hermano. Estabas de viaje. Como te fue. Como está tu familia? Me
preguntó Cesar.
-Bien, viejo. Le respondí, con bastante cinismo ya que aprendí muy rápido
a mentir para poder justificar que me desaparecía en los operativos en que
participaba. Muchas veces perdí clases y exámenes participando en estas
acciones.
Yo tuve que buscar justificaciones para disimular.
-Hermano, la que preguntó por ti fue Carmen. Como que le gustas, me dijo
Rebeca. Me comentó Cesar.
Lo que me quedo fue lanzar una carcajada.
Pase como dos horas con los muchachos y me tome varias cervezas.
A pesar que el tipo del lunar me había caído mal, me llamaba la atención
que estuviese armado un estudiante de derecho.
Recordaba que Ricardo me había contado que Julio había tenido la
intención de formar el grupo de Operaciones Especiales con estudiantes
universitarios por la gran penetración del narcotráfico en las universidades.
Pero recuerden que yo era en ese tiempo un joven de 20 años y a pesar de
que me apasionaba el mundo policial también me gustaban las mujeres y
Carmen Cecilia era una exponente muy hermosa del sexo femenino. Nunca
imagine que las cosas pasaran como pasaron.

CAPITULO III

Al otro día llegue a la Facultad, en los bancos del primer piso se


encontraba Carmen Cecilia, Rebeca y Cesar.
Vi la mirada de complicidad entre la bella muchacha y su amiga. ¿Cómo
no lo iba a notar, no era policía?
-¿Cómo están? Les dije, saludando a las dos jóvenes de besos en la mejilla
y a Cesar de un efusivo apretón de manos.
-Les estaba contando a las muchachas que ayer nos tomamos unas cervezas
en El Lugar. Dijo mi amigo.
-¿Cómo te fue en tu tierra? Me pregunto la hermosa dama.
Bien, bien, Conteste, mirando fijamente a Carmen Cecilia y haciendo que
la muchacha se ruborizara.
Fuimos a clase y no hubo más novedad que contar. Fuimos a comer juntos,
las dos parejas y entre conversación y conversación pude conocer más sobre la
muchacha.
En la noche me dirigí al apartamento en donde vivía Ricardo y pude
conversar sobre el operativo, aprovechando mi posición de casi cuñado del
Inspector para conocer algo más, información que un subalterno como yo, no
creo que pudiese conocer.
Me enteré por mi amigo que la captura del integrante del Cartel del Norte
del Continente se había planeado desde hace tiempo y que debíamos
considerarnos privilegiados de que nos hubiesen incluido en ese operativo tan
importante.
También me contó que Julio Montoya se encontraba muy satisfecho con
nuestra actuación y estaba pidiendo que nos incluyéramos en un entrenamiento
nuevo.
Eso me agrado ya que quería hacer carrera en este mundo policial del DIIP
y en un futuro poder ser igual que Ricardo, un inspector y porque no, con el
tiempo resultar siendo jefe como el mismo Comisario Julio Montoya.
Al día siguiente en la tarde pude acudir al DIIP citado por Montoya para
que me hablaran de los próximos entrenamientos que recibiría.
Julio fue claro conmigo.
-Carlos, no queremos interrumpir en tus estudios. Hay una cosa que no
quiero hacer y es interrumpir tus estudios, ya que sé que harás carrera en el
cuerpo y necesitamos que te cultives ya que eso será en beneficio de nuestro
DIIP.
-He estado en contacto con varios de tus profesores que son jueces y que
me conocen, para que puedan aceptar que en esas semanas no acudas a clase,
ellos aducirán que vas a trabajar con ellos. Me anunció.
-Es necesario que nadie sepas que eres un comando del DIIP, pero para
mantener ese secreto y tú puedas entrenar como quiero debes tener la tarde
libre. Pero debemos tener una cuartada muy acertada.
-Con el cuento de que el Prof. Quintero te quiere que trabajes en su oficina
en el Tribunal podremos crear esa cuartada. Agregó.
-Hay varias cosas que quiero hablar contigo y entre ellas pedirte un favor.
Mi amigo y hermano Enrique Saavedra, jefe de Inteligencia del DIIP, me
comentó que existe una red de narcotráfico en tu Facultad que tiene fuertes
ramificaciones en Derecho, repartiéndose por las otras facultades de nuestra
universidad. Hablo mi jefe.
-Quiero que de vez en cuando me des una ojeada. Pero para eso converse
con Saavedra para que tres de sus expertos de Inteligencia te preparen para
que nos sirvas de ojos y oídos para que desarticulemos esa red que está
haciendo demasiado daño en la ciudad.
-Hay una discoteca famosa en la ciudad que sirve de centro de acopio, por
eso trabajo de un operativo para allanarla, pero para eso debemos estar seguros
que allí se encuentra full de droga para hacer que esos malditos pierdan
bastante dinero cuando lo allanemos.
-La Jueza Coromoto Ríos está esperando tener la orden de allanamiento
para que los entrompemos y le hagamos bastante daño. Tú vas a participar en
el operativo. Saavedra tiene a varios de sus hombres haciendo inteligencia
para ver cuál es el mejor momento para caerles.
-Creo que estos preparativos para que se dé el operativo puedan durar un
mes y vamos a aprovechar este tiempo para que te prepares con Saavedra y
participes en la inteligencia que se hace en esa discoteca. Afirmo mi jefe.
-Estoy agradecido, jefe, por lo que me ha dicho. Estoy preparado para
aceptar lo que usted ordene, Comisario, estoy a sus completas órdenes.
Con esas palabras termino la reunión con el jefe. Me dirigí a la Facultad y
allí conseguí a mis amigos con el tipo del lunar que había conocido en El
Lugar. No me gusto que el carajo ese tuviese preferencia por Carmen Cecilia.
Lo salude tratando de que no se notara el cambio que había tenido hacia él
por lo que estaba notando. Pude notar con curiosidad que se le notaba el bulto
en su cintura que apenas ocultaba el revólver.
-Llego el cometa. Dijo Cesar con jocosidad.
-Saludos amigos. Les dije. Mirando profundamente a Carmen Cecilia, para
que todos notaran, incluyendo al del lunar, mi interés por la dama.
El tipo me riposto invitándola a tomar café en el cafetín, pero Rebeca salió
en defensa de su amiga diciendo.
¿Por qué no vamos todos, estoy desesperada por un café?
Nos fuimos todos y al llegar a las mesas nos sentamos colocada Carmen
Cecilia entre el del lunar, que se llamaba Alfredo Berrios y mi persona.
Al sentarse Berrios hizo un movimiento para que yo le viera el arma, gesto
que me dio risa. Como iba a meterle miedo a un miembro del equipo táctico
del DIIP.
Lo que si note fue que dos tipos que estaban sentados en la mesa de al lado
fijaron su vista en el carajo ese.
-Esos son policías. Me dije. Me corto una bola si estos no son Policías de
Inteligencia. ¿No serán hombres de Saavedra?
-No creo que yo sea el único del DIIP, en esta facultad. Pensé.
Compartimos como 15 minutos, en donde yo disimuladamente miraba a la
mesa vecina.
Estos huelen a gente de Saavedra. Me volví a decir.
Cuando nos levantamos rumbo a clase, uno de los estudiantes miró con
detenimiento a Alfredo.
Al salir de clase el del lunar no se separaba de nosotros y cuando llegamos
a la salida de Derecho, nos dijo que le diéramos un minuto para ir al baño. Al
salir llamó a una muchacha que pasaba cerca y conversó con ella llevándosela
a una de las aulas vacías.
Mientras salía, yo pensaba.
-Este carajo como que olio que le vieron el revólver. Ese si sale lo joderán
afuera.
Alfredo salió y con una sonrisa de sobradito nos dijo.
-Vámonos que ya le entregué los apuntes de Introducción al Derecho a ella
que me los había pedido.
Caminamos varias cuadras, hasta que las dos muchachas se despidieron de
nosotros. Un carro nos siguió, por dos cuadras hasta que nos dejaron quizás al
darse cuenta que ya la cintura de Berrios no abultaba como antes.
Alfredo nos sugirió que nos tomáramos unas cervezas y acepte para
conocer quién podía ser mi rival y porque tenía una pistola en la cintura.
Con el tiempo descubriría que ese Berrios era un hombre peligroso y ahora
el líder del cartel del Norte del Continente
Caminamos hasta una fuente de soda, situada en el centro de la ciudad.
Nos sentamos en una mesa y pedimos tres cervezas.
Pude notar que cercano a nosotros se encontraban tres hombres que
estaban muy pendientes de lo que hacía Berrios.
-Esos como que son sus escoltas. Pensé.
-Muchachos, yo ando armado. Siempre cargo un 38 cañón corto en la
cintura, cargo tres cilindros por si acaso. Reseñó con prepotencia el carajo del
lunar.
-Yo soy Alfredo Berrios de los Berrios que se echaron plomo en la frontera
por muchos años con la familia González. Debo andar armado por si acaso
quieren seguir la guerra conmigo. Lo dijo de una manera grosera dirigiéndome
una larga mirada, como para meterme miedo.
-Le entregue mi arma a la amiga al salir del baño ya que sabía que había
dos carajos siguiéndome. Si me paran y me revisan no cargo nada. Esos
cabrones creen que yo soy pendejo.
Nos tomamos cinco cervezas y en todo ese tiempo lo único que hacia el
carajo ese fue presumir de lo arrechos y machotes que eran los Berrios,
incluyéndose él mismo.
Contó lo del enfrentamiento de su familia con los González que era
materia de leyendas desde hace mucho tiempo.
Esta guerra se dio por las tierras de esa zona ganadera y el último que cayó
fue el papá del tal Berrios que conocían como “Alfredote”; por su alta estatura
y su gordura.
Lo mataron en una emboscada que le hicieron, después de haber salido
ileso de diferentes atentados que le hicieron
La guerra se dio por varios años, hasta que fueron exterminados todos los
varones de la familia Berrios. Para lograr esto los González contrataron una
gran cantidad de matones de mucha fama de la zona ganadera.
Las autoridades investigaban las actividades de los Berrios, harto de los
desmanes que estos cometían. No solamente “Alfredote” era tremendo
criminal, sino sus otros cinco hermanitos que muchas veces habían sido
contratados por los ganaderos de la zona para resolver un asunto, en los cuales
estaban de por medio las pistolas de los seis “angelitos” Berrios.
El gobierno no se mostró muy preocupado de que esos “bichitos” fueran
exterminados por todas las atrocidades que estos carajos cometían. A pesar de
todo los González no eran tan basuras.
Cada vez que los Berrios llegaban a una zona emparrandados era un dolor
de cabeza para las autoridades, sus borracheras terminaban en violencia.
Les encantaban las putas y llegaban a los burdeles todos juntos y se
dedicaban a sembrar el terror entre los asiduos visitantes de esos lupanares.
Ya el mismo Estado había creado un grupo especial de la Policía Científica
y del DIIP para acabar con esos “muchachitos”. Cosa que a la larga lograron.
Después me enteré que el jefe del Equipo Táctico de la Policía Científica;
el Comisario Augusto Labastida; fue uno de los integrantes.
Era ultra conocida la historia de esa guerra entre los Berrios y los
González.
Ya teniéndome cansado el coño ese Alfredo Berrios de oír tanta paja,
decidí retirarme. Lo que hacía era presumir lo peligrosos que habían sido sus
parientes y como él se iba a vengar de los González.
-Buenos muchachos me voy. Les dije para no seguir escuchando las
babosadas de ese hijo de puta.
-Espérame Carrero, si vas bajando acompáñame a buscar mi revolver. Dijo.
Aunque me daba ganas de mandarlo al carajo, no quise negarme para que
esa mierda pensara que le tenía miedo.
-Okey vamos pues. Quiero acostarme temprano ya que la otra semana
comienzo a trabajar en las tardes con el Juez Quintero y debo terminar de
aprenderme todos los conceptos que nos mandó el Profesor Cañizalez.
Me fui con Berrios y hasta que llegamos a la casa de su amiga lo que hizo
el baboso ese fue presumir que arrecho era. Me provocaba al no más dejarlo
comunicarme con el cuerpo para que lo detuvieran por andar armado y
seguramente no tener ningún permiso para hacerlo.
Llegamos a donde su amiga y esta le entrego el revólver 38 y tres cilindros
de cargadores con 15 balas.
-Me vas a decir que no es una belleza. Dijo el carajo ese.
Lo acompañe dos cuadras y busque la excusa para sepárame del tipo que a
pesar de que al principio me cayó mal, ahora lo detestaba. Demasiado baboso
para mí gusto. Con el tiempo descubriría que era el jefe de ese cartel de droga.
Llegue a mi casa tratando de contener las ganas que tenía de llamar al DIIP
para que le bajaran los humos a tan prepotente sujeto.
Al otro día muy temprano recibí una llamada de mi casi cuñado Ricardo
Millán.
-Carlos necesito que vengas a la casa de abrigo, queremos conversar
contigo, el Comisario Julio Montoya y yo. Me ordenó.
-Como no cuñado, ya voy para allá. No tengo clases hasta las 10 de la
mañana.
Me di una ducha, me vestí y me dirigí a la casa de reposo, como la
conocían en el DIIP.
-Buenos días jefes. Me dirigí a Julio y a Ricardo.
Vi que en la mesa en donde estaba sentado Julio estaba una pistola Glock
18 con cinco cargadores, con su funda sobaquera. Le dirigí una mirada rápida
al arma.
Esta era un arma muy poderosa que con selector de tiro, le podía permitir
disparar en forma automática y semiautomática, haciendo que este excelente
hierro se convirtiese en una pistola ametralladora.
-Siéntate Carlos, queremos hablar contigo. Se dirigió Ricardo a mí.
-Tenemos información que ayer estuviste con un carajo que tenemos
vigilado. Es un tal Alfredo Berrios y es el jefe de un grupo del narcos que
pertenecen al Cartel del Norte del Continente.
-Sabemos que hasta unas cervezas te tomaste con él. Pero nuestros
hombres notaron que como que no se llevan muy bien que digamos. Se ve el
antagonismo que hay entre los dos. Prosiguió mi jefe.
Baja esa actitud por lo mal que te cae, más bien gánate su confianza.
-No fue mala idea de que te envié a que te prepares con el Comisario
Saavedra para que nos hagas un trabajito. Ese Berrios es un hueso duro de
roer. Es prepotente y pantallero, pero peligroso.
-El tipo ese notó que lo estaban siguiendo Comisario. Le anuncie.
Claro el carajo ese no es ningún pendejo. Interrumpió Ricardo.
-Federico, Alejandro, entren. Dijo Montoya en voz alta para invitar a mis
dos amigos a la oficina.
-De ahora en adelante, ustedes no se separarán de Carlos, serán sus
escoltas, ese carajo Berrios es peligroso y quiero que tu Carlos junto a ellos
vigilen a ese coño de madre.
- Esa pistola es para ti, amigo mío. Me comentó.
Al mismo tiempo saco de una gaveta del escritorio primero una y luego la
otra arma que entregó a Federico y Alejandro.
Viendo las armas podía imaginarme que la misión que nos encomendaría
no sería fácil. Con ese armamento era de notar. Este armamento usaba
cargadores con capacidad de 19 proyectiles. La candencia de tiro en
automático es de 1100 a 1200 disparos por minutos.
-Tomen muchachos son para ustedes y del bolsillo de su elegante chaqueta
saco tres permisos de porte de armas.
-Quiero que anden armados pero legalmente. Así que usen chaquetas
holgadas para que no se note. No quiero para nada que el perro ese sepa que
ustedes son policías. Nos ordenó.
-Ustedes dos. Dijo dirigiéndose a Alejandro y a Federico. Tienen que
fabricar una amistad de años que justifiquen que anden siempre juntos y harán
el mismo curso que enviare a Carlos con Saavedra.
- Un amigo mío nos prestara un apartamento de tres habitaciones donde
vivirán. Pero eso no lo pueden hacer mañana, porque se vería muy raro.
Después de haber empezado a trabajar Carlos, supuestamente tendrán una
situación económica más holgada y se mudara al apartamento de unos amigos.
-No queremos que esa gran mierda de Berrios sospeche nada. En la
Facultad debes ser el hijo varón consentido de un abogado prestigioso del
estado de Montaña Occidental y ahora como trabajas tienes una situación
económica más holgada como la de compartir un apartamento con dos amigos
de la infancia.
-Quiero que me sigan al tal Berrios y no le quiten los ojos de encima.
Tenemos que saber qué carajo son y cómo los podemos neutralizar de una vez.
-El mismo Presidente del país me llamó para pedirme que actué contra
esos malditos. Ordenes muchachos que se deben cumplir y ustedes me
ayudaran en eso.
-Esos carajos se metieron contra la sobrina preferida del Gobernador y
como él solo tiene hijos varones considera a esa niña como una hija. Pidió la
ayuda al Presidente y este me llamó para darme la orden de acabar con esas
mierdas.
-No me les quiten los ojos de encima a Berrios y ustedes, Federico y
Alejandro, los necesito tiempo completo, serán recompensados por eso,
además ya el mismo Gobernador habló con los Decanos de sus respetivas
carreras para que puedan solo ir a presentar los exámenes.
-Les daremos los mejores equipos de escuchas para poder saber hasta el
último paso del tal Berrios. El Presidente me pidió que no escatimara recursos
para esta operación y que pidiese lo que quisiese.
-Ustedes esos los promocionara, además será importante el entrenamiento
que recibirán para esa misión. Claro van a seguir presentes en los operativos
como Equipo Táctico ya que son buenos, pero eso si no se vayan a poner
prepotentes. Nos encomendó el Comisario Julio Montoya.
-Tú, Carlos no te dejes quitar esa belleza por ese delincuente de Berrios.
Eso es cuestión de honor para el Equipo Táctico del DIIP. Encomendó nuestro
jefe.
-Por intermedio de Ricardo les enviare más órdenes. Como el Inspector
anda que se muere por la hermana de Carlos no será raro que visite a su futuro
cuñado. Afirmó.
De esta manera Julio Montoya concluyo la entrevista con nosotros.

CAPITULO IV

Comenzaba otra semana y ya Federico, Alejandro y yo empezábamos el


entrenamiento. Todas las tardes por varios meses íbamos a ser entrenados en
seguir personas sin ser notados, el manejo de aparatos de escuchas y otras
técnicas necesarias para los agentes de Inteligencia.
Con la excusa de tener que trabajar con el Juez Quintero, pude separarme
de mis estudios en la tarde. No me caía en gracia dejar a la bella Carmen
Cecilia en la Facultad a merced del tal Berrios.
Eso me ponía de muy mal humor y por esa razón le pedí a sus tres
compañeros de estudios que nos reuniéramos a estudiar todas las noches y así
poder compartir con Carmen en horas nocturnas como no lo hacía ya en las
tardes.
Esa tarde del primer día de la semana los tres integrantes de los Comandos
del DIIP llegamos a la casa de abrigo y con el Comisario Saavedra, con sus
hombres empezamos el entrenamiento.
Los tres amigos nos preparábamos con ahincó, ya que los tres teníamos
verdaderamente pasta de policías y para nosotros este entrenamiento nos caía
como anillo al dedo, ya que teníamos los deseos de ser los mejores y la mística
para lograrlo.
El Comisario Julio Montoya observaba calladamente la preparación de sus
pupilos, siendo también informado por Saavedra sobre los progresos de los
Comandos.
Montoya también trajo sus instructores para que sus hombres siguieran el
entrenamiento de Comandos de Operaciones Especiales, nunca nos descuidó.
Hasta el día de hoy y a pesar de que esta retirado, Julio siempre está
pendiente de sus comandos del DIIP. Es amigo personal de cada uno de los
hombres que integran el cuerpo. Siempre pendiente en buscar la estabilidad
económica de sus miembros.
En esos tiempos el Comisario Julio Montoya no nos quitaba la vista
encima para que recibiéramos los mejores entrenamientos, tuviéramos las
mejores armas y los mejores instructores.
Además compartía con nosotros los mismos riesgos igual que un café, una
cerveza o una comida en la mejor camaradería de compañeros de armas.
Teníamos su completo apoyo y por eso que el Comisario Julio Montoya
para nosotros era como un dios.
Eso ayudaba su presencia, su elegancia, sus lentes Rayban de montura
dorada, que casi nunca que quitaba, su capacidad en la acción, en donde nunca
perdía su sangre fría.
Muy pendiente estuvo del caso que nos encomendó, apoyó completamente
nuestros operativos de Inteligencia y por eso pudimos llevar a feliz término.
Pero volviendo a mi relación con Carmen Cecilia, esa semana en donde
continuaron los operativos, todas las noches pasaba casi una hora conversando
por teléfono con ella.
Yo supuestamente para preguntarle sobre las clases de la tarde, la llamaba
todas las noches y eso hacía que nos diesen hasta bien entrada la madruga,
En eso pasamos dos semanas y eso hizo que entre ella y yo surgiese la
relación que tuvimos. Las mañanas en que iba a la Facultad siempre
estábamos juntos, razón por la cual el tal Berrios dejo de acercarse, pero al
verme con ella hizo que el carajo ese me agarrara más rabia.
Yo había desarrollado con ella una relación. No podre nunca olvidar el día
que llegue a su apartamento llevándole un libro de regalo titulado El Arte de la
Guerra de Tzu- Su
Recuerdo que ese día yo estaba apurado ya que era casi la hora de ir al
entrenamiento en la casa de reposo y pase apresurado por su apartamento. Ella
estaba muy hermosa y allí me dije que ya no pasarían muchos días en que
Carmen Cecilia y yo comenzásemos un romance, la relación que tuvimos, que
lamentablemente se acabó cuando descubrí algo en ella que no me gusto.
Pasarían dos días más para que, un día libre que yo tenía, la invitara a
almorzar a ella sola. Pasamos después de comer a tomarnos un café y a
conversar sobre las diferentes materias que cursáramos y eso me dio la excusa
perfecta para que revisáramos un trabajo que recién habíamos comenzado.
Llegamos al apartamento en que yo ahora vivía, pude notar que la
muchacha estaba nerviosa, ya ella sabía que yo no la había llevado a mi casa a
revisar ningún trabajo.
Entramos al apartamento que estaba solo ya que mis amigos-escoltas
tenían guardia. Nos sentamos en la mesa en donde tenía mi computadora
portátil y supuestamente comenzamos a revisar el trabajo que presentaríamos
la semana siguiente.
Mientras ella revisaba yo le llegaba detrás y casi le hablaba en el oído,
logrando que ella se estremeciese. Era el gato jugando con la ratoncita o mejor
quien era el cazador o quien la presa......
Ya cuando vi que la muchacha estaba demasiado nerviosa, le dije que iría a
la cocina a preparar café. Prepare el aromático líquido para sacar a Carmen de
la computadora. Llegué a hasta donde leía y le sugerí que nos sentáramos en
un diván de la sala. Cosa que hicimos, cuando vi que ella había llegado a estar
tremendamente nerviosa, sabiendo lo que le esperaba o era yo la víctima en las
redes de ella.
De pronto me acerque a ella y le quite el café, me senté a su lado y acerque
mis labios a los de ella. Al principio ella esquivo mi boca, pero en milésimas
de segundos ella y yo estábamos dando un largo beso.
Ustedes pueden imaginarse lo que esos labios tan dulces me hicieron
sentir. Ella se despegó y me dijo que era mejor irse, de una vez me di cuenta
que era puro amago eso de que se iría.
Era puras mentiras, ella se iba, pero acostumbrando. La retuve por una
mano y la acerque a mis brazos, la tome y continúe besando su elegante
cuello., nuca y mis manos se fueron a sus turgentes nalgas que eran redondas y
suaves. Ella trato de zafarse pero la retuve en mis brazos.
Sabía que ella lo que menos quería era que la dejara ir y si no la retenía en
mis brazos ella jamás me lo perdonaría y ya no habría otra oportunidad, ya que
jamás una mujer perdona que se le trate con indiferencia.
A los pocos minutos estábamos en mi cama y yo besaba cada rincón de su
cuerpo, poco a poco la fui desnudando hasta dejarla en unos coquetos
cacheteros de color marrón.
Después me deleite besando y chupando sus bien formados senos y ella
llegaba a los límites del placer. Baje su ropa interior y penetre a Carmen
Cecilia quien me recibió en su sexo húmedo.
Perdí la cuenta el tiempo que estuvimos haciendo el amor, hasta cuando
comenzaba a caer la tarde. La pasión nos embargaba y seria preludio de esta
relación que tanto nos unió por un tiempo.
Al estar saciados, ella salió de la cama y cotetamente se vistió mientras yo
la contemplaba desde la cama.
Cuando vi que ella estaba completamente vestida me levanté y vestí
apresuradamente para acompañarla.
Llegamos a la calle y pare un taxi para que ella se dirigiera a la casa, la
despedí con un breve beso y ella no había recorrido dos cuadras en el carro
cuando la llame a su teléfono.
Si ella tuvo algunas dudas sobre mis intenciones, imagino que aquí se le
quitaron.
Ese día, 14 de diciembre, jamás se me olvidaría. Lo que si les voy a aclarar
que utilizo un nombre ficticio para ocultar su verdadero nombre.
No les he dicho que mi nombre y el nombre de las personas que aparecen
aquí son imaginarios para ocultar sus verdaderas personalidades y la mía
propia, para evitar cualquier represalia que pudieran ocasionar el haber
trabajado en un cuerpo como el DIIP.
Al irse ella, tuve que volver mi mente a la frialdad del operativo de
inteligencia que teníamos en contra de Berrios. Calenté otra taza de café para
esperar a mis amigos, para preparar los planes para cómo hacer para integrar a
mis escoltas en la Facultad de Derecho sin ser estudiantes de esa carrera.
Pero debía tener escoltas ya que no solamente la peligrosidad de Berrios,
sino la arrechera que seguramente más me agarraría al saber que la muchacha
y yo teníamos una relación.
Siguiendo con los operativos, al llegar mis amigos me contaron que habían
tenido una reunión con Julio Montoya y el operativo de los comandos contra
la discoteca, se daría en los próximos días, que no pasaría una semana.
Desde la facultad de Derecho comenzamos a utilizar los aparatos de
escuchas para poder ori las conversaciones entre Berrios y sus cómplices.
Por medio en Inteligencia y con ayuda de la gente de Saavedra pudimos
descubrir varias rutas de drogas de ese carajo de Berrios. También obtuvimos
con la labor de espionaje que realizamos los sitios en donde almacenaban la
droga.
Para Alejandro y Federico fue fácil introducirse en la facultad como
amigos míos y con la fama de conquistador de Alejandro fue sencillo conocer
jóvenes para tener la excusa de pasársela en ese sitio derrochando sus dotes de
mujeriego.
Desde nuestras computadoras portátiles podíamos grabar las
conversaciones entre Berrios y sus compinches, también desde nuestros
teléfonos inteligentes pudimos intervenir los teléfonos de los carajos esos y así
fue que descubrimos que el mayor depósito de drogas por ahora era la
discoteca que a los pocos días allanamos.
Llegaría el día esperado para el operativo y desde la sede del DIIP se
armaría la acción.
Nos preparamos con el armamento y siempre bromeábamos para reducir la
tensión nerviosa que nos producían estas acciones.
En las unidades del DIIP civiles nos acercamos al lugar, esperándonos
como siempre los hombres de Inteligencia para poder neutralizar a los
vigilantes y porteros que seguramente cuidaban de que no llegase un operativo
y si llegase avisar.
Por indicaciones del Comisario Julio Montoya, para que me preparase para
esas acciones, yo debía acompañar a los tipos de inteligencia. Calladamente
nos acercamos a los carajos que cuidaban las entradas, silenciosamente en la
oscuridad.
Fueron desmayados de tremendos culatazos en la cabeza y yo me encargue
de esposarlos y colocarles tirro para sellar sus bocas.
Cuando teníamos neutralizados a los porteros y vigilantes procedimos a
entrar cayendo de forma intempestivamente en el local.
-Policía. Policía. Gritábamos todos al mismo tiempo.
Prendan la luz. Ordenó Julio con voz fuerte.
Muchas personas que se encontraban dentro del lugar trataron de dirigirse
a los baños para deshacerse de las sustancias que tenían.
Federico cargaba a Buki que era un perro de la Brigada Antinarcóticos y lo
soltó, saliendo el perro a buscar lo que habíamos venido a decomisar.
Lo seguimos todos, Julio, Ricardo, Saavedra y varios efectivos del DIIP.
En varios cuartos conseguimos bastantes envoltorios con droga que hacían
varias toneladas, también conseguimos armas que no eran de uso civil.
Como sabíamos lo que veníamos buscar y por quien íbamos se nos hizo
fácil dejar ir a los clientes y quedarnos con los cabecillas y los pertenecientes a
esta red de delincuentes, que los sentamos en un rincón.
Al tomar las posiciones y tener todo controlado, entró la Jueza que llevaría
el caso y la Fiscal, acompañada de sus ayudantes.
Julio me encomendó que acompañara a las autoridades judiciales y las
conducimos hacia donde estaba el alijo descubierto.
Los pendejos estos no pensaron que les íbamos a caer y seguramente iban a
trasladar la mercancía a otro lugar más seguro.
El lugar había sido requisado y las pruebas obtenidas iban a ser trasladadas
a la sede del DIIP, igual que los detenidos, incluyendo al gerente del local, que
no quería declarar sino hasta que llegase su abogado.
La Jueza y la Fiscal se entretenían tirando los vasos que encontraban en las
mesas contra las paredes de espejos que rodeaban la estancia.
De esta manera pudimos acabar con un bastión de esta red que era esta
discoteca.
Pasarían las semanas y los muchachos y yo seguíamos siendo entrenados
por el Comisario Saavedra y sus hombres. Ya había sido fácil insertar en mi
vida a mis dos amigos Alejandro y Federico.
Hicieron buenas relaciones con la pareja amiga, Rebeca y Cesar, además
con mi novia que les agarró mucho aprecio, ya que debo reconocer que mis
camaradas eran buenas personas, serviciales, amables y dispuestos para caerle
bien a las personas.
Muchas veces compartimos juntos y fue fácil insertarse al grupo, Rebeca
que conocía muchas muchachas le presentó a mis dos amigos, dos muchachas
que se unieron al grupo, que de cuatro personas pasaron a ser de diez, razón
que hacía más disimulado la vigilancia que tendríamos en la Facultad contra la
red de la droga que comandaba el tipo ese Berrios.
Llegó un momento que sorpresivamente apareció en la ciudad un hombre
conocido como El Turco, que de ser una delincuente común se convirtió en un
claro azote atracando, secuestrando y enfrentándose en una guerra con un
grupo hamponil rival que hizo que las calles de la ciudad se ensangrentaron
tanto por las bajas entre su gente como con gente inocente que cayó al tener la
mala suerte de estar en el fuego cruzado.
El Turco era uno de los seguidores de una secta llamada los Adoradores de
Satán, grupo que en los Estado Unidos se han involucrado en secuestros,
abuso sexuales y hasta en asesinatos. Toda la actuación de esta secta en el país
tenía las manos metida el delincuente denominado El Turco.
Este hampón había sido apodado de esta manera, no por ser de
nacionalidad turca, había sido apodado así por la Policía Científica porque
tenía un bigote tal igual como lo turcos en la película.
Una tarde nos llamó Julio Montoya que lo había llamado el mismo
Presidente para que el DIIP tomara cartas en el asunto. Al llegar vimos la cara
de molestia que tenía y según se comentaba el Presidente no había sido muy
diplomático.
Le reclamó que como era posible que ese Turco hubiese ensangrentado de
esa manera las calles de la ciudad, por eso Julio nos llamó, para ponerse al
frente de los operativos con nosotros para darle de baja a eso carajos.
Después de hablar con el Presidente lo llamó el Gobernador para ofrecerle
la colaboración de la Policía del Estado. Pero mientras el Comisario
conversaba con el Gobernador se había producido un enfrentamiento entre los
dos bandos delincuenciales y había caído en el tiroteo una joven mujer que no
tenía nada que ver en el asunto, más cinco hombres que si eran parte de las
bandas de El Turco y de su rival que era conocido como El Mayor, ya que era
un sujeto que pasaba de los 60 años.
Julio nos ordenó que nos preparáramos esa noche para salir a darle plomo a
esos malditos. De una vez en la misma sede del DIIP nos comenzamos a
preparar para los operativos que se nos presentarían.
Más de 30 comandos y elementos de Inteligencia nos situamos en el patio
para ir a buscar hasta debajo de las piedras a esos carajos. A parte Julio nos
dijo que lo que investigábamos en la Universidad pasaría por ahora a segundo
término ya que en estos momentos era seguridad de Estado neutralizar a esta
cuerda de hijos de puta.
Cuando se había dirigido a nosotros Julio aclaró que debíamos estar
preparados para matar a cualquiera de estas ratas sin detenerlos, pasando por
encima de cualquier vestigio de humanidad, ya que ellos tampoco la tenían.
Bien armados y apertrechados con los nuevos fusiles AK-47 de calibre
7,62 x 39 y las pistolas Glock que ya Julio nos había asignado. Nos colocaron
granadas tanto explosivas, aturdidoras como lacrimógenas.
El armamento predecía que el operativo seria largo y nos explicó que en
minutos llegaría la Policía Regional que colaboraría con nosotros.
Ya la colectividad en minutos de haberse producido los enfrentamientos
entre El Turco y El Mayor pedía respuestas a las autoridades y se las íbamos a
dar.
En poco tiempo teníamos todo preparado para cercar por un lado el cerro
donde se encontraba la guarida del Turco, que aunque sabíamos que
seguramente estaba enconchado en otra parte, por lo menos le destruiríamos la
base de operaciones de los perros esos.
Llegamos a la pata del cerro en donde estaba la guarida de El Turco en
pocos minutos. Habíamos más de 100 efectivos tanto del DIIP como de la
Policía Regional que estaban comandados por el mismo jefe que era el
Comisario Alexis Matheus y por el Comisario Alfonso Terán.
Tomamos la zona y comenzamos a subir en formación por si acaso nos
atacaban desde arriba. Lentamente comenzamos a ascender por todas las
entradas de ese cerro que era conocido por su peligrosidad.
La gente como que sabía lo que iba a pasar ya que no se veía ni un alma,
sabíamos por informes de Inteligencia los sitios exactos en donde teníamos
que irrumpir.
Cuando llegamos a la parte media y había atravesados varios callejones
intrincados, se rompió el silencio con unas detonaciones de armas de fuego.
No respondimos ya que no queríamos que en un tiroteo nutrido cayesen más
inocentes de los que ya había caído y las casas de ese sector eran casi todas de
ladrillos y techos de zinc y de lata.
Llegamos a la guarida de El Turco y como era de esperar no había nadie,
informaron a nuestros jefes que igual había pasado con la guarida del Mayor.
En donde allanamos no encontramos sino una vieja escopeta. El operativo
para dar de baja a los dos delincuentes había sido un fracaso y había que ver la
cara de los jefes, a pesar de que no esperaban obtener respuestas el primer día.
De todas maneras estaríamos alertas, mientras Inteligencia estaría alerta
buscando cualquier indicio en donde estaban los dos carajos esos.
Dos días después Inteligencia ubicaría la guarida de un lugarteniente del
Mayor apodado el Buitre.
De una vez nos aprestamos para caerles a esos hijos de puta, ahora si
sabíamos con cuantos nos enfrentaríamos, ya que según los informes de
Inteligencia en esa casa había cinco tipos que seguramente estaba bien
armados.
Llegamos silenciosamente rodeando el lugar para que no pudiera ninguno
escapar, habíamos Comandos del DIIP, con ropaje negro y con pasamontañas,
elementos de la Brigada de Acciones Especiales de la Policía del Estado
comandados por el Comisario Terán, hombres vestidos de civil de la
Inteligencia del Comisario Saavedra y efectivos de la Policía Científica.
Todos en forma silenciosa habíamos llegado. Desde cierta distancia nos
fuimos acercando para sorprender a los delincuentes que tantos dolores de
cabeza habían dado a nuestros jefes. Un grupo de Comandos del DIIP,
dirigidos por el mismo Julio Montoya y Ricardo Millán, de un promedio de 20
funcionarios protegidos por un efectivo que portaba un escudo, detrás de él se
encontraban los comandos, tumbaron la puerta e irrumpieron en la vivienda.
Detrás de ellos entramos nosotros acompañados por el Grupo Especial de
la Policía del Estado. Se oyeron detonaciones y al entrar a las habitaciones
conseguimos varios sujetos muertos que trataron de hacer resistencia cuando
fueron sorprendidos por los primeros comandos que hicieron el allanamiento.
Ya por lo menos se le estaba viendo el queso a la tostada y estaba cogiendo
forma los operativos para dar de baja a estos grupos hampónil que estaba
ensangrentando las calles de la ciudad.
Pasarían horas para que nos enteráramos que la gente de Saavedra había
capturado a dos delincuentes de la banda de El Turco que se encontraban en
un bar. Los delincuentes los había llevado a la casa de reposo en donde
estaban siendo sometidos a un riguroso interrogatorio.
Fácil sería hacerlos hablar para que cantaran y dijeran en donde se
encontraban los otros integrantes de la banda de estos grandes capos de la
delincuencia de la ciudad.
Dos días después uno de los jefes de la Policía del Estado fue víctima de
un atentado que fue fácil averiguar que procedía de la banda del Mayor,
realizado por tres sicarios.
Ese jefe había sido levemente herido ya que sus escoltas de una manera
bastante efectiva habían frustrado el atentado dando de baja a dos de los
autores, pero ahora era motivo de honor de nosotros, policías nacionales,
regionales y efectivos del DIIP de cobrar la afrenta.
Varios operativos serían llevados a cabo en donde morirían varios
integrantes de las bandas delictivas.
Pero llego el día que fue descubierta una de las guaridas de El Turco en
donde estaban más de sus lugartenientes y el Comisario Julio Montoya montó
un operativo para dar de baja a tan molestoso grupo de lacras.
Tomamos un lugar cercano y se apostaron francotiradores con el fin de
eliminar a cada uno de los que se encontraban allí enconchados.
Nosotros debíamos cuidar la zona y hacer que los francotiradores pidiesen
hacer el trabajo con facilidad. Los francotiradores contaban con rifles que les
hacía más llevadero el trabajo.
Los francotiradores se habían situado en un edificio cercano que tenían
mejor apreciación de los blancos que darían de baja. Los delincuentes
celebraban una fiesta y bebían y se drogaban sin imaginar que les estaba
llegando el fin de sus sucias vidas en el patio de la casa.
Los tiradores ya tenían en sus miras a los delincuentes, nosotros armas en
mano esperábamos que fueran dados de baja para tomar la casa.
Al mismo tiempo los francotiradores dispararon y eliminaron los blancos
de una manera rápida con disparos de gran precisión en sus cabezas que
estallaron como melones podridos.
No habían caído los cuerpos cuando nosotros en formación irrumpimos en
el lugar para tomarlo y facilitar la entrada de los efectivos del Cuerpo de
Policía Científica.
Llegamos y comprobamos los que nos imaginábamos que los
francotiradores habían realizado un trabajo limpio. Pude notar que a pesar de
que esos individuos estaban relajados y no esperaban el ataque, tenían un
arsenal en la vivienda que pasaba por fusiles FAL y granadas, además de
bastantes municiones como para enfrentar un asedio.
Contaban con comida, aguardiente y drogas como para varias semanas, por
eso aplaudimos a nuestros jefes el Comisario Julio y el Inspector Ricardo, de
tan sabia decisión de usar estos expertos francotiradores.
Con esto demostrarían nuestros jefes su preparación y dedicación y como
cuidaban la vida de sus hombres, porque si hubiésemos atacado con un grupo
comando se pudieron producir bajas por las granadas que tenían los
delincuentes.
También llegaron efectivos del grupo de Explosivistas del DIIP con la
intención de llevarse las granadas y evitar que con un descuido pudiesen
detonar produciéndose las bajas que la pericia de nuestros tiradores hubiese
evitado.
A los pocos días Inteligencia nos informó que tres hampones de la banda
del Mayor estaban escondidos en un rancho en un sector boscoso, de una vez
Julio Montoya preparó el operativo ya que era necesario que le diéramos de
baja a los delincuentes, sino se rendían, ya que parecía que uno de ellos había
participado en el atentado contra el Comisario de la Policía Estatal.
-Nojoda muchachos hay que joder a esos carajos para que nunca más
intenten contra alguno de nosotros. Me los matan a todos. Pero primero me le
dan las órdenes de alto a ver si se rinden. Nos informó el Comisario Montoya.
Nos acercamos al lugar un grupo grande de efectivos tanto del DIIP como
de la Policía Regional, debíamos ir con cuidado ya que podían situarse un
desgraciado de esos como francotirador y jodernos.
Al llegar al sitio nos acercamos al punto donde estaban con sigilo ya que
sabíamos que los perros esos tenían granadas, el ruido que realizamos mientras
avanzábamos fue mínimo, lo que nos favorecía que cerca del ranchito hubiera
mucho monte y a pesar de la vigilancia que pudiesen tener esos perros, el traje
de camuflaje nos protegería al confundirnos con la vegetación.
Todo el sitio estaba tomado, les hicimos una tenaza y no podrían huir.
Sabíamos que los tipos eran duros y no se rendirían
Cuando llegamos a donde estaba más alto el monte nos colocamos apenas
moviéndonos para evitar que nos descubrieran.
Vimos que en la parte de afuera del ranchito estaba dos carajos armados
con armas largas que desde lejos parecía que fuesen AR-15, los dos otros
compinches deberían estar durmiendo. Ricardo que era el líder del grupo
comunicaba al líder del equipo que era el Comisario Montoya que íbamos a
proceder en contra de los bandidos.
Ricardo nos pidió que tomáramos un blanco y dos de nosotros enfilamos
nuestras armas apuntando a cada uno de los hampones. Desde el puesto de
control Montoya dio la orden de disparar que nos comunicó Ricardo, antes les
pidió que se rindieran y al ver que trataron de oponer resistencia, disparamos
tres cortas ráfagas que tomó por sorpresa a los dos centinelas.
No habían terminado de caer, cuando de una forma rápida entramos en el
rancho y disparando contra los tipos no dejando que ninguno de los dos
pudiera disparar las armas contra nosotros. Nos ayudó la sorpresa ya que los
dos delincuentes estaban dormidos por las drogas y el aburrimiento que les
producía su nuevo confinamiento.
Con técnica quirúrgica eliminamos a esos cuatro individuos que tanto daño
hacían en las calles. No era culpa de nosotros que estos carajos no quisiesen
entregar, pero cuando los matábamos era por culpa de ellos mismos.

CAPITULO V

Mi relación con Carmen Cecilia Contreras iba de lo mejor, poco a poco


comenzamos a casi nunca separarnos, bueno cuando mi trabajo lo permitía, yo
seguía con mi cuartada de mi trabajo con el Juez Quintero.
Mi relación con la catira me tenía en el paraíso. Primero nos daba tarde de
la noche conversando por teléfono y cuando “mi trabajo con el Juez” me lo
permitía nos escapábamos en las tardes para hacer el amor en su apartamento
o en el mío.
Mis amigos y colegas comandos; Alejandro y Federico; se habían
acostumbrado a que la bella dama fueses a nuestro apartamento.
Éramos policías, comandos de operaciones especiales, pero también
jóvenes y vivíamos intensamente serlo. Tanto en su casa como en la mía nos
reunimos todos a tomarnos unas cervezas, nos encontrábamos a ver películas,
a tomar café.
Éramos un grupo grande, mi novia, mis dos amigos, la pareja de Rebeca y
Cesar y varias veces las dos amigas de Rebeca. Muchas veces hasta Ricardo
compartió con nosotros.
Bueno Ricardo mi jefe y hermano seguía enamorado de mi hermana
Patricia, pero ella no le paraba y muchas veces tuve que oír a mi amigo entre
tragos con el despecho a millón. No me molestaba, era mi amigo varias veces
Carmen Cecilia nos acompañó.
Ya habían pasado cinco meses desde aquella tarde en que Carmen Cecilia y
yo hicimos el amor por primera vez en mi apartamento. Yo seguía
participando en los operativos y entrenándome para estar preparado como
Comando.
Acercándose un fin de semana, ella me comentó que ese sábado llegarían
sus padres, que la visitarían después de llevar varios meses sin verla.
-Carlos, yo le he hablado a mi mamá sobre ti. Mi papá no sabe nada, él es
algo celoso conmigo, acuérdate que soy la única hembra. Pero es bueno que te
conozca. Me dijo esa tarde.
-Mañana vente cercano a la hora de almuerzo y come con nosotros, con la
excusa que me traes unos apuntes, vente con Alejandro o con Federico y así
los presento a los dos.
Al otro día a golpe de las 11 de la mañana, me acerque al apartamento de
Carmen Cecilia con Federico, ya que Alejandro tenía guardia en la sede del
DIIP.
Tocamos el anunciador del apartamento y me contesto una voz gruesa de
un hombre. Me indico que subiese. No puedo negar que mi corazón pretendía
salirse de mi pecho, a pesar de ser un Comando de Operaciones Especiales y
ya tener la veteranía de haber participado en varios operativos estaba nervioso.
¿Bueno uno se pone nervioso cuando conoce a su suegro?
Llegamos a la puerta del apartamento y toque el timbre con rapidez, ya
quería encarar la situación para que Federico dejara de echarme bromas por mi
nerviosismo.
Me abrió una señora muy parecida a Carmen. Era la Jueza Civil Nelly
Contreras, mi suegra.
-Pasen muchachos, soy la mamá de Carmen Cecilia. Siéntense ya llamo a
Carmen que está ayudándome en la cocina.
Salió Carmen Cecilia, con su bella sonrisa diciendo:
-Bienvenidos muchachos. Mamá te presento a Carlos y Federico. Carlos
estudia conmigo.
-Te traigo el cuaderno que me prestaste, agradecido amiga. Le respondí.
¿Cómo te va con el Juez Quintero? Preguntó mi novia con el fin de que su
mamá supiese que yo era un alumno de confianza del profesor, que hasta
trabajaba con él.
Pero la verdadera historia era que yo era el hombre de confianza del
Comisario Montoya.
¿Qué pensaría mi suegra si supiese que yo era un policía, un Comando de
Operaciones Especiales del DIIP?
La Jueza Nelly nos dijo que nos serviría un café y fue a buscar a la cocina
en donde se oían voces de dos hombres que conversaban y que Carmen
Cecilia nos dijo que eran su padre Enrique Contreras y su hermano Fabricio
Enrique.
A los pocos minutos salió la suegra con unas tazas de café que desprendía
un sabroso aroma, añejado a la simpatía arrolladora de mi suegra.
Se sentó con nosotros, encomendando a su hija para que vigilase la comida
que estaba preparando e invitándonos a comer.
Federico puso todas las excusas posibles pero no le valió ya que la Jueza
no acepto para nada todo lo que se excusó mi amigo y le dijo que comería el
mejor pasticho que se había comido en su vida y él no aceptar haría que mi
amigo se convertiría en su peor enemigo, considerando una ofensa no probar
tan suculento plato.
Mi amigo acepto quedarse y a los minutos conocimos a mi suegro y
cuñado. Nos cayeron bien a pesar de la seriedad del papá de Carmen Cecilia
demostró ser un hombre amable y cordial, de una gran educación y don de
gente.
Estuvimos conversando como una hora interrumpidos por las idas de mi
novia para darle una vuelta al rico plato que prometía mi suegra.
Hablamos de nuestra carrera, de la ciudad, de nuestras familias, de ellos,
los Contreras y entre tema y tema pasamos una agradable velada hasta mucho
tiempo después de haber probado la receta de mi suegra y habernos bebido
una botella de sabroso vino tinto que destapo mi suegro asegurando que era un
excelente digestivo, cosa que fue una de las tantas en que estuve de acuerdo
con el papá de Carmen Cecilia.
Nos fuimos bien entrada la tarde, ya que nos dio pena quedarnos a cenar
también como nos invitaron.
-Déjalos Nelly que los muchachos son jóvenes y es capaz que tienen que
visitar a las novias. Comentó el señor Alfredo para observar la reacción de su
hija a la cual hacía varias horas la estaba observando de una manera picara.
Tienes razón, Alfredo, nosotros fuimos jóvenes también y yo te hubiera
arrancado los ojos si me hubieses dejado embarcado por estar visitando a otra
que no fuese yo. Concluyó mi suegra mirando con ironía a su hija al ver la
cara que puso con lo que había dicho su padre.
Al irnos Federico y yo, nos pusimos de acuerdo de invitar a los Contreras a
comer pizzas en un restaurant que era famoso en la ciudad por preparar las
mejores pizzas y al llegar a la casa llame a Carmen Cecilia para devolver las
atenciones que habían tenido con nosotros.
Al otro día nos acercamos al restaurant Federico, Alejandro, Ricardo; al
que había yo invitado y los cuatro integrantes de la familia Contreras llegaron
a los pocos minutos.
La velada fue muy especial, hubo muy buena vibración entre mis amigos y
los Contreras, además tanto Carmen como yo estábamos muy contentos por
las buenas relaciones que se estaban dando entre nosotros, sus padres como
que habían aceptado que yo era el novio de su hija, cosa que me producía un
gran alivio, mucho más del que pude sentir cuando concluíamos un operativo
del DIIP.
Al finalizar la velada, hubo invitaciones para que fuéramos a visitar la
familia de mi novia en su ciudad de origen cuando su hija fuese a pasar las
próximas vacaciones.
Éramos jóvenes y Carmen Cecilia y yo estábamos enamorados, pero yo era
policía y tenía que trabajar, añadiendo que en la ciudad se estaba dando una
guerra entre la gente del Turco y del Mayor y el Equipo Táctico del DIIP
éramos los encomendados para acabar con este tipo de cosas.
El Comisario Julio Montoya, Ricardo y los Comisarios Terán, Saavedra y
Alexis Matheus de la Policía Regional se reunieron temprano en la mañana
para definir las próximas estrategias de la ofensiva para eliminar este flagelo
que aquejaba a la ciudad.
Los jefes policiales planearon operativos para poder detener la violencia
que reinaba en la ciudad, había que detener o dar de baja a los capos de las
bandas.
La gente de Saavedra estaría en la calle pendientes de cualquier cosa o
indicio que nos fuera facilitar el final de esta guerra que ya tanta sangre de
personas se había derramado.
Ellos serían los ojos y oídos de nosotros. Llego un día en que en pleno
entrenamiento de tiro liderizado por Ricardo Millán, fuimos congregados
porque un fuerte enfrentamiento se estaba dando en un barrio que era el
bastión del Mayor.
En esos momentos se producía en nosotros una inyección de adrenalina,
mientras nos preparábamos para el enfrentamiento en donde evitábamos
pensar que podía ser el último que participáramos.
Un grupo de 20 delincuentes estaba atacando una casa en donde se creía
que estaba enconchado el delincuente enemigo de El Turco.
Cuando nos acercamos a la zona se oía un fuerte tiroteo que era preludio
de lo que se viviría ese día en el enfrentamiento. Un fuerte contingente de
Comandos del DIIP, de Inteligencia, de la Policía Regional, tanto como su
Brigada Especial como los demás efectivos y todos sumados al Grupo de
Respuesta Inmediata (GRI) de la Policía Científica rodeamos la zona,
realizando una tenaza para que no escaparan ninguno de los hampones que se
enfrentaban. Calculo que éramos más de 300 hombres en varios anillos y
como siempre los comandos del DIIP en primera línea, pero contando con las
mejores armas.
Nuestros francotiradores armados con el Dragunov, rifle capaz de eliminar
los objetivos a una distancia de 300 metros, especial para situaciones de
delincuentes que no se quieren rendir o toma de rehenes, esta arma servía de
igual manera para dar cobertura a un pelotón que avanzaba, con una mira de
largo alcance. Calibre 7,62 mm, es el primer fusil semiautomático en el mundo
diseñado específicamente para ser usado en tiro militar de precisión
La mayoría contábamos con un fusil de asalto automático, el M4A1, que
era un excelente arma para dar cobertura en un ataque o realizar disparos de
supresión. Es derivados del fusil AR-15, fabricados por la empresa Colt de
Estados Unidos. Es una versión carabina del fusil de asalto M16, que utiliza
munición 5,56 x 45 con un cargador de 30 cartuchos, es más maniobrable en
combate a corta distancia, al ser más compacto y ágil debido a su tamaño.
Otros de nosotros armados con escopetas SPAS-122, ideal para
enfrentamientos en edificios y casas cuando es necesario una potencia de
fuego suficiente, además eran útiles para disparar gases lacrimógenos.
Fabricada por la compañía italiana Franchi S.p.A. es una escopeta de modo
dual, que puede dispararse en modo semiautomático o en modo de corredera.
Esta escopeta ha sido utilizada por grupos militares y policiales en todo el
mundo
Todos llevábamos en la cintura una pistola semiautomática Glock, arma de
reserva para cada miembro del equipo. Adecuada para la limpieza de un
edificio o una casa y puede ser utilizada para autodefensa en una situación
difícil, o en caso de fallo del arma principal.
En nuestros chalecos colgaban varias granadas aturdidora o cegadora que
son un arma no letal, similar en muchos aspectos a una granada de mano, son
usados para confundir, desorientar, o distraer, puede degradar seriamente la
eficacia de combate del personal afectado, hasta por un minuto.
También teníamos granadas de fragmentación que están hechas de un
material sintético duro o acero, lo que proporcionará cierta fragmentación
como fragmentos y astillas. Sabíamos que los delincuentes tenían estos
aditivos y nosotros no nos podíamos quedar atrás.
La llegada nuestra en los carros oficiales del DIIP que eran Hummer con
protección y blindaje, con el escándalo de sus sirenas debió advertir a los
delincuentes que se enfrentaban, pero parecía que ni se habían dado cuenta
porque nuestra llegada no había amainado el tiroteo.
Rodeamos el lugar con nuestros vehículos y nos apostamos detrás de ellos,
ya teníamos ubicados los blancos y hacia ellos, hacia los líderes de los
delincuentes, nuestros francotiradores apuntaron sus fusiles, disparando al
nomas contar con el blanco a neutralizar, nosotros con nuestros fusiles
automáticos disparamos para anular a los atacantes.
Cayeron varios, mientras nuestros hombres en la segunda descarga
dirigieron el fuego contra la gente del Mayor que se encontraban
apertrechados en la casa que utilizaban de concha.
Los carajos esos descargaron sus armas contra nosotros no produciendo
ninguna baja por estar nosotros protegidos por las Hummer. Respondimos el
fuego y se dio un enfrentamiento que duro como 15 minutos, comprendimos
que lo que hacían estos delincuentes era un fuego de cobertura para que
alguien en la confusión pudiese escapar.
El Comisario Montoya ordenó a otro grupo que se encontraba haciendo la
tenaza por detrás de la casa que apretara el cerco, ya que posiblemente por ese
lado se escapara alguien que quizás uno de los peligrosos delincuentes.
Nosotros devolvíamos el fuego con que nos atacaban y cada vez que
alguno de los hampones se dejaba ver era tumbado por las balas certeras de
nuestros francotiradores.
Cada minuto que pasaba se les hacía más difícil a los delincuentes resistir
el fuego que le enviábamos. También se le lanzaron unas cuantas bombas
lacrimógenas pero la distancia no nos favorecía, claro a nosotros no nos
afectaba por las máscaras que usábamos, pero hacía calor y lo que queríamos
era terminar el operativo, pero éramos profesionales y estábamos entrenados
para resistir.
Un grupo dirigido por Ricardo, en donde yo participaba, protegidos por un
escudo, avanzando lentamente y en silencio al lado de la pared, todos
pendientes de todos los ruidos para que eso nos delatara la presencia de
personas.
Los francotiradores y el fuego de cobertura evitaban que los hampones se
dieran cuenta de que íbamos a entrar. Ricardo con el ariete enviste la puerta
que cae, entrando nosotros disparando y pudiendo neutralizar a los cinco
hombres que se encuentran allí escondidos.
Ya el fuego de cobertura de los maleantes, no les sirve ya que están
totalmente neutralizados y desde la radio le informan a Ricardo que acaba de
detener al mismo Mayor.
Por lo menos pudimos acabar con esta vendetta al detener al Mayor y por
lo que sabemos pasara un largo tiempo tras las rejas, ya que está complicado
en una gran cantidad de delitos que pasan por extorsión, secuestro, robo de
vehículos, tráfico de armas y de drogas.
Hay gran cantidad de muertos por parte de los delincuentes y de nosotros
solo hay un efectivo con un rozón.
Estos malditos no están entrenados como nosotros, además de
encontrarnos en nuestros cabales y estos bichos siempre andan drogados y eso
nos les hace actuar con la precisión y rapidez nuestra.
Queda por atrapar y neutralizar al carajo ese, el tal Turco. Cuando termino
el operativo el Comisario Montoya se nos acercó para felicitarnos y nos dijo:
-Felicitaciones muchachos, tremenda actuación. Estoy orgulloso de
ustedes. Ricardo, Carlos, Alejandro y Federico, descansen un rato, diríjanse a
la casa de refugio que me urge hablar con ustedes. Sé que están cansados pero
es muy importante lo que les debo decir.
Nos dirigimos a la sede del DIIP para cambiarnos y dejar parte del equipo.
Cuando llegamos a la casa de abrigo, estaba el Comisario Julio Montoya con
el mismo uniforme con que había participado en el operativo.
-Pasen muchachos, gracias por venir. Nos dijo.
-Quería que vinieran para poder conversar algo con ustedes. Es sobre el
tráfico de drogas que se realiza en la Facultad de Derecho y que también
afecta todas las facultades de nuestra querida universidad.
-Ustedes saben que en eso tiene las manos metidas el amigo de Carlos, el
carajo ese Alfredo Berrios. Los que sí creo que ustedes no saben, es que el
delincuente que estamos buscando el alias El Turco es uno de los hombres de
confianza del Berrios.
-El Turco, está complicado en extorsión, secuestros, asaltos, tráfico de
armas y de droga, además de ser uno; si no el más importante; sicario del
Cartel del Norte del Continente.
-Ese hampón ha ensangrentado las calles de nuestro estado, pero no
solamente nuestra región se ha visto afectada por las actuaciones de El Turco,
varios estados han sido víctimas de sus razzia. Continuó.
-Como ustedes saben tanto el Presidente como el Gobernador están muy
interesados en que demos de baja a El Turco o lo metamos preso, aunque se
considera que en la cárcel, ese carajo seguirá dando mucha guerra. Tenemos al
DIIP, a la Policía Regional y a la Policía Científica detrás de ese carajo.
-Necesito de ustedes el máximo de colaboración para que logremos probar
la red de Berrios y agarrarlo con las manos en la masa para de esta forma que
El Turco no cuente con su apoyo logístico
-Ustedes contaran con la ayuda de varios agentes de Inteligencia del DIIP,
de la Policía Regional y la Científica que trabajaran con ustedes. Quiero que
me le corten las patas al Berrios rapidito.
-¿Jefe, es cierto que el Berrios ese pertenece a una de las familias que se
enfrentaron hace varios años en la frontera? Pregunte con curiosidad, a pesar
de tener información sobre los hechos, quería tener una respuesta sobre el caso
y saber si era cierto lo que el carajo ese había contado o eran puras mentiras.
-Claro amigo mío, él es hijo de uno de los matones más salvajes de ese
grupo que se encargó de llenar la frontera de sangre y desolación. Me
respondió.
Bueno eso yo ya lo sabía.
-No te voy a decir que los otros eran unos santos, pero el papá de tu amigo,
era el más destacado de ese grupo de delincuentes y eso que era el más joven.
-Los dos grupos se enfrentaron por el control del sicariato de esa zona y
por apoderarse de tierras, que aunque sea duro decir, se utilizan sicarios para
resolver cualquier problema. Continúa mencionando.
-En esa guerra cayeron muchas personas inocentes, ya que las mierdas esas
llevaron esa guerra a tres estados. De los Berrios cayeron como 15 miembros,
entre primos y secuaces, de parte de los otros murieron como 10 y eso hace 20
años, pero se dice que el enfrentamiento no ha terminado, lo que existe es una
larga tregua en donde se está esperando que los hijos de las dos familias
crezcan. Aclara el Comisario Montoya.
-Además esa relación del El Turco con Berrios no traerá nada bueno,
fíjense que el primero ha asolado varios estados centrales. Tiene armas, dinero
y hombres para cualquier guerra, pelea con El Mayor para que no haya un
grupo hamponil más fuerte que él.
-Ese carajo, no solamente cuenta con las mierdas del narcotráfico, sino con
los seguidores de ese culto de Adoradores de Satán o como sean que se llaman
esos bichitos.
-Por eso es que necesito que se acerquen al tal Berrios, para detectar cual
es su punto débil y exterminarlo.
-Es necesario acabar con ese dúo de joyas, tanto el Presidente, como el
Gobernador están seguros que el día que empiecen los enfrentamientos de los
dos carteles por el control de la distribución de drogas, la guerrita entre El
Turco y El Mayor será un juego de niños. Explica el jefe.
-Ya sabemos que hay que garantizar la vida de El Mayor, seguro que ahora
El Turco lo mandara a matar, también debemos evitar que se escape de la
cárcel ya que seguramente el Cartel de la Montaña lo trataran de utilizar como
punta de lanza de la guerra que quieren comenzar con los del Norte.
-Para eso fue que fuimos creados, para que ningún grupo de esos piense
que pueden llegar a nuestro país a hacer lo que les venga en gana. Finaliza.
El Comisario Montoya se levanta y se acerca a la puerta abriéndola y dice
en voz alta:
-Pasen, adelante, muchachos. Invitando a pasar a varios funcionarios que
se encontraban afuera.
Entran como 10 efectivos de la Inteligencia del DIIP y Montoya nos los
presenta.
Después de los apretones de manos de rigor, Montoya nos hace sentar para
seguir oyendo los planes para evitar una guerra más fuerte en la ciudad, con la
participación de los dos grupos de traficantes.
Ese día nos preparamos para las labores de inteligencia que realizaríamos
en la Facultad de Derecho, pero la tranquilidad no duraría por mucho tiempo
ya que el Cartel del Norte del Continente tratarían de fortalecerse y apropiarse
en las zonas populares en donde existía el Cartel de la Montaña.
Solamente habían pasado dos semanas para que de pronto desde la
Facultad no esteráramos que existía un fuerte enfrentamiento entre los
hombres de El Turco y algunos personeros del cartel de la Montaña, en el
Cerro El Alumbramiento.
Al enterarme salí de allí para poder comunicarme con la casa de Abrigo en
donde seguramente se encontraban Montoya y Ricardo preparando la acción.
Después de varios intentos pude comunicarme con Ricardo, este me dijo
que me fuera lo más rápido hacia la casa de abrigo, detuve una moto taxista y
pude quedarme solamente a una cuadra del lugar que nos reuníamos antes de
los operativos.
Cuando llegue, la casa de abrigo estaba llena de funcionarios que se
aprestaban a los operativos. Por lo poco que me pudo explicar Ricardo, desde
que empezó el tiroteo el Gobernador se había comunicado con el Comisario
Julio Montoya, para que se pusiera a la cabeza del mayor operativo policial
que se realizaría en ese estado.
No solamente participaríamos los Comandos y la Inteligencia del DIIP,
participaría la Brigada Especial de la Policía del Estado, la Policía Científica
también aportaría con su Grupo de Respuesta Inmediata (GRI).
En pocos minutos estaba preparado con mis compañeros, completamente
apertrechado y vestido para el combate.
De allí nos fuimos en carros particulares a la sede del DIIP en donde nos
esperaban las Hummer que nos llevarían al sitio donde se estaban produciendo
los enfrentamientos.
Montoya había insistido que fuésemos bien armados y nos faltaron los
fusiles de asalto AK-47, las pistolas Glock, las granadas aturdidoras y de
fragmentación, Los francotiradores usando el nuevo fusil ruso Dragunov,
Calibre 7,62 mm.
Desde el DIIP salimos casi 300 hombres de los diferentes cuerpos
policiales en casi 30 carros blindados, íbamos con la intención de barrer el
cerro El Alumbramiento. Al llegar a las inmediaciones comenzamos a tomar
posiciones.
Debíamos subir por los diferentes callejones del cerro. Una nutrida carga
de fusiles escuchábamos en la parte alta del sector. Todas las entradas al cerro
habían sido tomadas por los diferentes cuerpos policiales para evitar que los
delincuentes pudiesen escapar.
El Cerro El Alumbramiento tenía un número de 150.000 personas y se
puede decir que era uno de los bastiones del Cartel de la Montaña, este
territorio era repartido por un grupo de milicianos de estos narcotraficantes
muy bien armados.
Nos tocó a los Comandos del DIIP comenzar a subir la zona, acompañados
por la Brigada Especial de la Policía del Estado y los integrantes del GRI de la
Policía Científica, dirigidos por el Comisario Augusto Labastida que nos
cubría la espalda.
Lentamente trepábamos por los múltiples escalones en posición de alerta
ya que nos íbamos acercando a la zona en donde el tiroteo era más fuerte.
Fuimos ascendiendo y tomando posiciones, cuando sentimos que varias
personas venían bajando de la zona en donde se producían los
enfrentamientos.
La sorpresa de ellos fue grande al ver que un contingente fuerte de
efectivos policiales venía subiendo. Los hampones a pesar de la voz de alto
que se le dio hizo que esgrimieran las armas en contra de nosotros, varios de
ellos pudieron disparar tomando posiciones y se produjo un tiroteo entre ellos
y nosotros.
Me situé detrás de una pared y en posición de rodillas dirigí mi AK-47
contra los hampones, ellos disparaban y nosotros les devolvíamos el fuego,
ellos intentaron retroceder pero los efectivos que venían en la retaguardia
dieron la vuelta y varios se situaron desde una parte alta dirigiendo el fuego
hacia los disparos de los delincuentes.
Uno de los delincuentes trata de lanzar una granada pero de una ráfaga en
el pecho, cortó las intenciones del gran carajo ese que se le cae la granada que
explota cerca de sus compinches produciendo dos muertos por los fragmentos
arrojados.
Eso produce confusión en los hampones, continuando el tiroteo por unos
minutos hasta que oímos la voz de rendición de los “narcos”. De una vez son
esposados y llevados hasta abajo donde se encuentran apostados el mayor
número de tropas de seguridad.
Lo más asombroso es la corta edad de los “narcos”, muchos no llegan a la
mayoría de edad y lo triste es que de los dos que fueron abatidos por la
granada que no pudo arrojar su compañero esta un niño que no pasaría de 12
años.
Pero eso no nos amilana, era él o éramos nosotros, dirijo una mirada
indiferente al caído que con el pecho destruido por las balas de mi AK-47 está
tirado de forma grotesca. Lo que pasa por mi mente, es que lo jodi antes de
que me jodiera, ya que no trato de tirar la granada para darnos flores.
De una cosa si estaba consciente y era que no me iba a dejar joder por un
delincuente de esos y tampoco que dañaran a mis compañeros.
Con el tiroteo que había sido de pocos minutos ya los atacantes de los
narcos del Cartel de la Montaña debían estar advertidos que subía la policía.
-Muchachos vamos subiendo con más cuidado estos carajos tienen
granadas y están dispuestos a usarlas. Nos ordenó Ricardo que comandaba los
efectivos de los diferentes cuerpos que ascendíamos para detener el
enfrentamiento que se suscitaba.
Continuamos subiendo mientras los efectivos que nos prestaban la
protección iban tomando posiciones. Al llegar a la zona de combate la
rodeamos para evitar que esos carajos pudiesen escapar.
A los pocos segundos empezamos a dispararles para tratar de que se
rindieran, pero los perros esos no acataron la llamada para que se rindieran, les
enviamos varias granadas de aturdimiento para desconcertarlos pero fue por
poco tiempo que lo hicieron, pero eso nos hizo poder neutralizar a varios.
Eran como 50 tipos que tenían rodeado a los integrantes del Cartel de la
Montaña que se defendían desde dos casas que imaginamos que se
comunicaban.
Nuestros francotiradores que ya se encontraban en la parte alta para tener
mejor visibilidad de la zona estaban tumbando cualquier delincuente de
algunos de los bandos que se pusiese en la mira de sus Dragonov.
A ellos les prestaban protección para que pudiesen realizar cómodamente
su labor los pelotones de la Brigada Especial de la Policía Regional
sabiamente dirigidos por el Comisario Terán.
Desde mi posición pude tumbar a dos hampones más, ya para nosotros eso
parecía que estuviésemos realizando tiro al blanco. Varios de mis compañeros
que utilizaban la letal Mossberg 500 israelí producían serias bajas entre los
carajos esos.
-Ríndanse, hijos de puta. Grito Ricardo tratando de hacerse oír entre el
ruido de las detonaciones.
Pero como que la intención de los “narcos” atacantes era vender caras sus
vidas, veíamos a un grupo de tipos armados con diferentes tipos de
armamentos que pasaban por los antiguos rifles 22, viejas FAL que a pesar de
que eran el brazo armado del cartel no tenían la pericia y el entrenamiento que
podíamos tener nosotros.
Entre los francotiradores y nosotros terminamos dando de baja a todos los
elementos. Ellos se lo habían buscado, por algo Ricardo les dio la voz de alto,
pero no quisieron rendirse.
A los pocos minutos de finalizar el tiroteo, de las casas sitiadas oímos un
grito que anunciaba la rendición de los miembros del Cartel de la Montaña y
fueron saliendo poco a poco un grupo como de quince hombres con las manos
en alto.
-Nos rendimos, no disparen. Volvió a gritar un moreno con la cara llena de
huecos que como que era el jefe de esos tipos.
Nos acercamos armas en alto apuntándolos, mientras otros comandos les
aplicaban llaves de sumisión para llevarlos al piso y poder esposarlos. El
gigante González fue el que esposo al jefe de los sitiados.
-Hay varios panas heridos de gravedad, si no llegan antes ustedes esas
mierdas nos joden chamo. Dijo el delincuente dirigiéndose a Ricardo que
claramente se veía que era el jefe del pelotón.
Juan González con su delicadeza de siempre endureció la sumisión para
hacer callar al hampón.
-Como que chamo, mierda, respeta mal parido. Le dijo, aplicando presión
desde sus casi dos metros y sus 130 kilos de peso de puro musculo.
A mí me toco entrar a las casas y sin bajar la guardia, desarmar los heridos
y al todo estar despejado comunicarle a mi superior para que enviara los
equipos de socorro. Aunque con una simple mirada pude entender que varios
de ellos no durarían hasta la llegada del auxilio por la gravedad de sus heridas.
Con la sensación de haber realizado un buen trabajo bajamos, mientras
otro pelotón y el equipo de rescate tomaban la zona para limpiarla.
En el descenso nos encontramos con el comisario Julio Montoya, que
venía junto a los francotiradores que nos había ayudado desde la parte alta a
disminuir las fuerzas atacantes.
Como siempre Montoya en la línea de fuego, eso hacía que más respeto le
tuviésemos. Seguramente el jefe era uno de los francotiradores que habían
colaborado con nosotros. Con todo y que estábamos con los pasamontañas
puestos, uno se identificaba.
-Felicitaciones, jefe. Le dijo Ricardo al no más verlo y reconocerlo por su
fuerte voz. Nosotros seguimos felicitando al jefe por la limpieza del operativo,
que a pesar de ser contra elementos de alta peligrosidad no había habido bajas
por parte nuestra.
Claro, habíamos sido conducidos sabiamente por la mano sabia de uno de
los mejores policías del país como lo era el Comisario Julio Montoya.
-Gracias, muchachos, pero el triunfo es de ustedes. Respondió.
-Toma Carlos sostenme aquí. Me dijo, pasándome su arma de
francotirador.
-Para que te acostumbres a esta belleza y me arrebató de mis manos el fusil
AK-47. Eso parecía que en mis entrenamientos como Comando se iba a
pronunciar la preparación como francotirador.
A mí me gustaba que el jefe me plantease retos porque eso me haría crecer
en mi carrera de policía.
Al revisar mi teléfono, vi que tenía varios mensajes de mi novia, quien me
reprochaba que tuviera en teléfono apagado.
Al llegar a la parte baja del Cerro El Alumbramiento, me metí en una de
las Hummer para poder hablar con Carmen Cecilia.
-Hola mi amor. Le dije.
-Disculpa que no te haya contestado la llamada, pero tuve que apagar el
teléfono ya que el Juez estaba en una audiencia y estuve con él.
-Verga, llevo todo el día llamándote. Me respondió ella, que con la grosería
que me recibió me di cuenta que estaba muy molesta.
-No te molestes mi amor, sabes que es mi trabajo y no puedo desobedecer
las órdenes de mi jefe. Tratando de ser conciliador, a pesar que al bajarme la
adrenalina del combate notaba el gran cansancio que me estaba llenando el
cuerpo y no me provocaba caer en una tonta discusión de enamorados.
-Al salir de aquí. Voy para tu casa. Hoy ni siquiera he comido. Dándome
cuenta por el ruido de mí estómago, que ya era bien entrada la tarde.
Tenía que ir a la sede del DIIP y después a la casa de abrigo a buscar la
ropa que allí había dejado al vestirme de comando, que muchas veces podía
ser la última vez que me vistiera.
Esa actitud de ella me causo irritación, ya que acaba de arriesgar mi vida y
tenía que contentar a una niñita de papá, que siempre estaba acostumbrada a
ser el foco de la atención.
Me salí de la Hummer y esperé que fuésemos desplegados los efectivos
que habíamos participado en el operativo.
En una hora, ya vestido otra vez de civil, tome un taxi, para dirigirme al
apartamento de mi novia. Subí con pocas ganas de ir, ya que lo que pedía mi
cuerpo era dormir, después del enfrentamiento que había tenido lo que me
preocupaba era comer y descansar.
Toque el timbre del comunicador ya que no había querido aceptar la llave
que ella me había ofrecido, porque no quería que un día en que yo llegase
estuviesen los padres de ella.
-Por fin llegas. Fueron las palabras de la hermosa dama al verme.
-Cuidado con una vaina, Carlos. No te voy a perdonar un cacho. Me siguió
peleando mi novia.
A pesar de que me provocaba enviarla al carajo, Trate de ser conciliador.
Me arrepentí de haber ido, ahora tenerme que aguantar esos regaños por la
desconfianza y no poder decirle que era un policía y no podía estar dando
explicaciones de cada paso que diera, con el fin de que la niñita consentida
dejara la desconfianza.
Yo no podía estar haciéndome responsable de traumas de otra persona.
Parecía fuera de sí. Poco tiempo después descubriría que era lo que la ponía
así.
-Carmen Cecilia, cálmate, déjate de vainas. Coño no te puedo estar
llamando cada cinco minutos. Yo trabajo con el Juez Quintero, es un Juez
Penal, no me puedo salir de una audiencia para que tú no sientas celos. Le
respondí ya llegando al borde de mi paciencia, había estado todo el día
arriesgando mi vida y ahora tener que oír este responso.
-Yo no soy una cabrona para estar tapándote vainas. He visto como la
negra aquella de la Facultad no te quita el ojo de encima. Prosiguió cansona.
-Verga si vas a seguir con esa vaina, me voy pal´ carajo. Estoy cansado, no
he comido en todo el día, por el trabajo. Te venía a decir que fuésemos a El
Lugar a comernos unas pizzas y tomarnos unas cervezas, no para oír este jarta
de vainas que no he hecho y para que busques fantasmas donde no hay nada.
Me defendí.
-Siempre excusas, además hombre no es gente. Seguro que buscas la
excusa del trabajo para andar con mujeres y yo ni me entere.
-Voy a tenerte vigilado y me tienes que agarrar el teléfono cada vez que te
llame. ¿O estas escondiendo una sinvergüenzura?
-Coño Carmen Cecilia, basta, ya esto se pasó. Mejor me voy. Le dije ya
bastante molesto.
-Si te vas es mejor que no vuelvas más, Me afirmó inquisidora.
-Okey no vengo más. Esta bueno ya. Le dije levantándome del sillón que
me había sentado, para irme, cosa que hice, ajustando la puerta con seguridad
para cortar tan ridícula pelea. Dije cortando la discusión.
Llegue a la puerta de salida del edificio, que estaba cerrada, pensando que
ella por lo menos tendría la amabilidad de abril desde arriba, pasaron varios
minutos y nada que abría la puerta, entonces tuve que tocar en el apartamento
de abajo y pedir que me hiciesen el favor de abrir la puerta para poder salir.
-Verga esa coña está loca. Fue lo que pensé y me dirigí a El Lugar, aunque
con la discusión que había tenido el hambre no se me había pasado.
Vi la hora que eran y por lo oscuro que era, pude notar que ya comenzaba
la noche, llegué a la pizzería, me senté en la barra. Pedí una cerveza a pesar de
que no había comido nada en todo el día.
-Quinterón; así se llamaba el encargado del negocio; dame una pizza
familiar, que cargo bastante hambre. Dije tratando de bromear para disimular
el mal humor que me embargaba.
-Tranquilo Carlos, ya te la mando a sacar, te sirvo otra. Verga como que
tienes más sed que hambre, hermano. Me contesto también bromeando.
Me sirvió la segunda cerveza y mandó a prepararme la pizza.
Yo me fui a sentar en una mesa para no descubrir mi mal humor. Además
quería pensar, ya que no me había gustado para nada la reacción de mi novia.
Con todo lo que yo tenía, el riesgo de mi carrera de Comando de Operaciones
Especiales, mis estudios, el no acudir siempre a clase por mis entrenamientos
y operativos, ahora tenía que lidiar con una mujer tremendamente celosa.
Ahora al pasar el tiempo, 20 años han transcurrido, pienso que a pesar de
que me pegó en ese tiempo la separación con la bella dama, con la madurez
que me ha dado la vida, reconozco que la vida con ella hubiese sido un
verdadero infierno, además de que lo que descubrí no era muy sano con la
vida de integrante de un grupo táctico.
No puedo negar que con Sonia, la vida marital ha sido mucho más
llevadera y muy especial. No lo puedo dejar de reconocer.
Con el sabor amargo de la discusión, comí tratando de alimentarme bien
por todas las energías que gastaba en los entrenamientos y en mi carrera como
miembro del DIIP.
Llegué a la casa y me encontré que Alejandro y Federico estaban en la
cocina tomando café.
¿Qui hubo? Dijeron los dos al unisonó.
-Jodio, pero aquí. Les respondí, tratando de hacer lo que realice ante
Quinteron, ocultar el mal humor que me cargaba la discusión con la que no
sabía si era todavía mi novia.
Estuve con mis amigos conversando sobre el operativo un rato y me fui al
cuarto a dormir, después de la discusión con Carmen Cecilia había apagado el
teléfono, para no seguir oyéndola en su malo humor y en su desconfianza, no
quise prenderlo para no seguir con la misma vaina.
Me desperté temprano al otro día y acudí al polígono donde practicábamos
para hacer mi entrenamiento de las tácticas de intervención policial, que
teníamos que estar bastante familiarizados para reaccionar instintivamente en
los operativos que nos tocaban realizar.
Practicamos dominio de la habitación, neutralizar la amenaza y la escala
del uso de la fuerza, control del personal y de la situación, registro de bajas y
heridos, clasificación de personas, como hacer las detenciones,
desplazamientos de equipos de intervención; avance vigilad, columna-sigiloso,
línea, zig-zag.
Pase toda la mañana entrenando con las técnicas mencionadas. Bastantes
balas gastamos en los entrenamientos de tiro de combate, un elemento
catalizador de la molestia que la discusión con Carmen me había provocado.
El Comisario Montoya nos decía que debíamos dejar en la casa los
problemas, por eso era que él prefería que los Comandos fuéramos hombres
solteros. Teníamos que estar despejados ya que podíamos dañar un operativo,
si teníamos la mente puesta en cualquier problema personal.
Claro la mayoría de nosotros éramos solteros, pero por ser solteros no nos
dejaban de gustar las mujeres y de una u otra forma teníamos alguna relación
con alguna mujer y mujer que no jodía era un Toyota.

CAPITULO VI

Al terminar el entrenamiento de tácticas policial y tiro de combate, el


Comisario Montoya nos invitó a una reunión en la casa de abrigo, sitio donde
al jefe le gustaba reunirse por la discreción del lugar, ya que quedaba en un
sitio solitario.
Llegamos poco a poco la mayoría de los que habíamos pasado la mayoría
entrenando. En su oficina nos esperaba nuestro jefe acompañado de Ricardo
Millán, el jefe de la Brigada especial de la policía del estado y el Comisario
Labastida; el jefe del GRI de la Policía Científica.
-Muchachos, los traje acá con la intención de decirles que de hoy en
adelante trabajaremos en unión con la gente de las policías del Estado y la
Científica. Existirá un mando unificado en donde estaremos los comisarios
Terán, Saavedra, Estévez y yo. Anunció el jefe.
-Debemos hacer más operativos y ser más severos, en esos operativos
nosotros matamos gente, eso es una realidad. Pero que matamos gente
inocente eso es falso, completamente falso. El hampa tiene armas modernas
muchas veces y no dudan en usar de escudos a personas de su comunidad.
- Fíjense que se insertan en las comunidades, creando sus conchas en los
mismos barrios o cerros en donde se meten esos hijos de puta, debemos
endurecer las penas contra esas mierdas, en eso está el Presidente en
conversación con el Poder Judicial para sancionar penas con más
contundencia.
-Esto que estamos realizando, los operativos contra la gente de los carteles
es una política presidencial que tiene que ver tanto en el área de nosotros,
como por parte del Poder Judicial. No se puede permitir tanta impunidad y que
estos carajos en sangrenten las calles como lo han hecho.
- El Presidente hizo una propuesta al Poder Judicial para doblar las penas
de quienes poseen, llevan, comercializan ilegalmente y trafiquen droga y
armas de fuego.
-Haremos operaciones puntuales con objetivos claros, en sitios concretos,
contamos de todo tipo de tecnología, incluso drones. Sugiere.
-Sabemos que no vamos acabar completamente con esas mafias, pero por
lo menos les quitaremos poder.
-El presidente nos ordenó que aumentáramos nuestras escoltas ya que la
guerra será cruenta, pero nosotros seremos los que estamos entrenados y
preparados para esa guerra. Prosiguió.
-Se harán varios operativos nocturnos para atacar a estos hijos de perra.
Así que este fin de semana en la madrugada caeremos en varias guaridas de
estas sarnas.
-Acabaremos con El Turco y con lo que queda de la banda de El Mayor,
que tenemos información que se están preparando para seguir con la guerra, a
pesar de que su jefe está en buen resguardo en la cárcel.
-Él nos informó que contaremos con todos los recursos para exterminar
esta guerra de estos mal paridos. Me dijo que llegaría al país en los próximos
días un lote de armamento para mejorar las condiciones de nuestros efectivos.
-Llegaran una cantidad importante de pistolas para uso de las fuerzas de
Operaciones Especiales, ya que siempre hemos considerado que su uso por
parte de nosotros, es importante por proporcionar defensas a distancia cortas
con una discreción casi total, ya que la discreción en escenarios en donde
tenemos que trabajar, debe hacerse entre armas silenciosas.
-Traeremos un lote importante de pistolas automáticas rusas Makarov
estándar, que dispara munición 9x18 mm con un silenciador extraíble
tradicional, pero también dispone de una voluminosa cámara de expansión que
envuelve el tubo perforado. Esta arma es utilizada por las unidades de elite
Spetznaz.
- El Presidente me informó de la llegada de 1000 fusiles 'Tochnost';
Precisión; su alcance de tiro es de más de 2 km, para cartuchos de 7,62 y 8,6
mm.
-También prometió nuestro Primer Mandatario que no más salga de la
fábrica el fusil AK-400, que es mejor que los actuales y más modernos AK-74
y AK-12 en términos de precisión y dispersión de balas, comprará para los
grupos de Operaciones Especiales tanto militares como policiales este tipo de
fusil.
-El AK-400, tendrá una medida de 940 milímetros y pesara solamente 3
kilogramos, contara un 'seguro' especial de disparo para que se disparen las
balas solo cuando se apriete el gatillo y una culata retráctil telescópica que
servirá para bajar en pocos segundos el tamaño del rifle, para un uso más
cómodo, tanto desde el interior de vehículos o para ser ocultado bajo la ropa.
Tiene un riel Picatinny, que es un accesorio que permite el montaje de mirillas
telescópicas, apuntadores láser o linternas, entre otros. Explica.
-Contaremos con drones, que harán más fácil el trabajo de Inteligencia y de
esta manera nuestros hombres no tendrán que arriesgarse tanto, pues desde las
sedes de nuestros cuerpos podrán hacer el trabajo de Inteligencia que
realizaban anteriormente desde las calles. Claro pero no por estas
modernidades dejaremos de patear las calles. ¿Verdad Saavedra? Pregunta
Montoya dirigiéndose al jefe de Inteligencia del DIIP.
-Tienes razón colega, Interrumpe el Comisario Saavedra.
-Ya están aquí, miembros del país que le compramos los drones para
ayudarnos en su uso y preparar a nuestra gente en su manejo, no se irán hasta
que los nuestros sean unos expertos en el manejo de estos instrumentos.
Afirma.
-De todos modos tenemos gente en la calle que nos informa sobre estos
carajos y queremos en poco tiempo neutralizar al tipejo ese que apodan El
Turco. Prosigue Julio Montoya.
-Donde este esa mierda, tenemos intención de no entromparlos con un lote
grande de Comandos. Tenemos pensado situar en las cercanías francotiradores
para acabar con esa mierda, ya de una vez por todas.
-Situaremos los francotiradores así pasen semanas con la intención de
tumbar a El Turco, así pasen semanas esperando, será una manera quirúrgica
de acabar con esa verga, sin riesgo que caiga alguno de nuestros hombres.
Pero hay que exigirles que se entreguen y si oponen resistencia no habrá más
lugar que disparar.
-No solamente a El Turco, sino a sus lugartenientes, para evitar que
después cuando muerto el perro se acabó la rabia, se difunda en varios grupos
que después terminen enfrentando.
-Perdón Comisario. Interrumpe el Comisario de la Policía Científica. Eso
producirá confusión en las filas de los delincuentes.
-La sorpresa de no saber de dónde viene el tiro los volverá mierda.
Concluye.
Al salir de la reunión que pude prender el teléfono, de una vez me entró
una llamada y era la persona que no pensaba que llamaría, Carmen Cecilia.
-Hola mi amor. ¿Mucho trabajo? Te he llamado varias veces, pero tenías el
teléfono apagado. Imagine que estabas en una reunión con el Juez Quintero,
por eso no quise molestar. Si te desocupas para la cena, te agradezco que pases
por aquí, así que te espero. Compre la cerveza que tanto te gusta. Chao.
Concluyo mi novia dejando sorprendido después del vaporón de ayer en la
tarde.
Con todo y que me sorprendió esos cambios en su estado de ánimo, me
dije:
¿Que estará planeando? ¡Mujer al fin y al cabo!
-Dentro de poco me desocupo y al terminar paso por tu casa. Le dije,
todavía sorprendido de que estuviera mansa como un corderito. Después
notaría que eran los cambios de carácter de ella y que lo producía.
-Te espero para que me invites a comer para la cena en la Calle del Hambre
o al Lugar. Si quieres me llevas a ese lugar del que me has hablado tanto. Me
dijo.
-Okey, Carmen Cecilia, espera a que salga. Le señale recordando lo
sabroso que se comía en ese bulevar en donde podías encontrar los mejores
platos de gastronomía de la ciudad, toda la comida rápida que podrías buscar
la conseguías en casi dos cuadras de pequeños restaurantes.
Al terminar la reunión tome un taxi para buscar a mi novia que como que
ya se le había pasado la rabia. ¿Bueno, pero quien entiende a las mujeres?
Imagino que a ellas les pasa lo mismo con nosotros.
Cuando me abrió la puerta ella se abalanzó a mis brazos y en ese momento
me imagine que ya la tormenta había pasado.
Esa noche fue de lo más normal y terminamos yendo a El Lugar y después
de varias cervezas, nos hicimos mil promesas de no volver a pelear y
caminando por las calles húmedas y frías de la ciudad; abrazados; terminamos
en el apartamento de mi novia haciendo el amor hasta quedar demasiado
agotados hasta el otro día que nos fuimos juntos a la facultad para un día
nuevo de estudios.
En la tarde, usando mí cobertura de ayudante del Juez Quintero; que
después supe que era Asesor Jurídico del cuerpo policial e intimo amigo del
Comisario Montoya y de mi amigo Ricardo Millán; me dirigí a la casa del
abrigo en donde se planificaban las estrategias para los próximos operativos
que se realizarían en contra de los carteles.
Me entere por boca del mismo Julio Montoya, que para el fin de semana se
tenía previsto establecer una vigilancia férrea sobre las conchas de los
delincuentes para poder realizar los exterminios de los hampones que estaban
ensangrentando las calles de la ciudad.
Esa tarde antes de retirarnos Julio me dijo que acompañaría en la primera
semana junto a él para poder anunciar a los francotiradores el momento en que
con tiros selectivos empezaran a eliminar estos objetivos que tanto daño le
estaban haciendo a la ciudad.
Lo que si fue claro y tajante Ricardo, que cuando tuviéramos los objetivos
precisos y los tiradores en su mira, se les enviaría un mensaje para que se
rindieran, pero si resistían no había más manera que eliminarlos.
Llego la noche del viernes, con la excusa de que me iba de viaje a visitar a
mi familia me ausente del apartamento donde vivía , me acerque al edificio
abandonado en donde se procedería a vigilar una de las conchas de El Turco y
su banda.
Esta vigilancia férrea era con el fin de lograr ubicar la mayor cantidad de
miembros de esa banda y poder detenerlos y si no aceptaban la voz de
rendición, no quedaría más remedio de darles de baja.
En el edificio abandonado que ya había sido acondicionado por la logística
del DIIP, nos situamos diez efectivos y tres francotiradores. Contábamos con
lo mejor del armamento para este tipo de comunicaciones, con un telescopio
de alto alcance, binoculares, comida para varios días. El fin de semana pasaría
lento ya que no podíamos contar ni con un televisión ya que la vigilancia tenía
que ser la más férrea posible. De vaina podíamos leer en nuestro tiempo de
descanso.
Nos situamos en la ventana tres hombres que vigilábamos la zona, para
evitar sorpresas y saber que estaba pasado en la concha de los delincuentes.
Todo el día pudimos ver como entraban y salían personas, pero tras
someterlos al reconocimiento facial pudimos ver que no era piezas importantes
del hampa.
Lo que si pudimos ver fue la entrada de varias mujeres muy arregladas;
quizás damas de compañías; que denotaban fácilmente la posibilidad que
fueran de visita para varios hombres que no se dejan ver.
Pudimos ver la llegada de varios vehículos que seguramente llevaban
logística para que los perros esos se pudiesen mantener en la concha. Los tipos
que llevaban la logística miraban con inquietud los alrededores, sin imaginarse
que nuestra vigilancia era desde el edificio que estaba a una cuadra.
Pasarían varios días para que pudiésemos ver algo que pudiese determinar
que hubiese enconchado algún elemento importante del hampa.
Llevábamos días sometiendo a reconocimiento facial las fotos de los que
entraban y salían de las conchas. En ese momento vimos a un tipo que el
reconocimiento fácil nos arrojo que era La Pulga uno de los cabecillos de la
banda de El Turco.
La joya esa estaba solicitada por secuestro y sicariato, siendo su mejor
tarjeta de presentación un secuestro de una dama con su asesinato al ver que
tardaban en pagar el rescate. El tipo estaba en “los más buscados” de la Policía
Científica.
Durante varias horas lo vimos salir primero con desconfianza, pero al rato
vimos como poco a poco bajaba la vigilancia. La Pulga cada vez que salía, lo
hacía custodiado por dos sujetos que por el reconocimiento facial arrojaba que
eran dos delincuentes de poca monta que ahora eran los guardaespaldas del
delincuente ese llamado La Pulga y que iban ascendiendo de las filas de El
Turco.
Pasaron varias horas en donde los francotiradores se pusieron en guardia
para dar de baja a estos hombres que con su actuación ensangrentaban las
calles de esta ciudad.
-Precisión Uno, alerta. Dijo el primer francotirador.
-Le habla Precisión Dos. Mi objetivo está en la mira. Respondió el
segundo tirador.
-Tercer Precisión, en mira. Completo el tercer francotirador anunciando el
objetivo en la mira.
-Disparen. Les ordenó Ricardo.
Los tres tiradores dispararon y los que mirábamos los objetivos vimos
como una bala impactaba en la cabeza de La Pulga y sus guardaespaldas.
Al verlos caer; Ricardo; enfoco a cada uno de los caídos, diciendo:
-Ya están muertos, se me olvido darles la voz de alto. ¿Pero para qué? Esos
carajos no se iban a rendir y se iba aprender tremendo tiroteo.
-Ahora retirémonos muchachos antes que los carajos que quedan empiecen
a recorrer la zona para ver de donde salieron los disparos. Dijo Ricardo.
De una forma ordenada salimos del viejo edificio y nos montamos en los
carros civiles que nos esperaban para sacarnos de ese sitio.
-Listo; Dragón; trabajo concluido. Informó Ricardo a nuestro jefe Julio
Montoya, que estaba muy pendiente del desenlace del operativo.
A los cuatro días participamos en un tremendo operativo con la intención
de ubicar al carajo ese de Berrios en una de las conchas que Inteligencia nos
había informado que se encontraba El Turco, pero que cuando irrumpimos no
se encontraba.
En la cima de un cerro de un barrio en donde era territorio de esta mafia se
encontraba la concha. Llegamos por el aire un grupo de 20 Comandos del
DIIP, en donde nos encontrábamos Montoya, Ricardo y yo en un helicóptero.
En posición para que la maniobra el helicóptero nos ayudara en el
descenso, bajamos por las cuerdas. Como era de imaginarse Julio Montoya
descendió primero, después Ricardo, yo no me quise quedar atrás y me
impulse agarrado de la cuerda, cuando llegue al piso vi que ya todos
estábamos en una pequeña meseta despejada del cerro muy cercana a donde
estaba la concha.
Avanzamos colocando la carga de Primacord en la pared de la casa,
arrojamos las granadas deslumbrantes, al mismo tiempo que las arrojábamos
Julio pulso el botón y con una gran cantidad de escombros se derrumbó la
pared, dejando un gran hueco por donde entramos.
Lo poco que recuerdo; es que han pasado muchos años y un montón de
operativos en los cuales participe; es que entramos dirigidos por Montoya con
nuestras armas apuntando los posibles objetivos.
El mío fue un flaco moreno y desgarbado armado de una gran pistola, que
después vi que era una Browning HP a quien le hice dos disparos que le
impactaron en la cara, rápidamente dirigí mi mirada hacia el perímetro y vi
como Julio y Ricardo habían dado de baja dos tipos más.
Observé desde mi posición que otros comandos arrodillados disparaban en
contra de tres bandidos que nos trataron de hacer frente.
Vi como uno de los delincuentes gritaba:
-Me rindo, me rindo. Pero al mismo tiempo dirigía su arma hacia nuestro
pelotón y entonces el Comisario Montoya rápidamente le disparo tres tiros que
lo enviaron rápidamente al infierno.
Nos acercamos a los caídos alejando las armas de ellos, gesto tonto, ya que
a todos les habíamos dado baja.
-Todo despejado. Grito Ricardo.
-Si todo despejado. Le respondió Julio Montoya.
Al revisar la casa, no se encontraba Berrios como ya lo esperábamos.
Teníamos la certeza que el carajo ese no sería fácil de atrapar.
Lo que si estábamos claros era que íbamos a apretar la tenaza y tarde o
temprano el gran carajo ese caería.
Pero los acontecimientos no cesarían, luego nos enteraríamos que al Mayor
le había hecho un atentado en la cárcel y de vaina no lo habían matado. No
más llegó trató de oponerse a la autoridad del delincuente que mandaba en la
población penal y lo trataron de matar y no era que el tal Conejo, que se la
daba de mandamás en la cárcel la dominase completamente.
El recinto penal estaba dividido por dos pabellones en donde liderizaban en
cada uno los dos carteles, pero el Conejo era el que tenía mayor cantidad de
penados entre sus hombres. Desgraciadamente El Mayor cayó en el pabellón
en donde estaba este hampón, después de salir de la enfermería herido de dos
puñaladas que le dio el mismo Conejo, las autoridades decidieron encerrarlo
en el otro pabellón en donde eran recibidos con beneplácito los miembros del
Cartel de la Montaña.
Las autoridades del penal establecerían una vigilancia férrea para evitar
que se produjera un enfrentamiento, pero no pasaría mucho tiempo en que las
dos facciones se retarían.
Mientras tanto nosotros nos seguíamos entrenando, cuatro veces a la
semana corríamos ocho kilómetros diarios, acompañados de una fuerte rutina
de calistenia. Luego de eso cuando aparentemente estaba en el trabajo del Juez
Quintero, practicábamos tiro. Los hacíamos relajados y bromeábamos entre
nosotros. Nos dirigíamos a la armería y agarrábamos nuestras AK y nuestras
pistolas Glock , dirigiéndonos al polígono a practicar en varios supuestos que
se podían dar.
El entrenamiento era evaluado constantemente. Una semana de instrucción
común de lunes. Martes, jueves y viernes que constaba de 60 minutos del
acondicionamiento físico como ya dije, entrenamiento para Fuerzas Especiales
y de Contraterrorismo, además dos horas para evaluar lo entrenado.
Los lunes y jueves se realizan ejercicios de endurecimiento físico por 90
minutos, debíamos ser capaces de golpear hasta 300 veces al día un saco lleno
de polvo de metal con manos, puños, codos, rodillas y pies. Asimismo, deben
poder romper con la cabeza piezas de madera, botellas y ladrillos; golpear
paredes o árboles hasta 500 veces
Julio Montoya nos dirigía, participando en los ejercicios. Un día insistió
que nosotros debíamos estar preparados para un escenario de toma de rehenes,
tanto en aviones, buses, en un banco o en una casa.
Teníamos que ganar tiempo para prepararnos, pasar a la ofensiva en el
momento en que los secuestradores estén relajados o cansados, hacerlo por
sorpresa y con abundante uso de explosivos y emplear tiradores rápidos.
Nos llevo a un campo en las afuera de la ciudad, bastante retirada de
espacio poblado, para hacer estos entrenamiento de toma de rehenes.
Practicábamos frente a una pantalla el tiro y la puntería o la visión
nocturna, ya sea de forma individual o por grupos.
Tras el entrenamiento virtual, pasábamos al adiestramiento en campos de
tiro una representación casi real de un poblado, formado por ocho
construcciones, entre las que se encuentran varias casas sencillas de planta
baja, una edificación de varios pisos.
Entrenábamos en amenazas de francotiradores, rescate de rehenes o auxilio
de autoridades civiles, eran los ejercicios que realizábamos en este lugar
bastante apartado, para practicar los combates con armas y fuego real.
Practicábamos con los supuestos de inconvenientes de muchos civiles entre
dos fuegos, secuestradores ocultos en diferentes sitios, armados con armas
cortas, con armas largas o con explosivos.
Nuestros disparos tenían que ser rápidos ya que no nos enfrentaríamos a
hombres que se rendirían fácilmente, debíamos interrumpir en el escenario con
fuerza.
Llegábamos al escenario corriendo 1000 metros en carrera rápida, mientras
dos francotiradores se encontraban ya en el campo en posición.
Los demás miembros de la unidad nos ocultábamos detrás de un camión y
Julio Montoya observaba los mapas de los edificios que tomaríamos en donde
en cada entrenamiento cambiaba.
Montoya a la cabeza del pelotón llegaba a la puerta de la edificación en
que actuaríamos, soltaba el AK y colocaba el explosivo en la puerta con
adhesivo, alejándose como tres metros.
La puerta fue arrancada por el explosivo y González hizo la entrada con
Montoya y el pelotón pegado a sus talones. Entramos y estaban las figuras de
seis secuestradores con cuatro rehenes.
Montoya alzó su AK y disparo dos veces al muñeco secuestrador que
estaba a su derecha, Ricardo le disparó a otro de los secuestradores en la
cabeza, yo dirigí mi ráfaga al pecho del que estaba más alejado y tres
comandos también dirigieron sus armas, dando cuenta con rapidez de los
secuestradores en tan solo en diez segundos.
En el primer entrenamiento Julio Montoya no quedó muy satisfecho, decía
que teníamos que realizar la acción de siete segundos.
Entre las numerosas destrezas debíamos tener era la escalada de paredes de
ladrillo hasta una altura equivalente a un sexto piso, o el dar alcance a
objetivos a una distancia de 100 metros desde un carro en movimiento a una
velocidad de 60 kilómetros por hora.
Debíamos ser capaces de correr portando equipamiento pesado a lo largo
de cinco kilómetros en menos de 25 minutos, hacer 100 flexiones de pecho en
60 segundos, realizar 20 dominadas en barras fijas, 100 sentadillas, lanzar
granadas a una distancia de 50 metros y completar una carrera de obstáculos
de 400 metros de largo en un minuto y 45 segundos.
Pero volviendo a mi relación con Carmen Cecilia, después de la pelea que
habíamos tenido, no se habían suscitado más ningún enfrentamiento. Todo era
amor entre ella y yo. La calma precede las tempestades más fuertes.
Yo le explicaba que tenía mucha responsabilidad en el trabajo con el Juez
Quintero y por un tiempo ella me aparentó que lo entendía.
Paso el tiempo y yo termine de estudiar el Primer Año de Derecho, puedo
decir que mis calificaciones fueron buenas, lo que más me animaba era que en
ese año podía decir que me había rendido en mis estudios. Mi familia estaba
satisfecha.
Un buen día finalizando ya el año de estudios y un poco más de mi ingreso
en los Comandos del DIIP, el Comisario me llamó y me dijo que ya era justo
que me tomara tres semanas de vacaciones, que igual que yo lo harían varios
de mis compañeros, que pensaba sacarnos a todos de vacaciones en grupos.
-¿Imagino que iras a tu casa? Me preguntó conversador.
-Sí, Comisario. Le dije. Pasare en mi casa una semana y después iré a
visitar a mi novia en el estado occidental, donde vive con su familia.
-Me alegra Carlos que te relajes y descanses, no dejes de entrenarte
físicamente y no abuses ni con la comida ni con el alcohol ya que siempre
debemos estar actos para cualquier acción. Si abusas y no entrenas, cuando
regreses la adaptación será más dura.
Conversamos un buen rato más sobre los operativos y me levante de la
silla despidiéndome, estrechando la mano del famoso Comisario Julio
Montoya.
A pesar de que me animaban las vacaciones, sentí nostalgia por ausentarme
de este Equipo Táctico que era mi vida.
Pase por la oficina de Ricardo para despedirme, aunque era viernes y hasta
el lunes no viajaría, quería participarle a Millán que saldría de vacaciones.
-Me saludas a Patricia. Me dijo mi mentor en el DIIP.
-Dile a Carmen Cecilia que me acepten tu y ella, tomarnos unas cervezas
mañana. Yo invito participó mi amigo.
-Claro hermano para mi será un placer….

CAPÍTULO VII

Nos reunimos con Ricardo para aceptar su invitación, recuerdo ese día
como si fuera ayer. Cuando ella y yo llegamos a un Bodegón llamado El
Mesón de Madrid, una excelente Tasca-Restaurant, ya Ricardo nos estaba
esperando y cuál sería la agradable sorpresa que junto a él estaba mi jefe el
Comisario Julio Montoya.
Parecía otra persona, relajado, calmado, sin esa actitud tan seria que le
caracterizaba, al verlo pude notar que en mesas alrededor de la que ocupaban
se veían personas que note; olfato policial, que eran miembros de sus escoltas.
Pero su presencia me causo un gran efecto, le tenía respeto y afecto.
Él con su don de gente y caballerosidad se acercó a nosotros y le tendió la
mano a mi novia diciendo:
-Carmen Cecilia, eres más bella de lo que Carlos me había descrito, se
quedó corto.
-Me tome la libertad de decirle a Ricardo que los invitara, como una
muestra de cortesía hacia Carlos por varios favores que me ha hecho
trabajando con mi amigo el juez Quintero. Continuó.
-Permítame presentarme, mi nombre es Julio Montoya. Tendiéndome la
mano caballerosamente a mi novia.
Luego se dirigió hacia mí y en el mismo tono amable comentó:
-Me alegra, Carlos, que hayas aceptado la invitación. Gracias por venir.
Estrechando mi mano.
-Hoy quise compartir con ustedes y con tres amigos más a los cuales les
debo mucho.
Como si hubiesen oído lo que el Comisario decía hicieron su entrada
Alejandro, Federico y Juan González, que estaba elegantemente vestido con
chaqueta y un swetter cuello alto.
Se acercaron a la mesa y después de la presentación de rigor, ya que
Carmen Cecilia no conocía a Juan. Tomamos asiento.
A los pocos segundos se acercó un mesonero a tomar los pedidos. El
Comisario con su caballerosidad de costumbre le dijo a Carmen Cecilia:
-Por favor, señorita, déjeme recomendarle un vino tinto muy bueno que
nos obsequia la casa esta noche. Invitó recomendándole a mi novia un
excelente caldo, dándonos cuenta que nuestro jefe era un experto en el tema.
-¿Ustedes amigos que desean tomar?
Tomo el pedido el mesonero y al momento llegó con las bebidas.
-Brindo por este encuentro y porque no sea el último.
Puedo recordar que esa noche fue muy agradable y compartimos con
nuestro jefe, disfrutando su amabilidad y don de gente. Lo que si no sabíamos
era que dentro de poco el Comisario Julio Montoya estaría entre la vida y la
muerte.
La mañana siguiente Carmen Cecilia y yo nos dirigimos al aeropuerto
donde cada uno tomaría diferentes aviones para dirigirnos a nuestras casas.
Nos despedimos con nostalgia, ya que desde que habíamos comenzado
nuestra relación no nos habíamos separado.
Llegue al comenzar la tarde a mi casa. Tenía varios meses que no veía a
mis padres y a mis hermanas.
Me abrazaron no más entre a la casa y se notó que mis dos hermanas;
Patricia y Elena estaban esperando desde la ventanas porque no más llegue, de
una vez salieron a recibirme.
Entre con cada una de ellas colgada de mis brazos al estar de la casa en
donde se encontraban mis padres: el Dr. José Luis Carrero y su esposa la Dra.
Inés Patricia de Carrero.
Mi padre como siempre, como si acabase de salir del bufete donde
trabajaba; en traje y corbata, mi madre que aunque estaba en la casa se había
vestido elegantemente para recibir a su hijo al cual tenían varios meses que no
veían.
Pasamos una velada familiar bastante entretenida. Mi madre me tenía
preparado un almuerzo como a mí me gustaba.
Muchas preguntas tenían que hacerme mis padres, querían saber cómo me
estaba yendo en el Primer Año de Derecho.
Por su puesto no les dije que pertenecía a una unidad de elite del DIIP, uno
de los mejores cuerpos policiales del país y que pensaba hacer carrera en la
Dirección de Inteligencia e Investigación Policial.
¿Cómo es tu novia? Pregunto mi hermana Patricia.
Es muy bella. Le dije sacando una foto de ella de mi cartera.
Cuando hice ese movimiento, se notó el arma que llevaba en la cintura a
pesar de que no me había quitado la chaqueta que cargaba.
Mi madre con ironía dijo:
-Hijo de tigre, sale pintado.
Yo algo apenado porque hubiesen visto por un descuido mi arma. Trate de
llevar la conversación hacia mi novia y para que la curiosidad de mis
hermanas con sus preguntas olvidara a mis padres sobre el arma que me había
asignado mi jefe el Comisario Julio Montoya.
-Hijo déjame ver el arma que tienes. Pidió mi papá.
Extraje de mi cintura la pistola Glock 18, le saque el cargador y eyecte la
bala que tenia, pasándosela por el cañón.
-Excelente trabuco. Observo José Luis Carrero, buen conocedor del arma
que observaba. No era la pistola de un cualquiera, era la pistola de un
Comando.
-Muy bonita. Continuó.
-¿Esta Legal? Pregunto.
-Claro papá. Le respondí le enseñe el carnet que me había dado el
Comisario Julio Montoya.
-Claro hijo, era de imaginar. Ya me dijiste por teléfono que trabajas para un
Juez Penal muy importante.
Mi mamá interrumpió la conversación entre los dos, preguntando:
¿Nos tomamos un trago antes de almorzar?
Todos respondimos al mismo tiempo y mis hermanas Patricia, Elena y mi
madre se dirigieron al bar para servir los tragos.
-Muy bonito trabuco, el arma de un experto. Comentó mi padre,
mirándome fijamente.
Pero con su inteligencia nata, hizo una finta diciéndome:
-Ya te enseñare la última que compre. Afirmó, levantándose y se dirigió a
su despacho para volver casi al instante con una hermosa pistola Bereta 380.
-Esta preciosidad no se le queda atrás a la mía. Bueno de quien aprendí el
buen gusto por las armas y por las mujeres.
- Tienes razón, tu mamá está cada día más bella y cuando compre esta
pistola trate de escogerla con mucha sabiduría. Mejor que cuando escogí a tu
mamá.
-Tú también escogiste acertadamente las dos veces, hijo. Me aclaró,
soltando una carcajada.
Conversamos sobre las armas y corto rato después llegaron las mujeres con
los tragos.
Nos tomamos dos rondas más mientras yo les contaba sobre mis estudios y
sobre Carmen Cecilia, hasta que pasamos al comedor para almorzar.
Pase una semana disfrutando de la compañía de mi familia, fueron días
muy sabrosos que a pesar del tiempo transcurrido, todavía los recuerdo
completamente.
En estos tiempos, ya llegando al final de mi carrera policial, me desconecto
completamente de todos mis problemas volviendo a casa y compartiendo con
mis padres que todavía se encuentran en perfecta condiciones a pesar de sus
edades y con mis hermanas.
Comparto con ellos cada vez que mi trabajo y el de Sonia lo permiten. Las
navidades y el año nuevo los repartimos entre la familia de Sonia y la mía.
Cuando nuestros trabajos nos lo permiten.
Lo que sí puedo notar de Patricia es que a pesar de que tiene dos hijos y
muchos años de casada, la tristeza se ve reflejada en sus ojos.
Puedo meter la mano en la candela para asegurar que si Ricardo fuese el
hombre que hubiese escogido mi hermana su vida fuese de otra manera. Pero
que pude hacer yo para cambiar algo, en alguien que no quiere cambiar.
A la semana siguiente, me dirigí al estado de Occidente para visitar a mi
novia. Puedo recordar una anécdota que me da risa recordarla. Cuando llegue
al aeropuerto, me acerque a una línea de taxis para que me llevara a un buen
hotel; ya que quería que cuando le avisara a mi novia de mi llegada, yo
estuviese ya ubicado para de esa manera no molestar.
Le dije al taxista que me llevara a un hotel cómodo y tardo como media
hora llevándome por toda la ciudad hasta conducirme a un lujoso edificio en
donde alquile una habitación que llenó todas mis expectativas.
Después descubriría que el hotel no quedaba muy lejos del aeropuerto y
que el taxista me había dado tremendo paseo, quizás con la intención de cobrar
caro al ingenuo turista, ya que a pie hubiese podido llegar cómodamente a mi
nuevo alojamiento.
Pase una semana inolvidable acompañado de mi novia y sus familiares,
pero lo que si fue que empecé a notar de parte de Carmen Cecilia de unos
celos exagerados y cambios imperceptibles en su humor.
Conocí a una prima de ella y en los días que estuve, no hizo otra cosa que
pelear porque a las supuestas primas; decía; que le había gustado. Por eso
fueron unos días inolvidables ya que me hicieron pensar que como que yo
había escogido muy bien.
Esa semana varias veces me comunique con Ricardo, quien me pudo
comunicar que las cosas en la ciudad estaban candela, ya que la guerra contra
los dos carteles seguía.
Pasarían varios días en donde me llegaría la funesta noticia que mi jefe, el
Comisario Julio Montoya, había sufrido un atentado que lo mantenía al borde
de la muerte.
Ricardo me llamó y me comunicó que esa misma tarde nuestro jefe cuando
salía de su casa había sido ametrallado, sufriendo heridas que lo mantenían al
borde de la muerte.
De una vez arme viaje para la ciudad, porque si nos habían golpeado
debíamos devolver el golpe con más contundencia.
Le dije a Carmen Cecilia que el socio de mi jefe; el Juez Quintero, que era
Julio Montoya; había sufrido un atentado y yo debía dirigirme a mi trabajo por
lo que el Juez necesitara.
Pero como era de imaginar, mi novia, armaría tremenda pataleta, cosa que
no me importó, estaba furioso, ansiaba llegar a la ciudad y activarme para
vengar lo que le había hecho a mi jefe.
En poca horas de viaje y me encontraba sentado en una reunión de
emergencia en la casa de abrigo que era dirigida por el Inspector Ricardo
Millán, quien nos informó que nuestro jefe se encontraba luchando entre la
vida y la muerte, pero por lo que no explicó para nada dudaba que el fuerte
Julio Montoya saldría airoso del intento de su asesinato.
Nos contó que cuando Julio, salía de su casa una moto en donde iban dos
personas habían dirigido unos disparos contra el jefe, que este había rechazado
el ataque junto a sus escoltas dando de baja a los sicarios, recibiendo disparos
en su pierna y en el pecho.
Ricardo informó que de parte del DIIP se recrudecerían los operativos y
había que dar con El Turco y sus esbirros del Cartel del Norte del Continente.
La orden del Presidente era de darles de baja, sin ningún tipo de
contemplación.
Pero no conforme los hampones con atentar contra nuestro jefe, en esa
misma reunión, nos llegó la noticia que en la Policía Regional había tirado dos
granadas que había traído como consecuencia la muerte de dos agentes y por
supuesto dieron de baja a lo que realizaron el atentado.
Eso era inconcebible y en los próximos minutos se realizaría una reunión
con todos los jefes de los cuerpos para ripostar los ataques.
Nos ordenaron aumentar la vigilancia tanto en la casa de abrigo como en la
sede del DIIP por si se presentaran nuevos atentados contra la sede.
Ricardo mismo me explicó que en las dos semanas que me había
ausentado, se había realizado allanamientos importantes en contra de lo
carteles de la droga, adema de haber sido capturado, después de haberlo
herido, uno de los cabecillas de los Adoradores de Satán, los satánicos del hijo
de puta de El Turco.
¡Pero ahora si conocerían al diablo esos malditos!
Nosotros seriamos el diablo.
Por órdenes del Inspector Ricardo Millán, nos dirigimos a la armería y nos
preparamos con lo mejor de la artillería con que contábamos.
Como arma corta escogimos la pistola automática Makarov estándar que
dispara munición normal 9x18mm. Como fusiles de asalto, escogimos la AK-
47/ AKM equipados con silenciador extraíble y que disparaban una bala
7,62x39mm.
Nuestro francotiradores fueron armados el SVD-S es una versión con
culatín plegable del ubicuo fusil de francotirador SVD Dragunov en calibre
7,62x54R, que era de usos obligatorio de los Equipo Táctiles Rusos.
Todos contábamos, como cuando no preparábamos a un operativo con
nuestros pasamontañas para ocultar nuestra identidad y ahora una versión de
casco para evitar cualquier ataque con granadas.
En instantes, después de armarnos, no volvimos a reunir donde hacia
minuto habíamos tenido la reunión con Ricardo y ya habían llegado, el
Comisario Alexis Matheus; Jefe la Policía Regional el Comisario Alfonso
Terán; Jefe el Grupo Rinoceronte de la Policía del Estado, el Comisario
Enrique Saavedra; Jefe de Inteligencia del DIIP; el Comisario Augusto
Labastida, del GRI de la Policía Científica.
Labastidas tenía en su chaleco colgado un fusil HK G36, esta arma posee
una cadencia de 750 disparos por minuto. Se veía que el líder del GRI estaba
preparado para acción, ya que con este fusil se podía disparar en modo
semiautomático o en ráfagas.
Ricardo dirigió la reunión comentando sobre el estado de salud del
Comisario Julio Montoya, que a pesar de su gravedad; no ocultaba su fe en la
férrea constitución del jefe del Equipo Táctico del DIIP.
No presentó un nuevo participante en la reunión, que era un hombre
elegantemente vestido, que resulto en jefe de la Policía Científica, llamado
Eduardo Ceballos. Leyenda en la institución, de él se conocía que era peor que
un perro Pitbul, que cuando tomaba una presa con sus dientes era imposible
que se soltara. Estaba armado con una pistola de última generación rusa
conocida como semiautomática GSh-18 de 9 mm que se le notaba desde la
cintura.
Alejandro me comentó:
-¿Viste el arma que carga ese tipo? Es el último grito en diseño y
fabricación de armamento. Además cuenta en su cargador de doble hilera,
además de ser fabricada con materiales de plásticos, haciéndola más ligera,
dispara cartuchos de 9x19 mm con balas perforantes para chalecos antibala.
Yo había leído sobre esa pistola tan versátil. Sabía que el uso de material
de fibra de vidrio resolvía lo del peso del arma y su confiabilidad para ser
usada en condiciones climáticas difíciles.
Estos hombres no estaban jugando, le guerra seria dura y esa reunión lo
anunciaba.
Era unánime la sensación de rabia de los jefes policiales por lo que se
había atrevido el cartel de delincuentes.
Nosotros los integrantes de los cuerpos policiales estábamos esperando las
órdenes para atacar a los facinerosos en venganza por haberse atrevido a atacar
a uno de nuestros máximos jefes. Eso era unánime en todos nuestros grupos y
por lo que pude notar, tanto en nuestros jefes y sus escoltas teníamos arma de
primera generación, así que sería plomo parejo lo que le daríamos a esos
malditos marranos.
Llego a las horas la orden tan esperada y era necesario que tomásemos
posiciones para atacar un reducto en donde posiblemente estaban los esbirros
satánicos de El Turco.
Los carajos esos estaban situado en un hermoso paramo que anteriormente
era de mucha visita turística, pero desde que habían aparecido los Adoradores
de Satán, se había acabado la visita de la gente.
Esos tipos habían tomado la zona y siempre nos habíamos preguntado
porque no nos habían enviado antes para eliminar a esos grandes coños de
madre.
Para nadie era un secreto que los tipos esos tenían un refugio que se
encontraba en la parte alta de la montaña, para llegar allá era necesario que
nos llevaran los helicópteros. Cosa que no me hacía nada de gracia.
Tenía que situarme en el patín del helicóptero hasta que llegáramos al sitio
exacto donde descenderíamos. Nos asíamos a la soga de 30 metros de largo
para descender protegidos por gruesos guantes.
Debíamos bajar adoptando la postura adecuada para amortiguar la caída
antes de llegar al suelo. Así llegamos al sitio de descenso, donde anteriormente
hombres perfectamente entrenados del GRI de la Policía Científica se
encontraban en la zona haciendo labore de inteligencia.
Ya sabíamos que tendríamos que pasar por una zona boscosa en donde
debíamos estar preparados para evitar cualquier tipo de emboscada, pero a la
entrada del bosque vimos varios hombres del GRI que nos conducirían por la
arboleda.
El Inspector Ricardo Millán conducía a los pelotones de los equipos
tácticos del DIIP y se acercó a los hombres del GRI que estaban comandados
por el mismo Comisario Augusto Labastida. Silenciosamente los dos hombres
se estrecharon las manos.
Labastida nos informó que ya tenían toda la zona tomada y que tanto en la
entrada del bosque como al terminar había pelotones de 10 hombres del GRIP.
Los hombres de Labastida tenían cercada la casa en donde pernoctaban los
Adoradores de Satán y hombres de El Turco, bueno para asustar a una cuerda
de estúpidos con sus cuentos satánicos, pero no con hombres preparados y
entrenados como nosotros.
Todos teníamos la determinación de acabar con esas plagas, teníamos que
vengar a nuestro jefe y no sabíamos cuántos de ellos no habían participado en
el ataque contra Julio Montoya y los del GRI nos apoyarían en la acción.
Conocíamos la fama de esos hombres y su trabajo, además los precedía
siempre el currículo de su jefe que había sido entrenado en países; por
convenios con el nuestro; que se podía decir que eran lo mejor en “respuestas
inmediatas”.
Llegamos a la salida del bosque y como nos había explicado Labastida,
estaba completamente tomado como por diez pelotones del GRI. Subimos a la
altura de una loma en donde pudimos contemplar de lejos la casa en donde se
encontraban los hombres de El Turco.
Nos tocaría esperar la noche para poder sorprender a los delincuentes, que
si no se entregaban, no nos quedaría más la alternativa de darles de baja.
Estábamos preparados para combatir en la oscuridad, sabíamos que de
noche no debíamos mirar directamente a lo que se quisiese ver. Desde los
nervios sensoriales de los ojos permiten la visión nocturna que se llaman
bastones, situados en los lados del interior del ojo. La rodopsina se libera en el
ojo ayudando a la visión nocturna, pero es destruida por la luz obstaculizando
la visión nocturna.
No era que este grupo táctico era un grupo exterminio, integrado por
asesinos, pero lo que si éramos era comandos preparados que estábamos
dispuestos y entrenados para acabar con cualquier amenaza contra la sociedad
y no nos temblaría la mano al ejecutar a esos hombres que se ponían al margen
de la ley y no le daban cuartel a los ciudadanos que eran víctimas de sus
latrocinios.
Los pelotones nuestros y del GRI tomamos los alrededores de la casa,
esperaríamos que la oscuridad fuese total para poder atacar.
Pasaríamos varias horas esperando que las sombras fuesen nuestras aliadas
y que las horas de sueño se hiciesen más pesadas para poder atacar.
El tiempo paso lentamente hasta que Ricardo y Labastida que comandaban
los pelotones dieron la orden de que nos preparáramos, había llegado la hora.
Le quitamos el seguro a nuestros fusiles AK, nuestros francotiradores
ahora armados con rifles Walter WA 2000, que estaba adaptado para
cargadores Winchester Magnum 300 que se encontraban situados en unos
árboles alrededor de la casa.
Dieron la orden de avanzar y diez pelotones de cinco hombres
comenzamos a acercarnos para tomar la casa. Nos desplazábamos los equipos
de intervención; de ambos grupos en columna sigilosa protegidos por grandes
escudos.
Había mucha forma de avanzar, la formación estaba determinada por el
orden del área de reunión a la zona de crisis.
Avanzábamos en columna, para que el equipo pudiese cubrir una mayor
área y nos dividíamos el equipo en células en donde cada una tenía una tarea
asignada dentro de la misión de acabar con estos delincuentes.
Fuimos llegando a las paredes de la casa y colocamos los explosivos
calladamente los encargados de esa misión. Me tocó colocarlos sin hacer ruido
junto a varios compañeros, nos alejamos a unos metros y detonamos las
cargas.
A los segundos de la explosión atacamos y nos acercamos a la casa para
tomarla, lo que si nos dimos cuenta que la cosa no sería fácil, cuando ráfagas
ametralladoras salían de las ventanas y de la puerta.
A pesar de los escudos, fuimos tomando posiciones y los delincuentes
fueron saliendo cosa extraña cuando te sorprendían en un ataque.
Por el fuego que recibíamos tuvimos que replegarnos para asumir unas
posiciones más fuertes. No nos había derrotado, como llegaron a pensar y eso
fue el error que esos carajos creyeron.
Repelimos el ataque de los satánicos y los fuimos sometiendo, avanzamos
y fue cuando casi llegando al cuerpo a cuerpo me encontré con el tipo más alto
que había visto en mi vida.
Trato de dispararme, pero ya se le habían acabado las balas de su arma.
-Soy Belcebú, el Diablo. Me grito el gigante, de pelo amarillo y tez
demasiado blanca que lo hacía tener una apariencia diabólica, que hubiese
asustado a una persona que no tuviese el entrenamiento de los equipos tácticos
del DIIP.
Voltee rápidamente mi AK y le di tremendo golpe con la culata de mi arma
en la frente del supuesto diablo, eso bastó para exorcizar al fingido demonio
que se derrumbó dejando de ser una amenaza.
De una vez dirigí el cañón de mi arma hacia otros delincuentes disparando
para acabar con los supuestos diablos que pensábamos combatir sin ningún
tipo de misericordia.
Vi que los delincuentes trataban de volver a su refugio, pero eran tumbados
por nuestros francotiradores.
Varios de nuestros hombres habían sido alcanzados por las balas de los
enemigos, pero los había salvado que tenía chalecos antibalas Tipo IV, que
está formado por 4 placas y es más pesado y rígido que todos los anteriores y
puede soportar hasta munición de M2AP.
Ricardo Millán y Augusto Labastida dirigían sus armas y en cada disparo
tumbaban a un enemigo. Demostraban la certeza de sus disparos abriendo
brechas en los enemigos.
De pronto como empezó el tiroteó se acabó, en el piso alrededor de la casa
se encontraban varios cadáveres del enemigo.
Labastida con precaución se acercó a la puerta a los lados y envió una
granada de aturdimiento a adentro de la casa. Sabíamos que había varios
elementos que se había escondido otra vez en la casa.
Después de detonar el explosivo entramos protegidos por los escudos.
Ricardo dirigió una ráfaga contra un hombre que armado con una
ametralladora trato de disparar neutralizándolo.
Yo hice varios disparos más que hicieron blanco en varios satánicos, que se
estremecieron también por el fuego de mis compañeros.
No tuvimos piedad contra esos carajos, sabíamos que en esas sectas se
demuestra la fidelidad realizando secuestro de cadáveres, beben sangre
humana en sus rituales, realizan violaciones, son asesinos sin piedad y
nosotros nos encargábamos de enviarlos a comunicarse directamente con el
demonio del que supuestamente eran adoradores.
No quedo vivo ninguno de los treinta satánicos que se encontraban en la
casa. Triste por ellos, para que se metieron a esa vida. Lo lamentable fue que
entre los caídos no se encontraba el buscado El Turco.
A ese carajo no pensábamos darle tregua, por haber ordenado el atentado
contra nuestro jefe.
Después del ataque, llegaron los equipos de limpieza y nosotros nos
replegamos con los hombres del GRI y nuestros dos jefes para hacer un
balance de la acción que acabábamos de realizar.
Sentíamos la sensación del trabajo bien hecho, no éramos asesinos, pero si
éramos los que frenábamos a esos matones que se empeñaban en tomar las
calles en donde hombres y mujeres trabajadores y gente de bien si tenían todos
los derechos de estar.
Nos dirigimos a una loma en donde íbamos a ser recogidos por los
helicópteros y nos dirigirían a la casa de abrigo en donde analizaríamos la
acción.
Era la primera acción que emprenderíamos como ripostando los ataques
que habíamos recibido en la persona de nuestro jefe y de la sede policial en
donde había sido arrojada las granadas.
Llegamos a la casa de abrigo en minutos y sin ni siquiera despojarnos de
nuestras armas nos reunimos en la sala de juntas e hicimos un balance sobre el
operativo.
Mientras conversábamos y hacíamos el avaluó de la acción, Ricardo se
comunicó con la clínica en donde se encontraba hospitalizado nuestro jefe y le
informaron que se estaba imponiendo la ferra constitución del Comisario Julio
Montoya.
Esa noticia nos animo igual que el buen desarrollo del operativo, que
aunque habíamos conseguido una férrea resistencia, nuestro entrenamiento se
había impuesto.
Menos mal siempre el jefe se había interesado que nuestro equipo táctico
estuviese muy bien armado y entrenado.
Como les he escrito nuestros hombres contaban con un equipo de primera
generación y reconozco que los presidentes que han gobernado al país, no han
escatimado gastos para dotar a los cuerpos policiales nunca dejándonos
desprotegidos.
Después de hacer el balance y colocar nuestras armas en su sitio y
cambiarnos los trajes de camuflaje, Ricardo, junto a dos compañeros nos
dirigimos en el carro de nuestro amigo, a la clínica en donde estaba
hospitalizado el Comisario Julio Montoya.
Llegamos a la sala de espera y no sentamos a esperar que saliese uno de los
medico que atendía al Comisario Montoya en Terapia Intensiva.
En ese momento me llamo Carmen Cecilia, ahora preocupada por no saber
noticias, ni mías ni de la salud del Comisario, ella recordaba todas las
atenciones que el amable jefe había tenido con ella.
La calme diciéndole que la tendría al tanto de la evolución de la salud del
jefe. Al colgar mi novia, me comunique a casa de mis padres para comentarles
la razón por la cual me había venido al saber sobre la salud de Julio Montoya.
Con ellos utilice la cuartada de que era socio de mi “presunto” jefe el juez
Quintero.
Después de esperar casi una hora, pudimos pulsar la opinión del jefe de
equipo médico que atendía al jefe por mandato directo del Presidente. Él nos
informó que el Comisario estaba evolucionando bien, a pesar de lo grave de
sus heridas.
Que no escatimarían recursos, ni atención para sacar del peligro al jefe, nos
dijeron. Eso nos tranquilizó. Invite a Ricardo y los dos compañeros a tomarnos
un café en la casa.

CAPITULO VIII

Al reunirnos en nuestro apartamento, Ricardo nos contó que se suponía


que el ataque a Julio Montoya había sido decretado por Berrios, quien se
encontraba desaparecido de la ciudad, ya que sabía que lo estaban buscando y
había delegado la jefatura del Cartel a El Turco, que se había dedicado a crear
violencia en la ciudad tratando no solamente de eliminar al cartel rival, sino
tomar represalias contra de los cuerpos policiales.
Nuestro jefe y amigo nos comentó que teníamos la necesidad de acabar
con El Turco y la secta esa llamada Los Adoradores de Satán.
Contó que hacía una semana en la Montaña Nevada un grupo de
excursionistas habían llegado a un refugio que quedaba cercana a un bosque.
El líder del grupo era un montañista preparado, con muchas horas de recorrido
por esa zona.
Mientras el grupo se acomodaba en el refugio, el líder con una muchacha
se había dirigido al bosque a buscar leña para la chimenea, ya que la tarde era
fría. La pareja se alejó y más nunca se supo de ella. Varios grupos de rescate
recorrieron la Montaña Nevada a ver si los encontraban, ya que no había
explicación ya que el líder era un hombre experimentado en la zona.
Varios días dirigieron la búsqueda, diferentes grupos de rescatistas que
trajeron de la ciudad, el último que llegó trajo perros que buscaban victimas
enterradas y la misión había sido un fracaso.
Ricardo nos informó que mañana los tres mejores grupos tácticos y de
operaciones especiales tanto de la Policía Regional, Policía Científica y de la
Dirección de Inteligencia e Investigaciones Policiales recorrerían la zona ya
que se sospechaba que la pareja desaparecida tenía que ver con los Adoradores
de Satán, la secta satánica del delincuente más buscado.
Al otro día en la mañana nos reunimos muy temprano en la Casa de
Abrigo, desde allí nos apertrechamos y nos preparamos para el largo operativo
que participaríamos.
No íbamos a llevar el uniforme negro, como de costumbre. Íbamos a vestir
ropa civil. Ricardo nos recomendó que lleváramos una buena chaqueta ya que
estaríamos varios días a la intemperie.
Había una orden del Gobernador, apoyada por el Presidente, de acabar de
una vez por todas con los Adoradores de Satán.
Los Grupos Tácticos eran los encomendados para esa labor. Recorreríamos
la Montaña Nevada con el fin de eliminar esa amenaza.
El operativo consistía en hacer una tenaza e ir cerrándola hasta que dos
grupos cercaran totalmente al enemigo.
Recibiríamos los pertrechos lanzados desde helicópteros con sogas y
pasaríamos varios días a la intemperie. Nos dieron un sobretodo de plástico
que nos protegería de la lluvia que era casi interminable en esa zona.
Contaríamos con armamento como los nuevos fusiles AK-47 de calibre
7,62 x 39 y las pistolas Glock.
Salimos a exterminarlos, esa era la orden. Yo estaba claro en lo que hacía y
eso no me daba ningún remordimiento de conciencia. Podía revivir los
instantes en donde había matado en defensa propia. Había apuntado y
disparado de modo automático como rascarse la cabeza.
No les había dado oportunidad a sus víctimas, pero si se los hubiese dado
es capaz que ni existiera o llevara en su conciencia la muerte de alguno de sus
compañeros.
Había matado. ¿Pero cuantas personas se había salvado con esas muertes?
Recordaba que el entrenamiento le indicaba que debía dispararles en la
cara para evitar que un espasmo pudiese crispar sus dedos, apretar el gatillo y
matar alguno de sus compañeros.
En sus misiones tenían como meta principal salvar vidas y eso se repetiría
en este operativo, no podían permitir que ese grupo diabólico siguiera
asolando una zona que anteriormente era turística.
El operativo seria duro, comeríamos enlatados, la caminata sería muy larga
y debíamos estar preparados para repeler cualquier emboscada, sería muy duro
por las condiciones del lugar, bueno pero para eso éramos comandos
entrenados.
Nos montamos en los helicópteros que nos llevarían a la zona en donde
comenzaría el operativo. Los aparatos despegaron desde el helipuerto que
existía en la casa de abrigo.
Al llegar al sitio en donde empezaríamos a hacer el cerco; desde la altura
del helicóptero; pudimos ver que ya se encontraban los otros grupos de
operaciones especiales de la policía, entre ellos el grupo GRI con su jefe el
Comisario Augusto Labastida, vestido con blue jens y botas de combate,
luciendo una pesada chaqueta y con un gorro pasamontañas, armado con su
inseparable fusil HK G36, el Grupo Rinoceronte armados con los fusiles AK-
47, comandados por su jefe el Comisario Alfonso Terán igualmente protegido
por un gran chaquetón que le llegaba a las rodillas que conversaba con el
Comisario Saavedra que también por su vestimenta se notaba que participaría
en el operativo también fuertemente armado con un moderno fusil AK-47 de
calibre 7,62 x 39.
Cuando los helicópteros aterrizaron y comenzamos a desplegarnos los
grupos tácticos del DIIP, comandados por el Inspector Ricardo Millán, quien
vestía de civil y estaba enfundado en tremendo chaquetón y muy bien armado
como todos nosotros.
Cuando nos desplegamos junto a los grupos comenzamos a avanzar para
realizar la tenaza que era precedida por un grupo de exploración para evitar
caer en una trampa.
Debíamos peinar la Montaña Nevada, centímetro a centímetro, cosa que
hicimos y en el patrullaje que duro 15 días pudimos ubicar varios
campamentos de los “satánicos”.
Nos dejo asombrados lo bien preparados que estaban estos hijos de la gran
puta. Varios allanamientos hicimos y pudimos destruir campamentos en donde
conseguimos planes de El Turco para consolidarse como organización
criminal.
Éramos acompañados por perro rastreadores que nos llevaron directamente
a los campamentos de los Adoradores de Satán. Droga, armas y una dedicada
logística para poder mantenerse en esa zona sin necesidad de ayuda externa.
Algo que nos llamó la atención era la gran cantidad de muchachos y
muchachos que estaban en calidad de integrantes, que sospechamos que era a
la fuerza, pero más hacia que el temor hacia la gente de El Turco, que lo que
nos podían temer a nosotros.
En uno de los campamentos conseguimos fotos de nuestros jefes; de
Augusto Labastidas, de Alfonso Terán, de Saavedra, que demostraba
claramente que el atentado contra nuestro jefe Julio Montoya no era el único
que ellos tenían planeado.
Lo que nos explicó Saavedra era que lo que más le llamaba la atención era
que tenían conocimiento de varios desaparecidos y ni rastro de ellos. Se
pensaba con ese operativo, se encontrarían varios cuerpos; para eso era la
presencia de perros que descubrían cuerpos enterrados, por mucho tiempo que
estuvieran bajo tierra.
No se logró encontrar a ninguno de los desaparecidos que se buscaban,
incluyendo la pareja que habían desaparecido en la Montaña Nevada.
En esos días lo que pasamos fue frío, pero eso ayudó a que nos
entrenáramos
Ricardo desde su teléfono satelital se comunicó a la sede del DIIP para que
le dieran información sobre el estado de salud de nuestro jefe y amigo.
Nos alegró saber que ya el jefe mostraba claras señales de recuperación y
cualquier sacrificio o trabajo que sufriésemos en esta acción lo hacíamos de
muy buena manera para vengar lo que estas mierdas habían hecho contra el
jefe.
Varias de las patrullas dieron de baja a varios “satánicos”, pero en la
nuestra no hubo ningún tipo de enfrentamientos. Gracias a los elementos
perfectamente entrenados pudimos sorprender a los centinelas que custodiaban
los campamentos.
Muchos de ellos fueron dados de baja para evitar que nos descubrieran
aplicando el elemento sorpresa.
Conseguimos infinidad de pruebas en contra de esos malditos, signos y
“que diabólico”, fotos de misas negras y figuras que tenían que ver con la
adoración del demonio, cosas que podían asustar a uno tontos y no a hombres
entrenados como nosotros.
En los interrogatorios realizados, nos dijeron que había varios muchachos
que estaban preparando para hacer atentados en las calles de la ciudad. Eso
también lo descubrimos en laptos que conseguimos, nos la llevamos para que
fueran revisadas por nuestros hackers.
Les lavaban la cabeza y lograban programarlos para que actuaran como
suicidas, tratando de crear la mayoría cantidad de muertos posibles.
Con el descubrimiento de estos planes ponían en palestra todo el plan
diabólico de El Turco y sus secuaces.
Apretamos un poco a los interrogados y es de prioridad contener a los
terroristas que ensangrentarían las calles de la ciudad.
El Comisario Augusto Labastidas era un experto en interrogatorio, siempre
se salía con la suya.
Los helicópteros nos llevarían a los detenidos a los centros de las policías
para obtener más informaciones. Labastida acompañó los detenidos para
participar en los interrogatorios prestando su valiosa colaboración con todos
los cuerpos policiales.
Ahora comenzaba la guerra sin cuartel, ninguno de nosotros estábamos
dispuestos a ceder ni un ápice de terreno, estábamos claros que la ciudad era
en su totalidad en un objetivo de estos payasos satánicos.
Nosotros nos trasladamos en otro helicóptero, que nos llevó a la casa de
abrigo. Al llegar allí, Ricardo, se dirigió a nosotros y nos dijo:
-Tenemos una alerta roja y quiero que descansen un poco, se bañen. Pero
hay que estar alertas ya que nos pueden necesitar. Todos los hombres del DIIP
y de los demás cuerpos policiales estaremos completamente a la disposición
para enfrentar la amenaza de los satánicos. Nos ordenó.
Me dirigí a las habitaciones y me quite las botas, que no hacía desde hace
varios días. Pude con ayuda de una hojilla despegar la piel pegada y el sucio
entre mis dedos después de varios días de operativos.
Qué rica sensación cuando abrí la ducha después de varios días sin gozar
del preciado líquido, me bañe concienzudamente, disfrute del baño y al salir
me tome un humeante y tinto liquido en el cafetín de la casa de abrigo y me
fui a recuperar fuerzas con un sueño reparador.
Dormí varias horas que parecieron segundos para ser despertado por
Ricardo que se encontraba como si llevara un día durmiendo, completamente
despierto y recuperado.
-Carlos, hermano, vente conmigo, vamos a visitar a Julio, que me acaban
de llamar para decirme que esta ya despierto. Me voy a llevar diez comandos
para doblar la vigilancia en la habitación de nuestro jefe para evitar si esos
perros intentan algo. El Turco debe estar furioso ya que le volvimos mierda
varias de sus conchas en la Montaña Nevada.
-Hermanito. Te agradezco que me armes los 10 comandos, pero esos si
Carlos, ponedles armas de primera generación para que le presten la
protección que amerita.
De una vez me dirigí a la armería, solicitando los mejores hombres que en
ese momento conseguí, que sabía que no estaban cansados por el operativo y
los lleve a escoger los mejores trabucos.
Les hice escoger en primer lugar pistolas para proporcionar defensa a
distancias cortas con una discreción casi total. Escogí un arma nueva, la
FiveseveN (5,7x28mm) de FN Herstal,con su cargador de 20 disparos y con
un alcance de 100 metros.
Como arma larga escogí fusiles de asalto AK-47 que eran equipados con
silenciador extraíble y que disparaban proyectiles 7,62x39mm.
Le obligue a que se protegieran con chalecos antibalas. De obligatoriedad
tenían su respectivo pasamontaña, para ocultar su identidad para protegerlos y
la versión de que siempre una cara enmascarada produce temor.
No olvide para Ricardo y para mí el mismo armamento y los pasamontañas
respectivos. Abordamos las unidades que nos llevarían a la clínica donde
estaba el jefe y en pocos minutos nos encontramos allí para ver la evolución en
la salud de nuestro jefe.
En la clínica estaba cubierta por más de 10 comandos del DIIP, que fueron
aumentados por los 10 hombres más que llevábamos. Después de requisar la
vigilancia nos dirigimos a la habitación de Julio Montoya.
Nos agrado verlo despierto, a pesar de las heridas y de la palidez de su
rostro, se notaban sus ojos negros brillantes y en plena forma su cerebro que
dirigía ordenes a uno de los jefes de sus escoltas.
-Ricardo, Carlos. Me alegra verlos. No dijo de la misma forma que lo hacía
cuando llegábamos a su oficina.
-Jefe, nos alegra verlo. De buena de la que se salvo. Se dirigió Ricardo.
-Todavía no se ha dado la bala que lleve el nombre de Julio Montoya.
Respondió animado.
-Jefe sabemos que usted es un hueso duro de roer y de eso no tuve nunca la
más mínima duda. Le dijo Ricardo.
-¿Cuéntame, que ha pasado? Le preguntó.
Ricardo brevemente puso al tanto al jefe del operativo que habíamos
realizado y los planes que habíamos descubierto.
-Pero Comisario, debe descansar. Trato de opinar mi amigo.
-¡Qué coño, voy a descansar! Lo voy a hacer el día que El Turco sea
historia.
-Estamos en Alerta Roja, esperamos atentados por parte de lo carajos
satánicos de El Turco. Explicó Ricardo, poniendo al tanto al jefe de los
preparativos que habíamos descubiertos.
-Ricardo quiero que Carlos practique más para que obtenga su pase a
francotirador, necesitamos un hombre con su sangre fría. Tenemos
francotiradores muy buenos, pero Carlitos será una buena adquisición.
-Pasamos un rato conversando con el jefe, hasta que llego el médico de
cabecera de Julio Montoya y nos ordenó que no molestásemos al herido que
estaba convaleciente.
Nos fuimos a descansar, sabíamos que la gente de El Turco no se quedaría
tranquila.
Pasarían pocos días para que los Adoradores de Satán, siguieran haciendo
de las suyas. Un día en la Joyería Victoria, que estaba situada en un próspero y
concurrido centro comercial de la ciudad llegarían tres individuos de la secta y
con la intención de robar un significativo lotes de joyas que acababan de llegar
o simplemente con la intención de crear zozobra.
Los vigilantes del Centro Comercial avistaron a los individuos cuando
entraron en el local, verdaderamente no tenían una pinta muy tranquilizadora
que digamos. Recuerdo al que envié a comunicarse con su jefe en la Montaña
Nevada, parecía un engendro del demonio y de casi esa misma pinta tenían los
que irrumpieron en la joyería.
Desde la vigilancia del Centro Comercial nos avisaron lo que estaba
pasando y de una vez un grupo de Rescate de Rehenes se situó en el lugar.
Una furgoneta llegó al sótano del Centro Comercial con los tres
delincuentes, subieron a la Joyería Victoria. Los empleados y varios clientes al
verlos entrar, se sorprendieron de la catadura de los hampones y no les dio
tiempo de avisar a su jefe que se encontraba en su oficina de la parte de arriba.
Con armas en la mano sometieron a los empleados y al dueño de la joyería.
Los vigilante que hacían la guardia vieron la entrada de los tres sujetos y como
sometían a los empleados. De una vez se dirigieron a la Central de Vigilancia
y notificaron lo que estaba pasando.
Llamaron a la Policía Regional y ellos se comunicaron con nosotros y con
el GRI de la Policía Científica. En minutos el Centro Comercial fue tomado y
desde afuera del local comercial se veían los tres hombres amenazando a la
gente que tenían sometidos.
Ricardo llegó en una unidad del Equipo Táctico del DIIP; en donde yo
estaba; que tomo posición en las afueras del Centro Comercial. Nos apostamos
en las afueras y vimos como nuestro jefe se acercó a las unidades del GRI de
la Policía Científica para entrevistarse con el Comisario Labastida que ya se
encontraba en el lugar.
El jefe de la Central de Vigilancia puso al tanto a los dos comisarios de lo
que estaba pasando, rápidamente los llevó al sitio en donde estaba la furgoneta
de los secuestradores.
Teníamos que realizar el primer paso en cualquier situación como esta que
era el cerco o envolvimiento. Ricardo y Labastida trataron de conseguir mayor
información de los secuestradores, la cantidad de rehenes para poder
desarrollar el plan.
Por el reconocimiento facial se descubrió la personalidad de los tres
hombres y sus antecedentes no eran de lo más tranquilizadores. Los tres eran
sanguinarios miembros de la secta satánica dirigida por El Turco y no se
podían describir como elementos conciliadores.
Los tres eran peligrosos, psicópatas dispuestos a todo. Los dos jefes
establecieron un plan, estaban claro de que se tenía que aplicar una solución
táctica si la negociación fallaba.
Los dos jefes de los Equipos Tácticos quedaron de acuerdo en comunicarse
con los secuestradores para conocer sus demandas.
El Comisario Labastida como era el más veterano en estas lides fue el que
llevaría la negociación con los raptores.
Él sabía que durante las negociaciones, el equipo no debía realizar ninguna
acción que alterara el curso normal de las negociaciones. Labastida estaba al
mando en esos momentos.
Desde su teléfono celular se comunicó con la Joyería Victoria. No tardó
mucho en responder una voz agria que trataba de aparentar que venía del otro
mundo.
-¿Soy el Comisario Augusto Labastida de la Policía Científica, quiero
saber quiénes son ustedes y que pretenden?
-Hablas con Luzbel, vengo desde el cuarto infierno a recuperar a mis
hermanos que ustedes tienen retenidos, si quieren ver a estas ovejas con vida,
queremos que los suelten y nos lleven a un avión con tres mil kilómetros de
autonomía y con pilotos internacionales para dirigirnos con nuestros hermanos
a un lugar que les diremos cuando lleguemos a la nave. Le respondieron al jefe
del GRI.
-Si en dos horas no han respondido a las peticiones que les he hecho
empezaremos a matar a los rehenes, entiéndelo bien Labastida, tú serás el
culpable de la matanza que haremos.
-Okey, pero tienen que darnos más tiempo ya que no es fácil liberarlos a
todos, además no están en el mismo sitio de reclusión. Respondió Labastida
colgando el teléfono para ganar tiempo.
El equipo de francotiradores del GRI y los nuestros se situaron en edificios
cercanos para ver desde que mejor sitio era para poder hacer blanco en los
delincuentes. Llevábamos trajes antibalas Kevlar.
Ricardo me encomendó que me uniera a los francotiradores como
observador para que me entrenara en caliente en estas lides como le había
pedido el Comisario Montoya, desde su lecho de enfermo.
El Comisario Labastida nos informó; como el más experto en estas
situaciones; que lo secuestradores siempre trataban de estar por encima de los
rehenes, ya que de esta forma obtenían una posición de mando.
Los francotiradores sabían que había que matar al líder, pero eso no
mermaría la organización y la moral de los carajos esos, en esos grupos estaba
claro los principios de la cadena de mando.
Eligieron los tiradores una buena posición en donde se podía cubrir todo el
espacio que estaba entre el Centro comercial y por donde situarían el vehículo
para la fuga de los secuestradores y sus rehenes. El plan consistía en la mejor
manera de salvar al rehén y eliminar al secuestrador.
El Comisario Labastida desde su radio se dirigió a los tiradores:
-¿Rifle Uno, preparado?
-Rifle Uno Listo.
-¿Rifle dos, preparado?
-Rifle Dos, listo.
-¿Rifle Tres, en posición y preparado?
-Preparado. Contesto el tirador.
Yo alce los binoculares y pude ver los delincuentes y sus rehenes, pensé
que no le sería difícil a los tiradores no confundir a los raptores ya que tenían
todos, una facha de una película de terror. Al lado de ellos los asesinos de
Charles Masón parecían un colegio de Educación Inicial.
Por mi radio me dirigí a los tiradores:
¿Los tienen?
Los tenemos respondieron los tres al mismo tiempo.
Los tiradores tenían fusiles de francotirador SVD Dragunov en calibre
7,62x54R.
El Comisario Labastida espero con paciencia que los secuestradores lo
volvieran a llamar, cosa que ocurrió en media hora, amenazando con empezar
a matar a los rehenes.
-Mataremos primero a las mujeres y serás tú Labastida el culpable de la
muerte de ellas, por oponerte al deseo de señor Lucifer…..Dijo el delincuente
que llevaba la voz cantante.
-Tranquilo hermano, tranquilo, te pedí tiempo, no puedo hacer milagros,
estoy trabajando en eso. ¿Pero qué quieres ahora, agua, comida, café o
refrescos para ustedes? Respondió atusándose su famoso bigote.
Dame tiempo, ubicar a todos tus diablitos, llevara por lo menos una hora
más, para que te los llevemos al aeropuerto.
-Nojoda, que se cree ese hijo de puta, que nos asustara con sus cuentos de
camino. Comentó Labastida a Ricardo, que como jefe encargado del DIIP
estaba con el experto antisecuestro.
Mientras esto ocurría el mismo Comisario Saavedra, dirigiéndose a los
centros de reclusión en donde estaban los capturados en los últimos
operativos, los fue llevando a un autobús que estaba escoltado por un grupo
significativo de comandos del Equipo táctico del DIIP, entre los cuales estaba
Alejandro y Federico.
Al logra tener a todos reunidos, que eran un total de 20 sujetos que se
rindieron en los últimos operativos, los llevaron al aeropuerto. En la unidad
estaban 10 comandos, dirigidos por Alejandro que estaban dispuestos a hacer
fuego al mínimo intento de fuga.
Los secuaces de los Adoradores de Satán iban férreamente esposados y
vigilados. El Comisario Saavedra dirigía la marcha desde un vehículo que con
la sirena se abría el paso por la avenida que conducía al aeropuerto.
Al llegar al sitio, el Comisario llamó a Alejandro y le dijo:
-Coño, si estos carajos se ponen payasos, sacas a tu gente de la unidad y le
arrojas una granada, que no será nada lo que se pierda, si no es la granada. Me
arrecho y los jodo así esos perros no hayan dicho ni pio, ni se hayan
amotinado, la sociedad saldrá ganando con la muerte de esas escorias.
-Como ordene usted, Comisario. Me contó Alejandro después.
Él me decía que si se lo habían ordenado lo hubiese hecho, sin
remordimiento. Estaba al tanto de los crímenes que había realizado esa secta y
la gente del Cartel del Norte del Continente. Se sentía como un fumigador que
hace su trabajo, liberando a la sociedad de una plaga.
En eso si estábamos claros, era que los elementos que combatíamos eran la
parte más baja y rastrera de la sociedad, dispuestos a matar sin ningún tipo de
piedad a gente inocente.
No nos tembló nunca el pulso cuando tuvimos que hacer nuestro trabajo,
eran ellos, la gente inocente y nosotros. ¿Imagino que ustedes sabían a quienes
preferiríamos?
Saavedra subió al bus y con su celular llamó al teléfono que Labastida le
dio de la Joyería Victoria por donde se estaba comunicando con los
secuestradores.
Se acerco al primero de los detenidos y le dijo:
-Epa mierda, llama a tu jefe y dile que cumplimos con la mitad de lo que
nos pidió. Pasándole el teléfono.
Después de que el secuaz de los satánicos se entrevistara con el supuesto
demonio salió de la unidad y se comunicó de una vez con Labastida quien
llamó al teléfono de la joyería indicándoles a los secuestradores que había
cumplido parte del trato, que dijeran ellos como sería la segunda parte.
-Saldremos con los rehenes, pero si intenta algo Labastida, todos morirán,
nosotros no porque tenemos vida eterna. Les amenazó el falso diablo.
-Hermano sal con confianza. Le respondió el Comisario, tratando de darle
cordialidad.
Los secuestradores demostraron sus dotes de hampa común cuando su jefe
les ordenó que vaciaran las arcas de la joyería, demostrando como siempre que
solo les interesaba el lucro y no la causa que supuestamente defendían que
eran la liberación de sus compinches.
Después de no dejar nada de piezas en la joyería salieron, usando a los
rehenes como escudos, pero lo que no contaban los demonios falsos que tres
rifles de alta potencia de fabricación rusa, el último en fusiles para
francotiradores los estaban apuntando en las manos de los mejores
francotiradores del GRI de la Policía Científica.
-Va saliendo. Les dije a los tiradores, yo que estaba haciendo el papel de
observador.
-Rifle Uno Apunte. Dijo desde su radio Labastida.
Rifle Uno, tengo el blanco. Anunció.
-Rifle Dos. Prepárese a disparar.
-Preparado. Afirmó el tirador.
-Rifle Tres. Listo. Sugirió Labastida.
-Ya lo tengo a tiro. Dijo el francotirador.
-¡Abran fuego! Ordeno el jefe del GRI.
No se oyó ninguna detonación ya que los fusiles tenían un potente
silenciador. Pero se vieron las tres cabezas de los raptores saltar hechas
pedazos por las potentes balas de los fusiles.
Los cuerpos de los tres delincuentes se derrumbaron. Al primero le entró el
proyectil por el ojo izquierdo, destrozando su cabeza, al segundo el tiro le dio
en la mitad de su frente, no dándole tiempo a atentar contra los rehenes y el
tercero cayo con la mitad de la cara arrancada por el potente proyectil de Rifle
Dos.
Yo pude observar desde mi posición que los rehenes estaban a salvo, eso sí
golpeados por los acontecimientos que habían tenido que vivir.
Al caer los raptores tanto el Comisario Labastida y Ricardo se dirigieron
con un grupo de comandos del DIIP y del GRI, con la intención de proteger a
los rehenes, a pesar de que sabían lo certero de los francotiradores.
Ya había pasado la crisis pero entendimos que los días por venir serian
duros, esta gente no estaba jugando, pero nosotros tampoco. Además teníamos
mejores armamentos que ellos y mejor preparación.
En los siguientes días vimos con agrado la franca recuperación de nuestro
jefe. Salió adelante con su férrea constitución y como hombre de confianza de
esa unidad táctica del DIIP, varias veces pude estar en los anillos de seguridad
que lo protegían.
Pero el Cartel del Norte del Continente, no se quedarían con los brazos
cruzados y por supuesto los satánicos intentarían acabar con el Comisario
Julio Montoya y él lo sabía y no era hombre de esperar que otros lo
protegieran.
Cuando estuvo más recuperado le pidió a Ricardo que le trajese su fusil
Bereta ARX-160 y su pistola Glock 18 con varios cargadores. Estaba alerta
para repeler cualquier ataque y les puedo jurar que estaba mucho más
preparado que muchos de los comandos que lo custodiaban.
Pero esos malditos no dejarían muchos días pasar, para tratar de acabar con
nuestro jefe, pero para evitarlo estaríamos nosotros el Equipo Táctico del DIIP.
Una mañana cualquiera; entre semana; llegaron cuatro individuos con la
intención de acabar con el jefe, ya seguramente habían hecho la inteligencia
para conocer con detalles como poderse infiltrar, ya que la vigilancia alrededor
del jefe era férrea.
Se dividieron y trataron de llegar al primer anillo que rodeaba a Julio
Montoya, el mismo Ricardo, Alejandro, Federico y mi persona estábamos ese
día de visita.
Los sicarios habían subido al piso en donde estaba hospitalizado el jefe y al
ver los comandos que se encontraban apostados en el piso, trataron de dirigirse
a la habitación en un gesto suicida, absurdo ya que nuestros hombres contaban
con un armamento mejor y para ellos fue fácil darles de baja al notar la
intensión de los sicarios.
Nos contaron que a los comandos les pareció rara la presencia de los cuatro
individuos y al ver que se acercaban a la habitación les dieron la voz de alto y
estos respondieron esgrimiendo sus armas.
Nuestros hombres con H&K MP-5SD, con munición estándar de 9x19mm
les fue fácil poder neutralizar la amenaza de los cuatro asesinos.
Nosotros estábamos con Julio Montoya y al oír las detonaciones; Ricardo
nos ordenó; que cubriéramos al jefe y este salió a buscar información de lo que
estaba pasando. Sacamos las pistolas Glock 18 y nos aprestamos a defender la
vida del jefe, pero este no se quedó esperando que lo defendiéramos ya que
desde la misma sabana de la cama extrajo su fusil Bereta ARX-160 y dijo:
¡Ahora que vengan esos malditos para que vean como mancha el cambur
verde! Apuntando hacia la puerta mientras nosotros tomábamos posiciones.
Ricardo salió y se encontró con los comandos que daban de baja a los sicarios
y se acercó a los muertos y ordenó de una vez, por sus radios que se dirigieran
todos sus hombres para hacer solamente una férreo anillo de seguridad.
-¡Carlos, Alejandro, Federico. Salgan a buscar si siguen alguno de esos
hijos de puta en la clínica, si consiguen alguno con cara de come gato; nombre
con que los identificábamos porque sacrificaba gatos; me lo traen y si se pone
payaso me lo dan de baja! Nos gritó Ricardo entrando a la habitación rodeado
de los comandos que le dieron muerte a los sicarios.
-¡Corran y me matan a esas plasta! ¡Vamos, vamos apúrense! Nos ordenó.
Por la radio ordenó a la central del DIIP que enviaran un grupo numeroso
del Equipo Táctico por si estos carajos seguían con las pretensiones de matar
al jefe.
-¡Coño, Ricardo, acuérdate que no estoy muerto y mientras yo sigo vivo,
soy el que doy las órdenes! Pudimos oír la voz de Julio Montoya cuando
intentamos salir.
-Vayan con tres hombres más, muchachos y me joden a los que queden.
Nos grito Montoya.
-Gracias Ricardo pero yo manejo este operativo, hermano. Continuó.
Rápidamente salimos acompañados de los tres comandos. Con sigilo
fuimos recorriendo todo el piso en donde se encontraba la habitación del jefe,
que había sido desocupada para garantizar su seguridad.
Vimos los cadáveres ensangrentados. Al pasar encima de uno de ellos
Federico lo pateó, diciendo en vos alta como si lo pudiese oír:
-Basura que se creen ustedes que íbamos a dejar a merced de ustedes a
nuestro jefe. Recorrimos todo el área, entrando con cautela a cada habitación
que revisamos por si alguno de los sicarios se hubiesen escondidos.
Lo que pudimos ver fue que el que había ordenado al ataque no le había
importado el sacrificio de sus hombres, ya que por la seguridad que había, era
imposible que lograran el fin de neutralizar a nuestro jefe.
Bastante revuelo en la Clínica se había producido entre los médicos y las
enfermeras, los veías con cara de angustia a pesar de que ya habíamos barrido
los tres pisos que contaba la clínica. Acababan de llegar el apoyo pedido por
Ricardo y se podía decir que el centro de salud se encontraba tomado por más
de 50 integrantes del equipo táctico.
-Nojoda Julio aquí no puedes permanecer, hoy te mandaron cuatro
huevones, pero en cualquier momento te mandaran 50 y ahí si es verdad que te
mataran. Gritaba Ricardo cuando entramos en la habitación.
-Tranquilízate, hombre. Tienes razón, yo ya me encuentro más recuperado
y creo que puedo pasar mi convalecencia en la sede del DIIP o en la casa de
abrigo y así se garantiza mi seguridad y no tienes que colocar tantos hombres
para que me custodien. Yo mismo me cuido solo. Pa´ eso cuento con estos dos
amigos dijo golpeando con cariño los dos trabucos que siempre lo
acompañaban.
En los próximos minutos solicitaron la presencia de la junta de médicos
que atendían al jefe y cuadraron que un grupo de dos médicos y dos
enfermeras vigilarían la convalecencia del Comisario y así estaría más
protegido por los mismos comandos desde la misma sede del DIIP.
Una hora más y ya estábamos escoltando al jefe a la sede de la Dirección
de Inteligencia e Investigación Policial.
En una ambulancia, acompañado por Ricardo, Alejandro y Federico iba
escoltado el Comisario rumbo al DIIP.
Yo iba en el primer carro que dirigía la marcha, con cuatro hombres
fuertemente armados y rodeados por motorizados que hacia un grupo de 20
policías.
Llegamos a la sede y vimos que la cara del jefe se animaba. Lo llevamos
en una silla de rueda hasta una habitación que el jefe tenía asignada. Lo
ayudamos a acostar en una cama amplia y vimos que una de las enfermeras
revisabas las heridas por si se habían abierto por el movimiento del traslado.
-¡Por fin en casa! Dijo el Jefe con una gran sonrisa.
-Aquí Julio, te podemos asegurar tu seguridad. Comentó Ricardo.
-Gracias muchachos, les debo varias. Afirmó el Jefe del Equipo Táctico del
DIIP.
Salimos para dejar que las enfermeras y los médicos se ocuparan del
Comisario.
-Coño, Ricardo el hecho de que nos trajimos al jefe para acá, no quiere
decir que estos carajos no intentaran aquí contra él. Le comenté a mi amigo.
Verga tengo la sospecha que a El Turco no le importan sus hombres ya que
estos sicarios se enterraron contra nuestros hombres como los insectos a una
luz. Proseguí.
-Sí, Carlos, tienes razón, este atentado fue como para enviarnos un mensaje
que cuenta con muchos hombres. Interrumpió Federico.
-Para mí, esto fue una nueva declaración de guerra y un alarde de que tiene
hombres suficientes para sacrificar. Pronuncié.
-Claro muchachos pero para eso tenemos una gran cantidad de comandos y
efectivos de inteligencia del Comisario Saavedra. Y hablando del Rey de
Roma y él que se asoma.
En ese momento se acercaba a nosotros el mismo Comisario Saavedra.
-Ricardo, me entere del atentado contra Julio, pero no acudí ya que quería
colocar un anillo de seguridad para la seguridad del Comisario cuando llegase.
Manifestó el jefe de Inteligencia del DIIP.
-Agradecido Esteban. Ahora debemos estar moscas y de eso
conversábamos ya que nos parece que El Turco es capaz de golpear en contra
nuestra hasta acá.
Mientras conversábamos con Saavedra, hicieron la entrada Labastida,
Terán y Ceballos. Nos agradó verlos ya que varias veces habíamos estado en
operativos con ellos y sabíamos de la valía de cada uno de los jefes policiales.
El que se hubiesen acercado demostraba que pensaban tomar el segundo
atentado contra jefe como si hubiese sido realizado en contra de alguno de sus
hombres.
-¿Podemos ver a Julio? Pregunto Terán.
-Sí, pero esperemos un poco que está siendo reconocido por los médicos,
para ver si los últimos acontecimientos no hayan afectado las heridas.
Pronunció Ricardo.
-Vamos a tomarnos un café, amigos, yo invito. Prosiguió mi amigo.
Nos dirigimos al cafetín de nuestra sede y tomamos asiento en una mesa.
-Nosotros en los operativos realizados pudimos dar con más conchas del
Cartel de la Montaña y por lo que pudimos ver se están preparando para una
larga guerra con los tipos esos del Cartel del Norte del Continente. Dijo el jefe
del grupo Rinoceronte.
-En las capturas pudimos observar no solamente la gran cantidad de armas
y municione, sino un gran cantidad de alimentos que demostraba que los
hampones esos pensaban enconcharse largamente para una guerra.
-Nosotros por nuestra parte, les hemos hecho Inteligencia a varios
cabecillas de la gente de El Turco y los tenemos localizados. Comentó
Saavedra.
-Esperamos tener más localizados para detenerlos o darles plomo. Advirtió
Saavedra.
-Avísame para enviar mi Equipo Táctico para ayudarte. Afirmó Ricardo.
-¿No se sabe nada del tal Berrios? Preguntó el segundo de los Comandos
del DIIP.
-Ese es el jefe de toda esta vaina, ya que el carajo Turco es simplemente su
brazo ejecutor. Interesante seria tumbarle a El Turco para desarticularle su
aparato armado. Interrumpió Ceballos que callado escuchaba a los jefes
policiales.
-Debemos hacer bastante Inteligencia para de esa forma dar con el carajo
ese. Aunque para nosotros esas vainas satánicas son pura paja y cuentos para
tontos, eso produce miedo en los hampones y por eso El Turco es temido.
Prosiguió el Jefe de la Policía Científica. Lo que si debemos es estar
preparados para ataques en las mismas sedes de nuestros cuerpos.
-Por eso he dado la orden en la Policía Científica para que abran un
perímetro de seguridad más amplio para evitar que pase lo que intentaron en la
Policía Regional de tirar granadas.
-Desde nuestra parte; informó Ricardo; tenemos los drones todo el día
haciendo los recorridos con las cámaras para ver donde conseguimos algún
indicio de donde se encuentra El Turco y el carajo ese Berrios. Además las
cámaras de vigilancia en las principales avenidas de la ciudad están
programadas por nuestros expertos en informática con programas de
reconocimiento facial para hacer la inteligencia necesaria para capturar a ese
par de joyas.
-Lo que sí quiero informarles es que hemos hecho contacto con elementos
del hampa de la banda de El Mayor para que nos den información de donde
podamos capturar y dar de baja a la mayor cantidad de hombres de El Turco.
Irrumpió Saavedra interviniendo.

CAPITULO IX

Pasarían unos días para que nos volviéramos a encontrar en la facultad de


Derecho. Empezaban las clases. Dos días antes llegó Carmen Cecilia a la
ciudad. La recibí en el aeropuerto. Estaba bellísima, le había ido bien en las
vacaciones se le veía fresca y relajada.
Más gordita si estaba, claro los guisos de la suegra seguramente
cumplieron con su fin.
-Estas bien gordita y nalgona, le dije con cariño, dándole una sonora
nalgada, en su amplia y bien redondeada anatomía.
-¿Te hice falta amor? Me pregunto coquetamente.
-Claro mi vida, vamos a tu apartamento y te lo demuestro. Respondí.
Yéndonos en un taxi hacia donde vivía la bella dama.
Pasaron segundos, al haber llegado, para que Carmen y yo, nos
estuviésemos besando con pasión y mis manos no descansaron recorriendo las
curvas que había aumentado positivamente en las vacaciones.
-Si me vuelves a decir gorda, te castigaré dándote una dieta total de
abstinencia. Me dijo con burla frenando mis manos que recorrían su hermoso
cuerpo de arriba abajo.
La mañana transcurrió amándonos, después de llevar varias semanas sin
vernos. Almorzamos y yo me despedí para dirigirme al cuerpo policial.
Llegue a la sede del DIIP, esperando las órdenes que se darían en la guerra
frontal que llevábamos en contra de El Turco y sus secuaces.
Pude acercarme a la habitación del Comisario Montoya y note con
satisfacción la recuperación del jefe.
-¡Caramba jefe. Usted es indestructible! Le indique animadamente.
-Claro Carlitos. Todavía no está fabricada la bala que eliminara al
Comisario Julio Montoya. Me respondió.
-Creían esos carajos que me iban a matar así de fácil. Estaban equivocados
los pedazos de gonorreas esos. Continuó Julio.
-Ya tenemos identificadas nuevas conchas de ellos y les vamos a caer. Sera
cuestión de días para que tumbemos al cerdo ese de El Turco.
-Ese me debe uno, ya pronto estaré recuperado participando con ustedes en
los operativos, Eso si alguno de ustedes lo ven primero me lo matan.
-Claro jefe, ni lo dude. Este seguro que lo vengaremos. Afirme.
-¿Cómo se está portando Ricardo? Pregunto con aprecio el jefe,
demostrando con esa pregunta el cariño que le tenía a nuestro amigo.
-Muy bien jefe, Ricardo es tremendo jefe. Le conteste.
-Él me ha estado poniendo al tanto sobre los operativos que han realizado.
Me contó que en uno de ellos te tocó hacer de exorcista de un demonio loco,
que soltó al diablo de tremendo culatazo que le diste en la frente enviándolo al
quinto infierno. Comento Montoya con tremenda carcajada.
-Muchacho, ustedes saben que estoy orgullosos de ustedes. Son tremendo
Grupo Táctico. Me han dado muchas satisfacciones. Les agradezco lo que
hicieron por mí el día del atentado. Me dijo Julio Montoya.
-Jefe ese era nuestro deber. Le sugerí.
Lo dejo para que descanse. Me despedí.
Me dirigí al polígono para entrenarme un poco en tiro de combate.
Practique como dos horas, la intención era mejorar como tirador ya que en eso
dependía la diferencia entre la vida y la muerte.
Quería prepararme como francotirador y pronto comenzaría el
entrenamiento que me había prometido el jefe. No puedo negar que Julio
Montoya siempre estaba pendiente que recibiésemos el mejor de los
entrenamientos.
Para Julio Montoya el liderazgo era un arte que se aprende y lo mejoraba
día a día, pocos trabajos son tan estresantes como llevar el mando de una
Unidad de Elite.
Montoya nos demostraba cada momento que él era un líder capaz, digno de
confianza por todo nosotros, tenía la responsabilidad de los operativos y
controlaba las acciones de cada miembro.
Estoy claro que al largo del relato he alabado muchos las características de
liderazgo del jefe, pero es necesario cada vez que recuerdo como se
comportaba con nosotros el Comisario.
La guerra contra la delincuencia se seguía dando en la ciudad y el estado.
No solamente nos enfrentábamos a la gente de El Turco.
Varias veces nos tocaba resolver problemas con el hampa común y
colaborar con las otras policías, tanto Científicas como Regional en varias
acciones.
En los entrenamientos que realizábamos como Equipo Táctico, nos dieron
un curso de Técnicas y Tácticas de Reacción a la Emboscada que nos
generaría habilidades para la reacción ante una agresión armada, logrando que
desarrolláramos la capacidad de maniobra en lo individual y como equipo.
Aprendimos a adoptar las medidas de seguridad, a repeler la agresión,
manejar la extracción en una emboscada. Conocer al enemigo, el terreno, los
tipos de emboscadas; que se diferenciaban por la distancia y por su
conformación, los principios básicos de las emboscadas, en la selección de los
objetivos cuando repelíamos una emboscada, con práctica de tiro en
movimiento lineal y avance, en movimiento envolvente.
Debíamos estar preparados para repeler cualquier agresión del Cartel del
Norte del Continente y no pasaría mucho tiempo para que los carajos esos
golpearan a las autoridades.
La gente de El Turco haría su aparición con un secuestro de un colegio con
la intención; otra vez; de tomar rehenes para cambiarlos por los que habíamos
detenidos en los diferentes operativos que habíamos realizado.
Diez hampones fueron llegando a la entrada de un colegio privado de la
ciudad, que se caracterizaba por contar con una gran cantidad de estudiantes
de Primaria y de Secundaria, de profesores y de personal administrativo y
obrero.
La Directora del Liceo, una aguerrida profesora, que nos ayudaría a
conocer cuántos hombres habían entrado y que había logrado esconderse en
una oficina que no fue revisada por los delincuentes y pudo escapar para
informar datos que nos fueron muy precisos a la hora en que nos tocó actuar.
Esa mañana los diez delincuentes se apostaron a la entrada del plantel
educativo, uno de ellos se acerca al vigilante de la entrada haciéndose pasar
por un representante de alguno de los alumnos que estudiaban en el Colegio
que era llamado Santa María.
Mientras conversaba el vigilante con el supuesto padre, los demás
hampones que se encontraban situados en varios carros cercanos al Colegio
Santa María se fueron acercando esperando que el fingido representante
sometiese al vigilante, que ni armado estaba.
Los mal vivientes estaban intentando están intentando hacer una entrada de
los más estruendosa posible para llamar bastante la atención de las autoridades
y de la opinión pública para lograr conseguir los propósitos que los traían.
El fingido padre somete al vigilante haciendo los demás individuos un
entrada disparando sus armas al aire con el fin de crear bastante pánico en los
rehenes como era su intención.
Tanto los estudiantes como el personal de profesores, administrativos y
obreros al oír los disparos son desbordados por el pánico tratando de escapar
por la parte de atrás del plantel educativo.
Logran escapar un gran número de personas, pero la rapidez de los
hampones hace que puedan tomar un número grande de estudiantes de los
primeros grados, casi puros niños.
Con el escándalo que armaron los carajos esos, son avisados por los
curiosos que se apostan en el lugar una unidad de patrullaje de la Policía
Regional que rodean el lugar evitando que se presenten víctimas entre los que
nunca faltan que la curiosidad sobrepasa el sentido común.
Una unidad del Equipo Táctico del DIIP se apersona en el lugar, a los
pocos minutos hace su aparición el Comisario Labastida acompañado de lo
mejor de su GRI, habiendo sido precedido esos dos grupos por la gente del
Comisario Terán de la Policía Nacional e instalan el Comité de Crisis.
Acordonamos la zona, Ricardo y Terán se pliegan a las órdenes del
Comisario Labastida, por su antigüedad y su experiencia en este tipo de
delitos. Recordemos que el Comisario de la Policía Científica es el mejor
negociador con que cuenta la ciudad y porque no, el país.
Como se realizan en estos casos, se procura obtener todo tipo de
información sobre lo que ha acontecido con la intención de saber con cuantos
rehenes y secuestradores se cuenta.
Podemos obtener mucha información por la cantidad de personas que han
escapado del colegio en los primeros momentos.
De una vez nos ordena Labastida que armemos un perímetro de seguridad
para proteger los civiles de un posible tiroteo, ya que no nos engañamos y por
la manera que interrumpieron, es de imaginarse que son personas bastante
agresivas y a pesar de que no se han identificado sabemos que deben ser gente
del Turco que no cesa su guerra contra la ciudad.
Ricardo, Terán y Labastida crean un puesto de observación directa del
Comité de Crisis, para encarar la situación de los rehenes. Como se realiza en
este caso el negociador trata de obtener comunicación con los secuestradores,
Labastida dirigirá la operación pero se utilizara otra persona para comunicarse
con los secuestradores por lo reciente que esta la pasada toma de rehenes en el
Centro Comercial.
El escogido es Ricardo que con su sangre fría de costumbre toma el
teléfono para llamar a uno de los teléfonos del Colegio Santa María. La misión
no sería sencilla, teníamos pocos datos para saber cómo íbamos a proceder.
Lo que si no nos hacíamos ilusiones de que el caso se resolviera
rápidamente.
Ricardo con la ayuda del experto de la Policía Científica, tendría que
conocer lo que pasaba por las mentes de los raptores y anticiparse a sus
acciones. Ninguno de los tres cuerpos tácticos sabíamos nada de los
secuestradores hasta que hablásemos con ellos.
Al ser atendido después de varias llamadas, Ricardo; se comunica con los
secuestradores:
-¿Qué quieren ustedes? Tratemos que no se derrame sangre de estos niños
inocentes. Dennos sus demandas para que se acabe esta situación. Les dice.
Labastida trataría de pensar como ellos a pesar de lo difícil de entender sus
planteamientos. Ricardo y Labastida entendían la gran responsabilidad que
tenían en sus hombros, salvar a estos pequeños de las garras de estos salvajes
asesinos.
Los raptores como se esperaba pedirían que fuese soltados un grupo
importante de sicarios y hampones del conocido Cartel del Norte del
Continente.
Labastida le recomendó a Ricardo lo que había aprendido en sus estudios
como Negociador que no era otra cosa que establecer comunicación y relación
con los secuestradores, creando un cierto grado de confianza con los raptores,
para poder beneficiarse como la liberación de algunos rehenes a cambio de
comida o de alguna concesión, todo con la firme intención de que se saliese
sin la pérdida de vidas humanas por parte de los secuestrados.
Por la voz del que contestó, se supuso que eran el líder del grupo, el primer
paso era hablar con el líder, no era fácil hacerlo ya que el carajo ese se sentía
muy cómodo y orgulloso por lo que estaba haciendo.
Los hampones exigían la posibilidad que liberaran a varios cabecillas del
Cartel del Norte del Continente y ser llevados a un aeropuerto para poder huir
del país, sino amenazaban con matar a los rehenes.
-¡Que sabemos del caso? Pregunto Labastida a los que estábamos
obteniendo datos de los que escaparon.
A mí que me había tocado entrevistar a varios de los que se fugaron del
sitio de los acontecimientos.
-Comisario tienen cuarenta rehenes. Le respondí.
-Alarguen el perímetro de seguridad. Ordenó.
-No voy a darles la posibilidad a esos grandes carajos que utilicen la
opinión pública para que consigan sus fines.
Seguían dándose los acontecimientos y ya nosotros estábamos en el
perímetro de seguridad, preparándonos para cualquier acción.
Lo que no sabíamos era que en minutos recibiríamos la llamada de la
directora del plantel, que desde una oficina encerrada, calladamente nos daría
la información precisa para poder irrumpir y dar de baja a los sicarios del
cartel de la droga que no merecían otra cosa.
-Por la información que tenemos de la gente que escapo, es que los
secuestradores son unos diez. Varias personas los vieron entrar y al momento
empezaron a disparar para crear confusión. Irrumpió Terán.
-Seguramente lo que quieren es desbordar la opinión pública para que nos
presionen para que liberemos a los hombres del cartel.
-Alfonso, Ricardo, vamos a situar cinco francotiradores en el mejor punto
de observación que tenemos que es desde una meseta que esta frente al
colegio. Eso sí debemos evitar que sean vistos por los secuestradores.
-Menos mal que en nuestros vehículos, en el equipo tenemos trajes
camuflageados con ramas y matas que hará que nuestros tiradores y
observadores se confundan con el terreno.
-Comisario, ya bloquearemos la señal de los teléfonos móviles. Comentó
Ricardo.
-Claro amiguito, esto hará que si tienen un cómplice afuera; que lo deben
tener; que les dé información de los movimientos que hagamos. Pronunció
Labastida.
Nos llega una profesora de las que había escapado, quien nos dice que la
directora del plantel, se encuentra escondida en una de las dependencias en el
piso de arriba que se encuentra de depósito de los artículos de limpieza del
plantel educativo.
La valiente directora desde el depósito llama a una de sus colegas para que
la comunique con las autoridades que llevan el caso.
-¿Dígame profesora, cuantos tipos son y como están situados? Le pregunta
Labastida a la arrojada docente.
Poco a poco la directora le narra lo que ha podido notar desde que llegaron
los mal nacidos. Ella había podido esconderse y trancar la habitación pudiendo
presumir los raptores que alguno de los que habían escapado podía haberse
llevado la llave de la dependencia.
Con esos datos desde el puesto de mando se podía tener algún tipo de idea
para trazar una estrategia.
Los tiradores y observadores nos darían una excelente cobertura visual de
la escuela.
-Ricardo, necesito tener un mapa de la escuela. ¿Además que sabemos de
las armas que tiene los carajos esos?
-Por lo que nos han dicho los que huyeron, los mal paridos esos cuentan
con armas de grueso calibre. Por lo que nos han dicho los que vieron como
entraron, traen fusiles AR-15.
Ricardo se encarga de llevarle los planos que consigue de la compañía que
construyo la escuela.
-Por lo que dicen los tiradores y observadores son diez los raptores y
concuerda con las declaraciones de los que vieron como entraron. Le dice
nuestro jefe.
-Él que mantiene una continua comunicación es nuestro jefe el Comisario
Montoya. Anuncia Ricardo.
-Ese Julio es una cosa seria. ¿No entiendo como no se ha venido, con lo
inquieto que es? Comenta Terán.
-El mismo Presidente llamó a sus escoltas y les ordenó que cuidaran
completamente a Julio y si era de amarrarlo lo hiciesen y si no lo cuidaban
bien, el mismo se encargaría de arruinarles la carrera. Contó Ricardo.
-Claro imagino que el Presidente conoce perfectamente a Julio y por eso
que me ordenó que colocase los escoltas más grandes y fuertes, no tanto para
proteger a Julio de un intento de asesinato, sino para protegerlo de su propio
temperamento. Por eso es que el gorila de González es el jefe de ellos. Afirmó
Labastida.
- Este plantel educativo consta de tres pisos, planta baja y dos pisos. A la
entrada hay un patio grande igual que en el parte de atrás. Por lo que hemos
podido ver a los rehenes los tienen en el primer piso y debe haber vigilancia
tanto en la parte de la entrada como en la parte de atrás. Anuncia Labastida
después de estudiar los planes.
Enviare a Carlos con los tiradores para que dirija la comunicación con
nosotros. Apuesta Ricardo.
Soy encargado de dirigirme al puesto de observación de la meseta. Antes
me coloco el camuflaje que me confundirá con el terreno.
Al llegar dirijo los binoculares a las ventanas y lo poco que se puede ver es
la figura de varios de los captores que vigilan a los niños y a los rehenes que
se encuentran sentados en el piso. Eso es bueno ya que cuando ataquemos
dispararemos a los que están de pie y será más fácil derribarlos.
Ese sería un buen dato que en segundos los trasmití al comando donde se
encontraban los máximos jefes policiales. Ricardo me felicito por lo
interesante del dato que les acababa de pasar.
-Coño, cuñadito, por eso es que Julio insiste que debes hacer un curso de
francotirador. Piensa que rendirás más que haciendo Inteligencia en la
Universidad. Me dice.
El Gobernador llama al Comisario Labastida y le anuncia que no piensa de
ninguna forma negociar con esos dementes, pero que no permitirá de ninguna
forma que caiga alguno de los rehenes, pero ordena que los secuestradores
sean tratados con guantes de seda.
Labastida le dice que sabe que ceder ante los deseos de los secuestradores
no es una opción favorable, pero hay que estar claros que esa gentuza esta
dispuestos a matar los rehenes.
Le dice al Gobernador que por lo que le había dicho a Ricardo los malditos
esos hablaban en serio y eso produce un silencio en la línea telefónica por la
gran responsabilidad que tiene tanto el Gobernador, como los jefes policiales,
de la vida de los rehenes.
Ricardo vuelve a llamar y le contesta otra voz que le anuncia que el tiempo
se acorta y que si no reciben pronto respuesta, empezaran a matar un rehén
cada cinco minutos.
Labastida le indica a Ricardo que le diga al raptor, que no cree que sean
asesinos dispuestos a matar gente indefensa. Que ellos están buscando la
posibilidad de resolver lo de los miembros del cartel que están detenidos
El raptor rabiosamente cuelga el teléfono, cosa que hace que tanto Ricardo
como Labastida se ponga alertas por lo que pueda pasar en los próximos
minutos.
Desde mi posición de observador veo que uno de los secuestradores
conduce a un hombre; después nos informan que es el vigilante que es
sorprendido en la entrada cuando entran los raptores; a la entrada del colegio.
Observo que el secuestrador coloca en la sien del hombre su pistola, es
difícil ver como un cerdo de esos va a sacrificar un rehén y tenerlo bajo la
mira del arma y no poder disparar, pero eso simplemente traería más muertes
ya que seguramente los secuaces vengarían la muerte de su compinche con los
demás rehenes.
-Desde Rifle Uno tengo apuntado al carajo ese. Le dice uno de los
Francotiradores a Labastida.
-¡Quédense quietos, no vayan a disparar! Repito no disparen. Anuncia
Labastida.
Vemos con asombro como el secuestrador dispara su arma contra el
vigilante.
-¡No vayan a disparar ninguno. Coño no vayan a disparar!
-¡Lo tengo apuntado. Voy a disparar! Gritan dos tiradores.
¡Coño no disparen! ¡Verga se los dije! ¡No disparen! Dice Labastida.
Era para nosotros muy difícil, no poder actuar. Ya teníamos las órdenes
necesarias para no actuar.
¡Maldito hijo de puta! Se desahoga Ricardo.
Tenemos que contenernos, no podemos cometer un error tan grave y con
ese error lograr que maten a los demás rehenes.
Todos nosotros nos sentimos mal, queremos entrar en acción. Pero somos
profesionales y como tal debemos comportarnos.
Las horas han tardado en pasar, pero el atardecer cae y Labastida tiene
contacto otra vez con los secuestradores quienes ordenan que les traigan
comida para ellos y sus rehenes.
Por el agua no nos preocupamos ya que el colegio está lleno de filtros de
agua potable en donde podrán beber los secuestrados y secuestradores.
Labastida como negociador entrenado aplicaría 3 pasos, en donde
escucharía con interés demostrando a los secuestradores que si los estaba
escuchando, aparentaría ante ellos que los entendía perfectamente para que
ellos empezaran a confiar en él, cosa que no logro debido a la gran agresividad
de los secuestradores.
Tenía la intención de que ellos se rindieran, pero estos carajos no dejaban,
después de sacrificar rehenes, esta posibilidad.
Estábamos desesperados por entrar, pero debíamos esperar. Los
secuestradores amenazaban con matar a mas rehenes y que los próximos
serían escogidos entre los más pequeños.
Llego la noche y el grupo de intervención llega por atrás, ya el Comité de
Crisis decide que es necesario entrar si queremos salvar los rehenes.
Me entere después; por Alejandro que se encontraba en el grupo táctico
que se encargaría de la liberación de los rehenes; que silenciosamente se
acerca por la parte de atrás del colegio que favorablemente está llena de
monte.
Ya habíamos notado que los secuestradores no se ponían sino segundos
como blancos, quizás prevenidos por lo que les había pasado a los satánicos en
la joyería en el Centro Comercial.
Cortan la cerca de protección que envuelve la edificación educativa, desde
el Comité de Crisis, Labastida da la orden para que vayan apagando
disimuladamente los bombillos de luz de la calle que rodea el colegio.
Un pelotón de 20 efectivos hace su entrada silenciosamente al colegio.
Desde que se prepara el operativo desde el puesto de observación de los
francotiradores somos advertidos de que se entraría en acción.
Un grupo de cinco hombres se dirigen calladamente a la zona donde se
encuentra un hombre que vigila la parte de atrás de la edificación, uno de los
del equipo táctico se le acerca por la espalda y con un alambre le rodea el
cuello y lo reduce hasta que deja de moverse, quedando completamente
muerto, sin exhalar siquiera un quejido.
En esos momentos prevalece la vida de los rehenes y no importa si cae
alguno de los delincuentes.
Me contó Alejandro que arrastraron el cuerpo para que no fuese
descubierto, escondiéndolo debajo de la maleza.
El grupo de 20 hombres se divide en 4 columnas con su hombre clave en la
parte delantera, el hombre refuerzo, asegurando la derecha del desplazamiento
y al líder del grupo, el líder que lleva la responsabilidad del equipo, el
polivalente cubriendo el lado izquierdo, también preparado para ser el líder y
el ultimo que cubre la retaguardia.
Ya el pelotón había revisado los planes, además por la información que les
había dado la directora sabían que los secuestradores estaban situados en la
planta baja de la edificación y como siempre en estos casos los rehenes se
encontraban sentados en el piso.
Los secuestradores casi siempre intentan estar por encima de sus
secuestrados con la intención de tener una posición de mando. Los Equipos
Tácticos al entrar apuntan alto, y dan instrucciones al rehén de permanecer
abajo. El rehén constantemente se mantendrá en un solo lugar.
Tenían planes de atacar cuando apagasen la luz de la zona, eso traería
confusión en los secuestradores, sumado al estallido de las granadas
cegadoras. Contaban con visores de luz.
El Comisario da la orden de que en segundo apagaran las luces y en este
momento los pelotones entraran dando de baja a los secuestradores.
-Unidades Uno, Dos, Tres, Cuatro y Cinco preparados. Dice.
-En cinco segundos ataquen. Cinco, cuatro, tres, dos, uno.
Al contar el número tres el Comisario, los que tenían las granadas
cegadoras las arrojan y gracias a que el destello de la explosión por la luz
enceguece a los secuestradores sorprendidos por cinco segundos, haciendo
fácil que el grupo de rescate entre al primer piso pudiendo disparar contra
ellos.
Alejandro me contó que el grupo hace la entrada gritando:
¡Quédense en el piso! ¡No se levanten!
Él ve como el grupo de rehenes se protegen los oídos por el ruido pero en
ese momento no puede ocuparse de ellos. Su papel en el primer pelotón es el
de hombre clave y ve como un delincuente que empuña una ametralladora
pequeña, que no identifica el tipo, al cual dirige su arma y le hace tres disparos
que le impactan en el pecho.
Los demás pelotones disparan contra los enceguecidos secuestradores, casi
todos dirigen sus armas a las cabezas de los delincuentes dándoles de baja de
una forma limpia y con una rapidez asombrosa que en pocos segundos se
encuentran tirados en el suelo convertidos en cadáveres los que pretendieron
burlarse de la ley.
Cuenta mi amigo que ninguno de los hombres de los pelotones dejó de
utilizar sus armas. Uno de ellos se encontraba sentado en una silla apuntando
con su arma a los rehenes y es derribado de un disparo en la cabeza, por uno
de los líderes de uno de los pelotones.
Dos hombres del Comando Táctico de las policías ametrallan a los
sorprendidos secuestradores atravesándose para proteger a los rehenes, que no
salen de la confusión por la explosión de las granadas.
Solamente tres comandos son alcanzados por balas que no producen mayor
daño por la protección de los trajes antibalas que se usan en esa oportunidad.
Esos trajes antibalas son una reciente adquisición por parte del gobierno
para el combate contra los dos carteles que están afectando tanto la seguridad
del país.
Era un traje que constaba de 3 piezas, pantalón, chaqueta y chaleco que
eran blindados, usando un material llamado nanotubos de carbono, que lo
utilizaban en Los Estados Unidos para los chalecos de las Fuerzas Especiales.
Ese material es resistente hasta balas 9 mm y a cuchillos, es muy ligero en
comparación al kevlar en un cincuenta por ciento y 30 por ciento más fuerte
que el acero.

CAPITULO X

Vemos desde la posición que tenemos las luces de las explosiones tanto de
las granadas como de los disparos. Nuestros francotiradores se quedan con las
ganas de disparar ya que no hay una buena vista por las ventanas que rodean la
edificación.
Por lo que nos enteramos después, contada por mi amigo, uno de los
secuestradores trata de huir y es el que más disparos recibe del grupo de
rescate por la rapidez de sus movimientos que los comandos tratan de
neutralizar.
Contaba mi camarada que se quedó con las ganas de matar más
delincuentes pero la acción de este Equipo Táctico fue rapidísimo que no le
dio tiempo apuntar a otro de los desgraciados esos ya que en pocos segundos
estaban muertos.
Irónicamente, como lo aprendemos, alejamos las armas de los terroristas
caídos. Ustedes dirán que no había necesidad ya que estaban muertos, pero son
protocolos que debemos seguir.
-¡Despejado! ¡Despejado! Oímos los gritos del Grupo Táctico.
El líder de los pelotones se dirige al Comisario Labastida por radio y
comenta:
-¡Comisario, aquí Líder Uno. Misión cumplida!
-¡Los rehenes ilesos y los hijos de puta, todos muertos! Concluye.
Dos pelotones se dirigen hacia los pisos de arriba del colegio para ver si
quedaban algún secuestrador oculto.
-Saquen a los rehenes de allí. Se oye que ordena el Líder Uno a los
pelotones.
De pronto vemos que salen los comandos tácticos con los rehenes, varios
llevando a niños de corta edad en sus brazos.
El Comisario s acompañado por su colega Terán y Ricardo se acerca a los
que salen y se oye decir eufórico a Augusto:
-¡Buen trabajo, muchachos!
¡Misión cumplida, Comisarios, sin bajas nuestras ni de los rehenes.
Ya nosotros junto a los tiradores, bajamos de nuestro montículo y nos
unimos a la euforia del grupo de rescate y los rehenes liberados.
Entramos a apoyar al pelotón que ya bajan las escaleras acompañados por
la valiente directora, que pudiendo huir por atrás, se quedó y fue nuestros ojos
y oídos en la zona donde estaban los rehenes, arriesgando su vida.
Vemos agujeros de balas en la pared en donde estaban apoyados los
rehenes, pero notamos que están muy altos para haber dado a alguno de ellos.
¡Muy bien muchachos! Felicitaciones. Oímos decir por la radio al
Comisario Julio Montoya, que desde su lecho de enfermo siguió la acción
aportando con su gran experiencia a este grupo mixto de las tres policías.
Al llegar a la sede del DIIP y ver como nuestros comandos que habíamos
participado nos despojábamos de nuestra indumentaria y de los trajes antibalas
que comenzábamos hoy a usar y conversábamos animadamente de lo ocurrido.
-¿Quién de ustedes disparó contra el carajo que asesino al vigilante?
Pregunto Ricardo que se había unido a la animación del grupo.
-Por favor, de aquí como tres abaleamos la cabeza de marrano de ese
maldito. Comentó uno de los comandos que ahora no recuerdo su nombre.
-No solamente fue acariciado por nuestras balas, los del GRI también
dispararon contra él. Afirmó Alejandro.
-Ese carajo creo que era el más peligroso de la banda. Explicó Ricardo.
-Lamentablemente no pudimos evitar la muerte de este civil.
Nos dio tristeza al recordar cuando los niños y varios de los rehenes fueron
conducidos al centro asistencial ya que se encontraban en estado de shock.
Vimos a varios pequeños que se habían orinado los pantalones por la situación
traumática que habían vivido.
Eso no hizo tener la certeza que la labor de nosotros era como una cruzada
que estábamos realizando en contra de estos desadaptados sociales.
Espero que los que me leen, no me juzguen mal por las acciones que tuve
que participar dando de baja a muchos de estos asesinos que ensangrentaron
las calles de mi ciudad.
¿Qué hubiese sido de este país sino hubiese contado con Equipos Tácticos
que no lo hubiesen defendido?
Era un privilegio para cualquiera de nosotros el estar en defensa de la
ciudad.
Pero no pasaría mucho tiempo para que estos mal nacidos ripostaran en
contra de la Policía que los combatía.
Una mañana nos informaron que estaban apareciendo panfletos alrededor
de la ciudad en donde ofrecían una muy buena paga por asesinar cualquier
miembro de las fuerzas de seguridad. A las pocas horas tuvimos la noticia que
al norte de la ciudad habían disparado contra una patrulla que hacia su
recorrido matutino.
Minutos después pudimos saber que ya en la parte oeste de la ciudad
habían matado dos patrulleros motorizados de la Policía Regional. Cosa que
produjo mucha rabia en nosotros.
El comisario Julio Montoya a pesar de estar recuperándose de sus heridas
se acercó a la sala de reuniones y junto a Ricardo nos mostraron los panfletos
y nos advirtiéramos que estuviésemos pendientes cuando saliéramos de este
edificio y que a pesar de todas las previsiones que tomábamos para evitar de
que supiésemos que éramos policías las debíamos aumentar.
Refirió Montoya que los que tenían mayor riesgo era la Policía Regional
que era la que estaba uniformada y era más fácil de identificar y lo mismo
podía pasar por parte de la gente de la Científica ya que se conocían por lo
elegante de sus atuendos y los cortes de pelo que usaban.
Nosotros, tanto la gente de Inteligencia como nosotros, no se podía decir
que fuese fácil de identificar por eso se extremarían las medidas de seguridad.
Con estos acontecimientos que se tornaba la situación menos consideración
íbamos a tener contra la gente de los carteles de la droga. La orden era darles
de baja no más los viésemos y que menos piedad con la gente del Cartel del
Norte del Continente y los payasos de El Turco.
Mientras tanto yo seguía mis estudios de Derecho, con mi “supuesto”
trabajo con el Juez Quintero y mi relación con Carmen Cecilia, con quien tenía
mis altas y mis bajas.
Había resultado demasiado celosa y eso me cansaba, además tenía que
estarle justificando a cada rato mis pasos y eso me molestaba bastante por lo
de mi trabajo.
Muchas veces había pensado, cada vez que había problemas de celos con
ella porque me desaparecía, decirle que no andaba con mujeres sino
cumpliendo mí trabajo policial.
Otra cosa que había empeorado era los atentados de la gente de El Turco
contra los cuerpos policiales. Todos los días caían más agentes víctimas de los
atentados de esos cerdos y como pagaban bastante bien por la muerte de un
policía el hampa común para ganarse unos centavos se prestaban para disparar
contra nuestros hombres.
Pero pobre de ellos si caían en manos de la policía, ya que de una vez eran
dados de bajas con las consabidas protestas de las asociaciones de derechos
humanos que mostraban estar más interesados en salvaguardar la salud de los
delincuentes que de los policías.
Era lógico que se produjesen abusos en contra de los hampones, ya que los
policías estaban sometidos a tremenda presión. Muchos operativos se dieron
en contra de muchos hampones que se enconchaban después de cometer
asesinatos de agentes de los cuerpos policiales.
Participe en varios allanamientos, en que varios terminaron a tiros llevando
ellos la peor parte. No utilizábamos precisamente guantes de seda contra esos
tipos.
Pero por más de tener la Inteligencia de los tres cuerpos desplegados en las
calles, con los drones de vigilancia y las cámaras de seguridad no habíamos
podido dar con el paradero de Alfredo Berrios ni de El Turco.
Sobre Berrios se comentaba en la facultad que estaba fuera del país, ya
para nadie era un secreto que era el jefe de una vasta red de narcotráfico que
había tomado toda la Universidad, claro esto era solamente la punta del
iceberg, ya que era el jefe del Cartel del Norte del Continente en nuestra
ciudad y el Turco su brazo armado.
Ese carajo tirado a diabólico, con su grupo de payasitos, metía miedo en la
ciudad, pero no a nosotros. Lo que si les puedo decir es que estos carajos
cuando caían eran unas mamitas. Trataban de asustar con el cuento del diablo,
pero cuando alguno caían en nuestras manos y medio le aplicábamos las
clavijas de una vez se les salía el diablo que decían que tenían en el cuerpo.
Pude, en ese tiempo, darme el lujo de presenciar al Comisario Ceballos, el
conocido jefe de la Policía Científica, junto a Augusto Labastida practicar un
interrogatorio a uno de los “satánicos”.
Una tarde acompañe a Ricardo a la sede de la Policía Científica, dos
cuadras antes conseguimos un reten integrado por cuatro comandos del GRI
de Labastidas, fuertemente armados y encapuchados para que no se conociera
quienes eran por los acontecimientos que se estaba viviendo en la ciudad.
Nos ordenaron pasar y llegamos a la sede de la Policía Científica, pasamos
a una de las oficinas en donde se encontraban Ceballos y Labastida
interrogando a un tipo que tenía todas las trazas de ser uno de “los diablitos”
de El Turco.
Antes de entrar oímos los gritos de Labastida y Ceballos, manejando un
tipo de técnica de interrogatorio, los dos jefes hacia el papel, uno de violento y
el otro de tratar de evitar cualquier violencia que no se pudiese justificar ante
un tribunal.
-¿Sabes quién soy maldito. Sabes quién soy? Gritaba Labastida mientras
tenía al aterrado “satánico” agarrado por el cuello.
-Comisario suéltalo, déjame ver si es tan diablo como presumen. Decía el
jefe de la Policía Científica.
-¿No y que matan policías, que son muy bravos? Decía sin respetar que se
dirigía a su superior jerárquico
Coño suéltalo Labastida repetía Ceballos.
Ceballos como fastidiado murmuraba como para sí:
-Mierda Labastida otra vez no, no vas a meter en un lio a la Policía
Científica.
-Si sigues así voy a tener que suspenderte. Amenazó Ceballos a su jefe del
Equipo Táctico del GRI.
-Ya bastante problemas hay con la prensa y los carajos esos de derechos
humanos. Dijo.
Cuando vio que estábamos en la puerta nos ordenó Ceballos:
-Ayúdenme con ese loco, que esta fuera de sí. Nos mandó.
Yo quedé sorprendido de la orden. Era proceder como contra el mismo
Julio Montoya, ya que Labastida tenía un buen puesto logrado por su trabajo y
por la mística y dedicación con que había manejado por años el Grupo de
Respuesta Inmediata de la Policía Científica.
Al mismo tiempo que Ceballos dice eso, para que Labastida saque un
tremendo Cuchillo Albainox Tactical de su chaqueta y veloz como un
relámpago se acerque al “diabólico” ya que le había soltado la presa que le
tenía por el cuello para discutir con Ceballos.
-Este carajo no se controla, como será que la última vez, descuartizo a un
delincuente aquí y no pudimos someterlo y nos costó mucho borrar el rastro y
desaparecer el cadáver. Nos afirmó.
-Dejo la sala de interrogatorio echa un asco y hubo que lavarla por una
semana para eliminar el olor a carroña que dejo este salvaje con lo que le hizo
a un detenido.
- No es buena idea los que vas a hacer, Labastida, eso viola los
procedimientos. Continua.
Velozmente el Comisario Labastidas toma los testículos del hampón y se
los empieza a apretar, al segundo con la otra mano coloca el cuchillo en los
testículos del delincuente quien esta aterrado y con la mano que había
agarrado las bolas del “satánico” le baja el cierre del pantalón, sacándole el
pene.
Con cara de demente, corta como con una hojilla el pantalón del
delincuente, demostrando el filo del enorme cuchillo.
-Quitémosle el arma. Acota Ceballos.
Labastida nos apunta con la enorme arma blanca y nos dice:
-No se acerquen si no quieren probarlo. Nos amenaza girando la muñeca
con el enorme puñal en su mano.
Yo estaba sorprendido por la actuación del Comisario Labastida, a quien
consideraba un hombre muy ecuánime.
-Ahora tendremos una señorita diablito. Comentó mientras estiraba el pene
del aterrado miembro de la gente de El Turco, que había vuelto a agarrar y
acercaba con lentitud sádica el afilado puñal al pene del interrogado.
-¡Coño no, coño no! Balbuceaba el aterrado hampón.
-Diré todo, coño no me lo corte, Por favor. No me lo corte.
-Detengamos a ese carajo, ustedes ayúdenme. Nos volvió a ordenar
Ceballos.
Yo estaba petrificado. Parecía que Ricardo estaba sorprendido igual que yo
y me tenía aferrado fuertemente por el brazo.
-Habla hijo de puta. Cuéntanos todo. Donde está el cuartel de El maldito
Turco de mierda.
El hampón sollozando empezó a hablar. Dijo nombres, lugares de reunión,
afirmó que el cubil de El Turco era desconocido por la mayoría de los
integrantes de la secta. Pero nos dio datos bastantes interesantes de ese grupo
hampónil que era un apéndice del Cartel del Norte del Continente.
Después de sacarle toda la información posible el Comisario Ceballos
junto a nosotros y el Comisario Labastida salimos de la sala de interrogatorio.
Afuera los dos Comisarios de la Policía Científica se tiraron tremenda
carcajada y se dieron un caluroso apretón de manos.
-Coño, ustedes se ganarían la vida como actores de cine. ¡Qué tremendo
guión han interpretado! Comentó Ricardo también con otra exagerada
carcajada.
Esta era una manera un poco exagerada de aplicar el método REID, en
donde la presión psicológica se aborda sobre el delincuente creando ansiedad
para facilitar así la confesión
-Ya lo creo que sí, nos sirvió ya que esta mierda canto como un canario.
Señaló Cébalos eufórico.
-Por lo menos tenemos unos datos que nos servirán para destruirle este
grupito a El Turco, gracias al interrogatorio realizado por los dos Comisarios.
Con estos Comisario se aprendía mucho, al igual que nuestro jefe Julio
Montoya, tanto Ceballos como Labastida de la Policía Científica, Saavedra de
la Inteligencia del DIIP y Terán junto a Matheus de la Policía Regional
dictaban cátedra en la lucha anti criminal y no puedo negar que con ellos
aprendí mucho y a ellos les debo lo que soy.
Fueron interesantes los cursos que luego seguí con el Comisario Terán del
Grupo Rinoceronte de la Policía Regional que mientras duro; por cuatro
meses; se realizaron entrenamientos a diario que nos enseñaba a mantener la
pericia y la capacidad de reacción ante amenazas como el narcotráfico y el
crimen organizado y hasta estábamos preparados para vencer cualquier
amenaza contra el terrorismo.
Nos entrenaban para que adquiriéramos variadas técnicas de combate
urbano, capacidad de movimiento y reacción con equipos tácticos de cinco
integrantes para poder vencer las amenazas de los delincuentes organizados
como los carteles mencionados.
Éramos preparados en maniobras muy flexibles para poder operar en
campo abierto y en despeje de inmuebles, para infiltrarnos como los antiguos
ninjas en lugares de bajo influencia de grupos que fuesen amenazas como en
el rescate de rehenes.
Aprendimos con el Grupo Rinoceronte a realizar asaltos a diferentes
objetivos de cualquier forma como a pie, en motos, por el aire o por agua, bajo
cualquier condición adversa de clima.
Este entrenamiento dictado por el mismo Comisario Terán era evaluado
contantemente. En cuatro meses nos entrenaban como Fuerzas Especiales y
Contraterrorismo, no descuidaban el entrenamiento físico.
Después de ese entrenamiento por parte de la Policía Regional, caímos con
una preparación dictada por el mismo Comisario Labastida que trataba de
inserción con helicóptero, acecho diurno y nocturno con disparos a distancia
desconocida para prepararnos para combatir a cualquier tipo de delincuencia.
En tantos años de servicio he participado en diferentes cursos de Equipos
Tácticos en diferentes partes del mundo que asistí en representación del DIIP y
de nuestro país.
Como podrán ver nuestros superiores se encargaron de prepararnos muy
bien. Por eso fue que muy pocos de nuestros equipos tuvieron bajas por lo
bien entrenados que estábamos.
Pero volviendo al tema después de sacar la información al capturado
pudimos con esos datos atrapar nuevos integrantes del Cartel del Norte del
Continente y los otros miembros de Cartel de la Montaña, que la mayoría de
las veces no respetaban los convenios que con ellos se realizaban.
En esos operativos dimos de baja a un grupo numerosos de facinerosos,
pero igualmente capturamos a otros que se les aplico la misma técnica que
aplicaron Labastida y Ceballos y otras técnicas menos ortodoxas, pero no por
eso menos efectivas.
¿Qué si torturamos? Si, si lo hicimos. Necesitábamos muchas veces saber
información sobre bombas que estos malditos intentaron poner y que si no
hubiésemos sabido de su paradero hubiesen muerto muchos civiles.
Apretando un poco las clavijas de estos mal nacidos pudimos dar con los
sitios en donde entregaban armas y dinero a cualquier tipo de delincuentes
para que mataran a nuestros agentes. No nos juzgue mal querido lector, es
posible que usted no estuvo en la línea de fuego por que pudimos defenestrar
algún plan diabólico de alguno de estos malditos.
El operativo fue así:
Nuestro grupo de Inteligencia primero rodeó el sitio para que pudiésemos
llegar nosotros y ellos nos informaron la cantidad de personas que estaban en
esa concha en donde iban a recibir la recompensa por matar policías.
El sitio era una casa situado en un barrio de la ciudad, por lo que nos dijo
Inteligencia en ella se encontraban cinco sujetos entre los cuales se suponía
que dos estaban cobrando el matar policías. Teníamos la orden de darles de
baja, claro los delincuentes esos no eran ningunos mansitos.
Llegamos en varias patrullas, nuestros francotiradores se situaron en las
azoteas de las casas de enfrente. Los perros esos ya sabían que estábamos
aquí, ya que de pronto comenzaron a disparar donde ellos suponían que
estábamos nosotros atrincherados.
El trabajo no sería difícil ya que contábamos con un vehículo de combate
artillado marca Vistrel, mejor conocidos por BMP-97 y con él podíamos
irrumpir en la casa tumbando la pared con la embestida del vehículo.
Desde la casa nos disparaban con armas automáticas, nos imaginábamos
que un lugar en donde pagaban por el asesinato de policías debían de estar
bien armados. Les respondimos desde nuestros vehículos recién obtenidos por
el DIIP.
La acción era dirigida por el mismo Ricardo, como siempre de primera
línea, estableció un Procedimiento Operativo Estándar para que cuando
estableciéramos el contacto con el enemigo seleccionáramos el objetivo.
Disparamos con intervalos específicos para que los que avanzaban
pudiesen llegar sin ser alcanzados por los disparos de los delincuentes. Cuando
tomamos posiciones a los alrededores de la casa ceso el fuego de cobertura.
Avanzamos protegidos por los escudos para situarnos en posiciones al lado
de la casa para evitar que se escapasen por las casas cercanas. Como era la
táctica el pelotón con que avanzamos informamos al elemento de cobertura
que nos protegía disparando nuestra posición.
Sabíamos que moverse bajo el fuego enemigo es difícil a pesar de que
estábamos protegidos por los escudos, disparábamos contra los hampones
tanto nosotros como los que nos cubrían y eso hacía que fuese contenidos,
claro pero les era más fácil disparar a los que nos prestaban cobertura.
Con las escopetas les lanzamos unas andanadas de bombas lacrimógenas
para ver si se rendían, pero estos carajos seguramente drogados como
imaginábamos que estaban no se iban a rendir.
Ricardo desde donde se nos prestaba fuego de cobertura ordenó al carro
artillado que embistiera la pared frontal de la casa. Imagino la sorpresa del
enemigo por tamaño ataque que les venía. Al tumbar el carro de combate la
pared cubriéndonos entramos a la casa y nos fue fácil dar de baja a los
malditos que estaban adentro. El fuego del pelotón acabo con los hijos de puta
esos.
Después de dar de baja a los tipos esos hicimos un balance de lo que
habíamos hallado como lo era una gran cantidad de dinero, armas y drogas que
se encontraban en la casa. Por lo menos nos habíamos sacado el clavo de
acabar con los carajos que pagaban porque mataran agentes de la ley.
Por lo menos con más de cinco balazos cayeron tanto los sicarios que
estaban cobrando el asesinato de policías como los que les pagaban.
Con el pasar de los días nuestro jefe el Comisario Julio Montoya se fue
recuperando y primero lo vimos en muletas y luego día a día levantando pesas
para poderse recuperar de las heridas que había recibido.
Ya al pasar seis meses de las heridas recibidas volveríamos a ver al jefe
dirigiendo los Equipos Tácticos del DIIP, venia como más robustecido y
preparado.
Mi situación en la Facultad era de la más normal, todo iba saliendo al pie
de la letra, todo normal y seguía avanzando en mi carrera. Ya estaba
encaminado a que mi segundo año de Derecho fuese a la recta final.
Para mis compañeros gozaba de un horario flexible por mi “nombrado”
trabajo con el Juez Quintero.
Seguía de la misma manera mi carrera en el Equipo Táctico del DIIP y ya
con la experiencia que habíamos obtenido en estos casi dos años ya podíamos
colaborar con Julio y Ricardo en el inicio de entrenamiento de los nuevos
aspirantes.
Del delincuente del lunar no se había vuelto a saber nada, parecía que no se
encontraba en el estado, pero de El Turco no habíamos podido dar con su
paradero.
Lo que si habíamos logrado con los operativos fue reducir casi al mínimo
los atentados contra los Policías. Cuando capturábamos algunos de los que
participaban en estos asesinatos no teníamos con ellos mucha contemplación.
Sabíamos que El Turco pagaba bien por este sicariato, pero les hacíamos
entender que en el infierno a donde los enviábamos rapiditos no podían
disfrutar de la paga con mucha comodidad.
Cuando estábamos en la etapa de la guerra más fuerte contra El Turco sufrí
una de las decepciones más grandes que he tenido en mi vida y que me cambio
la vida ya que los planes que tenía con Carmen Cecilia se me cayeron
completamente.
Una noche de un fin de semana fuimos invitados, mi novia y yo, a una
reunión en el apartamento de Cesar Ramírez, supuestamente íbamos a
tomarnos unos tragos y a escuchar música un grupo de la Facultad de Derecho.
Habíamos tomado mucho, pero yo tenía un gran aguante ante el licor, pero
yo veía que a Carmen Cecilia le estaba haciendo efecto los tragos tomados al
ver como su lengua se enredaba cuando hablaba y se reía de todo, pero como
estábamos entre amigos, me sentía confiado, que si mi novia le pegaban
mucho los tragos se podría acostar, ya que entre los invitados estaba Rebeca su
mejor amiga y varias de las compañeras que cursaban con nosotros la carrera
de Derecho.
Todo marchó perfectamente hasta que bien entrada la noche, cuando
oíamos una pareja que tocaba guitarra, de pronto Cesar se apartó de la reunión
volviendo con una gran sonrisa y una bandeja llena de pastillas de colores que
no podían ser otra cosa sino éxtasis.
Eso me sorprendió, no me imagine que estaba rodeado de consumidores
potenciales de droga. Con todo y mi experiencia policial, no me había dado
cuenta. Quizás era que cuando me reunía con ellos no aplicaba los
conocimientos que había aprendido con los cursos que el Comisario Julio
Montoya nos había obligado a tomar para completar nuestro aprendizaje como
policías.
Pero las sorpresas apenas comenzaban, yo petrificado por el desconcierto
trate de hablarle al oído a mi novia y decirle que nos debíamos ir, cuando ella
me sorprendió siendo la primera que se levantó a tomar las pastillas de éxtasis,
tragándose una y quitándole la bandeja a Cesar y llevándolas hacia mí
diciendo:
-Papi, tomate una, veras que si te vas a sentir bien.
Sorprendido, trate de reaccionar y me negué, tratando de aclarar la voz,
para que un “No” rotundo, saliese de mi cerrada garganta.
Recuperado de la sorpresa, me levante, casi perdiendo el control y le di un
mazazo a la bandeja, tumbándola al piso levantándome:
-¡Nojoda, yo no consumo esa mierda!
-Claro, Carmen Cecilia, musculitos no sabe lo que vivir. Dijo Cesar
haciendo énfasis en mi estado físico de hombre entrenado y no de consumidor
de basura.
-Carlos, Carlos, mi amor, ven aquí. Fue lo último que oí a mis espaldas
cuando Salí de ese apartamento donde mis enamoradas pasiones cayeron
contra el piso, rompiéndose en mil pedazos. Verga me provocaba matar a
Cesar, era mejor que me fuera iba reaccionar con violencia en contra del tipejo
ese.
Salí del edificio confundido y atormentado por lo que acababa de oír y ver,
además me culpaba de haber sido tan confiado.
-Maldita sea….¿Con quién andaba yo? Con una manada de adictos.
¿Cómo no me di cuenta? ¿Verga de que me ha valido tanto entrenamiento y
preparación? ¿Para caer en esta mierda? Me reprochaba.
Yo odiaba la droga, nunca por mi mente paso usarla. Desde muy joven vi
el daño que causaban.
Recuerdo a Juan Rujano, niño que se crio conmigo, que vi como hecho su
vida al estercolero por consumir drogas. No fue el único que vi. Eso forjo mi
carácter en contra de ese vicio.
Juan había sido un niño modelo, cuando fue un joven estudiante de
bachillerato era admirado por todos, buen estudiante, perfecto deportista y
gran amigo. Todos los muchachos querían ser sus amigos, las muchachas sus
novias. Cuando terminó el bachillerato se fue a los Estados Unidos a estudiar y
volvió convertido en un adicto, terminó loco y eso afectó mucho a su familia.
*
Camine sin rumbo por las frías calles de la ciudad, sordo al repique
intermitente de mi teléfono, con gran ira para darme cuenta que mi amigo
Cesar Ramírez, no era otra cosa, que uno de los distribuidores de Alfredo
Berrios y de El Turco.
Me dolía haberme enamorado de una adicta, que trato de meter en ese
sucio mundo de la droga a una persona que estaba alejado de esa basura. La
perra esa no sabía que estaba tratando con un miembro del Equipo táctico del
DIIP.
¡Carajo, yo enamorado de una adicta de mierda!
Ardía de la rabia, se me había caído la imagen de mi novia del pedestal que
la tenía. Hasta había pensado en un futuro casarme con ella, que Carmen
Cecilia fuese la esposa de un miembro de un Equipo de Elite de la Policía de
nuestro país.
Tremenda elección había realizado, una adicta que se enorgullecía de serlo.
Me llegó a mi mente la familia de mi amigo Mario Centilli, recordé como
sufrieron cuando su hermana Ana se metió en el movimiento hippie y se
convirtió en una adicta descarada de drogas.
Camine por las solitarias calles de la ciudad, en esas horas de la madrugada
sin rumbo fijo, hasta que me tranquilice un poco, buscando rumbo hacia donde
Ricardo esperando que mi amigo estuviese en casa.
Cuando pude estar algo más sosegado, apague el teléfono que después de
sonar muchas veces, ella como que había cesado en su pretensión de
comunicarse conmigo, me dirigí al apartamento de mí amigo.
Llegue al edificio donde vivía Ricardo y pulse varias veces el
intercomunicador, hasta que se oyó la voz semi dormida de mi amigo.
-Ricardo, soy yo Carlos ábreme hermano, necesito hablar contigo.
-¿Qué paso Carlos, que te pasa? Pregunto sorprendido mi amigo, por la
hora que había llegado a su casa, que al mirar el teléfono note que había
pasado una hora del absurdo acontecimiento que se había suscitado en la casa
de Cesar, en donde se había acabado la imagen de Carmen Cecilia que yo tenía
desde hace dos años.
Subí por las escaleras hasta llegar al tercer piso que era donde vivía mi
amigo, como con la intención de cansarme para agotar la rabia y la frustración
que tenía.
Al llegar al apartamento vi a Ricardo con la puerta abierta ya
completamente despierto por la sorpresa de lo que me podía estar pasando al
llegar a esta hora a su casa.
-¿Qué pasa, hermano? Me pregunta Ricardo al no más verme.
-Coño de la madre, Ricardo. Yo si soy imbécil. Le respondí.
Todas esas imágenes me llegan a mi mente como si fuese ahora, hasta el
sentimiento de frustración y rabia que sentía.
-¡Carmen es una maldita y perra adicta al éxtasis! Pronuncie con el odio
que llenaba mi alma.
Me daba rabia que con todo y el entrenamiento que había recibido no me
había dado cuenta sin embargo y que a veces me parecía raro los arranques de
alegría o de tristeza de mi novia, asunto que había pensado que eran ataques
de malcriadez por parte de una niña mimada, vivía sus sentimientos, sean
buenos o malos, con mucha mayor intensidad.
¿Cómo es la vaina? ¿Estás seguro? Pregunto mi amigo poniendo cara de
sorpresa.
Le conté a mi amigo y jefe lo que había sido testigo y él tan sorprendido
como yo, no lo podía creer.
Al igual que yo, Ricardo odiaba completamente a los consumidores de
droga, por el daño que se hacían. El consumo de éxtasis producía daños
directos al cerebro y la persona que consume esta droga puede sufrir daños
permanentes, se arriesgaban a la posibilidad de muerte por sobrecalentamiento
o sobredosis tienen las ansias que pronto aparecen con fuerza y permanencia.
Eso hace que una persona consuma esta droga una y otra vez, incluso
sabiendo que es perjudicial.
¿Cómo un policía entrenado como yo no me había dado cuenta que tanto
mi novia como sus amigos eran consumidores de drogas?
¿Quién se iba imaginar, amigo mío? Yo tampoco me di cuenta.
-Engañó hasta a Julio, ya que si él se hubiese dado cuenta me lo hubiese
dicho, para que te advirtiera ya que el Comisario te tiene aprecio. Afirmó mi
amigo.
-Ahora entiendo todo, ese maldito del César es el hombre encubierto que
tiene Alfredo Berrios en la facultad. Nadie sospechara de ese carajo. Replico
dándome cuenta de detalles que no había notado.
-Disculpa, hermano, entiendo tu dolor, pero esto nos cayó como el anillo al
dedo para dar con el paradero del Berrios, ya que Cesar es su tapa. Comentó
Ricardo.
-Seguramente le pondremos a ese Cesar unos buenos sabuesos que lo sigan
y en días nos llevara a donde está oculto Berrios. Prosiguió.
-Tienes razón, pero no deja de dolerme que la mujer que yo estaba
enamorado sea una adicta. Le dije a mi amigo.
-Lo más seguro es que Carmen Cecilia sabe de los movimientos de Cesar.
Seguí hablando.
-Por supuesto, ya que era la mejor amiga de la novia de ese carajo. Me
interrumpió Ricardo.
-Bueno Carlos, disculpa, pero déjame dormir un rato. Trata tú de descansar
un poco. No te vayas a dejar de caer por esa mujer, tienes un futuro por
delante. Me dijo Ricardo.
-Fíjate que el jefe hablaba que tu tenías tremendo futuro en la DIIP, además
vas volando en tu carrera, en un abrir y cerrar los ojos estarás graduado de
abogado y con todos los cursos que estás haciendo en materia policial irás
lejos.
-No te dejes caer por esa mujer. Me volvió a decir mi amigo.
-Esa mujer no te convenía, fíjate todos los problemas que te traería. Tú, un
policía de un Equipo Táctico teniendo una relación amorosa con una adicta.
Eso no iba a terminar nada bien.
-Por mucho aprecio que te pudiese tener el jefe, te hubiese perdido la
confianza al saber lo que nos imaginamos de Cesar y su grupo de adictos.
Finalizó mi amigo.
Ricardo se fue a dormir y yo me acosté en el diván, tratando de conciliar el
sueño. Pase como una hora para conciliar el sueño, pero lo logre al final.
Teniendo un sueño inquieto para despertarme con un sabor amargo en la boca
dos horas después.
Ese día salí de la casa de Ricardo directo al apartamento que compartía con
Alejandro y Federico, quería buscar una ropa para pasar unos días en la casa
de abrigo. No deseaba tener que conseguirme a Carmen Cecilia, era tanta la
desilusión que sentía que no quería verla.
Llegue a la casa y cuando abrí la puerta me conseguí a Alejandro,
rápidamente le conté lo que había descubierto en mi novia. Mi colega y amigo
se sorprendió mucho, ya que igual que Federico le tenían aprecio a la que
había sido mi novia.
Metí una ropa interior y medias, además de algunos libros de la Facultad
de Derecho con mis cuadernos para dirigirme a la casa de abrigo, imaginaba
que temprano Ricardo le contaría al jefe lo que acababa de descubrir.
Yo esperaba que eso que había descubierto no me hiciera perder la
confianza del jefe. Tenía que hablar con él y por eso decidí antes de ir a la casa
de abrigo, dirigirme a la sede del DIIP para contarle a Montoya lo que sabía ya
de mi novia.
Salí del apartamento directo a la sede del DIIP, no voy a negar que me
encontraba algo preocupado.
Llegue y de una vez me dirigí a la oficina del jefe, en donde ya se
encontraba dirigiendo el Equipo Táctico recuperado de sus heridas. Toque la
puerta.
-Pase. Me dijo la voz del jefe desde adentro.
Al entrar, vi al jefe sentado en su amplio escritorio y note la presencia de
mi amigo Ricardo.
-Entra Carlos. Lo siento amigo mío. Imagino cómo te sientes. Fueron las
palabras de Julio Montoya.
Como adivinando mis temores el Comisario me anunció:
-No te preocupes Carlos. Tienes completamente mi confianza, como
siempre. ¿Quién de nosotros no ha sido embrujado por una hermosa mujer?
Ahora vamos a ponernos de acuerdo, ya que Ricardo me contó lo de tus
sospechas hacia el Cesar.
Pasamos la mañana tratando de definir una estrategia para poder poner a
Cesar en un apretado seguimiento para que nos llevara hacia donde se
encontraba enconchado Berrios.
El jefe nos anunció que se reuniría con el Comisario Saavedra para definir
las acciones de Inteligencia que se establecería contra Cesar.
-Lo que si voy a hacer contigo es que de una vez te voy a colocar en un
curso de francotirador que darán en la ciudad capital. Quiero que mantengas tu
mente ocupada y por favor Carlitos, no vayas a oír las justificaciones que esa
mujer te dará. No te vayas a dejar enrollar por ella. Sácala de tu vida. Este es
un consejo de un amigo que te aprecia. Concluyó el jefe.
-Siguiendo sus órdenes, Comisario, enviare un carro con Carlos para su
apartamento para que recoja ropa para que mañana mismo o más tardar pasado
mañana se vaya a la ciudad capital a realizar el curso de francotirador.
-Sobre las clases no te preocupes Carlos, ya tomaremos cartas en el asunto
para que tú te puedas defender si tienes exámenes, por Internet. Pronunció mi
segundo jefe y amigo.
Dos días después me dirigí a la ciudad capital, todavía llevaba en mi boca
el sabor amargo del fracaso que se había transformado la relación con Carmen
Cecilia y ya más nunca cruce palabra con la que por dos años fue mi novia y
de la que estuve muy enamorado.
Creo que después del acontecimiento que había pasado en la casa de Cesar,
ella sintió vergüenza que yo descubriese su condición de adicta a las pastillas
de éxtasis.
Después me entere que una vez fue al apartamento para buscarme y
Federico fue rotundo en no querer informarle nada de mí, notando ella en la
voz de reproche de mi amigo que en esto las cartas estaba echadas y no había
posibilidad de ningún tipo de reconciliación.

CAPITULO XI

Llegue al aeropuerto de la ciudad capital y fui recibido por un hombre


joven y amable que se identificó como el Inspector Reinaldo Artigas del
Equipo Táctico del DIIP de la ciudad capital.
Él sería el encargado de recibirme y conducirme al sitio en donde
recibiríamos el curso de francotirador.
Me explicó que los Equipos Tácticos policiales desplegaban tiradores en
escenarios de rehenes, tenían que estar entrenados para actuar como último
recurso cuando hay una amenaza a la vida de los rehenes.
Los tiradores tácticos policiales tenían que actuar en distancias más cortas
que los francotiradores militares, esas distancias eran de menos de 100 metros
o 50 metros, los francotiradores nuestros no disparan, sino en muy raras
ocasiones, solamente para matar.
Artigas me refirió que un francotirador policial debe estar capacitado para
permanecer en el sitio un mínimo de ocho horas sin ser relevado o recibir
apoyo. Me aconsejo que después de un periodo largo de vigilancia en
cualquier acción de francotirador, como mermaban las capacidades físicas y
mentales debiera descansar y alejarme del operativo.
Recomendó que no me sintiese un súper hombre, debía estar claro de mis
limitaciones, ser consecuente de las propias capacidades.
En las acciones de un francotirador, me explicó mi nuevo instructor, no se
puede cometer el error de fallar un disparo, ya que esa falla puede traer como
consecuencia que haya bajas, sea de un compañero o un rehén.
Debíamos estar muy bien preparados y estar seguros de nuestra capacidad
como francotirador, obligándonos a ser honrados con nosotros mismos y saber
cuándo estamos en la capacidad de acertar un disparo en un momento
determinado.
Existirían momentos en que nos tocaría realizar disparos muy arriesgados,
que era mejor hacerlo con todo y el riesgo que no hacerlo ya que las
consecuencias podrían ser peores.
El Inspector Reinaldo Artigas mientras nos dirigíamos al sitio en donde
pasaría cinco días de un entrenamiento exhaustivo para convertirme en
francotirador de mi Equipo Táctico del DIIP, siguió conversando y
explicándome como sería el curso.
Llegamos en pocos minutos a las instalaciones en donde me quedaría
varios días para completar mi aprendizaje. Artigas me presentó a un grupo de
cinco compañeros que igualmente se prepararían como yo en las lides de
francotirador.
Nos llevó a un salón en donde nos explicó varias cosas antes de llevarnos
al campo de tiro en donde recibiríamos los entrenamientos de francotirador.
Artigas fue enfático recomendándonos que como francotiradores debiéramos
conocer nuestra arma y ser hasta posesivos con el fusil que manejásemos
haciéndolo exclusivamente nuestro.
Pasamos parte de la tarde conversando en una mesa redonda con el
Inspector y se podía decir que se había establecido una muy buena conexión
entre el maestro con sus alumnos. Además entre nosotros se estableció una
buena conexión, que se fortaleció al pasar los días.
Eso fue favorable ya que en el trascurso de mi carrera policial varias veces
me enviaron a la sede nacional del DIIP en la ciudad capital para ampliar mis
conocimientos.
Tanto esta vez, como en las siguientes hice buenas amistades con colegas
de los Equipos Tácticos de las diferentes ciudades, igual que con Artigas con
quien tuve y tengo una buena amistad.
Menos mal al llegar al aeropuerto de la ciudad capital había comido, ya
que concentrados como estábamos llegamos a olvidarnos del almuerzo,
desquitándonos perfectamente con la cena.
Nos acostamos temprano para madrugar para empezar los entrenamientos
en los campos de tiro del DIIP.
A la mañana siguiente nos llevaron en un bus a los campos de
entrenamientos donde comenzaríamos la preparación de Tiro Táctico de
Distancia Larga.
Primeramente como me lo había recomendado el Jefe, hice no más me
levante una rutina de calistenia para preparar mis músculos, para los
entrenamiento de francotirador.
El campo tenía una superficie total de 8 hectáreas y está preparada para
varios campos de tiro de distintas longitudes, y áreas de entrenamiento
descubiertas y cubiertas
Este entrenamiento nos adiestraría en disparar a larga distancia en campo
abierto como en la ciudad, adquiriendo los conocimientos y habilidades
necesarias para ser tiradores de precisión a larga distancia, en pocas palabras
francotiradores policiales.
Nos enseñaron a disparar el gatillo con la punta de los dedos para tener
mayor precisión. Debíamos asegurar el disparo por todas las posibilidades
posibles en una distancia que no fuese mayor de 100 metros.
El curso duraría 40 horas, que constaría de 8 de teoría y 32 de práctica, en
cinco días y usaríamos Fusiles de Precisión como el SVD Dragunov, el
Remington 700, el M24 SWS, el M40 del Cuerpo de Marines de los Estados
Unidos y el británico L96/AWM. El M24 y el M40.
Debíamos estar preparados para estar siempre listos, ya que no sabíamos ni
cuando, ni donde, ni de qué forma debíamos ser solicitados para enfrentar a
los delincuentes.
Comenzaríamos con la memorización y observación de todo cuanto se ve,
colocando 16 objetos sobre una mesa y teníamos 30 segundos solamente para
observarlo todo, mientras tanto Artigas trataba de interrumpir la observación
molestándonos en la atención con música o hablándonos para distraernos.
Continuaríamos con una introducción al mundo de la fotografía aérea
aprendiendo la lectura de mapas, en la práctica cualquiera de nosotros debe
leer fotografías aéreas con la misma facilidad de los mapas normales.
El resto de la primera semana se dedica sobre todo a más entrenamiento
con el arma y a teóricas sobre el tiro de precisión. Se enseña a emplear el
portafusil para dar estabilidad al L96 mientras se apunta y dispara, y también
como apoyo del Telescopio del Regimiento de Exploradores que, junto con los
prismáticos, es uno de los principales medios de observación del francotirador.
Hacia el final de la semana se aprende a llevar el L96 durante la marcha
táctica y a adoptar la que más convenga de entre las diversas posiciones de
tiro.
Aprenderíamos la influencia del viento y otros elementos climatológicos
en el tiro de larga distancia de un instante al siguiente. Condiciones en donde
la luz, el viento, la humedad pudiesen no siempre corregirse eficazmente.
Nos entrenaríamos en técnicas y reglas para tiro a larga distancia,
estudiaríamos las posiciones para la ejecución del disparo, las tácticas del
movimiento, ángulo, medición y estimación de la distancia para el tiro.
Dispararíamos desde 50 metros hasta 500 metros con las diferentes armas
con las que practicamos en tiro bajo de ángulo y con blancos en movimiento.
Artigas haría énfasis en que practicáramos en ángulo de posiciones
atípicas, ensayaríamos en técnicas y tácticas para disparar en casco urbano.
Pasaríamos, con la mirada inquisidora del Inspector, practicando las
tácticas de combate del francotirador, las tácticas de protección contra
francotiradores enemigos, ya que el ataque de francotiradores contra la
población; como había ocurrido en Los Estados Unidos; ya no eran atípicas.
Con todo y que éramos tiradores policiales, nos hicieron expertos en
reconocimientos en campo abierto y en la ciudad, ya que muchas veces
teníamos que combatir a los delincuentes en el campo y la montaña.
Estábamos actos para actuar en situaciones extraordinarias como
aeropuertos, estadios y misiones rurales, que no significarían distancias en más
de 200 metros.
Debíamos ser maestros en camuflagearnos para pasar desapercibidos para
infiltrarnos a través de cualquier línea de vigilancia que nos protegeríamos en
cualquier acción en un ambiente rural y por eso era la obligación de conocer
esas técnicas.
Un francotirador debía ser un especialista en el arte de confundirse en los
diferentes ambientes, por eso que cada uno de nosotros debía preparar su
equipo de enmascaramiento.
Conoceríamos partes de balísticas y su aplicación en el tiro real, aunque el
francotirador policial podría recurrir a cualquier tipo de munición que
garantice el cumplimiento positivo de la misión que no sería otra cosa que
abatir al delincuente que amenace la vida de rehenes o de sus propios
compañeros.
Como Tiradores debíamos tener un coeficiente intelectual alto, ser
resueltos, confiar en sí mismos y poseer suficiente sentido común, así como un
instinto innato de cazador.
Nosotros podríamos utilizar munición semi blindada o de punta hueca para
poder dar de baja al hampón sin correr el riesgo por su baja sobre penetración
que se alcance a un civil que se encuentre tras de él.
Usamos munición de alta precisión, calibrando el fusil con esas balas,
asegurando con esto que cada bala es similar cómo es posible de la anterior.
Esto es lo que aprendimos en estos cinco días intensos de cursos de
Tiradores Policiales, claro esa sería la primera parte de este entrenamiento que
recibiríamos como Francotiradores.
Artigas nos explicaría que tendríamos un entrenamiento al terminar este
primer curso de tres semanas como el realizado por soldados. Era necesario
porque no sabíamos cómo muchas veces combatir al elemento hampónil en las
zonas rurales en donde muchas veces se enconchaban estos grupos de
delincuentes.
Aprenderíamos disparar sin ser detectados escondiéndose. Debíamos saber
que un francotirador debía observar y localizar al enemigo por mucho que
estuviese bien escondido. Era obligación ser capaz de observar y esperar el
momento en que pudiese eliminarlo de un solo disparo.
Ese entrenamiento nos daría la capacidad de observar, interpretar e
informar con rigor de los movimientos del enemigo, teníamos que mirar sin
que lo notasen y matar sin que nos matasen.
Como francotiradores dispararíamos al cuerpo a distancias menores de 300
m para hacer blanco en la cabeza del enemigo para neutralizarlo lo más rápido
posible, los francotiradores policiales disparan al cerebelo, una parte del
cerebro que controla los movimientos voluntarios.
Por lo menos esto me haría poder olvidar en parte la gran decepción que
había sufrido con lo de descubrir a Carmen Cecilia como una adicta a la droga,
yo que tanto odiaba al narcotráfico y sus consumidores.
Casi esas semanas que pase en la ciudad capital hable varias veces con
Ricardo que quería conocer mi avance en el curso, notando que también quería
saber mi estado de ánimo. Converse con Federico por quien pude saber que la
“drogadicta” había dejado de llamar desde la vez que me dijo. Eso me
agradaba ya que no había por mi parte ni la menor intención de volver con
ella, ya que era muy grande la decepción que había sufrido.
Muy animado terminaría este curso y me sentía bien al imaginarme que
todo esto que había aprendido podía salvar muchas vidas, además que
servirían en este combate contra el Cartel del Norte del Continente.
Solamente pasarían 48 horas de haber llegado para que tuviese que
participar en una acción que aunque no tuvo nada que ver con el Cartel del
Norte del Continente no por eso dejo de ser bastante delicado en el
enfrentamiento de la delincuencia en nuestra ciudad.
El incidente se produjo en un banco de la ciudad de uno de los grupos
económicos más reconocidos del país por cinco atracadores. Varios testigos
que vieron entrar a los delincuentes armados y cubiertos con pasamontañas
avisaron a la Policía Regional, quienes enviaron a tres patrullas para ver qué
era lo que estaba pasando.
Los atracadores que estaban llevando a cabo su fechoría al oír la cercanía
de las sirenas de los autos policiales, se apostaron en las puertas del banco
para recibir a tiros las unidades que se acercaban. Los delincuentes estaba
cubiertos con trajes antibalas y armamento pesado.
Debo recordar que los efectivos estaban pobremente armados para
enfrentar esa agresión con pistolas de calibre 9 mm y escopetas de calibre 12
que no podían atravesar los trajes blindados de los delincuentes.
Los carajos esos atacaron los autos policiales con armas de alto calibre
como lo eran fusiles AR-15 con que contaban. En pocos segundos dejaron
destruidos los autos de la Policía Regional y se dirigieron a la afueras del
banco, después de cometer su fechoría y obtener una gran cantidad de dinero.
Como estaban las vías cerradas por los autos destrozados los hampones
tuvieron que huir a pie disparando sus armas produciendo dos bajas y heridos
en los policías que los enfrentaban.
A los pocos minutos de estar cometiéndose la acción unidades de los
Equipos Tácticos del DIIP, la Policía Regional y Científica nos dirigimos a los
sitios de los acontecimientos.
La gente del Comisario Matheus se dedica a bloquear la vía con vehículos,
para hacer que los maleantes no puedan huir del sitio de los acontecimientos.
Mientras tanto nosotros comenzamos a tomar posiciones y a sacar a los
transeúntes que se encuentran en la zona para evitar que caigan heridos con la
tremenda balacera que se estaba produciendo.
La dirección de nosotros esta comandada por el enérgico Comisario Julio
Montoya y los otros grupos comandados como siempre por los Comisario
Terán y Labastida que luce como siempre con su eterna gorra, que nadie la ha
visto como ella y que había producido en los tres cuerpos apuestas de que si
tenía pelo o no.
Los tres grupos contábamos con la tecnología de punta de las mejores
armas y de gran calibre que si podían atravesar las armaduras de los
hampones.
Un grupo de la Científica estaba tratando de copar a los maleantes para
llevarlos a un sitio en donde nosotros nos situamos para neutralizarlos de una
vez por todas.
-Carlos, enseñamos que aprendiste en el curso que te envié. Te trajiste el
fusil Barret M-95. Verga con esa vaina no quedara nada de los hijos de putas
esos.
Esa arma era el fusil francotirador más avanzado hasta la fecha, Dispara
munición de cal.50. Tenía un alcance máximo de 2.000 metros; eficaz de
1.500 metros.
Con esa orden me situé en uno de los mejores lugares que sirvieran para un
francotirador, vi que varios de los francotiradores que teníamos también
expertamente buscaban sitios donde colocarse para cuando los delincuentes
llegaran al sitio.
Habíamos establecido varios anillos para poder copar a los delincuentes.
Nosotros los del DIIP oímos la voz de Julio Montoya cuando nos ordenó con
la frialdad que en estos casos tenía:
-¡Me dan de baja a esos malditos! No podemos permitir que en nuestra
ciudad pasen casos como este.
Después nos enteramos que el jefe del Grupo Rinoceronte y Labastida
habían dado la misma orden a sus hombres.
Mientras nos situábamos en las altas posiciones que habíamos escogido
oíamos y veíamos el tiroteo que los grupos tácticos tenían con los cinco
atracadores, que ya no lucían tan altivos con sus trajes blindados al ser
atacados con armas más poderosas.
Con los carros blindados los íbamos haciendo llegar a donde los
esperábamos los francotiradores. Pero ya en la plomacera la gente de
Labastida había derribado uno de los atracadores con sus balas especiales para
penetrar trajes blindados.
Después pudimos ver como estaba el cuerpo acribillado, que parecía más
bien un colador, del primer atracador que le dieron de baja.
Los cuatro restantes retrocedían tratando de huir del fuego graneado con
que los atacaba la gente nuestra.
Escondiéndose entre los carros y tratando de hacerse fuertes en cualquier
estructura para poder realizar una mejor defensa.
Agradecíamos a Dios que pudiésemos haber sacado la cantidad de civiles
que se encontraban en esa zona, ya que les recuerdo que la entidad bancaria
estaba situada en una zona en donde existían una gran cantidad de oficinas.
Cuando los delincuentes fueron penetrando a nuestro perímetro oímos la
voz seca del Comisario Montoya que nos dijo:
-Rifles 1,2,3,4 y 5, prepárense. Yo les daré la orden apunten a sus blancos.
Los cinco francotiradores apuntamos los cuatro delincuentes que se
acercaban a nuestro sitio. Huyendo del tiroteo que los acosaban los dos Grupo
Tácticos hermanos.
Cada uno de nosotros referimos a nuestro jefe que ya teníamos bajo la mira
a los hampones y fue cuando Julio con voz suave y fría ordenó:
¡Disparen!
Yo que tenía apuntada la cabeza de uno de los hampones que era el que iba
de primero suavemente con punta de mi dedo índice le volé la cabeza al hijo
de puta que se las daba de líder en este asalto al banco.
Nos asombraba la frialdad de cómo estos hampones iban a la muerte, pero
después nos informaron por parte del forense que habían tomado
Metilendioxipirovalerona, que era una droga que provoca episodios de
violencia extrema.
Esa droga de diseño, era conocida también como Ola de marfil, Cielo de
vainilla, Bendición, Droga caníbal, entre sus variados nombres.
Esa droga producía euforia, aumento de la vigilia y la excitación, aumento
en la vigilancia y la conciencia. Es un potente estimulante que libera un estado
de alta agresividad en quienes la consumen, además de una paranoia peligrosa
y tendencias suicidas.
Igualmente los otros tiradores tumbaron a los hampones, recibiendo uno de
ellos dos tiros que lo mataron de una vez.
En pocos segundos a entrar los delincuentes en nuestra mira cayeron
abatidos.
Al bajar de nuestras posiciones vimos el desastre que había realizado los
hampones disparando con sus fusiles AR-15 en los vehículos que se
encontraban estacionados a los alrededores del sitio en donde se habían
desarrollado los acontecimientos.
-¡Buen trabajo, muchachos! Nos saludó el Comisario Labastida que se nos
acercó acompañado por nuestro jefe y su colega Terán.
-¡Excelente trabajo, Comisarios! Fue lo mínimo que pude decir al ver el
esforzado trabajo que habían realizado atacando a los delincuentes para con
nuestros fusiles les pudiésemos dar de baja al acercarlos.
Hablando de otra cosa, seguramente ustedes tienen curiosidad es que paso
cuando volví a ver a Carmen Cecilia. Les puedo contar que no fueron muchas
las veces que volví a verla ya que ella después de mi rechazo nunca más me
dirigió la palabra. No aceptaba que yo ya no la tomara en cuenta o le daba
vergüenza lo que había descubierto.
Sobre mi vida amorosa les diré que cayó por un tiempo en una etapa
muerta, era mucha la decepción que había tenido con Carmen Cecilia y me
reprochaba que como policía no me hubiese dado cuenta que ella era una
adicta al extasías.
Me dedique a mis estudios y a prepararme en el Equipo Táctico, pero
tampoco era un monje. Alejando me recomendó que para pasar el rato
conociese mujeres por internet y que si veía que me interesaban realmente y
no eran tremadas locas pudiese tratar de conocerlas personalmente, dedique en
mis tiempo libre para conocerlas.
En varios meses pude conocer a una muchacha que era una conocida Chef
de un famosos restauran de la ciudad. Después de varias veces de haber
chateado con ella, comunicarme por skipe la invite a almorzar en un restaurant
de un gran Centro Comercial.
Me situé en la parte alta para poder ver a mi futura amiga en el sitio que la
había citado. Desde arriba pude ver a una hermosa mujer algo gordita, pero de
muy buen cuerpo.
Pude detallarla mientras bajaba del tercer piso en donde me había situado,
no estaba nada mal, claro podía estar mejor si dedicara por los menos tres
veces a la semana a hacer ejercicio.
Le llegue sigilosamente y la llame por su nombre que si mal no recuerdo
era Elsy. Ella volteo y al verme esbozo una bella sonrisa, demostrando con eso
que me había detallado por la cámara del skipe.
Nos saludamos de beso en la mejilla y nos dirigimos a un restaurant en
donde se comían unas espectaculares parrillas de las cuales yo era asiduo
visitante con mis amigos del DIIP; Ricardo, Alejandro y Federico.
Antes de comer nos tomamos unos tragos y me sentí atraído por el
excelente humor y simpatía de mi reciente amiga.
Fácilmente estuve con ella unas cinco horas, disfrutando de mi recién
conocida amiga. No pase más rato con ella ya que tenía guardia en el DIIP. La
acompañe a una línea de taxis para que ella se dirigiera a su casa.
Me dijo que como hoy a mí me había correspondido invitarla, ella me
invitaría a su casa para que disfrutara de sus recetas como chef que la había
hecho famosa en la ciudad y de esa manera conocía a su hermana y a sus dos
hijos, ya que era divorciada como me entere en la conversación que tuvimos.
A los días pude acercarme a la casa de Elsy y disfrutar de unos excelentes
Cayos a la Madrileña de los cuales soy muy aficionado. Además de empezar a
atraerme la nueva amiga, pude disfrutar de la simpatía de su hermana, que
note que le había caído bien y de sus dos hijos.
Creo que la futura cuñada vio en mi la posibilidad de que a su hermana y a
mí nos uniese una solidad relación, que era lo que me demostró Elsy que
quería.
Después lamente no haber sido lo que Elsy estaba buscando en un hombre.
Quizás en ese tiempo no quería una relación seria por el golpe que había
sufrido con Carmen Cecilia.
A las semanas y varias visitas a su casa y varias salidas a tomar café, tragos
y a bailar la bella mujer y yo comenzamos una relación que no duro mucho
por mi negativa a dejarme enrollar con almuerzos a diario e invitaciones a
quedarme todo un día con su noche para compartir con ella.
Con la excusa de mi trabajo con el Juez Quintero y las reuniones en un
café con Alejandro, Federico y Ricardo los fines de semana que estábamos
libres y una que otra tarde poco a poco se fue molestando mi nueva relación.
Debo reconocer que Elsy quería una relación en serio y yo no era lo que
ella había deseado. Llego un buen día en que ella me dijo que escogiera entre
mis amigos y ella. Secamente le dije mis amigos, diciéndome ella duramente:
-¡Entonces vete para el carajo!
Cosa que obedecí perfectamente y salí de su casa para no volver más. No
les puedo negar que me sentí liberado de la presión que ella me estaba
sometiendo con su táctica de chashote; que como decía mi amigo Ricardo ella
me estaba sometiendo. Chanclas, shores y televisión.
Después conocí un hermosa catira de cuerpo espigado y pronunciadas
curvas, con la cual no perdí mucho tiempo antes de llevarla a mi casa y
disfrutando de una buena sesión de sexo. Con ella estuve en una apasionada
relación que duro casi cuatro meses hasta que se diluyo al llegar Sonia mi
actual esposa y la mujer con que comparto más de 20 años, con quien tuve mis
dos hijos y me case. Pero esa es otra historia que a su debido tiempo se las
relatare, ¿o quizás no?, ya que en este relato menciono mis aventuras en el
equipo táctico, no mis aventuras amorosas.
Los cuerpos policiales continuábamos en la cacería de la gente del Cartel
del Norte del Continente, ya era prioridad de Estado dar de baja a El Turco y
su banda, como nos lo hizo saber el Presidente en una video conferencia que
tuvo con nosotros y la gente de la Policía Científica y Regional.
Saavedra informó sobre los seguimientos que le había hecho a Cesar
después que yo descubriese que era uno de los distribuidores más importantes
de Alfredo Berrios.
Sobre Alfredo Berrios se decía que todavía se encontraba en el país de
donde era oriundo el Cartel del Norte del Continente.
Los elementos de Inteligencia estaban prestos a buscar información para
encontrar las conchas en donde pudiese estar escondido El Turco, siempre
dirigidos por el Comisario Saavedra.
También teníamos los drones recorriendo de norte a sur, de este a oeste las
calles de la ciudad para descubrir la presencia del enemigo

CAPITULO XXI

En la Facultad de Derecho se realizó una vendimia para recabar fondos


para una de las Promociones que en esa casa de estudios se realizará. Como
teníamos libre en el DIIP me acerque con mis dos amigos que compartíamos
apartamento, Alejandro y Federico.
Recuerdo que esa tarde hacia frio en la ciudad y nos dirigimos a uno de los
quioscos en donde se vendía cerveza, mis amigos y yo pensábamos tomarnos
varias ya que queríamos relajarnos un poco. Pedimos tres cervezas y
empezamos a observar el estacionamiento en donde se realizaba la vendimia.
Estudiantes de diferentes facultades se había reunido para poder pasar un día
diferente.
En el estacionamiento había varios kioscos cerveceros en donde se vendían
licores, cervezas y comida, también se encontraba un grupo musical que
tocaba para que las parejas bailaran.
Yo no se podía decir que era un experto en baile, decían que parecía un
robot bailando, al contrario de mis amigos Alejandro y Federico que eran
expertos bailarines.
Conversando con mis amigos pase parte de la tarde y saboreando las
cervezas que poco a poco pedíamos. De pronto Federico llamo a una amiga
que paso cerca de donde estábamos con un grupo de muchachas.
Ellas se acercaron y Federico me presentó una espigada dama que era una
aventajada estudiante de Medicina. Ella nos presentó al grupo de muchachas
que la acompañaban y entre ellas se encontraba la que iba a ser mi esposa
Sonia.
Ella era una despampanante mujer que a pesar de no vestir ropa sugestiva
no podía dejar de ocultar esas hermosas nalgas que yo era un interesado y
dedicado fanático. La joven tenía un atractivo bastante interesante, lo que más
llamaba la atención de ella era su personalidad inteligente y su interesante
conversación, fuera de su sexi cuerpo.
Ella y yo como que fuimos flechados automáticamente y me pude olvidar
de esa desconfianza que llenaba mi espíritu cuando conocía a una mujer
después del fracaso que había tenido con Carmen Cecilia.
Empezamos a conversar apartándonos casi del grupo. De pronto Federico
como gran bailarín que era, invitó a su amiga a dirigirse donde estaba el grupo
musical, Alejandro no se quedó atrás e invito a una de las jóvenes. Las otras
muchachas al ver que Sonia y yo estábamos enfrascados en una interesante
conversación sobre libros, decidieron dar una vuelta.
Por lo que puede conocer de la que iba a ser mi nuevo y ultimo amor, mi
esposa y la madre de mis hijos, era un aventajada estudiante de medicina del
Tercer Año, nacida en la ciudad. Vivía con sus padres y tres hermanos que
también cursaban medicina como carrera.
Al rato de estar solos vi como Sonia dirigía su mirada hacia donde sonaba
la música y cortésmente le pregunte:
-¿Quieres bailar? Pero te advierto que soy pésimo bailarín.
Nos dirigimos a donde tocaba una animada melodía la orquesta que había
sido contratada. Desde ese momento comenzó una historia de amor que dura
hasta hoy y que fue el clavo que saco definitivamente a Carmen Cecilia de mi
vida.
Sonia seria en definitiva el amor de mi vida, pero esa es ya mi vida
personal del cual imagino que ustedes no están muy interesados.
Lo que sí creo que les interesara será la guerra que contra el Cartel del
Norte del Continente que estábamos librando y lejos estaría de que esos perros
se quedarían quietos o los venceríamos.
A los pocos días de conocer a Sonia se presentó en la ciudad un
acontecimiento que recrudecería esta guerra y seria que un día entre semana,
los esbirros del Cartel del Norte del Continente, distribuidos en varios grupos
comenzarían a colocar bloqueos en las principales calles y avenidas de la
ciudad.
Llegaban rápidamente y tomaban la zona y rociaban de gasolina un carro y
lo prendían, disparaban a mansalva sin impórtales las victimas que por balas
perdidas que se podían producir.
Ese día a mí me había tocado guardia y en la sede del DIIP fuimos
informados que se estaba produciendo un bloqueo con su respectiva quema de
vehículos.
El Comisario Montoya preparó un grupo para hacerle frente a la situación
entre los que me encontraba yo. Quería Julio probar mi capacidad como
francotirador en una situación como esta.
Poco después conocería que no era el único bloqueo que se producía ese
día.
-Prepárate Carlos. Me dijo el jefe.
-Búscate en la sala de armas un fusil SVDN con una mira telescópica PSO-
1M2 de 4x24.
Las miras de los fusiles para francotirador son siempre aumentadas ya que
la retícula de la mira tiene otra marca conjuntamente con de la cruz. Estas
miras no superan los once aumentos, pero los fusiles de la policía tienen un
zoom que se ajusta.
La idea era situarme a cierta distancia para que le diera baja a los que
realizaban el ataque sin arriesgar a nuestra gente y a los que se encontraban
cerca. Rápidamente Julio me dio las instrucciones pertinentes y me dijo que
me mantuviera en comunicación, pero debía tomar decisiones rápidas para
evitar las bajas en nuestra gente.
A los demás les ordenó que se armaran con fusiles automáticos de
tecnología de punta como lo eran los AK-47, diseñados para el combate por su
capacidad de fuego selectivo automático y semi automático.
Como armas cortas nos entregaron pistolas SPS con cartuchos de alto
rendimiento de 9×21mm. Esta arma era muy poderosa a distancia de 50
metros era capaz de atravesar chalecos blindados de clase III A
La información que había llegado era que un grupo numeroso de
delincuentes había tomado el control de esa avenida, vía a la autopista que
conducía al aeropuerto, parapetándose con los carros que había robado.
Un grupo de 40 hombres nos colocamos en tres camiones blindados del
DIIP para dirigirnos al sitio en donde estaban produciéndose los
acontecimientos. Con nosotros estaba Ricardo que le costó hacerle cambiar al
jefe la idea de comandar el grupo ofreciéndose él.
Cuando llegábamos a nuestra dirección señalada nos enteramos que no era
el único lugar donde se producían acontecimientos parecidos.
Nos colocamos a dos cuadras de donde estaban los sicarios del cartel,
fuimos acercándonos en formación parapetándonos en los vehículos blindados
del DIIP. Los delincuentes al vernos nos dirigieron el fuego hacia nosotros que
a pesar del calibre de sus armas no pudieron penetrar los blindados de los
camiones.
En nuestros entrenamientos nos preparaban para disparar en cualquier
dirección con eficacia previniendo de donde podía venir el ataque.
Aprendíamos a trabajar bajo formas no convencionales.
Primero al llegar al sitio debíamos procesar la información antes de actuar.
Respondimos el fuego en cortas ráfagas. Lo que si pudimos notar era que los
hampones estaban bastantes drogados ya que exponían sus cuerpos fuera de
los carros con los cuales se parapetaban y a nosotros fue fácil neutralizarlos.
A los pocos minutos del tiroteo, Ricardo nos ordenó a tres francotiradores
que nos situáramos acierta distancia desde donde pudiésemos hacer blanco
fácil en los delincuentes
Nos alejamos unos metros. A mí me toco subirme en la platabanda de una
casa desde pude controlar la distancia y poder neutralizar la mayor cantidad de
delincuentes.
-Líder, ya estoy en posición, fijando blanco. Blanco en la mira. Me dirigí a
Ricardo, esperando instrucciones.
-Dispara. Tirador Uno. Me ordenó.
En medio segundo tumbe a uno de los delincuentes que se descuidó
sacando su cabeza, que se la volé de un disparo. No había caído el que le
acababa de disparar cuando apunte a un segundo que le dispare al pecho,
dándole y estando seguro que la bala blindada de mi fusil lo había neutralizado
completamente.
Por la mira de mi fusil pude ver como mis otros dos compañeros tumbaban
a tres más, pero eso hizo que los demás se parapetasen mejor para evitar ser
blanco de nosotros.
Ricardo y los demás compañeros dirigían fuego graneado para poder
cubrirse e irse acercando más a ellos para reducirlos totalmente.
Cuando estaba más nutrido el tiroteo oímos un helicóptero que se acercaba.
Cual sería nuestra sorpresa que vimos que el helicóptero de noticias de un
canal de televisión se acercaba para hacer mejores tomas del enfrentamiento.
A los pocos segundos de estar a la vista el helicóptero los malditos dirigen
casi todo el fuego de sus armas contra ellos.
Horrorizados pudimos ver como las balas de los hampones atravesaban la
endeble estructura del aparato, seguramente dando de baja al piloto.
-¡Disparen muchachos! Nos ordenó Ricardo para ver si podíamos frenar el
ataque de los hampones contra el helicóptero.
Pero era tarde ya que el aparato comenzó girar yéndose a estrellar en una
avenida cercana muriendo todos sus pasajeros.
Nosotros seguimos disparando desde nuestras posiciones pudiendo dar de
baja a tres individuos más.
Pude ver por mi mira como Ricardo dirigió los camiones blindados hacia
donde estaban los hampones protegiéndose un pelotos en escuadra.
Dirigí mi fusil tratando de apuntar a algunos de los perros que acababan de
derribar al aparato de la prensa. Cuando no más salió uno que asumía una
posición para dirigir su fuego en contra de los vehículos que se acercaban, lo
apunte y lo quite fácilmente del mundo. Era una labor quirúrgica la que
realizábamos y eso ni nos quitaba ni nos quitaría el sueño.
Sabíamos que esos carajos habían salido a matar y nosotros a evitar que lo
hiciesen, pero no habíamos podido impedir que muriera gente inocente. Eso
nos llenó de rabia y fuimos dando de baja a cada uno de los hampones que
quedaban, ya los tipos no eran asesinados rápidamente, con varios tiros
hacíamos que se retorcieran para que pagaran con el dolor lo que había
realizado.
No nos juzgue mal amigo lector, éramos comandos entrenados de un
equipo táctico, pero también seres humanos que sentíamos y padecíamos. Nos
horrorizó como estos desgraciados tumbaron al helicóptero sin importarles que
fuesen solo periodistas.
Al finalizar la neutralización bajamos de las posiciones en donde nos
habíamos situado.
¡Vergaaaa muchachos, que vergaaaa! Nos dijo Ricardo al vernos
acercarnos a sus posiciones. Todos estábamos con el alma adolorida por la
muerte de seres inocentes.
Nos dirigimos al vehículo blindado del DIIP para dirigirnos a la sede del
cuerpo para enterarnos que habían muerto tres personas, el camarógrafo, el
periodista y el piloto. Nos informaron que el piloto y el camarógrafo habían
sido alcanzados por los tiros de los hampones y el periodista murió con el
impacto al precipitarse a tierra la nave.
En el vehículo blindado íbamos cabizbajos ya que consideramos que era
nuestra culpa por no haber eliminado rápidamente a los hampones, claro a ese
sentimiento de culpa se imponía la lógica de que habíamos realizado lo
necesario para neutralizar la situación y habíamos evitado más caídos en la
acción.
Nuestros pensamientos eran interrumpidos por las comunicaciones que se
realizaban desde la radio central con otras situaciones de toma de calles y
avenida, con quema de vehículos y enfrentamientos con la policía de la gente
del Cartel del Norte del Continente.
La situación estaba candela en la ciudad, según nos enterábamos. No
solamente había uno o dos retenes, había más de diez en donde se producían
combates con los cuerpos de seguridad y las unidades tácticas.
El mismo Julio Montoya se encontraba dirigiendo los operativos y era de
imaginar que los otros jefes de las policías estaban con Montoya en primera
línea.
Cuando íbamos hacia el DIIP, recibimos una llamada por radio en donde
nos pedían que nos dirigiéramos a otro sitio en donde un grupo numeroso de
delincuente estaba a punto de desbordar las fuerzas de seguridad.
Ricardo nos dijo a los que estábamos preparados como francotiradores que
eran a nosotros los que teníamos la tarea de ir tumbando a los delincuentes que
trataban de acabar con nuestros policías.
Al llegar a una de las avenidas de la ciudad en donde quedaban varios
centros comerciales y edificios estando acordonados por la Policía del Estado,
en donde otros grupos tácticos como el Rinoceronte de Terán y el GRI de
Labastidas se enfrentaban con los sicarios del cartel.
En el primer anillo que fue al que llegamos, en donde se bajó Ricardo
Millán para hacer un balance de la situación siendo informado completamente
de lo que estaba pasando.
El camión blindado se detuvo y nos bajamos para tomar posiciones para ir
acercándonos a la zona de combate.
Después que Ricardo recibió un informe de la situación, nos ordenó que
nos fuésemos acercando en posición hacia la zona en donde se oían los tiros.
Buscando no ser blanco de los hijos de putas esos fuimos acercándonos a
la zona de combate, era preciso que reforzáramos a nuestros colegas que
estaban sometidos a un fuego graneado.
-Carlos, ponte a la orden del Comisario Eduardo Araujo y sitúate con los
otros muchachos en los edificios cercanos para que con fuego de
francotiradores empiecen a tumbar a esas plastas. Me ordenó Ricardo.
Nos dirigimos todos al sitio del combate y desde los carros blindados en
donde se hacía un cerco de los hijos de puta que no cesaban de disparar. Nos
recibió el segundo jefe del Grupo Rinoceronte que era un hombre de baja
estatura y con una delgadez musculosa que demostraba que tenía el
entrenamiento para acciones especiales.
-Ricardo, amigo mío, bienvenido al infierno. Dijo con ironía.
-Vamos a hacerle a estos diablitos que se vayan directamente con su
patrón. Le contestó en el mismo tono Ricardo.
-Que los tiradores tuyos se sitúen en esos edificios. Dijo señalando tres
altas torres en la zona alrededor de donde se estaban presentando los
enfrentamientos.
Como veinte efectivos del Grupo Rinoceronte y del GRI de la Policía
Científica repelían la embestida de los delincuentes que trataban de pasar el
cordón establecido.
Corrimos para introducirnos en las torres que nos había señalado Araujo.
Fue fácil entrar ya que se había hablado con los conserjes. Se les había
indicado a las personas que vivían en esos conjuntos residenciales que no se
asomaran a las ventanas y que se alejaran de las paredes que dieran hacia la
zona del tiroteo.
A mí me tocó subir con tres compañeros en la torre B del conjunto
residencial. Subimos por la escalera varios pisos, a trote, demostrando nuestra
buena condición física.
Nos situamos en la parte más alta del edificio en donde teníamos tremendo
panorama del enfrentamiento.
Fue sencillo colocar nuestros fusiles desde diferentes posiciones, pero que
hacían tener tremenda visión de los hechos que se suscitaban.
-¿Tiradores informen de sus posiciones? Ordenó Araujo.
-Tirador Uno listo.
-Tirador Dos listo.
-Tirador Tres listo.
-Procedan muchachos.
Apuntamos y dimos de baja a tres malditos de esos.
Volvimos a cargar y tres cabezas volaron acabando la vida de tres
delincuentes capaces de lo que fuese para atacar a las personas decentes.
-Tirador Uno, le disparare al primero a la derecha.
-Tirador Dos al tercero a la derecha.
-Tirador Tres al quinto a la derecha.
Volvimos a cargar y desde nuestras miras pudimos observar que esos seis
muertos estaba creando confusión en las filas enemigas ya que no tenían ni
idea de dónde venían los tiros.
-Perfecto muchachos. Fijen blancos. Nos dijo Araujo.
-Con calma muchachos, con calma. Oímos a Ricardo que nos hablaba.
Fijamos blanco, informamos y tres más cayeron. Hacíamos un trabajo
quirúrgico.
Los perros esos estaban todos confundidos. Señalaban a los edificios pero
no podían adivinar desde la posición desde donde les disparábamos.
Estábamos en un sitio muy alto.
El enfrentamiento seguía en la calle, pero había disminuido el tiroteo,
primero por las nueve bajas que había extirpado como un tumor maligno y
segundo por la confusión de ellos al ver caer a los lados a sus compañeros de
fechoría.
A los pocos minutos vimos por nuestras miras que se estaba rindiendo los
que quedaban, ya había caído doce maleantes. No les quedaba más remedio ya
que si nos forzaban siguiendo con el tiroteo no nos quedaría más remedio que
acabar con los que quedaban.
Los carajos esos arrojaron sus armas, Araujo y Ricardo les ordenaron a
gritos que salieran de donde se había atrincherados y se acotaran con las
manos detrás de la cabeza.
Cubiertos por nuestros fusiles SVDN y las armas de asalto de nuestros
compañeros. Provocaba dispararles ya que no había tenido piedad de disparar
como lo habían realizado sin impórtales las victimas que podían producirse, ya
que solamente no eran tiendas y oficinas, sino edificios en donde vivían
personas; niños, niñas, mujeres y ancianos.
Además fui testigo de cómo esos malditos había disparado contra un
helicóptero de la prensa, que no revestía una amenaza para nadie.
Fueron esposados los sicarios y llevados detenidos a las sedes de la Policía
Regional para ser interrogados.
Al ver que no había más amenazas que enfrentar los tiradores, bajamos de
la altura en donde nos habíamos situado. Bajamos las escaleras, ya no
apresuradamente, como lo habíamos hecho al subir.
Conversábamos sobre los acontecimientos, con los pasamontañas
levantados para poder refrescarnos un poco y secarnos el sudor.
De pronto tuve la sensación de que desde el ojo mágico de una puerta nos
miraban. Aunque me pareció absurdo el presentimiento me baje el
pasamontaña para cubrí la cara y recomendé a mis compañeros que hiciesen lo
mismo antes de toparnos con el conserje del edificio que nos abriría la puerta.
Debía estar aterrorizado por lo que acababa de presenciar y tener que abrir
la puerta a tres tiradores que llegaban a repartir muerte desde su sitio de faena.
Claro era nuestro trabajo. Éramos los fumigadores que acabábamos con la
plaga de la delincuencia.
Al llegar a la puerta el conserje nos abrió la puerta y nos dirigimos hacia
donde se encontraban nuestro jefe y el segundo del Grupo Rinoceronte.
En una rápida ojeada pudimos ver que ya nuestra gente ayudaba a la
Policía Regional a montar en los carros blindados a los sicarios que se
acababan de rendir.
-Buen trabajo. Muy buen trabajo Comandos. Nos dijo muy contento
Ricardo.
-Excelente labor, carajitos. Comentó Araujo tendiéndonos su diestra en
señal de felicitaciones.
Pudimos observar la gran cantidad de balas que se había disparado por la
cantidad de cartuchos que se encontraban en el piso y las paredes de los
edificios completamente acribilladas por los disparos de los sicarios,
demostrando con eso que no estaban jugando.
-Ricardo, casi hemos neutralizado la amenaza. Pero hay varios caídos
inocentes en estos enfrentamientos. De nuestros policías tenemos cuatro
muertos, dos de la Regional, dos del DIIP y de la Científica. El periodista,
camarógrafo y piloto del canal de televisión, además de diez civiles que se
cruzaron en el fuego cerrado del enfrentamiento. Afirmó Araujo, después de
haber sido informado desde la central del cuerpo.
-Hay cincuenta sicarios muertos y los que no contamos que se llevaron los
que pudieron escapar. Continuo.
-Coño esto no puede ocurrir otra vez Araujo. Debemos estar más
preparados para evitar esta vaina, hay que acabar con esos malditos.
-Imagino que nuestros jefes aumentaran los esfuerzos para destruir de una
vez ese carajo Cartel. Ripostó Araujo, concluyendo.
Nos acercamos al camión blindado ya que según nos informaron íbamos a
escoltar el carro de transporte de los prisioneros hasta la Policía Regional.
Llegaron los Comisarios Ceballos y Labastida de la Policía Científica, los
recibieron sus colegas Alexis Matheus y Terán como jefes de la Regional. La
reunión sería larga.
Ricardo me envió junto a dos comandos más a que subiéramos a la azotea
del edificio de la Regional.
-Pónganse a la orden del superior que comandara a los tiradores. No sería
extraño que nos llegara un ataque desde arriba por parte de los carajos esos.
Comentó Ricardo.
Subimos y en la azotea nos conseguimos a un grupo de siete tiradores del
GRI y del Grupo Rinoceronte. Nos colocamos a las órdenes del que vimos que
llevaba la voz campante, que era un hombre como de 35 años delgado y bajo
de estatura, pero que no desmerecía para su apariencia de saber lo que estaba
haciendo.
-Comandos tomen posiciones. Colocándonos en sitios estratégicos, desde
donde divisábamos cualquier ataque que pudiese llegar por tierra y por aire.
Yo me fui poniendo cómodo, ya que sabía que sería larga la espera. Pero
como éramos gente entrenada cada uno asumió su posición sin decir nada, ni
preguntar, simplemente acatando las órdenes.
Desde mi mira podía tener una completa visión de la avenida y de las
calles que rodeaban la sede, pero debíamos estar pendientes del cielo desde
donde podía venir un ataque.
La reunión sabíamos que se prolongaría y teníamos el conocimiento que un
equipo completo de expertos en interrogatorios de los tres cuerpos se
dedicaban a sacarle toda la información sobre el Cartel.
Se realizaría un video conferencia de los jefes policiales con el Presidente
y el Gobernador. Estábamos claros que en esta reunión se tomarían decisiones
que quizás en otras circunstancias ni se pensarían, pero la situación era
delicada, las cosas ya se había desbordados por la muerte de civiles.
Llevábamos como una hora en completa vigilancia de los alrededores,
cuando oímos que se aproximaba un helicóptero, cosa que nos sorprendió ya
que no teníamos información de la llegada de alguna nave ya que la sede de la
Regional tenía en su azotea una amplia plataforma de helipuerto.
Por el radio del líder escuchamos la Central que decía:
-Helicóptero identifíquese. Identifíquese o disparamos.
La respuesta de la aeronave fue comenzar a disparar contra las ventanas de
las dependencias de la Policía Regional. Acción absurda ya que el vidrio
blindado, al igual que sus paredes hacía imposible que penetraran las balas.
-No disparen muchachos, no disparen. Nos ordenó el líder.
-Esperen, no podemos tumbar la nave ya que se estrellaría contra el suelo y
podrían haber bajas inocentes. Prosiguió con sangre fría.
El helicóptero dabas vueltas alrededor del edificio dirigiendo el fuego tanto
contra las oficinas como contra los carros que se encontraban abajo.
-Tirador Uno apunte y trate de eliminar al tirador. Ordenó el nuevo jefe.
Cuando se acercaba el helicóptero; pudimos ver por nuestras miras; que en
la puerta lateral se encontraba un tirador. Pero no sería muy fácil poder
acertarle con el helicóptero en movimiento.
Supimos cuando el Primer Tirador fallaba al oír la voz del líder que decía:
-Prepárese Tirador Dos. Cuando vuelva dispárele al tirador.
Al dar la vuelta la aeronave el tirador dirigió el fuego hacia la azotea donde
nos encontrábamos bien cubiertos. Paso sin que se pidiese hacer un disparo, ya
que no se podía salir de nuestras posiciones porque nos podían herir.
-Tirador Dos, prepárese para disparar. Les anuncio el líder.
Cuando dio la vuelta, antes que se acercara y pudiese disparar el Tirador
Dos, dirigió tres tiros que uno hizo blanco en el que dirigía el fuego con un
fusil automático que lo neutralizó ya que vimos como el helicóptero se
retiraba.
Naves de los tres cuerpos volaban en una zona cercana, esperando que la
nave enemiga se alejase de la zona poblada para derribarla. Era motivo de
orgullo para nosotros, aunque sabíamos que desde un aeropuerto militar
estaban listas sendos aviones esperando para caerle al enemigo.
Pero no hizo falta, ya que nuestros tres helicópteros se encargaron de
derribarla para que más nunca intentaran tal hecho, ya que si volvían a atacar
un cuerpo policial por aire iban a ser irremediablemente muertos.
De todos modos continuamos en la vigilancia, ya que no sería raro que nos
atacasen por tierra.
Pero nada paso. Pero hizo que los jefes estuviesen furiosos.
Teníamos la certeza que aquí iban a pasar cosas muy rápidamente.
Cuando me tocó bajar para ser relevado por otro tirador, me conseguí a
Ricardo que me dijo:
-Felicitaciones cuñado, buen trabajo.
-Coño hermano, no hice nada, no dispare.
-Tienes razón viejo, pero estuviste siendo sometido al fuego del
helicóptero. Todos ustedes hicieron buen trabajo.
-Bueno, le conteste, estábamos bien cubiertos pareciese que la Policía
Regional hubiese preparado el helipuerto en la azotea para un ataque aéreo.
En el momento que hablaba con Ricardo, llegó el Comisario Montoya
acompañado por los Comisarios Terán y Labastida. La cara del jefe era de
furia igual que sus homólogos. Querían vengarse del Cartel del Norte del
Continente.
-Muchachos, vamos a la casa de abrigo. Ricardo comunícate con Federico,
Juan y Alejandro. Que dejen lo que están haciendo y se dirijan a la casa que
necesito reunirme con ustedes. Pronunció Julio Montoya, demasiado serio
para cuestionar sus órdenes.
En ese momento vi, que se acercaba el jefe de los tiradores, que nos había
dirigido en la azotea.
-Julio, Comisario. Lo felicito por los hombres que nos aportó en el
operativo. Estoy interesado en ellos para un curso avanzado de
Francotiradores que pienso dictar con los mejores tiradores de los tres cuerpos
de elite.
-Gracias Roco. ¿Cómo estas, amigo? Se dirigió al jefe de tiradores.
-Muchachos les presento al mejor Francotirador que existe en el estado y
en el país.
-Roco Lombardi. Dijo estrechando las manos mías y de Ricardo.
-Muy bueno como francotirador, muchacho. Aunque no le tocó disparar,
mantuvo la sangre fría esperando ordenes Dijo refiriéndome a mi persona.
-Eso es bueno para un tirador. La paciencia es la principal virtud que
debemos tener. Paciencia y sangre fría.
-Claro amigo mío. Ya había notado estas cualidades de Carlos. Refirió
Julio Montoya.
-Carlos, Ricardo síganme. Necesito hablar con ustedes. Nos volvió a decir
el jefe.
Salimos con el jefe y con una importante escolta nos dirigimos a la casa de
abrigo. Las calles estaban solas, ya a los habitantes de la ciudad les daba
miedo salir. Eso era lo que no podíamos permitir, que unos hampones tomaran
el control de la ciudad.
Como si Julio leyera mis pensamientos, dijo:
-Esta vaina, no la podemos permitir. Coño hay que acabar de cuajo a estos
carajos del Cartel del Norte del Continente. Ya el Presidente está muy arrecho
y nos amenazó de enviar un equipo de fuerzas especiales del Ejército y de la
Armada, para que dirijan la guerra contra esos perros.
-El Presidente teme que estos que está pasando en este estado se dé en los
otros estados del país. Acuérdense que el Cartel del Norte del Continente no
solo hace presencia en este estado. Afirmó.
-En la reunión que tuvimos los altos mandos policiales decidimos que si
tenemos que pactar con el diablo lo haremos. No podemos permitir que los
militares nos dirijan.
Mientras llegábamos el jefe nos contó que había pasado con el video
conferencia con el Gobernador y el Presidente. Ellos se había enterado que
estábamos siendo atacados por un helicóptero enemigo.
Al llegar a la casa de abrigo, nos dirigimos a la oficina que utilizaba el jefe.
-Muchachos, a ninguno nos gusta lo que vamos a hacer, pero vamos a
unirnos con la gente del Cartel de la Montaña para poder combatir a la gente
de El Turco.
-Para los tres cuerpos policiales no será motivo de orgullo, pero será
necesario ya que con varios frentes abiertos los podemos derrotar más rápido.
-Ustedes trataran de hacer el enlace con esos perros contra los otros
malditos. Lo que si hay que hacer es que los del Cartel de la Montaña cuando
ataquen a la gente de El Turco no causen bajas civiles.
-También haremos nosotros una labor quirúrgica. Hay que echarles plomo,
no hay más remedio. Ya estará la Inteligencia siguiendo a los familiares de la
gente del Cartel de Norte del Continente para así poder descubrir donde tienen
las conchas estos carajos.
-Irán a la cárcel donde lideriza el Mayor y se pondrán de acuerdo con ellos
dándoles datos para que ataquen varias fincas en donde se enconchan los del
cartel del Turco.
-Carlos le vamos a poner una vigilancia férrea al antiguo amigo tuyo de la
Facultad y su novia Cesar Ramírez y Rebeca Duarte. Ya sabemos que ese
carajo está detrás del tráfico de drogas en la Universidad, desde que
desapareció Alfredo Berrios.
-Un equipo de expertos de Saavedra estarán alrededor de ellos. Como será
que hasta tu antigua noviecita será seguida. Si esta complicada, triste por ella,
le echaran el guante.
-Afuera estarán Alejandro, Federico y Juan para que los acompañen y les
sirvan de escoltas, cámbiense y vístanse de civiles y vayan a la cárcel donde
está el Mayor. Ya sus abogados recibieron la noticia que colaborara con
nosotros y se le concederán ciertos beneficios en su cálida estadía en la cárcel.
Salimos y afuera de la oficina del jefe estaban nuestros amigos. Nos
saludamos y como era de esperar los muchachos nos preguntaron cómo había
sido los últimos acontecimientos que se había suscitado en la ciudad, en donde
habíamos sido protagonistas.
El jefe nos había ordenado que a pesar de que íbamos de civil, fuéramos
fuertemente armados. Cargábamos nuestros fusiles de asalto AK-47 y nuestras
pistolas Glock. Teníamos que andar bien armados ya que la situación en la
calle no era nada segura.
Le pregunte a Federico que había sido de sus amigas y quise indagar un
poco que tanto sabia de la hermosa Sonia. A pesar de estar en una misión
delicada, también era joven y verdaderamente que la muchacha me había
llamado la atención.
Por lo que pude indagar la joven era amiga de una vieja amiga de él. Lo
que si resultó coincidencia era que la muchacha vivía en el mismo edificio en
donde me situé como francotirador para enfrentar a los bloqueos armados.
Lo que no me imaginaria era que la muchacha era la que miraba por el ojo
mágico cuando bajaba y me había reconocido.
Con el tiempo ella me contaría que se había sorprendido al verme vestido
de Comando Táctico del DIIP, pero que eso había colocado una aura de
misterio para quererme conocer más.
Bueno pasarían los años y a pesar del tiempo que llevábamos de casados,
recordamos este día en donde ella decía que nunca se imaginaba que un
muchacho tan joven llevara sobre sus hombros una responsabilidad de
francotirador.
En pocos minutos llegamos a la cárcel, claro yo estaba entretenido
indagando sobre la muchacha.
Llegamos a los puntos de control en donde nos identificamos, ya el jefe
había llamado al Director de la cárcel para que pudiésemos entrevistarnos con
el líder del Cartel de la Montaña.

CAPITULO XXII

Llegamos a la sala de visitas en donde se encontraba el delincuente


apodado el Mayor, el tipejo ese nos iba aportar algunos datos que tenía sobre
la gente de El Turco. En esta guerra cualquier dato que recibiésemos era
importante.
También le suministraríamos datos de conchas del Cartel del Norte del
Continente para de esa manera no arriesgar nuestra gente, preferiríamos que
entre ellos se mataran, ganara quien ganara era dividendos para nosotros.
En una mesa estaba el gran carajo ese, nos recibió con una gran sonrisa,
que nos hubiera gustado borrar de un tiro, pero bueno eran gajes del oficio.
-Bienvenido amigos míos, bienvenidos. Nos dijo recibiéndonos a Ricardo
y a mí, ya que nuestros tres camaradas de armas se quedaron en la parte de
afuera.
Pasamos una hora intercambiando información con el líder del Cartel de la
Montaña. Puedo decir que nos dio datos precisos e igual que nosotros le dimos
a él sobre unas fincas propiedad del Cartel del Norte del Continente.
La enemistad entre los dos grupos llevaba varios años. Varias veces el
Cartel del Norte del Continente se había apoderado de la zona del cartel de la
Montaña y eso había traído varias guerras, en donde desgraciadamente habían
caído inocentes.
Le traíamos ciertas ventajas al preso, pero eso si tenía que seguir nuestras
órdenes, no podía caer ningún inocente en las refriegas, a riego de que como
estaba detenido iba a pagar cualquier baja de civiles que se encontraran en las
refriegas.
Después de conversar con el líder del grupo hampónil, quedamos que nos
tenía que informar cada vez que pensara atacar al Cartel del Norte del
Continente, los tres cuerpos policiales tenían cada vez que el Cartel de la
Montaña atacase a sus rivales observadores para evitar cualquier desmán de
nuestros nuevos aliados.
Ahora sin lugar a dudas entra mi vida personal, reconozco que la presencia
de Sonia me había hecho olvidar a Carmen Cecilia, ella me había
decepcionado mucho. Yo que quería hacer una carrera policial no podía
relacionarme con una adicta.
Pero esa Sonia tenía algo que todavía al pasar 20 años, todavía me atrae
mucho. Bueno eso ha hecho que desde que empecé la relación con ella no he
tenido más mujeres que ella. No lo necesite.
Después de toda la actividad que tuve como miembro del equipo táctico
del DIIP, pude disfrutar de dos días de descanso.
¡Gracias a Dios era viernes!
Me puse de acuerdo con Federico y Alejandro y nos dirigimos a la casa de
la amiga de Federico y pudimos invitarlas al otro día a El Lugar, por supuesto
mi meta era que ella invitara a Sonia, cosa que hizo y ella no se negó.
Al día siguiente cayendo la tarde nos reunimos en El Lugar, como siempre
estaba Quinterón, que no se sorprendió verme acompañado por otra bella
muchacha.
Debo resaltar que ese día, mi futura esposa estaba despampanante, como
todavía al pasar los años lo sigue estando.
Lo chistoso de todo esto era que ya en ese momento Sonia sabía que yo era
policía, como les dije me había visto cuando bajaba por las escaleras del
edificio que vivía.
Ella tuvo el buen gusto de en esa cena no decir nada. Pedimos unas pizzas
y mientras nos las preparaban nos tomamos unas cervezas.
Pudimos conocernos más de lo que había hecho el día de la vendimia,
conocí muchos más de ella. La verdad que esa bella dama me sacó lo poco que
quedaba en mi mente sobre Carmen Cecilia.
¡Qué bella era! ¡Qué atractiva! La verdad que si el primer día que la conocí
me había gustado, ese día quede completamente prendado de la hermosa
mujer.
Mucho conversamos, a pesar de que andábamos en grupo. Sonia y yo nos
aislábamos hablando para de esa forma conocernos mejor.
Comimos y nos tomamos varias cervezas. Me relaje bastante, como sé que
les paso a mis dos amigos ya que era necesario, los últimos días no habían sido
muy monótonos que digamos.
Permanecimos como dos horas en El Lugar, como siempre tuvimos la
atención personalizada del buen amigo Quinterón. En estos tiempos todavía
Sonia y yo nos echamos las escapadas para comernos unas suculentas pizzas.
Caminamos de vuelta a donde vivían las muchachas, Alejandro y Federico
se desviaron junto a las amigas de Sonia, yo de muy buena gana acompañe a
mi futura esposa al edificio donde vivía y cuál sería mi sorpresa que era el
sitio desde donde yo había disparado como francotirador contra la alcabala
móvil.
Ella con la picardía en sus ojos, me preguntó si sabía de un enfrentamiento
entre unos narcotraficantes y los equipos del DIIP. Le conteste que algo había
oído, ella con gran diplomacia cambio de tema. Con el tiempo me diría que no
se sorprendió nada al verme bajar por las escaleras, ya que según ella yo tenía
la marca de policía en la frente.
Lo cómico de todo era que yo ya le había hablado de mi trabajo con el Juez
Quintero y ya la dama sabía que eso solamente era una cuartada. Un día
cercano me contaría que todo el edificio conoció sobre los tiradores del DIIP
que les habían dado de baja a varios delincuentes.
Ella sabía que uno de esos tiradores era yo, pero comprendía que era
necesario tomar represalias contra los que violaban la ley y ponían en riesgo a
los más vulnerables. Me contó que ese día habían pasado un gran susto cuando
habían llegado los delincuentes y habían realizado un paro armado.
Sonia con el pasar de los años nunca fue un estorbo para mi trabajo, al
contrario, creo que nunca un policía tuvo mejor esposa, nunca me estorbó en
mi trabajo, nunca fue una carga, no preguntaba nada, esperaba que yo a veces
le contará sobre mi trabajo.
Sonia fue tremenda compañera, siempre me apoyó, nunca fue una
molestia, excelente madre para mis hijos, espectacular esposa, además hizo
que sintiera orgullo de haberme casado con ella. Sonia es tremenda médico,
una gran profesional y además cuenta con la sensibilidad que a muchos
médicos les falta.
Pero continuando con el relato de la guerra contra El Turco, al llegar al
apartamento me contaron Alejandro y Federico que Ricardo se había
comunicado para que mañana me presentara temprano en la casa de abrigo
Me dijeron los muchachos que Ricardo me había estado llamando; pero yo
tenía el teléfono apagado. Parecía que el Comisario Montoya quería que yo
comenzase los entrenamientos con el Inspector Rocco Lombardi.
Pero no solamente era yo el que sería entrenado, ya Alejandro y Federico
comenzarían un curso de tácticas de combate, curso que yo seguiría después
de completar mi entrenamiento de francotirador.
Al otro día me dirigí muy temprano a la casa de abrigo acompañado de mis
dos amigos. El Comisario Julio Montoya nos estaba esperando acompañado de
los Comisarios Labastida, Terán y el Inspector Lombardi.
-Aquí están los tres hombres de mi equipo. Nos presentó Julio Montoya.
-A pesar de que tienen solamente año y medio en el cuerpo gozan de toda
mi confianza. ¿Ustedes los conocen?
-Claro, que los conocemos. Contestaron al unisonó los dos Comisarios y el
Inspector.
-Alejandro y Federico ustedes serán asignados para un entrenamiento en
tácticas tanto con el GRI como con el Grupo Rinoceronte. Dijo Montoya.
-Carlos tú te irás por unos días con Lombardi para ver que puedes aprender
con él sobre los tiradores policiales. Prosiguió el jefe.
-Muchachos, necesitamos pulirlos más, ustedes serán cruciales en esta
guerra que tenemos contra la gente del Cartel del Norte del Continente.
Afirmó Labastida.
-Los hemos observado, no podemos negar que son ustedes muy buenos.
Indicó Terán.
-Ya la presión desde la capital por el Presidente es mucha. No queremos
que aquí venga un militarote a darnos órdenes y si en pocos días no obtenemos
resultados entonces seremos subalternos de cualquier militar que venga de
afuera.
Pero no pasaron muchas semanas para que siguieran presentándose los
acontecimientos. Un buen día nos llamó a Ricardo, a Federico, a Alejandro y a
mí, el jefe Julio Montoya a una reunión en la casa de abrigo. Al principio nos
sorprendió que nos llamara para reunirnos en una casa clandestina.
Llegamos varios minutos antes, pensando en adelantarnos al jefe, pero no
fue así, él ya nos estaba esperando.
-Pasen muchachos, pasen. Nos dijo no más supo que estábamos afuera.
-Entren amigos míos, necesito de su ayuda.
-Saavedra y sus hombres, se ha estado reuniendo con un hombre de
confianza de El Turco. Ese carajo ha estado dándole información importante
de todas sus redes a Saavedra.
-Ahora parece que el topo ha sido descubierto y es necesario que se le haga
una extracción en caliente.
-Al topo lo han descubierto y se ha tenido que enconchar para poder evitar
que lo maten, ya que El Turco ya sabe que lo traiciono.
-El carajo sapo llamó a Saavedra para que lo ayudaran y le prestaremos
toda la ayuda posible para que no lo maten. Hoy mismo vamos a montar un
operativo para sacarlo de la concha donde se encuentra escondido.
-Saavedra me pido ayuda con mi Grupo Táctico. ¿Quién más que ustedes
que son de mi absoluta confianza?
-Quiero aclararles que el tipo que sapeó a El Turco es Cesar Ramírez, el
hombre de confianza de Berrios y si no lo rescatamos hoy lo matarán.
-Así que por favor muchachos cuídense en este operativo que será
comandado por el Comisario Saavedra. Pasen por la sala de armas y busquen
los mejores ametralladoras y como armas cortas llévense las mejores también.
Necesiten que estén preparados para repeler cualquier ataque, ya que no será
extraño que tengan que extraer al sapo en caliente.
-Por eso los busque a ustedes a mis mejores hombres. Concluyó el jefe
dando por terminada la conversación.
Nosotros nos levantamos y fuimos a la sala de armas. Debíamos buscar las
mejores armas para este posible enfrentamiento.
Ricardo eligió como siempre un Ak-47, ametralladora con que estábamos
acostumbrados a trabajar, su peso era liviano de solamente un poco más de 4
kilos y con una candencia de disparos de 600 disparos por minutos y con un
cargador de 30 cartuchos. Mi amigo metió en un bolso diez cargadores-
-Por si acaso. Dijo con ironía.
Para distancias cortas mi amigo escogió la Glock 18 que cuenta con un
selector de tiro que lo podía usar convirtiéndola en una pequeña ametralladora.
Federico escogió como arma corta la Glock 19, un poco más corta que la
que escogió Ricardo con un cargador de 15 cartuchos, en donde mi otro amigo
guardó 8 cargadores y con su ametralladora HK MP5 que la reconocíamos
como una de las armas más poderosas del arsenal del DIIP, que se alimentaba
con cargadores curvos que almacenaba 30 cartuchos y como era de esperar de
mi camarada de armas dijo parafraseando a Ricardo:
-Tienes razón; Ricardo; por si acaso, es preferible que sobren a que falten.
Alejandro como era de esperarse escogió igual que yo la Ak-47, pero como
arma corta prefirió la Desert Eagle, poderosa pistola de fabricación israelí, de
calibre 9 milímetros mientras yo me incline por una Bereta 92 FS de 9 MM.
Para lo que sabíamos que nos esperaba Alejandro y yo no fuimos
reservados, no nos quedamos detrás de nuestros amigos, escogimos diez
cargadores para nuestras armas.
Todos escogimos chalecos antibalas y pasamontañas. Aunque me
imaginaba que el “amigo” Cesar se sorprendería mucho al saber que nosotros
éramos del Equipo Táctico del DIIP.
Claro nosotros no pensábamos hacer relaciones sociales. Por lo que nos
había dicho nuestro jefe Julio Montoya la cuestión no era un juego, sabíamos
cómo reaccionaban la gente de El Turco, que no eran otra cosa que unos
malditos psicópatas.
Nos dirigimos a ponernos a la orden del Comisario Saavedra quien junto a
diez individuos de la Inteligencia del DIIP se preparaban a recoger al antiguo
cómplice de El Turco y de Berrios.
Lo que si notamos es que los hombres de Saavedra estaban muy bien
armados y con chalecos antibalas, por su puesto con sus pasamontañas para no
ser después reconocidos.
Todo a las órdenes de Saavedra nos dirigimos a las dos Hummer que nos
llevarían al sitio en donde Cesar Ramírez usaba como concha para esconderse
a los sicarios que El Turco había mandado a que lo eliminaran.
El Comisario conocía el sitio donde se escondía y pensaba rescatarlo antes
de que llegaran los sicarios. Todos íbamos con el dedo en el gatillo.
-Prepárense muchachos estamos llegando. Nos ordenó el jefe de
Inteligencia.
Faltando una cuadra para llegar a sitio, empezamos a establecer un anillo
de seguridad para poder enfrentar cualquier incursión armada.
La zona era residencial y a esta hora se encontraba casi vacía con muy
poco tránsito de vehículos y peatones. Cosa que favorecía nuestra actuación,
ya que seguramente produciríamos pánico un grupo de hombres armados y
tapados por pasamontañas.
En el primer Hummer que iba Saavedra con siete de sus hombres
continuaron, mientras nosotros tomábamos la zona para evitar sorpresas.
Ellos recogerían a Cesar y a otra persona, para prestarles la protección
necesaria.
Nos bajamos de nuestro vehículo y Ricardo que dirigía el anillo de
seguridad; como se había acordado con Saavedra; nos ordenó que nos
colocáramos en posiciones para repeler cualquier ataque.
Cubrimos el perímetro para proteger a Saavedra y su gente mientras
rescatábamos al testigo que se podría usar en un caso contra El Turco, aunque
estábamos seguros que ese perro no se iba a entregar y menos a rendirse
fácilmente.
La mañana lucia tranquila, pero en minutos la zona se convertiría en un
campo de guerra.
Nuestro anillo contaba de siete hombres, perfectamente armados y
dispuestos a vender cara nuestras vidas.
De pronto oímos una moto y un carro que se acercaban, al estar más cerca
observamos que eran sicarios que venían a matar al nuevo confidente que nos
daría datos importantes de El Turco y del tal Berrios.
En la moto que encabezaba el grupo lucía un hombre con una
ametralladora que no hacía nada para disimular ni el armamento ni la
intención que se acercaba.
También venia una camioneta doble cabina, que trasladaba varios hombres
armados que se bajaron tomando posiciones contra nosotros al vernos. La
moto se nos acercó más disparando su copiloto mientras su conductor
manejaba en zigzag para evitar el fuego que seguramente le dirigiríamos.
-¡Fuego! Rugió Ricardo y nosotros ni cortos ni perezosos dirigimos el
fuego de nuestras ametralladoras contra los atacantes.
En el primer ataque nuestro, pudimos tumbar varios sicarios que se
enfrentaban a nosotros con un fuego desordenados en comparación contra
nuestra arremetida que era realizada por profesionales perfectamente
entrenados.
Yo enfile mi arma larga contra el conductor de la moto, pero era difícil
precisarlo por el movimiento de la moto. A pesar de eso a las milésimas de
segundos lo tumbe, haciéndolo estrellar su moto, dirigiendo el fuego contra su
compañero desde la Hummer donde nos encontrábamos atrincherados, que
murió también.
La camioneta trato de retirarse de la zona, pero con el fuego intenso de
nuestras armas hacia imposible que los perros esos se agrupasen y pudiesen
huir en el carro.
El fuego contra nosotros era nutrido, pero desde nuestros puntos de
observación blindada se nos hizo fácil dar de baja a cada uno de los atacantes.
Para mí era más cómodo derribar a los sicarios, utilizando mis
conocimientos de francotirador.
Ricardo nos supo dirigir, como siempre lo hizo, colocando un pelotón que
protegidos con escudos blindados en formación se fueron acercando al lugar
en donde estaban escondidos los sicarios, distrayéndolos para nosotros
fácilmente neutralizar a los que disparaban desordenados contra hombres
perfectamente entrenados.
Al terminar nuestra faena, Ricardo se comunicó con Saavedra quien nos
dijo que ya tenían a Cesar y a una mujer que lo acompañaba que imagine que
no era otra persona que la amiga de mi ex novia; Rebeca Duarte.
Corrimos los siete efectivos y nos montamos en la Hummer colocándonos
dos protegidos por las puertas abiertas, apuntando para repeler cualquier
amenaza que se nos pudiese presentar. Uno de esos era yo.
No recorrimos muchas cuadras cuando en la vía contraria se acercaba un
carro con cuatro individuos armados. Apunte con sangre fría y dirigí el fuego
de mí arma contra el conductor del vehículo neutralizándolo. Eso hizo que el
carro chocara al perder al conductor. No les dimos tiempo a los demás
pasajeros a que se recuperaran.
Sabíamos que no eran precisamente angelitos, así que nuestro conductor
paró la Hummer y nos bajamos dirigiendo nuestro fuego en contra de los
sicarios que atontados se encontraban por el choque.
Al ver que estaban neutralizados continuamos la marcha protegiendo al
vehículo en donde estaban Saavedra y su testigo.
Mientras eso ocurría, en la radio oíamos la voz del Comisario Montoya,
quien dirigía la operación.
Ordenó el jefe a Ricardo que se dirigiese por la Avenida Milenaria, ruta
que conducía más rápidamente a la casa de abrigo en donde se les prestaría
protección al testigo y a su novia, que se había salvado por un pelo, gracias a
nuestra llegada, ya que los sicarios de El Turco estaban muy cerca para
ultimarlos.
Malévolamente no pude dejar de sentir como un fresquito al imaginarme lo
asustado que estaría Cesar, que tanto daño había causado a tanta gente con su
tráfico de droga, entre ellas a mi ex novia.
Se había salvado de chiripa y ahora que gozaba de la protección del
gobierno no podría seguir haciendo daño en la Facultad de Derecho con su
maldita droga.
Pero lo que me llegaba a mi mente era que ya la venganza de Berrios y su
sicario El Turco no llegaría hacia Cesar, pero la gente que había estado cerca
de él y su novia como Carmen Cecilia seguramente iba a pagar la traición de
Ramírez.
-Ricardo, amigo mío, debemos ir a buscar a Carmen, al no estar Cesar ni su
novia, los sicarios de El Turco lo más posible es que le hagan pagar a ella la
traición de ese carajo. Le dije.
-Tienes razón amigo. La muchacha será sometida a tremendas torturas
antes de matarla por ser amiga de Cesar y de su novia. Me contestó mi amigo
y jefe.
-Llamare a Julio para pedirle autorización. Continuó.
De una vez Ricardo se comunicó con el Comisario y él le dio la
autorización para que actuáramos. De una vez se notificó por radio con
Saavedra, para informarle que le acompañaríamos a la casa de abrigo y luego
continuaríamos para recoger a la muchacha que seguramente estaba
peligrando.
Llegamos a la casa de abrigo y nos bajamos para escoltar a Cesar Ramírez
y a su novia, que por lo que note se encontraban visiblemente afectados por
los acontecimientos que se había producido.
Como Alejandro, Ricardo, Federico y yo estábamos con las capuchas ellos
no se dieron cuenta que éramos nosotros, mejor para todos.
Julio Montoya se nos acercó y nos dijo que había preparado un grupo de
diez comandos del equipo táctico para que nos acompañaran a recoger a la
muchacha, ya que Saavedra y sus hombres habían cumplido con rescatar a
Cesar.
Por lo que pude ver, el jefe había preparado muy buena compañía para
nosotros ya que nuestras escoltas estaban muy pero muy bien armadas. Con
fusiles Ak-47, pistolas Glock , chalecos antibalas y hasta granadas
fragmentarias tenían nuestros colegas.
Cuando les dio la orden Julio Montoya a los comandos se montaron en una
Hummer blindada como la nuestra y Ricardo le dijo a Federico que arrancara
y que llegara al apartamento de Carmen Cecilia.
En el camino revisamos nuestras armas y al llegar al edificio fuimos
entrando por las escaleras en perfecta unidad como había aprendido con el
hombre clave de primero que era yo, con el refuerzo de segundo que era
Alejandro, con Ricardo como Líder, con el polivalente que era Federico y con
el ultimo que era uno de los comandos que nos había asignado el Comisario.
En esa formación de cinco hombres nos acercamos al apartamento. Los
nueve comandos restantes tomaron la parte de abajo del edificio para
garantizar nuestra seguridad.
Subimos lentamente y en silencio, lo más probable era que recibiésemos
una sorpresa desagradable. Había carros afuera, pero no había nada que nos
probara que eran gente del cartel.
Llegamos al apartamento silenciosamente yo forcé la puerta con un gancho
como había aprendido en los entrenamientos, silenciosamente como ninjas.
Algo estaba ocurriendo, me acerque con el pelotón que fueron tomando
posiciones y vimos en la cocina dos individuos que sentados en la mesa bebían
de una botella, al vernos trataron de hacer uso de las armas pero les
disparamos como era de imaginar neutralizándolos.
Velozmente entramos a una habitación donde tres tipos tenían a Carmen
Cecilia acostada con la ropa rota con una cara inhumana de terror, que nos
hacía adivinar lo que estaba por acontecer si no hubiésemos llegado nosotros.
Le dispare en la cabeza al que estaba a la izquierda y Alejandro disparo
también, rápidamente le di una patada con una bota con punta de hierro al que
tenía un cuchillo en el cuello de la mujer que lo arrojó debajo de la cama.
Federico cubrió a la mujer y yo con un odio frío le tendí a Ricardo mi arma
y me le acerque al criminal.
Este había recobrado el cuchillo que estaba en el piso y sabiendo que no le
quedaba más remedio que vender cara su vida.
Con poca pericia me lanzo varias cuchilladas que me fueron fáciles evitar,
jugando con él como un gato con un ratón.
-No disparen, amigos. Es mío.
Aunque sabía que ese no era el procedimiento, no era un maldito
protagonista de una película barata, pero el odio me arropó al darme cuenta el
suplicio que le harían vivir a esta mujer que había sido mi novia, eso sumado a
que detestaba los violadores.
Esquive dos puñaladas más y con un low kick con la punta de hierro de
mis botas lesione la pierna del atacante. Me retire mientras el sujeto trataba de
levantarse, yo quería que estuviese consciente lo que iba a vivir.
-Comando, no tardes mucho, no juegues con él. Me señaló Ricardo.
Es todo mío. Le dije.
Pude observar que Federico se había ocupado de Carmen Cecilia que
lloraba con una crisis de nervios de lo que acababa de vivir.
Me fui acercando como un tigre a la presa herida y el tipejo trato de
lanzarme otro ataque con el cuchillo, que me fue fácil bloquearlo y hacerle una
llave en donde le fracture el brazo.
-No llenes todo de sangre, camarada. Me indicó Ricardo con ironía.
Como el cuchillo había caído en el piso cerca de mi pierna se lo lance para
que me permitiera seguir jugando con él.
Lo agarró y trató de acercarse, pero yo me adelante y al entrar en su
guardia este me lanzó otra puñalada, que me fue fácil bloquear y golpear con
dureza su plexo solar. Ese golpe hizo que soltara el cuchillo y yo me acerque
aplicándole una llave mata león, apretando hasta que sentí que el último
vestigio de vida salía de su cuerpo.
Lo mate así porque lo merecía, debía morir. ¿Ustedes se imaginan lo que le
habían hecho a la mujer si nosotros no hubiésemos llegado?
El cuchillo estaba demasiado afilado y en el cuerpo de la muchacha se
veían los roces que le había producido cuando la desnudaban para violarla
entre todos.
Debían morir y con esta acción protegíamos a civiles que podían caer en
manos de esas fieras con cuerpos de hombres.
Yo había estado enamorado de ella y a pesar de que era una adicta y yo me
había decepcionado de ella, no merecía una muerte así, quizás por una cuenta
que ella no tenía nada que ver.
Pero me provocaba hacerle lo mismo al cerdo ese del Cesar, como se iba a
vender sin siquiera advertirle a la amiga de su novia que debía esconderse ya
que a ella llegaría la venganza de los narcos.
Ricardo busco una chaqueta en el closet para cubrir el cuerpo desnudo de
la mujer que sollozaba en los brazos de Federico.
No me quise acercar a ella. ¿Seguramente temiendo que al verla en ese
estado se me borrara lo que me había decepcionado?
-Despejado Comandos. Les dije a los que estaba afuera cubriéndonos la
guardia, desde la radio que había tomado del chaleco de Ricardo y salí del
cuarto.
Cuando salíamos del apartamento sentimos sirenas de carros de la policía
que se acercaban seguramente alertados por nuestro jefe Julio Montoya.
Detrás de mí, venían mis amigos que escoltaba a Carmen Cecilia junto al
comando. No quise mirar más y ese fue el último sentimiento para ella. Creo
que aquí moría todo, lo poco que había quedado de la que me había unido a
esa mujer.
A los días supe que ella había salido del país, apoyada por sus padres ya
que habían sido llamados por el Comisario Julio Montoya.
Por él supe que mi ex novia había permanecido en la sede del DIIP hasta
que con una fuerte escolta del Equipo Táctico del DIIP había viajado a un país
del exterior que el Comisario nunca me mencionó.
A los días le agradecí al jefe la deferencia que había tenido conmigo en
apoyarnos en el rescate de Carmen Cecilia y el donde gente de mantenerme
apartado mientras ella se encontrase en la sede del DIIP.
Julio Montoya con su generosidad y sencillez cuando se lo agradeció me
dio un puñetazo en el hombro diciendo:
-Tengo que cuidar a mis hombres, amigo mío. Dando por terminada la
conversación que nunca hizo mención, ni siquiera hoy en día, después de
tantos años han pasado.

CAPITULO XXIII

Muchos serían los aportes que servirían para la guerra contra el Cartel la
“sapeada” que echaron Cesar Ramírez y Rebeca Duarte quienes señalaron
conchas en donde se escondían los hombres de Berrios y El Turco, como los
nombres de personas que servían para lavar el dinero que producían con la
venta de droga, propiedades que eran del cartel y hasta sitios en donde estaba
escondidas grandes cantidades de dinero conocidas como “caletas”, identidad
de sus distribuidores y socios.
Mucho daño a ese grupo hicieron los datos que aportaron Ramírez y su
novia. Nosotros participamos en varios allanamientos en donde se encontraron
armas, dinero y pudimos detener en varios casos como dar de bajas a los
miembros del cartel que opusieron resistencia, que siempre eran los
Adoradores de Satán, que eran los más duros de ese grupo de delincuentes.
Casi reducimos a nada a los hombres de El Turco que aunque no eran
muchos, eran la parte armada del Cartel del Norte del Continente.
Logramos ir desmantelando ese grupo armado, pero pasarían todavía unos
meses para poder acabar completamente con esos perros.
Claro no solamente los cuerpos policiales fuimos los vencedores de los
ataques que se realizaban en contra de este grupo, también sus rivales los del
Cartel de la Montaña, les estaban dado golpes fuertes.
Sobre todo lo que había logrado el cartel rival era atacar a sus
distribuidores y había dado de baja a varios, cosa que hacía que el Cartel del
Norte del Continente comenzase a verse afectado económicamente en nuestro
país.
Varias veces me toco reunirme con ellos para que nos informaran sobre las
conchas que había descubiertos de sus enemigos,
Tanto ellos como nosotros estábamos tras la búsqueda de Berrios y El
Turco, pero no era fácil ya que ellos cambiaban cada rato de sus conchas.
Varias veces estuvimos cerca, pero nunca como habían estado la
inteligencia del DIIP, con el mismo Saavedra dirigiendo el operativo.
Un día cualquiera uno de los que habían caído en los operativos siguiendo
los datos de Cesar Ramírez contó que una vez a la semana El Turco se dirigía
a un sector conocido como “Virginia” que era una urbanización poblada de
edificios que había sido hace muchos años construida por el gobierno.
La Inteligencia tuvo la información que el líder del cartel visitaba una
“querida” que tenía en uno de esos edificios. De una vez se acordonó la zona
para poder echarle el guante a El Turco.
El Comisario Julio Montoya preparó una comisión del Equipo Táctico para
colaborar con la Inteligencia de Saavedra, en donde participamos Ricardo,
Federico, Alejandro, Juan y yo, todos comandados por el famoso Comisario
Julio Montoya.
Para que entiendan como se realizó el operativo, La Urbanización
“Virginia” tenía dos entradas, una era vía hacia un barrio de alta peligrosidad
que era zona que controlaba el Cartel del Norte del Continente, en donde la
gente veía a ese grupo de delincuente como héroes y les prestaban todo el
apoyo posible.
La otra entrada era por un puente que comunicaba con otra urbanización,
en donde no tenía mucho apoyo ese grupo delincuencial.
La entrada al barrio que era conocido como El Prodigio fue tomada
completamente por la gente de Inteligencia, ya que era de imaginarse que por
allí tendría que huir el cabecilla del Cartel del Norte del Continente ya que
llegaría a buen resguardo en su territorio, protegido por cada uno de los
habitantes de la zona.
A nosotros Julio nos apostó a la entrada del puente que iba hacia la
Urbanización “Virginia”, hicimos una alcabala un promedio de 30 efectivos
del Equipo Táctico, por ambos lados del puente requisábamos los carros con el
fin de saber quién entraba o salía de la Urbanización.
Inteligencia había rodeado el edificio en donde se encontraba
supuestamente El Turco visitando la mujer, querían los efectivos que salieran
de la zona habitada para poder capturarlo o darle de baja. Todos estábamos
conscientes que ese carajo no se rendiría.
Se sabía que el criminal estaba acompañado por varios de sus
guardaespaldas y que eran la crema y nata de los Adoradores de Satán, que ya
sabíamos que eran fanáticos y hombres dispuestos a todo.
Había que esperar que el delincuente y sus esbirros saliesen, para
enfrentarlo en una zona en donde no cayesen civiles. Los tipejos esos tenían
seguramente un buen arsenal de armas.
Los efectivos de Inteligencia tenían completamente rodeado el edificio y
veían como dos de los guardaespaldas de El Turco estaba custodiando el carro,
quizás para evitar cualquier sorpresa.
Según nos informaron era imposible acercarse a los delincuentes, sin que
estos pudiesen advertir al jefe que estaban siendo rodeados y entonces El
Turco se atrincheraría en el apartamento de su novia y en el enfrentamiento
tratando de reducirlo podía caer gente inocente. Los tipos esos tenían arma de
guerra y nosotros también.
Pasaron horas en la espera, nuestros expertos hacker había logrado
interceptar las señales de los teléfonos celulares para evitar que alguien desde
afuera pudiese advertir de los bloqueos que hacíamos los cuerpo de seguridad.
Con nuestra gente ya habían llegado miembros de los otros equipos
tácticos como lo eran el Grupo Rinoceronte de Terán y el GRI de Labastida.
Efectivos de los dos cuerpo se habían distribuidos en las dos alcabalas que
trancaban las entrada y salidas de la urbanización.
Terán se encontraba dirigiendo los equipos tácticos que colaboraban con
nuestra Inteligencia en la parte que comunicaba con el barrio que era la plaza
del Cartel del Norte del Continente. Junto a Saavedra preparaba la respuesta
que le darían al delincuente si trataba de salir por ese sitio.
Mientras que en la alcabala que nos encontrábamos mis amigos y yo,
comandados por los Comisario Montoya y Labastida, los del DIIP éramos 30
hombres; como ya les dije; pero sumados 20 más del GRI, hacíamos un grupo
de 50 hombres, muy bien armados para enfrentar estos facinerosos.
Las horas pasaban lentas esperando que los tipos saliesen de donde se
encontraban, el plan era agarrarlos en los dos espacios donde no hubiese
edificios que eran donde estaban las dos alcabalas.
Como medio kilómetro después de las dos entradas o salidas se
encontraban unas alcabalas para evitar el tránsito de carros cuando tratáramos
de detener o de neutralizar a los perros malditos esos.
Bastante daño le había hecho a nuestra ciudad la gente del Cartel del Norte
del continente, igual que los Adoradores de Satán que con su fama de diablos
había creado pánico en las zonas altas del estado.
Casi acercándose el medio día recibimos la información por radio de parte
de la gente de Inteligencia que rodeaban el edificio que nos informaban que ya
el Turco y su gente se retiraban del sitio, dos carros llenos de hampones
componían el anillo de seguridad del delincuente ese.
En las dos alcabalas nos pusimos alertas para esperar por donde salían los
delincuentes. Como era de imaginar El Turco y su gente se dirigieron por la
parte que los comunicaba por el Barrio El Prodigio.
Pero cuando los tipejos esos se dirigían a salir por el barrio El Prodigio
como que notaron o sospecharon que se encontrarían una alcabala y
cambiaron de ruta hacia donde estábamos nosotros. Claro se había suspendido
el tráfico para evitar bajas civiles.
Al pasar una curva estaba el puente y luego una curva en donde nos
encontrábamos los equipos tácticos. Ya los tipos estaban preparados para
enfrentar cualquier sorpresa que existiese en la zona.
Al entrar en el puente y luego tomar la curva, desde donde se apreciaba la
alcabala los tipos comenzaron a dispararnos y nosotros les devolvimos el
fuego. El carro de los delincuentes freno y se dirigió a la salida del puente
antes de la urbanización.
Nosotros fuimos avanzando protegidos por los camiones blindados para no
dejarlos escapar y el grupo que estaba en la entrada del barrio El Prodigio se
acercó para apretar la tenaza.
Los delincuentes se atrincheraron detrás del carro, pero al ver que se
acercaba la otra comisión se dirigieron a una bajada que había debajo de
puente que era terreno agreste por donde pensaron poder bajar con más
facilidad.
Nosotros apretamos el cerco y junto a los dos comisarios comenzamos a
descender poco a poco para poder repeler el fuego que nos lanzaban los
delincuentes en su huida.
El Turco y sus esbirros no dejaban de disparar sus armas largas y nosotros
en plena persecución para no dejar que huyesen. Pero no era fácil apuntar ya
que ellos nos respondían a fuego graneado mientras huían.
Sabían que si lograban bajar completamente y pasar un riachuelo que había
se podrían adentrar en un bosque el cual sería difícil entrar si dejaban por los
menos dos hombres disparando contra nosotros, mientras El Turco huía.
-Cuídense muchachos. No presenten blanco. Nos decía Julio Montoya,
disparando contra los delincuentes que huían.
En pocos minutos con tremenda balacera los hampones llegaron al
riachuelo que les había mencionado. Cuando se detuvieron para pasarlo a
nosotros se nos hizo fácil dar de baja a los que se había quedado rezagados.
Julio Montoya se detuvo y apuntó a un carajo que disparaba desde la
cintura una ametralladora y que trataba de ganar tiempo para que su jefe
cruzase el riachuelo.
Ricardo y Labastida tumbaron a dos más cuando estos atravesaban el
riachuelo que llevaba poca corriente y que les era fácil atravesar. No podíamos
dejar que llegaran al bosque.
Apunte a uno de los tipos y le acerté en el pecho. Nuestro avance era
dificultoso por el fuego con que nos recibían.
Desgraciadamente lograron llegar al bosque porque; como esperábamos;
varios tiradores se situaron a la entrada del bosque y comenzaron a dispararnos
y no nos dejaron avanzar por lo nutrido del tiroteo.
Mientras tanto El Turco y varios de sus esbirros se adentraban en el bosque
y así lograron escapar, ya que los tiradores situados a la entrada del bosque
evitaban que avanzáramos.
-Coño Carlos demuestra que has aprendido como francotirador. Me dijo
Julio Montoya.
De una vez el jefe se comunicó con los carros blindados en donde había
fusiles de francotirador y los mandó a buscar.
Por varios minutos siguió nuestro tiroteo contra los anillos de seguridad de
El Turco, mientras llegaba el fusil.
-Lúcete Carlitos. Me comentó con una palmada en mi hombro el
Comisario Labastidas.
Me llevaron el SVD-S Dragunov de calibre 7,62x 54R. Desde mi posición
pude apuntar cada vez que se asomaba uno de los delincuentes para disparar y
dejaban la mitad del cuerpo descubierto, para mí; por todo mi entrenamiento;
fue fácil poder ir neutralizando a cada uno de los delincuentes, claro lo malo
que llevó cierto tiempo que hizo que El Turco pudiese huir.
El fuego nutrido de los guardaespaldas de El Turco había impedido que
pidiésemos continuar y neutralizar este delincuente. Desgraciadamente el
carajo ese pudo huir, otra vez se nos escapó.
¡Qué desgracia, otra vez pudo el maldito ese escapar!
Nos sentíamos frustrados, estuvimos a punto de acabar con la amenaza que
asolaba la ciudad y se fugaba otra vez.
Terminamos el operativo fracasado en la sede del DIIP, el Comisario Julio
Montoya, junto a Saavedra, Terán y Labastidas, se quiso reunir con nosotros
para que volviéramos a analizar el operativo y la razón que nos había fallado
la captura o la eliminación de El Turco.
Lo que si logramos analizar fue que era imposible haberlos interceptado en
plena urbanización, seguramente hubiesen muerto civiles y muchos policías.
A pesar de lo nutrido del tiroteo solo contábamos con policías heridos y no
de gravedad, pero seguramente si el enfrentamiento hubiese sido donde vivía
gente, seguramente tuviésemos saldo que lamentar.
Los Comisarios habían llegado a la conclusión que para acabar con la
gente del Cartel del Norte del Continente había que profundizar con los drones
de vigilancia en las zonas que se sabían que ellos dominaban, estaban claros
de que no era fácil hacer un operativo bien nutrido con las tres fuerzas
policiales en zonas densamente pobladas.
La gente de una u otra forma eran cómplices del cartel en esas zonas y
avisaban cuando se acercaba algún operativo. Pero con los datos que nos había
dado Cesar podíamos ir llegando a las zonas donde operaba El Turco y así
poderlo acabar.
Después de finalizar la reunión, el Comisario Montoya, nos invitó a tomar
café a todos los hombres del DIIP que había actuado en el operativo como
Equipo Táctico. Teníamos un gran jefe y eso todos lo reconocíamos.
El jefe estuvo como media hora bromeando con nosotros y comentando
relajadamente el operativo, a todos nos dio unos días de descanso, nos los
merecíamos.
No puedo dejar de comentarles un acontecimiento que me paso, que no
tiene nada que ver con mi actuación de miembro del Equipo Táctico del DIIP,
pero que de una manera u otra pudo cambiar mi vida en esos momentos en
donde el diablo mete la cola.
Después del operativo, los muchachos y yo nos fuimos a tomar unos tragos
para podernos relajar de la tensión de la acción en donde participamos.
Llegamos al Lugar y como siempre fuimos atendidos por Quinteron, que
nos atendió con la amabilidad de siempre. Pedimos unas cervezas y
comentamos lo que había pasado y como habíamos estado a punto de acabar
con esa amenaza que era El Turco.
Después de varios tragos los muchachos decidieron irse a dormir, yo que
me encontraba bastante activo mentalmente, decidí quedarme un rato más y
tomarme unas cervezas más para ver si me daba sueño.
Tres cervezas más y nada que me provocaba irme a dormir. Así que decidí
irme a otro lugar llamado El Mesón para ver si podía conocer alguna
muchacha para pasar el rato.
El Lugar cerraba a las 12 de la noche, cuando vi que ya llegaba esa hora,
pague la cuenta y me fui, como les conté.
El Mesón no se encontraba lejos; como a tres cuadras. A pesar de la hora la
ciudad no era peligrosa por atracos o robos, además yo cargaba mi Glock, el
arma que me había asignado para mi protección mi jefe.
Cuando había caminado una cuadra, casualmente me conseguí a un amigo
al cual apodaban El Cuarto, por ser el cuarto hermano de varias hembras.
El tipo ese no era mala persona, pero tenía un gran problema y era que
cuando bebía se ponía belicoso. Tenía con que, era muy alto; pasaba de un
metro noventa y como hacía ejercicios con pesas era muy corpulento.
A pesar de que yo le sacaba el cuerpo por su genio al beber, me tenía un
gran afecto y siempre deploraba que yo no compartiera más con él.
Yo ya había tenido una experiencia con él y su comportamiento cuando
bebía. Una vez en unas ferias de la ciudad, presentaron un espectáculo musical
cortesía del Ejército. Yo acudí con Carmen Cecilia y me conseguía a El Cuarto
con un amigo de él llamado Javier, que era otro camorrero cuando bebía. Los
tipos extrañamente eran muy educados con los amigos y con las mujeres que
andaban con ellos.
Conversando y compartiendo con ellos, note que estaba algo tomados y
trate de alejarme de ellos. Cuál sería mi sorpresa cuando el tal Javier de pronto
se le abalanzó a un Policía Militar; que custodiaba el espectáculo; a quitarle el
bastón y creó una trifulca con los compañeros del soldado que acudieron en su
ayuda.
Yo discretamente me aleje, ya que este tipo de problemas me podía traer
consecuencia de todo tipo, hasta destruir la discreción que tenía como Equipo
Táctico del DIIP. Ese tipo de gente no me convenía como amigo.
Bueno ese día, fue la definitiva para sacarle completamente el cuerpo a ese
carajo. No lo volvería a ver sino muchos años después y no quise averiguar si
seguía igual.
Camine una cuadra con él, tratando de que siguiera su camino para poder
dirigirme al bar que me iba. De pronto el gigantón ve un grupo grande de tipos
y les comienza a gritar y se dirige a ellos.
Yo pienso que son amigos de él, está bromeando con ellos y sigo
caminando. Cuando volteo veo que como los trató de agredir los tipos lo
tenían completamente rodeado. Los agredidos eran más de diez hombres.
No podía dejar que lo masacraran, pero si intervenía en la pelea, que como
no íbamos a salir muy bien por la superioridad numérica tendría que sacar mi
arma, con que Dios sabe desenlace.
Me acerque tratando de calmar la situación.
-Tranquilo amigos, tranquilos. Este carajo está loco. No le hagan caso.
La situación estaba que ardía, ya que los tipos esos estaban borrachos
también.
-Vamos a darles una coñaza a estos dos malditos. Gritaba uno de los
exaltados agredidos por El Cuarto.
Son solo dos. Vociferaba el otro.
-Quédense tranquilos amigos. Yo me lo llevo. Disculpen. No quiero
problemas, ya nos vamos dije conciliador.
Yo tenía la mano cerca de mi arma para hacer uso de ella si fuese
necesario. Pero como experto en armas sabía lo que podía pasar al hacer uso
de ella.
Además por esa zona yo vivía y si disparaba, saldría la pregunta como un
estudiante tenía ese tipo de arma.
A pocas cuadras quedaba la sede de la Policía Militar. Seguramente al oír
las detonaciones enviarían elementos de seguridad del Ejército a averiguar.
-Yo conozco a ese tipo. Dijo uno de los agredidos. Estudia en mi facultad.
-Tranquilo amigos, no quiero problemas. Me llevo a este loco. Dije
aplicando una sumisión dolorosa para poder sacar al bravucón.
Como pude saque al guapetón. Lo conduje una cuadra y lo mande al
carajo.
-Por eso es que no se puede salir contigo. Le dije con rabia dejando el
gigantón arrepentido de lo que había hecho.
Eso me pudo traer grandes problemas en mi vida y joderme la carrera.
Descansamos unos días y el jefe nos reunió cuatro días después a una
reunión en su despacho. Julio Montoya se encontraba como si acabase de
llegar de un día de playa, fresquecito, parecía que el Comisario tenía una
manera muy especial de recuperarse ya que ni nosotros que habíamos tenido
los días de descanso, nos encontrábamos tan descansados.
-Agradecido por que hayan venido muchachos. Nos dijo a Ricardo, a
Federico, Alejandro y a mí.
-Los mande a llamar ya que voy a necesitar su ayuda. Se van a ir por unos
días a la Policía Regional a pulir los entrenamientos como equipo táctico.
-No puedo dejar de reconocerles la dedicación que han tenido en el cuerpo,
por eso quiero que participen en unos entrenamientos que se darían en la
Policía Regional para los Equipos Tácticos.
-Tendrán como instructores a gente experimentada como el Comisario
Alfonso Terán, Comisario Eduardo Araujo que es el Segundo jefe del Grupo
Rinoceronte, Inspector Roco Lombardi, que es el Jefe de los Francotiradores
de la Regional, también participará gente de la Policía Científica como el
Comisario Labastidas y yo aportare alguno de mis humildes conocimientos.
Prosiguió el jefe.
-Mañana los quiero muy temprano aquí para que nos dirijamos a los
campos de entrenamiento de la Policía Regional para comenzar con la
preparación. Queremos pulirlos al máximo, ya que la guerra con El Turco y el
Cartel del Norte de Continente será muy fuerte, más de lo que ha sido.
-El Presidente llamó al Gobernador y le exigió que se acabara este
problema. Vamos a una nueva ofensiva en contra de la gente de esta mierda.
Seguramente después de terminar con este Cartel comenzaremos con la gente
del Mayor.
Al día siguiente a las cinco de la mañana nos encontramos en la sede del
DIIP nos iban a trasladar en los carros blindados al campo de tácticas de la
Policía Regional, íbamos con Julio Montoya de estricto uniforme negro como
era normal en él, con todo y su boina negra.
Llegamos al campo táctico y fuimos recibidos por el mismo Terán,
acompañado por Lombardi. Nos bajamos y formamos en un campo de
entrenamiento donde existían dependencias que servirían para montar los
escenarios en donde haríamos las prácticas.
A los pocos minutos de estar formados, se acercaron los Comisarios, junto
al Inspector Lombardi quien como experto francotirador nos dirigiría la
palabra:
-Comandos, quiero que sepan que el francotirador es el mayor peligro que
pueda enfrentar un Equipo Táctico. Tenemos la información por Inteligencia
que esa será la forma de que el Cartel del Norte del Continente usara para
cobrarse que estuvimos a punto de dar de baja a uno de sus jefe en este estado.
-Ustedes están completamente claros que contra este tipo de enemigo no
nos quedara más nada sino neutralizar este peligro lo más rápido posible, antes
de que asesine a nadie. Estos asesinos están claros que morirán y nos le
importara hacerlo.
-Lo más posible que estas sarnas se sitúen en cualquier azotea de un
edificio o una torre. Por esto cualquier Equipo Táctico debe estar por encima
de la posición del enemigo para acabar con la amenaza. Debemos estar claros
que el equipo que lo enfrente será objetivo primario del enemigo. Nos decía
Lombardi recorriendo las filas de los Equipos Tácticos, en donde pude ver que
también estaban miembros del GRI de la Policía Científica.
Lombardi hizo que nos dividier amos en equipos, que hizo dividirnos en
tres grupos de cinco integrantes cada uno. Nos ordenó que lleváramos tres
armas con miras telescópicas junto a los fusiles automáticos, que esta vez
serian Ak-47. Esa posición nos daría cobertura y ocultamiento.
Desde nuestra posición teníamos apuntado al supuesto francotirador y lo
mismo haría los otros dos grupos. Como era de imaginarse yo era uno de los
tres tiradores de mi grupo. Teníamos que esperar que Lombardi nos diera
orden para disparar contra el objetivo.
Como el blanco estaba en lo alto de una azotea, el líder; que era Lombardi;
nos ordenó que lo mantuviéramos entretenido con disparos hasta que se
presentara una oportunidad para acabar con él, cosa que esta vez fue así.
Al terminar el ejercicio, descansamos un rato y luego Lombardi nos hizo
realizar otro ejercicio en donde nos hizo practicar el método para introducirse
en un edificio para eliminar una amenaza de un tirador.
Practicamos primeramente una entrada por el techo. Nos llevó el instructor
a una edificación en donde fijo un blanco. Nos preparó para poder abrirnos
paso por la escalera de servicio, irrumpiendo con una granada de aturdir,
disparando para poder acabar con la supuesta amenaza.
Nos hizo repetir el ejercicio varias veces al transcurso del día. También
realizamos una entrada subiendo con garfios de escalar, en este ejercicio
sabíamos la posición del blanco. Un grupo irrumpía mientras los otros
suspendían el fuego para evitar que nos afectara el fuego amigo.
Este método nos dijo el instructor Lombardi era el que menos se podía
utilizar ya que era el más peligroso.
Desde la mañana hasta las seis de la tarde estuvimos practicamos las
técnicas como enfrentar a un francotirador. Era agotador, pero nos estaban
preparando para una acción real. Cuando terminamos el instructor de la Policía
Regional, nos dijo que mañana haríamos la incursión ayudados por los
helicópteros.
Después que Lombardi dio por terminada la acción nos dirigimos a comer
ya que en todo el día no nos habíamos llevado un bocado. El rancho del centro
de entrenamiento estaba muy bien surtido y nos sirvieron un suculento
almuerzo cena, bien dotado de tantas tazas de café pudiésemos consumir.
Como era de prever nos sentamos en la misma mesa Ricardo, Alejandro,
Federico y yo junto al Comisario Julio Montoya. Quien nos felicitó por
nuestra actuación en los ejercicios.
Aunque no era su costumbre, el jefe nos refirió él porque de los ejercicios.
Nos narró que existían informes de Inteligencia que el Cartel del Norte del
Continente, preparaba ataques contra la ciudad. La gente del Cartel de la
Montaña había revelado que pronto el Cartel enemigo utilizaría
francotiradores para crear zozobra en la colectividad.
Quien mejor que los Adoradores de Satán para hacer los ataques, ya que
esa era una misión suicida ya que no podrían escapar a la actuación de los
Equipos Tácticos de las Policías, que los que nos tocaba era estar preparados
para que se produjesen la menor cantidad de víctimas inocentes.
Julio Montoya nos pidió que fuéramos muy rápidos en eliminar cualquier
francotirador que se presentase. Compartimos un rato con el jefe y nos fuimos
a descansar en las barracas del campo de entrenamiento ya que al otro día el
entrenamiento sería más fuerte.
Amaneció rápido y muy temprano en la mañana, salimos a hacer los
entrenamientos físicos que nos acostumbraban en este tipo de preparación que
a mí no me afectaban, al contrario me gustaba ya que siempre fui un fanático
del entrenamiento físico.
Al finalizar la hora de calistenia y asearnos, nos dirigimos al cafetín.
Cuando desayunábamos oímos la llegada de dos helicópteros.
Terminamos de comer y nos reunimos en el campo de entrenamiento.
Estaban igual que ayer los Comisarios y el Inspector Lombardi, esperando que
nos agrupáramos. De una vez el instructor comenzó a decirnos que hoy
realizaríamos el ataque con los helicópteros.
Nos explicó que para la eliminación de un francotirador se podían utilizar
dos helicópteros que se acercarían a él en diferentes direcciones. Las unidades
contarían con dos tiradores que usarían fusiles ametralladoras para neutralizar
al enemigo.
Usaríamos ese tipo de armas y no fusiles de precisión ya que el
movimiento de las naves imposibilitaría ajustar la mira. Con las
ametralladoras sería más fácil hacer blanco.
-Con los dos helicópteros, el francotirador enemigo le será preciso elegir
blanco entre los dos helicóptero, mientras este realiza una acción evasiva,
táctica imprescindible para un piloto de helicóptero. Mientras tanto desde el
otro helicóptero disparara al francotirador. Nos explicó Lombardi.
-Carrero móntate en uno de los helicópteros, tú serás uno de los tiradores
del primer ataque.
Le ordenó a un efectivo de la Policía Científica que abordase la otra nave.
Parece que éramos los que más estábamos preparados como francotiradores
para realizar la acción.
No en balde el Comisario Julio Montoya me había enviado a la ciudad
capital para realizar el entrenamiento de Francotirador y habían sido muchas
las horas en que me habían puesto a practicar tiro en los campos de
entrenamiento de las diferentes Policías.
Nos subimos en las naves que estaban con los motores prendidos y
practicamos varias veces la estrategia que nos había dicho Lombardi.
Dos tiradores tanto de la Policía Regional como de la Científica y yo como
francotirador del DIIP practicamos la operación con los helicópteros todo el
día. Después me entere que los otros grupos siguieron practicando las tácticas
que hicimos ayer.
Nosotros íbamos a ser entrenados en el arte de Vasily Zaitsev, el famoso
francotirador ruso. A pesar de que yo había tenido en la ciudad capital un
entrenamiento con Inspector Reinaldo Artigas, no me las sabía todas. Cada
vez que el DIIP me dirigió a un nuevo entrenamiento o a un curso aprendía
algo bastante importante para mi carrera.
A través de los años de profesión fueron muchos los entrenamientos que
participe tanto en el país como en el extranjero. Les puedo decir que participe
en cursos dictados por SWATT en los Estados Unidos, por los Spetnak en
Rusia; un curso importante en combate urbano, por los GEOS españoles, por
las fuerzas de respuesta inmediata de Alemania llamada Mando de Fuerzas
Especiales que en alemán era Kommando Spezialkräfte, generalmente
conocido por sus siglas KSK
Pero no por eso puedo dejar de desmerecer la preparación que nos dieron
aquí en el país dirigidos por instructores como Montoya, Artigas, Labastida,
Lombardi y Terán entre los muchos que nos prepararon para este difícil trabajo
de Equipo Táctico.
Debo reconocer que esta escuela de francotiradores era la más dura a la
que había participado, Lombardi nunca dejó de presionarnos y para eso hacía
que nos acostáramos tarde y nos levantaba temprano, para que hiciésemos el
entrenamiento físico que era extenuante, pero con todo y a mí me gustaba.
Debías estar capacitado para disparar a pesar de la presión en que
estuvieras metido, debías también estar preparado para observar con extrema
paciencia para poder realizar el disparo en el momento exacto.
Otra de las partes fundamentales de este curso que nos impartió Lombardi,
era como aproximarse a un sitio para fijar blanco tomando posición, debíamos
pasar tiempo tratando de buscar el mejor ángulo para fijar puntería.
El curso en la ciudad capital había sido para mí como una especie de
bachillerato, pero este era la universidad.
Aquí practicamos con el SSR Mkl 7,62mm de fabricación finlandesa
Vaime, con el AWC Covert de culatín plegable, Mk12 Mod0 1 de calibre 5,56
de fabricación OTAN, y con el SVD Dragunov en calibre 7,62x54R, que fue el
fusil que más usaban nuestros francotiradores.
Me entrenó mi nuevo instructor a variar la puntería si el blanco se mueve,
caminando o corriendo. Disparábamos hasta que el blanco no solamente
quedase grabado en tu cerebro, sino en el mismo dedo en donde tirarás del
gatillo.
Lombardi nos enseñó que ser francotiradores policiales significaba mucho
más que apretar el gatillo, debíamos conocer el terreno para realizar un buen
disparo para eliminar el blanco.
El secreto no estaba en ver, sino en aprender a percibir y hacer el disparo
correcto, percibiendo tu entorno para evitar una emboscada. Eso me hizo
evitar una emboscada que nos hicieron cuando enfrentábamos a un tirador y
cerca estaba apostado otro en una misión suicida de eliminar cualquier número
de policías posibles.
En este entrenamiento nos obligaron a estar muy alertas, al pasar los años y
las múltiples prácticas que realice, me convertí en un maestro de la
observación.

CAPITULO XXIV

No pasaría mucho tiempo en que los malditos del Cartel del Norte del
Continente no empezaran a joder. Los informes no serían falsos, ya que estos
perros un día cualquiera de semana situarían dos francotiradores para mermar
a las fuerzas policiales que acudirían cuando comenzase el tiroteo.
Estábamos nosotros en la sede del DIIP cuando se recibió una llamada de
la Policía Regional, para informar que desde una urbanización de la ciudad
había un tiroteo en donde un francotirador disparaba en contra de las patrullas
que pasaban y en contra de los transeúntes.
Lamentablemente había caído dos civiles y la policía le era imposible
contener al tirador. Con esa llamada los grupos tácticos de las tres policías
debían estar preparados para acudir al sitio.
De una vez nos prepararon para enfrentar la amenaza. Julio Montoya ya se
encontraba dando órdenes para la acción. Nos armó a todos con los fusiles
ametralladoras que prefería que fueran la famosa AK-47 y la pistola Glock,
además de que nos ordenó que hiciésemos una importante dotación de
granadas aturdidoras.
-Carlos hijo, toma este el Remington 700. Es tremendo fusil que podrás
hacer blanco desde una distancia de 300 metros, que es lo que necesitamos
para hacer blanco y joder a esa amenaza.
En segundos estábamos montados en nuestro camión blindado y nos
dirigíamos al sitio en donde se daba el tiroteo.
Al llegar ya la Policía Regional había asegurado el perímetro. De una vez
Julio nos dio las instrucciones preliminares, para enfrentar la amenaza, que en
la jerga nuestra es conocido como Orden Preliminar.
Desde nuestra posición pudimos ver que desde una casa se dirigía fuego
graneado en contra de las unidades policiales que rodeaban el lugar. Por lo que
pudimos ver con nuestros ojos entrenados, que era un solo tirador que
posiblemente usase un fusil AR-15, que dispara ráfagas cortas en contra de las
unidades.
El encargado de la Policía Regional y del operativo hasta que llegamos
nosotros, nos informó que desde hacía unos minutos el tirador dirigía el fuego
contra todo lo que se movía y les era imposible acercarse a la casa, gritado
maldiciones en contra de la Policía por haber asesinado a varios de sus
compañeros en el último operativo donde estuvimos a punto de acabar con El
Turco.
Julio pidió que nuestros efectivos crearan un perímetro rápido para aislar a
ese tirador para neutralizarlo lo más rápido posible. Ya el jefe trataba de
recabar la mayor información del futuro blanco que teníamos que neutralizar.
El Comisario con su conocimiento en ese tipo de acciones sabía que era
imprescindible recabar toda la información del tirador y pudo saber que era un
solitario tirador que disparaba desde las ventanas de la casa y a veces desde la
puerta, pero que era difícil tumbarlo con las armas cortas que portaban los
efectivos que en primera instancia había acudido a tiempo.
Pudo saber el jefe; por lo que gritaba el delincuente; que supuestamente era
un vengador de lo que anteriormente habíamos realizado en contra del Cartel
del Norte del Continente.
Nosotros sabíamos que teníamos que entrar para poder acabar con esa
amenaza que ahora asolaba las calles de la ciudad. El jefe trataba de obtener
más información para que actuáramos, pero no lucia muy convencido de que
solo fuese un tirador, ya que a pesar de que estaba claro que la gente de El
Turco eran capaces de hacer cualquier cosa, había un gato encerrado en el
asunto.
Montoya nos informó lo que sabía del supuesto tirador, aclarando que
solamente nosotros actuaríamos como Equipo Táctico y la Policía Regional
solamente acordonaría la zona.
En nuestro Comando estábamos seguros que Montoya siempre tomaría la
decisión más acertada. Julio conocía todo de cada uno de nosotros; nuestras
fortalezas y debilidades; él pasaba muchas horas con nosotros y estaba
clarísimo hasta donde nos exigiría.
Julio nunca nos iba a pedir que realizáramos una acción, que él no nos
acompañase y sería incapaz de mentirnos o disfrazarnos una situación.
Por eso era que él estaba muy interesado en nuestro entrenamiento, para
que actuásemos como un equipo, ya que esa era la mejor forma de alcanzar el
éxito.
Formamos dos pelotones para poder entrar a la casa, cada grupo era
formado por 5 hombres ya que de esta forma podíamos desplazarnos a mayor
distancia, cada pelotón estaba conformado por el hombre que proporcionaba la
seguridad de frente que exploraba y haría señas al equipo y que cubría su
movimiento protegido por un gran escudo blindado, yo iba de segundo en el
primer equipo; el de la derecha; para prestarle seguridad y cobertura al
primero del pelotón, como francotirador prestaba protección al equipo
apuntando a las zonas elevadas, detrás de mi iba el líder; por supuesto Julio
Montoya; de tercero iba el que le prestaba seguridad a los flancos armado
como siempre de tremenda escopeta Mossberg 500 israelí y el quinto era el
que vigilaba la parte trasera.
-Pónganse pilas Hombres Refuerzos, tengo una duda de que sea un solo
tirador. Nos ordenó Julio.
En el avance que hacíamos para enfrentar al tirador, estando yo vigilando
las alturas pude ver otro tirador que nos apuntaba desde una de las viviendas,
desde el techado.
Apreté el gatillo no más lo divise, eliminando la amenaza. Mi colega del
otro pelotón también disparo casi al mismo tiempo al ver al tirador escondido.
Así que cuando cayó ese hijo de la gran puta tenía dos oricios en su cuerpo.
Eso confundió al primer tirador, además que por el ataque que recibía por
los dos flancos que le era difícil apuntar a los dos equipos que se le acercaban
al mismo tiempo.
En una de sus salidas que realizó por la puerta fue fácilmente neutralizado
por los hombres claves de los dos pelotones.
Por lo visto el Cartel del Norte del Continente no estaba dispuesto a dar
cuartel en la guerra contra la ciudad.
Cuando llegamos a la sede del DIIP; contentos por la satisfacción del deber
cumplido; nos encontramos con la noticia de que la gente de Inteligencia del
Comisario Saavedra tenía la información de la llegada Alfredo Berrios a la
ciudad.
Teníamos la certeza de que había que acabar con ese desgraciado que era el
líder de todo lo que estaba pasando, ya que el Turco era su brazo ejecutor.
Para esto se iba a utilizar el sistema Pegasus para intervenir los teléfonos
de varios de sus testaferros y compinches.
Este había sido diseñado por una compañía israelí para intervenir teléfonos
y nos era necesario saber en dónde se encontraban esta cuerda de malditos
para acabar con ellos.
Por lo que he podido aprender en mis años como integrante de un equipo
táctico del DIIP, es que el sistema Pegasus en primera instancia envía un
mensaje al teléfono de la persona que se quiere intervenir, una vez que se
ingresa al teléfono de la víctima el navegador redirige al objetivo para instalar
el Pegasus en el teléfono móvil y de aquí en adelante tener acceso a los
archivos del dispositivo telefónico como mensajes, correos electrónicos,
contactos y fotografías.
De esta forma desde una oficina especial que funcionaba en la casa de
abrigo podíamos vigilar prácticamente a la persona que necesitábamos vigilar.
El programa del Sistema Pegasus era comercializado por esa compañía
solamente a gobiernos y el Presidente había estado muy interesado para
adquirir cualquier tecnología que nos haría combatir estos grupos delictivos
que se había insertado en nuestro país.
No solamente se espiarían por teléfono los supuestos integrantes del cartel
del Norte del Continente y sus familias, también se utilizarían drones para
espiar las zonas en donde este grupo delictivo era más fuerte. Debíamos lograr
ubicar los refugios de estos tipos y ahora más que Berrios había llegado del
país en donde hacia vida con más fuerza este cartel de narcotraficantes.
Sabíamos que el hombre del lunar no había llegado para tejer y cantar, era
fácil de imaginar que venía a ponerse al frente de sus hombres, para hacer más
cruenta la guerra que ya llevaban en contra de nosotros y de la sociedad.
Yo que había conocido a Berrios sabía que era un megalómano, que se
sentía que estaba haciendo una carrera para dejar a tras la fama de sus
parientes que fue muy mala en las zonas fronterizas del país.
Las tres policías estábamos claros en que la única manera de poder acabar
con este grupo delictivo era la muerte de la mayoría de sus integrantes, ya que
solamente meterlos en la cárcel no resolvería el problema, ya que desde
prisión seguirían jodiendo.
El Presidente había dado la orden de acabar con esta organización delictiva
en el país, había que finalizar en el estado en donde estaban más fuertes y
desde donde organizaban sus operaciones para varios estados más.
Lo que si debo contarles es que mi vida no solamente era la actividad
policial y el entrenamiento. También yo era joven y además de eso un
estudiante universitario. Como quería ser policía, también quería graduarme
de abogado como mis padres.
Como le puse ganas a mi trabajo en el grupo táctico, de la misma manera
pude concluir mi segundo año de estudios. Eso me llenaba de satisfacción el
cumplir con otra de mis metas a pesar de que la actividad policial me quitaba
mucho tiempo.
Pero nunca deje de prepárame para ser abogado, en cualquier momento
que podía leía y me preparaba en ese campo.
No puedo dejar de reconocer que el Comisario Julio Montoya me ayudó
mucho, él sabía de mi deseo de ser abogado y nunca me lo combatió, siempre
me incentivo para que me graduara y perennemente estaba pendiente de mis
estudios.
Con los años sabría que el jefe era abogado también, cada vez que conocía
más a Montoya me asombraba su preparación, no solamente en la parte
policial, en el Krav Maga y en varias artes marciales, en la preparación física,
sino en la parte intelectual.
Había pocas cosas que el Comisario no supiese, era un lector incansable de
temas históricos, no solamente en la historia militar de nuestro país, sino en la
Historia Antigua. Montoya tenía una vasta cultura sobre razas humanas; gran
conocedor de la cultura árabe y europea.
Con esos ejemplos era imposible no tratar de ser mejor en todo. Varias
veces que tuve un fin de semana libre me dirigía a la casa de mis padres y pase
pocos días gozando de la compañía de ellos y de mis hermanas.
Con mis padres fui sincero cuando me preguntaron qué había pasado con
la novia que tenía, me dieron la razón de haber suspendido ese noviazgo
cuando me había dado cuenta que Carmen Cecilia era una adicta. A pesar de
que eso todavía me dolía, me decepcionó, pero yo estaba enamorado de ella.
Claro no conté a mis padres las principales razones que había hecho que
dejara esta relación.
En la última vez que fui a mi casa paterna; después de haber superado el
entrenamiento con Lombardi y los comisarios, mi papá me invitó a ir al
polígono de tiro en donde él; el Dr. José Luis Carrero; era Presidente de la
Asociación.
Llegamos una mañana de un domingo y cuando nos dirigimos a las
canchas de tiro, nos conseguimos al hermano mayor de mi papá Pedro José
Carrero que con su eterno rifle 22 se dirigía a practicar tiro al plato, que no era
nada fácil realizarlo con un rifle.
Pedro José Carrero había sido cazador desde muy joven, actividad que
había practicado con pasión y que ahora odiaba por ser un reconocido
naturalista del estado y creo; sin ser exagerado; del país.
-¡Carajo Carlitos, estás hecho todo un hombre! Me dijo dándome un gran
abrazo, palmeándome fuertemente la espalda con su extraordinaria fuerza a
pesar de ser un hombre delgado y alto, pero de gran capacidad física, ya que
era un fanático como los varones Carrero del ejercicio físico.
Estrecho la mano de mi padre y le dio otro tremendo abrazo.
-Cuéntame José Luis, vengo a conocer la nueva cancha que ahora cuenta el
club. Le preguntó a mi padre.
-Claro Pedro vamos para que la uses. Le respondió mi padre.
-Carlos acabamos de hacer una cancha en donde se puede disparar con
rifle, para los fanáticos del tiro de larga distancia como tu tío. Me explicó mi
padre.
Nos dirigimos hacia la nueva adquisición del club y mi tío disparó a la
diana con su famosa puntería aproximadamente a 100 metros.
Quedo muy satisfecho de los blancos abatidos y tendió su rifle a mi padre
como retándolo como para que pudiese compararse con su puntería.
-No gracias Pedro, jamás te superare en esto, dale a Carlos una posibilidad
para ver si de alguna forma puede acertar con tan buena puntería como tú.
Somos quizás expertos en armas cortas, pero nunca superaremos tu maestría
con el rifle.
Mi tío me tendió su rifle y yo con todo lo que había aprendido con los
Inspectores Reinaldo Artigas y Rocco Lombardi estos tiros a 100 metros era
pan comido.
Para vengar el orgullo herido de mi tío que como experto tirador de rifle lo
retaba, de vaina apunte y dispare con rapidez como había aprendido y
realizado en pleno combates contra los del Cartel del Norte del Continente.
Acerté todos los blanco, dejando a mi tío Pedro y a mi padre con la boca
abierta.
-¡Carajo Carlitos, me superaste, sobrino mío tenías que ser! Respondió a la
acción con admiración Pedro Carrero.
Me abrazó y dijo:
-¡Digno ejemplar de los Carrero!
Mi padre que no cabía en su orgullo, después ataría acabos y ese mismo
día al ver como disparaba en la cancha de armas cortas, empezaría a sospechar
que yo no solamente estaba preparándome como abogado.
Con mi Glock en posición isósceles demostraría que mi pericia no era
simplemente un tirador amateur. Llamo la atención de todos los presentes por
mi puntería y rapidez, que superó mucho la puntería de muchos de los
presentes, que dentro de ellos se encontraban varios militares.
Orgullosamente mi tío Pedro y mi padre invitaron a los presentes al casino
de las instalaciones para brindar con unos Whisky la buena puntería de su hijo
y sobrino.
De esta forma pasamos parte de la tarde brindando por mi buena puntería.
-Hijo, veo que no solamente te has preparado en los estudios; muchos de
tus profesores me han llamado desde tu universidad para comentar tu
dedicación y lo excelente de tu trabajo con el Juez Quintero; sino como que
has practicado bastante con las armas. Me dijo mi padre con ironía.
-Claro José Luis, hijo y sobrino de tigres sale rallado. Ripostó a mi padre
Pedro José Carrero.
En estos días que pase en mi casa paterna pude conocer al novio de mi
hermana Patricia, desde que lo vi me di cuenta que mi hermanita había elegido
muy mal. Creo que esa mala decisión daño mucho a mi hermana, aunque ella
nunca dijo nada, pero se le veía que nunca fue feliz, cosa muy diferente
hubiese pasado si se hubiese casado con Ricardo Millán.
Cuando vi a mi futuro cuñado sentí que no era un hombre sincero y que
seguramente estaría lleno de malas mañas, como con el tiempo la cara de mi
hermana lo descubría. A mi padre tampoco le caería muy bien el tipo ese; de la
cual no quiero ni recordar su nombre, que muchas veces estuvo a riesgo que le
metiera cuatro tiros por lo mal que trataba a mi hermana.
Esa noche al llegar a la casa, después de haber salido a visitar a unas
amigas, encontré a mi padre tomándose un café en la biblioteca.
-Carlos, no me gusta para nada ese novio de tu hermana. Me dijo mi padre.
¿Qué paso con aquel muchacho llamado Ricardo que era tan amigo tuyo?
-Bien, papá, estudiando, ya dentro de pocos meses se graduara de
ingeniero y compartiendo sus estudios con su trabajo. Ricardo llegara lejos y
es buena persona, un hombre de principios.
-Las mujeres, hijo la mayoría de las veces no saben elegir. Comentó mi
padre.
-Estás equivocado, Dr. Carrero. No todas tomamos malas decisiones.
Interrumpió mi madre entrando a la biblioteca.
-Ni Coromoto ni yo hicimos una mala decisión casándonos con los
hermanos Carreño. Continuó mi madre, refiriéndose a mi tía; la hermana de mi
tío Pedro y a ella.
-Lo que pasa mi amor, es que no me gusta para nada ese tipo que trajo
Patricia como novio y se lo estaba comentando a Carlos.
-Tampoco a mí me gusta, pero es la decisión de Patricia y se la tenemos
que respetar José Luis.
Así finalizamos el tema, para entrar en otros más banales como los que
hablan unos padres con su hijo que estudia en otro estado y viene de visita.
-¿Hijo después de terminar con la “droga”, no has pensado buscarte una
novia para enseriar tu vida? ¿No hay ninguna muchacha que te llame la
atención? Me preguntó mi madre.
-Pues si mamá, hay una candidata y se llama Sonia, ella es estudiante de
medicina. Me está empezando a llamar la atención, pero quiero conocerla
mejor no vaya a ser que vuelva a equivocarme como lo hice con Carmen
Cecilia.
-¿Es bella tu enamorada? Continuó preguntando mi mamá.
-Si mamá es muy bella y distinguida, además es una muchacha que es
sencilla a pesar de lo bonita que es.
-¿Carlos cómo te va tu trabajo con el Juez Quintero? Interrumpió mi padre,
mirándome con esa mirada penetrante que tenía cuando quería profundizar
sobre un tema que uno no quería tocar.
Sé que Quintero es un abogado muy destacado de ese estado y como juez
es muy respetado y justo, además de incorruptible. Continúo mi padre para
tratar de sacarme información.
-Para mí es un orgullo trabajar con tan destacado jurista, con él he
aprendido mucho más que en la facultad. Tuve que responder.
El juez Quintero es un gran tipo y me dicen que tiene muy buena relación
con los cuerpos policiales y hasta con el Ministro de Relaciones Exteriores y
con el mismo Presidente. Me dicen que es íntimo amigo de ese gran policía
del DIIP llamado Comisario Julio Montoya, que es una leyenda como
comando de un Equipo Táctico en nuestro país. Manifestó mi papá.
-Si he podido conocerlo, es un tipo que parece de película, varias veces lo
he visto en el despacho del Juez. Tuve que mentirle a mi padre.
Con el tiempo cuando ya él sabía sobre mi carrera de policía porque yo
mismo se lo diría, me confesaría que desde que me vio disparar supuso que yo
era parte de ese equipo del Comisario Montoya. No dejo de preocuparse por lo
que me pudiese pasar, pero como hombre respetuoso que era respeto mi
decisión.
Pase unos días con mi familia que me sirvieron para regresar con las pilas
recargadas para continuar con la guerra contra el Cartel del Valle del
Continente.
Al llegar el Comisario Julio Montoya nos reunió en la sede del DIIP a todo
el Equipo Táctico y nos dijo que nos preparáramos para nuevas acciones que
realizaríamos para dar al traste con este grupo delictivo.
Esa misma tarde se realizó una reunión en la sede del DIIP con los jefes y
los más destacados miembros de los equipos tácticos de los tres cuerpos
policiales, en donde participamos Alejandro, Federico, Ricardo y Juan.
La reunión se realizó para preparar un gran operativo para la captura o la
neutralización del Berrios, ya se tenía el sitio de ubicación de “la concha” del
hombre del lunar.
Una cosa que nos dijeron los tres jefes de los comandos; Montoya,
Labastida y Terán; que ese tipejo no se nos podía escapar como lo había hecho
El Turco.
-Tres efectivos de cada pelotón deberán apuntar a ese gran carajo y si
opone resistencia deben matarlo. Ya bastante daño ha hecho ese gran hijo de
puta a este estado y a este país. Dijo enfático el comisario de la Cientifica.
-Aquí no podemos fallar, es imposible fallar, si logra escapar será
improbable poder tener otra oportunidad parecida.
Pasamos la tarde afinando con los jefes el operativo que tendríamos para
apresar o eliminar a Berrios. La gente de Inteligencia del DIIP; dirigida por el
Comisario Saavedra; habían logrado ubicar el punto donde estaba
“enconchado” el criminal, también gracias a los elementos como los Drones y
“El Pegasus”.
La idea para lograr nuestra misión; como lo habían preparado los
Comisarios; junto al Presidente, el Gobernador y el mismo Ministro del
Interior, en videos conferencias; era que los elementos policiales se dirigieran
al sitio en el mayor silencio para evitar que el tipo ese se escapara.
Le llegaríamos por tres puntos, uno seria por el flanco izquierdo, otro por
el flanco derecho y la otra embestida se haría por el aire con la ayuda de los
helicópteros. El operativo debía ser mañana mismo en las primeras horas para
caerle en el preciso instante en donde el hombre tiene sus facultades dormidas.
El ataque se daría a las 4:30 a.m.
El raid sería realizado por los tres Equipos Tácticos y como era de esperar
seria dirigido por los Comisarios Montoya, Terán y Labastidas. Nosotros los
del DIIP seriamos los que llegaríamos por el aire.
Con mapas y fotografías del lugar; cortesía de la gente de Saavedra;
estudiamos la zona para que nos fuera más fácil la penetración.
Los Equipos Tácticos estarían conformado por 60 comandos y a los
alrededores serían rodeados por 200 efectivos para evitar que los criminales
pudiesen huir.
Después de varias horas discutiendo los planes, nos mandaron a retirar
para que nos relajáramos. El operativo nuestro; de los Comandos del DIIP; iba
ser dirigido por el Comisario Julio Montoya.
El jefe nos había dicho que debíamos proveernos de armas rusas por su
poder y como casi siempre nuestros fusiles fueron como arma corta la pistola
Makarov de 9x18 mm, que tenía un silenciador tradicional extraíble, como el
modelo; recién adquirido por el Gobierno; SR-VERESK que dispara
municiones 9 x21m.m que cuenta en su cargador helicoidal con 64 disparos
que sería suficiente para el raid que haríamos entrando por el techo.
Yo llevaría un fusil semiautomático que usaban las Fuerzas Especiales
Rusas VSKK VYCHLOP que utiliza proyectiles de 12,7 mm como posible
francotirador.
Todos los integrantes de nuestro Equipo Táctico nos dirigimos al cafetín
para relajarnos antes de irnos a dormir, ya que necesitábamos estar descansado
por la temprana hora con que les caeríamos a los delincuentes para neutralizar
o detener a Berrios.
Como en todos estos operativos antes nos reuníamos Alejandro, Federico,
Ricardo y Juan, teníamos confianza en nosotros mismos y nos gustaba
apoyarnos en las acciones para cuidarnos las espaldas.
-Cuidado Carlos, de tomar como asunto personal lo mal que te cae Berrios
y lo que te afectó con tu novia y los amigos de ella que eran gente de este
perro para arriesgar el operativo. Me comentó Ricardo.
-Tranquilo hermano, tenemos el suficiente entrenamiento para no dejarnos
llevar por las emociones. Le conteste.
-Los jefes estuvieron claros en decirnos si este hijo de puta no se entrega,
hay que eliminarlo, sin contemplación. Acotó Alejandro.
-Ese carajo no se rendirá, se cree un “Duro”, el tipo no es un hueso fácil de
roer. Por eso es que no caeré en emociones. Le dije.
-Si hay que darle, hay que darle. Interrumpió Federico que estaba callado.
-Creo que al eliminar esa plaga será fácil, acabar con El Turco. Apostilló
Ricardo.
-Sobre El Turco, lo que lo hace más peligroso es su grupito de locos que se
tildan Adoradores de Satán. Prosiguió.
-Joda, puras patrañas de que son diablos. Carlos exorcizó uno en aquel
operativo en las montañas y lo exorcizó rapidísimo. Apuntó Alejandro con
ironía.
Nos tomamos tres tazas de café y nos fuimos a la sala de descanso para ver
una película, cosa que hicimos silenciosamente, cada uno de nosotros
luchando contra nuestros fantasmas que nos visitaban cada vez que nos
preparamos para un operativo similar.
A pesar del entrenamiento, sentíamos miedo. Era natural, pero como una
vez lo dijo aquel revolucionario mexicano Pancho Villa que lo malo no era
tener miedo sino no dominarlo.
Yo por mi parte, no solamente lidiaba con el miedo como fantasma, sino
con la rabia y el rencor que sentía por ese maldito de Berrios, no solamente
desde que lo conocí me cayó mal y yo a él, sino que en parte; inconsciente o
no; lo culpaba de la adicción de mi antigua novia, quien seguramente se
convirtió en una adicta gracias a la droga que vendía el Cartel del Norte del
Continente.
No podía olvidar que Cesar Ramírez y Rebeca Duarte eran traficantes
importantes de este grupo delictivo.
A pesar de que me embargaba la rabia, me consideraba lo suficientemente
entrenado como para no dañar el raid por emociones.
Lo que si estaba seguro era que si el tipo no se rendía, dirigiría mi mira
hacia ese gran carajo.
Irónicamente disfrutamos de una película policial ya bastante repetida
llamada Miami Vice, que narra las peripecias de dos policías antinarcóticos
que se enfrentan a un cartel de la droga.
Nos acostamos temprano y como a las 3:00 a.m. estábamos levantados,
preparándonos para el operativo.
Nos uniformamos con nuestros trajes negros y nos pusimos chalecos
antibalas, recogimos las armas que nos había escogidos y nos dirigimos a los
carros civiles que nos llevarían al sitio en donde nos reubicaríamos para
montarnos en los helicópteros.
Llegamos al lugar señalado, un helipuerto civil y nos montamos en
helicópteros escogidos para llegar a la azotea del sitio. Julio Montoya iba en el
primer helicóptero.
Yo llevaba a mi espalda el semiautomático VSKK VYCHLOP, además de
la ametralladora SR-VERESK y mi Makarov en mi pierna. También contaba
con dos granadas aturdidoras y varios cargadores de repuesto para mis armas.
Esperaríamos la orden para avanzar a la azotea desde donde atacaríamos,
nos deslizaríamos al techo y desde allí llegaríamos a donde se encontraba
Berrios.
Por la radio nos informaron que la gente de Saavedra por la gente que
entraba y salía calculaba que había unos 15 individuos protegiendo a Berrios.
Cuando nos informaron que las cuadras posteriores a la concha de Berrios
estaban totalmente cubiertas por las tres Policías, Julio Montoya ordenó a los
pilotos que prendieran los helicópteros y nos dirigiéramos al lugar donde se
realizaría el operativo.
Al faltar cinco minutos para llegar al sitio, Julio anunció a los Comisarios
que atacarían por los dos flancos para que se situaran en las posiciones que
tenían que asumir.
Cuando llegamos, ya nuestros compañeros desde sus posiciones habían
advertido a los delincuentes que se rindieran. Al ver que no había respuestas
había lanzado las granadas aturdidoras por las ventanas para entrar sin peligro.
En esos momentos nosotros descendíamos por las cuerdas en los
helicópteros y ya los delincuentes disparaban demostrando que no estaba
dispuesto a rendirse.
Los Equipos Tácticos hacían la entrada por los dos flancos y nosotros
bajábamos por la escalera que conducía de la azotea al interior de la casa.
Bajábamos en formación de pelotón como siempre lo hacíamos y yo iba de
segundo cubriendo la derecha y como líder Julio Montoya en ese grupo de
cinco efectivos, el otro era dirigido por Ricardo y la primera y segunda
posición la tenían Federico y Alejandro.
Juan bajaba en rapel para poder entrar por las ventanas con cinco hombres
más, mientras los cinco restantes tomaron posiciones en la azotea.
Cuando llegamos al primer piso nos salieron dos tiradores que dirigían sus
armas contra nosotros Federico y Alejandro dieron cuenta del primero de los
sicarios, nosotros; tanto el hombre clave de mi grupo y yo lo tumbamos
rápidamente.
Mientras tanto los otros dos pelotones dirigidos por Terán y Labastida
habían entrado disparando contra los delincuentes que no se les veía ninguna
intensión de rendirse.
Nosotros continuamos despejando, pero varios delincuentes trataron de
protegerse en el piso superior topándose con nosotros, ya en medio del tiroteo
hacían la entrada por la ventana de Juan con sus hombre disparando hacia los
que trataban de tomar posiciones para enfrentarse contra de nosotros que los
habíamos sorprendido.
Federico fue tumbado por el proyectil de un arma de los delincuentes
salvándose por tener el chaleco antibala, yo dirigí mi arma, igual que
Alejandro y Ricardo contra el tirador enemigo y le dimos de baja rápido.
Mientras tanto Julio Montoya dirigió su arma contra dos tiradores y apretó
el gatillo de su poderosa escopeta tumbando por los proyectiles a los dos
criminales que se encontraban juntos.
En pleno tiroteo oímos que subían tres hombres, que seguramente pensaron
que era más seguro tomar posiciones arriba por la embestida de Terán y
Labastida con su gente. Divise al carajo ese del Berrios con sus
guardaespaldas y de una vez apunte con mi ametralladora rusa SR-VERESK y
con su gran capacidad de proyectiles, casi agote toda su carga en contra de los
dos hampones y su jefe. En abanico dispare y pude ver como los delincuentes
esos caían completamente destrozados por el poder de los proyectiles 9
x21m.m.
Ya a los segundos el tiroteo disminuyó, tomamos posiciones para bajar al
primer piso y Julio grito para ser oído abajo:
¡Despejado! ¡Despejado!
¡Aquí despejado también Comisario! Oímos la voz recia del Comisario
Labastidas.
Instintivamente nos acercamos a los delincuentes abatidos y con patadas
alejamos las armas de los caídos, gesto como absurdo cuando lo que quedaban
eran puros cadáveres.
Pude ver que las balas poderosas de mi ametralladora habían hecho con
parte de la cara de Berrios y sus hombres. Nos acercamos a Federico que el
Comisario Julio Montoya levantaba acercando una silla para que nuestro
amigo se sentara, seguramente con una costilla rota por el impacto contra su
chaleco.
Pero en resumidas cuentas estaba a salvo y por lo que vimos al bajar el
operativo había sido un éxito con solamente Federico herido y otro comando
del GRI de Labastida con un tiro en una pierna.
Por eso operativos estaban muy lejanos a los realizados por los Grupos
Tácticos en las películas, por la gran cantidad de efectivos que participaban en
contraste de los delincuentes que íbamos a someter y la escogencia de las
armas que eran probadas mil veces para que no fallaran en la acción que se iba
a ejecutar.

CAPITULO XXV

Las consecuencias de este operativo las pagaríamos con creces,


prácticamente con la muerte de Berrios desarticularíamos el Cartel del Norte
del Continente; pero por unos pocos días.
El Turco asumiría la jefatura de este grupo hampónil y nos haría sudar
sangre y desde ese momento la guerra seria sangrienta, no solamente por la
gran cantidad de bajas que les produciríamos a El Turco y sus compinches,
también tendríamos un grupo considerable de bajas, ya que esos perros iban a
usar los explosivos parejos en contra de muchas de las instalaciones tanto de
las policías regional y Científicas como de las diferentes sedes del DIIP, no
solamente del estado sino del país.
El entierro de Berrios se realizó con toda la pompa que se realizaban los
velatorios de los delincuentes, que ya desde hacía cierto tiempo el Comisario
Julio Montoya había casi acabado. Él opinaba que la ciudad no podía caer en
el caos que en el pasado caía cada vez que un delincuente de cierto renombre
era dado de baja o por nosotros o por cualquier grupo rival.
En virtud de esa estrategia la zona en donde fue velado el hombre del
lunar; como yo recordaba a Berrios; fue acordonado por un grupo numeroso
de equipos tácticos y funcionarios de civil de las tres policías que ya ustedes
conocen.
Como era normal a nosotros; a Ricardo, Alejandro, a Juan y a mí; nos tocó
estar en esos cordones que tanto el Presidente como el Gobernador ordenaron
a los jefes policiales para que armaran. Federico estaba recluido en una clínica
curándose de la herida que había recibido en el operativo en donde dimos de
baja a Berrios.
Al DIIP nos tocó el primer anillo de seguridad que sería el que estuviese a
pocos metros de la funeraria en donde velaban al jefe del Cartel del Norte del
Continente.
-Nojoda a ese perro, han debido tirarlo en el mar. Un asesino de esa calaña
no merece tener un funeral normal como cualquier persona decente.
Comentaba con disgusto Ricardo.
Todos afirmamos la idea de nuestro jefe y amigo, ya que no era muy
cómodo estar bajo esta tensión esperando que en cualquier momento una
chispa prendiese el ambiente tan volátil como estaba.
No pudimos descansar un momento, ya que el jefe quería a todo su
personal capacitado para por contener lo que todos estábamos seguro que
pasaría.
-Amigos a esta gentuza no hay que darle oportunidad de nada. Debemos
estar pendientes de que no se pueda introducir en esta zona ni una cortaúñas,
ni drogas. Continuó.
Mientras aferrados a nuestras ametralladoras veíamos como nuestros
hombres hacia requisas de las personas que pasaban por nuestro cordón de
seguridad para ir a rendirle los últimos respetos a Berrios en su morada final.
-Miren aquellas carajitas. Apenas se están desarrollando. Señalo Alejandro
a un grupo de muchachas que no llegaban a 14 años y que con sus cuerpos que
apenas desarrollaban curvas y atrevidamente vestidas se dirigían a la funeraria
para ver al jefe del Cartel de la droga que tanta guerra nos había dado.
-Lo que sí tienen estos hijos de puta es hembritas muy jóvenes que están
locas por dárselo a estos cabrones. Opino.
-Miren esas hembritas. Anuncia Alejandro viendo otro grupo de mujeres,
más maduritas que las niñas a que nos referíamos.
Esos comentarios no hacían que bajásemos la vigilancia ferra que teníamos
en el primer cordón. Aunque con estas bromas tratásemos que bajase un poco
la tensión que teníamos no lo lográbamos, estábamos claros el riesgo y la
responsabilidad que teníamos.
Mientras nosotros estábamos en este nuevo trabajo los jefes tampoco
descansaban, estaban reunidos planeando la ofensiva en contra del Cartel del
Norte del Continente con la intención de acabar completamente con El Turco.
Planificaban los operativos que se realizarían, sabían que el Cartel del
Norte del Continente estaba herido de muerte pero no por eso dejaba de ser
menos peligroso.
Mientras nosotros rodeábamos la funeraria donde estaba Berrios en los
anillos de seguridad con la intención de que no se presentaran hechos que
lamentar los esbirros del grupo hampónil, también planeaban acciones en
venganza por la muerte de su jefe.
A pesar de que los jefes habían ordenado que se abrieran perímetros de
seguridad para proteger las instalaciones policiales, desde que se supo que
comandos del DIIP habían dado de baja a Berrios, sus secuaces, comandados
ahora por el salvaje Turco, habían planeado atacar, sino la sede del DIIP; ya
que seguramente estaba muy custodiada; si las otras policías que habían
combatido a estos grupos de desadaptados.
Según nos esteramos después; por declaraciones de algunos de los
participantes que se capturaron y que “amablemente” se les hizo hablar, el
Turco les ordenó colocar carros explosivos cerca de las instalaciones de las
policías Regional y Científica.
A ese hijo de puta no le importaba que cayese gente inocente.
Casi cinco horas después de comenzar a velar a Berrios, un carro se dirigió
a las inmediaciones de la Científica y a pesar de que había un anillo de
seguridad a tres cuadras de la edificación, lograron estacionarlo como si fueran
personas que iban a hacer una diligencia y a los pocos minutos estalló una
bomba, ayudada a que el carro estaba lleno de gasolina, quizás produjo daños,
tanto de personas que iban pasado y de funcionarios que estaban prestando la
seguridad.
Hubo diez muertos por la explosión y varios heridos. Como era de
imaginar eso prendió las alarmas a toda la policía del estado, incluyendo a
nosotros para estar prestos para un nuevo ataque.
La sede de la Policía Científica no sufrió daños por lo retirado que estaba
el perímetro de seguridad, pero por desgracia murieron cinco funcionarios que
estaba en esa labor de protección y varias personas que iban pasando.
Nos enteramos a los pocos minutos después de haberse producido la
explosión por la radio de boca de nuestro jefe el Comisario Julio Montoya.
Eso nos produjo tremenda rabia.
-Muchachos, estén alertas. Nos ordenó el jefe, cuando se comunicó con
Ricardo.
El funeral de Berrios fue lo que era de imaginar un show, a pesar de que
los tuvimos cercados, sobro droga y alcohol. Pero muestra presencia hizo que
no hubiese violencia.
Después de los casi dos días que nos tocó custodiar el velorio del carajo
ese, pudimos descansar.
Llegamos a la sede del DIIP y el jefe nos envió a descansar.
Cuando llegamos al apartamento los muchachos y yo, apenas nos tomamos
un café, ya que se nos cerraban los ojos.
Dormimos varias horas.
Al día siguiente nos dirigimos a la casa de abrigo a esperar las órdenes del
jefe, que se encontraba en una reunión en la sede del DIIP con los otros
Comisarios.
Nos situamos con un grupo de compañeros en la cantina de la sede de
abrigo y nos relajamos conversando.
Cafés iban y cafés venían y todos comentábamos lo que habíamos visto en
el velorio de Berrios.
A las horas Ricardo Millán nos llamó y dijo:
-Los enviare a buscar por una patrulla para que se me vengan a la sede del
DIIP ya que vamos a preparar la respuesta que les daremos a esas grandes
mierdas. Anunció.
-Prepararemos una respuesta de parte de nosotros para esos carajos.
Queremos a El Turco muerto, ya es demasiado.
Acabamos de dar la orden de que se capturara cadáver….Concluyó el jefe.
-¿Oyeron muchachos? Nos dijo Juan a Alejandro y a mí. Ya está el “Boss”
llamándonos para tomar acciones, en pocas palabras nos viene un operativo
jodido, seguramente comandado por el mismo Julio.
-Coño ya está bueno con esos perros, vamos a darles plomo. Comentó
Juan.
-Bueno amiguitos, no se puede decir que hemos sido muy “complacientes”
con esos carajos del Cartel del Norte del Continente. Afirmó Alejandro.
-Ahora el jefe será más inclemente, seguramente. Me toca comentar.
No había pasado ni 20 minutos cuando llego una unidad blindada del DIIP,
que reforzó los perímetros de seguridad con más hombres y aprovechamos
nosotros para dirigirnos a nuestro cuartel general.
Llegamos y estaban los anillos de seguridad con una protección muy
fuerte, en el principio del primer añillo habían hasta francotiradores, no
estaban dejando estacionar carros a una cuadra del primer perímetro de
seguridad, para de esta forma evitar un atentado con explosivos a la sede del
DIIP.
Pasamos los perímetros de seguridad y entramos a la oficina de Julio
Montoya, acompañado de Ricardo; que nerviosamente paseaba por la
dependencia, actitud que demostraba que una tormenta asolaba el alma de
nuestro jefe.
- Carlos, Juan, Federico menos mal llegan. Los quería aquí para que nos
montemos en varios operativos para peinar la zona en donde se pueda estar
escondiendo El Turco. Ya hay que matar a ese hijo de la gran puta. Nos indicó.
-Siéntense muchachos. Quiero contar con ustedes. En la reunión que
tuvimos con las otras policías decidimos peinar el barrio ese que sabemos que
es el bastión fuerte del Cartel de Norte del Continente. Continuó.
-Peinaremos casa por casa en un gigantesco operativo que realizaremos
junto a la Regional y la Científica.
-Al finalizar la tarde, comenzaremos con el operativo en el Barrio El
Prodigio. Vayan a la sala de armas y se me preparan con lo mejor que haya en
nuestra bodega de armas.
Llegamos a la bodega y Ricardo nos ordenó que usáramos tecnología de
punta para el enfrentamiento que se avecinaba, como lo mando Julio Montoya.
Nos escogió el AK-12, de 30 balas 5,45 mm en el cargador con mira
cerrada ajustable hasta 800 metros. Este fusil había sido conocido cono AK-
200. Se puede ajustar el tamaño de su culata que favorece en la velocidad de la
puntería y su precisión. Necesitábamos un arma especial, ya que entrar a ese
barrio La Providencia no era nada fácil.
Como arma corta llevábamos la GSH-18, que era capaz de atravesar
chalecos hasta de 5mm de espesor.
Por lo que nos informaron el operativo estaría integrado por 300 hombres
de los tres cuerpos policiales. Como era de imaginarse la dirección del
operativo estaría en manos de los Comisarios Julio Montoya, Terán y
Labastida.
De la sede del DIIP salimos un grupo de 100 funcionarios; entre
inteligencia y comandos; todos fuertemente armados con armamentos como
los que les mencione los equipos tácticos y los de Inteligencia con fusiles M-
16, con cargadores de 20 cartuchos y pistolas Glock.
Nos trasladaban unidades blindadas y carros civiles de Inteligencia para
trasladar a esa gran cantidad de hombres. En la entrada del Barrio La
Providencia se encontraban ya las unidades de la Policía Regional, con un
promedio de 100 hombres también fuertemente armados.
A los pocos segundos llegaron Labastida y sus hombres. Los tres
Comisarios se reunieron para dar comienzo a los operativos y embestimos al
sector todos al mismo tiempo tomando posiciones poco a poco.
Las personas al vernos empezaron a meterse en las casas y de esta manera
fuimos tomando las casas del sector, ya habíamos logrado poco a poco rodear
todo el sector en una tenaza para que de esta manera no pudiese escaparse
nadie.
Fuimos tomando posiciones y como ya teníamos informes por los drones e
Inteligencia, sabíamos dónde se encontraban las posibles guaridas de los
esbirros del Cartel del Norte del Continente.
A nosotros; a los del DIIP; nos tocó ir tomando las “conchas” de los
supuestos integrantes. Por grupos fuimos tomando poco a poco las casas. Les
ordenábamos que abrieran las puertas, las que no fueron abiertas, las
derrumbábamos con grúas, eso sí sin violar el derecho humano de los civiles
que se pudiesen encontrar en los lugares.
Pero con los delincuentes ya era otra cosa…..
En una de las primeras casas pudimos detener a uno de los esbirros de El
Turco que fue sorprendido con el operativo en la cama con dos mujeres.
Dos jóvenes como de 17 años, el tipo estaba ciego por la droga y casi
inconsciente. Parece que nuestros colegas del DIIP no lo trataron con mucha
cordialidad cuando lo consiguieron.
Lo sacaron a rastra de la casa y se lo llevaron a los mismos pies del
Comisario Julio Montoya.
-Jefe aquí le traemos a este regalito. Le dijeron al jefe los efectivos que
detuvieron al esbirro de El Turco.
-A buen filón me acaban de traer, seguramente este será una inagotable
fuente de información. Comentó el jefe.
El operativo continuaba y fuimos tomando las casas del sector. En algunas
conseguimos armas, explosivos y drogas. Eran conchas de estos malditos en
donde se encontraban parte de las armas que usaban en contra de los
ciudadanos.
Se usaban perros para que nos abrieran paso y consiguieran las drogas y
los explosivos. Volteamos la zona pero nada de El Turco. Lo que si se hizo fue
la detención de varios cabecillas del Cartel del Norte del Continente.
También se logró decomisar grandes cantidades de dinero escondidas en
varias caletas en el barrio La Providencia

CAPITULO XXVI

Así era el Barrio La Providencia desde el mismo momento de su


fundación, que comenzó con la llegada de personas que emigraban de las
zonas altas y montañosas. Llegaron familias, pero con el pasar de los años y
con la presencia de la droga como vicio, el lugar se convirtió en una zona
peligrosa, que sería uno de los bastiones del Cartel del Norte del Continente.
Pero se suscitarían muchos acontecimientos para que esa zona fuese el
reducto de la gente de Berrios y de El Turco.
El Barrio La Providencia era peligroso, muy peligroso. La Policía lo
pensaba antes de entrar a sus calles. No más llegaban a sus límites cuando eran
atacados por el grupo de sicarios que allí mantenían los grupos de delincuentes
organizados.
Antes de que llegase el Cartel del Norte del Continente la delincuencia en
la zona era dirigida por dos mujeres; madre e hija; que mantenían el tráfico de
drogas, la extorsión y los atracos férreamente bajo sus manos.
Nada pasaba en el sector que las dos mujeres, no se enterasen. Contaban
con una gran cantidad de hampones que les servían de sicarios, además que
tenían muchas personas que ayudaban a que en el sector no se moviese una
aguja, sin que las dos “damas” no lo supiesen.
Era asombros ver que la mayoría de sus habitantes llevasen una vida
nocturna, muchos de ellos de una manera u otra colaboraban con las redes de
delincuentes.
Los que menos, sentían admiración por los delincuentes. Muchas personas
se sentían orgullosas de contar con la amistad de los que dirigían el delito en la
zona.
Una gran cantidad de jóvenes venían a engrosar las filas de la delincuencia.
Las dos mujeres que por cierto tiempo manejaron la negocios ilegales en la
zona se llamaban Dora y Kathy; madre e hija; peligrosamente mortales, hasta
que llego el Cartel del Norte del Continente.
Se contaba que a pesar de todo, las dos mujeres se odiaban a muerte; en
ciertos momentos; para nadie era un secreto como muchas veces se había
enfrentado, hasta a tiros, compitiendo entre las dos. Pero cuando era de unirse
en contra de cualquier amenaza lo hacían.
Tanto Kathy como Dora contaban con sus compinches y su gente de
confianza.
Se contaba que Kathy una vez le había metido a la madre un tiro en la
pierna, peleando por cualquier cuestión que nunca se supo. Pero después se
reconciliaron, vertiendo lágrimas las dos en el armisticio que hacían, Kathy se
convertiría en la mejor enfermera de su madre.
Las dos volaban alto, cada una de ellas decidieron comprar dos
apartamentos en la zona más exclusiva de la ciudad, con la firme intención de
codearse con las personas más adineradas de la zona, como si les fueran a
perdonar que estuviesen metidas en el negocio de la droga.
Kathy trataba infructuosamente de graduarse de abogado, pero nunca
acabo con la carrera. No era que a la universidad le gustase tener entre sus
alumnas a tal belleza de persona, pero quien le podía negar la entrada a esa
máxima casa de estudio.
Ella siempre alardeaba que tenía una gran cantidad de títulos; que eran
mentira; pero que siempre esgrimía tratando de ser más que todo el mundo.
La compra de los dos apartamentos hizo que en el edificio se paralizaran
las ventas de apartamentos, poniéndose en graves aprieto la compañía
constructora, que hicieron de todo para que las dos mafiosas les entregaran los
apartamentos en venta así tuviesen que pagar el doble de lo que valían los dos
inmuebles.
Las mujeres se negaban y como la gente hasta evitaba pasar por ese
edificio, las dos féminas decidieron volar más alto y comprar una de las casas
de lujo de la zona.
Un buen día decidieron; junto a sus esbirros; entrar a una casa lujosa de la
zona y tomar rehenes, obligando a los dueños a entregar una gran suma de
dinero para ser liberados.
La operación les salió bien, lograron sus objetivos. Desde ese momento
Dora y Kathy crearían terror en la zona, ya que comenzaron a meterse en las
casas y tomar los rehenes para pedir rescate.
Según me cuentan, las policías estaban hartos de los desmanes de estas
mujeres, además las dos; juntas y por separadas; se lucían por la ciudad,
tratando de mostrar que ellas eran las reinas de la ciudad.
Andaban en una Van 300 color azul, que cuando la divisaban las personas
presentían el peligro y desaparecían rápidamente de la zona.
Las dos mujeres con el vehículo lleno de sicarios se sentían las dueñas de
la ciudad y se mostraban libremente, las autoridades trataban de evitar tener un
enfrentamiento con ellas.
Para la ciudad era materia de conversación, ver a las dos mujeres en una
gran camioneta, recorrer las calles de la ciudad, acompañadas por una cantidad
significativa de sicarios en motos.
Bueno debo reconocer exceso de blandura del Gobierno en eso. Calro en
esos tiempos no estaba ni el Presidente ni el Gobernador que tenemos, ni
contábamos con jefes de los cuerpos policiales como Julio Montoya, Terán y
Labastida.
Por eso cuando fueron muertas por el Cartel del Norte del Continente, la
colectividad y las autoridades sintieron que era un alivio que las dos mujeres
fuesen asesinadas por otro grupo rival. Claro con el tiempo sería peor el
remedio que la enfermedad.
Un buen día en que las dos mujeres, acompañadas de sus secuaces, tenían a
una familia como rehenes, las cosas no les empezaron a salir como siempre.
Ellas deciden retirarse para poder cobrar el dinero del rescate, dejando cuatro
de sus más hombres de confianzas cuidando a la familia que tenia de rehenes.
Sus compinches son denunciados por los vecinos que realizan llamadas a
la policía, comentando que gente rara entraban y salían de una casa de la zona.
Toda la zona es acordonada por la Policía y los grupos tácticos les dan de
baja a los 4 hombres, rescatando a los rehenes sin un rasguño. Las dos mujeres
se salvan gracias a que no se encontraban en la zona y andaban con el padre de
la familia tomada como rehenes buscando la recompensa.
También fue historia el enfrentamiento de esa banda contra otra del Sur de
la ciudad, por el control del tráfico de drogas.
Fueron años en donde las calles de la ciudad se tiñeron de sangre y una
gran cantidad de jóvenes de los dos sectores cayeron bajo las balas de sus
rivales.
Según me contaron, la Policía se volvía loca con estos enfrentamientos,
que traía a veces bajas de civiles que se encontraron en el fuego cruzado.
No sé porque las autoridades permitieron que muchas veces las mujeres
esas atracaran restaurantes y bares, mandándoles a los clientes que dejaran sus
pertenencias y lo que consumían, para ellos hacer de las suyas en esos lugares.
Bueno muchas veces la gente no se atrevía a denunciar.
Dora y Kathy se enfrentaron con una banda del Sur de la ciudad, que era
comandado por un sujeto que apodaban el “Zurdo”, que cayó en una
enfrentamiento con el Grupo Rinoceronte, después de una balacera que habían
armado en la entrada del Barrio La Providencia, atacando a Dora y a Kathy un
25 de diciembre.
Ese día murieron tres personas inocentes, un empleado de un banco y dos
estudiantes, en el fuego cruzado, además de caer varios integrantes de la banda
de las dos mujeres.
Después de la plomacera se fueron a refugiar en el Sur de la ciudad y la
policía acordonó la zona, teniendo la responsabilidad de detener a el “Zurdo”
el Grupo Rinoceronte de la Policía Regional, que pertenecía el Comisario
Terán.
El mismo Terán dirigió la persecución del delincuente, que trató de
enconcharse en un cerro de una zona de la ciudad que dominaba el grupo rival
de Dora y Kathy. El policía cuando vio que el delincuente no se rendiría,
disparo sin ningún tipo de consideración contra el jefe de la banda cuando este
opuso resistencia.
Conociendo la gran pericia del Comisario Terán y su excelente puntería,
imagino que no le costó mucho dar de baja al delincuente.
Para nadie era un secreto que el Comisario Terán había sido entrenado por
el Grupo Swat en los Estados Unidos, al igual que nuestro jefe estuvo
preparándose con los Spetsnaz rusos. Incluyendo a Labastidas, a estos
comisarios el gobierno no escatimo gastos para prepararlos en las mejores
policías del mundo, sin importar la ideología de cualquiera de esos gobiernos;
fuesen de izquierda o de derecha; lo importante era que fuesen preparados por
los mejores.
En eso si había sido claro el Presidente, que sus hombres fuesen entrenados
por los las policías mejores del mundo y tanto sus Fuerzas Militares como sus
Policías usaban armas de diferentes gobiernos, siendo lo importante contar con
lo mejor de la tecnología en ese momento.
La muerte de el Zurdo; desgraciadamente beneficiaría a Dora y a Kathy;
las dos mujeres fortalecerían su posición en el trafico de drogas de la ciudad,
pero no sería por mucho tiempo.
Ya el Cartel del Norte del Continente fijaba sus ojos en las dos mujeres. O
trabajaban para ellos e irremediablemente serian aplastadas. Pero pasarían seis
meses todavía para que ellas fuesen eliminadas.
Las dos mujeres, todavía dieron de que hablar en la ciudad. La muerte de
El Zurdo les haría creer que eran las reinas de la ciudad y eso les hizo que
aumentaran sus actividades delictivas.
Dora desde hacía unos años, se había casado con un homosexual, conocido
como Eduvino, con quien recorría la ciudad con aspavientos de enamorados
felizmente unidos cometiendo fechorías.
Eso molestaba a Kathy que siempre que podía, le señalaba la condición de
homosexual a su padrastro, logrando con esto que la rivalidad entre ellas dos
se acrecentase y poco a poco al irse separando fueron perdiendo poder en el
mundo hamponil.
En los últimos años la organización se dividió entre los que apoyaban a
Kathy o los acólitos de Dora y Eduvino.
Ya Berrios desde afuera contemplaba los grupos delictivos de la ciudad
como caimán en boca de caño. Ya la rivalidad entre las dos mujeres eran muy
notativas y sus plazas de drogas se estaban dividiendo.
Cuando ya el enfrentamiento entre madre e hijas se hacía demasiado
evidente, se le acerco a Kathy un enviado del Cartel del Norte del Continente
con la intención de que pasara a ser nomina del grupo hamponil y que se
pusiese en contra de Dora y Eduvino.
La posibilidad de dividir más a las dos mujeres enfrentadas, se suponía que
resquebrajaría a las dos delincuentes. Pero eso hizo que las dos se unieran
creyéndose poderosas.
Error porque un buen día apareció muerta Kathy al ser entregada por uno
de sus lugartenientes al Cartel del Norte del Continente.
La más joven fue detenida por un grupo de sicarios, cuando salía de una de
las fiestas que ella frecuentaba en la entrada del Barrio La Providencia. Fiestas
que eran famosas por las orgias en donde la droga y el alcohol era lo que
sobraba.
La casa fue tomada por 30 sicarios del Cartel del Norte del Continente y la
mujer sacada y ultimada en el patio de la casa junto a sus acólitos. La entregó
uno de sus guardaespaldas, quien les paso el dato.
El resto de la seguridad de Kathy fue o dada de baja o anexionada al nuevo
dueño de la plaza hamponil.
Sería cuestión de una semana para que Dora y Eduvino fueran
simplemente eliminados al ser traicionados por su gente, que el Cartel del
Norte del Continente había comprado.
Dora había jurado venganza con la muerte de su hija y trato de fortalecerse
en su sector, pero ya las redes del Cartel del Norte del Continente estaban
tejidas y una noche ella y Eduvino fueron sacados de su refugio por sus
mismos hombres de seguridad y entregado al Cartel del Norte del Continente,
dirigidos por Alfredo Berrios que personalmente disparo su colt 38 contra los
dos delincuentes.
Hasta aquí llego la historia de Dora y Kathy, convirtiéndose el Cartel del
Norte del Continente en amo y señor del Barrio La Providencia en donde sería
su más fuerte bastión.
Igual como paso con Dora y con Kathy, pasó con los grupúsculos que
quedaron de la gente de El Zurdo, pero fue otro Cartel, comandado por el
Mayor quien se convertía en el principal rival de la gente de Berrios y del El
Turco.
Al principio las autoridades dejaron que se fortalecieron las dos
agrupaciones, ya que tanto Dora y Kathy, como el Zurdo fueron demasiado
descarados en las actuaciones hamponiles que tuvieron.
Por lo menos los dos carteles lo primeros años, no cometieron tantas
depredaciones como los delincuentes eliminados. Solamente se dedicaron a
negociar sus mercancías y se respetaron en sus respectivas plazas.
La ciudad respiro, por un tiempo, ya que las fallecidas delincuentes habían
teñido en sangre a la ciudad. Dora y Kathy fueron demasiado descaradas.
Les cuento esto para que se den cuenta en que hervidero estábamos
metidos al penetrar en este reducto del Cartel del Norte del Continente.
Como ya les contaba las tres policías utilizaron un número significativo de
hombres que fueron entrando a cada una de las casas que se conocía que eran
conchas del Cartel del Norte del Continente.
Mientras avanzábamos rincón por rincón, los drones no dejaban de
funcionar advirtiéndonos cualquier movimiento que hacia los malditos esos al
tratar de huir.
Al principio se suscito un enfrentamiento entre el GRI de la policía
Científica que dieron con un bastión en donde dispararon contra ellos al nomas
verlos acercarse. Fue cuestión de pocos minutos que rindieran a los
delincuentes que quedaban.
Los detenidos eran llevados las sedes de las policías en donde eran
rígidamente interrogados. El operativo estaba rindiendo sus frutos al ser
golpeados sin piedad por los cuerpos policiales, además la muerte de Berrios
había sumido en una depresión contagiosa a la organización a pesar de la
mano dura de El Turco.
Los Adoradores de Satán, eran los que no sería difíciles de vencer, ya que
era la parte de la organización en donde se encontraban los más fanáticos del
grupo.
Recuerden que El Turco era el jefe militar de la organización, pero con
todo y eso que ya se estaba rompiendo esa organización delictiva.
Desde una casa; que después descubrimos; existía un túnel por donde pudo
escapar el jefe de la organización militar del Cartel del Norte del Continente.
La casa era propiedad de una persona que “supuestamente” no tenía nada que
ver con el grupo.
El Turco se sentía invencible a pesar de que se encontraba casi acorralado.
Pero huiría con sus compinches y desde aquí se produciría enfrentamientos en
aéreas rurales, hasta que se suicidaran, pero parafraseando a mi amigo
Alejandro:
“Pará, pará. No te atrases pero menos te adelantes”.
Como siempre que moría un jefe, sus lugartenientes se creían contar con
las cualidades para asumir la jefatura de la organización.
El Turco era salvajemente respetado, todos sabían lo cruel que era y lo que
se podían atener al oponerse a su jefatura, pero no por eso se logró que varios
intentaron voltearse.
El operativo duro varios días y nosotros protagonistas de él. Fue agotador
por lo largo. Pero puedo decir que con esto sí que de una vez por todas
teníamos acorralados al cartel.
Más de 100 detenidos entre mujeres y hombres, el número de bajas fue
nutrido, ya que muchos de estos no se rindieron sin atacarnos.
Al terminar la redada, vimos que faltaba El Turco y varios de sus
compinches. Por lo que pudimos ver y nos informaron los que “cantaron” que
el satánico se había enconchado en las montañas, para así hacer más difícil su
captura, en terrenos que ellos conocían.
En ese bastión estaban fuertemente armados y no sería fácil reducirlos ya
que los carajos esos estaban decididos a ser muertos y no rendirse.
Los delincuentes están enconchados en una finca que contaban con todos
los mecanismos de seguridad para pasar desapercibidos. Contaban con sótanos
camuflageados en todas las comunidades para los integrantes de las sectas.
Para la gente de la zona esa era una finca ganadera propiedad de un rico
hacendado, que se había arruinado y que fue rescatado económicamente por el
Cartel de Norte del Continente.
Allí se habían enconchado el grupo de los Adoradores de Satán. El Turco
con su harén de mujeres y sus esbirros de más confianza, poderosamente
armados.
El Cartel del Norte del Continente en sus inicios exportaba a Los Estados
Unidos y a Europa miles de millones diarios en droga diariamente. Así que
con todo y los golpes tenían plata para continuar con la guerra
Berrios había sido un destaco líder, que seguramente sus jefes del país del
Norte del Continente se sentían orgullosos. Su muerte no ayudaría a este cartel
a fortalecerse en nuestro país. Su muerte había sido un rudo golpe para la
organización.
La organización se había destacado por cierto tiempo, pero se termino el
tiempo. Con un hombre como El Turco no podía sobrevivir por mucho tiempo.
No tenía el cerebro de Berrios para llevar a buen destino a la organización.
El Turco era demasiado violento y su organización de satánicos tampoco
ayudaría al Cartel del Norte del Continente a progresar, lo que si era que había
que acabar rápido con esta gente para evitar que siguieran llenando de sangre
la ciudad.
Por eso era que el tiempo nos apremiaba para acabar con El Turco.
Con el transcurrir de los años varios países se unirían, creando una fuerza
para-policial para combatir a esos grupos hamponiles que traspasaran las
fronteras de los países.
Yo sería uno de los jefes de esa organización que agrupaba los mejores
cuerpos policiales de los diferentes países que eran afectados por los carteles,
ya que nuestro país junto con las tres policías serian parte de esta nueva
organización policial que se crearía. .
Eso sí, sus integrantes eran hombres incorruptibles, muy bien pagados para
evitar que se corrompiesen. Muy bien armados, preparados y con múltiples
recursos para enfrentar ese flagelo. Pero esa será otra historia.

CAPITULO XXVII

En esos tiempos mi vida personal tendría cambios que les iré narrando. A
pesar de que los operativos continuaban, el Comisario Julio Montoya velaba
por los estudios de sus hombres. Yo al pasar el tiempo seguía avanzando en mi
carrera como abogado, en la cual me había destacado como estudiante, a pesar
de que no acudía regularmente a clase. Mi jefe siempre me incentivo para que
me graduara.
También yo maduraba en mi carrera policial. Varias veces me dirigí a la
ciudad capital a realizar cursos para prepararme. Como francotirador ya era un
experto bajo la tutela de Artigas y en la ciudad gracias a la preparación que
recibí de Lombardi.
Pero igualmente realice junto a Federico, Juan y Alejandro varios cursos
de Inteligencia que siempre Saavedra bajo las órdenes del Comisario Julio
Montoya nos dictó.
En mi vida pasarían situaciones que me marcarían en la vida. Una mi
relación con Sonia que claramente se perfilaba que nos casaríamos.
Ya conocía su familia y había sido aceptado por parte de ellos como el
futuro esposo de su hija, que ya estaban casi por culminar sus estudios de
medicina.
Ella a pesar de que conocía mi profesión policial, nunca indago sobre ella,
Supo lo que yo le conté, nunca averiguo nada. En eso fue muy respetuosa y
eso se lo agradezco.
Ella sería un gran apoyo a lo largo de mi carrera y siempre estuvo a mi
lado y acepto que muchas veces tuviese que hacer largos viajes. Cuido a mis
hijos en las temporadas en que tuve que ausentarme por mi trabajo y la
preparación que recibía tanto en el DIIP como en el cuerpo policial que
pertenezco a nivel internacional, eso sí sin separarme del DIIP.
Otro que en ese tiempo se dio cuenta de mi doble vida, fue mi padre. Un
día en que los visite, después de irse a dormir mi madre y mis hermanas, me
condujo a la biblioteca, sirviendo dos vasos de sabroso licor, un excelente
Singani.
-Hijo, quiero que pruebes este sabroso licor que es un aguardiente de uva,
producido en Bolivia. Es muy sabroso, pero hay que tomarlo suavemente, pero
es muy sabroso con hielo y limón. Me invitó mi padre.
Mi papá sirvió dos tragos y se sentó en una de las sillas que rodeaban su
escritorio. Me di cuenta que quería hablar algo conmigo íntimo.
Empezó a conversar sobre armas, mostrándome una hermosa pistola que
me dijo que recientemente había comprado.
Era una Walther P99, me la tendió comentado lo ligera que era y lo
moderna. Después que vio que había sido aprobada por mi parte; como no
hacerlo, si era una de las mejores que había visto; me dijo:
-La compre para ti, hijo mío. Es una arma muy moderna, de buena calidad
y fiable, a la que podremos extraerle una buena precisión si entrenamos con
ella y estoy seguro que pasas una buena cantidad de horas entrenando con
armas, Me dijo mirándome penetrantemente.
-Es una de las mejores pistolas que existe y está fabricada bajo lo rígidos
estándares que fija la policía alemana, que es una de las mejores del mundo.
-Cuando a uno el hijo se le convierte en un hombre, no le queda a uno sino
tratarlo como tal. Estoy seguro que tanto tu madre como yo en ustedes hemos
hecho un buen trabajo. Debo respetar lo que tú quieres ser. Prosiguió.
-He notado y me han informado de tu cercanía con el Comisario Julio
Montoya y con el Juez Quintero e imagino que estás haciendo carrera en el
DIIP.
Yo trate de hablar para tratar de desmentir a mi padre, para no crearle
preocupaciones, pero él me interrumpió.
-Se; Carlos que no harás en lo que intentes sino orgullecerme; así que lo
único que quiero es que sigas actuando como hasta ahora.
-Tu madre y yo, lo hemos formado bien. Con los tres. Quizás hubiésemos
esperado que Patricia escogiese mejor novio, pero no puedo negar que ella es
una buena mujer y se perfila como una destacada ingeniera.
-Quiero que sepas, que estoy muy orgulloso de ti. Dijo.
Con esto ya no tendría ninguna duda que me padre conocía desde hace
tiempo mi profesión y a pesar de que esto me tranquilizaba, no dejaba de
hacerme sentir algo culpable por no haber tenido confianza en él.
Había obviado que mi padre era un gran jurista con muchas relaciones a
nivel nacional e internacional y era seguro que supiese muchas cosas que yo
no le había contado.
A través de los años y en el día de hoy no tendría mejor consejero que el
Dr. José Luis Carrero para cualquier decisión que en mi carrera tuve que
tomar.
Mis hijos no pudieron tener mejor abuelo, ni mi esposa mejor padre que el
Dr. Carrero. Siempre estuvo pendiente de nosotros, respetando nuestras
decisiones y apoyándonos en todo.
Todavía cuento con él para consultarle cualquier decisión que deba tomar.
No puedo dejar de reconocer que José Luis Carrero es tremendo tipo.
Pasarían varios meses y a pesar de que peinamos la ciudad y sus
adyacencias, no supimos en donde se encontraban escondidos El Turco y sus
hombres, que por cierto tiempo no dieron señales de vida.
Estábamos claros que cuando emergieran de las sombras en donde se
escondían seguramente nos atacarían con fuerza.
Nuestra labor de inteligencia no se disminuyo, teníamos que descubrir
donde se encontraban.
Mientras tanto el Presidente estuvo pendiente de los requerimientos de las
tres policías, no escatimo recurso, ni él ni el gobernador se cruzaron de brazos.
Pero a pesar del silencio la gente de El Turco se preparaba para una nueva
ofensiva en contra de la ciudadanía.
Se formó una escuela de sicarios en motos para atacar las fuerzas del orden
y a personas que no tuviesen nada que ver con la policía para de esta manera
crear confusión en la ciudadanía.
Una moto conducida por un excelente motorizado apoyado por un tirador
que contaba con una pequeña ametralladora Uzi; que con la culata plegada,
esta arma mide solo 360 Mm, lo cual hace posible esconderla cómodamente
debajo de la ropa y transportarla en espacio mínimo dentro de cualquier
vehículo.
También estos sicarios usarían granadas M 67 que el recubrimiento, al
estallar la carga, se dividen en cientos de pedazos, produciendo heridas en 15
metros y causando muerte a 5 m o menos, se puede decir que algunos de sus
fragmentos pueden volar hasta 230 metros.
Con esas armas podían atacar y huir rápidamente confundiéndose en el
trafico de la ciudad, para ir a enconcharse en cualquier terreno rural, hasta
llegar por las múltiples rutas que llegaban a la finca que servía de refugio a los
delincuentes.
El primer ataque lo realizarían contra un periódico que al mes de dársele
muerte a Berrios, sacó un artículo sobre los antecedentes de este delincuente.
Sobre las instalaciones del rotativo fueron arrojadas sendas granadas y
dispararon con las pequeñas ametralladoras, creando pánico entre los
trabajadores del lugar. Penosamente murió un vigilante por la explosión de las
granadas, pero sorpresivamente a pesar de ser hora en que los empleados
entraban y salían; hora de almuerzo; solo hubo esa muerte que lamentar.
Pero el efecto fue monumental, fueron puestos en tela de juicio la
actuación de los Comisarios de los tres cuerpos policiales que no podían
terminar de una vez con este grupo hamponil.
El Presidente los llamó a la ciudad capital, acompañados por el
Gobernador del Estado para definir estrategias para ya de una vez por todas
acabar con el flagelo del Cartel del Norte del Continente.
También las dos sedes de la Regional y la Científica fueron atacadas con
motorizados que lanzaron granadas. A pesar de que fueron dados de baja los
atacantes se debía preparar una ofensiva en contra de los esbirros del El Turco.
Para nadie era un secreto que los Adoradores de Satán eran sicarios con la
mente lavada para que creyeran que llevaban una cruzada en defensa de un
nuevo amanecer.
Tanto hombres como mujeres estaban dispuestos a seguir las órdenes de su
jefe, que después de la muerte de Berrios seria el nuevo jefe del Cartel del
Norte del Continente.
Los sicarios estaban dispuestos a morir si traían todo el sufrimiento posible
a la humanidad y la humanidad éramos nosotros. La ciudad estaba
conmocionada y cómo es posible en estos momentos de pánico empezó una
cacería de brujas.
Toda persona que estuviese vestida de negro con moda de “Hevy Metal”
era de una vez detenida. A pesar de que los jefes eran bastante rígidos en las
órdenes que daban de no cometer este tipo de abusos, los policías que temían
ser atacados en cualquier momento por estos esbirros, veían en cada hombre o
mujer con ropa oscura un posible enemigo.
Recuerdo que un día salí con Alejandro y Federico a El Lugar a tomarnos
unas cervezas y cuál fue nuestra sorpresa de que estaba casi vacío. Solamente
una mesa estaba ocupada por una familia que comía apresuradamente. Se les
veía el miedo en sus rostros.
Ya habíamos notado el miedo antes de llegar a El Lugar, por las calles
vacías y comentamos entre nosotros.
Quinterón se nos acerco comentándonos antes de que le dijéramos lo que
habíamos visto en la calle:
-Menos mal llegaron muchachos. Estaba esperando que esta gente se fuera
para cerrar.
-Esta hasta peligroso. La gente como que le da miedo hasta asomarse a las
ventanas de sus casas. Continuó.
-Amigo Quintero. Tú sabes que Carlos y Federico son locos y no le tienen
miedo a nada. Yo vine con ellos para evitar que les pase algo. Bromeo
Alejandro.
-No lo tomes a broma Alejandro, la ciudad tiene miedo. Además esa
aparición de esos símbolos en las paredes de algunas calles y avenidas no ha
ayudado mucho. Las noticias dicen que los sicarios en moto han realizado
atentados en varias partes. Prosiguió Quinterón.
-Si amigo mío. Los pentagramas invertidos en diferentes zonas de la
ciudad, no tranquilizan a las personas precisamente. Conteste sin ganas. Ya
que el tema ya estaba cansón. No veía el momento en que acabáramos con esa
amenaza.
-Explícale a Quinterón que fue lo que leíste sobre ese símbolo. Me dijo
Federico.
-Hasta donde sé y he leído en la prensa este símbolo representa la rebelión
del hombre contra el orden. En este símbolo la estrella consta de dos puntas
hacia arriba en lugar de una que supuestamente representa al diablo. Explico.
-También aparecen cruces invertidas. Interrumpe Quinterón.
-Claro ese es el rechazo de los satánicos a la religión y es una burla a
Jesucristo. Según dicen los entendidos en el tema.
-Después de varias cervezas, se logra cambiar de tema. Pero no es mucho
el tiempo que nos quedamos al ver la cara de nuestro amigo que nos demuestra
que está desesperado por irse.
Al salir y acompañar a nuestro amigo a cerrar, lo conducimos hasta su
casa; él vive en la misma ruta de nuestro hogar; pero no conseguimos un taxi
que nos recorte el camino, continuamos y el ambiente no cambia. Las calles
solas y desoladas. No se ve ni una persona ni un carro.
Disimuladamente revisamos nuestras armas que llevamos en una funda
sobaquera que oculta nuestras chaquetas.
Ninguno de nosotros sale sin portar las armas que nos había dado el
Comisario Julio Montoya, hace unos años atrás. Esas armas se han convertido
en parte de nuestro cuerpo.
Dejamos a buen resguardo a Quinterón en su casa y continuamos hacia la
nuestra. Comentamos que había que acabar rápidamente con esta amenaza de
El Turco.
Dos días se estuvo el Comisario Julio Montoya en la capital con el fin de
preparar los ataques que realizarían contra El Turco. Al regresar en una
reunión que participamos con los tres cuerpos, nos ordenaron que se realizaran
patrullajes por las aéreas rurales cercanas a la ciudad, donde se suponía que
podían estar enconchados los elementos de El Turco.
Hacíamos redadas por las zonas rurales y un grupo de 100 comandos
tácticos tomábamos la zona, patrullando para ver que conseguíamos. Los
drones no descansaban, ni el patrullaje de helicópteros.
Nuestros hombres de inteligencia también realizaban su labor, para ver que
podían observar que condujera a una pista en donde se encontraban El Turco y
su gente.
Fueron muchas las veces que nos tocó realizar patrullaje en las zonas
rurales, junto a personal de la Policía Regional y Científica.
Llego el día en que por fin nos íbamos a quitar de encima la amenaza de
esa plaga del cartel del Norte del Continente.
Esa mañana, precedidos por un pequeño grupo de Inteligencia que recorría
una zona rural del este de la ciudad logramos ubicar el refugio de El Turco.
Los agentes notaron una gran cantidad de personas en una hacienda de la
zona, que no tenían pinta precisamente de ganaderos y con armas de grueso
calibre.
De una vez se ocultaron y llamaron a los grupos que realizaban patrullaje
por la zona, los que estábamos cercanos éramos un grupo táctico del DIIP.
Poco a poco fuimos silenciosamente tomando posiciones, para sorprender
a los delincuentes. Por una frecuencia de radio, solo usada por los grupos
tácticas de las tres policías fuimos reagrupándonos para sorprenderlos.
En pocos minutos ya habíamos llegado los cuerpos policiales. Los
delincuentes ya se habían dado cuenta de que los estábamos rodeando.
Habíamos realizado un cerco muy rígido.
En el cerco se encontraban varios carros blindados, nosotros contábamos
con unos vehículos rusos recientemente comprados marca Vistrel, conocidos
por su acrónimo ruso BMP-97.
Esta nueva arma esta equipadas con ametralladoras Kord de 12,7
milímetros y lanzagranadas AGS-17 Plamia, pesando un poco más de 10
toneladas, teniendo la capacidad para conducir ocho comandos.
La Policía Regional contaba con un vehículo de construcción canadiense
Roshel Senator ARV diseñada para ejercer tareas de rescate, de respuesta
táctica u operaciones de alto riesgo y de tipo Equipo Táctico.
Aguantaba impactos hasta de municiones de calibre 50, debido a planchas
de acero balístico de grado militar.
Esta vez El Turco no podría huir, estaba completamente rodeado y también
la Policía Científica, con su GRI de Augusto Labastidas participaría en el
operativo. El GRI estaba armado con vehículos de los dos tipos, no
quedándose atrás en la tecnología con que contaban para los operativos
tácticos.
La zona estaba completamente rodeada. Los Comisarios Labastidas, Terán
y nuestro jefe como siempre dirigían la operación.
Teníamos la seguridad de que estaban fuertemente armados y que no se
rendirían fácilmente. Cuando teníamos la zona rodeada, se acerco una
camioneta de la televisión con la intención de transmitir lo que estaba
pasando.
Los Comisarios ordenaron a unos funcionarios que no dejaran grabar nada,
todavía debíamos utilizar el elemento sorpresa.
La finca contaba con una gran casa, en donde se suponía que se
encontraban enconchados los miembros de la banda de El Turco. Cercano a la
gran casa, como a cuatro metros se encontraban dos edificaciones que
suponíamos que estaban escondidos más integrantes de la secta satánica.
A los pocos minutos de cerrar el cerco, se acercaron elementos de
Inteligencia de Saavedra, conduciendo a dos mujeres que por sus vestimentas
pudimos notar que eran integrantes de los Adoradores de Satán.
Nosotros nos encontrábamos alrededor del jefe del DIIP, esperando sus
instrucciones para entrar a las edificaciones con el fin de acabar
completamente con esta plaga de delincuentes.
Las mujeres denunciaron la presencia de un nutrido grupo de hombres
fuertemente armados, que pasaban de los cincuenta.
Teníamos todo el perímetro rodeado y ya los grupos estábamos a punto de
entrar. Pero ya sabíamos que los de adentro sabían que embestiríamos con los
vehículos blindados.
Fueron colocados tres vehículos en línea hacia las edificaciones, detrás de
ellos cada grupo táctico integrado por cada una de las fuerzas policiales.
Cuando nos acercamos a las edificaciones de los edificios se desató un nutrido
fuego en contra de los blindados.
Nosotros cubiertos íbamos avanzando con los vehículos.
-Cubiertos muchachos. No se salgan de la línea. Ordenaba el Comisario
Julio Montoya.
Igual mandaban sus colegas Comisarios a su gente.
Los conductores de los vehículos embestían a las paredes de las casas. Los
satánicos se defendían con saña. Mientras nosotros tomábamos posiciones,
protegiéndonos con las irregularidades del terreno o con los arboles.
Varias veces los blindados retrocedían también dirigiendo el fuego de las
ametralladoras en contra de la casa.
Los delincuentes también lanzaban granadas contra nosotros, gesto inútil
ya que estábamos a una distancia mayor de lo que podía arrojar un brazo
humano.
Parte de uno de los edificios ardía en llamas, pero no por eso dejaban de
disparar desde adentro.
Varias veces también nosotros tuvimos que retroceder.
-Estos hijos de putas están dispuestos a morir peleando. No creo que se
rindan. Grito Labastidas a Julio Montoya.
- Vamos a necesitar más apoyo de los blindados para romper las
fortificaciones de los satánicos. Le comenta el jefe.
-De una vez al oír lo dicho por el jefe. Terán ordena que dos Roshel
Senator ARV se unan a la embestida. Los vehículos se acercan por el terreno
descubierto, cubriendo a otro grupo de 20 hombres del equipo táctico
Rinoceronte, que se unirían a nosotros.
Desde mi posición me ordena Julio Montoya que utilice mi fusil de
francotirador para que vaya dando de baja a los delincuentes que se descubren
para disparar.
Me dirijo a tomar la mejor posición y acompañado de Alejandro me situó
para hacer blanco.
Con mi fusil de francotirador Dragunov 7,62 mm apunto las ventanas de
las casas. Por milésimas de segundo se asoma una cabeza para disparar mejor
contra nosotros. Para mi es sencillo apuntar, suavemente con la punta del dedo
apretar el gatillo y dar de baja a uno de los satánicos.
Pero el combate no iba a ser fácil, el enemigo no estaba dispuesto a dar
cuartel y los esbirros de El Turco no eran huesos fáciles de roer.
Por la parte de atrás de la casa que estaba situada en el centro, trataron de
intentar irse un grupo como de 10 satánicos, pero el fuego de nuestros
comandos se lo impidió.
Desde la parte alta de las casas nos atacaban con fusiles de alto calibre,
claro no tenían la pericia que teníamos nosotros como francotiradores.
Ya de nuestra parte empezábamos a tener baja, cosa que no nos gustaba
mucho ya que nuestras tácticas siempre evitaban que cayeran hombres
nuestros.
Por lo que me pude enterar teníamos varios heridos y solo dos bajas en
nuestros comandos. Nuestros vehículos blindados embestían las paredes de las
viviendas para así poder entrar. Pero no era fácil ya que las paredes eran de
concreto armado.
Julio nos ordenaba que no cesáramos de atacar y nuestros hombres dirigían
el fuego en cortas ráfagas. Yo por mi parte disparaba con precisión, apuntando
con calma para así poder producir mayor cantidad de bajas en nuestros
enemigos.
Cada minuto que pasaba se acercaban más unidades de nuestras policías al
sitio de los acontecimientos.
El tiroteo era nutrido y nos tranquilizaba que eso estuviese ocurriendo en
una zona despoblada ya que en un sitio poblado, seguramente caerían civiles.
De pronto fue disminuyendo el tiroteo por parte de los satánicos y pudimos
sacar la conclusión que les estaba disminuyendo el parque o estaban a punto
de rendirse, aunque lo segundo no lo creíamos.
El edificio central ya tenía una cuarta parte ardiendo en llamas, que si no se
extinguía ese incendio seguramente se podía propagar por los otros edificios.
Desde las ventanas trataban de arrojarnos granadas, pero a mí me era
sencillo tumbar a los que intentaban ese ataque y las granadas estallaban,
peligrosamente cercano de la posición enemiga.
Cubiertos con los vehículos nos replegamos un corto espacio y los
Comisarios se reunieron para poder definir nuevas estrategias para acabar con
el sitio que ya llevábamos varias horas tratando de tomar.
-Vamos a tratar de tomas otra estrategia para desalojar a estos carajos.
Comentó a sus colegas el Comisario Labastidas.
-Para eso Augusto decidí traer unos nuevos jugueticos. Respondió el
Comisario Montoya.
Rápidamente ordeno a Ricardo que se fueses a uno de los vehículos
blindados y trajera unos RPG para dirigir ese fuego en contra de los situados.
Era la única manera de poder eliminar a estos satánicos que nos estaban dando
mucha guerra.
-Ricardo, tú y Juan, disparen en contra de esas casas para ver si les
tumbamos el ánimo a esos carajos. Ordenó el jefe nuestro.
Los muchachos apuntaron con calma y dirigieron los cohetes en contra de
las puertas que a pesar de estar hechas con hierro, no aguantarían los cohetes
con municiones PG-7VL con ojiva para emplearse contra la mayoría de
vehículos blindados y fortificaciones con 93 mm.
A una distancia de 80 metros se situaron los muchachos para disparar. Al
hacerlo destruyeron las puertas de las edificaciones donde estaban sitiados los
delincuentes.
Todos nuestros equipos tácticos dirigieron el fuego contra ellas, mientras
yo y tres francotiradores no quitábamos nuestros ojos de las ventanas.
Juan y Ricardo se prepararon para hacer otro disparo, cosa que realizaron
tomando como blanco las dos paredes de las dos casas. En segundo apuntaron
contra la casa que faltaba y dirigieron los cohetes contra la puerta que voló
dejando un hueco que sería fácil introducir un equipo táctico.
Esta arma consiste de una chapa de acero, aluminio y zinc fundido de poco
peso; unos siete kilos; que tiene la parte trasera abierta para permitir el escape
de la llamarada.
Los comandos nuestros y amigos realizaron varios disparos más y fuimos
viendo como se abrían tremendos boquetes en las paredes de la casa.
Teníamos la certeza que como abrían brechas en la construcción, también
producían bajas en los satánicos, que habían aumentado el fuego contra
nosotros.
Pero era un fuego puramente defensivo, sabíamos que con estas armas
comenzarían a mermar poco a poco en el ataque que realizaban los
delincuentes.
-Carlos, Federico, Alejandro preparen tres grupos de intervención para que
vayan entrando y de una vez por todas acabar con esta plaga.
Los tres Comisarios se unieron a los comandos que ya habíamos
preparados. Siguiendo a los que portábamos los escudos se situaron los tres
jefes como líderes de los pelotones. Primero iba un comando del DIIP, después
de la Científica y luego de la Regional hasta que se completase con el número
que iba a integrar cada pelotón.
De primero iban los blindados para abrirnos paso y un promedio de 20
hombres por grupo nos preparábamos a entrar y acabar con las mermadas
fuerzas de los integrantes del Cartel del Norte del Continente.
Avanzamos protegidos por el escudo que llevaba el primero de la fila y
éramos cubiertos por el fuego de cobertura de nuestros compañeros que no
dejaban de dispara en contra de las ventanas y de las aberturas en los muros
logradas por las RPG.
También el fuego de los carros blindados mermaba las fuerzas de los
delincuentes.
Eso hacía más difícil a los delincuentes que pudieran dispararnos con
precisión. De una cosa si estábamos seguros y era que si trabajábamos en
equipo tendríamos éxito. Nosotros utilizábamos las granadas aturdidoras M84,
que al explotar provoca un destello de 6-8 millones de candelas y un sonido de
170-180 decibelios, reduciendo el riesgo al mínimo.
Cada granada que lanzábamos hace la visión insostenible durante alrededor
de cinco segundos, o hasta que el ojo reponga la retina a su estado original,
además de que el ruido tan fuerte de la explosión incapacita la audición del
afectado ya que detiene el fluido en los canales semicirculares del oído.
Avanzábamos también disparando desde los costados, al llegar a una
abertura fuese puerta o ventana lanzábamos una M84, además como sabíamos
que nos estábamos enfrentando a asesinos en cada pelotón se encontraba un
funcionario que portaba un lanza granada M79 para impulsar la granada más
lejos.
Entramos por las puertas tres hombres, en donde uno da cobertura y los
otros dos ejecutaban la acción. Así fue que pudimos dar de baja al enemigo, ya
que el primero de nosotros arrojaba una granada, al estallar nosotros
entrabamos.
Todo ocurría con la sincronización de los entrenamientos, además
estábamos dirigidos por tremendos profesionales.
Cuando nos acercábamos a un boquete se arrojaban granadas aturdidoras y
en cinco segundos entrabamos disparando muy rápidamente en una maniobra
que conocíamos como criss-cross-over .
Entrabamos en grupos de tres, no mas entrabamos cubríamos el área. Me
tocaba entrar con el Comisario Montoya que entraba agachado, yo de segundo
de pie y el tercero nos precedía tomando posición.
Dábamos de baja a quien nos enfrentase y en el primer momento dispare
sobre dos hombres en ráfagas cortas, que les impidió resistirse por las luces
aturdidoras de las granadas que habíamos arrojado.
Creábamos las distracciones con las granadas aturdidoras y entrabamos
disparando. Yo di de baja a varios, pero desde mi posesión no veía a El Turco.
Notaba que el Comisario Montoya lo buscaba. Así dando de baja a los
malos fuimos entrando a las habitaciones con los demás grupo del DIIP que
nos acompañaban.
Muchas veces para entrar a un espacio abierto utilizábamos el método de la
silueta única. Pero esa casa era de dos pisos y debíamos estar preparados.
Me toco ir subiendo acostado la escalera, mientras el Comisario me cubría.
Yo saque mi pistola dejando mi ametralladora y me movía hacia arriba. No
más empezamos a movernos salieron dos individuos, el Comisario disparo una
ráfaga tumbando a los dos, que también fueron alcanzados por los disparos de
mi arma corta. Los demás pelotones se fueron alineando para subir al segundo
piso con nosotros.
De vez en cuando se oían disparos que seguramente eran contra los que
subíamos, pero ellos no nos veían. Lanzamos una granada y subimos
disparando aprovechando lo que lográbamos aturdiéndolos. Luego limpiamos
otra pieza que tenia la puerta cerrada.
La acribillamos a tiros y lanzamos otra granada. Plomo con los que estaban
adentro. Así fuimos llegando a la última habitación que faltaba por tomar.
Con el periscopio pudimos ver que en la habitación se encontraba
cubriéndose con la cama un individuo y arrodillados dos hombres a los lados
de la cama para que no más entráramos hacer fuego contra nosotros.
El Comisario saco de su chaleco una granada aturdidora y la lanzo a la
habitación, dos segundos después entramos nosotros y apuntamos los dos
tiradores que habían sido aturdidos por la explosión y le dimos de baja.
El Comisario entró y dirigió su arma al hombre que estaba cubriéndose con
la cama y lanzó una corta ráfaga acabando con el individuo que no era otro
que El Turco.
En la habitación pudimos ver que estos eran los tres que habían
sobrevivido a los primeros momentos del encuentro. Se habían atrincherado en
la planta alta tratando de escapar de la arremetida que les hacíamos.
Ya podíamos oír detonaciones esparcidas que anunciaban que ya la acción
estaba terminando. Eso indicaba que ya la gente del Cartel del Norte del
Continente aquí en la ciudad era historia.
-Todo despejado. Anunció el Comisario Julio Montoya por la radio.
Cuando llegamos a la planta baja vimos con tranquilidad que los
delincuentes habían sido abatidos y tanto la Policía Científica como la
Regional habían coronado con triunfo lo que les había tocado en el operativo.
Nos pudimos enterar que los delincuentes que se enfrentaron a la Regional
un grupo de cuatro individuos lograron salir por la parte de atrás de la casa,
mientras Terán con su gente se enfrentaban a los que quedaban.
Pero lo que no contaban estos perros era que Terán no era ningún tonto y al
ver el intento que hacían, ordenó que un grupo de diez comandos del Grupo
Rinoceronte se dedicaran a tratar de frenar la huida de los hombres de El
Turco.
Terán llego a pensar que en los que huían podía estar El Turco y ordenó a
mas de sus hombres que fueran en la persecución, dejando encargado a su
segundo al mando para él en persona unirse a la persecución, ya que según
creyó no podía permitir que El Turco huyese.
Los Comandos del Rinoceronte corrían detrás de los delincuentes. Les
daban voces de que se detuviesen pero los delincuentes corrían y disparaban
sus armas.
Los tiradores del Rinoceronte dirigían su fuego graneado en contra de los
integrantes del Cartel del Norte del Continente. Ellos se detenían para
devolver el fuego hasta que uno a uno fueron cayendo.
Trataron de tomar un carro para huir pero los miembros de la policía de
Terán se lo impidieron.
Al quedar uno, que vio que cayó su compañero más cercano, arrojo el arma
y se rindió. Terán nos contó que se sintió frustrado al ver que entre los dos
caídos no se encontraba El Turco.
Pero eso lo superó rápidamente gracias a su entrenamiento, ya que sabía
que esto no era una cuestión de competencia sino de trabajar en plena
colaboración y compañerismo. Tremendo profesional era el Comisario. Bueno
no se podía esperar menos de estos tres hombres que comandaban las fuerzas
policiales.
A la Científica le fue bien a pesar de que tenían tres integrantes del GRI
heridos, uno de gravedad y los otros dos en una pierna uno y en un hombro el
otro en esta embestida.
De una vez llevaron al herido más grave en una ambulancia a un puesto
medico para ser atendido.
En el DIIP teníamos tres heridos, aunque no gravemente. Los había
protegido los chalecos blindados.
Los tres Comisarios se reunieron para definir lo logrado en el operativo y
todos los integrantes de los equipos tácticos no encontrábamos muy felices ya
que por fin había pasado la pesadilla en que había metido este cartel de la
droga en la ciudad.
Habíamos dado de baja a 30 delincuentes del Cartel del Norte del
Continente, incluyendo a su jefe militar El Turco. Detuvimos a 20 hombres
que se rindieron, decomisamos grandes cantidades de droga y de armas.
No había sido nada fácil esta guerra contra este grupo y la ciudad no sería
la misma después de lo que había vivido.
Los detenidos “cantarían” donde se encontraban las caletas que servían
para esconder el dinero. Muchas no se sabrían nunca y nacería la leyenda de
que personas encontraban esas grandes cantidades de dinero y se hacían ricos.
Lamentábamos las bajas que se había producido en esta guerra en nuestra
gente, siempre se sentía la muerte de una compañero ya que tu no sabías
cuando serias tu él que pasabas a las estadísticas de funcionarios muertos en
las acciones policiales.
Como era de esperar después de estas acciones, grupo que supuestamente
defendían los derechos humanos de los delincuentes armaban un escándalo al
denunciar abusos en los procedimientos policiales.
Siempre me pregunte las razones porque estos grupos no protestaban
cuando caían civiles por el fuego de los delincuentes, cuando sufrían las
familias por los desmanes de estos hombres que solamente traían a la sociedad
muerte y miseria.
Nunca me cansare de repetir que mi persona jamás sintió remordimiento
por mis actuaciones como miembro de un equipo táctico. Éramos el freno a
estos desmanes de estos delincuentes contra los ciudadanos de bien.
Celebraríamos el fin de esta pesadilla. Seriamos condecorados por el
Gobernador por las acciones que realizamos. Eso sí fue en una reunión
privada, ya que debíamos proteger nuestra identidad.
El Gobernador se dirigió después a la prensa y se mostró muy poco
comunicativo en dar declaraciones. Todos nos sentíamos muy satisfechos de la
labor cumplida.
Ya dentro de poco nos enfrentaríamos al Cartel de la Montaña ya que el
grupo como era de imaginarse se sintió poderoso y trato de erigirse en los
dueños de la ciudad, pero para eso estábamos los hombres de la Policía para
salirles al frente y comandando por tres Comisarios de la talla de Terán,
Montoya y Labastida.
*
En mi vida personal puedo terminar de contarles, que tiempo después me
case con Sonia y me gradué de abogado. Después de obtener el título, no seguí
ocultando que trabajaba para la DIIP. Pero siempre la gente y parte de mi
familia pensaban que era como un asesor jurídico.
Solo Sonia y mi padre supieron la verdad. Continúe con la mejor relación
con mi jefe el Comisario Julio Montoya y con el Inspector Ricardo Millán,
quien ascendió meteóricamente.
Sobre Ricardo les contare, no se casó con mi hermana, al final se casó con
una buena mujer, pero siempre recordó con nostalgia a Patricia.
Juan, Federico y Alejandro siguieron siendo mis compañeros y Juan
compartió conmigo cuando nos enviaron al país sede del Organismo de varias
policías de diferentes países que combatían el crecimiento de los Carteles en el
Continente.
Claro esa será otra historia, que ustedes decidirán si les interesa que les
cuente. Esta fue mis inicios como Comando de un Equipo Táctico.
Hasta pronto amigos míos.

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