Táctico
Por
INTRODUCCIÓN
Quiero en primer lugar aclarar que este relato no tiene nada que ver con la
vida real, ninguno de los hechos aquí narrados ni los personajes son reales.
Espero que no busquen en lo escrito, algo que haya ocurrido en algún país.
Todo lo aquí narrado es simplemente sacado de mi propia imaginación.
Los protagonistas no son reales ni son el retrato de algún policía que
existiese, son mezclas de personajes que he leído en alguna novela policial o
visto en algunas películas.
Tampoco esto es un libro denuncia, ni pretendo dictar cátedra en acciones
policiales, ni soy un experto en armas, ya que la información sobre ellas la he
extraído de libros, revista y de Internet.
Reconozco a mi hijo Luis Eduardo quien me dio la idea de escribir en el
género policial.
Quiero agradecer la paciencia de mi esposa Jackelin, quien muchas noches
aguantó la luz prendida, mientras yo desde nuestro cuarto en mi computadora
portátil le daba forma a este relato.
De la misma manera agradezco a mi hermano de crianza Wilmer Viloria
quien me condujo por la lectura de clásicos de la novela policial en mi país de
origen.
Aclaro que la Dirección de Inteligencia e Investigación Policial no es copia
de un cuerpo policial que haya existido, ni en mi país ni en ningún lugar
conocido, el DIIP es mi creación, extraído simplemente de mi mente y no de
ningún otro lugar.
Deseo que esta novela sea del agrado de ustedes y que vean en ella mi
intención de que no sea un calco de ninguna otra producción y que lleve un
estilo que sea muy mío y por eso irrumpo en este tipo de género, siendo la
primera vez que salgo del género de novela histórica que es mi favorito.
Para ustedes amigos lectores, con el aprecio de alguien que es uno más de
ustedes y que simplemente tienen la magna pretensión de ocupar su atención
por algún tiempo. Me despido y espero que la disfruten:
PERSONAJES
CAPITULO I
Si amigos míos, no tuve una vida muy normal que digamos, escogí esta
profesión quizás atraído por las novelas de aventuras y policiacas que leí desde
muy niño. Decidí vivir lo mismo que vivían los protagonistas de esas novelas
y por eso a la temprana edad de 20 años ingresé al Equipo Táctico de la
Dirección de Inteligencia e Investigaciones Policiales, DIIP.
En ese cuerpo pase 25 años de mi vida, ahora que estoy a punto de
retirarme para ingresar en cualquier consultora de seguridad o ejercer como
abogado criminólogo, carrera que realice al mismo tiempo que mi trabajo
policial, no me queda más que contar todas las vivencias que tuve como
miembro de este equipo de elite del órgano policial que les nombre.
Pertenecí al grupo del DIIP que se unió a otros cuerpos en el continente
para formar el órgano continental en lucha contra la droga.
Recuerdo como fui invitado a pertenecer a este grupo de Equipo Táctico
del DIIP, por un admirador que tuvo una de mis hermanas, que había sido
invitado por los jefes de esta organización, para crear un grupo de Operaciones
Especiales muy bien entrenados, con la intención de combatir el delito que
estaba creciendo en nuestro querido país.
Para eso se debía contar con jóvenes que tuvieran la mística de pertenecer
a un grupo destacado y muy bien entrenado, que sintieran que estaban
realizando una cruzada en contra de la delincuencia, protegiendo a la
ciudadanía de los desmanes del hampa. Seriamos muy bien pagados, para
evitar que nos desviáramos buscando obtener dinero en actividades delictivas.
Esos jóvenes iban a ser entrenados por los mejores y debían ser escogidos
entre los más fuertes y capaces, ya que el entrenamiento debía de ser continuo
y duro. Cuando no estuvieran entrenando debían ser preparados en todas las
áreas de la Criminología para combatir el delito, sin venderse como muchas
veces había pasado en los cuerpos policías, convirtiéndose los miembros en
delincuentes protegidos por la Ley.
Este grupo del CIIP, era dirigido por uno de los mejores policías que había
tenido el país de nombre Julio Montoya, hombre de contextura atlética, de
pelo cortado casi al rape, con un bigote y barba tipo candado muy recortada,
de mediana estatura, siempre elegantemente vestido, con lentes Rayban de
montura plateada y de vidrios verde oscuro. Montoya era experto en todo tipo
de armas y entrenado en el arte de combate sin armas israelí llamado Krav
Maga.
Julio había realizado cursos en varios países que tenían los cuerpos
policiales más destacados del mundo. Acompañado del enamorado de mi
hermana Patricia, llevó a este grupo de inteligencia y acciones especiales a ser
el mejor del país.
Julio era un gran jefe, que nunca nos encomendó ninguna misión que él no
estuviera dispuesto a conducirnos en primera línea. Entrenaba con nosotros y
demostraba con su dote de mando que con él podíamos ir al infierno a cortarle
los bigotes al mismo diablo si nos lo pedía.
Mi posible cuñado llamado Ricardo Millán, fue el que me presentó a Julio
Montoya, comentando que era un buen candidato para integrar este equipo de
elite en acciones especiales.
Habían pasado varias semanas desde que mi amigo me había invitado a
pertenecer a esta unidad de elite. Pasarían 100 años y nunca olvidaría la vez en
que Ricardo había ido a la ciudad donde vivía antes de irme a estudiar. Él
trataba de enamorar a mi hermana, pero ella nada que le hacía caso.
Una noche salimos a tomar y a bailar un grupo a una discoteca de moda en
la ciudad, por lo que me pude enterar por el mismo Ricardo, mi hermana, le
hizo varios desplantes. Ella estaba enamorada del hombre que después se
casaría y que precisamente no la haría muy feliz.
Cuando llevamos a las muchachas a sus casas; Ricardo y yo nos tomamos
unos tragos, yo veía a mi amigo algo triste por la negatividad de mi hermana
para hacerle caso. Oyendo a mi amigo en su perorata de despechado, como me
correspondía por ser gran camarada, que duro cierto tiempo, me comentó que
trabajaba para la Inteligencia del DIIP y que pronto ingresaría en un Equipo
Táctico que estaba implementando Julio Montoya.
Me invitó a pertenecer a esa unidad que sería muy bien entrenada por uno
de los mejores policías que había en el país, llamado Julio Montoya, experto
en armas y artes marciales.
Yo a pesar de mi corta edad, era fanático del entrenamiento físico, de las
artes marciales y de las armas de fuego, quien mejor para comenzar a ser
entrenado en esta unidad de elite.
Esos tragos que nos tomamos esa noche fueron el comienzo de esa carrera
que por tantos años he tenido. Nunca me arrepentiré la decisión tomada esa
noche, me sentí desde ese tiempo útil a la sociedad y uno de sus guardianes,
además esta profesión; como la de abogado; me dieron muchas satisfacciones.
Hoy en día escucho la canción “Lagrimas” de Roberto Blades y recuerdo
ese día en donde di mi primer paso para entrar en estas unidades de elite. Esa
canción que estaba de moda en ese tiempo la pusieron varias veces esa noche.
Esa música; recuerdo; que golpeaba especialmente a mi amigo y luego
camarada de armas.
Déjenme presentarme, soy Carlos Eduardo Carrero, fui funcionario de este
cuerpo de operaciones especiales por casi 25 años. Ahora uno de sus jefes ya
en vías de retiro, como anteriormente les comenté, con solamente 45 años y
considero que todavía estoy en el mejor momento de mis condiciones físicas,
ya que todavía realizo el entrenamiento que comencé desde que tenía 16 años.
Ese día en que Ricardo me presento a Julio Montoya, este me miro con
indiferencia comentando
-Veremos a ver si aguanta. Dijo con ironía.
-No se preocupe, que aguantare, para eso estoy aquí. Le respondí.
Pude notar un brillo de satisfacción en su mirada y que le gusto mi
determinación, ya que hombres como yo era lo que este equipo táctico
necesitaba.
-Ricardo, tráemelo para la semana que viene para que empiece el
entrenamiento, para ver si es tan fiero el león como ruge. Una vaina muy
diferente es cualquier gimnasito de Karate deportivo que pertenecer a la DIIP.
Finalizando con esto la corta entrevista.
Se nos había realizado una prueba física a nosotros, en un Equipo Táctico
no hay lugar para hombres gordos o débiles, los fumadores y los muy miopes
o sordos no son aceptados.
Al salir le dije a Ricardo que me parecía que no le había caído muy bien a
Montoya ya que no me había gustado el comentario de él sobre mi querido
gimnasio de Karate, en donde tantos años de mi vida había pasado, pero había
notado que al jefe de mi amigo le había gustado mi determinación, ya que
pocos jóvenes abandonan una vida de comodidad para entrar a otra vida llena
de peligros y sacrificios.
Con una tremenda carcajada Ricardo me respondió
-Cuñado si le caíste bien al jefe, cuando le lleve tu currículo lo leyó con
interés, pero recuerda que Julio es un experto en combate a manos libres real y
no ve con buenos ojos que las artes de combate sean convertidas en deportes.
-Julio, opina que los deportes, son para niños y la acción verdadera es para
hombres de verdad, que necesitan la adrenalina para sentirse vivos. Hará que
le pruebes a cada rato que no eres un niño.
-Eso sí, te digo cuñado, él es uno de los mejores policías con que cuenta el
país y los otros del DIIP, casi tan buenos como él, ya forman parte de nuestro
grupo dispuestos a entrenarlos a ustedes para convertirlos en los mejores de
los mejores.
Se dice que Julio ha sido entrenado por los Spetnak rusos en un convenio
con Rusia que tuvo nuestro país, además fue a Israel; en otro convenio; por
eso es que es un experto en Krav Maga, y Systema ya que en esos países
aprendió este arte marcial.
-Lo que si te puedo jurar, cuñadito, que todo lo que has soñado como
policía, aquí lo vivirás con creces.
-Por lo que he oído el entrenamiento será brutal, pero si llevas tanto tiempo
pagando por entrenar Karate y las otras artes marciales que has practicado. Te
será esto un nuevo reto que sabrás pasar, convirtiéndote en uno de nosotros, un
comando de acciones especiales. Bueno por algo te recomendé, además por tu
pasión por ser policía y conoce la acción de la buena.
-Te agradezco, Ricardo tu recomendación. Realizaré lo que siempre he
querido hacer. Respondí.
-Lo que si te diré que en este cuerpo no podrás actuar igual que los
vaqueros del oeste ya que, aquí no queremos héroes sino hombres que hagan
equipo, para de esta manera evitar cualquier baja, no deseada. Me dijo.
-En el DIIP necesitamos integrantes dedicados, compactos con el cuerpo,
que sepan cumplir órdenes y que no interrumpan la verdadera acción policial
para lucirse. Aquí se deben cumplir órdenes. Concluyó él que pudo ser mi
cuñado, pero que una mala elección de mi hermana cerró la posibilidad, pero
que fue mi jefe y amigo hasta estos días en que con casi 45 años pase en esta
unidad de elite, tanto como integrante, jefe y ahora esperando mi retiro.
Por fin llego ese día tan esperado en donde comenzaría mi entrenamiento
para convertirme en un comando del DIIP.
Muy temprano en la mañana me apersone al sitio en donde iban a
comenzar mi entrenamiento, el día anterior había llegado a esa ciudad en
donde quedaba el centro de entrenamiento del DIIP.
Había llegado a esa ciudad en donde también realizaría mis estudios de
Derecho, así que por cierto tiempo mi familia no conocería mi doble vida.
Pensaba en decirles la verdad, después que pasaran varios años y ya por lo
menos hubiese logrado avanzar en la carrera que ellos estaban tan deseosos
que yo estudiase. Por varios años llevaría una doble vida, de la cual muy pocos
se enterarían que la llevase, menos mi futura esposa que se dio cuenta, pero
lleguemos a esa etapa para contarles.
El DIIP no quería que conociesen nuestra verdadera identidad como
Equipo Táctico ya que nos arriesgaríamos nosotros y pondríamos en riesgo a
nuestras familias y seres queridos.
Al llegar al centro de entrenamiento vi a Julio Montoya, a Ricardo Millán
y a tres hombres más vestidos de negro completamente, con boinas, botas,
pantalones y camisa, con tremendas pistolas Glock en una funda casi a nivel
de la rodilla, con cuatro cargadores adornándoles la correa que les recorría la
cintura.
Le hice un movimiento con la cabeza a Ricardo, que él pareció no notar y
me dirigí a las filas que un grupo de jóvenes como yo, en un número
aproximado de 30 personas, todos hombres que se les veía entrenado
físicamente, unos más corpulentos que otros, pero todos entre los 18 y 20
años.
Julio Montoya, un paso adelante de sus subalternos, después que fuimos
formándonos en líneas de 10 hombres, nos dirigió la palabra.
-Aquí comienza todo. Amigos míos. Les hare conocer el infierno. Dijo con
carácter Montoya casi escupiendo las palabras. Esa fue la única vez que oímos
que el jefe nos tratara mal, siempre se distinguió por su trato cortes hacia
nosotros.
-Recordaran este día como el día que el diablo resulto ser la Madre Teresa
de Calcuta en comparación conmigo.
-Vamos a trotar. Grito, siendo seguido por Ricardo y por los cuatro
hombres que habíamos visto a un paso antes del jefe del grupo de elite.
Nosotros seguimos detrás y al ritmo de una canción como hacían los
soldados seguimos a nuestros nuevos jefes.
Después de varios minutos de trote, Julio, Ricardo y los otros jefes nos
llevaban al piso para hacer diferentes tipos de flexiones de pecho, que
realizaban con nosotros demostrando en las múltiples repeticiones que esa
corpulencia no era pura paja.
Al concluir las series seguíamos trotando para después de varios minutos
realizar sentadillas de diferentes tipos, como eran paracaidistas, pistol, polvos
del gallo y esquiadores.
Más trote y al piso a realizar series de abdominales, trote hasta que
llegábamos hasta unas barras fijas y teníamos que realizar con el ejemplo de
nuestros jefes y entrenadores, de quienes no queríamos dejarnos vencer.
Cuando llevábamos 35 minutos seguidos entre trote y calistenia, sentíamos
que el cansancio estaba haciendo presa en nosotros, a pesar que todos éramos
hombre acostumbrados al entrenamiento físico.
Por media hora más nos llevaros al borde de nuestra resistencia física. Al
concluir nos condujeron a una especie de polígono para probar nuestra pericia
en el manejo de armas cortas y largas.
Disparábamos pistolas de diferentes tipos, pasábamos por las antiguas
Browning 9 mm, arma de acción simple, Beretas 380 Parabelum, para llegar a
las modernas Glock.
Yo me había entrenado desde muy joven en el manejo de armas, ya que
tanto mi tío Pedro José y mi papá José Luis Carrero eran fanáticos de las
armas. Desde muy niño me enseñaron a disparar y a nunca jugar con ellas. Por
eso era que el DIIP necesitaba hombres que conocieran como disparar y de allí
nos convertirían en diamantes que nos pulirían.
Yo había practicado muchas veces desde muy joven un ejercicio de tiro
deportivo que se llamaba Bill Drill que con él se practicaban 4 destrezas
importantes para un tirador practico, como desenfunde, empuñamiento,
control del arma y la visión en el punto de mira.
Mi padre y mi tío eran fanáticos de este tipo de entrenamiento. El Dr. José
Luis Carrero era Presidente de la Asociación de Tiro de la ciudad donde
vivíamos.
Practicábamos mucho en esta disciplina frente al blanco en posición de
brazos en alto al aviso, desenfundábamos y disparábamos seis veces al blanco.
De la misma manera había practicado tiro de combate haciéndome un
experto en las posiciones isósceles, weaver y combate. También conocía el
Center Axis Relock o “CAR” es una técnica moderna de tiro que armoniza
una forma de empuñe del arma y posición de tiro que prepara la retención del
arma, el combate en ambientes confinados, mayor flexibilidad en ángulos de
tiro y la rapidez del tiro.
Por este entrenamiento de años, me pude adaptar rápidamente a los
entrenamientos del DIIP.
Ese día también pasamos por disparar armas largas, como lo fueron la
antigua FAL, los fusiles HK y las modernas AK-47 de calibre 7,62 x 39 de una
candencia de tiro de 600 disparos por minuto.
Pasábamos por el Colt Comando especialmente para fuerzas de asalto, a
pesar de que había sido diseñado para la guerra de Vietnam, el fusil Hecker
and Kock HK 416 con mira, hasta el Galil Ace bastante potente y versátil, este
fusil israelí.
Disparamos entre ejercicio y ejercicio el fusil norteamericano M16 con
cargadores para 20 cartuchos, que se podía disparar de dos formas
semiautomática o en ráfagas cortas de tres disparos.
Entre disparo y disparo, los combinábamos con más flexiones de pecho,
para cansar nuestros músculos superiores para que un fusil como el AK-47 de
tan solo 3 kilos nos pesaran toneladas y no decir el FAL cuatro kilos más
pesado.
En las siguientes semanas entrenábamos combate a fuego real en técnicas
de incursión y con el tiempo realizaríamos rapel desde helicóptero.
Después de una agotadora mañana, concluimos con una ducha, buscamos
los equipajes que habíamos dejado en un salón a la entrada del centro de
entrenamiento.
Comimos suculentamente para recobrar energías y pasamos a un salón en
donde un instructor nos explicaba que era lo que la DIIP quería de nosotros y
su historia como cuerpo policial del país.
Pasamos de instructor en instructor hasta culminar a las cinco de la tarde,
en donde pudimos ir a un salón como de recreo en donde unos pedimos
sentarnos en mesas y conocer a los otros integrantes de este entrenamiento y
otro ver televisión una hora, para después ir a cenar también apetitosamente
como en el almuerzo. Volvimos al salón y pude entablar conversación con dos
jóvenes un poco mayores que yo conocidos como Alexander Machado y
Federico Rubio.
Con estos dos hombres me unió una gran amistad, Machado es padrino de
mi hijo Carlos Luis y Rubio estaría con nosotros más de 18 años hasta que una
bala de unos secuestradores cegara la vida de este gran comando que fue junto
a Ricardo y Alexander los hermanos que nunca tuve.
Lamente por muchos años no haber estado en esa persecución en donde
mataron a Federico ya que siento que si yo hubiese estado allá, nunca hubiese
muerto, ya que lo que si teníamos nosotros era que nos cuidábamos la espalda
uno con los otros.
Bueno pero eso son gajes del oficio, ayer había sido él, pero hoy podía ser
yo y todavía no había pasado a retiro. Teníamos que aceptar que ese riesgo de
que hoy fuese el último día, era parte del nuestro trabajo.
Esa noche fue que hice amistad con mis dos amigos y también conocí a
varios compañeros, de los cuales había varios que no pudieron con los
entrenamientos.
Al otro día muy temprano en la mañana nos esperaba Julio Montoya con
Ricardo y los instructores quienes nos llevaron a una hora de trote y calistenia
como el día anterior.
Otra vez, entre carrera y carrera, las múltiples flexiones de pecho,
sentadillas y barras fijas. Perdí la cuenta cuantas veces las hice, dándome
cuenta que este entrenamiento era totalmente diferente a cuanto había
realizado.
Lo que si veía era a Julio, Ricardo y a los demás instructores hacer los
mismos entrenamientos que ellos nos exigían, pero se veían muy descansados,
mientras nosotros que no nos destacábamos por ser alfeñiques, estábamos
destrozados, con agujetas como si esta fuese la primera vez que hiciésemos
ejercicio.
Después de la rutina que nos pareció eterna, nos duchamos y nos sentamos
a desayunar acompañados por nuestros jefes, quienes compartieron
amablemente con nosotros en una franca tertulia, en donde parecían más
compañeros nuestros que sádicos entrenadores como se habían portado hace
un rato. Eso si no nos exigían nada que ellos no hiciesen, entrenaba con
nosotros.
Pero puedo decir que con todo y lo duro del entrenamiento y los dolores
musculares me sentí como pez en el agua. Esto me gustaba y para este
momento me había preparado muchos años. Aunque dolía, como será que
recuerdo perfectamente los dolores que sentí ese día.
Pasarían los años y yo me acercaría por lo menos cuatro días a la semana
para entrenar con los Comandos. Definitivamente lo comencé a disfrutar ese
día, muchas veces acompañado por colegas nos dirigimos al gimnasio del
cuerpo para completar con pesas el entrenamiento.
Claro pero no entrenábamos como fisiculturistas, usábamos los hierros
para tener fuerza funcional, simplemente.
Después del sabroso desayuno, pasamos a un amplio salón en donde el
mismo Julio nos dio una clase sobre lo que era la meta de este grupo especial y
a donde quería que llegáramos como comandos.
Nos hizo un recuento sobre su currículo, cosa que nos produjo una
admiración más grande sobre el Comisario Julio Montoya. Era tremendo
policía.
Sentimos orgullo de ser conducidos por tan destacado comando. Después
de tres horas con Julio nos invitó a un patio cubierto de bien recortada grama
en donde practicaríamos combate sin armas.
Como amante de las artes marciales quería ver al famoso Julio Montoya en
acción. Su fama de experto lo precedía.
¿Se han preguntado porque en esta época con armas tan avanzadas todavía
se entrenan a los Equipos Tácticos y soldados en combate sin armas?
El combate sin armas es de importancia en escenarios urbanos donde
puedes encontrarte un enemigo sorpresivamente, además de que es muy
favorable en operaciones de bajo perfil, en donde no se puede abrir fuego,
aunque las armas tengan silenciadores, ya que llamaras la atención del
enemigo y comprometerás la operación.
Julio hizo que nos sentáramos en un amplio círculo en torno a él.
-Ahora viene lo bueno. Dijo con ironía mi nuevo amigo Federico.
-Bueno esto era lo que querían, hijos de puta. Comentó entre dientes
Alejandro.
-Muchachos ahora van a conocer la esencia del combate sin armas. Todo
combatiente debe estar preparado ya que no sabe cuándo quedara sin armas
para defenderse. Explico Julio.
-Esto que les voy a enseñar es Krav Maga y Systema las mejores artes de
combate que existe en este momento, del cual soy modestamente, un experto.
Continuó.
Este arte de combate es el sistema oficial de lucha y defensa personal
usado por las Fuerzas de Defensa y Seguridad israelíes, conocido en sus
comienzos como krav, del hebreo krav, combate; y magá, contacto.
-Este arte marcial es superior a cualquier arte de combate, mucho mejor
que el Karate, amigo Carlos. Dirigiéndose a mí con ironía.
Pero eso no hizo que bajara para nada la admiración que sentía por el
Comisario Julio Montoya.
-Un combatiente que maneje Krav Maga y Systema es letal hasta para un
atacante armado…Dice.
El Krav Maga tiene su origen en combate militar donde fue forjado por
uno de los más severos combates del siglo pasado, en medio de la Segunda
Guerra Mundial y las violentas confrontaciones militares de medio oriente.
Este arte fue creado por Imi Lichtenfeld, gran maestro Israelí quien
comenzó a fines de la década del 40 cuando servía como Instructor en jefe de
combate mano a mano y entrenamiento físico del Ejército judío.
El Systema es mucho más antiguo. Rusia en toda su historia ha tenido que
defenderse de invasiones de mongoles, tártaros, vikingos, esos guerreros
trajeron diferentes artes de combates
Como resultado de estos factores, los guerreros rusos desarrollaron un
estilo de combate que combinaba un espíritu fuerte con tácticas
extremadamente innovadores y versátiles que eran prácticas, peligrosas y
efectivas simultáneamente contra cualquier tipo de adversarios y en cualquiera
circunstancia. El estilo era natural y libre al no tener estrictas reglas,
estructuras o posiciones rígidas y limitaciones (excepto por las morales).
*
Todas las tácticas eran basadas en reacciones instintivas y la fuerza y
características individuales, así como específicamente diseñadas para aprender
rápidamente.
Como resultado de estos factores, los guerreros rusos desarrollaron un
estilo de combate que combinaba un espíritu fuerte con tácticas
extremadamente innovadores y versátiles que eran prácticas, peligrosas y
efectivas simultáneamente contra cualquier tipo de adversarios y en cualquier
circunstancia. El estilo era natural y libre al no tener estrictas reglas,
estructuras o posiciones rígidas y limitaciones (excepto por las morales).
Todas las tácticas eran basadas en reacciones instintivas y la fuerza y
características individuales, así como específicamente diseñadas para aprender
rápidamente.
En ese momento uno de los compañeros trata de disimular su risa,
haciendo que los ojos de Montoya se dirijan hacia él.
Con una fría mirada, se dirige hacia el hombre que es el más corpulento de
todos nosotros.
-Óyeme acércate, te necesito para demostrarles lo que es un combate de
verdad. Le dijo.
El hombre se levantó, haciendo alarde de su alta estatura, que aunque
Montoya no era bajo, 1.75 cm más o menos, el compañero pasaba del 1.90 cm.
-Cuál es tu nombre, amiguito. Le pregunto el Comisario.
-Juan González. Respondió el grandote.
-El Systema y el Krav Maga , te enseñan a noquear a un hombre mucho
más grande que tu. Afirma nuestro jefe.
Julio dirige hacia la cara de González la palma de la mano abierta haciendo
que el hombre gire la cara, aprovechando el experto de dirigir un recto a la
unión de la mandíbula con el cuello.
-Esta es la manera más fácil de desmayar a un atacante. Aclara Julio.
Repite el movimiento varias veces contra la mandíbula de González.
El gigantón se veía que estaba en la mejor forma de su vida y que tenía
experiencia en artes de combate sin armas, Por su apariencia se notaba que era
difícil que perdiera. Julio Montoya se quitó la franela, demostrando una férrea
musculatura de combatiente.
El coloso lo imitó y dejo al descubierto una musculatura de Levantador de
Poder y para abreviar el cuento, puedo decir que el Comisario derroto
fácilmente a González, sin humillarlo.
-Levántense pues niños. Aquí no vienen a dormir. Nos dijo con rudeza
Julio.
Nos hizo levantar y practicar el movimiento que él realizó con el gigante
González.
Múltiples veces realizamos el movimiento.
Pasamos dos horas entrenando con este movimiento y varias aplicaciones
que nos enseñó Julio Montoya. La parte del curso de combate sin armas
constaría del aprendizaje de aplicar el uso de la fuerza y otras técnicas ante
situaciones de emergencia, la aplicación del uso escalonado de la fuerza.
Practicaríamos golpes con los puños y codos, con los pies y rodillas,
desarme de cuchillo, de bastón, de arma corta, de arma larga, pelea en el piso,
prácticas de combate contra varios agresores. Por muchas semanas nos
preparamos en Krav Maga y Systema y yo; humildemente; bajo la tutela del
Jefe me convertí en un experto, artes que practico todavía.
En Systema pude contar con la suerte de ser entrenado por el gran maestro
Fabián García, el único representante oficial de la Asociación de Artes
Marciales Rusas. Cuencas era un militar argentino que pertenecía a un equipo
táctico, que viajo a Rusia para poder aprender este arte de combate.
Por lo menos en mi caso yo desde que era un niño había entrenado artes
marciales, había entrenado Kung Fu por casi tres años, pero el gimnasio lo
había cerrado, después entrene judo y Jiu Jitsu que me ayudo a conocer el
combate cuerpo a cuerpo, finalice entrenando Karate por varios años, ya que
para ese tiempo ya en la ciudad en donde nací existía un dojo que todavía si
mal no recuerdo permanece funcionando dirigido por los hijos de uno de sus
primeros Senseis con que contó.
Ahora en este curso tendríamos como requisito de graduación era tener 160
horas de entrenamiento, dominando las técnicas del Krav Maga y Systema a la
perfección. Mi arte de combate sin armas mejoro muchísimo, era un experto
en terminar a un rival con mis propias manos en segundos, cosas que no
aprendí en los años que practiqué artes marciales.
Nos entrenaron en técnicas letales y que causan la muerte de tu oponente,
eso si no te permiten aplicarle esas técnicas a tus compañeros, practicábamos
mucho, de eso dependía la vida nuestra, además de eso se le da énfasis en que
debes acabar a tu enemigo lo más rápido posible, ya que mientras más tiempo
pelees con alguien, más posibilidades hay de que lleguen personas a ayudar a
tu enemigo.
Aprendimos que además de tu propio cuerpo, el combate con cuchillos o
palos, son las armas principales en las artes marciales militares.
Al final del entrenamiento, Julio nos dijo:
-Muchachos los estilos de artes marciales tradicionales no estaban
encaminados en ser ventajosos en peleas reales contra contrincantes altamente
entrenados.
Julio nos explicó que las artes marciales tradicionales no eran muy útiles
en peleas reales en acciones de los equipos tácticos.
-Muchas técnicas de estos estilos de peleas no son malas, pero en espacios
controlados, usando reglas o con personas que no están entrenados o son
peligrosas. Aclaró Julio Montoya.
Yo reconocía que mis técnicas eran muy estáticas para servir en una pelea
real. A pesar de ser un hombre entrenado en combate sin armas y tener
experiencia en diferentes artes de combate y haber participado en cientos de
“kumites”, era raro que me derrotasen personas de mi mismo nivel.
El Comisario afirmó:
-Sé que muchos de ustedes están preparados en artes marciales, son quizás
expertos en dos o más artes de combate, pero estoy seguro que ha sido en
ambientes muy controlados con varias reglas o si ha sido en la calle, ha sido
con personas que no han entrenado mucho.
Yo debía reconocer que tenían razón en lo que señalaba Yo podía había
sometido a varias personas, pero con reglas que restringían muchas cosas en
peleas de artes marciales.
Con este entrenamiento de Systema y Krav Maga aprendimos técnicas que
eran enormemente efectivas sin necesidad de dar espectáculos al estilo de
Bruce Lee, ni filosofías inservibles para el campo de combate moderno. En par
de meses logre dominar el estilo de combate cuerpo a cuerpo real.
-Muchachos las artes marciales que ustedes han conocido, te enseñan que
posiblemente hayan sido muy efectivas en sus tiempos, además que mantienen
el aspecto estéticos de técnicas que aparecen en las películas, en lo que les
enseñaremos tendrán como prioridad es la efectividad, sin importar que sean
atractivas o no. Afirmó el jefe.
-Poco a poco irán aprendiendo este arte de combate sin armas y después de
esto quiero que vuelvan a practicar con las armas igual que ayer, pero hoy
serán dirigidos por el Inspector Ricardo Millán.
-Practiquen bastante, ya que de eso puede depender la vida de ustedes, con
estas técnicas de pelea real aprenderán a eliminar al enemigo con la mayor
rapidez, ya que mientras pasen mayor tiempo en el entrenamiento, más es la
posibilidad que llegue ayuda. De esta parte del entrenamiento; como de las
otras los convertiremos en unos verdaderos expertos.
Pasamos hasta bien entrada la hora del almuerzo practicando tiro con las
armas cortas y largas de la jornada anterior.
Ricardo era tremendo tirador y mejor instructor y nos hizo realizar tiros
desde diferentes posiciones. Acostados, de pie y de rodillas.
Acentuar las habilidades de armamento y tiro de los aspirantes a comandos
ante situaciones no previstas y el manejo del estrés que esto leva.
Pasamos una hora desarmando tanto las pistolas como las armas largas.
Esta vez practicamos con varios tipos de escopetas de combate, pudimos
disparar la letal Mossberg 500 israelí, arma de tremenda potencia y candencia
de fuego, la semiautomática Remington 1187 que nos da la facilidad de
disparar desde cualquier posición, que usa potentes cartuchos de calibre 12,
igual practicamos con la escopeta táctica Benelli M4.
Aprendimos con estas armas lo importante que son para el combate que
pueden almacenar hasta 8 cartuchos. Finalizamos con una tremenda arma
como lo es la Benelli M1016 con mira óptica, una grosería de arma, ya que se
le podía incorporar miras laser, punto rojo.
Nos entrenábamos en posición de tiro instintivo tanto con armas cortas
como largas, prácticas de tiro en posiciones básicas, de pie, rodillas y
acostado, prácticas de tiro posición fundamental en combate urbano, prácticas
de tiro con brazo incapacitado, cambio de cargador con brazo incapacitado;
prácticas de tiro a doble impacto, prácticas de tiro a doble impacto, prácticas
de tiro, identificación de objetivos sobre el mismo plano, prácticas de tiro,
control de la cadencia conforme a la distancia ; distancias: corta, media y
larga, conceptos básicos y prácticas del tiro nocturno.
Para el próximo entrenamiento nos prometió Ricardo que entrenaríamos
con lo mejor en tecnología de combate que era ese gran trabuco conocido
como escopeta Serbu Super Shorty, que según nos explicó que era un arma de
corredera especial para distancias cortas, de escaso tamaño, pero de limitada
carga, ya que solamente cargada por dos cartuchos calibres 12.
Para los próximos entrenamientos conoceríamos de ese trabuco que nos
prestaría tremendo servicio cuando queríamos derribar puertas para irrumpir
en una casa. A distancias cortas la escopeta era necesaria, pero después de 10
metros era necesario el fuego de armas automáticas.
Julio nos explicaba que era natural que los policías prefirieran la escopeta,
pero cuando tenías que disparar cerca de la cabeza de un compañero era
preferible tener una ametralladora y no una escopeta. Esa arma podía servir
cuando tenía un enfrentamiento, pero no para una situación de rehenes.
Aunque era necesario que si alguna vez fuésemos lo lidere de un equipo
debíamos pensar tácticamente.
El líder debía saber que era bueno bajo el fuego, Con el tiempo vimos que
el Comisario Montoya era espectacular bajo fuego. Nos demostraría Montoya
que pensaba con rapidez y con efectividad bajo fuego.
No me podía quejar, esto era lo que yo quería y en la tarde ya en hora de
descanso, tuvimos la agradable visita del jefe Julio Montoya a tomarse un café
con nosotros.
Hicimos un círculo alrededor de él y pudimos escuchar como seria nuestro
entrenamiento y cuando podíamos tener un horario más flexible, en donde yo
podía comenzar mis estudios de Derecho.
Las dos primeras semanas transcurrieron de un modo bastante interesante
para mí, corría ocho kilómetros diarios y hacia los ejercicios calistenicos con
pasión, motivado por el ejemplo del Comisario Julio Montoya y del Inspector
Ricardo Millán.
Había mejorado mi puntería después de disparar trescientas veces diarias,
había que reconocer el excelente trabajo que realizaba el armero del equipo
táctico. Con mi Glock 380 podía hacer blanco certeramente tres tiros en la
cabeza de un delincuente a cincuenta metros.
Para mí, mis compañeros eran los mejores compañeros y mis jefes los
mejores jefes.
Lo que si no me gustaba era el papeleo que tenía que realizar revisando
expedientes de diferentes delincuentes y solicitados, era necesario que se
memorizase la cara de los hampones ya que en un operativo se los podría
conseguir y en pocos segundos tener que decidir si los neutralizabas o no.
El entrenamiento duraría seis meses, pero continuaríamos preparándonos
por lo menos cuatro horas a la semana mínimo y eso favorecería para
combinar el entrenamiento policial con mis estudios de jurista.
Yo quería ser policía, pero mi familia quería que yo fuese abogado y yo los
complacería para que no se metieran en mis pretensiones.
Mi padre era abogado y tenía el sueño que su hijo varón siguiese el mismo
camino como profesional del derecho.
Por eso era que pensaba que se enteraran tarde de que yo me preparaba
como policía, mi padre no me iba a perdonar que no siguiera la ruta que él me
tenía preparada.
Seguro que para él yo seguiría el camino más difícil, pero ese era mi
camino.
Mi día a día sería así por tres meses, entrenamiento físico, combate sin
armas, prácticas de tiro y tiro instintivo, técnicas y tácticas de intervención
policial, conducción de vehículos policiales, técnicas y tácticas de reacción a
las emboscadas, técnicas y tácticas de emergencia médicas.
El entrenamiento tenía que hacerse para poder asumir rango en los
Comandos de Operaciones Especiales del DIIP o Grupo Táctico del DIIP.
Así transcurrieron los tres primeros meses como comando de Operaciones
Especiales del DIIP. Pero pasarían tres meses más para que participáramos en
algún operativo.
Julio nos decía que este curso estaba diseñado para policías que poseyeran
altos valores de servicio, disciplina, honestidad, lealtad y entrega por nuestro
país, además de gran ética profesional.
Que este curso nos capacitaría como un grupo de comandos policiales
seleccionados que recibiríamos una formación intensiva, siendo capaces para
manejar ciertas situaciones de crisis que una unidad de la policía regular no
está equipada ni capacitada para resolver, como francotiradores, temas de
barricadas, situaciones de rehenes y detenciones de delincuentes
potencialmente peligrosos.
Julio decía en los entrenamientos físicos:
-Para ser parte integrante del Grupo Táctico del DIIP es fundamental y
necesario hacer ejercicio, en ocasiones pueden llegar a las manos con los
sospechosos así que deben estar en mejor forma que ellos y conocer el arte de
Krav Maga y Systema, además llevaremos un equipo básico pesa 30 Kg, y por
eso lo que deben estar es en forma. Así que suelen entrenar 1 hora y media, 4
días a la semana.
-Entiendan que los integrantes de los Comandos tienen que estar
disponibles las 24 horas, los 365 días del año, trabajan en circunstancias
extremas, es su trabajo y su personalidad, y en su día a día se enfrentan con
fumaderos de drogas, personas con rehenes, y sospechosos atrincherados. Eso
no es normal, es extremo, y ese será su mundo.
Nos entrenarían en Técnicas y tácticas de intervención policial como en
desplazamientos de equipos de intervención en avance vigilado,
columna/sigiloso, línea y zig-zag.
Julios y sus instructores nos prepararían en los tipos de coberturas como
abrigos, zonas de riesgo, despejes de zonas de riesgo; individual, binomio y
equipo, avance del despeje, selección de ruta y en comunicación efectiva en el
equipo de intervención entre otras.
Aprenderíamos técnicas y tácticas de reacción a la emboscada, ya que en
algunas situaciones es necesario ciertos movimientos especiales por parte de
los comandos, mientras que los principios de fuego y cobertura y fuego y
movimiento siempre están presentes y las formaciones básicas siempre se
deben utilizan.
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPÍTULO VII
Nos reunimos con Ricardo para aceptar su invitación, recuerdo ese día
como si fuera ayer. Cuando ella y yo llegamos a un Bodegón llamado El
Mesón de Madrid, una excelente Tasca-Restaurant, ya Ricardo nos estaba
esperando y cuál sería la agradable sorpresa que junto a él estaba mi jefe el
Comisario Julio Montoya.
Parecía otra persona, relajado, calmado, sin esa actitud tan seria que le
caracterizaba, al verlo pude notar que en mesas alrededor de la que ocupaban
se veían personas que note; olfato policial, que eran miembros de sus escoltas.
Pero su presencia me causo un gran efecto, le tenía respeto y afecto.
Él con su don de gente y caballerosidad se acercó a nosotros y le tendió la
mano a mi novia diciendo:
-Carmen Cecilia, eres más bella de lo que Carlos me había descrito, se
quedó corto.
-Me tome la libertad de decirle a Ricardo que los invitara, como una
muestra de cortesía hacia Carlos por varios favores que me ha hecho
trabajando con mi amigo el juez Quintero. Continuó.
-Permítame presentarme, mi nombre es Julio Montoya. Tendiéndome la
mano caballerosamente a mi novia.
Luego se dirigió hacia mí y en el mismo tono amable comentó:
-Me alegra, Carlos, que hayas aceptado la invitación. Gracias por venir.
Estrechando mi mano.
-Hoy quise compartir con ustedes y con tres amigos más a los cuales les
debo mucho.
Como si hubiesen oído lo que el Comisario decía hicieron su entrada
Alejandro, Federico y Juan González, que estaba elegantemente vestido con
chaqueta y un swetter cuello alto.
Se acercaron a la mesa y después de la presentación de rigor, ya que
Carmen Cecilia no conocía a Juan. Tomamos asiento.
A los pocos segundos se acercó un mesonero a tomar los pedidos. El
Comisario con su caballerosidad de costumbre le dijo a Carmen Cecilia:
-Por favor, señorita, déjeme recomendarle un vino tinto muy bueno que
nos obsequia la casa esta noche. Invitó recomendándole a mi novia un
excelente caldo, dándonos cuenta que nuestro jefe era un experto en el tema.
-¿Ustedes amigos que desean tomar?
Tomo el pedido el mesonero y al momento llegó con las bebidas.
-Brindo por este encuentro y porque no sea el último.
Puedo recordar que esa noche fue muy agradable y compartimos con
nuestro jefe, disfrutando su amabilidad y don de gente. Lo que si no sabíamos
era que dentro de poco el Comisario Julio Montoya estaría entre la vida y la
muerte.
La mañana siguiente Carmen Cecilia y yo nos dirigimos al aeropuerto
donde cada uno tomaría diferentes aviones para dirigirnos a nuestras casas.
Nos despedimos con nostalgia, ya que desde que habíamos comenzado
nuestra relación no nos habíamos separado.
Llegue al comenzar la tarde a mi casa. Tenía varios meses que no veía a
mis padres y a mis hermanas.
Me abrazaron no más entre a la casa y se notó que mis dos hermanas;
Patricia y Elena estaban esperando desde la ventanas porque no más llegue, de
una vez salieron a recibirme.
Entre con cada una de ellas colgada de mis brazos al estar de la casa en
donde se encontraban mis padres: el Dr. José Luis Carrero y su esposa la Dra.
Inés Patricia de Carrero.
Mi padre como siempre, como si acabase de salir del bufete donde
trabajaba; en traje y corbata, mi madre que aunque estaba en la casa se había
vestido elegantemente para recibir a su hijo al cual tenían varios meses que no
veían.
Pasamos una velada familiar bastante entretenida. Mi madre me tenía
preparado un almuerzo como a mí me gustaba.
Muchas preguntas tenían que hacerme mis padres, querían saber cómo me
estaba yendo en el Primer Año de Derecho.
Por su puesto no les dije que pertenecía a una unidad de elite del DIIP, uno
de los mejores cuerpos policiales del país y que pensaba hacer carrera en la
Dirección de Inteligencia e Investigación Policial.
¿Cómo es tu novia? Pregunto mi hermana Patricia.
Es muy bella. Le dije sacando una foto de ella de mi cartera.
Cuando hice ese movimiento, se notó el arma que llevaba en la cintura a
pesar de que no me había quitado la chaqueta que cargaba.
Mi madre con ironía dijo:
-Hijo de tigre, sale pintado.
Yo algo apenado porque hubiesen visto por un descuido mi arma. Trate de
llevar la conversación hacia mi novia y para que la curiosidad de mis
hermanas con sus preguntas olvidara a mis padres sobre el arma que me había
asignado mi jefe el Comisario Julio Montoya.
-Hijo déjame ver el arma que tienes. Pidió mi papá.
Extraje de mi cintura la pistola Glock 18, le saque el cargador y eyecte la
bala que tenia, pasándosela por el cañón.
-Excelente trabuco. Observo José Luis Carrero, buen conocedor del arma
que observaba. No era la pistola de un cualquiera, era la pistola de un
Comando.
-Muy bonita. Continuó.
-¿Esta Legal? Pregunto.
-Claro papá. Le respondí le enseñe el carnet que me había dado el
Comisario Julio Montoya.
-Claro hijo, era de imaginar. Ya me dijiste por teléfono que trabajas para un
Juez Penal muy importante.
Mi mamá interrumpió la conversación entre los dos, preguntando:
¿Nos tomamos un trago antes de almorzar?
Todos respondimos al mismo tiempo y mis hermanas Patricia, Elena y mi
madre se dirigieron al bar para servir los tragos.
-Muy bonito trabuco, el arma de un experto. Comentó mi padre,
mirándome fijamente.
Pero con su inteligencia nata, hizo una finta diciéndome:
-Ya te enseñare la última que compre. Afirmó, levantándose y se dirigió a
su despacho para volver casi al instante con una hermosa pistola Bereta 380.
-Esta preciosidad no se le queda atrás a la mía. Bueno de quien aprendí el
buen gusto por las armas y por las mujeres.
- Tienes razón, tu mamá está cada día más bella y cuando compre esta
pistola trate de escogerla con mucha sabiduría. Mejor que cuando escogí a tu
mamá.
-Tú también escogiste acertadamente las dos veces, hijo. Me aclaró,
soltando una carcajada.
Conversamos sobre las armas y corto rato después llegaron las mujeres con
los tragos.
Nos tomamos dos rondas más mientras yo les contaba sobre mis estudios y
sobre Carmen Cecilia, hasta que pasamos al comedor para almorzar.
Pase una semana disfrutando de la compañía de mi familia, fueron días
muy sabrosos que a pesar del tiempo transcurrido, todavía los recuerdo
completamente.
En estos tiempos, ya llegando al final de mi carrera policial, me desconecto
completamente de todos mis problemas volviendo a casa y compartiendo con
mis padres que todavía se encuentran en perfecta condiciones a pesar de sus
edades y con mis hermanas.
Comparto con ellos cada vez que mi trabajo y el de Sonia lo permiten. Las
navidades y el año nuevo los repartimos entre la familia de Sonia y la mía.
Cuando nuestros trabajos nos lo permiten.
Lo que sí puedo notar de Patricia es que a pesar de que tiene dos hijos y
muchos años de casada, la tristeza se ve reflejada en sus ojos.
Puedo meter la mano en la candela para asegurar que si Ricardo fuese el
hombre que hubiese escogido mi hermana su vida fuese de otra manera. Pero
que pude hacer yo para cambiar algo, en alguien que no quiere cambiar.
A la semana siguiente, me dirigí al estado de Occidente para visitar a mi
novia. Puedo recordar una anécdota que me da risa recordarla. Cuando llegue
al aeropuerto, me acerque a una línea de taxis para que me llevara a un buen
hotel; ya que quería que cuando le avisara a mi novia de mi llegada, yo
estuviese ya ubicado para de esa manera no molestar.
Le dije al taxista que me llevara a un hotel cómodo y tardo como media
hora llevándome por toda la ciudad hasta conducirme a un lujoso edificio en
donde alquile una habitación que llenó todas mis expectativas.
Después descubriría que el hotel no quedaba muy lejos del aeropuerto y
que el taxista me había dado tremendo paseo, quizás con la intención de cobrar
caro al ingenuo turista, ya que a pie hubiese podido llegar cómodamente a mi
nuevo alojamiento.
Pase una semana inolvidable acompañado de mi novia y sus familiares,
pero lo que si fue que empecé a notar de parte de Carmen Cecilia de unos
celos exagerados y cambios imperceptibles en su humor.
Conocí a una prima de ella y en los días que estuve, no hizo otra cosa que
pelear porque a las supuestas primas; decía; que le había gustado. Por eso
fueron unos días inolvidables ya que me hicieron pensar que como que yo
había escogido muy bien.
Esa semana varias veces me comunique con Ricardo, quien me pudo
comunicar que las cosas en la ciudad estaban candela, ya que la guerra contra
los dos carteles seguía.
Pasarían varios días en donde me llegaría la funesta noticia que mi jefe, el
Comisario Julio Montoya, había sufrido un atentado que lo mantenía al borde
de la muerte.
Ricardo me llamó y me comunicó que esa misma tarde nuestro jefe cuando
salía de su casa había sido ametrallado, sufriendo heridas que lo mantenían al
borde de la muerte.
De una vez arme viaje para la ciudad, porque si nos habían golpeado
debíamos devolver el golpe con más contundencia.
Le dije a Carmen Cecilia que el socio de mi jefe; el Juez Quintero, que era
Julio Montoya; había sufrido un atentado y yo debía dirigirme a mi trabajo por
lo que el Juez necesitara.
Pero como era de imaginar, mi novia, armaría tremenda pataleta, cosa que
no me importó, estaba furioso, ansiaba llegar a la ciudad y activarme para
vengar lo que le había hecho a mi jefe.
En poca horas de viaje y me encontraba sentado en una reunión de
emergencia en la casa de abrigo que era dirigida por el Inspector Ricardo
Millán, quien nos informó que nuestro jefe se encontraba luchando entre la
vida y la muerte, pero por lo que no explicó para nada dudaba que el fuerte
Julio Montoya saldría airoso del intento de su asesinato.
Nos contó que cuando Julio, salía de su casa una moto en donde iban dos
personas habían dirigido unos disparos contra el jefe, que este había rechazado
el ataque junto a sus escoltas dando de baja a los sicarios, recibiendo disparos
en su pierna y en el pecho.
Ricardo informó que de parte del DIIP se recrudecerían los operativos y
había que dar con El Turco y sus esbirros del Cartel del Norte del Continente.
La orden del Presidente era de darles de baja, sin ningún tipo de
contemplación.
Pero no conforme los hampones con atentar contra nuestro jefe, en esa
misma reunión, nos llegó la noticia que en la Policía Regional había tirado dos
granadas que había traído como consecuencia la muerte de dos agentes y por
supuesto dieron de baja a lo que realizaron el atentado.
Eso era inconcebible y en los próximos minutos se realizaría una reunión
con todos los jefes de los cuerpos para ripostar los ataques.
Nos ordenaron aumentar la vigilancia tanto en la casa de abrigo como en la
sede del DIIP por si se presentaran nuevos atentados contra la sede.
Ricardo mismo me explicó que en las dos semanas que me había
ausentado, se había realizado allanamientos importantes en contra de lo
carteles de la droga, adema de haber sido capturado, después de haberlo
herido, uno de los cabecillas de los Adoradores de Satán, los satánicos del hijo
de puta de El Turco.
¡Pero ahora si conocerían al diablo esos malditos!
Nosotros seriamos el diablo.
Por órdenes del Inspector Ricardo Millán, nos dirigimos a la armería y nos
preparamos con lo mejor de la artillería con que contábamos.
Como arma corta escogimos la pistola automática Makarov estándar que
dispara munición normal 9x18mm. Como fusiles de asalto, escogimos la AK-
47/ AKM equipados con silenciador extraíble y que disparaban una bala
7,62x39mm.
Nuestro francotiradores fueron armados el SVD-S es una versión con
culatín plegable del ubicuo fusil de francotirador SVD Dragunov en calibre
7,62x54R, que era de usos obligatorio de los Equipo Táctiles Rusos.
Todos contábamos, como cuando no preparábamos a un operativo con
nuestros pasamontañas para ocultar nuestra identidad y ahora una versión de
casco para evitar cualquier ataque con granadas.
En instantes, después de armarnos, no volvimos a reunir donde hacia
minuto habíamos tenido la reunión con Ricardo y ya habían llegado, el
Comisario Alexis Matheus; Jefe la Policía Regional el Comisario Alfonso
Terán; Jefe el Grupo Rinoceronte de la Policía del Estado, el Comisario
Enrique Saavedra; Jefe de Inteligencia del DIIP; el Comisario Augusto
Labastida, del GRI de la Policía Científica.
Labastidas tenía en su chaleco colgado un fusil HK G36, esta arma posee
una cadencia de 750 disparos por minuto. Se veía que el líder del GRI estaba
preparado para acción, ya que con este fusil se podía disparar en modo
semiautomático o en ráfagas.
Ricardo dirigió la reunión comentando sobre el estado de salud del
Comisario Julio Montoya, que a pesar de su gravedad; no ocultaba su fe en la
férrea constitución del jefe del Equipo Táctico del DIIP.
No presentó un nuevo participante en la reunión, que era un hombre
elegantemente vestido, que resulto en jefe de la Policía Científica, llamado
Eduardo Ceballos. Leyenda en la institución, de él se conocía que era peor que
un perro Pitbul, que cuando tomaba una presa con sus dientes era imposible
que se soltara. Estaba armado con una pistola de última generación rusa
conocida como semiautomática GSh-18 de 9 mm que se le notaba desde la
cintura.
Alejandro me comentó:
-¿Viste el arma que carga ese tipo? Es el último grito en diseño y
fabricación de armamento. Además cuenta en su cargador de doble hilera,
además de ser fabricada con materiales de plásticos, haciéndola más ligera,
dispara cartuchos de 9x19 mm con balas perforantes para chalecos antibala.
Yo había leído sobre esa pistola tan versátil. Sabía que el uso de material
de fibra de vidrio resolvía lo del peso del arma y su confiabilidad para ser
usada en condiciones climáticas difíciles.
Estos hombres no estaban jugando, le guerra seria dura y esa reunión lo
anunciaba.
Era unánime la sensación de rabia de los jefes policiales por lo que se
había atrevido el cartel de delincuentes.
Nosotros los integrantes de los cuerpos policiales estábamos esperando las
órdenes para atacar a los facinerosos en venganza por haberse atrevido a atacar
a uno de nuestros máximos jefes. Eso era unánime en todos nuestros grupos y
por lo que pude notar, tanto en nuestros jefes y sus escoltas teníamos arma de
primera generación, así que sería plomo parejo lo que le daríamos a esos
malditos marranos.
Llego a las horas la orden tan esperada y era necesario que tomásemos
posiciones para atacar un reducto en donde posiblemente estaban los esbirros
satánicos de El Turco.
Los carajos esos estaban situado en un hermoso paramo que anteriormente
era de mucha visita turística, pero desde que habían aparecido los Adoradores
de Satán, se había acabado la visita de la gente.
Esos tipos habían tomado la zona y siempre nos habíamos preguntado
porque no nos habían enviado antes para eliminar a esos grandes coños de
madre.
Para nadie era un secreto que los tipos esos tenían un refugio que se
encontraba en la parte alta de la montaña, para llegar allá era necesario que
nos llevaran los helicópteros. Cosa que no me hacía nada de gracia.
Tenía que situarme en el patín del helicóptero hasta que llegáramos al sitio
exacto donde descenderíamos. Nos asíamos a la soga de 30 metros de largo
para descender protegidos por gruesos guantes.
Debíamos bajar adoptando la postura adecuada para amortiguar la caída
antes de llegar al suelo. Así llegamos al sitio de descenso, donde anteriormente
hombres perfectamente entrenados del GRI de la Policía Científica se
encontraban en la zona haciendo labore de inteligencia.
Ya sabíamos que tendríamos que pasar por una zona boscosa en donde
debíamos estar preparados para evitar cualquier tipo de emboscada, pero a la
entrada del bosque vimos varios hombres del GRI que nos conducirían por la
arboleda.
El Inspector Ricardo Millán conducía a los pelotones de los equipos
tácticos del DIIP y se acercó a los hombres del GRI que estaban comandados
por el mismo Comisario Augusto Labastida. Silenciosamente los dos hombres
se estrecharon las manos.
Labastida nos informó que ya tenían toda la zona tomada y que tanto en la
entrada del bosque como al terminar había pelotones de 10 hombres del GRIP.
Los hombres de Labastida tenían cercada la casa en donde pernoctaban los
Adoradores de Satán y hombres de El Turco, bueno para asustar a una cuerda
de estúpidos con sus cuentos satánicos, pero no con hombres preparados y
entrenados como nosotros.
Todos teníamos la determinación de acabar con esas plagas, teníamos que
vengar a nuestro jefe y no sabíamos cuántos de ellos no habían participado en
el ataque contra Julio Montoya y los del GRI nos apoyarían en la acción.
Conocíamos la fama de esos hombres y su trabajo, además los precedía
siempre el currículo de su jefe que había sido entrenado en países; por
convenios con el nuestro; que se podía decir que eran lo mejor en “respuestas
inmediatas”.
Llegamos a la salida del bosque y como nos había explicado Labastida,
estaba completamente tomado como por diez pelotones del GRI. Subimos a la
altura de una loma en donde pudimos contemplar de lejos la casa en donde se
encontraban los hombres de El Turco.
Nos tocaría esperar la noche para poder sorprender a los delincuentes, que
si no se entregaban, no nos quedaría más la alternativa de darles de baja.
Estábamos preparados para combatir en la oscuridad, sabíamos que de
noche no debíamos mirar directamente a lo que se quisiese ver. Desde los
nervios sensoriales de los ojos permiten la visión nocturna que se llaman
bastones, situados en los lados del interior del ojo. La rodopsina se libera en el
ojo ayudando a la visión nocturna, pero es destruida por la luz obstaculizando
la visión nocturna.
No era que este grupo táctico era un grupo exterminio, integrado por
asesinos, pero lo que si éramos era comandos preparados que estábamos
dispuestos y entrenados para acabar con cualquier amenaza contra la sociedad
y no nos temblaría la mano al ejecutar a esos hombres que se ponían al margen
de la ley y no le daban cuartel a los ciudadanos que eran víctimas de sus
latrocinios.
Los pelotones nuestros y del GRI tomamos los alrededores de la casa,
esperaríamos que la oscuridad fuese total para poder atacar.
Pasaríamos varias horas esperando que las sombras fuesen nuestras aliadas
y que las horas de sueño se hiciesen más pesadas para poder atacar.
El tiempo paso lentamente hasta que Ricardo y Labastida que comandaban
los pelotones dieron la orden de que nos preparáramos, había llegado la hora.
Le quitamos el seguro a nuestros fusiles AK, nuestros francotiradores
ahora armados con rifles Walter WA 2000, que estaba adaptado para
cargadores Winchester Magnum 300 que se encontraban situados en unos
árboles alrededor de la casa.
Dieron la orden de avanzar y diez pelotones de cinco hombres
comenzamos a acercarnos para tomar la casa. Nos desplazábamos los equipos
de intervención; de ambos grupos en columna sigilosa protegidos por grandes
escudos.
Había mucha forma de avanzar, la formación estaba determinada por el
orden del área de reunión a la zona de crisis.
Avanzábamos en columna, para que el equipo pudiese cubrir una mayor
área y nos dividíamos el equipo en células en donde cada una tenía una tarea
asignada dentro de la misión de acabar con estos delincuentes.
Fuimos llegando a las paredes de la casa y colocamos los explosivos
calladamente los encargados de esa misión. Me tocó colocarlos sin hacer ruido
junto a varios compañeros, nos alejamos a unos metros y detonamos las
cargas.
A los segundos de la explosión atacamos y nos acercamos a la casa para
tomarla, lo que si nos dimos cuenta que la cosa no sería fácil, cuando ráfagas
ametralladoras salían de las ventanas y de la puerta.
A pesar de los escudos, fuimos tomando posiciones y los delincuentes
fueron saliendo cosa extraña cuando te sorprendían en un ataque.
Por el fuego que recibíamos tuvimos que replegarnos para asumir unas
posiciones más fuertes. No nos había derrotado, como llegaron a pensar y eso
fue el error que esos carajos creyeron.
Repelimos el ataque de los satánicos y los fuimos sometiendo, avanzamos
y fue cuando casi llegando al cuerpo a cuerpo me encontré con el tipo más alto
que había visto en mi vida.
Trato de dispararme, pero ya se le habían acabado las balas de su arma.
-Soy Belcebú, el Diablo. Me grito el gigante, de pelo amarillo y tez
demasiado blanca que lo hacía tener una apariencia diabólica, que hubiese
asustado a una persona que no tuviese el entrenamiento de los equipos tácticos
del DIIP.
Voltee rápidamente mi AK y le di tremendo golpe con la culata de mi arma
en la frente del supuesto diablo, eso bastó para exorcizar al fingido demonio
que se derrumbó dejando de ser una amenaza.
De una vez dirigí el cañón de mi arma hacia otros delincuentes disparando
para acabar con los supuestos diablos que pensábamos combatir sin ningún
tipo de misericordia.
Vi que los delincuentes trataban de volver a su refugio, pero eran tumbados
por nuestros francotiradores.
Varios de nuestros hombres habían sido alcanzados por las balas de los
enemigos, pero los había salvado que tenía chalecos antibalas Tipo IV, que
está formado por 4 placas y es más pesado y rígido que todos los anteriores y
puede soportar hasta munición de M2AP.
Ricardo Millán y Augusto Labastida dirigían sus armas y en cada disparo
tumbaban a un enemigo. Demostraban la certeza de sus disparos abriendo
brechas en los enemigos.
De pronto como empezó el tiroteó se acabó, en el piso alrededor de la casa
se encontraban varios cadáveres del enemigo.
Labastida con precaución se acercó a la puerta a los lados y envió una
granada de aturdimiento a adentro de la casa. Sabíamos que había varios
elementos que se había escondido otra vez en la casa.
Después de detonar el explosivo entramos protegidos por los escudos.
Ricardo dirigió una ráfaga contra un hombre que armado con una
ametralladora trato de disparar neutralizándolo.
Yo hice varios disparos más que hicieron blanco en varios satánicos, que se
estremecieron también por el fuego de mis compañeros.
No tuvimos piedad contra esos carajos, sabíamos que en esas sectas se
demuestra la fidelidad realizando secuestro de cadáveres, beben sangre
humana en sus rituales, realizan violaciones, son asesinos sin piedad y
nosotros nos encargábamos de enviarlos a comunicarse directamente con el
demonio del que supuestamente eran adoradores.
No quedo vivo ninguno de los treinta satánicos que se encontraban en la
casa. Triste por ellos, para que se metieron a esa vida. Lo lamentable fue que
entre los caídos no se encontraba el buscado El Turco.
A ese carajo no pensábamos darle tregua, por haber ordenado el atentado
contra nuestro jefe.
Después del ataque, llegaron los equipos de limpieza y nosotros nos
replegamos con los hombres del GRI y nuestros dos jefes para hacer un
balance de la acción que acabábamos de realizar.
Sentíamos la sensación del trabajo bien hecho, no éramos asesinos, pero si
éramos los que frenábamos a esos matones que se empeñaban en tomar las
calles en donde hombres y mujeres trabajadores y gente de bien si tenían todos
los derechos de estar.
Nos dirigimos a una loma en donde íbamos a ser recogidos por los
helicópteros y nos dirigirían a la casa de abrigo en donde analizaríamos la
acción.
Era la primera acción que emprenderíamos como ripostando los ataques
que habíamos recibido en la persona de nuestro jefe y de la sede policial en
donde había sido arrojada las granadas.
Llegamos a la casa de abrigo en minutos y sin ni siquiera despojarnos de
nuestras armas nos reunimos en la sala de juntas e hicimos un balance sobre el
operativo.
Mientras conversábamos y hacíamos el avaluó de la acción, Ricardo se
comunicó con la clínica en donde se encontraba hospitalizado nuestro jefe y le
informaron que se estaba imponiendo la ferra constitución del Comisario Julio
Montoya.
Esa noticia nos animo igual que el buen desarrollo del operativo, que
aunque habíamos conseguido una férrea resistencia, nuestro entrenamiento se
había impuesto.
Menos mal siempre el jefe se había interesado que nuestro equipo táctico
estuviese muy bien armado y entrenado.
Como les he escrito nuestros hombres contaban con un equipo de primera
generación y reconozco que los presidentes que han gobernado al país, no han
escatimado gastos para dotar a los cuerpos policiales nunca dejándonos
desprotegidos.
Después de hacer el balance y colocar nuestras armas en su sitio y
cambiarnos los trajes de camuflaje, Ricardo, junto a dos compañeros nos
dirigimos en el carro de nuestro amigo, a la clínica en donde estaba
hospitalizado el Comisario Julio Montoya.
Llegamos a la sala de espera y no sentamos a esperar que saliese uno de los
medico que atendía al Comisario Montoya en Terapia Intensiva.
En ese momento me llamo Carmen Cecilia, ahora preocupada por no saber
noticias, ni mías ni de la salud del Comisario, ella recordaba todas las
atenciones que el amable jefe había tenido con ella.
La calme diciéndole que la tendría al tanto de la evolución de la salud del
jefe. Al colgar mi novia, me comunique a casa de mis padres para comentarles
la razón por la cual me había venido al saber sobre la salud de Julio Montoya.
Con ellos utilice la cuartada de que era socio de mi “presunto” jefe el juez
Quintero.
Después de esperar casi una hora, pudimos pulsar la opinión del jefe de
equipo médico que atendía al jefe por mandato directo del Presidente. Él nos
informó que el Comisario estaba evolucionando bien, a pesar de lo grave de
sus heridas.
Que no escatimarían recursos, ni atención para sacar del peligro al jefe, nos
dijeron. Eso nos tranquilizó. Invite a Ricardo y los dos compañeros a tomarnos
un café en la casa.
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
Vemos desde la posición que tenemos las luces de las explosiones tanto de
las granadas como de los disparos. Nuestros francotiradores se quedan con las
ganas de disparar ya que no hay una buena vista por las ventanas que rodean la
edificación.
Por lo que nos enteramos después, contada por mi amigo, uno de los
secuestradores trata de huir y es el que más disparos recibe del grupo de
rescate por la rapidez de sus movimientos que los comandos tratan de
neutralizar.
Contaba mi camarada que se quedó con las ganas de matar más
delincuentes pero la acción de este Equipo Táctico fue rapidísimo que no le
dio tiempo apuntar a otro de los desgraciados esos ya que en pocos segundos
estaban muertos.
Irónicamente, como lo aprendemos, alejamos las armas de los terroristas
caídos. Ustedes dirán que no había necesidad ya que estaban muertos, pero son
protocolos que debemos seguir.
-¡Despejado! ¡Despejado! Oímos los gritos del Grupo Táctico.
El líder de los pelotones se dirige al Comisario Labastida por radio y
comenta:
-¡Comisario, aquí Líder Uno. Misión cumplida!
-¡Los rehenes ilesos y los hijos de puta, todos muertos! Concluye.
Dos pelotones se dirigen hacia los pisos de arriba del colegio para ver si
quedaban algún secuestrador oculto.
-Saquen a los rehenes de allí. Se oye que ordena el Líder Uno a los
pelotones.
De pronto vemos que salen los comandos tácticos con los rehenes, varios
llevando a niños de corta edad en sus brazos.
El Comisario s acompañado por su colega Terán y Ricardo se acerca a los
que salen y se oye decir eufórico a Augusto:
-¡Buen trabajo, muchachos!
¡Misión cumplida, Comisarios, sin bajas nuestras ni de los rehenes.
Ya nosotros junto a los tiradores, bajamos de nuestro montículo y nos
unimos a la euforia del grupo de rescate y los rehenes liberados.
Entramos a apoyar al pelotón que ya bajan las escaleras acompañados por
la valiente directora, que pudiendo huir por atrás, se quedó y fue nuestros ojos
y oídos en la zona donde estaban los rehenes, arriesgando su vida.
Vemos agujeros de balas en la pared en donde estaban apoyados los
rehenes, pero notamos que están muy altos para haber dado a alguno de ellos.
¡Muy bien muchachos! Felicitaciones. Oímos decir por la radio al
Comisario Julio Montoya, que desde su lecho de enfermo siguió la acción
aportando con su gran experiencia a este grupo mixto de las tres policías.
Al llegar a la sede del DIIP y ver como nuestros comandos que habíamos
participado nos despojábamos de nuestra indumentaria y de los trajes antibalas
que comenzábamos hoy a usar y conversábamos animadamente de lo ocurrido.
-¿Quién de ustedes disparó contra el carajo que asesino al vigilante?
Pregunto Ricardo que se había unido a la animación del grupo.
-Por favor, de aquí como tres abaleamos la cabeza de marrano de ese
maldito. Comentó uno de los comandos que ahora no recuerdo su nombre.
-No solamente fue acariciado por nuestras balas, los del GRI también
dispararon contra él. Afirmó Alejandro.
-Ese carajo creo que era el más peligroso de la banda. Explicó Ricardo.
-Lamentablemente no pudimos evitar la muerte de este civil.
Nos dio tristeza al recordar cuando los niños y varios de los rehenes fueron
conducidos al centro asistencial ya que se encontraban en estado de shock.
Vimos a varios pequeños que se habían orinado los pantalones por la situación
traumática que habían vivido.
Eso no hizo tener la certeza que la labor de nosotros era como una cruzada
que estábamos realizando en contra de estos desadaptados sociales.
Espero que los que me leen, no me juzguen mal por las acciones que tuve
que participar dando de baja a muchos de estos asesinos que ensangrentaron
las calles de mi ciudad.
¿Qué hubiese sido de este país sino hubiese contado con Equipos Tácticos
que no lo hubiesen defendido?
Era un privilegio para cualquiera de nosotros el estar en defensa de la
ciudad.
Pero no pasaría mucho tiempo para que estos mal nacidos ripostaran en
contra de la Policía que los combatía.
Una mañana nos informaron que estaban apareciendo panfletos alrededor
de la ciudad en donde ofrecían una muy buena paga por asesinar cualquier
miembro de las fuerzas de seguridad. A las pocas horas tuvimos la noticia que
al norte de la ciudad habían disparado contra una patrulla que hacia su
recorrido matutino.
Minutos después pudimos saber que ya en la parte oeste de la ciudad
habían matado dos patrulleros motorizados de la Policía Regional. Cosa que
produjo mucha rabia en nosotros.
El comisario Julio Montoya a pesar de estar recuperándose de sus heridas
se acercó a la sala de reuniones y junto a Ricardo nos mostraron los panfletos
y nos advirtiéramos que estuviésemos pendientes cuando saliéramos de este
edificio y que a pesar de todas las previsiones que tomábamos para evitar de
que supiésemos que éramos policías las debíamos aumentar.
Refirió Montoya que los que tenían mayor riesgo era la Policía Regional
que era la que estaba uniformada y era más fácil de identificar y lo mismo
podía pasar por parte de la gente de la Científica ya que se conocían por lo
elegante de sus atuendos y los cortes de pelo que usaban.
Nosotros, tanto la gente de Inteligencia como nosotros, no se podía decir
que fuese fácil de identificar por eso se extremarían las medidas de seguridad.
Con estos acontecimientos que se tornaba la situación menos consideración
íbamos a tener contra la gente de los carteles de la droga. La orden era darles
de baja no más los viésemos y que menos piedad con la gente del Cartel del
Norte del Continente y los payasos de El Turco.
Mientras tanto yo seguía mis estudios de Derecho, con mi “supuesto”
trabajo con el Juez Quintero y mi relación con Carmen Cecilia, con quien tenía
mis altas y mis bajas.
Había resultado demasiado celosa y eso me cansaba, además tenía que
estarle justificando a cada rato mis pasos y eso me molestaba bastante por lo
de mi trabajo.
Muchas veces había pensado, cada vez que había problemas de celos con
ella porque me desaparecía, decirle que no andaba con mujeres sino
cumpliendo mí trabajo policial.
Otra cosa que había empeorado era los atentados de la gente de El Turco
contra los cuerpos policiales. Todos los días caían más agentes víctimas de los
atentados de esos cerdos y como pagaban bastante bien por la muerte de un
policía el hampa común para ganarse unos centavos se prestaban para disparar
contra nuestros hombres.
Pero pobre de ellos si caían en manos de la policía, ya que de una vez eran
dados de bajas con las consabidas protestas de las asociaciones de derechos
humanos que mostraban estar más interesados en salvaguardar la salud de los
delincuentes que de los policías.
Era lógico que se produjesen abusos en contra de los hampones, ya que los
policías estaban sometidos a tremenda presión. Muchos operativos se dieron
en contra de muchos hampones que se enconchaban después de cometer
asesinatos de agentes de los cuerpos policiales.
Participe en varios allanamientos, en que varios terminaron a tiros llevando
ellos la peor parte. No utilizábamos precisamente guantes de seda contra esos
tipos.
Pero por más de tener la Inteligencia de los tres cuerpos desplegados en las
calles, con los drones de vigilancia y las cámaras de seguridad no habíamos
podido dar con el paradero de Alfredo Berrios ni de El Turco.
Sobre Berrios se comentaba en la facultad que estaba fuera del país, ya
para nadie era un secreto que era el jefe de una vasta red de narcotráfico que
había tomado toda la Universidad, claro esto era solamente la punta del
iceberg, ya que era el jefe del Cartel del Norte del Continente en nuestra
ciudad y el Turco su brazo armado.
Ese carajo tirado a diabólico, con su grupo de payasitos, metía miedo en la
ciudad, pero no a nosotros. Lo que si les puedo decir es que estos carajos
cuando caían eran unas mamitas. Trataban de asustar con el cuento del diablo,
pero cuando alguno caían en nuestras manos y medio le aplicábamos las
clavijas de una vez se les salía el diablo que decían que tenían en el cuerpo.
Pude, en ese tiempo, darme el lujo de presenciar al Comisario Ceballos, el
conocido jefe de la Policía Científica, junto a Augusto Labastida practicar un
interrogatorio a uno de los “satánicos”.
Una tarde acompañe a Ricardo a la sede de la Policía Científica, dos
cuadras antes conseguimos un reten integrado por cuatro comandos del GRI
de Labastidas, fuertemente armados y encapuchados para que no se conociera
quienes eran por los acontecimientos que se estaba viviendo en la ciudad.
Nos ordenaron pasar y llegamos a la sede de la Policía Científica, pasamos
a una de las oficinas en donde se encontraban Ceballos y Labastida
interrogando a un tipo que tenía todas las trazas de ser uno de “los diablitos”
de El Turco.
Antes de entrar oímos los gritos de Labastida y Ceballos, manejando un
tipo de técnica de interrogatorio, los dos jefes hacia el papel, uno de violento y
el otro de tratar de evitar cualquier violencia que no se pudiese justificar ante
un tribunal.
-¿Sabes quién soy maldito. Sabes quién soy? Gritaba Labastida mientras
tenía al aterrado “satánico” agarrado por el cuello.
-Comisario suéltalo, déjame ver si es tan diablo como presumen. Decía el
jefe de la Policía Científica.
-¿No y que matan policías, que son muy bravos? Decía sin respetar que se
dirigía a su superior jerárquico
Coño suéltalo Labastida repetía Ceballos.
Ceballos como fastidiado murmuraba como para sí:
-Mierda Labastida otra vez no, no vas a meter en un lio a la Policía
Científica.
-Si sigues así voy a tener que suspenderte. Amenazó Ceballos a su jefe del
Equipo Táctico del GRI.
-Ya bastante problemas hay con la prensa y los carajos esos de derechos
humanos. Dijo.
Cuando vio que estábamos en la puerta nos ordenó Ceballos:
-Ayúdenme con ese loco, que esta fuera de sí. Nos mandó.
Yo quedé sorprendido de la orden. Era proceder como contra el mismo
Julio Montoya, ya que Labastida tenía un buen puesto logrado por su trabajo y
por la mística y dedicación con que había manejado por años el Grupo de
Respuesta Inmediata de la Policía Científica.
Al mismo tiempo que Ceballos dice eso, para que Labastida saque un
tremendo Cuchillo Albainox Tactical de su chaqueta y veloz como un
relámpago se acerque al “diabólico” ya que le había soltado la presa que le
tenía por el cuello para discutir con Ceballos.
-Este carajo no se controla, como será que la última vez, descuartizo a un
delincuente aquí y no pudimos someterlo y nos costó mucho borrar el rastro y
desaparecer el cadáver. Nos afirmó.
-Dejo la sala de interrogatorio echa un asco y hubo que lavarla por una
semana para eliminar el olor a carroña que dejo este salvaje con lo que le hizo
a un detenido.
- No es buena idea los que vas a hacer, Labastida, eso viola los
procedimientos. Continua.
Velozmente el Comisario Labastidas toma los testículos del hampón y se
los empieza a apretar, al segundo con la otra mano coloca el cuchillo en los
testículos del delincuente quien esta aterrado y con la mano que había
agarrado las bolas del “satánico” le baja el cierre del pantalón, sacándole el
pene.
Con cara de demente, corta como con una hojilla el pantalón del
delincuente, demostrando el filo del enorme cuchillo.
-Quitémosle el arma. Acota Ceballos.
Labastida nos apunta con la enorme arma blanca y nos dice:
-No se acerquen si no quieren probarlo. Nos amenaza girando la muñeca
con el enorme puñal en su mano.
Yo estaba sorprendido por la actuación del Comisario Labastida, a quien
consideraba un hombre muy ecuánime.
-Ahora tendremos una señorita diablito. Comentó mientras estiraba el pene
del aterrado miembro de la gente de El Turco, que había vuelto a agarrar y
acercaba con lentitud sádica el afilado puñal al pene del interrogado.
-¡Coño no, coño no! Balbuceaba el aterrado hampón.
-Diré todo, coño no me lo corte, Por favor. No me lo corte.
-Detengamos a ese carajo, ustedes ayúdenme. Nos volvió a ordenar
Ceballos.
Yo estaba petrificado. Parecía que Ricardo estaba sorprendido igual que yo
y me tenía aferrado fuertemente por el brazo.
-Habla hijo de puta. Cuéntanos todo. Donde está el cuartel de El maldito
Turco de mierda.
El hampón sollozando empezó a hablar. Dijo nombres, lugares de reunión,
afirmó que el cubil de El Turco era desconocido por la mayoría de los
integrantes de la secta. Pero nos dio datos bastantes interesantes de ese grupo
hampónil que era un apéndice del Cartel del Norte del Continente.
Después de sacarle toda la información posible el Comisario Ceballos
junto a nosotros y el Comisario Labastida salimos de la sala de interrogatorio.
Afuera los dos Comisarios de la Policía Científica se tiraron tremenda
carcajada y se dieron un caluroso apretón de manos.
-Coño, ustedes se ganarían la vida como actores de cine. ¡Qué tremendo
guión han interpretado! Comentó Ricardo también con otra exagerada
carcajada.
Esta era una manera un poco exagerada de aplicar el método REID, en
donde la presión psicológica se aborda sobre el delincuente creando ansiedad
para facilitar así la confesión
-Ya lo creo que sí, nos sirvió ya que esta mierda canto como un canario.
Señaló Cébalos eufórico.
-Por lo menos tenemos unos datos que nos servirán para destruirle este
grupito a El Turco, gracias al interrogatorio realizado por los dos Comisarios.
Con estos Comisario se aprendía mucho, al igual que nuestro jefe Julio
Montoya, tanto Ceballos como Labastida de la Policía Científica, Saavedra de
la Inteligencia del DIIP y Terán junto a Matheus de la Policía Regional
dictaban cátedra en la lucha anti criminal y no puedo negar que con ellos
aprendí mucho y a ellos les debo lo que soy.
Fueron interesantes los cursos que luego seguí con el Comisario Terán del
Grupo Rinoceronte de la Policía Regional que mientras duro; por cuatro
meses; se realizaron entrenamientos a diario que nos enseñaba a mantener la
pericia y la capacidad de reacción ante amenazas como el narcotráfico y el
crimen organizado y hasta estábamos preparados para vencer cualquier
amenaza contra el terrorismo.
Nos entrenaban para que adquiriéramos variadas técnicas de combate
urbano, capacidad de movimiento y reacción con equipos tácticos de cinco
integrantes para poder vencer las amenazas de los delincuentes organizados
como los carteles mencionados.
Éramos preparados en maniobras muy flexibles para poder operar en
campo abierto y en despeje de inmuebles, para infiltrarnos como los antiguos
ninjas en lugares de bajo influencia de grupos que fuesen amenazas como en
el rescate de rehenes.
Aprendimos con el Grupo Rinoceronte a realizar asaltos a diferentes
objetivos de cualquier forma como a pie, en motos, por el aire o por agua, bajo
cualquier condición adversa de clima.
Este entrenamiento dictado por el mismo Comisario Terán era evaluado
contantemente. En cuatro meses nos entrenaban como Fuerzas Especiales y
Contraterrorismo, no descuidaban el entrenamiento físico.
Después de ese entrenamiento por parte de la Policía Regional, caímos con
una preparación dictada por el mismo Comisario Labastida que trataba de
inserción con helicóptero, acecho diurno y nocturno con disparos a distancia
desconocida para prepararnos para combatir a cualquier tipo de delincuencia.
En tantos años de servicio he participado en diferentes cursos de Equipos
Tácticos en diferentes partes del mundo que asistí en representación del DIIP y
de nuestro país.
Como podrán ver nuestros superiores se encargaron de prepararnos muy
bien. Por eso fue que muy pocos de nuestros equipos tuvieron bajas por lo
bien entrenados que estábamos.
Pero volviendo al tema después de sacar la información al capturado
pudimos con esos datos atrapar nuevos integrantes del Cartel del Norte del
Continente y los otros miembros de Cartel de la Montaña, que la mayoría de
las veces no respetaban los convenios que con ellos se realizaban.
En esos operativos dimos de baja a un grupo numerosos de facinerosos,
pero igualmente capturamos a otros que se les aplico la misma técnica que
aplicaron Labastida y Ceballos y otras técnicas menos ortodoxas, pero no por
eso menos efectivas.
¿Qué si torturamos? Si, si lo hicimos. Necesitábamos muchas veces saber
información sobre bombas que estos malditos intentaron poner y que si no
hubiésemos sabido de su paradero hubiesen muerto muchos civiles.
Apretando un poco las clavijas de estos mal nacidos pudimos dar con los
sitios en donde entregaban armas y dinero a cualquier tipo de delincuentes
para que mataran a nuestros agentes. No nos juzgue mal querido lector, es
posible que usted no estuvo en la línea de fuego por que pudimos defenestrar
algún plan diabólico de alguno de estos malditos.
El operativo fue así:
Nuestro grupo de Inteligencia primero rodeó el sitio para que pudiésemos
llegar nosotros y ellos nos informaron la cantidad de personas que estaban en
esa concha en donde iban a recibir la recompensa por matar policías.
El sitio era una casa situado en un barrio de la ciudad, por lo que nos dijo
Inteligencia en ella se encontraban cinco sujetos entre los cuales se suponía
que dos estaban cobrando el matar policías. Teníamos la orden de darles de
baja, claro los delincuentes esos no eran ningunos mansitos.
Llegamos en varias patrullas, nuestros francotiradores se situaron en las
azoteas de las casas de enfrente. Los perros esos ya sabían que estábamos
aquí, ya que de pronto comenzaron a disparar donde ellos suponían que
estábamos nosotros atrincherados.
El trabajo no sería difícil ya que contábamos con un vehículo de combate
artillado marca Vistrel, mejor conocidos por BMP-97 y con él podíamos
irrumpir en la casa tumbando la pared con la embestida del vehículo.
Desde la casa nos disparaban con armas automáticas, nos imaginábamos
que un lugar en donde pagaban por el asesinato de policías debían de estar
bien armados. Les respondimos desde nuestros vehículos recién obtenidos por
el DIIP.
La acción era dirigida por el mismo Ricardo, como siempre de primera
línea, estableció un Procedimiento Operativo Estándar para que cuando
estableciéramos el contacto con el enemigo seleccionáramos el objetivo.
Disparamos con intervalos específicos para que los que avanzaban
pudiesen llegar sin ser alcanzados por los disparos de los delincuentes. Cuando
tomamos posiciones a los alrededores de la casa ceso el fuego de cobertura.
Avanzamos protegidos por los escudos para situarnos en posiciones al lado
de la casa para evitar que se escapasen por las casas cercanas. Como era la
táctica el pelotón con que avanzamos informamos al elemento de cobertura
que nos protegía disparando nuestra posición.
Sabíamos que moverse bajo el fuego enemigo es difícil a pesar de que
estábamos protegidos por los escudos, disparábamos contra los hampones
tanto nosotros como los que nos cubrían y eso hacía que fuese contenidos,
claro pero les era más fácil disparar a los que nos prestaban cobertura.
Con las escopetas les lanzamos unas andanadas de bombas lacrimógenas
para ver si se rendían, pero estos carajos seguramente drogados como
imaginábamos que estaban no se iban a rendir.
Ricardo desde donde se nos prestaba fuego de cobertura ordenó al carro
artillado que embistiera la pared frontal de la casa. Imagino la sorpresa del
enemigo por tamaño ataque que les venía. Al tumbar el carro de combate la
pared cubriéndonos entramos a la casa y nos fue fácil dar de baja a los
malditos que estaban adentro. El fuego del pelotón acabo con los hijos de puta
esos.
Después de dar de baja a los tipos esos hicimos un balance de lo que
habíamos hallado como lo era una gran cantidad de dinero, armas y drogas que
se encontraban en la casa. Por lo menos nos habíamos sacado el clavo de
acabar con los carajos que pagaban porque mataran agentes de la ley.
Por lo menos con más de cinco balazos cayeron tanto los sicarios que
estaban cobrando el asesinato de policías como los que les pagaban.
Con el pasar de los días nuestro jefe el Comisario Julio Montoya se fue
recuperando y primero lo vimos en muletas y luego día a día levantando pesas
para poderse recuperar de las heridas que había recibido.
Ya al pasar seis meses de las heridas recibidas volveríamos a ver al jefe
dirigiendo los Equipos Tácticos del DIIP, venia como más robustecido y
preparado.
Mi situación en la Facultad era de la más normal, todo iba saliendo al pie
de la letra, todo normal y seguía avanzando en mi carrera. Ya estaba
encaminado a que mi segundo año de Derecho fuese a la recta final.
Para mis compañeros gozaba de un horario flexible por mi “nombrado”
trabajo con el Juez Quintero.
Seguía de la misma manera mi carrera en el Equipo Táctico del DIIP y ya
con la experiencia que habíamos obtenido en estos casi dos años ya podíamos
colaborar con Julio y Ricardo en el inicio de entrenamiento de los nuevos
aspirantes.
Del delincuente del lunar no se había vuelto a saber nada, parecía que no se
encontraba en el estado, pero de El Turco no habíamos podido dar con su
paradero.
Lo que si habíamos logrado con los operativos fue reducir casi al mínimo
los atentados contra los Policías. Cuando capturábamos algunos de los que
participaban en estos asesinatos no teníamos con ellos mucha contemplación.
Sabíamos que El Turco pagaba bien por este sicariato, pero les hacíamos
entender que en el infierno a donde los enviábamos rapiditos no podían
disfrutar de la paga con mucha comodidad.
Cuando estábamos en la etapa de la guerra más fuerte contra El Turco sufrí
una de las decepciones más grandes que he tenido en mi vida y que me cambio
la vida ya que los planes que tenía con Carmen Cecilia se me cayeron
completamente.
Una noche de un fin de semana fuimos invitados, mi novia y yo, a una
reunión en el apartamento de Cesar Ramírez, supuestamente íbamos a
tomarnos unos tragos y a escuchar música un grupo de la Facultad de Derecho.
Habíamos tomado mucho, pero yo tenía un gran aguante ante el licor, pero
yo veía que a Carmen Cecilia le estaba haciendo efecto los tragos tomados al
ver como su lengua se enredaba cuando hablaba y se reía de todo, pero como
estábamos entre amigos, me sentía confiado, que si mi novia le pegaban
mucho los tragos se podría acostar, ya que entre los invitados estaba Rebeca su
mejor amiga y varias de las compañeras que cursaban con nosotros la carrera
de Derecho.
Todo marchó perfectamente hasta que bien entrada la noche, cuando
oíamos una pareja que tocaba guitarra, de pronto Cesar se apartó de la reunión
volviendo con una gran sonrisa y una bandeja llena de pastillas de colores que
no podían ser otra cosa sino éxtasis.
Eso me sorprendió, no me imagine que estaba rodeado de consumidores
potenciales de droga. Con todo y mi experiencia policial, no me había dado
cuenta. Quizás era que cuando me reunía con ellos no aplicaba los
conocimientos que había aprendido con los cursos que el Comisario Julio
Montoya nos había obligado a tomar para completar nuestro aprendizaje como
policías.
Pero las sorpresas apenas comenzaban, yo petrificado por el desconcierto
trate de hablarle al oído a mi novia y decirle que nos debíamos ir, cuando ella
me sorprendió siendo la primera que se levantó a tomar las pastillas de éxtasis,
tragándose una y quitándole la bandeja a Cesar y llevándolas hacia mí
diciendo:
-Papi, tomate una, veras que si te vas a sentir bien.
Sorprendido, trate de reaccionar y me negué, tratando de aclarar la voz,
para que un “No” rotundo, saliese de mi cerrada garganta.
Recuperado de la sorpresa, me levante, casi perdiendo el control y le di un
mazazo a la bandeja, tumbándola al piso levantándome:
-¡Nojoda, yo no consumo esa mierda!
-Claro, Carmen Cecilia, musculitos no sabe lo que vivir. Dijo Cesar
haciendo énfasis en mi estado físico de hombre entrenado y no de consumidor
de basura.
-Carlos, Carlos, mi amor, ven aquí. Fue lo último que oí a mis espaldas
cuando Salí de ese apartamento donde mis enamoradas pasiones cayeron
contra el piso, rompiéndose en mil pedazos. Verga me provocaba matar a
Cesar, era mejor que me fuera iba reaccionar con violencia en contra del tipejo
ese.
Salí del edificio confundido y atormentado por lo que acababa de oír y ver,
además me culpaba de haber sido tan confiado.
-Maldita sea….¿Con quién andaba yo? Con una manada de adictos.
¿Cómo no me di cuenta? ¿Verga de que me ha valido tanto entrenamiento y
preparación? ¿Para caer en esta mierda? Me reprochaba.
Yo odiaba la droga, nunca por mi mente paso usarla. Desde muy joven vi
el daño que causaban.
Recuerdo a Juan Rujano, niño que se crio conmigo, que vi como hecho su
vida al estercolero por consumir drogas. No fue el único que vi. Eso forjo mi
carácter en contra de ese vicio.
Juan había sido un niño modelo, cuando fue un joven estudiante de
bachillerato era admirado por todos, buen estudiante, perfecto deportista y
gran amigo. Todos los muchachos querían ser sus amigos, las muchachas sus
novias. Cuando terminó el bachillerato se fue a los Estados Unidos a estudiar y
volvió convertido en un adicto, terminó loco y eso afectó mucho a su familia.
*
Camine sin rumbo por las frías calles de la ciudad, sordo al repique
intermitente de mi teléfono, con gran ira para darme cuenta que mi amigo
Cesar Ramírez, no era otra cosa, que uno de los distribuidores de Alfredo
Berrios y de El Turco.
Me dolía haberme enamorado de una adicta, que trato de meter en ese
sucio mundo de la droga a una persona que estaba alejado de esa basura. La
perra esa no sabía que estaba tratando con un miembro del Equipo táctico del
DIIP.
¡Carajo, yo enamorado de una adicta de mierda!
Ardía de la rabia, se me había caído la imagen de mi novia del pedestal que
la tenía. Hasta había pensado en un futuro casarme con ella, que Carmen
Cecilia fuese la esposa de un miembro de un Equipo de Elite de la Policía de
nuestro país.
Tremenda elección había realizado, una adicta que se enorgullecía de serlo.
Me llegó a mi mente la familia de mi amigo Mario Centilli, recordé como
sufrieron cuando su hermana Ana se metió en el movimiento hippie y se
convirtió en una adicta descarada de drogas.
Camine por las solitarias calles de la ciudad, en esas horas de la madrugada
sin rumbo fijo, hasta que me tranquilice un poco, buscando rumbo hacia donde
Ricardo esperando que mi amigo estuviese en casa.
Cuando pude estar algo más sosegado, apague el teléfono que después de
sonar muchas veces, ella como que había cesado en su pretensión de
comunicarse conmigo, me dirigí al apartamento de mí amigo.
Llegue al edificio donde vivía Ricardo y pulse varias veces el
intercomunicador, hasta que se oyó la voz semi dormida de mi amigo.
-Ricardo, soy yo Carlos ábreme hermano, necesito hablar contigo.
-¿Qué paso Carlos, que te pasa? Pregunto sorprendido mi amigo, por la
hora que había llegado a su casa, que al mirar el teléfono note que había
pasado una hora del absurdo acontecimiento que se había suscitado en la casa
de Cesar, en donde se había acabado la imagen de Carmen Cecilia que yo tenía
desde hace dos años.
Subí por las escaleras hasta llegar al tercer piso que era donde vivía mi
amigo, como con la intención de cansarme para agotar la rabia y la frustración
que tenía.
Al llegar al apartamento vi a Ricardo con la puerta abierta ya
completamente despierto por la sorpresa de lo que me podía estar pasando al
llegar a esta hora a su casa.
-¿Qué pasa, hermano? Me pregunta Ricardo al no más verme.
-Coño de la madre, Ricardo. Yo si soy imbécil. Le respondí.
Todas esas imágenes me llegan a mi mente como si fuese ahora, hasta el
sentimiento de frustración y rabia que sentía.
-¡Carmen es una maldita y perra adicta al éxtasis! Pronuncie con el odio
que llenaba mi alma.
Me daba rabia que con todo y el entrenamiento que había recibido no me
había dado cuenta sin embargo y que a veces me parecía raro los arranques de
alegría o de tristeza de mi novia, asunto que había pensado que eran ataques
de malcriadez por parte de una niña mimada, vivía sus sentimientos, sean
buenos o malos, con mucha mayor intensidad.
¿Cómo es la vaina? ¿Estás seguro? Pregunto mi amigo poniendo cara de
sorpresa.
Le conté a mi amigo y jefe lo que había sido testigo y él tan sorprendido
como yo, no lo podía creer.
Al igual que yo, Ricardo odiaba completamente a los consumidores de
droga, por el daño que se hacían. El consumo de éxtasis producía daños
directos al cerebro y la persona que consume esta droga puede sufrir daños
permanentes, se arriesgaban a la posibilidad de muerte por sobrecalentamiento
o sobredosis tienen las ansias que pronto aparecen con fuerza y permanencia.
Eso hace que una persona consuma esta droga una y otra vez, incluso
sabiendo que es perjudicial.
¿Cómo un policía entrenado como yo no me había dado cuenta que tanto
mi novia como sus amigos eran consumidores de drogas?
¿Quién se iba imaginar, amigo mío? Yo tampoco me di cuenta.
-Engañó hasta a Julio, ya que si él se hubiese dado cuenta me lo hubiese
dicho, para que te advirtiera ya que el Comisario te tiene aprecio. Afirmó mi
amigo.
-Ahora entiendo todo, ese maldito del César es el hombre encubierto que
tiene Alfredo Berrios en la facultad. Nadie sospechara de ese carajo. Replico
dándome cuenta de detalles que no había notado.
-Disculpa, hermano, entiendo tu dolor, pero esto nos cayó como el anillo al
dedo para dar con el paradero del Berrios, ya que Cesar es su tapa. Comentó
Ricardo.
-Seguramente le pondremos a ese Cesar unos buenos sabuesos que lo sigan
y en días nos llevara a donde está oculto Berrios. Prosiguió.
-Tienes razón, pero no deja de dolerme que la mujer que yo estaba
enamorado sea una adicta. Le dije a mi amigo.
-Lo más seguro es que Carmen Cecilia sabe de los movimientos de Cesar.
Seguí hablando.
-Por supuesto, ya que era la mejor amiga de la novia de ese carajo. Me
interrumpió Ricardo.
-Bueno Carlos, disculpa, pero déjame dormir un rato. Trata tú de descansar
un poco. No te vayas a dejar de caer por esa mujer, tienes un futuro por
delante. Me dijo Ricardo.
-Fíjate que el jefe hablaba que tu tenías tremendo futuro en la DIIP, además
vas volando en tu carrera, en un abrir y cerrar los ojos estarás graduado de
abogado y con todos los cursos que estás haciendo en materia policial irás
lejos.
-No te dejes caer por esa mujer. Me volvió a decir mi amigo.
-Esa mujer no te convenía, fíjate todos los problemas que te traería. Tú, un
policía de un Equipo Táctico teniendo una relación amorosa con una adicta.
Eso no iba a terminar nada bien.
-Por mucho aprecio que te pudiese tener el jefe, te hubiese perdido la
confianza al saber lo que nos imaginamos de Cesar y su grupo de adictos.
Finalizó mi amigo.
Ricardo se fue a dormir y yo me acosté en el diván, tratando de conciliar el
sueño. Pase como una hora para conciliar el sueño, pero lo logre al final.
Teniendo un sueño inquieto para despertarme con un sabor amargo en la boca
dos horas después.
Ese día salí de la casa de Ricardo directo al apartamento que compartía con
Alejandro y Federico, quería buscar una ropa para pasar unos días en la casa
de abrigo. No deseaba tener que conseguirme a Carmen Cecilia, era tanta la
desilusión que sentía que no quería verla.
Llegue a la casa y cuando abrí la puerta me conseguí a Alejandro,
rápidamente le conté lo que había descubierto en mi novia. Mi colega y amigo
se sorprendió mucho, ya que igual que Federico le tenían aprecio a la que
había sido mi novia.
Metí una ropa interior y medias, además de algunos libros de la Facultad
de Derecho con mis cuadernos para dirigirme a la casa de abrigo, imaginaba
que temprano Ricardo le contaría al jefe lo que acababa de descubrir.
Yo esperaba que eso que había descubierto no me hiciera perder la
confianza del jefe. Tenía que hablar con él y por eso decidí antes de ir a la casa
de abrigo, dirigirme a la sede del DIIP para contarle a Montoya lo que sabía ya
de mi novia.
Salí del apartamento directo a la sede del DIIP, no voy a negar que me
encontraba algo preocupado.
Llegue y de una vez me dirigí a la oficina del jefe, en donde ya se
encontraba dirigiendo el Equipo Táctico recuperado de sus heridas. Toque la
puerta.
-Pase. Me dijo la voz del jefe desde adentro.
Al entrar, vi al jefe sentado en su amplio escritorio y note la presencia de
mi amigo Ricardo.
-Entra Carlos. Lo siento amigo mío. Imagino cómo te sientes. Fueron las
palabras de Julio Montoya.
Como adivinando mis temores el Comisario me anunció:
-No te preocupes Carlos. Tienes completamente mi confianza, como
siempre. ¿Quién de nosotros no ha sido embrujado por una hermosa mujer?
Ahora vamos a ponernos de acuerdo, ya que Ricardo me contó lo de tus
sospechas hacia el Cesar.
Pasamos la mañana tratando de definir una estrategia para poder poner a
Cesar en un apretado seguimiento para que nos llevara hacia donde se
encontraba enconchado Berrios.
El jefe nos anunció que se reuniría con el Comisario Saavedra para definir
las acciones de Inteligencia que se establecería contra Cesar.
-Lo que si voy a hacer contigo es que de una vez te voy a colocar en un
curso de francotirador que darán en la ciudad capital. Quiero que mantengas tu
mente ocupada y por favor Carlitos, no vayas a oír las justificaciones que esa
mujer te dará. No te vayas a dejar enrollar por ella. Sácala de tu vida. Este es
un consejo de un amigo que te aprecia. Concluyó el jefe.
-Siguiendo sus órdenes, Comisario, enviare un carro con Carlos para su
apartamento para que recoja ropa para que mañana mismo o más tardar pasado
mañana se vaya a la ciudad capital a realizar el curso de francotirador.
-Sobre las clases no te preocupes Carlos, ya tomaremos cartas en el asunto
para que tú te puedas defender si tienes exámenes, por Internet. Pronunció mi
segundo jefe y amigo.
Dos días después me dirigí a la ciudad capital, todavía llevaba en mi boca
el sabor amargo del fracaso que se había transformado la relación con Carmen
Cecilia y ya más nunca cruce palabra con la que por dos años fue mi novia y
de la que estuve muy enamorado.
Creo que después del acontecimiento que había pasado en la casa de Cesar,
ella sintió vergüenza que yo descubriese su condición de adicta a las pastillas
de éxtasis.
Después me entere que una vez fue al apartamento para buscarme y
Federico fue rotundo en no querer informarle nada de mí, notando ella en la
voz de reproche de mi amigo que en esto las cartas estaba echadas y no había
posibilidad de ningún tipo de reconciliación.
CAPITULO XI
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
Muchos serían los aportes que servirían para la guerra contra el Cartel la
“sapeada” que echaron Cesar Ramírez y Rebeca Duarte quienes señalaron
conchas en donde se escondían los hombres de Berrios y El Turco, como los
nombres de personas que servían para lavar el dinero que producían con la
venta de droga, propiedades que eran del cartel y hasta sitios en donde estaba
escondidas grandes cantidades de dinero conocidas como “caletas”, identidad
de sus distribuidores y socios.
Mucho daño a ese grupo hicieron los datos que aportaron Ramírez y su
novia. Nosotros participamos en varios allanamientos en donde se encontraron
armas, dinero y pudimos detener en varios casos como dar de bajas a los
miembros del cartel que opusieron resistencia, que siempre eran los
Adoradores de Satán, que eran los más duros de ese grupo de delincuentes.
Casi reducimos a nada a los hombres de El Turco que aunque no eran
muchos, eran la parte armada del Cartel del Norte del Continente.
Logramos ir desmantelando ese grupo armado, pero pasarían todavía unos
meses para poder acabar completamente con esos perros.
Claro no solamente los cuerpos policiales fuimos los vencedores de los
ataques que se realizaban en contra de este grupo, también sus rivales los del
Cartel de la Montaña, les estaban dado golpes fuertes.
Sobre todo lo que había logrado el cartel rival era atacar a sus
distribuidores y había dado de baja a varios, cosa que hacía que el Cartel del
Norte del Continente comenzase a verse afectado económicamente en nuestro
país.
Varias veces me toco reunirme con ellos para que nos informaran sobre las
conchas que había descubiertos de sus enemigos,
Tanto ellos como nosotros estábamos tras la búsqueda de Berrios y El
Turco, pero no era fácil ya que ellos cambiaban cada rato de sus conchas.
Varias veces estuvimos cerca, pero nunca como habían estado la
inteligencia del DIIP, con el mismo Saavedra dirigiendo el operativo.
Un día cualquiera uno de los que habían caído en los operativos siguiendo
los datos de Cesar Ramírez contó que una vez a la semana El Turco se dirigía
a un sector conocido como “Virginia” que era una urbanización poblada de
edificios que había sido hace muchos años construida por el gobierno.
La Inteligencia tuvo la información que el líder del cartel visitaba una
“querida” que tenía en uno de esos edificios. De una vez se acordonó la zona
para poder echarle el guante a El Turco.
El Comisario Julio Montoya preparó una comisión del Equipo Táctico para
colaborar con la Inteligencia de Saavedra, en donde participamos Ricardo,
Federico, Alejandro, Juan y yo, todos comandados por el famoso Comisario
Julio Montoya.
Para que entiendan como se realizó el operativo, La Urbanización
“Virginia” tenía dos entradas, una era vía hacia un barrio de alta peligrosidad
que era zona que controlaba el Cartel del Norte del Continente, en donde la
gente veía a ese grupo de delincuente como héroes y les prestaban todo el
apoyo posible.
La otra entrada era por un puente que comunicaba con otra urbanización,
en donde no tenía mucho apoyo ese grupo delincuencial.
La entrada al barrio que era conocido como El Prodigio fue tomada
completamente por la gente de Inteligencia, ya que era de imaginarse que por
allí tendría que huir el cabecilla del Cartel del Norte del Continente ya que
llegaría a buen resguardo en su territorio, protegido por cada uno de los
habitantes de la zona.
A nosotros Julio nos apostó a la entrada del puente que iba hacia la
Urbanización “Virginia”, hicimos una alcabala un promedio de 30 efectivos
del Equipo Táctico, por ambos lados del puente requisábamos los carros con el
fin de saber quién entraba o salía de la Urbanización.
Inteligencia había rodeado el edificio en donde se encontraba
supuestamente El Turco visitando la mujer, querían los efectivos que salieran
de la zona habitada para poder capturarlo o darle de baja. Todos estábamos
conscientes que ese carajo no se rendiría.
Se sabía que el criminal estaba acompañado por varios de sus
guardaespaldas y que eran la crema y nata de los Adoradores de Satán, que ya
sabíamos que eran fanáticos y hombres dispuestos a todo.
Había que esperar que el delincuente y sus esbirros saliesen, para
enfrentarlo en una zona en donde no cayesen civiles. Los tipejos esos tenían
seguramente un buen arsenal de armas.
Los efectivos de Inteligencia tenían completamente rodeado el edificio y
veían como dos de los guardaespaldas de El Turco estaba custodiando el carro,
quizás para evitar cualquier sorpresa.
Según nos informaron era imposible acercarse a los delincuentes, sin que
estos pudiesen advertir al jefe que estaban siendo rodeados y entonces El
Turco se atrincheraría en el apartamento de su novia y en el enfrentamiento
tratando de reducirlo podía caer gente inocente. Los tipos esos tenían arma de
guerra y nosotros también.
Pasaron horas en la espera, nuestros expertos hacker había logrado
interceptar las señales de los teléfonos celulares para evitar que alguien desde
afuera pudiese advertir de los bloqueos que hacíamos los cuerpo de seguridad.
Con nuestra gente ya habían llegado miembros de los otros equipos
tácticos como lo eran el Grupo Rinoceronte de Terán y el GRI de Labastida.
Efectivos de los dos cuerpo se habían distribuidos en las dos alcabalas que
trancaban las entrada y salidas de la urbanización.
Terán se encontraba dirigiendo los equipos tácticos que colaboraban con
nuestra Inteligencia en la parte que comunicaba con el barrio que era la plaza
del Cartel del Norte del Continente. Junto a Saavedra preparaba la respuesta
que le darían al delincuente si trataba de salir por ese sitio.
Mientras que en la alcabala que nos encontrábamos mis amigos y yo,
comandados por los Comisario Montoya y Labastida, los del DIIP éramos 30
hombres; como ya les dije; pero sumados 20 más del GRI, hacíamos un grupo
de 50 hombres, muy bien armados para enfrentar estos facinerosos.
Las horas pasaban lentas esperando que los tipos saliesen de donde se
encontraban, el plan era agarrarlos en los dos espacios donde no hubiese
edificios que eran donde estaban las dos alcabalas.
Como medio kilómetro después de las dos entradas o salidas se
encontraban unas alcabalas para evitar el tránsito de carros cuando tratáramos
de detener o de neutralizar a los perros malditos esos.
Bastante daño le había hecho a nuestra ciudad la gente del Cartel del Norte
del continente, igual que los Adoradores de Satán que con su fama de diablos
había creado pánico en las zonas altas del estado.
Casi acercándose el medio día recibimos la información por radio de parte
de la gente de Inteligencia que rodeaban el edificio que nos informaban que ya
el Turco y su gente se retiraban del sitio, dos carros llenos de hampones
componían el anillo de seguridad del delincuente ese.
En las dos alcabalas nos pusimos alertas para esperar por donde salían los
delincuentes. Como era de imaginar El Turco y su gente se dirigieron por la
parte que los comunicaba por el Barrio El Prodigio.
Pero cuando los tipejos esos se dirigían a salir por el barrio El Prodigio
como que notaron o sospecharon que se encontrarían una alcabala y
cambiaron de ruta hacia donde estábamos nosotros. Claro se había suspendido
el tráfico para evitar bajas civiles.
Al pasar una curva estaba el puente y luego una curva en donde nos
encontrábamos los equipos tácticos. Ya los tipos estaban preparados para
enfrentar cualquier sorpresa que existiese en la zona.
Al entrar en el puente y luego tomar la curva, desde donde se apreciaba la
alcabala los tipos comenzaron a dispararnos y nosotros les devolvimos el
fuego. El carro de los delincuentes freno y se dirigió a la salida del puente
antes de la urbanización.
Nosotros fuimos avanzando protegidos por los camiones blindados para no
dejarlos escapar y el grupo que estaba en la entrada del barrio El Prodigio se
acercó para apretar la tenaza.
Los delincuentes se atrincheraron detrás del carro, pero al ver que se
acercaba la otra comisión se dirigieron a una bajada que había debajo de
puente que era terreno agreste por donde pensaron poder bajar con más
facilidad.
Nosotros apretamos el cerco y junto a los dos comisarios comenzamos a
descender poco a poco para poder repeler el fuego que nos lanzaban los
delincuentes en su huida.
El Turco y sus esbirros no dejaban de disparar sus armas largas y nosotros
en plena persecución para no dejar que huyesen. Pero no era fácil apuntar ya
que ellos nos respondían a fuego graneado mientras huían.
Sabían que si lograban bajar completamente y pasar un riachuelo que había
se podrían adentrar en un bosque el cual sería difícil entrar si dejaban por los
menos dos hombres disparando contra nosotros, mientras El Turco huía.
-Cuídense muchachos. No presenten blanco. Nos decía Julio Montoya,
disparando contra los delincuentes que huían.
En pocos minutos con tremenda balacera los hampones llegaron al
riachuelo que les había mencionado. Cuando se detuvieron para pasarlo a
nosotros se nos hizo fácil dar de baja a los que se había quedado rezagados.
Julio Montoya se detuvo y apuntó a un carajo que disparaba desde la
cintura una ametralladora y que trataba de ganar tiempo para que su jefe
cruzase el riachuelo.
Ricardo y Labastida tumbaron a dos más cuando estos atravesaban el
riachuelo que llevaba poca corriente y que les era fácil atravesar. No podíamos
dejar que llegaran al bosque.
Apunte a uno de los tipos y le acerté en el pecho. Nuestro avance era
dificultoso por el fuego con que nos recibían.
Desgraciadamente lograron llegar al bosque porque; como esperábamos;
varios tiradores se situaron a la entrada del bosque y comenzaron a dispararnos
y no nos dejaron avanzar por lo nutrido del tiroteo.
Mientras tanto El Turco y varios de sus esbirros se adentraban en el bosque
y así lograron escapar, ya que los tiradores situados a la entrada del bosque
evitaban que avanzáramos.
-Coño Carlos demuestra que has aprendido como francotirador. Me dijo
Julio Montoya.
De una vez el jefe se comunicó con los carros blindados en donde había
fusiles de francotirador y los mandó a buscar.
Por varios minutos siguió nuestro tiroteo contra los anillos de seguridad de
El Turco, mientras llegaba el fusil.
-Lúcete Carlitos. Me comentó con una palmada en mi hombro el
Comisario Labastidas.
Me llevaron el SVD-S Dragunov de calibre 7,62x 54R. Desde mi posición
pude apuntar cada vez que se asomaba uno de los delincuentes para disparar y
dejaban la mitad del cuerpo descubierto, para mí; por todo mi entrenamiento;
fue fácil poder ir neutralizando a cada uno de los delincuentes, claro lo malo
que llevó cierto tiempo que hizo que El Turco pudiese huir.
El fuego nutrido de los guardaespaldas de El Turco había impedido que
pidiésemos continuar y neutralizar este delincuente. Desgraciadamente el
carajo ese pudo huir, otra vez se nos escapó.
¡Qué desgracia, otra vez pudo el maldito ese escapar!
Nos sentíamos frustrados, estuvimos a punto de acabar con la amenaza que
asolaba la ciudad y se fugaba otra vez.
Terminamos el operativo fracasado en la sede del DIIP, el Comisario Julio
Montoya, junto a Saavedra, Terán y Labastidas, se quiso reunir con nosotros
para que volviéramos a analizar el operativo y la razón que nos había fallado
la captura o la eliminación de El Turco.
Lo que si logramos analizar fue que era imposible haberlos interceptado en
plena urbanización, seguramente hubiesen muerto civiles y muchos policías.
A pesar de lo nutrido del tiroteo solo contábamos con policías heridos y no
de gravedad, pero seguramente si el enfrentamiento hubiese sido donde vivía
gente, seguramente tuviésemos saldo que lamentar.
Los Comisarios habían llegado a la conclusión que para acabar con la
gente del Cartel del Norte del Continente había que profundizar con los drones
de vigilancia en las zonas que se sabían que ellos dominaban, estaban claros
de que no era fácil hacer un operativo bien nutrido con las tres fuerzas
policiales en zonas densamente pobladas.
La gente de una u otra forma eran cómplices del cartel en esas zonas y
avisaban cuando se acercaba algún operativo. Pero con los datos que nos había
dado Cesar podíamos ir llegando a las zonas donde operaba El Turco y así
poderlo acabar.
Después de finalizar la reunión, el Comisario Montoya, nos invitó a tomar
café a todos los hombres del DIIP que había actuado en el operativo como
Equipo Táctico. Teníamos un gran jefe y eso todos lo reconocíamos.
El jefe estuvo como media hora bromeando con nosotros y comentando
relajadamente el operativo, a todos nos dio unos días de descanso, nos los
merecíamos.
No puedo dejar de comentarles un acontecimiento que me paso, que no
tiene nada que ver con mi actuación de miembro del Equipo Táctico del DIIP,
pero que de una manera u otra pudo cambiar mi vida en esos momentos en
donde el diablo mete la cola.
Después del operativo, los muchachos y yo nos fuimos a tomar unos tragos
para podernos relajar de la tensión de la acción en donde participamos.
Llegamos al Lugar y como siempre fuimos atendidos por Quinteron, que
nos atendió con la amabilidad de siempre. Pedimos unas cervezas y
comentamos lo que había pasado y como habíamos estado a punto de acabar
con esa amenaza que era El Turco.
Después de varios tragos los muchachos decidieron irse a dormir, yo que
me encontraba bastante activo mentalmente, decidí quedarme un rato más y
tomarme unas cervezas más para ver si me daba sueño.
Tres cervezas más y nada que me provocaba irme a dormir. Así que decidí
irme a otro lugar llamado El Mesón para ver si podía conocer alguna
muchacha para pasar el rato.
El Lugar cerraba a las 12 de la noche, cuando vi que ya llegaba esa hora,
pague la cuenta y me fui, como les conté.
El Mesón no se encontraba lejos; como a tres cuadras. A pesar de la hora la
ciudad no era peligrosa por atracos o robos, además yo cargaba mi Glock, el
arma que me había asignado para mi protección mi jefe.
Cuando había caminado una cuadra, casualmente me conseguí a un amigo
al cual apodaban El Cuarto, por ser el cuarto hermano de varias hembras.
El tipo ese no era mala persona, pero tenía un gran problema y era que
cuando bebía se ponía belicoso. Tenía con que, era muy alto; pasaba de un
metro noventa y como hacía ejercicios con pesas era muy corpulento.
A pesar de que yo le sacaba el cuerpo por su genio al beber, me tenía un
gran afecto y siempre deploraba que yo no compartiera más con él.
Yo ya había tenido una experiencia con él y su comportamiento cuando
bebía. Una vez en unas ferias de la ciudad, presentaron un espectáculo musical
cortesía del Ejército. Yo acudí con Carmen Cecilia y me conseguía a El Cuarto
con un amigo de él llamado Javier, que era otro camorrero cuando bebía. Los
tipos extrañamente eran muy educados con los amigos y con las mujeres que
andaban con ellos.
Conversando y compartiendo con ellos, note que estaba algo tomados y
trate de alejarme de ellos. Cuál sería mi sorpresa cuando el tal Javier de pronto
se le abalanzó a un Policía Militar; que custodiaba el espectáculo; a quitarle el
bastón y creó una trifulca con los compañeros del soldado que acudieron en su
ayuda.
Yo discretamente me aleje, ya que este tipo de problemas me podía traer
consecuencia de todo tipo, hasta destruir la discreción que tenía como Equipo
Táctico del DIIP. Ese tipo de gente no me convenía como amigo.
Bueno ese día, fue la definitiva para sacarle completamente el cuerpo a ese
carajo. No lo volvería a ver sino muchos años después y no quise averiguar si
seguía igual.
Camine una cuadra con él, tratando de que siguiera su camino para poder
dirigirme al bar que me iba. De pronto el gigantón ve un grupo grande de tipos
y les comienza a gritar y se dirige a ellos.
Yo pienso que son amigos de él, está bromeando con ellos y sigo
caminando. Cuando volteo veo que como los trató de agredir los tipos lo
tenían completamente rodeado. Los agredidos eran más de diez hombres.
No podía dejar que lo masacraran, pero si intervenía en la pelea, que como
no íbamos a salir muy bien por la superioridad numérica tendría que sacar mi
arma, con que Dios sabe desenlace.
Me acerque tratando de calmar la situación.
-Tranquilo amigos, tranquilos. Este carajo está loco. No le hagan caso.
La situación estaba que ardía, ya que los tipos esos estaban borrachos
también.
-Vamos a darles una coñaza a estos dos malditos. Gritaba uno de los
exaltados agredidos por El Cuarto.
Son solo dos. Vociferaba el otro.
-Quédense tranquilos amigos. Yo me lo llevo. Disculpen. No quiero
problemas, ya nos vamos dije conciliador.
Yo tenía la mano cerca de mi arma para hacer uso de ella si fuese
necesario. Pero como experto en armas sabía lo que podía pasar al hacer uso
de ella.
Además por esa zona yo vivía y si disparaba, saldría la pregunta como un
estudiante tenía ese tipo de arma.
A pocas cuadras quedaba la sede de la Policía Militar. Seguramente al oír
las detonaciones enviarían elementos de seguridad del Ejército a averiguar.
-Yo conozco a ese tipo. Dijo uno de los agredidos. Estudia en mi facultad.
-Tranquilo amigos, no quiero problemas. Me llevo a este loco. Dije
aplicando una sumisión dolorosa para poder sacar al bravucón.
Como pude saque al guapetón. Lo conduje una cuadra y lo mande al
carajo.
-Por eso es que no se puede salir contigo. Le dije con rabia dejando el
gigantón arrepentido de lo que había hecho.
Eso me pudo traer grandes problemas en mi vida y joderme la carrera.
Descansamos unos días y el jefe nos reunió cuatro días después a una
reunión en su despacho. Julio Montoya se encontraba como si acabase de
llegar de un día de playa, fresquecito, parecía que el Comisario tenía una
manera muy especial de recuperarse ya que ni nosotros que habíamos tenido
los días de descanso, nos encontrábamos tan descansados.
-Agradecido por que hayan venido muchachos. Nos dijo a Ricardo, a
Federico, Alejandro y a mí.
-Los mande a llamar ya que voy a necesitar su ayuda. Se van a ir por unos
días a la Policía Regional a pulir los entrenamientos como equipo táctico.
-No puedo dejar de reconocerles la dedicación que han tenido en el cuerpo,
por eso quiero que participen en unos entrenamientos que se darían en la
Policía Regional para los Equipos Tácticos.
-Tendrán como instructores a gente experimentada como el Comisario
Alfonso Terán, Comisario Eduardo Araujo que es el Segundo jefe del Grupo
Rinoceronte, Inspector Roco Lombardi, que es el Jefe de los Francotiradores
de la Regional, también participará gente de la Policía Científica como el
Comisario Labastidas y yo aportare alguno de mis humildes conocimientos.
Prosiguió el jefe.
-Mañana los quiero muy temprano aquí para que nos dirijamos a los
campos de entrenamiento de la Policía Regional para comenzar con la
preparación. Queremos pulirlos al máximo, ya que la guerra con El Turco y el
Cartel del Norte de Continente será muy fuerte, más de lo que ha sido.
-El Presidente llamó al Gobernador y le exigió que se acabara este
problema. Vamos a una nueva ofensiva en contra de la gente de esta mierda.
Seguramente después de terminar con este Cartel comenzaremos con la gente
del Mayor.
Al día siguiente a las cinco de la mañana nos encontramos en la sede del
DIIP nos iban a trasladar en los carros blindados al campo de tácticas de la
Policía Regional, íbamos con Julio Montoya de estricto uniforme negro como
era normal en él, con todo y su boina negra.
Llegamos al campo táctico y fuimos recibidos por el mismo Terán,
acompañado por Lombardi. Nos bajamos y formamos en un campo de
entrenamiento donde existían dependencias que servirían para montar los
escenarios en donde haríamos las prácticas.
A los pocos minutos de estar formados, se acercaron los Comisarios, junto
al Inspector Lombardi quien como experto francotirador nos dirigiría la
palabra:
-Comandos, quiero que sepan que el francotirador es el mayor peligro que
pueda enfrentar un Equipo Táctico. Tenemos la información por Inteligencia
que esa será la forma de que el Cartel del Norte del Continente usara para
cobrarse que estuvimos a punto de dar de baja a uno de sus jefe en este estado.
-Ustedes están completamente claros que contra este tipo de enemigo no
nos quedara más nada sino neutralizar este peligro lo más rápido posible, antes
de que asesine a nadie. Estos asesinos están claros que morirán y nos le
importara hacerlo.
-Lo más posible que estas sarnas se sitúen en cualquier azotea de un
edificio o una torre. Por esto cualquier Equipo Táctico debe estar por encima
de la posición del enemigo para acabar con la amenaza. Debemos estar claros
que el equipo que lo enfrente será objetivo primario del enemigo. Nos decía
Lombardi recorriendo las filas de los Equipos Tácticos, en donde pude ver que
también estaban miembros del GRI de la Policía Científica.
Lombardi hizo que nos dividier amos en equipos, que hizo dividirnos en
tres grupos de cinco integrantes cada uno. Nos ordenó que lleváramos tres
armas con miras telescópicas junto a los fusiles automáticos, que esta vez
serian Ak-47. Esa posición nos daría cobertura y ocultamiento.
Desde nuestra posición teníamos apuntado al supuesto francotirador y lo
mismo haría los otros dos grupos. Como era de imaginarse yo era uno de los
tres tiradores de mi grupo. Teníamos que esperar que Lombardi nos diera
orden para disparar contra el objetivo.
Como el blanco estaba en lo alto de una azotea, el líder; que era Lombardi;
nos ordenó que lo mantuviéramos entretenido con disparos hasta que se
presentara una oportunidad para acabar con él, cosa que esta vez fue así.
Al terminar el ejercicio, descansamos un rato y luego Lombardi nos hizo
realizar otro ejercicio en donde nos hizo practicar el método para introducirse
en un edificio para eliminar una amenaza de un tirador.
Practicamos primeramente una entrada por el techo. Nos llevó el instructor
a una edificación en donde fijo un blanco. Nos preparó para poder abrirnos
paso por la escalera de servicio, irrumpiendo con una granada de aturdir,
disparando para poder acabar con la supuesta amenaza.
Nos hizo repetir el ejercicio varias veces al transcurso del día. También
realizamos una entrada subiendo con garfios de escalar, en este ejercicio
sabíamos la posición del blanco. Un grupo irrumpía mientras los otros
suspendían el fuego para evitar que nos afectara el fuego amigo.
Este método nos dijo el instructor Lombardi era el que menos se podía
utilizar ya que era el más peligroso.
Desde la mañana hasta las seis de la tarde estuvimos practicamos las
técnicas como enfrentar a un francotirador. Era agotador, pero nos estaban
preparando para una acción real. Cuando terminamos el instructor de la Policía
Regional, nos dijo que mañana haríamos la incursión ayudados por los
helicópteros.
Después que Lombardi dio por terminada la acción nos dirigimos a comer
ya que en todo el día no nos habíamos llevado un bocado. El rancho del centro
de entrenamiento estaba muy bien surtido y nos sirvieron un suculento
almuerzo cena, bien dotado de tantas tazas de café pudiésemos consumir.
Como era de prever nos sentamos en la misma mesa Ricardo, Alejandro,
Federico y yo junto al Comisario Julio Montoya. Quien nos felicitó por
nuestra actuación en los ejercicios.
Aunque no era su costumbre, el jefe nos refirió él porque de los ejercicios.
Nos narró que existían informes de Inteligencia que el Cartel del Norte del
Continente, preparaba ataques contra la ciudad. La gente del Cartel de la
Montaña había revelado que pronto el Cartel enemigo utilizaría
francotiradores para crear zozobra en la colectividad.
Quien mejor que los Adoradores de Satán para hacer los ataques, ya que
esa era una misión suicida ya que no podrían escapar a la actuación de los
Equipos Tácticos de las Policías, que los que nos tocaba era estar preparados
para que se produjesen la menor cantidad de víctimas inocentes.
Julio Montoya nos pidió que fuéramos muy rápidos en eliminar cualquier
francotirador que se presentase. Compartimos un rato con el jefe y nos fuimos
a descansar en las barracas del campo de entrenamiento ya que al otro día el
entrenamiento sería más fuerte.
Amaneció rápido y muy temprano en la mañana, salimos a hacer los
entrenamientos físicos que nos acostumbraban en este tipo de preparación que
a mí no me afectaban, al contrario me gustaba ya que siempre fui un fanático
del entrenamiento físico.
Al finalizar la hora de calistenia y asearnos, nos dirigimos al cafetín.
Cuando desayunábamos oímos la llegada de dos helicópteros.
Terminamos de comer y nos reunimos en el campo de entrenamiento.
Estaban igual que ayer los Comisarios y el Inspector Lombardi, esperando que
nos agrupáramos. De una vez el instructor comenzó a decirnos que hoy
realizaríamos el ataque con los helicópteros.
Nos explicó que para la eliminación de un francotirador se podían utilizar
dos helicópteros que se acercarían a él en diferentes direcciones. Las unidades
contarían con dos tiradores que usarían fusiles ametralladoras para neutralizar
al enemigo.
Usaríamos ese tipo de armas y no fusiles de precisión ya que el
movimiento de las naves imposibilitaría ajustar la mira. Con las
ametralladoras sería más fácil hacer blanco.
-Con los dos helicópteros, el francotirador enemigo le será preciso elegir
blanco entre los dos helicóptero, mientras este realiza una acción evasiva,
táctica imprescindible para un piloto de helicóptero. Mientras tanto desde el
otro helicóptero disparara al francotirador. Nos explicó Lombardi.
-Carrero móntate en uno de los helicópteros, tú serás uno de los tiradores
del primer ataque.
Le ordenó a un efectivo de la Policía Científica que abordase la otra nave.
Parece que éramos los que más estábamos preparados como francotiradores
para realizar la acción.
No en balde el Comisario Julio Montoya me había enviado a la ciudad
capital para realizar el entrenamiento de Francotirador y habían sido muchas
las horas en que me habían puesto a practicar tiro en los campos de
entrenamiento de las diferentes Policías.
Nos subimos en las naves que estaban con los motores prendidos y
practicamos varias veces la estrategia que nos había dicho Lombardi.
Dos tiradores tanto de la Policía Regional como de la Científica y yo como
francotirador del DIIP practicamos la operación con los helicópteros todo el
día. Después me entere que los otros grupos siguieron practicando las tácticas
que hicimos ayer.
Nosotros íbamos a ser entrenados en el arte de Vasily Zaitsev, el famoso
francotirador ruso. A pesar de que yo había tenido en la ciudad capital un
entrenamiento con Inspector Reinaldo Artigas, no me las sabía todas. Cada
vez que el DIIP me dirigió a un nuevo entrenamiento o a un curso aprendía
algo bastante importante para mi carrera.
A través de los años de profesión fueron muchos los entrenamientos que
participe tanto en el país como en el extranjero. Les puedo decir que participe
en cursos dictados por SWATT en los Estados Unidos, por los Spetnak en
Rusia; un curso importante en combate urbano, por los GEOS españoles, por
las fuerzas de respuesta inmediata de Alemania llamada Mando de Fuerzas
Especiales que en alemán era Kommando Spezialkräfte, generalmente
conocido por sus siglas KSK
Pero no por eso puedo dejar de desmerecer la preparación que nos dieron
aquí en el país dirigidos por instructores como Montoya, Artigas, Labastida,
Lombardi y Terán entre los muchos que nos prepararon para este difícil trabajo
de Equipo Táctico.
Debo reconocer que esta escuela de francotiradores era la más dura a la
que había participado, Lombardi nunca dejó de presionarnos y para eso hacía
que nos acostáramos tarde y nos levantaba temprano, para que hiciésemos el
entrenamiento físico que era extenuante, pero con todo y a mí me gustaba.
Debías estar capacitado para disparar a pesar de la presión en que
estuvieras metido, debías también estar preparado para observar con extrema
paciencia para poder realizar el disparo en el momento exacto.
Otra de las partes fundamentales de este curso que nos impartió Lombardi,
era como aproximarse a un sitio para fijar blanco tomando posición, debíamos
pasar tiempo tratando de buscar el mejor ángulo para fijar puntería.
El curso en la ciudad capital había sido para mí como una especie de
bachillerato, pero este era la universidad.
Aquí practicamos con el SSR Mkl 7,62mm de fabricación finlandesa
Vaime, con el AWC Covert de culatín plegable, Mk12 Mod0 1 de calibre 5,56
de fabricación OTAN, y con el SVD Dragunov en calibre 7,62x54R, que fue el
fusil que más usaban nuestros francotiradores.
Me entrenó mi nuevo instructor a variar la puntería si el blanco se mueve,
caminando o corriendo. Disparábamos hasta que el blanco no solamente
quedase grabado en tu cerebro, sino en el mismo dedo en donde tirarás del
gatillo.
Lombardi nos enseñó que ser francotiradores policiales significaba mucho
más que apretar el gatillo, debíamos conocer el terreno para realizar un buen
disparo para eliminar el blanco.
El secreto no estaba en ver, sino en aprender a percibir y hacer el disparo
correcto, percibiendo tu entorno para evitar una emboscada. Eso me hizo
evitar una emboscada que nos hicieron cuando enfrentábamos a un tirador y
cerca estaba apostado otro en una misión suicida de eliminar cualquier número
de policías posibles.
En este entrenamiento nos obligaron a estar muy alertas, al pasar los años y
las múltiples prácticas que realice, me convertí en un maestro de la
observación.
CAPITULO XXIV
No pasaría mucho tiempo en que los malditos del Cartel del Norte del
Continente no empezaran a joder. Los informes no serían falsos, ya que estos
perros un día cualquiera de semana situarían dos francotiradores para mermar
a las fuerzas policiales que acudirían cuando comenzase el tiroteo.
Estábamos nosotros en la sede del DIIP cuando se recibió una llamada de
la Policía Regional, para informar que desde una urbanización de la ciudad
había un tiroteo en donde un francotirador disparaba en contra de las patrullas
que pasaban y en contra de los transeúntes.
Lamentablemente había caído dos civiles y la policía le era imposible
contener al tirador. Con esa llamada los grupos tácticos de las tres policías
debían estar preparados para acudir al sitio.
De una vez nos prepararon para enfrentar la amenaza. Julio Montoya ya se
encontraba dando órdenes para la acción. Nos armó a todos con los fusiles
ametralladoras que prefería que fueran la famosa AK-47 y la pistola Glock,
además de que nos ordenó que hiciésemos una importante dotación de
granadas aturdidoras.
-Carlos hijo, toma este el Remington 700. Es tremendo fusil que podrás
hacer blanco desde una distancia de 300 metros, que es lo que necesitamos
para hacer blanco y joder a esa amenaza.
En segundos estábamos montados en nuestro camión blindado y nos
dirigíamos al sitio en donde se daba el tiroteo.
Al llegar ya la Policía Regional había asegurado el perímetro. De una vez
Julio nos dio las instrucciones preliminares, para enfrentar la amenaza, que en
la jerga nuestra es conocido como Orden Preliminar.
Desde nuestra posición pudimos ver que desde una casa se dirigía fuego
graneado en contra de las unidades policiales que rodeaban el lugar. Por lo que
pudimos ver con nuestros ojos entrenados, que era un solo tirador que
posiblemente usase un fusil AR-15, que dispara ráfagas cortas en contra de las
unidades.
El encargado de la Policía Regional y del operativo hasta que llegamos
nosotros, nos informó que desde hacía unos minutos el tirador dirigía el fuego
contra todo lo que se movía y les era imposible acercarse a la casa, gritado
maldiciones en contra de la Policía por haber asesinado a varios de sus
compañeros en el último operativo donde estuvimos a punto de acabar con El
Turco.
Julio pidió que nuestros efectivos crearan un perímetro rápido para aislar a
ese tirador para neutralizarlo lo más rápido posible. Ya el jefe trataba de
recabar la mayor información del futuro blanco que teníamos que neutralizar.
El Comisario con su conocimiento en ese tipo de acciones sabía que era
imprescindible recabar toda la información del tirador y pudo saber que era un
solitario tirador que disparaba desde las ventanas de la casa y a veces desde la
puerta, pero que era difícil tumbarlo con las armas cortas que portaban los
efectivos que en primera instancia había acudido a tiempo.
Pudo saber el jefe; por lo que gritaba el delincuente; que supuestamente era
un vengador de lo que anteriormente habíamos realizado en contra del Cartel
del Norte del Continente.
Nosotros sabíamos que teníamos que entrar para poder acabar con esa
amenaza que ahora asolaba las calles de la ciudad. El jefe trataba de obtener
más información para que actuáramos, pero no lucia muy convencido de que
solo fuese un tirador, ya que a pesar de que estaba claro que la gente de El
Turco eran capaces de hacer cualquier cosa, había un gato encerrado en el
asunto.
Montoya nos informó lo que sabía del supuesto tirador, aclarando que
solamente nosotros actuaríamos como Equipo Táctico y la Policía Regional
solamente acordonaría la zona.
En nuestro Comando estábamos seguros que Montoya siempre tomaría la
decisión más acertada. Julio conocía todo de cada uno de nosotros; nuestras
fortalezas y debilidades; él pasaba muchas horas con nosotros y estaba
clarísimo hasta donde nos exigiría.
Julio nunca nos iba a pedir que realizáramos una acción, que él no nos
acompañase y sería incapaz de mentirnos o disfrazarnos una situación.
Por eso era que él estaba muy interesado en nuestro entrenamiento, para
que actuásemos como un equipo, ya que esa era la mejor forma de alcanzar el
éxito.
Formamos dos pelotones para poder entrar a la casa, cada grupo era
formado por 5 hombres ya que de esta forma podíamos desplazarnos a mayor
distancia, cada pelotón estaba conformado por el hombre que proporcionaba la
seguridad de frente que exploraba y haría señas al equipo y que cubría su
movimiento protegido por un gran escudo blindado, yo iba de segundo en el
primer equipo; el de la derecha; para prestarle seguridad y cobertura al
primero del pelotón, como francotirador prestaba protección al equipo
apuntando a las zonas elevadas, detrás de mi iba el líder; por supuesto Julio
Montoya; de tercero iba el que le prestaba seguridad a los flancos armado
como siempre de tremenda escopeta Mossberg 500 israelí y el quinto era el
que vigilaba la parte trasera.
-Pónganse pilas Hombres Refuerzos, tengo una duda de que sea un solo
tirador. Nos ordenó Julio.
En el avance que hacíamos para enfrentar al tirador, estando yo vigilando
las alturas pude ver otro tirador que nos apuntaba desde una de las viviendas,
desde el techado.
Apreté el gatillo no más lo divise, eliminando la amenaza. Mi colega del
otro pelotón también disparo casi al mismo tiempo al ver al tirador escondido.
Así que cuando cayó ese hijo de la gran puta tenía dos oricios en su cuerpo.
Eso confundió al primer tirador, además que por el ataque que recibía por
los dos flancos que le era difícil apuntar a los dos equipos que se le acercaban
al mismo tiempo.
En una de sus salidas que realizó por la puerta fue fácilmente neutralizado
por los hombres claves de los dos pelotones.
Por lo visto el Cartel del Norte del Continente no estaba dispuesto a dar
cuartel en la guerra contra la ciudad.
Cuando llegamos a la sede del DIIP; contentos por la satisfacción del deber
cumplido; nos encontramos con la noticia de que la gente de Inteligencia del
Comisario Saavedra tenía la información de la llegada Alfredo Berrios a la
ciudad.
Teníamos la certeza de que había que acabar con ese desgraciado que era el
líder de todo lo que estaba pasando, ya que el Turco era su brazo ejecutor.
Para esto se iba a utilizar el sistema Pegasus para intervenir los teléfonos
de varios de sus testaferros y compinches.
Este había sido diseñado por una compañía israelí para intervenir teléfonos
y nos era necesario saber en dónde se encontraban esta cuerda de malditos
para acabar con ellos.
Por lo que he podido aprender en mis años como integrante de un equipo
táctico del DIIP, es que el sistema Pegasus en primera instancia envía un
mensaje al teléfono de la persona que se quiere intervenir, una vez que se
ingresa al teléfono de la víctima el navegador redirige al objetivo para instalar
el Pegasus en el teléfono móvil y de aquí en adelante tener acceso a los
archivos del dispositivo telefónico como mensajes, correos electrónicos,
contactos y fotografías.
De esta forma desde una oficina especial que funcionaba en la casa de
abrigo podíamos vigilar prácticamente a la persona que necesitábamos vigilar.
El programa del Sistema Pegasus era comercializado por esa compañía
solamente a gobiernos y el Presidente había estado muy interesado para
adquirir cualquier tecnología que nos haría combatir estos grupos delictivos
que se había insertado en nuestro país.
No solamente se espiarían por teléfono los supuestos integrantes del cartel
del Norte del Continente y sus familias, también se utilizarían drones para
espiar las zonas en donde este grupo delictivo era más fuerte. Debíamos lograr
ubicar los refugios de estos tipos y ahora más que Berrios había llegado del
país en donde hacia vida con más fuerza este cartel de narcotraficantes.
Sabíamos que el hombre del lunar no había llegado para tejer y cantar, era
fácil de imaginar que venía a ponerse al frente de sus hombres, para hacer más
cruenta la guerra que ya llevaban en contra de nosotros y de la sociedad.
Yo que había conocido a Berrios sabía que era un megalómano, que se
sentía que estaba haciendo una carrera para dejar a tras la fama de sus
parientes que fue muy mala en las zonas fronterizas del país.
Las tres policías estábamos claros en que la única manera de poder acabar
con este grupo delictivo era la muerte de la mayoría de sus integrantes, ya que
solamente meterlos en la cárcel no resolvería el problema, ya que desde
prisión seguirían jodiendo.
El Presidente había dado la orden de acabar con esta organización delictiva
en el país, había que finalizar en el estado en donde estaban más fuertes y
desde donde organizaban sus operaciones para varios estados más.
Lo que si debo contarles es que mi vida no solamente era la actividad
policial y el entrenamiento. También yo era joven y además de eso un
estudiante universitario. Como quería ser policía, también quería graduarme
de abogado como mis padres.
Como le puse ganas a mi trabajo en el grupo táctico, de la misma manera
pude concluir mi segundo año de estudios. Eso me llenaba de satisfacción el
cumplir con otra de mis metas a pesar de que la actividad policial me quitaba
mucho tiempo.
Pero nunca deje de prepárame para ser abogado, en cualquier momento
que podía leía y me preparaba en ese campo.
No puedo dejar de reconocer que el Comisario Julio Montoya me ayudó
mucho, él sabía de mi deseo de ser abogado y nunca me lo combatió, siempre
me incentivo para que me graduara y perennemente estaba pendiente de mis
estudios.
Con los años sabría que el jefe era abogado también, cada vez que conocía
más a Montoya me asombraba su preparación, no solamente en la parte
policial, en el Krav Maga y en varias artes marciales, en la preparación física,
sino en la parte intelectual.
Había pocas cosas que el Comisario no supiese, era un lector incansable de
temas históricos, no solamente en la historia militar de nuestro país, sino en la
Historia Antigua. Montoya tenía una vasta cultura sobre razas humanas; gran
conocedor de la cultura árabe y europea.
Con esos ejemplos era imposible no tratar de ser mejor en todo. Varias
veces que tuve un fin de semana libre me dirigía a la casa de mis padres y pase
pocos días gozando de la compañía de ellos y de mis hermanas.
Con mis padres fui sincero cuando me preguntaron qué había pasado con
la novia que tenía, me dieron la razón de haber suspendido ese noviazgo
cuando me había dado cuenta que Carmen Cecilia era una adicta. A pesar de
que eso todavía me dolía, me decepcionó, pero yo estaba enamorado de ella.
Claro no conté a mis padres las principales razones que había hecho que
dejara esta relación.
En la última vez que fui a mi casa paterna; después de haber superado el
entrenamiento con Lombardi y los comisarios, mi papá me invitó a ir al
polígono de tiro en donde él; el Dr. José Luis Carrero; era Presidente de la
Asociación.
Llegamos una mañana de un domingo y cuando nos dirigimos a las
canchas de tiro, nos conseguimos al hermano mayor de mi papá Pedro José
Carrero que con su eterno rifle 22 se dirigía a practicar tiro al plato, que no era
nada fácil realizarlo con un rifle.
Pedro José Carrero había sido cazador desde muy joven, actividad que
había practicado con pasión y que ahora odiaba por ser un reconocido
naturalista del estado y creo; sin ser exagerado; del país.
-¡Carajo Carlitos, estás hecho todo un hombre! Me dijo dándome un gran
abrazo, palmeándome fuertemente la espalda con su extraordinaria fuerza a
pesar de ser un hombre delgado y alto, pero de gran capacidad física, ya que
era un fanático como los varones Carrero del ejercicio físico.
Estrecho la mano de mi padre y le dio otro tremendo abrazo.
-Cuéntame José Luis, vengo a conocer la nueva cancha que ahora cuenta el
club. Le preguntó a mi padre.
-Claro Pedro vamos para que la uses. Le respondió mi padre.
-Carlos acabamos de hacer una cancha en donde se puede disparar con
rifle, para los fanáticos del tiro de larga distancia como tu tío. Me explicó mi
padre.
Nos dirigimos hacia la nueva adquisición del club y mi tío disparó a la
diana con su famosa puntería aproximadamente a 100 metros.
Quedo muy satisfecho de los blancos abatidos y tendió su rifle a mi padre
como retándolo como para que pudiese compararse con su puntería.
-No gracias Pedro, jamás te superare en esto, dale a Carlos una posibilidad
para ver si de alguna forma puede acertar con tan buena puntería como tú.
Somos quizás expertos en armas cortas, pero nunca superaremos tu maestría
con el rifle.
Mi tío me tendió su rifle y yo con todo lo que había aprendido con los
Inspectores Reinaldo Artigas y Rocco Lombardi estos tiros a 100 metros era
pan comido.
Para vengar el orgullo herido de mi tío que como experto tirador de rifle lo
retaba, de vaina apunte y dispare con rapidez como había aprendido y
realizado en pleno combates contra los del Cartel del Norte del Continente.
Acerté todos los blanco, dejando a mi tío Pedro y a mi padre con la boca
abierta.
-¡Carajo Carlitos, me superaste, sobrino mío tenías que ser! Respondió a la
acción con admiración Pedro Carrero.
Me abrazó y dijo:
-¡Digno ejemplar de los Carrero!
Mi padre que no cabía en su orgullo, después ataría acabos y ese mismo
día al ver como disparaba en la cancha de armas cortas, empezaría a sospechar
que yo no solamente estaba preparándome como abogado.
Con mi Glock en posición isósceles demostraría que mi pericia no era
simplemente un tirador amateur. Llamo la atención de todos los presentes por
mi puntería y rapidez, que superó mucho la puntería de muchos de los
presentes, que dentro de ellos se encontraban varios militares.
Orgullosamente mi tío Pedro y mi padre invitaron a los presentes al casino
de las instalaciones para brindar con unos Whisky la buena puntería de su hijo
y sobrino.
De esta forma pasamos parte de la tarde brindando por mi buena puntería.
-Hijo, veo que no solamente te has preparado en los estudios; muchos de
tus profesores me han llamado desde tu universidad para comentar tu
dedicación y lo excelente de tu trabajo con el Juez Quintero; sino como que
has practicado bastante con las armas. Me dijo mi padre con ironía.
-Claro José Luis, hijo y sobrino de tigres sale rallado. Ripostó a mi padre
Pedro José Carrero.
En estos días que pase en mi casa paterna pude conocer al novio de mi
hermana Patricia, desde que lo vi me di cuenta que mi hermanita había elegido
muy mal. Creo que esa mala decisión daño mucho a mi hermana, aunque ella
nunca dijo nada, pero se le veía que nunca fue feliz, cosa muy diferente
hubiese pasado si se hubiese casado con Ricardo Millán.
Cuando vi a mi futuro cuñado sentí que no era un hombre sincero y que
seguramente estaría lleno de malas mañas, como con el tiempo la cara de mi
hermana lo descubría. A mi padre tampoco le caería muy bien el tipo ese; de la
cual no quiero ni recordar su nombre, que muchas veces estuvo a riesgo que le
metiera cuatro tiros por lo mal que trataba a mi hermana.
Esa noche al llegar a la casa, después de haber salido a visitar a unas
amigas, encontré a mi padre tomándose un café en la biblioteca.
-Carlos, no me gusta para nada ese novio de tu hermana. Me dijo mi padre.
¿Qué paso con aquel muchacho llamado Ricardo que era tan amigo tuyo?
-Bien, papá, estudiando, ya dentro de pocos meses se graduara de
ingeniero y compartiendo sus estudios con su trabajo. Ricardo llegara lejos y
es buena persona, un hombre de principios.
-Las mujeres, hijo la mayoría de las veces no saben elegir. Comentó mi
padre.
-Estás equivocado, Dr. Carrero. No todas tomamos malas decisiones.
Interrumpió mi madre entrando a la biblioteca.
-Ni Coromoto ni yo hicimos una mala decisión casándonos con los
hermanos Carreño. Continuó mi madre, refiriéndose a mi tía; la hermana de mi
tío Pedro y a ella.
-Lo que pasa mi amor, es que no me gusta para nada ese tipo que trajo
Patricia como novio y se lo estaba comentando a Carlos.
-Tampoco a mí me gusta, pero es la decisión de Patricia y se la tenemos
que respetar José Luis.
Así finalizamos el tema, para entrar en otros más banales como los que
hablan unos padres con su hijo que estudia en otro estado y viene de visita.
-¿Hijo después de terminar con la “droga”, no has pensado buscarte una
novia para enseriar tu vida? ¿No hay ninguna muchacha que te llame la
atención? Me preguntó mi madre.
-Pues si mamá, hay una candidata y se llama Sonia, ella es estudiante de
medicina. Me está empezando a llamar la atención, pero quiero conocerla
mejor no vaya a ser que vuelva a equivocarme como lo hice con Carmen
Cecilia.
-¿Es bella tu enamorada? Continuó preguntando mi mamá.
-Si mamá es muy bella y distinguida, además es una muchacha que es
sencilla a pesar de lo bonita que es.
-¿Carlos cómo te va tu trabajo con el Juez Quintero? Interrumpió mi padre,
mirándome con esa mirada penetrante que tenía cuando quería profundizar
sobre un tema que uno no quería tocar.
Sé que Quintero es un abogado muy destacado de ese estado y como juez
es muy respetado y justo, además de incorruptible. Continúo mi padre para
tratar de sacarme información.
-Para mí es un orgullo trabajar con tan destacado jurista, con él he
aprendido mucho más que en la facultad. Tuve que responder.
El juez Quintero es un gran tipo y me dicen que tiene muy buena relación
con los cuerpos policiales y hasta con el Ministro de Relaciones Exteriores y
con el mismo Presidente. Me dicen que es íntimo amigo de ese gran policía
del DIIP llamado Comisario Julio Montoya, que es una leyenda como
comando de un Equipo Táctico en nuestro país. Manifestó mi papá.
-Si he podido conocerlo, es un tipo que parece de película, varias veces lo
he visto en el despacho del Juez. Tuve que mentirle a mi padre.
Con el tiempo cuando ya él sabía sobre mi carrera de policía porque yo
mismo se lo diría, me confesaría que desde que me vio disparar supuso que yo
era parte de ese equipo del Comisario Montoya. No dejo de preocuparse por lo
que me pudiese pasar, pero como hombre respetuoso que era respeto mi
decisión.
Pase unos días con mi familia que me sirvieron para regresar con las pilas
recargadas para continuar con la guerra contra el Cartel del Valle del
Continente.
Al llegar el Comisario Julio Montoya nos reunió en la sede del DIIP a todo
el Equipo Táctico y nos dijo que nos preparáramos para nuevas acciones que
realizaríamos para dar al traste con este grupo delictivo.
Esa misma tarde se realizó una reunión en la sede del DIIP con los jefes y
los más destacados miembros de los equipos tácticos de los tres cuerpos
policiales, en donde participamos Alejandro, Federico, Ricardo y Juan.
La reunión se realizó para preparar un gran operativo para la captura o la
neutralización del Berrios, ya se tenía el sitio de ubicación de “la concha” del
hombre del lunar.
Una cosa que nos dijeron los tres jefes de los comandos; Montoya,
Labastida y Terán; que ese tipejo no se nos podía escapar como lo había hecho
El Turco.
-Tres efectivos de cada pelotón deberán apuntar a ese gran carajo y si
opone resistencia deben matarlo. Ya bastante daño ha hecho ese gran hijo de
puta a este estado y a este país. Dijo enfático el comisario de la Cientifica.
-Aquí no podemos fallar, es imposible fallar, si logra escapar será
improbable poder tener otra oportunidad parecida.
Pasamos la tarde afinando con los jefes el operativo que tendríamos para
apresar o eliminar a Berrios. La gente de Inteligencia del DIIP; dirigida por el
Comisario Saavedra; habían logrado ubicar el punto donde estaba
“enconchado” el criminal, también gracias a los elementos como los Drones y
“El Pegasus”.
La idea para lograr nuestra misión; como lo habían preparado los
Comisarios; junto al Presidente, el Gobernador y el mismo Ministro del
Interior, en videos conferencias; era que los elementos policiales se dirigieran
al sitio en el mayor silencio para evitar que el tipo ese se escapara.
Le llegaríamos por tres puntos, uno seria por el flanco izquierdo, otro por
el flanco derecho y la otra embestida se haría por el aire con la ayuda de los
helicópteros. El operativo debía ser mañana mismo en las primeras horas para
caerle en el preciso instante en donde el hombre tiene sus facultades dormidas.
El ataque se daría a las 4:30 a.m.
El raid sería realizado por los tres Equipos Tácticos y como era de esperar
seria dirigido por los Comisarios Montoya, Terán y Labastidas. Nosotros los
del DIIP seriamos los que llegaríamos por el aire.
Con mapas y fotografías del lugar; cortesía de la gente de Saavedra;
estudiamos la zona para que nos fuera más fácil la penetración.
Los Equipos Tácticos estarían conformado por 60 comandos y a los
alrededores serían rodeados por 200 efectivos para evitar que los criminales
pudiesen huir.
Después de varias horas discutiendo los planes, nos mandaron a retirar
para que nos relajáramos. El operativo nuestro; de los Comandos del DIIP; iba
ser dirigido por el Comisario Julio Montoya.
El jefe nos había dicho que debíamos proveernos de armas rusas por su
poder y como casi siempre nuestros fusiles fueron como arma corta la pistola
Makarov de 9x18 mm, que tenía un silenciador tradicional extraíble, como el
modelo; recién adquirido por el Gobierno; SR-VERESK que dispara
municiones 9 x21m.m que cuenta en su cargador helicoidal con 64 disparos
que sería suficiente para el raid que haríamos entrando por el techo.
Yo llevaría un fusil semiautomático que usaban las Fuerzas Especiales
Rusas VSKK VYCHLOP que utiliza proyectiles de 12,7 mm como posible
francotirador.
Todos los integrantes de nuestro Equipo Táctico nos dirigimos al cafetín
para relajarnos antes de irnos a dormir, ya que necesitábamos estar descansado
por la temprana hora con que les caeríamos a los delincuentes para neutralizar
o detener a Berrios.
Como en todos estos operativos antes nos reuníamos Alejandro, Federico,
Ricardo y Juan, teníamos confianza en nosotros mismos y nos gustaba
apoyarnos en las acciones para cuidarnos las espaldas.
-Cuidado Carlos, de tomar como asunto personal lo mal que te cae Berrios
y lo que te afectó con tu novia y los amigos de ella que eran gente de este
perro para arriesgar el operativo. Me comentó Ricardo.
-Tranquilo hermano, tenemos el suficiente entrenamiento para no dejarnos
llevar por las emociones. Le conteste.
-Los jefes estuvieron claros en decirnos si este hijo de puta no se entrega,
hay que eliminarlo, sin contemplación. Acotó Alejandro.
-Ese carajo no se rendirá, se cree un “Duro”, el tipo no es un hueso fácil de
roer. Por eso es que no caeré en emociones. Le dije.
-Si hay que darle, hay que darle. Interrumpió Federico que estaba callado.
-Creo que al eliminar esa plaga será fácil, acabar con El Turco. Apostilló
Ricardo.
-Sobre El Turco, lo que lo hace más peligroso es su grupito de locos que se
tildan Adoradores de Satán. Prosiguió.
-Joda, puras patrañas de que son diablos. Carlos exorcizó uno en aquel
operativo en las montañas y lo exorcizó rapidísimo. Apuntó Alejandro con
ironía.
Nos tomamos tres tazas de café y nos fuimos a la sala de descanso para ver
una película, cosa que hicimos silenciosamente, cada uno de nosotros
luchando contra nuestros fantasmas que nos visitaban cada vez que nos
preparamos para un operativo similar.
A pesar del entrenamiento, sentíamos miedo. Era natural, pero como una
vez lo dijo aquel revolucionario mexicano Pancho Villa que lo malo no era
tener miedo sino no dominarlo.
Yo por mi parte, no solamente lidiaba con el miedo como fantasma, sino
con la rabia y el rencor que sentía por ese maldito de Berrios, no solamente
desde que lo conocí me cayó mal y yo a él, sino que en parte; inconsciente o
no; lo culpaba de la adicción de mi antigua novia, quien seguramente se
convirtió en una adicta gracias a la droga que vendía el Cartel del Norte del
Continente.
No podía olvidar que Cesar Ramírez y Rebeca Duarte eran traficantes
importantes de este grupo delictivo.
A pesar de que me embargaba la rabia, me consideraba lo suficientemente
entrenado como para no dañar el raid por emociones.
Lo que si estaba seguro era que si el tipo no se rendía, dirigiría mi mira
hacia ese gran carajo.
Irónicamente disfrutamos de una película policial ya bastante repetida
llamada Miami Vice, que narra las peripecias de dos policías antinarcóticos
que se enfrentan a un cartel de la droga.
Nos acostamos temprano y como a las 3:00 a.m. estábamos levantados,
preparándonos para el operativo.
Nos uniformamos con nuestros trajes negros y nos pusimos chalecos
antibalas, recogimos las armas que nos había escogidos y nos dirigimos a los
carros civiles que nos llevarían al sitio en donde nos reubicaríamos para
montarnos en los helicópteros.
Llegamos al lugar señalado, un helipuerto civil y nos montamos en
helicópteros escogidos para llegar a la azotea del sitio. Julio Montoya iba en el
primer helicóptero.
Yo llevaba a mi espalda el semiautomático VSKK VYCHLOP, además de
la ametralladora SR-VERESK y mi Makarov en mi pierna. También contaba
con dos granadas aturdidoras y varios cargadores de repuesto para mis armas.
Esperaríamos la orden para avanzar a la azotea desde donde atacaríamos,
nos deslizaríamos al techo y desde allí llegaríamos a donde se encontraba
Berrios.
Por la radio nos informaron que la gente de Saavedra por la gente que
entraba y salía calculaba que había unos 15 individuos protegiendo a Berrios.
Cuando nos informaron que las cuadras posteriores a la concha de Berrios
estaban totalmente cubiertas por las tres Policías, Julio Montoya ordenó a los
pilotos que prendieran los helicópteros y nos dirigiéramos al lugar donde se
realizaría el operativo.
Al faltar cinco minutos para llegar al sitio, Julio anunció a los Comisarios
que atacarían por los dos flancos para que se situaran en las posiciones que
tenían que asumir.
Cuando llegamos, ya nuestros compañeros desde sus posiciones habían
advertido a los delincuentes que se rindieran. Al ver que no había respuestas
había lanzado las granadas aturdidoras por las ventanas para entrar sin peligro.
En esos momentos nosotros descendíamos por las cuerdas en los
helicópteros y ya los delincuentes disparaban demostrando que no estaba
dispuesto a rendirse.
Los Equipos Tácticos hacían la entrada por los dos flancos y nosotros
bajábamos por la escalera que conducía de la azotea al interior de la casa.
Bajábamos en formación de pelotón como siempre lo hacíamos y yo iba de
segundo cubriendo la derecha y como líder Julio Montoya en ese grupo de
cinco efectivos, el otro era dirigido por Ricardo y la primera y segunda
posición la tenían Federico y Alejandro.
Juan bajaba en rapel para poder entrar por las ventanas con cinco hombres
más, mientras los cinco restantes tomaron posiciones en la azotea.
Cuando llegamos al primer piso nos salieron dos tiradores que dirigían sus
armas contra nosotros Federico y Alejandro dieron cuenta del primero de los
sicarios, nosotros; tanto el hombre clave de mi grupo y yo lo tumbamos
rápidamente.
Mientras tanto los otros dos pelotones dirigidos por Terán y Labastida
habían entrado disparando contra los delincuentes que no se les veía ninguna
intensión de rendirse.
Nosotros continuamos despejando, pero varios delincuentes trataron de
protegerse en el piso superior topándose con nosotros, ya en medio del tiroteo
hacían la entrada por la ventana de Juan con sus hombre disparando hacia los
que trataban de tomar posiciones para enfrentarse contra de nosotros que los
habíamos sorprendido.
Federico fue tumbado por el proyectil de un arma de los delincuentes
salvándose por tener el chaleco antibala, yo dirigí mi arma, igual que
Alejandro y Ricardo contra el tirador enemigo y le dimos de baja rápido.
Mientras tanto Julio Montoya dirigió su arma contra dos tiradores y apretó
el gatillo de su poderosa escopeta tumbando por los proyectiles a los dos
criminales que se encontraban juntos.
En pleno tiroteo oímos que subían tres hombres, que seguramente pensaron
que era más seguro tomar posiciones arriba por la embestida de Terán y
Labastida con su gente. Divise al carajo ese del Berrios con sus
guardaespaldas y de una vez apunte con mi ametralladora rusa SR-VERESK y
con su gran capacidad de proyectiles, casi agote toda su carga en contra de los
dos hampones y su jefe. En abanico dispare y pude ver como los delincuentes
esos caían completamente destrozados por el poder de los proyectiles 9
x21m.m.
Ya a los segundos el tiroteo disminuyó, tomamos posiciones para bajar al
primer piso y Julio grito para ser oído abajo:
¡Despejado! ¡Despejado!
¡Aquí despejado también Comisario! Oímos la voz recia del Comisario
Labastidas.
Instintivamente nos acercamos a los delincuentes abatidos y con patadas
alejamos las armas de los caídos, gesto como absurdo cuando lo que quedaban
eran puros cadáveres.
Pude ver que las balas poderosas de mi ametralladora habían hecho con
parte de la cara de Berrios y sus hombres. Nos acercamos a Federico que el
Comisario Julio Montoya levantaba acercando una silla para que nuestro
amigo se sentara, seguramente con una costilla rota por el impacto contra su
chaleco.
Pero en resumidas cuentas estaba a salvo y por lo que vimos al bajar el
operativo había sido un éxito con solamente Federico herido y otro comando
del GRI de Labastida con un tiro en una pierna.
Por eso operativos estaban muy lejanos a los realizados por los Grupos
Tácticos en las películas, por la gran cantidad de efectivos que participaban en
contraste de los delincuentes que íbamos a someter y la escogencia de las
armas que eran probadas mil veces para que no fallaran en la acción que se iba
a ejecutar.
CAPITULO XXV
CAPITULO XXVI
CAPITULO XXVII
En esos tiempos mi vida personal tendría cambios que les iré narrando. A
pesar de que los operativos continuaban, el Comisario Julio Montoya velaba
por los estudios de sus hombres. Yo al pasar el tiempo seguía avanzando en mi
carrera como abogado, en la cual me había destacado como estudiante, a pesar
de que no acudía regularmente a clase. Mi jefe siempre me incentivo para que
me graduara.
También yo maduraba en mi carrera policial. Varias veces me dirigí a la
ciudad capital a realizar cursos para prepararme. Como francotirador ya era un
experto bajo la tutela de Artigas y en la ciudad gracias a la preparación que
recibí de Lombardi.
Pero igualmente realice junto a Federico, Juan y Alejandro varios cursos
de Inteligencia que siempre Saavedra bajo las órdenes del Comisario Julio
Montoya nos dictó.
En mi vida pasarían situaciones que me marcarían en la vida. Una mi
relación con Sonia que claramente se perfilaba que nos casaríamos.
Ya conocía su familia y había sido aceptado por parte de ellos como el
futuro esposo de su hija, que ya estaban casi por culminar sus estudios de
medicina.
Ella a pesar de que conocía mi profesión policial, nunca indago sobre ella,
Supo lo que yo le conté, nunca averiguo nada. En eso fue muy respetuosa y
eso se lo agradezco.
Ella sería un gran apoyo a lo largo de mi carrera y siempre estuvo a mi
lado y acepto que muchas veces tuviese que hacer largos viajes. Cuido a mis
hijos en las temporadas en que tuve que ausentarme por mi trabajo y la
preparación que recibía tanto en el DIIP como en el cuerpo policial que
pertenezco a nivel internacional, eso sí sin separarme del DIIP.
Otro que en ese tiempo se dio cuenta de mi doble vida, fue mi padre. Un
día en que los visite, después de irse a dormir mi madre y mis hermanas, me
condujo a la biblioteca, sirviendo dos vasos de sabroso licor, un excelente
Singani.
-Hijo, quiero que pruebes este sabroso licor que es un aguardiente de uva,
producido en Bolivia. Es muy sabroso, pero hay que tomarlo suavemente, pero
es muy sabroso con hielo y limón. Me invitó mi padre.
Mi papá sirvió dos tragos y se sentó en una de las sillas que rodeaban su
escritorio. Me di cuenta que quería hablar algo conmigo íntimo.
Empezó a conversar sobre armas, mostrándome una hermosa pistola que
me dijo que recientemente había comprado.
Era una Walther P99, me la tendió comentado lo ligera que era y lo
moderna. Después que vio que había sido aprobada por mi parte; como no
hacerlo, si era una de las mejores que había visto; me dijo:
-La compre para ti, hijo mío. Es una arma muy moderna, de buena calidad
y fiable, a la que podremos extraerle una buena precisión si entrenamos con
ella y estoy seguro que pasas una buena cantidad de horas entrenando con
armas, Me dijo mirándome penetrantemente.
-Es una de las mejores pistolas que existe y está fabricada bajo lo rígidos
estándares que fija la policía alemana, que es una de las mejores del mundo.
-Cuando a uno el hijo se le convierte en un hombre, no le queda a uno sino
tratarlo como tal. Estoy seguro que tanto tu madre como yo en ustedes hemos
hecho un buen trabajo. Debo respetar lo que tú quieres ser. Prosiguió.
-He notado y me han informado de tu cercanía con el Comisario Julio
Montoya y con el Juez Quintero e imagino que estás haciendo carrera en el
DIIP.
Yo trate de hablar para tratar de desmentir a mi padre, para no crearle
preocupaciones, pero él me interrumpió.
-Se; Carlos que no harás en lo que intentes sino orgullecerme; así que lo
único que quiero es que sigas actuando como hasta ahora.
-Tu madre y yo, lo hemos formado bien. Con los tres. Quizás hubiésemos
esperado que Patricia escogiese mejor novio, pero no puedo negar que ella es
una buena mujer y se perfila como una destacada ingeniera.
-Quiero que sepas, que estoy muy orgulloso de ti. Dijo.
Con esto ya no tendría ninguna duda que me padre conocía desde hace
tiempo mi profesión y a pesar de que esto me tranquilizaba, no dejaba de
hacerme sentir algo culpable por no haber tenido confianza en él.
Había obviado que mi padre era un gran jurista con muchas relaciones a
nivel nacional e internacional y era seguro que supiese muchas cosas que yo
no le había contado.
A través de los años y en el día de hoy no tendría mejor consejero que el
Dr. José Luis Carrero para cualquier decisión que en mi carrera tuve que
tomar.
Mis hijos no pudieron tener mejor abuelo, ni mi esposa mejor padre que el
Dr. Carrero. Siempre estuvo pendiente de nosotros, respetando nuestras
decisiones y apoyándonos en todo.
Todavía cuento con él para consultarle cualquier decisión que deba tomar.
No puedo dejar de reconocer que José Luis Carrero es tremendo tipo.
Pasarían varios meses y a pesar de que peinamos la ciudad y sus
adyacencias, no supimos en donde se encontraban escondidos El Turco y sus
hombres, que por cierto tiempo no dieron señales de vida.
Estábamos claros que cuando emergieran de las sombras en donde se
escondían seguramente nos atacarían con fuerza.
Nuestra labor de inteligencia no se disminuyo, teníamos que descubrir
donde se encontraban.
Mientras tanto el Presidente estuvo pendiente de los requerimientos de las
tres policías, no escatimo recurso, ni él ni el gobernador se cruzaron de brazos.
Pero a pesar del silencio la gente de El Turco se preparaba para una nueva
ofensiva en contra de la ciudadanía.
Se formó una escuela de sicarios en motos para atacar las fuerzas del orden
y a personas que no tuviesen nada que ver con la policía para de esta manera
crear confusión en la ciudadanía.
Una moto conducida por un excelente motorizado apoyado por un tirador
que contaba con una pequeña ametralladora Uzi; que con la culata plegada,
esta arma mide solo 360 Mm, lo cual hace posible esconderla cómodamente
debajo de la ropa y transportarla en espacio mínimo dentro de cualquier
vehículo.
También estos sicarios usarían granadas M 67 que el recubrimiento, al
estallar la carga, se dividen en cientos de pedazos, produciendo heridas en 15
metros y causando muerte a 5 m o menos, se puede decir que algunos de sus
fragmentos pueden volar hasta 230 metros.
Con esas armas podían atacar y huir rápidamente confundiéndose en el
trafico de la ciudad, para ir a enconcharse en cualquier terreno rural, hasta
llegar por las múltiples rutas que llegaban a la finca que servía de refugio a los
delincuentes.
El primer ataque lo realizarían contra un periódico que al mes de dársele
muerte a Berrios, sacó un artículo sobre los antecedentes de este delincuente.
Sobre las instalaciones del rotativo fueron arrojadas sendas granadas y
dispararon con las pequeñas ametralladoras, creando pánico entre los
trabajadores del lugar. Penosamente murió un vigilante por la explosión de las
granadas, pero sorpresivamente a pesar de ser hora en que los empleados
entraban y salían; hora de almuerzo; solo hubo esa muerte que lamentar.
Pero el efecto fue monumental, fueron puestos en tela de juicio la
actuación de los Comisarios de los tres cuerpos policiales que no podían
terminar de una vez con este grupo hamponil.
El Presidente los llamó a la ciudad capital, acompañados por el
Gobernador del Estado para definir estrategias para ya de una vez por todas
acabar con el flagelo del Cartel del Norte del Continente.
También las dos sedes de la Regional y la Científica fueron atacadas con
motorizados que lanzaron granadas. A pesar de que fueron dados de baja los
atacantes se debía preparar una ofensiva en contra de los esbirros del El Turco.
Para nadie era un secreto que los Adoradores de Satán eran sicarios con la
mente lavada para que creyeran que llevaban una cruzada en defensa de un
nuevo amanecer.
Tanto hombres como mujeres estaban dispuestos a seguir las órdenes de su
jefe, que después de la muerte de Berrios seria el nuevo jefe del Cartel del
Norte del Continente.
Los sicarios estaban dispuestos a morir si traían todo el sufrimiento posible
a la humanidad y la humanidad éramos nosotros. La ciudad estaba
conmocionada y cómo es posible en estos momentos de pánico empezó una
cacería de brujas.
Toda persona que estuviese vestida de negro con moda de “Hevy Metal”
era de una vez detenida. A pesar de que los jefes eran bastante rígidos en las
órdenes que daban de no cometer este tipo de abusos, los policías que temían
ser atacados en cualquier momento por estos esbirros, veían en cada hombre o
mujer con ropa oscura un posible enemigo.
Recuerdo que un día salí con Alejandro y Federico a El Lugar a tomarnos
unas cervezas y cuál fue nuestra sorpresa de que estaba casi vacío. Solamente
una mesa estaba ocupada por una familia que comía apresuradamente. Se les
veía el miedo en sus rostros.
Ya habíamos notado el miedo antes de llegar a El Lugar, por las calles
vacías y comentamos entre nosotros.
Quinterón se nos acerco comentándonos antes de que le dijéramos lo que
habíamos visto en la calle:
-Menos mal llegaron muchachos. Estaba esperando que esta gente se fuera
para cerrar.
-Esta hasta peligroso. La gente como que le da miedo hasta asomarse a las
ventanas de sus casas. Continuó.
-Amigo Quintero. Tú sabes que Carlos y Federico son locos y no le tienen
miedo a nada. Yo vine con ellos para evitar que les pase algo. Bromeo
Alejandro.
-No lo tomes a broma Alejandro, la ciudad tiene miedo. Además esa
aparición de esos símbolos en las paredes de algunas calles y avenidas no ha
ayudado mucho. Las noticias dicen que los sicarios en moto han realizado
atentados en varias partes. Prosiguió Quinterón.
-Si amigo mío. Los pentagramas invertidos en diferentes zonas de la
ciudad, no tranquilizan a las personas precisamente. Conteste sin ganas. Ya
que el tema ya estaba cansón. No veía el momento en que acabáramos con esa
amenaza.
-Explícale a Quinterón que fue lo que leíste sobre ese símbolo. Me dijo
Federico.
-Hasta donde sé y he leído en la prensa este símbolo representa la rebelión
del hombre contra el orden. En este símbolo la estrella consta de dos puntas
hacia arriba en lugar de una que supuestamente representa al diablo. Explico.
-También aparecen cruces invertidas. Interrumpe Quinterón.
-Claro ese es el rechazo de los satánicos a la religión y es una burla a
Jesucristo. Según dicen los entendidos en el tema.
-Después de varias cervezas, se logra cambiar de tema. Pero no es mucho
el tiempo que nos quedamos al ver la cara de nuestro amigo que nos demuestra
que está desesperado por irse.
Al salir y acompañar a nuestro amigo a cerrar, lo conducimos hasta su
casa; él vive en la misma ruta de nuestro hogar; pero no conseguimos un taxi
que nos recorte el camino, continuamos y el ambiente no cambia. Las calles
solas y desoladas. No se ve ni una persona ni un carro.
Disimuladamente revisamos nuestras armas que llevamos en una funda
sobaquera que oculta nuestras chaquetas.
Ninguno de nosotros sale sin portar las armas que nos había dado el
Comisario Julio Montoya, hace unos años atrás. Esas armas se han convertido
en parte de nuestro cuerpo.
Dejamos a buen resguardo a Quinterón en su casa y continuamos hacia la
nuestra. Comentamos que había que acabar rápidamente con esta amenaza de
El Turco.
Dos días se estuvo el Comisario Julio Montoya en la capital con el fin de
preparar los ataques que realizarían contra El Turco. Al regresar en una
reunión que participamos con los tres cuerpos, nos ordenaron que se realizaran
patrullajes por las aéreas rurales cercanas a la ciudad, donde se suponía que
podían estar enconchados los elementos de El Turco.
Hacíamos redadas por las zonas rurales y un grupo de 100 comandos
tácticos tomábamos la zona, patrullando para ver que conseguíamos. Los
drones no descansaban, ni el patrullaje de helicópteros.
Nuestros hombres de inteligencia también realizaban su labor, para ver que
podían observar que condujera a una pista en donde se encontraban El Turco y
su gente.
Fueron muchas las veces que nos tocó realizar patrullaje en las zonas
rurales, junto a personal de la Policía Regional y Científica.
Llego el día en que por fin nos íbamos a quitar de encima la amenaza de
esa plaga del cartel del Norte del Continente.
Esa mañana, precedidos por un pequeño grupo de Inteligencia que recorría
una zona rural del este de la ciudad logramos ubicar el refugio de El Turco.
Los agentes notaron una gran cantidad de personas en una hacienda de la
zona, que no tenían pinta precisamente de ganaderos y con armas de grueso
calibre.
De una vez se ocultaron y llamaron a los grupos que realizaban patrullaje
por la zona, los que estábamos cercanos éramos un grupo táctico del DIIP.
Poco a poco fuimos silenciosamente tomando posiciones, para sorprender
a los delincuentes. Por una frecuencia de radio, solo usada por los grupos
tácticas de las tres policías fuimos reagrupándonos para sorprenderlos.
En pocos minutos ya habíamos llegado los cuerpos policiales. Los
delincuentes ya se habían dado cuenta de que los estábamos rodeando.
Habíamos realizado un cerco muy rígido.
En el cerco se encontraban varios carros blindados, nosotros contábamos
con unos vehículos rusos recientemente comprados marca Vistrel, conocidos
por su acrónimo ruso BMP-97.
Esta nueva arma esta equipadas con ametralladoras Kord de 12,7
milímetros y lanzagranadas AGS-17 Plamia, pesando un poco más de 10
toneladas, teniendo la capacidad para conducir ocho comandos.
La Policía Regional contaba con un vehículo de construcción canadiense
Roshel Senator ARV diseñada para ejercer tareas de rescate, de respuesta
táctica u operaciones de alto riesgo y de tipo Equipo Táctico.
Aguantaba impactos hasta de municiones de calibre 50, debido a planchas
de acero balístico de grado militar.
Esta vez El Turco no podría huir, estaba completamente rodeado y también
la Policía Científica, con su GRI de Augusto Labastidas participaría en el
operativo. El GRI estaba armado con vehículos de los dos tipos, no
quedándose atrás en la tecnología con que contaban para los operativos
tácticos.
La zona estaba completamente rodeada. Los Comisarios Labastidas, Terán
y nuestro jefe como siempre dirigían la operación.
Teníamos la seguridad de que estaban fuertemente armados y que no se
rendirían fácilmente. Cuando teníamos la zona rodeada, se acerco una
camioneta de la televisión con la intención de transmitir lo que estaba
pasando.
Los Comisarios ordenaron a unos funcionarios que no dejaran grabar nada,
todavía debíamos utilizar el elemento sorpresa.
La finca contaba con una gran casa, en donde se suponía que se
encontraban enconchados los miembros de la banda de El Turco. Cercano a la
gran casa, como a cuatro metros se encontraban dos edificaciones que
suponíamos que estaban escondidos más integrantes de la secta satánica.
A los pocos minutos de cerrar el cerco, se acercaron elementos de
Inteligencia de Saavedra, conduciendo a dos mujeres que por sus vestimentas
pudimos notar que eran integrantes de los Adoradores de Satán.
Nosotros nos encontrábamos alrededor del jefe del DIIP, esperando sus
instrucciones para entrar a las edificaciones con el fin de acabar
completamente con esta plaga de delincuentes.
Las mujeres denunciaron la presencia de un nutrido grupo de hombres
fuertemente armados, que pasaban de los cincuenta.
Teníamos todo el perímetro rodeado y ya los grupos estábamos a punto de
entrar. Pero ya sabíamos que los de adentro sabían que embestiríamos con los
vehículos blindados.
Fueron colocados tres vehículos en línea hacia las edificaciones, detrás de
ellos cada grupo táctico integrado por cada una de las fuerzas policiales.
Cuando nos acercamos a las edificaciones de los edificios se desató un nutrido
fuego en contra de los blindados.
Nosotros cubiertos íbamos avanzando con los vehículos.
-Cubiertos muchachos. No se salgan de la línea. Ordenaba el Comisario
Julio Montoya.
Igual mandaban sus colegas Comisarios a su gente.
Los conductores de los vehículos embestían a las paredes de las casas. Los
satánicos se defendían con saña. Mientras nosotros tomábamos posiciones,
protegiéndonos con las irregularidades del terreno o con los arboles.
Varias veces los blindados retrocedían también dirigiendo el fuego de las
ametralladoras en contra de la casa.
Los delincuentes también lanzaban granadas contra nosotros, gesto inútil
ya que estábamos a una distancia mayor de lo que podía arrojar un brazo
humano.
Parte de uno de los edificios ardía en llamas, pero no por eso dejaban de
disparar desde adentro.
Varias veces también nosotros tuvimos que retroceder.
-Estos hijos de putas están dispuestos a morir peleando. No creo que se
rindan. Grito Labastidas a Julio Montoya.
- Vamos a necesitar más apoyo de los blindados para romper las
fortificaciones de los satánicos. Le comenta el jefe.
-De una vez al oír lo dicho por el jefe. Terán ordena que dos Roshel
Senator ARV se unan a la embestida. Los vehículos se acercan por el terreno
descubierto, cubriendo a otro grupo de 20 hombres del equipo táctico
Rinoceronte, que se unirían a nosotros.
Desde mi posición me ordena Julio Montoya que utilice mi fusil de
francotirador para que vaya dando de baja a los delincuentes que se descubren
para disparar.
Me dirijo a tomar la mejor posición y acompañado de Alejandro me situó
para hacer blanco.
Con mi fusil de francotirador Dragunov 7,62 mm apunto las ventanas de
las casas. Por milésimas de segundo se asoma una cabeza para disparar mejor
contra nosotros. Para mi es sencillo apuntar, suavemente con la punta del dedo
apretar el gatillo y dar de baja a uno de los satánicos.
Pero el combate no iba a ser fácil, el enemigo no estaba dispuesto a dar
cuartel y los esbirros de El Turco no eran huesos fáciles de roer.
Por la parte de atrás de la casa que estaba situada en el centro, trataron de
intentar irse un grupo como de 10 satánicos, pero el fuego de nuestros
comandos se lo impidió.
Desde la parte alta de las casas nos atacaban con fusiles de alto calibre,
claro no tenían la pericia que teníamos nosotros como francotiradores.
Ya de nuestra parte empezábamos a tener baja, cosa que no nos gustaba
mucho ya que nuestras tácticas siempre evitaban que cayeran hombres
nuestros.
Por lo que me pude enterar teníamos varios heridos y solo dos bajas en
nuestros comandos. Nuestros vehículos blindados embestían las paredes de las
viviendas para así poder entrar. Pero no era fácil ya que las paredes eran de
concreto armado.
Julio nos ordenaba que no cesáramos de atacar y nuestros hombres dirigían
el fuego en cortas ráfagas. Yo por mi parte disparaba con precisión, apuntando
con calma para así poder producir mayor cantidad de bajas en nuestros
enemigos.
Cada minuto que pasaba se acercaban más unidades de nuestras policías al
sitio de los acontecimientos.
El tiroteo era nutrido y nos tranquilizaba que eso estuviese ocurriendo en
una zona despoblada ya que en un sitio poblado, seguramente caerían civiles.
De pronto fue disminuyendo el tiroteo por parte de los satánicos y pudimos
sacar la conclusión que les estaba disminuyendo el parque o estaban a punto
de rendirse, aunque lo segundo no lo creíamos.
El edificio central ya tenía una cuarta parte ardiendo en llamas, que si no se
extinguía ese incendio seguramente se podía propagar por los otros edificios.
Desde las ventanas trataban de arrojarnos granadas, pero a mí me era
sencillo tumbar a los que intentaban ese ataque y las granadas estallaban,
peligrosamente cercano de la posición enemiga.
Cubiertos con los vehículos nos replegamos un corto espacio y los
Comisarios se reunieron para poder definir nuevas estrategias para acabar con
el sitio que ya llevábamos varias horas tratando de tomar.
-Vamos a tratar de tomas otra estrategia para desalojar a estos carajos.
Comentó a sus colegas el Comisario Labastidas.
-Para eso Augusto decidí traer unos nuevos jugueticos. Respondió el
Comisario Montoya.
Rápidamente ordeno a Ricardo que se fueses a uno de los vehículos
blindados y trajera unos RPG para dirigir ese fuego en contra de los situados.
Era la única manera de poder eliminar a estos satánicos que nos estaban dando
mucha guerra.
-Ricardo, tú y Juan, disparen en contra de esas casas para ver si les
tumbamos el ánimo a esos carajos. Ordenó el jefe nuestro.
Los muchachos apuntaron con calma y dirigieron los cohetes en contra de
las puertas que a pesar de estar hechas con hierro, no aguantarían los cohetes
con municiones PG-7VL con ojiva para emplearse contra la mayoría de
vehículos blindados y fortificaciones con 93 mm.
A una distancia de 80 metros se situaron los muchachos para disparar. Al
hacerlo destruyeron las puertas de las edificaciones donde estaban sitiados los
delincuentes.
Todos nuestros equipos tácticos dirigieron el fuego contra ellas, mientras
yo y tres francotiradores no quitábamos nuestros ojos de las ventanas.
Juan y Ricardo se prepararon para hacer otro disparo, cosa que realizaron
tomando como blanco las dos paredes de las dos casas. En segundo apuntaron
contra la casa que faltaba y dirigieron los cohetes contra la puerta que voló
dejando un hueco que sería fácil introducir un equipo táctico.
Esta arma consiste de una chapa de acero, aluminio y zinc fundido de poco
peso; unos siete kilos; que tiene la parte trasera abierta para permitir el escape
de la llamarada.
Los comandos nuestros y amigos realizaron varios disparos más y fuimos
viendo como se abrían tremendos boquetes en las paredes de la casa.
Teníamos la certeza que como abrían brechas en la construcción, también
producían bajas en los satánicos, que habían aumentado el fuego contra
nosotros.
Pero era un fuego puramente defensivo, sabíamos que con estas armas
comenzarían a mermar poco a poco en el ataque que realizaban los
delincuentes.
-Carlos, Federico, Alejandro preparen tres grupos de intervención para que
vayan entrando y de una vez por todas acabar con esta plaga.
Los tres Comisarios se unieron a los comandos que ya habíamos
preparados. Siguiendo a los que portábamos los escudos se situaron los tres
jefes como líderes de los pelotones. Primero iba un comando del DIIP, después
de la Científica y luego de la Regional hasta que se completase con el número
que iba a integrar cada pelotón.
De primero iban los blindados para abrirnos paso y un promedio de 20
hombres por grupo nos preparábamos a entrar y acabar con las mermadas
fuerzas de los integrantes del Cartel del Norte del Continente.
Avanzamos protegidos por el escudo que llevaba el primero de la fila y
éramos cubiertos por el fuego de cobertura de nuestros compañeros que no
dejaban de dispara en contra de las ventanas y de las aberturas en los muros
logradas por las RPG.
También el fuego de los carros blindados mermaba las fuerzas de los
delincuentes.
Eso hacía más difícil a los delincuentes que pudieran dispararnos con
precisión. De una cosa si estábamos seguros y era que si trabajábamos en
equipo tendríamos éxito. Nosotros utilizábamos las granadas aturdidoras M84,
que al explotar provoca un destello de 6-8 millones de candelas y un sonido de
170-180 decibelios, reduciendo el riesgo al mínimo.
Cada granada que lanzábamos hace la visión insostenible durante alrededor
de cinco segundos, o hasta que el ojo reponga la retina a su estado original,
además de que el ruido tan fuerte de la explosión incapacita la audición del
afectado ya que detiene el fluido en los canales semicirculares del oído.
Avanzábamos también disparando desde los costados, al llegar a una
abertura fuese puerta o ventana lanzábamos una M84, además como sabíamos
que nos estábamos enfrentando a asesinos en cada pelotón se encontraba un
funcionario que portaba un lanza granada M79 para impulsar la granada más
lejos.
Entramos por las puertas tres hombres, en donde uno da cobertura y los
otros dos ejecutaban la acción. Así fue que pudimos dar de baja al enemigo, ya
que el primero de nosotros arrojaba una granada, al estallar nosotros
entrabamos.
Todo ocurría con la sincronización de los entrenamientos, además
estábamos dirigidos por tremendos profesionales.
Cuando nos acercábamos a un boquete se arrojaban granadas aturdidoras y
en cinco segundos entrabamos disparando muy rápidamente en una maniobra
que conocíamos como criss-cross-over .
Entrabamos en grupos de tres, no mas entrabamos cubríamos el área. Me
tocaba entrar con el Comisario Montoya que entraba agachado, yo de segundo
de pie y el tercero nos precedía tomando posición.
Dábamos de baja a quien nos enfrentase y en el primer momento dispare
sobre dos hombres en ráfagas cortas, que les impidió resistirse por las luces
aturdidoras de las granadas que habíamos arrojado.
Creábamos las distracciones con las granadas aturdidoras y entrabamos
disparando. Yo di de baja a varios, pero desde mi posesión no veía a El Turco.
Notaba que el Comisario Montoya lo buscaba. Así dando de baja a los
malos fuimos entrando a las habitaciones con los demás grupo del DIIP que
nos acompañaban.
Muchas veces para entrar a un espacio abierto utilizábamos el método de la
silueta única. Pero esa casa era de dos pisos y debíamos estar preparados.
Me toco ir subiendo acostado la escalera, mientras el Comisario me cubría.
Yo saque mi pistola dejando mi ametralladora y me movía hacia arriba. No
más empezamos a movernos salieron dos individuos, el Comisario disparo una
ráfaga tumbando a los dos, que también fueron alcanzados por los disparos de
mi arma corta. Los demás pelotones se fueron alineando para subir al segundo
piso con nosotros.
De vez en cuando se oían disparos que seguramente eran contra los que
subíamos, pero ellos no nos veían. Lanzamos una granada y subimos
disparando aprovechando lo que lográbamos aturdiéndolos. Luego limpiamos
otra pieza que tenia la puerta cerrada.
La acribillamos a tiros y lanzamos otra granada. Plomo con los que estaban
adentro. Así fuimos llegando a la última habitación que faltaba por tomar.
Con el periscopio pudimos ver que en la habitación se encontraba
cubriéndose con la cama un individuo y arrodillados dos hombres a los lados
de la cama para que no más entráramos hacer fuego contra nosotros.
El Comisario saco de su chaleco una granada aturdidora y la lanzo a la
habitación, dos segundos después entramos nosotros y apuntamos los dos
tiradores que habían sido aturdidos por la explosión y le dimos de baja.
El Comisario entró y dirigió su arma al hombre que estaba cubriéndose con
la cama y lanzó una corta ráfaga acabando con el individuo que no era otro
que El Turco.
En la habitación pudimos ver que estos eran los tres que habían
sobrevivido a los primeros momentos del encuentro. Se habían atrincherado en
la planta alta tratando de escapar de la arremetida que les hacíamos.
Ya podíamos oír detonaciones esparcidas que anunciaban que ya la acción
estaba terminando. Eso indicaba que ya la gente del Cartel del Norte del
Continente aquí en la ciudad era historia.
-Todo despejado. Anunció el Comisario Julio Montoya por la radio.
Cuando llegamos a la planta baja vimos con tranquilidad que los
delincuentes habían sido abatidos y tanto la Policía Científica como la
Regional habían coronado con triunfo lo que les había tocado en el operativo.
Nos pudimos enterar que los delincuentes que se enfrentaron a la Regional
un grupo de cuatro individuos lograron salir por la parte de atrás de la casa,
mientras Terán con su gente se enfrentaban a los que quedaban.
Pero lo que no contaban estos perros era que Terán no era ningún tonto y al
ver el intento que hacían, ordenó que un grupo de diez comandos del Grupo
Rinoceronte se dedicaran a tratar de frenar la huida de los hombres de El
Turco.
Terán llego a pensar que en los que huían podía estar El Turco y ordenó a
mas de sus hombres que fueran en la persecución, dejando encargado a su
segundo al mando para él en persona unirse a la persecución, ya que según
creyó no podía permitir que El Turco huyese.
Los Comandos del Rinoceronte corrían detrás de los delincuentes. Les
daban voces de que se detuviesen pero los delincuentes corrían y disparaban
sus armas.
Los tiradores del Rinoceronte dirigían su fuego graneado en contra de los
integrantes del Cartel del Norte del Continente. Ellos se detenían para
devolver el fuego hasta que uno a uno fueron cayendo.
Trataron de tomar un carro para huir pero los miembros de la policía de
Terán se lo impidieron.
Al quedar uno, que vio que cayó su compañero más cercano, arrojo el arma
y se rindió. Terán nos contó que se sintió frustrado al ver que entre los dos
caídos no se encontraba El Turco.
Pero eso lo superó rápidamente gracias a su entrenamiento, ya que sabía
que esto no era una cuestión de competencia sino de trabajar en plena
colaboración y compañerismo. Tremendo profesional era el Comisario. Bueno
no se podía esperar menos de estos tres hombres que comandaban las fuerzas
policiales.
A la Científica le fue bien a pesar de que tenían tres integrantes del GRI
heridos, uno de gravedad y los otros dos en una pierna uno y en un hombro el
otro en esta embestida.
De una vez llevaron al herido más grave en una ambulancia a un puesto
medico para ser atendido.
En el DIIP teníamos tres heridos, aunque no gravemente. Los había
protegido los chalecos blindados.
Los tres Comisarios se reunieron para definir lo logrado en el operativo y
todos los integrantes de los equipos tácticos no encontrábamos muy felices ya
que por fin había pasado la pesadilla en que había metido este cartel de la
droga en la ciudad.
Habíamos dado de baja a 30 delincuentes del Cartel del Norte del
Continente, incluyendo a su jefe militar El Turco. Detuvimos a 20 hombres
que se rindieron, decomisamos grandes cantidades de droga y de armas.
No había sido nada fácil esta guerra contra este grupo y la ciudad no sería
la misma después de lo que había vivido.
Los detenidos “cantarían” donde se encontraban las caletas que servían
para esconder el dinero. Muchas no se sabrían nunca y nacería la leyenda de
que personas encontraban esas grandes cantidades de dinero y se hacían ricos.
Lamentábamos las bajas que se había producido en esta guerra en nuestra
gente, siempre se sentía la muerte de una compañero ya que tu no sabías
cuando serias tu él que pasabas a las estadísticas de funcionarios muertos en
las acciones policiales.
Como era de esperar después de estas acciones, grupo que supuestamente
defendían los derechos humanos de los delincuentes armaban un escándalo al
denunciar abusos en los procedimientos policiales.
Siempre me pregunte las razones porque estos grupos no protestaban
cuando caían civiles por el fuego de los delincuentes, cuando sufrían las
familias por los desmanes de estos hombres que solamente traían a la sociedad
muerte y miseria.
Nunca me cansare de repetir que mi persona jamás sintió remordimiento
por mis actuaciones como miembro de un equipo táctico. Éramos el freno a
estos desmanes de estos delincuentes contra los ciudadanos de bien.
Celebraríamos el fin de esta pesadilla. Seriamos condecorados por el
Gobernador por las acciones que realizamos. Eso sí fue en una reunión
privada, ya que debíamos proteger nuestra identidad.
El Gobernador se dirigió después a la prensa y se mostró muy poco
comunicativo en dar declaraciones. Todos nos sentíamos muy satisfechos de la
labor cumplida.
Ya dentro de poco nos enfrentaríamos al Cartel de la Montaña ya que el
grupo como era de imaginarse se sintió poderoso y trato de erigirse en los
dueños de la ciudad, pero para eso estábamos los hombres de la Policía para
salirles al frente y comandando por tres Comisarios de la talla de Terán,
Montoya y Labastida.
*
En mi vida personal puedo terminar de contarles, que tiempo después me
case con Sonia y me gradué de abogado. Después de obtener el título, no seguí
ocultando que trabajaba para la DIIP. Pero siempre la gente y parte de mi
familia pensaban que era como un asesor jurídico.
Solo Sonia y mi padre supieron la verdad. Continúe con la mejor relación
con mi jefe el Comisario Julio Montoya y con el Inspector Ricardo Millán,
quien ascendió meteóricamente.
Sobre Ricardo les contare, no se casó con mi hermana, al final se casó con
una buena mujer, pero siempre recordó con nostalgia a Patricia.
Juan, Federico y Alejandro siguieron siendo mis compañeros y Juan
compartió conmigo cuando nos enviaron al país sede del Organismo de varias
policías de diferentes países que combatían el crecimiento de los Carteles en el
Continente.
Claro esa será otra historia, que ustedes decidirán si les interesa que les
cuente. Esta fue mis inicios como Comando de un Equipo Táctico.
Hasta pronto amigos míos.