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HOMICIDIO PREMEDITADO

_¡Maldita Sea, Víctor debe morir!

Era normal que Sara pasara las tardes en la cafetería. Desde que decidiera dar
carpetazo a su relación la casa se le echaba encima. El silencio le asfixiaba y el eco
de gritos y discusiones aun podía sentirlos flotando como fantasmas a su alrededor.
Ocho años soportando celos. Demasiados. Una tortura que le había llevado a vivir en
una montaña rusa tan destructiva como adictiva.

Aquella esquina, al fondo junto a la cristalera, se había convertido en su particular


baluarte antisoledad. No es que se hubiera entregado a la salida fácil del alcohol. Ese
no era su estilo. No. Tan solo necesitaba recuperarse y aquella mesa y aquel rincón le
ofrecían todo lo necesario para recomponer su maltrecha estabilidad emocional. Allí,
inmersa en el murmullo de conversaciones entremezcladas, ruido de vasos y tazas, el
calienta leche de fondo y el trajinar de los camareros, obtenía la paz que tanto
deseaba. Allí, en su esquina, podía hojear el periódico, revistas, libros o distraerse con
las conversaciones de las mesas cercanas. En su particular terapia le reconfortaba
saber de más problemas a parte de los suyos.

Los vio entrar. Un hombre y una mujer de mediana edad. Sortearon algunas sillas y
ocuparon una mesa cercana. Dos cafés pidieron. Parecía rodearles un halo de
secretismo y eso llamó su atención. Ella, parecía nerviosa. Conversaban en voz baja e
inclinados sobre las tazas. Esto avivó la curiosidad de Sara. De pronto la mujer pareció
perder los nervios y alzó la voz.

_¡Maldita Sea, Víctor debe morir! ¿No lo ves?

A Sara le dio un vuelco el corazón pero mantuvo la calma y disimuló. Ellos otearon con
disimulo esperando no haber levantado sospechas.

_Calma. Ya lo he pensado. Esta noche lo finiquito._ Respondió. Sacó unas monedas


del bolsillo y las dejó sobre la mesa. _Vamos, tenemos un trabajillo pendiente y
mañana problema zanjado._ Sara estaba aterrada. Estaban planificando un crimen y
era testigo. _¡Hay que llamar a la policía! Pero antes debo averiguar dónde lo harán.

Pagó el té y resuelta salió tras ellos. Iban calle abajo. Apuró el paso hasta acercarse
sin ser descubierta. Los futuros homicidas caminaban despacio. La mujer utilizaba los
escaparates como espejos improvisados para repeinar un mechón rebelde. _Mañana
voy a la peluquería. No puedo presentarme con estos pelos._ Oyó Sara.

_¡Qué sangre fría la de esa mujer!_ Pensó. Se detuvieron junto a un soportal. Tintineo
de llaves y el portón se abrió. Entraron. Sara fue rápida y evitó con el pié que volviera
a cerrase y agazapada esperó a que desaparecieran en el ascensor. Entró y corrió
escaleras arriba. Ya en el tercero escuchó que en el piso de arriba se abría la puerta
del ascensor.

_¡Chisss…! Estará dormido._ Musitó la mujer.

_Descuida._ Respondió él. _Prepara una copa. Acabaré pronto._ La puerta se cerró.
Ya tenía todos los datos. Bajó a trompicones y ya a salvo en el portal, llamó a la policía
con el móvil. Al poco la calle se llenó de luces azules y curiosos. _¡Agentes! Les he
llamado yo. ¡Corran! Es en el cuarto B._ Indicó Sara. _Usted espere aquí._ Y cuatro
agentes, pistola en mano, asaltaron el portal. Al poco regresaban con los homicidas
esposados. Parecían confusos. _No he dicho a mi hijo que avise a nuestro abogado.
¿Se lo dirán ustedes?_ Atinó a decir la mujer.

_No se preocupe en la comisaría podrá llamar._ Respondió el policía. Los metieron en


el coche patrulla y se alejaron del lugar.

_Debe venir para prestar declaración._ Indicó a Sara otro agente. Sara entró en el
coche y mientras se alejaban llamó su atención un joven en pijama saliendo del portal.

Los diarios en su edición matinal narraron la noticia: “PAREJA DE NOVELISTAS


DETENIDOS. Los hechos sucedieron cuando la ciudadana que responde a las siglas
SRG, escuchó la conversación que mantenía la citada pareja en una céntrica
cafetería. La denunciante creyó que se trataba de amantes planificando la muerte del
cónyuge. En realidad lo que discutían era la trama final de su novela, cuyo plazo de
entrega del manuscrito finalizaba hoy. Tras el susto, la pareja ha decidido no presentar
denuncia y dan las gracias a la desconocida por brindarles el argumento de su
próxima novela.”

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