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PRIMERO SUEÑO

THOMAS EGGENSPERGER: “IMPLICACIONES FILOSÓFICAS EN PRIMERO SUEÑO”. El poema de la religiosa


muestra influencias tanto aristotélicas como neoplatónicas y elementos de la tradición escolástica. Sor Juana
se mueve en el poema en los márgenes de la realidad. La metafísica no es importante. Dios no aparece,
aparte de una pequeña designación como esencia mayor; al menos el Dios de la revelación cristiana. Juana
disloca espíritu, alma y entendimiento y formula su comprensión del conocimiento. El fenómeno de lo
sobrenatural no existe en su poema. La religiosa postula una espiral de conocimiento a partir del
fundamento de razón y entendimiento. En este poema no hay lugar para especulaciones más allá de la razón
y el entendimiento. El único reconocimiento que se da al alma refleja consiste en su disociación del cuerpo.
Y esto sirve solamente para dejar un espacio libre a la razón. El ejemplo de Faetón permanece: la osadía
fracasa. Es una interpretación propia que la poetisa no fundamenta, pues el análisis de la tesis, tal como ella
lo realiza, está impedido literariamente por las interferencias de influencias externas que suceden con el
despertar del cuerpo. La reversibilidad de la pusilanimidad del entendimiento es la rebelión del
entendimiento consigo mismo. Pero esto no conduce a la libertad, sino a la catástrofe.

RAQUEL MONTESA BERNET: “VOLUNTAD DE CONOCIMIENTO Y ESCEPTICISMO EN PRIMERO SUEÑO”


El poema se abre con la descripción de una “pavorosa sombra fugitiva”[8] que se dirige al cielo. Se trata de
la llegada de la oscuridad, la llegada de la noche. Sor Juana quiere hacernos concebir la noche como una nueva
fase, enfatiza la llegada de la noche por encima de la huída del día. Una sombra nacida de la tierra se encamina
al cielo, borrando la luz. La oscuridad trae el silencio y el sueño como armas contra la luz y la “vida”, y así todo
queda sumido en la noche. La vida queda detenida.
Tras la llegada de la noche, comienza el dormir del cuerpo donde los sentidos quedan “si privados no, al
menos suspendidos” (v.172) “del que ejercicio tienen de ordinario” (v.169). Y es, a partir de este momento,
cuando el alma se encuentra libre, sin cadenas que impidan su viaje y ascensión hacia el conocimiento, hacia
el saber. Suspensa en el aire, puesta sobre lo que en su parecer es una cima altísima de un monte, el alma “la
vista (…) libre tendió por todo lo criado”. Son estos los versos que, en nuestra opinión, inician la parte central
del poema. El fragmento que merece nuestra atención se extiende desde el verso 440 al verso 872. En este
punto se le ofrece al alma la oportunidad de admirar la realidad, de vislumbrar la esencia de todo. Ante esta
enorme revelación, el intento de comprensión es inútil, el alma fracasa en su pretensión de conocerlo todo
en un mismo momento. Aún así, la voluntad de conocer no se ve agotada y se emprende un segundo intento
siguiendo un método de aprehensión diferente. En el apartado siguiente tendremos ocasión de comentar este
pasaje más detenidamente.
Tras el segundo intento de conocimiento se inicia el lento despertar, se comienzan a “desatar las cadenas
del sueño” (v.853) y la luz hace su aparición con un nuevo día. Finalmente se cierra el poema con “el mundo
iluminado, y yo despierta”.

Tanto Gaos como Paz coinciden en que la historia de Primero Sueño es la historia de una derrota. Según
Gaos, dicha derrota se identifica con la vida personal y condición femenina de la poetisa mientras que en
opinión de Paz, dicha derrota es la del alma como prisionera del cuerpo. Paz nos dice: «El fracaso no viene de
su sexo sino de los límites del entendimiento humano»[24].
Intentemos ir un poco más allá: ¿realmente se trata de una “derrota”? ¿No es la llegada del día la que
termina con la aventura cognoscitiva del alma? Defendimos anteriormente la idea de Paz acerca de lo infinito
en cuanto a la esencia del poema así que, no podemos ver el tema como una derrota, sino como una voluntad
continúa que se ve, en un primer intento fracasada y que es emprendida de nuevo e interrumpida por el
amanecer. Existe un primer fracaso que, como bien nos dice Paz, no frena un segundo intento «si el
conocimiento parece imposible, hay que burlar el hado y atreverse» y así aparece la imagen de Faetón,
paradigma del ansia y voluntad de las grandes empresas. Si Sor Juana quisiera dar a comprender el poema
como la idea de una derrota, vaciaría de todo sentido todo lo que supuso su vida.
Tiene mucho más acierto lo que nos dice poco después el mismo Paz: «en Primero Sueño, Sor Juana va del
entusiasmo a la caída y de ésta al desafío». Así pues, siguiendo más de cerca esta tesis, creemos que el tema
del poema es más bien el de una voluntad, un ansia por el aprendizaje por encima del fracaso, ya que éste se
pone en duda con el segundo intento de conocimiento. Sea rebeldía o desafío, el afán de conocer es el tema
del poema por encima de todo. Con todo lo dicho, nuestra interpretación se aproxima mucho más a la postura
de Octavio Paz en cuanto a la continuidad y espíritu de afán del poema.

Pero ¿qué resultará de dicho afán? ¿Es Primero Sueño un poema en el que se niega la posibilidad de
conocimiento? ¿Se trata de un poema escéptico? Hemos de intentar esclarecer y determinar brevemente el
término escepticismo.
Partimos de una definición para el escepticismo según la cual se trata de una corriente filosófica del
helenismo por la que es imposible alcanzar la verdad. Su negativa a aceptar el conocimiento sensible y el
racional se basa en la existencia de diferentes percepciones e impresiones tomadas por el hombre. Cada
persona percibe la realidad según su propia interioridad, con lo que las opiniones que pueden extraerse de
ellas son distintas y en muchos casos opuestas. Siguiendo este punto de vista escéptico, el poema de Sor Juana
se encuentra muy alejado ya que ella considera que la vía de conocimiento posible se encuentra en una
atmósfera ininteligible para los sentidos y sólo accesible por medio del alma.
Para el escepticismo, puesto que nada se puede llegar a conocer y todo es incierto, la posición más
coherente es la de la epojé, es decir, la ausencia de pasiones (apatía) y la indiferencia y quietud (ataraxia)
como estados anímicos que garantizan al sabio la felicidad. Si en el poema el sujeto de conocimiento es el
alma y éste no cesa en ningún momento de su inquietud y afán de conocer de no ser por la llegada del día y
el fin del sueño, de muy difícil forma podemos encontrar una actitud apática en él. No es la invitación a un
estado de indiferencia y quietud la que puede desprenderse del poema. Más bien al contrario. Sor Juana no
cesa nunca en su afán de conocer, y así, aunque se le escape y no llegue a alcanzarlo, éste le es siempre
tentador y presente.

Si los riesgos del mar considerara,


ninguno se embarcara; si antes viera
I. Prólogo: noche y sueño del cosmos 1-150 bien su peligro, nadie se atreviera
II. El sueño intelectual del hombre 151-886 ni al bravo toro osado provocara.
Si del fogoso bruto ponderara
1. El dormir humano 151-291 la furia desbocada en la carrera
el jinete prudente, nunca hubiera
2. Intuición neoplatónica 292-494 quien con discreta mano lo enfrenara.
A) esfuerzo intuitivo 292-339 Pero si hubiera alguno tan osado
Que, no obstante el peligro, al mismo Apolo
B) las Pirámides 340-411 Quisiese gobernar con atrevida
Mano el rápido carro en luz bañado,
C) intuición derrotada 412-494
Todo lo hiciera, y no tomara sólo
3. Raciocinio neoaristotélico 495-826 Estado que ha de ser toda la vida.

A) entendimiento discursivo 495-616

B) dialéctica última 617-826

a) confianza 617-703

b) cobardía 704-780

c) atrevimiento 781-826

4. El despertar humano 827-886

III. Epílogo: triunfo del día 887-975


Siendo de noche me dormí, soñé que de una vez quería comprender todas las cosas de que el universo se
compone, no pude, ni aún divisas por sus categorías, ni a un solo individuo. Desengañada, amaneció y
desperté.

CARTA A SOR FILOTEA

Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las
formales), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo
menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi
salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las
impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que
embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis
libros. Esto me hizo vacilar algo en la determinación, hasta que alumbrándome personas doctas de que era
tentación, la vencí con el favor divino, y tomé el estado que tan indignamente tengo. Pensé yo que huía de
mí misma, pero ¡miserable de mí! trájeme a mí conmigo y traje mi mayor enemigo en esta inclinación, que
no sé determinar si por prenda o castigo me dio el Cielo, pues de apagarse o embarazarse con tanto
ejercicio que la religión tiene, reventaba como pólvora, y se verificaba en mí el privatio est causa appetitus.

Volví (mal dije, pues nunca cesé); proseguí, digo, a la estudiosa tarea (que para mí era descanso en todos los
ratos que sobraban a mi obligación) de leer y más leer, de estudiar y más estudiar, sin más maestro que los
mismos libros. Ya se ve cuán duro es estudiar en aquellos caracteres sin alma, careciendo de la voz viva y
explicación del maestro; pues todo este trabajo sufría yo muy gustosa por amor de las letras. ¡Oh, si hubiese
sido por amor de Dios, que era lo acertado, cuánto hubiera merecido! Bien que yo procuraba elevarlo
cuanto podía y dirigirlo a su servicio, porque el fin a que aspiraba era a estudiar Teología, pareciéndome
menguada inhabilidad, siendo católica, no saber todo lo que en esta vida se puede alcanzar, por medios
naturales, de los divinos misterios; y que siendo monja y no seglar, debía, por el estado eclesiástico, profesar
letras; y más siendo hija de un San Jerónimo y de una Santa Paula, que era degenerar de tan doctos padres
ser idiota la hija. Esto me proponía yo de mí misma y me parecía razón; si no es que era (y eso es lo más
cierto) lisonjear y aplaudir a mi propia inclinación, proponiéndola como obligatorio su propio gusto.

con homenajes altivos

Y así, siempre he procurado escalar el cielo intenta,

con cuidado y diligencia y creyendo su ignorancia

borrar esta semejanza, que era accesible la esfera

haciéndola que cometa a corporales fatigas

tales pecados, que Él mismo y a materiales tareas,

-soltando a Acuario las riendas- altiva torre fabrica,

destruyó por agua el mundo, pudiendo labrar más cuerda

en venganza de su ofensa. inmateriales escalas

hechas de su penitencia.

Pero apenas respiró A cuya loca ambición,

del daño, cuando soberbia, en proporcionada pena,

correspondió en divisiones
la confusión de las lenguas; su ignorancia ciega,

que es justo castigo vinieron a casi

al que necio piensa transformarse en ellas.

que lo entiende todo, Mas no obstante estos delitos,

que a ninguno entienda. nunca han faltado centellas

Después de así divididos, que de aquel primer origen

les insistí a tales sectas, el noble ser les acuerdan;

que ya adoraban al sol, y pretendiendo volver

ya el curso de las estrellas, a la dignidad primera,

ya veneraban los brutos, con lágrimas y suspiros

aplacar a Dios intentan.

ya daban culto a las peñas,

ya a las fuentes, ya a los ríos,

ya a los bosques, ya a las selvas, ECO

sin que quedara criatura, ESCENA X

por inmunda o por obscena,

que su ceguedad dejara, Mas ¡ay!, que la garganta ya se anuda;

que su ignorancia excluyera; el dolor me enmudece.

y adorando embelesados ¿Dónde está mi Soberbia? ¿No parece?

sus inclinaciones mesmas, ¿Cómo mi mal no alienta?

olvidaron de su Dios Y mi Amor Propio, ¿cómo no fomenta,

la adoración verdadera; o anima mis razones?

conque amando estatuas Muda estoy, ¡ay de mí!

LOS EMPEÑOS DE UNA CASA

Decirte que nací hermosa


presumo que es excusado,
pues lo atestiguan tus ojos
y lo prueban mis trabajos.
Entre estos aplausos yo,
con la atención zozobrando
entre tanta muchedumbre,
sin hallar seguro blanco,
no acertaba a amar a alguno,
viéndome amada de tantos.

ANA: Si de Carlos la gala y bizarría


pudo por sí mover a mi cuidado,
¿cómo parecerá, siendo envidiado,
lo que sólo por sí bien parecía?
Si sin triunfo rendirle pretendía,
sabiendo ya que vive enamorado,
¿qué victoria será verle apartado
de quien antes por suyo le tenía?
Pues perdone don Juan, que aunque yo quiera
pagar su amor, que a olvido ya condeno,
¿cómo podré si ya en mi pena fiera
introducen los celos su veneno?
Que es Carlos más galán; y aunque no fuera,
tiene de más galán el ser ajeno.

CARLOS: (Son tantas las confusiones Aparte


en que mi pecho batalla,
que en su varia confusión
el discurso se embaraza,
y por discurrirlo todo
acierto a discurrir nada.

LEONOR: Tente, Carlos, que yo quedo


de más, y seré tu esposa;
que aunque me hiciste desprecios,
soy yo de tal condición
que más te estimo por ellos.

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