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José Luis brea

LAS TRES ERAS DE LA IMAGEN. IMAGEN-MATERIA, FILM, E-IMAGE


España
Akal
2010
142 páginas.
Leidy Castro Oliveros

Las tres eras de la imagen está divido en tres fases, la primera es la imagen-materia que
está designado a la relación entre imagen-objeto, la segunda fase es el film, que está
referida a la imagen y su proyección en movimiento, y por último la imagen-electrónica
que está relacionada con la imagen y todo el mundo virtual; este libro parte en analizar las
diversas técnicas sobre la producción y recepción de las imágenes.

En este punto quiero tratar la segunda, la imagen-film, El film era dominado por la imagen
reproductiva, impermanente y pasajera, una imagen dinámica, una imagen-movimiento,
que ya no vuelve a recuperar lo que deja. La promesa de esta imagen-film es la misma que
la del proyecto ilustrado: la emancipación del sujeto moderno. Esta imagen, caracterizada
por una economía de distribución y por un tipo de memoria retiniana se articula en torno a
un inconsciente óptico, de desconfianza ante lo que vemos, porque en lo que vemos hay un
conocimiento que no es accesible a través de la mirada. Este capítulo lo dedica a la relación
de la imagen con la producción y proyección cinematográfica y a su versión más corta: la
fotografía, que él la entiende como un “cortometraje”.

El cambio de reglas y leyes que rigen el film y las nuevas imágenes convierten a ese
espanto, en un mundo fantasmizado que reconfigura la vida de tales imágenes y las leyes
que las rigen. De hecho, pierde un carácter esencial en la imagen-materia, que es la
memoria, agrediendo frontalmente a su significado simbólico, iconológico, precisamente
porque nace un nuevo tiempo simbólico y considerado como la pérdida de tiempo memoria
y promesa de eternidad la convierte –la imagen film- en “expansión interna de su propio
tiempo narrativo” que se expande secuenciándose a través de la introducción de “la
potencia del tiempo”.

El cine, a través de la máquina de proyección, produjo una redefinición del acto de ver, ya
que la imagen está asociada al movimiento, cualidad que no tenía la imagen-materia, afirma
“Si la imagen-materia se consumía en un tiempo interno exclusivo y estático, la imagen
fílmica – gracias a esto en la propia imagen se trasmitirá la esencia del relato y el tiempo.

El cine estaba hecho para pensar y, por más que considere que la llegada del sonido y la
manera en que se desarrolló la industria lastraron esa vía que suponía la pura sucesión de
imágenes, él mismo no deja de utilizar ejemplos que provienen del sonoro en tanto que
continuidad de imágenes, construye formas mediante el montaje. El montaje permite
modular cada imagen con las que la anteceden y la siguen. Esta modulación da lugar a
variables más abiertas o más cerradas, que en cada caso reclamarán un determinado grado
de atención y participación del espectador. El cine mudo daba una libertad de interpretación
inédita al público, que podía sacar sus conclusiones a partir de la sucesión de imágenes.

La imagen fílmica es volátil, no promete eternidad, está asociada a la industrialización, no


guarda memoria, aunque la tiene, se va convirtiendo en un presente continuo, en flujo en un
devenir-diferencia, que es lo que la hace ser. En este sentido juega con los tiempos pasado
y futuro en un presente en el que se da.

La fotografía es una imagen situada en el tiempo, temporizada y nunca atemporal, se realiza


una captura del tiempo de manera estática, la fotografía es la testigo de un momento de un
instante, que no se detiene, que tiene un hilo, que continua, que va más allá de una imagen
estática, muestra un futro que no conocemos.

Se puede decir entonces que la imagen fílmica está asociada con el movimiento y de aquí
deviene tiempo, es un transcurrir de tiempos escenarios que provocan un ritmo, todo ello
bajo la perspectiva de una historia.

Entonces se podría decir que la imagen fílmica responde a la acción del relato, de la
interpretación, abriendo paso al campo del conocimiento, que genera narrativas dirigida a
las masas, haciendo una revolución del pensamiento que se ve evidencia por medio de los
relatos que hacen pueblo, que producen conocimiento, por medio de las simbologías que
están y se trasmiten en un tiempo de un presente continuo, de un pasado que se esfuma y
queda en la historia ligada de cada narración.
Hall, Stuart.
Cuestiones de identidad cultural.
Buenos Aires:
Amorrortu,
2003.
Páginas 320
Leidy Castro Oliveros

Cuestiones de identidad cultural es un texto que someten a la identidad a una explosión


discursiva y “crítica minuciosa. También genera una crítica a de la identidad dentro del
campo psicoanalítico, mirando el reconocimiento individual y colectivo por el cual se
somete la identidad.

El concepto de identidad es problemático y por eso, se encuentra en un punto primordial del


debate. Uno de los debates más importantes es el de la “crisis de identidad”: la idea de que
las identidades firmemente establecidas del pasado han ido desplazándose de estructuras
centrales y procesos en la sociedad moderna. Stuart Hall examina la identidad cultural y
analiza los problemas que rodean esta crisis.
Es en este campo que se reitera la “identificación”, como un “intento de re articular la
relación entre sujetos y prácticas discursivas” Por diferencia a la identidad, la
identificación: Es decir, que la identidad ya no nos es útil, dentro del paradigma inicial en
que se le generó, pero no ha sido reemplazada aún por un nuevo concepto que cumpla una
función explicativa similar: “…una idea que no puede pensarse a la vieja usanza, pero sin la
cual ciertas cuestiones claves no pueden pensarse en absoluto” (14). Otra posible vía
enunciada por Hall sería la de la “irreductibilidad del concepto de identidad” (14), pensada
en relación con su centralidad para la cuestión de la agencia y de la política, en el campo de
“una teoría de la práctica discursiva, en el sentido foucaultiano.

Hall examina tres tipos de conceptos de identidad diferentes: el sujeto de la Ilustración, el


sujeto sociológico y el sujeto posmoderno. Hall sugiere que la Identidad durante la
Ilustración se percibía como algo céntrico, unificado y racional. Por otro lado, la identidad,
de acuerdo al sujeto sociológico refleja la creciente complejidad del mundo moderno y una
conciencia que reconoce que los individuos no son autónomos ni autosuficientes.

La identidad es desarrollada entre lo que se ve como la “esfera personal” (interior) de cómo


nos presentamos a nosotros mismos en términos de nuestras identidades culturales, y de la
“esfera pública” (exterior), donde los significados y los valores son internalizados. Esto es
de manera similar a cómo los interaccionistas simbólicos plantean que nuestras identidades
se desarrollan a través de las interacciones con otros.
Hall sugiere que nuestra identidad es estable, unificada y predecible. Plantea que las
identidades del pasado, que fueron percibidas como permanentes, se están fragmentando
dentro de la sociedad posmoderna: ya no se componen a partir de una sola identidad, se
componen de múltiples identidades que pueden ser contradictorias entre sí. Los cambios
estructurales e institucionales han llevado a un proceso de “apertura” de identidad, donde
existe una variabilidad. Hall dice que el concepto de individualismo se originó cuando los
individuos fueron liberados de las tradiciones religiosas y las estructuras.

Entonces las identidades se constituirían entonces dentro de la narración del yo, sin que su
naturaleza ficcional su “efectividad discursiva, material o política” y: “Precisamente porque
las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él, debemos considerarlas
producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones
y prácticas discursivas, mediante estrategias enunciativas específicas. Por otra parte,
emergen en el juego de modalidades específicas de poder. De tal forma que las identidades
se construyen a través de la diferencia.

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