Este año, el Día de los DDHH, es una llamada a todos para defender los derechos del
otro. Es responsabilidad de todos defender los derechos humanos.
¿Pero realmente sabemos qué son los DDHH? ¿Para quiénes aplican los DDHH?
¿Quiénes violan los DDHH?
Los DDHH son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de
nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua,
o cualquier otra condición.
La Declaración, junto con esos dos Pactos y sus Protocolos, constituyen la Carta
Internacional de Derechos Humanos.
Desde el punto de vista del derecho internacional, los tratados internacionales son
pactos entre Estados y solo los Estados pueden suscribir compromisos y declaraciones
como la Declaración Universal de los DDHH. Así, al ser los Estados signatarios de estos
documentos, están obligados a cumplirlos a cabalidad. Este compromiso, no puede ser
asumido por personas particulares ni por organizaciones privadas. Se entiende entonces
que el Estado es el único sujeto activo del delito de violación de los derechos humanos.
Es claro que existe una diferencia fundamental, entre lo que es un delito (cometido por
una persona particular) y una violación de derechos humanos (cometida por el Estado).
Los DDHH no defienden criminales, defienden la dignidad de las personas por igual.
En sentido estricto, solo deben denominarse violaciones a los DDHH, aquellos actos
con los cuales el Estado, por acción o por omisión, incumple sus compromisos de
garantizar a todas las personas localizadas en su territorio y sujetas a su jurisdicción los
derechos reconocidos en la Carta Universal de los DDHH y en sus propias
Constituciones.
Lo cierto es que, todos estamos llamados a defender los DDHH de los demás pues son
garantías esenciales para que podamos vivir como seres humanos.Y propugnan para la
consecución de la forma más elevada de la convivencia humana: la paz.
La crisis que vive Venezuela hoy día no sólo se enmarca dentro de lo económico, sino
que engloba una serie de factores políticos, sociales y culturales. Contexto en el cual los
derechos humanos no se garantizan e incluso están siendo violados, dado el clima de
inestabilidad presente en el país que no permite asegurar la satisfacción de las
necesidades básicas como alimentación y salud, ni mucho menos garantizar un nivel de
vida adecuado a los venezolanos, que junto a la carencia de unas instituciones
económicas y políticas restringen a diario su fiel garantía y cumplimiento.
Dentro del conjunto de derechos humanos que son violados en el país resalta el
derecho a la alimentación, dado que no existe la oferta suficiente de alimentos para
cubrir la demanda de bienes alimenticios, producto de las políticas erráticas
implementadas en los últimos años, siendo la escasez la consecuencia evidente de tal
situación, lo que conllevando a una crisis alimentaria donde la dieta del venezolano se
ha reducido a niveles que no permiten cubrir los requerimientos nutricionales,
generándose así problemas de salud como lo es la desnutrición.
En cuanto al derecho a la salud la situación se agrava, dado que en el país existe una
hostil infraestructura de hospitales y centros asistenciales, lo cual aunado al déficit de
personal de salud y la escasez de medicamentos que ronda cerca del 80% ha agudizado
el panorama en el sector de salud, dejando a la población prácticamente sin éste vital
servicio. Por otro lado, la educación es otro de los ámbitos en el cual no se garantiza el
derecho a plenitud, ya que la calidad de la misma ha disminuido en los últimos años.
Ahora bien, al analizar el estado de los derechos civiles y políticos en el país, nos
encontramos con una polarización muy fuerte donde cada día la libertad de expresión, la
libertad política, los derechos de propiedad, de libre mercado, a ser juzgado con
imparcialidad, el derecho a la vida, a la integridad física juegan un papel menos
importante para los garantes de dichos derechos en Venezuela, siendo restringidos cada
día y sin derecho a réplica.
Bajo esta realidad así desdibujada, la crisis estructural del país es un aliciente que
restringe muchas de las libertades y derechos humanos de la población venezolana,
dado que no permite crear las condiciones estables dentro de la economía, que junto a la
falta de un Estado de derecho hacen difícil las garantías de los mismos en Venezuela.
No obstante, el llamado es hacia las autoridades públicas dado que éstas son las que
tienen la responsabilidad por un lado de llevar a cabo las políticas necesarias para
superar la crisis y, por el otro las responsables directamente de promover, y asegurar el
cumplimiento de los mismos. Finalmente, el llamado es hacia la reflexión de la
población sobre el tema ya que los derechos humanos son universales, prioritarios e
innegociables y ninguna sociedad puede negarlos ni restringirlos y, dado que somos
nosotros los íntimamente afectados, debemos de ser corresponsables a la hora de
promover y luchar por su realización dentro del país.
Ahora bien, el ejemplo de que los actos de los grupos paramilitares pueden
considerarse como actos que violan derechos humanos porque sus acciones
constituyen actos de autoridad de facto como el uso de la fuerza armada que
es monopolio del Estado, tiene como contra argumento el ejemplo de los
grupos de delincuencia organizada, como los cárteles de narcotráfico, que
también usan la fuerza armada y cometen violaciones de derechos humanos
que atentan contra la dignidad humana.
Sobre el tema, tuve oportunidad de asistir a una conferencia impartida por el ministro de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Jorge Mario Pardo Rebolledo [1], en la que
advirtió sobre el peligro de que el juzgador al preservar el derecho humano de una de las
partes, afecte los derechos de la parte contraria.
En los conflicto entre particulares está presente un derecho humano que ampara a
ambos contendientes: el de que la justicia del Estado se pronuncie de manera pronta,
completa e imparcial, como dispone el artículo 17 constitucional.
En los casos de litigios entre intereses privados es preciso analizar con enorme cuidado
las consecuencias de una inaplicación normativa por estimar que viola derechos
humanos. Ese examen es distinto al que se efectúa cuando se opone la pretensión de
una autoridad al interés de un gobernado. Así, cuando un juez encuentra que un tipo
penal resulta inconstitucional, al dejar de aplicar la norma correspondiente impide la
acción penal pública pero deja intacta la acción civil que tiene a su favor el afectado por
la conducta ilícita aunque esta no sea delito. En el Derecho Administrativo si una norma
señala una multa que resulte inconstitucional por excesiva, la inaplicación derivada de
su inconstitucionalidad, no genera afectación a ningún particular.
La seguridad jurídica es pilar fundamental del Estado de Derecho; sin ella se pierde
toda certeza sobre cualquier otro derecho. El artículo 14 dispone que las sentencias de
los juicios civiles deberán emitirse conforme a la letra de la ley o a su interpretación
jurídica. La Constitución garantiza así a los gobernados que la letra de la ley protegerá
sus derechos y que la justicia que se le imparta será pronta, completa e imparcial, con
base en su artículo 17.
Si con el objeto de proteger el derecho a la no discriminación, se favorece a una parte, el
afectado puede argumentar que se ha procedido contra él de manera parcial y por tanto
inconstitucional. El punto fino es que la medida protectora no se impone como un
límite a la acción del Estado, sino como fundamento de una determinación que
menoscaba los derechos subjetivos de quien se vio afectado por la inaplicación de la
norma, el cual podría aducir que la justicia obtenida no fue completa y, por lo mismo,
vio vulnerado su derecho humano a obtener la justicia como lo ordena la Constitución.
Vuelvo aquí a la premisa básica: los derechos humanos, salvo rarísimas excepciones, se
esgrimen siempre frente al Estado, este es el sujeto obligado en esa relación jurídica. Su
obligación correlativa consiste en algunos casos en una abstención frente al particular,
en otros se cumple mediante una acción específica que permita el disfrute de esos
derechos, cuando se trata de los de segunda o tercera generación. La consecuencia
lógico jurídica de tal premisa es que sólo el Estado, si falta a su deber, puede ser
identificado como responsable de la violación de tales derechos. No entraré en este
estudio a las excepciones derivadas de la actuación de un particular como autoridad en
cuya condición podría afectar derechos humanos reclamables por la vía del amparo.
El juicio de amparo está diseñado para remediar estos posibles excesos de la autoridad;
constituye la más importante garantía del respeto a los derechos humanos de los
gobernados. Se plantea entonces la cuestión de si a través de ese juicio pueden
resolverse los casos en que un precepto jurídico vigente emitido por el Estado, al
aplicarse a una situación jurídica concreta, viola un derecho fundamental consagrado en
la Constitución o en un tratado, o si dicho juicio podría resultar insuficiente o no idóneo
para reparar la injusticia padecida por quien fue afectado por una resolución que dejó de
aplicar una ley que le favorecía pero que se estimó inconstitucional por la autoridad
judicial del fuero común o incluso por la del fuero federal.
Podemos fácilmente imaginar casos en que una ley permite ejercer facultades estatales
de modo desigual o discriminatorio, sea la exigencia desigual de un impuesto o una
disposición penal que sanciona a las personas con criterios injustificadamente
diferentes; en esos casos la inaplicación de la norma impide o remedia el tratamiento
desigual en beneficio del gobernado.
Por otro lado puede ocurrir que la norma presuntamente inconstitucional prevea
consecuencias jurídicas distintas para situaciones que deberían resolverse de modo
igualitario y que tal diferencia implica resultados que afectan a una de las partes en un
juicio entre particulares. Por ejemplo, la regulación de la herencia legítima en el
concubinato en determinadas condiciones trata al miembro supérstite de dicha relación
de forma diferente a la que corresponde al cónyuge supérstite. En el matrimonio, si este
último concurre con hijos de ambos cónyuges o de uno solo de ellos, la ley le otorga una
parte de la herencia igual a la de un hijo. En cambio, en el concubinato, si la
concurrencia se da con hijos que no son de ambos concubinos, el supérstite solo tiene
derecho a la mitad de lo que corresponde a tales hijos.
Salta a la vista que la ley contiene una discriminación por razón de estado civil puesto
que da un tratamiento diferente a la esposa o esposo por una parte y a la
En este ejemplo, los hijos, por efecto de la norma, son titulares de la parte de la herencia
que les corresponde desde que ocurrió el fallecimiento del de cujus; su derecho ya
existe, no es una expectativa o una posibilidad. ¿Es justo que el juzgador les prive de la
parte de la herencia que la ley les confiere para compensar el trato discriminatorio a la
que está sujeta la concubina o el concubinario? Si deja de aplicar la ley en virtud de
considerarla discriminatoria, y da el mismo tratamiento previsto en las disposiciones
que regulan la herencia entre cónyuges, podría incurrir en la vulneración de derechos
humanos de los justiciables, cometida en ejercicio del poder jurisdiccional del Estado.
Este poder está obligado a preservar el derecho humano de acceso a la justicia en los
términos constitucionales y garantizar la seguridad jurídica, que es columna vertebral
del Estado de Derecho. Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia. Las
bases de este derecho se encuentran según indicamos ya, en el artículo 17 de nuestra
Constitución y en el 14. De acuerdo con este, las resoluciones que aluden a cuestiones
civiles, deben emitirse con base en la letra de la ley o en la interpretación jurídica de la
misma y de faltar esta última, se recurre a los principios generales del derecho. Si existe
clara disposición de la ley que concede un derecho a los particulares, dejar de aplicarla
para favorecer a otro particular que participa del conflicto, supone una eventual
actuación injusta puesto que el otorgamiento de protección a un derecho humano
afectado por la ley, resulta en la desprotección del otro derecho humano surgido de la
misma ley. Es preciso también fijar un criterio nítido en cuanto a que la atribución de
“interpretar la ley” no debe, en sana lógica extenderse hasta el extremo de “no
aplicarla”.
Se trata por supuesto de un territorio novedoso que habría que explorar a partir de las
propias previsiones constitucionales señaladas en el artículo 109 sobre responsabilidad
objetiva del Estado, el cual dispone:
La responsabilidad del Estado por los daños que, con motivo de su actividad
administrativa irregular, cause en los bienes o derechos de los particulares, será
objetiva y directa. Los particulares tendrán derecho a una indemnización conforme a
las bases, límites y procedimientos que establezcan las leyes.
Es verdad que el texto reproducido alude a una actividad administrativa irregular, pero
cabe señalar que dentro de los mismos principios constitucionales se abre la posibilidad
de una interpretación que resulta más favorable a la persona en cuanto a que cualquier
actividad del Estado puede producir una afectación y la irregularidad derivar de una
violación constitucional o convencional.