INTRODUCCIÓN
El arte de cocinar es parte notable de la identidad de los pueblos afrocolombianos. La sazón de la
comida de los litorales y de los valles en donde habitan se destaca por la fina mezcla de aromas y
sabores combinados con sensibilidad e imaginación. Sus cocinas se engalanan con toda clase de
utensilios, elaborados especialmente para cernir, rayar, escurrir, moler, picar, adobar o servir.
Bateas, pilones, rallos y susungas danzan entre las manos de las mujeres afrocolombianas para
deleitar cada día con sus arroces encocaos, alegrías de millo, quesos fritos, rondones y mil delicias
más. La riqueza vegetal y animal de las regiones habitadas por los pueblos afrocolombianos se
refleja en sus dietas cotidianas. Las preferencias culinarias son tan variadas como los mismos
ecosistemas en los cuales han desarrollado sus culturas. No obstante esta inmensa cobertura
geográfica, ciertos gustos, aromas y modos de preparación son comunes entre la gente
afrocolombiana que habita lugares tan distantes entre sí como el Archipiélago de San Andrés, en
el Caribe, y Guapa, en la costa Pacífica de Nariño. Permanencias de memorias antiguas, sin duda
ligadas al África y al periodo esclavista, en el cual la dieta alimenticia era en buena parte controlada
por los amos. Innovaciones e incorporación de productos, sabores y olores adoptados en el
contacto con otras poblaciones. Bosques, ríos y mares figuran como los principales escenarios de
aprovisionamiento, lo mismo que las tierras cultivadas y los pastizales en donde crece el ganado.
CONCLUSION
Siguiendo la tradición del viejo continente, los platos suelen mezclar proteínas
con sabores dulces y picantes, todo en una sola olla. Por ejemplo, el arroz
afrodisíaco consta de arroz, coco, calamares, camarones y langostas.