romana y medieval
CM
Historia
de la
fabula greco-latina
T om o II
LA FABULA E N EPOCA IM P E R IA L
ROMANA Y M ED IEV A L
A breviaturas ................................................................................................ 9
Son en térm inos generales las del Diccionario Griego-Español, vol. I, Madrid,
C.S.I.C., 1980. Aparte de é sta s, las p rincip ales son:
Ad Codex Ademari.
Av. Aviano.
Aphth. Aftonio.
B. Babrio.
Branc. Col. del cód ice B rancacciano.
Dod. D od ecasílabos p olíticos b izantinos.
F. An. Fábulas A nónim as (I: Augustana; II: V indobonense; III: A ccursia
na; las su b coleccion es se m arcan con letras griegas y latinas).
H. N úm ero de la ed. de H ausrath de las F. An. (no H.: fábu las que
n o está n en H ausrath, con la nu m eración de m i A péndice II).
M. Fábula m edieval (con la nu m eración de m i A péndice III).
Pañc. Pañcatan tra.
Par. P aráfrasis B odleiana.
P. Grenf. P apiro Grenfell.
P. Ryl. P apiro R y la n d s 493 y su colección.
Ph. Fedro.
ps.-Dos. pseudo-D ositeo.
Rom . R óm ulo (g = recen sio gallicana, v = recensio vetus).
Sy. C onjunto de Synt. y Syr., así com o su colección b ásica (Syr. = fábu
las siriacas traducidas por la H na Lefèvre, Synt. = Sin tip as).
Tantr. Tanträkh yä yik a.
T. Assend. T ablas de Assendelft.
Tetr. T e trástic os de Ignacio D iácono y otros.
W Códice W issenburgensis.
PROLOGO AL VOLUMEN II
3 P. Colon, 64, tem a de «La perra que parió» de Fedro I, 19, y Justin o 43.4, 3,
y otra fábula nueva; P. Mich. 457 + P. Y ale inv. 1158 v., nueva versión de «La
golond rina y los pájaros». N ó te se que se trata de una fábu la que se creía origi
nal de Fedro, de otra de tem a nu evo (aunque irreconocible) y de una nueva
versión m étrica de una fábula ya conocida.
14 Historia de la fábula greco-latina
Esto se toca con las m anos en Fedro, que incluye fábulas de exten
sión y tipos tan diferentes; y lo he ejem plificado en mi «Inventario
de la fábula greco-latina» con el caso de las tablas de Assendelft,
de Róm ulo, de las P aráfrasis, etc. Pero es que, en definitiva, las
fábulas Anónim as en general y, d en tro de ellas, la Augustana, tienen
tam bién ese carácter mixto, que debe atrib u irse ya a la «antigua
Augustana» del siglo i a. C. C ierto que el tal ca rác te r se debe en
p a rte a que consideram os com o testigos de una m ism a colección a
m anuscritos o grupos de ellos que añaden fábulas o versiones p ro
pias (cf. vol. I, pp. 98 y ss.). Pero el núcleo últim o, com ún a toda
la tradición, es igualm ente heterogéneo.
E n realidad, esa heterogeneidad radical es connatural a toda la
fábula, ya que desde D em etrio (para no h ablar de la fecha anterior)
se h an considerado fábulas relatos agonales ficticios con protago
nistas anim ales, otros de situación, anécdotas hum anas, relatos de
H istoria n atu ral, sim ples χρεΐαι , etc. E sto es ya fam iliar a los lec
tores de este libro. No es m enos cierto que todo ese m aterial cabía
tra ta rlo con unos u otros estilos, am pliando, reduciendo, in tro d u
ciendo unas u o tras filosofías, prefiriendo unos u otros esquem as
com posicionales, derivando fábulas nuevas. El problem a es en qué
m edida las colecciones por nosotros conocidas bebían de u n a fuente
igualm ente m ixta, lim itándose a elegir y a sum ar luego fábulas que
ellas derivaban de o tras o inventaban; o en qué m edida usaban m ás
de una de esas colecciones m ixtas o, eventualm ente, de colecciones
diríam os que especializadas, p o r ejem plo, a base de las fábulas de
cuatro versos an tes aludidas, ya anim alísticas, ya anecdóticas.
La vasta tela de arañ a de las colecciones p rim arias y las colec
ciones derivadas y contam inadas, ya en verso, ya en prosa, de la
A ntigüedad, de la que las colecciones conservadas son algo así como
la p arte saliente del iceberg, es difícil de re co n stru ir en todo su
detalle. Podem os, eso sí, in te n ta r una reconstrucción de la historia
de cada fábula y, a p a rtir de ahí, tra ta r de sacar conclusiones sobre
las colecciones conservadas. E n cuanto a las perdidas, la investigación
debe pasar, pensam os, por u n a p rim era fase: la de establecer el
inventario de las que vam os a llam ar fábulas m étricas prim arias.
En la m ayor p a rte de las fábulas, efectivam ente, encontram os de
b ajo de su vestid u ra prosaica o versificada (senarios de Fedro, co
liam bos de B abrio, dodecasílabos bizantinos, etc.) u n verso antiguo
helenístico de un tipo especial que ha sido descrito en el p rim er
volum en de esta obra. Decir, com o he sugerido en algún lugar, que
tam bién hay fábulas cuyo prototipo, añadido secundariam ente a las
colecciones, fue siem pre prosaico, es algo a lo que hoy no m e atrevo;
la falta de resto s claros de verso en unas pocas fábulas es u n argu
m ento negativo poco decisivo. Ahora bien, hay ocasiones en que no
es u na sola versión m étrica la que hallam os, sino dos o m ás: de
16 Historia de la fábula greco-latina
LAS C O L E C C IO N E S H E L E N IS T IC A S
COMO B A SE DE LAS P O S T E R IO R E S :
R E L A C IO N E S E N T R E ESTA S
CAPITULO I
LAS FABULAS H E L E N IS T IC A S CON UNA
SOLA V E R S IO N M ETR IC A PRIM A R IA
Por lo dem ás, es claro que rem ontan a u n original com ún. En
él pienso que el h om bre víctim a de la ju stic ia divina era un p a rri
cida (II, AP, P. Grenfell); que la acción tra n sc u rría ju n to al Nilo
(I, II, se deduce de AP, P. Grenfell es inconclusivo p o r lo fragm en
tario); que el p rim er anim al que atacaba al asesino era u n león
(II λεοντ' ίδών con m etro, P. Grenfell; el lobo de I y AP debe de
ser una innovación), el segundo un δράκων (P. Grenfell ευρών
δράκοντα m étrico, cf. II εύρε δέ δράκοντα., ; son innovaciones £χις I,
άσπίς AP). P robablem ente AP deriva de un original próxim o a I,
que se h a alejado m ás que II del texto originario. E ste m odelo
de I y II debía de conservar la calificación com o parricid a del
crim inal castigado y, probablem ente, localizaba la acción ju n to al
Nilo. Como se ve, suponem os dos versiones m étricas y un texto
original de u na de ellas, que luego fue som etido a alteraciones en
varios estadios. Pero, insistim os, n ad a de esto traslu ciría p a ra nos
otro s si no conserváram os, p o r un p u ro azar, la versión m étrica
sem iprosificada de P. Grenfell.
Un caso diferente es el de las fábulas de época clásica que no
figuran en n u estras colecciones. Espigando en n u estro inventario
de la fábula clásica en vol. I, pp. 412 y ss., se en co n trarán fábulas
que indicam os que no existen en las colecciones. E sto no es m ás
que un dato de hecho: no están en n u estras colecciones, pueden
h aberse perdido en ellas o h ab e r estado en o tras perdidas. Lo m ism o
en lo relativo a fábulas de au to res helenísticos que no figuran en
n u estra s colecciones, aludidas en p. 548.
O sea: el inventario de fábulas propiam ente helenísticas y, den
tro de ellas, el de las variaciones m étricas p rim arias (de m om ento
sólo nos ocupan en el caso en que hay una sola p o r fábula) no puede
ser com pleto. A las razones indicadas se añaden o tras que fácil
m ente se d esprenden de n u estra exposición en vol. I, pp. 513 y ss.,
que es el p u n to de p a rtid a del estudio m ás porm enorizado que aquí
hacem os. R ecordam os, p o r ejem plo, el caso de las fábulas «únicas»
de au to res com o F edro o B abrio que pueden ser a veces, ciertam ente,
creaciones suyas (a p a rtir de fábulas conocidas o de anécdotas di
versas o de fábulas orientales), pero que tam bién son en ocasiones
el único testigo que subsiste de u n a tradición p o r lo dem ás perdida.
C itábam os ya (y aludíam os a ello en vol. I, p. 149) el caso de
«La p e rra que parió» de Fedro, que ha dejado de ser un u n ic u m
(la versión de Ju stin o no es suficiente p a ra establecer una tradición
prefedriana) gracias a una versión papirácea griega publicada en
1978. Aludíam os tam bién a fábulas de B abrio que no encuentran
paralelos en las colecciones, pero que encuentran su fuente rem ota
en fábulas clásicas: es lógico p ro p o n er la existencia de m odelos in
term edios helenísticos, conociendo com o conocem os la m anera de
tra b a ja r de n u estro poeta. Igual en otros casos m ás, en que se añade
Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria 25
a sen tar hipótesis verosím iles sobre la h isto ria de ciertas fábulas.
Aunque hay que ad v ertir que el hecho generalizado de la am bigüe
dad a la h o ra de escoger fuentes, hace que esos hábitos no dejen
de en co n trar aquí y allá contradicción. Ello incluso en el caso de
fab u listas que tienden a la regularidad, tal Fedro, que, cuando no
contam ina o inventa, suele seguir m odelos em parentados con los
de F.An.; o en el de los fabulistas siríacos (que llam am os Syr. y Synt.),
muy próxim os casi siem pre (aunque no siem pre) a F.An., pero deri
vados, tam bién ellos, de un m odelo an terio r a las fábulas que se
nos han transm itido.
Algunas cosas m ás hay que decir sobre el verso de las versiones
prim arias y sobre el carác te r no prim ario de ciertas fábulas. En
n u estro vol. I estudiam os ya las características principales del verso
helenístico usado p o r los fabulistas en cuanto a pies m étricos (in
cluida la altern an cia de trím etro s yám bicos y coliam bos), falta del
acento en la penúltim a, pausas, diéresis, abreviaciones, etc. Hicim os
ver tam bién que, aunque fueran m ás allá que cualesquiera otros
poetas, los fabulistas de corte cínico no hicieron o tra cosa que des
arro lla r tendencias de la m étrica contem poránea de tipo didáctico.
La calificación de «bizantino» dada a veces por ciertos au to res a los
rarísim os versos que en la A ugustana detectaron (cf. vol. I, pági
nas 88 y ss.) no se tiene en pie p o r esta razón en tre o tras m uchí
sim as: en tre ellas, la aparición de verso de este tipo en fábulas
de Plutarco, Apiano, etc. (véase en este m ism o capítulo) y en fábulas
papiráceas sem iprosificadas de edad helenística y rom ana; la con
tinuación, aunque ra ras veces, del verso yám bico de la fábula clásica
en sus derivados h elen ístico s4; y, en general, toda n u estra argum en
tación en el presen te libro y en los artículos que le han precedido.
E sto no obsta, sin em bargo, p ara que en las colecciones de fá
bulas hayan podido eventualm ente introducirse algunas tardías, no
helenísticas. Por ejem plo, es bien cierto que en los m anuscritos de
las F.An. se han introducido fábulas de la tradición bab rian a (coliám
bicas, p aráfrasis, dodecasílabos): hem os hablado ya de ello. Más to
davía: algunas de las fábulas citadas como de la A ugustana o de
las o tras colecciones derivan, en realidad, de dicha tradición b a
briana. Por poner un ejem plo especialm ente llam ativo aludirem os a
varias de III (cf. III, 3, pp. 399 ss.), en que lo que ed ita H au srath como
4 Por ejem p lo, en la fábula del cab allo, el ciervo y el cazador, véase m i
art. cit. en p. 12, η. 2; en la de la zorra y el m ono, H. 83, cf. su ώ πίϋηκε, συ δε
τοιαύτην ψυχήν ίχων y el τοιήνδε δ\ ώ πίθηκε, τήν πυγήν εχων; de Arquíloco E p o d o VI
fr. 76 de mi edición Líricos griegos elegiacos y y a m b ó g r a f o s arcaicos I, Ma
drid, 2.* ed., 1981; en la del cam ello, el elefan te y el m ono, H. 246, derivada del m is
m o epodo de A rquíloco, cf. su διότι χολήν ούκ έχει (cf. tam bién H. 210) y el χολήν
yàp ούκ ίχεις ίφ' ήπχτι de Arquíloco, fr. 67. Cf. tam bién m i e stu d io sobre las
fórm u las de la fáb u la clásica en cuanto heredadas por la posterior, su pra,
vol. I, pp. 23 y ss., 383 y ss., 458 y ss., 610 y ss.
32 Historia de la fábula greco-latina
que seguir afirm ando que toda fábula de tradición antigua que nos
ha sido tran sm itid a depende, en ú ltim a instancia, de un m odelo con
verso prim ario, bien derivado de la colección de Dem etrio, bien pos
terior. Son estos m odelos prim arios los que vam os a p re se n ta r en
el presen te capítulo: concretam ente, aquellos que son únicos en cada
fábula. D entro de ellos estudiam os sucesivam ente los distintos ca
sos, que se refieren m eram ente al estado de n u e stra tradición:
cuando hay un ejem p lar único de fábula (o único y sus derivados);
cuando hay varios ejem plares con verso com plem entario; el m ism o
caso, cuando se añaden fábulas de traducción o con verso m oderno;
este últim o todavía, cuando hay «cascada», esto es, derivaciones con
verso o p ro sa secundaria.
Por lo que resp ecta a las Fábulas Anónimas hay que h acer toda
vía o tra advertencia: pueden o frecer en las distin tas recensiones o
subrecensiones o grupo de m anuscritos m ás de una versión m étrica
de una m ism a fábula. E stas diferentes versiones van acom pañadas
de u na m odificación de la e stru c tu ra o el argum ento, una am plia
ción o abreviación, etc. E n el vol. I de esta obra, pp. 97 y ss.
y 607 y ss., hem os dado suficientes ejem plos de estos hechos. Y
verem os a lo largo del presente estudio que sucede en ocasiones
que una de las versiones m étricas sea derivada de la o tra (en oca
siones a través de una versión interm edia), y que no siem pre F.An. I
conserva la recensión m ás antigua. A veces p resen ta o tra o, sim ple
m ente, no p resen ta la fábula, que está en F.An. Ib, IIIS, etc. O sea,
que a prio ri es difícil sep a rar las versiones m étricas p rim arias de
las secundarias; cuando hay sólo una versión es p rácticam ente im
posible p o rque puede suceder que se hayan perdido otras.
N ótese tam bién que en ocasiones las fábulas tran sm itid a s p o r
los m anuscritos de las Fábulas Anónim as son de la tradición de las
p aráfrasis: esto lo indicam os en cada ocasión adecuada en nuestro
Apéndice I. Y tam bién sucede que las Fábulas Anónim as (o tal o
cual recensión de ellas) p resen tan un verso secundario, allí donde
el p rim ario h a dejado huella en o tras ram as de la tradición fabu
lística.
P or su ca rác te r p ráctico acom paño una relación de fábulas de
las colecciones de F.An. que faltan en I, indicando las recensiones
o m ss. en que aparecen.
La indicación (la) quiere decir que se tra ta de fábulas sólo
en la o en la y en m ss. de I que se supone han tom ado el texto de
dicha versión; (la?) quiere decir que son fábulas sólo en mss. de I,
con texto que se supone procedente de la. Salvo excepción, son fá
bulas con verso claro, en principio p rim a rio 5.
5 V éase el e stu d io deten id o de estas fábu las en pp. 266 y ss. (la ), pp. 277 y ss.
(Ib) (II-III). T am bién pp. 409 y ss., con fábu las de II y III con version es diferen
tes de las de la tradición anónim a, conservada en I.
34 Historia de la fábula greco-latina
H. 15b (Ib), 39b (la), 60d (Ib), 65 (la?), 65a (Ib), 91 (la), 106 (Ib), 114 I (la?),
141 (la?), 151a (Ib), 159 (la), 165 (la), 169 (la?), 171 (la?), 174 Ib (Ib), 190 (la),
200 (la), 204 (la?), 205 (la?), 209 (la), 214 (la), 227 (la), 228 (la), 229 (la?), 231
(la), 238 (la?), 240 (la), 241 (la), 245 (la), 247 (la), 249 (la?), 261 (la), 262-267 (Ib),
268 (II-IIIÓ), 269 (lUoißy la), 270 (II, Illyó), H. 271 (lllaßyö la Ib), 272 (IIIa/fy),
273 (Illay), 274 (Illa^y), 275 (IIIa/?y), 276 (Ulaßy), 277 (ΙΙΙα/îy), 278 (lllaßy Ia),
279 (IIIy<5), 280 (IIIy<5), 281 (IIIy<5), 282 (IIIyóF), 283 (Illyá la Ib), 284 (Illyö Ib),
285 (II, IIIyóF), 286 (IIIa¿3y<5 la), 287 (IIIayáF), 288 (IIIocF), 289 (IIIa<5), 290 (F),
291 (F), 292 (F), 293 (F), 294 (F), 295 (F), 296 (F), 297 (F), 298 (M), 299 (IIIy¿),
300 (M), 301 (M), 302 (MF), 303 (MF), 304 (MF), 305 (MFP), 306 (Μ), 307
(Marc.).
Hay que n o ta r que en esta lista faltan las fábulas que presen tan
en dos colecciones o subcolecciones m etro diferente y las que p ro
ceden de las paráfrasis.
El capítulo que sigue a éste estudia los casos en que existen dos
o m ás versiones p rim arias de una m ism a fábula.
H. 5, 6, 8, 14, 15, 31, 37, 38, 39, 40, 41, 46, 63, 65 (la?), 71, 72, 73,
80, 86, 88, 92, 98,101, 104, 106, 107, 109, 110, 112, 113, 119, 121, 125,
128, 132, 138, 139,140, 141 (la?), 144, 149, 150, 151, 153, 155, 156, 157,
158, 159 (la), 161,162, 164, 165 (la), 167, 168, 170, 171 (la?), 172, 173,
174, 178, 191, 192,193, 195, 200 (la), 204 (la?), 205 (la?), 208, 209 (la),
212, 214 (la), 220, 222, 227, 228 (la), 229 (la?), 230, 231 (la), 232, 237,
238 (la?), 240 (la), 241 (la), 242, 245 (la), 246, 247 (la), 249 (la?), 257,
261 (la), 262 (Ib), 263 (Ib), 264 (Ib), 265 (Ib), 266 (Ib), 267 (Ib).
las hay solam ente en alguna de estas fuentes (en S intipas o pseudo-
Dositeo o Aviano, p o r ejem plo). Al estu d iar las diversas colecciones
repasarem os este m aterial.
Aquí nos ocupam os solam ente, com o dijim os, de los casos en que
hay, ap a rte de F. An., o tra vía de acceso al verso p rim ario. N um éri
cam ente inferiores a las de F. An. están las versiones de Par. y Dod.,
que están en este caso: que, lejos de derivar de B abrio, recogen un
verso an terio r a él, helenístico. C iertam ente, el tem a es com plejo
porque, de una p arte, puede suceder que de ese m ism o verso hele
nístico deriven B abrio o u n a versión babriana, habiendo dejado huella
en él o ella; y, de otra, puede suceder tam bién que la versión
de Par. o Dod. (o alguna de ellas) contam ine el verso helenístico
con el de B abrio. Todavía: cuando no conservam os al lado de
Par. o Dod. u na versión en verso babriano, a veces es dudoso si los
restos m étricos, cuando son am biguos, son helenísticos o proceden
de un B abrio perdido.
Sin em bargo, no es dudoso que existen casos de verso helenístico
conservado en Par. y /o Dod. A veces, en fábulas testim oniadas
en F. An. y en estas o tras fuentes a la vez, se ve que el verso hele
nístico en cuestión es el m ism o, los restos m étricos son com plem en
tarios: luego lo verem os. E sto es u n a gran pru eb a de que fábulas
sólo testim oniadas p o r Par. y /o Dod. y que p re sen tan verso helenís
tico, son testigos de fábulas antiguas con verso prim ario que no
llegaron a las F. An. o se perd iero n en las colecciones que de ellas
han llegado a nosotros.
Los ejem plos de verso sólo conservado en Par. o Dod. que pueden
ofrecerse no son m uchos, pero sí significativos. O frecem os un aná
lisis m étrico de los m ás claros:
Φυτόν δέ ποτε
στρουθ&ν
και τεττίγων [ ^ _ u —
‘Ο δ ’ ουν γεωργός ώς άχρηστον [ _ 1^
καί δη λαβών πέλεκυν [ u _ y (Par. con inversión)
έπέφερε τήν πληγήν [ u _ y (Par.)
στρουθοι απαντες [ _ u _ y _ ^ ^
”Ακουσον ήμιν [ _ υ _ !=!] τού δένδρου
τί σοι τό κέρδος έκγενήσεται τούτου;
y _ u _ y _ u ] ώς δ’ έκοίλανε (Par.)
σμήνος μελισσών
^ _ u _ y. _ ] τόν πέλεκυν ερριψε (Par.)
6 Dod.: γεωργού ήν εις χώραν Par. ήν εις γεωργού χώραν. De esto s dos textos, de
una p rosificación tardía, se podría obtener: γεωργός είχ’ έν rfj χώρη
Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria 41
^ _ u _ ^ _ u ] ανθρώπων αμαρτίας
έν όστράκοις τον Έ ρμήν ώρισε γράφειν
y _ u _ y _ u —] πλησίον αυτού.
y _ u _ y ] συμπλακέντες άλλήλοις
έμάχοντο. Καί ό μέν δράκων τόν άετόν (con u n a supresión)
είχε [ u u _ y _ υ υ ] γεωργόν δ’ίδών
ό αετός καταπτάς [ _ u _ y _ y i = ?
y — u _ y _ ] τήν κύλικ’ έξαιρεϊται (una inversión)
y — u _ y _ ] μέλι κατειργάζοντο.
Π οιμήν δέ τις [!^ _ υ _ ^ ^
A i δ' άλλο&εν άλλαι αυτόν ώ&ουν τοϊς κέντροις.
”Α πειμ\ εφη, μηδέν δεόμενος [ _ y y
ό άνθρωπος είπεν [ _ u _ y _ y y
y _ u u ] τα χύτερον άγετε, λί&οις ύμάς
τφ τό π φ ημεν,
δπου λiäoi
44 Historia de la fábula greco-latina
III. R e s t o s de la v e r s i ó n ú n ic a p r i m a r i a e n f á b u l a s
CON EJEMPLARES CON VERSO COMPLEMENTARIO
8 V éanse algun os d etalles m ás en «La tradución...», Emerita 37, 1969, pp. 300
y ss., y 38, 1970, p. 21. Pero con sid eram os in ú til hacer referencia sistem ática
a n u estro tratam ien to del tem a en dicho artículo, aquí revisad o y m ejorado
aunque a veces abreviam os. S i ten em os necesid ad de citar el artículo lo h acem os
c om o «La tradición...», I y II, con referencia a su s dos partes.
46 Historia de la fábula greco-íatina
E ste verso, que dam os en cada caso según la fuente m ejor (en
las o tras suele h ab e r pequeñas variaciones), a veces es m ás com
pleto que el de Dod., igualm ente con pequeñas distorsiones (κιχλαν τε
είδε, καί λιποψυχών έν στεναγμώ έβόα, etc.); a veces hay coincidencia.
Pero tam bién Dod. puede ser m ás com pleto. La fábula com ienza
con un ιξόν λαβών[ que puede ser m étrico, concluye con un ]αΰτός
ήγρεύθην que enlaza con el verso últim o tran scrito arrib a m ejor que
las correspondencias en F. An. y en el centro p resen ta casi un verso
άλλ’ (à p ‘) έπ'ι π οδών άσπίς ήν κοιμωμένη deform ado en F. An.
Conviene n o tar que si la version de Dod. carece de ciertas prosi-
ficaciones de F. An., no es m enos cierto que sigue a la de ésta paso
a paso y que a una y o tra subyace una version an terio r con ciertas
supresiones. Pues, p o r ejem plo, en tre un verso inicial
Ιξόν λαβών και τούς καλάμους (τ ις) ϊξευτής (Dod., con u n a inversión)
Pues bien, en Dod. hallam os casi enteros los dos prim eros versos
que aquí faltan:
E ste últim o verso (sobre su m étrica y la del prim ero cf. vol. I,
página 598) es com binación del de Dod. (que no h a introducido
σίτου com o I) y I (προύξένησεν, en vez del προσήξε de Dod.).
N aturalm ente, puede suceder que en Dod. no encontrem os verso
nuevo: así en H. 135 «El p erro y la zorra», en que Dod. ofrece un
resum en con restos de verso, pero los m ism os de F. An. Dejo de lado
otro s casos en que Dod. p resen ta un verso helenístico distinto del
de F. An., o bien p resen ta un verso derivado de B abrio, o bien uno
contam inado: serán estudiados en los lugares adecuados.
En o tras ocasiones, como sabem os, se tra ta no sólo de Dod., sino
de Dod. y Par. o sólo Par.
Puede suceder o tras veces que de dos versiones del m ism ü origen
(verso prim ario), en u na de ellas éste haya prácticam ente desapare
cido. E ste creo que es el caso de H. 243 «Los hijos del mono». Tanto
las tres versiones de Par. com o las dos de F. An. (I y II) derivan
sin duda de una fábula m étrica en cuatro versos. De ellos hay restos
m ás claros en Par. (en una de sus versiones καί τό μεν εν άγαπα , το δ'
ετερον μισεί, ]καταφ/Λθύσ’ άποπνίγει), m ucho m enos en F. An., donde de
todos m odos hay coincidencias claras. Por o tra p arte, F. An. I y II
suponen una sem iprosificación interm edia y o tra las versiones de Par.;
de esta segunda viene B abrio, am pliado.
Hay que decir todavía que no es extraño que a p a rtir de otras
versiones con restos m étricos pueda hallarse huella de una versión
m étrica p rim aria. E sto es posible en las dos versiones, de Aftonio
y Juliano, de no H. 125 «Los m ilanos y los cisnes». La verdad es
que los restos m étricos de una y o tra fuente no coinciden, pero
tam poco se contradicen: pueden ser com plem entarios. Tam bién hay
un derivado en B abrio. Igual, pero con m ás seguridad, puede decirse
de las versiones de H. 267 y de Aquiles Tacio de la fábula «El m os
quito y el león». C ontra lo que dice H au srath en su nota, siguiendo
a Crusius, Aquiles Tacio no es la fuente de la versión m ás resum ida
de F. An., que añade u n final propio (el m osquito vencedor del león
es devorado p or la araña). Ambas versiones derivan de una anterior,
cuyo verso conserva m ejo r Aquiles Tacio, incluso uno com pleto:
κώνωψ αλαζών ποτε [ o _ y _ ^
αλκή; Ά μύσσεις τοΐς δνυξι καί δάκνεις
ποιον δε μέγεθος
ai' μεν yàp είσι ώσπερ [ _ y _ y y
Pero en F. An. (Ib) hay otros versos no incom patibles:
_ u _ u _ u ] μαχομένη ποιεί
y _ u ]έπινίκειον ασας έπτατο
y _ u u ]άράχνης άπώλετο
N aturalm ente, no se pueden sacar conclusiones cuando en la tra
dición in directa tenem os ante nosotros m eras alusiones, o bien re
súm enes en prosa.
Y existe el caso m ixto, en que una versión de F. An. y o tra de la
tradición ind irecta tienen verso com plem entario: éste es el caso
de F.An. III y Aftonio en H. 277 «El cisne».
IV. R e s t o s de la v e r s i ó n m é t r i c a pr im a r ia en fábulas c o n o r ig in a le s
QUE INCLUYEN VERSIO NES TRADUCIDAS 0 EN VERSO PRIMARIO
venido estudiando h asta ahora —las fábulas anónim as, las p aráfrasis
y los dodecasílabos— suponem os que acceden no sólo al m ism o verso,
sino a la m ism a versión sem iprosificada. Y que cuando se tra ta de
una fábula que está en dos o tres de las colecciones referidas, los
casos son varios. Acceden, hem os dicho, al m ism o verso. Pero a tra
vés de sem iprosificaciones que no siem pre son la m ism a, a veces
una colección accede a una y o tra accede a o tra m ás antigua o m ás
reciente. Y no siem pre es fácil discernir la historia de la transm isión:
cuando a m ás de las colecciones m encionadas hay o tras que tienen la
m ism a fábula, hay posibilidades a veces de p recisar m ás el detalle.
Ahora bien, estas o tras colecciones ya hem os dicho que presen
tan, a su vez, problem as propios. H em os distinguido aquellas que
son colecciones de traducción (siríaca o latina; en el p rim er caso
hay, adem ás, ya versión siríaca, ya una segunda versión siríaca tra
ducida al griego) y aquellas o tras que aun estando en griego han
som etido el m etro a una p rofunda m odificación (se ha pasado a los
dísticos elegiacos, al nuevo trím etro yám bico, a los coliam bos ba-
brianos, a los dodecasílabos políticos bizantinos). En todos estos
casos el «hilo» del m etro helenístico nos falla, aunque a veces hay
pequeñas huellas de él, com o hem os dicho. Es com binando la form a
y el contenido con las versiones correspondientes que conservan
verso helenístico com o podem os, en alguna m edida, co n trib u ir, con
ayuda de estas o tras versiones, a tra z a r m ejo r el s te m m a evolutivo
de las fábulas.
En realidad, es en el estudio que sucesivam ente harem os de las
distin tas colecciones donde m ejo r podrem os estu d iar sus fuentes, que
situarem os d en tro del susodicho ste m m a de cada fábula, sacando
luego conclusiones generales. Sin em bargo, habrem os de sen tar p re
viam ente, aquí, algunos principios.
Com encemos p o r h ab lar de las fábulas de traducción: las siría
cas (Syr., fábulas trad u cidas por la herm ana Lefèvre; y Synt., fábulas
del llam ado S intipas, retrad u cid as al griego); las de Fedro, las lati
nas m edievales de fuente antigua (de los códices A d e m a ri y W issen-
b u rg en sis y de Rómulo) y las de Aviano.
Com enzando p o r las siríacas, hay que decir que Syr. p resen ta
hasta tres versiones diferentes, en general próxim as entre sí y, co
m únm ente, próxim as tam bién a Synt. No es m enos cierto, ya vere
mos, que Syr. y Synt. tienen algunas fábulas que faltan en F. An., así
com o algunas únicas: en uno y o tro caso puede tra ta rse ya de am bas
colecciones, ya de sólo una de ellas. Dejem os de m om ento este tem a.
Lo m ás com ún es que am bas colecciones (a veces sólo una de ellas)
estén próxim as a F. An., lo m ism o cuando esta colección es el único
testigo que cuando hay o tras ram as de la tradición.
Es de esp erar que, en estos casos, de ten er nosotros el texto
griego original luego traducido al siríaco, pudiéram os h allar en él
52 Historia de la fábula greco-latina
resto s m étricos com plem entarios de F. An. Pero no lo tenem os, he
m os de aten ern o s a un texto traducido. En ocasiones su proxi
m idad a F. An. es tan grande que p o d ría proponerse la hipótesis
de que Syr. y Synt. provienen de un m odelo griego derivado del
m odelo de F. An. Incluso, en ocasiones en que toda la tradición de
u na fábula se reduce a F.A n. I y Syr. y /o Synt. (por ej., en H. 88,
H. 121, etc.), p o d ría p roponerse una derivación a p a rtir de n u estra
A ugustana (I).
Pero hay fábulas que desm ienten esta hipótesis y no sólo aquellas
que faltan, com o acabam os de decir, en la A ugustana o en el con
ju n to de F. An. Por ejem plo, en H. 213 «La serpiente pisada»,
en F. An. interviene Zeus, en Sy. (sigla con que englobam os Syr.
y Synt.), Apolo. Aun sin llegar a esto, suele h ab e r diferencias, al
ser la fábula de Sy. (o Syr. o Synt.) m ás extensa o m ás reducida
que la de F. An. Podem os p o stu lar, en casos com o éste, que Sy. p ro
cede del m ism o m odelo que F. An., en definitiva, pero a través de
una versión in term edia; aunque tam bién puede ser que sea F. An.
quien depende de una versión interm edia. Pero, en definitiva, en
casos com o éstos es lo m ás verosím il que nos hallam os ante deri
vados de u na sola fábula con m etro prim aria. No puede d escartarse,
sin em bargo, la idea de que a veces el m odelo de Syr. y Synt. sea
una fábula p erd id a con un segundo verso p rim ario, cf., infra, p á
gina 110.
Con esto no quedan term inados los problem as. Hay que investi
g ar la posición de Sy. allí donde hay diferencias d en tro de F. An., sea
que diversas ram as deriven de un m ism o verso prim ario (H. 59,
H. 60, etc.), sea que deriven de m ás de u n verso prim ario: se tra ta
de ver la situación de Sy. en este ste m m a . E xisten luego casos en
que la proxim idad de Fedro, B abrio u o tras colecciones de F. An. hace
p en sar que derivan del m ism o m odelo, en definitiva, pues, del m ism o
verso prim ario ; y ya hem os hablado del m ism o caso con referencia
a Par. y Dod. Pues bien, en estos casos a veces hay posibilidad de
p o stu lar sem iprosificaciones interm edias a p a r tir del m etro p rim a
rio: hay que investigar la posición de Sy.
O tro caso es aquel en que Sy. p resen ta fábulas que no están
en F. An.: a p a rte de aquellas de que es único testigo, hay o tras en
que aparece ju n to a Fedro (por ej., no H. 164, 179) o ju n to a B abrio
(no H. 96, 191, etc.) o ju n to a Par. y /o Dod. (no H. 155) o ju n to a
Aftonio (no H. 94) o ju n to a T e tr. (no H. 122).
E n fábulas com o éstas, hay ocasiones en que Sy. sigue la m ism a
línea del resto de la tradición, verosím ilm ente u n a antigua versión
prim aria; en o tras, com o en el caso an terio rm en te aludido, Sy. diver
ge, ofrece variaciones propias (de un m odelo interm edio, dada la
p ráctica coincidencia de Syr. y Synt.).
Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria 53
Hay adem ás casos com o éstos, pero en los que sólo aparecen
Syr. o Synt., otro s com plejos con varias versiones de estas colec
ciones, otros incluso en que se oponen Syr. y Synt.
Sin e n tra r aquí a fondo en el problem a, podem os an ticip ar que
la posición de Sy. en los s te m m a ta es m uy com pleja: suele ir con
la ram a de F. An., p ero en tran d o en ella a niveles varios en los cua
les puede h ab e r habido m odificaciones (otras h an de atrib u irse a
los últim os ejem plares, p o r ejem plo algunas cristianizaciones). Así,
cuando en una fábula no tran sm itid a por F. An. Sy. se opone a o tras
versiones (a B abrio y derivados, p o r ejem plo, en no H. 96; a Afto
nio en no H. 94), podem os pen sar que nos hallam os ante la versión
de la colección preferentem ente seguida p o r F. An. (la Antigua Au
gustana). Pero es que, insisto, d en tro de esa ram a podía hab er dife
rencias y, así, sucede que Syr. y Synt. difieren de F edro (cf. H. 182),
que en líneas generales coincide con F. An., pero a veces sigue o tra
línea d en tro de la derivación del m ism o verso prim ario. Más toda
vía: Sy. puede d iferir del conjunto de F. An., Par. y Dod., así en H. 272
(seguram ente, p o r u na innovación suya propia). Pero lo habitual es
que cuando F. An. I difiere de o tras colecciones (vengan del m ism o
verso p rim ario , con derivación «en cascada», vengan de otro), Sy. se
alia a ellas, así, p o r ejem plo, en el caso de H. 132 (frente a Fedro),
en el de H. 215 (frente a pseudo-Dositeo y T etr.), en el de H. 219
(presenta ciertos arcaísm os fren te a F. An., pero no las innovacio
nes de Par.).
Nos ayudan, en definitiva, las versiones siríacas a hacernos una
idea de la com plejidad de las derivaciones de las fábulas en m etro
p rim ario , incluso de las m ás próxim as a F. An., así com o de las p é r
didas secundarias de esta ram a y de las alteraciones de la m ism a
en diversos niveles. Véanse m ás detalles en III, 2.
Im p o rta n te es tam bién, claro está, el estudio de Fedro. Su proxi
m idad, en general, a F. An. ha sido señalada ya com o expusim os en
n u estro vol. I, pp. 86 y s s .9. Claro está, el tem a queda pendiente del
estudio m ás de detalle que harem os m ás adelante con ayuda de un
d o ssier com pleto de la fábula antigua. Pero, p o r lo pronto, hem os
de decir algo sobre su testim onio com o derivación que es de fábulas
con m etro prim ario.
F edro es, com o ya hem os dicho, un au to r m uy original, que resu
cita el esp íritu antiguo de la fábula y lo tiñe con esp íritu cínico y
estoico, tra ta n d o de sacar la m áxim a «punta» c o n tra los poderosos
corrom pidos, los ricos, los necios. Pues bien, en los casos en que
una fábula sólo ha llegado a nosotros a través de F. An. y Fedro,
las diferencias que en éste pueda h ab e r dan la im presión de ser
resu lta claram ente insuficiente. H em os de ver que tam bién él ayuda
a veces a la reconstrucción de las fábulas con verso prim ario en
la m edida en que no se alejan dem asiado de la línea principal. Por
m ás que Aviano sea en ocasiones m uy original y que en algunas siga
claram ente una línea d istin ta de la de F. An., a veces ello no es así.
Es que hay que ten er en cuenta algo en que no suele repararse;
la ram ificación de algunas fábulas era m ucho m enor que la de otras,
prácticam en te no había donde escoger, por decirlo así. Las coleccio
nes que querían in tro d u cir una de estas fábulas no tenían otro re
curso que seguir el m odelo único existente. Rem ito, p ara m ás de
talles, a II 5.
Y con esto pasam os a h ablar de las fábulas con «verso m oderno»:
en p rim er térm ino de las de B abrio y las babrianas en general, pues
ya hem os advertido que las fábulas coliám bicas ajenas al Atoo no
son forzosam ente de B abrio e incluso sobre las del Atoo pueden
cab er dudas. T am bién hem os señalado ya que las alteraciones m é
tricas in tro d u cid as p o r B abrio y seguidas por sus im itadores, así
com o su voluntad de alte ra r sus m odelos, no han sido suficientes
p a ra evitar que pequeños restos del m etro antiguo hayan penetrado
en él. Pero son ayudas que sólo secundariam ente (sólo después que
su p ertenencia de algún pasaje al verso antiguo haya sido dem os
tra d a p or vía independiente), pueden tenerse en cuenta.
Hemos de m atizar m ucho las ideas h asta aquí sostenidas, por lo
dem ás ciertas en térm inos generales, sobre la diferencia de B abrio
(em pleam os el nom bre, en adelante, com o co b ertu ra del com plejo
de las fábulas coliám bicas «m odernas») respecto a la línea consti
tu id a p o r la A ugustana (por su m odelo o «antigua Augustana», m ejor)
y Fedro. Hem os adelantado incluso que la unidad de la A ugustana
y Fedro es en ocasiones problem ática. Pues bien, es claro que B abrio
p resen ta con frecuencia m odificaciones graves respecto a dicha línea:
ya p o r seguir o tro verso prim ario, ya por seguir un verso secunda
rio de ella derivado o por seguir, sim plem ente, una derivación sin
cam bio de verso. Además, naturalm ente, por causa de sus innovacio
nes propias, aunque es difícil detectarlas con seguridad salvo cuando
coinciden con o tras versiones: es decir, cuando puede reconstruirse,
al m enos parcialm ente, un escalón interm edio.
E ste problem a de los «escalones» o «cascadas» derivadas del verso
p rim ario nos ocu p ará en el ap artad o que sigue a éste; afecta muy
directam ente a B abrio. Aquí nos cum ple decir, sin em bargo, algo
sem ejante a lo que acabam os de sen tar en el caso de Aviano: hay
ocasiones en que el m odelo de B abrio es el m ism o de F. An. o está
estrecham ente em p arentado con él; el m ismo, en ocasiones, a la vez,
de o tras colecciones más. Ello bien porque se tra ta de fábulas poco
ram ificadas, de las que no co rría en la Antigüedad m ás que un
m odelo único, bien porque F. An. y B abrio proceden de ese m odelo
56 Historia de la fábula greco-latina
V. R estos d e la v e r s i ó n m é t r ic a pr im a r ia en fábulas
QUE PRESENTAN DERIVACIÓN SECUNDARIA
G eneralidades
S ubtipo II. Del verso p rim ario salen dos versos secundarios,
unidos n o rm alm ente a m odificaciones argum éntales y form ales. Como
a veces queda huella del verso 1 en los 2 y 3, no siem pre es fácil
distinguir este tipo del an terio r; tam bién puede h ab e r dudas con
la derivación en cascada doble (subtipo V) y aun con la existencia
de varios versos prim arios.
Subtipo III. Del verso prim ario sale una nueva versión, que está
en la base de u na serie de colecciones, sin que podam os establecer
claram en te la existencia en la m ism a de un nuevo m etro. Puede su
ceder que presen te restos del m etro prim ario o que, sim plem ente,
el m etro haya desaparecido. Claro está que no siem pre es fácil dis
tin g u ir este tipo del I.
las alteraciones sean de este fabulista (es decir, que se tra te del
caso ya estudiado) o que haya un escalón interm edio. E n este últim o
caso el tipo corresponde bien al 1, bien al 3: la diferencia está
sim plem ente en la pérdida de testigos que dem uestren directam ente
la existencia de dicho eslabón.
S ubtipo V. Del verso prim ario salen dos m odelos diferentes sin
verso nuevo: o tienen restos del prim ario o no se ve ya el verso.
Puede h ab er problem as en la delim itación del tipo respecto al II.
E n todos los ejem plos nos encontram os con u n cam bio parcial
de tem a y de e stru c tu ra al pasarse del verso p rim ario al secundario.
E n m uchos hay, adem ás, u n a reducción en la extensión de la fábula.
Añadam os que sólo algunas veces se conserva en el verso secundario
resto s del p rim ario; en o tras ocasiones, sólo directam ente puede es
tablecerse la derivación del segundo a p a rtir del prim ero, éste ha
sido dem asiado desfigurado. E sto sucede principalm ente allí donde
el cam bio de tem a o de e stru c tu ra es m uy drástico.
E m pezam os con ejem plos en los que hay cam bio de tem a y re
ducción y en los que en el verso secundario se en cu en tran huellas
del prim ario.
Com encemos p o r H. 9 «La zo rra y el m acho cabrío». En esta
fábula hay u na línea descendiente del verso p rim ario, la constituida
p o r F.A n. I, II, III, p o r Fedro (un resum en) y T e tr. II 15: el ver
so de F.A n. es recogido en vol. I, p. 91, pero puede com pletarse
todavía, así con ayuda de T etr. puede re co n stru irse la línea inicial
com o πεσούσ' άλώπηξ εις βα&ύκρημνον φρέαρ. Ahora bien, Par., Tetr. II
31a, b, Dod. y Synt. rep resen tan una segunda línea, que es un re
sum en. Pues bien, esta segunda línea conserva p a rte del verso de la
prim era: así el final ~]τήν άνοδον εσκέφω (en Par.: es m ás, Par. presen
ta un verso com pleto ούκ αν κατέβης, εΐ μή τήν άνοδον εσκέψω que es
60 Historia de la fábula greco-latina
sin duda la base del final de F.An. y dem ás); y el comienzo del
«cierre» de la zorra, que se reconstruye m ejor o peor con ayuda
de las dos líneas («si tuvieras ta n ta inteligencia com o pelos en la
barba»). Pues bien, en otros lugares el m odelo de la «segunda línea»
p re sen ta resto s m étricos incom patibles con los de la prim era, o
sea, hay en ella un verso 2 que es un verso «rem odelado». E sta
segunda línea com ienza con la m ención del m acho cabrío o τράγος
(Par., Dod., Tetr.) y no de la zorra y ofrece pasajes m étricos como
^βοηθόν έζήτει (Par., Dod.) y ίδούσ’ άλώπηζ τούτον[ (fácil de re
c o n stru ir sobre Par., Dod., T etr.). Más aún, com binando los testigos
con Synt. es fácil re co n stru ir el com ienzo de la fábula, que sería:
y _ u _ y _ u u ]ά π ^Α 9’ εν τεύ θεν
μήπως κάτωθεν του φρέατος [ _ y y
εμέ τήν Τύχην πάντες [ υ υ ] καταμέμφωνται (una inversión)
Parece evidente que am bas versiones tienen elem entos com unes,
fraseológicos y aun m étricos (έκοιμάτο ); es m ás, el ]τ//ς Τύχης δ’
έπιστάσης de B abrio parece conservar un fragm ento m étrico p a ra
Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria 61
y que incluye otro s restos incom patibles con los de la o tra ram a. En
ésta B abrio parece venir de un verso independiente, en p arte con
servado en Dod. (Par. = Ι Ι Ι γ viene del propio Babrio): en efec
to, Dod. p resen ta coincidencias exactas con B abrio (πώς έχεις; ούκ
αποθνήσκω), pero tam bién otro verso: 'Ό μω ς εγειρε\_, ~\προς τόν αίλουρον
ταύτα, ~\τί δέ σοι; άν τι χρήζης; (Babrio: ]τί'νων χρήζεις).
C iertam ente, p o d ría verse aquí la relación del subtipo I, con el
verso de la segunda ram a derivado del de la prim era. Pero la situa
ción es un tan to especial. B abrio (y T etr. 1) resum e una versión de
Dod. que es tan am plia com o la de I y que no se ve que venga de ésta;
al revés, conserva, com o hem os dicho, el verso directo original, que I
retoca y B abrio recorta. En el estado de nu estro s conocim ientos no
se ve razón p a ra negar la hipótesis de que am bas ram as deriven
de un m odelo m étrico com ún, del que guardan restos.
Algo diferente es el caso de H. 161 «El lobo y la garza», en que
tenem os tres líneas:
Par.). La com paración con B abrio hace ver que con frecuencia altera
este texto, m ás próxim o al de I, pero a veces con verso diferente.
c) Aftonio p resen ta una versión abreviada con algunos restos de
verso que, al m enos en parte, parecen com plem entarios de F. An. I,
así ~]κα9εΐσα την κεφαλήν έξαιρέϊται, cf. I καθείς την... κεφαλήν... έζέσπασε.
En esta fábula es un verso m ejor o peor conservado en F. An. I
el «arreglado» en sentidos diferentes en las o tras dos versiones; Ba
brio a su vez m odifica u n a de ellas.
E ste tipo de relación no es ni frecuente ni com pletam ente seguro,
com o queda dicho. Pero no puede negarse su probabilidad en ejem
plos com o éstos.
brio. Tienen verso com plem entario de I (a veces, verso en estilo di
recto estropeado en I al ponerlo en el indirecto) y algunas cosas b a
brian as que pueden venir bien de un verso parcialm ente nuevo
(subtipo I), bien de contam inación.
O tro buen ejem plo es H. 302 «El ra tó n y la rana». Prescindiendo
de la versión de la V id a de E so p o —de este tem a hablarem os en el
próxim o capítulo—, direm os que la m ayor p arte de las versiones
presen tan un m odelo com ún con ciertas abreviaciones en F. An.,
M, F (falta el tem a del ra tó n hinchado que flota) y verso com ple
m entario en Par., Dod. Ahora bien, en el pseudo-Dositeo y en el codex
A d e m a ri (verosím ilm ente derivado de Fedro) hay u n a versión resu
m ida que elim ina el com ienzo de la historia. Sencillam ente, la rana
invita al ra tó n a n ad a r y éste se ahoga, el m ilano m ata luego a la
rana: no hay la introducción con los banquetes recíprocos en tre los
dos anim ales, ni el intercam bio de discursos en tre los m ism os. Ahora
bien, en el pseudo-Dositeo hay correspondencias m uy exactas con la
o tra línea: bien prosifica el m etro de la m ism a (πετάμενος ήρπασε
cf. Par. ]τοΐς ονυξι ήρπασε), bien conserva el que en aquella fue
prosificado (b βάτραχος ήκολούΒησε, cf. Par. βάτραχος δέ δεσμώτης
έπηκολού&ει), bien u na y o tra línea prosifican lo que creem os era
un verso antiguo. O sea, en definitiva: la versión resum ida conservaba
parcialm ente el verso de la am plia.
Véanse aún otro s resúm enes con el m ism o m etro, así H. 98 «La
serpiente y la zorra», H. 62 = H. 186 «El lab ra d o r y la serpiente»
(H. 62 y Fedro son dos resúm enes independientes).
Sigue un ejem plo en que no hay p rácticam ente reducción de una
de las versiones ni apenas cam bio de tem a, pero sí un trata m ien to
diferente. Es H. 160 «El lobo y el cordero», fábula conocidísim a. La
línea 1 es, com o h ab itualm ente, la de F. An. I, donde quedan restos
de verso, aunque no num erosos; tam bién pertenecen a ella Fedro
(con ciertas innovaciones) y T etr. La 2 es la de Par., Dod., B abrio,
teniendo los prim ero s versos en p a rte independientes así como otro
contam inado con el p ropio B abrio. Pienso que hay cosas en am bas
líneas que vienen del original m étrico p rim ario: el λύκος ποτ' αρνα...
ίδών de B abrio (más antiguo, pienso, que las versiones de Par., Dod.)
creo que es el original antiguo, m odificado en I, com o de costum bre,
p o r λύκος Άεασάμενος apva Cf. tam bién Par. ~\εύλόγως φαγεϊν Μ λων
(m étrico, cf. Dod. επεζήτει... φαγεϊν εύλόγως) y I ήβουλή9η μετ'
εύλογου αιτίας καταΒοινήσασ^αι (alterado); hay o tras coincidencias
m ás. Ahora bien, com o la línea 2 am plía el diálogo lobo/cordero
introduciendo cosas que faltan en la 1 (el cordero no com e h ierba
ni bebe o tra cosa que la leche de su m adre), es claro que el verso
original p o r fuerza había de m odificarse. A parte de los restos que
haya en B abrio de este nuevo verso, los hay m uy claros en Par.
y Dod.: ο δέ πρός αύτόν τήν άρουραν μου νέμεις (un trím etro yám bico
Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria 71
Ya hem os visto que nos referim os con esto a casos en que una
fábula de B abrio, Aftonio, el pseudo-Dositeo, etc., se ap a rta de la
línea general lo suficiente como p ara pensar que depende de un
m odelo propio, derivado de aquélla: tan to m ás cu an to que hem os
visto que ello sucede a veces. Hem os visto tam bién con qué carac
terísticas. Pero dado que las fábulas a que ahora nos referim os están
aisladas, no puede rechazarse totalm ente la hipótesis de que sean
los fabulistas en cuestión, autores de la versión que p ara nosotros
es única, sus creadores. La verdad es que ello es poco verosím il
cuando en esta versión se encuentra un verso independiente: lo visto
h asta aquí hace p en sar que Aftonio, el pseudo-Dositeo, etc., no crean
versos independientes, sino, todo lo m ás, los aceptan y prosifican.
Es tam bién poco verosím il en o tro s casos, d en tro del p anoram a ge
72 Historia de la fábula greco-latina
κόραξ νοσήσας [τ/;] μητρί κλαιουση είπε (Par., cf. Dod., I ll)
ώ μήτερ, εϋχου τ φ &εφ καί μή &ρήνει (cf. Par. Dod., I ll)
ή δ’ είπε τις σε τών &εών, τέκνον, <σώ σει ) (Par., suplem ento de Bab.)
y _ u _ y _ ] ύπό σου y’ ούκ εκλάπη; (III, cf. Dod., Par.)
E squem a: X verso -* Y, Z.
Como hem os dicho ya, este tipo es com parable al II, sólo que no
podem os d em o strar la existencia de dos versos nuevos. H allam os
a veces dos sem iprosificaciones del m ism o verso prim ario; otras,
todo lo m ás una nueva versión m étrica y una sem iprosificación. Y no
Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria 75
y F . An.
, Y verso reduc.
/ *Fedro
/
D em etrio —» X verso verso reduc. (Luc., etc.)
T etr.
''Z prosa
* B abrio
Tam bién es cínica la fábula H. 119 «El cam ello y Zeus», que
p re sen ta un pan o ram a m ás o m enos próxim o. Como se sabe, el ca
mello pide cuernos a Zeus, quejándose de la naturaleza, y el dios le
reco rta las orejas. Pues bien, F. An. viene sin duda de la línea p rin
Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria 77
X verso —» F. An.
T rato m ás brevem ente H. 158 «Los lobos y las ovejas». Tam bién
aquí el m odelo antiguo está principalm ente en F. An. I y F edro (se
conserva la versión de Róm ulo), con num erosas coincidencias; p er
tenece a ella tam bién Dod., que p resen ta en estilo directo el dis
curso de los lobos pidiendo a las ovejas la entrega de los perros
y puede conservar con ello lo antiguo o (más verosím ilm ente, no hay
coincidencia con el verso de I) am pliar. Y de él hay igualm ente un
resum en en Aftonio y Libanio, resum en que p resen ta elem entos m é
tricos que pueden ser m uy bien com plem entarios de los de I. Y hay
una segunda versión, en Par. y B abrio, versión en la que el final es
alterado: en vez de ser la m u erte de las propias ovejas el resultado
de su conducta estúpida, un carnero las convence de que no e n tre
78 Historia de la fábula greco-latina
guen los p erro s a los lobos. Pues bien, esta innovación no es obra
de B abrio, sino de la fuente interm edia parcialm ente conservada
po r Par., que p resen ta un verso diferente: εί τούς κύνας λάβωσι[ Par.,
&φ’ ώ λάβωσι τούς κύνας προς αίκίην B abrio, τά μωρά δε πρόβατα σννέ-
9εντο [τούτο] ποιήσαι Par. / μωρή δέ ποίμνη... πέμπειν έμελλε B abrio. Lo
que no es claro es si este m etro es com plem entario del I (es decir,
prim ario): es m uy probable, no hay nada en contra. En definitiva
en todas p artes se en cuentran huellas de ese m odelo inicial, relacio
nado de una form a u o tra con la versión de la V ita Aesopi.
Tenem os, pues:
X verso 1 (I, II, Fedro, Par., T etr.) —>■Y res. 1 (ps.-Dos., S., Babrio) -»
— Z res. 2 (Aftonio, Branc.)
ciden en elim inar los lam entos de las liebres, tran sm itid o s ya en
estilo directo, ya en indirecto en los derivados de la línea an terio r
(queda sólo u na breve alusión, κατα^νόντες έαυτών δειλίαν I, p ro p te r
a d sid u o s m e tu s, Fedro, etc.). Pues bien, en Aftonio hay, com o queda
dicho, un segundo resum en, alejado en m ayor m edida de la fra
seología original y que ha suprim ido ya totalm ente toda referencia
a las razones de las liebres p ara su suicidio.
En sum a:
I. L as fábulas de la « v id a de E sopo »
]καí μή Βέλων
τούτον παρ' άνθρώποις τοσούτον ισχύειν
επλασεν όνείρους τινάς αληθείς, οίτινες (una inversión)
y una su stitu ció n de κόπρου por ονθου (que aparece dos líneas m ás
abajo), se obtiene un coliam bo: ó κάνθαρος δέ σφαίραν δν&ου ποιήσας.
Parece, pues, que tam poco en este caso nos hallam os ante dos
versiones m étricas prim arias: sólo ante una, de la que sale una línea
sem iprosificada, abreviada, que term in a en F. An., I y II y o tra tam
bién sem iprosificada que produce II I y la versión de Vida.
Igual parece ser la relación de H. 121 «El hortelano». El conocido
tem a de que la n aturaleza es m adre de las p lantas silvestres y no
driza de las cultivadas, se expresa en F. An. I y V ida en térm inos
m uy sem ejantes, pienso que podría reconstruirse
δ δ' έφη' ή γή
τών <γε ) μήτηρ, τών δε μητρυιά εστι.
Cf. V. Aes. ή γή... τών μέν... έστι μήτηρ... τών δε... εστι μητρυιά.
Si esto es así h ab ría que a trib u ir al original algunos fragm entos
del com ienzo de la fábula en la V ida com o βραδεΐαν έχει τήν αοξησιν,
]τάχιον αΰξεται y !^ _ υ _ ^ _ ν'] μη ευρών λύσαι,
Βεία προνοία παντ’, εφη, διοικεΐται (una inversión)
No sabem os si éste es tam bién el caso de H. 299 «La m u jer y el
labrador», fam osa h istoria de la viuda de Efeso. Aquí tenem os, cier
tam ente, dos versiones m uy próxim as en F. An. III γ , δ y Vida.
P resentan verso com plem entario:
V ida ΙΙΙγ, δ
m ien tras que a veces se hallan en o tras colecciones, así H. 289, 290,
292, 294, 295, 296, 297. Véase sobre ellas in fra pp. 403 y ss.
H. 298 «El h om bre que cazaba saltam ontes» (en V id a 99). En
F. An. II I encontram os restos b a sta n te com pletos de 8 versos y en
las dos versiones siriacas encontram os un resum en; en V id a hay una
versión con verso com plem entario y cierta diferencia argum entai
(en F. An. el cazador de saltam ontes ca p tu ra una cigarra, que es la
que suplica; en V ida, un saltam ontes). Pese a ella hay notables coin
cidencias fraseológicas y de m etro. E ste está m ejor conservado
en M., con versos com pletos como
ού[τε] yap στάχνν <ποτ’> ήδίκησ’ οϋτε κλάδους (Μ ού, altera el resto)
y _ u _ y _ u _ y ](5ειπνη'σων
ίνα σε καλώς λάβω. Ά πήγαγεν δ' αύτόν
] κολύμβησων.
Ό δέ μυς κολυμβήσαι [μεν] ούκ έπίσταμαι
algo alterad o s en V ida. E stá alterado tam bién, p o r ejem plo, ]ov πρώτον
είχες νουν en öv πρώτον εϊχον νοΰν igualm ente válido m étricam ente,
pero con peo r sentido. En cam bio, la V ida está m ás próxim a al ori
ginal en ciertos elem entos m étricos com o ]voüv έντίθημ’ αύτή, ]εϊπε.
’ νουν έχω, μήτερ.
13 «El papiro R ylands 493 y la tradición fab u lística antigua», E m e r ita 20,
1952, pp. 337-368; «La tradición fab u lística griega y su s m od elos m étricos», E m é
rita 37, 1969, pp. 235-315, y 38, 1970, pp. 1-52.
14 «La fábu la de la golondrina, de Grecia a la India y la Edad Media», E m é
rita 48, 1980, pp. 185-208; «Más sob re la fábu la de la golondrina», E m e r it a 50,
1982, pp. 75-80; «N eue jam b isch e Fragm ente aus archaischer und k lassisch er
Zeit. S tesich oru s, Sem on id es (?), Auctor Incertus», Philologus, 126, 1982, pá
ginas 157-179.
Las colecciones helenísticas con más de una versión métrica primaria 95
m odifican parcialm ente las del vol. I, pp. 603 y ss.— son que los
m odelos de P. R ylands y de la A ugustana derivan am bos de Dem etrio
y se m antienen próxim os a él, pero son independientes: son los
que hem os llam ado m odelos m étricos prim arios.
La proxim idad en tre P. R ylands y las F. An. (I y III, con acceso
am bas al verso, en este caso) es clarísim a p a ra H. 224 «El p asto r
y las ovejas». Pero no creo, ahora, en la derivación escalonada (De-
m etrio-F. An.-P. Rylands) que antes proponía. Es cierto que del verso
de P. R ylands (su p ra vol. I, p. 71) sólo hallam os en F. An. τά δε
πρόβατα, pero esto nada dem uestra, sin duda viene del m odelo o ri
ginal. Pero no es cierto que no haya m etro nuevo en F. An., al con
trario , com binando I y II I podem os obtener:
Parece abso lu tam en te claro que nos hallam os ante dos redacciones
m étricas diferentes, cada una de las cuales (o sus prosificaciones)
intro d u ce determ in ad as variaciones, sin que sea fácil decir cuál
innova más.
En el caso de H. 113 «Héraclès y Pluto» creem os que, igualm ente,
hem os de p a sa r de la teoría de que hay una derivación en cadena
a la de que se tra ta de dos m odelos m étricos prim arios. C ontinúa
siendo cierto lo que decíam os en «El papiro R ylands...» de que
Fedro, que en este caso es tam bién testigo de esta fábula cínica,
pertenece a la ram a de F. An. (sólo I, la Augustana, en este caso)
y que ya en él, ya en n u estra A ugustana hay m odificaciones respecto
al m odelo sem iprosificado previo a am bos: rem ito a ese tra b a jo
m ío que no es cuestión de re p etir aquí. En él decía acertadam ente,
tam bién, que así com o el comienzo en pasiva, en I, es m ás reciente
que el en activa de P. Rylands, el cierre de éste es seguram ente m ás
reciente; que ciertos genitivos absolutos de I son secundarios, etc.
Todo esto creo que continúa siendo cierto, pero no la tesis de la
derivación de I a p a rtir de P. Rylands, supra, vol. I, pp. 603 y ss.
E sta tesis se basa una vez m ás en que del m etro de P. Rylands
(presentado en vol. I, p. 72) sólo quedan dos restos en F. An. I, a
saber, έκαστον τών Βεών y ήσπαζετ’. Pienso que se tra ta de dos ele
m entos heredados de antiguo, de antes de las redacciones m étricas:
es decir, de D em etrio. Pero tam poco en este caso es cierto que en I
no haya nuevo m etro: sí lo hay, independientem ente y paralelo al
del P. Rylands:
96 Historia de la fábula greco-latina
y _ u _ y _ u u ]έπυν0άνετ’ αύτοΰ
τήν αιτίαν δι' ήν [ υ _ ^ ^
ό ό’ είπεν' άλλ’ ε^ω^ε [ u ] διά τοΰτ' αυτόν
y _ ]παρ’ öν καιρόν έν άνθρώποις ήν (m ss. ή μην)
συνάντα τοΐς πονηροίς ώς επί πλεΐστον (m ss. ώς έπί τό πλεϊστον τοΐς
πονηροίς συνάντα)
Postulam os, pues:
P. Ryl. F. An. I.
"Ιππος και υς λειμώνος [ _ ] έκοινώνουν σΰς άγριος καί 'ίππος ένέμοντ'
ό 0' 6ς[ εν ταύτώ (invers.)
ούκ εσχετ’ ώραν τής έμής ( γ ε ) συμβουλής (pap. ώραν ούκ εσχετε)
άτάρ ούν καί ύμεϊς [ _ υ _ ] ου μνησ&έντες
έμοΰ [ u _ y _ u _ y _ ! ¿ y
είρηκέναι λέγοντες' ούτος ύστερον (con u n a supresión)
antiguo, sino tam bién el m ás reciente del lino del cual se van a fab ri
ca r redes p ara cazar a los pájaro s: m otivo que está en la versión
de dichos papiros y aun en su modelo, del que derivan tam bién Fe
dro y F. An. Ib.
Podem os, ahora, sacar algunas conclusiones sobre la colección
del papiro R ylands en general, colección que rem onta, com o hem os
dicho, al m enos al siglo i a. C. Es, ya lo hem os dicho, una colección
m uy u n itaria en cuanto a su redacción y estilo y que generaliza el
prom itio (de un tipo m uy característico) y la falta de epim itio (que
tiende a in tro d u cir en un cierre).
H em os visto que esta colección se in serta en la tradición de De
m etrio de Falero, el cual o un derivado del cual es el m odelo de «El
jabalí, el caballo y el cazador». En este caso, el argum ento es p rá c
ticam ente respetado. Sin duda de «El p a sto r y las ovejas» hay que
decir lo m ismo. Pero «Héraclès y Pluto» es a todas luces una fábula
cínica, hem os hablado de esto ya: es decir, n u estro versificador ha
utilizado no sólo fábulas de D em etrio, de tradición antigua, sino
tam bién fábulas nuevas, cínicas. Pero él, propiam ente, está un tanto
alejado de la escuela cínica: el «cierre» que añade a «H éraclès y
Pluto», en que este dios se justifica, no es ortodoxo d en tro de la
escuela. Yo m e atrev ería a p ro p o n er que las versificaciones que
subyacen a las fábulas de n u estro papiro no son del siglo m a. C.,
fecha en que com enzaron a hacerse versificaciones de fábulas b ajo
el influjo de los cínicos, sino algo posteriores, cuando la fábula
m étrica y sus prosificaciones se difundían fuera de la escuela y ga
nab an terreno. Digamos que del siglo π a. C. o quizá del i. La gene
ralización del p ro m itio testim onia este m ism o c a rá c te r reciente.
Posiblem ente este carácter aislado, secundario, de la colección
explica el cam bio de ave y etiología en «La lechuza y los pájaros».
Ahora es el tem a del sabio no escuchado y resentido el que se nos
ofrece.
La colección del P. Rylands es, pues, un caso un tan to extraño
d en tro de la trad ició n fabulística antigua. Bebe de las m ism as fuen
tes de toda ella, pero es independiente en su m etro, en los prom itios,
en cierto giro de los argum entos. E sta tradición perm aneció aislada:
sólo en el caso de las dos versiones de Dión C risóstom o de «La le
chuza y los pájaros» sabem os que fuera explotada posteriorm ente.
Sus m anuscritos se perdieron, no p asaron a Bizancio. M ientras todo
el resto de la tradición se escinde, contam ina, com bina una y o tra
vez, aquí nos hallam os ante u n a ram a aislada. Pero es un buen tes
tigo de que el h acer nuevas versiones m étricas helenísticas de fábulas
de d istin ta edad (de D em etrio o cínicas) era p ráctica com ún y que
no debe p o stu larse a p rio ri la tesis de que de cada fábula hay sólo
una versión m étrica: tesis, p o r lo dem ás, frecuentem ente acertada.
L as c o le c c io n e s h e le n ís t ic a s c o n m á s d e u n a v e r s ió n m é tr ic a p r im a r ia 101
1. G e n e ra lid a d es
Ahora bien, estos textos están tan próxim os (se añade μέλαινας
αύτού τρίχας en Dod. 2, cf. tam bién άπέσπα en I, Dod. 2, cf. Babrio)
que no es seguro que vengan de una p rosa com ún, quizá haya debajo
un verso com ún. O sea, que se tra te del subtipo estudiado en
pp. 45 y ss.
Más ráp id am en te verem os algunas fábulas todavía. En H. 6 «Las
cabras salvajes y el cabrero» la diferencia en tre F. An. I y la versión
de Par. (dos derivados) y Dod. (uno), de la que es una am pliación
B abrio, está en que en la p rim era las cab ras salvajes, a quienes ha
alim entado bien el cabrero p ara acostum brarlas a la cautividad, huyen
y critican sus procedim ientos; m ientras que en la segunda las cabras
salvajes huyen igualm ente, pero las dom ésticas perecen y el cabrero
se lam enta. La e stru c tu ra es, pues, m uy diferente. No queda m ucho
verso de I, pero sí alguno, el suficiente p ara ver su diferencia res
pecto al otro, en p arte ligado a la nueva diferencia argum entai (por
ejem plo, άς ειχεν εύρεν έκ λιμόν τεθνηκυϊας Dod., con una inversión;
μέγα στενάξας κόλολύζας έκ βάθους Dod.; ~\φροντίδ ’ έποιησάμην, Par. 2).
Tam bién hay u na pequeña diferencia argum entai en tre las dos
versiones de F. An. y Par. (de esta ram a viene tam bién Aviano) de
H. 35 «El hom bre y el sátiro». En la segunda ram a el cam inante
en vez de h acer am istad sim plem ente con el sátiro, como se dice
en la prim era, llega a su cueva. El verso conservado no es m uy ab u n
dante ni en una ni en otra, pero sí lo suficiente p ara ver la dife
rencia, cf. Apéndice I.
Sucede en ocasiones que la m ayor diferencia en tre las dos ver
siones m étricas, a ju zg ar p o r lo que podem os deducir de su descen
dencia, está en la m ayor extensión de una de ellas: a p a rtir del
original de D em etrio o el que sea, un versificador ha reducido la
extensión o bien la ha am pliado, el otro la ha m antenido o ha ac
tuado en sentido inverso al prim ero. Ya hem os visto cóm o el verso
secundario y derivaciones sem iprosificadas tam bién secundarias a
veces se caracterizan, precisam ente, p o r su carác te r de resum en o de
am pliación. E videntem ente, esta m anera de proceder se daba ya
desde el origen m ism o de las versiones m étricas en la p rim era edad
helenística.
Las colecciones helenísticas con más de una versión métrica primaria 105
ΠαΓς τις νέμων πρόβατα πολλάκις άνέκραγε (Par. + ΙΙΙδ. cf. Dod.)
λύκος, βοήθειτ" οί δ’ άγρόται\_ (Par., cf. los dem ás)
y _ u _ u ]μή άληθεύειν όλως (Dod.)
^ l - u - u u ]ό λύκος, δεΰτε (Π Ιδ, cf. los dem ás)
ούδείς έπίστευα' ούδ’ [ υ _ ] βοηθήσαι (Par., ΙΙΙδ)
Ό λύκος δ' άδειας (ΙΙΙδ, cf. los dem ás)
y _ u ] πάσαν ευκόλως διέφθειρε (cf. Dod.)
Tam bién es sem ejante el caso de H. 146 «El león y la rana», sólo
que aquí querríam os n o tar la gran proxim idad léxica y fraseoló
gica de las dos versiones: quizá (como en el caso de H. 31, véase
m ás arriba) nos las habernos con una fábula en verso p rim ario de la
que han salido dos con verso secundario. En todo caso, es claro
que el com ienzo de F. An. I
ni el cierre final de I
Y verso 1 (Par.)
E squem a: X p ro sa .t'
Z verso 2 (Dod.)
_ u _ _ ]ταύτ<}> διέτριβόν
άε'ι ύπουλος [ _ u ] καί πονηρός ήν
εκείνος ούκ έπει'9ετο [ υ ^ _ ^ ^
ώ ούτος, άλλ’ ού νΰν σ' Ιχρην άπλούν είναι..
El 2 se conserva b astan te bien en Aftonio, de donde puede obte
nerse el verso m ejo r que del derivado en B abrio, del que vienen Par.,
y de T etr. y Aviano. Introduciendo algunos cam bios de orden, se
obtiene del prim ero:
E jem plos com o éstos m u estran cóm o trab a jab an los versifica
dores, obteniendo fábulas nuevas o versiones alterad as de las an ti
guas, m ien tras que o tras veces se lim itaban a reducir o am pliar o,
sim plem ente, a p ro c u ra r una versión nueva.
E xiste a veces al m enos la posibilidad de que haya habido una
tradición m étrica b inaria, con dos m odelos prim arios, pero al estar
rep resen tad a u n a de las ram as p o r fábulas en verso reciente o en
traducción, ello no es seguro. Demos unos pocos ejem plos, en tre bas
tan tes m ás que p odrían proponerse al m enos hipotéticam ente, pues
tam bién es posible que una ram a derive de la otra.
W (H. 291)
Las colecciones helenísticas con más de una versión métrica primaria 115
P a ñ ca ta n tra
D. F. — X
Las colecciones helenísticas con más de una versión métrica primaria 117
y _ u _ y _ ] προ9ύροις φωλεύων
άνεΐλεν αυτού παΐδα νήπιον τύφας (m ejor en Par.)
Πένθος δε τοΐς γονεύσι [ _ y _ y y
άρτον λαβών καί μέλι ε&ηκ’ έν τή τρώγλη (una inversión)
Ό δ’ οφις συρίξας εϊπεν' ούκ εσται ήμΐν (suprim o λεπτόν)
άπάρτι πίστις
y _ u _ y _ u _ y ] τοϊς πτηνοΐς
κίνδυνον, άθροίσ ασα πάντα τόρνεα (mss. συναθροίσασα)
y _ u _ y _ u _ ] συνεβούλευε
αύτοΐς μάλιστα [ _ u _ ^ _ y y
εΐ δ ’ äp’ αδύνατον [ _ u ] έπ’ ανθρώπους (mss. εί δ' &pa τούτο αύτοΐς
συλλαμβάνωσι ν αύτά [ _ y y αδύνατον, έπι τούς ανθρώπους)
y _ u _ y _ ] ΐκέτις τών ανθρώπων
σύνοικον αύτοΐς προσελάβοντο [ _ y y
μόνην δέ τήν χελιδόνα [ u y _ y y
y _ u u ] άδεώς νεοττοποιεΐσθαι.
se lo perm iten. Pues bien, en dicho artículo no rep aré en que con
servam os el m odelo de esta fábula de B abrio (que no tran scrib o
aquí): está en una fábula abreviada que se reconstruye casi entera
a p a rtir de Par. 9 Ch. = 12 Cr. y Dod. 9 Ch. (mss. Ba, Bb, Be):
ITM A TtM A S
C IS K U INDIOS
IV. C o n c l u sio n e s
Lo visto en este capítulo nos perm ite acab ar de com pletar nues
tra visión de las diversas redacciones en que la fábula proliferaba
en la edad helenística y rom ana. Lo habitual era la presencia de
una sola versificación prim aria, acom pañada a veces de u n a versifi
cación secundaria (raram ente m ás); en ocasiones, de versiones sem i
prosificadas, lo hem os visto. E stas diversas versiones solían ir unidas
a m odificaciones argum éntales, que a veces creaban prácticam ente
una nueva fábula, así com o a diversas diferencias en la organización
de la fábula, en su extensión, etc., aunque no siem pre. T am bién había
derivaciones «en cascada», m étricas o sem iprosificadas, con iguales
características. Pero no es ésta la situación única.
Existen fábulas, no dem asiado num erosas p o r o tra p arte, en que
vivían una al lado de o tras dos (y aun más) versiones prim arias,
que a veces se contam inaban y que producían versiones secundarias
en verso, interviniendo tam bién sem iprosificaciones diversas. Esas
dos o m ás versiones solían ir ligadas, ellas tam bién, a diferencias
argum éntales o de los otros tipos m encionados, aunque tam bién
aquí hay excepciones.
No es h ab itu al que las d istin tas versificaciones p rim arias se o r
ganicen sistem áticam ente en colecciones. E sto se da solam ente en
el caso de la del P. Rylands, que p resen ta siem pre un verso distinto
del de los dem ás textos (sólo en un caso encuentra descendencia
en la tradición indirecta). Por lo dem ás, pese a una uniform ización
general de la colección en lo relativo a los prom itios y a la falta
de epim itios, así com o al estilo, ésta es heterogénea en cuanto a sus
fuentes (clásicas o cínicas) y en cuanto al ca rác te r conservador o
innovador de las diferentes fábulas.
Lo m ás frecuente es que cuando existen dos versiones prim arias,
una sea seguida p o r las fábulas Anónim as y colecciones m ás o m e
nos conexas, o tra p o r Par. y Dod. Pero no siem pre es así, puede
h ab e r oposición Par./D od., puede haberla en tre dos de las coleccio
nes Anónimas. Y sucede que toda la tradición tran sm itid a en colec
ciones sigue u na versión, pero en la tradición in d irecta (citas de
au to res im periales) hay huellas de una segunda. E sto es una pru eb a
m ás de la gran riqueza de la tradición fabulística antigua y de nues-
122 Historia de la fábula greco-latina
I. G en e r a l id a d e s
7 Firenze, La N u ova Italia, 1977. V éase m i reseña en E m ér ita , 47, 1979, p. 491.
128 Historia de la fábula greco-latina
duda una culm inación que saca todavía m ás «punta» al tem a y p er
m ite una escalada retó rica sobre los «derechos» del m ás fuerte.
E n definitiva, parece seguro que F edro sigue en ciertas fábulas
el m odelo único existente y lo m ism o hacen los dem ás fabulistas,
necesariam ente. E n o tras ocasiones existían dos (y aun tres) ver
siones, ya de igual nivel, ya derivada u n a de otra. Evidentem ente,
F edro sigue norm alm ente, en este caso, una colección seguida tam
bién p o r n u estra Augustana, y que incluía: a) fábulas únicas,
y b) fábulas ya con dos versiones p rim arias, ya con una p rim aria y
una secundaria, de las cuales recogía, respectivam ente, la versión
p rim aria 1 y la versión prim aria única. Es la colección que identi
ficarem os con la «antigua Augustana». B abrio seguía o tra colección
que coincidía con la an terio r en las fábulas «únicas», pero las com
pletab a con versiones 2 y versiones secundarias. Ahora bien, no es
cuestión de h ab lar de dos tradiciones, la de F. An. y la de B abrio,
porque m uchas veces se tra ta de la m ism a, única tradición; y p o r
que o tras B abrio (o n uestro B abrio) sólo elige unas pocas fábulas
de una colección m ás am plia.
Piénsese que, de o tra p arte, ya hem os dicho que la coincidencia
en u n a fábula de F. An., Fedro y B abrio, e incluso de F. An. y Fedro,
es m in o ritaria. Y que no es sólo que m uchas fábulas de F. An. falten
en Fedro (que éste haya seleccionado en su fuente), sino tam bién
lo co n trario . Y hay fábulas en F edro y B abrio y en Fedro y o tras
fuentes.
El p roblem a es, pues, m ás com plicado de lo que podría pensarse,
lo cual no im pide que existieran efectivam ente las dos colecciones
de que hem os hablado. Ahora bien, en el caso de H. 154 resu lta
claro que no sólo B abrio, sino tam bién Fedro, h an utilizado en
ocasiones la colección que vam os a llam ar núm ero II. No es ello
extraño, puesto que o tras varias colecciones vacilan igual: por ejem
plo, Par. y Dod., que suelen seguir la II, siguen a veces la I, Tetr. si
guen ya u na ya otra, etc.
Es curioso a este respecto lo que sucede con las dos fábulas de
F edro que hem os dicho que figuran en F. An., pero no en la Augus
tana. Se reco rd ará (cf. pp. 399 y ss.) que una serie de fábulas de
tradición helenística sólo tardíam ente, a p a rtir del siglo ix, fueron
inco rporadas a p arte de la tradición de la A ccursiana o al ms. F.
Pues bien, establecem os en n u estro Apéndice I que H. 294 «El perro
y el lobo» (fábula que proviene de Arquíloco) p ro d u jo una versión
p rim aria y u na secundaria, derivando de la p rim era B abrio y Fe
d ro II I 7, y de la segunda la versión del ms. F. y Tetr. Aquí, si es
que se tra ta todavía de la colección I, sucede que la siguieron no
sólo Fedro, sino tam bién B abrio, pero no F. An. I: sólo m ucho des
pués p ro d u jo descendencia un derivado secundario, y esto ya en
época bizantina. D istinto es el caso de H. 299 «La m u je r y el labra-
136 Historia de la fábula greco-latina
que dé. Ahora bien, Fedro ha elim inado este cierre: el lobo se lim ita
a com erse al cordero, prim a la acción com o o tras tantas veces. Pero
los argum entos del cordero son los m ism os que en la ram a a que
pertenece, m ás uno nuevo: «tu p ad re habló m al de mí», dice, y se
com e el cordero sin dejarle contestar. Puede verse cóm o hay tam bién
aquí un clím ax en la argum entación y que ésta conduce d irecta
m ente a la acción.
O tro caso sem ejan te es el de H. 294 «El lobo y el perro». A juz
gar p o r B abrio, derivado del m ism o m odelo antiguo (cf. supra, p á
gina 57), era una fábula de debate, pero Fedro la h a am pliado
m uchísim o. Se tra ta de la m ism a tendencia a am pliar los debates
p ara sacarles una p u n ta retó rica y m oral: la lib ertad del lobo es
p referib le a la servidum bre del perro, lo que, p o r lo dem ás, no hace
m ás que explicitar el tem a antiguo, que viene ya de Arquíloco.
Hay otros añadidos en o tras fábulas, generalm ente de discursos
allí donde sirven p ara su b ray ar la acción. Así en H. 22 «La zorra
y el leñador», Fedro Ap. 28 es prácticam ente todo debate: z o rra /
boyero, cazador/boyero, zorra/boyero. La perfidia del boyero, en
que se insiste, queda así m ás subrayada, puesto que todo consiste
en palab ras m ás que en actos. En H. 238, la conocida fábula del
jabalí, el caballo y el cazador, Fedro IV 4 aligera el relato su p ri
m iendo la petición del jab alí al hom bre, pero cuando éste m ata al
ciervo, esta acción es in terp re tad a m ediante un discurso de cierre
del prim ero. Curioso, porque o tras veces estos cierres son suprim i
dos p o r Fedro: aquí la sim ple acción no explicaba su significado,
y un discurso directo era, en estas circunstancias, m ás dram ático
que u n a sim ple explicación com o la de o tras versiones y el m ism o
m odelo antiguo de Estesícoro.
El exam en de estas fábulas nos ha hecho p e n e tra r en los m éto
dos de trab a jo de Fedro. Tam bién puede in ten tarse esto en otras
m ás, en las que los criterios de abreviación y am pliación son
m enos prom inentes. Se trata, antes que nada, de m odificaciones
de las técnicas de redacción: elim inación de divisiones artificiales
y de fórm ulas, fusión y alteración de elem entos, introducción de
rasgos poéticos o pintorescos, pequeñas alteraciones argum éntales,
etcétera.
En realidad, de estas alteraciones argum éntales hem os visto ya
algunas ligadas a otros rasgos. Podem os c ita r otras, com o la de
H. 81 «El gato y los ratones» {— Fedro IV 2). Es una fábula de línea
única en que tan to F edro com o B abrio innovan: el prim ero haciendo
que el gato, en vez de colgarse del techo com o un saco, se envuelve
en h arin a y se tienda en un lugar oscuro. Da la im presión de que
la fábula ha sido co ntam inada con una sobre el tem a del disfraz,
com o evidentem ente la innovación de que el gato en cuestión había
envejecido y u sab a esta tre ta p a ra cazar, proviene de una contam i
Fedro 143
15 N o son con vin cen tes las razones de Perry, «D em etrius o f Phalerum ...»,
p. 321, para favor de la antigüedad de la fábula.
Fedro 151
que consideram os contam inadas. Por lo dem ás, la relación con los
m odelos puede ser de varios tipos. A veces un cam bio de los p ro ta
gonistas resp eta un m ism o esquem a argum entai y de contenido.
En o tras existe, al co ntrario, una variación fuerte en este sentido,
que puede com binarse con una variación en los protagonistas. O un
tem a básico com o el de la corte del león o la del trasero descu
bierto del m ono pueden recibir nuevos desarrollos.
T am bién hay una diferencia sólo de grado respecto a fábulas
de que hablarem os luego y que continúan tem as fabulísticos gene
rales, pero en form a m ás independiente, sin que se pueda hacer
referencia a fábulas concretas usadas com o modelo.
P resentam os a continuación, siguiendo el orden de Fedro, pero
añadiendo en tre parén tesis la num eración de nu estro s Apéndices,
las fábulas que nos parecen m ás claram ente derivadas de o tras an
tiguas ya conocidas; en algunos casos, algunos autores habían hecho
ya pro p u estas sem ejantes.
I 21 «El león viejo» (no H. 200) desarrolla el tem a del león en
ferm o (en H. 147) en un sentido diferente: es la coz del asno lo
que m ás duele al león.
I 30 «Las ran as tem erosas de las luchas de los toros» (no H. 274)
desarro lla el tem a de H. 143 «Las liebres y las ranas». Las liebres,
que van a suicidarse, desisten al ver el pavor de las ranas. El tem a
de F edro parece derivado de éste: una ran a dice a las o tras que,
sea cu alq u iera el resu ltado de la lucha de los toros, el derrotado
las ap lasta rá al huir. El tem a del poder p asa a p rim er térm ino.
I 31 «El m ilano y las palom as» (no H. 172). El tem a de las palo
m as que eligen rey al m ilano p ara que las defienda y son víctim as
luego de él, parece co n tam in ar tem as de H. 238 «El jabalí, el caballo
y el cazador» y de H. 158 «Los lobos y las ovejas».
Ap. 19 «El lobo y la cerda». El tem a del falso m édico del que
el paciente huye deriva de H. 7 «El gato y las gallinas». Los cierres
son prácticam en te iguales, aunque los personajes sean diferentes.
En estas fábulas Fedro cam bia bien los personajes, bien la in
tención de la fábula original p ara hacer ésta m ás ro tu n d a y directa;
a veces contam ina p ara d ar relieve e in sistir en ciertos tem as. Do
m inan los tem as fedrianos tradicionales, com o el del poderoso que
abusa sin escrúpulos (I 30, IV 13, 14); el del m alvado que abusa
de la confianza (I 3), divide a los am igos p ara acabar con ellos (II 4),
da consejos perversos y astu to s (II 16); el del anim al que se com
po rta vilm ente, tal el asno (I 21), la m osca (IV 25), el m ono (que
no p o r eso evita su ruina, Ap. 1). Hay, claro está, otros tem as cínicos
tradicionales, aunque peor representados: el de la jactan cia estúpi
da (III 6), la cobardía del amigo infiel (V 2), la naturaleza (Ap. 32),
la falsedad (Ap. 19). La fábula II 8 (el am o es quien realm ente hace
el trab ajo ) tiene que ver con el elogio del p o n o s o esfuerzo; la etio
logía de los hom osexuales en IV 16, con el rechazo de éstos por
los cínicos.
R esulta notable que, lo m ism o cuando retoca levem ente el m a
terial fabulístico tradicional (llegue o no a n u estras F. An., sea de
una colección o de o tra) que cuando, sobre la base de él, crea cosas
realm ente nuevas, Fedro insiste en los m ism os tem as. Sin desdeñar
los dem ás que son gratos a los cínicos, prefiere aquellos en que se
alian el tem a del fuerte sin escrúpulos, del poder político y de la
m aldad. Es notable que en esta serie de fábulas por él creadas ni
siquiera hallem os un ejem plo en que el débil astu to venza al po
deroso, como o cu rre a veces en las fábulas de origen m ás tradicio
nal, tem perando así un poco la am arga visión de la vida política
en n u estro poeta. Pero no deja de aparecer el tem a del m alo astuto
que fracasa en sus in tentos (el m ono en IV 14, el lobo en Ap. 19,
el gato en Ap. 32).
En cuanto a la form a, Fedro m antiene los tipos tradicionales,
con ciertas m odificaciones, pero introduce desarrollos de los m is
mos. Llamo estru c tu ras tradicionales al agón verbal sim ple en fá
bulas breves (III 6, V 2, Ap. 1, 19, 32): se cierra con las palabras,
generalm ente irónicas, del vencedor. S em ejante es II 6, sólo que
aquí no hay oposición, el discurso de la corneja (directo + indirecto)
lleva a la acción del águila, que estrella a la to rtu g a co n tra las rocas.
T radicional tam bién es el relato en una fábula etiológica (IV 16) y
el tem a de la eris o enfrentam iento entre dos anim ales, con dos
discursos co n trap u esto s. E sto ocurre en IV 25 «La horm iga y la
mosca»: y es notable que se aplique a un derivado de una fábula
que tenía en el origen una e stru c tu ra diferente. Es u n a form a, de
o tra parte, que no hem os encontrado h asta ahora en Fedro: es p ru e
b a de que conocía fábulas de este tipo.
O tras veces Fedro construye fábulas de una extensión relativa
m ente grande que com prenden, tra s la situación, una narración
am plia, con elem entos agonales o discursos o un crecim iento de la
Fedro 155
I 29 «El asno que se burló del jabalí» (no H. 52). El jabalí re
nuncia a vengarse de las insolencias del asno, es dem asiado bajo.
V 8 «El tiem po» (no H. 298). D escripción del tiem po que pasa
y no reto rn a: p u ra alegoría que describe la estatu a de Καιρός obra
de Lisipo.
Ap. 12 «El tern ero y el buey viejo» (no H. 132). Esopo cuenta a
un p adre una fábula de la que se deduce que debe ed u car en la
v irtu d a su hijo.
Ap. 14 «El asno a la lira» (no H. 49). El asno en cu en tra una lira
y dice que deleitaría los oídos si en c o n trara alguien docto en tocarla.
Tem a de la ignorancia.
Ap. 18 «El gallo y los gatos que le llevaban en litera» (no H. 74).
Como previo la zorra, los gatos acabaron com iéndose al gallo. Tem a
de la natu raleza y de los peligros a que está expuesto el poderoso.
Ap. 22 «El oso ham briento» (no H. 304). Procedim iento ingenioso
del oso p ara pescar. Tem a de H istoria N atural, no fábula salvo por
el epim itio: el h am b re aguza el ingenio.
Ap. 31 «La m ariposa y la m osca» (no H. 257). Agón anim al, del
que resu lta que lo im p o rtan te es lo que realm ente somos, no lo
que fuim os.
Hay que h acer co n star que esta relación no com prende una serie
de prólogos y otros poem as en que habla el au to r directam ente,
sin ayuda de fábulas (véase infra).
Es fácil ver que en estas fábulas aparecen los anim ales en argu
m entos m ás o m enos próxim os a los de la fábula tradicional: se
en fren tan en la acción o la palabra, hay ecos tam bién de debates
de anim ales o p lan tas p a ra establecer quién es superior. O tras ve-
Fedro 161
sos o una novelita erótica que acaba bien, com o es la de Ap. 15.
E n estos tem as libres, con personajes hum anos, Fedro se atreve a
ir m ás allá que en los dem ás, ensancha las fro n teras del género,
aproxim ándose a la novela y el cuento. Aunque, ciertam ente, había
pun to s de apoyo en sus m odelos p a ra proceder así.
Tam bién desde el punto de vista de la form a encontram os en
este sector de la fabulística fedriana una am bigüedad. H allam os,
una vez m ás, los tipos tradicionales, pero tam bién otros evoluciona
dos o sim plem ente nuevos.
Lo m ás característico de la form a de estas fábulas es, a mi p a
recer, que se m antienen esquem as de extensión m uy diferente, b re
ves, m edianos y extensos, haciéndose estos últim os m ucho m ayores
que antes; y se m antienen tam bién los tipos tradicionales de situa
ción m ás discurso directo (a veces, en su lugar, acción), situación
m ás agón sim ple (verbal o de acción o m ixto), situación m ás agón
doble, creándose al lado diferentes variantes: p u ra situación o re
lato, m odificaciones de los tipos de agón sim ple o doble, estru c tu ra
am pliada «libre» con m ezcla de discursos y relatos.
E stas form as, en p a rte tradicionales, en p a rte m odificadas, no
responden, sin em bargo, siem pre a sus contenidos antiguos.
C oncretam ente, el tipo de situación m ás discurso directo era tra
dicional en las fábulas que llam ábam os precisam ente de situación.
Ahora puede en co n trarse una continuación, p o r ejem plo, en Ap. 14
«El asno a la lira», III 12 «El pollo a la perla», pero m ás fre
cuentem ente el tipo encubre un argum ento m ás o m enos agonal, el
«cierre» puede co n ten er una sátira o una respuesta; cf., p o r ejem
plo, III 11 «El eunuco a un malvado», V 9 «El to ro y el ternero».
Puede suceder que incluso una fábula etiológica tom e esta form a;
cf. IV 11 «El lad ró n y la lám para». O que lo tom e un sim ple relato,
así Ap. 8 «El oráculo de Apolo».
O sea: los tipos de fábulas tienden a p erd er sus fro n teras fo r
m ales y a m ezclarse. P or o tra p arte, el tipo de que estam os hablando
experim enta variaciones. A veces se convierte en un sim ple relato
breve; cf. V 8, u n a alegoría; Ap. 22, H istoria N atural; Ap. 5-6, relato
etiológico. C ierto que aquí influye en esto una tradición antigua.
O tras veces, sin m odificarse la estru c tu ra, la situación tiende a con
v ertirse en un relato m ás com plejo, por ejem plo en I 24 «La rana
que reventó y el buey», con un relato con clímax, com o en otros
relatos que hem os visto. O puede el cierre final su stitu irse p o r una
acción que culm ina la situación, así en Ap. 25 «La serpiente y el
lagarto», Ap. 18 «El gallo y los gatos que le llevaban en litera»
(donde la situación com prende un discurso de la zorra).
Muy frecuente es el segundo de los tipos de que hem os hablado,
aquel que com prende situación m ás agón de diversos subtipos; si bien,
por esa tendencia a la difum inación de los tipos de que hem os habla
164 Historia de la fábula greco-latina
do, a veces no haya p ropiam ente agón, sino sim ple diálogo o com en
tario. Suele term in arse con un cierre irónico o chistoso. P or ejem
plo, el diálogo del lobo y la oveja en Ap. 26 no pasa de ser un
com entario explicativo de la situación; cf. tam bién III 4, V 3, por
ejem plo. Pero hay un agón verbal en Ap. 13 «Esopo y el vencedor
en los juegos», p o r ejem plo. De todas m aneras, cada vez se pasa
m ás del verdadero en frentam iento a la discusión m ás o m enos chis
tosa o al sim ple com entario.
En ocasiones, de o tra p arte, este esquem a se am plía de un m odo
u otro: bien com plicando la situación o narración, bien añadiendo
algún elem ento m ás. Así en II 7 «Los dos m ulos y los ladrones»,
el relato consta de un agón de acción (atacan los ladrones, un m ulo
m uere) seguido del com entario del m ulo que se salva. En II I 18 «El
pavo a Juno», el agón verbal va seguido de una nueva intervención
de Juno, que apela a los hados. En III 13 «Las abejas y los zánganos
juzgados p o r la avispa», todo se com plica p o r causa de dos in te r
venciones de ésta. Etc.
Son m uy frecuentes las fábulas con doble agón, interviniendo
elem entos verbales y de acción, según los casos. Suele hab er en
ellas m ás contenido agonal, del tipo de debate: ya hem os visto que
esto es frecuente en Fedro. Así en la fábula del asno y el jabalí, I 19,
en el debate de Jú p ite r y Atenea sobre la utilid ad de los árboles
en III 17, etc. El tipo se em plea, m ás o m enos variado, en fábulas
nuevas com o la de «Tiberio César al m ayordom o» (II 5). El esque
ma, p o r lo dem ás, puede derivar en un m ero diálogo abierto, así
en III 15, o ser utilizado con ru p tu ra to tal de la continuidad del
relato, así en «Esopo y un m alvado» en III 5: Esopo dice al m al
vado que sacará m ás de un rico y, al tira r una p iedra co n tra éste,
lo que obtiene es ser condenado a m uerte. Una vez m ás, form a y
contenido no se co rresponden exactam ente.
Y sucede tam bién, p o r supuesto, que hay variaciones form ales.
Así, en Ap. 17 «Esopo y su ama», el p rim er agón se m ultiplica en
una serie de réplicas y contrarréplicas, y al final se añade un nuevo
discurso de Esopo. Una am pliación parecida se encuentra en III 2.
Y así podríam os seguir.
E ste es el cam ino, p o r lo dem ás con precedentes antiguos, por
el cual Fedro ha llegado a sus fábulas «libres», m uy extensas, en
que hay un largo relato en que se intercalan discursos y que suele
term in ar con u na acción o un cierre culm inantes. Suele tra ta rse de
sus fábulas m ás nuevas, a veces anécdotas contem poráneas, a que
ya nos hem os referido. I 14 «De zapatero a m édico», Ap. 4 «M ercu
rio y dos m ujeres», Ap. 10 «Pompeyo y el soldado», IV 13 «El mono
rey», pueden ser buenos ejem plos.
A todo lo an terio r hay que añ ad ir que tam bién en las fábulas
que con pro b ab ilid ad o casi seguridad son originales de Fedro, m an
Fedro 165
IV. C o n c l u sio n e s
I II II I IV V Ap. T o ta l
l a .................... 12 2 — 11 — 2 27
Ib .................... — — 1 — — 1 2
H a .................. 6 — 1 — 1 3 11
I l b .................. 1 — 3 2 — - 6
I lla ............... 3 3 1 4 1 3 15
Illb ............... 9 3 13 7 8 21 61
T o t a l ............. 31 8 19 24 10 30 122
168 Historia de la fábula greco-latina
I. G e n e r a l id a d e s
4 «N ew non-evidence for the nam e o f Babrius», E m é r ita 48, 1980, pp. 1-3.
Babrio 175
tización es dem asiado sim plista, a veces, según los m ss., se han in
tegrado en ella diferentes m odelos.
E ste estado de cosas es el que hace que su rjan dudas precisa
m ente sobre el concepto de lo que es «Babrio». Cierto que la p ri
m era alfabetización sólo la conocem os incom pletam ente (por la
m utilación del Atoo) y la segunda sólo indirectam ente, en su m ayor
p arte; adem ás, no es claro el caso de las fábulas coliám bicas aisla
das (en T. Assend., pseudo-Dositeo, etc.). Aun así podem os hacernos
una idea suficiente de las m ism as. Y se deduce con toda seguridad
que si existen, a veces, dos versiones de la m ism a fábula, esto
quiere decir que algunas fábulas coliám bicas no son de Babrio:
que en el vasto conjunto de fábulas coliám bicas «babrianas» (ya
hem os elucidado este concepto con ayuda de afirm aciones del propio
B abrio sobre la existencia de im itadores suyos) había ya una, ya
m ás versiones de la m ism a fábula, y que de estas versiones unas
eran de B abrio, o tras no. Los alfabetizadores eligieron librem ente:
ya las m ism as fábulas, ya o tras diferentes o en versiones diferen
tes. Y siguieron el principio de no repetirse.
E sto nos lleva, en p rim er lugar, al problem a, ya planteado en
el vol. I y aun en mi artículo anterior, sobre la autenticidad b a
b rian a de fábulas coliám bicas de G, Mb, T. Assend. y las dem ás edi
tadas p o r C rusius y Perry como B abrio 124 y siguientes. Pues el
que algunas fábulas de estas fuentes coincidan con las del Atoo
no quiere decir que p rocedan de la m ism a alfabetización que está
en la base de este ms., cuya identificación con el propio B abrio
es, p o r lo dem ás, una m era hipótesis. C oncretam ente, G y Mb p ro
ceden, como decim os, de la segunda alfabetización. No hay argu
m ento alguno a favor de que las fábulas de estas fuentes que no
están en el Atoo sean todas de B abrio en la m edida en que son
coliám bicas. Y m enos si se n ota que hay en estas fuentes fábulas
prosaicas y en trím etro s yám bicos.
De todas m aneras, conviene hacer ver que los hechos son toda
vía m ás com plicados de lo que de este esquem a se deduce. Si p a r
tim os del segundo alfabetizador, com o m odelo de las p aráfrasis y
dodecasílabos, hay que tom ar nota de que:
mono» (B. 81), H. 73 «Los delfines y el gobio» (B. 39), H. 114 «La
horm iga y la cigarra» (B. 140, es ps.-Dositeo 17), H. 149 «El león y
el labrador» (B. 113), «Babrio» ofrece un resum en del m odelo o ri
ginal. Son resúm enes de, respectivam ente, 6, 4, 8 y 4 versos de ex
tension; pero si se q u ita el epim itio que lleva la p rim era fábula, queda
reducida a los 4 versos de la segunda y cuarta, que carecen de
ellos. E stos resúm enes se logran, en dos casos, abreviando las des
cripciones y la acción (H. 140, H. 149); en otros dos, cortando el
cierre final (H. 14, H. 73).
Así, las fábulas coliám bicas b ab rian as del tipo que sea y de la
tran sm isió n que sea h an tenido com o m odelos ya fábulas de exten
sión m edia y pred o m inantem ente agonales, ya o tras de extensión
reducida (generalm ente de cu atro versos) predom inantem ente de si
tuación y con el acento puesto en la χρεία final. Pero existen dos
tratam ien to s: tan to las fábulas de extensión m edia com o las de ex
tensión reducida pueden ser am pliadas subrayando las descripcio
nes, el diálogo, introduciendo m odificaciones finales; o pueden ser
m antenidas en su extensión originaria y en el tono seco y esquem á
tico de la trad ició n que viene de D em etrio. Más todavía: fábulas del
p rim er tipo pueden ser pasadas al segundo y aún fábulas del se
gundo algo m ás extensas de cu atro versos pueden ser reducidas a
cuatro, incluso a costa de elim inaciones. Son no sólo dos estilos fa-
bulísticos diferentes, sino tam bién dos m odos de proceder diferen
tes con los m odelos. La conclusión m e parece obvia: u n a cosa es
B abrio, o tra son su im itad o r o im itadores.
N ótese que las colecciones m odelo ya p resen tan epim itios ya no.
Y que igual hace B abrio. Pero éste se perm ite la lib ertad ya de
conservarlos, ya de añadirlos, ya de suprim irlos, ya de m odificarlos,
ya de incluirlos, incluso, en la extensión de los cu atro versos. En
todo caso, sus epim itios son en verso, m ientras que en el m odelo
eran, ya lo sabem os, en prosa. A veces el contenido es tan sem ejante
que p arece claro que B abrio operó exactam ente sobre los m odelos
que p asaro n a la A ugustana y o tras colecciones.
De todas m aneras, el tem a de las reducciones no queda aquí ago
tado, p o rq u e puede p lantearse la hipótesis de que fueran o b ra de
u n a fuente interm edia. En los casos que hem os visto, esa fuente
in term ed ia es una hipótesis indem ostrable. Pero en otros que vere
mos, h a claram en te existido: en realidad, a lo largo de todo este
volum en hem os tenido ocasión varias veces de h ab lar de una fuente
derivada, utilizada p o r los fabulistas posteriores, incluido B abrio.
Conviene estu d iar aquí en qué m edida los dos tipos de alteraciones
a que som eten B abrio y sus im itadores (pensam os) el m odelo p ri
m ario, son cosa de él o de esa fuente interm edia. En las fábulas
que siguen ese estudio, que h asta aquí quedaba com o m era posibi
lidad, puede ser realizado.
Babrio 191
lobo y las ovejas» (B. 93), H. 163 «El lobo y la vieja» (B. 16), H. 184
«El cam inante y la fortuna» (B. 49). En total, cinco fábulas.
N atu ralm en te, no puedo exponer aquí toda la argum entación que
lleva a p o stu lar u n m odelo reducido seguido luego p o r B abrio: re
m ito, u na vez m ás, al Apéndice I. Pero véase, p o r ejem plo, cóm o
en H. 163 la línea derivada es caracterizada p o r la falta del com ien
zo (técnica inversa a la habitual de B abrio), m ien tras que, a p a rtir
de aquí, n u estro p oeta se distingue p o r elem entos propios com o es
el cierre final de la loba. O cóm o en H. 184 la línea segunda, de
rivada, su stituye al cam inante p o r un niño (F. An. II, Dod.), a veces
cam biado luego (Par. τις, Β. εργάτης) y reduce la fábula a 4 versos
(la versión p rim aria es de 7), que luego B abrio am plía o tra vez a
siete versos.
E videntem ente, B abrio y los poetas babrianos se apoyaban a ve
ces en versiones p rim arias ya am plias, ya reducidas (de cuatro ver
sos), com o hem os visto; y o tras veces en versiones derivadas tam
bién de los dos tipos. E n estas versiones secundarias podía h ab e r
paso de un tipo a otro: las am pliaciones y reducciones de fábulas
son cosa com ún desde antiguo. Ahora bien, lo m ism o que una versión
p rim aria breve era am pliada, tam bién era am pliada una versión que
solo secun d ariam en te se había hecho breve. Las tendencias estilísti
cas de B abrio se aplicaban a todas sus fuentes, fuera cual fuera su
historia. E sto es lógico.
Esas fuentes, cuando eran p rim arias, estaban escritas, n a tu ra l
m ente, en el verso coliám bico helenístico. Cuando eran secundarias,
puede d em o strarse en algunos casos que estab an tam bién en verso:
en un verso derivado. Así, por ejem plo, en el de la fábula ú ltim a
m ente citada, la H. 184. El m odelo inm ediato de B abrio era, com o
acabam os de decir, una versión en cuatro versos con verso indepen
diente: p ero m antiene un fragm ento idéntico al del modelo, τής τύχης
δ’ έπιστάσης. Luego se tra ta de u n a m odificación a p a rtir del verso
anterio r.
E n la m edida en que podem os juzgar, la versión derivada de que
procede B abrio es una versión en verso, igual que la p rim aria (ha
cen excepción los ocasionales epim itios, ya hem os dicho).
Ahora bien, tenem os todavía dos fábulas en que B abrio viene de
una versión derivada y en que su com portam iento es m uy diferente.
En H. 7 «El gato y las gallinas» (B. 121), B abrio viene de una se
gunda versión m étrica de la que hay restos en Dod. y T etr. 1 y que,
p o r lo dem ás, m antiene parcialm ente el verso del m odelo. Pues bien,
esta versión derivada es reducida p o r B abrio a cu atro versos: a
una fábula del conocido tipo de la preg u n ta de un anim al seguida
de la resp u esta con «punta» del otro. El o tro caso es H. 177 «La
mosca» (B. 60): aquí tan to el m odelo p rim ario com o el secundario
com o el p ropio B abrio son de cu atro versos, la fábula se m antiene
Babrio 193
•
p rácticam en te in tacta, salvo en lo relativo a la nueva m étrica. En la
versión derivada quedan huellas del verso p rim ario; y B abrio, a
los cu atro versos de la fábula pro p ia añade dos del epim itio, que
ahora es versificado.
O sea, en definitiva: si fábulas reducidas son a veces am pliadas,
m ien tras que o tra s veces ciertas fábulas se reducen o, cuando son
breves, se m antiene su extensión, tenem os m otivos p ara pen sar que
tam bién en este caso nos hallam os ante al m enos dos poetas: Ba
brio, con su estilo descriptivo, dialogal, literario; y un (?) im itad o r
que sigue su m étrica, pero p refiere el estilo seco y co rtan te de las
antiguas fábulas de situación con χρεία final.
Y una conclusión m ás, im p o rtan te ésta: la duda que habíam os
planteado sobre si ciertas reducciones de fábulas de «Babrio» eran
suyas o de su m odelo, se resuelve en el sentido de que son suyas.
No es que el m odelo no incluyera fábulas reducidas: es que éstas
son h ab itu alm en te am pliadas p o r el verdadero B abrio, m ientras que
las am plias del m odelo son reducidas p o r su im itador. El que hubiera
un m odelo reducido no im plicaba nada: B abrio y su im itador lo tra
tab an con criterio s propios, diferentes en un caso y en otro. Así,
cuando en el caso de ciertas fábulas derivadas del m odelo p rim ario
dudábam os si, quizá, h abía uno interm edio perdido, podem os ahora
a firm a r que, n atu ralm en te, ésta es una hipótesis planteable aunque
no dem ostrable p o r falta de datos, pero que ni las am pliaciones ni
las reducciones de B abrio y su im itad o r pueden to m arse com o p ru e
ba de ello.
γ ) Derivación de un m odelo p rim ario o secundario independien
te del de F. An.
Ya sabem os p o r el estudio inicial de este volum en que en ocasio
nes la tradición de las fábulas anónim as no es u n itaria, al m enos
desde época helenística. Hay ocasiones en que diferentes colecciones
o grupos de ellas revelan la antigua existencia de dos versiones m é
tricas prim arias; y hay o tras en que de una única versión m étrica
p rim aria han salido dos sem iprosificaciones, que son el origen de dos
series de fábulas posteriores. Hem os de estu d iar la situación de
B abrio en uno y en o tro caso. En realidad, am bos h an sido ya estu
diados cuando se tra ta de fábulas tam bién rep resen tad as en Fedro;
aquí añadim os aquellas o tras que no aparecen en el fabulista latino
o, al m enos, en la colección que de él nos h a llegado.
E ncontram os el p rim er caso, el de dos m odelos m étricos p rim a
rios, en H. 6 «Las cab ras salvajes y el cabrero» (B. 45), H. 46 «Bo
reas y Helios» (B. 18), H. 211 «La serpiente y el cangrejo» (B. 109).
En todos estos casos, según puede verse en el Apéndice I, B abrio
pertenece (generalm ente en unión de Par. y Dod.) al m odelo diferente
del seguido p o r F. An. y, ocasionalm ente, por alguna o tra colección.
194 Historia de la fábula greco-latina
m idad que p erm ite una serie de conclusiones que vam os a desarro
llar a continuación, dejando p ara el final el tem a de la posible
existencia de fábulas de B abrio y de o tras de un im itad o r o im ita
dores.
E n p rim er lugar, com o siem pre, hay que hacer co n star que ju n to
a fábulas del Atoo (sólo en el Atoo o en el Atoo y Mb o G), hay
otras que solam ente se encuentran en Mb (no H. 13, 116, 190, 230,
233) o en T.Assend. (H. 279). Pues bien, una vez m ás hay que hacer
co n star que no se en cu entran en las fábulas diferencias de contenido
o e stru c tu ra que vayan ligadas a estas diferencias de tradición.
En segundo lugar, p o r lo que respecta a la originalidad de las
fábulas en cuestión, hem os de decir que sin duda una p a rte son
originales de B abrio, lo cual no quiere decir que su orientación te
m ática o su e stru c tu ra no estén d en tro de la tradición. Unas pocas
son de am biente oriental, sobre todo las que citan a los árabes
(no H. 29, 101) en son de b u rla o de crítica, sin acento cínico espe
cial. Quizá tam bién H. 289. Aquellas que podem os considerar com o
derivadas lejanas de u n a tradición an terio r conocida, son pocas
en núm ero absoluto y, proporcionalm ente, m uchas m enos que en el
grupo paralelo de Fedro. E strictam en te citam os no H. 59 (B. 20)
«El boyero y Herm es», quizá in sp irad a en H. 30; no H. 69 «El la
b ra d o r y los pájaros» (B. 33), quizá de la propia fábula no H. 67
( = B. 26), a su vez de no H. 141; no H. 88 «Las encinas y Zeus»
(B. 142), de H. 262; no H. 95 «El ciervo y el león» (B. 95), de Ar
quíloco, E p. I l l ; no H. 115 «Zeus y un b a rril de bienes», de Ilíada
24, 527 y ss.; no H. 180 «El león, la zorra y el mono» (B. 106), del
tem a de la «parte del león» en H. 154; no H. 190 «El lobo y la zorra
ju n to a una tram pa» (B. 106), del tem a arquiloqueo de H. 83; no
H. 212 «El ra tó n y el toro» (B. 112), de H. 267; no H. 226 «La
oveja y el lobo», de la conocida fábula de Jenofonte; no H. 230 «El
asno y el hom bre» (B. 125), de H. 93. Son sólo 10 fábulas de entre
43: yo, al m enos, no logro en co n trar más.
O sea, que B abrio (y su im itador) cuando no siguen de cerca la
tradición antigua, generalm ente inventan o bien recogen fábulas o rien
tales; sólo en pocos casos m odifican profundam ente una fábula de
la tradición (en un caso, de la propia tradición coliám bica b ab ria
na). Ahora bien, resu lta notable que siendo com o son m uy escasas
las fábulas agonales d en tro de este grupo de 43 fábulas «nuevas»,
todas ellas, exactam ente cuatro, pertenezcan al subgrupo de las fá
bulas derivadas: no H. 95, 189, 211 y 226. En algunos casos, si
m u ltáneam ente o no, hay en estas fábulas una alteración de la in
tención del m odelo: no H. 69 se refiere al tem a de la m aldad (au
sente de no H. 67). H. 179 al de la hipocresía del poderoso (ausente
totalm en te del m odelo), no H. 189 al de la traición (m ás que al del
engaño).
202 Historia de la fábula greco-latina
puede referirse a los dos elem entos, p o r ejem plo, en no H. 188 (de
sólo ocho versos). R esulta frecuente que la situación inicial (y el
relato en fábulas etiológicas y otras) se descom ponga en varios epi
sodios sucesivos, así en no H. 67, fábulas del lab ra d o r y la grulla.
E sta tendencia es tan fuerte que en un núm ero m inoritario de
fábulas hay que reh acer el esquem a y en vez de p o stu lar un A /B sit.
inicial, hay que decir sim plem ente que el com ienzo es un relato epi
sódico, a veces con discursos varios intercalados. Así, p o r ejem plo,
en no H. 69 «El lab rad o r y la grulla», derivada de la fábula antes ci
tada; y en o tras com o no H. 99, 130, 179: es sólo u n a cuestión de
grado. Pueden re su lta r fábulas sum am ente com plejas, puro relato de
tipo novelístico, así en el caso de la am plísim a fábula del ciervo y el
león (no H. 95).
Es esta ú ltim a u n a tendencia ya p resen te en Fedro, com o hem os
visto, pero que de todos m odos es m inoritaria. No debe confundir
se con la presencia de una fábula agonal con dos actos (no H. 211),
cosa tradicional, im itada en u n a de situación (no H. 237). De o tra
p arte, hay que n o tar que las am pliaciones son de extensión varia
ble, las encontram os incluso en fábulas de ocho versos donde, lógi
cam ente, no pueden ser m uy grandes.
Y con esto llegam os al últim o problem a: el de si tam bién en este
grupo de fábulas se encuentran indicios de algunas que no sean de
B abrio. Pues hem os dicho que, en térm inos generales y salvo ex
cepciones, todo el grupo p resen ta u n a notable hom ogeneidad.
E sta hom ogeneidad está basada en razones tem áticas y de e stru c
tu ra que, p o r lo dem ás, no son sin relación unas con otras. Domina
el tipo de situación puro, con cierre, y aquel o tro en que tra s la
situación hay u na intervención de am bos personajes, con cierre tam
bién; tipo que hem os declarado contam inado en el origen con el
agonal. Es bien claro que este tipo (o estos tipos, si se quiere) son
favorecidos p o r B abrio: nada de extraño que, si es que ha habido
im itadores suyos (como afirm a él m ism o, p o r lo dem ás), lo hayan
favorecido tam bién. La diferencia está en que m ientras que h ab itu al
m ente las fábulas que estam os estudiando p resen tan am pliaciones
en la situación y el discurso final (o los discursos finales), y lo
m ism o ocu rre en el tipo «episódico» que de él deriva, existen algu
nas fábulas «nuevas» cuyo tem a y e stru c tu ra son iguales que los
de las fábulas de situación estudiadas, pero no p resen tan am plia
ciones. Son fábulas breves, norm alm ente de cu atro versos (a veces
con epim itio). Damos la relación de las m ism as:
No H. 29 (4 versos, sin ep.), 106 (4, sin ep.), 153 (4, id.), 154 (6,
id.), 181 (5, id.), 184 (4, id.), 197 (6, id.), 230 (6, id.) 233 (4, id.). Son
todas, com o se ve, fábulas sin epim itio: algunas, pese a su corta ex
tensión, parecen p re sen tar am pliaciones, así no H. 196 «La lám para»;
Babrio 205
inversam ente, no H. 14, 129 y 250, con sus 8 versos de los cuales
tres son de epim itio, form an una zona am bigua y dudosa.
No se ve fácilm ente, pues, dónde hay que cortar. Pero dado que
cuando B abrio en cu en tra en sus m odelos fábulas de 4 versos, las am
plía, m ientras que su im itador reduce (incluso a 4) fábulas m ás exten
sas y m antiene la extensión de las reducidas, parece deducirse clara
m ente que fábulas de cuatro o pocos m ás versos cuyo ste m m a des
conocem os y que, probablem ente, son creaciones nuevas, lo son del
im itador.
Téngase en cu enta que B abrio lo que hacía era elegir en sus m o
delos determ inados tem as y tipos de com posición; elegir m ayorita-
riam ente, es claro, pues no siem pre era coherente. El añadía o tras
fábulas de su p ro p ia cosecha y de los m ism os tipos; pero tan to en
las que tom aba com o en las que derivaba librem ente y en las que
inventaba, in tro d u cía am pliaciones de los tipos que sabem os. Pues
bien, el im itad o r (o im itadores) tom aba de sus m odelos fábulas de
igual orientación tem ática y e stru c tu ra l e inventaba o tras análogas;
pero en uno y o tro caso m antenía la extensión tradicional de este
tipo de fábulas. E sto es todo.
IV. C o n c l u s io n e s
Nos referim os, com o en el resto del capítulo, a las fábulas co-
liám bicas «babrianas» que aparecen en el Atoo, los ms. G o Mb, las
Tablas de A ssendelft o el pseudo-Dositeo o en m ás de u n a de estas
fuentes: en definitiva, a las 143 fábulas atrib u id as a B abrio en la
edición de Perry. Dejam os de lado las fábulas reconstruidas sola
m ente a p a rtir de las paráfrasis y /o los dodecasílabos políticos bi
zantinos; y nos reservam os in sistir en otro lugar sobre las de
T. Assend. y el pseudo-Dositeo.
Todo este grupo de fábulas p resen ta una serie de características
coherentes, ap a rte del tipo de m etro; y unas características incohe
rentes, a saber, pertenecen a dos tipos, el de las fábulas «extendi
das» y literarias que hem os atrib u id o a B abrio y el de las breves y
esquem áticas que hem os atrib u id o a un im itador suyo.
Las características coherentes se refieren a uno y o tro de los dos
grupos que, en función de los rasgos m encionados, hem os atribuido
a dos autores diferentes. Sea cual sea la situación de una fábula
de las aquí estudiadas en el s te m m a de la fábula de edad helenística
y rom ana, puede p erten ecer a uno u otro de los dos grupos. La m e
nor frecuencia de las fábulas «resum idas» en tre las com unes a Ba
brio, Fedro y la A ugustana debe de ser casual o deberse a que
se tra ta de fábulas m uy populares y, por tanto, recogidas p o r el
206 Historia de la fábula greco-latina
7 Más dudosa, aunque no im posib le, es la atrib ución de los frs. 205 y 206 Cr.;
los fragm entos «dudosos» que siguen son en realidad los de F. An.
210 Historia de la fábula greco-latina
Ilb 0Ί
I l l a (sólo en B.,fábulas derivadas) 10 V43
I l l b (sólo en B., fábulas nuevas) 33J
T o ta l 143
Pseudo-Babrio: H. 7, 62, 66, 73, 86, 89, 100, 140, 142, 149, 177,205
211, 261, 285, 288; no H. 29, 32, 60, 62, 106, 118, 128, 153, 154,
180, 183, 190, 196, 233. Total: 30 fábulas.
Id., con duda: no H. 14, 129, 250, 283, 287. Total: 5 fábulas.
212 Historia de la fábula greco-latina
I. G e n e r a l id a d e s
1 E d itad os p or G. G oetz, C orpu s g lo ssa rio ru m la tin o ru m , III, pp. 40-47 y 95-
102.
El pseudo-Dositeo 215
a) C o m u n es ta m b ié n a B a b rio
bien diferente del ίδών δ’ εαυτού την σκιάν, que creo que hay que re
co n stru ir p ara el m odelo original. Y luego:
2. F á b u la s q u e fa lta n en la s A nónim as
b) S o la m e n te en el p seudo-D ositeo
Existen tres fábulas del pseudo-Dositeo que solam ente en él ap a
recen, si no es en un derivado (Rómulo). Me refiero a 4 «El am o de
casa y los m arineros» ( = no H. 226), 5 «El gato y las gallinas»
( = no H. 7) y el 13 «El asno enferm o» ( = no H . 232). En los tres
casos hay que p a rtir de una fábula helenística breve: de cuatro
versos en el segundo y tercero, algo m ás extensa en el prim ero.
P ara el verso de las dos fábulas, originalm ente de cu atro versos,
rem itim os a n u e stra p. 43. La o tra fábula, la del am o de la casa y los
m arineros, p resen ta m enos huellas de verso, pero puede en co n trarse
alguno, rem ito al m ism o lugar.
que p o r fuerza había de in tro d u cirse p ara elim inar el tem a del ca
m ino. Tam bién el final de Aftonio (muy prosificado p o r el pseudo-
Dositeo) ει καί παρ’ ήμϊν ήσαν[ / πλείους αν είδες εκ λεόντων άν&ρώπους /
έαλω κόταςί es u n arreglo del an terio r κακέΐνος ειπε[ / ^γλύφειν ει λέοντες
ήδεσαν / πολλούς αν άνδρας εΙ<5ες[.
En Aftonio hay otro s restos de verso m ás. Lo notable es en qué m e
dida el verso ha sido suprim ido en el pseudo-Dositeo en esta fábula
y cóm o ha sido am pliada en form a estrictam en te prosaica: los dos
hechos son solidarios.
E n definitiva: u na fábula-resum en derivada de la prim aria, fábu
la base de Aftonio, Aviano y pseudo-Dositeo, ha sido am pliada luego
p o r éste, que ha procedido en form a diferente de la habitual; otras
veces se lim ita a pro sificar la fábula-resum en m étrica. Lo m ás fá-
El pseudo-Dositeo 223
cil es que, en este caso, lo que haya hecho sea to m ar de o tra colec
ción esta fábula y añ adirla a la suya.
Veamos, p ara term in ar, la fábula que nos falta, la de los dos ra
tones, testim o n iad a desde H oracio. Aquí la naturaleza de nuestras
fuentes no nos perm ite sacar o tra conclusión clara que la de que,
en este caso, el m odelo del pseudo-Dositeo no parece ser una fá
bula resum ida. La coincidencia am étrica con Aftonio, sobre todo en
el com ienzo Μ υς άρουραϊος, puede sugerir que am bos arran c an de
u n a m ism a prosificación. Pero su m odelo debía de ser extenso, so
b re todo sise adm ite que ciertos fragm entos m étricos de uno y otro
a u to r son com plem entarios, com o es posible:
III. C o n c l u s io n e s
que tran sm iten fábulas, com o Plinio y Eliano. Tam bién hem os alu
dido en algún m om ento el códice B rancacciano y a las versiones si
riacas.
Por supuesto, la colección griega es conocida p o r el tra d u c to r
latino de los códices del pseudo-Dositeo. Es fácil com probar que la
versión original es la griega y la derivada, la latin a (que a veces
produce una nueva versión derivada, la de Róm ulo). En realidad, es
este tra d u c to r (de las fábulas y de otros textos) el que es llam ado
Dositeo p o r los m anuscritos y el que debería recib ir el nom bre de
pseudo-Dositeo. La colección griega en prosa queda, así, m ás anó
nim a que nunca. Y no digam os su m odelo helenístico.
Recordem os, p a ra term inar, que esa colección contiene tres añ a
didos finales un tan to heterogéneos: la prosificación de una fábula
del pseudo-Babrio, la am pliación (con sabor rom ano con su circo
y su gladiador) de u n a fábula de la m ism a colección de fábulas-
resum en y una ú ltim a fábula de extensión norm al que seguram ente
deriva de un m odelo p rim ario único. Bien el m ism o a u to r de la
colección, bien algún continuador, añadió al final de la m ism a estas
tres fábulas, luego traducidas al latín con las dem ás.
CAPITULO IV
A FTO N IO
I. G e n e r a l id a d e s
acom pañam iento en que se encuentran las diversas fábulas: las que
están tam bién en las Anónim as y la tradición b abriana (hay una
distinción, según estén en I o en Ib o III); las que están solo en la
tradición b ab rian a o solo en las Anónim as (éstas son m enos n u
m erosas), a veces con acom pañam iento de S intipas tam bién (la 22
está solo en Aftonio y Sintipas); y las fábulas que solam ente en
Aftonio se encuentran. Tam bién tiene interés señalar que algunas
fábulas están en Aftonio y el pseudo-Dositeo o en Aftonio y el
cód. B rancacciano; y que o tras están tam bién en otros retores:
dos en Libanio, en versión muy parecida (la 29 y la 30), o tra en
Máximo de Tiro (la 30), o tra en Juliano (la 3), o tra en Tem istio
(la 16).
Todo esto, de todas m aneras, no resuelve el problem a del ste m m a :
todo lo m ás, h ab id a la experiencia que ya tenem os sobre el tem a,
sugiere que nos hallam os ante una colección m ixta. Lo que hem os
visto sobre el pseudo-Dositeo en el capítulo precedente y lo que
detallarem os a continuación sobre este m ism o tem a, lo confirm a:
Aftonio a veces acom paña a dicho au to r com o testigo de una colec
ción de fábulas resum idas que, p o r lo dem ás, tienen s te m m a ta va
riados; a veces no. Desde luego, nos hace d esc artar la tesis de Sbor-
done de que Aftonio es un derivado de B abrio. Pues allí donde se
ñala coincidencias con las versiones babrianas (o las de la p a rá
frasis, que él identifica sin m ás con B abrio), sucede con frecuencia
que la explicación es que tan to Aftonio com o B abrio presentan ele
m entos antiguos, conservadores, alterados p o r F. An. I (así, en la
fábula del ciervo, H. 76, solo F. An. I introduce el león; cosas pa
recidas pueden decirse de «El grajo y las aves», H. 103, etc.). O tras
veces, al co n trario , tan to B abrio com o Aftonio pertenecen a una
ram a innovadora, así en «El p erro que llevaba carne», H. 136 (es
la ram a que in tro d u ce el άρπάσ ας, la som bra de la carne en vez de
la del perro , etc.). Y deducir que allí donde una fábula está solo en
Aftonio y F. An. I o está solo en el prim ero, lo que sucede es que
se ha p erdido la fábula de B abrio correspondiente, de la que depen
dería Aftonio, es p u ro apriorism o. En realidad, Aftonio depende
siem pre de versiones en verso helenístico, nunca de versiones en
verso babriano. La proxim idad es m ayor o m enor a B abrio, F. An. I
y o tra s colecciones según la situación de las fábulas correspondien
tes en el s te m m a de cada uno. Lo que sí es claro es que Aftonio no
viene de n u estra Augustana, sino de m odelos anteriores.
Algunos principios previos hay que sentar. El p rim ero es que,
igual que pseudo-Dositeo, Aftonio sigue siem pre m odelos en verso
helenístico, según acabam os de decir: los prosifica m ás o m enos, los
a ltera y m u tila a veces sin duda. Ahora bien, estos m odelos pueden
ser únicos, p o r lo m enos en n u estro conocim iento actual de la fá
bula; en este caso, de ellos pueden depender solam ente Aftonio o
Aftonio 229
II. A n á l is is de las fá b u la s
1. F á b u la s c o m u n e s co n el pseudo-D ositeo
y _ \j _ y _ ] εικόνος έλάμβανε
έν fi λέων έξ άνδρός [ _ ] έγέγλυπτ^
άλι σκόμενος\_
Ahora bien, no siem pre son así las cosas: no ya que fábulas del
pseudo-Dositeo falten en Aftonio y al revés, sino que hay en uno y
o tro versiones indepedientes de las m ism as fábulas.
El caso de H. 136 «El p erro que llevaba carne» es el m ás próxim o
a los anteriores. Vimos que existía una versión secundaria con verso
rem odelado de la que derivaba el pseudo-Dositeo 11 (y B abrio, Sin
tipas y Syr.); era una versión resum ida. Pues bien, de esta versión,
de m etro dudoso, se deduce una variante en que el p erro en vez de
cru zar el río va a lo largo de él: es la de Aftonio 35 y el cod. B ran
cacciano. Lo notable es que en estos dos textos aparecen restos m é
tricos que, evidentem ente, proceden de la versión resum ida luego
alterad a p o r el pseudo-Dositeo y los dem ás. Es un fenóm eno com ún.
Se tra ta de verso com plem entario en Aftonio y el cod. B rancaccia
no (Aftonio πειρώμενος δε λαβέϊν το μεϊζον\_, cod. B rancacciano δ μέν
κατείχε κρέας, άπώλεσ' έμπεσών con una supresión) que dem uestra que
la version secundaria tenía verso rem odelado fren te a la prim aria.
D iferentes son las cosas en H. 126 «El cuervo y la zorra», donde
pseudo-Dositeo 9 viene de un m odelo secundario (el m odelo p ri
m ario, en F. An. I, Fedro, B abrio, Par., Dod., Tzetzes, T etr.), m ientras
que Aftonio 29, aunque tam bién es secundario, es o tro derivado inde
pendiente. En realidad, la fábula de Aftonio no puede ser calificada
de resum en, es de tipo m edio com o la de F. An. I. Proviene del m o
delo prim ario, no de I, puesto, que ofrece τυρόν, ΐδοΰσα, έκβαλών (sin
las alteraciones de I) y cosas coincidentes con B abrio. No se ve verso
nuevo, sí prosificaciones de versos que se reconstruyen con ayuda
del re sto de la tradición. Por ej., de Aftonio ΐδοΰσα δε άλώπηξ, F. An. I
άλώπηξ δέ τούτον &εασαμένη y ps.-Dos. τούτον δ’ άλώ πηξ... &εασαμένη pue
de obtenerse τούτον ΐδοΰσ' άλώπηξ[ y hay prosificaciones de versos
conservados en I o B abrio.
E n un caso com o éste, Aftonio puede hab er tenido a su disposi
ción el original p rim ario y haberlo prosificado: com o no hay diferen
cia de verso (rem odelado o nuevo) éste puede ser el caso de no
H. 210 «El ra tó n de cam po y el de ciudad», donde estam os ante de
rivados de un único m odelo prim ario (en Horacio, B abrio, Afto
nio 26, pseudo-Dositeo 16, Rom.), cuyo verso se reconstruye sobre todo
por el com plem entario de Aftonio y el pseudo-Dositeo (cf. p. 223).
Pero las fábulas de estas dos colecciones son prosificaciones de ex
tensión norm al (no resúm enes) independiente la una de la otra.
Lo que sucede con H. 114 «La cig arra y la horm iga» ejem plifica
aún m ás claram ente, si cabe, el diferente com portam iento, en oca
siones, de los dos fabulistas. Ya vim os que el pseudo-Dositeo 17 lo
232 Historia de la fábula greco-latina
y _ u ~\άνεβάλλοντο σύντονον,
μύρμηξ δέ πονεϊν [ _ u ] συλλέγειν καρπούς
έξ ών έμελλον [ _ υ _ ] τραφήσεσ&αι
—υ _ ] πρός 'ένδειαν.
2. O tra s fá b u la s
Igual que ocu rre a veces, com o acabam os de ver, allí donde va
acom pañado del pseudo-Dositeo, tam bién cuando ello no es así Afto
nio puede lim itarse a p ro sificar una versión secundaria. A veces, lo
hace en unión de o tras colecciones; a veces solo, den tro de los datos
que se nos han conservado. E n cuanto al verso, puede ser com ple
m entario, rem odelado o nuevo, con las dudas e incertidum bres que
ya sabem os. Damos a continuación u n a relación de las fábulas co
rresp o n d ien tes a este apartado.
y _ u _ y _ ] τί δ’ ήμϊν άσπονδος
άει καί ακήρυκτος πόλεμος; εϊσ’ αίτιοι
κύνες οί κάκιστ' άπολούμενοι, οϊ προσίοντας (inversión)
ημάς ύλακτοΰσ’ ούδέν ήδικηκότας
y _ u _ y ] ραδίως ύπήγετο
234 Historia de la fábula greco-latina
alteración, sin que haya huellas de verso interm edio. Las fábulas
a que nos referim os son:
que sólo en Aftonio se hallen esos restos, así en los casos de sus
fábulas 22 y 37. N aturalm ente, cuando Aftonio es testigo único, hay
que lim itarse a él. N ótese que el verso del m odelo de Aftonio 28,
E stesícoro, ofrece un verso com pletam ente diferente, com o era de
esperar.
En unos y otro s casos, la proporción de verso que se encuentra
varía m ucho. Es abundante, por ejem plo, en la fábula del cisne
(Aftonio 2), en la de la zorra servidora del león (20), la del caballo
viejo (13), la del cuervo (40), la del m acho cabrío y la vid (37),
la de las abejas (27). Es escaso y aun dudoso o tras veces, cf., por
ejem plo, 4 y 24. Pero es lo suficiente p ara ver que Aftonio no crea
fábulas, sólo las prosifica.
III. C o n c l u s io n e s
I. G e n e r a l id a d e s
II. F ábulas de t r a d ic ió n e x c l u s iv a m e n t e b a b r ia n a :
A v ia n o d e r iv a de B a b r io
elusivam ente de las relaciones en tre B abrio y Aviano: las dem ás co
lecciones no tienen relación alguna directa con éste.
Conviene saber, de o tra p arte, que en algunas fábulas sólo hay
versiones de B abrio y Aviano; y que, inversam ente, en H. 282 «El
calvo», no se ha conservado la versión de B abrio, pero es seguro
que existió p o rque en Ι Ι Ι γ y en Par. se hallan m uchos restos de
verso bab rian o (nótese que al em pezar la fábula p or φαλακρός caía
en la porción p erd id a de Atoo).
P or supuesto, no es a p rio ri im posible que algunas de estas fá
bulas tengan u na tradición a n te rio r de la cual dependa B abrio, no
siendo fácil elucidar si Aviano, estrecham ente relacionado con él,
depende a pesar de todo de ese supuesto modelo: solam ente, llamo
la atención sobre que, en ese caso, acum ulam os dos hipótesis inde
m o strad as (e indem ostrables) u n a encim a de otra. Por o tra parte,
hay al m enos algunas de estas fábulas que parece razonable consi
d erar com o creaciones nuevas o com o derivadas de una tradición
que sólo en fecha reciente p en etró en Grecia. Es verosím il que Ba
brio sea su cread o r o in tro d u cto r.
Así, H. 263 ( = Av. 19) «El abeto y la zarza», con su victoria de la
zarza y su tem a de la cuña hecha de la m adera del árbol al que aba
te, parece una clara contam inación de dos fábulas: «El laurel y el
olivo», del Y a m b o IV de Calimaco (de aquí salieron tam bién H. 233,
263), en que la zarza es denostada p o r los dos árboles; y H. 262 «Los
leñadores y la encina» (tem a de la cuña). No H. 212 «El rató n y el
toro» ( = Av. 31: el toro no puede con el ratón, que le ha m ordido)
recoge tem as de H. 155 «El león y el ratón», H. 267 «El león y el
m osquito» y H. 260 «La pulga y el atleta». No H. 247 ( = Av. 14) «La
m adre del m ono y Zeus» hace eco del tem a frecuente del concurso
de belleza p ara ser rey de los anim ales, concurso presidido por
Zeus, y de la elección del m ono com o rey en un concurso de este
tipo (H. 83), con la b u rla consiguiente de la zorra.
No son éstas las únicas fábulas que derivan claram ente de m o
delos griegos an terio res: en realidad, lo hacen todas, salvo H. 281
( = Av. 17) «El león y el arquero», que es el otro caso antes aludido.
Posiblem ente se tra ta de u n a fábula egipcia (aunque la versión egip
cia conservada p resen ta el influjo de la fábula griega de «El león
y el ratón, H. 155), es decir, sería una m ás en tre las varias fábulas
orientales de B abrio. Cf. vol. I, p. 726, con una hipótesis diferente.
Las dem ás fábulas de trad ició n exclusivam ente babriana y de
derivación secundaria son: no H. 59 ( = Av. 32) «El boyero y H era
cles», tem a de «a dios rogando y con el mazo dando», que puede
venir de H. 30, pero con introducción del héroe cínico Heracles;
no H. 99 ( = Av. 23) «H erm es y el escultor», brom a irreligiosa com o
o tras tan tas relacionadas con H erm es; y no H. 156 ( = Av. 7) «El
p erro que llevaba una cam panilla», quizá sobre el tem a de H. 193 «El
Aviano 249
Par. y F. An. III. Pienso, efectivam ente, que Av. n u n c tibi, qualis
eram , n u n tiu s ille r e fe r t debe com pararse con Par., F. An. Ι Ι Ι γ
δέξαι και ΐδέ τον έμόν άγγελον πρώτον οίός έστί (texto obtenido com bi
nando am bos), y no con B abrio τ φ δ’ άγγέλφ μου πρώ τον έντυχών γνώση
τί σοι ποιητέον έστι. Hem os de ver que en tre B abrio y sus derivados
bizantinos se in terp o n en u n a o m ás p ra rá frasis en prosa: m uy p ro b a
blem ente sobre u n a de éstas, antigua, se hizo la versión latina, tam
bién prosaica.
dente que nunca que viene de una ram a innovada (en un caso él
es su único testigo), es el m odelo de nuestro poeta.
E n H. 163 «El lobo y la vieja» ( = Av. 1) los rep resen tan tes de
la ram a secundaria son B abrio y Aftonio (F. An. y Dod. están en
la p rim aria). Es una versión reducida en que faltan el comienzo
y final y se h ab la de τίτ'όη en vez de γραΰς. Ahora bien, dentro de
ella B abrio se distingue, en tre o tras cosas, por un nuevo final en
que la loba increpa al lobo que vuelve fracasado: final que es m an
tenido y am pliado p o r Aviano.
Finalm ente, tam bién en H. 249 «El pavo real y la grulla» ( = Av.
15), B abrio es una derivación secundaria (único testigo, en este caso,
de esta ram a); se caracteriza, en tre o tras cosas, p o r elim inar el dis
curso del pavo. Le sigue Aviano en esto y otras cosas; p o r lo de
m ás, p resen ta tam bién aquí algunas am pliaciones y, curiosam ente,
re co rta el discurso final de la grulla.
últim o caso, que Aviano haya im itado a B abrio o no. N aturalm ente,
es im posible alcanzar seguridades en este terreno. Pero hay algunas
fábulas en las cuales es m ás posible que en o tras que haya habido
un m odelo bab rian o perdido.
E n p rim er lugar, dos fábulas en las cuales Aviano m odifica m u
chísim o el único m odelo p rim ario de que tenem os noticias. Me
refiero a H. 280 «El río y el cuero» ( =Av. 41) y a H. 289 «El tro m
p eta (= Av. 39). La p rim era fábula nos es conocida por F. An. II I γ
y Par., que p resen tan huellas de una antigua fábula en cuatro versos
que no alcanzam os a decidir si son babrianos o no; Aviano da una
larga fábula que altera com pletam ente el argum ento, ya no se tra ta
del río y el cuero sino de la lluvia y los vasos de arcilla; pero el
tem a es idéntico. La segunda fábula tiene una tradición parecida,
p ero los restos (abundantes) de verso en F. An. II I α, δ y Dod. son
helenísticos; Aviano, una vez m ás, am plía m uchísim o y altera el a r
gum ento, ya no es el tro m p eta el que es m uerto, es la propia tro m
peta la que es a rro ja d a a las llam as (por el m ism o m otivo de excitar
a la guerra, p o r lo dem ás).
Q ueda ab ierta la hipótesis de que Aviano dependa de una a ltera
ción previa a B abrio; pero tam bién hay casos de alteración to tal de
los argum entos p o r Aviano, véase m ás adelante. P odría proponerse,
incluso, que la tradición de H. 280 es una fábula breve del pseudo-
B abrio, que sería fuente tanto de F. An. II I γ y Par. como, con a lte ra
ción del argum ento, de Aviano.
No hay seguridad, pues. Hay, todo lo m ás, posibilidades. E igual
en no H. 75 «Las dos ollas» (= Av. 11) en que toda la tradición con
siste en Par. y en Aviano, que am plía sin alterar, esta vez, el argu
m ento. Bajo Par. hay un m odelo m étrico, posiblem ente en cuatro
versos no se ve bien si babrianos. Quizá es de un derivado del pseu-
do-Babrio. El caso sería com parable al de H. 114 «La horm iga y la
cigarra», en que el pseudo-Babrio es el m odelo de Aviano.
En o tras ocasiones las probabilidades están a favor de que Avia-
no no deriva de B abrio, o inexistente o que p resen ta alteraciones
propias. Es el caso de H. 66 «Los cam inantes y el oso» ( = Av. 9), en
que Aviano sim plem ente am plía un m odelo del que hay huella en
F. An., con m ucho verso helenístico: lo notable es que B abrio 14
(4 líneas, pseudo-Babrio muy posiblem ente) re p resen ta un derivado
de tem a m uy alterado. C ierto que teóricam ente pudo h ab e r una
versión de B abrio, desechada p o r el com pilador bizantino que reco
gió la nueva versión, pese a todo próxim a. Pero es una hipótesis
com plicada e innecesaria. E n tre el m odelo helenístico y Aviano no
se ve necesidad de un interm edio en Babrio.
Y lo m ism o en el caso de H. 119 «El cam ello y Zeus» ( = Av. 8),
donde Aviano sigue igualm ente la línea p rim aria de que deriva F. An.
y no ninguna de las dos líneas secundarias: la de Aftonio, m étrica,
256 Historia de la fábula greco-latina
bién Av. co rrip it, T etr., κατευτελιζε), m odelo m uy antiguo, derivado di
rectam en te de la fuente com ún.
Hago, finalm ente, alusión a no H. 143 «La corneja sedienta»
( = Av. 27) que sólo se encuentra en pseudo-Dositeo y Aviano, ap a rte
de u na versión variada en AP (y de una alusión en Plinio). Aviano
puede venir fácilm ente del m odelo del pseudo-Dositeo, m odelo m é
trico; p ero no hay razón alguna p a ra negar la hipótesis de que, con
trariam en te, venga de la traducción latina del m ism o, fuente de Ró
m ulo. Si así fu era tendríam os p o r una vez ante nosotros el m odelo
latino prosaico de Aviano. Con los datos que tenem os, no puede afir
m arse ni negarse. En todo caso, B abrio queda una vez m ás lejos.
Todo lo a n te rio r obliga, tam bién en este caso, a m odificar las
ideas hoy aceptadas sobre Aviano, en el sentido antes referido.
VI. F ábulas so lo t e s t im o n ia d a s en A v ia n o
VII. C o n c l u s io n e s
12 Com o propon e C rusius, lug. cit. Cf. tam bién F. G aide, ob. c it., p. 41.
13 Ob. cit., pp. 43 y ss., 46 y ss.
Aviano 259
I. G e n e r a l id a d e s
1 «La tradición fab u lística griega y su s m od elos m étricos», E m e r ita 38, 1969,
cf. p. 293.
2 A esopica cit., pp. 301 y ss.
3 E sta la había prom etid o H ausrath para su anunciado A e so p u s (cf. su edi
ción , p. X V ), nu nca aparecido com o digo.
264 Historia de la fábula greco-latina
II. La r e c e n s ió n la
de las fábulas en IaE, IaGE, IaFE , IaECas, etc., que podem os consi
d erar en el m ism o caso, existen o tras sólo en E o sólo en AG, etc.
¿Vienen tam bién éstas de la com o a veces se p ro p o n e ? s. No es se
guro. Por eso, puede p ensarse que, en ocasiones, una fábula ha sido
tom ada independientem ente p o r la y otro ms. de una colección an
terio r, o bien p o r la de la fuente de dicho ms. o mss.
Hay, pues, grados de probabilidad diversos. D istinguim os:
8 Cf., por ejem p lo, H ausrath, Aparato a H. 205, y Perry, A esopica, p. 303.
9 H ay que hacer una advertencia sob re e ste m s. (U tinensis V I 6) que H ausrath
da com o testigo, tam bién, de alguna de las fábu las anteriores. En su C orpus,
p. X X IV , nos dice que es de la , pero en la edición aparece m uy utilizado tanto
en fábu las atribuidas a la com o en las no atribuidas. Perry, A esopica, p. 310, lo
m encion a sim plem en te sin utilizarlo. Creo que hay un equiVoco y que el U del
ap. crit. de H ausrath es otro m s. de sigla coin cid en te (Par. 17881, de Ib).
La colección augustana 269
10 Aesopica, p. 303.
270 Historia de la fábula greco-latina
2. S te m m a ta , te m a s y tip o lo g ía de e s ta s fá b u la s
H. 141 «El nogal». Existen dos versiones de esta fábula, am bas con
verso helenístico: una, de cuatro versos, la que va a p a ra r a la y
a AP; otra, la que va a p a ra r a P. Dod. No es clara la relación genea
lógica: en todo caso, la sigue un m odelo m étrico (prim ario ?) cono
cido en la Antigüedad. El tem a es el de la utilidad y la ingratitud:
es u na fábula de situación, vegetal, de orientación cínica (pero véase
m ás abajo).
H. 165 «El lobo y el pastor». X v.: la, tam bién fábula única, pero
hay alusiones en Plauto, Terencio y Cicerón. Es un derivado de fábu
las sobre la necesidad de desconfiar del lobo (H. 158, 162, 166, etc.).
Tem a de la naturaleza.
H. 169 «Las liebres y las zorras». X v.: Ia, III, Syr., Synt. Aquí
hay un m odelo m étrico único que ha llegado tam bién al original de
las fábulas siriacas (III debe venir de la). Las águilas se niegan a
ayudar a las liebres co n tra las zorras, conociendo su cobardía. Tem a
de la naturaleza.
H. 171 «El niño y el cuervo». X v.: la. Fábula única, que ejem pli
fica cóm o un oráculo se cum ple.
H. 190 «El asno y el jardinero». X v.: Ia, II, III, Dod. Las dis
tin ta s versiones (m enos III, una prosificación secundaria) acceden
al m ism o m odelo m étrico, pero II y Dod. tienen cosas com unes, debe
de h ab er una sem iprosificación interm edia. Hay una alusión en Lu
ciano. Del tem a del anim al que pide a Zeus, neciam ente, un cam bio
de naturaleza, sale el del asno, que pide un nuevo am o, p ara ir de
m al en peor. Se p recisa la resignación.
H. 200 «El vendedor del asno». X v.: la. Los m alos se ju n ta n con
los m alos.
H. 209 «Las palom as de m onte y las dom ésticas». X v.: la, con
m ucho resto de verso: las palom as dom ésticas prefieren servir al
am o y no a sus com pañeras de especie.
H. 228 «Prom eteo y los hom bres». X v.: la. F ábula etiológica que
deriva de un tem a protagórico bien conocido; hay alusión a un tem a
próxim o en H oracio.
H. 247 «El cisne». X v.: la, Syr. D erivado del conocido pasaje del
F edón platónico sobre el cisne que canta al m orir. La versión de
Syr. está cristianizada.
tim oniado solam ente aquí. Hay, con todo, algunas de m odelo tam
bién prim ario, pero que da derivados al m ism o tiem po en otras
ram as de la tradición: las fábulas siriacas, Fedro, B abrio, Dod., etc.
Tam bién, ap a rte del caso de las fábulas en que la deriva de un m o
delo diferente del que fue a p a ra r a I, hay una fábula con dos m ode
los, de los cuales uno produce la: H. 141, cf. H. 190 (m odelo único,
p ero con dos prosificaciones) y o tra con uno p rim ario y uno secun
dario, viniendo la del p rim ero (H. 249). De todas m aneras, hay que
hacer co n star que incluso allí donde sólo la testim onia una fábula,
hay a veces ecos de la m ism a en la lite ra tu ra griega y rom ana: no
parece que la haya inventado, ha p artid o de derivados sem iprosifi-
cados de fábulas m étricas p rim arias o secundarias.
Así, el re d acto r o cread o r de la lo que ha hecho probablem ente
es b u scar su p lem en tar el m aterial de su fuente principal (común
a I), la pre-Augustana, con m aterial accesorio, m arginal: algunas
fábulas bien conocidas que allí faltaban, m uchas fábulas nuevas
(derivadas) y nuevas versiones que introduce sustituyendo a las
aceptadas p o r I. E stem m áticam ente, es un m aterial irreg u lar y lo
es tam bién desde el p u n to de vista tipológico. El hecho de que H. 240
y 241 rep resen ten dos versiones antiguas de un m ism o tem a, hace
verosím il que la no am p liara su colección principal a base de una
sola colección supletoria, sino a base de al m enos dos. La incoheren
cia estem m ática de las fábulas favorece la m ism a hipótesis.
F ren te a esta incoherencia ya he dicho que hay una cierta cohe
rencia en el aspecto que pudiéram os llam ar ideológico. No total, de
todas m aneras. N otablem ente, en tre las fábulas de n u estro grupo d)
en p. 269, es decir, en tre aquellas que sólo h ipotéticam ente proce
den de la, hay varias que difícilm ente pueden adscribirse a las ten
dencias del cinism o. C oncretam ente, H. 238, la fábula del jabalí, que
sólo está en E, parece, a juzgar p o r n u estro estudio en otro lugar n ,
ser el m ás fiel derivado de la fábula correspondiente de Dem etrio,
a su vez procedente de Estesícoro: ejem plifica el tem a político del
que tom a un aliado peligroso que luego le dom ina a él m ism o. H. 171
(EG) ejem plifica cóm o un presagio de un adivino siem pre se cum ple:
tem a n ada cínico. H. 141, 205 y 229 se refieren al tem a del m alo y al
de la in g ratitu d ; H. 65 (sólo en E) es una anécdota de Diógenes,
que puede h aberse in troducido secundariam ente. Claro que fábulas
de estos tipos aparecen tam bién en I.
E n resum en: la es una colección que suplem enta el m odelo co
m ún con I con fábulas tom adas de una o varias colecciones sem ipro-
sificadas y de tendencia cinizante. Pero no es seguro si E y o tro s m ss.
que p resen tan algunas fábulas m ás, en tre ellas algunas de tipo tra-
dicional o m oralista, las han tom ado de la, donde luego se h abrían
perdido, o bien de o tras fuentes. Todo esto m anifiesta, una vez m ás,
la riqueza de la tradición fabulística: ju n to a la pre-Agustana había
o tras fábulas num erosas, en general de estem m ática y tendencia
«m odernas», que eran utilizadas p o r diversas colecciones y m ss. y
p o r auto res griegos y latinos que van de Plauto a los de época im
perial.
E n cuanto a la fecha de la en tra d a de todo este m aterial m argi
nal —p rocedente de Ia u o tras fuentes— en mss. aislados de I, es
un dato m uy a ten er en cuenta que no fue utilizado p o r el red acto r
de la V indobonense o II, cuya fuente principal es precisam ente I.
Utilizaba, pues, en u n a fecha cuyo te r m in u s p o s t q u e m es el si
glo v d. C., u na A ugustana (y una pre-Augustana, que contam inaba
con aquélla) todavía sin ese m aterial.
III. La c o l e c c ió n Ib
H. 151a «El león que se asustó del ratón». Aquí Ib da una versión
abreviada de la de I, con la que a veces coincide literalm ente, por lo
dem ás. Ahora bien, la estem m ática no está clara, cf. p. 72: parece
que de una línea única salen varios derivados y que el de Ib está
próxim o a los de Par. y B. pero coinciden casi exactam ente con
una de las dos versiones de Syr., la 28. La coincidencia final es lite
ral: Ib άλλά τήν πεϊραν (m étrico), Syr. l ’ép reuve. O sea: Ib sigue una
línea derivada, em p arentada de lejos con la de I.
H. 264 «El hom bre y el león que cam inaban juntos». F ábula cuyo
m odelo m étrico p rim ario deja huella aquí, en Par., Dod. y Tetr. Es el
La colección augustana
hace p en sar que esa colección era b astan te tardía, del final de la
época helenística.
Nos hallam os, pues, an te un re d acto r que conoce una o varias
fuentes independientes de la de la Augustana. Conviene ahora volver
sobre el tem a de si Ib, cuando está en la línea de la Augustana, sigue
siem pre el texto de ésta, com o parece deducirse de su calificación
de «paráfrasis» p o r H a u srath o del m ism o proceder de H au srath y
P erry de tra ta r los m ss. de esta colección com o otros mss. m ás de
I 12. Pues bien, a este respecto quiero re co rd a r aquí cosas ya dichas
en «La tradición fabulística...», pp. 209 y ss.
Sin necesidad de re p e tir la ejem plificación, en dicho lugar he
p resen tad o casos en que: a) Ib conserva el verso m ejor que I y la
(H. 177); b) en que o cu rre lo m ism o, pero Ib va acom pañada de al
gún ms. de I (de A en H. 9, de FCas en H. 195); c) en que, adem ás,
está a su lado la (A lalb en H. 26). La ejem plificación es, ciertam en
te, no m uy ab u ndante, pero creo que suficiente. Cf. un nuevo ejem
plo de texto co rrecto sólo en Ib: H. 30 εί περισωθείη.
No hay duda, de todas m aneras, de que en ocasiones Ib altera
fu ertem en te el texto. Cf. p o r ejem plo notorios erro res com o H. 20
γεγυμνασιαρχηκότων, H. 24 κοιλώματα, H. 147 διαρκήσαι y lo que si
gue, H. 180 διετέθης. P or p o n er o tro ejem plo, cito en H. 45 la evidente
alteración εϊλκοντο, oi δε άξονες τρίζοντες que destroza la sintaxis; I da
ειλκον, του δ’ άξονος τρίζοντος. E ste es el punto de p artid a de Ib: un
pu n to de p artid a, p o r lo dem ás, ya alterado, que h a cam biado el
Άμαξαν εϊλκον βόες original p o r un βόες άμαξαν εΙλκον. Como este
ejem plo hay m uchos. Pero no quiere decir tam poco que Ib haya to
m ado el texto alterad o de I, m ás bien hay que pen sar que lo ha
tom ado de un p red ecesor suyo. N aturalm ente, esto no puede decidirse
aquí ni cuando, en la m ism a fábula, I da τί κράζεις (m étrico) y I
τί κραυγάζεις (am étrico).
Pero lo hace m uy verosím il, prim ero, el hecho de la ocasional
m ejo r conservación del verso en Ib, com o acabam os de decir, y p re
cisam ente, a veces, en unión de la o de ciertos m ss. de I (que en
o tras ocasiones acceden ellos solos directam ente al m odelo); y, se
gundo, el hecho de que, tam bién en ocasiones, el texto am étrico
de Ib se en cu en tre igualm ente en algunos m ss. de I. Así, si se repasa
el A parato Crítico de H a u srath p ara H. 44 podrá verse que los mss.
de Ib tienen a veces un texto prosaico innovado p o r ellos, pero que
o tras lo com p arten con m ss. de I: cf. εαυτούς είς τα βάθη τής λίμνης
εδίδοσαν AEGIb fren te al m ism o texto con ενέδυσαν EO (éste sin
εαυτούς). Es fácil que aquí Ib conserve m ejo r que EO el modelo. En
cam bio pienso que el είς τοσοΰτο καταφρονήσεως ήλθον de I conserva
una sem iprosificación derivada de un m ás antiguo εις τοσούτ' ήλθον ¡
I. G e n e ra lid a d es
Si prescindim os de los núm eros duplicados en l a y Ib, de las fá
bulas que hem os declarado de la o quizá de la (si no, añadidos de E,
282 Historia de la fábula greco-latina
Son, en total: 237 fábulas (luego elim ino una). E sta cifra re p re
senta un m ínim o: pues hem os visto que algunos m ss. p resen tan al
gunas fábulas m ás, bien procedentes de la o Ib, bien de o tras fuen
tes a las que accedieron directam ente o en unión de algunos m ss. de
dichas colecciones.
Se tra ta de u na colección m uy extensa, derivada en definitiva
del núcleo principal de fábulas que viene de D em etrio y ha sido adi
cionado con o tras fábulas m ás. Su origen aditicio y m ixto no se ha
inten tad o disim ularlo, com o en colecciones de autor, m ediante reela
boraciones que unifiquen en cierto m odo el estilo y extensión: es la
típica colección anónim a que p resen ta incluso duplicados.
De o tra parte, he de in sistir aquí sobre el hecho de que esta co
lección no tuvo nunca un arquetipo. Independientem ente de los añ a
didos individuales de los mss., a que ya me he referido, en realidad
se descom pone en tres grupos de m ss., habiendo al tiem po im por
tan tes diferencias individuales en tre los del m ism o grupo. Esos gru
pos o mss. se com portan, a veces, com o testigos de tradiciones di
ferentes: han trab a jad o con m odelos que no siem pre son los m is
mos y, adem ás, han ido a ellos directam ente, en ocasiones al m e
nos, y no a través de un m anuscrito interm edio. El origen de la
Augustana está, en p arte, en la existencia de un grupo de colec
ciones próxim as y, en parte, en la progresiva contam inación de los
derivados de esas colecciones. Aun así no se ha llegado nunca a una
unificación com pleta.
A estas altu ra s de este libro no ex trañ ará al lector que insista
en que lo que es cierto p ara una fábula puede no serlo p ara otra.
Cada fábula es un caso y los mss. contienen elem entos de origen
m ixto y contam inado. Ni ex trañ ará si añado que la verdadera y com
pleta h isto ria no puede ser desen trañ ad a aquí totalm ente: apar
te de los problem as intrínsecos de una tradición a b ierta y contam i
nada, y m ás allí donde las circunstancias varían de un lugar a o tro
(de fábula a fábula), sucede que no contam os con un verdadero es
tudio crítico y exhaustivo de los m ss. ni de ediciones satisfactorias,
pese a los progresos realizados. Cham bry, H a u srath y P erry tra b a
La colección augustana 283
F ábulas que faltan en λ: H. 14, 26, 28, 31, 33, 36, 38, 39, 40, 62,
72, 80, 89, 93, 102, 127, 133, 140, 147, 150, 158, 160, 166, 177.
F ábulas que faltan en OE: H. 59, 60, 62, 72, 91, 100, 107, 167, 176,
213, 236, 243, 246, 248, 258, 259.
Fábulas que faltan en AG: H. 100 (tam bién en OE), 134.
13 Sob re fábu las perdidas secund ariam ente en G, cf. Perry, A esopica, p. 301.
La colección augustana 285
4. F á b u la s co n d o s v ersio n es
E sto que o cu rre en A con las fábulas com unes con la, ya hem os
visto que sucede m ucho m ás com únm ente en otros m ss. y, notable
m ente, en E = Pa. Ya en sus S tu d ie s, pp. 150 y ss., Perry señaló
que este m an u scrito carece de 20 fábulas com unes a GA y añade, en
cam bio 19 nuevas (y u n a en ACas): son las fábulas de la y, a veces,
otro s m ss. Más dudosa es la p ro p u esta de Perry de un origen de
estas fábulas en la a p a rtir de E (por vía de K = Pf). En todo caso,
P erry enfocó co rrectam ente la cuestión cuando insinuó que E copió
su texto altern ativ am en te de dos o m ás mss.: solo que no solo fue
E, sino tam bién, a veces, otros m ss. Pero esto hay que referirlo no
sólo a las fábulas com unes con la (y Ib), sino tam bién a los «du
plicados» y fábulas repetidas de que antes nos ocupam os.
E n definitiva: los principales m ss. de I trab a jab an , de u n lado,
con m ss., de la pre-A ugustana m ás o m enos próxim os al verso, m ás
o m enos idénticos en cuanto a su inventario de fábulas; y, de otro,
con m ss. de la y Ib, que a su vez tenían un núcleo fundam ental co
m ún con I, p ero añadían nuevas versiones de fábulas o nuevas fá
bulas. Ya grupos de m ss. (antecesores de los conservados) ya m ss.
aislados tom aban nuevos m ateriales de aquí.
El ca rác te r «mixto» de n u estro s m ss. de I se acentúa cuando aña
den m ateriales de II, IIIS y III en general, p o r no h ab lar de la tra
dición «babriana». E sto es com ún en los m ss. que C ham bry desig
nó con siglas que com ienzan p o r M. Y un caso m uy notable es el de
Cas, p ara el cual rem ito a Perry, A esopica, p. 304. Pero no son casos
aislados. Incidentalm ente, aquí o allá; hem os señalado la presencia
de fábulas de II, IIIS y II I en m ss. de la Augustana. Y sería fá
cil añ ad ir nuevos ejem plos. Por o tra p arte, el texto de I ha pene
tra d o ocasionalm ente en m ss. de o tra s colecciones, cf., p o r ejem plo,
H. 71 y 124 (ms. T, de II), H. 85 (ms. Q, de la). O tro caso diferente
es cuando a los m ss. de I o la se añaden otros de IIIS (véase el
caso en u n a larga serie de fábulas a p a rtir de H. 218): aquí se nos
revela la vía a través de la cual el texto de I y la evolucionó p ara
d ar las nuevas colecciones bizantinas.
« Cf. p. 391.
La colección augustana 291
son los mss. de λ los que casi conservan el m etro; a EAG subyace una
corrupción νευρόν, que h a a rra stra d o otras.
E n H. 146 el cierre final m étrico
Claro está que en o tras ocasiones las diferencias entre los mss.
se explican m ás que p o r textos prosaicos interm edios, p o r altera
ciones individuales del verso conservado todavía en el m odelo y a
veces m antenido p o r tal o cual m anuscrito.
Así, en H. 40 sólo A = Pb m antiene, en el com ienzo de la fábula,
el έκάστοτ' 'εσπέρας m étrico: las alteraciones de los otros m ss. de
294 Historia de la fábula greco-latina
I. G e n era lid a d es
Las fábulas com unes a toda la Augustana, es decir, las que que
dan descontando las que suponem os originales de la y Ib y unas
La colección augustana 295
así com o las estru c tu ras de situación y las anóm alas, que se añaden
a las tradicionales y a las arcaicas regularizadas 17
Pero estas fábulas, insisto, están tam bién, en su m ayor p arte, fuera
de las Anónimas. D entro de este panoram a general de la fábula a
p a rtir de la edad helenística hay que tra ta r de sacar consecuencias
que se refieran m ás propiam ente a la pre-A ugustana y la Augusta
na. Y voy a com enzar p o r analizar la situación de las diferentes fá
bulas de la m ism a d en tro de los ste m m a ta , p ara ver en qué m edida
se tra ta de fábulas únicas o bien difundidas y, e n tre éstas, en qué
estado de desarrollo del texto. Quizá esto nos sugiera algunas con
clusiones sobre las fuentes m ediatas de n u estra A ugustana; sobre
las colecciones de que depende.
Como cosa previa hay que ad v e rtir que los restos de verso en la
Augustana son m uy desiguales. Ello depende de la existencia ya de
verso p rim ario , ya secundario, ya de sem iprosificaciones escalonadas
No siem pre una situación secundaria de una fábula en el ste m m a
quiere decir que conserva m enos verso, pues puede tra ta rse de
verso secundario bien conservado. Pero lo im p o rtan te es n o tar que,
con lo escaso y problem ático que pueda re su lta r el verso en algu
nas fábulas, yo no me atrevería hoy a afirm ar, com o lo hice en «La
trad ició n fabulística...», pp. 264 y ss., la existencia en la A ugustana de
fábulas originariam ente sin verso. E n este libro, vol. I, p. 90, hacía yo
ya ver que un exam en riguroso lleva al descubrim iento de cada vez
m ás resto s m étricos: ahora añado que la existencia de fábulas sin
verso original es indem ostrable.
Al in te n ta r asignar un puesto a la A ugustana (y la pre-Augusta-
na) d en tro de la trad ición fabulística, hay que p a rtir del principio,
ya enunciado, de que pertenece a la línea principal de la m ism a:
contiene m uchísim os elem entos com unes con las o tras colecciones
que hem os m ás o m enos reconstruido. E sta línea principal se dife
rencia, adem ás, de los elem entos m arginales que puedan h ab e r lle
gado a o tras colecciones, m uy notablem ente de las fábulas del P. Ry-
lands, que tienen u na versificación distinta. Cf. vol. I, p. 84. Re
m ontan, en definitiva, a D em etrio y a sus am pliaciones posteriores,
pero a p a rtir de u n m om ento la línea se escindió en dos: y la ram a
del P. R ylands ra ram en te en cu en tra eco fuera de él. La pre-Augus-
tana, es, pues, la continuación de la ram a m ás difundida o del con
ju n to de ram as m ás difundidas; aunque no re p resen ta tam poco la
totalid ad de la tradición de la fábula, u n a serie de fábulas no lle
garon a ella y, en cam bio, se ab riero n paso, com o vengo diciendo,
en o tras colecciones que tam bién utilizaban la línea de la Augus
tana.
2. E ste m m á tic a
que nos hace ver que la m ayor p arte de las veces n u estra Augus
tan a conserva en lo esencial el texto de la pre-Augustana.
E sta pre-A ugustana hay que concebirla com o un agregado de co
lecciones que ha ido progresivam ente am pliándose en un texto ya
sem iprosificado y que ha vivido en u n a serie de redacciones p ró
xim as, p ero con diferencias textuales y en cuanto al núm ero de fá
bulas. R especto a esas diferencias internas, ya hem os hablado. Aquí
me ocuparé de sus hechos centrales: sus 237 fábulas com unes a
los m ás de los m ss. y con u n texto que es, aproxim adam ente, recons-
truible. Se tra ta de ver cuál es el origen de ese agregado y qué re
lación gu ard a con o tras colecciones perdidas a que he hecho alu
sión: las colecciones I y II que tenían a la vista F edro y B abrio,
la colección retó rica abreviada conocida p o r Aftonio y pseudo-Do
siteo, los elem entos fabulísticos m arginales utilizados p o r Aviano,
las fábulas siriacas, las latinas m edievales y o tras. Y, p o r supues
to, p o r la y Ib, que añadieron a u n núcleo tom ado de la pre-Augus
tan a (no, necesariam ente, con el texto que nos ha tran sm itid o la
A ugustana) un cierto núm ero de fábulas.
Como en todo agregado, se puede in te n ta r un análisis sobre la
base de diversos criterios, y aquí em piezo p o r el estem m ático.
Existe u na fábula, H. 234 «El gusano», p resen te en las tres ra
m as de I y tam bién en la, que es el derivado de una fábula bizan
tin a de Dod.: p re sen ta huellas de los dodecasílabos políticos. E ste
es u n caso especial, m ás anóm alo todavía que otros señalados m ás
a rrib a (p. 262) en que m ss. aislados introducen fábulas proce
dentes de una línea ajena a la A ugustana y p resen te en las co
lecciones bizantinas Dod. y Par. Pero es el único: fuera de aquí la
A ugustana viene de la tradición antigua a través de la pre-Augus
tana.
Prescindiendo de esta fábula, las 236 que quedan podrían cla
sificarse estem m áticam ente en los siguientes grupos:
H. 1, 2, 9, 10, 11, 14, 18, 22, 24, 27, 45, 47, 49, 53, 61, 64, 66, *73,
76, 80, 81, *87, 89, 93, 95, 100, 102, 106, 107, 109, 112, 114 I, 117, 119,
120, 126, 134, 136, 137, 138, *139, 142, 145, 148, *149, 151, 152, 154, 155,
156, 160, 161, 162, 163, 164, *168, 170, 173, 174, 176, *177, *178, 179, 180,
*181, 183, *184, 191, *192, 198, 199, 207, 208, 219, *220, 230, 232, *237,
239, 242, *243, 255, *259, *260. En total, 84 fábulas, de ellas 15 en que
las dem ás colecciones bebieron de fuentes secundarias respecto a la
p rim aria conservada en I.
H. 58, 59, 60, 78, 88, 122, 194, 195, 206, 213, 217, 244, 256; total, 13.
H. 3 {V ita A eso p i), 4, 5, 8, 13, 16, 17, *19, 20, 21, 23, 25, 26, 28,29,
30, 33, 34, 36, 37, 38, 41, 42, 43, 48, 52, *54, 55, 56, 57, 63, 67, 68, 69,
74, 75, *77, *79, 82, 84, 85, 86, 90, 92, 94, 96, 97, 99, 101, 104, 105, 108
(Cércidas), 110, 111, 115, 116, *118, 123, 124, 125, 127, 128, 129, 130,
131, 133, 135, 144, 150, 153, 157, *166, 175, 182 (V arron), 185 (Plutarco,
Eliano), 187 {V ita A eso p i), 196, 201, 202, 203, 210, 212, 216, 218, 221,
223, 225, 233, 235, 236, 246, 248, 250, 251, 252, 253; total, 96.
estu d iar todavía. P ara la docum entación de estas aserciones rem ito
a vol. I, pp. 412 y ss., y al Apéndice I.
N aturalm ente, p o d ría pensarse que un red acto r de una fecha re
lativam ente avanzada «repescó» algunas fábulas clásicas y las incor
poró a su apéndice, form ado en su m ayor p arte p o r fábulas nuevas.
Es m ás verosím il, sin em bargo, que fábulas tan conocidas com o las
m encionadas estuvieran ya en la colección de Dem etrio. Es lo m ás
fácil, en consecuencia, que tam bién se en co n traran en la pre-Augus
tana, aunque no fu eran utilizadas p o r los au to res posteriores de fá
bulas. E n cam bio, una gran m asa de fábulas nuevas o derivadas no
conocidas fu era de la Augustana, sigo pensando que proceden de
una fase relativam ente reciente, p o sterio r a aquella conocida p o r
los m odelos de Fedro, B abrio, etc., e, incluso, de las fábulas siriacas.
Sin em bargo, he de volver aún sobre el tem a apo rtan d o datos dife
rentes: los relacionados con la tipología, el origen y la tem ática de
las fábulas.
H. 15a «La zorra y las uvas»: de una de las dos líneas con verso
com plem entario, en unión de Ph.; es presum ible, pues, una versión en
verso o sem iprosificada m ás antigua.
VII. L a C o l e c c ió n A u g u s t a n a (I): t ip o l o g ía , t e m á t ic a y d e r iv a c ió n de
las fá b u la s
1. G e n eralid ad es
anécdotas anim ales o, sobre todo, hum anas, en que una situación
es d esarro llad a a través de la acción de un protagonista h asta su
conclusión: p ero las hay ya en época clásica, cf. p o r ejem plo, la
fábula arquilóquea del adivino (H. 170). T am bién las fábulas etio-
lógicas, sobre un esquem a de este tipo, son en el origen clásicas,
aunque luego se d esarrollaron m ucho. En cuanto a los tem as, al
gunos que podríam os considerar helenísticos com o el castigo del
que procede co n tra la naturaleza o la b u rla del jactancioso o el cas
tigo del malo, aparecen ya en época clásica.
3. Se trata , pues, en definitiva, de una cuestión principalm ente
de estadística: ciertos m otivos y ciertas estru c tu ras son m ás fre
cuentes en época helenística. Pero esto no añade certeza p ara las
fábulas una a una. Se tra ta tam bién de u n a cuestión de com bina
ción de m otivos: es la unión de varios rasgos tard ío s o frecuentes en
la fábula ta rd ía la que hace m ás verosím il que la fábula en que
aparecen sea, ella, tam bién tardía. Por ejem plo, u n a fábula de situa
ción breve, derivada de un m odelo conocido y con tem ática cínica es
casi con seguridad tardía. Pero hay m uchos casos interm edios, du
dosos. Y es que el género fabulístico, aunque ha evolucionado, p re
sen ta continuidad. Y que si en época helenística fue favorecido por
las escuelas que sabem os, es porque encontraban en él tem as que
les eran fam iliares.
H. 87 «El lechón y las ovejas». A gón sim ple Bsit.—C dir./A dir. con
el tem a cínico de la φιλοζωία. Hay un derivado, H. 189.
H. 126 «El cuervo y la zorra». E sta fábula, con su agón sim ple
seguido de una conclusión, tiene el m ism o tem a de la vanidad que
las fábulas arquilóqueas del mono.
H. 155 «El león y el ratón». Igual estru c tu ra: tem a del anim al
agradecido, ya en E stesícoro y en la fábula india.
La colección augustana 311
H. 162 «El lobo y la cabra». A gón sim ple con cierre, en redacción
breve: las argucias del m alo descubiertas. Cf. H. 147, 166, 168. Y la
fábula sum eria citada en vol. I, p. 364.
H. 198 «El asno y el lobo». E squem a doble con lam ento final del
lobo; es el m ism o tem a, esta vez con el ingenio puesto en acción.
H. 242 «El toro y las cabras salvajes». E sta fábula (sit. —B acc./
Adir.) se dirige co n tra el jactancioso que cree que le tem en: no
p resen ta elem entos recientes.
β) O tras fábulas.
No m e atrevo a señalar com o antiguas ninguna de las m uy num e
rosas fábulas de situación a que luego h aré referencia: siem pre
312 Historia de la fábula greco-latina
nant» C, etc.) e incluso del tipo agonal doble, que pueden ser re
cientes. E sto es m ás verosím il en diversos tipos estru c tu rales anó
malos.
Teniendo todo esto en cuenta voy a d ar una relación siguiendo el
ord en num érico, de fábulas posiblem ente recientes. Fábulas y anéc
dotas, en realidad, pues las segundas son notablem ente frecuentes,
lo que no deja de ser característico. Por o tra p arte, hay las que
podríam os llam ar anécdotas anim ales, con alguna de las estru c tu ras
m encionadas, pero sin características propiam ente agonales.
H. 137 «El p erro y el lobo». A gón doble tradicional, pero que in
vierte tem as hab itu ales (el de H. 4, etc.) y p resen ta al p erro en una
posición atípica.
H. 176 «La horm iga y la palom a». Anécdota anim al en dos actos,
im itada, parece, de H. 155, que am plía.
H. 191. «El asno que llevaba sal». Anécdota en dos actos, con el
castigo de la ävoia del asno. P ara el com ienzo, cf. H. 136.
H. 192 «El asno y la muía». A nécdota en dos actos, con lam ento
final. Una vez m ás, tem a de la ävoia del asno y m ezcla de dos
estru c tu ras.
c) C onclu sio n es
1. Id e a s g e n e ra le s
P ara com enzar, son relativam ente ra ra s las fábulas agonales (sim
ples o dobles) anim alísticas que p o r su contenido y falta de rasgos
(derivación de u n a fábula ya conocida, am biente helenístico, etc.)
puedan ser clasificadas com o arcaicas o clásicas. P odrían citarse
sobre todo, creo, H. 6 «Las cabras salvajes y el cabrero», H. 7 «El
gato y las aves», H. 16 «El gato y el gallo», H. 39 «La golondrina y
las aves», H. 41 «La zorra y el lobo», H. 84 «El asno, el gallo y el
león», H. 99 «El cab rito y el lobo», H. 125 «El grajo y los cuervos»,
H. 166 «El lobo y las ovejas», H. 182 «El m urciélago», H. 250 «La
cerda y el perro», H. 252 «El jab alí y la zorra».
En o tras fábulas de e stru c tu ra análoga, el exam en detenido de la
fábula y los datos de n u estro Apéndice I nos hacen m ás cautos. Por
pon er unos ejem plos nótese cóm o en H. 19 «La zo rra y la zarza»,
estru c tu ralm en te norm al, nos hallam os ante una fábula derivada con
u n a zo rra atípica; H. 43 y 70 son dos fábulas derivadas de lo m ism o
(es dudoso si u na de ellas es el m odelo de la otra); H. 48 «El m u r
ciélago» toca el tem a de la oportunidad, que es helenístico; tam bién
es anóm alo el tem a de H. 86; en H. 203 «El asno, la zorra y el león»
hay derivación e inversión de m otivos; etc., etc.
Claro está que tam bién hay fábulas de o tro tipo que pueden ser
clásicas. Así an écdotas com o H. 66 «Los dos am igos y el oso», H. 222
«El p a sto r y el perro», H. 224 «El p asto r y las ovejas».
Como he dicho, las am pliaciones de la colección están llenas de
anécdotas de uno y dos actos (cf. H. 13 «Los pescadores», H. 28
«El m entiroso», H. 116 «El m édico y el enferm o», H. 253 «El avaro»,
etcétera, etc.), de fábulas de situación de contenido cínico (H. 20 «La
zorra y el cocodrilo», H. 58 «La m u je r y la gallina», H. 88 «El to r
do», H. 244 «El pavo y el grajo», etc., etc.); de etiologías derivadas
de las tradicionales o bien cínicas (H. 104, H. 108, H. 110, H. 175,
H. 191) y de o tro m aterial helenístico. Su tem ática general ha sido
estu d iad a en el vol. I, no es preciso in sistir aquí.
3. F á b u la s se c u n d a ría s
4. F á b u la s n u e v a s en l a y Ib y en d iv erso s m ss.
P ara ser com pletos, insistam os en las fábulas nuevas de las co
lecciones y m ss. que acaban de ocuparnos, diciendo que ju n to a
las secundarias las hay tam bién prim arias.
De estas fábulas p rim arias hay algunas sin duda clásicas, aunque
las m ás son helenísticas. La m ás claram ente clásica es H. 238 (en
E, quizá de la) «El jabalí, el caballo y el cazador», que viene de
E stesícoro a trav és de D e m e trio 19. O tras son fábulas helenísticas,
pero seguram ente de originales m ás antiguos: así H. 141 «El nogal»
(variante de 185, cf. un paralelo oriental en vol. I, p. 377) o H. 169
«Las liebres y las zorras». O tras veces se trata, sim plem nte, de fábu
las helenísticas de gran éxito, com o H. 229 «Las dos alforjas». Todo
esto en la. Al au to r de esta colección le extrañaba que fábulas como
estas faltaran en la pre-Augustana, que él utilizaba. Pero en general,
com o digo, p refirió fábulas helenísticas, casi todas p rim arias. E igual
mss. aislados cuyas fábulas añadidas figuran en n u estra relación de
fábulas en la. Casi todas estas fábulas son prim arias.
Tam bién hay fábulas nuevas prim arias (aunque las m ás son se
cundarias) en Ib. Pueden verse en n u estra relación de pp. 278 y ss.: su
carácter helenístico se establece p o r la estru c tu ra, el tem a o el hecho
de conocerse la fuente de donde derivan.
Todo esto nos hace ver que continuaron siendo accesibles fábu
las p rim arias de origen clásico, llegadas a la edad helenística sin
duda a través de Dem etrio. Pero que al tiem po existían fábulas p ri
m arias helenísticas y fábulas secundarias clásicas y helenísticas. O
sea, que el am plificador de la pre-A ugustana no agotó su m aterial:
5. £1 p ro c e so d e c re a c ió n de la s n u e v a s fá b u la s
IX. La a n t ig u a A ug ustana y l a p r e -A u g u s t a n a d e n t r o d e l a t r a d i c i ó n
FABULÍSTICA
nadas, etc., no elim inaba autom áticam ente las antiguas fábulas ni
las antiguas colecciones. En realidad, hay que pen sar que sólo muy
tard íam en te, en plena E dad M edia, quedó reducido n u estro m aterial
fabulístico al estado de ruinas en que lo encontram os. Aun así, sobre
todo en el caso de las fábulas m ás difundidas, ofrece asideros para
h acer u n a reconstrucción su m aria de la h isto ria del género. Los
próxim os capítulos acabarán de com pletarla.
CAPITULO VII
C O L E C C IO N E S M E N O R E S Y F A B U L A -E JE M P L O
I. C o l e c c io n e s m enores
1. C olecciones e n p a p iro s
2. L as ta b la s de A ssen d elft
Voy a recoger aquí, fundam entalm ente, cosas ya dichas: pero ello
no carecerá de interés. En realidad, estam os ante un caso in term e
dio: las fábulas de la V id a (al igual que otro m aterial paralelo: sí
m iles, «problem as», anécdotas varias, m áxim as, etc.) no son citas
sueltas. Se trata , en realidad, de un tipo especial de n arración de la
fábula, u n a serie de ellas va dentro de un m arco biográfico. Cf.
vol. I, pp. 313 y ss., sobre los orígenes del género, pp. 661 y ss., sobre
la p ro p ia V id a de E sopo.
No voy a in sistir ahora sobre el problem a de en qué m edida las
fábulas em igraron de la leyenda no escrita de Esopo, en época clási
ca, a los yam bógrafos y p rosistas o en qué m edidas sucedió lo con
trario . Lo im p o rtan te es que en la prolongación de esa leyenda, la
■V ida, nos hallam os an te una verdadera colección de fábulas, aunque
estén dispersas, apareciendo en los m om entos oportunos de la bio
grafía de Esopo. Son uno entre los varios elem entos característicos
del género de la novela realista helenística, influido tan to p o r el
cinism o com o p o r precedentes orientales, según he explicado en los
pasajes citados y en bibliografía allí citada. Porque n u estras dos
redacciones de la V ida, que rem ontan probablem ente al siglo i d. C.,
tienen raíces m ás p ro fundas: la p rim era redacción de la o b ra es hele
nística, según he propuesto.
Las conclusiones que sobre el origen de las fábulas de la V ida
senté en vol. I, p. 668 y ss., han sido m odificadas en cierta m edida
p o r los resu ltad o s obtenidos en el p resen te volum en, cf. pp. 87 y
siguientes. Pero quedan en pie cosas esenciales: que existen en la
V ida fábulas antiguas perdidas en las colecciones y que sin duda han
llegado a ella a través de D em etrio; y. que o tras fábulas de la V ida
aparecen en las colecciones con un texto diferente, que no es origen
del de la V ida. Hoy pienso —h a podido verse a lo largo de este volu
m en— que el texto de la V id a y el de las colecciones, incluso la
del cód. F, p resen tan verso com plem entario.
E videntem ente, la V id a depende de u n a antigua colección con
fábulas ya antiguas ya recientes, ya pasadas a las colecciones ya no
incluidas (o perdidas) en éstas. E n tre las pasadas a las colecciones
destacan aquellas fábulas en que las colecciones y la V ida dependen
de textos sem iprosificados diferentes, pero en definitiva de una m ism a
y única versión m étrica prim aria. O bien la V id a y ΙΙΙδ o la V ida
y F p resen tan sim plem ente verso com plem entario, derivado tam bién
de u n m odelo único (cf. su p ra , p. 91).
E n definitiva, la V id a de E so p o , com o la Antigua Augustana, la
colección del P. R ylands y o tras m ás, depende de un original que a
fábulas clásicas de Dem etrio añadía o tras m odernas, m uchas de ellas
cínicas. E sta colección fue poco conocida p o r la posteridad: varias
Colecciones menores y fábula-ejemplo 337
de sus fábulas no fueron citadas nunca m ás, o tras sólo tard íam en te
fueron salvadas p o r III§ o F o M, que sin duda enco n traro n en
Bizancio, todavía, un ejem plar de la m ism a. Claro qu hay unos pocos
casos en que u n a fábula está en los dos lugares, con verso, como digo,
com plem entario; y algunos otros en que la V id a ofrece sólo u n a alu
sión a una fábula conocida p o r nosotros a través de las colecciones.
Así, el a u to r helenístico de la Vida, de lo que dispuso no fue de la
colección de Dem etrio, sino de una colección versificada que añadía
al m aterial de D em etrio otro p o sterio r de tipo cinizante. Se tra ta b a
siem pre de verso prim ario; cuando una fábula era la m ism a de
F. An., el texto era idéntico. E sto nos ilu stra m uy bien el carácter
de las colecciones helenísticas. Y cóm o de en tre tres que conocem os
(aunque p eo r la del P. Rylands, es de suponer que sus fábulas no
coincidieran exactam ente con las de F. An.) sólo una, la Antigua
Augustana, encontró gran difusión (para ser desplazada luego por
derivados suyos com o la Colección II o «babriana» y p o r su m ism a
derivación la pre-Augustana). E sas tres colecciones, p o r o tra parte,
no debían de e sta r solas: es fácil que hu b iera o tras m ás, con m ate
rial m ixto de D em etrio y posterior, de las que obtuvieron fábulas
antiguas colecciones com o la de Aviano, el A eso p u s ad R u fu m , la
am pliación de F. An. III, etc. Y, p o r supuesto, los autores de que
a continuación vam os a ocuparnos.
4. F á b u la s d a c tilic a s
Todavía q u erría m encionar o tra colección (o quizá colecciones)
de fábulas que no ha sido m encionada h asta ahora: la que subyace
en u na serie de citas dactilicas de fábulas que aparecen en fuentes
m edievales, casi siem pre en la Suda, atrib u id as a las «fábulas»
(εν μύ&οις, έν μυ&ικοΐς), alguna vez a B abrio (s. v. έτοαρείη). La ex
presión es am bigua, y a veces el contenido tam bién: diversos frag
m entos han sido atrib u id o s en ocasiones a Calimaco. Pero quedan
los suficientes p u ram en te fabulísticos p a ra que no pueda ponerse
en duda la existencia de u n a colección antigua dactilica: quizá, como
digo, m ás de una. E staba escrita en dísticos elegiacos: nunca h alla
m os en las citas dos hexám etros seguidos *.
Crusius, que ed ita estos fra g m e n to s2, ve m uy bien que la Suda
encontró este m aterial m ezclado con el propiam ente de B abrio (ba
b rian o en sentido am plio, diría yo); supone que se tra ta de im itacio
nes de B abrio, p recisam ente aquellas aludidas en el segundo prólogo
del poeta (cf. vol. I, p. 118). Y ello p o r el ca rác te r arcaizante y a rtifi
cioso del lenguaje.
1 Los del fr. 2 Cr. estab an d isp ersos en la fábu la, fr. 24 Cr. e s de la
A n th ologia Planudea.
2 Páginas 215 y ss. de su edición, cf. tam bién p. XC.
338 Historia de la fábula greco-latina
9 Cr. = H. 95 = B. 95.
10 Cr. = no H. 209 = B. 108.
11 Cr. H. 259 = B. 115.
12 Cr. H. 198 = B. 122.
13 Cr. - H. 262 Ib = B. 38.
14 Cr. = H. 100 = B. 96.
15 Cr. = H. 190 (tam bién Dod. 274)
16 Cr. = no H. 151 = Plu. 157 B (?).
17 Cr. — H. 263 = B. 64.
20 Cr. = H. 229 = B. 66 (?).
22 Cr. — H. 24 = B. 86.
23 Cr. no H. 278 = T etr. I 2 2 4.
1. G e n era lid a d es
dida del verso. Por o tra parte, no puede excluirse el proceso inverso
al que estam os investigando: que una fábula-ejem plo haya sido to
m ada de tal o cual a u to r p ara in co rp o rarla a ésta o aquella colección.
E sto es lo que se ha p ropuesto p a ra varias fábulas, que algunos creen
que en ciertas colecciones fueron añadidas a p a rtir de Plutarco,
Aquiles Tacio y, sobre todo, la V id a de E sopo. He negado esto en los
casos de referencia, p ero puede ser verdad alguna vez.
Un problem a especial se nos p resen ta en la fábula-ejem plo de la
edad helenística. Hay, a veces, un problem a de lím ites: así, H. 122
«El jard in e ro y el perro» es aludida por M enandro, D ysc. 633 y si
guientes, p ero no sabem os si ésta es la fuente de D em etrio o si es
un derivado del m ism o m odelo usado p o r Dem etrio o, incluso, un
derivado del propio Dem etrio. O tras alusiones m ás tard ías no son
evidentem ente fuente de D em etrio, pero las o tras dos hipótesis
quedan en pie com o posibilidades. Si repasam os d en tro de la lista
idel vol. I, p. 547, éste puede ser el caso p ara H. 15a «La zorra
y las uvas» (alusión dudosa en Teócrito), H. 40 «El astrólogo» (id., en
Ps. C alístenes), H. 103 (id., en Filodemo), H. 108 (id., en Cércidas),
H. 139 «El p erro y la liebre» (id., en Dem etrio, De eloc.), H. 178 «El
náufrago y el m ar» (id., en Ps.-Calístenes). Véase que en esta lista
dejo de lado fábulas de la V ida de E so p o (ya vistas) y la A nthologia
P alatina (que exam inaré en conjunto) y o tras en autores latinos de
los siglos il y i a. C., que tam bién exam inaré luego.
De todas m aneras, la lista precedente, p o r reducida que sea,
ofrece algunas cosas de interés. La prim era, dam os un testim onio
de la fábula cínica independiente de n u estras colecciones: se tra ta ya
de fábulas clásicas repescadas ya de fábulas nuevas, pero casi siem
p re n arrad a s ahora d en tro de esta orientación: tem a del desprecio
de la ciencia in ú til (H. 40), de la belleza tom ada de prestado (H. 103,
cf. el Κ ολοιός de Diógenes, fuente probable de la fábula), de la do
blez (H. 139); tem a de la lib ertad de vida (H. 108) y de la naturaleza
(H. 178). Es bien clara la difusión en la época de este tipo de fábulas,
de las que luego bebieron tan to el cread o r de la Antigua Augustana
com o el de la colección del P. R ylands (cf. supra, p. 317). Por o tra
p arte, la versión de la fábula del grajo aludida p o r Filodem o es p a r
ticu larm en te arcaica. Su referencia a las «plum as ajenas» (άλλοτρίοις
εαυτόν π[τερο Γς κολοιού τρόπον κε]κόσμ[ηκεν]) nos recuerda la version
de Libanio y T etr., de u n tipo previo tan to al de F. An. com o al de
B abrio.
P or o tra parte, conocem os varias fábulas, al m enos cuatro (vo
lum en I, p. 548), que son citadas p o r au to res helenísticos, a saber.
Calimaco, el ps.-Calístenes y Antífilo (en AP) sin que encuentren
correspondencia en las colecciones. Evidentem ente, ap a rte de las
fábulas de D em etrio corrían m uchas otras, heredadas o nuevas, en
la edad helenística: sólo algunas de ellas fueron incluidas en las
Colecciones menores y fábula-ejemplo 341
a) M eras a lu sio n es
H. 3 «El águila y el escarabajo»: Luciano.
H. 27 «La zorra y el busto»: Apostolio.
H. 30 «El náufrago»: Zenobio.
H. 33 «El atleta jactancioso»: Apostolio.
H. 44 «Las ran as pidiendo rey»: Dión C risóstom o (?).
H. 45 «Los bueyes y el eje»: Filogelo (?).
342 Historia de la fábula greco-latina
5 E s decir, de la form a de esta fábu la, desd e que quedó fijada. Igual en los
casos que siguen.
Colecciones menores y fábula-ejemplo 345
conocidas p o r nosotros: esto pru eb a la riqueza de la tradición. Muy
concretam ente, las versiones que ah o ra van a ocuparnos ayudan a
re s titu ir en algunos casos un texto de la Antigua A ugustana m ás
arcaico que el de n u e stra Augustana.
H. 147 «El león y la zorra». Lucilio depende, com o B., del verso
prim ario.
H. 151 «El león que se asustó del ratón». Tzetzes parece derivado
del m odelo antiguo de la línea única, con proxim idad especial a Par.
y Sy. (Par. 2 χαΐται, Ίζ.α ύ χ έν ι; cf. tam bién el final del cierre); F. An.
y B., cada uno p o r su lado, h an m odificado b astante.
H. 164 «El lobo y la oveja». Aludido quizá p o r Plauto, Trin. 169-
172.
H. 229 «Las dos alforjas». P robablem ente la versión de T em istio
(cf. un eco en Tzetzes) viene del m odelo com ún, que conserva b astan
te bien la unión de B. y Par.
H. 267 «El m osquito y el león». Aquiles Tacio y Ib vienen de un
m odelo sem iprosificado, hay en am bos verso com plem entario.
H. 287 «La ra n a y la zorra». Aquí la línea única está, a m ás de
en Tem istio, en Aphth., Par., Av. y B.: éste ha introducido χω λός 'cojo'.
346 Historia de la fábula greco-latina
que está en sus derivados, las tre s versiones precedentes. Tem istio
conserva, a juzgar p o r la traducción árabe que es n u e stra fuente, el
antiguo χλω ρός 'pálido'.
no H. 288 «Un h erm ano y una herm ana», anécdota cínica sobre
la belleza y la v irtu d en Plu., Diógenes Laercio y Fedro.
H. 136 «El p erro que llevaba carne». La versión de Teón creo que
viene de la de la Antigua A ugustana: p resen ta coincidencias con
F. An. I, m ás cosas arcaicas conservadas fuera de allí (así φέρων y
δ μεν άφήκε άπ έβα λε,ο ί. Aphth., Rom.). T am bién viene de dicha ver
sión antigua D oxópater. Luciano es u n a alusión.
Colecciones menores y fábula-ejemplo 347
H. 158 «El lobo y las avejas». Libanio, igual que Aftonio y Dod.,
rep resen tan u n a reducción inicial de la versión 1 de F. An. I, F. (hay
o tra, com plem entaria, en V .A e s.; y o tra reducción en Par., B.).
Así, lo m ism o que cuando la versión p rim aria 1 era única a veces
n u estra trad ició n in d irecta llegaba a estadios arcaicos de la m ism a,
tam bién sucede eso aquí, cuando ju n to a ella hay una segunda ver
sión p rim aria o u n a secundaria. Pero nótese que a veces la dependen
cia es a p a rtir de una versión ya resum ida.
H. 136 «El p erro que llevaba carne». M ientras que Teón seguía la
ram a 1, Epifanio conoce la 2 (en pseudo-Dositeo, Sy., B., Aphth., Branc.:
ra m a abreviada). H ay coincidencias claras σκιάν μείζονα, etc., cf. pseu-
348 Historia de la fábula greco-latina
H. 132 «El vien tre y los pies». Cf. p. 114, donde explico que la
fábula relatad a p o r Titio Livio, Dionisio de H alicarnaso, Plutarco,
M áximo de Tiro y Róm ulo (de Fedro) es la que directam ente p ro
viene de un original egipcio, a través de uno griego. Supongo conta
m inación, a p a rtir de éste, en la versión de F. An. y Sy., p o r lo dem ás
tam bién derivada de la egipcia.
Η. 199 «El asno y la piel de león» (cf. p. 232, donde hago ver
que Luciano y Tzetzes pertenecen a la m ism a línea de Par. y T etr. 1).
Ahora bien, en estos dos testigos de la tradición indirecta (y en el
proverbio citado p o r Apostolio) la fábula se localiza en Cumas. No
creo que haya razón p ara negar que este rasgo (posterior al m odelo
de la m ism a en Platón) se in tro d u jo bien en el m odelo de D em etrio
(perdiéndose luego fu era de nu estro s testigos), bien en un m om ento
dado, d en tro de la tradición de dicha línea. Pienso que es preferible
la p rim era hipótesis.
Η. 285 «La mula». P lutarco ofrece una versión d iferente del tem a
(que rem o n ta a Arquíloco), en la que introduce com o pro tag o n ista a
una m uía lidia. Es u na cita prosaica, de m em oria.
Colecciones menores y fábula-ejemplo 351
no H. 182 «El león y tres toros». Tem istio está estrecham ente
em p aren tad o con la versión de Aftonio y B abrio. Pero Tem istio coin
cide con o tra ram a, la de las fábulas siriacas, en p re se n ta r solo dos
toros, que son enem istados p o r el león (seguram ente, el tem a está em
p aren tad o con el inicial del P a ñ c a tra n ta ). E sto parece lo m ás antiguo.
R esulta, pues, que Tem istio viene de un antiguo m odelo y conserva
cosas m ás arcaicas que Aftonio y B abrio; m odelo del cual, en reali
dad, la versión de Sy. es un resum en (Av. introduce o tra m odificación,
cu atro toros). Parece, pues, la m ás arcaica la versión de Tem istio.
5. L as n u e v a s fá b u la s d e la tra d ic ió n in d ire c ta
a) H erm esianacte:
y _ ] αδελφοί τυγχάνοντες [ _ !^ y
y _ u _ y ]καί προσηνής, σιιμπσβώς
εγηροβόσκει τούς γονείς ό δέ KiSaipcbv
y _ υ _ ] εφόνευσε τον γεννήσαντα
y _ U _ y _ υ ] Έρινύων μυχός
Μ ουσών [u _ y _ u] ενδιαίτημα.
y _ u _ y _ πελάγει κατασχούσης
διψώσιν[ ~]αλλοις έμπόροις καί ναυκλήροις
ϋδωρ πιπράσκων άργύριον[ ^συνήΰροισεν.
no H. 151 «La casa del perro». O tra vez solo en P lutarco. El p erro
de E sopo —dice— p ensaba en el invierno co n stru irse una casa, pero
en el verano no lo hacía: No hay verso claro (es, com o la anterior,
una alusión rápida). Es una fábula cínica, co n tra la holganza.
no H. 235 «La som bra del asno». Anécdota de Dem óstenes en Plu
tarco, sem ejante a la de Dém ades en H. 63: critica la frivolidad.
C ontiene resto s de verso. Puede reconstruirse:
νεανίας ώρα Μ ρους (m ss. v., εφη, 9. &.)
övov Μέγαράδε [ _ u _ y _ y y
εκάτερος αυτών υποδύεσ9αι έβούλετο (m ss. έ. ύ.)
υπό τήν σκιάν [ y _ u _ y
ι:ϊ9 vro'p ον ου σκιάς άκούειν βούλεσΒε (mss. εφη β. à.)
—u —υ ] πραγμάτων ού βούλεσ9ε;
acceso. Con frecuencia los datos que ap o rtan hacen conocer m ejor
el verso de las que ya conocíam os. Y añaden nuevas versiones en
verso.
H em os visto q ue los autores a que nos estam os refiriendo tu
vieron acceso ya a m odelos de los que viene toda la tradición, ya a
m odelos de los que hem os llam ado tipos 1 y 2, ya a otros (al del
P. Rylands, a las versiones reducidas conocidas p o r Aftonio, a casos
aislados diversos). Un m ism o a u to r com o Diodoro de Sicilia puede
conocer fábulas de las dos líneas m encionadas (la 1 p ara H. 31, la 2
p a ra H. 145); igual D oxópater (la 1 p a ra H. 136, la 2 p a ra H. 31). Las
dos líneas se en cu en tran a veces en diferentes autores: la 1 de H. 136
en Teón y Doxópater, la 2 en Epifanio.
Pienso, en definitiva, que en una gran m edida las referencias a
fábulas en los diveros autores proceden de las colecciones existen
tes. No todas, quizá: ya he dicho que m uchas son m eras alusiones
o referencias al tem a, que otras p resen tan todas las trazas de la tra n s
m isión oral. Aun en este caso, la fuente úlitm o debe de e star gene
ralm en te en las colecciones. Con la excepción ya m encionada de la
época helenística.
La relación de fábulas de la tradición indirecta a lo largo de este
capítulo hace ver claram ente la gran difusión del género. P rescin
diendo de los au to res helenísticos m encionados en p. 340 (entre los
cuales y los aquí relacionados no hay, a veces, un corte claro), he ci
tado a lo largo del capítulo exactam ente 66 au to res o colecciones
(así la AP, con varios autores). Como au to res griegos h asta el na
cim iento de Cristo, m ás o m enos, hay que citar a M enandro, Teócrito,
Cércidas, el Pseudo-Calístenes, Filodem o, D em etrio, varios autores
de la AP, Diodoro. Es notable, de o tra p arte, la tem p ra n a e im por
tan te introducción de la fábula en Rom a: Ennio, Lucilio, Plauto,
Terencio, Catulo, V arrón, Cicerón, H oracio, Ovidio, Tito Livio y
algunos auto res p o steriores. Acceden, con frecuencia, a versiones
m uy antiguas de las fábulas. Pero el núcleo m ás grande está en los
au to res griegos de edad im perial, e n tre los que P lutarco (31 fábu
las) y Luciano (19) ocupan el lugar de honor, siendo im portantes,
e n tre otros, y no tan to p o r el núm ero com o p o r el arcaísm o de las
fábulas que tran sm iten , autores com o Tem istio, Libanio, Máximo de
Tiro, Eliano y Dión C risóstom o. Vienen luego los parem iógrafos y
1 com en taristas de edad bizantina: dejo ap a rte la nueva fábula bi
zantina.
Algo podem os adivinar sobre las fuentes fabulísticas de los di
versos autores, que no hubieron de ser únicas p a ra cada uno y en
algunos casos es clarísim o que no lo fueron.
H oracio (7 fábulas) sum inistra un m aterial fabulístico m uy a n ti
guo, sin adscripción a una colección precisa ni coincidencia siste
m ática de las citas con otros autores. Tam bién es notable el arcaísm o
360 Historia de la fábula greco-latina
de las fábulas de Libanio (3) y de las de Eliano (7). E ste últim o usó
en dos casos (H. 185 y H. 191), u n a colección m an ejad a tam bién p o r
P lutarco: u n a fuente secundaria que refería algunas fábulas a Te-
m ístocles y a Tales (cf. tam bién H. 40, H. 235, no H. 37, no H. 97, etc.);
quizá era u n a colección de anécdotas o χρείαι: cf. p. 151, sobre Fedro
y dicha colección. M anejaba sin duda m aterial disperso, así en el
caso de la fábula del león agradecido (no H. 198): un m aterial que
en este caso, fue a p a ra r tam bién a Fedro.
Y quiero h acer u na referencia m uy especial a Tem istio, que tiene
acceso lo m ism o a versiones arcaicas (H. 46) que a las «versiones
reducidas» que le son com unes con Aftonio (H. 287, no H. 183) y p ro
ceden de u na colección im perial a la que m e he referido ya (cf.
p. 241).
E specialm ente im p ortantes son los casos de Luciano y Plutarco.
El p rim ero p resen ta m uy raram en te fábulas en verso (pero cf. no
H. 24). Da la im presión de que cita las m ás veces de m em oria, aun
que a veces se refiere a fábulas de una línea concreta, incluso a r
caica, y a fábulas nuevas. Unas pocas fábulas suyas coinciden con
las de otro s auto res (H. 191 en Eliano y P lutarco, no H. 229 en Dio-
genes Laercio y Valerio Máximo). Todo esto ap u n ta a una m u lti
plicidad de fuentes, citadas en general poco literalm ente.
El caso de P lutarco es, en realidad, diferente: ju n to a una serie de
fábulas citadas en alusión o en versiones reducidas en prosa, que
revelan conocim ento p o r vía oral o de m em oria, hay m uchas fábulas
en que este au to r sigue paso a paso los originales poéticos o semi-
prosificados, de los que conserva el verso en una buena m edida. A
veces esos originales revelan una línea m ás arcaica que la de las
colecciones y, tam bién, ofrecen con frecuencia nuevas fábulas.
Las fuentes deben de ser m ixtas, m uy mezcladas- de línea única
de línea 2 y estas o tras, cuando es posible opinar. Ya he dicho que
en tre o tras, m an ejab a una colección que tam bién Eliano conocía
O tra fu ente m arginal es la que le procuró fábulas que, fuera de am·’
solo se en cu en tran en el ms. F. (H. 290, H. 291); colección c o n o c ió
tam bién p o r Aquiles Tacio y la V id a de E so p o antes. Pero es notable
sobre todo la presencia en P lutarco de fábulas que. fuera de él, se
en cu en tran p rincipalm ente en Fedro. Ya las señalé en vol. I, p. 542
y tam bién m e ocupé de esta c u e stió n 8 en este m ism o vol., pp. 149 y ss.
En ocasiones he dejado en claro que el m odelo reconstruible a tra
vés de P lutarco es m ás antiguo que Fedro, que llega a alterarlo p ro
fundam ente: así cuando atribuye a Esopo la anécdota de Tales en
P lutarco sobre los hijos sem ianim ales de los pastores. E sto debe de
ser cierto tam bién en los casos m enos claros. P or lo dem ás, ya hice
co n star que no es seguro que estas fábulas procedan todas de una
LA FABULA E N LA EPOCA M ED IE V A L
CAPITULO I
LAS FABULAS D E L C O D IC E BRANCACCIANO
I. G eneralidades
1 «R ecensioni retorich e delle favole esopiane», R1GI, 16, 1932, pp. 35-68 (la edi
ción en pp. 35-38).
366 Historia de la fábula greco-latina
Si ese final (im itado p o r B ranc. en sus yam bos) es, como creo,
innovado respecto al de F. An., hay quizá una contam inación.
B ranc. 5 (= H. 10) «La zorra que nunca había visto un león». Del
m odelo p rim ario existente, único, quedan huellas en F. An. I, II
370 Historia de la fábula greco-latina
B ranc. 11 ( = H. 99) «El cab rito y el lobo flautista». Tam bién aquí
hay m odelo único que, en este caso, sólo se refleja, ap a rte de en
n u estro códice, en F. An. I y III. Y tam bién aquí B ranc. p resen ta una
versión derivada: creo que de III, que com o ella cam bia el género
de εριφ ο ς, que hace fem enino (contra el m etro).
B ranc. 12 (= H. 284 ΙΙΙγ ) «El hom bre que rom pió una imagen».
Del m odelo único sale de un lado B abrio, de otro el conjunto de
versiones de III, Par. y Dod.: hay que n o ta r que II I ofrece prosifica-
ciones de los dodecasílabos políticos de Dod. En cuanto a B ranc., p re
Las fábulas del códice Brancacciano 371
sen ta yam bos bizantinos, con ciertos erro res m étricos. Es fácil que
venga de Dod., con el que p resen ta m últiples coincidencias; pero
tam boco puede excluirse que derive de un m odelo m étrico antiguo,
sem iprosificado, pues existen ciertas coincidencias con B abrio
(Β. ζύλινόν τις... είχε- / B ranc. θεόν ζύλινον ειχεν / Dod. II I ξύλινον θεόν
εχων) y ciertos elem entos m étricos que pueden ser antiguos. La hi
pótesis de u na contam inación es, quizá, la m ás aceptable.
III. C onclusiones
I. G eneralidades
Llam am os en con ju nto fábulas siriacas tan to a las que nos han
sido conservadas en esta lengua y que utilizam os siguiendo la tra
ducción de la h erm an a B runo Lefèvre com o a las del llam ado Sin-
tipas, trad u cid as al griego p o r M anuel Andreópulos en el siglo xi des
pues de Cristo, y que estudiam os siguiendo la edición de H ausrath.
Usam os las siguientes abreviaturas: Synt. = S intipas, Syr. = fábulas
siriacas de la h erm an a Lefèvre, Sy. = conjunto de uno y otras. Den
tro de Syr. distinguim os en tre las tres colecciones m ediante el m ism o
sim bolism o de la trad u c to ra: los núm eros rom anos indican la co
lección 1, los árab es la 2, los rom anos en cursiva la 3.
En térm inos generales todas estas fábulas provienen de los m is
m os originales, que son originales griegos del fin de la Antigüedad.
H em os dado u n a p rim era panorám ica de las m ism as en vol. I, p á
ginas 146 y ss. P or lim itarnos, ahora, a las propias fábulas y no a su
origen, hay que señ alar que es lo m ás norm al que las fábulas apa
rezcan a la vez en am bas líneas de la tradición, pero las hay que
están en Synt. y faltan en Syr. y al revés; d en tro de estas últim as
fábulas, es ra ra la presencia de u n a fábula en las tres colecciones (la
últim a sólo tiene 10): h abitualm ente están en dos o en una. Parece
claro que los diversos m anuscritos de fábulas siriacas elegían de m a
n era diversa d en tro del fondo com ún. P or o tra p arte, sucede que
esta tradición está insuficientem ente editada. Una colección deriva
da de las m ism as fuentes, pero que tran scrib e el siriaco en caracteres
hebreos añade u n a fábula, «Los perros»; y sobre todo, las coleccio
nes árab es de fábulas atrib u id as a Loqm an y que proceden tam bién
de esta m ism a tradición, están en buena m edida inéditas. Así, en
definitiva, el que u n a fábula en tal o cual colección de Syr. o en
374 Historia de la fábula greco-latina
veces la incom patibilidad del texto de Sy. con los restos m étricos
conservados en F. An. u otros lugares, im plica bien alteración, bien
perten en cia a o tra línea. Por o tra p arte, ciertas fórm ulas, incluso en
traducción, reflejan determ inados esquem as m étricos.
N uestras consecuencias las exponem os al comienzo, p ara que pue
da com prenderse m ejo r lo que sigue. Son éstas:
Las fábulas del tipo 1 en que no se puede decidir en tre las dos
hipótesis —derivación a p a rtir de una fábula de n u estras colecciones
de F. An. o a p a r tir de una, perdida, que está en su base —son num e
rosas y no vam os a exam inarlas una a una, aunque sí a m encionar
las, dejando al lecto r que, con ayuda del Apéndice I, confirm e o no
nu estras conclusiones. Veamos, eso sí, algunos ejem plos. Advertim os
previam ente que los epim itios están frecuentem ente cam biados (en
todo Sy. o en alguna de sus ram as) y que a veces hay leves alteracio
nes en tal o cual versión de Sy. No hacem os alusión a todas, pero
sí a algunas que pueden ser significativas. El enunciado de las fábu
las lo hacem os com o de ordinario: con el núm ero H., las correspon
dencias en las fábulas estudiadas (Sy.) y el título.
H. 114 = Synt. 43, Syr. XL, 40 «La cigarra y la horm iga». La ver
sión de Sy. pertenece a la línea prim aria, cuyo principal rep resen
tan te es Ib, con m ucho verso. Pero a veces no ofrece sus innovacio
nes, sino cosas próxim as a B abrio que hem os de considerar arcaicas:
así en cu en tran en él correspondencia pasajes como (citando por
Synt.) ώρα χειμώνος, τι άρα πράττω ν διετελεις, επει τότε ματαίως εμελώδεις.
La conclusion es la m ism a: Sy. viene del m odelo de esa línea prim aria.
H. 151 = Syr. XXVI, 28 «El león que se asustó del ratón». Tam
bién en esta fábula de línea única Sy. diverge a veces de F. An. p ara
acercarse a Par. y B abrio. Como en estos (y a diferencia de F. An.) el
león está «plein de colère», m ientras que, en cam bio, hay coinciden
cia con F. An. en otro s pasajes (άλώπηξ δέ αυτόν 9εασαμενη, segura
Las fábulas siriacas 379
H. 230 = Synt. 23, Syr. X X II, 26 «El niño que se bañaba». Hay en
general coincidencia de S. y de F. An. I, pero Synt. se aproxim a
a Par. en la indicación inicial de que el niño no sabía nadar; quizá
sea antiguo, en todo Sy., el discurso directo del hom bre al niño.
H. 242 = Synt. 40, Syr. LIV «El toro y las cabras salvajes». Sy. va
en general con F. An. I (línea secundaria), pero en el com ienzo coin
cide con todo el resto de la tradición (línea prim aria, con Dos.,
B abrio) co n tra dicha versión.
Como dijim os, hay un grado diferente de seguridad según los ca
sos. El m ás hipotético es aquél en que Sy. m antiene el estilo directo
allí donde en F. An. (sobre todo en I) aparece el indirecto, dándose
la circu n stan cia de que el directo aparece en otro u otros testigos.
Procediendo de los casos m enos seguros a los m ás seguros, cite
m os en tre los p rim eros los de algunas fábulas en que lo esencial es
que Sy. m antiene el estilo directo y, a veces, una extensión m ayor,
red u cid a luego p o r F. An. y o tras versiones. E ste es el caso de H. 7
«El gato y las gallinas» (F. An., de o tra parte, innova y contam ina
con H. 103, el estilo directo se pierde, salvo en el cierre, m ientras que
se conserva en B abrio, Tetr., B ranc.); H. 60 «El viejo y la m uerte»
(el doble estilo directo tam bién en Tetr.)·, H. 121 «El jardinero» (el
estilo directo en la versión de la V. Aes., ram a independiente);
H. 132 «El v ientre y los pies»; H. 140 «El m osquito y el toro» (el
estilo d irecto está en B abrio; ciertas cosas de Sy. que faltan fuera
de ahí, posiblem ente h an sido elim inadas); H. 162 «El lobo y la cabra»
(más am plio y directo que en F. An. I, com o en Aviano).
E n o tras fábulas, con o sin el argum ento del estilo directo y de
ciertos elem entos quizá arcaicos, hay otros que pueden ser decisivos.
Se refieren a hechos diferentes.
H. 51 = Syr. L. Cf. p. 115.
H. 89 = Synt. 27, Syr. XXX «La oca de los huevos de oro». Sy. ca
rece de la am pliación inicial de F. An. I (H erm es dió la oca a la
m u jer). De o tra p arte, p resen ta (única de las versiones) coincidencia
con el ούκ άναμείνας de F. An. I; y tiene un cierre final de lam ento
de aspecto arcaico. Parece, pues, contener elem entos antiguos luego
conservados o no, según los casos, p o r las dem ás versiones.
H. 139 = Synt. 50, Syr. 70 «El p erro y la liebre». Aquí la clave
está en que en Sy. el p erro lam e la sangre de la liebre (Synt. αίμα,
Syr. «le sang») lo que es infinitam ente m ás lógico que que le lam a los
labios (τά χείλη), com o quiere F. An. I: es una innovación a p a rtir de
u n a falsa in terp retació n del φιλεϊν del p erro a la liebre. Sy. seguía,
pues, u n a versión arcaica. No sabem os si tam bién B abrió, que ab re
viaba el pasaje.
H. 217 = Synt. 8, Syr. V III, 10 «La palom a sedienta». S. añade
algunos elem entos al texto de F. An. I-III (tam bién quita otros). Pue
den ser arcaicos: al m enos, esto es m uy verosím il en el caso del
lam ento final de la palom a, que falta en F. An.
H. 258 = Synt. 3, Syr. V, X L IV , 7 «La golondrina y la corne
ja». El cierre de la co rneja elogiando su propio plum aje y critican
do el de la golondrina, tiene en F. An. I-III, en Synt. y Syr. tres
versiones d iferentes que se entrecruzan. Los cu atro térm inos (com-
Las fábulas siriacas 381
H. 119 = Synt. 59, Syr. X L III, 73 «El cam ello y Zeus». Sy., igual
que Par. y Dod., viene de una versión resum ida, en 4 versos, derivada
de la p rim aria (en F. An. I, Aviano). Pero conserva cosas que han
desaparecido en Par., Dod. (sobre todo cf. Synt. οργιστείς, Syr. «il s ’
em flam m a en colère» ju n to a H. I άγανακτήσας, Aviano arridens).
H. 136 = Synt. 28, Syr. XXXI, 33 «El p erro que llevaba carne»,
Sy. pertenece a la versión secundaria, caracterizada p o r el «arrebatar»
la carne y p o r «la som bra (o im agen) de la carne» m ayor que la
p ro p ia carne. Pero es u n a versión m ucho m ás am plia que las resu
Las fábulas siriacas 383
H. 138 = Synt. 61, Syr. XLIX, 49 «Los perros ham brientos». Los
p erro s se convierten en lobos y cierra un hom bre, en vez de term i
narse con la acción (línea p rim aria en F. An. I, Fedro y Plutarco).
P ara la in terp retació n de esta tradición, rem ito a pp. 319 y ss.
Se tra ta ah o ra de ver cuál es la relación, en estas fábulas, en tre
F. An. y Sy. o en tre las diversas colecciones subordinadas: algo que es
Las fábulas siriacas 385
difícil de estab lecer p o r falta de térm inos de com paración, com o di
jim os. En algún caso esos térm inos de com paración existen, sin em
bargo, en el m odelo clásico o en una ram a m arginal com o la V ita
A esopi.
E n térm inos generales, no puede decidirse si en estas fábulas el
m odelo de Sy. es una de las colecciones Anónimas, o bien un original
an te rio r a am bas fuentes. Sin em bargo, hay que hacer algunas obser
vaciones de detalle, que a veces hacen probable una conclusión.
En H. 59, Sy. bebe en un m om ento dado del ευρών de PfPh (la), no
de I: la fuente estab a en p a rte de la tradición de F. An., no en toda.
En H. 121 la versión de Sy. es m ás com pleta que la de F. An. y tiene,
a diferencia de ésta, estilo directo (tam bién en V id a de E so p o ). Es
fácil que venga de un m odelo an terio r. En H. 195 Sy. am plía F. An.,
si no es que viene del modelo, resum ido p o r esta colección. O tras
observaciones se refieren a m odificaciones de detalle en Sy. o su fuen
te. E n H. 88 Sy. cam bia el epim itio (y no es el único caso), en H. 121
(que acabam os de m encionar), cristianiza el final, tam bién lo cam
bia en H. 122 y en H. 194 (cam bia el sentido de la fábula; ahora la
dom esticidad es lo bueno, el anim al libre es devorado). Cf. tam bién
cosas parecidas en H. 247, 298. H. 244 tiene en Sy. un discurso direc
to del pavo real, F. An. I resum e: sin duda, Sy. viene de su m odelo,
que conserva m ejor.
Así, independientem ente de las m odificaciones que presentan, a
veces de origen cristiano, las fábulas de Sy. proceden a veces verosí
m ilm ente de la trad ición antigua an terio r a F. An. I en su versión
conservada; si es que alguna viene directam ente de las versiones
conservadas, ello no es estrictam en te dem ostrable. Y todo lo que
hem os visto en las páginas anteriores parece desaconsejar la hipó
tesis.
El m om ento preciso en que Sy. utiliza el precedente de n u estra
A ugustana, de o tra parte, hem os tra ta d o de fijarlo en el capítulo a
ésta dedicado (p. 319 y ss.). Es un m om ento p o sterio r al de la que
hem os llam ado «Antigua Augustana» o Colección I: el m odelo de
F edro y B abrio. Pero an terio r a la am pliación m asiva de dicha colec
ción m ediante nuevas fábulas p rim arias y unas pocas secundarias.
Se habían in tro d u cid o ya, sin em bargo, los epim itios sistem áticos,
p ero el texto co n tin u ab a siendo, a veces, arcaizante.
no H. 96 = Synt. 20, Syr. XXI, 23 «El ciervo enferm o». El o tro tes
tigo, que es B abrio, am plía y añade un nuevo final, según su hábito;
Sy. m antiene u n a fáb u la breve de situación.
Finalm ente, las o tras dos fábulas a que estam os haciendo refe
rencia re p resen tan un m odelo secundario, en el cual Sy. se encuen
tra solo:
Las fábulas siriacas 387
no H. 183 = Synt. 13, Syr. XVI, 18 «El león y los tre s toros». Como
ya hem os dicho (p. 68) Sy. conserva los «dos toros», convertidos en
o tras versiones en tres. Deriva, pues, del m odelo prim ario y esto se
ve tam bién p o r la conservación del estilo directo (perdido en la
ram a prim aria: Aftonio, T em istio y B abrio). Pero se tra ta de un
derivado secundario, que pierde el comienzo; Syr. abrevia, pasando
al estilo indirecto.
no H. 190 = Synt. 52, Syr. X LII, 12 «El lobo y el león». Synt. altera
el final, en vez del diálogo final e n tre el lobo al que el león h a a rre
batad o su presa y este últim o, hay cierre del lobo, que com prende
bien que no le du re aquello que ha robado. Es u n a m oralización
cristiana.
IV. C onclusiones
c o ls . s ir . c o l. o r ie n t a le s
CAPITULO III
LAS C O L E C C IO N E S V IN D O B O N E N S E Y ACCURSIANA
I. G eneralidades
E stos son algunos ejem plos. Hay casos m ás com plejos; a veces
los m ss. de la y /o Ib, p o r ejem plo, se escinden en dos textos diferen
tes (o algunos contienen dos versiones) e igual otros m ás. E fectiva
m ente, un ms. que h ab itualm ente pertenece a una colección presenta
a veces un texto de o tra o bien p re sen ta dos textos. E stos textos
van a veces con I, a veces con o tras colecciones.
Hay que n o tar, adem ás, varias cosas:
a) Al ser m ixtos diversos mss. la atribución sistem ática de los m is
m os a una recensión es dudosa. Así en el caso de F = Mb (Vat. gr. 777):
en u n a serie de fábulas (H. 282, 285, 287, 288, 290) H a u srath da un
texto sobre la base de II I δ y F, atribuyendo éste a la Agustana (I),
com o es habitual; análogam ente, p a ra H. 291 lo da sobre Ib y F. Pero
H. 292-297, sólo en F, se atribuyen a II I <5. Lo único claro es que F
presen ta algunas fábulas «particulares», algunas com unes con I I I δ,
o tras sólo en él. Análogam ente, una serie de fábulas (H. 298-299,
301-306) están sólo en M y a veces en M(on), dos m ss. h abitualm ente
de II I á: no son fábulas de II I δ, sim plem ente son fábulas que estos
mss. en co n traro n en algún lugar e incorporaron. Alguna de ellas
está tam bién en P (habitualm ente de II) o en F: la conclusión es
la m ism a.
b) De o tra p arte, así com o la V indobonense form a un todo en
con ju n to coherente, la colección I I I δ (considerada a veces com o
in term ed ia en tre I y II y en tre I y III, cf. vol. I, pp. I l l ss.) y las co
lecciones II I y, I I I β y II I a (de la Accursiana, cf. sobre su rela
ción lug. cit., p. 108) ya dan todas ellas, ya solo algunas, u n a m ism a
fábula. Y ello con diferencias en el texto, a veces m uy notables
(cf. p o r ej. H. 283 y 284, donde H a u srath im prim e un texto diferente).
Es m ás: en ocasiones las diversas colecciones o subcolecciones con
tinú an líneas diferentes de la tradición fabulística antigua, que han
en trad o en ellas aisladam ente.
Las colecciones Vindobonense y Accursiana 399
1. C atálogo
H. 271 «La alondra» (III aßyö, la, Ib, II). F ábula breve (4 versos) de
situación con lam ento: tem a estoico de la igualdad de la culpa pe
Las colecciones Vindobonense y Accursiana 401
queña y la grande. Hay m ucho verso com plem entario aquí y en Dod.,
únicos testigos.
H. 272 «El asno y el caballo (III αβγ). Fábula que pasó a E uropa
occidental (cf. p. 610) y d esarrolla los tem as de la realidad y de la
ap ariencia y la vanidad castigada. E squem a tradicional: A /B sit.—
Bacc./Aacc. Aquí III tiene verso com plem entario con Par. y Dod.,
pero en con ju n to se tra ta de una versión reducida respecto a la
conservada p o r S., sin duda derivada m ás directam ente del m odelo
prim ario.
H. 273 «El águila» (III cuy). Es u n a fábula de situación con lam en
to, derivada en definitiva de Esquilo (cf. p. 236). Es m uy notable que
el texto de II se halle tam bién en los m ss. de Par.: la fábula es edi
tad a p o r C ham bry 7 com o perteneciente a Par. E ste texto contiene
verso helenístico: cf. p o r ejem plo, ~\εΐσήλ&εν, j ή δέ γλυφή σύν τοΐς
πτεροΐς\_ ]είστήκει. / ‘0 δ ίδών έφη καί τοΰτό μοι ετέ,ρα λύπη / το τοϊς
ίδίοις < υ _ > πτεροϊς [έν] απο9νήσκειν.
Ahora bien, de esta línea sale otra, resum ida y con nuevo verso:
va a p a ra r a Ib = Par. 2 y a Aftonio 32 (cf. supra, p. 279 y p. 236,
sobre Aftonio). Es notable la serie de escalones en esta línea ajena
a la A ugustana y su paso a E u ro p a occidental (cf. p. 610).
H. 274 «El etíope» (III αβγ), Ib). Cf. p. , sobre las tres líneas de
esta fábula: la de I I I es la m ism a de Aftonio y Tem istio. E ste está
m ás lejano pero com binando II I y Aphth. (que derivan de una m ism a
sem iprosificación) salen versos com pletos: ] προσήγε τά ρύμματa, /
λουτροΐς δε πάσι φαιδρύνειν έπειρατο / καί < _ υ _ ^ > μεταβαλεϊν ούκ
εσχε, / νοσεϊν δέ τώ πονεϊν παρεσκεύασατο. (m ss. παρεσκεύασεν). Resul
ta notable que, en este caso, las tres líneas sean ajenas a la «babria
na». El tem a es el de la naturaleza, que es inm utable: el negro no
puede ser blanqueado. La fábula es de situación seguida de acción.
H. 275 «El cervato y la cierva» (III αβγ). O tra fábula sobre la n a
turaleza: el ciervo no puede en fren tarse a los perros. Esquem a:
B ld ir. / B2dir. C om binando III, Par. y Dod. sale m ucho verso: νεβρός
ποτε προς τόν ελαφον [ / πάτερ, σύ και μείζων και ταχύτερος κυνών
πέφυκας, etc. Aftonio viene de u n derivado y p re sen ta m ucho verso
nuevo, cf. p. 234 (curiosam ente, cam bia el ciervo en cierva, engañado
p o r el género epiceno).
H. 278: «La m u jer y el m arido borracho» (III aßy, la). Más que
fábula es una novelita larga y difusa, co n tra la em briaguez. Sólo
aquí aparece y sus restos de verso parecen pro ced er de políticos
bizantinos.
H. 280 «Los ríos y el cuero» (III y δ). Deriva de una fábula de cua
tro versos, quedan restos aquí y tam bién, com plem entarios, en Par.
Es un p u ro chiste. Aviano saca de aquí una fábula prácticam ente
nueva. E squem a: A /B sit.—A ind./B dir.—Adir.
H. 281 «El arq u ero y el león» (III y<5). F ábula com pleja y anó
m ala sobre la su p erio ridad del hom bre sobre el león; quizá de ori
gen o riental (cf. una versión egipcia en vol. I, p. 725). Toda la tra
dición (III, Par., Dod.) viene de B abrio. Véase p. 248 sobre una de
rivación en Au. (y p. 545 sobre versiones occidentales).
H. 282 «El calvo» (III yö, F). Fábula de situación con cierre de
lam ento; tem as de los ομόφυλοι y de la am istad. Hay restos de verso,
m ejo r conservado en Par.: probablem ente es derivación de una fá
bula de B abrio, de la que tam bién sale Aviano.
H. 284 «El h om bre que rom pió la imagen» (III yó, Ib, II I a). Peque
ño agón de tem a irreligioso, con cierre de crítica religiosa p o r p arte
del que rom pió la im agen y sólo entonces encontró el oro. El ste m m a
es com o el an terio r: n uestro texto viene de Dod. y éste y B abrio (y
el cód. B rancacciano) dependen de un original helenístico, que se
puede re co n stru ir casi enteram ente, cf. Apéndice I. Hay un eco en
A.P. XVI 187. Tam bién aquí hay dos versiones a p a rtir de Dod.: las
de II I a y II I γ.
H. 285 «La mula» (II, III γδ, F). F ábula de situación un poco anó
m ala: Bsit. —Bdir. —Bacc. La m uía, obligada a co rrer, se acuerda de
su p ad re el asno, antes sólo se acordaba de su m adre la yegua. Es
un eco de Arquíloco, cf. vol. I, p. 413; de un verso helenístico que
se reconstruye casi en teram en te sale esta version y la de B., cf. Apén
dice I. E n P lutarco 150a hay una version próxim a, quizá contam i
nada. Pasó a Occidente, cf. infra.
H. 287 «El gusano y la zorra» (III ay<5). Tem a del que se las
da de m édico y no se cura a sí m ism o: quizá de H. 170 (de Arquí
loco), quizá fabulización de Solón 1, 57 y ss. El esquem a es tra d i
cional (Bacc.-dir./Cdir.), pero n u estra versión deriva de B abrio
(quien, a su vez, viene de u n m odelo helenístico ju n to con Aftonio,
Tem istio y Aviano).
H. 289 «El trom peta» (III a<5). F ábula de e stru c tu ra sem ejante
a las an teriores, co n tra los que instigan a la guerra. Hay m uchos
resto s de verso helenístico aquí y en Dod.; Aviano es un derivado.
cada (cf. ]έπι πόλεμον έξήει, ]αύθις έξήει, ύμεϊς κεκράξεσ!)’ ώς δύνασ9ε[,
]έμοο δ’ ου γεύσεσ&ε).
H. 295 «El asno y el perro» (F). A nécdota anim al del asno que
lee al p erro u na c a rta que desagrada a éste porque no habla de
carne ni huesos. Sin duda bizantina, com o el verso que se trasluce 2.
Sólo se en cu en tra aquí.
H. 303 «El lab ra d o r y los asnos» (MF). Desgracia del que m uere
p o r causa de unos asnos: Bsit. —Cdir. —sit. —Bdir., con lam ento.
Hay, parece, restos de verso y al m enos uno claro (& Ζεΰ, τϊ σ' ήδίκησα;[)
tan to en esta version com o en la de la V id a de E s o p o ; am bas vienen
de u n a sem iprosificación.
H. 306 «El m arin ero y su hijo» (M). Novelita bizantina sin verso.
Sólo aquí.
2. In terp retac ió n
1. Inventario
He aquí u n a relación de fábulas en que la A ugustana y las co
lecciones bizantinas siguen versiones de una m ism a fábula proce
dentes de diversas ram as de la tradición fabulística:
H. 51 «El lab rad o r y la serpiente». Cf. pp. 115 y ss. sobre esta fábu
la de s te m m a m uy com plicado. Las tres versiones de F. An. vienen de
una de las varias ram as p rim arias, con verso helenístico, que es en
II donde m ejo r está conservada; en I y II I hay dos derivados con
elem entos com unes y versos rem odelados.
H. 215 «El niño que cazaba saltam ontes». Cf. p. 92. Hay verso
com plem entario en I y en Ι Ι Ι γ = Par.
H. 226 «El p asto r que brom eaba». Cf. p. 106. Hay dos versiones
m étricas prim arias, u na m ás am plia conservada en F. An. I y o tra m ás
reducida en II I y δ, Par. y Dod. (com plem entarios).
2. In te rp re ta c ió n
1. G en e ra lid a d es
Con lo dicho h asta aquí nos m ovem os d en tro de un terren o m ar
ginal: la intro d u cció n secundaria en las fábulas Anónim as bizantinas
de m aterial ajeno a la pre-Augustana. Sin em bargo, estas fábulas
derivan, en lo esencial, de dicha colección antigua. Si fueran un
m ero derivado de la A ugustana (y, a veces, la A ccursiana de la Vin-
dobonense), com o es opinión com ún y yo m ism o aceptaba en m is
E s tu d io s so b re el léxico de las fá b u la s de E so p o , de 1948, nada
ap o rta ría el estudio de estas colecciones bizantinas al conocim iento
de la fábula antigua: sólo al del estilo y las tendencias literarias bi
zantinas. Pero en la p resen te obra, siguiendo la vía iniciada en «La
trad ició n fabulística...», de 1969 y 1970, he sentado que las coleccio
nes bizantinas, a m ás del m odelo de la Augustana, tienen otros m ás
antiguos, sem iprosificaciones con verso abundante, que a veces re
cogen en m ayor m edida que la A ugustana y que hem os de a trib u ir
precisam en te a la pre-Augustana. P or tanto, el estudio de estas co
lecciones tiene, desde luego, interés p a ra el estudio del léxico, es
Las colecciones Vindobonense y Accursiana 413
2. O rígen es d e la C olección V in d o b o n en se
H. 9, 10, 13, *16, 18, *19, 20, 21, 22 *23, 24, 27 *29, 32, *33, 34, 35,
36, 42, 43, 47, 49, 58, *64, 66, 68, 90, *96, 97, 105, 116, 117, 122, 126,
Las colecciones Vindobonense y Accursiana 415
127, 130, 134, *137, *163, *176, 179, 180, 181, 183, *188, 199, 207, 216,
217, *224, *233, 235, *250, *252, *253, *256, *259, *260. En esta rela
ción (insisto que incom pleta) sólo hay unas pocas fábulas sin ver
sión en II (verso com plem entario en I y III, solo): H. 68, 90, 96, 97,
105, 122, 127, 199, 217, 224, 250, 252.
de I que si son cosa de la pre-A ugustana ya: lo único que dem ues
tra n es que los m odelos antiguos de toda la tradición anónim a son
p rácticam en te los m ism os. Y que esos m odelos m odifican otros an
tiguos sem iprosificados (a veces m ejo r conservados en la tradición
«babriana»), cosa que los ste m m a ta de fábulas que hem os estudia
do d ejab an ver ya claram ente.
La solución de esta aporía está en la dem ostración de que en
ocasiones u n a fábula de la V indobonense tiene u n doble m odelo:
uno en la pre-A ugustana (m étrico), otro en I o en u n inm ediato
pred eceso r (prosaico). E sto puede establecerse en conexión con los
datos ofrecidos en H isto ria ..., I, pp. 112 y ss., y «La tradición...»,
pp. 285 y ss.: diferencias del texto en subcolecciones y mss., sobre
todo en la y IIIS.
Veam os com o ejem plo la fábula H. 16, de que ya m e ocupé en el
prim ero de los lugares citados. Aquí algunos m ss. de IIIS (Ml) y la
(Me, Mí), así com o todo III, traen un texto que con un solo cam bio
de ord en de p alab ras p ro cu ra algo m ás de un trím e tro yám bico:
Pues bien, este texto que la pre-A ugustana conservaba con solo
la alteración citada, está alterado profundam ente en el resto de la
tradición, I, II y III: aunque hay ciertas diferencias e n tre ellos, todos
los m ss. elim inan el άλλ’ inicial, sustituyen εΐ p o r εάν y Απολογιών
p o r Αφορμών. De o tra p arte, algunos m ss. de II I <5 (Pf Ph) y la (Ce Me)
tienen un texto m ixto, conservan, p o r ejem plo, el εί. No era, pues,
un texto, sino dos, lo que tenían ante sí los au to res de nuestras
colecciones: cf. casos paralelos, supra, pp. 290 y ss. Podían contam i
narlos; y puede q u ed ar la duda, con frecuencia, de cóm o ha tra n s
cu rrid o el detalle del proceso.
O tro ejem plo, útil p ara establecer el origen de IIIS y II es el de
H. 83, estudiado en «La tradición...», p. 303. Aquí, resum iendo, hay
τύχην en I, lo que debe de ser antiguo, una desfiguración (quizá
p o r pudor) del m odelo arquilóqueo πυγήν: cf. fr. 76 Adrados. Pero
en la (exc. Mj) y II I hay μωρίαν, evidentem ente u n a corrección, que
se incluye en un nuevo verso. Pues bien, en la, Mj, IIIS y II hay
μωράν τύχην. La hipótesis de la contam inación resulta, com o se ve,
evidente. Un p roblem a diferente es dónde surgió prim ero.
Al propio tiem po, este ejem plo nos hace ver que no siem pre I
ofrece el texto m ás alterado. De un m odo sem ejante, en H. 201 I
(exc. Pb) conserva el m etro en δνος ξύλων γόμον φέρων m ientras que
en la , I I I <5, II I (no hay II) hay u n a prosificación evidentem ente an
tigua (δνος ξύλα βαστάζων). E n H. 45 es la Mj el que conserva un
Las colecciones Vindobonense y Accursiana 417
cidiendo o no en tre sí), sino por los m ss. de estas m ism as colec
ciones. Y luego volvió a haber m ás contam inaciones en II y, como
verem os, en III.
Llamo la atención, finalm ente, sobre que H. 190, donde II p re
senta coincidencias con Dod., dem uestra la existencia de sem iprosi-
caciones previas a I y II.
Ahora bien, prescindiendo del detalle, la idea de que ΙΙΙδ-Π
form an un grupo hom ogéneo, fundam entalm ente derivado de la Au
gustana o, m ejo r dicho, de un inm ediato predecesor de ésta, aun
que contam inado con la pre-Augustana, se hace verosím il tam bién
m ediante la argum entación que sigue.
B asta exam inar la lista inicial de fábulas en la ed. de H au srath
p a ra darse cu enta de que ΙΙΙδ y II p resen tan exactam ente las m is
m as fábulas. Y b asta com parar estas fábulas con nu estras listas
de pp. 34 y 35 p ara darse cuenta de que su correspondencia está
en las fábulas que tam bién aparecen en I (que, ciertam ente, son
h ab itu alm en te editadas en texto m ixto con el de la), pero nunca
en las que están sólo en la (no en Ib). La única excepción es ilu
soria: en H. 190 la versión de II es de la línea «babriana»; de II
y Dod. se deduce un m odelo algo diferente del de I.
E ra, pues, un ejem p lar de la A ugustana, no de la , el que el crea
dor de ΙΙΙδ y II m anejaban. E ra, creo, un ejem plar antiguo de nues
tra Augustana, algunos de cuyos m ss. han añadido luego secunda
riam ente fábulas de la, com o sabem os; o en todo caso fábulas nue
vas, independientem ente de la cuestión de si proceden o no de la.
Si a veces el texto de ΙΙΙδ y el de la están próxim os, ello se debe
no a descendencia directa, sino a fuente com ún: las contam ina
ciones con la pre-Augustana. Pero la fuente básica es la Augustana.
P ara m uchas fábulas, en las que no se encuentra nuevo verso dis
tin to del de la Augustana, la única.
La pre-Augustana de que estam os hablando conservaba huellas de
verso que I elim inó y que la (que accedía directam ente, cf. p. 275 ss.)
a veces conservó. De ahí bebió, p ara contam inar I, el au to r de ΙΙΙδ
y tam bién el de II. El único p u n to oscuro es el relativo a la cro
nología de las contam inaciones de III <5.
E n cam bio, la pre-Augustana carecía de las fábulas nuevas de
la: esto es lo que hem os creído p o d er establecer (cf. p. 275) y el
hecho de que falten en II, que conocía dicha colección, lo confirm a.
P or supuesto, lo m ism o el m odelo de la A ugustana que el de la
pre-Augustana, contenían ya a m ás de las fábulas antiguas, «difun
didas», las que están en I y Sy. y las solo de I, así com o las de o ri
gen secundario. De todas ellas hay ejem plos en ΙΙΙδ y II.
La V indobonense es una colección que in tro d u jo en la A ugustana
el léxico, la sintaxis y el estilo de los siglos vi y ss., buscando un tono
p o p u lar y aun vulgar y una distanciación de la Augustana, colección
Las colecciones Vindobonense y Accursiana 419
5 Cf. tam bién H. 114, en que III vien e de una versión resum ida del verso
prim ario tam bién utilizad a por la fu en te de pseu do-D ositeo 17 (id en tificad o
erróneam en te co n B abrio).
422 Historia de la fábula greco-latina
com o otro s tantos, desapareció luego, tra s ser utilizado. Sólo que
éste no fue trasliterad o : fue contam inado con los otros m odelos,
conform e con lo que era usual en el género que estam os estudiando.
El p rim er re d acto r de la A ccursiana operó com o m aterial de
base con la Vindobonense, sin duda la colección m ás usual en la
época; luego añadió o tro s m odelos. En efecto:
κα&εύδοντα (cf. vol. I, p. 112) sale en I εάν αδθις με προ τής έπαύλεως
κοιμώμενον ιδης / II, II I δ εάν άπό τού νυν πρό τής έπαύλεως ϊδγις με (με
ϊδης) en p arte de la tradición / III, II I δ Ml εί το άπό τοοδε προ τής
έπαύλεως με ιδοις κα&εύδοντα.
I. G en e r a l id a d e s
En el vol. I de esta obra, pp. 123 y ss., dentro del ap artad o de
dicado a «La trad ició n babriana», m e he ocupado de las colecciones
a que se refiere este capítulo: la llam ada P aráfrasis B odleiana y los
Dodecasílabos políticos bizantinos. He dado allí u n a visión general
que, en cierta m edida, h a sido m odificada y que, desde luego, ha
sido m uy am pliada en la p arte I de este volum en, donde se h a po
dido ver el lugar de las fábulas de estas colecciones bizantinas
den tro de los s te m m a ta de la fábula griega. E sta visión general pone
al día mi trata m ien to an terio r en «La tradición fabulística griega y
sus m odelos m étricos» 1 en el que, de todas m aneras, se hacía ya la
aportación decisiva: ni es cierto que las fábulas de la P aráfrasis de
pend an siem pre de B abrio ni que los Dodecasílabos dependan de la
P aráfrasis; en ocasiones, incluso, unos y o tra están relacionados con
la trad ició n de F. An.
A lo largo del libro, aquí y allá, se han hecho o tras aportaciones
m ás a n u estro tem a. Por ejem plo, se h an encontrado fábulas deri
vadas de o tras en dodecasílabos en diversas fábulas de F. An. II y III,
del códice B rancacciano y de los T e trá stic o s de Ignacio Diácono. Y se
h a señalado u n a y o tra vez el lugar de toda esta tradición dentro del
co nju n to de la trad ició n to tal de la fábula, así com o su parentesco
con fábulas de B abrio, Aviano, Aftonio, el pseudo-Dositeo, Tetr., etc.;
todo ello prescindiendo de la cuestión de si tal o cual fábula de Par.
y /o Dod. viene de B abrio, o tal o cual fábula de Aviano o T etr. viene
del m ismo. E n con ju n to hablam os de «tradición babriana», en sen
tido am plio, com o u na tradición derivada ya de u n a segunda versión
p rim aria, ya de u n a secundaria, ya de una p rim aria que, a su vez,
p roduce u na secundaria: en definitiva, de una ram a diferente de la
perten en cia de las m ism as a tal o cual ram a, sobre los m odelos semi-
prosificados interm edios (uno o varios) en tre B abrio y estas versiones
o e n tre el m odelo reco nstruible y estas versiones, etc. Por supuesto,
ello im plica m odificar algunas afirm aciones del pasaje citado del vo
lum en I, afirm aciones tácitam en te re tira d as ya en la P arte I de éste.
Se plantea, de o tra p arte, el problem a de la fecha de las sucesivas
recensiones, así com o el de la relación en tre las m ism as y Dod.
E n cuanto a Dod., a veces lo h a editado Crusius, pero lo h a he
cho m ás sistem áticam ente Cham bry, con cuya edición hem os de con
ten tarn o s. Digo que hem os de contentarnos porque su edición peca
de ciertos defectos p u ristas y clasicistas, derivados de o tra p arte del
poco conocim iento de la m étrica bizantina: cf. vol. I, p. 129 (crítica
de Ursing). De todas m aneras y m ien tras no aparezca la edición que
p re p ara John Vaio de P aráfrasis y Dodecasílabos p a ra la Teubner,
la edición de C ham bry rep resen ta un apoyo relativam ente sólido.
Puede decirse que los Dodecasílabos no tienen u n a tradición m a
n u scrita independiente. Prescindiendo de su penetración, antes alu
dida, en los T e trá stic o s y en el cód. B rancacciano, así com o de deri
vaciones en la p ro sa de algunas de las F. An. (H. 234 I-II-III, diversas
fábulas de F. An. II y III, cf. supra, p. 399), las fábulas en Dodeca
sílabos políticos se hallan en los m ism os m anuscritos —no en todos,
sólo en algunos de ellos— de la tradición de F. An.: en Cas Mb Pg
de I, en Ma de Ib, en Md y Mm de ΙΙ Ιγ , en m uy num erosos de II, etc.
Sabem os que las fábulas «añadidas» de las diversas colecciones, ap ar
te de I, pertenecen a veces a la tradición que hem os llam ado «ba
briana» en sentido am plio: sus copistas o los m odelos de éstos dis
ponían, pues, de m ss. d istintos de los de I. Pues bien, en tre estos m ss.
había algunos que contenían fábulas en dodecasílabos, igual que h a
bía otro s con fábulas en coliam bos babrianos que fueron m odelo de
G y Mb, m ss. de F. An. I o Augustana.
Las fábulas dodecasilábicas m erecen u n a edición independiente,
que incluya las hoy desconocidas de T etr. y del cód. B rancacciano,
antes citadas, así como, tam bién, las prosificaciones aludidas, de las
que a veces pueden obtenerse fábulas dodecasilábicas com pletas.
E n tan to no la tengam os hem os de contentarnos, com o dije, con la
edición de Cham bry.
P or m uchas cosas que puedan criticarse a ésta, hay que recono
cer que C ham bry tuvo el buen sentido de no forzar los textos de
sus m ss. p a ra o b ten er versiones únicas: ya da una sola versión do-
decasilábica, ya dos. Como o cu rre con los m ss. Be Bd de la P ará
frasis, los de Dod. no han seguido cada uno un m odelo único: ya
son unos, ya otro s los que se alian p a ra d ar una versión (otras p ro
ceden de un ms. único).
Se tra ta , pues, de e stu d iar la relación de esa o esas versiones de
u n a fábula en Dod. con la o las P aráfrasis, m ás eventualm ente o tras
430 Historia de la fábula greco-latina
H. 145: Dod. sale con F. An. I del verso p rim ario, Diodoro y Ba
brio (y el derivado de éste, Par.), del secundario.
E ste es, n atu ralm en te, el caso m ás norm al: que n u estras ver
siones o algunas de ellas, a veces acom pañadas de Bab., Aft., etc., se
opongan a una línea diferente, casi siem pre con F. An. en ella; o
que se tra te de la única línea existente.
Hay, com o siem pre, casos especiales. Decía que casi siem pre la
línea o puesta incluye F. An.: pero hay alguna excepción, así en
no H. 128 Fedro, Bab. (de donde Par. 1, Dod.) y P ar 2 (contam inado)
vienen de u na línea reducida que se deriva de una m ás am plia cuyo
verso traslu ce en Aftonio. S em ejante es no H. 295.
Voy a em pezar el estudio p o r los casos en que la línea «babriana»
se opone a o tra con F. An., norm alm ente prim aria, aunque tam bién
en esto al h ab lar de Fedro y B abrio hem os visto que había alguna
excepción. Ello nos p e rm itirá considerar algunos casos com plicados
con m ás de una versión sem iprosificada interm edia. Después p asaré
a ver las fábulas con línea exclusivam ente «babriana», incluidos los
casos con sólo Par., Dod. o con sólo uno de estos testigos.
Los casos m ás sim ples son aquellos en los cuales la línea «ba
briana», sea p rim aria o no, p resen te un segundo verso o verso re
m odelado o no ofrezca huellas de verso nuevo, desciende en todo
La Paráfrasis Bodleiana y los Dodecasílabos políticos 439
con Par. 1-2 y Bab. Pues bien, las coincidencias prosaicas de Par. 1
y 2 son claras; y algunas de ellas parecen e sta r en la base de Babrio.
Así, a Par. 1 εριν έποιήσατο, 2 Spiv έποιεϊτο responde en Bab. έριν
γενέσ&αι (F. An. περί δύναμιν ήριζον). La trip le m ención del ίμάτιον,
en contextos prosaicos, es su stitu id a en B abrio p o r una variatio des
tinada, en tre o tras cosas, a crear un nuevo m etro (τήν σίσυραν ...
κράσπεδα... τήν στολήν).
El difícil p roblem a de si B abrio viene de un m odelo m étrico (a
veces com ún a Par., Dod.) o de un derivado sem iprosificado del
m ism o (com ún igualm ente a dichos testigos) se com plica pero al
tiem po se sim plifica cuando hallam os versiones sem iprosificadas
interm edias: es decir, cuando Bab., Par. y Dod. vienen de una m is
m a línea, pero a través de ram ificaciones.
Veam os, p a ra em pezar, el caso de H. 6 «Las cabras salvajes y
el cabrero». Aquí encontram os, de u n a parte, coincidencias m étricas
y verso com plem entario en toda la serie: cf., p o r ejem plo, Par. 1
τάς ar/ας ήγαγε (variantes fuera de aquí), Par. 2, B. ευρών δ'εκεί
(vars. fuera), Par. 1 πλείον ας / ών είχεν αυτός (vars. fuera, Par. 2, B.
dan πλείους), Dod. μέγα στενάζας κδλο λύξ ας έκ βά&ους (var. en Par. 2),
etcétera. De o tra hay coincidencias am étricas: la p rim era es el έν
σπηλαίω inicial, que B abrio por fuerza ha de m odificar (έν àντρω).
Pienso que el com ienzo todo podría re stitu irse fácilm ente en la ver
sión prosaica:
Par. 1
Y (v erso ):
Dod. 2
4. P a r. y D od. c o n ta m in a d a s co n B a b rio
E ste tem a de las contam inaciones nos lleva a aquellas que son
m ás frecuentes: las de los m odelos originales con B abrio. Aunque
a veces es dudoso si las coincidencias (Par.—B. o Dod.—B. se de
ben a contam inación o a continuación p u ra y sim ple del verso ori
ginal, otros ejem plos son, creo, m ás claros. Se en cu en tran lo m is
m o allí donde Par. y /o Dod. y B abrio descienden de un m odelo
p rim ario único que cuando dependen de líneas diferentes de la tra
dición; y a veces afectan a la totalidad de la tradición de Par.
y /o Dod., a veces a sólo una p a rte de ella.
Veamos p rim ero casos en que la contam inación es problem ática.
E studiem os, p a ra com enzar, un ejem plo en que hay un m odelo p ri
m ario y la trad ició n que nos interesa está rep resen tad a p o r una
sola versión en Par.: el de H. 24 «La zorra cuyo vientre se hinchó».
En esta fábula B. contiene coincidencias léxicas y h asta m étricas
(έτέρη δ'άλώπηζ, cf. F. An. I ¿τέρα δε άλώπηζ) F. An. I; a veces es fácil
re co n stru ir el original con ayuda de am bas fuentes, pienso, p o r ejem
plo, que el com ienzo sería ΐδοΰσ’ άλώπηζ εν δρυος κοιλώματι de don-
442 Historia de la fábula greco-latina
Conviene n o tar que los tres pasajes m encionados prim eram ente
son m étricos (Bab. les da nuevo m etro), y puede concebirse que han
sido elim inados en el m odelo seguido p o r F. An. El últim o con su
ούκ έξελεύση, tam bién m étrico, h a sido m odificado p o r F. An. po
niéndolo al final, donde es am étrico. En definitiva: ya en F. An. I,
ya en Par., ya en Bab. hallam os m ejor conservado el m odelo inicial,
no debe pensarse en contam inación. Y no hay datos sobre versiones
prosaicas interm edias.
E studiem os ah o ra un caso m ás com plicado, tam bién, probable
m ente, sin contam inación. E n H. 126 «El cuervo y la zorra» existe
tam bién un m odelo único, del que vienen F. An., B., Par., Dod., Fedro,
Aphth., ps.-Dos., etc. Pues bien, en Par. encontram os notables coin
cidencias con F. An. I com o έκεκράγει μεγάλα (I μεγάλα έ. del verso
μεγάλ' έκεκράγει), άρπάσας Ιφη. Pero no vienen de n u e stra version, sino
de una an terio r y ello no sólo porque Par. no p resen ta el nuevo
cierre de F. An. I ni su «carne» (κρέας) sino el «queso» (τυρόν) an
tiguo en la fábula. Es que, adem ás, conserva huellas del verso
antiguo p erdido en I: el com ienzo κόραξ τυρόν εδακνε creo que
viene de τυρόν κόραξ εδακνε de donde Β. κόραξ δεδεχώς ...τυρόν), hay
luego τον κόρακ' έξηπάτα (cf. Β. τον δρνιν ήπάτησε y άπάτη, άπατη^εϊς
en Aphth. y Focio, respectivam ente), άφω νος εί καί κω φός de donde
Β. κω φός έσσι κού κρώζεις).
Ahora bien, al lado existen notables coincidencias con Babrio.
Pero la m ás im p o rtan te, el verso final εχεις, κόραξ, άπαντα, νους δέ σοι
λείπει es fácil que sea heredada del m odelo antiguo, pues tam bién está
en F. An. II y está en la base de Dod. y Aftonio. Tam bién están muy
próxim os Par. κόραξ δέ τοϊς έπαίνοις χαυνώσεις τόν τυρόν τε τοΰ στόματος
έκβαλών έκεκράγει y Β. κόραξ δ'έπαίνοις καρδίην έχαυνώ&η / στόματος δε
τυρόν έκβαλών έκεκράγει
La Paráfrasis Bodleiana y los Dodecasílabos políticos 443
Pues bien, ese m odelo, conservado en tal o cual de las tres ver
siones, coincide a veces con F. An. I contra B.: cf. Par. 2 zfj θαλάσση
κατεμέμφετο y I έμέμφετο αύτή, Par. 1 τ ί μέμφει μοι; Dod. ϊν α τί...
μέμφει με; y I μή έμέ μέμφου, etc. E videntem ente, todo esto viene del
antiguo m odelo X. Y quizá tam bién el comienzo m étrico com ún a
Β. (ίδών γεωργός) y otros elem entos m étricos aislados en Dod., so
b re todo τήν θάλασσαν δακρύων. / Ή δε πρός αυτόν... με τής γης εύρήσεις).
Pero tam poco m e parecen negables las coincidencias con Ba
brio. El στοιχεϊον άνελεες και των ανθρώπων εχθρόν de Par. 1 (con va
rian tes en Par. 2, suprim ido en Dod.) viene sin duda de Β. άνελεες
στοιχεϊον εχθρόν άν&ρώποις. Cf. tam bién Par. 1 γυναικείαν φωνήν άναλα-
βομένη y Β. γυναικείην λαβοΰσα φωνήν, Par. 1, 2 ούκ είμι εγώ αιτία, άλλ' οί
έκταράσσοντές με άνεμοι y Β. εγώ... ούδέν αιτία, άνεμοι δε χειμάζοντες.
El criterio es siem pre el m ism o: el de si existen elem entos p ro
saicos en Par. y Dod. que no pueden reducirse a un verso original
que está en la base del resto de la tradición, sino que dependen,
p o r el co n trario , del verso babriano.
Toco m ás brevem ente o tro ejem plo. En H. 198 «El asno y el
lobo», B. y Aphth. provienen de u n a ram a secundaria en que el asno
no finje cojera, sino que realm ente se queda cojo al p isar una
estaca. Par. y Dod. siguen casi literalm ente la versión de B abrio,
b aste señalar el com ienzo idéntico de B. y Par. (con leve varia
ción en Dod.): 'Ό νος πατήσας σκόλοπα χω λός εΐστήκει. Pero un pasaje
com o el οϊμοι, δίκαια πάσχω del cierre de Par. (δίκαια πάσχω en Dod.)
lo conocem os com o fo rm ulario y antiguo, cf. derivados en F. An. I
άλλ' ίγω γε δίκαια πέπονθα (Β. οιμοι ...σύν δίκη πάσχω). O sea: un m o
delo antiguo, bien el de toda la tradición, bien el de la version secun
daria, h a sido contam inado con B abrio.
Pueden en co n trarse o tro s ejem plos m ás de este tipo. Pero p re
fiero ejem plificar el caso en que solam ente hay tradición babriana.
E ste es, p a ra em pezar, el de H. 270 «La tern e ra y el buey», en
que F. An. es II-IIIyá, u n añadido «babriano» en estas colecciones;
cf. p. 400. A parte están Par. 1, 2 y 3 y Dod., a m ás de B abrio.
Aquí tenem os:
no H. 139 «El cuervo y Herm es»: tem a cínico, crítica del que
hace un voto y luego lo olvida cuando pasa el peligro:
^στρατηγήσας λύκων
νόμους εταξε πάσιν[
χαίτην έσεισε και γελών[
]εϊς τροφήν σήν λα9ραίως
]κατέλυσε τούς νόμους
~]δια.σπώσης
ούκ τχα,ρις είμί [ υ _ ] μερόπων γένη
Ή δ’ ’άλλ' εμοί γοΰν [ _ ] τέως zf¡ δειλα,ία
ή σοί φίλη τρίψις\_
V. C o n c l u s io n e s
La p rim era conclusión que hay que sen tar es que las fábulas de
n u estra s colecciones de P aráfrasis y Dodecasílabos (en realidad no
hay colección de éstos, sólo fábulas incorporadas a tales o cuales
m an u scrito s o colecciones ajenas) no proceden de una colección-base
única, con un m odelo p ara cada fábula. Hem os visto que dependen
de diversos m odelos, bien dependientes de uno com ún antiguo, bien
escalonados. H ubo en u n m om ento dado una alfabetización de cier
tas versiones, sin repetición. Pero había o tras versiones, que se
in tro d u jero n luego en algunos m ss. o dieron versiones dodecasilá-
bicas que a veces han quedado como únicas. Es decir, Ba Bb no
recogen dicha alfabetización en su estado original y o tras versiones
son ajenas a ella.
Si nos rem ontam os a los m odelos, hem os de reconocer que existía
u na m ultiplicidad de ellos; a veces eran ya tan diferentes que se in
te rp re ta ro n com o dos fábulas d istin tas y p en e traro n en los m ism os
m an uscritos, hem os visto ejem plos. Se tra ta de u n estado de cosas
sem ejan te al que he atribuido a la pre-Augustana, donde tam bién
he dado ejem plos de derivación en tales o cuales subcolecciones
o m ss. a p a rtir de versiones antiguas em parentadas. En n u estro
caso, com o tam bién en aquél, los antiguos m odelos han llegado a
plena época bizantina. Pues los D odecasílabos, que son m ás recien
tes que las P aráfrasis, no dependen de éstas en la versión que se
nos ha conservado, dependen de sus m odelos.
En térm inos generales, toda la trad ició n que nos ocupa depende
de la que hem os llam ado tradición «babriana»: un conjunto de fá
bulas recogido en varias colecciones em parentadas y que constaba
La Paráfrasis Bodleiana y los Dodecasílabos políticos 449
de: a) derivaciones del m odelo p rim ario único que tam bién fue a
p a ra r a F. An., en tre otros lugares; b) variantes de fábulas de F. An.,
etcétera, en general versiones secundarias de las m ism as, pero tam
bién segundos m odelos prim arios e incluso, a veces, m odelos p rim a
rios respecto a los cuales F. An., etc. vienen de un m odelo secun
dario; y c) fábulas nuevas, ausentes de F. An. (aunque quizá a veces
existentes en la pre-Augustana o la Antigua Augustana, esto es difícil
de decidir).
Se tra ta de la que, al h ab lar de B abrio, he llam ado colección II,
fuente principal, aunque no única, de este au to r (que, p o r o tra parte,
crea p o r sí m ism o m uchas fábulas nuevas). Tam bién la he m encio
nado a propósito de Fedro, proponiendo que de ella vienen unas
pocas de sus fábulas: aunque esto es m enos seguro, pueden p ro
ven ir sim plem ente de alguna de las fuentes o colecciones m enores
que luego se in teg raro n en la colección II. En todo caso, ésta existía
a fines del siglo i d. C.
E sta colección II era, he dicho, fuente igualm ente de una colec
ción de fábulas abreviadas que está en la base de Aftonio y pseudo-
Dositeo, sobre todo: convertida en una Antología y provista de cier
tas características de redacción debió de ser m uy po p u lar a p a rtir
del siglo il d. C.
Pero volvam os a la colección II. La he denom inado en diversos
lugares de este libro «tradición babriana» en sentido am plio, haciendo
ver que está en la base, ap a rte de las colecciones que ahora estu
diam os, de o tras varias, sobre todo Aviano y T etr. (por supuesto,
adicionada con ciertos elem entos y a veces en versión «abreviada»).
E sta hipótesis se fundam enta m ediante el hecho de que desde
C ham bry h a quedado claro, y n u estro s estudios lo han hecho m ás
claro todavía, que Par. y Dod. sólo en ciertas ocasiones vienen de
B abrio. Y en el nuevo dato de que en o tras m uchas ocasiones el
m odelo de Par., Dod. y B abrio es el m ism o (o tienen m odelos em
paren tad os), siendo ajeno a F. An. y a la línea de la pre-Augustana
en general. A p a rtir de aquí, resu lta verosím il a trib u ir a esa m ism a
trad ició n «babriana» —una serie de colecciones o redacciones em
paren tad as, com o hem os visto— los m odelos de fábulas que están
en Par. y /o Dod. y que faltan, a m ás de en F. An., etc., en B abrio.
N ótese que a veces, a m ás de en Par. y /o Dod., estaban en colec
ciones que beben habitualm ente de esta tradición (Aft., ps.-Dos., Av.,
T etr., etc.), tam bién cuando la sigue B abrio- E videntem ente, B abrio
elegía sólo una p a rte de su colección m odelo, ap a rte -de que la com
plem entaba, com o he dicho. En ello hacía igual que todas las colec
ciones en general.
Añade nueva verosim ilitud a este argum ento o tro hecho todavía:
no hay en Par. y Dod. fábulas originales, creadas p o r sus autores
aunque sea sobre la base de fábulas anteriores. E sto ocurre en o tras
450 Historia de la fábula greco-latina
I. G e n e r a l id a d e s
res derivan tam bién de m odelos de este tipo (muy n otablem ente Par.).
Ahora bien, siendo así las cosas, resu lta claro que se dan dos posi
bilidades: que u n a fábula antigua de cu atro versos (una prosifica-
ción derivada de la m ism a, m ejor dicho) haya sido rehecha en el
m ism o m arco de los cuatro versos; o que una fábula m ás extensa
haya sido ad ap tad a al m ismo. Hem os estudiado detenidam ente el
proceso de reducción, p o r ejem plo, en el pseudo-Babrio. Vamos a
ver que los auto res de T etr. proceden igual: no tienen una fuente
única, trab a jan m ás o m enos con los antiguos m odelos de las varias
líneas de la trad ició n fabulística que ya conocem os y, d en tro de
ellos, con los de cu atro versos y los m ás extensos.
a) G eneralidades
Como en o tras tan tas colecciones, encontram os el caso de una
derivación de T etr. a p a rtir de un m odelo prim ario del que tam bién
deriva F. An. y, eventualm ente, F edro y S.; adem ás, en ocasiones, la
línea b ab rian a de Par., Dod., B.; a veces, algunas colecciones más.
Puede suceder que de ese m odelo p rim ario dependa uno secundario
no seguido p o r T etr. o que haya un segundo m odelo prim ario o
incluso m ás. Pero a veces el m odelo seguido p o r F. An. y T etr. es
resum ido y secundario.
Señalem os las fábulas en que esto es así:
b) T etr. d eriva de X .
«resum idas»: p ara κύψας cf. Branc., εκράτει = ps.-Dos. Viene, pues,
T etr. de un m odelo antiguo, probablem ente de un resum en próxim o
a los m encionados o base de los m ism os.
f) U nidad o no de la colección
a) G eneralidades
Ni m ás ni m enos que las fábulas bizantinas de Par. y Dod., las
de Tetr. dependen con frecuencia de una línea de la tradición in
dependiente de F. An., aunque de u n a m anera u o tra relacionada
462 Historia de la fábula greco-latina
en últim o térm ino con ella: de la línea que hem os llam ado «babria
na» en sentido am plio. Puede tra ta rs e de una versión p rim aria única
o de u n a en tre varias; o, tam bién, de una versión secundaria. En
este caso puede tra ta rs e de una versión «norm al» o una resum ida,
m arginal.
Las fábulas a que m e estoy refiriendo son:
asno es real, el lobo le saca la estaca o clavo que la causó), T etr. p re
senta una coincidencia clara con la versión de F. An., p rim aria
(μάγειρος): un arcaísm o, p o r tanto, que certifica que viene de una
fase antigua de Y.
T etr. I 25 = H. 273. Una vez m ás, T etr. viene de una línea «ba
briana» secundaria, que es un resum en; lo notable es que la p ri
m aria es tam bién babriana, Par. = III. La coincidencia es gene
ral, T etr. innova en el detalle.
T etr. I 36 = H. 193. Aquí hay dos m odelos, uno de ellos, resum ido,
el que subyace a Par. y T etr.
T etr. I 42 = no H. 308. Hay línea p rim aria única, con B., T etr. y
Horacio. N ótese la coincidencia final con H oracio, no con Babrio.
Tetr. I 39 = H. 50. Aquí una segunda línea p rim aria con Par., Dod.
h a sido am pliada p or B.; de él sale sin duda T etr., pues no se en
cu en tran en él elem entos com unes con Par., Dod. ni con la o tra
línea, la de F. An.
4. C o n clu sio n es
a) G eneralidades
Es el caso paralelo al de los tetrástico s puros que estudiam os
en p rim er térm ino. Como allí, dam os una relación de tetrásticos,
en este caso del libro II, cuyo s te m m a es de este tipo:
b) T etr. d eriva de X .
c) T etr. d eriva d e u n m o d e lo r e su m id o
P or o tra p arte, puede suceder que nos hallem os ante dos fábulas
de Tetr. II derivadas del m ism o m odelo, lo que parece h ab lar a
favor de u n a p lu ralid ad de au to res d en tro de la colección. Sin duda
p o r azar esto no o cu rre en las fábulas derivadas de la línea en
to rn o a F. An., p ero verem os que sí en las de la línea b ab ria n a y
en alguna exclusiva de T etr.
470 Historia de la fábula greco-latina
Los detalles son los m ism os a los que ya estam os aco stu m b ra
dos: ya se tra ta de línea p rim aria única o no (15, 19, 29, 32), ya
de p rim aria y secundaria (caso de dos versiones ya aludido, 30),
ya de secundaria (las dem ás fábulas), a veces resum ida. Lo im por
tan te es n o tar que la derivación no es, a lo que podem os ver, las
m ás veces, de una versión p a rtic u la r de en tre las conocidas, sino
del m odelo original en una de sus fases.
Por po n er algún ejem plo me re feriré a T etr. II 4, que contiene
cosas conocidas p o r B abrio (el joven libertino p ierde su dinero a
los dados), p ero tam bién frases de F. An. (m odelo prim ario) que
B abrio h a perdido: T etr. ώς δ' είδε χελιδόνα cf. F. An. I ώς έ9εάσατο
χελιδόνα, II είδε χελιδόνα, todos άπώλεσας. Es claro que Tetr. conoció
el m odelo secundario en una fase a n te rio r a la que utilizó B., en la
que se conservaban aún ciertos restos del prim ario.
Cosas parecidas p o d rían decirse de o tras fábulas. O bien se tra ta
sim plem ente de que T etr. coincide ya con unos ya con otros de los
rep resen tan tes de la m ism a ram a, así en T etr. II 19 = H. 266 (modelo
p rim ario único). Hay algunas fábulas, sin em bargo, que parecen
derivar de B abrio. Así, T etr. II 14 = H. 6 viene de u n a línea secun
daria bab rian a, pero m uy posiblem ente de la versión de la m ism a
del propio B abrio. E n cuanto a 30a, es idéntico a Dod., en la línea
p rim aria de H. 205; pero 30b parece venir directam ente de B abrio.
T am bién 32a equivale a Dod., en la línea p rim aria única de H. 98,
m ien tras que 32b es uno m ás en tre los derivados de dicha línea.
Así los redacto res de T etr. II tenían delante de sí, ju n to a m o
delos antiguos de la tradición b abriana, conservados en plena época
bizantina, fábulas de B abrio y de Dod. En general tendían a des
arro llarlo s en aquellos casos en que no habían sido utilizados por
el a u to r de T etr. I. Pero no sin excepciones: las hem os referido ya.
Y hay que in sistir en que a veces tenem os dos fábulas sacadas del
Los tetrásticos de Ignacio Diácono y de sus imitadores 471
IV. C on cl u s io n e s
1. Generalidades
H ervieux ed ita las colecciones del Ademari, el W issenburgensis
y «Rómulo» com o tres co rp o ra independientes, lo cual era eviden
tem en te exagerado, puesto que en buena m edida coinciden. Inversa
m ente, Thiele ha incluido en su edición de «Rómulo», con una
num eración seguida que va del 1 al 98, todas las fábulas que existen
en una, dos o tres de estas fuentes: su tesis es que esas 98 fábulas
proceden del «Aesopus ad Rufum », las diversas colecciones o recen
siones o m anuscritos no h aría n sino re sta r fábulas. La realidad es
m ás com pleja.
Como he dicho, la epístola de Róm ulo a Tiberino falta en Ad y W:
dado que estos dos m ss. p re sen tan o tras características com unes
y especiales, pienso que la consecuencia a o b ten er es que descien
den d irectam en te del «Aesopus ad Rufum », aunque pueden estar
contam inados secundariam ente con las recensiones de «Rómulo» o,
m ás concretam ente, con la gallicana. Nótese, de todas m aneras, que
cuando hablam os de estos dos m ss. no decim os que sean cosa de
ellos, exactam ente, todos sus rasgos originales: en realidad, son re
presen tan tes de dos tradiciones m ás antiguas que, eso sí, pueden
hab erse contam inado con «R óm ulo»6.
6 El m s. Adem ari, llam ad o así por el nom b re de su cop ista, es del siglo xi;
no hace otra cosa que copiar una recen sión anterior, cf. Zander, p. V II, η. 1.
D entro de dicho m s., a un os 200 fo lio s de d istan cia de n u estra colección , se
encuentran la ep ísto la de «Róm ulo» y la fábu la X X III de Thiele, que falta en la
colección: e llo no dem u estra que hayan perten ecid o a la m ism a. En cuanto
Las fábulas de los códs. Ad y W y las de Rómulo 477
7 N o, por tan to, de la fuen te del pseu do-D ositeo com o quiere Zander, ob. cit.,
p. X X II.
Las fábulas de los códs. Ad y W y las de Rómulo 479
b) Elim inaciones:
c) Variaciones:
d) E rro res:
8 Cf. Thiele, pp. LXVI y CXXV, así com o otras corresp on d ien tes a cada fá
bula, por ejem p lo, X X X I.
482 Historia de la fábula greco-latina
a) G eneralidades
d) Fábula d u d o sa
H. 156 = Rom. 83 «El asno y el león». El tem a está en Fedro 1 11,
que desarro lla un tem a m ejo r conservado en la Augustana. E n cuan
to a Róm ulo, está próxim o a Fedro, p ero p resen ta elem entos nuevos
(subida al m onte, h u ida de los diversos anim ales) y no ofrece coin
cidencias literales. Thiele, p. XXXV, habla de contam inación de Fe-
io Véase en este mismo vol., p. 96. También «Neue jambische Fragmen
te...» cit.
Las fábulas de los códs. Ad y W y las de Rómulo 485
Aes. ad Rufum
Rom.
( + prol., ps.-Dos., etc.)
Ad ( + Phaedrus
solutus + 8 fábs.)
Las fábulas de los códs. A d y W y las de Rómulo 487
y com unes tam bién con v, fábulas de las que ya he hablado. Tam
bién de la variante que aparece en el ms. E (de v) en la fábula 23
de Róm ulo «El m ilano enferm o»; el copista de este m anuscrito
ha renunciado a la p aráfrasis o rd in aria de Fedro, sustituyéndola
p o r esta otra, com o hace con ta n ta frecuencia el de Ad. D iferente
es el caso de 47 «La m osca y la m uía», tam bién de Fedro: aquí
se tra ta sim plem ente de dos p aráfrasis diferentes.
Pero no eran solam ente las diversas prosificaciones y p a rá fra
sis de Fedro las que, según se desprende, estaban al alcance de
los red acto res y copistas m edievales. La colección de fábulas de
Steinhöw el, que utilizó u n m anuscrito hoy perdido perteneciente a
la recensión g, ofrece dos notables variantes de las fábulas H. 15a
( = Róm ulo 71) «La zo rra y las uvas» y H. 160 ( = Róm ulo 3)
«El lobo y el cordero». Aunque esta colección es un caso m uy es
pecial.
P ara Thiele, pp. XLIX y ss., en dicho códice, al que da la si
gla S, se halla u na contam inación, en esas dos fábulas, de Fedro
y un B abrio latino prosificado. Pienso que la cosa es m ás com
plicada.
P ara com enzar p or la fábula del lobo y el cordero, es claro que
S am plía su m odelo, que es el de todo «Rómulo» y deriva de Fe
dro, con un añadido diferente. Hay, pues, contam inación. Ahora
bien, ese añadido no es exacta y literalm ente de B abrio, aunque
coincide parcialm ente con B abrio. En n u estro estudio de esta fá
bula (cf. supra, p. 70) hem os visto, en efecto, que B abrio, Par. y
Dod. derivan de u n a línea secundaria, m étrica. De ella viene tam
bién Sy. Pues en él aparece u n a p a rte de la am pliación del diá
logo del lobo y el cordero, tal com o figura en toda la ram a: el
cordero niega h ab er pastado en el cam po propiedad del lobo, afir
m a que todavía no es capaz de hacerlo. Pero en el detalle hay
coincidencia con Par. y Dod. y no con Babrio: coinciden las in tro
ducciones de las p alab ras de los dos anim ales (m étricas en Par.,
Dod.; B abrio qu ita las introducciones). Hay, de o tra p arte, dife
rencias de detalle, sobre todo en el final de la fábula, con B abrio,
Dod. y Par. (contam inados éstos p o r B abrio).
Algo parecido sucede en la fábula de la zorra y las uvas, sólo
que sin contam inación. Aquí (cf. p. 75) hay dos versiones semi-
prosificadas, con verso com plem entario: una de ellas es la que
halla reflejo en B abrio, Par. y Dod. Pues bien, b asta una com para
ción con la versión de Sy. p a ra darse cuenta de que es a ésta y no
a B abrio a quien Sy. está próxim o.
Ahora bien, a p a rtir de estos hechos no sólo es posible la hipó
tesis de que el m odelo de Steinhöw el siguiera u n a colección pro-
sificada latina derivada de m odelos helenísticos, com o o cu rre con
pseudo-Dositeo y Aviano. Hay o tra hipótesis m ás sim ple que me
Las fábulas de los códs. Ad y W y las de Rómulo 493
parece preferible. Las dos fábulas coinciden siem pre con Par. y
Dod. co n tra B abrio; luego puede suceder que sim plem ente trad u z
can un original griego em parentado, seguram ente la propia p a rá
frasis. Las discrepancias se explican por innovación del trad u c to r
latino. E n esta hipótesis, no hace falta co n tar con un m anuscrito
que p re sen tara u na versión latina de estas fábulas m odelo de las
de Steinhöw ei. El propio Steinhöw el, que tra d u jo fábulas griegas
y las incorporó a su edición (fábulas de la Accursiana), pudo tra
ducir estas fábulas de la paráfrasis. Es lo m ás verosím il.
Fedro y Justino. Pero véase n u estra p. 146 sobre esta fábula, ahora
enriquecida con una versión griega. Es m uy claro que la cerda es
una innovación, lógica quizá, pero innovación.
H. 288 (Rom. 23) «El m ilano enferm o» (Z. 27). Aquí es Rom.
(no W!) el que am plía el tem a del «Phaedrus solutus» conservado
p o r E: puede p en sarse que «Rómulo» sigue los procedim ientos del
«Aesopus ad Rufum». Pero algunas de estas am pliaciones coinciden
con B abrio, puede h ab e r contam inación con la fuente com ún.
Fedro son del llam ado «Phaedrus solutus», introducidas con frecuen
cia a cam bio de o tras versiones fedrianas (algunas, ya lo he dicho,
están sólo aquí, son nuevas); y las no fedrianas no son helenísticas,
son fábulas tard ías, quizá creadas p o r el com pilador de esta re
censión.
T anto el com pilador del «Aesopus ad Rufum » com o el de «Róm u
lo» disponían, pues, de varias p aráfrasis de Fedro; tam bién el de
Ad. D isponían tam bién de fábulas helenísticas no fedrianas: no sa
bem os si de una colección o de varias. S em ejante es el caso, por
lo que resp ecta a Ad, en relación con las p aráfra sis de Fedro.
Aunque no exactam ente idéntico: el com pilador de Ad usa una
colección del «Phaedrus solutus» que casi sólo él conoce.
Tenem os, pues, com o fuentes rem otas:
a) P aráfrasis de F edro (recogidas p o r los tres com piladores).
b) El «Phaedrus solutus» (casi solo p o r Ad, véase m ás abajo).
c) Fábulas helenísticas diversas (por los dos prim eros com pi
ladores).
d) El pseudo-Dositeo (por «Rómulo»).
e) Fábulas tard ías (por Ad).
D escendiendo al detalle hay que decir algunas cosas m ás sobre
las versiones fedrianas.
Las p aráfrasis a que nos estam os refiriendo no son uniform es:
Thiele y Z ander han hecho ver que ya son escuetas y abreviadas,
ya am pliadas y retorizantes. Y hem os visto que, en el caso de estas
últim as, puede h ab e r duda sobre si nos hallam os ante contam ina
ciones. Por o tra p arte, fijar exactam ente dos colecciones de p a rá
frasis, cada una de uno de los dos tipos, es poco seguro. Lo que es
claro es que proliferaban p aráfrasis diversas: en Rom. 47 los m ss.
siguen dos p aráfrasis diferentes. No voy a estu d iar aquí en detalle
las diferencias en tre las p aráfrasis. Lo notable es que, h ab itu al
m ente, p a ra cada fábula se sigue u n a sola, se tra te de fábulas de
todas las colecciones a p a rtir del «Aesopus ad R ufum » o de o tras
intro d u cid as p o r las m ás m odernas. Tam poco voy a e n tra r en de
talle en el tem a de las contam inaciones de las p aráfra sis en cuestión
con el propio Fedro.
En cuanto al «Phaedrus solutus», la cuestión se plantea en té r
m inos algo diferentes. Se trata , en principio, de un Fedro conserva
do literalm ente, sólo que escrito seguido, com o si fuera prosa: sin
duda, el p u n to de p a rtid a de este p ro ced er (que llevó luego a alte
raciones secundarias) es el hábito de copiar el texto de Fedro
todo seguido, no verso a verso: esto es lo que hacen nuestros m a
nuscrito s de F edro (el Pithoeanus y el R em ensis). Pues bien, la co
lección del «Phaedrus solutus» fue utilizada casi exclusivam ente por
Ad; com o ya hem os dicho, éste sustituyó una serie de versiones de
Las fábulas de los códs. Ad y W y las de Rómulo 503
1. G e n e ra lid a d es
Con esto, y a m an era de apéndice, paso a decir algunas cosas
sobre las consecuencias que p a ra el m ejor conocim iento de Fedro
pueden o b tenerse del estudio del m aterial fedriano de las colec
ciones h asta aquí estudiadas. N aturalm ente, es im p o rtan te sep arar
en ellas aquello que de Fedro proviene, de las am pliaciones y aun
contam inaciones p osteriores: he dicho ya una serie de cosas sobre
ello, p o r lo dem ás p arto en principio de las reconstrucciones de
Zander, renunciando a nuevas argum entaciones sobre el origen fe
drian o o no fedriano de las distin tas fábulas. Lo que no interesa
desde n u estro p u n to de vista actual es lo relativo a las diferencias
en tre los textos de las fábulas en las diversas colecciones; tam poco
im p o rta n ada si una fábula del F edro perdido ha sido utilizada por
éstas a p a rtir del «Aesopus ad Rufum » o solo en fases posteriores
de la tradición («Rómulo», Ad, W). Ni el problem a de a través de
qué p aráfrasis o colecciones antiguas fedrianas ha llegado.
Im p o rta, en cam bio, ver si las 30 fábulas del nuevo Fedro re
constru id as p o r Z ander están, en lo que al s te m m a y al contenido
se refiere, en la m ism a línea del Fedro conservado, m ucho m ás am
plio a p esar de todo (122 fábulas). La com paración con o tras ver
siones de las fábulas en cuestión es, com o siem pre, el punto de
apoyo p a ra ese estudio.
Antes que nada, el nuevo F edro debe ser dividido en los tres
grupos que ya conocem os: fábulas que tam bién están en F. An.;
fábulas que están testim oniadas fuera de Fedro, p ero no en F. An.;
y fábulas que solo en Fedro se encuentran.
Fedro que nos h a sido directam ente transm itido, aunque hay que
p recisar que p a ra varias de ellas no hay versión de la Augustana,
solo de las o tras colecciones anónim as. La posición del nuevo Fe
dro en los s te m m a ta varía:
H. 158 (Rom. 66) «Las ovejas y los lobos». Aquí F edro va con la
línea prim aria, con F. An., m ientras que B abrio ocupa su lugar en la
secundaria. No se aleja apenas del m odelo, solo lo hace la versión
de «Rómulo», que sin duda observó esta deficiencia de dram atism o.
H. 272 (Rom. 53) «El asno y el caballo». Modelo único tam bién,
con im p o rtan te alteración p o r p a rte de Fedro: ah o ra no se tra ta
de que el caballo vaya a la guerra. El fabulista dram atiza el en
cuen tro de los dos anim ales, con la obstrucción involuntaria del
cam ino p o r el asno y las p alab ras arrogantes del caballo. La com
pasión final del asno es cam biada p o r un cierre del m ism o .
H. 143 (Rom. 35) «Los liebres y las ranas». Aquí Fedro está
ju n to con F. An. I en la línea secundaria, que reduce los lam entos
de las ranas; d esarro lla en cierta m edida la fábula. En la línea p ri
m aria están F. An. III, B abrio, etc.
H. 51 (Rom. 39) «El lab rad o r y la serpiente». Aquí hay o tra vez
cu atro líneas (cf. p. 115), considerando el P a ñ ca ta n tra indio como
una de ellas. La de Fedro se caracteriza p o r su arcaísm o (el tem a
inicial ha sido elim inado p o r F. An.) y p o r innovaciones com o la co
locación de toda la fábula en la casa del labrador. Su n arración
es sim ple y efectiva, dram ática.
H. 132 (Rom. 66) «El vientre y los pies». Hay tres líneas deriva
das de la fábula egipcia (cf. pp. 113 y ss.) y Fedro sigue la m ás arcai
ca, al igual que Tito Livio y Máximo de Tiro; aquella que p resen ta un
enfren tam ien to en acción del vientre y los m iem bros (F. An. crea el
debate en tre el vientre y los pies, B abrio obtiene la fábula de la
cabeza y la cola de la serpiente).
Sólo en cuentro dos fábulas de este tipo, lo que no perm ite gran
des conclusiones estem m áticas:
4. F á b u la s de F e d ro sólo en «R óm ulo»
no H. 121 (Rom. 36) «El cabrito y el lobo». E sta fábula del ca
b rito que escapa de las insidias del lobo, destinada a ten er ta n ta
fortu n a, no sabem os qué precedentes puede tener, si no los m uy ge
nerales del anim al débil que escapa con su astucia al fu erte m al
vado (tem a del gato m édico, etc.).
no H. 200 (Rom. 70) «El reinado del león». El tem a del poderoso
que im pone su voluntad se diga lo que se diga, parece inspirado en
los conocidos tem as de «la p a rte del león» y «el lobo y el cordero».
1 Sobre todo este movimiento, cf. vol. I, pp. 720 y ss., y más adelante.
514 Historia de la fábula greco-latina
1. C u estio n es p re v ia s
6 Cf. G. H. B eck, Geschichte d e r byza n tin isc h e n Volkslitera tur, M unich, 1971,
p. 41.
7 Sob re e sta traducción , cf. Isid oro M ontiel, H istoria y bibliografía de l libro
de Calila y Dim na, M adrid, 1975, pp. 81 y ss.
520 Historia de la fábula greco-latina
Tam bién hem os visto que tan to en los T e trá stic o s de tipo clasi-
cista (en intención) del libro I com o en los bizantinos del II, hay
fábulas aisladas, en ocasiones derivaciones de la tradición antigua
m ás o m enos alterad as. Pero o tras son tal vez de tradición oriental.
Ya p resen té la ap oría en torno a T etr. I 8 (no H. 212) «El ra tó n
y el herrero». Un ra tó n se m uere de h am b re en una h errería y el
que va a e n te rra rle critica a los h errero s su ta rd ía e inútil piedad.
¿Viene esto del proverbio, testim oniado en H erodas y Séneca, sobre
el lugar «donde los rato n es com en hierro» (el H ades o un lugar in
hóspito) o de la fábula en T a n tr. I 17, p. 55 = Pañc. I, pp. 192-196,
en que un d efrau d ad o r se niega a devolver la balanza de h ierro que
le han dejado en depósito diciendo que se la han com ido los ratones?
Es fácil que el proverbio haya producido, como derivados indepen
dientes, las dos fábulas, com o ya dije.
8 Las citas son por las traduccion es que se citan en vol. I, pp. 323, η. 25 y 302,
η. 2 (para Tantr. y Pañc., respectivam en te).
La fábula latina medieval y el Oriente 521
c) E n el A p én d ice
9 Cf. Tantr. III, 4, pp. 114-115 = Pañc. III, 41, pp. 315-324; cf. el tem a del cha
cal y los ratones en los J atakas 127 y 128 y m ás ejem p los en M. B loom field,
«On false A scetics and N uns in H indu fiction», JAOS 44, 1924, pp. 202-242;
cf. tam bién «El león y el chacal religioso», en Calila XIV.
522 Historia de la fábula greco-latina
ratón, Prom eteo y el elefante» (uno de sus tem as), H. 302 «El ra tó n
y la rana». Sobre todo esto cf. in fra , p. 566.
d) E n las fá b u la s-ejem p lo
Parece que el tem a debe ser asociado al del lobo o gato disfra
zado de anim al inofensivo y, m ás concretam ente, de m onje, tem a de
La fábula latina medieval y el Oriente 525
III. La tr a d ic ió n in d ia en la fábula m e d ie v a l l a t in a
1. E n la ep o p ey a a n im a l
tronco de árbol a m edio p a rtir del cual re tira la cuña, se verá que
uno y o tro tem a derivan de la fábula de T a n tr. I 1, p. 7 = Pane. I 2,
p. 25 (= Calila II I 2) en que un m ono es atrap ad o p o r sus testículos
de u na m an era s e m e ja n te 48.
En esa m ism a B ra n c h e aparece la fábula m uy conocida de Re-
n a rt teñido. La zo rra pide a Dios que la guarde de Isengrín: cae
en una cuba y sale teñida de am arillo con lo que el lobo no la re
conoce. N o g u és49 señala el paralelo exacto de T a n t. I 8, p. 31 = Pañc.
I 14, p. 122, la fábula del chacal azul (que falta en el Calila). N ótese
que una fábula sem ejante, «R enard teñido de negro», se en cu en tra
en la B ra n c h e X III (entre 1205 y 1250). Ya antes aludí a todo esto
a p ropósito de u n a im itación bizantina precedente de éstas, y tam
bién de la de N icéforo Grégoras.
Todavía me g u staría señalar, en la B ra n c h e X I (en torno al 1200),
la fábula de R enart y el villano Lietard; éste tra ta de engañar al
prim ero , que le ayudó a d ar m u erte al oso que iba a devorar a
uno de sus bueyes. Ha sido reconocida com o derivada de la 23 de
la D isciplina Clericalis, «Exem plum de o rato re et lupo iudicioque
u u lp is» 50. E n realidad, hay diferencias notables e n tre am bas fábulas,
la de la D iscip lin a C lericalis fue in troducida en su L ib e r K alilae
et D im nae p o r R aym ond de B ézie rs51. Más bien parece que se tra ta
de versiones em paren tadas: la p a rte com ún consiste en que el la
b ra d o r m aldice a uno de sus bueyes y dice que se lo en treg ará al oso
(o el lobo), la fiera se p resen ta a reclam ar el buey y la zorra ayuda
al lab rad o r a deshacerse de ella a cam bio de la prom esa de unas
gallinas. E ste parece ser el núcleo, que hay m uchas probabilidades
(por su presencia en la D isciplina y en Raym ond de Béziers y su
falta en la trad ició n greco-latina) de que sea indio; pero tam bién
puede ser un derivado de H. 163 «El lobo y la vieja».
O curre, así, con el R o m a n de R e n a rt algo sem ejante a lo que
sucedía con el Y se n g rim u s. Así com o éste a rran c a de la E cbasis,
que com pleta con m aterial diverso, en p arte indio, de igual m anera
el R o m a n de R e n a rt arran c a del Y s e n g r im u s y le adiciona, entre
otro, m ás m aterial indio todavía. E ste m aterial indio no sabem os
si lo tom a directam en te de las colecciones indias o si llega a él por
vía indirecta. Es de orígenes varios: del P a ñ ca ta n tra (a veces, en una
versión previa a la trad u cid a al árabe y el castellano), del S en d eb a r,
de fuente desconocida. Es m odificado variam ente, a veces en form a
diferente en d iferentes versiones o B ra n ch es. Se tra ta , en u n a oca-
48 G upta, art. cit., p. 248, ha estab lecid o el paralelo para la fábu la alem ana.
49 Ob. cit., p. 142. Cf. tam bién D ufournet, «Petite in trod u ction aux bran
ch es la, Ib du R. Renard», Paris, 1971.
50 Cf. N ogu és, p. 203.
51 Cf. H ervieux, ob. cit., V, pp. 755 y ss.
540 Historia de la fábula greco-latina
sión, de una fábula conocida por el Y s e n g rim u s (la del lobo y los
m achos cabríos); en otras, de fábulas que aquel texto no conoce.
Cosas parecidas hay que pensar en relación con el S p e c u lu m .
Ya hem os visto que incluye fábulas diversas, añadam os que ausen
tes del Y se n g r im u s y el R o m a n de R en a rt. E n tre ellas hem os visto
tam bién que está la de la ingratitud del hom bre, procedente clara
m ente del P añca ta n tra ; fábula ausente igualm ente de los poem as
épicos anim ales de que venim os hablando.
Todo lo dicho h asta aquí nos confirm a en la opinión de que la
fábula india era accesible a los fabulistas latinos y m edievales y a
la épica m edieval francesa y alem ana en fecha an terio r a la de las
traducciones alfonsíes del P añcatantra y el S e n d e b a r a m ediados del
siglo x m . C oncretam ente, desde el siglo ix. Los textos indios que,
indirectam ente, llegaron a nuestros autores, eran en p arte al m enos
diferentes de los que luego fueron traducidos al castellano a tra
vés del árabe. Y fueron reelaborados am pliam ente, con derivación
de fábulas diversas: las dos dependientes de «El m ono y la cuña», las
m últiples sobre el tem a del falso asceta, etc.
C iertam ente, la dependencia de ciertas fábulas europeas m edie
vales a p a rtir de las indias, había sido pro p u esta ya a veces, como
hem os dicho. Pero no se había intentado resolver el enigm a de
cóm o h abía llegado a Europa, en esta fecha, el conocim iento de las
fábulas indias. E n fren tad o con este problem a a propósito de «Re
n ard teñido», L. F o u le t52 responde que «se tra ta de un enigm a al
cual es im posible resp onder p o r el m om ento». Ahora bien, u n a vez
que hem os visto que no nos hallam os ante coincidencias aisladas o
accidentales, sino que rasgos fundam entales de la fábula m edieval,
con cretam en te de la épica anim al, no se explican sin la ayuda del
influjo indio, el pro b lem a se p resen ta m ás acuciante que nunca.
E n mi opinión, la solución de este problem a debe b uscarse in
vestigando las posibles fuentes interm edias en tre la tradición orien
tal y la europea. Las m áxim as probabilidades están, a priori, en
E spaña y en Bizancio.
A E spaña ap u n ta la obra de Pedro Alfonso, el judío converso
aragonés bautizado hacia 1116 y a u to r de la D isciplina C lericalis.
P ara su influjo en E uropa, véase la introducción de la edición de
González Palencia, p. XXVI; pero el tem a necesitaría una investiga
ción detenida. Por lo que respecta a la «épica anim al» hay que decir
que el influjo de la D isc ip lin a :
2. E n la fá b u la d e la s coleccio n es
A h ika r:
... dicen al lobo: «¿Por qué sigues tra s las ovejas?» Les dijo:
«Su olor m e resu lta excelente.» E ntonces lo llevaron a la escue
la y el m aestro le dijo: «Alfa, beta.» El lobo dijo: «cabrito, cor
dero».
Der. co m p le to :
54 H ay un derivado en M. 193 (Od. Cer. 22 = 595 P.). Cf. tam b ién una bulla de
Urbano II, de 1096, citad a por F. P. K napp, ob. cit., p. 70.
55 H abría que añadir la im portante docu m en tación figurativa, cf. J. F. Flinn,
«L’iconographie du R om an de Renart», en A sp e c ts of the M ed ieval Latin E pic
cit., pp. 257-264; y sob re los tap ices de B ayeux, L. H errm ann, «A pologues et
a n ecd otes dans la tap isserie de Bayeux», Rom ania, 65, 1939, pp. 376-382.
544 Historia de la fábula greco-latina
recoge H ervieux III, pp. 504 y ss. (versión de F rom undo, del si
glo X, y de Donizo, del x i / x i i ). Pero m ás nos interesa hacer ver que
tam bién la fábula india ha llegado a la E dad M edia europea. Y ello
no tan to p o r el caso de Nicolás Bozón 6 (en H ervieux IV, p. 258), en
que efectivam ente interviene el asno: pues la fecha y los hábitos
de este au to r pueden hacernos pen sar que depende de las trad u c
ciones tardías. Más nos interesa h acer ver que el tem a del corazón
que debía devorar el león p ara cu rarse está en el Róm ulo anglo-
latino y en M aría de Francia. Y, sobre todo, que la versión de nues
tro A rcipreste, que ya he dicho que desconoce las traducciones al-
fonsíes y la de Ju an de Capua, depende de la tradición india.
E n él (estr. 893-903) no sólo aparece el asno (y no el ciervo),
sino que se habla del corazón y las o rejas del m ism o, si bien no
com o m edicina, com o en n u estro Calila: evidentem ente, sigue una
versión diferente, del tipo de la del llam ado te x tu s o r n a tio r 59. Hay
que n o tar que esta versión del A rcipreste introduce tem as m edie
vales, com o el de la corte del león y el concierto en que el asno,
con su tam b o r, hace un m al papel. Es claro que, com o siem pre,
el A rcipreste recibe la fábula de la tradición m edieval europea.
O sea: en esta tradición existía la fábula del león, el ciervo y la
zorra, llegada de Bizancio (está en la P aráfrasis Bodleiana 200
Cham bry), pues en la tradición latina antigua no se encuentra.
Pero tam bién había llegado, a través de una variante, la fábula india
em p aren tad a del león, la zo rra y el asno. Ya se siguió la fábula
griega, ya la india, ya se contam inaron.
10. M. 298 «M ulier et procus» (Der. C om pl. = 661 P., quizá co
rresp o n d e al núm . 10 de los tapices de Bayeux). La m u je r so rp ren
dida p or el m arido con su am ante le convence de que no todo lo
que se ve es real: y se lo dem uestra enseñándole su p ro p ia im agen
en un b arreñ o de agua. Este tem a está estrecham ente em p aren ta
do, m e parece, con el del papagayo delator cuyo testim onio ante
el m arido es desvalorizado p o r los am antes haciéndole creer, otro
día, que ha visto u n a tem pestad (que ellos han fingido). Es el cuen
to 2 del S en d eb a r. El tem a está próxim o al de «El com erciante
F uertediente» en P a ñ ca ta n tra I 3, pp. 49 y ss.; en form as diversas
reaparece en los fa b lia u x y en la novelística del Renacim iento.
bién hay o tras de origen m esopotám ico antiguo; y las hay de co
lecciones com o el S e n d e b a r, nacidas propiam ente en P ersia (véase
infra, p. 561). Todos estos textos han llegado al griego a través
de traducciones siriacas interm edias; y del griego han pasado al la
tín. He de in sistir aún sobre ello.
Por supuesto, el estudio que precede es solam ente un tan teo o
m uestreo: es seguro que pueden en co n trarse otros elem ntos orien
tales m ás, tan to en las colecciones que he investigado com o en otras.
Piénsese, p o r ejem plo, que no m e he ocupado de toda la lite ra tu ra
de la p rim era m itad del siglo x m (dejo fu era a Jacques de Vitry,
ciertos fab lia u x, etc.). Y que tam poco he revisado toda la lite ra tu ra
de trad ició n o rien tal (el B a rla a m , p o r ejem plo), ni investigado (sal
vo en el caso del A rcipreste) los elem entos orientales antiguos en
textos del siglo xiv y siguientes.
H ab rá podido verse que los elem entos fabulísticos orientales
que he detectado provienen los m ás (pero he dado tam bién otros
ejem plos) del llam ado Róm ulo anglo-latino, colección perdida de
la que derivan las dos versiones editadas p o r H ervieux bajo los
nom bres de «Rom ulus Anglicus cunctis» o D erivado c o m p le to y «non
nullis» o D erivado parcial, así com o la de M aría de F rancia y p ro
cedente del siglo ix (véase el capítulo próxim o); y de la colección
de Eudes u Odón de C eritón, de com ienzo del siglo x i i i . Pero hay
o tras fuentes an terio res a p a rtir del siglo ix: el aeger leo del ms. de
S aint Gall, Teodulfo, Leo de Vercelli, E gberto de Lieja, From undo,
Donizo. Y hay textos posteriores, com o las fábulas extravagantes de
Steinhöw el y n u estro A rcipreste, que proceden de fuentes perdidas
sin duda pertenecientes a n u estra época. Es el m ism o caso de, p o r
ejem plo, la fábula de la gata negra de N icéforo G régoras (siglo xiv),
conocida p o r el R o m a n de R e n a rt en fecha an terio r a dicho texto
griego.
Por o tra parte, sería erróneo p o stu lar que los num erosos ele
m entos indios de la épica anim al proceden de las fábulas de colec
ción que hem os recogido. Algunos tal vez sí, pero tam bién ocurre
lo co n trario y tam bién sucede que con toda prob abilidad esa épica
bebe de fuentes perdidas, m ás antiguas que las nuestras. A veces,
fuentes que le son com unes con, p o r ejem plo, el Arcipreste.
He trata d o de hacer verosím il que la vía p o r la que llegaron
los elem entos indios y otros a O ccidente fue Bizancio. A los argu
m entos dados antes he añadido ah o ra otros: la coincidencia, a ve
ces, de las fábulas occidentales con las versiones griegas (del si
glo xi) del P a ñ ca ta n tra y el S e n d e b a r y no con las castellanas y
otras.
Pero ya he dicho que hay influjo o riental antes, incluso de tal
fecha. Y que no se tra ta de una derivación única, de la que vienen
luego versiones varias. No: a veces un m ism o tem a ha debido e n tra r
552 Historia de la fábula greco-latina
3. E n P e d ro A lfonso
IV. El paso de la f á b u l a o r ie n t a l a la f á b u l a b iz a n t in a
70 Cf., entre otra bibliografía, N . Pigulew skaya, B y zan z auf den Wegen nach
Indien, B erlin, 1969.
71 Ahora publicada por vez prim era, por A. H enrichs y L. K oenen, ZPE 5,
1970, pp. 97 y ss., y entregas posteriores.
72 Cf. A. R am baud, L 'em pire grec au dixièm e siècle, París, 1870, reim pr., Nueva
York, s.a.), pp. 416 y ss.; H. Ahrweiler, «La frontière et les fron tières de By
zance en Orient», Actes du X l V e Congrès Intern ation a l d e s é tu d e s by za n ti
nes I, B ucarest, 1974, pp. 207 y ss.; y otros trabajos del m ism o volum en.
La fábula latina medieval y el Oriente 559
V. I n flu jo s g r ie g o s en la f á b u l a y la n a r r a t i v a o r ie n t a l
80 Cf. «E lem entos cín icos...», pp. 316 y ss., tam bién su p ra vol. I, pp. 639
y ss., etc. R ecuérdese que la traducción castellan a del S e n d e b a r se titula Libro
de los engaños e los asa y a m ie n to s de las mugeres.
81 En Page, P o eta e Melici Graeci, Oxford, 1967, p. 138.
82 V éase Anónimo. Send eba r, ed. F radejas, cit., pp. 13, 161, 170, 179.
83 Ya antigua, está en el Diálogo d e A lejandro y los Gim nosofistas, cf. «Ele
m en tos cín icos . », p. 322.
La fábula latina medieval y el Oriente 563
tra. Son elem entos griegos que continúan aquellos otros que in te r
vinieron en el nacim iento de la obra: proceden de la fábula y la
novelística griega teñidas de cinism o que, originadas en la Antigüe
dad, siguieron p ro liferando en la E dad M edia y estab an presentes
en S iria y B agdad a través de traducciones siríacas. Aquí sí que
creo poder p re sen tar datos y teorías nuevas y, al tiem po, ju stific ar
ciertas com paraciones que h asta ah o ra se realizaban en térm inos
generalizantes e hipotéticos. Pues lo im p o rtan te es esto: que hay
circunstancias de tiem po, espacio y cu ltu ra que explican la presen
cia de elem entos griegos en estas nuevas versiones derivadas del
P añcatantra.
En p rim er lugar, en la versión árabe de al-M uqaffa, de hacia
el 750, realizada p o r orden del segundo califa abbasida, al-M ansur,
y de la que, com o es sabido, deriva fuera de la In d ia toda la tra d i
ción p o sterio r. Conviene, antes que nada, re co rd ar alguna cosa sobre
la situación de su m odelo indio (antecedente del pehlví y hoy p er
dido como éste) d en tro de la tradición del P añcatantra.
Si seguim os el s te m m a de R. Geib*4, que m odifica levem ente el
an terio r de J. H e rte l85, resu lta que el original pehlví (que recons
truim o s a través de las versiones siríaca y árabe) estaba estrecha
m ente em p arentado con una versión india de la que quedan restos
fragm entarios en la B r h a tk a th a , así com o en K çem endra y Somadeva.
Todo este co n ju n to es una de las dos subdivisiones de una ram a K,
siendo la o tra la que h a producido el llam ado P a ñcatantra del Sur,
la versión nepalesa y el H ito p a d esa . La segunda ram a, S, es la del
T a n trä k h y ä y ik a (si bien hay contam inaciones secundarias entre
am bas).
Pues bien, p u estas así las cosas, h ab ría que exam inar con cuidado
toda fábula añad id a a la versión india y ver si tiene, eventualm ente,
origen griego. El p rogram a es fácil teóricam ente, no tan to en la
práctica p o rque no tenem os un despojo com pleto de todas las ver
siones: lo que m ás se aproxim a es la tabla publicada p o r J. H e rte l86.
Un buen p u n to de p a rtid a p a ra este estudio que propongo y que
aquí no hago sino esbozar, es p re sta r atención a los elem entos ini
ciales añadidos en la versión pehlví y en las que se sucedieron;
concretam ente, los relativos al m édico que n u estro Calila llam a
idéntico: pero creo que el Calila ha contam inado con una segunda
fábula griega, que se reconstruye a p a rtir de la del león y el arq u ero
del Apéndice de la A ccursiana (281) y de una fábula latina m edie
val 87. Sea que ésta sea a su vez el m odelo de la fábula de un papiro
egipcio a que hice referencia su p ra , vol. I, p. 726, com o propuse en
dicho lugar, sea que, com o pienso ahora, a la fábula griega subyace
el m ism o m odelo egipcio, en todo caso am bas fábulas han convivido
en M esopotam ia y han producido la del Calila.
En el citado Apéndice del Calila hay o tras fábulas de posible
origen griego y las hay tam bién, n aturalm ente, de origen indio. E n tre
éstas creo que hay que co n tar la del león y el chacal (lobo) religioso,
que pienso que deriva de las fábulas indias del gato asceta y que
presagia el tem a luego m uy difundido en E uropa del lobo com o falso
e hip ó crita m onje: tem a adicionado p o r ejem plo, com o hem os visto
arrib a, a los del lobo lector, de origen m esopotám ico, y del lobo que
cautivó al tern ero y luego fue m uerto p o r la astucia de la zorra
(tem a greco-indio). En Bizancio hay algunas, aunque escasas, huellas
de este motivo.
Por supuesto que en el cuerpo del Calila, allí donde ofrece fá
bulas ausentes del resto de la tradición india, pueden ra stre a rse m ás
fábulas de origen griego y o tras de origen oriental o indeciso. E n tre
las indias cabe m encionar la de los anim ales agradecidos y el hom
bro desagradecido (I 11), véase m ás abajo; y la del chacal que se
com ió al elefante (IV 10), seguram ente un derivado de «El asno sin
o rejas ni corazón» (IV 3). Aunque ya hice observar que es en oca
siones difícil afirm a r la ausencia de tales fábulas en todas las colec
ciones indias. P odrían in terp re tarse com o griegas algunas n arrac io
nes eróticas, sobre todo.
Ahora bien, a p a rtir de aquí hem os de p asa r a un tem a diferente:
el de la en trad a de m aterial griego en las versiones indias m edieva
les, el llam ado te x tu s sim p licio r, que se coloca e n tre el 900 y el
1199 d. C., y el te x tu s o rn a tu s de P u rnabhadra, de esta últim a fecha.
Aunque hay ciertas discrepancias sobre la colocación de u n a y o tra
colección en el s te m m a del P a ñcatantra, en todo caso resu lta claro
que am bas están m uy relacionadas, la segunda tiene elem entos de
la p rim era (de la ram a K) y de la S (la del T a n tra k h ya yika ).
No m enos claro es que en una y o tra colección aparecen por
p rim era vez fábulas y cuentos nuevos. Se tra ta de investigar su
origen y, sobre todo, de ver si alguna p a rte de este m aterial es
de origen griego. En este caso, dado que la influencia griega directa
sobre la India decreció m ucho desde u n a fecha tem prana, la del
origen del propio P añcatantra, hay que co n tar con la influencia in
87 «H om uncio, leo et filiu s eius» (de las fabulae extra va gan te s de S tein h ö
w el = 706 Perry). Para esta reconstrucción , cf. su pra, p.
566 Historia de la fábula greco-latina
III 6 «La cu lebra que m ordió al hijo del religioso». E ste es uno
de los ejem plos m ás claros: m ás arriba, pp. 115 y ss., he establecido
el s te m m a de esta fábula (H. 51), que a p a rtir de un original griego
p ro d u jo versiones en el P añcatantra, Fedro, la colección siríaca y las
Fábulas Anónimas.
IV 9 «La esposa del lab ra d o r que lo engañó». Une elem entos to
m ados de H. 136 (el p erro que llevaba carne, véase m ás arriba) con
u na novelita m isógina.
568 Historia de la fábula greco-latina
93 T eeteto, 174a.
94 E s el núm ero H. 40. T am bién en D iogenes Laercio I 34 y en A ntipatro
en Antholo gía Palatina VI 172, 5 y ss.
95 Die Quellen des griechischen Alexanderrom ans, M unich, 1954, pp. 57 y ss.
La fábula latina medieval y el Oriente 571
I. G en e r a l id a d e s
II. La tr a d ic ió n m e d ie v a l d er iv a d a de Av ia n o
1. C olecciones deriv ad as d e R ó m u lo
Paralelam ente al esquem a que di de las colecciones derivadas
de Aviano, voy a dar o tro relativo a las derivadas (o derivadas fun
dam entalm ente) de Róm ulo: en definitiva, de la casi totalid ad de las
colecciones latinas m edievales. Como en el caso anterior, m e apoyaré
fundam entalm ente en la obra de Hervieux. El com plem ento m ás
im p o rtan te que requiere esta o b ra es el relativo a las fábulas de
origen ajeno a Rómulo (y Aviano): es el estudio que h aré en el ap a r
tado IV. Pero para el establecim iento de las líneas generales de las
colecciones, la obra de H ervieux sigue siendo la decisiva.
Hay que hacer, de todas m aneras, algunas rectificaciones y aña
didos. E n p rim er térm ino, es inútil el em peño de Hervieux, aquí y
allá, p o r distinguir en tre el «Rómulo prim itivo» (es decir, el «Aeso
pus ad Rufum») y el o rdinario: en realidad, él edita com o «Rómulo»
solam ente un ms. de la recen sio gallicana, el B urneianus; indepen
dientem ente, edita los p o r él llam ados «Róm ulo del Colegio del Cor
pus Christi» (de Oxford), «Rómulo de Viena» y «Rómulo de F loren
cia». Y tam bién las fábulas de Ad y Wis. Se trata , en realidad, de
m anuscritos pertenecientes a las diversas recensiones de «Rómulo»,
que Thiele ha tom ado en cuenta en su edición. H ervieux no tenía
a m ano elem entos suficientes de juicio p ara re co n stru ir las diversas
fases del texto de Róm ulo. No los tenem os, en realidad, tam poco
nosotros: el m ism o Thiele h a tenido el buen criterio de no tra ta r
de o b ten er un texto único y de lim itarse a d ar recensiones indepen
dientes. Yo voy a ren u n ciar aquí a in te n ta r ver de qué recensión
deriva cada una de las colecciones m edievales dependientes de
La restante tradición griega y latina 583
Son sólo 13 fábulas, abreviadas (como p o r lo dem ás, las 45 del ms. de
Oxford antes referido, utilizado en la ed. de Thiele con la sigla O;
cf. H ervieux I, pp. 461 y ss., y II, pp. 246 y ss.). P ara esta colec
ción, cf. H ervieux I, p. 817, y II, pp. 758 y ss.
b) A leja n d ro N e c k a m .
El anónim o llam ado Róm ulo de N ilant (Rom ulus N ilantii) com
pren d e 50 fábulas (49 si se descuenta «La estatu a de Esopo» tra n s
m itidas en pocos mss.). Los argum entos están a veces am pliados y
alterados, se tra ta de p aráfrasis en latín m edieval. H ervieux da bue
nas razones co n tra el intento de h acer derivar esta colección de Ad;
pero sus dudas sobre si el origen de la m ism a está en el Róm ulo
prim itivo o en el ord inario ya he dicho que no conducen a nada.
P ara nosotros hay un solo Róm ulo en varias recensiones y no es
586 Historia de la fábula greco-latina
Así, en definitiva, hem os de co n tar con una fase del Rom. anglo-
latino que contenía los cinco bloques; con o tra anterior, en que
faltab a el 4 (es la que conoció M aría); con o tra a n terio r aún en
que adem ás faltab a la 5 (conocida p o r M aría y los dos D erivados,
a m ás de Mon. y Bern.); y es claro que en una fase an terio r todavía
en tre los bloques 1 y 3, que form aban u n continuo (fábulas coinci
dentes con las del Rom. Nilant, con pocas excepciones) se introdujo
com o suplem entario el bloque 2. La fase m ás antigua es un derivado
de la Antología que sirvió igualm ente de m odelo al Rom. N ilant y
a la que, a veces, está m ás próxim o el texto del anglo-latino. Los
m odelos que sucesivam ente se han usado son: la Antología, el Róm u
lo original y u na o varias colecciones no rom úleas (en las que a ve
ces se in tercalab a el Róm ulo original). Añádase que el Der. com pl.
puede ten er la responsabilidad de unas pocas elim inaciones y aña
didos.
to, p o r ejem plo, sino p orque toda esta tradición viene de la misma
seguida p o r el Róm. N ilant.
O sea: la afirm ación a n terio r de que Mon. viene de la Antología
referid a debe ser m atizada en el sentido de que procede de una fase
de la m ism a en que ya había entrado p arte del m aterial no rom úleo
(lo cual no ob sta p a ra que m antuviera un texto conservador en el
rom úleo), no ciertam ente todo el que adm itió el Róm. anglo-lat., pero
sí una parte. A p a rtir de aquí, en tró todavía nuevo m aterial en una
fase com ún a Bern, y Mon., pero ya no a la colección citada. Y hay
todavía elem entos nuevos, propios de Mon. y no de Bern. A la fá
bula citad a añado 36 = M. 245 «El infortunio del lobo», que contie
ne una fábula del Calila y aparece en la E cbasis, el Y sen g rim u s, el
R o m a n de R e n a rt y n u estro A rcipreste (cf. supra, p. 549). Y 30 =
M. 289 «El soldado y la serpiente», em parentada con una en Eudes
de Ceritón, Fab. Add. Claro que los elem entos no en el Róm. anglo-lat.
pueden re tro tra e rse a la fase interm edia y los solo en Mon., tam
bién al m odelo com ún a Bern.
E n cuanto a la colección de B erna hay que hacer una afirm ación
paralela a la an terior: todas sus fábulas rom úleas m enos una están
en el de N ilant, todas tam bién en el Der. c o m p le to y, a veces, en
otros testigos del Rom. anglo-latino. El texto está, por lo demás, le
jos del del Der. y, en la m edida en que puede verse, se aproxim a
al de Rómulo. Solo que n u estra colección ofrece versiones am plias
y m uy originales. Por ejem plo, 2 «El águila y su hija» altera muy
pro fu n d am en te la vieja fábula de «Las bodas del Sol» (muy am plia
da en Der. y en Rom. N ilant, en sentidos diferentes); 4 «El león
viejo, el jab alí y el asno» tiene concom itancias con Róm ulo 10 y
Mon. 13, pero no con Rom. Nil. I 15, m uy am pliado, ni con Der. 15,
que sustituye el león p o r el lobo y el jabalí por la zorra. R esulta
claro que la ram a que estudiam os se desgajó del tronco antiguo
antes que Róm. Nil. y que el Rom. anglo-lat. Tam bién 1 «El lobo y
el cordero» llevaría a iguales conclusiones, entre o tras fábulas.
El texto de Bern., en estas fábulas y en las no rom úleas, es m ás
innovador, com o digo, que el de Mon.: pero no creo que, p o r ello,
haya que acep tar u n a derivación a p a rtir de aquél. E n tre o tras cosas,
hay que n o tar que a Bern, le faltan fábulas de Mon. y en cambio
tiene fábulas rom úleas del de N ilant que no están en Mon. En
cuanto a las fábulas no rom úleas, las hay en Mon. que faltan aquí
y al revés. Por o tra p arte, las que están en Bern, y no en Mon.,
pueden o no e sta r tam bién en el Der. c o m p le to y Eudes. Y es n ota
ble que haya una fábula rom úlea (la 43 «La ra n a que se hinchó»)
que procede del «suplem ento» del Der. c o m p le to (o sea, del Róm ulo
anglo-lat.).
Pienso que Mon. y Bern, vienen de una pequeña colección obte
nida de una fase arcaica del Róm ulo anglo-lat., que ya había am-
La restante tradición griega y latina 593
11 «A pologues et an ecd otes dans la tap isserie de Bayeux», Rom ania, 65, 1939,
pp. 376-382.
596 Historia de la fábula greco-latina
W alter ( + ) P aráfrasis
!,
Al. Neckam ( + )
Fab. m etricae
Rom. N ilant
Fab. rhythm icae
ROMULO—►* Antología
„a) ( + ) - » B e rn .,Mon. ( + )
^ D e r . com pl. (+ ? )
N. Bozón ( + )
Eudes ( + )
J. Schiap. ( + )
La restante tradición griega y latina 599
3. ¿Q ué R ó m u lo e s tá e n la b a se d e la s coleccio n es?
5. La tra d ic ió n ro m ú le a fu e ra d e la s coleccio n es
IV . La n u e v a f á b u l a m e d ie v a l e u r o p e a
Por o tra p arte, esos m ism os siglos iniciales de la E dad M edia vie
ron la creación de recensiones diversas del texto de Róm ulo, recen
siones ajenas todavía al m odelo del Róm ulo anglo-latino. Y vieron
tam bién la constitución, en In g laterra, de la Antología rom úlea que
está en la base de este últim o.
E sto es lo que podem os decir sobre esta edad: el uso de fábulas
aisladas, rom úleas o no, p o r p arte de sus escritores puede suponerse,
pero no se ha hecho un despojo en ese sentido; ni parece hab er fá
bulas aisladas en colecciones poéticas. Pero en el siglo ix, en la edad
carolingia, el panoram a cam bia o cam bian al m enos nu estro s cono
cim ientos.
E n esta época em piezan a aparecer pequeños poem as que son
fábulas aisladas y que se caracterizan por tem as ajenos a la trad i
ción rom úlea (o derivados de ella, pero con una personalidad inde
pendiente) y p o r alusiones a veces m uy directas a la tradición con
tem poránea. Un artícu lo de D ieter Schaller que he citado 12 nos pre
sen ta el siguiente m aterial:
H. 99 «El cab rito y el lobo» (el cabrito pide b ailar antes de m o rir
y en tan to llegan los p erros y escapa) y H. 100 «El lobo y el cabrito»
(el cab rito refugiado en un pico insulta al lobo): son sin duda m o
delos de M. 65 en Der. parc, (el buey pide, antes de ser devorado,
su b ir a un m onte a orar. Muge, vienen los pastores y se salva) y
M. 104 (la cab ra pide perm iso al lobo p a ra ca n ta r m isa: se sube a
u n pico, grita y se salva). El tem a aparece en m ás fábulas, así
en M. 265 «El lobo, la cerda y los cerditos», de Ju an de Sheppey.
H. 119 «El cam ello y Zeus»: de ahí M. 236 en los dos D erivados
y M aría de F rancia (la liebre pide cuernos a Jú p iter, pero no puede
c o rre r con ellos y la m atan los pastores). Aunque, a m ás de en F. An. I
(y Par., Dod., Tetr., S., Aft.) está en Aviano, es claro que éste no fue
conocido p o r la trad ición inglesa del Róm ulo anglo-latino. Tam bién
de aquí viene el tem a del asno que q u ería ten er la cola m ás larga
(en la Ecbasis, M. 44).
H. 125 «El grajo y las aves»: de ahí probablem ente M. 447 «El
tejó n en tre los cerdos» en Der. c om pl. y M aría (el tejón se hace pasar
p o r cerdo, pero cuando no le interesa dice que es un perro). Sin
H. 162 «El lobo y la cabra» (el lobo le dice a la cabra que baje
del pico a p astar, a lo que ella se niega) es seguram ente, contam inada
con H. 275 «El cervato y la cierva» (el tam año de ésta no responde
a su fuerza), la fuente de M. 190 «El m acho cabrío y el lobo» (el
m acho cabrío no b aja del pico en que se h a refugiado, pero cuando
el lobo se va b aja a beber; confiado en su fuerza lucha con él y
m uere). Es una fábula del Rom. Mon., y la ú ltim a p arte (la derivada
de H. 275, del Apéndice de la Accursiana) está en la base de una de
las Fáb. R y th m . derivadas de Rom. Nilant.
H. 169 «Las águilas y las zorras»: cf. M. 236 «Las liebres y las
águilas» en Eudes.
La restante tradición griega y latina 615
H. 254 «La to rtu g a y la liebre»: cf. M. 237 «La liebre que com
petía con el lobo» (hay un desafío, la liebre huye y el lobo desfa
llece: vence la p rim era), sin duda un derivado, en Eudes, Bozón y
Ju an de Sheppey. O tro derivado debe verse en M. 114 «El ciervo
el erizo y el jabalí», en que el erizo d erro ta al ciervo a la carrera:
se m ezcla el tem a m edieval (desde la E c b a s is) del erizo, así como,
quizá, la fábula H. 238 del ciervo, el erizo y el cazador (el asunto
es confuso, porque, com o sabem os, cf. p. 96, en Róm ulo aparece el
jab alí en vez del ciervo: aquí los dos).
3. F á b u la s d e riv a d a s de R ó m u lo y, e v e n tu a lm e n te ,
de la re s ta n te tra d ic ió n la tin a a n tig u a
Rom. 27 «Las ran as pidiendo rey». De aquí E udes (M. 162): las
horm igas eligen rey al leño y se m ean en él; luego a la serpiente,
que las devora. Tam bién la fábula de W alter (M. 448), en que éste,
sobre el proem io de la fábula en R óm ulo (y Fedro), habla de los
atenienses, que eligieron un rey y lo soportaban mal.
Rom. 30 «El lobo y la cerda» (ésta pide al lobo com adrón que
se aleje) es pro b ab lem ente el m odelo de una variante del Róm ulo
florentino (M. 41) en la que el lobo toca al asno enferm o diciéndole
que dónde le duele, a lo que él contesta que allí donde le toca. Con
fróntese tam bién H. 7 y o tras fábulas.
invierte: ah ora es el pavo el que por vanidad cede sus plum as, m u
riendo de frío.
Rom. 46, fábula de la m osca y el calvo, es sin duda origen del
debate de la ab eja y la m osca en M. 20 (Der. parc, y compL).
Rom. 63 «Las ovejas y los lobos», en que los perros son entregados
a los lobos, que devoran el rebaño, es levem ente m odificada en M. 337
(W alter el Inglés), con introducción del pastor.
Rom. 83. Del tem a del ho rrib le canto del asno derivan fábulas
com o M. 218 (en Eudes: larguísim a, con m oral cristiana) sobre el
asno p reten d ien te a m inistro del león y M. 412 (en Anón. Avianicae),
en que una m ujer, que llora al oír ca n ta r horriblem ente a u n sacer
dote, explica que su canto le recuerda al de su asno cuando lo de
voraba el lobo. El tem a ha pen etrad o tam bién en otros lugares: en
el A rcipreste (estr. 893-903), en la fábula del león, el asno, el lobo
y la zorra.
Av. 14, fábula de la m adre del m ono (cf. p. 248). De ella debe
de pro ced er M. 70 «El búho y su hijo bellísim o» (Eudes y J. de Shep
pey). El búho da las señas de su hijo a la liebre, p ara que pueda
llevarle un encargo a la asam blea de las aves: se lim ita a señalar su
herm osura, lo que la liebre critica.
Av. 15, versión de «El pavo y la grulla». De ahí 131 (en Eudes
y Ap. de W alter) «La corneja soberbia y la golondrina».
4. F á b u la s de la tra d ic ió n p o p u la r e u ro p e a
5. F á b u la s de n u e v a cre a c ió n
a) Generalidades.
P or supuesto, tam poco en este caso es fácil h acer aserciones ta
jan tes: fábulas que nos parecen nuevas y aisladas pueden proceder
de una tradición p a ra nosotros perdida.
Voy a p rescin d ir de las fábulas nuevas (o derivadas lejanas) de
la épica anim al, pues es un tem a que nos ocupará seguidam ente;
tam bién dejo de lado algunas aisladas o de tradición indirecta, de
las que an tes hablé. Y las de Pedro Alfonso. Me lim ito, pues, a las
de las colecciones (a veces tam bién presentes, p o r lo dem ás, fuera de
ellas). Y en tre éstas no tengo m ás rem edio que proceder selectiva
m ente, poniendo algunos ejem plos.
Pienso que, en esta ocasión, es preferible dividir las colecciones
en dos grupos, las m ás antiguas y las de fecha m ás reciente (Eudes
y su escuela, los Apéndices); aunque quedan dudas sobre algunas
fábulas (las e xtravagantes y otra) y, de o tra p arte, las tendencias
generales de los dos grupos son aproxim adam ente las mismas.
b) Colecciones antiguas.
Com encemos p o r el prim ero. Hay, en p rim er térm ino, que in sistir
en que algunas de las fábulas «nuevas» pueden ser, en realidad, de-
a un niño caído eri el Jordán (M. 99, igual tradición), el o tro que
denunció al m atad o r de su am o (M. 91, igual tradición)..
Hay que a ñ a d ir que a los tem as «nuevos» anim alísticos se unen
en n u estras colecciones las anécdotas hum anas; hay, tam bién, in ter
m edios. E stas anécdotas hum anas oscilan en tre los m ism os polos:
la anécdota breve, a veces chistosa, y los largos cuentos o narraciones
laxam ente articuladas; la de tradición antigua y la cristiana.
Cito, p o r ejem plo, anécdotas sobre tem as tradicionales, com o el
de la naturaleza, M. 4 (Rom. anglo-lat.: el halcón confiesa que puede
c ria r los pollos del búho, pero no cam b iar su sucia naturaleza); el
de la m uerte, M. 46 (App. Poggio); la sátira antifem enina, M. 299
(Rom. anglo-lat.), 452 (W alter), 460 y 461 (Rom. anglo-lat.). O bien se
tra ta de anécdotas tradicionales varias, a veces chistosas, cf., p o r
ejem plo, M. 152 (igual fuente: el á rb itro tu erto asignaba la m itad
del precio pedido p o r el vendedor porque sólo veía m edio caballo,
según éste); tem a del erem ita que p ru eb a a su criado (M. 187), el
del hom bre em barazado (M. 168). Cf. tam bién M. 150, 194, 357, 402, 424.
Ahora bien, aparecen tam bién tem as nuevos. P or ejem plo, encon
tram o s anécdotas o cuentos de tipo cristiano. En M. 10 (en el R óm u
lo anglo-lat., quizá de H. 49) el rústico, que pedía a Dios un segundo
caballo, cuando le ro b aro n éste se contenta con su devolución; en
M. 192 (igual fuente) el navegante se salva cuando pide a Dios que
haga su voluntad; en M. 19 (id.) se critica al hom bre que sólo o ra para
sí y los suyos; en M. 208 (W alter) se nos cuenta la h isto ria del ase
sino de un judío, delatado p o r las perdices. O tras veces se tra ta de
tem as m oralizadores, en que confluían la tradición antigua y la cris
tiana: así sobre el egoísm o de los herederos (M. 158, Fab. extrav.),
sobre el m entiroso (id.), sobre la crítica (M. 340: el protagonista, h arto
de que le critiq u en lo m ism o si va en el asno con su hijo, que si
m on tan éste solo o él solo o lo lleva de vacío, tira el asno al río).
E ste puede ser un panoram a, ya digo que sin pretensiones de
exhaustividad, de la fábula «nueva» en el Róm. anglo-latino, los R óm u
los de M unich y B erna, W alter y algunos textos conexos. Lo m ás nuevo
son largos relatos deshilvanados, a veces pequeñas novelitas hum anas
o anim ales; y, d en tro de los tem as, los cristianos, p o r o tra p a rte con
frecuencia perfectam en te insertados dentro de los tem as antiguos o
de otro s co n stru id o s sobre ellos. Pero en una am plia m edida, el es
p íritu y aun la form a de la fábula antigua continúa. Sin p erd er su
ca rác te r aleccionador ni su tendencia crítica (ahora dirigida, a veces,
en o tras direcciones), la fábula no h a perdido su p u n ta incisiva, su
hum or, su apelación al buen sentido y al realism o. Los tem as a n ti
guos se h an conservado, los cínicos se han cristianizado. Unido todo
esto al vasto caudal de la fábula sim plem ente conservada con pocas
m odificaciones, la época a que se refieren n u estras citas, aproxim a
dam ente los siglos X, xi y x n , es buena continuación de la an terio r
626 Historia de la fabula greco-latina
c) Colecciones recientes.
El pan o ram a de la fábula latina en torno a fines del x¿i y pri
m era p a rte del x i i i , y en los continuadores del xiv (Eudes y su es
cuela, Apéndices de él y de otros autores anteriores, etc.) es en parte
el m ism o, en p a rte diferente. H aré una exposición sum aria: para más
datos envío al Apéndice III. Doy indicación de las fábulas, pero no
de los autores.
De una p arte, hay que in sistir en que tam bién en tre estas fábulas
se en cu en tran derivaciones de las tradicionales: M. 56 «El asno con
privilegio, la zo rra y el lobo» es una continuación del tem a de «la
coz del asno» (éste deja ciega a la zorra, que va a leer el privilegio
supu estam en te escrito en su pata), M. 366 «La pulga y el abad» con
tinúa el tem a del anim al que escapa con un pretexto religioso (la
pulga salta de la palm a de la m ano del abad, que le ha perm itido
confesar sus pecados). E n tre o tras fábulas, cito las siguientes: M. 26
«El águila y el cuervo médico» (que ciega al águila y se come los po
llos: tem a de «El águila y la zorra»); M. 108 «El gato m onje» (el tema
ya tradicional, con la graciosa conclusión «cuando quiero soy m onje,
cuando quiero soy canónigo»); M. 118 «La cigüeña y su pico» (tema
de la p atria, ya visto antes); M. 129 «El banquete con el león» (con
tinuación del tem a de las m alas com idas en la corte del león: sirve
rato n es al gato y a los dem ás... y éstos tienen que com érselos, bien
que a disgusto); M. 140 «El cuco y el águila» (desarrollo del tem a
o rien tal de la elección de rey de las aves, con etiología de por qué
el cuco pone sus huevos en el nido ajeno); M. 224 «El león, el lobo,
la zorra y el asno» (continuación del tem a del lobo-juez); M. 257 «El
lobo m onje« (cuando le falta la carne tira la cogolla y se echa al
m onte); M. 258 «El lobo y el m arinero» (incum ple la prom esa de ir
peregrino a Roma, hecha p ara que le soltasen); M. 264 «El lobo y el
sacerdote» (el lobo pide al sacerdote que le dé rápido la penitencia,
ve a las ovejas que em piezan a b a ja r del m onte); M. 459 «El oso y
el lobo» (el p asto r no encuentra las ovejas que confió al lobo al pe
regrinar. Y no cree que hayan m uerto: «¿y las pieles?», pregunta);
M. 497 «La zorra confesando sus pecados al gallo» (lo que hace es
com érselo). Cf. su pra p. 525 una fábula griega em p aren tad a (en Miguel
Coniata). Nos encontram os en todos los casos con derivados de
tipos de fábula bien conocidos: algunos m ás antiguos, otros desarro
llados en las estudiadas antes. Hay elem entos cristianos y medievales
en general y, con frecuencia, una buena invención fabulística.
La restante tradición griega y latina 627
V. La é p ic a a n im a l
1. G e n era lid a d es
26 Teubner, 1963.
27 B erkeley, 1960.
630 Historia de la fábula greco-latina
Dije que este tipo de com posición es, en definitiva, de origen indio,
com o lo es la o rientación d o ctrin aria y política de una p arte del con
tenido de los poem as en cuestión; y, tam bién, los nom bres propios
dados a los anim ales y algunas de las fábulas interiores. Concluí que
fue el m odelo indio, aplicado con frecuencia a m ateriales fabulísticos
antiguos y, desde luego, a circunstancias sociales y políticas de nues
tra E u ro p a m edieval, el que tra jo consigo la creación del género.
Tam bién hice ver que la parodia de los cantares de gesta y de la
tem ática caballeresca ha podido desem peñar tam bién un papel: la
presencia de fábulas esópicas como decoración m arginal de los tapi
ces de Bayeux, relativos a la conquista norm anda, y una serie de
tem as de lucha en tre el lobo y la zorra acom pañada de sus aliados
(en la Ecbasis, el Y se n g rim u s) y o tras luchas m ás en el R o m a n de
R enart, la sátira de los poderosos en todas estas obras, etc., favore
cen este pu n to de vista. Sería algo sem ejante a cuando, en Grecia,
la fábula del ra tó n y la rana se am plió h asta convertirse en un poem a
paródico, la B a tra c o m io m a q u ia ; y a cuando, en am bientes orientales
diversos, a p a rtir del tem a egipcio de la lucha de gatos y ratones se
crearo n epopeyas paródicas que fueron a dar, en Grecia, la de «El
gato y los ratones» y en E spaña la G ato m a q u ia de Lope de V ega28.
Ahora bien, en la épica anim al latina estos elem entos de parodia
de la aristo cracia g u errera y cortesana son secundarios: dependen
tan to de los m odelos indios com o de la realidad y la literatu ra con
tem poráneas. Lo esencial es el am biente eclesiástico y la crítica contra
el clero corrom pido a través del lobo-m onje Y sengrim us y otros de
sus colegas; el asno B urnellus del S p e c u lu m ejercita o tra crítica p a
recida. Es el m om ento de com pletar lo dicho antes sobre el origen
del género diciendo qué elem entos se co n ju n taro n p ara crearlo.
E n p rim er lugar, ya he aludido a los elem entos indios: solo quiero
in sistir en que las fábulas aisladas (la m ás conocida, la del lobo
desollado) aparecen en E u ro p a desde el m ism o siglo ix, las hem os
encontrado ya aisladas ya en colecciones (sobre todo en el Rómulo
anglo-latino, cuyos orígenes rem ontan al siglo ix). Y que los nom bres
propios de los anim ales son igualm ente m ás antiguos que la épica
anim al (en ésta sólo aparecen desde el Y s e n g r im u s ) . E sta presupone,
adem ás, insisto, el conocim iento de las técnicas de com posición (com
posición «en m arco») de las colecciones fabulísticas indias.
Pero esto solo no es suficiente. Añado otros elem entos:
tos. Tam bién esto es previo a las colecciones, se apliquen estas téc
nicas a fábulas de origen indio o de origen occidental o sim plem en
te inventadas. Algunos de los poem as fabulísticos que he m enciona
do usan ya esta técnica desde el m ism o siglo ix y luego m ás ta r
de: así del ms. de St. Gall sobre el «León enferm o» (tem a del lobo
desollado), el de Sedulio sobre la m u erte del carnero, el del M e tr u m
leonis sobre el lobo, el asno, la zorra y el león, etc. E ste últim o
poem a, de o tra p arte, com bina ya dos fábulas: la aludida y la del
asno vestido con la piel del león, y todo con un propósito crítico.
Ahora bien, no se tra ta sólo de fábulas en verso. Se creaban, aso
ciando varios tem as, fábulas am pliadas prosaicas, así la del infor
tunio del lobo o la del juicio de la zorra.
c) La confluencia de elem entos indios con otros procedentes de
Aviano y Róm ulo, otros que son creaciones m edievales a p a rtir de
este fondo (por ejem plo, la fábula del gallo y la zo rra y la del lobo
y la zo rra en el pozo), otros populares (la pesca del lobo, cuya
cola queda a tra p ad a en el hielo), otros griegos (la variante griega
de «la p a rte del león»). Todo esto es an terio r y previo a la épica
anim al, aunque haya entrado en ella. Sobre todo: se crean constan
tem ente fábulas nuevas, de m odelo conocido o no, y hay que supo
n er que fábulas nuevas que aparecen sólo en la épica han sido, m u
chas veces, creadas p o r sus autores: así, posiblem ente, la del caballo
y la cigüeña en el Y s e n g r im u s, la del lobo y el tern ero en la Ecbasis,
la de las vacas cuyas colas quedaron presas en el hielo en el S p e
c u lu m . Véanse detalles m ás adelante.
d) F inalm ente, tam bién los elem entos cristianos habían pene
trad o desde antiguo en la fábula, en com binación a veces con elem en
tos indios o antiguos: tem a, sobre todo, del lobo m onje y sátira del
clero. Algunas fábulas nuevas, com o la del gallo que, vengativo, hace
que su am o no se d espierte el día en que debe consagrarse sacerdote
(en el S p e c u lu m ), tienen este carácter. Tam bién hab ían en trad o ele
m entos cortesanos, en torno al tem a de la corte del león, de origen
indio y griego.
Así, en definitiva, la presentación poética de un vasto caudal de
fábulas de varios orígenes, su am pliación y com binación, la deriva
ción de o tras nuevas y su aplicación a la crítica del am biente social,
h ab ía em pezado desde antes. Los au to res de la épica anim al no hi
cieron o tra cosa que llevar esto m ucho m ás lejos, sobre el m odelo
de las colecciones indias. Al hacerlo es claro que com binaban las
fábulas existentes, las am pliaban (por ejem plo, los dos m achos ca
brío s que m atan al lobo en la fábula india y la de la E cbasis se con
vierten en cuatro, en un juego m uy com plicado, en el Y s e n g r im u s),
inventaban o tras nuevas. Fuera de n u estro cam po de estudio, en el
R o m a n de R en art, estas invenciones son m ás num erosas (pueden ver
se en el Apéndice III), aunque no hay que olvidar que siguen e n tra n
632 Historia de la fábula greco-latina
2. La « E cb asis captivi»
3. E l «Y sengrim us»
P resenta tam bién, queda dicho, algunas novedades: unas seguidas por
el Y se n g rim u s, o tras no. Y, lo m ism o que los dem ás poem as, es ca
paz de crear, a p a rtir de tem as tradicionales de la m ás varia p ro
cedencia, algo original y nuevo, lo m ism o en el detalle de fábulas y
narraciones, que en lo relativo al conjunto del poem a.
De estas fábulas, los núm eros 300 y 301 son quizá de origen eu
ropeo pasadas a Bizancio (cf. p. 405). En los dem ás casos se tra ta
siem pre de relatos difusos, bien derivados de m otivos anim alísticos,
31 «Som e addenda to the Life o f Aesop», BZ, 59, 1966, pp. 285-304.
32 Cf. M. H. H unger, «Un rom an byzantin et son atm osphère: Callim aque et
Chrysorrhoè», en B yzan tin isc h e Grundla genforschung, V ariorum R eprints, Lon
dres, 1973, X IX .
33 Cf. sob re e sto s p oem as H.-G. B eck, Geschichte d e r byza n tin isc h e n Volksli-
teratu r, M unich, 1971, pp. 173 y ss.
34 Cf. B eck, ob. cit., p. 176.
La restante tradición griega y latina 639
1 V éase una exp osición m ás am plia en «Les co llectio n s de fab les à l ’épo
que helen istiq u e e t rom aine», en prensa en los E n tr é tie n s de la F undación
H ardt, Ginebra.
Conclusion 643
dro sigue el m odelo secundario, igual que B abrio, m ien tras que F. An.
sigue el prim ario. Luego, en este caso al m enos, Fedro sigue la co
lección m odelo de B abrio, la II.
Fedro tenía d elante de sí al m enos dos colecciones, ap a rte de que
contam inaba fábulas de una m ism a. U saba adem ás colecciones de
χρεϊαι y anécdotas, de las que proviene m aterial que suele faltar
en los otro s fabulistas (a veces está en diversas fuentes, así, p o r ejem
plo, en Plutarco). Y derivaba y creaba fábulas nuevas.
Aunque el estado de conservación de la organización de las fábu
las p o r p a rte de Fedro en cinco libros es deficiente (algunas han ido
a p a ra r a la A p p e n d ix de P erotti, o tras se reconstruyen sólo p o r Rómu
lo) puede in ten tarse ver si su m odo de tra b a ja r se m odificó o no
con el tran sc u rso del tiem po. De las fábulas com unes a Fedro y
o tras fuentes, son con m ucho las m ás frecuentes las com unes a
Fedro y la A ugustana (27 frente a 13). Pues bien, oponiendo al con
ju n to de estas fábulas las que no tienen fuente en la tradición fa-
bu lística (fábulas derivadas a nuevas de Fedro), re su lta que en el li
b ro I el p rim er grupo dom ina al segundo (18 fren te a 13), en el III
(dejo de lado el II, m uy breve) el segundo al p rim ero (17 frente
a 2), en el IV se eq u ilibran (son 11 y 13), en el V dom ina o tra vez
el segundo (9 fren te a 1). O sea, Fedro innova la tradición recibida
en un 50 p o r 100 de los casos: diferencia bien notable frente a la
Augustana, que sólo recoge m aterial tradicional. Y desde el comienzo
conoce los varios recu rsos de la innovación, aunque luego los utili
za m ás am pliam ente y después oscila en uno u o tro sentido.
Paso, después de esto, a B abrio, del cual, evidentem ente, no se
puede in te n ta r tra z a r u n a evolución cronológica, pero sí hacerse una
idea de las fuentes y del grado de innovación. T rab ajan d o sobre las
143 fábulas de la edición de Perry, procedentes las m ás (pero no to
das) del ms. Atoo, se deduce que su grado de originalidad, de pre
sentación de fábulas sin m odelo directo en n u estra s fuentes, es in
ferior, pero notable todavía: un 25 p o r 100 aproxim adam ente. Y en
cu anto a las fuentes, ya he dicho lo esencial. B abrio sigue una colec
ción (que llam am os II) que contiene ya fábulas idénticas a las de
la I, ya diferentes: una segunda versión p rim aria o u n a secundaria
respecto a la de aquélla. Ahora bien, hay excepciones. E n H. 294 «El
lobo y el perro» Fedro y B abrio siguen una versión prim aria, el ms. F
(de F. An.) u n a secundaria. Y en H. 143 «Las liebres y las ranas», Ba
brio y F. An. siguen un m odelo p rim ario, m ientras que del secun
dario derivan B abrio y Fedro. Es decir: B abrio tiene, ju n to a la
fundam ental, al m enos una fuente secundaria.
Pero no es esto todo. Puesto que podem os re co n stru ir en cierta
m edida los m odelos, podem os ver tam bién en qué m edida B abrio
los m odificó. Y aquí nos encontram os con u n a sorpresa. Su tendencia
fu n d am en tal es a m an ten er o am pliar los m odelos de m ediana ex
Conclusión 649
s. I l l a. C. * Fábulas en verso