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HISTORIA DEL PROTESTANTISMO EN AMÉRICA LATINA

Dr. Luis Dimas Jolón

EXAMEN FINAL
Historia de América Latina:
Imaginarios Latinoamericanos

Alumno: Abner Elí Gómez Arreaza


Carné: 1-16-2410
Fecha: 6 de abril del 2,019
INTRODUCCIÓN

Una de las más grandes interrogantes que se ha hecho y sigue sin poder responderse
a cabalidad es la de si existe o no un pasado latinoamericano, más concretamente ¿existe
una identidad latinoamericana? Aunque los registros históricos datan un pasado
latinoamericano diverso, es interesante observar que en la actualidad la mayoría de países
latinoamericanos no poseen una identidad que los distinga. En el presente escrito, daremos
un resumen al documental que trata de averiguar cuáles son los factores que han provocado
esto y qué papel debe jugar nuestro pasado histórico en la formación de nuestra sociedad.
IMAGINARIOS LATINOAMERICANOS
Latinoamérica es una invención contemporánea, quizás la más joven de las invenciones que
ha visto la historia. ¿Existe realmente un pasado latinoamericano o se trata solo un conjunto
de imaginarios superpuestos e irreconciliables? Aglutinar estos pasados en uno solo es aún
una tarea pendiente. Ciudades, migraciones, ciencia, arte, tecnología, comercia, y
espiritualidad son los eventos de nuestra historia. Inventariar estos eventos es el primer
paso a dar para pensar en una historia latinoamericana.
El viaje hacia esta construcción teórica, se inicia hace miles de años, cuando hombres dan
paso a explorar un territorio desconocido. Debemos recordar que el hombre americano no
es originario de América, sino que llega al continente. Esta es la primera verdad
incontrastable: todos somos intrusos. Si la historia del hombre en Latinoamérica hubiera
sucedido en un solo año, habríamos tardado nueve meses para pasar de la vida nómada a la
sedentaria. Nuestro pasado debe más al cazador-recolector que al supuesto hombre
civilizado. Muchas de nuestras costumbres cotidianas son el resultado de esta evolución.
Este hombre “americano” tuvo la opción para construir su propia utopía a espaldas del resto
del mundo, pero ¿realmente lo hizo? ¿Fue capaz de reinventarse en el nuevo territorio? No
debemos caer en el error de creer que las culturas que florecieron aquí son diferentes a los
pueblos de los demás continentes, son universalmente seres humanos, por supuesto, con
singularidades que los diferencian. El desierto andino es el primer testigo de estas
singularidades, es aquí donde surgirá el primer asentamiento humano civilizado. Es la
domesticación de plantas y animales lo que provocará estos primeros agrupamientos.
La ciudad más antigua de Latinoamérica: Caral, está ubicada en el Perú. Esta primera
civilización sentó las bases de lo que sería el proceso cultural peruano y posteriormente
latinoamericano. Esta ciudad estuvo ocupada ininterrumpidamente por aproximadamente
mil años. Es aquí donde el conocimiento adquiere un valor superlativo y define los roles de
la comunidad: los que mandan y los que obedecen. El fenómeno del urbanismo en
Latinoamérica ha sido un proceso intenso y progresivo que continua hasta nuestros días.
El norte del actual territorio latinoamericano ha sido denominado como Mesoamérica, allí,
la vanguardia de la expansión civilizatoria la tuvo la cultura olmeca. Olmeca es una palabra
de origen náhuatl que quiere decir “la gente que vive donde crecen los arboles de hule”.
Esta civilización fue la primera en establecer un sistema de relaciones entre lo espiritual y
lo terreno. Además, asentaron las bases de la organización regional, y son los creadores del
primer sistema de comunicación de Mesoamérica. Y es aquí donde empieza la era de las
expansiones imperiales.
A inicios de nuestra era, el poder de las elites se concentra en las ciudades. En la mitad del
primer milenio en el territorio de Mesoamérica y el territorio andino se manifiestan los
primeros estados imperiales centralizados. En el México antiguo el modelo de ciudad
imperial y cosmopolita será el de un centro urbano legendario: Teotihuacán. Fue una ciudad
que floreció los primeros seiscientos años de la era cristiana. Su nombre significa “el lugar
donde se hacen los dioses”. Es considerada la más influyente de su tiempo. Su extensión de
más de veintidós kilómetros cuadrados está orientada en torno a un eje que los mexicas
denominaron “la calzada de los muertos” y que termina en un recinto palaciego donde se
encuentra la pirámide de la luna y también se localiza el palacio de Quetzalpapalotl.
El centro de la ciudad estaba reservado a elites, allí vivían quienes ostentaban el poder. Y la
influencia de esta ciudad se extendió hasta el territorio maya. Sus redes de comercio y sus
ejércitos sostenían el prestigio de la ciudad y su número de habitantes llegó hasta ciento
cincuenta mil personas. Es al estado de Teotihuacán al que puede considerarse como el
primer imperio. Sin embargo el crecimiento demográfico llevó al agotamiento ecológico, lo
que provocó que en el año ochocientos de nuestra era aproximadamente, la ciudad sea
completamente abandonada, aunque hay vestigios que suponen que la ciudad fue atacada o
sufrió una insurrección interna.
A miles de kilómetros de Teotihuacán, otro imperio vivía en medio del paisaje andino. En
el actual territorio de Bolivia, al límite con Perú, se concentró uno de los centros urbanos
más increíbles de Latinoamérica: Tiawanaku. Esta ciudad fue un símbolo de poder y
religiosidad por más de un milenio y estuvo habitada por aproximadamente cuarenta mil
personas. Es a partir de principios de nuestra era cuando Tiawanaku se convierte en un
estado.
Su historia consta de varios períodos: el Clásico, el cual es donde resalta el esplendor y que
dura hasta el año setecientos de nuestra era aproximadamente y es la época donde se
construyen los grandes edificios de Tiawanaku. Su más enigmática construcción es el
templete semisubterraneo, en sus paredes se encuentran las llamadas cabezas clavas. Se
dice que éstas representan el conjunto de razas que, desde Tiawanaku, poblaron el universo,
también, que da cuenta del carácter multiétnico de la ciudad.
A partir del setecientos d. C., Tiawanaku se convierte en un estado militarista-
expansionista, y es a partir de esto que surge el período llamado Expansivo, que se extiende
hasta el año mil doscientos d. C. aproximadamente. Es en este año, donde se da el colapso
de esta cultura. Tiawanaku es una de las tantas ciudades emblemáticas de los Andes y como
tantas otras, también fue abandonada.
Los contactos entre los pueblos se hicieron habituales y el intercambio de bienes, servicios
y saberes dio origen a nuevas ciudades cada vez más sofisticadas. Allí donde existía ansia
de poder habría una nueva ciudad y con ellas, nuevas complejidades, demandas crecientes,
innovación tecnológica, y expansión territorial. El intercambio y el mercado se
consolidaron como ámbitos de interacción, los pueblos tributarios se multiplicaron y la
porfía hegemónica se tradujo en conflictos armados y estrategias de sometimiento.
La suma de todos estos saberes se concentró en el territorio maya. Hacia el seiscientos antes
de nuestra era, en la zona central del Petén guatemalteco surgen las primeras ciudades
mayas y es el crisol de la cultura maya del período clásico. Desde allí, esta cultura irradia,
dando desarrollos regionales locales que conforman el mosaico cultural maya.
El período clásico, que va desde el año trescientos al novecientos d. C. aproximadamente,
los mayas hacen las máximas aportaciones en el sentido del conocimiento. La escritura
maya es el resultado de una evolución que se inicia en otros pueblos mesoamericanos y que
es llevada por los mayas a su máxima expresión. La escritura es considerada como el paso
de la barbarie a la civilización.
Desde el momento del contacto entre la cultura europea y el nuevo continente hasta
nuestros días, el mundo occidental tuvo serias dificultades para entender la complejidad de
estas civilizaciones.
No puede decirse que no los maravilló, pero la urgencia de la conquista estableció algunos
preconceptos sobre la evolución de los pueblos originarios y los condenó durante mucho
tiempo a una visión restringida de sus múltiples saberes. América demostró que el
evolucionismo no es unilineal, como lo creían los europeos, sino multilineal.
La escritura y los conocimientos mesoamericanos estaban reservados a la nobleza. Es más,
no hay registros de la historia de los pueblos, sino solamente la historia de sus gobernantes.
Los mayas nunca estuvieron unificados bajo un poder político central, cada una de las
ciudades mayas floreció como capital de reinos que controlaban a pueblos tributarios
circundantes. Las relaciones entre las distintas ciudades se formalizaban mediante alianzas
matrimoniales o enfrentamientos armados que tenían como resultado nuevos escenarios
políticos.
Es en la cultura maya, donde por primera vez en Latinoamérica, las obras artísticas
identifican a su autor. Estos gobernantes cometían entre sí para demostrar quien había
logrado alcanzar los más altos grados de complejidad artística. La civilización maya
persiguió vorazmente el conocimiento y como premio alcanzó el más alto grado de saber
que conociera una sociedad latinoamericana antes de la invasión europea. Hacia el año mil
de nuestra era, este esplendor cultural se había diluido. Muchas de las ciudades
emblemáticas fueron abandonadas aparentemente sin razón. Hacia el mil cuatrocientos
cincuenta el territorio queda fragmentado entre provincias independientes entre sí.
En tanto, hacia el sur y el norte del caído universo maya se consolidan los dos procesos
imperiales más desmesurados que conociera la historia de Latinoamérica. Tres mil años de
vida mesoamericana desembocarían en un solo pueblo que pasaría a la historia como
“azteca” y cuyo verdadero nombre era “mexica”. La cultura mexica fue la última que
floreció en el territorio mesoamericano y que construyó uno de los imperios más vastos.
Tenochtitlan, fue una ciudad fundada por los aztecas en un islote del lago de Texcoco en el
año 1325. A principios de 1400 se formaliza una alianza entre tres poderosas ciudades
mesoamericanas: Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlan. Esta última, capital de los mexicas.
Esta alianza consolidaría el crecimiento del imperio mexica y llevaría a la ciudad a una
dimensión mítica. Se calcula que la ciudad llegó a tener aproximadamente trescientos mil
habitantes.
Tenochtitlan estaba alrededor de un recinto ceremonial. La concepción del mundo
mesoamericano tiene su representación en el diseño urbano de la ciudad. Esta es la morada
de sus dioses y de sus líderes. Allí se concentra el intercambio que le da sentido al cosmos.
Los dioses proporcionan la bonanza y la furia y los nobles deben corresponder con su
sacrificio y su alimento. Los caballeros águilas y los guerreros jaguares eran los encargados
de conseguir cautivos para sacrificarlos al sol. La ciudad exigió una gestión gubernamental
que reglamentó el comercio, la vida social, la salud pública y la formación de nuevos
dirigentes.
En la grandeza y la impiedad de los mexicas, maduró el germen de la caída del imperio. El
descontento de los pueblos tributarios esperaba una oportunidad que llegaría con el inicio
de la invasión española. Por primera vez, se da fecha exacta de la caída de una ciudad
latinoamericana. El 13 de agosto de 1521, las fuerzas de Cuauhtémoc se rinden ante la
alianza de españoles y nativos.
Hacia el sur, más allá de las selvas centroamericanas, donde los Andes se alzan de cara al
mar, se producía la más inusual de las experiencias políticas latinoamericanas: el imperio
inca.
La organización estatal más extensa de América, es el resultado de siglos de experiencia y
lo que la hizo posible fue un limitado conjunto de principios de asociación. Uno de ellos, el
de pertenencia común, “el ayllu”. Significa la propiedad comunitaria de un territorio y era
la base de la comunidad. A este principio fundacional se sumará otro: la reciprocidad. Toda
la estructura inca se basa en la reciprocidad. El inca todo lo ve y todo lo sabe.
A medida que conquistaba nuevas poblaciones, su riqueza se acrecentaba y sus ejércitos,
sumaban el caudal de los derrotados a su propio torrente imperial. En poco tiempo, nadie se
animaría a disputarle el liderazgo continental. Piedra sobre piedra, los incas construyeron el
estado más extenso de América. Cusco, la capital, fue durante un siglo, la ciudad más
influyente de los Andes.
La invasión europea les produce un impacto que reaviva las tensiones internas de la nobleza
y desmorona las bases de su organización.
En 1492, lo que hoy es Latinoamérica, era un territorio complejo, de alta densidad
poblacional, en el que convivían grupos nómadas, aldeas confederadas, ciudades pequeñas,
grandes y descomunales, algunas superaban en tamaño y calidad de vida a muchas capitales
del viejo continente. Muchas de ellas poseían eficaces sistemas administrativos, escuelas,
centros de investigación y conocimiento, memoria histórica y material, escritura,
matemáticas, ciencia, tecnología, y una intensa dinámica de comercio e intercambio. Pero,
también iniquidades, ambición, abusos, persecución, exterminio y muerte.
Toda esa diversidad fue considerada como algo sin pasado por los conquistadores. A todas
las culturas se les puso el nombre genérico de indios. Aunque es claro que, en algunos
lugares de Latinoamérica, se ha logrado recuperar algunos aspectos culturales y algunas
tradiciones que lograron sobrevivir vistiéndose de “cristianas”. Los europeos implantan
modelos externos y eso no cambia con la Independencia, si se le puede llamar así.
Aunque, si se logra dar origen a un nuevo modelo social. Esta nueva identidad define el
pulso de nuestro tiempo en una puja constante entre la matriz de los pueblos originarios, la
herencia europea y la irrupción del criollo.
COMENTARIO PERSONAL
Después de ver el contenido del documental, podemos llegar a la conclusión de que la gran
riqueza histórica y cultural que posee Latinoamérica, no debe ser menospreciada. Como
habitantes y parte del pueblo latinoamericano, no debemos olvidar esa herencia. Parte de lo
que somos viene de esa riqueza cultural. Y no debemos despreciar la parte que se nos ha
sido dada por los europeos. Todo eso es lo que somos.
Es impresionante como todas estas culturas llegaron a alcanzar semejante nivel de
conocimiento y la manera en que aplicaron ese conocimiento para desarrollarse.
Definitivamente queda claro que la única manera de crecer es hacerlo en unidad. El haberse
formado como comunidad fue lo que les permitió alcanzar esos logros y eso es algo que
deberíamos aprender en la actualidad.
Nuestra sociedad jamás va a desarrollarse mientras sigamos divididos por ideologías que ni
siquiera nos pertenecen. Por supuesto, que debemos aceptar que somos diferentes y que por
consiguiente, no vamos a tener una misma forma de pensar. Pero eso no debe
fragmentarnos, sino al contrario, deberíamos usar nuestras diferencias para apoyarnos.
Porque en áreas donde unos son débiles, otros son fuertes.
Otro punto destacable, es esa necesidad espiritual que poseían todas estas culturas. Aunque,
ahora conocemos la verdad del Evangelio, no se puede negar que en cada ser humano hay
una necesidad de Dios, y estas culturas, aunque erróneamente, trataron de suplir esa
necesidad. Quizás haya sido el gran auge de la idolatría lo que haría que Dios permitiera la
conquista, recordemos que en la Escritura, ejemplo tenemos de eso con la conquista de los
pueblos cananeos.
Sin embargo, debemos dar gracias a Dios por el hecho de que, aunque impuesto a la fuerza,
el evangelio nos llegó. Lamentablemente, esa imposición también trajo un sincretismo
religioso que perdura hasta nuestros días y aun entre las congregaciones protestantes. Ese
sincretismo fue un esfuerzo por rescatar tradiciones culturales precolombinas.
En algo en lo que estoy en desacuerdo, es el hecho de que a Guatemala no se le haya dado
el énfasis que merece. Como ciudadano guatemalteco considero que la riqueza cultural que
aún puede observarse, debió ser estudiada a fondo. Especialmente ahora, cuando hay un
gran caos social, económico y cultural en nuestra nación. Es de suma importancia conocer
nuestra historia para no cometer los mismos errores del pasado.
Como cristiano, creo y estoy convencido de que Dios tiene en control toda la historia
humana, incluyendo la latinoamericana. Sus designios se pueden ver desde la llegada del
hombre al continente buscando alimentos hasta su desarrollo como civilización y la
posterior conquista. Y si en sus propósitos estuvo que los conquistadores vinieran a
implantar una nueva identidad social, Él sabe por qué.
Los cristianos no deberíamos pensar que no poseemos una identidad como pueblo
latinoamericano. Somos el producto de una variedad de pensamiento, desde las culturas
precolombinas hasta filosofías europeas, pero esa diversidad es la que nos debería
proporcionar nuestra identidad. Tomar todo lo bueno y desechar lo malo como lo enseña la
Escritura es lo que deberíamos de hacer.
Lamentablemente, muchos creyentes, especialmente en nuestra nación, se preocupan muy
poco por intentar conocer nuestro pasado, esa historia llena de aciertos y desaciertos, que
nos ha traído hasta aquí y que de otra manera no nos permitimos conocer, caeremos en los
mismos errores que hemos venido cometiendo hasta ahora.
Debemos tomar el ejemplo de unidad que poseían estas culturas e imitarlos para poder
crecer no solo como creyentes, sino como nación. Nuestro deber ahora es conocer a fondo
nuestra historia y ser agentes de cambio para nuestra generación a fin de que podamos
formar en ellos una identidad renovada, que no niegue sus raíces culturales pero que
tampoco deseche los valores de la Palabra primeramente y también los rasgos culturales
que han venido del mundo occidental.

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