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FECHA
Aunque algunos eruditos proponen una fecha tardía y unos pocos, una fecha más temprana,
las dos fechas aceptadas por la mayoría corresponden a mediados de la década del 90 o bien,
a fines de la década del 60 d.C. Ambas propuestas tienen adeptos entre los evangélicos, pero
quizá la primera – mediados de la década del 90 d.C. – cuente con la argumentación más
sólida y con el favor de la mayoría.
Introducción a Apocalipsis
El problema principal radica en establecer la fecha de la persecución descrita en las cartas a las
iglesias (2:9 – 10:13) y determinar si la descripción de la bestia en el cap. 13 corresponde a un mito
sobre la resurrección del emperador Nerón. Algunos autores opinan que las alusiones a Nerón indican
que el texto fue escrito en vida de este. Afirman, además, que la referencia al templo en 11:1, 2
sugiere que este aún no había sido destruido. Habida cuenta de que la destrucción del templo se llevó
a cabo en el 70 d.C. y que Nerón murió alrededor del 68 d.C., es posible argumentar que el texto se
escribió a fines del año 60. Hecha esta salvedad, todos los demás factores, principalmente la tradición
según la cual el apóstol Juan estuvo exiliado en Patmos durante el período en que Domiciano
intensificó la persecución de los cristianos, apuntan al año 95 d.C. como fecha más probable.
INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
7:4
Los Testigos de Jehová afirman que sólo 144.000 personas, que
ellos identifican como Testigos de Jehová nacidos antes de 1914,
reinarán con Cristo en el cielo. Sin embargo, según el autor de
Apocalipsis, estas 144.000 personas son judíos pertenecientes a
las doce tribus de Israel.
7:4 – 8 Los Testigos de Jehová enseñan que los 144.000 representan el número total de seres que
reinarán con Cristo. Al mencionarse que un grupo mucho mayor («una gran multitud, la cual nadie
podía contar») será llevado seguidamente de la tierra al cielo (v. 9), el propio contexto inmediato de
Apocalipsis desacredita la opinión de los Testigos de Jehová. Aunque muchos creen que los 144.000
simbolizan la iglesia, los nombres y los números de las tribus se refieren de modo natural a la etnia
israelí. Las doce tribus se enumeran como un despliegue militar defensivo (por ej., Nm. 2), lo cual
torna aceptable que 7:1 – 8 implique que este sello tenga que ver con la entrada del Espíritu Santo,
según el nuevo pacto, en el remanente judío restablecido en la tierra prometida (Ez. 36:27; 37:7 – 9;
14). La visión de Ezequiel describe a Israel como «un ejército grande en extremo» (Ez. 37:10).
7:9 – 12 La referencia a la «gran multitud» vestida de ropas blancas la vincula con los mártires
(6:11) y, según la única ocasión adicional donde también se encuentra un grupo similar (19:1, 6), con
la esposa (19:7, 8) y con los ejércitos (19:14) del Cordero. En cuanto la gran multitud llega al cielo,
comienza a adorar junto con todas las otras criaturas celestiales.
7:13 – 14 Los vestidos de la «gran multitud» que son lavados en la sangre del Cordero podría
aludir al martirio, pero es probable que se refiera a la sangre redentora de Cristo (1:5; 5:9). De ser
así, si la gran tribulación recién comienza cuando se abre el séptimo sello y se desatan los eventos
contenidos en el libro (8:1), la «gran multitud» excluida de ese período (mencionada en Dn. 12:1 y
Mt. 24:21, y expresado mediante la hora de la prueba en Ap. 3:10) podría referirse al rapto de la
iglesia, ocurrido incluso antes de dicha tribulación.
7:15 – 17 El servicio sacerdotal de la multitud en el santuario celestial es un cumplimiento parcial
de la promesa de 1:6 y 5:10. Este pasaje contempla el futuro y equipara la «gran multitud» con los
moradores del cielo, en 12:12 y 13:6. La redacción de 13:16, 17 recuerda el Sal. 23 y anticipa el
cielo y la tierra nuevos (Ap. 21:4; 22:1).
8:1 Cuando se desata el séptimo sello, el libro finalmente está abierto por completo (5:1). La media
hora de silencio en el cielo hace eco de Sof. 1:7: «Calla en la presencia de Jehová el Señor, porque el
día de Jehová está cercano…», lo cual indica que el día del Señor comienza con las trompetas.
8:2, 6 Antes de que comiencen a tocarse las trompetas, las oraciones de los santos ascienden a la
presencia del Señor (vv. 3, 4). Esta pausa implica que la respuesta de Dios a las oraciones que piden
venganza por la sangre de los mártires (6:10) sobre los moradores de la tierra, el punto focal de la
hora de la prueba (3:10), comienza con los juicios de las trompetas. El fenómeno alrededor del trono
celestial en 4:5 se intensifica en 8:5 y genera los juicios de las trompetas.
8:8 – 12 Los primeros cuatro juicios de las trompetas producen una horrorosa destrucción sobre la
tercera parte de los destinatarios de cada uno de ellos. Por lo tanto, las trompetas son
extremadamente más poderosas que el más intenso de los sellos, el cual afectó (en forma selectiva)
un cuarto de la tierra, pero sin destruirla en su totalidad, como sucede en este caso.
8:13 Los tres juicios restantes de las trompetas intensificarán el terror de los moradores de la tierra,
a quienes Dios ha señalado para aplicar el juicio y la venganza por la sangre de los mártires (6:10),
durante la hora de la prueba (3:10). Como la serpiente trompeta tiene un final abierto, que incluye las
copas de la ira divina (15:1 – 19:6), estos errores se extienden hasta la segunda venida de Cristo
(19:11 – 16).
9:1 – 11 La quinta trompeta recuerda la plaga de langostas de Jl. 1:4 y 2:25. La única protección
contra las extremadamente dolorosas, pero no fatales, picaduras de las langostas demoníacas (Ap.
9:1 – 3), semejantes a las de escorpiones, es el sello de Dios en la frente de la persona (7:3 – 4, 8).
En relación con su destino eterno, los creyentes son protegidos por el sello del Espíritu Santo (Ef.
1:13, 14; 4:30).
9:13 – 19 A ninguno de los moradores de la tierra se le permite morir durante la plaga de langostas
(v. 6). Sin embargo, con la sexta trompeta de juicio, y en concordancia con las cuatro primeras
trompetas de esta serie (8:7 – 12), muere una tercera parte de la raza humana. Aunque algunos creen
que los ejércitos formados por 200 millones son humanos, lo más probable es que sean demoníacos,
como las langostas.
9:20, 21 La única salvación para quienes no murieron por las plagas de los juicios de las trompetas
es el arrepentimiento y la fe. No obstante, como sus nombres no están escritos en el libro de la vida
del Cordero (17:8), no se arrepentirán.
10:1 – 4 Los caps. 10, 11 ofrecen un segundo interludio en el libro, entre la sexta y la séptima
trompeta. El «librito» (gr. biblaridion) puede ser un segundo libro o el mismo, pero que parece
pequeño porque el ángel que lo sostiene es muy grande. Como las voces de los siete truenos fueron
selladas, Dios considera que no es apropiado revelar el contenido, como lo ha hecho en muchos
casos (Dt. 29:29).
10:5 – 7 El paso del juicio divino está por acelerarse («el tiempo no sería más», v. 6) con el sonido
de la séptima trompeta (11:15 – 19). El «misterio» de Dios es una verdad que previamente no se ha
revelado ni cumplido, pero que ahora sí está develándose (por ej., Ef. 3:9).
10:8 – 11 Que Juan coma el libro nos recuerda cuando a Ezequiel se le ordenó hacer lo mismo (Ez.
3:1 – 3). En el caso de Juan, aunque comerlo fue dulce, digerirlo fue amargo (Ap. 10:10). Esto
implica que, aunque la Palabra de Dios (es decir, la profecía de Juan) es dulce, el rechazo insensible
de sus oidores es en verdad amargo. Todo ministerio de la Palabra de Dios es similarmente
agridulce.
11:1 – 6 No es necesario que el templo y su patio todavía estuvieran en Jerusalén para que Juan los
viera en la visión. Esta segunda escena del segundo interludio (vv.1 – 13) se desarrolla en Jerusalén
durante la época en que los gentiles (Lc. 21:24) controlan la ciudad santa. Dos testigos sin nombre,
que hacen realidad las imágenes de Zac. 4 y realizan milagros como los de Elías y Moisés, profetizan
durante un período de 1260 días (tres años y medio), y todos los que intenten detener su ministerio
reciben la muerte. A menudo, los voceros de Dios han sido protegidos sobrenaturalmente hasta
completar el ministerio asignado.
11:7 Aquí aparece la bestia, el anticristo profetizado en otros pasajes de la Biblia (2 Ts. 2:9 – 11; 1
Jn. 2:18). Puede matar a los dos testigos únicamente porque estos concluyeron su período de
ministerio. Lo irónico de usar la palabra «vencerá» para hablar de la muerte de los testigos es que,
aunque en un primer momento parezca que la bestia triunfa (Ap. 11:11, 12), son estos testigos, como
mártires, quienes vencieron mediante la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio (12:11).
11:8 – 10 Llamar «grande ciudad» (la forma habitual de referirse a la gran Babilonia [por ej.,
17:18; 18:10] y también a Sodoma y a Egipto) a Jerusalén, la ciudad donde el Señor fue crucificado,
refleja la tremenda maldad de la mayoría de sus habitantes. Esta depravación se manifiesta en el
asesinato de los dos testigos (comparado con la muerte de Jesús) y en el sacrilegio de impedir
sepultarlos de manera apropiada, como también en la fiesta que hacen los moradores de la tierra para
festejar estas muertes.
11:11, 12 La frase «después de tres días y medio» debe compararse con la resurrección de Jesús al
tercer día (1 Co. 15:4). Es previsible que haya gran temor ante una doble resurrección. Tal temor
puede ser positivo, ya que el principio de la sabiduría es el temor del Señor (Pr. 1:7). Algunos
entienden que el mandato «subid acá» Habla del arrebatamiento de la iglesia, aunque aquí es un
llamado a dos personas solamente.
11:13 En medio del extenso daño y de las numerosas muertes, el temor se convierte en fe cuando
muchos ven la resurrección y la ascensión de los dos testigos. Temer a Dios y adorarlo es la
respuesta auténtica al evangelio eterno que se predicará a todos los que sigan vivos en la tierra (14:6,
7). Como esto ocurre en Jerusalén, donde la mayoría de los presentes serán judíos, este podría ser el
cumplimiento de la profecía de Pablo de que todo Israel será salvo (Ro. 11:25, 26).
11:15 – 19 El carácter definitivo que transmite el relato de la séptima trompeta ha llevado a
algunos a pensar que ese es el momento de la segunda venida de Cristo, y que los caps. Siguientes
recorren el mismo terreno desde una perspectiva diferente. Este concepto de la recapitulación no es
necesario, ya que la séptima trompeta abarca las copas de la ira, y la séptima copa se extiende hasta
los preparativos para la segunda venida. Que el fenómeno que se derramará sobre la tierra con la
séptima trompeta (v. 19) no ocurra hasta el momento de la séptima copa (16:18, 21) respalda esta
perspectiva.
12:1 – 14:20 Los caps. 12 – 14 son un preludio a la serie de las copas de la ira (caps. 15, 16).
Producen un corte en el relato para orientarnos hacia personajes y contenidos cruciales para entender
la última parte de Apocalipsis.
INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
12:5
Algunos grupos carismáticos se adhieren a la creencia de que en
los últimos tiempos Dios levantará una compañía de creyentes del
«hijo varón», a la que suelen referirse como «los hijos
manifestados». Este remanente fiel de vencedores alcanzará un
estado de perfección tal que su cuerpo será inmortal. Sin
embargo, el hijo varón en este v. no es otro que Jesús.
12:1 – 6 La imagen inicial hace eco de la visión de José en Gn. 37:9. La descripción del embarazo
y de los dolores del parto recuerdan Gn. 3:15, 16, y es posible que también se tenga en vista la
profecía del nacimiento virginal (Is 7:14). Asimismo, al dragón (Satanás; Ap. 12:9) se lo vincula con
la antigua rebelión angelical contra el Señor. La redacción de los vv. 4, 5 implica que Satanás instó a
Herodes el Grande a intentar matar al niño Jesús. Aunque no se menciona la muerte ni la
resurrección del niño mesiánico, están implícitas en otros pasajes de Apocalipsis como así también
en la comparación con los dos testigos en 11:11, 12. El Señor cuida a la mujer durante 1260 días, el
mismo lapso que fueron protegidos los dos testigos (11:3 – 6). No obstante, ese cuidado tal vez
ocurra después de la resurrección y la ascensión de estos testigos, ya que lo más probable es que la
huida de la «mujer» se refiera a los convertidos después de dicho acontecimiento (11:11 – 13).
12:7 – 10 La idea de que la «mujer» en el v. 6 es el Israel fiel se hace más evidente con el
enfrentamiento entre Satanás y Miguel, el arcángel encargado de proteger esta nación (Dn. 12:1).
Durante la trayectoria de Satanás de engañar al mundo y de acusar a los hermanos (Ap. 12:10), se le
permitió el acceso al cielo (Job 1 – 2), pero ahora es expulsado. «El día malo» (Ef 6:13) de la lucha
espiritual será muchísimo más intenso, ya que Satanás y sus «ángeles» (los demonios) serán
arrojados a la tierra.
12:11 A veces, lo que parece una derrota es una victoria, como cuando los hermanos mueren por
su fe. Satanás los mató, pero, en realidad, ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y
por la palabra de su testimonio.
12:12 Como Satanás ha sido expulsado del cielo, los que moran allí pueden regocijarse (13:6). Sin
embargo, al haber sido arrojado a la tierra, él se enfurece y derrama su ira sobre la esfera terrenal.
12:13 – 16 El diablo se esfuerza al máximo para perseguir a la «mujer» (el Israel fiel) durante «un
tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo» (tres años y medio; 12:6), pero fracasa por completo
debido a la protección del Señor.
INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
12:17
La Iglesia Adventista del Séptimo Día sostiene que «el testimonio
de Jesús», también reconocido como «el espíritu de la profecía»
(19:10), es la señal del remanente fiel o iglesia verdadera, que
encuentra su cumplimiento en Ellen G. White, fundadora de
dicha iglesia. Ellen White es la profetisa de Dios del final de los
tiempos, que habló por el «espíritu de la profecía». Sin embargo,
las investigaciones sobre su trabajo revelaron que cerca de la
mitad de sus escritos fueron plagiados o tomados de otros
autores.
INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
14:6 – 12
Este pasaje, que la Iglesia Adventista del Séptimo Día llama «el
mensaje de los tres ángeles», constituye el núcleo del cuerpo de
creencias de esta iglesia. Basándose en una interpretación
equivocada y rebuscada del texto, la Iglesia Adventista sostiene
como verdaderos los siguientes puntos: (1) «la hora de su juicio
ha llegado» (v. 7) es una referencia al «juicio investigador»
que comenzó en 1844; (2) «adorad a aquel que hizo el cielo
y la tierra» (v. 7) es un llamado a guardar el día sábado
considerándolo el sábat; (3) «ha caído Babilonia, la gran ciudad»
(v. 8) identifica a la Iglesia Católica Romana con la tristemente
célebre prostituta que seduce a las naciones; (4) «si alguna adora
a la bestia […] y recibe la marca en su frente o en su mano» (v. 9)
es una advertencia contra el peligro de seguir al anticristo y
celebrar culto el día domingo. Aquel que desoiga la advertencia
«será atormentado con fuego y azufre» (v. 10). De acuerdo con
esta interpretación, sólo las personas que acepten el mensaje de la
Iglesia Adventista serán salvas.
Si bien era filósofo profesional (defensor del platonismo), quedó impactado con el coraje de los
cristianos que enfrentaban la muerte por su fe. Se convirtió a Cristo en el 130 d.C. por el testimonio
de un anciano cristiano que le habló de la filosofía «verdadera». Esta verdad fue revelada a través de
los profetas bíblicos que anticipaban los acontecimientos futuros, y confirmada por los milagros. El
corazón de Justino se conmovió, y de allí en más, pasó el resto de sus días procurando hablarles de
Cristo a otras personas. Su lealtad a la fe en Cristo finalmente lo llevó a ser decapitado en Roma; de
ahí, el nombre Justino Mártir.
Justino escribió varios tratados apologéticos, entre los cuales hay dos dirigidos a los emperadores
romanos Antonio Pío y Marco Aurelio, donde procura demostrar que la persecución de los
cristianos es injusta. Defendía de acusaciones falsas, como las del ateísmo, a quienes profesaban la
fe cristiana. Su resistencia a inclinarse ante los dioses paganos y adorar al emperador se basaba en la
adoración que elevaba al Dios verdadero, el Creador invisible de todas las cosas. Los demonios son
los auténticos generadores del odio aplicado a los cristianos. Los indicios de verdades que se pueden
encontrar en los filósofos paganos que escribieron antes del nacimiento del Mesías fueron tomados
de las Escrituras hebreas o, de lo contrario, son fruto de la iluminación que recibieron del Cristo
preencarnado, el Logos (el poder racional conductor del universo). Los profetas bíblicos predijeron
con exactitud la venida de este Cristo para convertirse en la figura central de la historia.
¿Cómo puede un cristiano llegar a un budista?
Por Ravi Zacharias
El atractivo de la espiritualidad oriental y, en particular, del budismo es fuerte, debido a
que el espíritu humano anhela respuestas espirituales. Por lo tanto, cada vez que un
cristiano conversa con alguien que profesa otra fe, incluido el budismo, debe intentar
sacar a luz el hambre del corazón humano y cómo sólo Cristo puede satisfacerlo.
Gautama Buda enseñó que debemos liberarnos de las falsas ideas de individualidad, de
Dios, del perdón y de la vida individual en el más allá. Debemos centrarnos en una vida
en la cual las buenas obras sobrepasen a las malas. Buda creía que toda la vida es
sufrimiento, y que para escapar de la reencarnación, debemos comprender nuestra
naturaleza. Si apagamos los apetitos y nos separamos de los deseos (a saber, las
relaciones), compensaremos todos los actos y pensamientos impuros. Esta es la esperanza
budista.
Sin embargo, el atractivo del budismo no proporciona respuestas reales. En la filosofía
budista, que anula los anhelos del alma, el ser (que es innegable e ineludible) se pierde.
Todo depende de nosotros. Todas las pérdidas nos pertenecen. No existe «otro» a quien
podamos recurrir, ni siquiera un ser con el cual podamos hablar. De todos modos, la
negación de un Dios personal por parte del budismo no puede impedir que los que
practican esta religión procuren relacionarse con un ser personal y lo adoren. Existe un
ansia universal que impulsa a un ser hacia otro ser individual y trascendente.
Buda consideraba que en la vida presente pagamos las deudas de las vidas pasadas.
Cada renacimiento se debe a una deuda kármica, pero sin continuidad con la persona
anterior. En oposición, el cristianismo ve al individuo como un ser único e indivisible. El
amor de Dios es personal. Jesús trajo, de parte de Dios, el ofrecimiento de un verdadero
perdón y de vida eterna, a la vez que ratificó al individuo como una creación única hecha
a imagen de Dios. Para Jesús, el sufrimiento no es más que el síntoma de aquella vida
que se ha descarrilado de una correcta relación con Dios. Nos hemos separado de Él, de
nuestros semejantes e, incluso, de nosotros mismos.
En contraste con el karma (donde el «pecado» no es más que ignorancia una idea
falsa), el perdón de Cristo puede representar algo verdaderamente atractivo para el
budista. El evangelio proclama que nuestra desintegración emocional proviene de
adentro, y que Jesús tiene la verdadera respuesta para esta fractura. Al descubrir una
verdadera relación con Dios, todas las otras relaciones reciben valor moral. Dios, que es
diferente y está distante, se acercó, de modo que nosotros, que somos pecadores y
débiles, podamos recibir el perdón y crecer en la comunión con Él sin perder nuestra
identidad. Ese sencillo acto de comunión condensa el propósito de la vida. El individuo
mantiene su individualidad, a la vez que habita en comunidad.
Más aún, Cristo no dice que debamos extinguir el ser (lo cual no es posible), sino que
ya no debemos vivir para nosotros mismos. Tener hambre y sed de justicia y rectitud es
bueno y nos trae la plenitud de Dios. Todo aquel que ha rendido todo a los pies de Jesús
puede confesar con el apóstol Pablo: «…porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro
que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (2 Ti. 1:12). Cuando le
confiamos a Jesucristo todos nuestros propósitos, amores y afectos, Él tiene cuidado de
ellos.
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