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APOCALIPSIS

AUTOR

a tradición atribuye el libro de Apocalipsis al apóstol Juan, autor del Evangelio y de


las tres cartas que llevan su nombre en el NT. Existen fundadas razones que respaldan esta
opinión: (1) el autor se identifica como Juan (1:1, 4, 9; 22:8); (2) el autor tenía una relación
personal con las siete iglesias de Asia Menor (1:4, 11; caps. 2, 3), tal como ocurría con el
apóstol; (3) la situación en la que se encontraba en el momento de escribir (1:9) coincide con
la del apóstol Juan; (4) el libro está cargado de imágenes del AT, señal de que el autor era
judío, como el apóstol Juan; (5) aunque el autor no se identifica como el apóstol Juan, parece
bastante improbable que existiera otro líder cristiano en el siglo I con tanta autoridad, o tan
estrechamente vinculado a las iglesias de Asia Menor, que le permitiera identificarse
simplemente como Juan.
No obstante, debido a que Apocalipsis se diferencia claramente del Evangelio de Juan y de
las cartas 1, 2, y 3 Juan en términos de estilo, vocabulario y esquema de pensamiento,
algunos estudiosos llegaron a la conclusión de que se trata de otro Juan, alguien conocido
como «el anciano». Aunque estas observaciones son acertadas, la hipótesis tradicional sobre
el autor se basa en los siguientes argumentos: (1) Apocalipsis tiene varias coincidencias
temáticas y teológicas con el Evangelio y las Epístolas de Juan. Por ejemplo, el Evangelio y
Apocalipsis son los únicos libros que se refieren a Jesús como el Verbo de Dios (Jn. 1:1; Ap.
19:13) y como el Cordero. También el tema del «testimonio» ocupa un lugar destacado en los
cinco libros; (2) es previsible que un libro perteneciente a un género literario diferente del
resto de la obra de Juan (ver abajo) presente diferencias terminológicas; y (3) la iglesia
primitiva atribuyó Apocalipsis a la pluma de Juan en forma casi unánime.

FECHA
Aunque algunos eruditos proponen una fecha tardía y unos pocos, una fecha más temprana,
las dos fechas aceptadas por la mayoría corresponden a mediados de la década del 90 o bien,
a fines de la década del 60 d.C. Ambas propuestas tienen adeptos entre los evangélicos, pero
quizá la primera – mediados de la década del 90 d.C. – cuente con la argumentación más
sólida y con el favor de la mayoría.
Introducción a Apocalipsis
El problema principal radica en establecer la fecha de la persecución descrita en las cartas a las
iglesias (2:9 – 10:13) y determinar si la descripción de la bestia en el cap. 13 corresponde a un mito
sobre la resurrección del emperador Nerón. Algunos autores opinan que las alusiones a Nerón indican
que el texto fue escrito en vida de este. Afirman, además, que la referencia al templo en 11:1, 2
sugiere que este aún no había sido destruido. Habida cuenta de que la destrucción del templo se llevó
a cabo en el 70 d.C. y que Nerón murió alrededor del 68 d.C., es posible argumentar que el texto se
escribió a fines del año 60. Hecha esta salvedad, todos los demás factores, principalmente la tradición
según la cual el apóstol Juan estuvo exiliado en Patmos durante el período en que Domiciano
intensificó la persecución de los cristianos, apuntan al año 95 d.C. como fecha más probable.

TEMAS PARA CONSIDERAR EN LA INTERPRETACIÓN DE APOCALIPSIS


Una primera dificultad que plantea la interpretación de Apocalipsis es definir a qué género literario
pertenece. A primera vista pareciera tratarse de literatura apocalíptica (visiones extrañas cargadas de
simbolismos; ver el término griego apokalypsis en 1:1) o profética (1:3). Sin embargo, las referencias
al autor y los destinatarios, la fórmula del saludo al comienzo (1:4) y al final del libro (22:21), y las
breves cartas incluidas en los caps. 2 y 3 indican que también debemos considerar el libro como una
carta. Aunque parezca que este dato aumenta la confusión, en realidad, simplifica las cosas, porque
vemos que Apocalipsis es otro integrante, sin duda el más extenso, de la familia literaria a la que
pertenece la carta de Judas, que también contiene bastante material apocalíptico y profético dentro de
una estructura epistolar. Así, pues, es posible interpretar Apocalipsis de manera similar a como
interpretamos Judas.
Otra cuestión relevante está relacionada con la dificultad de decidir cuál de las claves
interpretativas propuestas es correcta. ¿Diremos que el propósito de Apocalipsis es dar a conocer: (1)
la época en que se escribió el libro, es decir, el siglo I d.C. (enfoque pretérito); (2) una visión de la
situación histórica de la iglesia (enfoque histórico); (3) un conjunto de concepciones y principios
válidos para todas las épocas (enfoque idealista); (4) qué sucederá en el fin de los tiempos (enfoque
futurista)? Entre todos estos enfoques, el histórico resultó desacreditado por la diversidad y el alto
grado de subjetividad de las interpretaciones de los eruditos que defendieron esta posición. Los otros
tres enfoques aportan elementos útiles de un modo u otro, particularmente cuando se los aplica en
forma combinada. Creemos que lo más efectivo es interpretar Apocalipsis como profecía apocalíptica
referida, fundamentalmente, al fin de los tiempos, y que, si bien fue expresada en el contexto de los
problemas y las necesidades de las iglesias del siglo I, contiene principios válidos para todos los
creyentes, sea cual fuese la época en que les toque vivir, hasta el fin de las edades.
Un tercer punto que dificulta la interpretación es la abundancia de referencias al AT y a otros
textos, además del uso de símbolos y números. Pero cuando caemos en la cuenta de que los textos
que evocan la Escritura hebrea se refieren al cumplimiento final de las profecías del AT o bien
indican una clave para interpretar un determinado pasaje en el AT, gran parte del misterio queda
resuelto. Algo similar ocurre con la mayoría de los símbolos y los números, ya que no son de uso
exclusivo de Apocalipsis sino de uso corriente en otros textos de la Biblia, y su significado no
cambia. Por último, hay imágenes que el mismo libro se encarga de interpretar, por ej., en Ap. 1:20.
El contexto inmediato tanto del autor como de los primeros destinatarios del libro era un grupo de
iglesias (1:11; caps. 2, 3) que sufrían persecución, si bien no era aún abierta ni masiva (2:9, 10, 13), y
que enfrentaban una serie de dificultades, tanto de orden práctico como doctrinal (2:6, 13 – 15, 20 –
23). Todo esto sucedía en el marco de una guerra espiritual invisible, pero poderosa (2:10; 9:1, 11;
12:3, 4, 9, 10; 20:2).
Las enseñanzas centradas en lo que sucederá en el fin de los tiempos (escatología) se presentan
lado a lado con opciones concretas (vida cristiana) que los creyentes deberán poner en práctica en los
tiempos venideros. Sin duda, los temas de Apocalipsis abarcan la casi totalidad de las ramas de la
teología sistemática. Es posible encontrar abundantes elementos sobre cristología, humanidad y
pecado, el pueblo de Dios (no solo la Iglesia, sino también Israel), los ángeles de Dios, y Satanás y
los demonios. También aporta elementos importantes sobre el poder de Dios, diversos aspectos de la
obra del Espíritu Santo, la naturaleza de la Escritura y el misterio de la salvación. El libro presenta el
Evangelio con suma claridad y elocuencia, invitando a los lectores a formar parte de esta historia
maravillosa: 14:6, 7; 22:14, 17.
El creyente puede aprender mucha teología estudiando Apocalipsis. Sin embargo, debemos
recordar la advertencia de Juan a la iglesia de Éfeso: comprender, creer e incluso perseverar y
defender la pureza doctrinal de la fe no es suficiente (2:2 – 6). A pesar de las tentaciones y las
alternativas que se nos presenten (2:4 – 6, 14, 15, 20 – 24), lo fundamental es amar al Señor de todo
corazón y asegurarnos de que Él ocupa el lugar más importante en nuestra vida. Sólo así llegaremos
a vencer (2:4, 5, 7).
En lo medular, el libro nos confronta con la decisión fundamental desde siempre y por siempre:
¿adoraremos a la bestia (el anticristo cuya fuerza viene de Satanás; ver cap. 13) o a Cristo, el
Cordero (cap. 14)? Resulta impactante el mandamiento dado al pueblo de Dios en 18:4, que ordena
«salir» de Babilonia, lo cual implica que tanto los no creyentes como los cristianos nominales y
complacientes hacen alianza, aun sin ser conscientes de ello, con las fuerzas del mal que han llevado
al martirio a muchos santos de Dios a través de los siglos (17:6; 18:20, 24). Para uno y otro grupo –
los no creyentes y los miembros de la iglesia caídos en pecado - , la respuesta es arrepentirse para
poder alcanzar la victoria (2:5, 7; 9:20, 21). La advertencia de Apocalipsis es clara: quienes rechacen
la salvación ofrecida por Dios enfrentarán el juicio final y las consecuencias de su decisión por toda
la eternidad.
NOTAS DE ESTUDIO
1:1 «Apocalipsis» significa «revelación», del gr. apokalupsis, lo cual indica que el libro se
considera literatura apocalíptica, como Daniel en la Biblia hebrea. «La revelación de Jesucristo»
podría significar: «la revelación sobre Jesucristo», «la revelación por medio de Jesucristo» o ambas.
1:1, 3 La idea de que los registros de Apocalipsis «deben suceder pronto» y de que «el tiempo está
cerca» se ha usado para intentar probar que son profecías falsas, ya que han pasado más de 1900
años desde la escritura del libro. Sin embargo, aunque es verdad que la venida de Cristo está
potencialmente cerca, la redacción de los vv. 1 y 3 significa otra cosa. Juan declaró que, cuando los
eventos centrales del libro comiencen a ocurrir, las profecías se cumplirán rápidamente.
1:3 Pensar que uno es bienaventurado simplemente por leer o estudiar Apocalipsis es una
interpretación correcta y burda. Se requiere prestar atención a lo escrito y aplicarlo en forma
personal. Esta es la primera de siete bendiciones importantes, o bienaventuranzas, del libro (14:13;
16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14).
1:4 La presencia del nombre de una autor («Juan»), de una audiencia («las siete iglesias») y de un
saludo característico («Gracia y paz») indica que Apocalipsis tiene mucho en común con las otras
cartas del NT y que no es una obra exótica o mística imposible de entender. «El que es y que era y
que ha de venir» (v. 8) indica que Dios no existe sólo ahora, sino que siempre ha existido y que
perpetuamente existirá. El término traducido «siete espíritus» tal vez se refiera a los ángeles de las
siete iglesias (caps. 2, 3), a otros ángeles (8:2) o quizá a la plenitud del Espíritu Santo descrita en
Isaías 11:2.
1:5 Referirse a Jesús como «el primogénito de los muertos» rememora Su resurrección, la garantía
de la futura resurrección de todos los creyentes e incrédulos (1 Co. 15:20, 23; Ap. 20:4, 5). La idea
de que Él «nos lavó de nuestros pecados con su sangre» no significa que una persona sea
automáticamente salva por la muerte de Cristo en la cruz. Apocalipsis reconoce con claridad la
necesidad de una respuesta apropiada al Evangelio (14:6, 7) y de arrepentimiento (9:20, 21) por parte
de los incrédulos.
1:6 Aquí la redacción no quiere decir que los creyentes ya estén desempañándose como reyes o
sacerdotes, sino que refleja la certeza que pueden tener de que actuarán como sacerdotes (7:15; 20:6)
y de que reinarán con Cristo (5:10; 20:4, 6).
1:7 Este es el v. clave de Apocalipsis. La redacción es un collage de Dn. 7:13 y Zac. 12:10. El
lamento suele interpretarse como la reacción de aquellos que ya no pueden ser salvos. El contexto de
Zac. 12:10 indica que el lamento incluirá un verdadero arrepentimiento para salvación.
1:9 La tradición histórica indica que el apóstol Juan fue exiliado a la isla de Patmos aprox. En el 95
d.C., por el emperador romano Domiciano, y que fue liberado después de la muerte de este en el 96.
1:11 Las siete iglesias locales enumeradas no eran las únicas en Asia Menor en aquel entonces (ver
Col 1:2; 4:13). Fueron elegidas como ejemplos de lo que ocurría en aquella época en ese entorno y
porque estaban ubicadas sobre los caminos conectores de una ruta postal circular.
1:12 – 18 Juan había visto a Jesucristo en un estado glorificado similar en la transfiguración (Mt.
17:2) y también Su cuerpo resucitado después de levantarse de los muertos y hasta la ascensión (Jn.
20; Hch. 1:2 – 11). En esta visión, se levantó el velo para Juan y vio a Aquel que había conocido en
carne. Aunque el apóstol había estado tan cerca de Jesús como el resto de los discípulos, no había
llegado a comprender la majestad de ese Ser con quien había caminado durante Sus tres años de
ministerio. El impacto de la apariencia de Jesús fue sobrecogedor.
1:19 Estas palabras son una ampliación del mandato del v. 11 de abarcar todo el libro de
Apocalipsis. Las cosas ya vistas son la visión de los vv. 12 – 18. Las que están sucediendo
corresponden al estado de las iglesias de los caps. 2, 3. «Las que han de ser después de estas» se
refiere al cuerpo central del libro (caps. 4 – 22). Apocalipsis no debe verse como una agrupación
subjetiva de visiones al azar. Su estructura ordenada se establece con anticipación.
1:20; 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14 Es posible que los «ángeles» de las iglesias hayan sido mensajeros
humanos, ya que el griego angeloi se empleaba ocasionalmente de ese modo (por ej., Stg. 2:25). Sin
embargo, en el libro de Apocalipsis, el uso sobrecogedor de angeloi se refiere a seres espirituales
(por ej., 1:1; 5:2). Quizá estos actuaran como los denominados ángeles de la guarda (He. 1:14).
2:1 – 3:22 Algunos han sostenido que las siete iglesias elegidas para recibir las mini-cartas
representan siete etapas de la historia de la iglesia. Sin embargo, dadas las diversas interpretaciones
de estas etapas, es improbable que este punto de vista sea válido. Es más factible que hayan sido
escogidas por las lecciones que proporcionan a «todas las iglesias» (2:23). En general, cada carta
incluye los siguientes elementos: (1) una descripción del Cristo resucitado tomada de la visión de
1:12 – 18; (2) un elogio a la iglesia; (3) una reprensión por las deficiencias de la congregación
(aunque para Esmirna y Filadelfia no hay críticas) e instrucciones sobre cómo corregirlas; (4) un
mandato a que «oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias»; y (5) promesas para los vencedores
espirituales que perseveran (gr. nikao, «ganar, conquistar»).
2:1 – 7 Un problema inmemorial que enfrentaba la iglesia de Éfeso era la ortodoxia muerta.
Aunque elogiada por perseverar en su celo por la fe auténtica (vv. 2, 3), los miembros de esta iglesia
habían dejado el «amor» de un «primer» momento (v.4). Es probable que se refiera al amor a Dios,
ya que el mandamiento más importante es amar al Señor con todo el ser (Dt. 6:5; Mt. 22:36 – 38).
Haber «caído» (Ap. 2:5) no significa haber perdido la salvación, aunque dejar de amar a Dios es un
grave problema espiritual que exige arrepentimiento fruto de un profundo examen interior. El
significado de los nicolaítas (v.6) se aclara en las cartas a las iglesias de Pérgamo (vv. 14, 15) y de
Tiatira (vv. 20, 21, 24).
2:8 – 11 La iglesia de Esmirna contra la cual el Señor no emitió ninguna crítica, enfrentaba
sufrimientos relacionados con la lucha espiritual y el encarcelamiento por causa de su fe. Una
sinagoga judía local estaba haciendo acusaciones blasfemas (v.9) por las cuales algunos miembros de
la congregación fueron llevados a prisión durante un breve tiempo («diez días») y otros murieron (v.
10). La frase «se dicen ser judíos, y no lo son» no niega la ascendencia judía de los erseguidores,
más bien, refleja la afirmación de Pablo de que, en definitiva, la condición de judío no es sólo algo
externo, sino interno, y está relacionada con la circuncisión del corazón por la fe (Ro. 2:28, 29).
2:12 – 17 Las cosas en la iglesia de Pérgamo eran peores que en Esmirna. Aunque, al parecere, los
miembros de la congregación habían estado enfrentando un ataque espiritual similar de Satanás (v.
13), un creyente fiel llamado Antipas ya había muerto (v. 13). Además, un punto de vista
denominado doctrina de Ballam (v. 14; ver Nm. 22 – 25), que se equipara con la de los nicolaítas (v.
15), estaba profundamente arraigado en la iglesia. Los que participaban de esa doctrina debían
arrepentirse del comportamiento pecaminoso de comer cosas sacrificadas a los ídolos y de
involucrarse en inmoralidad (v. 14).
2:18 – 29 En la iglesia de Tiatira, la situación se había vuelto crítica. Una profetiza falsa llamada
Jezabel (v. 20), había involucrado a sus seguidores en los mismos pecados que infectaban la
congregación de Pérgamo (vv. 14, 20). Aquí, se desenmascara esta perspectiva o estilo de vida como
«las profundidades de Satanás» (v. 24). Son una creencia falsa y un comportamiento generado por el
diablo. La disciplina para este extravío sería un sufrimiento extremo (la expresión griega es dslipsis
megale, «gran tribulación», en referencia al fin de los tiempos de 7:14), que sirve de solemne
advertencia a «todas las iglesias» (v. 23). Los marcados paralelos entre Jezabel y Babilonia, la gran
ramera, en los caps. 17, 18, como así también el uso alarmante de la frase «gran tribulación» (v. 22)
sugieren que Jezabel era un anticipo del siglo I de la Gran Babilonia.
3:1 – 6 La iglesia de Sardis era un ejemplo de las congregaciones que, básicamente habían dejado
de caminar con el Señor y de defender Su causa. Quizá todavía mantenían actitudes externas
piadosas, pero a los ojos de Dios estaban casi muertos (v. 2). Había un remanente fiel (v. 4), pero era
hora de que la mayoría espiritualmente adormecida se despertara (v. 2), se arrepintiera (v. 3) o
enfrentara las graves consecuencias que el Señor enviaría.
3:7 – 13 La iglesia de Filadelfia era la otra congregación que, al igual que Esmirna, no fue
criticada por el Cristo glorificado. Aunque también enfrentaban una intensa lucha espiritual, nadie
había negado al Señor (vv. 8, 9), y sobresalían como ejemplo de pureza. Por eso, se le prometía
protección en «la hora de la prueba» (v. 10), referente a la gran tribulación (7:14), cuyo propósito es
juzgar a los moradores de la tierra (ver también 6:10) al fin de los tiempos. «Yo también te guardaré
de la obra de la prueba» (v. 10) podría significar: (1) ser retirado antes del período de la tribulación o
(2) protegido sobrenaturalmente durante el transcurso de esta.
3:14 – 22 La condición espiritual de la iglesia de Laodicea era aun peor que la de Sardis, porque no
se dice absolutamente nada positivo de sus miembros. Su tibieza espiritual hacía que el Señor
quisiera vomitar (vv. 15, 16). La posición social materialmente acomodada los había cegado y
conducido a la miseria espiritual (vv. 17, 18). El Señor había sido desalojado de esta congregación y
ahora procuraba volver a entrar (v. 20), tras el arrepentimiento de ellos (v.19). Lo que el diablo o la
falsa doctrina no logran en la iglesia, el materialismo egocéntrico suele hacerlo.
3:7 – 13 La iglesia de Filadelfia era la otra congregación que, al igual que Esmirna, no fue
criticada por el Cristo glorificado. Aunque también enfrentaban una intensa lucha espiritual, nadie
había negado al Señor (vv. 8, 9), y sobresalían como ejemplo de pureza. Por eso, se le prometía
protección en «la hora de la prueba» (v. 10), referente a la gran tribulación (7:14), cuyo propósito es
juzgar a los moradores de la tierra (ver también 6:10) al fin de los tiempos. «Yo también te guardaré
de la obra de la prueba» (v. 10) podría significar: (1) ser retirado antes del período de la tribulación o
(2) protegido sobrenaturalmente durante el transcurso de esta.
3:14 – 22 La condición espiritual de la iglesia de Laodicea era aun peor que la de Sardis, porque no
se dice absolutamente nada positivo de sus miembros. Su tibieza espiritual hacía que el Señor
quisiera vomitar (vv. 15, 16). La posición social materialmente acomodada los había cegado y
conducido a una total miseria espiritual (vv. 17, 18). El Señor había sido desalojado de esta
congragación y ahora procuraba volver a entrar (v. 20), tras el arrepentimiento de ellos (v. 19). Lo
que el diablo o la falsa doctrina no logran en la iglesia, el materialismo egocéntrico suele hacerlo.
4:1, 2 No es claro si Juan fue literalmente llevado (v. 1) al trono celestial (v. 2) o si permaneció
«en el Espíritu» (v. 2) en la isla de Patmos (1:9 – 18). Sea como fuese, lo que vio en el trono
establecido en el cielo, en los caps. 4, 5, continúa siendo confiable, ya que la visión procedió del
Señor. Algunos cristianos evangélicos creen que el mandato «sube acá», en el v. 1, se refiere al
arrebatamiento de la iglesia, aunque aquí alude a una sola persona.
4:3, 4 Los «veinticuatro ancianos» podrían ser ángeles. Sin embargo, como «ancianos» se refiere
tanto a los líderes de Israel (Nm. 11:16) como a los de la iglesia (Tit. 1:5), es más probable que doce
representen a las tribus de Israel y los otros doce a los apóstoles de Cristo, tal como aparecen en la
nueva Jerusalén (21:12, 14).
4:5 Estos relámpagos y truenos no son sólo el sonido y la furia del trono celestial. A medida que
avanza el libro de Apocalipsis, estos fenómenos se intensifican y se derraman sobre la tierra como el
justo juicio de Dios (8:5; 11:19; 16:18, 21).
4:6 – 8 Los «cuatro seres vivientes» son ángeles. Son similares – sino idénticos – a los querubines
de Ez 1 y 10. Aquellos ángeles estaban cerca de un trono y acompañaron a la gloria shekiná al dejar
el templo antes que los babilonios lo destruyeran. Como la gloria divina regresará a algún templo
futuro (Ez. 43:1 – 5), quizá los cuatro seres vivientes sigan en la presencia de la gloria de Dios
aguardando ese momento.
4:8 – 11 El trono celestial se caracteriza por una alabanza gozosa e incesante, acciones de gracia y
adoración al Señor por parte de todas las criaturas presentes. Como creyentes, al experimentar
habitualmente en esta tierra un estado de adoración similar (por ej., 1 Ts. 5:16 – 18), estamos
preparándonos para vivir en la presencia del Señor.
5:1 – 7 El discernimiento divino sobre el futuro no es accesible a los que simplemente son curiosos
o inteligentes, sino que sólo se obtiene por medio de Jesús, el León y Cordero, que venció (vv. 5, 6)
mediante la cruz y la tumba. La palabra griega biblion se refiere a este rollo con siete sellos (v. 1)
externos. Puede abrirse para ser leído recién después de que los siete sellos sean desatados.
5:8 La preciosura de las oraciones de todos los creyentes al Señor («las oraciones de todos los
santos»; 8:3) se resalta al describirlas como copas de oro que se llenan en la presencia de Dios.
5:9, 10 El «cántico nuevo» entonado en el cielo después que Cristo es declarado digno de abrir el
rollo tiene que ver con Su obra redentora en la cruz (v. 9). El grupo al que va dirigido es el mismo de
la Gran Comisión: todas las naciones (Mt. 28:19).
5:11 – 14 Al final, la adoración al Señor caracterizará a toda la creación (v. 13; Fil. 2:10, 11) como
ya sucede en el cielo (vv. 11, 12, 14).
6:1 – 8:1 El libro en la mano del Cordero (5:7) recién se abre para ser leído cuando se desaten los
siete sellos. Seis se liberan en el cap. 6. Las dos escenas del cap. 7 (7:1 – 8 y 7:9 – 17) forman un
interludio, previo a la remoción del séptimo (8:1). Hay un gran paralelismo entre esta sección y el
sermón del fin de los tiempos en Mt. 24:4 – 14. Si ambos pasajes aluden al mismo tiempo y los
mismos eventos, el proceso de Ap. 6:1 – 8:1 referente a desatar los sellos ocurre antes de la gran
tribulación (7:14).
6:1 – 8 La apertura de los primeros cuatro sellos se representa mediante cuatro jinetes. Se debate si
parte o todo de lo que se describe aquí ya ha ocurrido. Aunque las conquistas (v. 2), los extendidos
enfrentamientos (v. 4) y los efectos devastadores del hambre sobre la economía (vv. 5, 6) han tenido
lugar a lo largo de la historia desde el siglo I d.C., todavía ninguna catástrofe ha destruido una cuarta
parte de la tierra (v. 8).
6:9 – 11 Los mártires ruegan que la venganza divina caiga sobre los que moran la tierra (3:10) y
derramaron la sangre de los martirizados. Como la hora de la prueba (3:10) está dirigida a los
moradores de la tierra, el retraso que aparece aquí («que descansen todavía un poco de tiempo»;
6:11) implica que, hasta este punto del libro, esa hora no ha comenzado. La venganza por los
mártires no se concreta hasta 19:2.
6:12 – 17 Los efectos de la apertura del sexto sello son los de Jl. 2:28 – 31, que ocurren justo antes
del día del Señor, cuando derrame toda Su ira (Sof. 1:14, 15). Es notable que las personas más
arrogantes (es decir, los reyes, los grandes y los ricos) se aterrorizarán ante el futuro juicio divino
tanto como lo más bajo de la humanidad (los siervos).
7:1 – 3 La calma sobrenatural del viento en la tierra y la media hora de silencio en el cielo (8:1)
conforman un efecto contenedor del cap. 7. La atención se centra particularmente en lo que el Señor
hace con los dos grupos (vv. 4 – 8 y v. 9) mientras se retiene el juicio. El pueblo de Dios debe ser
sellado, como indicativo de la posesión y la protección divinas, antes que se abra el último sello del
libro (8:1) y se derrame el juicio de Dios allí contenido.

INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
7:4
Los Testigos de Jehová afirman que sólo 144.000 personas, que
ellos identifican como Testigos de Jehová nacidos antes de 1914,
reinarán con Cristo en el cielo. Sin embargo, según el autor de
Apocalipsis, estas 144.000 personas son judíos pertenecientes a
las doce tribus de Israel.

7:4 – 8 Los Testigos de Jehová enseñan que los 144.000 representan el número total de seres que
reinarán con Cristo. Al mencionarse que un grupo mucho mayor («una gran multitud, la cual nadie
podía contar») será llevado seguidamente de la tierra al cielo (v. 9), el propio contexto inmediato de
Apocalipsis desacredita la opinión de los Testigos de Jehová. Aunque muchos creen que los 144.000
simbolizan la iglesia, los nombres y los números de las tribus se refieren de modo natural a la etnia
israelí. Las doce tribus se enumeran como un despliegue militar defensivo (por ej., Nm. 2), lo cual
torna aceptable que 7:1 – 8 implique que este sello tenga que ver con la entrada del Espíritu Santo,
según el nuevo pacto, en el remanente judío restablecido en la tierra prometida (Ez. 36:27; 37:7 – 9;
14). La visión de Ezequiel describe a Israel como «un ejército grande en extremo» (Ez. 37:10).
7:9 – 12 La referencia a la «gran multitud» vestida de ropas blancas la vincula con los mártires
(6:11) y, según la única ocasión adicional donde también se encuentra un grupo similar (19:1, 6), con
la esposa (19:7, 8) y con los ejércitos (19:14) del Cordero. En cuanto la gran multitud llega al cielo,
comienza a adorar junto con todas las otras criaturas celestiales.
7:13 – 14 Los vestidos de la «gran multitud» que son lavados en la sangre del Cordero podría
aludir al martirio, pero es probable que se refiera a la sangre redentora de Cristo (1:5; 5:9). De ser
así, si la gran tribulación recién comienza cuando se abre el séptimo sello y se desatan los eventos
contenidos en el libro (8:1), la «gran multitud» excluida de ese período (mencionada en Dn. 12:1 y
Mt. 24:21, y expresado mediante la hora de la prueba en Ap. 3:10) podría referirse al rapto de la
iglesia, ocurrido incluso antes de dicha tribulación.
7:15 – 17 El servicio sacerdotal de la multitud en el santuario celestial es un cumplimiento parcial
de la promesa de 1:6 y 5:10. Este pasaje contempla el futuro y equipara la «gran multitud» con los
moradores del cielo, en 12:12 y 13:6. La redacción de 13:16, 17 recuerda el Sal. 23 y anticipa el
cielo y la tierra nuevos (Ap. 21:4; 22:1).
8:1 Cuando se desata el séptimo sello, el libro finalmente está abierto por completo (5:1). La media
hora de silencio en el cielo hace eco de Sof. 1:7: «Calla en la presencia de Jehová el Señor, porque el
día de Jehová está cercano…», lo cual indica que el día del Señor comienza con las trompetas.
8:2, 6 Antes de que comiencen a tocarse las trompetas, las oraciones de los santos ascienden a la
presencia del Señor (vv. 3, 4). Esta pausa implica que la respuesta de Dios a las oraciones que piden
venganza por la sangre de los mártires (6:10) sobre los moradores de la tierra, el punto focal de la
hora de la prueba (3:10), comienza con los juicios de las trompetas. El fenómeno alrededor del trono
celestial en 4:5 se intensifica en 8:5 y genera los juicios de las trompetas.
8:8 – 12 Los primeros cuatro juicios de las trompetas producen una horrorosa destrucción sobre la
tercera parte de los destinatarios de cada uno de ellos. Por lo tanto, las trompetas son
extremadamente más poderosas que el más intenso de los sellos, el cual afectó (en forma selectiva)
un cuarto de la tierra, pero sin destruirla en su totalidad, como sucede en este caso.
8:13 Los tres juicios restantes de las trompetas intensificarán el terror de los moradores de la tierra,
a quienes Dios ha señalado para aplicar el juicio y la venganza por la sangre de los mártires (6:10),
durante la hora de la prueba (3:10). Como la serpiente trompeta tiene un final abierto, que incluye las
copas de la ira divina (15:1 – 19:6), estos errores se extienden hasta la segunda venida de Cristo
(19:11 – 16).
9:1 – 11 La quinta trompeta recuerda la plaga de langostas de Jl. 1:4 y 2:25. La única protección
contra las extremadamente dolorosas, pero no fatales, picaduras de las langostas demoníacas (Ap.
9:1 – 3), semejantes a las de escorpiones, es el sello de Dios en la frente de la persona (7:3 – 4, 8).
En relación con su destino eterno, los creyentes son protegidos por el sello del Espíritu Santo (Ef.
1:13, 14; 4:30).
9:13 – 19 A ninguno de los moradores de la tierra se le permite morir durante la plaga de langostas
(v. 6). Sin embargo, con la sexta trompeta de juicio, y en concordancia con las cuatro primeras
trompetas de esta serie (8:7 – 12), muere una tercera parte de la raza humana. Aunque algunos creen
que los ejércitos formados por 200 millones son humanos, lo más probable es que sean demoníacos,
como las langostas.
9:20, 21 La única salvación para quienes no murieron por las plagas de los juicios de las trompetas
es el arrepentimiento y la fe. No obstante, como sus nombres no están escritos en el libro de la vida
del Cordero (17:8), no se arrepentirán.
10:1 – 4 Los caps. 10, 11 ofrecen un segundo interludio en el libro, entre la sexta y la séptima
trompeta. El «librito» (gr. biblaridion) puede ser un segundo libro o el mismo, pero que parece
pequeño porque el ángel que lo sostiene es muy grande. Como las voces de los siete truenos fueron
selladas, Dios considera que no es apropiado revelar el contenido, como lo ha hecho en muchos
casos (Dt. 29:29).
10:5 – 7 El paso del juicio divino está por acelerarse («el tiempo no sería más», v. 6) con el sonido
de la séptima trompeta (11:15 – 19). El «misterio» de Dios es una verdad que previamente no se ha
revelado ni cumplido, pero que ahora sí está develándose (por ej., Ef. 3:9).
10:8 – 11 Que Juan coma el libro nos recuerda cuando a Ezequiel se le ordenó hacer lo mismo (Ez.
3:1 – 3). En el caso de Juan, aunque comerlo fue dulce, digerirlo fue amargo (Ap. 10:10). Esto
implica que, aunque la Palabra de Dios (es decir, la profecía de Juan) es dulce, el rechazo insensible
de sus oidores es en verdad amargo. Todo ministerio de la Palabra de Dios es similarmente
agridulce.
11:1 – 6 No es necesario que el templo y su patio todavía estuvieran en Jerusalén para que Juan los
viera en la visión. Esta segunda escena del segundo interludio (vv.1 – 13) se desarrolla en Jerusalén
durante la época en que los gentiles (Lc. 21:24) controlan la ciudad santa. Dos testigos sin nombre,
que hacen realidad las imágenes de Zac. 4 y realizan milagros como los de Elías y Moisés, profetizan
durante un período de 1260 días (tres años y medio), y todos los que intenten detener su ministerio
reciben la muerte. A menudo, los voceros de Dios han sido protegidos sobrenaturalmente hasta
completar el ministerio asignado.
11:7 Aquí aparece la bestia, el anticristo profetizado en otros pasajes de la Biblia (2 Ts. 2:9 – 11; 1
Jn. 2:18). Puede matar a los dos testigos únicamente porque estos concluyeron su período de
ministerio. Lo irónico de usar la palabra «vencerá» para hablar de la muerte de los testigos es que,
aunque en un primer momento parezca que la bestia triunfa (Ap. 11:11, 12), son estos testigos, como
mártires, quienes vencieron mediante la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio (12:11).
11:8 – 10 Llamar «grande ciudad» (la forma habitual de referirse a la gran Babilonia [por ej.,
17:18; 18:10] y también a Sodoma y a Egipto) a Jerusalén, la ciudad donde el Señor fue crucificado,
refleja la tremenda maldad de la mayoría de sus habitantes. Esta depravación se manifiesta en el
asesinato de los dos testigos (comparado con la muerte de Jesús) y en el sacrilegio de impedir
sepultarlos de manera apropiada, como también en la fiesta que hacen los moradores de la tierra para
festejar estas muertes.
11:11, 12 La frase «después de tres días y medio» debe compararse con la resurrección de Jesús al
tercer día (1 Co. 15:4). Es previsible que haya gran temor ante una doble resurrección. Tal temor
puede ser positivo, ya que el principio de la sabiduría es el temor del Señor (Pr. 1:7). Algunos
entienden que el mandato «subid acá» Habla del arrebatamiento de la iglesia, aunque aquí es un
llamado a dos personas solamente.
11:13 En medio del extenso daño y de las numerosas muertes, el temor se convierte en fe cuando
muchos ven la resurrección y la ascensión de los dos testigos. Temer a Dios y adorarlo es la
respuesta auténtica al evangelio eterno que se predicará a todos los que sigan vivos en la tierra (14:6,
7). Como esto ocurre en Jerusalén, donde la mayoría de los presentes serán judíos, este podría ser el
cumplimiento de la profecía de Pablo de que todo Israel será salvo (Ro. 11:25, 26).
11:15 – 19 El carácter definitivo que transmite el relato de la séptima trompeta ha llevado a
algunos a pensar que ese es el momento de la segunda venida de Cristo, y que los caps. Siguientes
recorren el mismo terreno desde una perspectiva diferente. Este concepto de la recapitulación no es
necesario, ya que la séptima trompeta abarca las copas de la ira, y la séptima copa se extiende hasta
los preparativos para la segunda venida. Que el fenómeno que se derramará sobre la tierra con la
séptima trompeta (v. 19) no ocurra hasta el momento de la séptima copa (16:18, 21) respalda esta
perspectiva.
12:1 – 14:20 Los caps. 12 – 14 son un preludio a la serie de las copas de la ira (caps. 15, 16).
Producen un corte en el relato para orientarnos hacia personajes y contenidos cruciales para entender
la última parte de Apocalipsis.

INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
12:5
Algunos grupos carismáticos se adhieren a la creencia de que en
los últimos tiempos Dios levantará una compañía de creyentes del
«hijo varón», a la que suelen referirse como «los hijos
manifestados». Este remanente fiel de vencedores alcanzará un
estado de perfección tal que su cuerpo será inmortal. Sin
embargo, el hijo varón en este v. no es otro que Jesús.
12:1 – 6 La imagen inicial hace eco de la visión de José en Gn. 37:9. La descripción del embarazo
y de los dolores del parto recuerdan Gn. 3:15, 16, y es posible que también se tenga en vista la
profecía del nacimiento virginal (Is 7:14). Asimismo, al dragón (Satanás; Ap. 12:9) se lo vincula con
la antigua rebelión angelical contra el Señor. La redacción de los vv. 4, 5 implica que Satanás instó a
Herodes el Grande a intentar matar al niño Jesús. Aunque no se menciona la muerte ni la
resurrección del niño mesiánico, están implícitas en otros pasajes de Apocalipsis como así también
en la comparación con los dos testigos en 11:11, 12. El Señor cuida a la mujer durante 1260 días, el
mismo lapso que fueron protegidos los dos testigos (11:3 – 6). No obstante, ese cuidado tal vez
ocurra después de la resurrección y la ascensión de estos testigos, ya que lo más probable es que la
huida de la «mujer» se refiera a los convertidos después de dicho acontecimiento (11:11 – 13).
12:7 – 10 La idea de que la «mujer» en el v. 6 es el Israel fiel se hace más evidente con el
enfrentamiento entre Satanás y Miguel, el arcángel encargado de proteger esta nación (Dn. 12:1).
Durante la trayectoria de Satanás de engañar al mundo y de acusar a los hermanos (Ap. 12:10), se le
permitió el acceso al cielo (Job 1 – 2), pero ahora es expulsado. «El día malo» (Ef 6:13) de la lucha
espiritual será muchísimo más intenso, ya que Satanás y sus «ángeles» (los demonios) serán
arrojados a la tierra.
12:11 A veces, lo que parece una derrota es una victoria, como cuando los hermanos mueren por
su fe. Satanás los mató, pero, en realidad, ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y
por la palabra de su testimonio.
12:12 Como Satanás ha sido expulsado del cielo, los que moran allí pueden regocijarse (13:6). Sin
embargo, al haber sido arrojado a la tierra, él se enfurece y derrama su ira sobre la esfera terrenal.
12:13 – 16 El diablo se esfuerza al máximo para perseguir a la «mujer» (el Israel fiel) durante «un
tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo» (tres años y medio; 12:6), pero fracasa por completo
debido a la protección del Señor.

INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
12:17
La Iglesia Adventista del Séptimo Día sostiene que «el testimonio
de Jesús», también reconocido como «el espíritu de la profecía»
(19:10), es la señal del remanente fiel o iglesia verdadera, que
encuentra su cumplimiento en Ellen G. White, fundadora de
dicha iglesia. Ellen White es la profetisa de Dios del final de los
tiempos, que habló por el «espíritu de la profecía». Sin embargo,
las investigaciones sobre su trabajo revelaron que cerca de la
mitad de sus escritos fueron plagiados o tomados de otros
autores.

12:17 El diablo no se rinde fácilmente. Incapaz de atrapar a la «mujer» y enfurecido, cambia de


rumbo y declara la guerra contra los santos gentiles, es decir, quiere matarlos (13:7). Los gentiles son
las «otras ovejas [de Jesús] que no son de este redil [los judíos]» (Jn. 10:16).
13:1 – 4 Esta bestia mencionada primero en 11:7, se describe con términos similares a las de la
visión en Dn. 7 (en especial, la cuarta). Su poder procede de Satanás (el dragón). Como la bestia
había sido avergonzada por la resurrección y la ascensión de los dos testigos (Ap. 11:11, 12), el v. 3
parece describir una falsa resurrección o una herida casi fatal. Este «milagro» parece superar el de
los dos testigos, ahora invisibles. Como resultado, la población mundial adora a la bestia y,
consciente o inconscientemente, al diablo que la potencia.
13:5 – 7 Con autorización divina, el reinado mundial de terror de la bestia se extiende durante
«cuarenta y dos meses» (tres años y medio), después que los testigos cumplen su ministerio y son
llevados al cielo (11:3, 7, 11, 12).
13:8 Los moradores de la tierra deciden adorar a la bestia blasfema porque sus nombres no están
en el «libro de la vida» del Cordero. La humanidad es responsable de las decisiones que, en última
instancia, se le atribuyen a la elección y a la predestinación divinas (por ej., Hch. 2:23).
13:9, 10 Este es el único lugar en Apocalipsis donde la expresión «si alguno tiene oído, oiga»
aparece fuera de las cartas a las iglesias en los caps. 2, 3. Quizá sea un llamado a perseverar en la fe
frente a la explicación de los motivos por los que el mundo sigue a la bestia (v. 8).
13:11 – 15 La segunda bestia, el falso profeta (16:13), es dotado de «gran poder» y hace «señales y
prodigios mentirosos» (2Ts. 2:9). Incluso tiene poder sobre el fuego, como los dos testigos (Ap.
13:13; ver 11:5).
13:16 – 18 La «marca» de la bestia contrasta con el sello (7:3, 4), y con el nombre del Cordero y
del Padre (14:1) en la frente de los 144.000. Muchos han intentado evaluar no sólo el número (666),
sino también la identidad exacta del hombre al que alude. Como 1 Jn. 2:18 declara que «han surgido
muchos anticristos» (es decir, como anticipo del anticristo definitivo), señalar que nombres como
Nerón o Hitler corresponden al valor numerológico 666, al asignarles un número a cada letra del
alfabeto, podría proporcionar cierto beneficio adicional. No obstante, es sabio comprender que dicho
cálculo numerológico sólo se confirmará cuando los acontecimientos definitivamente ocurran.
14:1 – 5 Los 144.000, vistos por primera vez en 7:4 – 8, ahora se observan en el Monte de Sion
celestial con Cristo, el Cordero. La bestia no puede tocarlos, aunque no tienen su marca (13:16, 17),
porque llevan el nombre del Señor en la frente. Por su pureza, son las primicias dignas de la cosecha
final divina (Ap. 14:14 – 20).
14:6, 7 Algunos declaran que el evangelio no está presente en Apocalipsis. Sin embargo, la palabra
griega que se traduce «evangelio» (evangelion) aparece en el v. 6, y el contenido de la predicación
final se especifica en el v. 7: temer, glorificar y adorar al Señor. Esta respuesta ya se vio en 11:13.
14:8 – 11 Aquí se presenta Babilonia, la gran ciudad (y su justo juicio), y el tema se amplía en
16:17 – 19:3. Todos los que adoren a la bestia y lleven su marca serán juzgados con el tormento
eterno. Aunque este tormento se describe como fuego y azufre, no es un material inflamable terrenal
que finalmente se consume, de modo que dicho tormento acabe (es decir, que no se trata de que el
castigo de los incrédulos dure un tiempo limitado). Los castigados tampoco son consumidos por las
llamas; su tormento es eterno.

INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA
14:6 – 12
Este pasaje, que la Iglesia Adventista del Séptimo Día llama «el
mensaje de los tres ángeles», constituye el núcleo del cuerpo de
creencias de esta iglesia. Basándose en una interpretación
equivocada y rebuscada del texto, la Iglesia Adventista sostiene
como verdaderos los siguientes puntos: (1) «la hora de su juicio
ha llegado» (v. 7) es una referencia al «juicio investigador»
que comenzó en 1844; (2) «adorad a aquel que hizo el cielo
y la tierra» (v. 7) es un llamado a guardar el día sábado
considerándolo el sábat; (3) «ha caído Babilonia, la gran ciudad»
(v. 8) identifica a la Iglesia Católica Romana con la tristemente
célebre prostituta que seduce a las naciones; (4) «si alguna adora
a la bestia […] y recibe la marca en su frente o en su mano» (v. 9)
es una advertencia contra el peligro de seguir al anticristo y
celebrar culto el día domingo. Aquel que desoiga la advertencia
«será atormentado con fuego y azufre» (v. 10). De acuerdo con
esta interpretación, sólo las personas que acepten el mensaje de la
Iglesia Adventista serán salvas.

14:12, 13 La segunda gran bienaventuranza de Apocalipsis es para quienes perseveran y mantienen


la fe hasta la muerte; en especial, los mártires.
14:14 – 20 Esta sección visualiza «la siega [al] fin del siglo» (Mt. 13:39), cuando la buena semilla
(Ap. 14:14 – 16) y la cizaña (vv. 17 – 20) sean separadas para su respectivo destino eterno. Algunos
piensan que los vv. 14 – 16 se refieren al rapto de la iglesia. Las imágenes de los vv. 18 – 20 la
vinculan con la descripción de la segunda venida, en 19:15.
15:1 Como la séptima copa cumple exactamente lo que, al parecer, está por suceder en 11:19, la
serie de las copas de la ira (15:1 – 19:7) comienza al final de los juicios de las trompetas y se
prolonga hasta la segunda venida.
15:2 – 4 Los victoriosos son los mártires (12:11) que respondieron adecuadamente a la predicación
del evangelio eterno (14:6, 7) con temor, gloria y adoración a Dios (15:4). «El cántico de Moisés
siervo de Dios, y el cántico del Cordero» es análogo al de los hijos de Israel cuando estuvieron a
salvo del otro lado del Mar Rojo, después de escapar de Egipto (Ex. 15).
15:5 – 8 La mención de las copas de oro vincula el derramamiento de las copas de la ira con la
respuesta a las oraciones de los santos, contenidas en recipientes idénticos (5:8); en especial, las
plegarias de los santos pidiendo vengar su sangre sobre los moradores de la tierra (6:10).
16:1 – 7 Las primeras tres copas apuntan a aquellos que adoraron a la bestia y recibieron su marca.
Los vv. 5 – 7 aclaran el porqué de convertir las fuentes de agua en sangre. Los que adoran a la bestia
son juzgados por causa de la sangre de los mártires, juicio que respaldan las almas de estos bajo el
altar (6:9). Como se esperaba que la venganza cayera sobre los moradores de la tierra, estos
moradores y los adoradores de la bestia son el mismo grupo.
16:8 – 11 Aun bajo el juicio del calor y la oscuridad más intensos, los adoradores de la bestia no
responderán positivamente al evangelio eterno. No se arrepentirán ni glorificarán a Dios (14:6, 7).
16:12 – 16 La sexta copa de la ira es la preparación para la batalla de Armagedón. Se han
propuesto muchos significados para esta palabra. Al parecer, quiere decir «Monte Meguido». En
medio de esta descripción aparece la tercera bienaventuranza del libro, que advierte a los lectores a
permanecer espiritualmente alertas (v. 15). Algunos consideran que la referencia conjunta al dragon,
la bestia y el falso profeta alude a una trinidad «espuria».
16:17 – 21 La última copa de la ira se centra en Babilonia la Grande, vista anteriormente en 14:8.
La expresión «hecho está» hace eco de la declaración de Jesús en la cruz: «consumado es» (Jn.
19:30). El fenómeno que desencadena este juicio ha estado en suspenso desde 11:19.
17:1 – 6 La sección siguiente 17:1 – 19:6) es un epílogo a las copas de la ira, que amplía la
comprensión del lector sobre Babilonia la grande, su relación con la bestia, y su justa y definitiva
condenación. En esencia, Babilonia tiene la misma relación con los moradores de la tierra (17:2) que
Jezabel con los pecadores en la iglesia de Tiatira (2:20). Babilonia también mantiene un vínculo
íntimo con la bestia (17:3; ver 13:1). Además, su vestimenta es símbolo de riqueza y realeza (v. 4).
Su mayor misterio tiene que ver, al menos en parte, con ser la fuente de las fornicaciones y de las
abominaciones en el transcurso de la historia, incluso del martirio de los santos de Dios (vv. 5, 6).
17:7, 8 Otro aspecto del misterio de Babilonia y de la bestia es el dominio sobre los moradores de
la tierra cuyos nombres no están en el libro de la vida (13:8)
17:9 – 13 En la segunda declaración sapiencial codificada del libro (13:18), se aclara la identidad
de la bestia diciendo que es un rey que surge de un grupo de gobernantes; al parecer, después de
varios imperios o gobiernos previos. Aunque el mundo piensa que estos gobernantes dominan, el
Señor les ha otorgado autoridad sólo durante un breve lapso («una hora»). Esta redacción ha llevado
a algunos a especular que la bestia tal vez sea Nerón que ha revivido o que surgirá de un Imperio
Romano reinstaurado o de la Unión Europea. Sin embargo, los detalles no son suficientemente claros
como para determinarlo, y los lectores deben ser cuidadosos y no ir más allá de lo escrito.
17:14 Esta batalla ocurre en la segunda venida (notar la inversión de la frase «REY DE REYES Y
SEÑOR DE SEÑORES»; 19:16). Este v. aclara que los ejércitos que siguen al Cordero, en 19:14,
son los creyentes, porque los términos «llamados y elegidos y fieles» no se usan para los ángeles.
17:15 – 17 Lo irónico aquí es que, al final, los mismos gobernantes con quienes la seudorreina (v.
4; 18:7), la gran Babilonia, ha cometido inmoralidades (v. 2) se volverán en su contra y la destruirán.
Todo acorde al plan soberano de Dios.
17:18 – 18:3 El relato de la destrucción de Babilonia vuelve a describirla aquí como «la gran
ciudad» (v. 18; ver 16:19). Aunque en los últimos tiempos Babilonia podría tratarse de una ciudad
literal, es más probable que el lamento del cap. 18 siga la idea de Jer. 51, que habla del Imperio
Babilónico más extendido, representado por la ciudad de Babilonia y de la cual se dice que «no se
levantará» (Jer. 51:64). Ahora se revela que no sólo es la mujer que ha estado de juerga y se ha
embriagado con las naciones, los reyes y los mercaderes de la tierra (Ap. 18:3), sino que, en esencia,
es demoníaca: Habitación de demonios y de espíritus inmundos (18:2).
18:4 Al revelarse el corazón demoníaco de la gran Babilonia, el Señor le ordena a su pueblo que
salga de ella. Estas palabras reflejan con claridad Jer. 51:6, 45 y el llamado de Dios a la familia de
Lot para que saliera de Sodoma (Gn. 19:15). Sin embargo, a fin de que el mensaje impacte
poderosamente a los lectores de Juan en las iglesias, parece actuar como un despertador para los
aliados con los nicolaítas, para los receptores de la doctrina de Balaam y para los «hijos» de la falsa
profetiza Jezabel (Ap. 2:6, 14, 15, 20, 24).
18:5 – 8 Babilonia tal vez se sienta como una reina orgullosa de su seguridad, pero el juicio por la
multitud de sus pecados es inevitable, intenso e inmediato. Los que dudan que Cristo volverá para
juzgar confunden la increíble paciencia de Dios hacia el mundo no arrepentido con una falta de
poder para aplicar el juicio (2 P. 3:3 – 9).
18:9 – 19, 21 – 23 Los reyes (v. 9) y los mercaderes (v. 15) se alejan de la repentina y violenta
destrucción de Babilonia; pero no se lamentan de los graves pecados de ella, sino que su mayor
preocupación es que no les seguirá generando riquezas.
18:20, 24 Babilonia la grande tal vez sea una entidad de larga data vista en su manifestación final
en Apocalipsis, ya que se la culpa de la muerte de todos los mártires en la tierra.
19:1 – 6 Al comparar 7:15 con 13:6, la «gran multitud», que aquí se describe como un coro
celestial que canta el «Aleluya», fue llevada al cielo en 7:9 y se la identifica como los moradores de
ese lugar. Alaban a Dios por el juicio justo de Babilonia, la famosa prostituta. Antes se observó que
se castigaba a los adoradores de la bestia por los pecados de los moradores de la tierra (16:5 – 7; ver
6:10). Ahora, al castigar a Babilonia por los martirios previamente atribuidos a dichos moradores de
la tierra (6:10), pareciera que ella es también una especie de imagen colectiva de ellos.
19:7 – 9 La alabanza del coro celestial ahora se dirige a las bodas del Cordero. La vestimenta de
Su esposa es «lino fino, limpio y resplandeciente», símbolo de «las acciones justas de los santos»
(en claro contraste con los pecados groseros de Babilonia). Al parecer, la imagen del coro de la
«gran multitud» de moradores del cielo se convierte en la esposa del Cordero. La cuarta
bienaventuranza del libro (v.9) tiene un giro inesperado: al aceptar la invitación a la cena de bodas,
uno se vuelve parte de la esposa.
19:10 Adorar a cualquier ser aparte del único Dios verdadero es pecado (Éx. 20:4 – 7). Además de
las religiones falsas, muchos cultos e incluso «cultos personalistas» (es decir, grupos que exaltan
líderes humanos talentosos a una posición casi deificada) suelen ser culpables de esto.
19:11 - 16 Este pasaje describe la segunda venida física profetizada en Hch. 1:9 – 11. La posición
totalmente preterista, que sostiene que Cristo ya vino en espíritu y en poder cuando Jerusalén fue
juzgada en el 70 d.C. y que no hay ningún segundo advenimiento futuro, es falsa. El poder
inigualable de la Palabra de Dios se describe como una espada aguda que sale de la boca del Señor
(He. 4:12). Como los ejércitos celestiales están «vestidos de lino finísimo», es probable que esta sea
otra imagen del mismo grupo que en otras partes se denomina «gran multitud»: los moradores del
cielo y la esposa del Cordero.
19:17 – 19, 21 Los grandes ejércitos de la tierra se reúnen para guerrear contra el Cordero (al
parecer, en Armagedón; 16:12 – 14, 16) y terminan muriendo por la acción de una espada que sale
de la boca de Cristo (v. 15) y convirtiéndose en alimento de las aves en «la gran cena de Dios».
19:20 La bestia y el falso profeta son arrojados vivos al lago de fuego eterno. Esto significa que no
fueron destruidos sino que sufrirán el tormento conscientemente y para siempre.
20:1 – 3 Satanás (el dragón de Apocalipsis) es encarcelado en el abismo durante mil años. Algunos
evangélicos creen que los «mil años» simplemente representan un largo período. Otros, que habla de
un lapso literal de esa cantidad de años. Incluso hay quienes creen que Juan tuvo una visión sobre
mil años, pero que es imposible saber cómo se cumplirá en realidad la imagen apocalíptica.
20:4 – 6 Siguiendo el orden natural del pasaje, algunos evangélicos creen que los «mil años»
vendrán después de la segunda venida de Cristo. Otros sostienen que este milenio recapitula el
período previo a la segunda venida, pero visto desde una perspectiva diferente. Entre los que
defienden el enfoque de la recapitulación, hay algunos que creen que el reino de Cristo tiene lugar
ahora a través de la iglesia, en sentido espiritual, durante un largo período, y consideran que «mil
años» es una generalización. También hay otros que creen que la predicación del evangelio
producirá una conversión prácticamente mundial y una era dorada de imperio de los principios
bíblicos que durará mil años.
La declaración sobre ser sacerdotes de Dios y de reinar con Él muestra que los «mil años» son el
cumplimiento definitivo de las preciosas promesas hechas anteriormente a los creyentes (1:5; 5:10;
7:15). Aunque los que reinan no son sólo los mártires, es evidente que tienen una posición de honor
(20:4). Algunos han argumentado que la primera resurrección es espiritual (por ej., renacer
espiritualmente), para sostener que no hay una resurrección general de los muertos. Sin embargo, el
texto no contiene nada que indique que una resurrección no sea literal y que la otra sea lo que dice
ser. Mientras que la segunda bienaventuranza se centra en la muerte de los santos (14:13), la quinta
apunta a su resurrección (20:6).
20:7 – 10 Cuando terminen los «mil años», Satanás será liberado del abismo y convocará una
rebelión final contra Dios, vinculada con la conocida profecía sobre Gog y Magog en Ez. 38, 39. Al
parecer este incidente será la prueba definitiva de que, aun después de un extenso e incomparable
reinado de Cristo, «la enfermedad de Adán y Eva» (es decir, el pecado que mora en el hombre)
continuará impulsando a seguir al diablo a la abrumadora cantidad de seres humanos vivos en ese
momento. Cuando la rebelión sea sofocada con fuego del cielo, el diablo se unirá a la bestia y al
falso profeta en el lago de fuego.
20:11 – 15 Hay dos series de «libros» en el juicio del gran trono blanco. Los nombres de todos los
creyentes están en el libro de la vida, pero los de los moradores de la tierra no (13:8; 17:8). Estos son
juzgados según sus obras; sin embargo, nadie puede salvarse por las obras, ya que esto daría lugar a
la jactancia humana (Ef. 2:8, 9).
La morada eterna de todos los incrédulos es el lago de fuego, con el diablo, la bestia y el falso
profeta. «La muerte y el Hades» (Ap. 20:13), como parte de esta creación, también son arrojados al
mismo lugar.
21:1 – 6 El nuevo cielo y la nueva tierra, aunque en cierto modo similares a la creación actual,
también serán sumamente distintos. Por ejemplo, mientras que ahora el agua cubre la mayor parte
del planeta, en la tierra nueva no habrá mar. A la esposa del Cordero, presentada en 19:7 – 9, se la
describe aquí como la santa ciudad que desciende del cielo. Por lo tanto, todas las cosas serán
nuevas, no sólo la nueva vida espiritual de los creyentes (2 Co. 5:17). La presencia de Dios quitará
toda lágrima, dolor y muerte. El agua de la vida estará siempre accesible, sin costo; una imagen de la
gracia que incluso ahora nos ofrece esta vida.
21:7, 8 Los herederos del estado eterno son los vencedores, a quienes se les habla al final de cada
una de las cartas a las siete iglesias, y los mártires, que vencen por medio de la sangre del Cordero
(12:11). Todos los otros cuyo estilo de vida indique que sus nombres no están en el libro de la vida
vivirán en el tormento eterno y consciente en el lago de fuego, la muerte segunda.
21:9 – 11 Así como la visión de la gran Babilonia pasa de la mujer a «la gran ciudad» que es
destruida a causa de su pecado (cap. 18), también la esposa de Cristo se convierte en «la ciudad
santa», la nueva Jerusalén, donde fulgura la gloria de Dios.
21:12 – 21 Las doce puertas de la nueva Jerusalén tienen escritos los nombres de las doce tribus de
Israel, mientras que los doce cimientos del muro de la ciudad eterna, los de los doce apóstoles de
Cristo. Esto implica de manera enfática que el pueblo de Dios, si bien más unificado que lo que
algunos creen, en cierto sentido mantendrán la distinción de las promesas del pacto hechas a Israel y
a la iglesia.
21:22 – 27; 22:5 En la nueva Jerusalén no habrá necesidad de luz, porque la luz del Señor estará
presente como sucedía antes de la creación de las fuentes de iluminación del universo (Gn. 1:3, 14,
15). Al parecer, en el estado eterno habrá distinciones nacionales y gobernantes humanos, pero como
todos los presentes estarán en el libro de la vida del Cordero, no puede haber pecado.
22:1 – 4 Aquí la redacción también describe la nueva Jerusalén como el flamante y permanente
Edén, el cual no puede desecharse, porque ya no habrá maldición. Así como Adán y Eva
prácticamente caminaban con el Señor en el huerto, Él estará siempre presente, y todos los habitantes
tendrán Su nombre en la frente, como sucedió con los 144.000 (14:1).
22:6, 7 A medida que la parte central del libro termina, la transición hacia su conclusión (vv. 6 –
21) combina las palabras de 1:1 con las de 19:10. La sexta bienaventuranza vuelve a enfatizar la
inminencia de los eventos de Apocalipsis y la necesidad de aplicar sus profecías
22:8, 9 Juan comete el mismo error de ofrecer una adoración falsa, como en 19:10. Si el piadoso y
maduro apóstol Juan podía repetir tal error, debe admitirse la facilidad con que se puede incurrir en
dicha práctica. En vista de la preocupación por el pueblo de Dios y Jezabel (2:20 – 24), como así
también del mandato de salir de Babilonia (18:4), la tendencia a errar en tales cuestiones es un tema
práctico de suma importancia en Apocalipsis.
22:10 – 12 El libro de Daniel se selló hasta el tiempo del fin (Dn. 12:4, 9) para no revelar su
contenido. En claro contraste y a la luz de la inminencia de los eventos descritos en Apocalipsis, este
libro no se sella (v. 10). Hasta que los acontecimientos del libro se cumplan, las personas actuarán de
manera coherente con su condición espiritual. Pero cuando el Señor venga, recompensara a cada uno
según sus obras (20:12, 13).
22:14, 15, 17 La bienaventuranza final de Apocalipsis conduce a una elegante presentación del
evangelio, que se inicia usando la imagen de la ciudad eterna y del nuevo Edén. «Lava[r] sus ropas»
significa fe en la sangre derramada de Cristo. El derecho a acceder al árbol de la vida fue lo que se
les quitó a Adán y Eva por su pecado. En este caso, las puertas de la ciudad y el acceso al árbol de la
vida se ponen a disposición del creyente. Sin embargo, todos los incrédulos, con sus diversos estilos
de vida pecaminosos, son excluidos de la ciudad eterna. La repetida invitación «ven» y el
ofrecimiento «tome del agua de la vida gratuitamente» (es decir, la gracia como regalo) significan
que el libro concluye con un ardiente llamado evangelizador.
22:18, 19 Es dudoso que la redacción aquí se refiera al cierre del canon de la Biblia. El «libro» (gr.
biblion, «rollo») que no debe alterarse (como hacen las nuevas religiones u otros grupos, que añaden
o quitan del contenido escritural final) es Apocalipsis. No obstante, de una manera más sutil, sí
implica una perspectiva canónica. El contexto de Apocalipsis es un nuevo Edén (vv. 1 – 5). En Gn.
3, Eva añadió a la Palabra de Dios (Gn. 3:3), y la serpiente quitó parte de lo que el Señor había dicho
(Gn. 3:4). El efecto de broche final de Ap. 22:18, 19, que se remonta a Gn. 3:3, 4, infiere que esta
maldición al final del libro de Apocalipsis por alterar la Escritura debe considerarse la última
declaración de la Biblia sobre el tema.
22:20 Jesús prometió venir en breve, pero ya han pasado casi dos mil años desde aquella promesa.
Juan oró para que viniera pronto. La asombrosa paciencia del Señor hacia el mundo incrédulo (2 P.
3:9) es responsable del retraso de Jesús y de la oración no contestada de Juan.
22:21 Aunque el libro de Apocalipsis contiene en gran parte material apocalíptico (1:1) y profético
(1:3), comienza como una carta (1:4) y, al concluir con la «gracia», su final también es epistolar.
¿Enseña la Biblia que los seres humanos sólo tienen cuerpo?
Por Robert B. Steward
La mayoría de los cristianos a lo largo de la historia ha creído en la existencia del alma.
Los animales y los seres humanos están compuestos por una entidad inmaterial (un alma)
y un cuerpo. La Biblia enfatiza esencialmente la unidad funcional holística de un hombre,
pero esta unidad incluye una diferenciación dualista entre cuerpo y alma. El alma
humana, si bien no es de naturaleza inmortal, tiene la capacidad en el momento de la
muerte de entrar en un estado incorpóreo intermedio y, finalmente, reunirse al cuerpo
resucitado. Por el contrario, el alma de los animales no refleja la imagen de Dios y lo más
probable es que no sobreviva después de la muerte.
Hay dos corrientes importantes de pensamiento sobre el dualismo: los términos
antropológicos bíblicos y la enseñanza bíblica sobre la vida después de la muerte.
1. Términos antropológicos del Antiguo Testamento. Los términos antropológicos
bíblicos abarcan un amplio rango de significados, y por esa razón, debemos tener sumo
cuidado de interpretarlos en el contexto donde aparecen. Los dos términos más
importantes del AT son nefesh (traducido habitualmente «alma») y ruaj (traducido
comúnmente «espíritu»).
Nefesh a veces se refiere a Dios como un ser inmaterial y trascendente, asiento de la
mente, la voluntad y las emociones, etc. (ver Job 23:13; Am. 6:8). Se aplica de manera
similar en el caso de los seres humanos (Dt. 6:5; 21:14; Pr. 21:10; Is. 26:9; Mi. 7:1).
También se refiere a una entidad vital que le da vida a algo (Sal. 30:3; 86:13; Pr. 3:22).
Finalmente, nefesh alude a la esencia permanente de la identidad personal que parte hacia
la vida después de la muerte tras el último aliento (Gn. 35:18; comp. 1 R. 17:21, 22; Sal.
16:10; 30:3; 49:15; 86:13; 139:8; Lm. 1:1). La Biblia habla habitualmente de la muerte y
la resurrección como la partida y el regreso del alma. De hecho, el problema de la
necromancia (la práctica de intentar comunicarse con los muertos en el Seol; ver Dt. 18:9
– 14; 1 S. 28:7 – 25) a lo largo de la historia de Israel presupone que las personas
continúan una vida consciente después del deceso del cuerpo.
Ruaj, término que suele traducirse «espíritu», a veces alude a una energía vital que
infunde algo, anima y da vida y sentido. Por lo tanto, el ruaj del hombre fue formado por
Yahvéh (Zac. 12:1), procede de Él y a Él regresa, y es lo que le otorga vida (Job 34:14).
En Ezequiel 37, Dios toma huesos secos, los reconstituye formando cuerpos humanos y
luego les agrega un ruaj para convertirlos en personas vivientes (ver Gn. 2:7). Los ídolos
materiales no tienen ruaj y, por esta razón, no pueden levantarse ni tienen conciencia
(Jer. 10:14; Hab. 2:19). Ruaj también se refiere a un ser independiente, invisible y
consciente, como cuando Dios emplea un espíritu para cumplir algún propósito (1 R.
22:21 – 23; 2 R. 19:7). En este sentido, a Yahvéh se lo denomina el Dios de los espíritus
de toda carne (Nm. 27:16; comp. 16:22). Aquí, «espíritu» indica un ser individual y
consciente distinto al cuerpo. Además, ruaj también hace referencia al asiento de
diversos estados de la mente, tales como la voluntad (Dt. 2:30; Sal. 51:10 – 12; Jer.
51:11), los pensamientos (Is. 29:24), las emociones (Jue. 8:3; 1 R. 21:4) y la condición
moral y espiritual de la persona (Pr. 18:14; Ecl. 7:8).
2. La vida después de la muerte en el Antiguo Testamento. El AT describe la
supervivencia del individuo en forma incorpórea después de la muerte física. A los
muertos que están en el Seol se los denomina refaím. La enseñanza del AT sobre la vida
después de la muerte se explicaría mejor como un estado intermedio de supervivencia
incorpórea personal limitadamente consciente. En primer lugar, el AT suele representar
la vida en el Seol como un estado letárgico e inactivo semejante a un estado de coma
inconsciente (Job3:13; Sal. 88:10 – 12; 115:17, 18; Ecl. 9:10; Is. 38:18). Sin embargo,
también puntualiza que los muertos que están en dicho lugar están en familia, despiertos
y, en ocasiones activos (Is. 14:9, 10). Segundo, las Escrituras hebreas enseñan claramente
que la práctica de la necromancia (la comunicación con los muertos) es una posibilidad
factible y, en algunos casos, una realidad (ver Lv. 19:31; 20:6; Dt. 18:11; 1 S. 28;
Is. 8:19). Tercero, según el AT, en el momento de la muerte, el nefesh (una persona consciente sin
carne ni huesos) parte para estar con Dios (ver Sal. 49:15).
3. Términos antropológicos del Nuevo Testamento. Varios pasajes del NT utilizan pneuma
(espíritu) o psique (alma) en sentido dualista. Hebreos 12:23 habla de los seres humanos muertos
pero existentes en la Jerusalén celestial como «los espíritus de los justos hechos perfectos».
Apocalipsis 6:9 – 11 se refiere a los santos muertos como las «almas» de los mártires que se
encuentran en un estado intermedio aguardando la resurrección final (20:4 – 6). Muchos textos se
refieren a la muerte como la acción de entregar el espíritu (Mt. 27:50; Lc. 23:46; 24:37; Jn. 19:30).
Mateo 10:28 declara: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed
más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno». En este texto, psyque parece
referirse claramente a algo que puede existir sin el cuerpo.
4. Enseñanza del Nuevo Testamento sobre el estado intermedio. Aparentemente, ciertos
pasajes del NT declaran la existencia de un estado incorpóreo intermedio entre la muerte y la
resurrección final. Por ejemplo, el relato de la transfiguración (ver Mt. 17:1 – 13) donde Elías (que
nunca murió) y Moisés (que había muerto) aparecen con Jesús. La manera más natural de interpretar
este texto es que Moisés y Elías continuaban y continúan existiendo (Moisés no fue creado
nuevamente para ese acontecimiento), y que fueron temporalmente visibles. Por lo tanto, el pasaje de
la transfiguración parece indicar un estado incorpóreo intermedio.
En Lc. 23:43, Jesús le prometió al ladrón de la cruz: «…hoy estarás conmigo en el paraíso». La
palabra «hoy» se debe tomar en sentido literal; es decir, como una confirmación de que el hombre
iba a estar ese mismo día con Jesús en el estado intermedio después de morir.
En 2 Co. 5:1 – 10 y Fil. 1:21 – 24, Pablo habló de un estado posterior a la muerte y previo a la
resurrección cuando las personas experimentan una supervivencia incorpórea consciente
(‘desnudos’; sin ropas) en la presencia de Dios.
En 2 Co. 12:1 – 4, Pablo reconoció que había tenido una visión, aunque no sabía si había sido
estando en el cuerpo o en un estado temporalmente incorpóreo. Dado que el apóstol se consideraba
un alma/espíritu unido a un cuerpo, para él era perfectamente posible haber experimentado dicho
estado incorpóreo.
Apologista cristiano destacado: Justino Mártir
Por Ted Cabal
Justino (aprox. 100 – 167 d.C.) nació en Palestina y pasó sus primeros años inmerso en la filosofía.
BIOGRAFÍA

Si bien era filósofo profesional (defensor del platonismo), quedó impactado con el coraje de los
cristianos que enfrentaban la muerte por su fe. Se convirtió a Cristo en el 130 d.C. por el testimonio
de un anciano cristiano que le habló de la filosofía «verdadera». Esta verdad fue revelada a través de
los profetas bíblicos que anticipaban los acontecimientos futuros, y confirmada por los milagros. El
corazón de Justino se conmovió, y de allí en más, pasó el resto de sus días procurando hablarles de
Cristo a otras personas. Su lealtad a la fe en Cristo finalmente lo llevó a ser decapitado en Roma; de
ahí, el nombre Justino Mártir.
Justino escribió varios tratados apologéticos, entre los cuales hay dos dirigidos a los emperadores
romanos Antonio Pío y Marco Aurelio, donde procura demostrar que la persecución de los
cristianos es injusta. Defendía de acusaciones falsas, como las del ateísmo, a quienes profesaban la
fe cristiana. Su resistencia a inclinarse ante los dioses paganos y adorar al emperador se basaba en la
adoración que elevaba al Dios verdadero, el Creador invisible de todas las cosas. Los demonios son
los auténticos generadores del odio aplicado a los cristianos. Los indicios de verdades que se pueden
encontrar en los filósofos paganos que escribieron antes del nacimiento del Mesías fueron tomados
de las Escrituras hebreas o, de lo contrario, son fruto de la iluminación que recibieron del Cristo
preencarnado, el Logos (el poder racional conductor del universo). Los profetas bíblicos predijeron
con exactitud la venida de este Cristo para convertirse en la figura central de la historia.
¿Cómo puede un cristiano llegar a un budista?
Por Ravi Zacharias
El atractivo de la espiritualidad oriental y, en particular, del budismo es fuerte, debido a
que el espíritu humano anhela respuestas espirituales. Por lo tanto, cada vez que un
cristiano conversa con alguien que profesa otra fe, incluido el budismo, debe intentar
sacar a luz el hambre del corazón humano y cómo sólo Cristo puede satisfacerlo.
Gautama Buda enseñó que debemos liberarnos de las falsas ideas de individualidad, de
Dios, del perdón y de la vida individual en el más allá. Debemos centrarnos en una vida
en la cual las buenas obras sobrepasen a las malas. Buda creía que toda la vida es
sufrimiento, y que para escapar de la reencarnación, debemos comprender nuestra
naturaleza. Si apagamos los apetitos y nos separamos de los deseos (a saber, las
relaciones), compensaremos todos los actos y pensamientos impuros. Esta es la esperanza
budista.
Sin embargo, el atractivo del budismo no proporciona respuestas reales. En la filosofía
budista, que anula los anhelos del alma, el ser (que es innegable e ineludible) se pierde.
Todo depende de nosotros. Todas las pérdidas nos pertenecen. No existe «otro» a quien
podamos recurrir, ni siquiera un ser con el cual podamos hablar. De todos modos, la
negación de un Dios personal por parte del budismo no puede impedir que los que
practican esta religión procuren relacionarse con un ser personal y lo adoren. Existe un
ansia universal que impulsa a un ser hacia otro ser individual y trascendente.
Buda consideraba que en la vida presente pagamos las deudas de las vidas pasadas.
Cada renacimiento se debe a una deuda kármica, pero sin continuidad con la persona
anterior. En oposición, el cristianismo ve al individuo como un ser único e indivisible. El
amor de Dios es personal. Jesús trajo, de parte de Dios, el ofrecimiento de un verdadero
perdón y de vida eterna, a la vez que ratificó al individuo como una creación única hecha
a imagen de Dios. Para Jesús, el sufrimiento no es más que el síntoma de aquella vida
que se ha descarrilado de una correcta relación con Dios. Nos hemos separado de Él, de
nuestros semejantes e, incluso, de nosotros mismos.
En contraste con el karma (donde el «pecado» no es más que ignorancia una idea
falsa), el perdón de Cristo puede representar algo verdaderamente atractivo para el
budista. El evangelio proclama que nuestra desintegración emocional proviene de
adentro, y que Jesús tiene la verdadera respuesta para esta fractura. Al descubrir una
verdadera relación con Dios, todas las otras relaciones reciben valor moral. Dios, que es
diferente y está distante, se acercó, de modo que nosotros, que somos pecadores y
débiles, podamos recibir el perdón y crecer en la comunión con Él sin perder nuestra
identidad. Ese sencillo acto de comunión condensa el propósito de la vida. El individuo
mantiene su individualidad, a la vez que habita en comunidad.
Más aún, Cristo no dice que debamos extinguir el ser (lo cual no es posible), sino que
ya no debemos vivir para nosotros mismos. Tener hambre y sed de justicia y rectitud es
bueno y nos trae la plenitud de Dios. Todo aquel que ha rendido todo a los pies de Jesús
puede confesar con el apóstol Pablo: «…porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro
que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (2 Ti. 1:12). Cuando le
confiamos a Jesucristo todos nuestros propósitos, amores y afectos, Él tiene cuidado de
ellos.
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