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La venganza

de la mata de Emigdio Malaver G.


mango

Varios cuentos donde se relatan los sufrimientos de


“Querer los
los árboles y ciertas venganzas de éstos, por el árboles es
continuo irrespeto de los hombres a tan nobles seres
vivos.
querer a
Dios”
ÍNDICE
TÍTULO PAG.
EL CRUEL CASTIGO DE SAN ÁRBOREO 3-4
LAMENTO DE UN ÁRBOL HERIDO 5-6
EL TERRIBLE ESPANTO DEL GUATACARE 7-8
EL CASO DE LAS PLANTAS SEDIENTAS 9-10
LA VENGANZA DE LA MATA DE MANGO 11-12
LAMENTO DE DOS ÁRBOLES ASESINADOS 13-14
¿POR QUÉ DEJAN QUE LAS PLANTAS MUERAN? 15
EL CASO DEL BOSQUE PERDIDO 16-17
LA SABROSURA DEL MANGO Y BOLÍVAR 18
A SEMBRAR MANGOS 19-20
PROTESTAS Y QUEJAS DE PLANTAS MARGARITEÑAS 21
EL CRUEL CASTIGO DE SAN ÁRBOREO
Se cuenta que en la antigua Grecia existió un señor que nadie se
explicaba el por qué le tenía tanta rabia a los animales y a las plantas
y sobre toda a estas últimas, pues toda mata que podía secar, lo hacía
sin piedad ni contemplación, porque tenía la mala costumbre de que
miraba cualquier planta y sigilosamente iba con su afilado machete y
desde el pie le cortaba la corteza al árbol, para que éste se fuera
secando poco a poco y demostrando su sufrimiento a través de sus
tristes y secas hojas, que iban cayendo poco a poco en el suelo, como
regando su llanto de dolor en la tierra.

Y así iba pasando el tiempo y el hombre continuaba en su criminal


labor de aniquilar plantas inocentes que no le hacían ningún daño y
que ni siquiera le pertenecían y ni siquiera estaban en sus terrenos.
Hasta que un día se le empezó a caer a pedazos la piel del cuerpo, lo
cual le causaba un gran dolor, aunque no asistía a los curanderos de
la época, hasta que no aguantó más y asistió al gran brujo de la
comarca, a quien le contó su acción arboricida. Entonces el hechicero
le señaló que le había caído el castigo de San Arbóreo, el dios
mitológico que protegía a los árboles.

“Amigo, si usted no quiere morir con todos los huesos pelados y con
dolores insoportables tiene que ponerse desde ya a sembrar todo tipo
de árbol”, le indicó el brujo. Sucedió entonces que el hombre por
recomendaciones del hechicero, le pidió perdón al Gran Dios y San
Arbóreo y empezó a sembrar árboles y a cuidar y a proteger los
animales. Y sembró tantas matas que alrededor de su vivienda se
formó un bosque de todo tipo de plantas, donde revoloteaban variadas
aves de diferentes colores y de distintos y hermosos trinos, sobre lo
cual todo el mundo hablaba en aquel lugar de la antigua Grecia.

El hombre, quien antes fue un terrible asesino de plantas, no


solamente se curó de su indescriptible enfermedad, sino que vivió
muchos años y al morir se le rindió un gran homenaje en su pueblo,
porque había creado aquel maravilloso bosque orgullo de toda aquella
comarca griega.

MORALEJA: Si quieres a los árboles, quieres a Dios y vivirás


saludable bajo sus sombras.
LAMENTO DE UN ÁRBOL HERIDO
“Dios mío, no aguanto este dolor que me producen estas heridas, que
un hombre impío, sin piedad y sin compasión, me produjo en mi tronco
al quitarme la corteza con su filosofo machete. Qué cobardía, por qué
me tienen que hacer eso, si yo no le hago daño a nadie y mucho
menos me puedo defender, ante los ataques criminales de un
individuo que pareciera gozar con nuestro dolor.

¿Le gustaría al hombre que me causó estas dolorosas cortadas, que


lo sembraran en la tierra y sin poderse mover, viniera yo y sin tener la
más mínima lástima, empezara a quitarle a machetazo limpio pedazos
de su piel y hasta le cortara los brazos? De verdad que no.

Pero, ¿por qué mi Dios hacen esto conmigo, que no tengo la culpa de
nada? ¿No hay castigo divino para tal delito? Como quisiera yo, mi
Señor, tener la facultad de defenderme y así poder evitar que me
causen tan punzantes heridas que me producen llantos silenciosos y
hasta mi savia poco a poco va goteando, sin poder reponer mi corteza
para no tener que sufrir tan terrible muerte.

¿Por qué, mi Señor, no hiciste a los árboles con la capacidad de correr


o de poder golpear con sus ramas a todos aquellos que sin motivo
alguno, nos hieren y nos destruyen sin clemencia alguna? ¿Por qué
nos hiciste tan indefensos ante la cólera de los hombres? ¿Por qué,
dime por qué?

Y para finalizar quise elevar mi voz pública, antes que mis hojas secas
rieguen mis últimas lágrimas en la tierra que me dio su protección y
sus nutrientes para sostenerme durante varios años; y decir que es
fundamental que las autoridades competentes tomen cartas en el
asunto en casos como el mío y en otros donde se aniquilan árboles sin
ser necesario su sacrificio, y más aún ahora cuando se plantea que
por el recalentamiento del ambiente, es imprescindible sembrar y
sembrar plantas para que la especie humana pueda sobrevivir. He
dicho y me despido de este mundo cruel”.
MORALEJA: El árbol es un ser viviente que debemos de querer y
respetar, porque también siente como nosotros.
EL TERRIBLE ESPANTO DEL GUATACARE
Cuéntase que en un pueblo de Mesopotamia, un leñador que, con el
fin de resguardar leña para todo el año, le dio por cortar no solo
árboles verdes, sino secarlos con la terrible idea de irle cortando la
corteza para que esto se fuesen muriendo poco a poco, lo cual no era
bien visto, pues para ese tiempo la concepción era que los leñadores
buscaran los palos para fuego en los árboles secos o en aquellos que
se comprobaban que estaban enfermos y se notaban que ya su
muerte era inminente.

Sin embargo, el susodicho no le paraba a eso y lo hacía como manía o


por diversión, pues mucha gente lo vio sonreír satisfecho y contento al
ver que los árboles se iban secando poco a poco, botando sus hojas
en el suelo como regando su dolor en la tierra que los sostenía.

Y así iba pasando el tiempo y el leñador seguía en su macabra labor,


hasta que empezaron a notarlo nervioso, pero no decía el porqué,
hasta que un compadre le contó a ciertas personas que el leñador
soñaba con árboles que lo perseguían, que lo insultaban y hasta lo
golpeaban con sus ramas.

No obstante, el leñador guardaba silencio y la gente no sabía si era


verdad el cuento que narraba su compadre, y más aún que el referido
señor seguía cortando hermosos árboles para convertirlos en leña, sin
importarle si eran frutales o no.

Pero un día, el leñador no apareció por los predios por donde


acostumbraba buscar su haz de palos, bien para cocinar o para
vender. Las personas de aquella comarca se extrañaron, luego de que
dos días seguidos no lo vieron y decidieron ir a buscarlo en su casa,
pero no lo encontraron. Sin embargo, al ver para el patio, hallaron al
hombre muerto, con la cara y otras partes del cuerpo destrozados y en
sus ojos abiertos había huellas de haber visto monstruos y fantasmas.
Por eso no supieron a ciencia cierta qué le había causado la muerte,
hasta que el brujo del lugar hizo presencia y al ver el cadáver, no
titubeó en afirmar: “Este hombre fue asesinado por el espanto del
Guatacare, una terrible aparición que asesina a todos aquellos que
aniquilan a los árboles, sin piedad y sin necesidad ninguna, aunque
por mis conocimientos, yo pensaba que este espectro había
desaparecido hace años, pero por lo que veo, aún existe y aparece
cuando lo cree conveniente”.
EL CASO DE LAS PLANTAS SEDIENTAS
Se cuenta que en un pueblo agrícola margariteño, había un señor que
agarró la manía de sembrar plantas de todo tipo, pero que esperaba
que se regaran cuando vinieran las lluvias, a pesar de que muy cerca
tenía un pozo con bastante agua, donde todas las tardes llevaba a sus
vacas, a calmar su sed.

El susodicho no podía ver cualquier mata, bien fuese frutal, de sombra


y hasta de pasto, que no llegara con su afilado machete y con toda la
habilidad del caso, las sacaba de la tierra y corría a sembrarlas en su
conuco, y ahí, claro está, al no aparecer los aguaceros, que siempre
han sido pocos frecuentes en la isla, las plantas morían muertas de
sed y calcinadas por el inclemente sol isleño. “A ese lo va a castigar
Dios”, decía cierta gente del pueblo, sabedora de lo que hacía el
referido señor, quien seguía con su mala costumbre de sembrar y
sembrar plantas para que al final murieran por falta del agua venida
del cielo.

Pero un día el señor sembró muchas matas y observó varios días


después que a pesar de no haber llovido se conservaban vivas y
frescas, y no sólo eso, sino hasta los montes cercanos y plantas ya
viejas se mantenían igual, lo cual le pareció raro; aunque si notaba
que en las tardes cuando llevaba a su ganado vacuno a saciar su sed,
notaba que el pozo, iba bajando rápidamente los niveles de agua y
pensó que algunas personas le estaban robando el vital líquido. Por
eso se puso alerta. Mientras tanto, seguía viendo con estupor la
frescura de las plantas.

Una noche, después de recoger todas sus vacas, se decidió a vigilar


su pozo para descubrir a los ladrones, pero la espera se hizo lenta y el
sueño nocturnal lo iba venciendo, hasta que oyó ruidos y rápidamente
observó hacia el pozo, y lo que vio, le hizo sacudir la cabeza y
limpiarse los ojos, y al hacer esto, el estupor se reflejó en su rostro,
cuando divisó a árboles, arbustos y toda clase de hierbas, dentro del
pozo, tomando agua, cuales becerros sedientos; fue ahí que el
hombre salió corriendo despavorido y luego de ese día, perdió el
juicio.

MORALEJA: Si se decide a sembrar plantas, tenga en cuenta


primero cómo regarlas, para que no se mueran sedientas y quemadas
por el sol.
LA VENGANZA DE LA MATA DE MANGO
A la orilla del camino y gracias a la lluvia y al cuido de ciertos
campesinos, fue creciendo en un pueblo una mata de mango, que con
el tiempo se convirtió en un frondoso árbol que no solamente daba
exquisitos frutos, sino excelente sombra para todos aquellos que por
ahí transitaban y querían guarecerse de la inclemencia del sol a punto
de una de la tarde, cuando los rayos del astro rey, como si se ponen
de acuerdo y se calientan muchos más y elevan la temperatura.

La exuberante planta después se convirtió en referencia del pueblo,


por eso se escuchaba: “Te espero bajo la mata de mango”. “Ahí
cerquita de la mata de mango”. “Esa casa queda cerca de la mata de
mango”. Y por tanto dicho árbol era algo importante en el lugar.

Pero sucedió que los conucos en el poblado lo fueron abandonando y


sus árboles frutales se volvieron tristes y al final murieron de pena.
Mientras que la mata de mango en la orilla del camino seguía
frondosa, pero con el grave problema que cuando empezaba a cargar
sus frutos, los niños no dejaban madurarlos y como no podían treparse
en sus ramas, comenzaban a tirarle piedras para tumbar las frutas
tiernas, que al final quedaban en el suelo, pues los traviesos chiquillos,
lo hacían por maldad y por hacer apuestas para ver quién era él que
más tumbaba mango verde, y eso les parecía diversión. Aunque
ciertos señores del pueblo, los recriminaban y hasta les decían que
eso era malo, que no se debía hacer, pues había que esperar que los
frutos maduraban para tumbarlos o que la misma planta los ofrendara,
al dejarlos caer al suelo o en forma de goteo, porque ya estaban
maduros.

Pero los niños no hacían caso, hasta que un día, casi llegando al
simbólico árbol, sintieron una lluvia de piedras y hasta observaron que
las ramas de la mata de mango se movían de un lado a otro y de ahí
salían las pedradas, lo cual los hizo huir despavoridos, para no volver
más nunca a tirarle piedras al árbol, sobre el cual nunca supieron que
éste había planeado su venganza, al guardar en sus ramas, varias
piedras tiradas por ellos, para emprender tan increíble acción.

MORALEJA: A los árboles como a las personas, se les debe respeto,


por muy inocentes que parezcan, porque no se sabe cómo van a
reaccionar.
LAMENTO DE DOS ÁRBOLES ASESINADOS
“Poco a poco y lentamente, nuestras ramas van cayendo. Triste
nuestro final. A pesar de tanto cariño que nos dieron nuestros dueños,
sus hijos y sus nietos. Pero la mano impía de hombres malvados, sin
corazón, sin piedad y sin entender que nosotros somos seres vivos y
sufrimos los mismos dolores que sufren los humanos; nos atacaron
con rabia, hasta vernos fallecer lentamente, y uno sin poderse
defender, ni siquiera poder hablar para gritar nuestro dolor. Qué
cobardes son los que cometen estos actos, que son delitos, pero que
no son castigados, aunque se debiera, y darle pena perpetua por
asesinar a seres inofensivos. Menos mal que tendrán su pago de las
autoridades divinas, de eso deben estar seguros y ojalá que no se
puedan quejar, para que sepan cómo se sufre, sin poder gritar su
dolor, como en nuestro caso.

Decíamos que fue triste nuestro final, porque bastante cuido nos
dieron nuestros dueños y nosotros se lo regresamos dándole sombra y
fresco al frente de su casa, y no sólo eso sino a todo aquel que
necesitaba guarecerse de los rayos del sol. Bajo nuestras sombras
estuvieron parranderos, curas, obispos y monaguillos, y nosotros nos
sentíamos orgullosos de protegerlos del radiante rey. Y aparte de eso
nuestros frutos servían de alimentos a paraulatas y tijeretas que
cantaban y revoloteaban dentro de nuestras ramas, por la alegría que
sentían con el sabor de nuestras frutas.

Pero eso, no era todo, pues más sentíamos alegría cuando niños
jugaban alegremente bajo nuestras sombras y daban vueltas por
nuestros troncos y a pesar de todo nunca nos dañaron, al contrario,
con sus manitas más bien nos acariciaban.

También muchas mujeres y más aún las de más edad, buscaban el


frescor de nuestras ramas, una vez que cumplían con sus oficios
religiosos en la iglesia. Era pues, todo alegría.

Pero un día para nuestra desgracia y desdicha apareció la mano


criminal y empezó a cometer su vil acción y todo lo que un día fue
alegría y felicidad para nosotros, se convirtió en tristeza no sólo para
nuestros dueños, sino para muchos a quienes le dimos protección y
se sienten tristes y preguntando, el porqué de tanta maldad, pues no
se explican que aún existan seres humanos capaces de hacer
semejante crimen”.

NOTA: Esta nota está basada en dos guayacanes que manos impías,
a través de quitarle la corteza y echarle una sustancia nociva, secaron
en la plaza de Tacarigua. El Ministerio del Ambiente tiene la palabra
para que investigue tales hechos.
¿POR QUÉ DEJAN QUE LAS PLANTAS MUERAN?

Pedro Cachamay llegó al grupo y de una vez, le entró al palabreo:


“Sucede, amigos, que no sé qué va a pasar, pues todos de una u otra
forma cortan árboles o arbustos y nadie siembra; por tanto habrá que
recordar el himno al árbol, y decir que sin él, el mundo sería un erial”.

Cachamay, calló y quedó pensativo, mientras tanto el grupo quedó en


silencio y observando las plantas mustias de una avenida que nos
quedaba cerca, por lo cual el amigo dijo: “Ahí está un ejemplo nefasto.
No podemos seguir sembrando matas, sin que garanticemos su
mantenimiento a través del riego, pues no vamos a depender de la
lluvia, porque ya sabemos que en Margarita llueve muy poco, de ahí
las grandes diásporas del pasado, donde nuestros paisanos
agricultores abandonaron los campos y se enfilaron a los campos
petroleros buscando seguro el pan. Y sobre esto, el amigo Malaver
puede hablar con más propiedad, pues es nativo de Tacarigua que fue
uno de los pueblos más agrícolas que tuvo Margarita y hasta tomó
fama por sus cachapas”.

Asentí con un gesto y nuestro amigo prosiguió. “Recalco que todo


aquel o aquellos que se les ocurra la tétrica idea de sembrar plantas y
luego por no regarlas y dejarlas morir, debe pagar hasta cárcel, porque
eso es un delito, sembrar un árbol y dejarlo ahí sediento sin que se le
eche un gota de agua. Eso lo podemos llamar arboricidio, o lo que es
lo mismo, un asesinato, así de sencillo.

Pero para ir más lejos, mejor sería sembrar a los responsables hasta
la cintura en las avenidas y dejarlos ahí a sol, sin agua y sereno, y que
se mueran poco a poco. He dicho y chao con ustedes”.

Cachamay se alejó y cada quien de nosotros meditó por semejante


castigo.
EL CASO DEL BOSQUE PERDIDO
El bosque en una gran extensión de terreno, siempre fue admirado por
todos en aquella comarca. Era increíble ver tanta cantidad de árboles
y de diferentes variedades, tanto madereros como frutales. Ahí
también convivían animales de variadas especies, desde el pequeño
colibrí hasta el imponente tigre que, a pesar de su tamaño, era capaz
de alimentarse de los rápidos venados y conejos.

En realidad, por esa arboleda muchos lugareños sentían respeto y


admiración, porque no se explicaban cómo nacieron o quiénes
sembraron esas diferentes plantas en ese lugar. Igualmente si se
adentraban en aquella selva, no dañaban a los árboles ni mucho
menos a los animales que ahí hacían vida; aunque si le hacía falta
algún madero o alguna presa, tomaban lo necesario. Y eso fue por
generaciones.

Pero un día llegaron hombres extraños, con cascos, y en grandes


camionetas y empezaron a montar aparatos y a medir el terreno,
recorriéndolo a lo largo y ancho y hablando de las diferentes
construcciones que se iban a realizar en tan frondosa extensión de
tierra que había permanecido intocable a través de los años.

Los aldeanos al ver aquellas personas, se extrañaron y al saber su


propósito, se sorprendieron, se asustaron y empezaron a correr la voz,
que el bosque sería destruido para darle paso a un conjunto
residencial de casas y edificios, donde vendrían a vivir gente con otras
costumbres y otra forma de ser.

Y entonces empezaron a idear qué hacer para defender a aquella


maravilla que habían tenido por generaciones y que habían disfrutado
al máximo tanto ellos como sus antepasados.

Por eso, cuando llegó la maquinaria que tumbaría toda la arboleda, la


sorpresa de los encargados no se hizo esperar, pues tanto las
personas como todos los árboles habían huido a otro lugar, escapando
de aquella gente malvada que pulula por todos lados, que no han
entendido que si siguen con esa tala indiscriminada, llegará el día en
que los árboles nos dejen sólo para nuestra desgracia.
LA SABROSURA DEL MANGO Y BOLÍVAR
“Yo no como mango verde/ porque me pela la boca/ yo lo como
madurito/ porque así es que me provoca/”. Decía el viejo libro Abajo
Cadenas, que leía mi abuela en aquella época de alfabetización de la
década de los sesenta.

También, al respecto, se cuenta en la Tacarigua de Margarita que el


Sr. Francisco Romero se fue a trabajar para Caracas y una vez que
vino de vacaciones y la gente empezó a observar que pasaban días y
días y el susodicho nada que se iba para la capital, alguien al respecto
le preguntó el por qué no se iba, a lo que Francisco ágilmente
contestó: “Irme yo de aquí, con esa cosecha de mango que hay en el
pueblo”. Y, en efecto, el referido señor se quedó para siempre en su
pueblo natal.

Pero hablando más en serio, podemos decir que la mata de mango


aparte de dar una sombra sabrosa para descansar, produce unos
exquisitos frutos muy ricos en proteínas y que si los gobernantes se
dieran cuenta de todas sus ventajas no escatimarían esfuerzos para
sembrar mangos a lo largo y ancho del territorio, y esto aparte de
adornar el paisaje serviría para matar futuras hambrunas. Además,
esta exquisita fruta sirve para cualquier delicia gastronómica, tales
como dulces, guasacaca, ensaladas, caratos y jugos, por nombrar
unos pocos productos.

Y hablando del popular fruto, hace unos años se planteó una polémica
de que Simón Bolívar no comió mango porque este fue introducido al
país después de su muerte.

En eso se enfrascaron cronistas e historiadores, unos decían que sí y


otros no, hasta que un borrachito en Margarita, al conocer dicha
disputa de que Bolívar no había comido mango, dijo: “Será porque no
quiso, porque si hubiese ido a San Tomé (Anzoátegui) se jarta”.
A SEMBRAR MANGOS
El amigo Pedro Cachamay, se quedó observando lo que antes era un
conuco y ahora es un complejo habitacional, y se dirigió al grupo que
libaba unas cervezas, luego de una labor social en la comunidad, y
empezó con su perorata: “Aún no puedo entender, cómo diablos dan
permiso para construir mamotretos en donde hay terrenos fértiles que
pueden servir en el futuro para mitigar el hambre de las venideras
generaciones.

No puede ser y es inconcebible, pues muchos talan y nadie siembra, y


entonces cómo se van a garantizar los alimentos para el porvenir o es
que piensan que los billetes en un mañana se van a comer y no va ser
necesario comprar frutas y verduras.

Es lamentable que en lugares fértiles, por ejemplo, Tacarigua, el


pueblo del amigo Emigdio Malaver, hayan desaparecido los conucos y
lo que hay es puro monte y en el peor de los casos, han construido
casas y en éstas, en vez de dejar espacio para sembrar cualquier
cosa, lo que han echado es el puro cemento, y eso no es lo
conveniente.

Por otra parte, me acuerdo de lo que me decía un señor que trabajó


en las petroleras, que los gringos llegaron a la sabana de Anzoátegui,
montaron sus campos y viendo que necesitaban sombras, vinieron y
sembraron mangos, y con eso se garantizaron clima fresco, sombra y
sobre todo frutos, pues a los norteamericanos les fascinaba tan
exquisita fruta.

Por eso, pensando en eso, y observando que en Margarita hay varias


plantas de tratamientos que garantizan el riego en avenidas y calles,
se debería, si es factible, arborizar dichas vías con árboles frutales, y
sobre todo mango, que aguanta sequía, lo cual nos proporcionará lo
que antes le ofreció a los gringos y de paso nos va a garantizar en el
futuro comida, porque, por lo expuesto, lo que viene es hambre y más
vale, amigos míos, cuatro mangos en el buche que tener el estómago
vacío”.
Cachamay finalizó su cháchara, observó el grupo y como éste no dijo
nada, se marchó, no sin antes decir: “Ahí les dejo eso, para que
reflexionen”.
PROTESTAS Y QUEJAS DE PLANTAS MARGARITEÑAS

ANTOLÍN DEL CAMPO (Salamanca Expres). Los árboles de este


Municipio y más aún los que están a la orilla de la avenida 31 de Julio
y sobre todo los que están a la altura del Túnel del Amor, se reunieron
en días pasados para fijar posición en torno a choferes inescrupulosos
que viven chocando en contra de sus troncos, por lo cual muchos
están resentidos y otros han sufrido lo peor. “Ante ese atropello -
dijeron- nos estamos organizando, puesto que no sólo nos golpean,
sino que pretenden echarnos la culpa, al decir en los respectivos
interrogatorios de las autoridades, que somos nosotros los que nos
estamos atravesando en la vía, y eso no puede ser, ni puede
continuar”.

CERRO EL COPEY (La Asunción A.P.). Las especies como


Bromelias, Orquídeas y Helechos que alegremente crecen en la cima
de la montaña de La Palma Real, han decidido elevar su denuncia a
través de un comunicado escrito, tanto radial como por prensa, a las
autoridades respectivas, para que no sigan personas sin escrúpulo
alguno, sacándolas de su hábitat para venderlas y así ponerlas a sufrir
en cualquier ambiente, puesto que las personas que las adquieren no
tienen idea de cómo mantener unas plantas que cuenten con sus
características. “Nosotras estamos dispuestas a bajar a protestar y
parar el tráfico, si nuestras quejas no son tomadas en cuenta”, dijeron
enfáticamente.

ISLA DE MARGARITA (Avenida UPI). Los distintos árboles, arbustos


y demás hierbas, que están diseminadas a lo largo de ciertas avenidas
de Margarita, le hacen un llamado sediento a las autoridades
competentes, con la finalidad de que se acuerden que ellos son seres
vivos y por tanto necesitan del preciado líquido para poder vivir, de ahí
pues que solicitan que regularmente las rieguen para no morir
calcinadas por el candente sol isleño que cada día como si quemara
más la piel de dichas plantas que tienen la desventaja de no poder
correr, como los humanos, para buscar una sombrita y hasta saciar su
sed. Esperemos que este llamado tenga el eco respectivo.
TACARIGUA DE MARGARITA – NUEVA
ESPARTA – VENEZUELA
MARZO 2019
Autor: Emigdio Malaver G.
Email. emalaverg@gmail.com
Twitter: @Malavermillo
Facebook: Emigdio Malaver Gonzalez

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