Anda di halaman 1dari 5

Sección bibliogràfica

GARCIA CÁRCEL, R.: Herejía y sociedad en el siglo XVI. La Inquisición


en Valencia (1530-1609). Barcelona, Edic. Península, 1980; 348 pp.

En el breve espacio de un año han aparecido tres importantes


iibros dedicados a temas religiosos especialmente relacionados con
nuestro siglo XVI: L'Inquisition espagnole (1979), de Bennassar; la
traducción castellana de Juan de Vaidés y los orígenes de la reforma
en España e Italia (1979), de José C. Nieto, y Herejía y sociedad en
el siglo XVI. La Inquisición en Valencia (1530-1609), de Ricardo García
Cárcel (enero 1980). Sí a este hecho unimos la serie de trabajos de
los más caracterizados investigadores (Bataillon, Tellechea, G. Nova-
iin, Márquez, M. Andrés, A. Selke, García Oro, Azcona, Sala Balust,
Huerga, Llorca...), publicados en la última década, y la inminente apa-
rición de volumen correspondiente de la Historia de la Iglesia en
España, podemos asegurar, sin temor alguno, que los problemas reli-
giosos que convulsionaron el XVI hispano continúan apasionando a los
historiadores.
He especificado los libros de Bennassar, Nieto y García Cárcel
porque, además de aparecer al público español en el espacio de un
año, suponen tres métodos distintos de acercamiento a la religiosidad
hispana del Siglo de Oro. La obra de Bennassar, más que un trabajo
de investigación original y primaria (aunque especialmente los traba-
jos de Dedieu demuestran un profundo conocimiento de archivo), es
un programa magistralments expuesto, de una visión sintética abar-
cando los múltiples aspectos de la actividad inquisitorial respecto a
ia cultura, poder político, relaciones con Roma, sexualidad, discrimi-
naciones raciafes...
Muy diferente es el método de José C. Nieto. Se trata fundamen-
talmente de la tesis doctoral presentada en el Seminario Teológico
de Princeton y constituye un estudio en profundidad sobre el pensa-
miento religioso del siempre compiejo y apasionante Juan de Valdés.
A Nieto le interesan preferentemente los matices teológicos del hu-

626
manista conquense y no duda eri penetrar en su sustrato metodoló-
gico tanto literario como de hermenéutica bíblica. Pero al buscar en
ia más profunda espiritualidad de Valdés, Nieto acaba facilitándonos
un mayor conocimiento de la personalidad de Ruiz de Alcaraz y, en
consecuencia, de los alumbrados, especialmente del grupo de los
dejados. Y lo que es más, a través de la obra, pueden discernirse
una serie de problemas—afines a las preocupaciones religiosas lute-
ranas— surgidos entre nuestros alumbrados al margen y sin. el menor
conocimiento del monje teutón y que, formulados por Juan de Valdés,
facilitaron el acceso de muchos italianos de su círculo napolitano a
ias corrientes protestantes.
García Cárcel sigue un camino distinto de Nieto, pero también de
Bennassar. El mismo título, Herejía y sociedad, demuestra una idea
claramente definida. Al autor no le interesan directamente las diver-
gencias religiosas, sino sus implicaciones sociales, es decir, las here-
jías en cuanto son reprimidas por la Inquisición. No pretende, por
tanto, una profundización en el conocimiento del pensamiento religioso
de la época. Le bastan las ideas básicas para dedicar su interés a
la actitud del Santo Oficio. Ahora bien, su trabajo es muy distinto
de L'Inquisition espagnole, de Bennassar. García Cárcel limita su cam-
po geográfica y cronológicamente al centrar su estudio al antiguo
reino de Valencia de 1530 a 1609. El profundo conocimiento di-
recto e inmediato, que demuestra el autor de las fuentes (sea éste
•el primero y sincero elogio), la riqueza de datos que aporta y la can-
tidad de problemas que plantea, bien merecen unas palabras.
El libro de García Cárcel está dividido en tres partes: la trayec-
toria histórica del Santo Oficio en Valencia, el método inquisitorial y
ía base paciente de la Inquisición.
La primera parte es, sin duda, la más importante, la más com-
pleja, la que más problemas presenta y, aunque sea la que más defec-
tos ofrece, es con mucho la más meritoria y apasionante. Hay que
reconocer, desde el primer momento, la dificultad de la empresa.
Porque mientras la inquisición castellana ha centrado el interés de
muchos y grandes historiadores, carecemos de estudios serios y
documentados sobre la inquisición valenciana anteriores a la obra de
García Cárcel. (Esta afirmación no intenta desmerecer los trabajos
centrados en temas muy concretos de Ardit, Jordi Ventura o Riera i
Sans.) Tenemos, además, un conocimiento bastante imperfecto de las
corrientes de espiritualidad valenciana a lo largo del siglo. Se nota
que Bataillon puso especial interés en el XVI castellano, que además
ha tenido investigadores de fuste: Beltran de Heredia, E. Asensio,
Sala Balust, Groult..., por citar un pequeño número de ellos. De ahí

627
que las dificultades a superar por el autor hayan sido grandes y cons-
tituye un mérito indiscutible el intento de esquema cronológico den-
tro de las múltiples y no siempre uniformes fases de la actividad
inquisitorial valenciana. Quisiera, no obstante, señalar una serie de
preguntas que la lectura de esta primera parte suscita en el histo-
riador interesado.
Habla el autor del viraje europeo, que centra en 1555, con el pon-
tificado de Paulo IV. Cierto que el viraje en España puede colocarse
entre 1550 y 1560. Pero es menester observar antecedentes en Europa
con anterioridad a estas fechas. Habría que recordar, en este sentido,
¡as crisis de la década de los años treinta, sin afán de ser exhaus-
tivos: muerte de Erasmo y persecución de los erasmistas, ajusticia-
miento de Tomás Moro, la represión de los «placards» por Francisco I,
¡a fundación del Santo Oficio en Roma, el fracaso de las conversa-
ciones religiosas de Augsburgo y Ratisbona... Y, sin salir de España,
ias persecuciones inquisitoriales centradas en alumbrados, erasmistas
y luteranos, ¿no implicaban un cambio de actitud generalizada? Pues
bien, ¿se da un cambio semejante en Valencia, o nos quedamos con
la ¡dea general del capítulo titulado «La indefinición inquisitorial (1530-
1547)»? Porque el autor señala con precisión, basado en las obras de
Redondo, el proceso de introducción del luteranismo, y no deja de
referirse a la actividad del Santo Oficio y la huella indeleble de Fer-
nando Valdés, futuro inquisidor general (por esas fechas era uno de
ios miembros de la Suprema) al visitar Valencia. De hecho, aunque
a partir de mediados de siglo se agudiza la presión luterana en la
península, el autor aporta bastantes datos—entre ellos el caso de
Miguel Mezquita (1536)—que demuestran claros antecedentes del vi-
raje especialmente visible en los años centrales del inquisidor Valdés.
García Cárcel habla del episcopalismo de santo Tomás de Villa-
nueva respecto a la Inquisición. Por otra parte es bien sabido que los
obispos españoles defendieron en Trento la jurisdicción episcopal de
derecho divino. ¿Existe conexión entre las dos manifestaciones de
episcopalismo? ¿La postura de resistencia al Santo Oficio de santo
Tomás de Villanueva se debe a rescoldo erasmiano (recuérdese que
había sido profesor de Alcalá en los años de predominio del pensa-
miento de Erasmo), tiene relación con la actitud de los obispos espa-
ñoles en el Concilio o se trata de un caso individual? Lo importante
sería distinguir una corriente episcopalista, más o menos consciente,
pero basada en presupuestos doctrinales que oponer al poderío de
Roma y a la prepotencia inquisitorial. Son problemas—y podrían mul-
tiplicarse— suscitados por la lectura del libro, mérito del autor que
resultaría injusto negar o disminuir.

628
No obstante, también existen deficiencias que conviene precisar,
imprecisiones de concepto en primer lugar. El autor afirma que Valdés
supone un anticipo de Trento. Resulta, sin embargo, que el Concilio
hundió la persona y condenó la actividad inquisitorial de Valdés, espe-
cialmente en el caso Carranza. Esa aparente contradicción, en gran
parte aparente, requiere mayores precisiones que no resulta fácil en-
contrar en el libro.
Quizá la raíz esté en el absolutismo de sus afirmaciones. Y como
muestra transcribo la siguiente frase: «El caldesianismo, es decir la
servidumbre política de la Iglesia, el funcionariadp eclesiástico, la
"constantinización" de la Iglesia por el Estado...» Una atenta lectura
de la frase me exime de cualquier comentario. Pero identificar la
actitud del inquisidor Valdés con la «constantinización» de la Iglesia
y, más todavía, con el funcionariado eclesiástico, entraña muchas im-
precisiones. Esa tendencia a los absolutismos lleva al autor a la crea-
ción de conceptos de alcances muy imprecisos, como el de «riberismo»
aplicado a la actividad de san Juan de Ribera como arzobispo de Va-
lencia. Creo que el patriarca Ribera no mantuvo, a lo largo de los
cuarenta y dos años de su pontificado valenciano, una actitud unifor-
me y lineal, y resultaría muy difícil determinar cuál de las distintas
posturas constituye el «riberismo».
Esas advertencias no pueden disminuir otros méritos sobresalientes
del libro de García Cárcel. Entre ellos hay que incluir las diferencias,
claramente demostradas, dentro de la Contrarreforma, tanto entre
Roma y Madrid, como entre papa y obispos, con el regalismo de los
Austrias interpuesto muchas veces a través de la Inquisición. Aunque
algunas expresiones menos afortunadas parecen confundir al lector,
ia idea aparece en el conjunto de la obra con claridad y el autor lo
afirma repetidas veces. El hecho tiene gran importancia ante la sim-
plificación tan frecuente en nuestros días del concepto de Contrarre-
forma. Bastaría para demostrarlo la diferente postura de los obispos
valencianos Ribera (Valencia), Esteve (Orihuela) y Pérez (Segorbe)
ante la expulsión de los moriscos.
Dedicaré menos atención a los otros dos capítulos, aunque estén
bien elaborados y resulten muy interesantes, pues al no tocar temas
doctrinales, resultan menos polémicos. El método inquisitorial y funcio-
namiento del Tribunal merece cumplidos elogios. El entronque con la
sociedad de la época, capas sociales de que se extraen los inquisi-
dores y funcionarios, los problemas de los familiares, la estructura
económica en que se apoya el Santo Oficio con sus altibajos, el
procedimiento..., constituyen diversos aspectos estudiados con pro-
fundidad por el autor, siempre basado en documentos originales.

629
La tercera parte del libro tiene, a mi juicio, gran importancia al
tratar de los pacientes de la Inquisición: judíos, moriscos y toda clase
de brujerías y hechicerías, así como los aspectos sexuales que caen
bajo ia jurisdicción del Tribunal. Hay, además, un capítulo bien plan-
teado que entraña especiales dificultades: la conflictividad ideológica.
Sin entrar en un análisis en profundidad habría que señalar dos gran-
des problemas. Sea el primero la incidencia de la Inquisición sobre
la lengua valenciana y la castellanización, tema que estos últimos
años ha provocado agrias polémicas. El autor, después de reconocer
la decadencia del cultivo de la lengua valenciana, no acepta la teoría
de Joan Fuster y Jordi Ventura, que quieren ver la causa en la actitud
del Santo Oficio. Basados más en hipótesis que en razones docu-
mentales, a juicio de García Cárcel, las causas de tal decadencia radi-
can en otros factores y, aunque entre ellos haya que contar la actitud
de la Inquisición, no constituye, viene a afirmar, la causa específica.
Últimamente han aparecido algunos trabajos sobre la represión del
luteranismo (proceso de Conques) y del erasmismo (actitud del pa-
triarca Ribera), pero la evolución de la religiosidad valenciana continúa
confusa. Quizá no se perciba con claridad en el libro el alcance del
Indice de libros prohibidos de 1559 en el campo de la espiritualidad.
Es muy posible que la razón consista en la escasa incidencia en la
inquisición valenciana del grupo de los «recogidos», de tanta impor-
tancia en Castilla, y cuyos libros más significativos (Osuna, Carranza,
Fray Luis de Granada...) fueron prohibidos en el mencionado índice.
Antes de finalizar me permito señalar unos errores—con seguridad
simples lapsus mecanografieos o de tipografía—que pueden confun-
dir al lector. Martín Pérez de Ayala, al ser nombrado arzobispo de
Valencia, procedía de la sede de Segovia (no de Segorbe, p. 36); la
revista donde se encuentra el artículo de M. Cárcel Ortí es Anales
valentinos (y no levantinos, p. 345), y en la página 322 debe tratarse
de Lope de Vega en vez de Lope de Rueda.
El libro de García Cárcel es un trabajo a tener en cuenta. Las
aportaciones al conocimiento social, cultural y religioso del XVI va-
lenciano constituyen un hito indiscutible. Porque constituye el primer
intento serio de sistematizar las corrientes religiosas basado en do-
cumentos originales. Sin embargo, no es una visión completa, pues
las mismas fuentes documentales—los procesos inquisitoriales—for-
man una parte (y no la más importante, por ser marginal, aunque sí
muy significativa) de los problemas religiosos de la sociedad valen-
ciana. Resulta, por tanto, libro de obligada lectura para los interesados
por el apasionante y siempre polémico siglo XVI.—ANTONIO MESTRE
(Avda. Giorgeta, 46, puerta 27. VALENCIA).

630

Anda mungkin juga menyukai