En parte lo disfrutaba mucho. Su corazón romántico pudo encontrar la belleza en su relación.

Se conocieron porque sí, porque a veces las personas se conocen y eso es todo. Lo que vino
después no se lo puede atribuir al destino, a la casualidad o a la suerte. El fenómeno estaba. Se
conocieron, intercambiaron ideas, risas, proyectos, horas e historias. Se gustaron y llegaron a
quererse. Simple y rápidamente como a veces puede pasar.

Ambos disfrutaban de la relación, no hablaban de ella, quizá para no salarla, para que no se
desvaneciera como sucede con los sueños luego de unos minutos. Simplemente se disfrutaron,
porque eso era lo único que les quedaba, eso o dejarse ir. Y entre esos ensueños ella soñó una
vida con él, una casa, niños corriendo en el jardín mientras él se convertía en un padre
fabuloso y ella podía sanar con él como compañero. Soñó con ser feliz y hacerlo feliz dejándolo
ser libre, tal y como ella lo había conocido, como disfrutaba que él fuera. Construyó en sus
sueños una vida que seguramente sería hermosa si se hubieran conocido antes. Menos mal su
corazón romántico puede disfrutar la perfección del amor que no puede ser