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Durante los últimos cuatro años, pero con especial intensidad en 2017, se

ha experimentado una masiva inmigración de venezolanos hacia Colombia.


Aunque no existe una cifra exacta sobre el número de dichos inmigrantes, la
oficina de Migración Colombia ha estimado que serían unas 800.000 personas.
De ese total, se calcula que unas 520.000 personas (65%) podrían permanecer en
Colombia a través del “Permiso Especial de Permanencia”, lo cual las habilitaría
para solicitar la expedición de su cédula de extranjería. Los restantes 280.000
inmigrantes (35%) corresponden a una “población flotante”, que bien podría estar
de paso hacia el sur del continente o pensando en regresar en algún momento a
Venezuela. Muchos de estos inmigrantes tienen lazos de origen con Colombia,
pues se habían ido para Venezuela en décadas anteriores en busca de mejores
oportunidades, o son ciudadanos colombo-venezolanos. Infortunadamente, aún no
hay estimaciones precisas a este respecto.

Esta masiva inmigración de venezolanos tiene múltiples explicaciones,


destacándose las siguientes: i) escasez de alimentos en Venezuela (estimándose
que la pérdida de peso per cápita ha sido de unos 11kg, según la Encuesta sobre
Condiciones de Vida en Venezuela); ii) una drástica contracción de sus ingresos
(pues el PIB-real ha perdido cerca de 50% de su valor durante el último
quinquenio); y iii) la carencia de oportunidades de empleo, ya que su sector
petrolero ha bajado su producción de casi 3 millones de barriles por día (bpd) a 2
millones bpd. Actualmente, el FMI estima que la inflación ha llegado a ritmos del
653% acumulado año (equivalente 54% mensual), superando así la definición de
50% mensual equivalente a la hiperinflación alemana de principios del siglo XX, lo
cual ha elevado los niveles de pobreza de 28% hacia cerca de 85% en la última
década.

En esta nota analizaremos las implicaciones que todo esto está teniendo para
Colombia, particularmente en los frentes de: i) seguridad ciudadana, donde se ha
visto participación creciente de dichos inmigrantes en atracos y hasta en actos
terroristas (relacionados con la guerrilla del ELN); ii) presiones sobre el mercado
laboral de Colombia, incrementando su oferta en el mercado legal e ilegal, con
deterioro para los salarios de los colombianos, especialmente en tareas agrícolas
y en áreas de frontera; y iii) requerimiento de servicios de salud, pues esa
población de inmigrantes viene desnutrida y proclive a enfermedades epidémicas
(reviviendo brotes hasta de sarampión).

Las amenazas sobre la seguridad ciudadana

Colombia se benefició de mayor seguridad ciudadana durante el prolongado


período de negociaciones de paz (2012-2016), gracias a la tregua bilateral con la
guerrilla de las Farc, y también a que el gobierno cohonestó con la expansión
soterrada del narcotráfico (especialmente en las zonas del Catatumbo en la
frontera con Venezuela, y en Cauca y Nariño, cerca de Ecuador).

Por ejemplo, el número de atentados a la infraestructura cayó de manera


pronunciada, pasando de 405 en el pico de 2013 a “tan solo” 67 en 2017. Por otro
lado, en materia de homicidios y secuestros también se han observado
reducciones importantes. Colombia pasó de registrar tasas cercanas a los 70
homicidios (por cada 100.000 habitantes) en el año 2000 a “solo” 25 homicidios en
el año 2017 (ver gráfico 1). De forma similar, la tasa de secuestros ha caído de 9 a
0.4 secuestros durante ese mismo período de 2000-2017. Gran parte de esas
mejoras (especialmente en los últimos años) obedece al “desescalamiento” del
conflicto con las Farc (ver Informe Semanal No. 1335 de octubre de 2016).

Sin embargo, recientemente se ha tenido deterioro en estos frentes. Por ejemplo,


en enero de 2017 se registraron 7 atentados a la infraestructura del país, pero esa
cifra se duplicó en enero de 2018, ascendiendo hasta 14 atentados (perpetrados
por el ELN). Asimismo, los homicidios aumentaron cerca del 5% en el mismo
período, al pasar de 1.051 homicidios en enero de 2017 a 1.105 homicidios en
enero de 2018. Además, recordemos que la ONU ha venido alertando sobre el
marcado incremento que han tenido los cultivos ilícitos en el país, pasando de
96.000 hectáreas en 2015 a 146.000 en 2016 (y hacia 188.000 hectáreas en 2017,
según el Departamento de Estado norteamericano).

Aunque este deterioro no es directamente atribuible al fenómeno de inmigración


venezolana, es innegable la presión social que representa su concomitante
ocurrencia con el escalamiento de la tasa de desempleo del 8.9% hacia el 9.4%
(promedio año) durante 2015- 2018. Son miles de personas que afectan el diario
quehacer de muchas zonas fronterizas, instalándose en parques y andenes,
deteriorando la seguridad y el tránsito ciudadano. Se tiene alguna evidencia de
mayor reclutamiento de narcotraficantes y de la guerrilla del ELN ante esa
necesitada población.

En el frente del mercado laboral

Colombia tiene estructuralmente en promedio unos 2.4 millones de personas


buscando empleo y que no lo encuentran, luego un adicional cercano a los
250.000 oferentes (que pudieran quedarse en Colombia) claramente deteriora la
seguridad ciudadana y las perspectivas de ingresos laborales en los estratos más
bajos. Por ejemplo, la tasa de desempleo de la ciudad fronteriza de Cúcuta ha
estado bordeando el 16% frente al promedio nacional del 9.4%. Anif se ha puesto
en la tarea de estimar dicho impacto bajo diferentes escenarios: i) el número de
venezolanos buscando trabajo en Colombia oscila entre 200.000 y 600.000; y ii) la
probabilidad de contratación puede ser, digamos, del 20% o del 50%. Bajo el
escenario de una tasa de contratación del 50% de los venezolanos que buscan
empleo, nuestros cálculos sugieren que el aumento en la tasa de desempleo
oscilaría entre 0.3 puntos porcentuales-pp (contratando 100.000 de 200.000
venezolanos) y 1pp (si contrataran 300.000 de 600.000 ofrecidos), ver cuadro 1.
Ahora bien, si consideráramos que la probabilidad de contratación es tan solo del
20%, el incremento en la tasa de desempleo alcanzaría el rango entre un deterioro
de 0.6pp hasta 1.7pp en el desempleo nacional. Esto significa que la tasa de
desempleo nacional podría ascender del 9.4% actual (promedio año) hacia el
rango del 10% al 11%, en función de la mayor oferta de los inmigrantes y de su
tasa de contratación.

De otra parte, esta creciente fuerza laboral eleva la informalidad en Colombia (por
las razones arriba explicadas). Para estimar este efecto hemos considerado dos
posibilidades: i) un 25% de los venezolanos que llega es contratado de manera
formal; o ii) tan solo un 10% de estos inmigrantes es formal. Así, si solo el 25% de
la nueva fuerza laboral fuera formal, nuestras estimaciones sugieren que la
formalidad se reduciría entre 0.1pp (200.000 venezolanos llegando y 50.000
contratados formalmente) y 0.4pp (600.000 venezolanos llegando y 150.000
contratados formalmente). Por su parte, si apenas el 10% de los venezolanos
entrara al sector formal, la caída de la formalidad estaría en el rango 0.3-0.8pp. Lo
anterior implica que la formalidad podría caer desde el 42.9% de la PEA
observado al cierre de 2017 hasta el 42%-42.5% en los próximos años,
deteniéndose las ganancias logradas con la Ley 1607 de 2012 y la propia gestión
de la UGPP (ver Comentario Económico del Día 7 de marzo de 2018). Ahora bien,
dado que la formalidad laboral de cotizaciones 12 meses al PILA tan solo
representa un 15% de la PEA, ese valor seguramente no se vería afectado, pero
el valor promedio del 27% actual sí podría deteriorarse (ver Comentario
Económico del Día 21 de marzo de 2018).

Requerimientos en servicios de salud

La masiva inmigración de venezolanos representa un costo para el fisco


colombiano en términos de mayores requerimientos de servicios de salud.
Recordemos que la Ley Estatutaria en Salud (Ley 1751 de 2015) estableció la
atención ilimitada en urgencias (sin la exigencia de un pago previo) y la atención
integral (incluyendo provisión de medicamentos) cuando el paciente no esté en
facultad de asumir los costos. Ello significa que las IPS están en la obligación de
atender a los venezolanos que lleguen requiriendo servicios, así no puedan
pagarlos. Hemos estimado estos mayores costos bajo dos escenarios: i) la llegada
de inmigrantes está en el rango 200.000-600.000 personas; y ii) el costo de
atender a cada paciente puede ser la mitad de una Unidad do ($359.845/persona
en 2018) o la totalidad de esta UPC ($719.690/persona). Así, nuestros cálculos
sugieren que si se tratara de unos 200.000 inmigrantes a ser atendidos por el
sistema de salud, a un costo de la mitad de la UPC, ello representaría unos
$72.000 millones/año (0.007% del PIB adicional), ver cuadro 2. Pero si el costo
que cada uno de estos pacientes fuera igual a la UPC, el gasto adicional sería de
$144.000 millones (0.01% del PIB). Si se tratara de 600.000 venezolanos, el costo
ascendería a $216.000 millones (0.02% del PIB) tasado a mitad de la UPC o de
$432.000 millones (0.04% del PIB) tasado a UPC completa. Estas mayores
presiones de gastos en salud vienen a agravar la precaria situación financiera del
Ministerio de Salud.

¿Qué hacer frente a esta crisis generada por inmigrantes venezolanos? (a manera
de conclusión)
Hemos visto cómo la llegada de inmigrantes venezolanos a Colombia, huyendo de
la difícil situación por la que atraviesa su país, tiene efectos considerables
principalmente en tres frentes: i) deterioro en la seguridad ciudadana; ii) mayores
presiones sobre nuestro mercado laboral (pudiendo elevar la actual tasa de
desempleo del 9.4% hacia un 10%-11% en promedio-año); y iii) mayores
requerimientos de servicios en salud (pudiendo incrementar sus presupuestos
entre $72.000 millones a $432.000 millones/año). Lo anterior implica buscar
soluciones rápidas y significativas. Para empezar, es fundamental tener una buena
medición del número y composición de los inmigrantes venezolanos. En este
sentido, Anif hace un llamado al Dane y a la Cancillería-Migración Colombia para
que mejoren sus sistemas de conteo. Una forma de lograrlo es poner como
condición sine qua non la provisión de información valedera a cambio de los
servicios que les estamos dando.

Con base en dicha información, sería más fácil organizar el portafolio de


solicitudes de apoyo ante Naciones Unidas y, bilateralmente, con Estados Unidos
y España, países con recursos y gran experiencia en este tipo de manejos.

Recientemente, la ONU manifestó su voluntad de ayudarle a Colombia a resolver


la situación alimentaria de los inmigrantes. El director del Programa Mundial de
Alimentos mencionó que hará una visita al país para observar lo que está
sucediendo y, así, armar un plan de acción y conseguir los donantes necesarios.
Esto es muy valioso y debemos movernos de forma expedita.

Por último, Colombia requiere adecuar su mercado laboral ante este choque
externo. Es necesario lograr: i) un inventario de su capital humano; y ii) mucha
mejor organización migratoria. Por ejemplo, según los resultados de la Gran
Encuesta Pyme (GEP) de Anif, cerca del 25%-30% de los empresarios Pyme
industriales, comerciales y de servicios contrataría inmigrantes siempre que sus
requisitos migratorios estuvieran en regla. Asimismo, entre el 20% y el 25% de los
empresarios afirmó que los contrataría si tuvieran la capacitación requerida (ver
Comentario Económico del Día 29 de enero de 2018). Por ello, es urgente que el
Gobierno Nacional se concentre en labores como: i) la agilización de trámites
migratorios (incentivando la formalización laboral); ii) el fortalecimiento de las
actividades de capacitación (por ejemplo, a través del Sena); y iii) un choque
salarial temporal que, por ejemplo, reduzca el salario de contratación para este
grupo poblacional por dos años (como ya se hizo en el caso de los aprendices,
según la Ley 789 de 2002)

Hace algo más de 4 años que la situación política y económica de Venezuela


provocó que miles de venezolanos dejaran su país natal y se movilizarán para
encontrar mejores oportunidades.

Y desde hace un buen tiempo se viene hablando de todas las implicaciones sociales
y laborales que tiene para los países que los reciben, los cuales significan la
esperanza de una nueva vida para estos migrantes.
Según la Organización Mundial para las Migraciones, en 2017 Colombia fue el país
con mayor número de residentes venezolanos. Le siguieron Estados unidos,
España, Chile y Argentina.

Por lo cual, y frente a la llegada masiva, el año pasado el Gobierno otorgó un


permiso especial a los venezolanos que habían ingresado al país antes del 28 de
julio por medio de uno de los puntos autorizados de migración, más conocido como
el PEP (Permiso Especial de Permanencia). Así les concedió a ese grupo de
personas plazo para permanecer en territorio colombiano hasta dos años para poder
resolver su situación migratoria.

Le puede interesar: Los peligros de contratar ilegalmente a un venezolano o


extranjero

Gracias al balance del Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos en


Colombia (RAMV) se pudo saber con exactitud cuáles son las zonas donde más se
encuentran y los datos demográficos de este grupo de personas.

A junio de 2018 existen 442.462 venezolanos en el país, de los cuales 219.799


son mujeres, 222.330 son hombres y 333 se identifican como transgénero. El
70,59% son adultos, el 26,83% son niños y adolescentes, y el 2,58% son adultos
mayores.

Cómo están distribuidas

Norte de Santander es el departamento en el que más se concentra la población


venezolana en Colombia, con 82.286 personas(18,6%). En La Guajira se ubican
74.874 (16,92%). Le sigue Bogotá con 43.483 personas (9,83%), luego Atlántico
con 42.771 venezolanos (9,67 %) y en quinto lugar Magdalena, en donde hay
30.688 (6,94%).

Migración Colombia afirmó que, al 12 de junio de este año, en Colombia se tenía


registro de otros 376.572 venezolanos en estado regular, es decir, que cuentan con
visas o permisos. Esto quiere decir que sumados, el total de población venezolana
en el país es de al menos 819.034 personas.

De los 181.472 venezolanos que hasta la fecha han solicitado el PEP, el cual les
permite trabajar de manera legal, el 41%(74.393) están en Bogotá, el 14% (26.010)
en Antioquia, y el 8%(15.207) en Atlántico.

El 23,6% (104.617 personas) se ocupa en empleos informales, el 21% (96.868) son


independientes y el 18% (80.473) están desempleados. 10% trabajan en el hogar y
28% no reportan.
Según el RAMV, el 89% del total de los venezolanos en condición irregular dijo que
planea estar en Colombia por un plazo de entre menos de 6 meses y más de un
año, mientras que el resto dijo que están en tránsito hacia otros países.

Siga leyendo: Qué se puede comprar con el nuevo salario mínimo en Venezuela y
cómo se compara con otros países de América Latina

¿Si están trabajando?

En la reciente Gran Encuesta Pyme del primer semestre de 2018, la Asociación


Nacional de Instituciones Financieras (ANIF) analizó el impacto del capital social
venezolano en el trabajo de las pequeñas y medianas empresas. A las 1.791
encuestadas de 18 departamentos se les hicieron varias preguntas fundamentales
para responder a la pregunta.

La primera fue si han contratado trabajadores venezolanos en los últimos seis


meses. El 83,4% del sector de Servicios afirmó que no, y el 16,6% que sí. En el
sector de Industria se supo que el 81% no lo había hecho y el 19% sí. Y en el sector
Comercio el 83,8% no lo hicieron y el 16,2% sí.

Lo que demuestra que solo entre el 16% y el 19% de los empresarios, menos de
una quinta parte, está contratando venezolanos. Y es en Industria donde más lo
están haciendo.

Luego, les preguntaron si los venezolanos que trabajan ganan menos que sus
pares colombianos. En el sector de Servicios el 63,7% afirmó que no y el 36,3%
que sí. En Industria el 73,1% de empresas cree que no están ganando menos y el
26,9% creen sí. Mientras que en el sector Comercio, el 68,7% dijo que no y 31,3%
que sí.

Por lo que en las empresas de Servicios es donde más inequidad laboral están
presentando los trabajadores venezolanos. Y casi un tercio de los sectores de
Industria (27%), Comercio (31%) y Servicios (36%) afirmó pagar salarios inferiores
a los inmigrantes.

Cuando se les preguntó sobre el tipo de contratación, se descubrió que en los


sectores de Industria y Comercio, el modo de contratación principal fue bajo contrato
a término fijo (54% Industria y 39% Comercio), seguido por contratos
por prestación de servicios (26% industria y 34% Comercio) y a término
indefinido (20% Industria y 27% Comercio).

En el sector de Servicios la mayor porción de contrataciones se hizo mediante


prestación de servicios (41%), seguida por contratos a término fijo (31%) y a término
indefinido (28%).
Finalmente, sobre los salarios que devengan los trabajadores venezolanos frente a
sus pares colombianos, casi un tercio de los sectores de Industria (27%), Comercio
(31%) y Servicios (36%) afirmó pagar salarios inferiores a los inmigrantes.

Eliana González, jefe de estadistica y formación económica del Banco de la


República, afirmó que la participación de los venezolanos en las pequeñas y
medianas empresas aún no es tan latente, lo que quiere decir que su situación de
empleo es precaria.

“Aunque no sabemos las razones exactas por la que el porcentaje de vinculación


laboral sigue siendo bajo, sabemos que estos números pueden ir creciendo con el
tiempo en la medida en que se les asegure buenas condiciones contractuales y
laborales”.

Sergio Clavijo, presidente de ANIF, afirma que mientras realizaban la encuesta


“había personas que afirmaban que sí los contratan de manera informal y que
decían -no me da pena decirlo porque les estoy dando un beneficio social a esta
gente que no tiene con qué comer y que además de eso gira la mitad de su sueldo
a sus familiares para que sobrevivan en Venezuela”.

Clavijo insiste en que se debe hacer presión sobre el mercado laboral para que los
venezolanos trabajen por encima de la mesa y con todas las prestaciones sociales,
ya que, según él hay mucho capital humanocalificado.

“Debemos darle la mano a nuestros hermanos venezolanos, como lo hicieron ellos


con nosotros a principios de los años 70s, cuando cerca de 2 millones de
colombianos se fueron a vivir a Venezuela. Muchos de ellos ahora se están
regresando”.

FP recomienda: Cómo contratar a un venezolano en su empresa o negocio

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