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Hacia una Arqueología de la Etnicidad

Article  in  Trabajos de Prehistoria · December 2012


DOI: 10.3989/tp.2011.11067

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Manuel Fernandez-Gotz Gonzalo Ruiz-Zapatero


The University of Edinburgh Complutense University of Madrid
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Volumen 68 No 2 julio-diciembre 2011 Madrid (España) ISSN: 0082-5638

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS


TRABAJOS DE PREHISTORIA
68, N.º 2, julio-diciembre 2011, pp. 219-236, ISSN: 0082-5638
doi: 10.3989/tp.2011.11067

Hacia una Arqueología de la Etnicidad

Towards an Archaeology of Ethnicity

Manuel A. Fernández Götz (*)


Gonzalo Ruiz Zapatero (*)

RESUMEN Key words: Theoretical Archaeology; Culture History;


Postmodernism; Iron Age.
Desde hace unas dos décadas, la búsqueda de la et-
nicidad a través de la cultura material viene disfrutando
de un renovado auge en Arqueología. Este proceso, uni- 1. INTRODUCCIÓN
do al replanteamiento del concepto en las Ciencias So-
ciales, ha llevado a reconsiderar tanto la propia concep-
ción del fenómeno como las posibilidades de explorarlo De todas las formas de identidad social exis-
en grupos del pasado. El presente artículo pretende con- tentes (Díaz Andreu et al. 2005) la etnicidad es,
tribuir a esta tarea de “repensar” la etnicidad a través de seguramente, la que mayor controversia genera
tres pasos. Tras una aproximación historiográfica a la
temática, una serie de conclusiones teórico-metodológi- desde los ensayos de Kossinna y su utilización
cas permiten avanzar en la construcción de una “arqueo- por la Alemania nazi (Arnold 1990, 1992; Le-
logía de la etnicidad”. Finalmente, se reflexiona sobre la gendre et al. 2007; Fernández Götz 2009a). Lo
Protohistoria, etapa en la que estas aproximaciones han “étnico” se ha asociado en numerosas ocasiones
generado mayor interés. (1) al totalitarismo, a los esencialismos de sangre y,
en definitiva, a una visión del pasado teñida de
fuerte racismo. Sin embargo, desde hace algunas
ABSTRACT décadas la Arqueología viene prestando una re-
novada atención a la problemática (Hodder 1982;
In the last two decades the search for ethnicity Shennan 1989; Jones 1997; Fernández Götz
through material culture has enjoyed a renewed boom in
Archaeology. This process, which goes hand in hand with 2008). Ello en el fondo constituye sólo un pe-
a reformulation of the concept in the Social Sciences, has queño reflejo de un interés mucho más global en
led to a reconsideration of how the phenomenon itself is la Antropología (Eriksen 1993; Banks 1996; Ra-
conceived as well as the possibilities of exploring it in mírez Goicoechea 2007), la Sociología (Jenkins
groups from the past. This article attempts to make a
contribution to the task of “rethinking” ethnicity in three 1997; Fenton 2003; Song 2003; Brubaker 2004;
steps: first a historiographic approach to the subject; Smith 2008) o la Psicología (Verkuyten 2004).
second, a series of theoretical-methodological conclu- Estas renovadas aproximaciones son el punto de
sions that will help in the ongoing task of constructing partida para abordar los objetivos del artículo. El
an “archaeology of ethnicity”; and, finally, a reflection primero es ofrecer una breve historiografía de
on the period where these approaches have generated
most interest: Protohistory. las aproximaciones arqueológicas a la etnicidad
desde los ensayos iniciales del Historicismo Cul-
Palabras clave: Arqueología teórica; Historia cultural; tural hasta las últimas aportaciones posproce-
Posmodernismo; Edad del Hierro. suales. El segundo, plantear propuestas teórico-
metodológicas derivadas de la redefinición del
propio concepto. Por último, se apuntan algunas
(*) Dpto. de Prehistoria, Facultad de Geografía e Historia, vías para el estudio de esta temática en la Proto-
Universidad Complutense de Madrid. C/ Prof. Aranguren s/n. historia, seguramente el período donde ha des-
28040 Madrid. Correos e.: manuelferg@yahoo.es;
gonzalor@ghis.ucm.es pertado el mayor interés dentro de la arqueología
Recibido: 20-XI-2010; aceptado: 4-II-2011. española.
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2. DEL ESENCIALISMO AL pueblos históricamente conocidos (Sklenár 1983).


POSMODERNISMO: BREVE El desarrollo de la disciplina arqueológica daría
HISTORIOGRAFÍA DE LAS su impulso definitivo a las interpretaciones étni-
INTERPRETACIONES ÉTNICAS EN cas (Meinander 1981). Hacia finales del siglo XIX
ARQUEOLOGÍA e inicios del XX las variaciones geográficas eran
interpretadas cada vez más como expresiones de
Cuando se habla de ‘etnicidad’, uno de los diferentes ‘pueblos’ prehistóricos. Esta evolución
principales problemas es que muchas veces se se debió fundamentalmente a dos motivos. El
coincide en el uso del término, pero no en su gran incremento de datos disponibles puso de
conceptualización. Los planteamientos esencia- manifiesto significativas variaciones geográficas
listas del denominado paradigma étnico-cultural en el registro arqueológico que no podían ser
partían de una equiparación simple y simplista explicadas únicamente a partir de la evolución
entre ‘pueblo’, ‘lengua’ y ‘cultura arqueológica’. unilineal. A su vez, el auge generalizado del na-
En cambio, las últimas propuestas derivadas de cionalismo trataría de instrumentalizar la arqueo-
postulados posprocesuales destacan el carácter logía para delimitar las ‘áreas culturales’ y mani-
subjetivo, fluido y situacional de la identidad ét- festar la ‘grandeza cultural’ de los respectivos
nica (Fig. 1). Diseccionar y clarificar las distintas pueblos que eran considerados la base de los
significaciones a través del análisis historiográfi- distintos Estados-nación (Brather 2004: 19-26;
co se antoja una tarea básica en la construcción Fernández Götz 2008: 22-25).
de planteamientos teórico-metodológicos. En este contexto cabe encuadrar la obra del
Las interpretaciones étnicas, entendidas tradi- arqueólogo alemán G. Kossinna, indisociable-
cionalmente como la adscripción de restos mate- mente ligada a la historia de las interpretaciones
riales a ‘tribus’ o ‘pueblos’, han disfrutado de una étnicas (Veit 1989; Fernández Götz 2009a). Des-
larga y continuada trayectoria en la investigación de un enfoque histórico y particularista, equipa-
arqueológica (Jones 1997; Brather 2004; Fernán- raba de modo simplista ‘pueblo’, ‘lengua’ y ‘cul-
dez Götz 2008). Estas identificaciones están ya tura arqueológica’ (Kossinna 1911). Su paradigma
presentes en los testimonios de autores como Tu- étnico estaba basado en una visión esencialista de
cídides o Tácito, pero fue a partir del Renaci- los grupos étnicos, concebidos como unidades
miento, y muy especialmente del Romanticismo, estáticas y homogéneas. Estos principios se sin-
cuando aumentó de forma significativa el interés tetizan en su famoso axioma: “En todas las épo-
por atribuir elementos de la cultura material a cas, las provincias culturales arqueológicas que

Fig. 1. a) Visión esencialista: grupos étnicos como entes homogéneos y aislados; b) La etnicidad reconsiderada: iden-
tidades que se solapan en el marco de una continua interacción (según Fernández Götz 2009b).

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aparecen claramente delimitadas corresponden a un debate entre perspectivas “primordialistas” e


pueblos o tribus muy concretos” (1) (Kossinna “instrumentalistas”, diferenciadas por considerar
1911: 3). Los trabajos de Kossinna representan la identidad étnica como una realidad a priori o
sólo ‘la punta del iceberg’ de un fenómeno mucho a posteriori. Así, mientras las aproximaciones
más global (Meinander 1981). A nivel nacional e primordialistas defienden que el sentimiento de
internacional influyeron incluso en arqueólogos pertenencia a un grupo es innato, según las ins-
muy distantes de sus planteamientos políticos e trumentalistas la adopción de una identidad étni-
ideológicos, como Childe (1929) o Bosch Gim- ca puede venir dada por decisiones de tipo eco-
pera (1932). Precisamente, la definición de cultu- nómico o político (Fernández Götz 2008: 65-76).
ra arqueológica de Childe (1929: V-VI) como un Uno de los aspectos más importantes de esta
“conjunto constantemente recurrente de artefac- etapa fue la consolidación de una visión emic de
tos en el tiempo y en el espacio” contribuyó de la etnicidad, con la edición del libro Ethnic
forma decisiva a difundir una imagen de la Pre- Groups and Boundaries (Barth 1969) como prin-
historia como ‘mosaico’ de pueblos y culturas. cipal hito. Según Barth, los grupos étnicos cons-
La instrumentalización nacionalista y racista tituirían categorías de adscripción e identificación
de la Arqueología por regímenes totalitarios entre utilizadas por los actores mismos. Además, y en
los que destaca la Alemania nacionalsocialista contra de las conceptualizaciones tradicionales,
(Arnold 1990, 1992, 2006; Legendre et al. 2007), las distinciones étnicas no resultarían del aisla-
explica en buena medida el descrédito de las in- miento, sino de la interacción entre grupos.
terpretaciones étnicas tras el final de la Segunda La redefinición del concepto de etnicidad en
Guerra Mundial (Smolla 1979-80). Sin embargo, las Ciencias Sociales, en un primer momento,
el creciente escepticismo respecto a las interpre- apenas repercutió en las agendas de investigación
taciones étnicas no conllevó, en la práctica, su arqueológica. No sería hasta finales de la década
total abandono. En muchos casos se sustituyó el de 1970 cuando, de la mano de investigaciones
término ‘grupo étnico’ por el más neutral de ‘cul- vinculadas al denominado “debate sobre el esti-
tura arqueológica’, sin una verdadera renovación lo”, se intenta reconciliar la brecha entre aproxi-
de los principios subyacentes. La New Archaeo- maciones antropológicas y arqueológicas. Los
logy, por su parte, destacó por su crítica a las trabajos etnoarqueológicos de Hodder (1982),
visiones normativistas de la cultura (Binford Wiessner (1983) o Larick (1986) destacaron el
1962, 1965) y, por ende, a la ecuación tradicional papel activo del estilo en la expresión de la iden-
entre culturas arqueológicas y grupos étnicos. Las tidad y en la negociación de las relaciones socia-
nuevas perspectivas reconocieron la multiplici- les, reconociendo, además, que la expresión de la
dad de factores implicados en la variabilidad es- etnicidad podía estar restringida a un limitado
pacial del registro y desarrollaron nuevos marcos elenco de atributos asociados con un referente
de análisis como la noción ‘politética’ de Clarke étnico. Especialmente relevante resultó el estudio
(1968). No obstante, la arqueología procesual de Hodder (1982) sobre los límites étnicos en el
apenas profundizaría en la problemática étnica distrito de Baringo (Kenia), donde analizó el com-
por considerarla obsoleta y propia de la denosta- portamiento de la etnicidad en un contexto de
da arqueología histórico-cultural. interacción fronteriza. Según sus resultados el uso
Frente al escepticismo imperante en Arqueo- de la cultura material en la diferenciación entre
logía, entre las décadas de 1950 y 1970 una serie grupos étnicos autoconscientes podía dar lugar a
de avances fundamentales en Antropología y So- discontinuidades en la distribución de ciertos ele-
ciología llevarían a redefinir el propio concepto mentos del registro, abriendo la posibilidad de una
de etnicidad. Teniendo como telón de fondo el identificación arqueológica. Sin embargo, también
rápido proceso de descolonización, los trabajos apuntaron que algunos grupos podían elegir es-
de Moerman (1965), Barth (1969) o Glazer y trategias de asimilación y otros mantener una
Moynihan (1975) promovieron una visión de los identidad étnica sin reflejo en la cultura material,
grupos étnicos como fenómenos dinámicos y si- dando como resultado unos límites étnicos imper-
tuacionales. Esta evolución estuvo marcada por ceptibles para los arqueólogos.
Los mencionados trabajos etnoarqueológicos
(1) Traducción de las citas literales procedentes del alemán ocurren durante los años 1980, cuando los estu-
y el inglés a cargo de los autores. dios sobre etnicidad experimentan un discreto

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auge en Arqueología (Shennan 1989; Renfrew rar la influencia ejercida por Giddens (1984) o
1990; Olsen y Kobylinski 1991). Entre ellos cabe incluso un redescubierto Weber (1922). El punto
destacar el volumen Archaeological Approaches de partida fue el trabajo de Bentley “Ethnicity
to Cultural Identity (Shennan 1989). En su intro- and Practice” (1987), que introdujo en la antro-
ducción al mismo, Shennan (1989) planteará tres pología anglosajona ideas del postestructuralismo
de los problemas que centrarán la atención de los francés, sobre todo la Teoría de la Práctica de
investigadores durante la siguiente década: la Bourdieu (1972) y su concepto de habitus. Defi-
conceptualización de la ‘etnicidad’; la relación nible como el conjunto de esquemas generativos
entre identidad étnica y cultura material, con una a partir de los cuales los sujetos perciben el mun-
dura crítica a la ecuación entre culturas arqueo- do y actúan en él, el habitus viene desempeñando
lógicas y grupos étnicos; y el alcance temporal desde entonces un importante papel en las aproxi-
del propio fenómeno, que el autor relaciona es- maciones a la identidad étnica. En Arqueología,
trechamente con la emergencia de los ‘Estados el libro The Archaeology of Ethnicity (Jones
prístinos’. 1997) representa el punto de inflexión para la
El renovado interés por las cuestiones étnicas entrada de estos planteamientos. En él se trata de
cristalizaría en el ethnic revival de la década de superar la dicotomía entre objetivismo y subjeti-
1990, principalmente de la mano de dos factores. vismo, y entre primordialismo e instrumentalis-
Desde una perspectiva estrictamente arqueológi- mo, a través de la aplicación del concepto de
ca se desarrollan las corrientes posprocesuales Bourdieu. En Historia Antigua la obra Ethnic
con su énfasis en los procesos de negociación identity in Greek antiquity (Hall 1997) ha marca-
social. A un nivel más amplio, la atención que do un antes y un después en las aproximaciones
acaparan los procesos identitarios en un mundo a la etnicidad. Desde entonces se han multiplica-
cada más globalizado (Hernando Gonzalo 2002; do los trabajos, pudiendo destacarse los del pro-
Jenkins 2004), donde los conflictos étnicos y los pio Hall (2002), Siapkas (2003) o Derks y Roy-
debates en torno a fenómenos como la inmigra- mans (2009) en el campo de la Historia Antigua
ción se encuentran a la orden del día (Eriksen y la Arqueología del Mundo Clásico, Smith
1993; Ramírez Goicoechea 2007). A ello no es (2003) en el de la Egiptología, James (1999),
ajeno el fuerte auge de los estudios que analizan Wells (2001) y Roymans (2004) en el de la Pro-
la interacción entre Arqueología y construcción tohistoria e inicios de la ‘romanización’ o Rey-
de identidades contemporáneas, señalando los craft (2005) en el de la Arqueología Andina. Todo
múltiples riesgos y distorsiones producidas tanto ello sin olvidar que el estudio de los procesos de
en el pasado como en el presente (Graves-Brown etnogénesis tiene grandes posibilidades en con-
et al. 1996; Díaz-Andreu y Smith 2001; Rieck- textos de época medieval (Siegmund 2000) o
hoff y Sommer 2007). Algunos autores llegan a moderna y contemporánea (Voss 2008).
rechazar las aproximaciones arqueológicas a la En España, los estudios sobre etnicidad vienen
etnicidad por su posible instrumentalización con experimentando un ‘renacer’ desde hace algo más
fines actuales. A dicho argumento cabe contrapo- de dos décadas, especialmente en la investigación
ner que los análisis llevados a cabo por profesio- protohistórica. El congreso Paleoetnología de la
nales son preferibles a dejar este campo en manos Península Ibérica (Almagro-Gorbea y Ruiz Za-
de todo tipo de grupos de interés. Pese a que las patero 1992) supuso una referencia fundamental
categorías étnicas han sido frecuentemente mani- que ha dejado paso a estudios de orientación
puladas con fines políticos, tenemos que ser cons- teórico-metodológica muy dispar. Hay libros de
cientes de que si los arqueólogos no abordamos carácter general (Cruz Andreotti y Mora Serrano
esta problemática mediante análisis rigurosos 2004; Fernández Götz 2008; Sastre Prats 2009),
otros continuarán utilizándola con motivaciones aproximaciones regionales sobre áreas como el
ideológicas. Levante (Grau Mira 2005; Vives-Ferrándiz Sán-
Los últimos años han estado marcados por un chez 2007) o el Sur peninsular (García Fernández
debate teórico entre el enfoque instrumental y las 2007; Wulff y Álvarez Martí-Aguilar 2009), así
teorías posmodernas. Las aproximaciones más como monografías sobre grupos mencionados
innovadoras resultan deudoras de postulados pro- por las fuentes clásicas, como Celtíberos (Lorrio
cedentes de la sociología francesa, fundamental- 2005; Burillo 2007), Iberos (Ruiz y Molinos
mente de Bourdieu (1972, 1980), sin minusvalo- 1993; Díaz-Andreu 1998), Vettones (Álvarez-

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Sanchís 1999; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís ejemplos (Smith 2008: 31). La elaboración de
2002) o Galaicos (González Ruibal 2006-07). Fi- genealogías ficticias puede ser usada para justifi-
nalmente, destacamos el análisis crítico y en mu- car relaciones jerárquicas entre etnias y entre
chos casos deconstructivo de conceptos como subgrupos de éstas. Pero los orígenes míticos,
‘Celtas’ (Ruiz Zapatero 2001, 2005; Díaz Santana lejos de ser estáticos, se encuentran sometidos a
2003), las contribuciones llevadas a cabo en otros continuas redefiniciones y manipulaciones que
ámbitos como el mundo griego (Cardete del Olmo permiten adaptarlos a las circunstancias de cada
2006, 2009) o la renovación de las visiones en momento histórico (Derks y Roymans 2009: 7-8).
relación con la ‘romanización’ (Jiménez Díez Su poder y vitalidad no deriva simplemente de
2008). Esta breve enumeración, ciertamente in- las referencias al pasado, sino de la relevancia
completa, sirve al menos para poner de manifies- que poseen para el presente y el futuro del grupo
to el interés que sigue generando la problemática (Gehrke 2000).
hasta la actualidad. Estas renovadas perspectivas plantean nota-
bles dificultades para cualquier aproximación ar-
queológica ya que, como indica Herbert (2003:
3. RECONSIDERANDO LA ETNICIDAD 105), en última instancia se intenta inferir a par-
EN ARQUEOLOGÍA: PROPUESTAS tir de los restos materiales cómo las gentes del
TEÓRICO-METODOLÓGICAS pasado “se pensaron como distintas” de otras.
Asimismo, toda asignación de etnicidad es en el
Como consecuencia de la redefinición del fondo una simplificación: como cualquier catego-
concepto, hoy en día existe un amplio consenso ría politética, sus límites son difusos (Ramírez
en que, aunque puede estar basada en parte en Goicoechea 2007: 313). No obstante, el recono-
elementos heredados, la etnicidad es en última cimiento de que las relaciones entre etnicidad y
instancia un tema de autorreconocimiento de gru- cultura material son mucho más complejas y pro-
po y de autoidentidad. Según autores como Hall blemáticas de lo que asumían los enfoques esen-
(1998: 266-267), Cardete del Olmo (2009: 32) o cialistas del ‘paradigma étnico-cultural’ no debe
Mac Sweeney (2009: 102) los dos criterios fun- llevar a posicionamientos totalmente escépticos.
damentales de configuración de la etnicidad se- Desde nuestro punto de vista, existe futuro para
rían la reclamación explícita de una relación de una arqueología de la etnicidad, entendiendo ésta
parentesco y la conciencia de compartir una mis- como una arqueología crítica ‘en construcción’
ma historia, lo que está asociado a un territorio enmarcada en el estudio más amplio de la iden-
concreto actual, anterior o imaginado. La identi- tidad en el pasado (Hernando Gonzalo 2002;
dad de los grupos étnicos se basa, por tanto, en Díaz-Andreu et al. 2005; Insoll 2007). Es cierto
buena medida sobre la noción de un pasado co- que la tarea no resulta fácil y que las voces críti-
mún (Hall 1998: 266-267). Ello se relaciona di- cas deben ser bien atendidas (Brather 2004). La
rectamente con el papel crucial de los mitos de posibilidad de que no existieran solapamientos
fundación, existentes en prácticamente todas las entre cultura material, etnónimo y lengua es real,
comunidades de la Antigüedad y muchas veces y refleja la complejidad de relaciones entre las
ligados a relaciones de poder en su seno (Gehrke distintas esferas de la sociedad. Pese a ello, la
2000; Roymans 2004: 235-236; Smith 2008: 34- cultura material como elemento activo en la prác-
35 y 40-46; Derks y Roymans 2009: 7-8). La tica social puede encontrarse también implicada
‘tradición’ –o, mejor dicho, la ‘creación’ o ‘in- en el reconocimiento y en la expresión de la et-
vención’ de la tradición (Hobsbawm y Ranger nicidad (Jones 1997: 117-118). Los grupos étni-
1983)– se constituye de esta forma en un elemen- cos pueden comunicar su identidad a través de
to fundamental de todo proceso de etnogénesis y elementos culturales consciente o inconsciente-
de reelaboración de identidades colectivas. A tra- mente seleccionados de un amplio repertorio cul-
vés de sus mitos de origen los grupos étnicos tural, lo cual deja abierta la puerta para una po-
tratan de dar una apariencia ‘natural’ a procesos sible exploración arqueológica. Un concepto
que son eminentemente culturales, construyendo clave para esta discusión, que está adquiriendo
narrativas legendarias que incluyen aspectos una creciente importancia en las Ciencias Socia-
como una supuesta patria común, una batalla mi- les, es el de ‘materialidad’: las personas crean
tológica o una migración, por citar sólo algunos cultura material y la cultura material las crea a

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ellas simultáneamente (Miller 2005; González resultado temporal de un proceso de desarrollo


Ruibal 2007). No se trata sólo de que la etnicidad colectivo de auto-imágenes, actitudes y conducta
pueda encontrar un reflejo material, sino que la que tiene lugar en el contexto de interacción entre
propia cultura material crea identidad a través de aquellos directamente implicados y los que están
producción cerámica, utilización de elementos de fuera”. La conceptualización más completa se
adorno, visibilización de fronteras, construcción debe a Jones (1997: xiii), quien la define como
de santuarios, etc. (Cardete del Olmo 2006: 193). “aquel aspecto de la auto-conceptualización per-
Como parte esencial de las prácticas sociales den- sonal que resulta de la identificación con un gru-
tro de los grupos, la cultura material participa po más amplio por oposición a otros sobre la base
activamente en la producción de representaciones de una diferenciación cultural percibida y/o una
discursivas de la identidad. Los límites étnicos y descendencia común”. Un grupo étnico sería a su
culturales pueden no coincidir, pero la afinidad vez: “cualquier grupo de gente que se considera
de prácticas y experiencias proporcionan el nú- a sí mismo apartado de otros y/o es apartado por
cleo sobre el que se construyen nuevos discursos otros con los que interactúa o coexiste sobre la
de identidad en circunstancias históricas cam- base de sus percepciones de diferenciación cultu-
biantes (Jones 1998: 273). Las construcciones ral y/o descendencia común”. Finalmente, esta
identitarias y étnicas son procesos sociales, y autora define la etnicidad como: “todos aquellos
como tales pueden dejar sus ‘huellas’ en el regis- fenómenos sociales y psicológicos asociados con
tro arqueológico (Cardete del Olmo 2009: 34); una identidad de grupo culturalmente construida.
que seamos capaces de reconocerlas e interpre- El concepto de etnicidad se centra en las maneras
tarlas correctamente es ya otra cuestión. por las que los procesos sociales y culturales se
Definir con mayor precisión qué entendemos cruzan unos con otros en la identificación de
por ‘etnicidad’ y ‘grupo étnico’ resulta ciertamen- grupos étnicos y la interacción entre ellos”.
te complicado. La mayor parte de las definiciones El sociólogo A. D. Smith (2008: 30-31) dis-
al uso, o son demasiado restrictivas como para tingue dos usos del concepto de etnicidad, uno
dar cuenta de la complejidad del fenómeno o su restringido basado fundamentalmente en los cri-
amplitud hace imposible distinguir la identidad terios de noción de descendencia común e histo-
étnica de otros tipos de identidad social. Ante ria compartida, y otro más amplio para el que
todo, hay que reconocer el carácter polifacético y propone una clasificación tripartita: 1) ethnic ca-
por tanto enormemente difuso de la etnicidad. Por tegories, 2) ethnic associations o ethnic networks
ello, tan necesario como establecer definiciones y 3) ethnic communities o ethnies. Las primeras
lo suficientemente rigurosas para asegurar el va- serían ‘constructos’, a menudo realizados desde
lor comparativo de los estudios en los distintos el exterior, que agruparían a poblaciones que
ámbitos (Ruby 2006: 59; Ruiz Zapatero 2009: comparten algún elemento cultural similar y tal
16-18), será profundizar en la variedad de niveles vez una determinada área geográfica, pero que
histórica y situacionalmente contingentes a los pueden carecer de nombre con el que designarse
que puede hacer referencia la etnicidad. a sí mismas, de un mito de descendencia y de un
Dicho esto, creemos útil presentar algunas de sentido de solidaridad común. Los ethnic net-
las definiciones más relevantes de las últimas works presentan un cierto grado de actividades
décadas. Según Shennan (1989: 14) la etnicidad compartidas y de relaciones pero raramente uni-
sería: “la identificación autoconsciente con un dad política, tendiendo a contar con un nombre
grupo determinado, basada, al menos en parte, en colectivo, un mito de origen común y cierto gra-
un área específica u origen común”. Pese a su do de solidaridad, al menos entre las élites. Las
brevedad, establece tres rasgos básicos de cual- ethnic communities serían poblaciones con un
quier definición de etnicidad: la propia percep- nombre propio y autodefinidas con mitos de ori-
ción del grupo que en definitiva es lo que genera gen y memorias históricas compartidas, elemen-
el sentido de identidad, la delimitación del terri- tos de cultura comunes y cierta solidaridad étnica.
torio del grupo étnico y, finalmente, la asunción Según Smith (2008: 33), mientras la caracteriza-
cierta o inventada de una continuidad a partir de ción de una colectividad por otras puede delinear
unos ancestros comunes. Por su parte, Roymans una ethnic category, las ethnic communities re-
(2004: 2) destaca la importancia de las dinámicas quieren de clara autodefinición. Este tercer nivel
emic/etic al definir la identidad étnica como: “el equivaldría, por tanto, a la noción de etnicidad de

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autores como Hall (1997, 1998) o Shennan Las definiciones previas conciben la etnicidad
(1989). Dejando de lado algunos detalles discuti- como un concepto socialmente construido y di-
bles, la distinción de Smith resulta de notable námico, cuya vinculación con términos como
interés, al proporcionar herramientas conceptua- ‘raza’ o ‘sangre’ tiene que ser vehementemente
les muy valiosas para comprender casuísticas que rechazado. Además, dada esta condición no pue-
no terminan de encajar desde una perspectiva de ser directamente inferida a partir de la genéti-
más restringida, como veremos al tratar el caso ca (Mirza y Dungworth 1995), aun cuando ésta
de la Protohistoria. pueda resultar en un futuro de gran utilidad para
Íntimamente ligado al concepto de etnicidad la identificación de migraciones (Anthony 1990;
está el de etnogénesis, describible como el pro- Prien 2005) o individuos “foráneos” (Pollex et al.
ceso de emergencia, formación y mantenimiento 2005), aspectos muy conectados con las interpre-
de un grupo étnico cuyos rasgos y características taciones étnicas. Por tanto, aunque la paleogené-
culturales lo diferencian de otros grupos vecinos. tica llegara a ser un elemento más de obtención
Tres factores resultan claves a este respecto: la de ‘indicios’ (Jones 2006), en nuestra opinión hay
interacción social en un área geográfica determi- que mantener ciertas reservas ante los intentos de
nada que genera el sentido de pertenencia a un conceder ‘certificados’ de etnicidad pretérita a
colectivo; la conciencia de identidad común, de través del ADN o de los análisis de isótopos de
una misma descendencia real o ficticia; y por estroncio (Knipper 2004).
último, la existencia de grupos limítrofes que se Cualquier aproximación arqueológica a la et-
configuran de la misma manera, frente a los cua- nicidad requiere una serie de consideraciones
les se afirma la identidad. Entre ellos se producen teórico-metodológicas previas (Fernández Götz
contactos intergrupales, competitividad y conflic- 2009b). La identidad étnica es sólo una más entre
tos y, por supuesto, cambios en los propios lími- las distintas identidades existentes (Díaz-Andreu
tes o zonas de frontera. 1998; Díaz-Andreu et al. 2005), por lo que su
Como puede comprobarse, la etnicidad no es estudio no puede desligarse de otros elementos
algo estático e inmanente, sino una categoría his- básicos en la construcción social como la jerar-
tórica con raíces en el seno de las propias prácti- quía, el poder, la edad o el género (Jones 1997:
cas sociales de los grupos (Ruiz Zapatero y Álva- 85-86). El concepto de “interseccionalidad” (Da-
rez-Sanchís 2002: 255): se trata de un proceso vis 2008), centrado en la interacción entre los
más que de una entidad. Sin embargo, no por ello diversos “ejes identitarios”, ayuda a comprender
hay que asumir que las identidades étnicas tienen la realidad en toda su complejidad, constituyendo
que reinventarse continuamente. Este último plan- una excelente herramienta teórica para una
teamiento, basado en un instrumentalismo mal aproximación holística al estudio de la identidad
entendido y en la falta de perspectiva diacrónica en general y en sus distintas vertientes. En un
de numerosos análisis antropológicos y sociológi- mismo grupo étnico es muy probable que los
cos, en ocasiones lleva a negar la posibilidad de hombres expresen su identidad de forma diferen-
que pervivan grupos étnicos durante siglos. Como te a las mujeres, o que las clases dirigentes se
en otros muchos casos, también aquí es recomen- singularicen empleando marcadores culturales
dable una visión más equilibrada (Jenkins 1997: exclusivos (Hodder 1982; Smith 2003). Esto re-
51). Es cierto que algunas etnias son creaciones sulta crucial en la búsqueda de posibles ‘indica-
efímeras determinadas por condicionamientos de dores arqueológicos’: un elemento que puede ser
tipo económico o político, pero también se cono- considerado característico de un grupo a su vez
cen grupos étnicos que perviven considerables es posible que sólo fuera empleado por una parte
períodos de tiempo, lo cual no implica su inmo- del mismo en función de criterios de edad, géne-
vilismo: los Saamis o Mapuches del siglo XVIII ro, estatus, etc.
no son los mismos que los del siglo XXI, pero eso La etnicidad es también una cuestión de gra-
no excluye una noción de continuidad en la iden- do: mientras algunos grupos son muy conscientes
tificación étnica. Se trata, por tanto, de discernir de su carácter independiente y distinto, y lo acen-
el ritmo y el carácter de las transformaciones, túan de todas las formas posibles (vestido, adorno
teniendo siempre muy presente que la continuidad personal, decoraciones, etc.), otros tienen menos
de un mismo nombre no significa que su conteni- conciencia de ‘pertenencia’ y no muestran espe-
do haya permanecido inalterable. cial preocupación en su diferenciación (Renfrew

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226 Manuel A. Fernández Götz y Gonzalo Ruiz Zapatero

1990: 177-178). Más aún, la identidad étnica no


significa lo mismo para quienes la comparten
(Brather 2004: 112-113), pudiendo ser más im-
portante para unos miembros del grupo que para
otros (James 1999: 76-77).
Finalmente, la etnicidad opera a más de un
nivel (Renfrew 1990: 178). La filiación étnica
que ostenta un individuo puede variar en función
de las circunstancias, el interlocutor y la situación
e interactuar a su vez con tipos de identidad como
el género, el estatus o la religión (Díaz-Andreu Fig. 2. Estereotipos étnicos de egipcios y pueblos extran-
1998: 205-206; Díaz-Andreu et al. 2005). De este jeros: de izquierda a derecha Egipcios, Nubios, Asiáticos
modo, nunca existe una sola identidad étnica, y Libios (según Smith 2003).
sino múltiples niveles superpuestos e integrados
entre sí, y cuya importancia varía situacionalmen-
te. Distintos tipos de lealtades pueden escalonar- etnicidad en las sociedades de la Antigüedad:
se sin que tengan que ser percibidos como con- ¿hasta qué punto era un factor relevante a la hora
tradictorios (Jiménez Díez 2008: 356; Derks y de definir la identidad de personas y comunida-
Roymans 2009: 6). Pero esto no quiere decir que des? Con toda seguridad, unidades de referencia
las personas elijan libremente qué identidad étni- como la familia, el oppidum, la aldea, la granja o
ca asumen en cada momento: su elección es si- el valle, así como formas de identidad social
tuacional, pero dentro de un abanico de distintos como el género, la profesión, la edad o la clase
niveles que en buena medida son dados (Sommer social, debieron constituir elementos mucho más
2007: 71). Además, esa capacidad individual de significativos en la vida cotidiana de la mayor
elección (Song 2003) difiere entre las modernas parte de las personas que su pertenencia a un
sociedades urbanas y multiculturales y las tradi- determinado grupo étnico. Según Ramírez Goi-
cionales donde la identidad es mucho más rela- coechea (2007: 173), la etnicidad, como principio
cional (Hernando Gonzalo 2002). No afirmamos ordenador, puede estructurar sólo algunas parce-
que en las segundas las personas carezcan de las de la vida social o activarse exclusivamente
capacidad de elección, sino que suele resultar para determinadas situaciones. Sin embargo, esto
menor. no es óbice para que, especialmente en momentos
La profundidad temporal del fenómeno de la de mayor tensión y competitividad entre los gru-
etnicidad es un tema de gran complejidad (Fer- pos, las identidades étnicas adquirieran gran pro-
nández Götz 2008: 121-122), pues la reflexión y tagonismo (Ruiz Zapatero 2009: 19-21). En últi-
práctica de la alteridad/identidad étnica ni es ex- ma instancia, los grupos étnicos son ‘comunidades
clusivamente occidental ni de nuestra Moderni- imaginadas’ (Anderson 1983), ‘construcciones
dad (Ramírez Goicoechea 2007: 131). El término simbólicas’ (Cohen 1985), pero esto no quiere
‘etnicidad’ y las conceptualizaciones que realiza- decir que no se perciban como algo real por par-
mos de él son una elaboración reciente, un ‘cons- te de sus miembros. Los procesos de identifica-
tructo’ moderno, pero la realidad a la que hacen ción étnica pueden resultar imaginados, pero no
referencia constituye un hecho bien documentado imaginarios (Jenkins 2002: 128).
desde la Antigüedad (Hutchinson y Smith 1996: El primer paso para la construcción de una
3; Jones 1997: 102; Smith 2003: 10-29; Smith arqueología de la etnicidad debe ser rechazar la
2008) (Fig. 2). Por ello, resulta necesario recha- ecuación entre ‘cultura arqueológica’ y ‘grupo
zar aquellas perspectivas que consideran la etni- étnico’ (Shennan 1989; Jones 1997; Sommer
cidad un fenómeno esencialmente contemporá- 2007; Fernández Götz 2008: 127), superando el
neo, situando su aparición en el contexto del lastre que se viene arrastrando desde los tiempos
colonialismo europeo, equiparando grupos étni- de Kossinna. Para muchos autores la identifica-
cos con naciones o incluso restringiendo la apli- ción de ‘marcadores’ individuales no constituye
cación del término a sociedades posindustriales. una metodología válida al estar basada en crite-
En estrecha vinculación con la cuestión ante- rios ‘subjetivos’. Sin embargo, determinados ele-
rior se encuentra el papel desempeñado por la mentos culturales concretos pueden informar, en

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Hacia una Arqueología de la Etnicidad 227

ocasiones, más sobre identidad étnica que todo dejan huella arqueológica (Fig. 3). Otros, en cam-
un conjunto de tipos arqueológicos. Como han bio, son más susceptibles de ser analizados a
mostrado múltiples estudios antropológicos y et- través de la Arqueología, como por ejemplo la
noarqueológicos (Barth 1969; Hodder 1982; alimentación y la forma de preparar la comida, la
Wiessner 1983), la etnicidad es algo social y variabilidad estilística de las decoraciones cerá-
culturalmente creado, que convierte en símbolos micas, los patrones de asentamiento, la deposi-
identitarios conscientes o inconscientes única- ción de elementos de ajuar con arreglo a pautas
mente a determinados aspectos de la cultura, no normalizadas, el tipo de viviendas, la numismáti-
a todos. ca, la iconografía o las inferencias relativas a la
Como a priori prácticamente cualquier ele- esfera religiosa. La etnicidad a través de la cultu-
mento de la cultura material puede asumir, o no, ra material se puede estudiar a partir de la estruc-
una significación étnica, no existen unos marca- turación de las relaciones entre personas y cosas,
dores culturales ‘objetivos’ de etnicidad, aunque y no sólo a partir de las cosas en sí. Es decir,
sí elementos que, en función de cada contexto considerando cómo se usa una cerámica, cómo se
específico, teóricamente podrían vincularse con deposita una lanza en una tumba, cómo se estruc-
ella. Por tanto, más que de ‘criterios’ de etnicidad tura el espacio doméstico, etc. También el análisis
habría que hablar de ‘indicios’ cuyo valor depen- arqueológico de las cadenas operativas merece
derá del contexto. Desgraciadamente, buena par- mayor atención futura (Lemonnier 1986). Final-
te de estos posibles indicadores, como la lengua, mente contamos con la información que, en con-
las leyes y costumbres, las danzas y música, el textos concretos, pueden aportar las ‘imágenes en
vestido o los adornos y colores (incluyendo pei- negativo’. Así, García Fernández (2007: 131) ha
nados, pinturas corporales, tatuajes, escarificacio- propuesto que entre los Turdetanos la propia
nes y otros elementos que pueden reflejar tanto ausencia de documentación genera una imagen en
identidad individual como de grupo) rara vez negativo que permite diferenciarles de sus veci-

Fig. 3. Características e indicadores de la Etnicidad en Antropología, Historia y Arqueología (según Ruiz Zapatero y
Álvarez-Sanchís 2002).

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228 Manuel A. Fernández Götz y Gonzalo Ruiz Zapatero

nos (Púnicos, Bastetanos, etc.) precisamente por 4. LA ETNICIDAD DESDE LA


lo que no tienen o, mejor dicho, por lo que no PERSPECTIVA DE LA
expresan o expresan de otra manera. Por otra PROTOHISTORIA
parte, según Gassowski (2003: 13) uno de los
elementos ‘tangibles’ de la etnicidad goda sería Las aproximaciones a la etnicidad se han ve-
la carencia de armas en los enterramientos. nido centrando en la investigación de la Edad del
La falta de aspectos de la cultura material que Hierro, algo natural dado que la incipiente dispo-
puedan ser considerados per se criterios ‘inequí- nibilidad de textos y etnónimos ayuda a plantear
vocos’ u ‘objetivos’ de etnicidad no quiere decir la búsqueda de identidades étnicas en el registro
que, dentro de cada contexto cultural específico, arqueológico (Fernández Götz 2008: 133-137;
la elección sea arbitraria o mecánica. Muy al Ruiz Zapatero 2009). Adoptando una perspectiva
contrario, la expresión de la etnicidad a través de europea, cabe diferenciar dos grandes tradiciones
la cultura material está ligada a las disposiciones en la investigación protohistórica. En la de la
estructurales del habitus (Jones 1997: 120), afir- arqueología del ámbito mediterráneo la temprana
mación sustentada por trabajos etnoarqueológicos disponibilidad de fuentes escritas ha desarrollado
como los de Hodder (1982) o Larick (1986). una rica metodología de interacción entre Ar-
Dicho esto, una de las principales dificultades es queología e Historia Antigua (Cornell y Lomas
discernir los elementos materiales con significa- 1997; Hall 1997, 2002; Malkin 2001; Greco
ción étnica de los que expresan formas distintas 2002; Moscati 2002; Siapkas 2003; Lomas 2004).
de identidad cultural. Siguiendo de cerca las tesis La segunda es la arqueología de las poblaciones
de Jones (1997: 125-126), en nuestra opinión la prerromanas de Europa central y septentrional
única respuesta pasa por el análisis diacrónico de (Wells 1998, 2001; James 1999; Kristiansen
los contextos culturales a partir de una variedad 2001; Krausse 2006; Collis 2007). La denomina-
de fuentes y clases de datos (véanse los ensayos da ‘Hispania Céltica’ quedaría, de alguna manera,
prácticos de Smith 2003; Roymans 2004). Sólo en una posición intermedia.
así será posible comprender la expresión de la Una cuestión básica en cualquier acercamien-
identidad a través de la cultura material y su uso to es la ‘escala’ de análisis adoptada. La etnicidad
en la definición de límites étnicos. Se tendrá puede ‘explorarse’ a muy diversos niveles, desde
siempre muy presente que los indicadores étnicos regiones geográficas como el Noroeste hispano
no están fijados de forma permanente, sino some- hasta una agrupación de tumbas en la necrópolis
tidos a redefiniciones a lo largo del tiempo, y que de una polis de la Magna Grecia. Tradicional-
un mismo elemento puede marcar diferentes tipos mente, la investigación ha centrado su interés en
o facetas de la identidad, por lo que interpretacio- macrocategorías (Grossgruppen) como ‘Celtas’,
nes alternativas no son necesariamente excluyen- ‘Germanos’ o ‘Iberos’ (Lund 1998; Collis 2003;
tes. Valga señalar que ciertos tipos de fíbulas Brather 2004). En cambio, permanecen en buena
manifiestan a la vez una identidad compartida y medida inexploradas las posibilidades de analizar
una determinada posición social. los correlatos materiales de agrupaciones más re-
En esta labor no resulta determinante si los ducidas (tribal ethnicities en Roymans 2004 o
símbolos materiales fueron utilizados de forma ethnic communities en Smith 2008), cuyas carac-
consciente o inconsciente, ya que los elementos terísticas podrían corresponderse mejor con lo
culturales seleccionados siempre habrían sido ac- que desde una perspectiva antropológica podría-
tivos en la estructuración o re-estructuración del mos considerar como grupos étnicos en sentido
habitus y de la sociedad (Jones 1997: 118-119). estricto. Por fortuna, vamos contando ya con al-
En este contexto resulta apropiada la reflexión de gunos estudios modélicos como el de Roymans
González Ruibal (2003: 137) de que la mayor (2004) y con interesantes aproximaciones en esta
parte de las cuestiones ideológicas en una socie- dirección en la Península Ibérica (Ruiz Zapatero
dad quedan en el terreno de lo no verbalizado. y Álvarez-Sanchís 2002; García Fernández 2007)
Por tanto, si bien debemos admitir que los grupos (Fig. 4).
étnicos (ethnic communities, Smith 2008) preci- Los intentos citados llevan a reflexionar sobre
san de una identificación autoconsciente, la posi- los límites y posibilidades de los testimonios es-
ble expresión material de su identidad étnica pue- critos sobre grupos étnicos. El apoyo que supone
de ser, en muchos casos, inconsciente. contar con este tipo de informaciones aumenta la

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Hacia una Arqueología de la Etnicidad 229

falsear las situaciones reales y además las cate-


gorías etno-culturales empleadas por los observa-
dores de tiempos pasados no son exactamente las
mismas que se manejan actualmente en Antropo-
logía y Sociología (Ruiz Zapatero 2009: 18-19).
Como reacción, no son pocos los investigadores
que cuestionan y aun niegan abiertamente la va-
lidez de las fuentes clásicas para el conocimiento
de las sociedades protohistóricas, una solución
que, a nuestro juicio, pretende buscar una salida
fácil a problemas complejos. Y es que, como
defiende González García (2007: 104): “descon-
fiar de las fuentes no implica, como pretenden sus
detractores, que haya que rechazarlas, que deje-
mos de utilizarlas”. Frente a las posturas posco-
Fig. 4. Niveles tradicionalmente asumidos como étnicos loniales más hipercríticas (cuyos excesos de-
en los estudios de Edad del Hierro (elaboración propia, nuncian incluso autores como Woolf 2009),
inédita). necesitamos una lectura contextual de los textos
y una valoración de sus contenidos a partir del
análisis de los factores que han actuado sobre su
plausibilidad de cualquier propuesta que pretenda elaboración. En esta tarea hay que valorar múlti-
relacionar rasgos culturales y etnicidad. De he- ples factores, como la época en que fueron escri-
cho, se acrecienta el consenso respecto a que los tos, el género literario al que pertenecían, el gra-
estudios arqueológicos sobre la identidad étnica do de conocimiento geográfico y etnográfico
necesitan el concurso de ciertas referencias lite- existente en cada momento, el contexto histórico
rarias como punto de partida (Hall 1997, 2002; de los autores, su formación literario/filosófica,
Boissinot 1998; Roymans 2004; Derks y Roy- sus prejuicios ideológicos y políticos e incluso
mans 2009; Ruiz Zapatero 2009), fundamental- sus propios avatares biográficos (García Fernán-
mente para discernir la etnicidad de formas de dez 2007: 123). Todo ello sin minusvalorar en
identidad de grupo no construidas sobre una base ningún momento las dificultades para contrastar
étnica (Mac Sweeney 2009). Es imposible con- datos históricos y arqueológicos, ya que es muy
cluir que a una cultura material homogénea co- posible que ambos proporcionen perspectivas
rresponda un grado de etnicidad uniforme, ya que contradictorias, pero aun así complementarias,
la correlación entre rasgos lingüísticos, cultura sobre la identidad en el pasado. En definitiva, y
material y grupo étnico no siempre resulta opera- pese a los problemas que plantean, los textos
tiva (Ruby 2006: 59). grecolatinos constituyen una fuente de primer or-
Sin embargo, pese a su importancia, las infor- den para el conocimiento de las sociedades de
maciones escritas en ningún caso deben ser acep- finales de la Edad del Hierro y por ende también
tadas de forma acrítica, precisándose del análisis de su etnicidad (Champion 1985; Woolf 2009);
minucioso de cada contexto específico. Los pro- renunciar a ellos constituiría un error similar a
blemas se incrementan notablemente cuando se desechar el enorme caudal de informaciones es-
trata de fuentes exoétnicas, es decir, externas al critas en el marco de la conquista hispana del
contexto cultural que describen, caso de los tes- continente americano.
timonios literarios grecolatinos sobre las pobla- Si seguimos la propuesta realizada por Smith
ciones protohistóricas de la Península Ibérica o la (2008: 30-31), habremos de convenir en que
Europa Templada. Parece indudable que las des- cuando aparecen etnónimos en las fuentes escri-
cripciones de los autores clásicos, tan pródigas en tas nos encontramos ante uno de los tres niveles
imágenes estereotipadas del ‘bárbaro’ como pro- descritos por este autor. Se trata de discernir si
totipo del ‘Otro’, no proporcionan una visión ‘ob- estos nombres hacen referencia principalmente a
jetiva’ de las sociedades con las que interactua- categorizaciones externas aplicadas a poblaciones
ron. Junto a su carácter incompleto y fragmentario, que carecen del sentido de autoconciencia que se
la interpretatio del extranjero puede ignorar y/o les asigna desde fuera (ethnic categories) o si por

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el contrario los etnónimos reflejan una identidad ciones exógenas ajenas a las realidades locales,
conscientemente asumida desde una perspectiva ni tampoco que las entidades étnicas transmitidas
emic (ethnic communities). Aun a riesgo de sim- por las fuentes fueran sólo la escala superior de
plificar una realidad mucho más compleja, y ha- múltiples niveles identitarios superpuestos.
ciendo una interpretación de la clasificación apor- Las definiciones exoétnicas no carecen de in-
tada por Smith, podríamos decir que las ethnic terés, dado que la contraposición con el ‘Otro’ es
categories corresponderían a la escala de macro- un elemento fundamental en los procesos forma-
categorías como ‘Celtas’ o ‘Germanos’, ethnic tivos de la identidad étnica (Jiménez Díez 2008:
networks a agrupaciones como Belgas o Etruscos 62; Cardete del Olmo 2009: 32), aunque queda
y ethnic communities a entidades como Vettones, mucho por profundizar en los procesos que gene-
Eduos o Atenienses. ra la constante interacción entre auto-identifica-
Cualquier aproximación a las ethnic commu- ción y categorización por parte de otros grupos
nities enfrenta el problema de partida de que a (Jenkins 1997; Ruby 2006: 40-41). La etnicidad
menudo su existencia es conocida a través de sólo se entiende en su doble vertiente emic y etic
fuentes exoétnicas (Plácido Suárez 2009; Woolf (Krausse 2006: 133-134), constituyentes comple-
2009). Es bien conocido en contextos como el mentarios que han de ser integrados para dar
africano que, en principio, los grupos a quienes cuenta de un fenómeno tan complejo y dinámico
se aplican estas conceptualizaciones externas no (Fernández Götz 2008: 125-126). Partiendo de la
tienen por qué asumirlas (Amselle y M’bokolo base de que las perspectivas emic son el aspecto
2005). Por tanto, se trata de intentar dilucidar, en esencial de la identidad de las ethnic communities
la medida de lo posible, si las categorías étnicas (Smith 2008: 33-34) –de ahí la importancia de
recogidas en los textos grecolatinos eran ‘cons- contar con una etnicidad históricamente percibida
tructos’ impuestos desde el exterior o correspon- y descrita (Derks y Roymans 2009: 7)–, también
dían a realidades emic. Entre los testimonios que hay que reconocer que en su construcción y/o
pueden ofrecer más claves al respecto se encuen-
redefinición pueden llegar a desempeñar un papel
tran los epigráficos, por desgracia tremendamen-
fundamental las aproximaciones externas (Smith
te exiguos con anterioridad a la conquista roma-
2003; Roymans 2004). De hecho, en ocasiones,
na. No obstante, vamos contando ya con algunas
referencias aisladas, entre las que destacamos dos definiciones exoétnicas acaban siendo asumidas
inscripciones. La primera es un grafito con el por los propios grupos descritos (véanse por
nombre ELUVEITIE, escrito en caracteres etrus- ejemplo, Beltrán Lloris 2004 y Burillo 2007 para
cos sobre una cerámica hallada en Mantua (norte el caso de los Celtíberos). Si bien las construc-
de Italia) y datada alrededor del 300 a. C. (Vitali ciones étnicas de los contextos coloniales son con
y Kaenel 2000). Este gentilicio deriva claramen- frecuencia creaciones de las potencias coloniza-
te del etnónimo ‘Helvecio’ (Vitali y Kaenel 2000: doras (Amselle y M’bokolo 2005) y siempre hay
115-116), constituye el testimonio contemporá- que tener muy en cuenta cómo los Estados en
neo más antiguo sobre un grupo étnico galo (Co- expansión van conformando, etiquetando y se-
llis 2003: 114, 2007: 525) y prueba la existencia llando la realidad de ‘los Otros’ (Scott 2009), las
de un cierto tipo de identidad helvecia ya en el construcciones externas también pueden recorrer
siglo IV a. C. (Vitali y Kaenel 2000: 121-122). el camino inverso y acabar siendo aceptadas por
Por otro lado, en el oppidum de Manching apa- las propias comunidades colonizadas como mar-
reció, sobre un recipiente cerámico de los si- co identitario (Álvarez Martí-Aguilar 2009: 89).
glos II-I a. C., la inscripción BOIOS (Krämer Las definiciones etic constituyen, en definitiva,
1982). Se trata de un nombre personal derivado una parte esencial de la etnicidad: precisamente
del etnónimo ‘Boios’, una situación muy similar porque las identidades se construyen en función
a la anterior. Pese a su parquedad y carácter ex- del ‘Otro’, las percepciones externas influyen so-
cepcional, estos y otros testimonios parecen indi- bre la percepción y definición de la propia iden-
car que al menos parte de los etnónimos transmi- tidad. Por último, las perspectivas externas pue-
tidos por las fuentes no eran una simple invención den permitir identificar, en ocasiones, elementos
de los autores clásicos, sino que podrían reflejar, culturales constitutivos de una determinada iden-
en alguna medida, realidades indígenas. Ello no tidad étnica que no han sido conscientemente
excluye, por supuesto, la existencia de designa- percibidos o asumidos por los propios actores.

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Hacia una Arqueología de la Etnicidad 231

Un aspecto sobre el que nos gustaría llamar la terminar la existencia y funcionamiento de


atención es la frecuente identificación entre proce- ‘marcadores’ étnicos individuales, rechazando así
sos étnicos y políticos: no sólo no están en contra- la tradicional y fallida asociación entre grupo
dicción sino que se complementan perfectamente étnico y cultura arqueológica. La identificación
en los procesos de construcción colectiva, como de dichos elementos culturales específicos reque-
muestran numerosos ejemplos del Mundo Antiguo rirá siempre de una amplia y detallada discusión
(Cruz Andreotti y Mora Serrano 2004; Roymans previa sobre las interpretaciones alternativas y/o
2004; Burillo 2007; Derks y Roymans 2009). Las complementarias que pueden proponerse para ex-
perspectivas instrumentalistas han puesto de relie- plicar sus pautas de distribución. En esta tarea
ve el importante papel que puede jugar la etnicidad debemos tener en cuenta tanto los diversos nive-
a la hora de reforzar y preservar la cohesión de les en los que se articula la identidad como los
formaciones sociopolíticas. Derks y Roymans múltiples problemas derivados del uso de fuentes
(2009: 1) llegan a afirmar: It is politics that define exoétnicas y la posibilidad real de que en ocasio-
ethnicity, not vice versa. Se ha argumentado inclu- nes no se identifique ningún indicador étnico.
so que la construcción de un grupo étnico precisa Además, resaltamos que no se trata sólo de pro-
de un poder político que dé forma, fomente y sos- poner adscripciones étnicas de ciertos elementos
tenga el sentimiento étnico-genealógico y territo- de la cultura material, sino sobre todo de lograr
rial (Cardete del Olmo 2006: 191-192, 2009: 32). una mayor comprensión de los contextos polí-
Ello, sin tener que ser necesariamente generaliza- ticos, económicos y religiosos en los cuales se
ble, parece perfectamente aplicable a numerosas insertan los procesos de construcción y transfor-
entidades como las poleis griegas o las etnias galas mación de la etnicidad.
(Eduos, Arvernos...), en las que era habitual la 2) En los casos donde haya sido posible de-
coincidencia entre el grupo étnico y el político. terminar algún tipo de ‘marcador étnico’, el si-
Nos gustaría terminar estas reflexiones con guiente paso es intentar analizar de forma re-
una propuesta de análisis arqueológico estructu- trospectiva cómo se comportan los indicadores
rada en tres apartados, que por supuesto consti- anteriormente definidos. En teoría, algunos po-
tuye sólo una de las múltiples formas posibles de drán ser seguidos en el tiempo, por lo que habrá
aproximación al estudio de la etnicidad protohis- que tratar de ‘rastrear’ su continuidad en el re-
tórica (Fernández Götz 2008: 135-137; Ruiz Za- gistro arqueológico; otros, en cambio, habrán
patero 2009: 19-23) (Fig. 5): desaparecido. Al mismo tiempo entrarán en jue-
1) El análisis parte de un marco espacio-tem- go nuevos elementos de la cultura material que,
poral para el cual contamos con referencias escri- analizados a su vez en áreas amplias, podrán
tas sobre grupos étnicos, para establecer a partir sugerir diversos significados, sin descartar que
de ahí una contrastación crítica entre la distribu- entre ellos se encuentre también el de un hipoté-
ción de los elementos de la cultura material y los tico carácter como marcadores de etnicidad. Este
restantes tipos de fuentes disponibles. En defini- análisis se encuentra sujeto a dos importantes
tiva, se buscan posibles correlatos arqueológicos limitaciones: la continuidad de un elemento no
de una etnicidad textualmente definida, teniendo implica necesariamente la continuidad en su sig-
siempre muy presente que las informaciones de nificado y función; y la profundidad temporal de
las fuentes literarias no dejan de ser aproximati- la retrospectiva estará reducida, en el mejor de
vas y que, sobre todo cuando se trata de descrip- los casos, a unas pocas centurias.
ciones exoétnicas, pueden contener importantes 3) Finalmente, en toda aproximación resulta-
distorsiones. Como ya se ha indicado, determinar rá imprescindible analizar cómo se articula la
su grado de plausibilidad precisa del análisis mi- interrelación entre los diversos tipos de identidad
nucioso de cada contexto específico. Resulta in- social, así como el papel activo que desempeña
dispensable tomar como área de estudio un terri- la cultura material en la configuración y negocia-
torio que sobrepase significativamente la extensión ción de la identidad étnica hacia el interior del
del grupo o grupos a analizar, así como un cono- grupo y en relación con otros grupos limítrofes.
cimiento lo más detallado posible de factores La comparación con casos históricos, etnográfi-
como la demografía, el tipo de organización so- cos y etnoarqueológicos no ofrecerá respuestas
cial y las formas de subsistencia, comercio e in- directas, pero puede aportar interesantes claves
tercambio entre los grupos. El objetivo es de- interpretativas.

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Fig. 5. La identidad étnica definida en la fase de contacto y las posibilidades anteriores (t–) y posteriores (t), conside-
rando los indicadores de las fuentes escritas y los de la Arqueología. Puntos negros = indicadores de etnicidad de la
fase de contacto, de los que alguno tiene origen en la fase anterior y alguno se prolonga en la de absorción; triángu-
los = otros indicadores propios de la fase anterior; estrellas = indicadores característicos de la fase de absorción (según
Ruiz Zapatero 2009).

En definitiva, estamos convencidos de que la Álvarez Martí-Aguilar, M. 2009: “Identidad y etnia en


exploración de identidades étnicas en la Edad del Tartesos”. En I. Sastre Prats (coord.): Arqueología
Hierro, pese a los múltiples problemas y limita- Espacial 27: 79-111.
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lidades de futuro. Para su desarrollo considera- ca Archaeologica Hispana 1, Real Academia de la
mos fundamental realizar exhaustivos estudios Historia. Madrid.
arqueológicos de casos concretos, profundizar en Amselle, J.-L. y M’bokolo, E. (eds.) 2005: Au cœur
la hermenéutica de los textos escritos y de modo de l’ethnie: Ethnies, tribalisme et État en Afrique.
constante contrastar y discutir los resultados con Éditions La Découverte. París.
la conceptualización de la etnicidad en las distin- Anderson, B. 1983: Imagined communities: Reflec-
tas disciplinas sociales. Además, habrá que tener tions on the origins and spread of nationalism.
muy en cuenta la dimensión demográfica de los Verso. Londres.
grupos, el conocimiento de sus matrices socioeco- Anthony, D. W. 1990: “Migration in Archeology: The
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