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Siete Piedras de Construccion para Líderes

No puedo pensar de un mejor modelo de liderazgo que Nehemías. Una vez tomé asiento y miré por sobre
el hombro de Nehemías por un par de horas, revisando las cosas que este antiguo líder judío anotó
mientras reconstruía el muro que rodeaba a Jerusalén. Al leer, se me ocurrió que su diario es una
compilación de nociones de liderazgo. Los primeros seis capítulos de Nehemías deben ser lectura exigida
cada año para todos los líderes, así como también para los que desean serlo.

En su libro hallé siete destrezas esenciales que los líderes cristianos de hoy pueden usar como piedras
sobre las cuales construir su propia estrategia de liderazgo.

La primera piedra de cimiento:


Pasión por el Proyecto.
La pasión incluye visión, entusiasmo, empuje, determinación, sueños creativos e ideas innovadoras. Los
líderes con pasión pueden captar el cuadro en grande sin enredarse o preocuparse por todos los detalles.
Nehemías casi ni podía dormir al imaginarse logrando el objetivo de Dios. Su pasión se salía del gráfico.
La segunda piedra de construcción:
Capacidad de Motivar a Otros.
Llevarse bien con otros es una parte esencial de liderazgo. Esto incluye habilidades tales como verbalizar
ideas, sueños y preocupaciones; articular metas en forma sucinta y sencilla; y demostrar fortaleza
organizacional y energía sin límites. Los líderes que motivan, inspiran a otros hacer lo mejor. Con rapidez
afirman y otorgan crédito a quien se lo merece. Nehemías fue fuerte en todos estos puntos.
La tercera piedra:
Confianza Indeclinable en Dios.
El diario de Nehemías está lleno de oraciones: silenciosas, breves, específicas. Él nunca dejó de recordarle
al pueblo la presencia y protección del Señor. Los líderes que son genuinamente creyentes
consistentemente dirigen la atención de otros a la Fuente de fortaleza; a Aquel que puede lograr lo
imposible, el Proveedor asombroso. Su confianza en Dios no vacila. Su fe es contagiosa. Mientras que
ocasionalmente pueden dudar de su propia capacidad, no dudan de la consagración invencible de Dios a su
obra.
La cuarta piedra:
Perseverancia y paciencia ante la oposición.
Nehemías lo soportó todo: sarcasmo, suspicacia, chismes, mofas, amenazas, notas anónimas, cartas
abiertas, falsas acusaciones; y mucho más. Nada de eso lo amilanó. Ningún líder puede sobrevivir si no
puede ser paciente y perseverante ante la crítica. Es importante ser firme en propósito sin volverse
cascarrabias, vengativo o cruel. El enojo expresado por la razón correcta en el momento correcto es
apropiado y saludable, pero guardar rencores no lo es.
La quinta piedra:
Una Noción Práctica, Equilibrada de la Realidad.
En tanto que el líder puede tener sueños e ideas, no vive en un mundo ilusorio con su mente fija en el ideal.
Los datos reales, la evidencia firme, están en su enfoque claro. Cuando Nehemías empezó su discurso de
apertura, era obvio que él no era para nada un porrista con la cabeza llena de humo: “Ustedes ven el mal
en que estamos” (Nehemías 2:17). Les dijo a los obreros que perseveraran en su trabajo, pero con
sabiduría colocó a otros para proteger del ataque al muro. Astuto, discernidor, firme; actuó sin reaccionar
en forma exagerada. Expresó gracia y sin embargo se mantuvo firme sin doblegarse. Los buenos líderes
mantienen ese equilibrio necesario entre ser positivo y darse cuenta de lo negativo.
La sexta piedra:
Disposición a Trabajar Duro y Mantenerse sin Egoísmo.
Todos los líderes creyentes tienen por lo menos algo en común: diligencia. También saben el valor de
cerrar por el día (diligencia y adicción al trabajo no son sinónimos). Debido a su arduo trabajo,
Nehemías fue nombrado “gobernador de la tierra de Judá” (Nehemías 5:14) incluso antes de que el muro
quede terminado. Aceptó su nombramiento con humildad, rehusando tratamiento especial y estando
dispuesto a sacrificarse por el bien del pueblo. Nehemías dictó un cursillo sobre liderazgo servidor.
La séptima piedra:
Disciplina para Terminar el Trabajo. Los buenos líderes terminan las cosas. Saben cómo
concentrarse en lo esencial sin permitir que detalles perfeccionistas interrumpan la marcha. Estoy seguro
de que algunas de las piedras de Nehemías estuvieron un ápice torcidas y unas pocas de las junturas tal
vez estaban algo sueltas. Tal vez una puerta o dos no estaban perfectamente a nivel, y sin duda alguna un
par de bisagras chirriaban . . . pero él terminó la tarea. Misión cumplida. Fin. ¡Hecho!
Y cuando la tarea queda concluida, los buenos líderes celebran . . . ¡se divierten! En el caso de Nehemías,
hicieron fiesta caminando sobre el muro, marchando, cantando y gritando; incluso invitaron a un par de
coros cuyos “cánticos y alabanzas y acción de gracias a Dios” (Nehemías 12:46) se podían oír desde lejos.
¡Qué fiesta más grandiosa!
La demanda por líderes cristianos con carácter continúa.

Ezequiel anotó el ruego de Dios por líderes que “se pongan en la brecha delante de mí por la tierra,”
pero, trágicamente, “no lo halló” (Ezequiel 22:30). La búsqueda divina continúa hoy. Decidamos ser los
hombres y mujeres que Dios está buscando para que se pongan en la brecha. Seamos los Nehemías de esta
generación: “ líderes que logran que las cosas se hagan para la gloria de Dios, permaneciendo fuerte sobre
las piedras de construcción del liderazgo ”.

Un Equipo de Trabajo Genuino


Soy un gran admirador del presidente Abraham Lincoln y por eso he leído varias biografías acerca de él.
Una de las mejores que he leído se titula Team of Rivals (Equipo de rivales). Es un volumen que muestra
una de sus acciones políticas más brillantes. Me refiero a la decisión de agregar a su gabinete varios de los
hombres que competían contra él. En otras palabras, Lincoln se rodeó de un equipo que no creía en la
viabilidad de la enmienda decimotercera, la cual abolió la esclavitud en los Estados Unidos. Además,
recibió la presión de su propio partido político que deseaba que transigiera con el Sur para que la guerra
acabara más pronto. Sin embargo, él se mantuvo firme. Desafió a sus contemporáneos y les invitó a dejar
atrás sus dudas y actuar con el objetivo unísono de acabar con la esclavitud de los Estados Unidos
mientras luchaba contra la oposición.
Al final, las convicciones de Lincoln prevalecieron. Contra todas las probabilidades, y aferrándose a la
esperanza, logró que su equipo de rivales lograra vencer la esclavitud.
Se le pidió a un hombre de negocios muy reconocido en la ciudad de Dallas, Texas, que diese una opinión
breve sobre lo que él consideraba vital para desarrollar un buen equipo. Su respuesta fue clara y concisa:
“Hay que encontrar personas que son capaces, que logran resultados en sus campos de trabajo… y
que sean personas en las que se puede confiar. Una vez que los haya encontrado, usted tendrá un
equipo para toda la vida”. 1
Uno de los mejores ejemplos de ello es el equipo evangelista de Billy Graham. Todos ellos ahora son toda
una leyenda. En una época donde las personas saltan de un trabajo a otro y la mentalidad es individualista,
es refrescante recordar aquel círculo de personas capaces y dotadas, cada uno diferente y distinguido,
envejeciendo juntos pero aún son un equipo sólido.

No me malentienda. La lealtad de un grupo no significa una alianza ciega o respaldar la incompetencia.


Tampoco significa tener un prejuicio nepotista que conlleva la idea de que todos los demás están
equivocados excepto nuestro grupo. Y mucho menos convertirse en un grupo cerrado y secreto. Al
contrario, un buen equipo debe ofrecer libertad para desarrollarse, innovar, cometer errores y aprender
de ellos mientras se convive en un ambiente de amor, apoyo y afirmación. A ese contexto se le denomina:
“administración con base en la amistad”. En vez de sospechas y actitudes denigrantes, existe la
confianza que edifica a los miembros del equipo. Los niveles de tensión siempre son mínimos porque el
amor fluye y la risa siempre tiene un espacio para expresarse. ¿Quién no puede desarrollarse en un
ambiente tan seguro como ese?

En otra biografía exitosa, American Caesar, (El César estadounidense), el autor les presenta a sus lectores a
Douglas Mac Arthur, un general estadounidense de cinco estrellas. El autor nos ayuda a ver la
personalidad firme del general mientras muestra las muchas características magnéticas así como sus
peculiaridades. La biografía analiza la lealtad notable del coronel MacArthur enfatizada por sus tropas
durante la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo lo hizo? La siguiente cita lo resume: “Su edad se acercaba
más a la de sus soldados que a la de sus oficiales de alto rango; por tanto conocía los peligros y las
dificultades que los soldados enfrentaban y por eso ellos le tenía una gran reverencia.” 2
Muchos sabían sobre el egocentrismo y las distorsiones emocionales del general. No obstante, MacArthur
poseía una gran virtud que eclipsaba sus defectos ante sus hombres al grado de impulsarles su valentía: se
preocupaba profunda y genuinamente por sus soldados.

No hay nada, absolutamente nada, que fortalezca la lealtad en un equipo como el amor. El amor acaba con
la competencia interna; calla el chisme; desarrolla la moral al promover una sensación de pertenencia,
actitudes desinteresadas, un deseo por dar lo mejor de sí y confianza mutua.

Por ejemplo, los discípulos de Jesús no eran la imagen viva del éxito cuando comenzaron a seguirle. Si
hablamos de un “equipo de rivales”, esa definición refería muy bien quiénes eran ellos. Uno tendería a
preguntarse por qué el Señor los eligió. Y aunque Su decisión no parecía obvia al principio, al final del siglo
primero, todos entendían por qué lo hizo. Con excepción del traidor, todos ellos eran personas decididas
que probaron ser excelentes en sus áreas y se convirtieron en personas confiables. Al final, ellos fueron
responsables de poner al mundo de cabeza… o quizás debiéramos decir, pusieron al mundo de pie. Hasta
la fecha, ningún otro grupo en la historia ha sido más efectivo que ese equipo de evangelistas.

Quizás usted está en el proceso de comenzar un equipo, un grupo de personas que logren objetivos
significativos. Quisiera darle el siguiente consejo: en vez de buscar personas famosas para su equipo,
busque personas capaces, personas que saben llegar a una meta y que sean verdaderamente
confiables. Ámelos incondicionalmente y cultive una amistad a largo plazo. Una vez que haya hecho
eso, mire cómo Dios hace la obra. Un equipo unido por medio del amor y sostenido por la gracia tendrá un
fundamento fuerte. De hecho, creo que a eso podríamos llamarle, envejeciendo gallardamente.

Liderazgo Espiritual
El liderazgo es influencia. Al punto en que influimos en otros, los dirigimos.
Un oficial de la armada británica implicó eso cuando escribió:
“ El liderazgo es la capacidad y voluntad de reunir a hombres y mujeres para un propósito común, y
el carácter que inspira confianza.”
Podríamos dar los nombres de muchas personas grandes que hicieron precisamente eso, sean de personal
militar, entrenadores de atletismo, figuras políticas, ejecutivos de negocios, vendedores, o estadistas
espirituales. La influencia describe mejor los efectos de sus vidas.
Si se me pidiera que dijera algunas de las cualidades o características estándar que por lo general se hallan
en los líderes natos, mencionaría:

Entusiasmo Ambición
Persistencia Conocimiento
Carácter competitivo Carácter Inquisitivo
Visión Carácter Amigable
Independencia Seguridad
Espíritu de aventura Integridad
Decisión Disciplina
Flexibilidad Creatividad
Sentido del humor Aplomo
Pragmatismo Agresividad

Nadie puede negar que estas cualidades estándar se hallan en los líderes “naturales.” Pero mi pregunta
es: ¿son estas cualidades necesarias también en los líderes “espirituales”? Antes de que responda
demasiado rápido, quiero referirle a algunos líderes bíblicos que habrían sacado más bien una calificación
baja en la prueba de liderazgo “natural.” Lo increíble es que Dios escogió a personas que nosotros
hubiéramos pasado por alto.
¿Qué tal del cohibido, e inseguro, temeroso, y dudoso Moisés? (Lea Éxodo 3:10—4:14). O, ¿qué tal el
semianalfabeto, negativo, mal preparado, no deseado, dogmático, y desmañado recogedor de higos
Amós? (Familiarícese con él en Amós 7:10-17). Y, no nos atrevemos a olvidarnos del impulsivo, de vista
corta, jactancioso, Pedro, que frecuentemente sufrió del mal de “metedura de pata.”

No estoy sugiriendo que estos hombres carecían de todo rasgo natural de liderazgo, sino más bien que
ellos rompieron el molde de lo que generalmente clasificamos como un “líder modelo.” El remanente de
líderes que Dios escoge a menudo es un grupo harapiento . . . frecuentemente hechos de personajes de
pensamiento novedoso, no conformistas, e incluso de aspecto extraño, que aman con pasión al Señor
Jesucristo y están asombrosamente a disposición de Él y su voluntad.

Estas personas (¡y tal vez usted sea una de ellas!) poseen los ingredientes básicos de fe, visión,
capacidad de dejarse enseñar, determinación y amor; y están participando en cambiar al mundo.
Cuando leo que Dios busca en este planeta hombres y mujeres (por favor, deténgase y lea 2 Crónicas 16:9a
y Ezequiel 22:30), no hallo que Él tenga un marco estructurado, bien definido, en el cual debemos encajar.
Es más, algunos de aquellos a quienes Dios usó más efectivamente fueron hechos de la mezcla más extraña
que se pueda imaginar. Tan solo observe al grupo rústico de 400 descontentos, desorganizados y
endeudados que rodeaban a David en la cueva de Adulam (1 Samuel 22:1-2). Es un reto
extraordinario el seguirle la pista a estos hombres por el resto de la vida de David, y descubrir que éstos
llegaron a ser su grupo de valientes luchadores escogidos, sus héroes, por así decirlo, de donde surgió un
número bastante grande de líderes.

Pienso que usted ya comprendió mi punto. Seamos tan abiertos, flexibles y tolerantes como Dios lo es. Tal
vez usted no encaje en el molde. Tal vez no abrace el sistema establecido, y esté empezando a pensar: “No
soy útil para Dios; nunca seré un líder en las filas del cristianismo.” ¡Anímese, creyente desalentado! Dios
puede tener un papel distinto, singular, de liderazgo justo para usted y los suyos. ¡Persevere! Algunos
jóvenes pueden parecer extraños para algunos adultos . . . pero no voy a suspirar ni a preguntar por qué.
Hasta donde sepamos, Dios está a punto de hacer algo grandioso por medio del liderazgo de ellos.

Permítanme asegurarle que si todos los adultos hubieran marginado a un adolescente inmaduro,
repulsivo, agresivo, y voluntarioso, hace treinta años . . . este artículo jamás se hubiera escrito.
USTED PUEDE CONFORMAR EL MEJOR EQUIPO
Sin lugar a duda, el más grande visionario de todos los tiempos ha sido nuestro Señor Jesucristo. En el Sermón de la Montaña, el
Señor Jesús enseñaba que, al edificar una casa, hay dos clases de personas: el sabio y el necio. El sabio busca un buen
fundamento, más el necio edifica sobre la arena.

JESÚS, QUE ES EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA, NO INFLUENCIABA A LAS MULTITUDES NI LAS


PRESIONABA PARA QUE LE SIGUIERAN, JESÚS SABÍA QUE SI QUERÍA EDIFICAR UNA IGLESIA SÓLIDA
QUE PUDIERA SOPORTAR LAS INCLEMENCIAS DEL TIEMPO, DEBERÍA HACERLO CON ROCAS.

Por esto cambió el nombre a Simón, hermano de Andrés, por el de Pedro que significa “roca”. Lo hizo dando a entender lo que
Él haría con cada uno de los doce en Su equipo, pensando en lo eterno y no en lo temporal.
Para poder tener éxito en su ministerio con discípulos firmes como rocas, dispuestos a mantenerse en los momentos de prueba, le
invito a que aplique algunos sencillos principios:

1. ELECCIÓN
En el equipo que el Señor estaba conformando hubo toda clase de personas, cada una con su personalidad peculiar y su
temperamento, más Jesús veía en ellos, lo que ellos mismos nunca habían visto. Así como los doce debían permanecer con Jesús
para predicar y sanar enfermos, la base de su equipo debe ser el contacto personal pues al tener cercanía con sus discípulos, podrá
corregirlos y orientarlos en todas las áreas de su vida.

2. FORMACIÓN
Cuando Dios creó al hombre, no lo hizo de materiales inexistentes sino que tomó de lo que había, del barro de la tierra y con este
material imperfecto se dispuso hacer a la primera pareja. De igual manera, Dios pone en sus manos a personas que son como el
barro; usted debe verlas con los ojos de la fe y con sus palabras, su ejemplo y su testimonio influenciar en sus vidas. Dentro de la
formación está el forjar lazos de amistad, esto hace que toda barrera de prevención que los discípulos puedan tener hacia usted
sea quitada.

3. ACÉRQUESE AL EQUIPO
Formar el equipo implica invertir tiempo en ellos, porque es aprender a conocerlos fuera de la iglesia. Al acercarse, usted puede
conocer sus necesidades, descubrir valores y direccionarlos a dar fruto abundante. Lo que más favorece a los discípulos es la
impartición espiritual; reúnase con su equipo e imparta una palabra de fe que les traiga aliento y esperanza.
4. DOMINIO PROPIO
Las heridas profundas de una persona se originan se deben a que en algún momento fueron testigos de maltrato físico o verbal.
Esto mismo sucede con los discípulos, tenga presente que una mala actitud que el líder tenga hacia ellos, puede marcar
negativamente. Es importante que el líder ejerza su dominio propio y siempre deje gratos recuerdos en aquellos que lo rodean.
Sea un líder respetuoso y no haga acepción de personas.

5. ENFOQUE
El término enfoque implica dedicarse a una sola cosa. En ocasiones el líder intenta hacer muchas cosas al mismo tiempo y esto lo
neutraliza, lo bloquea y le quita fuerza de conquista. Mire el ejemplo de Jesús quien durante tres años y medio se enfocó en
formar a Sus discípulos. Enfóquese en la solidez de su equipo.

6. ENSEÑE CONTINUAMENTE
El Señor Jesús salía con sus discípulos en Sus recorridos para estar esos momentos a solas con ellos y a través de cada vivencia
poder edificarlos. Al igual que Jesús, usted también puede usar cada situación para ministrar a sus discípulos y enseñar la
Palabra. Disfrute de cada momento que pueda compartir con ellos, el trabajo con sus doce nunca debe ser una carga o una tarea
pesada, sea sincero, dedicado e imparta vida.

7. TRANSMITA LA VISIÓN
Luego de poner todo de sí para conformar su equipo de doce, usted debe trabajar con cada uno de sus discípulos para que éstos a
su vez se reproduzcan en otros doce. Su gran desafío como líder será darle el orden correcto a la Visión, haciendo que cada uno
de sus líderes no solo conformen su equipo de doce sino que debe ayudar a que cada uno de estos últimos puedan establecer una
célula. Esto da como resultado la llave la multiplicación que son los ciento cuarenta y cuatro.

Dios le ha llamado a alcanzar sus generaciones. Si aún no ha conformado su equipo de doce, comience con una célula, créale
a Dios, este es el tiempo de conformar el mejor equipo.

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