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Entre los aspectos sustantivos del TLCAN se cuentan, el acceso a mercados con concesiones arancelarias
preferenciales, la apertura a la inversión extranjera tanto directa como de cartera y la eliminación de
restricciones a la libre movilidad del capital. Asimismo, otro aspecto importante es el referente a las reglas
de propiedad intelectual, así como los mecanismos de resolución de disputas, este último considerado como
uno de los grandes aportes del tratado.
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En términos comerciales, Estados Unidos es el primer destino de las exportaciones mexicanas y Canadá el
segundo; al tiempo que México es un importante destino de las exportaciones de estos países: tercero para
EUA y quinto para Canadá. Estos dos países son además fuentes de Inversión Extranjera Directa claves para
México (primera y cuarta fuente, respectivamente). (Saltalamacchia, 2017).
transnacionales norteamericanas, incluido el sector automotriz, tengan que pagar
altos impuestos a fin de obligarlas a retornar e invertir en ese país, ha conllevado a
la cancelación de importantes inversiones, como fue el caso de las empresas Ford
y General Motors en el año 2017.
El presente trabajo tiene como objetivo general identificar los antecedentes
históricos que marcaron las relaciones económicas entre México y Estados Unidos
y particularmente, el proceso de negociación y firma del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte. Para ello, se describirán los tratados comerciales
bilaterales firmados a partir de la propia independencia mexicana y su aplicación
según el contexto histórico, para luego particularizar con el proceso de
negociación y firma del TLCAN.
Antecedentes del TLCAN:
La inserción de México en el sistema internacional como nación independiente a
partir de 1821, estuvo marcada por la gran deuda que la hacienda pública
mexicana contrajo con las potencias europeas y los EEUU en su guerra de
independencia.
Lo anterior no resultaba nada conveniente para los Estados Unidos, que en 1823
recién proclamaba la denominada “Doctrina Monroe” o “América para los
Americanos”. De ahí que los primeros intentos de institucionalizar las relaciones
económicas entre México y la Unión Americana se realizaran a propuesta del
segundo en el año 1825, cuando inician las conversaciones oficiales para la firma
de un tratado comercial entre ambos países. Para los Estados Unidos, dos puntos
de conflicto fueron la inclusión de la cláusula de la nación más favorecida 3 y la
intención de México de dar más prebendas a los países sudamericanos que a su
contraparte estadounidense. Paralelamente José Manuel Zozaya, en aquel
entonces embajador de México en los Estados Unidos, señaló dos inconvenientes
3
Esta cláusula estipulaba que un país signatario debía brindar al otro contratante todas las reducciones de tarifa que concediese a
terceras naciones no asociadas, garantizando así las menores tarifas posibles para las exportaciones de los países suscriptor es y la
eliminación de la discriminación comercial. (Avella Alaminos, 2002)
de un posible acuerdo bilateral: su redacción en función de las leyes
estadounidenses y el hecho de que México no contara con una marina mercante
propia, lo que impediría la reciprocidad comercial. (Avella Alaminos, 2008)
“En 1882, los gobiernos de los dos países, por iniciativa del segundo, comenzaron
a negociar un nuevo acuerdo comercial, que se suscribió en enero de 1883. A
diferencia del primero, el nuevo tratado antepuso en importancia la reciprocidad a
la cláusula de la nación más favorecida, e hizo a un lado los derechos mercantiles
de los extranjeros y el tema de los privilegios consulares. Asimismo, el texto
dejaba fuera a los sectores productivos más relevantes de México -los granos
básicos y los productos textiles-, de tal suerte que no los perjudicaba, y, desde la
óptica mexicana, constituía la oportunidad de incrementar las exportaciones hacia
Estados Unidos”. (Avella Alaminos, 2008) Sin embargo, propio del proteccionismo
que caracterizó la política comercial de Estados Unidos durante el siglo XIX
(Avella Alaminos, 2008) el senado estadounidense se negó a discutir la legislación
necesaria para que entrara en vigor el convenio, de manera que éste quedó
congelado.
“No obstante la ausencia de un acuerdo formal, los vínculos entre los Estados
Unidos y México se estrecharon cada vez más en el largo plazo, pese a que hubo
momentos de contracción. Durante el Porfiriato, las exportaciones y las
importaciones de los Estados Unidos hacia México aumentaron de manera
importante; en efecto, entre 1880 y 1909 la tasa promedio de crecimiento decenal
de las exportaciones mexicanas hacia la Unión Americana fue de 6.1% -contra -
0.7% entre 1870 y 1879-, y la de las importaciones fue de 5.6%, contra 1.9% en la
década de 1870.” (Avella Alaminos, 2008)
El convenio formó parte de una serie de acuerdos que los Estados Unidos
suscribieron con varios países latinoamericanos a lo largo de 1942 con el
propósito de asegurar la cooperación hemisférica frente al bloque del Eje. Los
Estados Unidos, además de garantizarse el abastecimiento de ciertos artículos
durante la conflagración, aseguraron que dichos bienes no se vendiesen a las
potencias enemigas. México, por su parte, aprovechó el acuerdo para sacar un
mayor provecho de la ventaja natural que representaba el hecho de contar con
una frontera terrestre con la Unión Americana, colocar mercancías cuyos
mercados tradicionales se hallaban bloqueados (por ejemplo petróleo) y adquirir
bienes de carácter estratégico para su economía y de difícil adquisición en
aquellos tiempos bélicos, como maquinaria. Sin embargo, una vez concluida la
guerra, desde 1948 los Estados Unidos empezaron a gestionar la modificación del
acuerdo con México, en gran medida motivado por la prioridad que otorgó a
recuperación de Europa y a la contención de la expansión soviética, en detrimento
de sus vínculos con Latinoamérica. (Avella Alaminos, 2008)
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Por ejemplo, como México no era signatario del Acuerdo General de Aranceles y Comercio
(GATT, por sus siglas en inglés), no tenía el derecho a la“prueba de daño”4, situación que provocó
muchas pérdidas para los exportadores mexicanos. En una disputa comercial, la “prueba de daño”
se refiere a que el demandante debe demostrar que la acusación de comercio desleal que
presenta afecta directamente a sus negocios, para que la demanda pueda proceder y se pueda
castigar al demandado. Al no contar México con este derecho, muchos exportadores fueron
víctimas de acusaciones poco fundadas y de la vaguedad en la legislación estadounidense en
materia de antidumping y aranceles compensatorios. (Centro de Estudios Internacionales Gilberto
Bosques, 2014)
Para entonces, Canadá llevaba la ventaja en la relación comercial con EEUU, en
vista de que en 1986 había comenzado la negociación de un acuerdo de libre
comercio entre ambos países. El 3 de octubre de 1987, Estados Unidos y Canadá
firmaron su Acuerdo de Libre Comercio (ALC), que entró en vigor el primer día de
1989. Según Villarreal y Ferguson (Centro de Estudios Internacionales Gilberto
Bosques, 2014) se trató del acuerdo de libre comercio más comprehensivo que se
hubiera firmado hasta esa fecha en el mundo.
En tal escenario, el curso de acción para México era claro: debía buscar una
asociación parecida con Washington. Por un lado, para evitar que Canadá ganara
demasiado margen de preferencia ante Estados Unidos; por otro, para sortear las
políticas proteccionistas que, a finales de la década de los ochenta, EE. UU. había
puesto en práctica. Desde el punto de vista político, para el México de Carlos
Salinas de Gortari (1988- 1994), el TLCAN representaba el gran éxito de su
política exterior y su clara incorporación al club de los países desarrollados.
Hacia 1991, después de pláticas preliminares entre el secretario de comercio
mexicano Jaime Serra, y la representante comercial estadounidense Carla Hills,
comenzaron las negociaciones entre ambos países, a las cuales posteriormente
se adhirió Canadá, donde se le dio forma al TLCAN. En este sentido, coincidimos
con Sánchez Ortiz (2014), en que las motivaciones de Canadá para insertarse en
el TLCAN fueron fundamentalmente defensivas. Por un lado, se planteaba la
necesidad de preservar el Tratado de Libre Comercio suscrito anteriormente con
los EE.UU.; y por otro, el acuerdo significaba diversificar sus socios comerciales y
establecer una nueva política, no solamente hacia México sino hacia toda América
Latina, a un mínimo costo político.
Desde la perspectiva de EE.UU., ya desde la década de los 70 se venía
observando cierto retroceso de su hegemonía económica, con el fracaso de los
acuerdos de Breton Woods y el ascenso de otras potencias económicas como
Japón y las Nuevas Economías Industrializadas en Asia, las cuales no ofrecían
todas las preferencias comerciales y económicas que EE.UU. demandaba. De
este modo, se plantea la necesidad de considerar nuevos mercados para sus
productos, al igual que el desarrollo de una nueva agenda de política internacional.
En este sentido, por medio del TLCAN han podido tratarse otros temas como la
lucha contra el narcotráfico, la conservación del medio ambiente, las migraciones y
derechos humanos, donde México juega un rol destacado.
Finalmente en diciembre de 1992 se firmó el instrumento, el cual entró en vigor el
1ro de enero de 1994 luego de ser ratificado por los parlamentos de los tres
países involucrados. “El proceso de aprobación en Estados Unidos fue
sumamente complicado en vista de una opinión, entonces muy popular (que en
última instancia resultó errónea), según la cual el acuerdo motivaría una fuga
masiva de empresas estadounidenses hacia México en vista de los menores
costos laborales y las regulaciones ambientales laxas. Al final, para poder
conseguir la mayoría necesaria en el Congreso estadounidense, Clinton presionó
a sus socios -particularmente a México- para negociar paralelamente dos
acuerdos: uno en materia ambiental; otro sobre los derechos de los trabajadores,
para así calmar a las voces opositoras. Los resultados fueron el Acuerdo de
Norteamérica para la Cooperación Laboral (NAALC, por sus siglas en inglés) y el
Acuerdo de Norteamérica para la Cooperación Ambiental (NAAEC, por sus siglas
en inglés), que entraron en vigor el mismo 1 de enero de 1994.” (Centro de
Estudios Internacionales Gilberto Bosques, 2014)
Con la firma de este tratado “los gobiernos, tanto de México como de Estados
Unidos, empezaron a mostrar mayor interés en su vecino, respectivamente.
Durante las negociaciones el gobierno mexicano envió diplomáticos para tratar de
ganar las voluntades de los congresistas de Estados Unidos, asistieron a los
centros de toma de decisiones y hablaron con actores políticos claves para así
poder llevar a cabo el TLCAN. Por su parte Estados Unidos facilitó la negociación
por medio de una asociación política y económica. (…) También se fortalecieron
los mecanismos de consulta que ya existían y se crearon nuevos. Este nuevo
panorama trajo un diálogo mucho más activo entre los distintos actores de los
Estados, creando diversas fuentes de interacción a diferentes niveles. (Campos &
Fernández de Castro, 1998).
Asimismo, puede decirse que el TLCAN fue mucho más que un acuerdo
comercial, pues constituyo el primer acuerdo que estableció reglas sobre la
inversión extranjera, la propiedad intelectual, la posibilidad de producir acuerdos
paralelos sobre derecho laboral y también al derecho ambiental relacionado al
comercio. En aquel momento, no existían tratados que abordasen así los temas,
pues en general lo que se buscaba era reducir las tarifas a la importación para
incrementar la competencia en los mercados internos. (Arès, 2015)
Si bien el TLCAN constituyó el paso definitivo para que las economías mexicana y
estadounidense se integraran en un nivel sin precedentes, existe una larga historia
de negociaciones comerciales entre ambos países, donde puede observarse que
existieron divergencias que imposibilitaron su aplicación en el caso de los tratados
de 1831 y 1882; y una mayor durabilidad en el caso del tratado de 1942.
Arès, M. (2015). TLCAN veinte años después: ¿Qué nos ha dejado y qué nos ha
faltado? Cuaderno de Conflicto y Paz , 6-11.
Dovale, D. (2015). Impacto para México de sus relaciones con China durante el
período 2003- 2004. La Habana: Trabajo de Diploma en opción al título de
Licenciado en Relaciones Internacionales.