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La exposición de Carsten Höller en el Museo Tamayo parecía muy prometedora

desde que fue anunciada a principios de año bajo el nombre de Hallucinations en


distintos medios, desde muy serios como El economista y Forbes hasta más
informales como Time Out o Chilango. Se especulaba que se podrían ver obras
icónicas del artista alemán, como Giant Mushroom Upside Down o The Slide. Para
el mes de marzo las publicaciones de los distintos medios se actualizaron junto con
el nombre de la exposición, haciendo publicidad a Sunday, y a piezas poco
conocidas del artista. Obras menores que causaron cierta decepción y disgusto
entre los visitantes.

La labor de interesar a la gente ya estaba hecha. Para fortuna del museo, una vez
más se volvió a ver una fila enorme afuera del Tamayo gracias a Sunday, justo como
lo había hecho con la exposición de Yayoi Kusama. Paradójicamente, el mismo flujo
de gente, es uno de los aspectos más criticados de la exposición. ¿Podemos culpar
al museo de querer recaudar más fondos? ¿Se puede culpar al público por intentar
aprovechar al máximo las ofertas culturales de la ciudad de México? ¿Debería
Sunday verse como el gran logro de traer a Höller a México?

Probablemente no, quizá el problema es más complejo de lo que se ve a simple


vista. En lo personal, no veo problema alguno en que cada vez más gente vaya al
museo, ni considero que el problema recaiga en el criterio del público, así como
tampoco veo mal que se gaste dinero en traer la obra de algún artista y mucho
menos en publicitarla. El problema que percibo es que se creen falsas expectativas
de una exposición con el fin de lograr números, dejando de lado el contenido, y por
contenido no sólo me refiero a las obras que se muestran, sino cómo se muestran.

Un ejemplo claro de esto es la exposición de Caravaggio (2018), que recibió más


de 150 mil asistentes y promocionada con el slogan “Caravaggio llega al MUNAL”.
La realidad era que sólo había una obra del artista, la cual no se podía relacionar
con el argumento curatorial de que su tenebrismo había influido en otros artistas.
Había obras tenebristas de los artistas expuestos, a excepción de Caravaggio. Tras
un mes de haber sido inaugurada, se publicó un estado en la página oficial del
MUNAL, que decía: “El amor al arte no significa tres meses sin cobrar”. Ni con tantos
boletos vendidos, se dio abasto el museo para poder pagar a sus trabajadores, ni
fue una exposición de calidad.

Por otra parte, Sunday, cuenta con la ventaja de que no tiene guion curatorial así
que da menor cabida a que se noten errores como los de la exposición de
Caravaggio. Realmente la única explicación disponible era la hoja de sala, que cómo
todas las publicaciones de los distintos medios, dejaba muy en claro la formación
de Höller como entomólogo, su interés por la experimentación, el comportamiento
humano, la percepción y la lógica. Todo parece haber sido copiado y pegado de la
misma página de la Wikipedia del arte, Artsy. Quizá esto se deba a que “al artista
no le gustan las explicaciones”, o al menos así me hicieron saber las personas en
la recepción del museo.

En un intento por experimentar al máximo la exposición de Höller, asistí dos veces


a la exposición, y en la segunda se limitó aún más mi experiencia. Una de las obras
tenía una leyenda que decía “fuera de servicio” y ya no daban hojas de sala, porque,
de acuerdo con una trabajadora del museo, el artista no estaba contento con lo que
se había escrito. Al parecer le tomó más de un mes al artista darse cuenta de que
no estaba satisfecho con el trabajo que había hecho el museo por su exposición,
probablemente la comunicación entre el museo y el artista no era la más optima.

Creo que uno de los motivos de disgusto del artista, era que la ilusión de que se
puede descubrir y experimentar en el museo no se lograba. Por una parte, las obras
mal adaptadas en el museo y por otra las indicaciones de los guardias en cada sala
afectaban negativamente la experiencia estética de los asistentes. Proteger el arte
es fundamental dentro de un museo, pero la posibilidad de experimentar la obra es
igual de importante. Me sorprende que no hayan restringido la cantidad de visitantes
por hora, como hicieron en la exposición de Kusama.
El Tamayo demostró con Sunday, que puede traer a un artista de renombre, que
cuenta con presupuesto, que sabe de publicidad, que rompe records en asistencia,
pero ha dejado de lado el interés por enriquecer la experiencia estética de sus
distintos públicos.

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