La labor de interesar a la gente ya estaba hecha. Para fortuna del museo, una vez
más se volvió a ver una fila enorme afuera del Tamayo gracias a Sunday, justo como
lo había hecho con la exposición de Yayoi Kusama. Paradójicamente, el mismo flujo
de gente, es uno de los aspectos más criticados de la exposición. ¿Podemos culpar
al museo de querer recaudar más fondos? ¿Se puede culpar al público por intentar
aprovechar al máximo las ofertas culturales de la ciudad de México? ¿Debería
Sunday verse como el gran logro de traer a Höller a México?
Por otra parte, Sunday, cuenta con la ventaja de que no tiene guion curatorial así
que da menor cabida a que se noten errores como los de la exposición de
Caravaggio. Realmente la única explicación disponible era la hoja de sala, que cómo
todas las publicaciones de los distintos medios, dejaba muy en claro la formación
de Höller como entomólogo, su interés por la experimentación, el comportamiento
humano, la percepción y la lógica. Todo parece haber sido copiado y pegado de la
misma página de la Wikipedia del arte, Artsy. Quizá esto se deba a que “al artista
no le gustan las explicaciones”, o al menos así me hicieron saber las personas en
la recepción del museo.
Creo que uno de los motivos de disgusto del artista, era que la ilusión de que se
puede descubrir y experimentar en el museo no se lograba. Por una parte, las obras
mal adaptadas en el museo y por otra las indicaciones de los guardias en cada sala
afectaban negativamente la experiencia estética de los asistentes. Proteger el arte
es fundamental dentro de un museo, pero la posibilidad de experimentar la obra es
igual de importante. Me sorprende que no hayan restringido la cantidad de visitantes
por hora, como hicieron en la exposición de Kusama.
El Tamayo demostró con Sunday, que puede traer a un artista de renombre, que
cuenta con presupuesto, que sabe de publicidad, que rompe records en asistencia,
pero ha dejado de lado el interés por enriquecer la experiencia estética de sus
distintos públicos.