Hugo de San victor (1096-1141): escribe su obra principal Eruditionis Didascalicae (Didascalicon),
donde a manera de apartado final introduce un tratado de estética.
- La belleza de las cosas invisibles reside en su esencia: no hay diferencia entre forma y
esencia.
- La belleza de las cosas visible sradica en su forma
la belleza visible e invisible no están del todo separadas, porque la visible no sólo indica la
existencia de la invisible, sino que la expresa
Stuación espacial: orden o disposción de las cosas. Composición: es orden en las partes de las
cosas. Disposición: es el orden de las cosas entre sí
en actos y consejos. Todos los movimientos tienen un determinado grado de belleza, pero el
mayor grado de belleza se encuentra en el movimiento animal, propio de los seres vivos. Y
más especialmente la belleza del hombre reside en gran medida, en la belleza del movimiento
animado
Aspecto (specie): lo que percibimos por la vista. «el aspecto consiste en la forma visible,
reconocida por el ojo, como el color o la silueta de los cuerpos». A lo perocibido mediate otros
sentidos, lo denominó calidades.
Calidad: La calidad es una cualidad interior percibida por otros sentidos que la vista, como la
melodía del sonido captada por los oídos, la dulzura del sabor experimentada por la garganta,
el aroma aprehendido por la nariz, o la suavidad del cuerpo palpada con las manos.
Mientras que para los antiguos los dos sentidos más importantes eran la vista y el oído; para
Hugo, lo era solo la vista. sus conceptos estéticos fundamentales —como «orden» o
«aspecto»— Hugo los formuló basándose exclusivamente en el mundo visible y entendiendo
las species como «forma visible reconocida por el ojo».
“El incienso, la rosaleda, el prado, el bosque, la flor, todo ello nos proporciona deleite, más
cada uno de esos deleites es distinto del otro”
Las armonías que percibían cada uno de los sentidos, eran para Hugo tan distintas que se
merecían cada una de ellas, una denominación propia.
La vista: empleaba la voz pulchritudo, que expresaba con exactitud el sentido de “lo bello”.
Con respecto a las otras armonías empleaba los términos dulzura o dulcedo, placer o suavitas
y proporción o aptitudo.
Las formas de las cosas —escribe Hugo— causan admiración de diversas maneras: por su
magnitud o su parvedad (pequeñez, poquedad, cortedad o tenuidad); a veces por ser poco
corrientes, a veces por ser bellas, y en otras ocasiones por ser convenientemente feas; a veces
por formar unidad en la multiplicidad, o, en ocasiones, por su diversidad en la unidad» 5. Así
pues, la belleza fue para Hugo una de las razones por las que admiramos las cosas, y todo un
capítulo de su trabajo lo consagró a las cosas que «causan admiración por su hermosura».
Hugo señala además que admiramos las cosas por muchas otras razones, pero al hablar a e la
admiración causada por la «conveniente fealdad», por la «unidad en la multiplicidad», o por la
«diversidad en la unidad» no podía sino referirse, entre otras cosas, también y
preponderantemente, a la admiración estética.
4. El arte.
En su época, el arte era concebido como un saber (scientia ) que difería de la ciencia por el
hecho de concernir a problemas tan sólo probables y supuestos, y se tenía por verdaderas sólo
a las artes liberales. Pero para Hugo lo eran también las artes mecánicas. Así pues, Hugo
propone 2 definiciones articuladas de arte: En la primera lo define como un saber compuestod
e instrucciones y reglas; mientras que en la segunda de un modo más original concibe que lo
esencial en el arte sería el hecho de que se realiza en la materia y requiere no sólo el
conocimiento (scientia) sino también la acción (operatio).
Hugo rescata la definción clásica del arte que ya desde tiempos de Aristoteles era concebida
como práctica, como producción. Esta definción sería aceptada generalmente solo hasta la
modernidad.
Entre los que cultivan el arte —afirmaría Hugo— están los teóricos y los prácticos: los
primeros «indagan sobre el arte» (agunt de arte) y los otros «indagan mediante el arte» (agunt
per artum); los artistas-teóricos establecen las reglas, los artistas-prácticos las aplican; unos
enseñan y otros ejecutan.
5. «Theatrica». A partir de la división del arte, propuesta por Hugo de San Victor, en artes
prácticas y teóricas, lógicas y mecánicas. Hugo distinguió entre 7 artes mecánicas, dirigidas a
satisfacer determinadas necesidades humanas:
Y es rescatable que tanto el término como la idea misma eran nuevos, pues no conocemos a
nadie que lo hubiera ideado antes de Hugo, ni tampoco posteriormente, a lo largo de los
siglos, fueron numerosos los que dieron continuación a esta idea.
Para Hugo las artes como las ciencias nacieron para prevenir las debilidades y defectos
humanos. Ahora bien, puesto que el hombre padece ignorancia y pecado, dificultades para
expresarse y miseria material, los conocimientos teóricos deben precaver la ignorancia; los
prácticos, el pecado; los lógicos, desatar la lengua; y de los mecánicos se espera que alivien la
miseria y faciliten al hombre su existencia. Gracias a las artes, el nombre consigue aquello de
lo que no le ha dotado la naturaleza.
Para Hugo las artes tienen cuatro objetivos, que consisten en conseguir aquellas cosas que
para el hombre son: necesarias, cómodas, adecuadas y hermosas. Pero hay que tener clara la
jerarqía entre stos escalones del arte.
Necesaria: cosas indispensables para la satisfacción de las necesidadaes vitales del hombre.
Congrua: una vez produce estas cosas comodas se propone darles la forma más conveniente.
Grata: y por ultimo trata de hacerla agradables en el uso o agradables de contemplar.
El hombre trata siempre de producir aquellas cosas que sirven para un fin, más dichos fines
son diversos, por lo cual la producción humana tiene cuatro escalones, naciendo de ella
objetos necessaria , commoda , congrua y grata, como los llamó Hugo, en su terminología
latina.
Desde el punto de vista de la estética, el escalón más significativo es el de las cosas gratas.
Hugo definió gratum como lo que complace (placet), como lo que no es útil (ad usum habile
non est); pero que con todo, es agradable al ser contemplado (ad spectandum delectabile).
También en ello advertía Hugo una meta de las actividades del hombre, actividades que
tienden a la utilidad, pero que en su última etapa carecen de ella, lo que, aparentemente, es
una inconsecuencia.
Y citaba como ejemplo de aquellas cosas agradables pero desprovistas de utilidad —que el
hombre persigue cuando ya se ha procurado cosas útiles—, ciertas clases de plantas y
animales, de pájaros y peces. Pero las artes también producen obras semejantes, en las que
sólo se trata de conseguir un agradable aspecto, como sucede en el caso de ciertas pinturas,
telas y esculturas.
Con su cuarto escalón parce que Hugo se acerca a la noción moderna de bellas artes, al decir
que el arte servía para dar a las cosas un aspecto agradable. No obstante, en su opinión todas
las artes podían alcanzar este ultimo escalón y pasar a ser “bellas”.
El hecho de que Hugo hubiera atribuido a la belleza una participación tan extensa en el arte se
debe a que el filósofo tenía un concepto muy vasto de lo bello, representando una postura
que podríamos calificar de «panartismo» y panesteticismo.
a) Que la naturaleza se guía por el instinto y las simples experiencias; mientras el arte obra
conscientemente y se propone finalidades concretas.
Así unos afirmaban que carecía de todo valor en comparación con la «invisible» pero «real»
belleza divina.
Otra concepción —heredada de Plotino— sostenía en cambio que la belleza visible tenía cierto
valor por ser reflejo de la invisible.
La postura de Hugo abogaba porque el valor de la belleza visible consistía precisamente en ser
símbolo de la invisible, habiendo incluso una tesis relativamente poco divulgada según la cual
la belleza visible tenía valor por sí misma, independientemente de su relación con la invisible.
La belleza visible era para él signo (sign um ) e imagen (im a g o ) de la invisible; así creía que
debía ser concebida, figurada ( fig u r a tiv e ) y simbólicamente (s ym b o lice )
En este orden de ideas la verdadera belleza era la divina, y el decor creaturarum era valioso
porque constituía un reflejo (simulacrum) de Dios, ya que «el mundo era como un libro escrito
por la mano de Dios».
No obstante, tampoco él pudo quedarse en una estética empírica y —como lo hicieron los
demás pensadores de la época— elevó sobre ella una superestructura de carácter religioso y
especulativo, combinando así las pautas marcadas por Cicerón con las de Pseudo-Dionisio.
Hugo se ocupó también del aspecto psicológico de la estética, pues consideraba lo bello como
objeto de contemplación.
La contemplación era entendida como acto que «se extiende a numerosas cosas incluso a
todas» y, teniéndolas ocularmente delante, las abarca con su «clara mirada». Así, los niveles
de contemplación van desde los sentidos hasta la «inteligencia» que como ya se mecionó era
el nombre que los victorianos dieron a la intuición intelectual.
Ricardo, el segundo gran exponente de esta congregación y uno de los míticos más eminentes
del medioevo, a diferencia de su maestro, dedicó largos esfuerzos por esclarecer la mística
simbólica. Partiendo de la pregunta retórica «¿Qué es la forma de las cosas visibles si no una
imagen de las invisibles?»
Así pues, Ricardo distinguió entre cosas hermosas (res), acciones (opera) hermosas, y
costumbres (mores) hermosas.
Cosas: la belleza depende de las diversas materias: bronce, mármol, etc.; de los colores, de las
formas, y de las restantes calidades sensibles.
«Las acciones» de la naturaleza gustan del mismo modo que las humanas
De entre las «costumbres», las que más complacen son las pertenecientes al culto religioso y
la liturgia. Pero a menudo gustan también las costumbres puramente humanas o las pompas
seglares (de saeculāris, i.e, que no tiene órdenes clericales, seculares).