Las immunoglobulinas
Los receptores de las células T
Los principales complejos de histocompatibilidad (HLA o MHC)
Menos correlaciones existen con las moléculas MHC de clase I. La más notable y
consistente es la asociación entre HLA B27 y espondilitis anquilosante. Pueden existir
correlaciones entre polimorfismos en promotores de clase II del MHC y la
enfermedad autoinmune.
Las contribuciones de los genes fuera del complejo MHC siguen siendo objeto de
investigación, en modelos animales de la enfermedad (estudios genéticos extensos de
Linda Wicker de la diabetes en el ratón NOD), y en pacientes (análisis de ligamientos
de Brian Kotzin de susceptibilidad al lupus).
Si las enfermedades autoinmunes tienen una base genética, lo primero que haremos
será realizar al paciente un análisis completo de su carga genética y una exhaustiva
historia clínica, para buscar los factores ambientales y genéticos que han podido
influir en el surgimiento en su organismo de la enfermedad autoinmune.
Pero vamos más allá. En Biosalud, tenemos claro, con más de 30 años de experiencia,
que la enfermedad autoinmune, en general, aparte de esos condicionantes
ambientales y genéticos, empieza siempre en el intestino.
Tanto los factores nutricionales negativos como las sustancias tóxicas actúan como
sobrecargas para el sistema inmunitario, que junto con la tendencia genética, van a
activar el proceso de la enfermedad autoinmune.
El objetivo final va a ser siempre que con el tratamiento vayamos eliminando todos
esos factores externos y ambientales y todas las circunstancias que tienen que ver con
la enfermedad autoinmune, para posteriormente, por medio de la Biomedicina
Inmunogenética, intentar desactivar la carga genética activada que ha servido de
arma para que se manifieste la enfermedad. Esta es la razón por la cuál es tan
importante el análisis o prueba inicial, en la que detectaremos si influyen
determinadas radiaciones, metales pesados, o si hay infecciones de bacterias, virus,
hongos y parásitos.