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IV.

LA TEORÍA CLÁSICA DEL COMERCIO


INTERNACIONAL

LAS IDEAS PRELIBERALES DE LOS FISIÓCRATAS FRANCESES

La teoría clásica no surgió repentinamente, sino que se gestó pau-


latinamente entre los pensadores de las postrimerías de la etapa
mercantilista. Los fisiócratas franceses y los últimos mercantilistas
fueron de hecho los precursores del liberalismo económico que
posteriormente enarbolaron los pensadores clásicos. Esos dos
grupos de pensadores fueron los que primeramente postularon
que el orden natural* era el que regía el curso de los acontecimien-
tos económicos y sociales. En ese tiempo era común sostener que
así como Isaac Newton había analizado y hecho comprensible el
universo físico, de igual manera los fisiócratas encabezados por el
doctor François Quesnay, se preocupaban por descubrir las leyes
físicas del cosmos social, que al fin de cuentas es parte integrante
del cosmos físico. Así pues, fueron los fisiócratas quienes realmente
sentaron las bases de la filosofía individualista. Para ellos el libre
desarrollo tiene como base la libertad de trabajo, libertad de co-
mercio, la libertad de competencia; en una palabra, la libertad en

* La tesis del orden natural de los fisiócratas quedó sintetizada con su famoso principio:
“Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui-même”. Los más representativos discípulos y
sucesores de François Quesnay (Tableau economique, publicado en 1758 con el tema “campesinos
pobres, reino pobre, rey pobre”) fueron: el más antiguo de ellos el marqués Víctor de Mirabeau
(Filosofía rural, 1763), Mercier de la Rivière (El orden natural, 1767), Dupont de Nemours (el
primero en usar el término fisiocracia en una obra con ese nombre publicada en 1767), el
abate Baudeau (Filosofía económica, 1771), LeTrosne (El orden social, 1777), Anne Robert
Jacques Turgot (Reflexiones sobre la formación y distribución de la riqueza, 1766, quien se considera
que fue el más eminente del grupo) y Vincent de Gournay (a quien se le atribuye la paternidad
de la frase que sintetiza el pensamiento fisiocrático).

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todos los órdenes de la vida. De acuerdo con los fisiócratas “el funcionamiento
de la ley de la oferta y la demanda dejada a su libre acción, conducía al equi-
librio de las fuerzas económicas y genera el máximo producto al mínimo
costo”.
Por su parte, algunos de los mercantilistas de la parte final de dicha etapa
exponen sus puntos de vista sobre la nueva tendencia del pensamiento liberal,
que recoge sintéticamente el profesor Heckscher1 en los siguientes términos:
en primer lugar cabe citar a Juan Bautista Colbert (1619-1683) uno de los más
destacados mercantilistas franceses, quien habiendo sido ministro de Hacien-
da durante el reinado de Luis XIV dictó importantes medidas restrictivas sobre
el comercio al grado de que se llegó a hablar de un verdadero colbertismo
como política mercantilista. Sin embargo, ya en las postrimerías de esa corriente
de pensamiento llegó a sostener “que estaba dispuesto a conceder toda la li-
bertad comercial que fuera necesaria, porque decía, era mejor que la reglamen-
tación, sólo que, argüía, los comerciantes no comprendían su propio interés ni
el del Estado”.
William Petty, quien también fue otro de los más recalcitrantes mercantilis-
tas —metalista en su primera fase— al final de su concepción teórica “llegó a
creer en las leyes naturales y consideraba que contrariarlas era como pretender
que el agua subiera por sí misma arriba de su fuente natural”.
Gerald Malynes opinaba “que la libertad era compatible con la reglamen-
tación estatal”.
Cecile decía que “los comerciantes pueden ser los mejores o peores ciuda-
danos si no se les vigila”.
Davenant, por su parte, sostenía que “el comercio es libre por naturaleza y
que por sí sólo encuentra su camino; si se le norma puede servir a determina-
dos fines, pero no a los colectivos”.
Según los mercantilistas de esa época final, “no había ninguna ley capaz de
imponerse contra el instinto de lucro, porque si el hombre veía mayores po-
sibilidades de obtener ganancias trabajaba con mayor afán; el lucro lo domi-
naba todo y a su alrededor giraban todos los negocios”.

1 Eli F Heckscher, citado por Torres Gaytán, op. cit.

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De manera que los mercantilistas preliberales llegaron a considerar que el
fundamento primario del comercio internacional está dado por “la desigual
distribución de los recursos naturales en el globo terrestre, esto es, como la causa
básica del intercambio entre países”.
La mayoría de los mercantilistas preclásicos concluían “que en cuanto cesara
toda vigilancia del Estado, el interés de éste y el de los individuos se fundiría
en uno solo”. O sea que estas primeras ideas fueron la base de lo que poste-
riormente vino a constituir la tesis medular de la filosofía clásica: el individua-
lismo, en contraposición a la intervención del Estado.
Varios autores sobre comercio internacional, entre ellos Heckscher 2 , co-
inciden en que estas opiniones de los mercantilistas preliberales vinieron a
representar

el tránsito del mercantilismo al liberalismo; la lucha entre lo nuevo y lo viejo; la emu-


lación del laissez faire frente al intervencionismo del Estado; la antítesis entre el libe-
ralismo económico y el político. En una palabra, se estaba ya muy cerca del postulado
clásico de la mano invisible de Adam Smith.

Heckscher concluye al decir que: “de la idea de que existía una causalidad
social y que la sociedad se regía por las leyes naturales a la idea de que esta
concatenación llevaba implícita una mecánica racional que no debía alterarse,
sólo había un paso”.3

PRINCIPALES TESIS Y POSTULADOS DE LOS PENSADORES CLÁSICOS

Hay una opinión general en el sentido de que fueron principalmente Adam


Smith, David Ricardo y John Stuart Mill los pensadores que elaboraron la teoría
clásica del comercio internacional. Smith, escribió un tratado de ética titulado
Teoría de los sentimientos morales, publicado en 1759, y en 1776 publicó en dos
tomos su más importante obra An inquiry into the nature and causes of the wealth

2 Ibidem.
3 Ibidem.

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of nations que se tituló en español como La riqueza de las naciones. David Ricar-
do, por medio de su más reputada obra, Principios de economía política y tributación,
publicada en 1817 y John Stuart Mill, con su obra titulada Principios de economía
política, publicada en 1848, cuando Carlos Marx hacía público también su Ma-
nifiesto Comunista, contribuyeron de forma significativa en la conformación de
los postulados de la teoría clásica del comercio internacional. Para algunas otras
corrientes de opinión, también David Hume hizo importantes contribuciones
a la teoría clásica, sobre todo en lo que se refiere a las causas del movimiento
internacional de los metales preciosos y su relación con los precios de las
mercancías.
Esto quiere decir que el periodo en que dominó la teoría clásica del comercio
internacional se ubica a partir del último tercio del siglo XVIII y todo el siglo XIX,
que coincide en términos generales con la llamada revolución industrial en
Inglaterra. También, como lógica consecuencia y continuación del pensamiento
filosófico liberal en lo económico y en lo político manifestado en algunos países
europeos, principalmente en Francia con las ideas de los enciclopedistas
Voltaire, Diderot y Rousseau.
Podíamos decir entonces que las fuentes originales del pensamiento clásico
fueron varias, a saber: 1) las ideas de los fisiócratas en cuanto al orden natural
y a la libertad, 2) algunos postulados de los mercantilistas de la etapa final de
dicha corriente de pensamiento, 3) el empirismo de la época derivado princi-
palmente de la revolución industrial, 4) los enciclopedistas franceses y 5) la
filosofía de la ilustración.
Así pues, los principios o tesis generales del pensamiento clásico se pueden
resumir de la siguiente manera:

1) Consideraron el egoísmo individual como el centro propulsor de la


actividad económica, en lugar de la religión y la moral que fue el punto
de atención durante el feudalismo y la intervención del Estado durante el
mercantilismo.
2) Desde el punto de vista clásico había un mecanismo autorregulador en la
economía que tendía a lograr el equilibrio económico sin necesidad de la
injerencia del Estado, algo así como una mano invisible que lo regulaba
todo.
3) De acuerdo con el anterior punto, los teóricos clásicos, dentro de la filo-

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sofía individualista y del liberalismo económico, hicieron suyo el princi-
pio fisiocrático expresado en la frase laissez faire, laissez passer, le monde va de
lui-même, que traducida dice: “Dejad hacer, dejad pasar, el mundo marcha
por sí mismo”.
4) De acuerdo con ese principio, la riqueza de las naciones se generaba libre-
mente por la acción de las fuerzas del mercado. Esto es, la ley de la
oferta y la demanda se encarga de regular todo el proceso económico, de
tal manera que haciéndose uso racional de los recursos productivos se
llegue al máximo rendimiento o producto.
5) Para los clásicos, pero principalmente para Smith y Ricardo, es el trabajo
el factor que genera valores económicos, o sea que crea realmente la
riqueza de las naciones.
6) Smith y Hume empiezan por criticar severamente a los mercantilistas en
lo referente a la identificación que hacían éstos entre los metales precio-
sos y la riqueza, así como sobre el postulado de la balanza comercial
favorable.
7) Según los clásicos, el centro de atención es la mercancía y el individuo, asig-
nándole a los metales preciosos sus verdaderas funciones específicas: ser
medida de valores económicos, medio de cambio, instrumento de circu-
lación y unidad de cuenta.
8) En materia de comercio internacional postularon el librecambio y en el
comercio interior el principio de la libre competencia.
9) Movilidad perfecta de los recursos productivos en el interior de cada país
y nula movilidad de esos mismos recursos entre países.

SUPUESTOS DE LA TEORÍA CLÁSICA

Para tratar de entender mejor la teoría clásica en general y el comercio inter-


nacional en particular es condición casi obligada exponer previamente los
supuestos sobre los cuales fincaron sus tesis centrales.
Supuestos simplificadores: Llevados tal vez por su excesivo entusiasmo o por su
buena fe, lo cierto es que los teóricos clásicos hicieron uso de ciertos supues-
tos que a estas alturas del pensamiento económico resultan demasiado simplistas.
Ellos son:

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1) Que únicamente se intercambiaban dos productos y sólo entre dos países.
2) Que el intercambio se realizaba sin tomar en cuenta los costos del trans-
porte.
3) Que los costos eran constantes, cualquiera que fuera el volumen de la
producción.
4) Que los intercambios entre países eran a base de trueque.
5) Que el comercio sólo era de mercancías, exceptuándose, por consecuen-
cia, los intercambios de servicios y movimientos de capital.

Supuestos más realistas: Aparte de los anteriores supuestos, los clásicos hicie-
ron uso de otros menos simplificadores y sí más realistas, tales como:

1) Que el trabajo era el único factor que generaba valor en la producción de


los bienes económicos.
2) Que la movilidad de los factores productivos era “perfecta” en el inte-
rior de cada país y “nula” o imperfecta entre países.
3) En el comercio interior como exterior operaba casi en forma automá-
tica la teoría cuantitativa del dinero.*
4) De acuerdo con la teoría clásica, a corto plazo las economías tienden a
funcionar a niveles de ocupación plena, de tal modo que para lograr un
incremento en el producto nacional hay que transferir recursos de las ac-
tividades menos productivas a las de mayor eficiencia o productividad.
5) Que las economías de libre empresa tendían siempre a una situación de
equilibrio como lo normal en ellas y que en todo caso los posibles desequi-
librios no eran permanentes o estructurales, sino de carácter temporal y
de origen friccional.
6) Hicieron suya la famosa “ley” de Juan Bautista Say, la cual sostenía que
“toda oferta crea su propia demanda”.

* Según Keynes, la teoría cuantitativa del dinero se explica de la manera siguiente: Todo

incremento de dinero en circulación provoca directamente un incremento en el nivel de


precios, pero bajo condiciones de ocupación plena.

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TEÓRICOS DE LA ECONOMÍA CLÁSICA

Adam Smith

Economista autodidacta escocés (1723-1790), considerado por muchas co-


rrientes de opinión como el “padre de la ciencia económica”, aunque no en el
sentido de haber sido el primero en presentar estudios y principios sobre la ma-
teria o en haber escrito amplios tratados sobre la economía política, puesto que
antes de él ya lo habían hecho Antoine de Montchrétien, en su libro Traité
d’économie politique, publicada en 1615, Françoise Quesnay (1694-1774), con su
principal obra Tableau économique, publicada en 1758, sino por haber hecho un
trabajo de unidad temática y haber sistematizado el estudio de la economía de
manera interesante y a la vez comprensible, al grado de que su obra principal
titulada An inquiry into the nature and causes of the wealth of nations, publicada en
1776, llegó a ser durante muchos años el libro de cabecera de varios estadistas
europeos. Además hay que reconocer el sentido de la oportunidad demostrado
por Smith al haber escrito su obra cuando Inglaterra estaba en uno de sus me-
jores momentos, o sea bajo el hecho histórico que se conoce como revolución
industrial, lo que lo obligaba a romper con las teorías mercantilistas a ultranza, que
postulaban un proteccionismo desmedido y a promover en cambio la libertad
de comercio y la no intervención del Estado en las economías nacionales.
Smith, aparte de postular, en efecto, la filosofía del individualismo y el libe-
ralismo económico, empezó por tratar de destruir, junto con David Hume,
ciertas falacias de los mercantilistas, tales como la de equiparar la riqueza de las
naciones con los metales preciosos y la teoría de la balanza comercial favora-
ble. Por ejemplo, sobre el primer aspecto, haciendo objeto de sarcasmo a los
mercantilistas-metalistas, llegó a exponer en su libro lo siguiente:

Los hombres no desean el dinero por el dinero mismo, sino por lo que pueden
comprar con él. Se dice que las mercancías consumibles se destruyen pronto, mientras
que el oro y la plata son de naturaleza más duradera, y, si no fuera por esta exporta-
ción continua, se podrían acumular durante siglos como aumento increíble de la ri-
queza real del país. Por consiguiente, se pretende que no hay nada más perjudicial que
el cambio de mercancías tan duraderas por aquellas tan perecederas. Sin embargo, no

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consideramos desventajoso el comercio que consiste en cambiar la ferretería inglesa por
los vinos de Francia y, sin embargo, la ferretería es una mercancía duradera, y si no fuera
por su continua exportación, también podría acumularse durante siglos con increíble
aumento de las cacerolas y cubos del país.4

Respecto al párrafo anterior, Smith no tenía toda la razón, pues no es lo


mismo el oro y la plata, que son metales preciosos y que hacen las veces de
dinero y éste como acumulador de valor, que el hierro, cobre o níquel, de los
que están hechos los utensilios de cocina. Sin embargo, ello revela, pues, lo
enconado de la confrontación teórica e ideológica entre el mercantilismo a
ultranza y el liberalismo económico, propio de fines del siglo XVIII.
Conviene aclarar, sin embargo, que Adam Smith no se limitó a desacre-
ditar la validez de determinadas tesis mercantilistas, sino que hizo importantes
aportaciones a la teoría económica y a la filosofía del individualismo o del
laissez faire. Para este autor ya no es el Estado el centro de atención princi-
pal que se encuentra por encima y más allá del interés de los individuos. Al
Estado —según Smith— se le asigna sólo el papel de árbitro, que establezca
las leyes y que vigile el orden público, en tanto que el individuo debe bus-
car su bienestar libremente de acuerdo con las leyes del mercado. La libertad
en todos los órdenes que postularon los fisiócratas, el padre de la ciencia
económica la enfatizó sobre el individuo en su relación económica con la
sociedad en que vive, y sustenta que:

Como todo individuo pone el máximo empeño en emplear su capital en el mante-


nimiento de la industria doméstica y en dirigirla de tal manera que su producto sea del
mayor valor posible, todo individuo trabajaba naturalmente para que el dividendo
anual de la sociedad sea el mayor posible. Es verdad que, por lo general, no intenta
promover el interés público ni sabe en qué medida lo está promoviendo. Al preferir
el apoyo a la industria nacional al apoyo a la extranjera, sólo pretende conseguir una
ganancia personal, y en este caso, como en muchos otros, va llevado por una mano
invisible a la consecución de un fin que no formaba parte de sus designios. Para la
sociedad no es siempre dañoso que tal fuera el caso. Al perseguir su interés personal,
promueve a menudo el de la sociedad más eficazmente que cuando intenta en reali-

4 Adam Smith, The wealth of nations, Editorial Everyman, Londres, 1776.

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dad promoverlo. Nunca he sabido que quienes fingen comerciar en pro del bien
público hayan hecho mucho bien. En realidad es sólo un fingimiento, no muy habi-
tual entre comerciantes, y basta emplear muy pocas palabras para disuadirles de él.5

En una palabra, Smith, como promotor del individualismo y del liberalismo


del siglo XVIII, se opuso abiertamente a lo que ahora en estos tiempos se da en
llamar la rectoría económica del Estado, que procura el bienestar colectivo, como
la contraparte del afán de ganancia sin límites de la empresa privada, propia del
sistema capitalista ortodoxo, que desde entonces venía funcionando más o
menos fielmente hasta desembocar en la crisis financiera y económica de
1929-1933, que junto con otros factores, dieron origen a lo que se ha denomi-
nado régimen de economía mixta, que bajo un enfoque más profundo y realis-
ta del sustentado por el mercantilismo, se implantó a partir de los años treinta
prácticamente en todo el mundo capitalista y que en estos últimos años los
gobiernos de Estados Unidos de Norteamérica y de Inglaterra, en convención
teórica y de intereses con la corriente de pensamiento de la Universidad de
Chicago, principalmente en la persona de Milton Friedman, tratan de sepultar
para dar nuevamente impulso a un liberalismo económico a ultranza con un
matiz monetarista, siguiendo, pues, los cánones clásicos de los siglos XVIII y XIX.
En el tomo I de su tratado La riqueza de las naciones titulado “De las causas
del adelantamiento y perfección en las facultades productivas del trabajo, y del
orden con que su producto se distribuye naturalmente entre las diferentes cla-
ses del pueblo”, Smith estudia precisamente con mayor profundidad las razo-
nes que hacen del trabajo la fuente principal de riqueza de las naciones, y en el
primer capítulo afirma que:

el punto cardinal de la vida económica es que la producción de riqueza puede realizarse


mejor mediante una adecuada organización del trabajo, explicando sus ventajas en
razón de la gran destreza que adquiere con ella cada trabajador, el ahorro de tiempo
del constante cambio de ocupación y el estímulo a la invención a que, inevitablemen-
te, da lugar e ilustra el consiguiente incremento en la capacidad productiva del trabajo
con el conocidísimo ejemplo de la fabricación de alfileres.6

5 Ibidem.
6 J.M. Ferguson, op. cit.

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En materia de comercio internacional, Adam Smith sustentó la tesis de que
éste se realizaba debido a la división internacional del trabajo, como consecuen-
cia de la especialización, originada por la diferente dotación de recursos natu-
rales, de capital, de mano de obra y de tecnología. Esto es, sostenía que el factor
básico que determinaba el comercio entre países estaba dado “por las venta-
jas que se derivan de la división internacional del trabajo”. Este principio co-
mercial de Smith está expresado en forma muy clara en el siguiente párrafo de
su libro: La riqueza de las naciones:

Algunas veces las ventajas naturales que posee un país por encima de otro en la produc-
ción de determinadas mercancías son tan grandes que todo el mundo está de acuer-
do en que es inútil luchar contra ellas. En Escocia se pueden cosechar muy buenas uvas
mediante el empleo de cristales de invernaderos, y de ellas se puede obtener un buen
vino con un gasto aproximado de treinta veces superior a aquel que costaría obtener
uno igual de bueno en el extranjero. ¿Sería razonable la ley que prohibiera importar
todos los vinos extranjeros con el solo objeto de fomentar la producción de vino tinto
y borgoña en Escocia? Y si fuera evidentemente absurdo dedicar a un empleo treinta
veces más capital y trabajo del país del que sería necesario para una cantidad igual de
las mercancías deseadas de países extranjeros, también lo será, no tan evidente, pero
sí de la misma clase, dedicar a un empleo como éste un treintavo más de cualquiera
de ellos. Que las ventajas que un país tiene sobre otro sean naturales o adquiridas no
importa nada a este respecto. Mientras uno de los países las tenga y otro carezca de ellas,
será siempre más ventajoso para el último comprar del primero que producir para sí.
La ventaja que tiene un artífice sobre su vecino que se dedica a otro oficio, no es sino
una ventaja adquirida, y, sin embargo, ambos encuentran más ventajoso comprarse sus
mercancías respectivas que hacer aquello que no pertenece a sus oficios individuales.7

En otra parte de su libro, Smith enfatiza sobre las ventajas de la especiali-


zación, tanto entre los individuos como entre los países, en los siguientes tér-
minos:

Siempre será máxima constante en cualquier prudente padre de familia no hacer en casa
lo que cuesta más caro que comprarlo. El sastre, por esta razón, no hace zapatos para
sí y para su familia, sino que los encomienda al zapatero... Lo que es prudente en el

7 Ibidem.

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gobierno de una familia particular, rara vez deja de serlo en la conducta de un gran
reino... Cuando un país extranjero nos puede ofrecer una mercancía en condiciones
más baratas que nosotros podemos hacer, será mejor comprarla que producirla, dan-
do por ello parte del producto de actividad económica y dejando a ésta emplearse en
aquellas ramas en que saque ventaja el extranjero.8

En seguida expondremos algunas consideraciones sobre los factores que


hacen precisamente de la especialización una de las razones fundamentales del
intercambio comercial de acuerdo con la teoría de Smith.
El primer factor determinante del carácter ventajoso de la especialización en
el comercio internacional radica en la diferente dotación de recursos naturales
entre los países. Por ejemplo, las diferencias de clima, de fuentes hidráulicas y de
fertilidad de la tierra, hacen que se produzcan diferencias en los costos, en los
rendimientos y en los precios de los productos agrícolas. Aún más, hay produc-
tos agrícolas que sólo se cultivan en países tropicales y otros exclusivamente en
climas templado o frío. Asimismo, la explotación minera sólo puede desarrollarse
en los países donde se han descubierto grandes yacimientos de minerales.
El segundo factor que favorece la especialización es el que se refiere a las
existencias de capital acumulado en los diversos países. Es bien sabido que
algunos países, principalmente los europeos, iniciaron hace mucho tiempo el
proceso de acumulación de capital por diferentes medios, incluso a través de
la conquista, de la explotación y del despojo, lo que les permitió, al lado de un
cierto desarrollo tecnológico, ser los primeros en disponer de este tipo de re-
cursos para producir artículos industriales con la consecuente ventaja absolu-
ta o comparativa en el comercio con otros países. Dicho en otros términos,
será más ventajoso para un país producir aquellos artículos en donde se requiera
más capital que mano de obra.
En cuanto a la desigualdad en la distribución de la población económica-
mente activa entre países, como otro de los factores que induce a la especia-
lización, resulta bien claro que, en igualdad de circunstancias, conviene a los
países con una baja densidad de población especializarse en la producción y
exportación de aquellos bienes en donde se requiere menor cantidad de mano
de obra. A la inversa, países con alta densidad de población procurarán pro-

8 Ibidem.

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ducir y exportar preferentemente aquellos bienes que requieran un volumen
relativamente alto de mano de obra, a cambio de los productos de la tierra o
de mayor concentración de capital.
Por último, la tecnología, o know how como dicen los de habla inglesa,
producto de los inventos y del trabajo calificado, también figura entre los fac-
tores que hacen atractiva la especialización y la división internacional del trabajo
entre los países que intercambian mercancías. Aunque teóricamente se reconoce
que a la larga cualquier país puede lograr una mayor capitalización y adquirir las
condiciones técnicas y administrativas para producir cualquier artículo con me-
jores rendimientos, lo cierto es que en un momento determinado se presentan
notorias diferencias en cómo producir los bienes económicos como consecuencia
de la diferente dotación de equipo y de mano de obra adiestrada. A este respecto
es de mencionarse la habilidad de Japón, India y China en la manufactura de
textiles de seda o de algodón; de Estados Unidos en la producción de automó-
viles, aviones y otros bienes de capital; Inglaterra en manufacturas de lana y
motores de propulsión; Alemania en la fabricación de aparatos fotográficos
y ópticos; así como Francia en la elaboración de perfumes y vinos.

Producción por 10 días de trabajo

Unidades Relación interna


Países de cambio antes
Trigo Café del intercambio

Argentina 40 20 2T = 1 C
Brasil 20 40 1T = 2 C
Prod. total
en aislamiento 60 60
Prod. con división
de trabajo 80 80
Ganancia global 20 20

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La tecnología, aunada a la experiencia y al equipo de capital acumulado por
muchos años en algunos de estos países, explica que dispongan de ciertas
ventajas en la comercialización de algunas mercancías a cambio de otras, para
las cuales no han estado tan bien dotados. Cabe aclarar que Smith enfatizó sobre
las diferencias o ventajas absolutas de costos. Éste es el caso cuando dos paí-
ses A y B producen dos mercancías cada uno, sólo que el primero tiene ven-
taja absoluta de costos sobre el segundo en la producción de una de las
mercancías, mientras que el segundo tiene ventaja absoluta de costos sobre el
primer país en la producción de otra mercancía.
Un ejemplo de diferencias absolutas de costos y ventajas de la división in-
ternacional del trabajo es el siguiente:

Producción
Países Costo Total
Trigo Café
Argentina 10 días 20 10
Brasil 10 días 10 20

De acuerdo con el cuadro anterior, Argentina está en posibilidad de dar


2 unidades de trigo a Brasil por algo más de una unidad de café. Por su par-
te, Brasil puede dar 2 unidades de café por algo más de una unidad de tri-
go. De tal manera que ambos países resultan beneficiados, ya que la
productividad o eficiencia de Argentina en la producción de trigo es doble
de la que tiene Brasil y viceversa. Ahora bien, si Argentina y Brasil desplazan
su mano de obra de la producción en la que tienen desventaja y la destinan
a producir el artículo en el que tienen ventaja, la producción conjunta será de
80 unidades en vez de 60, dando por resultado una ganancia global de 20 uni-
dades para ambos países. Y este aumento de la producción equivale a un
aumento de la productividad y ésta como consecuencia de la especialización
y de la división internacional del trabajo.

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Este mismo caso de diferencias absolutas de costos lo podemos exponer
en la forma siguiente:
Conforme al ejemplo anterior, Argentina tiene costos absolutos más bajos en
la producción de trigo, en tanto que Brasil los tiene en la producción de café. En
caso de no haber intercambio entre ambos países, cada uno producirá las dos
mercancías. De ser así, en Argentina 20 unidades de trigo se cambiarían por 10
de café, y en Brasil 10 unidades de trigo por 20 de café. Pero si se inicia el co-
mercio entre esos dos países es de esperarse que Argentina se especialice en la pro-
ducción de trigo y Brasil en la de café. De esta manera Argentina resultará
beneficiada si puede obtener 10 unidades de café por menos de 20 unidades de
trigo, y Brasil si puede obtener (¿o dar?) 20 de café por más de 5 unidades de trigo.
En consecuencia, la relación real de intercambio (eliminación de los decimales)
puede ser entre 10 de café por 6 de trigo y entre 10 de café por 19 de trigo, siendo
la primera ventajosa para Argentina y la segunda para Brasil.
De lo anterior se concluye que cuando haya diferencias absolutas de costos
será ventajoso el comercio internacional, especializándose cada país en producir
la mercancía en donde sus costos sean más bajos o su ventaja mayor. Así pues,
la relación de costos de cada país determinará los límites dentro de los cuales
puede variar la relación de intercambio.
Si incorporamos el uso del dinero, tenemos el siguiente caso de diferencias
absolutas de costos con salario diario:

Trigo Café
Costo Salario Salarios
Países Produc- Costo Produc- Costo
trabajo diario totales
ción unitario ción unitario

Argentina 10 3.00 30.00 20 1.50 10 3.00

Brasil 10 2.00 20.00 10 2.00 20 1.00

En el cuadro anterior, Argentina, aun con un salario más alto, tiene suficiente
ventaja en la producción de trigo a menor costo que Brasil. Con el costo

70
monetario surge cierta relación de intercambio: 10 unidades de café por 6.67
de trigo, ya que 10 unidades de café cuestan 10 pesos y esta cantidad sirve para
comprar exactamente 6.67 unidades de trigo.
Supongamos ahora que se invierte la situación en cuanto a salarios, en don-
de éstos son más elevados en Brasil que en Argentina:

Trigo Café
Costo Salario Salarios
Países Produc- Costo Produc- Costo
trabajo diario totales
ción unitario ción unitario

Argentina 10 2.00 20.00 20 1.00 10 2.00

Brasil 10 2.00 30.00 10 3.00 20 1.50

Bajo estas nuevas condiciones, la especialización y el comercio continuarían


igual, pero se altera la relación real de intercambio, puesto que ahora es de 10
unidades de café por 15 de trigo. Ahora la ventaja es para Brasil, quien obtiene
más del doble del trigo del que obtenía antes por la misma cantidad de café. Así
pues, es fácil saber que tiene la ventaja el país cuyo nivel de salarios está más alto
y esto hace posible que sus habitantes, a la vez que perciben mayores ingresos,
pagan sus compras con la misma cantidad de dinero que la del país más pobre.

David Ricardo

Economista inglés de origen judío (1772-1823), quien enfatizó sobre las ven-
tajas comparativas como la causa fundamental del intercambio de mercancías
entre países.
De conformidad con la teoría de Smith el comercio internacional sólo
es beneficioso cuando un país tiene una ventaja absoluta sobre otro en
la producción de un bien económico y una desventaja absoluta sobre otro
en la producción de otro artículo. Esto quiere decir que si un país es más

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eficiente que otro en todas las ramas productivas ¿no le reportaría beneficio
alguno el comercio? Si este fuera el caso, países como Estados Unidos de
Norteamérica, Alemania o Japón no intercambiarían productos o sus volúme-
nes de comercio serían insignificantes. Más aún, si el nivel absoluto de la eficiencia
productiva fuera el único factor determinante que hiciera lucrativo el comer-
cio entre países, entonces habría en la práctica muy pocos bienes que impor-
tarían estos países, puesto que los podrían producir con mayor eficiencia por
sí mismos.
Fue David Ricardo quien en su obra Principios de economía política y tributación
hizo los correspondientes refinamientos a la teoría de Smith para sostener que
el comercio internacional no dependía únicamente de ventajas absolutas, sino
también de ventajas comparativas.
Para ilustrar mejor este principio de David Ricardo sobre las ventajas com-
parativas, veamos el siguiente ejemplo: Si en una localidad hubiera un destacado
abogado que fuera también un hábil mecanógrafo, ¿se podría pensar que él
mismo escribiría sus trabajos a máquina? Seguramente que no, aun teniendo
ventaja como mecanógrafo sobre todas las demás personas que escriben a
máquina, ya que su capacidad adquirida como abogado le otorga una mayor
ventaja. De manera que en lugar de utilizar su tiempo para escribir a máquina,
racionalmente se dedicará a especializarse y ejercer su profesión de abogado
y emplear a otra persona como mecanógrafa.
Este mismo principio es totalmente aplicable al comercio internacional.
Supongamos que Francia es dos veces más eficiente que Inglaterra en la pro-
ducción de ropa, pero es cinco veces más eficiente en la producción de per-
fumes; siendo este el caso, será ventajoso para Francia especializarse en la
producción de perfumes y adquirir la ropa de Inglaterra. Es fácil concluir que
este procedimiento de intercambio comercial resulta ventajoso para Francia aun
cuando sea dos veces más eficiente que Inglaterra en la producción de ropa,
pero como la ventaja en la producción de perfumes es aún mayor, su ingreso
real total resulta mayor al especializarse en la producción de perfumes en lu-
gar de producir ropa.
En materia de comercio interior, David Ricardo partió de la premisa de que
había una movilidad perfecta de factores productivos en el interior de un país
y nula movilidad de dichos factores entre países, lo que lo llevó a concluir que:
a la larga, las proporciones en que se cambian las mercancías dentro de un país

72
determinado están regidas por sus costos-trabajo”. Pero en cuanto al intercam-
bio de mercancías entre países, éste se debe a la “ley de los costos compara-
tivos”, la cual Ricardo resumió en los siguientes términos: “siempre que dos
países produzcan mercancías a un costo (en trabajo) relativamente diferentes,
será ventajoso para ambos especializarse en la producción de aquellos cuyos
costos sean relativamente más bajos”.
Veamos en seguida un ejemplo de comercio dentro de un país bajo con-
diciones de perfecta movilidad de fuerza de trabajo y capital presentado por
el profesor Ellsworth.9

Paño Queso

Yorkshire 90 días 80 días

Londres 100 días 120 días

Bajo estas condiciones, las dos mercancías se producirán en la localidad


donde sean más bajos los costos en términos de trabajo. En este caso ambas
mercancías se elaborarán en Yorkshire, cuya relación de cambio sería de 1
unidad de paño por 1 1/8 unidades de queso. Londres por su parte trabaja-
ría aquellos cuyos costos-trabajo fueran menores de los de Yorkshire. Por ejem-
plo, podrían ser artículos de ferretería que costaran 60 días de trabajo, contra
80 días en Yorkshire, lo que daría una proporción en el cambio de 1 ½ de
ferretería por 1 de paño o 1 1/8 de queso.
De acuerdo con el supuesto de la perfecta movilidad de los factores pro-
ductivos en el interior de un país, en el ejemplo anterior el trabajo y el capital
tenderían a trasladarse de Londres a Yorkshire en busca de ingresos más altos
que los que allí se obtendrían.

9 David Ricardo, Principles of political economy and traxation, Gunner, 1919, citado por P. T.

Ellsworth, op. cit.

73
Ahora bien, de acuerdo con la experiencia y la realidad de los hechos, aún
dentro de un mismo país los factores productivos están muy lejos de tener
una perfecta movilidad, lo que origina ciertas diferencias en los ingresos per
cápita y en la productividad. Si esto es cierto en un solo país, es aún mayor
la inmovilidad de factores productivos entre países. Por ejemplo, es bastan-
te comprensible que las diferencias de idiomas, de costumbres y el apego a
la tierra de origen sean factores determinantes que obstaculizan o limitan la
movilidad internacional de factores productivos. Aparte de estas restriccio-
nes naturales, se presentan factores de naturaleza un tanto artificial estable-
cidos por los Estados nacionales de acuerdo con sus propios intereses de
política económica. Como resultado de estos obstáculos al libre movimiento
de los factores productivos, principalmente de mano de obra y de capital,
es por lo que unos países son más eficientes que otros en la actividad pro-
ductiva. Y fue precisamente David Ricardo, y no otro investigador, quien
opinó que entre el comercio interior y el exterior se presentaba una situación
totalmente distinta.

La norma que rige el valor relativo de las mercancías en un país no gobierna el valor
relativo de las que se cambian entre dos o más países... La cantidad que Portugal dará
a cambio del paño de Inglaterra no está determinada por las cantidades respectivas de
trabajo dedicadas a la producción de cada uno, como sería el caso si ambas mercancías
se fabricaran en Inglaterra o ambas en Portugal.10

Para dejar más claro este asunto, David Ricardo agregó que: “A este respecto,
la diferencia entre un solo país y muchos se explica con facilidad, consideran-
do la dificultad con que se mueve el capital de un país a otro en busca de
empleo más lucrativo, y la actividad con que pasa invariablemente de una
provincia a otra del mismo país”.11

10 Ibidem.
11 Ibidem.

74
Aplicando el ejemplo anterior al comercio entre dos países, tenemos:

Paño Vino

Portugal 90 días 80 días


Inglaterra 100 días 120 días

Se observa que a los dos países les conviene especializarse: Portugal en la


producción de vino e Inglaterra en la producción de paño, ya que Portugal está
en posibilidad de cambiar su vino, producto de 80 días de trabajo, por paño
inglés, producto de 90 días de trabajo; notándose claramente la ventaja com-
parativa para Portugal, al obtener con un costo de 100 días de trabajo una
cantidad de vino que le hubiera costado producir por sí mismo 120 días.
Las ventajas del comercio entre Portugal e Inglaterra tenderían a ser aún
mayores si en lugar de esperar a operar bajo costos constantes lo hicieran bajo
costos decrecientes, es decir, si los costos por unidad de producción tienden
a disminuir a medida que la producción aumenta. “Por lo tanto, una situación
de costos unitarios decrecientes es una razón nueva e independiente en favor
de la redituabilidad del comercio internacional que está por encima de cual-
quier razonamiento fundado en la existencia de ventajas comparativas”.12
El modelo general de desarrollo de Ricardo: Aparte de haber hecho impor-
tantes aportaciones a la teoría del comercio internacional, tuvo el mérito in-
discutible de haber contribuido a una teoría general sobre el desarrollo
económico, a partir del análisis de la función producción, a diferencia de los mer-
cantilistas, que sólo se ocuparon de la función circulación de los bienes.
En su modelo general Ricardo parte de un conjunto de variables que ac-
túan, según él, a largo plazo. Éstas son: 1) la población, 2) la tasa de be-
neficio, 3) la renta del suelo, 4) los salarios, 5) la acumulación de capital,
6) el precio de los alimentos y 7) la ley de los rendimientos decrecientes
en la agricultura.

12 Sidney S. Dell, Conferencias, CEMLA, México, 1960.

75
Según Ricardo, con estas variables no sólo se determina la producción de
los bienes económicos, sino también la distribución del producto. Congruen-
te con este modelo y con estas variables, Ricardo considera en su análisis a tres
clases sociales: los trabajadores, los terratenientes y los capitalistas industriales.
Los primeros reciben un salario, los segundos reciben una renta y los terce-
ros reciben una ganancia.
Para Ricardo, cada una de estas clases desempeñaba un papel diferente: Los
trabajadores son los únicos creadores del producto social; los propietarios de
la tierra constituyen el sector parasitario y los capitalistas industriales represen-
tan la clase más dinámica del desarrollo económico, en la medida en que de-
dican buena parte de su ingreso a la acumulación de capital.
Con la siguiente fórmula, David Ricardo, siguiendo la tesis original de Adam
Smith, trató de demostrar su postulado de que el trabajo es el que realmente
crea la riqueza de una sociedad: Y=f (K,T,L,S), la cual expresa que el nivel de
ingreso (Y) está determinado por la acumulación de capital (K), por el cultivo
de la tierra (T), por la fuerza del trabajo (L) y por la tecnología existente (S).
Si convenimos en que la cantidad y calidad de los recursos naturales (T) es algo
dado y el capital, así como la tecnología empleada, son en definitiva trabajo
social acumulado en bienes de producción, se obtiene finalmente la fórmula
sintetizada: Y=f (Lw), en donde la w representa la productividad media de la
fuerza del trabajo. Y como dicha productividad está determinada fundamental-
mente por la dotación de capital y por la técnica aplicada, se concluye que en
última instancia es el trabajo humano la fuente del valor y del progreso social.

John Stuart Mill

Economista y filósofo empirista de origen inglés (1770-1858), considerado


como el último de los estudiosos y autores de la economía clásica* . Su más

* De acuerdo con el Diccionario de economía de Arthur Seldon, además de David Hume,

Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill, se incluyen en la lista de economistas clásicos
a Thomas Malthus, Robert Torrens, Nassau Senior, John McCulloch, James Mill, Jeremy
Bentham y John Elliot Cairnes.

76
destacada obra fue titulada Principios de economía política, con algunas de sus
aplicaciones a la filosofía social, publicada en 1848.
Independientemente de que este autor clásico reformó e hizo algunos re-
finamientos a las teorías de Hume, de Smith y de Ricardo, su principal apor-
tación se conoce como “la teoría de la demanda recíproca”, también llamada
“ecuación de la demanda internacional”.
Mill expuso nuevamente el principio ricardiano de los costos comparativos
de una manera más clara. De igual forma explicó con mayor claridad la na-
turaleza de los beneficios que se derivan del comercio internacional. Sobre este
particular, Mill consideró que el principal beneficio o utilidad del intercambio
comercial se deriva del hecho de que los países adquieren mercancías de otros
países que no podrían producir en lo absoluto o sólo a un costo más elevado
y cuestionó la opinión generalizada de que el mayor beneficio del comercio
internacional consiste en disponer de un mercado para las exportaciones de un
país en un momento determinado.
Con sus propias palabras sobre este punto, Mill expuso lo siguiente:

Un extenso mercado para sus productos, un consumo abundante para sus géneros, una
salida para su excedente; tales son las fases en las que se ha acostumbrado designar la
utilidad y conveniencia del comercio con países extranjeros. Esto se comprende fácilmen-
te si tenemos en cuenta que hasta ahora los que hacen y guían la opinión en las cuestio-
nes mercantiles han sido siempre las clases vendedoras. Es ciertamente una reliquia de
la teoría mercantil. La idea de que sólo el dinero es riqueza falleció hace ya tiempo, pero
ha dejado tras de sí una buena parte de su progenie, e incluso el que la destruyó, Adam
Smith, retuvo algunas opiniones a las que es imposible encontrar otro origen. La teoría
de Adam Smith sobre la utilidad del comercio exterior era que ofrecía una salida para
el excedente de la producción de un país y permitía reponer con beneficio una parte del
capital mismo. Estas expresiones sugieren ideas compatibles con una clara concepción
de los fenómenos. La expresión excedente de producción, parece significar que un país
se encuentra obligado a producir las telas o el trigo que exporta; de tal manera que, si
no se necesitara y consumiera en algún otro sitio la parte que no se consume en el país,
ésta se convertiría en pura pérdida, o, si no se produjera, permanecería ociosa la parte co-
rrespondiente del capital, y la masa de producción del país se disminuiría otro tanto. Cual-
quiera de estos dos supuestos serían completamente erróneos. El país no produce un
artículo exportable en mayor cantidad de la que necesita para su propio consumo por-
que está obligado a ello, sino como la forma más económica de abastecerse de otras cosas.

77
Si se le impidiera exportar este excedente, cesaría de producirlo, y no podría ya importar
nada, porque no podría dar un equivalente a cambio; pero el trabajo y el capital que habían
estado empleando en producir con vistas a la exportación, encontrarían empleo en
producir aquellos objetos que antes se traían del extranjero; o, si algunos de ellos no pu-
dieran producirse, en producir sucedáneos de los mismos.13

Hay que aclarar que en la Ley de los costos comparativos se proporciona-


ba, en efecto, una base para determinar en qué mercancías era lucrativo comer-
ciar, pero no se fijaban las proporciones en el intercambio de mercancías. Y es
que David Ricardo

supuso que la cantidad de mercancías producidas en cada uno de los países era cons-
tante, usando como variable el costo en días de trabajo. Así, su exposición está hecha
en términos de costos comparativos. Mill, en cambio, supone como constante el costo-
trabajo, usando como variable la producción de las dos mercancías en los dos países.
Su exposición está hecha en términos de ventaja comparativa o efectividad relativa del
trabajo.14

Es por eso que para subsanar esta deficiencia, Mill elaboró su “teoría de la
demanda recíproca”, que se explica con el siguiente ejemplo, similar al de
Ricardo:

Tela de lana Tela de lino

Inglaterra 10 15
Alemania 10 20

Bajo estas condiciones, es indudable que el comercio resulta provechoso para


Inglaterra, si por 10 unidades de tela de lana puede obtener algo más que 15
unidades de tela de lino. Asimismo, Alemania tendrá ventaja comparativa si puede
adquirir 10 unidades de tela de lana por algo menos que 20 de tela de lino.

13 John Stuart Mill, Principios de economía política, FCE, México, 1942, libro III, cap. XVII.
14 P.T. Ellsworth, op. cit.

78
De acuerdo con Ellsworth,

Mill empieza su estudio del problema suponiendo que la proporción es de 10 de


lana por 17 de lino. Esta relación será estable, siempre y cuando las necesidades
inglesas de lino y las alemanas de paño sean de una magnitud tal que las exporta-
ciones de ambas mercancías basten exactamente para pagarse unas a otras. Esta
condición se cumplirá cuando las exigencias de cada país alcancen un múltiplo co-
mún de la relación de intercambio: Por ejemplo, cuando Inglaterra compre 1000 x
17 = 17000 unidades de lino y Alemania 1000 x 10 = 10000 unidades de paño. Pero
supóngase que a la relación de 10 por 17, Inglaterra sólo desde 800 por 17 unida-
des; entonces, a ese precio o relación de cambio Alemania sólo puede obtener 800
x 10 unidades de paño. Para obtener las 2000 unidades adicionales de paño que
suponemos que necesita, habrá que ofrecer una relación de intercambio más favora-
ble, por ejemplo, 18 de lino por 10 de paño. En esa proporción Inglaterra podría
comprar 900 x 18 de lino, mientras que la demanda de Alemania , a lo que ahora
equivale a un precio superior, podría bajar a 900 x 10 de paño, punto en que los en-
víos de las dos mercancías bastarán de nuevo exactamente para pagarse unas a otras.15

Según Torres Gaytán, “la equivalencia en valor de las importaciones con el de


las exportaciones es una condición indispensable para el equilibrio o es el equilibrio
mismo, y éste se alcanza cuando las exigencias de cada país alcanzan un múltiplo
común de la relación real de intercambio”.16 Esto mismo se puede expresar con
la fórmula del múltiplo común a partir de la ecuación de la demanda recíproca:

Pa x Qa = Pb x Qb

Qa Pb
=
Qb Pa
En donde:
P = precio
Q = cantidad
a y b = mercancías

15 Ibidem.
16 Ricardo Torres Gaytán, op. cit.

79
De las igualdades anteriores se derivan las siguientes ecuaciones:

cantidad que se ofrece de a


= al precio de b en términos de a
cantidad que se ofrece de b

Asimismo:
cantidad que se ofrece de b
= al precio de a en términos de b
cantidad que se ofrece de a
De tal manera que al variar la demanda de cualquier país se alterará la rela-
ción de cambio y si ésta se modifica también se modificarán las cantidades de
mercancías intercambiadas hasta restablecer el equilibrio.
Por lo cual, Mill concluye que dentro de los límites que establecen las con-
diciones de costos comparativos, la proporción o relación efectiva en que se
cambian las mercancías depende de la fuerza y elasticidad de la demanda de
cada país por el producto del otro, o sea, debido a la demanda recíproca.
En sus propias palabras, Mill señala:

Por tanto, puede darse por sentado, que cuando dos países comercian entre sí en dos
mercancías, el valor de cambio de éstas entre sí se ajustará a los gustos y circunstancias
de los consumidores de ambas partes, de tal manera que las cantidades que requiera cada
país de los artículos que importe de su vecino, bastarán exactamente para pagarse
mutuamente.17

En cuanto Stuart Mill introduce en su análisis del comercio internacional los


costos de transporte, más de dos mercancías y más de dos países, sostiene que
no se altera en lo fundamental su principio de la demanda recíproca, el cual
explica de la siguiente manera:
La producción de un país se cambia por la de otros países a los valores
necesarios para que el total de sus exportaciones pueda pagar exactamente el
total de sus importaciones. Esta ley de valores internacionales, no es sino una
extensión de la ley más general del valor, que llamamos la ecuación de la ofer-
ta y la demanda... oferta y demanda sólo es una forma diferente de decir de-

17 Ibidem.

80
manda recíproca; y decir que el valor se ajustará de manera a igualar la demanda
y la oferta es, en realidad, decir que se ajustará de tal manera que iguale la
demanda de una parte con la demanda de la otra.18

David Hume

Este destacado economista, filósofo e historiador escocés, nacido en


Edimburgo, (1711-1776), es considerado también como uno de los cuatro
principales pensadores clásicos, que históricamente antecedió a Smith, Ricar-
do y Mill, puesto que su primera obra titulada Essay of the balance of trade la
publicó en 1741 y la que se considera su principal obra, Principles of political
economy, fue publicada en 1767, diez años antes que The wealth of nations de Smith.
Uno de los méritos de Hume fue haber combatido la teoría mercantilista,
entonces en boga, sobre la balanza comercial favorable y la falacia también de
los mercantilistas de hacer equivaler los metales preciosos con la riqueza mis-
ma. Además, en una brillante labor de síntesis, reunió todos los elementos
dispersos sobre la teoría de las relaciones internacionales de precios. A este
respecto, recogemos aquí el siguiente párrafo textual de Hume:

Supóngase que de la noche a la mañana desapareciesen cuatro quintos de todo el dinero


de Gran Bretaña [...] ¿Cuál sería la consecuencia? ¿No debería bajar en proporción el
precio de todo el trabajo y mercancías [...]? ¿Qué nación podría entonces competir con
nosotros en cualquier mercado extranjero o pretender navegar o vender manufactu-
ras a un precio que a nosotros nos dejara un beneficio suficiente? Por lo tanto, ¿en qué
poco tiempo habría de devolvernos esto el dinero que perdimos y elevarnos al nivel
de todas las naciones vecinas? Y cuando lo hubiéramos alcanzado perderíamos inme-
diatamente la ventaja de la baratura del trabajo y de las mercancías, y la mayor afluen-
cia de dinero se detendría por nuestra abundancia y plenitud.19

Hume enfatizó, de acuerdo con Jacob Viner, sobre el mecanismo autorre-


gulador del comercio internacional en términos de niveles de precios y de

18 Ibidem.
19 David Hume, Essay of the balance of trade, citado por P.T. Ellsworsth, op. cit.

81
balanzas comerciales. Junto con su teoría cuantitativa del dinero expuso las
causas de los movimientos de metálico en relación con los movimientos de los
precios. Ellsworth, siguiendo la teoría de Hume sobre los precios y el movi-
miento de metálico infiere que,

en todos los países los precios están determinados por la cantidad de dinero; los precios
de todos los países son interdependientes —un país de precios bajos puede eliminar
del mercado a un país de precios altos vendiendo más barato—; esta eliminación lle-
vará a una afluencia de metálico al país de precios bajos, subiendo en él los precios y
bajando en el otro país.20

CRÍTICA A LA TEORÍA CLÁSICA

En virtud de que la teoría clásica es más completa y profunda en relación a la


teoría mercantilista, aquélla nos merece ciertamente más respeto y considera-
ción. No obstante, para situar a esta corriente de pensamiento en su justa di-
mensión sobre todo a la luz de los hechos económicos registrados a lo largo
de tres siglos de experiencia capitalista, en seguida intentaremos exponer los
principales cuestionamientos que se le hacen a dicha teoría.

1) La teoría del liberalismo económico —laissez faire, laissez passer— que los
clásicos recogieron originalmente de los fisiócratas franceses se observa
ahora con más claridad que no es aplicable en todos los países ni en to-
dos los tiempos. El librecambio postulado por los clásicos en la segunda
mitad del siglo XVIII correspondió a un momento histórico en que Ingla-
terra era ya el país industrial más avanzado del mundo, gracias, entre otros
factores, a la revolución industrial encabezada principalmente por dicho
país, y desde luego también por el desarrollo de su flota naval.

• Cuando Adam Smith condenaba la reglamentación gubernamental del comer-


cio y abogaba por el librecambio, de hecho estaba facilitando a Inglaterra la
justificación lógica de una política íntimamente ligada a sus propios intereses.

20 Ibidem.

82
El ataque al proteccionismo lanzado por Smith y más tarde por Ricardo, coinci-
día totalmente con los intereses de los industriales ingleses, quienes deseaban
costos nacionales de producción más bajos y la apertura de mercados en el
exterior.21

Entonces, una de las condiciones sine qua non para aplicar una política de
libertad comercial es haber alcanzado un cierto nivel de desarrollo indus-
trial y por consecuencia una auténtica capacidad real de exportación.
Desafortunadamente, este no es el caso de muchos países del mundo
capitalista dependiente y subdesarrollado.
Cuando cambiaron esas condiciones favorables para Inglaterra, por ejem-
plo, cuando se independizaron de ella las trece colonias de Norteamérica
y por otra parte surgieron nuevos países industriales en Europa, ese mis-
mo país empezó a dejar de ser libre cambista, al grado de que ya en los
años de la gran depresión económica mundial de 1929 a 1933, recurrió
nuevamente a la implantación de medidas proteccionistas aduaneras y a
otros tipos de restricciones. De manera que la estafeta del librecambio la
recogió en su momento oportuno Estados Unidos de Norteamérica,
cuando este país ya reunía también condiciones de expansión económi-
ca a través del comercio exterior. Pero, asimismo, hay estudios que
demuestran fehacientemente que esta antigua colonia inglesa, en una
primera etapa, fincó su desarrollo económico, al igual que Alemania, en
el proteccionismo, y que finalmente, gracias a ello, pudo afianzar y con-
solidar su independencia política.
2) Los clásicos postularon el liberalismo económico en general y el libre
cambio en el comercio exterior, bajo el supuesto de competencia perfecta
y de un mercado también competitivo en el interior de cada país, tanto
de mercancías como de factores productivos. Al respecto, diremos que
en el siglo XIX, quizá se dieron las mejores condiciones de libre compe-
tencia, pero ya no en el siglo XX, cuando surgen y proliferan los monopo-
lios nacionales y transnacionales. Al grado de que a la fecha ningún país
capitalista opera en condiciones de libre competencia o bajo una economía
de mercado completamente, por la existencia cada vez mayor de los mo-

21 Signey S. Dell, op. cit.

83
nopolios ya mencionados, como por la intervención del Estado para
regular y conducir más racionalmente la actividad económica nacional,
sobre todo a partir de los años 30, debido precisamente a los efectos per-
niciosos de la crisis de 1929 a 1933, propia del sistema capitalista ortodoxo.
3) La teoría clásica partió del supuesto simplista de que todos los países es-
taban en la misma posibilidad de comerciar bajo condiciones de igualdad
y de libre competencia, cuando lo normal en el sistema capitalista es pre-
cisamente lo contrario. En definitiva, está probado que la libertad de comer-
cio no opera entre países con desarrollo económico desigual, salvo que se
quiera favorecer a los países que ya de por sí tienen mayor ventaja compa-
rativa y de esa manera se propicie una mayor concentración de la riqueza
en unos cuantos países, en detrimento de la mayoría de naciones subdesarro-
lladas. Esto sería diferente si en realidad se busca con el comercio exterior
una mayor justicia económica internacional, principalmente con base en la
cláusula de la nación más favorecida.
4) La tesis de la división internacional del trabajo y la especialización que pro-
pugnaron los clásicos ignoró o pretendió ignorar la dinámica del cambio
socioeconómico. Esta concepción estática contradice los postulados mo-
dernos del desarrollo económico, que persiguen una mayor industrializa-
ción y en general una mayor diversificación de la estructura productiva.
El hecho de que un país tenga una desventaja comparativa en un momento
determinado no quiere decir que no pueda superar esta situación más
adelante con la disposición de mayores y mejores recursos productivos,
incluso, en un momento determinado un país puede pasar de una situa-
ción de desventaja comparativa a una ventaja comparativa, sobre todo
cuando se trata de las llamadas industrias jóvenes o incipientes.
5) Ahora bien, le diferencia en la dotación de recursos naturales, que origi-
nalmente puede dar a un país una ventaja comparativa, con las nuevas
tecnologías se pueden producir sustitutos sintéticos u otro tipo de suce-
dáneos, lo cual hace que la teoría de la especialización en la producción y
en el comercio exterior resulte cuestionada o ineficaz.
6) Además, la teoría clásica de la división internacional del trabajo y de la
especialización va en contra de las legítimas aspiraciones de los países
subdesarrollados, de superar su situación tradicional de ser productores
de materias primas para pasar a ser productores también de artículos

84
industrializados, que junto con un mayor desarrollo tecnológico aceleren
su proceso autónomo de acumulación de capital y con todo ello una
mayor independencia económica, que es uno de los objetivos torales en
todo sano desarrollo económico y social.
7) Uno de los supuestos demasiado simplistas, del cual partieron los teóri-
cos clásicos, fue el de considerar el intercambio comercial entre sólo dos
países, con sólo dos mercancías y bajo costos constantes, cuando la rea-
lidad del comercio exterior en todos los tiempos ha sido y es su multila-
teralidad, con participación de muchos productos y bajo costos variables.
8) Finalmente, uno de los aspectos más cuestionables de la teoría clásica es
el de haber supuesto el nivel de ocupación como algo dado. Es decir, con-
sideraron que bajo condiciones de libre competencia y a cualquier nivel
de ocupación se podía llegar a la óptima utilización de los recursos pro-
ductivos y de esa manera alcanzar una mayor productividad y producción,
cuando está probado históricamente que esto no se da en una economía
capitalista de libre empresa, en donde lo normal es que siempre hay
desempleo crónico e involuntario y también desperdicio de recursos
productivos.

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