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LA II REPÚBLICA: EL GOBIERNO PROVISIONAL

El 14 de abril de 1931 se proclama la II República española, constituyéndose al mismo tiempo


un gobierno provisional que fue presidido por el conservador Niceto Alcalá Zamora. Se trataba de un
gobierno de concentración que reunía a las principales fuerzas políticas del momento. Este nuevo
gobierno debía afrontar los principales problemas del país y encontrar una solución urgente para aquellas
cuestiones que no podían demorarse más. Al mismo tiempo, se estableció una convocatoria electoral a
Cortes Constituyentes para el 28 de junio de ese mismo año. Así, los tres focos de actuación prioritarios
del nuevo gobierno fueron:

- Solucionar la cuestión agraria, el mal reparto de tierras y el paro rural. Para ello se
nombró ministro de Trabajo a Francisco Largo Caballero del PSOE, que se decidió a emitir
dos decretos consecutivos, el primero, de Laboreo Forzoso, obligaba a los grandes
propietarios a poner en cultivo todas sus tierras. El segundo, llamado de Términos
Municipales, obligaba al propietario a contratar únicamente a jornaleros del municipio
dónde se ubicaban las fincas. De esta forma Largo consigue mitigar el paro rural, al
aumentar las tierras de cultivo y evitar los bajos salarios agrícolas, ya que al verse forzados
los propietarios a contratar solo trabajadores locales se fomenta la negociación salarial.
- Eliminar a los militares golpistas del ejército para evitar que conspiren contra el nuevo
gobierno. Cuando Manuel Azaña (Acción republicana, luego llamada Izquierda
Republicana) es nombrado Ministro de la Guerra, saca a la luz dos decretos inmediatamente
consecutivos. En el primero se obligaba a todos los militares españoles a jurar fidelidad al
nuevo sistema republicano; el segundo establecía que aquellos profesionales del ejército
cuyas convicciones políticas les impidieran jurar fidelidad a la República, pudieran retirarse
voluntariamente conservando sueldo y honores militares. Así Azaña pretendía establecer una
especie de pacto entre caballeros que le diera estabilidad al nuevo régimen. La medida,
como se comprobó posteriormente, fue un auténtico fracaso ya que muchos golpistas juraron
bandera (entre ellos el propio Franco).
- Mejorar el sistema educativo. El país presentaba una seria deficiencia en cuanto a recursos
formativos, tanto en enseñanza primaria como secundaria. El ministro de Educación,
Marcelino Domingo (Partido Socialista Radical), sacó 7.000 plazas de maestro y proyectó la
construcción de 6.500 nuevas escuelas, al tiempo que intentó fomentar el arte y la cultura en
el medio rural a través de las llamadas Misiones Pedagógicas (La Barraca de Lorca, fue una
de las más conocidas).

No obstante el nuevo régimen sufre una fuerte inestabilidad ya desde sus orígenes. Son muchos
los grandes propietarios que deciden sacar su dinero de España, dejando al país con una grave falta de
liquidez. Además, la coyuntura internacional (fascismos, crack del ´29), tampoco era la más deseable.
Pero sin duda lo peor sucede dentro de nuestras fronteras: el problema catalán y la cuestión religiosa
pondrán en jaque a la República desde sus orígenes.

Ya el mismo 14 de abril, Francesc Maçià había proclamado en Barcelona la República Catalana,


dentro del marco de una supuesta Federación Ibérica a todas luces inexistente. Perder el potencial
económico, cultural y humano que suponía Cataluña, hubiera sido una herida mortal para el nuevo
régimen, por lo que Niceto Alcalá Zamora se ve obligado a negociar con Maçià a través de varios de sus
ministros, que viajan hasta Barcelona y consiguen que los catalanistas abandonen la idea de
independencia a cambio de la promesa de aprobar un estatuto de autonomía para Cataluña lo antes
posible.

Más complicada aún fue la inestabilidad política que surgió a raíz de la quema de conventos y
edificios religiosos en Madrid durante los días 10 y 11 de mayo de 1931. Los atentados se atribuyeron a
los militantes anarquistas, y aunque hubo detecciones, la quema de edificios se extendió a otras
comunidades durante esos días (especial virulencia en Málaga). Finalmente las quemas cesan pero la
República queda muy dañada, acusada por los sectores más tradicionalistas de ser incapaz de mantener el
orden público.

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