Asimismo, en la Edad Media, de modo similar a la Edad Antigua (contexto histórico en el cual
vivió Aristóteles), estaba presente un “sentido jerárquico” el cual no solo justificaba la vasta
propiedad de los nobles por sobre las tierras, sino que también legitimaba que la iglesia católica
sea una gran latifundista en esta época. Esta noción de jerarquía se ve expuesta en una cita de
Marsilio de Padua, quien escribe que:
“Por pueblo, dijo, hubiese sido conveniente entender la universalidad de los ciudadanos, pero
como entre estos también hay que considerar a los niños, los idiotas, los maleantes y las mujeres,
quizá podía llegarse de una manera razonable a una definición de pueblo como la parte mejor de
los ciudadanos” (Marsilio, 1932: 64).
De la misma forma, tal noción de jerarquía justificaba que los campesinos trabajen la tierra de
los latifundistas de modo que, si a los primeros se les concedía una parcela de tierra como
propiedad privada (otorgándoles un estatus superior al resto), les sea imposible heredarla a su
descendencia, prolongando así el poder del latifundista por sobre los siervos, es decir,
consolidando esta noción jerárquica en tanto el noble siempre retiene la propiedad al final. Una
pregunta personal sobre el tema, es la fundamentación de la iglesia para poseer tantos territorios.
Considero que no fue bien vista, desde otros estamentos, que una entidad como la iglesia, la cual
predica un dogma basado en la Biblia, acumule tanto poder y avale que tal poder también lo
tuvieran ciertos nobles, a sabiendas de la situación de esclavitud de los siervos que vivían en
tales terrenos.
En segundo lugar, es importante denotar que, para Aristóteles, la comunidad necesita estar
conformada a partir de ciertas leyes que rijan el orden de la misma, de modo que esta pueda
orientarse hacia un fin. El estagirita esboza una definición de los individuos que componen esta
sociedad en tanto “consta ser el hombre animal político o civil muy más de veras que las abejas”
(Aristóteles, 1934: 15). Esta característica de zoon politikon que le otorga al hombre tiene sus
bases en el lenguaje, en tanto este sirve para “demostrar lo que es provechoso y lo que es
perjudicial y, por la misma razón, lo que es justo e injusto” (Aristóteles, 1934: 16). Por otro lado,
considera que todo individuo que conforma tal sociedad, la compone como una, de la misma
forma como cada uno de ellos se distinguen por sus propias facultades. Pero, entre estos, el
primero que los unió en comunidad “fue autor de los mayores y mejores bienes” (Aristóteles,
1934: 17). A partir de este preámbulo, Aristóteles, en La Política, toca temas referentes a la
Economía y a la Propiedad. En primer lugar, es importante destacar que, en la visión político-
económica aristotélica, es legítima la existencia de siervos (esclavos) y de hombres libres,
justificando esto a partir de la condición que se le otorga al hombre desde el nacimiento. Destaca
también que los individuos que pertenecen a la familia, pertenecen también al Estado, por lo que
es necesario que la educación de los hijos y mujeres este en armonía con la organización política.
Esto quiere decir que el que es capaz de prever con la mente es naturalmente señor según la
naturaleza, así como el que puede ejecutar tales previsiones es súbdito por naturaleza de modo
que tanto el señor y el esclavo tienen ambos los mismos intereses.
Sobre la propiedad, Aristóteles postula que la propiedad es una parte integrante de la familia, de
modo que es un mero instrumento de la existencia en tanto la riqueza es una porción de
instrumentos y la propiedad es para el uso o la vida (el vivir bien). Sobre esto, considera que
existen instrumentos vivos e inertes que son propiedad del hombre libre; por ejemplo, al siervo lo
considera como una alhaja viva (Aristóteles, 1934: 20), es decir el esclavo sirve para facilitar los
actos que se refieren al uso. Cabe destacar que todas estas alhajas, son instrumentos de obrar.
Sobre esto, considera que “es mejor obra la que se realiza por los que son mejores, y donde uno
rige y el otro es regido”. Asimismo, establece un símil para legitimar la existencia de hombres
libres y siervos, de modo que establece una relación con el alma que rige y el cuerpo que
obedece en tanto “el alma sobre el cuerpo tiene mando de señor” (Aristóteles, 1934: 22). Así,
concluye que el querer mandar por igual es perjudicial para los individuos.
Por otro lado, en la Edad Media, está presente de manera implícita una dialéctica de amo y
esclavo, (es decir, el siervo medieval), que se contrasta al modelo antiguo en tanto este es ahora
considerado como persona y no como propiedad. El cristianismo no permite esto, por lo que no
existe propiedad sobre las personas. Esto quiere decir que, en la práctica, los siervos realmente
son esclavos puesto que no pueden defenderse por sí mismos, sino que requieren de la protección
del latifundista en tanto no cuentan con armas para defenderse. Considero, sobre esto, que no
existe una mejoría o evolución en lo que respecta al tema de esclavitud, puesto que en una
sociedad regida por una religión que predica la igualdad entre los hombres como es el
cristianismo, es inadmisible, en mi opinión, tales diferencias sociales abismales que ponen en
una desventaja tremenda a los siervos.
Por otro lado, Aristóteles considera que la propiedad privada está fundada en la naturaleza
humana: por ejemplo, en el hombre, tanto el amor a sí mismo, al dinero y a la propiedad se
relacionan a un afecto natural a la propiedad privada. Así, existe otra manera de posesión, a la
cual Aristóteles denomina como el “arte de adquirir dineros” que designa las riquezas y
posesiones la cual tiene su base en la permutación de las cosas de una manera natural ya que
“unos hombres estaban más provistos que otros” (Aristóteles, 1934: 33) de modo que su utilidad
recae en el hecho de suplir lo que escasea para el mantenimiento natural y nace conforme a la
razón, deviniendo de esta actividad después el uso del dinero.
La propiedad en la Edad Media, tal como se vio en clases, se basaba en el Derecho de poseer
cosas en tanto un individuo podía reclamar un bien como suyo y no de otro, es decir, que le
pertenece a él y es inadmisible que le pertenezca a otro. Este es un derecho que no se puede
disputar entre hombres, una vez que, por ley, se reconoce tal propiedad como suya. Implicaba,
asimismo, una noción de derecho en tanto los bienes reconocidos como propiedad de alguien
debían estar en “derecho de propiedad”. El derecho de propiedad en la Edad Media, era
sumamente importante puesto que, en los primeros momentos de este periodo, el invierno era “el
gran temor europeo”, en tanto condicionaba a los aldeanos (principalmente a los siervos) a
obtener los recursos necesarios como grano y otros bienes para poder sobrevivir a tal clima, ya
que, si no los conseguían, era seguro que morirían. Esto implicaba una necesidad de parte de los
siervos a tener acceso a bienes de consumo que les permitan protegerse del frio. Sobre esto,
considerando tales necesidades, y tomando en cuenta el poder de la iglesia en ese entonces,
opino que tal entidad debió enfocarse en el bienestar de todos los individuos por igual, evitando
muertes por hambre o frío en tanto tales individuos eran iguales ante los ojos de Dios. Marsilio,
por ejemplo, afirma que “Cristo no quiso que los apóstoles tuviesen dominio y mando, y por eso
parecía sabio que los sucesores de los Apóstoles fuesen aliviados de todo poder mundano y
coactivo” (Marsilio, 1932: 201).
Siguiendo a Aristóteles, por otro lado, el “arte de adquirir” consiste en el dinero en tanto otorga
riquezas a quien lo practica concluyendo que es similar al arte es la Economía en tanto refiera al
arte de “sacar dineros, no de cualquier manera, sino contratando con el dinero” (Aristóteles,
1934: 35). Una parte útil en este arte refiere a tener experiencia en lo que se refiere a la posesión,
distinguiendo las cosas más provechosas y convenientes para obtener el debido provecho
(Aristóteles, 1934: 39). Sobre esto, Aristóteles opina que, en la Economía, “todas las riquezas,
por necesidad, han de tener su término y su límite” (Aristóteles, 1934: 36). Entonces, concluye
que la economía tiene un fin diverso que “el arte de adquirir”, el cual se orienta únicamente a
acrecentar el dinero sin término ninguno mientras que la natural Economía considera lo que
corresponde al mantenimiento con “codicia limitada”. Por lo tanto, se debe condenar la usura, ya
que es un modo de adquisición nacido del dinero mismo, al cual no se da el destino para que fue
creado. Critica, asimismo, que “los hombres convierten todas las artes en ganancias, como si este
fuese el último fin” (Aristóteles, 1934: 37).
Finalmente, sobre los autores medievales, cabe destacar que existe en sus obras una
preocupación por la ética de la formación de precios, como se denota en las obras de la
escolástica. De esta manera, es importante para estos, analizar los mecanismos reales del
mercado. En mi opinión personal, hay evidencia en la lectura de la Política, en la que Aristóteles
trata de encontrar una ética en la formación de precios, como, por ejemplo, cuando critica el
monopolio, definiéndolo como injusto en tanto implica la existencia de un solo vendedor a un
mercado; sin embargo, considero que no consigue su acometido, por lo menos en la lectura del
primer libro.
En conclusión, es importante denotar la diferencia principal en estos dos periodos, la cual se basa
en el hecho de un supuesto abandono de la esclavitud formal, en tanto el siervo no era más
esclavo, sino libre, aunque en la práctica no haya sido respetada tal premisa. Asimismo, sobre la
propiedad privada relacionada a las cosas inertes, considero que ambas épocas se asemejan en
tanto a lo referente a la compra y venta de las mismas y a los derechos sobre ellas, destacando
que, en la Edad Media, este mercado permitió la formación de una nueva clase social, la
burguesía. Así, es importante también destacar que, en la Edad Media, la noción de propiedad
está íntimamente relacionada con las ideas de Derecho y Economía, mientras que en la
Antigüedad más que todo se relacionaba con la de Economía.
BIBLIOGRAFÍA
ARISTÓTELES
1934 La Política. Traducción de Pedro Simón Abril. Ediciones Nuestra Raza, Madrid.
MARSILIUS VON PADUA
1932 Defensor Pacis, bajo el cuidado de R. Scholz, Hahs Buchhandlung, Hannover.