El romanticismo tiene importancia histórica no sólo como movimiento artístico y cultural
sino además como visión de mundo crítica de la modernidad y del capitalismo. A pesar de ser producto de la propia modernidad y de expresar cierta nostalgia por un pasado idílico encarnado en la Edad Media, esta concepción del mundo también permite cuestionar los valores del presente que promueve el capitalismo como sistema ontológico (reificación, individualismo, miseria planificada, etc.) pero con una perspectiva de transformación de cara al futuro, en ocasiones de forma utópica, a partir de la revisión del pasado desde perspectivas historiográficas o filosóficas, además de artísticas, como por ejemplo la obra de W. Benjamin. Por su esencia anticapitalista, el romanticismo se postula como una concepción del mundo alternativa, destacando la subjetividad del individuo pero no de forma competitiva o egoísta, sino en armonía con el grupo social que conforma una comunidad y como ser pensante y ejecutor de su realidad. A su vez, por esta posición frente al capitalismo, esta visión de mundo se mantiene vigente en el tiempo, más allá de sus manifestaciones culturales específicas y a pesar de su nostalgia melancólica y utópica, permite pensar que el mundo en el que vivimos no ha sido así siempre, ni que el sistema económico social en el que estamos insertos no es natural ni el único posible.
2 Revolución industrial ¿qué la permitió?
La Revolución se desarrolla en Inglaterra a partir de lo que Marks denomina "coyuntura",
es decir un conjunto de condiciones objetivas que se conjugan en un determinado espacio y tiempo. Los factores que determinaron el desarrollo industrial fueron por un lado, la política imperial británica que inició en India y el monopolio de su industria textil alrededor de 1750. La diferencia de precio y calidad de las fibras indias, obligó a la industria textil inglesa a mirar hacia el Nuevo Mundo. En el Caribe, las colonias británicas se basaban en plantaciones de azúcar con mano de obra esclava, por lo que se convirtieron en el mercado perfecto para los textiles, al mismo tiempo que proveían fibra de algodón a un bajo precio. Al mismo tiempo, la disponibilidad de yacimientos de carbón, generó una incipiente industria de este elemento y la excavación profunda para encontrarlo y extraerlo posibilitó la aparición de la máquina a vapor. Este adelanto tecnológico generó una nueva de energía motriz con el motor a vapor, que posibilitó el ferrocarril que a su vez, con su expansión reducía los costos de transporte y provocaba más demanda de carbón, hierro y acero, generando una dinámica continua de desarrollo industrial. A su vez, la máquina de vapor fue aplicada a la industria textil, desarrollando nuevos telares mecánicos que aumentaron la producción exponencialmente y transformaron el espacio de trabajo en fábricas. La producción en masa de textiles y el desarrollo de las industrias de carbón, acero y ferrocarriles retroalimentó el imperialismo británico en la búsqueda de nuevos mercados y dio impulso a un nuevo sector económico, el sector financiero.
3 Enumere en forma de balance de las revoluciones de 1848 y en condiciones en que
políticas en que queda Europa.
El balance de las revoluciones de 1848 es negativo. Tan rápido como estallaron se
extinguieron. La causa de su fracaso fue la misma que le dio su fuerza. Los movimientos revolucionarios, más allá de las particularidades geográficas, tenían en común los componentes en conflicto. Ya no se trataba del enfrentamiento entre un régimen antiguo y fuerzas modernizadoras, sino de una revolución social frente a la defensa del orden. La preponderancia de socialistas y comunistas en la dirección de los movimientos y sobre todo las barricadas de París levantadas por obreros, alertó a los moderados que frente a la amenaza de una transformación política y social se volvieron conservadores. La burguesía ya ocupaba lugares de poder y no estaba dispuesta a perderlos en manos del proletariado, ya había dejado de ser una fuerza revolucionaria. En Francia, los sectores pobres fueron los que pusieron el cuerpo en las calles y a pesar de las barricadas fueron masacrados. En Italia los sectores moderados que se levantaron, fueron derrotados y la dirigencia de liberación nacional pasó a los radicales, quienes compartían el miedo de los moderados de la revolución social. Mazzini, principal líder de estos, detestaba el socialismo y defendía la propiedad privada. El caso de Hungría es particular . Este país constituía una entidad política más o menos unificada. Estaba gobernado por la aristocracia magiar, de manera centralizada y unitaria. Los radicales levantaron al pueblo magiar en contra del gobierno, sin embargo, la revolución fue aplastada por el ejército ruso, por lo que su fracaso no se debió a condiciones internas, sino a una fuerza extranjera (Rusia) que quiso evitar el "contagio". A pesar de su derrota, las revoluciones de 1848 dejaron consecuencias profundas. La idea de gobernar con el pueblo se hizo patente y la democracia como alternativa al absolutismo desterrado definitivamente, demostró ser más que útil para conservar el incipiente orden burgués.
4 Democracia y movimiento obrero hasta 1914, problematice.
A partir de la Revolución industrial, la estructura social se modificó gracias a la
reconversión de los artesanos y campesinos en obreros industriales especificamente urbanos. Si bien, este proceso se ve a fines del siglo XVIII, sus manifestaciones políticas se hacen sentir con fuerza a fines del XIX y principios del XX. La organización obrera se acelera en dos períodos, en el decenio que va de 1880 a 1890 y a partir de 1905 a 1914. Sin duda en Europa, los protagonistas de la organización obrera fueron los socialistas, que después de la Primera Internacional, desplazaron a los anarquistas e impulsaron la concepción de única clase, el proletariado entre los trabajadores manuales. Las ideas principalmente marxistas, encontraron fácil recepción entre los explotados por sus premisas simples y voluntad de cambio. Sin embargo, el optimismo experimentado por los líderes de los partidos socialistas sobre la decadencia del capitalismo y las condiciones objetivas para la revolución social fueron exageradas. Si bien, los partidos contaban con cierta fuerza dentro de los estados europeos y consiguieron reformas como el voto universal, el intarnacionalismo homogeneizador se veía dificultado por la identidad o pertenencia de los obreros a una rama de actividad, a un culto religioso y a la pertenencia nacional. Lo que generaba integración o diferencia hacia dentro de “la clase obrera” eran estos aspectos, impidiendo una verdadera revolución a gran escala. Otro aspecto a considerar en la lucha política de los trabajadores es que las organizaciones obreras como sindicatos o cooperativas estaban subordinadas al partido socialista. Esta cooptación, sin eliminar formas de expresión alternativas, delimitaba los objetivos a la participación en los comicios, o por lo menos ponía mucha expectativo en ello. Esto llevó a que los propios partidos socialistas no fueran homogéneos, con ideólogos más radicales que planteaban la toma del poder a partir de la revolución y aquellos moderados que no miraban tan hacia adelante a una nueva sociedad, sino que propiciaban mejoras en las condiciones de los obreros a través de reformas parlamentarias. Estos últimos terminaron por posicionarse como cabeza del movimiento obrero cuando en 1914 estalló la Gran Guerra y se hizo evidente que el nacionalismo era una fuerza superior a la clase obrera universal. La excepción la encarnaría la revolución bolchevique de 1917, que en definitiva quedaría aislada del resto de Europa. En definitiva, los partidos socialistas si bien lograron organizar a la clase obrera bajo consignas de transformación social, su propio derrotero en la democracia burguesa y las condiciones ideológicas previas al ideario socialista impidieron una revolución internacional que derribara el capitalismo.