¡Señor, Dios de los niños, qué admirable es tu Nombre en
toda la tierra!
Hoy, nosotros los padres, acompañando a nuestros hijos
reconocemos que su vida es un regalo que tú nos has dado, te agradecemos el habernos concedido ser padres de ellos. Hoy son ellos los que te alaban y en su alabanza vemos tu fuerza y tu amor contra todo mal.
¡Señor, Dios de los niños, qué admirable es tu Nombre en
toda la tierra!
Junto a ellos, con su corazón de inocencia y de fe,
contemplamos el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado. Y te damos gracias por toda la naturaleza que nos rodea, la que has puesto en nuestras manos para que la cuidemos y la cultivemos
¡Señor, Dios de los niños, qué admirable es tu Nombre en
toda la tierra! En su pequeñez de niños piensan en tu grandeza y nosotros también nos preguntamos: ¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano, para que lo cuides? Sólo tu amor nos hace grandes en la pequeñez, sólo tú nos haces encontrar el sentido de la vida.
¡Señor, Dios de los niños, qué admirable es tu Nombre en
toda la tierra! Nos has hecho a nosotros y a nuestros hijos poco inferiores a los ángeles, nos has coronado de gloria y esplendor; nos has dado dominio sobre la obra de tus manos, todo lo has puesto a nuestro servicio: todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes; las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los senderos de las aguas. ¡Señor, Dios de los niños, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! Te bendecimos por esta comunidad, por todos los que nos acompañan en esta celebración, todo es gracias a ti, sin ti no somos nada. Te alabamos con la vida de nuestros hijos, con la gracia de tu evangelio aprendido por ellos en las catequesis, con la Iglesia que los quiere y los cuida. ¡Señor, Dios de los niños, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!