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Padre Luis María

padreluis@gmail.com
Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Bievenidos queridos hijos y queridas hijas:

Jesús nos invita a caminar con Él, y con los Doce.


Quiere mostrarse a nosotros, quiere enseñarnos a
reconocerlo, y también a conocernos a nosotros mismos.
Cada una y cada uno de nosotros, junto a los Doce somos
invitados a una verdadera aventura: entrar en la intimidad y
en el corazón del “hijo del hombre”, Cristo Jesús, Hijo de
Dios y Salvador.
Al igual que los Doce seremos sorprendidos por el Mesías,
que al revelarnos su alma y su divinidad, nos revelará
nuestra propia intimidad.
Su sorprendente debilidad, su aparente derrota, nos mostrará
el verdadero rostro de Dios y el sentido profundo de nuestra
vida.
¡Ánimo! De la mano del Salvador, caminemos junto a los
Doce, hasta la cruz.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

En el evangelio de San Marcos el tema dominante es la presentación de Cristo


Jesús como “Mesías Crucificado”.
Este está construido en dos grandes secciones y un centro.

En la primera sección están contenidas las manifestaciones del poder de Cristo


Jesús. Junto a estas acciones del Mesías, está un tema fundamental en este
evangelio: la llamada a los discípulos a participar con Él de su misión. Las
palabras y las acciones de Jesús despiertan el rechazo de los fariseos y de los
maestros de la Ley, quienes deciden terminar con Él.

La segunda sección está dedicada principalmente a sus apóstoles. Estos son


invitados a reconocer el modo de ser Mesías de Jesús. Este está contenido en los
tres anuncios de la pasión, y las invitaciones a vivir según el nuevo modo de vida
que brota de esta pasión de Cristo. Esta sección termina con, el rechazo radical
de los fariseos y maestros de la ley, que finalmente lo condenan a muerte. Jesús
pide a sus discípulos la compañía en su hora más amarga, pero estos finalmente
lo abandonan.

Nuestra atención se centrará en la segunda sección del evangelio, particularmente


en los relatos que abarcan los tres anuncios de la Pasión
Los temas de este cuadernillo serán los siguientes:

1. La confesión de fe de Pedro. Toda la vida cristiana está contenida en la


permanente pregunta de Cristo Jesús a nosotros: ¿quién dicen ustedes que
soy Yo?. ¿Cuál será nuestra respuesta?

2. Pedro rechaza el anuncio de la Pasión y Jesús lo reprende. La imagen


de Dios que nos muestra Cristo Jesús está muy lejos de la imagen que
nosotros nos hacemos de Dios.

3. La transfiguración. En el secreto de la amistad, Cristo Jesús manifiesta su


intimidad maravillosa: “es el Hijo de Dios”. Pero la esconde hasta la
resurrección.

4. ¿Quién es el más importante?. Jesús enseña, que todo hombre es el


destinatario de su misión, y de la misión de los Doce.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

5. Matrimonio y divorcio. A medida que se rebaja la imagen de Dios, se va


pierde a Dios mismo, y al hombre. Es indispensable volver siempre al
principio, a Dios mismo.

6. El hombre rico. Los mandamientos no bastan para la perfección. La


máxima perfección consiste en venderlo todo por amor a Jesús.

7. Nosotros lo hemos dejado todo. El mayor gozo consiste en seguir a


Jesús, y hacer de Él nuestra fuente de vida y de esperanza.

8. Tercer anuncio de la Pasión. Los detalles corresponden a una


descripción de todos los aspectos de la pasión. Jesús quiere preparar a sus
discípulos para entrar en ella.

9. Petición de Santiago y de Juan. Beberán mi cáliz, recibirán mi bautismo.


Compartir el misterio, la muerte y la vida de Jesús en toda su amplitud y
profundidad.

10. Entre ustedes, el que quiera ser grande deberá servir a los demás.
Como el Hijo del hombre que vino a dar su vida por una multitud.
La experiencia de Cristo Jesús: el servicio hasta dar la vida, revela quien es
Jesús, y revela el sentido de la vida del hombre.

11. Curación de Bartimeo.


Los detalles del relato nos muestran el camino del discípulo de Cristo Jesús.
El ciego ve; los que ven están ciegos. Pero Cristo Jesús devuelve la vista a
todo el que quiera ver.

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Por el camino les preguntó: ¿Quién dicen ustedes que soy Yo?

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el
camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los profetas".
"Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".
Pedro respondió: "Tú eres el Mesías".
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Marcos 8,27-30

Jesús salió.... y en el camino les preguntó.

Jesús está caminando con sus discípulos.


Este no es un dato más. Lo veremos varias veces a lo largo de nuestras
meditaciones. Por ahora tengamos presente que Jesús no enseña a sus discípulos
al modo como un profesor enseña a sus alumnos en clase. No están ellos
sentados en una sala delante de alguien que les está hablando. Van caminando
con Jesús.
Contemplemos este modo de enseñar que usa Jesús. A Jesús se le conoce
caminando, compartiendo nosotros su vida, y Él mismo nuestra propia vida.
Entrando Él en nuestra historia y nosotros en la Suya.

¿Quién dice la gente que soy yo?

Jesús pregunta a sus discípulos por lo que la gente dice de él. Y los discípulos
responden a nombre de la gente.
Si caminamos junto a Cristo Jesús no solo nosotros le haremos preguntas, sino
que le damos a Él la posibilidad de preguntarnos. Y cuando nos pregunta, pide
nuestra respuesta. Estas preguntas y respuestas deciden el sentido de nuestra
vida, deciden nuestras mentas y nuestros valores.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros Elías, alguno de los profetas.

Los nombres que se da a Jesús son muy importantes.

Lo más extraordinario de Juan Bautista. era su modo de hablar; el valor que tenía.
¡Cómo remece la conciencia de Israel! Y ni siquiera tiene miedo de llamar a la
conversión al mismo rey Herodes. Todo Israel está pendiente de sus palabras.

Elías, el más grande de todos lo profetas de Israel. Admirable por sus palabras y
por sus obras. Solo por indicar algunas de sus acciones: lo vemos desafiando a
cuatrocientos profetas del ídolo Baal; lo vemos cerrando el cielo para que no
llueva durante tres años.; lo vemos caminando cuarenta días por el desierto; y por
el mismo desierto llevado en “carros de fuego” al cielo.

La gente compara a Jesús con estos dos personajes, o con alguno de lo otros
profetas. ¿Por qué?

Porque las palabras de Jesús son admirables como las de Juan; porque las obras
de Jesús son admirables como las de Elías. La primera respuesta brota de las
palabras que dice, de las cosas que hace. Lo que vemos, lo que oímos.

Así nos fijamos en las “cosas de Jesús”. Y así se parece a los más grandes
personajes divinos del Antiguo Testamento. Parece un enviado de Dios.

"Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?"


Pedro respondió: "Tú eres el Mesías"

Esta es la más importante de las preguntas que hace Jesús a los suyos. Y la
respuesta que demos será la más importante de las respuestas.

Pedro y los once también están sorprendidos por Jesús. Aunque su voz está llena
de fuego, sus palabras son de una ternura nueva, desconocida, tan abismante que
los pecadores quedan “seducidos” por al amor.; los orgullosos quedan
“desnudos” en su corazón, y las multitudes pierden el sentido del tiempo, están
como embobadas por las palabras de este Mesías.

¡Y sus obras! Nadie hizo las cosas que Él ha hecho: perdona pecados, llama con
tanta autoridad, se pone por encima del Sábado y de la Ley; y las ordena al bien
del hombre.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Dios en Jesucristo, quiere entablar un diálogo con cada hombre y mujer, con la
humanidad entera. Este diálogo tiene como motivo revelar el misterio del amor
de Dios y revelar así el misterio del hombre y de la mujer.

Todas las “cosas”, palabras y obras que acompañan esta “conversación” de Dios
con la humanidad son sólo como señales, para ir más adentro.

Pero Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada a nadie.

¡Como una melodía que, en lo mejor, se interrumpe! Como una película que en la
parte más emocionante, se corta.

Esta orden de Jesús, imperativa, terminante, la comprenderemos mejor, a lo largo


de estas meditaciones.
Ahora solo una pista, para no quedar desilusionados: Jesús no quiere ser medido
con medidas humanas. No quiere ser sometido a expectativas mundanas.

Jesús no se contenta con que reconozcamos sus “cosas”, sus obras o sus
palabras. Vuelve a preguntarnos y quiere que nuestra respuesta brote de
MIRARLO A ÉL

Sino caminamos con Jesús, sino compartimos su vida y no dejamos que Él


comparta la nuestra nunca lo podemos conocer. Solo lo vemos hacer cosas, o
decir cosas, y nos quedamos solo con esas cosas.

Pero si vamos junto a Jesús, podremos conocerlo como Él quiere ser conocido.
Sólo así podremos no confundirlo con lo que no es.

A caminar con Cristo Jesús.

Toda la relación de Cristo Jesús con nosotros está contenida en esta pregunta
¿Cuál es tu respuesta?

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Texto sugerido

Discurso del papa Juan Pablo II al inaugurar su pontificado. 22 de


Octubre de 1978, en el Vaticano.

“Hermanos y hermanas: no tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su


potestad. Ayuden el papa y a todos los que queremos servir a Cristo, y con la
potestad de Cristo servir al hombre y a la humanidad entera.

No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo. A su potestad


salvadora, abrid los confines de los estados, de los sistemas económicos, y políticos, y
el vasto campo de la cultura, de la ciudad humana. No tengáis miedo Cristo sabe
lo que hay en el interior del hombre. Solo Cristo lo sabe.

Hoy, el hombre no sabe lo que hay dentro suyo, en lo profundo de su alma, y de su


corazón. Así el destino de su vida en la tierra es incierto. Y lleno de dudas que
puede transformarse en desesperación.

Permitid, os ruego, os imploro con humildad y con fe. Permitid a Cristo hablar al
hombre. Solo Él tiene palabras de vida y de vida eterna.”

Discurso del Papa Juan Pablo II a los jóvenes chilenos en el estadio


nacional en abril de 1987.

¡Jóvenes chilenos: no tengáis miedo de mirarlo a Él!

Mirad al Señor: ¿qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un
profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡mucho más, mucho más!

Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. Jesús es la
palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir
nuestra existencia, cada una de ellas.

Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de El sólo hay oscuridad y muerte.


Vosotros tenéis sed de vida. ¿De qué vida? ¡De vida eterna! Buscadla y halladla en
quien no sólo da la vida sino en quien es la Vida misma. ¡Él!

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Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser
condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con
toda claridad.
Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo:
"¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de
Dios, sino los de los hombres".
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El
que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y
me siga”.
Marcos 8, 31-35

Comenzó a enseñarles claramente.


El Hijo del hombre debía sufrir mucho, ser rechazado, por los ancianos,
los sumos sacerdotes, y los escribas.

Dos palabras llaman la atención del discípulo que se asoma a esta escena:
el Hijo del hombre “debía” sufrir mucho, ser rechazado y morir;
y les hablaba de esto “con toda claridad”.

Jesús quiere enseñar claramente, porque el rechazo, este sufrimiento y esta


muerte “del Mesías” no es sólo un hecho más. Tiene que ver con “el plan de
Dios” y con la respuesta de los hombres.

Pedro lo apartó y le reprendió

El discípulo reprende al Maestro


Contemplamos el “escándalo del Pedro”. No puede aceptar que el “Mesías”, de
quien acaban de reconocer sus obras admirables y sus palabras maravillosas,
“deba” padecer y morir. Es una contradicción.

No debería llamarnos la atención la actitud del apóstol. Porque ninguno de


nosotros habría tenido en sus planes el hecho que alguien tan grande y tan
admirado, tan poderoso en obras y en palabras, deba morir. Ciertamente jamás le
desearíamos la muerte a una persona admirada y amada. Menos aún, si es “el
Salvador”.

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Jesús lo reprendió delante de los discípulos: “Satanás. ¡tus pensamientos


son los de los hombres
y no los de Dios”!

No es solo Pedro el que se resiste. Él es como la voz del grupo. Y por eso Jesús,
volviéndose a los discípulos reprende a Pedro.

No nos apresuremos en juzgar a Pedro. El apóstol no quiere que su Mesías sea


derrotado. Y Jesús le hace ver a él y al resto de los discípulos que ese modo de
pensar es de los hombre y no de Dios. Y que Satanás piensa lo mismo ¡¡¿¿??!!

El mundo al revés. Quizás por que el Mesías de Dios no es igual que el Mesías de
los hombres, es que Jesús “ordenó terminantemente” no decir nada acerca de
que era el Mesías.

Veamos de nuevo. Que el Hijo del hombre sufra y sea rechazado y sea
condenado a muerte y resucite al tercer día, corresponde “al pensamiento de
Dios”. Esta pasión está en lo planes de Dios. ¡¡¿¿??!! Que los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas condenen a muerte al Mesías de Dios está en los
pensamientos de Dios. ¡¡¿¿??!!

No acabamos de entender. Y nos quedamos tan sorprendidos tan escandalizados,


tan mudos como Pedro y los otros discípulos.

El plan de los hombres, es querer ir de victoria en victoria. Y querer imponer a


Dios una imagen más humana de Mesías. Y el demonio entra en ese tipo de
pensamiento. Este el plan de Satanás.

Dios, en cambio, hace suya la derrota, el rechazo y el sufrimiento. El sufrimiento


humano parece que está más cerca de Dios, que la victoria de los hombres. Dios
cuenta con el rechazo; los hombres huyen del rechazo. Por ahora solo un avance:
Cristo Jesús prefiere morir antes que matarnos. Ese es su camino.

Esta imagen de Dios y de su Mesías, el Cristo, solo se puede comprender


haciendo el mismo camino de Cristo: renunciar a Sí mismo, tomar la cruz y
seguirlo. Solo viviendo la experiencia de Cristo se puede “comprender”
vivencialmente el corazón de Dios, los “sentimientos” de Dios, los
“pensamientos” de Dios.

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Palabras del papa Juan Pablo II, en el libro “Cruzando el umbral de la


esperanza” capítulos 10 y 11

Dios ha creado al hombre racional y libre y, por eso mismo se ha sometido a su juicio. La
historia de la salvación es también la historia del juicio constante del hombre sobre Dios.
No se trata solo de interrogantes, de dudas, sino de un verdadero juicio.
...
¿Era necesario para la salvación del hombre que Dios entregase a su Hijo a la muerte en
la Cruz? ¿Podía ser de otro modo?...¿Podía Dios justificarse ante la historia del hombre,
tan llena de sufrimientos, de otro modo que no fuera poniendo en el centro de esa historia
la misma Cruz de Cristo?
...
Dios no es solamente alguien que está fuera del mundo , feliz de ser en sí mismo el más
sabio y omnipotente. Su sabiduría y omnipotencia se ponen al servicio de la criatura. Si
en la historia humana está presente el sufrimiento, se entiende entonces porqué Su
omnipotencia se manifestó en la impotencia de la humillación mediante la Cruz. El
escándalo de la Cruz sigue siendo la clave para la interpretación del gran misterio del
sufrimiento, que pertenece de modo integral a la historia del hombre.
...
Cristo crucificado es una prueba de la solidaridad de Dios con el hombre que sufre. Dios
se pone de parte del hombre.
...
En cierto sentido se puede decir que frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse
impotente. Y puede decirse asimismo que Dios está pagando por este gran don que ha
concedido a un ser creado por Él “a su imagen y semejanza”. Él permanece coherente
ante un don semejante; y por eso se presenta ante el juicio del hombre, ante un tribunal
usurpador que le hace preguntas provocativas
...
la condena de Dios por parte del hombre no se basa en la verdad, sino en la prepotencia,
en una engañosa conjura.¿No es exactamente esta la verdad de la historia del hombre, la
verdad de nuestro siglo?
...
La elocuencia definitiva del Viernes Santo es la siguiente: Hombre, tú que juzgas a
Dios, que lo ordenas que se justifique ante tu tribunal, piensa en ti mismo, mira si no
eres tú el responsable de la muerte de este Condenado, si el juicio contra Dios no es en
verdad un juicio contra ti mismo.

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Este es mi Hijo muy querido. Escúchenlo

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a
un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron
resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi
Hijo muy querido, escúchenlo".
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta
que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de
entre
los muertos". 9,2-
10

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos
solos a un monte elevado.

Jesús se va con sus amigos íntimos a la soledad de un monte elevado.

La imagen está llena de amistad íntima, llena de preocupación personal. No son


todos, son tres. Los mismos tres que están con Jesús en otros momento. Están
solos en un monte elevado, lejos de la gente, lejos de las actividades cotidianas.
Jesús para llevar sus discípulos a comprender en qué consiste su misión de
Mesías, les revela el secreto de su Pasión y les enseña el misterio de Pasión.

Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron


resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría
blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

El resplandor y la blancura de sus vestidos manifiestan la gloria de Jesús, los dos


personajes que hablan con Él son también personajes gloriosos. Moisés: que

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resplandecía en gloria después de hablar con Dios en el monte; Elías: llevado en


carros de fuego, en carros de gloria al cielo.
Si bien estos personajes aparecen junto a Jesús, para dar testimonio de la victoria
de Jesús y de su gloria, también son testigos del destino glorioso de los justos.
Moisés y Elías son testigos del destino de la humanidad en Cristo Jesús.

La gloria de Dios no es sólo de Dios, es también la gloria de los hombres que


viven en Dios. Así en esta escena Cristo Jesús da testimonio de su propia vida
divina, y de la vida en Dios de la humanidad. La victoria de Cristo Jesús es
victoria de la humanidad.

Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres
carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Pedro se asusta de la gloria, queda como “atontado”, y dice una bobada, una
verdadera tontería: tres tiendas. Ciertamente no se da cuenta que lo que
contempla es la Morada Eterna de Dios
Está claro que Pedro no está en la gloria, y que la gloria no es su ámbito. Deben
suceder muchas cosas aún.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz:
"Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".

¡Que ternura infinita la del Padre Dios al hablar de su Hijo Amado! ¡Que fuerza
gigantesca conmovió los cimientos de aquella montaña y del interior de los tres
discípulos! ¡Qué poder habrá salido del corazón divino del Padre, al decir estas
palabras! Y ciertamente, diciendo esto, dijo todo lo que tenía que decir.

La voz del cielo, la voz del Padre Dios hablando a su Hijo desde la nube, que es
símbolo del Santo Espíritu. No tenemos ningún modo de imaginar cómo fue esa
voz. Algunas pistas quizás nos ayuden.

La gloria del Padre Dios es su Hijo Único. Su Hijo en quien se ha dado todo,
entero, de una vez y para siempre. Todo lo que el Padre Dios puede dar, lo ha
dado y nada se ha reservado para Sí. El Hijo de Dios tiene toda su existencia de
esta donación total, entera y sin reservas del Padre Dios. Es el único testigo, el
mayor testigo del Amor de Dios que todo lo dio. En Jesucristo, Dios revela su
amor de Padre y en su Hijo nos revela el modo de ser Padre.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Su revelación está muy lejos de lo que el hombre puede imaginar. Y por eso pide
a los tres discípulos, y todos los hombres que hagan lo más importante que
deben hacer: ¡¡Escúchelo!!

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo


con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto,
hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Todo queda como antes, excepto el corazón de los tres. Tanto que guardaron el
secreto. Se preguntaban acerca de la resurrección porque ciertamente, no podían
imagina lo que esta palabra podía significar

Curiosamente en la vida cotidiana de la Iglesia, tenemos un testimonio


permanente de este “milagro” de la transfiguración: la eucaristía.

En cada eucaristía, Jesús se muestra en su gloria. Pero se muestra oculto a la


mirada del mundo y glorioso a la mirada íntima del creyente. Solo “sus amigos y
sus amigas” podemos “verlo” y participar de esa bondad. Su poder no esta
“disponible” para los hombres que no quieran entrar en su “victoria divina” El
mismo Jesús pone su tienda entre nosotros y entramos en su amistad maravillosa
y escuchamos en Él la voz Dios.

Y se nos revela como Mesías Crucificado, como Mesías oculto al poder del
mundo, como Mesías revelado en la más honda debilidad. Se prolonga
simultáneamente el misterio de su Pasión: Cuerpo de Cristo entregado por
nosotros, y el misterio de su victoria, divina: después de su resurrección.

Es el Mesías crucificado el que nos revela la gloria de Dios y la amistad de Dios.


Aquí en la máxima debilidad Dios nos habla de Sí mismo. Aquí el Padre Dios
nos repite: Este es mi Hijo amado.

En la eucaristía, el Padre Dios se dice todo, entero, de una vez y para siempre en
su Hijo Jesucristo.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

San Juan de la Cruz, Noche activa del Espíritu, capitulo 22

Ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia,
no hay para que preguntarle a Dios de alguna manera, ni para qué Él hable ya ni
responda como antes, porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya
– que no tiene otra -, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no
tiene más que hablar.

Dios ha quedado como mudo ya no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en
partes a los profetas ya lo ha hablado en Él todo, dándonos el Todo que es su Hijo.

Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación,
no sólo haría una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente
en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque podría responder Dios desta
manera diciendo: Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo,
y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los
ojos solo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más
de lo que pides y deseas.

Si pones en Él los ojos hallarás todo lo deseas, que Él es toda mi palabra y respuesta, y
todo anuncio y toda mi revelación. Este es mi amado Hijo en que me he complacido, a él
oíd.Oídle a Él porque no tengo más que revelar ni más cosas que manifestar.
Si quisieses que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo sujeto a mí
y sujetado por amor y afligido y verás cuántas te responde.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Dijo Jesús:
El que recibe a un niño como este a Mí me recibe.

Al salir de allí atravesaron la Galilea;


Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días
después de su muerte, resucitará".
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De
qué hablaban en el camino?"
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero,
debe hacerse el último de todos y el servidor de todos"
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que
me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado"
9,30-37

Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó:


"¿De qué hablaban en el camino?"
Habían estado discutiendo sobre quién era el más grande

Nuevamente el camino. Y en el camino, los discípulos no tenían su interés puesto


en Jesús. En el camino habían discutido acerca de ellos mismos, de quien era el
más importante.
Vemos así, que no sólo Pedro pensaba como los hombres. También los Doce
estaban en la misma.

Jesús les había hablado de nuevo acerca de su pasión, de su muerte. Pero a los
Doce no les interesó esa suerte de su Señor.
Podríamos decir que, mientras Jesús hacía un camino: el de la Pasión, los Doce
iban por otro camino: sus propios intereses.

Esta imagen nos muestra la cruda realidad de un mundo que vive de espaldas a
Dios.

Los Hombres, sin Dios buscan su propia gloria, se buscan a sí mismos y tratan
de imponerse a sí mismos sobre sus hermanos. Queriendo ser cada uno el
primero, desaparece el mundo entero.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Por el contrario Cristo Jesús, y los hombres que viven en Cristo, recorren el
camino de la donación de sí mismos, el camino de la ofrenda de la propia vida en
bien de los demás. El camino de dar la vida para bien de los demás

Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el
primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos"

Las palabras de Jesús nos dan luces si las consideramos en relación a todo lo que
viene diciendo y haciendo.

Volvamos atrás.
Los Doce habían reconocido, como el resto de la gente, que Jesús es grande por
sus palabras como el Bautista; y que es poderoso en sus obras como Elías.
Y Pedro, sacando la conclusión había dicho: Tú eres el Mesías, el que ha venido
de parte de Dios, el que habla de modo admirable, y obra maravillas.

Lo que dicen ciertamente está describiendo a Jesús, pero sólo desde el punto de
las cosas que dice y las cosas que hace. Y ¡claro!, así parece como el primero y el
más grande. Con ese modo de ver estamos lejos del Mesías de Dios, porque toda
su misión no tiene como finalidad decirnos que Dios es poderoso, o que Dios es
admirable. Dios no es el más grande por sus obras, ni por sus palabras. Es el
mayor y el primero porque en su Hijo Jesucristo, se hizo el último y el servidor
de todos.

El más importante no es el enviado, el más importante es aquel a quien servimos.


El servidor está “en medio” de sus discípulos, y les enseña con sus palabras, los
acompaña con su presencia, y les muestra su propio testimonio y estilo de vida.
Este es un estilo que los Doce deben imitar. Así deben vivir ellos: en medio de
los suyos, con sus palabras claras, y con su propio estilo de vida.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos ...abrazándolo

¿Por qué tomó a un niño? El niño que Jesús toma en sus brazos es imagen del
hombre. En ese niño está presente toda la humanidad, cada hombre y mujer,
todo hombre y todo el hombre.
En el niño está inscrita de manera imborrable la imagen de Dios.

En cada uno está presente la imagen y semejanza de Dios. En cada uno y en cada
una está latiendo un hijo y una hija de Dios.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Quien recibe a un hombre, a una mujer, recibe al Hijo de Dios, en su imagen


creada. Y lo recibe para hacer resplandecer en él esta imagen de Dios.

El camino de Cristo Jesús es el camino del hombre. Y este mismo es el camino


de la Iglesia.
Y los discípulos deben seguir el camino del Hijo del hombre, que vino a servir al
hombre.

El Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre, está entre nosotros para servir a cada
hombre y mujer, a toda la humanidad, a todo el hombre.
Y así también, los Doce no pueden hacer otra cosa, sino servir al hombre, a todo
el hombre, a cada hombre.

Después que el Padre Dios ha pronunciado Su Palabra, el Hijo de Dios ha


venido, de parte de Dios a abrazar a la humanidad.
El abrazo de este niño es imagen de lo que el Padre Dios hace con todo hombre
y mujer, con cada hombre y mujer, con todo el hombre: inteligencia, afectos,
fuerzas.
El hombre y la mujer son por Dios y para Dios. Sin Dios toda relación humana
se transforma en opresión. En Dios aprende el hombre el sentido de la vida:
servir, dar, darse uno mismo.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

De la constitución acerca de la misión pastoral de la Iglesia en el mundo


de hoy.”Gaudium et Spes” n° 24

Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan
una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido creados a
imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y para poblar toda
la haz de la tierra (Act 17,26), y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es,
Dios mismo.

Por lo cual, el amor de Dios y del prójimo es el primero y el mayor mandamiento. La


Sagrada Escritura nos enseña que el amor de Dios no puede separarse del amor del
prójimo: ... cualquier otro precepto se resume en esta sentencia: Amarás al prójimo como
a tí mismo ... El amor es el cumplimiento de la ley (Rom 13,9-10; cf. 1 Io 4,20). Esta
doctrina posee hoy extraordinaria importancia a causa de dos hechos: la creciente
interdependencia mutua de los hombres y la unificación asimismo creciente del mundo.

Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también
somos uno (Io 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una
cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en
la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura
terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si
no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás

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Padre Luis María
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.

Después que partió de allí, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del
Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre,
les estuvo enseñando una vez más.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta
cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?"
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse
de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la
dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una
sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido" 10,1-
19

Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre,


les estuvo enseñando una vez más.

Otra vez se puso a enseñarles


Salió, partió. Imágenes del camino que hace Jesús. La gente lo sigue y Jesús se
detiene a enseñarles. A eso ha venido, a enseñarles.

Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta


cuestión:

¡Qué distinta es la actitud de estos!


Lo prueban, lo desafían, piensan mal, quieren deshacerse de Él. Veremos más
adelante qué significa esto en la vida de los cristianos.

¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?


Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón
de ustedes.

A medida que se va rebajando la imagen de Dios, se va perdiendo a Dios mismo,


y al hombre en su grandeza y belleza.

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Padre Luis María
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Va quedando muy claro que el corazón humano a medida que se aleja de Dios se
endurece, se hace incapaz de amar.

Sin Dios, el amor del hombre queda sometido a las debilidades humanas y pide
atenuaciones, rebajas. En fin, lejos del Cristo Jesús, el amor se desfigura y se va
transformando en egoísmo. Y el corazón se hace débil para sobrellevar las cargas,
la cruz y los sufrimientos y la muerte. Y transformado en egoísmo, exige pruebas
al amor, le pone trampas, lo desafía. Ya no cree en el amor, ya no puede creer ni
confiar ni amar.

Sin Dios el corazón del hombre se envilece, y se endurece, y las relaciones se


hacen amenazantes, agresivas y violentas. Cada uno se defiende a sí mismo. Los
amores del hombre que se aleja de Dios son adulteración del Amor.

Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.

Solo volviendo al “principio”, solo sumergiéndose en Dios, el corazón del


hombre y de la mujer puede superar su propia debilidad e incapacidad.

En Dios el hombre aprende a escuchar al amor, aprende a dejarse llevar por


Dios. Dios mismo se hace dueño del corazón y lo saca de su debilidad. Infunde,
llena, empapa el corazón de Su Modo Divino de amar. Y lo hace capaz de creerlo
todo, soportarlo todo, disculparlo todo, perdonarlo todo. En Dios el corazón del
hombre y de la mujer se hacer capaz de soportar los sufrimientos, las
persecuciones, las flaquezas y las traiciones propias de la vida.

En Cristo Jesús, el corazón es arrebatado del egoísmo y plantado en el Amor, en


Cristo Jesús el corazón es liberado del capricho y ama con todo su ser, se entrega
con generosidad y con prontitud. En definitiva, en Cristo Jesús, el hombre y la
mujer, aprenden a amar, porque están sumergidos en el Amor que es Dios
mismo.

En Dios, principio y fundamento del hombre y la mujer, los afectos se ordenan


para darse al otro, para entrar en el otro, para llegar a ser uno en el otro, para
perderse en el otro. Se hace capaz de dar hasta la propia vida.

Esposos, amen a sus esposas, como Cristo amó a su Iglesia, y dio su vida por ella.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino
una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.

Esta es la plenitud del amor: vivir en el otro, darse al otro, buscar en todo el bien
del otro.

Sin Dios,
el corazón se vuelve sobre sí mismo,
y ciego,
no ve más que a sí mismo, y
todo lo ordena para su propio capricho.
Así, todo y todos, se convierten en “cosas”, y
dejan de ser personas, y
nace el infierno

En Dios,
el corazón aprende a amar,
y viendo,
aprende a reconocer a cada persona
en su belleza, en su valor, en su bondad.
Y todo lo ordena
para bien de la otra persona, y
se convierte en persona
capaz de conocer, amar y servir, y
se abren las puertas del Reino de los cielos.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Carta del papa Juan Pablo II a las familias, n°11 (1994).

El Concilio, al afirmar que el hombre es la única criatura sobre la tierra amada por
Dios por sí misma, dice a continuación que él « no puede encontrarse plenamente a sí
mismo sino en la entrega sincera de sí mismo ». Esto podría parecer una contradicción,
pero no lo es absolutamente. Es, más bien, la gran y maravillosa paradoja de la
existencia humana: una existencia llamada a servir la verdad en el amor. El amor hace
que el hombre se realice mediante la entrega sincera de sí mismo. Amar significa dar y
recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino sólo regalar libre y recíprocamente.

La entrega de la persona exige, por su naturaleza, que sea duradera e irrevocable. La


indisolubilidad del matrimonio deriva primariamente de la esencia de esa entrega: entrega
de la persona a la persona. En este entregarse recíproco se manifiesta el carácter esponsal
del amor. En el consentimiento matrimonial los novios se llaman con el propio nombre: «
Yo, ... te quiero a ti, ... como esposa (como esposo) y me entrego a ti, y prometo serte fiel...
todos los días de mi vida ». Semejante entrega obliga mucho más intensa y profundamente
que todo lo que puede ser « comprado » a cualquier precio. Doblando las rodillas ante el
Padre, del cual proviene toda paternidad y maternidad, los futuros padres se hacen
conscientes de haber sido « redimidos ». En efecto, han sido comprados a un precio
elevado, al precio de la entrega más sincera posible, la sangre de Cristo, en la que
participan por medio del sacramento. Coronamiento litúrgico del rito matrimonial es la
Eucaristía —sacrificio del « cuerpo entregado » y de la « sangre derramada »—, que en
el consentimiento de los esposos encuentra, de alguna manera, su expresión.

Cuando el hombre y la mujer, en el matrimonio, se entregan y se reciben recíprocamente


en la unidad de « una sola carne », la lógica de la entrega sincera entra en sus vidas. Sin
aquélla, el matrimonio sería vacío, mientras que la comunión de las personas, edificada
sobre esa lógica, se convierte en comunión de los padres. Cuando transmiten la vida al
hijo, un nuevo « tú » humano se inserta en la órbita del « nosotros » de los esposos, una
persona que ellos llamarán con un nombre nuevo: « nuestro hijo...; nuestra hija... ». « He
adquirido un varón con el favor del Señor » (Gén 4, 1), dice Eva, la primera mujer de la
historia. Un ser humano, esperado durante nueve meses y « manifestado » después a los
padres, hermanos y hermanas. El proceso de la concepción y del desarrollo en el seno
materno, el parto, el nacimiento, sirven para crear como un espacio adecuado para que la
nueva criatura pueda manifestarse como « don ». Así es, efectivamente, desde el principio.
¿Podría, quizás, calificarse de manera diversa este ser frágil e indefenso, dependiente en
todo de sus padres y encomendado completamente a ellos? El recién nacido se entrega a los
padres por el hecho mismo de nacer. Su vida es ya un don, el primer don del Creador a la
criatura.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres.


Después, ven y sígueme

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le


preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los
mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud"
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y
dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos
bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para
los ricos entrar en el Reino de Dios!"
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo:
"Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:
"Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero
no para Dios, porque para él todo es posible".
10,17-27

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él

Jesús ve caminando, y el hombre se acerca corriendo.


¿No es como una fotografía de nuestro tiempo?
Jesús en el camino, y un hombre lo detiene.

Arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para


heredar la Vida eterna?

A quemarropa le lanza la pregunta. Está ansioso


Debe llamarnos la atención el modo de considerar la vida eterna: algo que se
puede “heredar”, algo que se puede tener. Una cosa que se puede “adquirir” de
algún modo.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

La mentalidad del hombre rico se nota hasta en el modo de pensar en el cielo. Y


esto es lo que “pide” a Jesús.

Tú conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no


robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu
padre y a tu madre.

La pregunta de Jesús es “mañosa”. Sólo considera seis de los mandamientos. Y


omite los tres primeros. No es que se halla olvidado. Sino que quiere llevar al
hombre a una experiencia de profunda conversión.

Todo lo que aquel hombre ha hecho hasta ahora está al alcance de su mano,
depende de su capacidad. Es como “portarse bien”. Los mandamientos parecen
estar al alcance del hombre, pero no son suficientes en el camino de la
perfección. Pero hay más, mucho más.

Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así
tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme

Venderlo todo, darlo a los pobres, seguir a Jesús, son la aplicación y la


consecuencia de los tres primeros mandamiento: Amar a Dios sobre todas las
cosas, santificar a Dios, no usar a Dios.

Lejos de Cristo Jesús, la misma ley de Dios se convierte en una herramienta


humana, que no tiene más fruto que la obras humanas. Y en este ámbito todo se
puede justificar hasta la propia riqueza.

Lejos de Cristo Jesús,


hasta la misma imagen de Dios se trastoca,
y se convierte en un ídolo
que hasta justifica las propias injusticias.

Lejos de Cristo Jesús


el hombre no sabe ver
el sentido final de sus acciones,
y considera el bien o el mal
según su propia medida.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Así, el hombre rico, tenía anhelo de vida eterna, pero no era capaz de ver que su
modo de vida era un impedimento para verla y alcanzarla.

¿Por qué venderlo todo?


Porque por el camino de la solidaridad el hombre descubre el real valor de las
cosas y las pone en su verdadero orden.

¿Por qué seguir a Jesús?


Por que es el modo real de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y
con todas las fuerzas. Y amar al prójimo como a sí mismo.

En Cristo Jesús, se ordena toda la vida, y todas las capacidades. Todo los bienes y
todas las cualidades adquieren un nuevo color: el color de la donación, del color
de ser para darlos, el color de dar vida.

En Cristo Jesús
se aprecia el valor de la vida, y la justa medida de las cosas.
En Cristo Jesús
todos los bienes aparecen en su recto valor
y en su justa finalidad: dar vida a los pobres.

En Cristo Jesús
Aparece Dios mismo,
y aparece el hombre y la mujeres
en su belleza y grandeza original.

A Jesús solo se le puede amar si se lo sigue, si nos entregamos a Él. Él es nuestra


riqueza, Él es nuestra vida.

El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía


muchos bienes.

El hombre se fue triste, y Jesús también quedó triste. Triste el hombre porque no
pudo “obtener” lo que pedía. Quedaba “vacío” porque el maestro bueno no le
dio lo que pedía Su corazón, oscurecido por la riqueza, no podía ver la grandeza
que se le ofrecía.
Jesús quedó triste porque nada podía hacer para arrebatar del hombre ese anhelo
de poseer, porque nada podía hacer Dios contra la libre decisión del hombre de
rebajarse hasta la altura de sus riquezas.

25
Padre Luis María
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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Y se quejó tristemente de su creatura:

Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico
entre en el Reino de Dios

El escándalo de los Doce tiene su explicación en que se pensaba que las riquezas
eran signo de la bendición de Dios. ¿Quién puede salvarse entonces?

Jesús ha crucificado la mentalidad del mundo y ha puesto un nuevo modo de ver


la vida.

Ese modo nuevo es “caminar con Él, seguirlo a Él, venderlo todo por Él”. No es
el hombre el que puede imponer el valor de la vida. Es Dios mismo quien ha
dado al mundo su valor, y el mundo tendrá valor solo si está ordenado al amor.

La escena se desarrolla desde el entusiasmo del hombre que corre hacia Jesús, a la
tristeza y la decepción. Y va desde la sorpresa hasta el asombro de los discípulos.
Nuevamente la “abismante” diferencia entre el pensamiento de los hombres, y el
plan de Dios.

La salvación, la vida en plenitud, la grandeza del hombre y la mujer no se


alcanzan por el esfuerzo de cada uno. Son posibles solo en Dios, solo por Dios.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Citar al carta del papa Juan Pablo II a las familias, n° 13

...La civilización del amor, con el significado actual del término, se inspira en las
palabras de la constitución conciliar Gaudium et spes: «Cristo... manifiesta plenamente el
hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación». Por esto se puede
afirmar que la civilización del amor se basa en la revelación de Dios, que «es amor»,
como dice Juan (1 Jn 4, 8), y que está expresada de modo admirable por Pablo con el
himno a la caridad, en la primera carta a los Corintios (cf. 13, 1). Esta civilización está
íntimamente relacionada con el amor que «ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5), y que crece gracias al cuidado
constante del que habla, de manera tan sugestiva, la alegoría evangélica de la vid y los
sarmientos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en
mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto» (Jn 15,
1).

..Sin embargo, no hay verdadero amor sin la conciencia de que Dios «es Amor», y de que
el hombre es la única criatura en la tierra que Dios ha llamado «por sí misma» a la
existencia. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, sólo puede «encontrar su
plenitud» mediante la entrega sincera de sí mismo. Sin este concepto del hombre, de la
persona y de la «comunión de personas» en la familia, no puede haber civilización del
amor; recíprocamente, sin ella es imposible este concepto de persona y de comunión de
personas. La familia constituye la «célula» fundamental de la sociedad. Pero hay
necesidad de Cristo —«vid» de la que reciben savia los «sarmientos»— para que esta
célula no esté expuesta a la amenaza de una especie de desarraigo cultural, que puede
venir tanto de dentro como de fuera. En efecto, si por un lado existe la «civilización del
amor», por otro está la posibilidad de una «anticivilización» destructora, como
demuestran hoy tantas tendencias y situaciones de hecho.

...El utilitarismo es una civilización basada en producir y disfrutar; una civilización de


las «cosas» y no de las «personas»; una civilización en la que las personas se usan como si
fueran cosas. En el contexto de la civilización del placer, la mujer puede llegar a ser un
objeto para el hombre, los hijos un obstáculo para los padres, la familia una institución
que dificulta la libertad de sus miembros.

...La familia contemporánea, como la de siempre, va buscando el «amor hermoso». Un


amor no «hermoso», o sea, reducido sólo a satisfacción de la concupiscencia (cf. 1 Jn 2,
16) o a un recíproco «uso» del hombre y de la mujer, hace a las personas esclavas de sus
debilidades. ?No favorecen esta esclavitud ciertos «programas culturales» modernos? Son
programas que «juegan» con las debilidades del hombre, haciéndolo así más débil e
indefenso.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido

Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".
Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y
hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde
ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas,
madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro
recibirá la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".
10,28-31

Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido".

Es el final del diálogo con el hombre rico. Y la sensación que nos quedó de ese
encuentro de fue un asombro abismante.

Pedro y los Doce sí lo han dejado todo, han seguido a Jesús. Han dejado todo lo
que para ellos era fuente de afectos, esperanza y seguridad para el futuro:
hermanos y hermanas, padre y madre, hijos, y campos y trabajo.

Están al lado opuesto del rico, que no quiso dejar nada. Y si el rico se fue triste,
los apóstoles están “perplejos”.

La respuesta de Jesús a Pedro nos da luces a nosotros también:

Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y
padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este
mundo

La Buena Noticia no es solo una sabiduría nueva. Ni tampoco es una actividad


nueva. El Evangelio es, por encima de todo, una persona: JESÚS.
Y el modo de vida de esta novedad es el trato de amistad, de entrega confiada y
de intimidad, con Jesús, en persona.

El evangelio está destinado primeramente al hombre y a la mujer; está destinado


a lo central y fundamental de la persona: su corazón.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Por eso trastoca y cambia todos los valores de la humanidad, y especialmente los
más fundamentales. Nos da un nueva visión, nos descubre el sentido profundo
de toda la vida, de toda nuestra actividad, y de toda nuestra esperanza.

En la amistad con Cristo Jesús, en la entrega confiada en manos de Cristo Jesús,


toda la vida adquiere un nuevo valor, un nuevo modo de ser comprendida, que
podría expresarse de este modo:

Si todos nuestros afectos (hermanos, hermanas, padre y madre)


no se oponen a Cristo Jesús, entonces sí son verdaderos;
si todas nuestras esperanzas (hijos e hijas),
no se oponen a Cristo Jesús, entonces sí son verdaderos;
si todas nuestras seguridades (casa y campos)
no se oponen a Cristo Jesús, entonces sí son verdaderos.

Y la razón está en que todos esos afectos, esperanzas y seguridades son solo
medios para llevarnos al encuentro con Jesucristo, nuestro Dios y Salvador.

Digamos más. Sólo si nuestros afectos, esperanzas y seguridades son crucificados


con Cristo Jesús, entonces nos pueden llevar a vida.

Así Jesús y su Evangelio no solo dan un retoque o un maquillaje a la vida. Todo


queda iluminado por una luz nueva al ser sumergido en Cristo Jesús y su
Evangelio.

Recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos


y, campos

Curiosa esta promesa. Quizás tenga que ver con la solidaridad que brota de un
corazón que se ha entregado a Cristo Jesús.

Podemos pensar que si toda nuestra vida está ordenada a Cristo Jesús, entonces
también se ordenan al bien de los demás, porque no nos impiden el encuentro y
la amistad, y la solidaridad con los demás. Ya no es el egoísmo el que oprime,
sino que la solidaridad se hace reina de la vida.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

En medio de las persecuciones

Si una persona comienza a vivir en Cristo, su vida se convierte en juicio para


quienes vive según el espíritu del mundo. El mundo, endurecido en su corazón,
encerrado en su capricho y en su idolatría, se resiste a amar al modo de Cristo y
se siente juzgado por los que aman de ese modo. Tenderá trampas al evangelio,
buscará apagarlo y tratará de acallarlo, y hasta crucificarlo.

Y en el mundo futuro recibirá la vida eterna

La vida eterna, que consiste en conocer y amar a Dios Padre y a su Hijo


Jesucristo, no es solo la meta al final de esta vida. Como si esta vida fuera solo
una antesala. La vida eterna es un faro luminoso en medio de este mundo.

Esta vida eterna es como un motor, una fuerza interior, un manantial


incontenible, que sostiene la esperanza del hombre y la mujer cristianos, aún en
medio de las persecuciones, y es tan real y tan viva que permite “ver” a Dios
mismo aunque todo el mundo lo niegue lo rechace.

Y toda expresión de amor, como la solidaridad, la generosidad, la justicia, que


brotan de Cristo Jesús, son ya un camino y un reflejo de la Vida en Dios. Cada
obra en favor del más pequeño, cada gesto de servicio a los más pequeños, son
una presencia de esta gloria y un peldaño en el camino hacia la vida eterna. El
mundo, iluminado por la luz de la eternidad que puede aprender a caminar.

Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros

¿Cuáles son los primeros y cuáles los últimos?

Cristo Jesús fue rechazado hasta el deprecio, y fue conducido hasta la cruz.
Quedó en último lugar. Los primeros, es decir, los jefes de los sacerdotes, los
escribas y los maestros de la ley, los gobernadores, rechazaron este modo de vida
que Jesús vino a vivir y a enseñar. No quisieron aceptar que la persona es más
importante que las cosas, que la ley está al servicio del hombre, y que el amor es
más importante que todo.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

El Padre Dios en el amor infinito a su creatura más amada aceptó que Su propio
Hijo fuera llevado hasta este último lugar, y que fuera considerado esclavo de
todos y el último de todos. Así Dios quiso quedarse para siempre más cerca de
los últimos: los pobres, los marginados, lo rechazados por el mundo, los
crucificados por este mundo.

El testimonio de la resurrección confirma que no son los primeros los que tenían
la razón, que los mayores no son los que el mundo considera mayores. La
resurrección de Cristo Jesús, puso al último en el primer lugar, y ordenó de otro
modo los valores de la humanidad.

No es el egoísmo, ni la prepotencia, ni la búsqueda del propio placer la que dará


al hombre y a la mujer el verdadero sentido a la vida. Sino el amor, el respeto
hasta las últimas consecuencias; responder bien por mal, bendición por
maldición, perdón por odio. Es decir, tomar con Cristo el último lugar en este
mundo, para dejar que sea Dios quien nos levante con Cristo al primer lugar.

Aquellos que con Cristo Jesús, siguiéndolo a Él, lo han vendido todo, comparten
con Él el último lugar. Toda su riqueza, todo su amor, toda su esperanza está en
Dios. El Primero, el mayor, el más grande en el amor.

Los últimos que serán los primeros, son los que con Cristo padecen por el Reino.
Estos recibirán de Dios todo lo que este mundo les arrebató, porque hicieron de
Dios su única riqueza, su mayor valor y su vida.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Carta del papa Juan Pablo II “Redemptor hominis” n° 7

La única orientación del espíritu, la única dirección del entendimiento, de la voluntad y


del corazón es para nosotros ésta: hacia Cristo, Redentor del hombre; hacia Cristo,
Redentor del mundo. A Él nosotros queremos mirar, porque sólo en Él, Hijo de Dios,
hay salvación, renovando la afirmación de Pedro «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes
palabras de vida eterna».

...debemos tender constantemente a Aquel «que es la cabeza», a Aquel «de quien todo
procede y para quien somos nosotros», a Aquel que es al mismo tiempo «el camino, la
verdad» y «la resurrección y la vida»,a Aquel que viéndolo nos muestra al Padre, a
Aquel que debía irse de nosotros ...para que el Abogado viniese a nosotros y siga
viniendo constantemente como Espíritu de verdad.

En Él están escondidos «todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia», y la Iglesia es


su Cuerpo. La Iglesia es en Cristo como un «sacramento, o signo e instrumento de la
íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» y de esto es Él la
fuente. ¡Él mismo! ¡Él, el Redentor!

La Iglesia no cesa de escuchar sus palabras, las vuelve a leer continuamente, reconstruye
con la máxima devoción todo detalle particular de su vida. Estas palabras son escuchadas
también por los no cristianos. La vida de Cristo habla al mismo tiempo a tantos hombres
que no están aún en condiciones de repetir con Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo».Él, Hijo de Dios vivo, habla a los hombres también como Hombre: es su misma
vida la que habla, su humanidad, su fidelidad a la verdad, su amor que abarca a todos.
Habla además su muerte en Cruz, esto es, la insondable profundidad de su sufrimiento y
de su abandono. La Iglesia no cesa jamás de revivir su muerte en Cruz y su Resurrección,
que constituyen el contenido de la vida cotidiana de la Iglesia. En efecto, por mandato del
mismo Cristo, su Maestro, la Iglesia celebra incesantemente la Eucaristía, encontrando
en ella la «fuente de la vida y de la santidad»,el signo eficaz de la gracia y de la
reconciliación con Dios, la prenda de la vida eterna. La Iglesia vive su misterio, lo
alcanza sin cansarse nunca y busca continuamente los caminos para acercar este misterio
de su Maestro y Señor al género humano: a los pueblos, a las naciones, a las generaciones
que se van sucediendo, a todo hombre en particular, como si repitiese siempre a ejemplo
del Apóstol: «que nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y
éste crucificado».La Iglesia permanece en la esfera del misterio de la Redención que ha
llegado a ser precisamente el principio fundamental de su vida y de su misión

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos

Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus


discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo.
Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a
suceder:
"Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos
sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos:
ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días
después,
resucitará".
10,32-34

Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus


discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo.

Jesús camina con decisión hacia la pasión, porque tiene la certeza de que al mal
no se le vence con palabras, sino con obras. Y la más grande de estas obras es el
amor. Ante el rechazo, la injusticia y la prepotencia, la respuesta es la propia vida
entregada por amor.

Y Jesús tiene la certeza de que sólo Él puede vencer al enemigo y sanar las
profundas heridas que ha dejado en el hombre el camino del egoísmo.

El camino del amor es la obediencia a Dios por amor a Dios. Y el amor al


hombre por amor a Dios. Y esta es una nueva religión, un modo absolutamente
nuevo de vivir la relación con Dios:

Amar a Dios más que a la propia vida.


Por amor a Dios, amar al hombre
más que a la propia vida,
Y esperar del hombre hasta el final,
una respuesta de amor.
Jamás suprimir, eliminar al hombre.

Dios se manifiesta de un modo absolutamente nuevo, y la relación del hombre


con Dios está absolutamente renovada. Dios ama al hombre, hasta lo que al
hombre parece absurdo. Dios no castiga a los malos aquí. Sino que toma sobre sí

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

la maldad de los malos y acepta padece el mal, con tal de no aniquilar, de no


terminar con el hombre.
Un estilo de vida y de amor así no está, de ninguna manera al alcance del
hombre. Menos aún en nuestra condición de caídos.

Solo Dios puede vivir un amor así.


Solo Él puede amar así.
Solo Dios puede entrar tan adentro
en la miseria de su criatura más amada.
Solo Dios puede vencer el mal
que habita en nuestro corazón.

Quiere entrar ahora, pronto, en esta hondura del amor. Quiere manifestar ahora
la victoria de Dios. Quiere instalar por fin la novedad de vida que ofrece al
hombre y que solo Él puede dar. Es el único modo de dar al hombre la
oportunidad de convertirse.Por eso, con firmeza, con decisión se adelanta a sus
discípulos en el camino hacia Jerusalén.

Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán
a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo
matarán. Y tres días después, resucitará

Los detalles son impresionantes. Corresponden a una descripción de todos los


aspectos de la Pasión.

¿Porqué el rechazo de los sumos sacerdotes y de los escribas? ¿Porqué el rechazo


de los paganos?

En Cristo Jesús se encuentran dos abismos: el abismo de la miseria del hombre,


la bajeza y el egoísmo hasta el desprecio de Dios; y el abismo del amor de Dios
que desciende hasta lo más hondo del hombre por amor.

La dureza del corazón, la ceguera del entendimiento, el capricho de la voluntad,


son experiencias grotescas del pecado. Y Jesús con decisión entra en el abismo
del rechazo, para manifestar al abismo del amor.

En Cristo Jesús se descarga toda la miseria del hombre. Y el Padre Dios


corresponde con la resurrección.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Carta del papa Juan Pablo II “Salvifici doloris” acerca del sentido del
sufrimiento humano. (n°17)

Eran muchos los testigos mesiánicos del Antiguo Testamento que anunciaban los
sufrimientos del futuro Ungido de Dios. Particularmente conmovedor entre todos es el que
solemos llamar el cuarto Poema del Siervo de Yavé, contenido en el Libro de Isaías.

La pasión de Cristo resulta, a la luz de los versículos de Isaías, casi aún más expresiva y
conmovedora que en las descripciones de los mismos evangelistas. He aquí cómo se
presenta ante nosotros el verdadero Varón de dolores:

«No hay en él parecer,


no hay hermosura para que le miremos...
Despreciado y abandonado de los hombres,
varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento,
y como uno ante el cual se oculta el rostro,
menospreciado sin que le tengamos en cuenta.
Pero fue él ciertamente
quien soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores
mientras que nosotros le tuvimos por castigado,
herido por Dios y abatido.
Fue traspasado por nuestras iniquidades
y molido por nuestros pecados.
El castigo de nuestra paz fue sobre él,
y en sus llagas hemos sido curados.
Todos nosotros andábamos errantes como ovejas,
siguiendo cada uno su camino,
y Yavé cargó sobre él
la iniquidad de todos nosotros».

El Poema del Siervo doliente contiene una descripción en la que se pueden identificar, en
un cierto sentido, los momentos de la pasión de Cristo en sus diversos particulares: la
detención, la humillación, las bofetadas, los salivazos, el vilipendio de la dignidad misma
del prisionero, el juicio injusto, la flagelación, la coronación de espinas y el escarnio, el
camino con la cruz, la crucifixión y la agonía.

Más aún que esta descripción de la pasión nos impresiona en las palabras del profeta la
profundidad del sacrificio de Cristo. El, aunque inocente, se carga con los sufrimientos de
todos los hombres, porque se carga con los pecados de todos. «Yavé cargó sobre él la

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iniquidad de todos»: todo el pecado del hombre en su extensión y profundidad es la


verdadera causa del sufrimiento del Redentor. Si el sufrimiento «es medido» con el mal
sufrido, entonces las palabras del profeta permiten comprender la medida de este mal y de
este sufrimiento, con el que Cristo se cargó. Puede decirse que éste es sufrimiento
«sustitutivo»; pero sobre todo es «redentor». El Varón de dolores de aquella profecía es
verdaderamente aquel «cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». En su
sufrimiento los pecados son borrados precisamente porque El únicamente, como Hijo
unigénito, pudo cargarlos sobre sí, asumirlos con aquel amor hacia el Padre que supera el
mal de todo pecado; en un cierto sentido aniquila este mal en el ámbito espiritual de las
relaciones entre Dios y la humanidad, y llena este espacio con el bien.

Encontramos aquí la dualidad de naturaleza de un único sujeto personal del sufrimiento


redentor. Aquél que con su pasión y muerte en la cruz realiza la Redención, es el Hijo
unigénito que Dios «dio». Y al mismo tiempo este Hijo de la misma naturaleza que el
Padre, sufre como hombre. Su sufrimiento tiene dimensiones humanas, tiene también una
profundidad e intensidad -únicas en la historia de la humanidad- que, aun siendo
humanas, pueden tener también una incomparable profundidad e intensidad de
sufrimiento, en cuanto que el Hombre que sufre es en persona el mismo Hijo unigénito:
«Dios de Dios». Por lo tanto, solamente El -el Hijo unigénito- es capaz de abarcar la
medida del mal contenida en el pecado del hombre: en cada pecado y en el pecado «total»,
según las dimensiones de la existencia histórica de la humanidad sobre la tierra.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Ustedes beberán el cáliz que yo beberé


y recibirán el mismo bautismo que yo

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron:


"Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?"
Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda,
cuando estés en tu gloria".
Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y
recibir el bautismo que yo recibiré?".
"Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz
que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo,
sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".
10,35-40

Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando


estés en tu gloria

¿Qué significa esta petición?. ¿Una gloria mayor que la de los otros diez?
¡Ciertamente! Y la petición la han hecho casi al mismo tiempo que Jesús terminó
de anunciar, con lujo de detalles, su muerte ya cercana.

¿Qué hay en el corazón de los dos? ¿Qué hay en el interior de los Doce? ¿Qué
hay en el alma de la humanidad, que tiene oídos tan atentos para sí misma, y tan
lentos para Dios?

No saben lo que piden

Ningún hombre puede comprender la hondura el misterio de Cristo Jesús. Toda


medida humana, hasta la más generosa, solo alcanza a asomarse de lejos al
misterio abismante del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?

En esta pregunta de Jesús no hay reproche a los dos. Hay una invitación, una
llamada de atención, un desafío.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

El cáliz del que habla Jesús está apuntando a dos momentos que están por venir
en la vida del Señor.

En la última cena, tomará el cáliz y después de bendecir a Dios dirá: ¡esta es mi


sangre, la sangre de la alianza, que se derramará por muchos! Después de estas
palabras el cáliz quedará lleno, no de vino, sino de la Sangre redentora del
Salvador.

Así beber el cáliz tiene el significado de beber del mismo Cristo Jesús, ser
empapados en la vida divina del Mesías. La fuerza interior del mismo Dios
habitando en el interior de los discípulos. Entonces, esta pregunta se podría hacer
de este modo: ¿Beberán de mí?

Pero otro momento se hace presente en la pregunta de Jesús. Aquel momento en


que el drama de la humanidad entera se agita en la mente, en el corazón y el alma
humana del Redentor. En el huerto de Getsemaní, el Mesías oraba de esta
manera: ¡¡Abbá, papito mío!!, todo es posible para tí: aleja de mi este cáliz, pero
no se haga mi voluntad sino la tuya.

Jesús, Hijo de Dios, Hijo del hombre, Mesías y Salvador, bebe, en este momento,
toda la amargura de la humanidad indolente y devastada por el pecado, por la
dureza del corazón y por la astucia maldita de Satanás.

El Hijo de Dios se ha sumergido en la humanidad, cuando se hizo hombre en las


entrañas purísimas de María Virgen; se ha sumergido en el silencio de la vida
cotidiana de la humanidad durante treinta años. Y luego, sumergido en las aguas
de Jordán, quedo empapado de los pecados y miserias del pueblo. A partir de este
momento sumergido en el mar incontenible de las enfermedades, las dolencias,
los sufrimientos y angustias de aquella porción de la humanidad que es Israel.

Este “bautismo” tendrá su cruenta culminación en la crucifixión, cuando se


cumpla la pavorosa promesa hecha por Dios al Mesías: todos los pecados de
quienes lo condenan, lo castigan, se darán cita en el cuerpo y en el alma de Cristo
Jesús. Y hasta la muerte llegará a su vida para abrazarlo en sus brazos de
oscuridad y abandono. El Salvador, sumergido en la muerte de su cretura más
amada.

Santiago y Juan, los dos amigos de Jesús, son invitados a beber de este cáliz, a
cargar también ellos con esta tremenda amargura de la humanidad. El Salvador

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

los está invitando a sumergirse con Él en este misterio de iniquidad, es este


pantano de desastre que es el pecado de la humanidad. Los invita a ofrecer la
propia vida por la vida del mundo.

"Podemos"

Ciertamente los “hijos del trueno” no saben lo que dicen. Los amigos de Jesús
estarían pensando en lo que difícil será llegar a la meta, en que deberían sufrir
algunas penas, algunos trabajos, y seguramente un rechazo similar al que esta
padeciendo Jesús, su maestro. Pero ya sabemos que Jesús está hablando de otra
dimensión del bautismo.

Dios se sorprende al encontrar hombres y mujeres que decididamente quieren


entrar con Él en el misterio del amor. Dios se conmueve y se estremece al ver
que algunas de sus creaturas más amadas quieren amar hasta dar la vida por sus
hermanos y hermanas.

Y conmovido, podemos decir que se la juega por sus amigos. No los abandona
en la hora de la prueba, ni los deja a su suerte. Así dan testimonio especialmente
los mártires, tanto los que han muerto cruelmente, derramando su sangre, como
los que han perseverado en las pruebas hasta los últimos días de su vida.

Beberán; serán bautizados

Llevados de la mano del Redentor, sí podrán llegar hasta participar de su misión


salvadora. Sumergidos en Cristo participarán de su muerte y de su victoria. En la
fidelidad de Cristo Jesús podrán soportar las debilidades de sus hermanos.
Podrán sobrellevar las cargas de los que están cansados y agobiados. Y podrán
repetir el misterio de consuelo del Salvador.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Carta “Salvifici Doloris”del papa Juan Pablo II acerca del sufrimiento


humano. (n° 18)

Puede afirmarse que las consideraciones anteriores nos llevan ya directamente a


Getsemaní y al Gólgota, donde se cumplió el Poema del Siervo doliente, contenido en el
Libro de Isaías. ...El Siervo doliente se carga con aquellos sufrimientos...de un modo
completamente voluntario:

«Maltratado, mas él se sometió,


no abrió la boca,
como cordero llevado al matadero,
como oveja muda ante los trasquiladores.
Fue arrebatado por un juicio inicuo,
sin que nadie defendiera su causa,
pues fue arrancado de la tierra de los vivientes
y herido de muerte por el crimen de su pueblo.
Dispuesta estaba entre los impíos su sepultura,
y fue en la muerte igualado a los malhechores,
a pesar de no haber cometido maldad
ni haber mentira en su boca».

...Muchos lugares, muchos discursos durante la predicación pública de Cristo atestiguan


cómo El acepta ya desde el inicio este sufrimiento, que es la voluntad del Padre para la
salvación del mundo. Sin embargo, la oración en Getsemaní tiene aquí una importancia
decisiva. Las palabras: «Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se
haga como yo quiero, sino como quieres tú»; y a continuación: «Padre mío, si esto no
puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad»...

Prueban la verdad de aquel amor, que el Hijo...da al Padre en su obediencia. Al mismo


tiempo, demuestran la verdad de su sufrimiento. Las palabras de la oración de Cristo en
Getsemaní prueban la verdad del amor mediante la verdad del sufrimiento. Las palabras
de Cristo confirman con toda sencillez esta verdad humana del sufrimiento hasta lo más
profundo: el sufrimiento es padecer el mal, ante el que el hombre se estremece.

...Getsemaní es el lugar en el que precisamente este sufrimiento, expresado en toda su


verdad por el profeta sobre el mal padecido en el mismo, se ha revelado casi
definitivamente ante los ojos de Cristo.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Después de las palabras en Getsemaní vienen las pronunciadas en el Gólgota, que


atestiguan esta profundidad -única en la historia del mundo- del mal del sufrimiento que
se padece. Cuando Cristo dice: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

...Puede decirse que estas palabras sobre el abandono nacen en el terreno de la inseparable
unión del Hijo con el Padre, y nacen porque el Padre «cargó sobre él la iniquidad de
todos nosotros» y sobre la idea de lo que dirá San Pablo: «A quien no conoció el pecado,
le hizo pecado por nosotros». Junto con este horrible peso, midiendo «todo» el mal de dar
las espaldas a Dios, contenido en el pecado, Cristo, mediante la profundidad divina de la
unión filial con el Padre, percibe de manera humanamente inexplicable este sufrimiento
que es la separación, el rechazo del Padre, la ruptura con Dios. Pero precisamente
mediante tal sufrimiento

...El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha


entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor, a
aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así
como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella
toma constantemente su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que
brotan ríos de agua viva. En ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido
del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Los otros diez, se indignaron...


El mismo Hijo del hombre vino para servir
y dar su vida en rescate por una multitud

Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera
gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos
les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se
haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de
todos.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar
su vida en rescate por una multitud".
10,41-45

Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra
ellos

A los dos hermanos les toca padecer en carne propia el primer trago amargo, el
primer cáliz. Y este cáliz ¡viene de los mismos amigos de Jesús! De los que
comparten su propia comunidad, de sus hermanos en Cristo.

Es significativo que este conflicto se produce al interior de la comunidad de


Jesús. Este es un retrato de la vida de nuestras comunidades cristianas de hoy.

Cada vez que alguno, de quien no esperábamos mucho, se levanta, o tiene una
idea realmente cristiana, lo negamos, simplemente porque no es nuestra idea.
Cada vez que alguien hace algo en el sentido de vivir en mayor fidelidad, e inicia
un camino de mayor santidad, de inmediato aparece nuestra triste consejera: la
envidia, para sugerirnos que no podemos aceptar esa verdad.

Queda claro así que la sola cercanía a Cristo Jesús no es suficiente para
cambiarnos el corazón. Esta cercanía debe transformarse en una experiencia
interior.

Aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones


como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Jesús de inmediato los reúne y se pone a enseñarles. Los compara con los señores
de este mundo, con los mesías mundanos, con los instrumentos de Satanás.

Aparecen así dos modos de vivir en el mundo: servir o dominar.

Cuando el hombre olvida de la verdad de Dios, se pone a sí mismo como la


medida suprema. Y cada hombre se hace medida de los demás. Y ninguno quiere
ser medido por los demás. Se imponen así los poderosos sobre los débiles, los
grandes sobre los pequeños, los sabios sobre los ignorantes.

Los que se ponen por sobre sus hermanos y se hacen llamar primeros, olvidan su
origen, olvidan la fragilidad de su cuerpo, olvidan que los otros no les pertenecen,
olvidan que cada uno depende de tantos otros. Y olvidan finalmente que un día
morirán

Los Doce en este momento se comportan igual que los jefes del mundo.

El desorden no está en la sociedad, ni en la naturaleza, ni siquiera en los hábitos


del hombre. El desorden está en el interior, en el corazón. Por eso no hay modo
que el hombre por sí mismo pueda establecer un orden, ya que su interior está
desordenado.

Nada es suyo, porque la vida no es suya. Es dada por Dios. Dios es el único
dueño, y a cada cosa dio su fin, a cada ser dio su tarea. ¿Cuál es la tuya? ¿Cuál es
la tarea del hombre y de la mujer?

Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y


el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.

La cercanía Cristo Jesús debe ir acompañada de una asimilación de su estilo de


vida. Este cambio del corazón es un largo camino en el que el discípulo va siendo
transformando en otro Cristo, por el mismo Cristo. Cristo Jesús lleva a sus
discípulos en este camino de dolor, y los lleva a una verdadera configuración
consigo mismo.

¿Cuál es el modo de Jesús? Servir, como el esclavo. Desde abajo viene a levantar
a sus hermanos.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Todo es de Dios, por Dios y para Dios. Y el servicio consiste en llevar todo a
Dios, ordenar todo para Dios. Ordenar todo para Dios, único fin, único bien,
única meta.

Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para
servir y dar su vida en rescate por una multitud

Empaparnos de su modo de pensar, de sus palabras y de sus sentimientos. Si


morimos con Cristo, reinaremos con Cristo. Así rescatados por Cristo, podemos
rescatar con Cristo.

Si el Hijo de Dios no nos rescata de ese desorden interior, por mucho que nos
enseñe o que nos muestre pruebas, no nos puede rescatar. El hombre, con su
fragilidad debe dejarse internar en la intimidad de Cristo Jesús. Así la fuerza
poderosa de Dios, podrá obrar en nuestro interior, y rescatarnos del desorden del
pecado.

Cristo Jesús nos hará entrar en su bautismo, y llegaremos a dar nuestra propia
vida en rescate por muchos. Cristo Jesús nos llevará por los caminos del servicio,
y nos rescatará de los caminos de la opresión.

Esto no es obra humana. Es don de Dios. Y este modo solo se hará vida en
aquellos que sean transformados a imagen de Cristo Jesús. El amor vence
siempre, el amor es más fuerte.

En el corazón del Hijo de Dios, el hombre vuelve a ser hijo hermano, y señor

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

De la carta “Redemptor hominis”del Papa Juan. (n° 12)

Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, también de nuestra época, con las
mismas palabras: «Conoceréis la verdad y la verdad os librará».Estas palabras encierran
una exigencia fundamental y al mismo tiempo una advertencia: la exigencia de una
relación honesta con respecto a la verdad, como condición de una auténtica libertad; y la
advertencia, además, de que se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad
superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el
hombre y sobre el mundo. También hoy, después de dos mil años, Cristo aparece a
nosotros como Aquel que trae al hombre la libertad basada sobre la verdad, como Aquel
que libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus
mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia. ¡Qué confirmación
tan estupenda de lo que han dado y no cesan de dar aquellos que, gracias a Cristo y en
Cristo, han alcanzado la verdadera libertad y la han manifestado hasta en condiciones de
constricción exterior!

Jesucristo mismo, cuando compareció como prisionero ante el tribunal de Pilatos y fue
preguntado por él acerca de la acusación hecha contra él por los representantes del
Sanedrín, ¿no respondió acaso: «Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio
de la verdad»? Con estas palabras pronunciadas ante el juez, en el momento decisivo, era
como si confirmase, una vez más, la frase ya dicha anteriormente: «Conoced la verdad y
la verdad os hará libres». En el curso de tantos siglos y de tantas generaciones,
comenzando por los tiempos de los Apóstoles, ¿no es acaso Jesucristo mismo el que tantas
veces ha comparecido junto a hombres juzgados a causa de la verdad y no ha ido quizá a
la muerte con hombres condenados a causa de la verdad? ¿Acaso cesa el de ser
continuamente portavoz y abogado del hombre que vive «en espíritu y en verdad»? Del
mismo modo que no cesa de serlo ante el Padre, así lo es también con respecto a la
historia del hombre. La Iglesia a su vez, no obstante todas las debilidades que forman
parte de la historia humana, no cesa de seguir a Aquel que dijo: «ya llega la hora y es
ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues
tales son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y los que le adoran han de
adorarle en espíritu y en verdad»

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?".


El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver"

Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus


discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego-
estaba sentado junto al camino.
Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de
David, ten piedad de mí!"
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de
David, ten piedad de mí!".
Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo".
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama"
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?".
El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver"
Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado".
En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Jesús, la multitud y el mendigo ciego Bartimeo.


Llegaron...salía; a la orilla del camino; se puso de pie de un salto...fue...lo siguió
por el camino. Nuevamente indicaciones de que Jesús va caminando y ellos van
caminando.

Este camino que hace Jesús, y que es el último en su vida terrena, viene cargado
con grandes novedades.:
- ya ha anunciado tres veces al menos, su Pasión y su resurrección;
- ha manifestado su gloria a sus amigos íntimos, has sentado las bases del
amor renovado desde el principio;
- y ha invitado los suyos a vivir como Él servir hasta dar la vida.

Todo iluminado desde el misterio de la cruz:


- los pensamientos de Dios, que son opuestos a los pensamientos del
mundo;
- la denuncia del corazón endurecido;
- la dificultad para que un rico entre en el reino de los cielos;
- “beber mi cáliz”, “ser bautizados con mi bautismo”;
- entre ustedes no debe ser como con los jefes de este mundo.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Mientras Jesús, los discípulos y la multitud “caminan”, un ciego, mendiga,


sentado, al borde del camino, y su nombre es “hijo de Timeo”.

Toda la descripción habla de miseria; todos los rasgos que lo describen lo ponen
“al margen” del evangelio. Como está “sentado al borde del camino” no participa
del gozo de los caminantes. Es mendigo, no tiene recursos propios; es ciego, no
tiene como conseguirlos por sí mismo; no tiene horizontes, no tiene sentido.

Así aparece la imagen de alguien que “no está” en la vida. Esta imagen parece
concentrar todo el desastre de la humanidad.

Dos polos se encuentran mientras Jesús salía de Jericó. Por una lado la vida, la
luz y la alegría; por otro lado la muerte, la oscuridad, y la tristeza. Si Jesús es la
Buena Noticia, Bartimeo es la mala noticia.

Pero este ciego, que está al margen del evangelio, es el único que podrá “ver” al
Hijo de David. Así lo llama, así le grita. Y cuando los discípulos lo hacen callar, el
ciego gritaba más fuerte.

Jesús se detuvo.

En su interior resonó un nombre nuevo, el más antiguo y el más nuevo: Hijo de


David. Toda la historia de salvación vibró en el corazón divino de Jesús.
En el corazón de Jesús resonó el grito del hombre, el grito de la humanidad.

Ante un hombre que lo reclama a desde su miseria, Jesús se detiene. Y con Él se


detiene toda la Iglesia. Y Jesús envía a su Iglesia para atraer al justo que sufre a Su
corazón divino.

Llámenlo.

Ustedes mismos que lo hacían callar, llámenlo. ¿Están sordos? ¿Acaso no


escuchan que me está llamando? ¡Abran sus oídos! ¡Conviértanse! No lo hagan
callar. Cambien su modo de pensar y cambiará su modo de vivir. Si lo escuchan,
me escucharán a mí. Y sabrán quien soy Yo. No sean ciegos.

Llamaron al ciego

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

La comunidad convertida por las palabras de Jesús aprende a ver lo que Jesús ve,
y puede escuchar lo que Jesús escucha. Así se convierte en instrumento viviente
de Jesús, en voz de Jesús. Pero siempre conduzca hacia Jesús.

“Él te llama”.

Si la comunidad de los discípulos de Jesús ha escuchado a Jesús, entonces puede


llevar a la humanidad a Jesús. Así la comunidad vive una verdadera conversión y
se hace presencia de Jesús, obra de Jesús, palabra de Jesús.

¿Que quieres que haga por ti?

La pregunta de Jesús resuena en lo hondo del corazón del ciego. En lo hondo de


nuestro corazón.

Se estremece nuestro corazón al escuchar la voz de su único dueño:

Podríamos imaginar nuestras propias respuestas. Podríamos decir:

¡Ayúdanos a escucharte, para volvernos hacia ti!


¡Ayúdanos a buscarte, para ir hacia ti!
¡Ayúdanos a verte, para no perdernos!
¡Ayúdanos a encontrarte para que tu abrazo nos devuelva la vida!

Veamos el panorama completo de este camino hacia Jerusalén para poder


descubrir cuál es la luz y cuál es la ceguera.

Jesús preguntó: ¿quién dicen ustedes que soy yo?


La respuesta debe brotar de nuestra atenta mirada al mismo Jesús, no solo a
las cosas que dice o que hace.

Jesús responde a Pedro:


Los hombres quieren ir de victoria en victoria.
Sin embargo el sufrimiento está más cerca de Dios que la victoria del
hombre.

En la cumbre del monte

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Lejos de la luz de los hombres, en la intimidad de la amistad, Jesús muestra


su gloria a sus amigos.

¿Quién es el mayor?
El niño, en medio de los discípulos, el niño al que nadie había visto esta la
imagen de Dios; en este niño, en este hombre está el sentido de nuestro
servicio y de nuestra misión. Es el más importante.

En el principio no era así:


El amor del hombre y de la mujer se endurece, se hace ciego cuando está
lejos de Dios.
Pero cuando vuelve al principio se hace amor vivo.

Vende todo lo que tienes:


Es en el amor a Dios por sobre todas las cosas donde se ordena la vida del
hombre. El amor es la más profunda vocación de toda persona.

Recibirán cien veces más:


La vida eterna, la vida en Cristo, la resurrección devuelve al hombre y al
mundo su valor original.

En la Cruz, el Mesías devuelve al mundo el verdadero sentido del amor y de la


justicia.
La Cruz es el testimonio de la obediencia a Dios más que a sí mismo.
Y cada hombre y cada mujer, siendo crucificados con Cristo, bebiendo Su
cáliz y recibiendo Su bautismo, somos introducidos en Su victoria, que no
es la nuestra, no es la del mundo, sino la del Hijo de hombre que vino a
servir y a dar su vida en rescate por una multitud.

Esta victoria, esta luz es “oscuridad y ceguera” para el mundo.


Sólo los crucificados de este mundo, los marginados de este mundo, los que
están a la orilla del camino del mundo, la pueden ver.

Ellos pueden contemplar el Hijo de David, y llamarlo por su nombre. Ellos no


tienen dudas cuando el Mesías los llama y les pregunta: ¿qué quieres que haga por
ti?
Así lo siguen por el camino hasta la cruz, y hasta la victoria de Dios.

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Jesús, en el Evangelio de San Marcos

Que el Mesías se nos presente crucificado no sólo tiene que ver con el Mesías.
Tiene que ver con nosotros.
Son nuestras traiciones las que llevaron al Mesías a la cruz. Pero es el camino que
nos invita recorrer a quienes queremos ir con Él.

Por su parte Cristo Jesús quiere dio testimonio de que el prefiere morir antes que
quitarnos la vida.
Por nuestra parte la cruz significa que no podemos obrar de otro modo.: cargar
con la cruz significa hacer al camino del Mesías: servir hasta dar la propia vida.

Este servicio de Cristo Jesús estuvo acompañado de palabras y de obras, así


también el nuestro. Nuestras palabras deben llamar a los hombres y mujeres a
conocer la obra de Cristo Jesús, y nuestras palabras deben dar testimonio viviente
de lo que decimos.

Lo más original es que ninguno de nosotros es Mesías. Sino que Él mismo Cristo
sigue siendo el único salvador. Nuestra mayor obra consiste, así, en atraer a otros
al conocimiento y al amor de Cristo Jesús.

Así somos crucificados para que resucite Él, y aparezca en su gloria.

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