de un presidente”
Para la derecha, la opción consistía en que el Congreso Pleno, con sus votos más
los de la Democracia Cristiana, eligiese a Alessandri, quien había alcanzado la
segunda mayoría. Su teoría era que Alessandri renunciaría sin asumir y se
convocaría a una nueva elección presidencial, en que se presentaría Frei, y
vencería con los votos de ambos sectores. La DC no aceptó la fórmula, y en este
partido se impuso la tesis de Tomic: reconocer el triunfo de Allende a cambio de
un Estatuto de Garantías, el cual posteriormente resultó aprobado como reforma a
la Constitución en 1971.
La Doctrina Schneider era una doctrina del Ejército de Chile de apego al orden
constitucional, el respeto de la voluntad ciudadana y la no intervención en política,
apoyada por el general chileno René Schneider, que permitió la elección de
Salvador Allende como presidente de Chile, y era el principal obstáculo ideológico
para un golpe de estado militar contra él.
VIOLENCIA EN LAS CALLES
TERRORISMO
La primera reunión para elaborar el plan económico del golpismo se realiza con la
mayoría de los economistas, en agosto de 1972 en el Círculo Español,
en Santiago. Los economistas que son demócrata cristianos acuerdan
incorporarse a la elaboración del plan económico pedido por los marinos y al
mismo tiempo mantener informado a Eduardo Frei Montalva como lo hacen los
otros economistas con el Partido Nacional.
El golpe de estado, en agosto, era planeado prácticamente por la totalidad de la
plana superior de la Armada de Chile, salvo por el almirante Raúl Montero y
alguno que otro oficial constitucionalista, que no representaba peso alguno dentro
del estamento castrense, o bien, se encontraba aislado de las bases. La cuestión
es que la Armada obedecía de facto al Vicealmirante José Toribio Merino. Algo
similar sucedía en la Aviación, donde la excepción la marcaba el general César
Ruiz, cabeza de la entidad. Pero, al retirarse este último del Ministerio de Obras
Públicas y Transporte (que había asumido como consecuencia del «tanquetazo»),
Allende lo obliga a renunciar a ambos cargos, el de Ministro y Comandante,
asumiendo en su lugar ese cargo militar, el general Gustavo Leigh, opositor al
gobierno. El Ejército estaba dividido, pero la balanza tendía cada vez más a favor
de aquellos que propugnaban la opción del golpe, siendo la posición contraria la
llevada por su comandante en jefe, Carlos Prats. En Carabineros, por último,
estaban a favor del golpe no más que dos o tres generales de baja antigüedad,
entre ellos el general César Mendoza, quien al 11 de septiembre ocupaba el cargo
de Director de Bienestar en la institución.
Sin embargo, este acto no constituye una declaración de ilegalidad, pues para que
el Congreso se pronunciara sobre el comportamiento legal del Gobierno, existía un
sólo camino: la acusación constitucional, según el procedimiento expresamente
contemplado por la Constitución Política del Estado. Procedimiento que nunca se
llevó a cabo.
Algunos marinos se juntan con Carlos Altamirano Orrego, secretario general del
Partido Socialista, para advertirle de los intentos golpistas, siendo estos marinos
los primeros procesados por la Armada. Altamirano lanza el discurso que le ha
hecho fama, catalogado de incendiario por los sectores favorables al golpe. En
este discurso reivindica su derecho a recibir informes de cualquiera que denuncie
conspiraciones, "Si pudiera hablaría de nuevo con ello". Si se intenta un golpe,
Chile será un segundo “Vietnam heroico”, dice. Por su parte, la Corte
Suprema resuelve responder a la petición de desafuero de Altamirano (pedida por
la Armada), el día 11 de septiembre.
Lo que hubo en Chile en el año 1973 fue un golpe de estado, así con todas sus
letras, y desde ahí hasta 1990 una dictadura, no una “dictablanda” ni un simple
gobierno militar como declaraba Augusto Pinochet. Fue una política de eliminación
y aplicación de torturas a los opositores del régimen, ejecutada por agentes del
estado y con recursos del estado.
Lo que hubo en Chile fue la imposición del actual sistema social y económico, que
no ha llevado a ser lo que somos hoy en día, con lo bueno y malo que eso implica.
Sin embargo ninguno de los posibles éxitos de ese sistema puede disminuir la
importancia de todas las injusticias cometidas, las violaciones de los derechos
humanos que se cometieron en dictadura y la muerte de un presidente de la
república. Simplemente no hay forma de compensar las pérdidas de vidas
humanas y el sufrimiento de tantas personas.
Chile efectivamente vivía una crisis social en los años anteriores al golpe de
estado y probablemente sea cierto que existía un gran porcentaje de personas que
querían que se acabase el gobierno de Salvador Allende, es por esto, que aún
existen quienes justifican el golpe de estado. Es decir, según su razonamiento en
que debe hacerse lo que la mayoría desea, entonces sería moralmente justificado.
Pero no estamos de acuerdo, no es así. El argumento del principio de mayoría
supone el respeto mutuo, el de ambas partes. Puede decirse que satisfacer una
demanda mayoritaria es moralmente justificada cuando se desarrolla mediante
procedimientos acordados por todos. Un golpe es todo lo contrario, Es la completa
negación de la otra parte y del poder moral de la razón. Es el abandono de todo
principio moral para imponerse por la fuerza bruta. Por lo tanto, nada, ningún
principio moral podría justificar un golpe de estado.
De una economía cuyo principal motor era el Estado, pasamos a una abierta y de
mercado a través de privatizaciones, desregulaciones y liberalizaciones de la
economía, el gobierno de dictadura llamó a las empresas privadas a remplazar al
Estado en un nuevo papel económico: conquistar los mercados internacionales. El
“modelo chileno” ha mantenido, durante las últimas cuatro décadas, fundamentos
constantes pero con diferentes modalidades.
Bajo el gobierno del General Augusto Pinochet se impuso una economía abierta y
de mercado que se aplicó, entre 1973 y 1989, en forma autoritaria en lo político y
excluyente en lo social.
Era necesaria una intervención en aquellos años, ya que el país estaba en una
completa crisis política, social y económica. Sin embargo, fue innecesaria la
violencia con la que se procedió, fue innecesaria la censura, fueron innecesarios
todos los asesinatos. Las violaciones a los derechos humanos nunca tendrán
justificación. La muerte y desaparición de más de 40.000 víctimas jamás podrá ser
compensada ni olvidada. Todos esos actos de represión no tienen perdón.
Nadie tiene derecho a exigir que las personas que sufrieron apremios ilegítimos o
la pérdida de familiares olviden o perdonen así como así. La percepción de una
falta de justicia perpetúa esto resentimientos.