Los nanomateriales son materiales con propiedades morfológicas más pequeñas que
1 µm en al menos una dimensión.1 A pesar del hecho de que no hay consenso sobre el
tamaño mínimo o máximo de un nanomaterial, algunos autores restringen su tamaño de 1 a
100 nm, una definición lógica situaría la nanoescala entre la microescala (1 µm) y la escala
atómica/molecular (alrededor de 0.2 nm).
Conceptos fundamentales
Un aspecto único de la nanotecnología es la enorme razón de superficie a volumen presente
en muchos materiales en nanoescala que propicia la aparición de nuevos efectos mecánico
cuánticos, por ejemplo, el "efecto de tamaño de cuanto" en el que las propiedades electrónicas
de los sólidos se ve alterada con una gran reducción en el tamaño de las partículas. Este
efecto no tiene importancia al ir de macro a micro dimensiones. Sin embargo, se vuelve
dominante cuando la nanoescala es alcanzada. Además, varias propiedades físicas cambian
cuando se compara con sistemas macroscópicos. Las nuevas propiedades de los
nanomateriales es el sujeto de la investigación nanomecánica. Sus actividades catalíticas
revelan novedosas propiedades en la interacción con biomateriales.
La nanotecnología puede ser imaginada como la extensión de las disciplinas tradicionales
hacia la consideración explícita de las mencionadas propiedades. Además, las disciplinas
tradicionales pueden ser reinterpretadas como aplicaciones específicas de nanotecnología.
Esta reciprocidad dinámica de ideas y conceptos contribuye a la comprensión moderna del
campo. Ampliamente hablando, la nanotecnología es la síntesis y aplicación de ideas
provenientes de la ciencia y la ingeniería hacia la comprensión y producción de materiales y
dispositivos novedosos.
Los materiales reducidos a la nanoescala pueden súbitamente mostrar propiedades muy
diferentes a las que exhiben en una macroescala, posibilitando aplicaciones únicas. Por
ejemplo, sustancias opacas se vuelven transparentes (cobre); materiales inertes se
transforman en catalizadores (platino); materiales estables se transforman en combustibles
(aluminio); sólidos se vuelven líquidos a temperatura ambiente (oro); aislantes se
vuelven conductores (silicona). Materiales como el oro, que es químicamente inerte en escalas
normales, pueden servir como catalizadores a nanoescalas. Mucha de la fascinación que
produce la nanotecnología proviene de estos peculiares fenómenos cuánticos y de superficie
que la materia exhibe en nanoescala.
Partículas de polvo de tamaño nanométrico (también llamadas nanopartículas) son
potencialmente importantes en la cerámica y la pulvimetalurgia, el logro de nanoporosidad
uniforme y otras aplicaciones similares. La fuerte tendencia de pequeñas partículas de formar
grupos es un serio problema tecnológico que impide tales aplicaciones. Sin embargo, algunos
dispersores como el citrato de amoníaco (acuoso) y el alcohol oleico (no acuoso) son aditivos
prometedores para la desaglomeración.Son materiales a nanoescala. Materiales con
características estructurales de una dimensión entre 1-100 nanómetros.
Los nanomateriales pueden ser subdivididos en nanopartículas, nanocapas y
nanocompuestos. El enfoque de los nanomateriales es una aproximación desde abajo hacia
arriba a las estructuras y efectos funcionales de forma que la construcción de bloques de
materiales son diseñados y ensamblados de forma controlada.
Un reciente informe de Small Times predice un fuerte crecimiento de los denominados
nanomateriales. En el mismo se comentan los diferentes tipos existentes en la actualidad
(tales como las nanoarcillas para reforzar plásticos) o los nanotubos de carbono para agregar
conductividad a varios materiales.
Muchos de estos avances los están llevando a cabo empresas norteamericanas pequeñas y
medianas en colaboración con empresas líderes.
Existen tres categorías básicas de nanomateriales desde el punto de vista comercial y
desarrollo: óxidos metálicos, nanoarcillas y nanotubos de carbono. Los que más han avanzado
desde el punto de vista comercial son las nanopartículas de óxido metálico.
La nanotecnología se sirve de objetos o artefactos de muy reducido tamaño. Los nanomateriales son un
producto nanotecnológico de creciente importancia. Contienen nanopartículas, de un tamaño que no supera
los 100 nanómetros al menos en una dimensión.
Los nanomateriales empiezan a utilizarse en campos como el sanitario, la electrónica y la cosmética, entre
otros. Sus propiedades físicas y químicas suelen diferir de las de otros materiales a granel, por lo que
requieren una evaluación de riesgos especializada. Esta debe cubrir los riesgos para la salud de los
trabajadores y los consumidores, así como posibles riesgos medioambientales.
Esto se lleva a cabo actualmente caso por caso, pero deben irse actualizando los métodos de evaluación de
riesgo debido a la mayor generalización de uso de los nanomateriales, sobre todo ahora que se están
abriendo camino hasta llegar a los productos de consumo.
¿Qué sabemos sobre los posibles riesgos para la salud derivados de la exposición a nanomateriales? ¿Cómo
puede mejorarse la evaluación de estos riesgos?
Una valoración del Comité Científico de los Riesgos Sanitarios Emergentes y Recientemente Identificados
(SCENIHR)
A medida que la nanotecnología avanza, se van encontrando aplicaciones para los nanomateriales en el
cuidado de la salud, la electrónica, los cosméticos, los textiles, la informática y la protección
medioambiental.
Las propiedades de los nanomateriales no están siempre bien identificadas y requieren una valoración
de los riesgos de posibles exposiciones que surjan durante su fabricación y uso.
La descripción de un nanomaterial debe incluir el tamaño medio de sus partículas, teniendo en cuenta la
agrupación y el tamaño de las partículas individuales y una descripción de la distribución por tamaño de
las partículas (el rango de las partículas presentes en la preparación, desde la más pequeña a la mayor).
1. Propiedades físicas:
Tamaño, forma, superficie específica y proporción entre anchura y altura
2. Propiedades químicas:
Estructura molecular
Química de superficie
Existen diversas técnicas para rastrear nanopartículas y se están desarrollando otras nuevas. También
se están desarrollando métodos realistas de prepraración de nanomateriales para probar sus posibles
efectos en sistemas biológicos.
Los métodos de medición que se deben utilizar dependen del tipo de exposición. Los métodos más
fiables son aquellos para las partículas en el aire. El contacto con sólidos y líquidos puede ser un factor
a tener en cuenta, especialmente en los productos de consumidor.
Las técnicas actuales para evaluar la exposición a nanopartículas son aptas para el control personal o
de espacios, para un uso continuado o puntual, y para la caracterización básica de muestras. Sin
embargo, los datos de las exposiciones aéreas son escasos y son pocos los estudios llevados a cabo
fuera del lugar de trabajo, si es que los hay.
Todos estos efectos dependerán de la suerte que corran las nanopartículas en el cuerpo. Tan solo
pequeñas dosis de estas nanopartículas escapan de los pulmones o del intestino, pero
una exposición prolongada puede implicar que un gran número de ellas se distribuyan por el cuerpo. La
mayoría permanecen retenidas en el hígado o el bazo, pero algunas parece que llegan a todos
los tejidos y órganos. También es posible que penetren en el cerebro a través de las membranas
nasales.
Los nanotubos o varillas de características similares a las fibras de asbesto suponen un riesgo de
mesotelioma (una forma de cáncer de pleura).
Al igual que otros contaminantes, pueden pasar de un organismo a otro y posiblemente ir subiendo en la
cadena trófica.
Debido a su diversidad, los nanomateriales pueden tener una gran variedad de efectos. Algunos matan
bacterias o virus. Hasta ahora los experimentos han demostrado posibles efectos dañinos
en invertebrados y peces, incluidos efectos en el comportamiento, la reproducción y el desarrollo. Hay
menos investigaciones hasta la fecha sobre sistemas y especies terrestres y no está claro si los
resultados de laboratorio están relacionados con lo que podría ocurrir en el mundo real.
Por lo general, se pueden aplicar métodos existentes de evaluación de riesgos a los nanomateriales,
pero es necesario un mayor desarrollo de aquellos aspectos específicamente relacionados con
los nanomateriales. Esto incluye el desarrollo de métodos para medir la exposición e identificar peligros.
Los mayores riesgos potenciales proceden de las nanopartículas libres e insolubles, ya estén dispersas
en un líquido o en forma de polvo.
Tamaño de partícula
Área de superficie
Estabilidad
Propiedades de superficie
Solubilidad
Reactividad química
Las comparaciones con peligros existentes conocidos pueden contribuir a la evaluación de riesgos.
Entre otras, aquellas con partículas finas transportadas por el aire, o con las fibras de asbesto.
El enfoque recomendado para evaluar los riesgos de los nanomateriales sigue siendo la evaluación de
riesgos de cuatro etapas propuesta por el CCRSERI en 2007. Recientes trabajos realizados sobre la
evaluación de posibles efectos dañinos de los nanomateriales, especialmente los de pruebas de
laboratorio controladas (pruebas in vitro), han dado la posibilidad de añadir detalles adicionales a este
enfoque,.Estas pruebas son útiles para el cribado y para la investigación de mecanismos de efectos
adversos. Sin embargo, son necesarias también pruebas con organismos vivos (pruebas in vivo) para
mejorar nuestro conocimiento de posibles riesgos para la gente y para el medio ambiente. También se
buscan mejoras en la determinación de exposiciones y se necesita urgentemente realizar estudios
de exposición a largo plazo.
Está todavía por llegar una evaluación completa de los peligros potenciales de la mayoría de
los nanomateriales. Esta incluirá la estimación de la exposición en el uso normal, el abuso, el desecho y
reciclaje de productos conteniendo nanomateriales y la medición detallada de sus propiedades físicas y
químicas.
A medida que avance nuestro conocimiento, es posible que se desarrolle un sistema basado en
categorías para clasificar nuevos nanomateriales, pero por el momento se necesita un enfoque
individualizado, caso por caso, con el fin de crear un banco de datos de historiales.
Sigue siendo necesaria la investigación que el CCRSERI ya propuso en 2007. En trabajos recientes
también se han identificado nuevas preocupaciones sobre el comportamiento de las proteínas, los
nanotubos y la transferencia a lo largo de las cadenas tróficas.
También se necesitan pruebas en organismos vivos (pruebas in vivo) para mejorar el conocimiento de
los posibles riesgos en las personas y en el medio ambiente. Así mismo, se está intentando refinar
las dosis de exposición, y se necesitan de manera urgente estudios sobre la exposición a largo plazo.
En un sólido, los enlaces de un átomo de superficie con el resto del sólido son más
débiles y a veces hasta el orden espacial es distinto al de los átomos internos. Esto
hace que introducir una superficie introduzca una inestabilidad. La energía de un
sistema depende también de la energía de superficie, que depende de cuánta
superficie hay. La energía que hay que gastar para crear una unidad de área se
llama tensión superficial o tensión interfacial, refleja la inestabilidad de los átomos
situados en la superficie con respecto a los situados en el interior.
Fabricación en la nanoescala
Para los que trabajan en el “mundo macroscópico” para llegar a la nanoescala hay
que miniaturizar. Esta vía se conoce como “de arriba hacia abajo”.
Para los ingenieros moleculares, hay que ser capaces de combinar los átomos de
manera de poder fabricar cualquier objeto “de abajo hacia arriba”.
Si bien los dos puntos de vista difieren en los medios, y en las herramientas, y
controlan diferentes aspectos de la fabricación de nanomateriales, se trata de
metodologías complementarias.
En los últimos 40 años, ha habido una reducción enorme del espacio que puede
ocupar un transistor y la evolución del número de transistores que puede ser integrado
sigue una tendencia que se conoce como la Primera Ley de Moore, que dice que la
densidad de transistores en un dispositivo se duplica cada dos años,
aproximadamente. Un transistor ocupa hoy en día apenas unos cientos de
nanómetros cuadrados.
Existen otras limitaciones, como en los transistores de tipo FET. En estos una delgada
capa de material aislante separa el electrodo puerta del canal por el cual pasan los
electrones, y esta capa no puede hacerse tan pequeña como se quiera, porque tiene
que poder acumular carga, sin que esta se “escape”. Si la capa tuviese un espesor de
alrededor de un nm, las cargas podrían atravesarla por efecto túnel y ya no se trataría
de un aislante, lo que induce pérdidas de información en el circuito.
También limita el material que conecta los transistores. Los “cables” de los circuitos
son de metal, típicamente aluminio, y al disminuir de tamaño se manifiestan las
propiedades “nano”, en este caso en contra de la tecnología, ya que los metales se
vuelven peores conductores de la corriente. Para evitar este problema, se depositan
cables de cobre, que es mejor conductor, aunque más difícil de procesar. Además,
cuando los “cables” están muy cerca se necesita un material muy aislante para evitar
que las señales eléctricas se puedan cruzar o perder.
La producción de nanomateriales por procesos “de abajo hacia arriba” está muy
relacionada con las rutas de síntesis molecular que los químicos vienen haciendo
desde hace siglos. La construcción de un nano-objeto puede describirse como el paso
de la molécula al material. En cualquier tipo de nanomaterial que se fabrique por una
ruta “de abajo hacia arriba” partirá de un precursor molecular, que tiene que ser
manipulado de una forma habilidosa para que se una químicamente a otros similares,
generando especies nanoestructuradas.
En la figura
tenemos el
ejemplo de un
óxido de titanio,
que tiene una
gran aplicación
en
nanotecnología,
como
componente de
celdas solares,
catalizador para la destrucción de contaminantes, cremas solares y otras. El precursor
es un compuesto con Ti(IV) rodeado por iones cloruro, por ejemplo. Estas moléculas
precursoras se disuelven. Como vamos a hacer un óxido, necesitamos conectar a
cada centro de Ti(IV) con átomos de oxígeno, que harán de puente entre dos titanios,
formando uniones químicas Ti-O-Ti. La manera más fácil de conseguir átomos de
oxígeno es añadiendo agua, y al entrar ésta en contacto con el precursor, suceden la
hidrólisis y la condensación (no las describiremos porque ya las conocemos).
Mediante el proceso de condensación se forma un dímero que puede seguir creciendo
hasta que la molécula alcanza un tamaño grande, nanométrico. Y tenemos un nano-
objeto, que es una especie más grande que una molécula.
Además, sabemos que moléculas parecidas “quieren” estar juntas (“lo similar disuelve
a lo similar”). Esto es muy importante en el mundo nanoscópico, en el que las
interacciones moleculares van a ser muy fuertes y determinantes en la estabilidad de
un sistema, ya sea porque las moléculas van a acomodarse alrededor de nano-
objetos, o cerca de una superficie, que van a mostrar de ese modo sus cualidades
moleculares. Ya sabemos que una fracción enorme de los átomos de un nanomaterial
está en la superficie, entonces el rol de los átomos o grupos superficiales es muy
importante. Por lo tanto, si modificamos la superficie con un grupo funcional, las
propiedades de este grupo se harán evidentes. La posibilidad de agregar funciones en
superficie abre un camino de una riqueza enorme a la nanotecnología, permitiendo
darles a los nanomateriales características que dependen del material, de su tamaño
y de la naturaleza de su superficie.
Autoensamblado
Se puede hacer preparando una solución en la que las moléculas que queremos
ensamblar en la superficie (afines al metal) estén disueltas con el metal, de forma que
poco a poco las moléculas se van a acercar a la superficie, acabando por pegarse al
metal perdiendo la libertad que tenía a cambio de la estabilidad que le da la
interacción con el metal. Mientras queden átomos del metal visibles, seguirán
añadiéndose moléculas a la superficie formando una monocapa. Un ejemplo de esto
es el recubrimiento de oro con moléculas con grupo tiol.
Autoensamblado de polímeros cargados, capa por capa:
Autoensamblado supramolecular:
Imaginemos que un cristal tiene que crecer y que los iones cargados en solución
pueden depositarse en las “caras” (eléctricamente neutras) o en los planos más
cargados. Los iones preferirán depositarse sobre una cara con la carga opuesta que
sobre una cara neutra. Por lo tanto, las caras “diagonales” crecerán mucho más
rápido que las caras neutras y la forma final será la de un cubito. Este es un caso
clásico de cómo la forma externa de un cristal refleja la disposición interna de los
átomos. Esto vale tanto para partículas de tamaño microscópico como para
nanopartículas.
En cuanto al crecimiento, en el NaCl algunas caras crecen más rápido que otras y las
que crecen lento son las que se ven. Si hacemos crecer el NaCl en presencia de urea
(H2NCONH2), se obtienen cristales de sal en forma de octaedros porque la urea se
deposita sobre los planos diagonales e impide su crecimiento. Entonces las caras del
cubo crecen y desaparecen. En otros casos, el cristal crece más rápido en una de las
direcciones y se obtienen barras o en dos direcciones y se obtienen plaquitas.
El óxido de zinc,
ZnO, presenta un
empaquetamient
o hexagonal
compacto. En la
figura vemos que
las caras
laterales del
prisma son
“neutras”,
mientras que las
“tapas” tienen
capas alternadas
de iones
positivos y
negativos. Esto
hace que le sea
fácil crecer a lo largo de su eje vertical y se tiendan a formar agujas largas, de sección
hexagonal nanométrica.
Para formar un objeto nanométrico, hay que juntar material, poner átomos o iones uno
al lado del otro, construir de una manera muy precisa un edificio, más o menos
grande, de unos cientos a unos miles de átomos. Esencialmente la formación de una
partícula se divide en tres etapas: nucleación, crecimiento y maduración. Estas etapas
determinarán su composición, forma y tamaño. Tenemos que tener en cuenta que la
formación de una partícula implica que esa partícula no sea soluble en el disolvente
en que se encuentra o el gas con el que está en contacto.
Recordemos tres cosas: que en una solución saturada no podemos disolver más de
una sustancia dada, que una solución saturada está en equilibrio con un sólido de esa
sustancia, y que las condiciones de saturación dependen en principio de la cantidad
de materia disuelta y de la temperatura (por lo menos). Por lo tanto, si estamos en una
solución saturada y queremos hacer partículas, o agregamos más material o bajamos
la temperatura. Cualquiera de estas dos perturbaciones cambia el equilibrio y
comienza a formar partículas a partir del material disuelto en la solución. También se
podría agregar un agente precipitante, una sustancia sólida que permite obtener un
sólido a partir de una solución.
En una solución
supersaturada, las
moléculas de soluto se
encuentran en algún
momento, se atraen y
comienzan a formar
pequeños cúmulos o
“embriones”, de un
cierto tamaño. Los
embriones son
pequeños, formados
por algunas o algunas
decenas de moléculas,
que se juntan
espontáneamente. Son
objetos nanométricos,
en los que algunas de las moléculas están adentro y otras forman parte de una
superficie. Los cúmulos que se van formando tienen diferentes energías con respecto
a las moléculas en solución. Los cúmulos muy pequeños tienen energías más altas
que los iones en solución porque es malo crear superficie. A medida que crecen, es
muy probable que se desarmen. Crecer es desfavorable hasta que se llega a un cierto
radio, llamado radio crítico, a partir del cual, juntar más unidades de construcción lleva
a estabilizar el sistema. En la figura vemos que alcanzar ese tamaño crítico es una
barrera energética importante, que una vez que se cruza, facilita la formación de una
partícula. A partir de ese tamaño, un cúmulo, que se forma, crece, porque su energía
va disminuyendo con el tamaño. Esos núcleos son los precursores de las
nanopartículas. El control sobre la formación de núcleos es importantísimo en la
formación de nanopartículas.
Es más fácil precipitar material sobre una superficie porque no hace falta formar un
núcleo. Si contamos con una superficie adecuada, que se parezca al sólido que se va
a formar, podemos comenzar a formar un sólido a partir de la etapa de crecimiento.
Esto es muy útil para formar películas delgadas o partículas formadas por varias
capas diferentes (cáscara-núcleo).
El dióxido de silicio es uno de los productos nano con más usos reportados (después de la
nanoplata, el carbón nanoscópico y parejo con el dióxido de titanio), mayormente en
cosmética y pinturas. Es un material fácil de hacer, barato, no tóxico y biocompatible. La
sílice nanoestucturada en general es amorfa, es un nano-vidrio.
El método más utilizado para preparar pequeñas cantidades de partículas esféricas
coloidales de sílice usa una molécula con un átomo de silicio, rodeado por cuatro
alcóxidos. Esta molécula reacciona al contacto con pequeñas cantidades de agua,
generando especies de ácido silícico, y liberando alcohol en la solución.
La carga en la superficie
necesita ser compensada:
entonces, se desarrolla a su
vez una “atmósfera” de iones
de signo contrario alrededor
de la partícula, que la
acompaña a todas partes
(figura). La composición y la
dinámica de la superficie
forman una parte muy
importante del
comportamiento de una
nanopartícula, más aún
cuando está en contacto con
un líquido. Entre dos
partículas de sílice pueden
desarrollarse fuerzas electrostáticas relevantes en el nanomundo, que son fruto de las
cargas superficiales y de la naturaleza de los iones cercanos que forman la atmósfera
iónica.
Entre dos partículas, además de las fuerzas electrostáticas mencionadas, existe una
fuerza atractiva, que tiene que ver con todas las interacciones entre todos los átomos
que viven dentro de ambas partículas, se trata de una especie de rejunte de fueras de
Van der Waals. Esta fuerza, al ser una suma de las atracciones individuales entre
muchos átomos, termina siendo importante y atrae a dos partículas que se encuentren
alejadas.
En la figua anterior se muestra una serie de curvas de potencial entre partículas que
reflejan comportamientos típicos. En general, dos partículas pueden acercarse hasta
que sus atmósferas iónicas comienzan a superponerse, lo que crea una barrera y
entonces las partículas “rebotan” y vuelven a alejarse. Existen métodos para hacer
que estas barreras sean más pequeñas. En ese caso las partículas pueden
superarlas, caer a un “pozo” de energía que se encuentra a distancias menores y
aglomerarse o agregarse.
Por otra parte, la superficie de la sílice puede modificarse con una gran variedad de
moléculas orgánicas, lo que cambia las propiedades de la superficie y, por lo tanto, el
comportamiento de las nanopartículas en solución. Por ejemplo se pueden unir a la
superficie del SiO2 moléculas de trimetilclorosilano ((CH3)3SiCl) con la reacción:
Las nanopartículas metálicas son muy interesantes porque, además de ser las
primeras descubiertas, presentan una variedad de comportamientos y de aplicaciones
que van desde sensores capaces de detectar una única molécula hasta catalizadores
para disminuir la contaminación ambiental de los coches, pasando por el
almacenamiento de información. Se pueden producir de manera controlada y
reproducible nano-especies de oro y otros metales preciosos (plata, platino, paladio,
rodio) o no tanto (cobre, níquel, hierro, cobalto)de una enorme variedad de tamaños:
desde cúmulos de pocos átomos, hasta nanopartículas de tamaños muy diversos, con
diferentes formas: esferas, cubos, triángulos, pirámides, barras, etc.
En nanopartículas más grandes (>40 nm), comienzan a influir otros efectos, como la
dispersión de luz, lo que hace cambiar el color hacia un tono violeta. También la forma
de las nanopartículas influye: en una partícula en forma de barra habrán oscilaciones
que van a lo largo del eje (se absorben longitudes de onda más largas) y
transversales (longitudes de onda corta), por lo que se ven otros colores, fruto de la
absorción de luz en diferentes partes del espectro. Las nanopartículas rojas pueden
agregarse formando objetos alargados de color violáceo. En la plata pueden
obtenerse gamas de colores que van desde el amarillo para partículas aisladas hasta
gamas de verde, azul o grisáceo.
Si irradiamos una nanopartícula con luz del color adecuado, esa energía se absorberá
y traducirá en una oscilación de sus electrones, creando un fuerte campo eléctrico
localizado que permite amplificar señales muy débiles. Este efecto se llama
“resonancia de plasmón de superficie” y puede usarse en la detección ultrasensible de
moléculas biológicas. Cuando se irradian las nanopartículas de oro con luz IR, se
liberan considerables cantidades de calor y la temperatura de las zonas cercanas a la
nanopartícula se eleva considerablemente. Este efecto (“hipertermia”) es de posible
aplicación en medicina, dado que permite calentar localmente un tejido con mucha
precisión y eliminar o inactivar las células cercanas.
Para producir
nanopartículas
metálicas partimos de
una solución con una
sal de iones metálicos
(AuCl4(-)) y se le
agrega un compuesto
reductor (ácido cítrico,
agua oxigenada,
alcoholes, azúcares,
hidruros, etc.). El
método más usado
usa ácido cítrico para
ceder electrones a los
iones oro presentes en
la solución y producir
nanopartículas
uniformes de
alrededor de 20 nm de
diámetro y de color rojo intenso. Los métodos más usados para generar
nanopartículas de formas variadas consisten en hacer primero núcleos muy pequeños
y en una segunda etapa hacerlos crecer lentamente en presencia de ciertas
moléculas que se pegotean a una cara determinada de la nanopartícula e impiden su
crecimiento en esa dirección. Puesta a crecer, la nanopartícula se extiende en las
direcciones que no están bloqueadas y se obtienen entonces nuevas formas
controladas.
Conclusión
Este trabajo podría hacerse mucho más largo puesto que hay gran cantidad de
nanomateriales y algunos con métodos de síntesis específicas, y cada día se van
descubriendo y mejorando las formas de sintetizarlos, lo que conlleva grandes
avances tecnológicos.