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EL CONFLICTO ENTRE LA BIBLIA Y LA CIENCIA

INTRODUCCIÓN

Se ha dicho que “un poco de conocimiento es algo peligroso.” Esto puede ser cierto
en el campo de la ciencia, como le expresó Francis Bacon, uno de los fundadores de
la Ciencia Natural: “Es una verdad asegurada, y una conclusión de la experiencia,
que un poco de conocimiento o filosofía superficial puede inclinar la mente del
hombre al ateísmo, pero el adentrarse en ello trae la mente de vuelta a la religión.” 1
Algunas personas afirman que la Biblia y la ciencia son antagónicas una con la otra,
y que entre los hechos de la ciencia y las afirmaciones de la Escritura existe un
conflicto irreconciliable. Tales críticos de la Biblia simplemente confirman la veracidad
de la máxima anterior de que “un poco de conocimiento es algo peligroso,” porque no
importa lo que conozcan de la verdadera ciencia, es evidente que poseen poco
conocimiento del Libro de los libros.

El hombre verdaderamente grande reconoce enseguida sus limitaciones. Isaac


Newton, el descubridor de la ley de la gravedad y uno de los genios científicos más
grandes de todos los tiempos, tenía una opinión muy humilde de sus logros
científicos. Percibiendo cuán limitada es la sabiduría del hombre comparada con la
sabiduría del Infinito, declaró: “Yo parezco haber sido solamente como un niño que
juega a la orilla del mar y que me divierto en encontrar de vez en cuando una
piedrecita más suave o una concha más bonita que de ordinario, mientras el gran
océano de la verdad yace sin ser descubierto delante de mí”2. En esas nobles
palabras Isaac establece un digno precedente para que todos lo sigamos. Él veía “un
gran océano de verdad” no sólo en la naturaleza sino también en las Escrituras. Él
fue un diligente estudioso de la Palabra del Eterno y escribió volúmenes sobre la
profecía bíblica.

1
Adelantos del Aprendizaje, libro 1, p. 4, en volumen 30 de Los grandes libros del mundo occidental, (Enciclopedia Británica
Inc., Chicago; 1955)
2
Citado por David Brewster, Memorias de Newton, vol, 2, p. 407 (T. Constable and Co., Edimburgo, Escocia; 1855.)
2

Es sorprendente que existan conceptos erróneos en las mentes de los detractores de


la Biblia. Ellos tienen un conocimiento superficial de la Palabra del Eterno, o juzgan
las Escrituras por los pronunciamientos de sus enconados enemigos. Tal
procedimiento es manifiestamente injusto. Si alguien estuviera buscando información
exacta y no prejuiciada sobre nosotros personalmente, no lo referiríamos a nuestros
enemigos jurados. Nuestros adversarios estarían inclinados a exagerar nuestras
faltas y a minimizar nuestras virtudes. Si se juntaran todas las ideas erróneas y citas
equivocadas sobre el Sagrado Rollo, compondrían una inmensa biblioteca, pero el
contenido sería la misma antítesis de la Biblia. Cuando investiguemos las Escrituras
por nosotros mismos, descubriremos que no solamente armonizan con toda
verdadera ciencia, sino que a menudo se han anticipado a descubrimientos
científicos por miles de años.

La Biblia adelante de la ciencia


Generalmente se cree que Colón (1451-1506) estuvo entre los primeros en
establecer el hecho de la esfericidad de nuestra tierra sobre una base científica. Sin
embargo más de 20 siglos antes de que naciera Colón, el profeta hebreo Isaías llamó
nuestra atención a este hecho cuando declaró del Creador:
* “Es Aquel que se sienta sobre el círculo de la tierra.” (Is. 40:22).
La mayor parte del mundo esperó 25 siglos para que el hombre demostrara lo que la
Biblia había declarado más de dos milenios y medio atrás. Aunque no es
primariamente un libro de ciencia, sin embargo encontramos que la Biblia está muy
adelantada a la ciencia.

La Biblia y la ley de la gravedad


El lector está indudablemente familiarizado con las circunstancias que llevaron a
Isaac Newton (1642-1727) al descubrimiento que hizo época, el de la ley de la
gravedad. Se ha dicho que una vez mientras él descansaba a la sombra de un árbol
de manzanas, vio caer una manzana al suelo. Esto lo puso a pensar. En su empeño
por descubrir la razón por la que los objetos caen hacia la tierra, fue llevado a
investigar las fuerzas y los poderes de la naturaleza. Como resultado de su diligente
3

y laboriosa investigación, el gran matemático y físico emocionó al mundo científico


con su pronunciamiento de que todos los cuerpos celestes son guiados en su rumbo
sin camino por la ley de la atracción o la gravedad.
Por siglos se creyó generalmente que una fuerza misteriosa pero invisible sostenía al
sol y los planetas en el espacio. Algunos maestros antiguos suponían que esta tierra
estaba sostenida por un elefante gigante, o descansaba sobre los hombros de un
Atlas, quien a su vez estaba parado sobre el lomo de una tortuga. El descubrimiento
de la ley de la gravedad puso fin a todos esos absurdos. Sin embargo, 30 siglos
antes del advenimiento de Newton, las Escrituras registraron el principio de la
gravedad en el libro de Job, el cual se cree ser de la autoría de Moisés. Leemos
sobre el poder y la sabiduría del Soberano:
* “Él tendió el norte sobre el espacio vacío, y colgó la tierra sobre la nada.” (Job
26:7).
Desde el descubrimiento de la ley de la atracción, se reconoce universalmente que la
tierra y todos los demás cuerpos celestes, aunque se mueven, “cuelgan” o están
suspendidos en el espacio sin ningún soporte visible, o, como tan apropiadamente lo
expresa la Biblia, “cuelgan sobre la nada.” Así, de nuevo tenemos ilustrada delante
de nosotros la verdad de que la Biblia se anticipa por siglos a muchos
descubrimientos científicos modernos.

La Biblia y la astronomía
Durante los siglos en los que se escribió la Biblia, se produjeron también muchas
disertaciones sobre astronomía. Esas obras primitivas sobre este tema estaban
llenas de las supersticiones y errores de sus días. ¿Abrazó, favoreció, o defendió la
Escritura alguno de esos errores? ¡Decididamente no! Ella no propagó en el más
mínimo grado la falsa enseñanza que prevalecía entonces. Sus afirmaciones
astronómicas han pasado la prueba del tiempo, y su exactitud ha sido testimoniada
por la astronomía moderna, implementada por el espectroscopio y los potentes
telescopios. Como ha afirmado con verdad un astrónomo:
“¡El telescopio cuenta la historia que Dios ha escrito en su Libro!”
4

Sobre una placa de mármol en la pared del observatorio astronómico en el Colegio


Williams, están cinceladas las siguientes palabras tomadas de las Escrituras:
* “Levanta tus ojos a lo alto, y contempla quién ha creado estas cosas.” (Isaías
40:26).
Los astrónomos encontrarán mucho en qué pensar en los diversos textos bíblicos de
importancia astronómica.
Mucho antes de que la ciencia descubriera que la tierra gira sobre su eje, haciendo
aproximadamente 365¼ rotaciones mientras completa una órbita alrededor del sol,
este hecho se mencionó cuando el Creador le preguntó a Job:
* “¿Has ordenado a la mañana desde que comenzaron los días, y has hecho que
la aurora [el amanecer] conozca su lugar, para que se aferre a los términos de la
tierra...?” (Job 38:12-13).
Y el Creador contestó su propia pregunta diciendo esto concerniente a la tierra:
“Se ha tornado como el barro al sello.” (Verso 14).
La palabra hebrea traducida “se ha tornado,” en este verso, es hafák en su forma
hitfaél, y literalmente significa “se voltea.”
En otras palabras, como el barro voltea en la rueda del alfarero para recibir la
impresión del diseño o sello del alfarero, así mismo la tierra voltea sobre su eje a la
luz del sol para que todos los lados sean iluminados y calentados por él.

Miles de años antes de que un Newton, un Einstein, o un Jeans descubrieran el


orden matemático del universo, el Creador invitó a la humanidad:
* “Levanta tus ojos en alto, y mira quién ha creado estas cosas, que saca a las
huestes por número; Él las llama a todas por nombre por la grandeza de su poder, y
porque es fuerte en poder, ninguna falla.” (Isaías 40:26).

Algunos hombres solían enseñar que la luna brillaba con luz propia y que era más
grande que el sol. Hoy día sabemos que la luna es mucho más pequeña que el sol y
que la tierra. De hecho, el diámetro del sol es 400 veces el de la luna. Ahora escuche
lo que tiene que decir la Biblia sobre esto:
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* “E hizo el Poderoso las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para regir el
día, y la lumbrera menor para regir la noche.” Génesis 1:16 (J).
De nuevo encontramos que las verdades científicas de la Biblia brillan con un lustre
abarcador en medio del error pagano.

Cuando Galileo (1564-1642) hizo su telescopio y lo apuntó hacia el cielo, vino a ser
el Colón de la astronomía. Su lente escrutador reveló un nuevo e ensoñado universo
lleno de estrellas. La astronomía moderna ha mejorado los métodos de Galileo un
ciento por ciento, porque con la ayuda de potentes reflectores se revelan miles de
estrellas, donde el ojo desnudo no ve ninguna, o al menos ve pocas. Ahora se
conoce que los cielos contienen no sólo billones de estrellas, sino millones de
universos islas. Ya los astrónomos no se aventuran a contar las estrellas, porque
saben que no pueden contarse. Que las estrellas son innumerables es la última
palabra en la ciencia de la astronomía, y sin embargo este interesante hecho era
conocido para Abraham casi 4,000 años atrás,
* “Lo sacó afuera y dijo: ‘Mira ahora al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes
contarlas;’ y le dijo: ‘Así será tu simiente’.” (Génesis 15:)
Así vemos que las Escrituras contienen muchos hechos de significado astronómico
que le ha tomado a la ciencia de la astronomía miles de años descubrir. El Dr.
William L. Kennon, profesor de física y astronomía en la Universidad de Misisipí, dijo:
“Los valores morales y espirituales de la astronomía han sido sentidos por
hombres de todas las eras. Oímos al Salmista proclamar: ‘Los cielos cuentan la
gloria del Poderoso’ [Salmo 19:1]. Mientras más potentes se hacen nuestros
telescopios, mayor es la gloria que revelan.”3

La Biblia y la biología
La ciencia biológica moderna ha establecido fuera de toda duda el hecho de que la
vida proviene solamente de otra vida previa. Por siglos los filósofos proclamaron la
idea de la generación espontánea como una explicación para el origen de la vida.

3
Astronomía: Libro de Texto para Colegios, p. 5, (Ginn and Co., Boston, Mass.; 1948).
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Esa errónea enseñanza proponía la idea de que la vida surgió de pronto a partir de
unas substancias no vivas.
Parecía casi increíble que tan extrañas teorías se enseñaran por siglos en nombre de
la ciencia; pero el microscopio, en las diestras manos de Louis Pasteur, reveló un
mundo de microorganismos, y los subsiguientes hallazgos de la biología revelaron
que se requiere una vida original para producir vida. Esta es una doctrina científica
clara e inteligente, apoyada por los hechos y la observación.

CONCLUSIÓN

Sin embargo, si el hombre hubiera creído siempre en las sencillas y simples


declaraciones del primer capítulo del Génesis, la falaz idea de la generación
espontánea nunca se habría propuesto. El registro inspirado –“en el principio creó el
Poderoso” –no solamente expone la falsedad de la teoría de la generación
espontánea sino que apoya los hallazgos de la verdadera ciencia –que la vida tiene
que tener su origen en una vida preexistente. Sir James Jeans, el astrónomo y físico
británico, hizo la siguiente afirmación científica, que apoya y respalda la enseñanza
bíblica de la creación:
“Todo señala con incontenible fuerza hacia un evento definido, o una serie de
eventos, de creación en algún punto de tiempo o tiempos, no infinitamente remotos.
El universo no pudo haber surgido por casualidad de sus ingredientes presentes, y
tampoco pudo haber sido lo mismo que ahora.”4 Muchos otros ejemplos podrían
citarse para probar que la Biblia está en perfecta armonía con la verdadera ciencia.
Si la ciencia atendiera a su propio “tejido,” ocupándose solamente de los hechos y no
de teorías ambiguas, se hallaría en perfecta armonía con la Palabra de la Inspiración
Divina.

4
Eos, p. 55, (E. P. Dutton and Co., Nueva York; 1929).

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