La Inquisición española o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución
fundada en 1478 por los Reyes Católicos (Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla) para
mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La característica más importante es que
dependía directamente de la Corona española, dando mucho poder a los reyes, los cuales
emplearon en diversas ocasiones al Santo Oficio como instrumento político.
Tuvo una vida de unos 350 años. A finales del siglo XVIII la inquisición entró en un período
de decadencia, navegando en contra de los vientos liberales que soplaban en ese entonces.
Su abolición fue aprobada en las Cortes de Cádiz en 1812 por mayoría absoluta, pero no se
abolió definitivamente hasta el 15 de julio de 1834, durante la Regencia de María Cristina de
Borbón, encuadrada en el inicio del reinado de Isabel II.
1. Origen
La Inquisición pontificia fue creada en el año 1231 por el papa Gregorio IX mediante la bila
papal Excommunicamus. En su origen era una institución eclesiástica especial dedicada a
la persecución, detención, juicio y castigo de la herejía. Estaba bajo la autoridad directa del
papa y se creó con el objetivo de combatir la herejía albigense del sur de Francia. Esta
Inquisición pontificia sustituía a la primera inquisición, la inquisición episcopal, que había
sido creada por el papa Lucio III a finales del siglo XII mediante la bula Ab abolendam.
La inquisición pontificia se fue extendiendo a diversos reinos de la monarquía europea,
aunque fue encontrando resistencia de algunas monarquías, que no veían con buenos ojos
la intervención del papado dentro de sus fronteras.
2. Contexto
Durante la Edad Media, se había producido una coexistencia relativamente pacífica
—aunque no exenta de incidentes— entre cristianos, judíos y musulmanes, en los reinos
peninsulares. No obstante, a finales del siglo XIV hubo en algunos lugares de España una
ola de violencia antijudía, alentada por la predicación de Ferrán Martínez, arcediano de
Écija. Como consecuencia de esta situación de intolerancia y persecución hacia los judíos,
muchos de estos se convirtieron al cristianismos, pasando a ser cristianos nuevos. Antes
de esta fecha, los conversos eran escasos y apenas tenían relevancia social. Desde el siglo
XV puede hablarse de los judeoconversos, también llamados «cristianos nuevos», como un
nuevo grupo social, visto con recelo tanto por judíos como por cristianos. Convirtiéndose,
los judíos no solamente escapaban a eventuales persecuciones, sino que lograban acceder
a numerosos oficios y puestos que les estaban siendo prohibidos por normas de nuevo
cuño, que aplicaban severas restricciones a los judíos.
4. Creación
La inquisición se introdujo en el reino de Castilla en en 1478. Años más tarde, la institución
también se estableció en la corona de Aragón.
El primer auto de fé se celebró en Sevilla en 1481 donde fueron quemadas 6 personas en la
hoguera acusadas de judaizar. Era un inicio violento, sin compasiones, reflejo de lo que
pasaría en los primeros años de la implantación de la Inquisición española. Los primeros
años, hasta el siglo XVI, fueron muy duros y violentos. La Inquisición actuaba severamente.
Hubieron centenares de víctimas mortales y millares de penas de prisión. Era una muestra
de la situación opresiva que existía durante los últimos siglos con respecto a los judíos y a
los conversos.
Los conversos apelaron a Roma, a las instituciones locales y a la Corona. Pero no
obtuvieron resultado alguno. Pero después, el papa Sixto IV, impresionado por el cariz
violento que había tomado la Inquisición en sus inicios, lamentó la concesión del poder
inquisitorial a la Corona española e intentó limitar sus poderes y su independencia, lo cual
no consiguió. Los Reyes Católicos tenían gran determinación y mediante las negociaciones
del representante español el cardenal Rodrigo Borgia, el papa Sixto IV cedió. No puso
impedimento a que Isabel y Fernando tuvieran el control de la Inquisición española y
autorizó la creación del Consejo de la Inquisición y el nombramiento de un inquisidor
general.
Así fueron los primeros años de la Inquisición de Castilla. La dureza y la violencia con la que
actuó la Inquisición durante estos años le dio fama de dura y violenta, quizás no sin razón.
Era un periodo de implantación, donde querían mostrar todo su poder y dar ejemplo a los
que seguían judaizando.
Desde su creación, la Inquisición no lucharía solamente contra los judaizantes. También
persiguió a los judíos no conversos y a los moriscos, para después combatir a la herejía
protestante, a las sectas, a la brujería y a todos aquellos que no siguieron la ortodoxia de la
Iglesia católica apostólica romana. Es decir, persiguieron actos que consideraban que se
apartaban de las normas de la Iglesia como la sodomía, la bigamia o la pederastia, por
ejemplo. El objetivo final era mantener la pureza de la fe católica.
5. El proceso
Los inquisidores buscaban establecer la veracidad de una acusación en materia de fe. El
procedimiento que empleaban rompió con la forma medieval de justicia basada en el
proceso acusatorio en el que el juez decidía si la parte que acusaba había aportado las
pruebas suficientes para demostrar lo que afirmaba. Para evitar las acusaciones sin
fundamento el que acusaba corría el riesgo de ser condenado a la misma pena que le
hubiera correspondido al acusado si lo que afirmaba se demostraba que era falso. Esto no
ocurría en el proceso inquisitorial en el que el juez podía actuar de oficio sin necesidad de
que un acusador inicie la acción judicial o por denuncias que recibía, sin que el que las
hacía corriera ningún riesgo de ser condenado si lo que decía se demostraba falso. Pero la
diferencia fundamental entre el proceso inquisitorial y el proceso acusatorio estaba en el
papel del juez, que deja de ser una parte "inactiva" del proceso ya que es quien toma las
declaraciones, interroga a los testigos y al acusado y finalmente emite el veredicto. Así,
según Josep Pérez, el inquisidor "reúne en su persona la función de policía y el poder de
juez aunque, según el derecho canónico, no asume la función de acusador, ya que lo único
que pretende es establecer la verdad [inquisitio] con imparcialidad y no acabar con su
adversario". Pérez concluye: "los inquisidores son jueces y parte, acusadores y jueces; se
conserva la figura del fiscal, pero su función se limita a mantener la ficción de un proceso
que enfrenta a dos partes. [...] En realidad, el fiscal es un inquisidor como los demás, salvo
que no participa en la votación de la sentencia".
Así pues, la Inquisición no funcionó en modo alguno de forma arbitraria, sino conforme al
derecho canónico. Sus procedimientos se explicitaban en las llamadas Instrucciones,
elaboradas por los inquisidores generales Torquemada, Deza y Valdés.
5.5 Torturas
Para interrogar a los reos, la Inquisición hizo uso de la tortura, pero no de forma sistemática.
Se aplicó sobre todo contra los sospechosos de judaísmo y protestantismo, especialmente
en el siglo XVI. La tortura era siempre un medio de obtener la confesión del reo, no un
castigo propiamente dicho. Se aplicaba sin distinción de sexo ni edad, incluyendo tanto a
niños mayores de 14 años como a ancianos. Según Joseph Pérez, «como todos los
tribunales del Antiguo Régimen, la Inquisición torturaba a los prisioneros para hacerlos
confesar, pero mucho menos que los otros, y no por un sentimiento humanitario, porque le
repugnara utilizar estos métodos, sino simplemente porque le parecía un procedimiento
erróneo y poco eficaz». Los procedimientos de tortura más empleados por la Inquisición
fueron tres: la «garrucha», la «toca» y el «potro».
5.6 Veredicto
La instrucción no concluía cuando el fiscal lo decidía sino cuando lo pedía el acusado,
porque si el fiscal lo hacía reconocía que no tenía nada más que añadir, mientras que si era
el acusado el fiscal conservaba la posibilidad de aportar nuevos argumentos o testigos
hasta el último momento. Una vez concluida la instrucción, los inquisidores se reunían con
un representante del obispo y con los llamados «consultores», expertos en teología o en
derecho, en lo que se llamaba «consulta de fe». En la votación del caso se requería la
unanimidad de los inquisidores y del representante episcopal, cuyo voto prevalecía incluso
contra la mayoría de los «consultores». En caso de no alcanzarla se remitía el caso al
Consejo de la Suprema para que decidiera. En el siglo XVIII las «consultas de fe»
desaparecieron porque todas las sentencias eran elevadas a la Suprema.
Los veredictos podían ser los siguientes:
● El acusado podía ser absuelto. Las absoluciones fueron en la práctica muy escasas.
● El proceso podía ser «suspendido», con lo que en la práctica el acusado quedaba
libre, aunque bajo sospecha, y con la amenaza de que su proceso se continuase en
cualquier momento. La suspensión era una forma de absolver en la práctica sin
admitir expresamente que la acusación había sido errónea.
● El acusado podía ser «penitenciado». Era el menor de los castigos que se imponían.
El culpable debía abjurar públicamente de sus delitos (abjuración de levi si era un
delito menor, y abjuración de vehementi si el delito era grave), y después cumplir un
castigo espiritual o corporal. Entre éstos se encontraban el sambenito, el destierro
(temporal o perpetuo),r multas o incluso la condena a galeras.s
● El acusado podía ser «reconciliado». Además de la ceremonia pública en la que el
condenado se reconciliaba con la Iglesia Católica (el auto de fe), existían penas más
severas, entre ellas largas condenas de cárcelt o galeras,uy la confiscación de todos
sus bienes. También existían castigos físicos, como los azotes.v Los reconciliados
no podían ocupar cargos eclesiásticos ni empleos públicos, así como tampoco
podían ejercer determinadas profesiones, como recaudador de impuestos, médico,
cirujano o farmacéutico. La inhabilitación se extendía a sus hijos y nietos, aunque
éstos podían librarse de ella pagando una multa llamada de composición.55
● El máximo castigo era la «relajación» al brazo secular, que implicaba la muerte en la
hoguera. Recibían esta pena los herejes impenitentes y los «relapsos»
(reincidentes). La ejecución era pública. Si el condenado se arrepentía, se le
estrangulaba mediante el garrote vil antes de entregar su cuerpo a las llamas. Si no,
era quemado vivo. Los casos más frecuentes eran los de que, bien por haber sido
juzgados in absentia, bien por haber fallecido antes de que terminase el proceso,
eran quemados en efigie.
5.7 Apelación
Los condenados tenían derecho a apelar al Consejo de la Suprema Inquisición, que siempre
confirmaba la sentencia si se trataba de la pena de muerte. Pero los tribunales utilizaban
todo tipo de argucias para que los reos no tuvieran oportunidad de recurrir la sentencia.
Según Joseph Pérez, "el medio más eficaz era que ignoraran la suerte que les esperaba el
mayor tiempo posible y no informarles hasta el último momento, en el auto de fe, cuando ya
no tenían tiempo de apelar".
5.8 Auto de fe
Si la sentencia era condenatoria, implicaba que el condenado debía participar en la
ceremonia denominada auto de fe, que solemnizaba su retorno al seno de la Iglesia (en la
mayor parte de los casos), o su castigo como hereje impenitente. Los autos de fe podían ser
privados («auto particular») o públicos («auto público» o «auto general»). Aunque
inicialmente los autos públicos no revestían especial solemnidad ni se pretendía una
asistencia masiva de espectadores, con el tiempo se convirtieron en una ceremonia
solemne, celebrada con multitudinaria asistencia de público, en medio de un ambiente
festivo. El auto de fe terminó por convertirse en un espectáculo barroco, con una puesta en
escena minuciosamente calculada para causar el mayor efecto en los espectadores.
Los autos solían realizarse en un espacio público de grandes dimensiones (en la plaza
mayor de la ciudad, frecuentemente), generalmente en días festivos. Los rituales
relacionados con el auto empezaban ya la noche anterior (la llamada «procesión de la Cruz
Verde») y duraban a veces el día entero.
5.9 Relajación
La relajación era la entrega a los tribunales reales de los condenados a muerte por la
Inquisición española. La Inquisición era un tribunal eclesiástico por lo que no podía
condenar a la pena capital de ahí que "relajara" a los reos al brazo secular que era el
encargado de pronunciar la sentencia de muerte y de conducirlos al lugar donde iban a ser
quemados —estrangulados previamente mediante garrote vil si eran penitentes, y
quemados vivos si eran impenitentes, es decir, si no habían reconocido su herejía o no se
habían arrepentido—. La relajación se producía durante el auto de fe, en el que en contra
de lo que suele creerse, no se ejecutaba a nadie, sino inmediatamente después y en otro
lugar.
● Primer periodo
Un primer periodo sería esa fase de inicio dura, con numerosas ejecuciones que
acaeció desde su implantación hasta el final del siglo XV. En esta fase la represión
fue dura por su proximidad con el conflicto social existente con los judíos y con los
conversos y que acabaría con el exilio o la conversión forzosa de los judíos. Los
Musulmanes seguían gozando de libertad religiosa aunque por poco tiempo.
● Segundo periodo
Un segundo periodo ocurriría en la primera mitad del siglo XVI, con un menor
número de ejecuciones. Con la llegada de Carlos I, que en los inicios de su reinado
tenía su ideal erasmista, muchos conversos confiaron con esperanza que el nuevo
monarca aboliera esta institución. Pero el devenir de los acontecimientos en el
interior de España y en Europa no ayudaron a que se eliminara esta institución ya
que aparecía un nuevo problema para la religión católica: el luteranismo. Durante
este segundo periodo la Inquisición, además de ocuparse de los conversos y de los
moriscos, vigilaron los brotes protestantes que iban apareciendo, aunque escasos,
en los reinos peninsulares.
● Tercer periodo
Un tercer periodo llegaría en la segunda mitad del siglo XVI. La Inquisición española
se ocuparía principalmente del problema morisco y de los focos protestantes que
iban surgiendo. Los principales procesos contra los protestantes se realizarían a
inicios del reinado de Felipe II, siendo los más importantes los que sucedieron en
Valladolid y Sevilla. Estos procesos acabarían prácticamente con los intentos de
implantar un protestantismo en España.
Por otro lado, la Inquisición luchaba contra los moriscos (musulmanes convertidos
forzosamente al cristianismo) cuyas tensiones aumentaban, acabando con la
insurrección de las Alpujarras a finales de los años 60 del siglo XVI y con la
expulsión de los moriscos en 1609, durante el reinado de Felipe III. También empleó
Felipe II a la Santa Inquisición para hacer frente al problema en el marco de los
sucesos llamados las Alteraciones de Aragón, demostrando que la Inquisición,
además de salvaguardar la fe católica, era un instrumento de la monarquía, ya que
tenía la ventaja que dependía directamente de la Corona y la institución tenía
competencia en todos los territorios peninsulares.
● Cuarto periodo
Posteriormente llegó un periodo más tranquilo. Con la llegada de Felipe IV y su
valido el conde-duque de Olivares, las ejecuciones menguaron, sobre todo debido a
que Olivares era poco favorable a la Inquisición. Sin embargo, tras la caída del
conde-duque en 1643, el tribunal se vio más libre para realizar sus actividades con
más dureza, aumentando el número de condenas y ejecutados.