Anda di halaman 1dari 9

La absurda racionalidad del mapa de España que

Napoléon se inventó en 1810


28 diciembre 2017, 11:40 - Actualizado 20 diciembre 2018, 10:13
Mohorte

Compartir


El catolicismo
explicado a las ovejas
107,46 €

Tintin Collection
80,39 €

Días malditos: Un
diario de la...
28,87 €

IberLibro.com

¿Cómo de racional es Tabarnia? Más allá del chiste, depende a quién preguntes.
Habrá quienes respondan con rmeza que las fronteras actuales deben
representar o respetar las líneas políticas y culturales del ayer. Y habrá quien
opine que el pasado es irrelevante: puedes crear una región virtualmente donde
quieras.

Napoleón era de los segundos. Su rme convencimiento de la futilidad de las


subdivisiones regionales se originaba en el pensamiento revolucionario, cuyo
proyecto de estado moderno requería de provincias racionales, manejables,
lógicas y funcionales. Para ello, la revolución destruyó los reinos y señoríos del
Antiguo Régimen y dibujó una Francia sólida, homogénea y estandarizada que,
más o menos, aún dura hoy.

Como quiera que Napoleón llevó sus ideas post-revolucionarias a los cuatro
rincones de Europa, España también quedó in uenciada por el pensamiento
francés. Y en el temprano 1810, cuando José I aún era monarca español y la
administración afrancesada se disponía a gobernar el país, se vio sometida a un
intenso proceso de reprovincialización. Dicho de otro modo: el gobierno
napoleónico rediseñó por completo las fronteras provinciales que hoy
conocemos.


Sr. Sawa
@Pornosawa

Aprovecho la parida de Tabarnia para recordar de nuevo mi


mapa favorito regional de España: las prefecturas de José
Bonaparte. Qué racionalidad, qué maravilla, un mapa SIN LA
RIOJA POR FIN.
730 9 51 PM D 26 2017
Lo hizo a través de José María de Lanz y de Zaldívar, un hijo del imperio nacido
en México cuyos vaivenes vitales le hicieron pasar largas temporadas en Francia.
Cuando José I llamó a su puerta, Lanz diseñó un mapa en base a lo que él
conocía: la realidad revolucionaria francesa de la época y sus conocimientos
geográ cos y matemáticos del terreno. El resultado es el mapa de las Prefecturas
de 1810, bello en sus líneas y absurdo.

Lanz se valió de los diseños previos de Juan Antonio Llorente y Francisco


Amorós. El primero dividió España en quince regiones de carácter eclesiástico y
civil, y el segundo dibujó el boceto del que partió Lanz para importar los
departamentos napoleónicos ya asentados en Francia. El plan original de Llorente
buscaba dividir España en 38 diócesis, pero quedó inconcreto a falta de una
división exacta en lo regional. Fue Lanz el que diseñó con exactitud a la España
napoleónica.


Y lo hizo con una peculiaridad: una abnegación total por el racionalismo, hasta el
punto de rozar el absurdo. Por aquel entonces los proyectos posteriores de las
provincias (consagrados de forma casi de nitiva en 1833, y que se mantienen
casi idénticos hasta nuestros días) aún quedaban lejos, por lo que Lanz tuvo que
reorganizar el sinfín de enclaves y exclaves de los reinos, señoríos y realengos del
Antiguo Régimen (especialmente en Castilla, cuyo mapa del Antiguo Régimen era
una pesadilla).

A nivel político, las prefecturas serían meras síntesis regionales del gobierno del
estado, a cuya cabeza se encontraría el prefecto, un hombre de con anza del
ejecutivo. Las prefecturas, por su parte, fueron diseñadas mimetizando el modelo
francés: de líneas rectas, aprovechando numerosos accidentes naturales y
buscando un reparto equitativo del terreno (más o menos, todas las prefecturas
tenían similares tamaños, aunque hubiera excepciones como Madrid o Murcia).

La España de los ríos y los cabos


Hay numerosas peculiaridades (PDF). La primera son sus nombres: se acaban las
denominaciones históricas y se utilizan meras descripciones geográ cas como
"Ebro-Jalón" o "Segre", ríos y cabos que indicaban el espacio hidrográ co o físico
sobre el que se asentaba la prefectura. La segunda son las capitales: muchas de
las provincias que hoy conocemos no sólo perdían su nombre, sino también su
capitalidad, llegando a casos como Astorga, La Carolina, Ciudad Rodrigo o Jerez
(a menudo poblaciones más pequeñas que sus cabeceras tradicionales, como
León o Jaén).


El mapa de Lanz nunca se aprobó o cialmente, y, entre tanto, otros, como este de las prefecturas
militares, siguieron su curso.

Lanz era un geógrafo convencido, y su conocimiento cientí co del terreno se


conchabó con su ignorancia de las realidades históricas e incluso lógicas del
mismo. Así, Aragón quedaba dividida en dos por el curso del Ebro, partiendo
Zaragoza a la mitad y destinando la mayor parte de sus poblaciones limítrofes y
conectadas a ella a Huesca, mucho más al norte. Lleida perdía sus terrenos al
este del Segre, Tarragona asumía terrenos tradicionalmente de Aragón y Valencia,
Burgos quedaba con nada a sus ríos y Vascongadas (hoy Euskadi) se uni caba
en una provincia.

El resultado era un mapa muy no, muy racional y muy fruto de la supuesta
modernidad post-Antiguo Régimen, pero también poco práctico, en tanto que
delimitaba de forma absurda regiones que estaban conectadas por su sino
geográ co más allá de que hubiera un río ejerciendo de limes. Lanz diseñó un
mapa de la nada en el que una tercera parte de las fronteras eran ríos, lo que
ignoraba las realidades económicas, sociales y culturales sobre el terreno.
Racional, sí, pero absurdo.

En cierta medida, el mapa era eminentemente francés. La Revolución Francesa y


el gobierno napoleónico posterior rediseñaron por completo los departamentos y
las subdivisiones regionales clásicas del Antiguo Régimen como una forma no
sólo de asentar su poder y asegurar una funcionalidad gubernamental, sino

también minar las estructuras de poder nobiliarias y eclesiásticas (reinos,
señoríos, etc.) del pasado (así como de, ya de paso, cargarse comunidades
lingüísticas y culturales antiquísimas como Occitania moviendo sus fronteras).

Era fácil comprender por qué Lanz quería poner orden racional en semejante follón.

Aquel mapa se jaba en París como centro desde el que se organizaba todo,
desdibujando las realidades normales de las provincias y convirtiéndolas en
meras divisiones de quita y pon con pocas atribuciones ejecutivas. En España,
dado el contexto de la guerra y la pronta caída de José I, no cuajó. Pero las
prefecturas pervivieron en la memoria como el proyecto regionalizador más raro
del siglo XIX.

Como nota curiosa, merece la pena mencionar que al pobre José I le salieron
enanos por todas partes una vez montó su circo. En pleno proceso de
implantación de su corona, su hermano Napoleón decidió anexionarse todos los
territorios al norte del Ebro. Así, mientras los terrenos del sur sí conocerían
levemente a las prefecturas, Cataluña y Aragón se convertirían en departamentos.
Caso curioso es el de Cataluña, que perdería el Val d'Aran y ganaría Andorra, ↑
además de dividirse por primera vez en cuatro entidades (con la inclusión de
Girona).

También te puede gustar

Toda la historia de América del Norte y del Sur, resumida


en dos fantásticos vídeo-mapas


Regar el mundo de inversiones e infraestructuras: el plan
de China para ser la primera potencia

Si te has perdido en la guerra de Siria, este mapa te


resume todo lo que ha pasado en un minuto

¿Cómo de contaminado está el aire del planeta? Este


estupendo mapa te lo muestra en tiempo real

¿Cómo lograr que los españoles tengan más hijos?


Alargando los permisos, según los españoles

Partner

Escuchar La Alhambra: el altavoz para sentirla en


todo su esplendor

12 escaños que son un terremoto: quiénes son y qué


de enden los diputados andaluces de Vox


Europa en armas: la posesión de ri es y escopetas en el
viejo continente, ilustrada en un mapa

Portada de Magnet

Ver todos los comentarios en https://magnet.xataka.com

VER 4 COMENTARIOS

Otras publicaciones de Weblogs SL

Anda mungkin juga menyukai