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Cristianización y religiosidad en el periodo colonial (un

estudio sobre la bibliografía de los años 1990)


Teodoro Hampe Martínez

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Teodoro Hampe Martínez. Cristianización y religiosidad en el periodo colonial (un estudio sobre la
bibliografía de los años 1990). REDIAL - Revista Europea de Información y Documentación sobre
América Latina, 1998, 8-9, pp.53-67. �halshs-00828123�

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CRISTIANIZACIÓN Y RELIGIOSIDAD
EN EL PERIODO COLONIAL
(UN ESTUDIO SOBRE LA BIBLIOGRAFÍA DE LOS AÑOS 1990)

TEODORO HAMPE MARTINEZ

E
l moderno florecimiento de investigaciones sobre la espiritualidad, la
actividad religiosa y las instituciones eclesiásticas en el Perú durante el
coloniaje español, parece responder al predominio general de la historia de
las mentalidades, con su énfasis en los discursos y en las interioridades de la vida
cotidiana. Este trabajo se ocupa justamente de los estudios dedicados al ámbito de la
cristianización y la religiosidad en el virreinato del Perú, durante la presente década
de 1990. Como es natural, hemos realizado una selección, dando prioridad a las
publicaciones en formato de libro y a las obras escritas individualmente. Nuestra
distribución temática comprende estos cuatro sectores : (1) las tempranas campañas
de evangelización en el virreinato ; (2) la abundancia de vidas santas en el
siglo XVII, con especial atención sobre Toribio Alfonso de Mogrovejo, Rosa de
Santa María y Martín de Porras ; (3) los mecanismos de control moral y represión
ideológica del Santo Oficio de la Inquisición ; y (4) las campañas de extirpación de
idolatrías frente a su complejo enemigo, la religión andina colonial.

LAS TEMPRANAS CAMPAÑAS DE EVANGELIZACIÓN

Durante el período de dominación hispánica, con el asentamiento forzado del


cristianismo, tuvo lugar una profunda sacudida en las vivencias y las creencias
religiosas vigentes en el mundo andino. A partir del siglo XVI se incorporaron a
esta región una serie de instituciones y principios eclesiásticos, junto con relaciones
de poder, estrategias discursivas y mentalidades, que forman la base de la
espiritualidad y de la cultura mestiza de nuestros días. Del origen y la trayectoria de
dichos elementos se ocupa precisamente un grueso volumen, compilado por
Gabriela Ramos (1994), que reúne una selección de catorce de las ponencias que se
presentaron a un coloquio internacional realizado en Lima, en julio de 1992, bajo
los auspicios del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Predominan en dichas contribuciones los temas relacionados con la metodología
de la evangelización, la catequética y la oratoria sagrada, las campañas de
extirpación de idolatrías, el arte religioso y el poder socio-económico de la Iglesia.
Uno de los aspectos más espinosos en los debates de aquel coloquio tiene que ver
con los alcances del sincretismo religioso en los Andes, vale decir, con la manera en
que la nueva religión cristiana – sus dogmas, ritos, santos, imágenes – quedó

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integrada a la vida de las comunidades aborígenes. Y éste es un punto no siempre


contemplado en los análisis del discurso (hoy día tan en boga), que tienden a olvidar
la dinámica vital, la respuesta concreta de los destinatarios del mensaje. Porque en
el caso de la historia colonial andina, es evidente que los dominados o vencidos
consiguieron sobreponerse al golpe de la conquista, adaptándose al nuevo orden de
cosas y manipulando inclusive a su favor la doctrina que se les proponía1.
Convencido de la importancia fundamental del tercer Concilio provincial
limense para las tareas de evangelización en el virreinato del Perú, Francesco
Leonardo Lisi (1990) ha publicado un estudio y edición crítica de las actas de la
reunión conciliar, basándose en el códice latino que guarda la Biblioteca
Universitaria de Salamanca. Como es sabido, dicho Concilio se desarrolló en cinco
sesiones durante los años 1582 y 1583, bajo la presidencia del arzobispo Toribio
Alfonso de Mogrovejo. A través de sus acuerdos se intentó dar a la Iglesia peruana
una mejor organización y mayor disciplina, impedir el enriquecimiento particular de
los sacerdotes, acrecentar su dependencia económica de la Corona e incentivar las
campañas de evangelización. Parece indudable que la redacción de las actas
conciliares estuvo a cargo del P. José de Acosta, el célebre pensador jesuita, según
se infiere de diversos indicios históricos y rasgos estilísticos.
Advierte Lisi al comienzo de su estudio que la presente contribución posee un
carácter filológico e histórico, y no canónico-teológico (hecho condicionado por la
propia formación del investigador). En la introducción se aclaran las
contradicciones imperantes dentro de la sociedad colonial y la Iglesia peruana a
fines del siglo XVI, hecho que sirve de marco a un análisis político de las
consecuencias del tercer Concilio limense. Sus resoluciones llevaron a implantar
definitivamente las reformas tridentinas en la feligresía de los Andes, y revisten una
importancia tal que basta considerar los textos de los concilios posteriores para
comprobar que ninguno se ocupó de temas tan fundamentales en lo que concierne a
la evangelización de los indios y a la organización de la Iglesia, en vistas a su
función en la sociedad civil que quería implantar la Corona2.
Por lo que concierne a las campañas de evangelización en el virreinato, uno de
los aportes más sustantivos ha sido el 1er Congreso Peruano de Historia
Eclesiástica, que con la participación de cerca de treinta ponentes se celebró en la
ciudad de Arequipa en noviembre de 1990. Las actas de este certamen forman un
macizo volumen, editado por la arquidiócesis arequipeña, apto para ser leído con
atención y deleite. Sólo mencionaremos aquí que las ponencias fueron distribuidas
en cuatro comisiones, por los temas siguientes : (1) la evangelización en el Perú
durante los siglos XVI y XVII ; (2) la labor cultural de la Iglesia y su repercusión en
la formación de la nacionalidad peruana ; (3) el pensamiento y la acción social de la
Iglesia en el virreinato ; (4) la Iglesia en Arequipa durante los siglos XVI y XVII.
Otra recopilación de ponencias es la que corresponde al Simposio sobre la
evangelización de Huamanga, que tuvo lugar en la ciudad de Ayacucho en marzo de
1991, como parte de las celebraciones por el quinto centenario de la llegada del
cristianismo al continente americano. El simposio contó con la participación de
importantes historiadores del arte, de la Iglesia y de la sociedad, quienes expusieron
acerca de temas como la evangelización y la catequesis, la tarea pedagógica de los

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seminarios, el desarrollo de las cofradías, las manifestaciones de arte barroco y la


obra de varios obispos del coloniaje. Aparte de ciertas contribuciones generales, los
materiales más provechosos son los que guardan relación con la historia eclesiástica
de Huamanga, desde la fundación española de esta ciudad, en 1539.
Toca referir asimismo en esta sección al libro del P. Julián Heras (1992),
acucioso y perseverante historiador, que contiene una serie de diez trabajos
– algunos ya previamente editados – sobre diversos aspectos de la obra
evangelizadora y misional de los franciscanos en el virreinato del Perú. El ensayo
más extenso presenta la labor de los doctrineros de dicha congregación en el valle
del Colca (hoy en el departamento de Arequipa), donde fundaron hermosas iglesias
y diseñaron una eficaz estrategia para cohabitar con la religiosidad popular de los
nativos. Los aportes del P. Heras están sostenidos en firme base documental, aunque
el autor se muestra proclive a encomiar, en tono a veces excesivo, los logros de sus
compañeros de hábito.
La narración del libro de Mons. Federico Richter Prada (1995), arzobispo
emérito de Ayacucho, que contiene abundancia de noticias y datos históricos sobre
la actividad de la orden de San Francisco en el Perú durante más de cuatro
centurias, arranca con la propia expedición conquistadora de Francisco Pizarro. En
virtud del continuado surgimiento de iglesias y conventos de monjes seráficos en
este territorio, se autorizó en 1553 la erección de la provincia de los Doce Apóstoles
del Perú, con sede capital en Lima. Es aporte fundamental de Richter Prada, en los
dos volúmenes de su obra, el haber realizado un seguimiento de los conventos,
misiones y doctrinas de San Francisco que se desarrollaron a partir del siglo XVI.
Pero la recomposición de lugar que efectúa dicha obra no se detiene en los siglos
del Virreinato, sino llega inclusive hasta fechas muy recientes. En nuestra opinión,
no se trata propiamente de un trabajo de Historia, debido (entre otros factores) a la
falta de ordenamiento cronológico en el relato y a la cantidad de testimonios de
diversa índole que han sido meramente yuxtapuestos. Por tal razón, Federico
Richter Prada se yergue en una especie de moderno cronista de su orden, un digno
heredero de los escritores coloniales que cultivaron también el franciscanismo. El
autor-compilador no ha escatimado aliento en la reunión de materiales para dar a
conocer el desarrollo de su propia congregación en el Perú, configurando así un
excepcional homenaje a la provincia seráfica de los Doce Apóstoles y un verdadero
arsenal de datos y sugerencias para futuras indagaciones en el campo de la historia
eclesiástica.
Religion in the Andes, el ambicioso libro de Sabine MacCormack (1991), brinda
una mirada de conjunto a la serie de problemas implicados en el enfrentamiento
cultural hispano-andino y en el desarrollo de las políticas de evangelización hasta
mediados del siglo XVII. La autora realiza un seguimiento cronológico, utilizando
los testimonios de visitadores, cronistas y teólogos, o sea, de personas básicamente
ajenas a la religiosidad autóctona. En el entendimiento de MacCormack, la
cambiante opinión de las autoridades españolas sobre visiones demoníacas,
imaginación racionalizante y la adopción del cristianismo en los Andes desembocó
hacia 1660 en la pérdida del ideal de reconciliación : se propugnaba desde entonces
más bien la conversión total de los indios y su marginación socio-cultural en una

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república aparte. Debido a su carácter marcadamente intelectualista, sin embargo,


esta contribución de firme sustento filosófico y teológico ha sido criticada en los
medios académicos del Perú3.

FLORACIÓN DE VIDAS SANTAS EN EL PERU (SIGLO XVII)

En una biografía bien documentada y amena, el profesor José Antonio del Busto
Duthurburu (1992) ha trazado la vida del mulato limeño Martín de Porras, hermano
de la congregación dominica, quien recibiera el honor de la canonización en los
años 1960. Esta biografía rastrea la infancia, la edad madura y la vejez de San
Martín, fijándose especialmente en sus facetas de barbero, enfermero, observante,
penitente, asceta, místico y vidente. La mayor parte de la información proviene de
las actas del proceso de su beatificación (guardadas en el Archivo Arzobispal de
Lima), que fueron oportunamente editadas hace varias décadas. La presente obra
contiene un perfil útil, desapasionado y completo del dominico, así como una
correcta descripción del ambiente social y espiritual de la ciudad de Lima durante el
primer tercio del siglo XVII, cuando asistió a una extraordinaria floración de vidas
santas.
Buen aporte acerca de la tarea evangelizadora y organizadora de Toribio
Alfonso de Mogrovejo, el segundo arzobispo de Lima (y primero de nuestros santos
virreinales que halló la muerte), se encuentra en el ensayo de Miguel León Gómez.
Este trabajo, beneficiado con una investigación en archivos de Roma y Sevilla,
presenta detalladamente el contexto socio-geográfico, así como los antecedentes, el
desarrollo y las conclusiones del sínodo diocesano de Piscobamba, que se celebró
en 1594 bajo la presidencia de Santo Toribio. Se trata de un ensayo inserto en un
volumen auspiciado por la Prelatura de Huari, en el callejón de Conchucos, como
homenaje a la insigne labor del prelado limeño y al cuarto centenario de la
realización del sínodo de Piscobamba (1994).
La reunión sinodal que mencionamos fue la octava de esta categoría que se llevó
a cabo durante el pontificado de Mogrovejo, y terminó en la promulgación de 48
decretos, que versan sobre cuestiones eclesiásticas, pastorales, demográficas y
urbanísticas 4. En el mismo volumen de homenaje, Francesco Pini Rodolfi
contribuye con una extensa biografía de Santo Toribio, plena de rasgos apologéticos
y fundada esencialmente en las actas de su proceso de beatificación. Además, el
profesor Julio Villanueva Delgado ofrece una serie de relatos corrientes en la
tradición popular del callejón de Conchucos, que tratan de la presencia del santo
arzobispo – cuatro centurias atrás – en diversos parajes de la región.
Otra hagiografía moderna es la que ha producido el P. Cayetano Bruno (1992),
investigador y académico bonaerense, el cual presenta de manera sencilla la historia
de la vida de Santa Rosa de Lima, siguiendo literalmente las testificaciones que se
recogieron en el expediente conducente a su beatificación. Las actas de los procesos
ordinario y apostólico se conservan en el Archivo Secreto Vaticano, entre la
documentación de la Sagrada Congregación de los Ritos. Dividida en catorce
capítulos, la provechosa contribución del P. Bruno parece reproducir el esquema
que utilizaron las biografías originales del siglo XVII ; aquí encontrará el lector una

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exposición sumaria de la niñez y las aspiraciones monjiles de Rosa, así como de sus
ayunos, mortificaciones, devociones, virtudes, dones preternaturales, muerte y
glorificación.
Distinto carácter posee la aproximación de Luis Millones (1993), con un
enfoque antropológico del culto rendido a Santa Rosa desde las circunstancias
posteriores a su muerte hasta nuestra propia actualidad. Dicho autor examina
concretamente la adoración a la santa limeña que se practica en las poblaciones de
Quives, Arahuay y Carhuamayo, en la sierra central del Perú, y pasa revista a los
elementos tradicionales de las hagiografías santarrosinas. En el apéndice de este
libro se transcribe la declaración del contador Gonzalo de la Maza (dilecto protector
de Rosa) sobre la vida, virtudes y milagros de la candidata a santidad – jugoso
testimonio que procede de las actas de su expediente ordinario, en septiembre de
1617.
Quienes escribieron sobre Rosa de Santa María han insistido en presentarla
como un modelo de vida ascética y de automortificación, una doncella prodigiosa
de la cual se han popularizado sobre todo los milagros que obró en sus últimos años
de vida y luego de su desenlace mortal. En cambio, Luis Millones se ha ocupado
preferentemente de la etapa oscura en la vida de Rosa, que corresponde a su
infancia y adolescencia en el poblado de Quives, procurando iluminar dicho período
mediante la interpretación de algunos sueños que recogen los biógrafos de la santa.
Opina Millones que ésa pudo ser la etapa más importante para la formación de su
personalidad, no obstante que los hagiógrafos han preferido hacer abstracción del
entorno económico y de las experiencias culturales que condicionaron la vida de la
familia Flores de Oliva en la sierra5. Probablemente, aquella vivencia – la visión
cotidiana de los sufrimientos que padecían los trabajadores indios – pudo ser la que
dio a Rosa de Santa María la preocupación por remediar las enfermedades y
miserias de sus prójimos.
En un ensayo incorporado en la obra que venimos comentando, Fernando
Iwasaki Cauti explora sugestivamente el ambiente en el cual vivieron y ejercieron la
devoción Santa Rosa y un grupo de mujeres beatas de la sociedad criolla limeña.
Esta investigación demuestra el rico universo de posibilidades que ofrecen aspectos
generalmente poco estudiados como la imaginación religiosa, la influencia de las
lecturas piadosas y la propia vida de las mujeres en el virreinato peruano. La
sociedad que condenó por alumbradismo a las beatas compañeras de Rosa no se
encontraba capacitada – según Iwasaki Cauti – para entender que ellas eran
producto de la mentalidad colectiva, a la vez que sus intérpretes más intransigentes.
Su pecado no fue otro que el de la ortodoxia exagerada en tiempos de extremismos
místicos y fervores radicales, alimentados por una serie de lecturas, iconografías y
tradiciones6 …
Ramón Mujica Pinilla ha brindado un largo y denso ensayo sobre la mística y la
política en torno a Rosa de Santa María, dentro de un volumen colectivo de elegante
factura, publicado por el Banco de Crédito del Perú. Situado en el terreno de la
antropología histórica, dicho estudioso se manifiesta inmejorablemente dotado para
analizar el ambiente místico que rodeó a Santa Rosa, con sus antecedentes europeos
y sus fundamentos teológicos e intelectuales. Uno de los aspectos en que el ensayo

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se muestra más combativo es al tratar el problema de las beatas limeñas


contemporáneas a Rosa – como Inés de Ubitarte y doña Luisa Melgarejo – que
fueron penitenciadas por la Inquisición en el auto de fe de 1625. Saliendo al paso de
una reciente historiografía peligrosamente superflua y efectista, Mujica Pinilla
expresa su opinión de que tales mujeres no pueden ser calificadas estrictamente de
alumbradas, porque no eran iconoclastas, ni anticlericales, ni cuestionaban los
dogmas y sacramentos de la Iglesia7.
Acerca de la representación de Rosa de Santa María en imágenes de los siglos
XVII y XVIII, la pieza que comentamos señala enfáticamente su vinculación con
los atributos de la diosa Astrea, la abanderada de la justicia en la mitología helénica.
Según esta postura, el ancla que porta usualmente la virgen limeña sería un símbolo
de esperanza, de confianza en la restauración de una edad dorada de perfección
espiritual. El brillante trabajo de Mujica Pinilla representa una de las calas más
profundas y sugerentes en el universo espiritual de Rosa, con un examen del sentido
de sus abstinencias y penitencias, una interpretación de sus diálogos místicos
– plenos de melancolía – con el doctor Juan del Castillo y un análisis de los
emblemas morales que la propia santa diseñó : las Mercedes del alma y la Escala
espiritual. Es evidente que el proceso de canonización de Santa Rosa culminó
tempranamente, y con éxito, gracias a la campaña internacional orquestada por las
autoridades municipales de Lima, los dirigentes de la corte de Madrid y los jerarcas
de la iglesia de Roma. A todos ellos convenía hacer de la Rosa milagrosa, como
escribe Ramón Mujica Pinilla, un símbolo del incipiente patriotismo criollo y el
nuevo emblema de un Siglo de Oro hispanoamericano8.

MECANISMOS DE REPRESIÓN :
UNA NUEVA MIRADA AL SANTO OFICIO

Superando los enfoques meramente descriptivos o sesgados por los viejos


prejuicios de la leyenda negra, los estudios más recientes sobre la Inquisición han
puesto de relieve el valor excepcional de los papeles del Santo Oficio para conocer
aspectos interesantes en el nivel de las mentalidades, ideas, actitudes y
comportamientos, es decir, en las expresiones de los impulsos más profundos del alma
humana. Con respecto al tribunal de la Inquisición de Lima, entre las nuevas
aportaciones se halla la imagen de un cuerpo relativamente inactivo e ineficiente,
desconectado de la vigilancia en materias de fe, y orientado más bien a promover los
intereses comerciales y financieros de sus miembros. Se ha enfatizado que este
organismo no tenía competencia sobre la mayoritaria población indígena y que la gran
extensión territorial puesta a su cargo, además, hacía difícil el cumplimiento de su
misión. Por estas razones, se dice que la Inquisición no logró el objetivo de unificar
ideológicamente al conjunto de la sociedad, limitándose en esencia a corregir las
malas creencias y costumbres de la feligresía católica residente en las ciudades9.
En un par de sucesivos volúmenes (1989-95), los investigadores españoles
Paulino Castañeda Delgado y Pilar Hernández Aparicio han enfocado la
organización del Santo Oficio de Lima y su funcionamiento como cuerpo de

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vigilancia moral durante los siglos XVI y XVII. Esta mirada de conjunto aprovecha
sabiamente los fondos del Archivo Histórico Nacional de Madrid, donde se halla la
documentación perteneciente al Consejo de la Suprema Inquisición :
correspondencia, cuentas de tesorería, resúmenes de causas de fe, registros de
visitas, pleitos de jurisdicción, etc. En cuanto a las finanzas del tribunal limeño,
Castañeda Delgado y Hernández Aparicio manifiestan que al comienzo hubo una
grave penuria, porque los ingresos corporativos se limitaban a multas, penas
pecuniarias y confiscaciones de bienes. Luego mejoró la situación al añadirse los
denominados bienes adventicios (como donaciones o penas de juego), y fue a partir
de 1596 cuando empezaron a realizarse inversiones en censos inmobiliarios, que
con el tiempo se harían las rentas más cuantiosas de la institución.
En resumidas cuentas, Castañeda Delgado y Hernández Aparicio observan que la
actividad inquisitorial fue mucho más intensa en los años inaugurales del tribunal, que
coinciden con el movimiento de la Contrarreforma y con la encarnizada persecución
de herejes que impulsó Felipe II. Durante el seiscientos, en cambio, se notará que
disminuyen los procesos por luteranismo y por expresiones heréticas, ya que hubo una
vigilancia menos acentuada en las cuestiones de fe y un cierto espíritu de tolerancia,
debido a los propios intereses económico-políticos de la monarquía10. Se ratifica así
que la Inquisición constituyó, en gran medida, un instrumento al servicio del Estado.
El sonado proceso inquisitorial del dominico Francisco de la Cruz, condenado a
la hoguera en Lima en 1578, levantó en su tiempo un expediente de más de 1.800
folios. La fatigosa pero importante tarea de editar esos papeles ha sido emprendida
por el profesor Vidal Abril Castelló, en tres volúmenes del Corpus Hispanorum de
Pace (1992-96), poniendo así al alcance de los estudiosos las incidencias de un
litigio que simboliza en buena medida el ocaso del espíritu lascasiano en el Perú,
bajo el influjo de la represión contrarreformista aplicada por el virrey Toledo. En tal
sentido, Abril Castelló opina que la hipertrofia funcional, jurídica y procesal del
Santo Oficio suramericano consistió en hacer ser a la fuerza a Francisco de la
Cruz – aunque no lo fuera realmente – el mayor hereje, degenerado y traidor del
virreinato, porque así convenía a las miras políticas del tribunal y del virrey11.
Hay, sin embargo, algunos reparos que hacer a dicha obra editorial : en la
transcripción se ha modernizado por completo la ortografía y puntuación y, lo que
es más grave aún, se ha introducido una compleja armazón de numeraciones,
divisiones y títulos facticios. Estos añadidos inducen a una lectura dirigida,
manipulatoria, de los documentos, sin respetar la estructura con que fueron
originalmente concebidos. A pesar de todo, se comprueba que el desarrollo del
proceso estuvo acompañado de una paulatina desequilibración psíquica de
Francisco de la Cruz, hasta terminar en el diseño de un extravagante plan de
reforma religiosa, una concepción utópica que ha sido calificada de profetismo casi
delirante (Marcel Bataillon). Su planteamiento contemplaba la inminente
destrucción de la cristiandad europea – por mano de los turcos – y el surgimiento de
una nueva Iglesia en Hispanoamérica, en la que fray Francisco se hallaría a la
cabeza, con los títulos de papa y rey de Israel.
Vidal Abril Castelló, jurista de profesión, centra su interpretación en los
aspectos jurídicos y procesales de este caso, advirtiendo que se trata de un litigio

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TEODORO HAMPE MARTINEZ

fraudulento, de una evidente prevaricación cometida por los agentes de la


burocracia colonial. El largo expediente promovido por la Inquisición de Lima
permite observar – en su opinión – los abusos del poder, la degeneración del
Derecho y la manipulación política del nombre de Dios. Durante aquella época el
tribunal del Santo Oficio reunió en sí los atributos de Dios, el Derecho y el Estado,
en una especie de círculo asfixiante y vicioso12.
En una obra casi paralela, Jean-Pierre Tardieu (1992) ha analizado
minuciosamente la documentación del mismo caso inquisitorial y ha examinado la
mentalidad de los actores comprometidos en aquel negocio. Se vale de la
interpretación psicoanalítica, por la cual presenta a Francisco de la Cruz como un
esquizofrénico paranoico y a la criolla María Pizarro, su consorte de tratos y
sortilegios, como una histérica neurotizada. La heterodoxia de ese grupo de
visionarios – medio místicos, medio libidinosos – fue rechazada tanto por el Santo
Oficio como por el virrey Toledo, que la tacharon de conjura política o herejía
subversiva.
El historiador alemán Yacin Hehrlein (1992) aporta un fundado estudio sobre el
conflicto político-religioso entre don Francisco de Toledo y los frailes de la orden
de Santo Domingo, especialmente aquellos vinculados a la ideología lascasiana, que
combatieron la metodología y el sentido de las reformas aplicadas por el supremo
organizador del Perú. Sabido es que el paquete de medidas de Toledo – orientado a
imponer en el país la hegemonía de la Corona española – contemplaba entre otras
cosas la reducción de la injerencia política de las órdenes religiosas, ya que los
sacerdotes solían inmiscuirse en asuntos de gobierno y justicia, bajo el pretexto de
proteger a los fieles indígenas. El virrey estimaba que los dominicos habían
alcanzado excesiva autonomía en el territorio peruano y denunciaba la perniciosa
influencia ejercida sobre ellos por Bartolomé de las Casas y sus escritos.
Según Hehrlein, los principales frentes de batalla entre don Francisco de Toledo
y los sacerdotes lascasianos fueron tres : (1) la reasignación de las doctrinas de la
provincia de Chucuito, de donde fueron expulsados los dominicos ; (2) la
secularización de la Universidad de Lima, que estuvo albergada originalmente en el
convento de Santo Domingo ; y (3) el proceso inquisitorial contra fray Francisco de
la Cruz y sus cómplices del delito de herejía13. La campaña antilascasiana fue
desarrollada tanto por el virrey como por diversos agentes en las altas esferas de
gobierno. Se puede hablar de un procedimiento sistemático de descrédito, en el cual
sirvieron de aliados la Universidad, la Inquisición y la Audiencia limeñas, junto con
algunos personajes cercanos al virrey, como su primo García de Toledo (presunto
autor del Anónimo de Yucay, de 1571).
De otra parte, en una serie de narraciones breves, bajo el título de Inquisiciones
peruanas, Fernando Iwasaki Cauti (1994) arremete contra la imagen de ciudad
pacata y pudibunda y la fama de cucufata y santurrona que han rodeado a Lima
desde la época virreinal. Sus protagonistas son individuos de la realidad histórica,
hombres y mujeres que aparecen en la documentación inquisitorial como
heterodoxos, exorcistas, beatas o hechiceras. En similitud con el género de la
llamada novela documentada, estas narraciones ponen las citas y declaraciones
según la letra de los testimonios originales, dejando al enunciador la tarea de

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CRISTIANIZACION Y RELIGIOSIDAD EN EL PERIODO COLONIAL

hilvanar, comentar y juzgar críticamente los hechos del pasado. De las ocho
historias que contiene el librito de Iwasaki Cauti, seis corresponden a juicios y autos
de fe que el tribunal del Santo Oficio de Lima celebró desde su fundación hasta los
años 1690.

EXTIRPACIÓN DE IDOLATRÍAS VS. RELIGIÓN ANDINA COLONIAL

El retorno de las huacas se denomina un grueso volumen que, en su parte


central, reproduce las informaciones de servicios del clérigo Cristóbal de Albornoz
de los años 1569, 1570, 1577 y 1584, con detallados testimonios sobre su actuación
como represor principal del movimiento del Taki Onqoy. Conforme es sabido, este
movimiento religioso de antiguas raíces indígenas pasaba por una resistencia frente
al gobierno colonial, propugnando el abandono de todo aquello que había sido
traído por los conquistadores. Además, se insistió en las creencias propias, las que
eran recordadas a la manera tradicional andina mediante la repetición incansable de
cantares de contenido histórico o ritual, acompañados de bailes frenéticos que
duraban varios días. El Taki Onqoy se difundió esencialmente entre los habitantes
de la serranía de Huamanga, Huancavelica y Apurímac.
Esta reproducción depurada de las informaciones de servicios de Albornoz ha
estado a cargo de Pedro Guibovich Pérez, quien añade una nota sobre el personaje
histórico y el carácter de los documentos. En la introducción al libro, reflexiona
Luis Millones en el sentido de que el Taki Onqoy constituye una protesta social
expresada como expectativa mesiánica por sus profetas y asumida por la población
comprometida14. Asimismo, se publican tres ensayos complementarios, que se
refieren a las raíces andinas de dicho fenómeno colonial (Rafael Varón Gabai), la
transformación de los dioses andinos desde el siglo XVI hasta los relatos de
Arguedas (Sara Castro-Klarén) y la significación psicoanalítica de ese medio de
resistencia antiespañola : en otras palabras, el cuerpo como refugio de la sacralidad
(equipo del Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos).
Por la persistencia tenaz de sus habitantes en las creencias y prácticas religiosas
del tiempo precolombino, y también por la importancia de su producción ganadera y
textil, el corregimiento de Cajatambo fue uno de los blancos preferidos en las
campañas de extirpación de idolatrías que se realizaron a partir de 1610. Los
expedientes de idolatrías y hechicerías de Cajatambo – que guarda el Archivo
Arzobispal de Lima – han sido convenientemente enfocados en dos recientes
trabajos de Juan Carlos García Cabrera y Kenneth Mills (ambos de 1994). La gruesa
compilación documental del primero de ellos sirve para demostrar que la
persecución antiidolátrica surgió, en general, de un complejo juego de factores
teológicos, políticos y socio-económicos, cuyas raíces deben buscarse tanto en el
ámbito meramente local del arzobispado limeño como en las grandes estrategias
diseñadas por la Iglesia católica a partir del concilio de Trento.
La parte nuclear del libro de García Cabrera comprende las actas de visitas de
idolatrías y pleitos criminales por acusaciones de brujería, hechicería y blasfemias
correspondientes a las doctrinas de Cajatambo, Cochamarca, Churín, Andajes,
Gorgor, Ocros y Ambar, en un amplio marco cronológico que va de 1642 hasta

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1807. En las páginas de introducción, defiende el autor la hipótesis de un proyecto


evangelizador de gran envergadura, una especie de teocracia católica, que se habría
montado en los Andes a lo largo del período colonial. Desde esta perspectiva,
sugiere que las persecuciones antiidolátricas habrían servido como el aparato
ortopédico de la evangelización, buscando corregir las deficiencias del sistema15.
Por su lado, la obra de Kenneth Mills, profesor de la Universidad de Princeton,
es en realidad un largo ensayo basado en la serie de documentos etnográficos sobre
Cajatambo que Pierre Duviols editó poco más de una década atrás (Cultura andina
y represión, Cusco, 1986). De manera concreta, este ensayo analiza la investigación
efectuada por el visitador Bernardo de Noboa en el pueblo de San Pedro de Hacas,
del repartimiento de Lampas, en los años 1656-1657. Lo original del planteamiento
de Mills consiste en visualizar la religión andina colonial – y su carácter híbrido,
mezclado, sincrético – a través de las fiestas comunales de Hacas. Porque era en el
tiempo de las festividades, cuando los pobladores renovaban sus sentimientos
religiosos por medio de ofrendas, abstinencias y purificaciones, que la comunidad
se hallaba más receptiva al mensaje de los dirigentes espirituales, llamados
dogmatizadores en la terminología católica.
La acción de los extirpadores de idolatrías estuvo dirigida principalmente contra
los maestros de los rituales tradicionales, que mantenían a los comuneros apartados
de Dios y de la vida cristiana, y eran tenidos por personajes de inspiración demoníaca.
En contestación a las campañas represivas, los sacerdotes andinos asumieron una
postura crítica, de ataque, desarrollando una pedagogía alternativa a la doctrina que
propalaban los curas. Fueron esos brujos y hechiceros quienes incentivaron la
vigencia de una doble codificación moral, haciendo distinción entre las transgresiones
de la costumbre indígena y los pecados de la ortodoxia cristiana. Pero los
especialistas religiosos del mundo andino formaban sólo una restringida minoría
dentro de las comunidades. Lejos de su radical desafío al cristianismo, los hombres y
mujeres ordinarios de la colectividad quechua mantenían una actitud espiritual más
indecisa y más abierta, se movían entre las dos formas de explicación y expresión
religiosa – una autóctona y otra importada – que tenían a disposición. En última
instancia, arguye Mills, tanto los dogmatizadores nativos como los doctrineros y
visitadores del lado español se hallaban en combate frente a un sutil enemigo común :
la religión andina colonial, una compleja estructura de prácticas y creencias, surgida
de los rezagos de la cosmovisión tradicional y de la nueva cristiandad indígena16.
En una obra complementaria, el mismo Kenneth Mills (1997) ha analizado
detenidamente el valor de las visitas de idolatrías como fuentes acerca de la religión
y la cultura andinas del Virreinato. Negándose a repetir los puntos de vista usuales
sobre represión, oposición y acomodación, que han sido aplicados a las relaciones
entre los pueblos autóctonos y los dominadores europeos, esta pieza provee
materiales e interpretaciones para hacer entender que ambos grupos participaban
más bien de una historia compartida, e inclusive armoniosa. Mills describe diversas
formas de cambio religioso entre los indígenas : unas acomodaticias, otras
involuntarias, y muchas de ellas ambiguas. Demuestra que frecuentemente los
comuneros quechua-hablantes eran activos fieles católicos y, al mismo tiempo,
adherentes de un complejo de estructuras religiosas andinas en transformación.

62
CRISTIANIZACION Y RELIGIOSIDAD EN EL PERIODO COLONIAL

Examinando los fundamentos intelectuales, los métodos y los resultados de las


campañas contra las idolatrías, el argumento central que maneja el libro del
historiador británico Nicholas Griffiths (1996) es que el sistema de la extirpación
adolecía de inconsistencias ideológicas y debilidades metodológicas, las cuales
minaron su eficacia para combatir la religión andina. Aunque la sojuzgación política
de los indígenas peruanos no podía ser fácilmente revertida, en el campo de la
religiosidad – opina dicho autor – se libró una auténtica batalla con los dominadores
españoles, como manifestación de una compleja dicotomía entre sumisión y
resurgencia. Conviene hablar entonces mejor de dos sistemas de creencias, el
cristiano y el indígena, que se sobreimpusieron uno al otro. La población andina
aceptó finalmente el catolicismo, aunque reinterpretando los elementos cristianos
desde su propia matriz cultural y conservando muchos ingredientes nativos17.
La respuesta de las comunidades se caracterizó por formas de resistencia
dinámica y creativa : ellas fueron hábiles para manipular los procesos de idolatrías
con el fin de resolver sus propias disputas domésticas, y especialmente para
remover a los jefes indeseados ; también fueron hábiles para subvertir los procesos
exponiendo contracargos en descrédito de los jueces. Gran parte de las víctimas de
la represión volvieron a sus prácticas acostumbradas luego del ataque de la Iglesia.
Así, pues, la religiosidad autóctona sobrevivió ante todo en la esfera privada, como
uno de los pocos medios disponibles para otorgar sentido al nuevo orden instaurado
a través de la colonización hispánica. La propuesta de fondo en el libro que es que
ocurrió una domesticación de la tradición religiosa foránea dentro de un marco o
base de funcionamiento indígena, que se adaptó para incorporar un sistema de
creencias alternativo18. La mutua acomodación entre dos ejes religiosos opuestos, el
cristiano y el andino, representa la falla decisiva de un movimiento – la extirpación
de idolatrías – que pretendía asegurar la exclusividad del cristianismo.
Ya que los procesos de idolatrías eran fundamentalmente juicios, en los cuales
se ventilaban los intereses contrapuestos de distintos grupos de la sociedad virreinal,
es necesario analizar de cerca a sus actores, teniendo en cuenta sus orígenes,
formación intelectual, posición y miras socio-económicas. En tal sentido, nosotros
hemos ofrecido una aportación primordial (Hampe Martínez 1996) al exponer y
analizar la biblioteca privada del doctor Francisco de Avila, el famoso clérigo
cuzqueño, conocido sobre todo por su tarea como extirpador de idolatrías en la
provincia de Huarochirí. Al momento de su muerte, en 1647, Avila era canónigo de
la catedral de Lima y poseía una colección bibliográfica de 3.108 volúmenes, que
era una de las más grandes en el virreinato del Perú y en toda Hispanoamérica en
aquel tiempo. El inventario correspondiente revela un verdadero universo de
lecturas, con las más variadas obras en materia de religión, jurisprudencia,
humanidades, ciencia y tecnología. La riqueza de este conjunto ilumina facetas
importantes en la vida y obra de Avila y pone de manifiesto, a la vez, el profundo
bagaje intelectual y el nutrido tráfico de libros que existieron en las colonias
españolas de América.
La investigadora madrileña Ana Sánchez (1991) ha recopilado y publicado los
expedientes de las visitas de idolatrías llevadas a cabo en el corregimiento de
Chancay durante el siglo XVII. Estos procesos, entendidos como parte de una

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TEODORO HAMPE MARTINEZ

política general de control de vida y costumbres, suministran una memoria de los


comportamientos y creencias de personajes habitualmente anónimos, ausentes del
discurso histórico tradicional. Sánchez se refiere en el estudio introductorio a las
tareas de vigilancia del clero rural y a la reformación del horizonte cultural propio
de los sectores populares de la sociedad, en los cuales convivían hechiceros,
amancebados y rebeldes al dominio español. Por eso, apunta dicha autora que la
labor pastoral combinó una constante y paternal predicación con la pedagogía del
temor que asumía el ejercicio inquisitorial19.
De shamanes, demonios y curanderos en la zona norte del Perú se ocupa un
interesante volumen compilatorio, que han dado a publicidad Luis Millones y
Moisés Lemlij (1994). Varias de las contribuciones aquí reunidas utilizan métodos
de la investigación arqueológica y de la historia oral, pero las piezas que tocan
directamente el problema de la religiosidad en el Virreinato son cuatro : el ensayo
de Kenneth Mills, sobre especialistas en rituales nativos y formas de resistencia
cultural en el arzobispado de Lima ; el de Lourdes Blanco, sobre el erotismo de la fe
en dos monjas del convento de Santa Clara de Trujillo, procesadas por la
Inquisición en los años 1670 ; el de Moisés Lemlij, que es una inspección
psicoanalítica en torno a la investigación anterior ; y el de Iris Gareis, sobre brujos y
curanderos en la vida cotidiana de la provincia de Trujillo, especialmente en el
ámbito rural.
Por último, diremos que Gabriela Ramos y Henrique Urbano han reunido, en
Catolicismo y extirpación de idolatrías (1993), un valioso conjunto de trabajos
acerca de la problemática del choque europeo-indígena en el mundo religioso de
Hispanoamérica. Las monografías que se ocupan centralmente del territorio peruano
son las de Vidal Abril Castelló, Juan Carlos García Cabrera, Pedro Guibovich
Pérez, Juan Bautista Lassègue, Gabriela Ramos y Ana Sánchez. Por su parte la
directora del Archivo Arzobispal de Lima, Laura Gutiérrez Arbulú, ofrece un
sencillo pero importantísimo documento : el índice de la sección Hechicerías e
Idolatrías de dicho repositorio, que (de acuerdo con la reordenación nuevamente
impuesta) consta de doce legajos y 192 expedientes, cuyas fechas abarcan desde
1604 hasta 1850, más allá del fin del período colonial. La referida sección ha sido
en los últimos treinta años la más consultada dentro del Archivo Arzobispal, hecho
que significa una buena muestra del interés de los estudios contemporáneos por
profundizar en la espiritualidad de los pueblos autóctonos y en las complejidades de
la cohabitación religiosa occidental-andina. Estamos persuadidos de que la fase de
madurez del Virreinato contuvo, pues, un mundo espiritual desasosegado, revuelto,
en ebullición.
Lima, marzo de 1997.

NOTAS

1 Según el comentario de Solange Alberro, apud Ramos, Gabriela (comp.), La venida del
reino. Religión, evangelización y cultura en América (siglos XVI-XX), Cusco, Centro de
Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1994, pp. 420-421.

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CRISTIANIZACION Y RELIGIOSIDAD EN EL PERIODO COLONIAL

2 Lisi, Francesco Leonardo, El tercer Concilio limense y la aculturación de los indígenas


sudamericanos, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1990, p. 54.
3 cf. Flores Espinoza, Javier, Confusión en los Andes, en Revista Andina, 11/2, Cusco, 1993,
pp. 503-512. Este crítico denuncia el carácter excesivamente intelectualista del libro, pues
en él parece como si los españoles que escribiesen sobre los Andes lo hubiesen hecho
impulsados por problemas gnoseológicos, esquemas epistemológicos, y así por el estilo. En
consecuencia, la producción de los textos resulta totalmente desvinculada de su entorno.
Más aún, rechaza la postura de MacCormack sobre una dualidad o polarización occidental-
andina, que le parece descontextualizadora y monolítica (p. 508).
4 cf.Pini Rodolfi, Francesco, Leon Gomez, Miguel y Villanueva Delgado, Julio, Presencia de
Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo en el callejón de Conchucos, Lima, Prelatura de
Huari, pp. 279-313.
5 Millones, Luis, Una partecita del cielo. La vida de Santa Rosa de Lima narrada por don
Gonzalo de la Maza, a quien ella llamaba padre, Lima, Editorial Horizonte, 1993, pp. 44-
46 y 65-69.
6 apud Ibid., p. 109.
7 Flores Araoz y otros, Santa Rosa de Lima y su tiempo, Lima, Banco de Crédito del Perú,
1995, pp. 58-63.
8 apud ibid., p.54.
9 Hampe Martinez, Teodoro, Inquisición y sociedad en el Perú colonial (1570-1820) : una
lectura crítica de la bibliografía reciente, en Revista Interamericana de Bibliografía, 45
(Washington, DC, 1995), pp. 115-136. Véase especialmente las consideraciones preliminares,
donde se resume la nueva visión general sobre el tribunal del Santo Oficio (pp. 115-119).
10 Castañeda Delgado, Paulino, y Hernandez Aparicio, Pilar, La Inquisición de Lima (1570-
1696), Madrid, Editorial Deimos, 1989, vol. 1, pp. 513-514.
11 Abril Castello, Vidal, yAbril Stoffels, Miguel J., Francisco de la Cruz – Inquisición
(actas), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro de Estudios
Históricos, 1992, vol. I, p.154.
12 Ibid., vol. I, p.21.
13 Hehrlein, Yacin, Mission und Macht. Die politisch-religiöse Konfrontation zwischen dem
Dominikanerorden in Peru und dem Vizekönig Francisco de Toledo (1569-1581), Mainz,
Matthias Grünewald, 1992, cap. 5.
14 Millones, Luis (comp.), El retorno de las huacas. Estudios y documentos sobre el Taki
Onqoy (siglo XVI), Lima, Instituto de Estudios Peruanos & Sociedad Peruana de
Psicoanálisis, 1990, p.13.
15 García Cabrera, Juan Carlos, Ofensas a Dios, pleitos e injurias. Causas de idolatrías y
hechicerías (Cajatambo, siglos XVII-XIX), Cusco, Centro de Estudios Regionales
Andinos Bartolomé de Las Casas, 1994, p. 66.
16 Mills, Kenneth, An evil lost to view? An investigation of post-evangelisation Andean
religion in mid-colonial Peru, Liverpool, University of Liverpool, Institute of Latin
American Studies, 1994, pp. 114.
17 Griffiths, Nicholas, The Cross and the Serpent. Religious repression and resurgence in
colonial Peru. Norman, OK, & London, University of Oklahoma Press, 1996, p. 17.
18 Ibid., pp. 206 sq.
19 Sanchez, Ana, Amancebados, hechiceros y rebeldes. Chancay, siglo XVII, Cusco, Centro
de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1991, p. XLIII.

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TEODORO HAMPE MARTINEZ

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