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Cátedra: Ética Profesional

Profesor: Lic. Pedro Rojas


_____________________________________________________________________________________
Instituto Superior “DEL MILAGRO” Nº 8207

Carrera: PROFESORADO DE
INGLÉS

Espacio Curricular:
ETICA Y DEONTOLOGIA PROFESIONAL
(Material de estudio)

Año 2019

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Instituto Superior “Del Milagro N° 8207”
Alvarado 951 – Salta Capital – CP 4400
Tel.-Fax: (0387) 4311519 - E mail: informes@institutodelmilagro.com
Cátedra: Ética Profesional
Profesor: Lic. Pedro Rojas

A continuación presentaremos un esquema acerca de la funcionalidad


del Manual de Cátedra.

MANUAL DE CÁTEDRA

FACILITA el APRENDIZAJE

A TRAVÉS DE :

Desarrollo teórico y explicitación de los propósitos de cada


unidad, a fin de integrar los contenidos básicos de
cada asignatura.

Recomendación bibliográfica para cada tema.

Propuesta de Actividades pensadas para que selecciones la


información relevante y organices tus lecturas, a fin
de favorecer tu aprendizaje

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El Manual contiene una serie de indicaciones gráficas que pretendemos


te ayuden a identificar con facilidad sus distintos componentes y a organizar las
actividades de estudio :

Indica la bibliografía que has de estudiar y trabajar para adquirir los


conceptos claves de la asignatura

Señala la presencia de conceptos claves de la asignatura.

Propone la realización de actividades que favorecen su aprendizaje


autónomo y la transferencia a la práctica.

Indica la realización de actividades obligatorias que serán enviadas al tutor


para ser evaluadas.

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UNIDAD Nº 1
INTRODUCCION A LA PROBLEMATICA
ETICA

La moral: noción. Su ubicación dentro de la Filosofía

La palabra ética procede del griego ethos, que significa costumbre y


equivale totalmente al término moral derivado del latino mos, de igual
significado. Tanto en uno como en otro caso se expresa un modo natural de
obrar, o sea “por costumbre” o “por hábito”. La ética o moral vendría a ser,
consecuentemente, la ciencia que estudia la conducta humana o las
costumbres de los hombres.

Esta terminología fue la comúnmente utilizada durante muchos siglos. En la


actualidad se ha dado a los términos ética y moral significados muy diferentes,
en muchos casos ambiguos y en otros contrarios a los originales.

No obstante la diversidad de significados que pudieren surgir, hay que


afirmar que la ética pertenece a un conjunto grande de ciencias catalogadas
globalmente bajo la denominación “ciencias antropológicas”, es decir, aquellas
que tienen como sujeto de sus análisis al hombre; con la diferencia de que el
cometido específico de la ética es el estudio de una dimensión particular dentro
de la realidad humana: la referida a la actividad libre, o sea, la de la conducta
responsable y, por ende, imputable.

Por lo tanto, la ética, en cuanto ciencia, se subordina a la antropología


filosófica. La ética considera los actos humanos propiamente dichos o
procedentes de la voluntad deliberada (por ello se usa la expresión “actos
humanos” para designar aquellos actos realizados con consciencia plena y

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voluntad libre, y no “actos del hombre” que significan aquellos actos efectuados
sin el ejercicio de la inteligencia). En definitiva, un acto humano es siempre
deliberado y voluntario y un acto del hombre no.

Distinción con la Ética

Desde sus orígenes entre los filósofos de la antigua Grecia, la Ética es


un tipo de saber normativo, es decir, un saber que pretende orientar las
acciones de los seres humanos. También la moral es un saber que ofrece
orientaciones para la acción, pero mientras esta última propone acciones
concretas en casos concretos, la Ética se remonta a la reflexión sobre las
distintas morales y sobre los distintos modos de justificar racionalmente la vida
moral, de modo que su manera de orientar la acción es indirecta.
Por tanto, en principio, la Ética no tiene por qué tener una incidencia
inmediata en la vida cotidiana, dado que su objetivo último es el de esclarecer
reflexivamente el campo de lo moral.

Moral  Orientaciones para la acción

Ética  Reflexión sobre los modos de justificar la vida moral

La Deontología. Objetos de la moral y de la deontología

Siendo la Ética o Moral una ciencia que debe englobar toda la conducta
humana en sus diversos matices, abarca un campo inmenso pues, dentro del
mismo, caben todas las disciplinas jurídicas subalternadas a la moral. Por ello,
todas son ramas comprendidas dentro de los estudios éticos.
Una primera caracterización de la ética es la Ética Fundamental: en ella
se analizan los fundamentos o principios generales del orden moral, es decir,

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los basamentos primarios sobre los cuales se apoya todo el andamiaje del
sistema moral.

La Ética Particular o Aplicada consiste en la “aplicación” de los principios


morales fundamentales o generales a las situaciones más concretas de la
conducta moral y de la actividad humana en general. Dentro del ámbito de la
Ética Aplicada, y en consideración al notable incremento adquirido por
numerosos problemas morales surgidos en el ámbito de las diversas
profesiones, ha ido afianzándose el estudio de la llamada Ética Profesional,
cuyo objetivo sería analizar las más importantes cuestiones morales suscitadas
en el ejercicio de las diversas profesiones. Esto ha dado origen a una múltiple
especialización, que cada día cobra mayor importancia. Se le suele denominar
también “Deontología” (del griego “ciencia del deber”), neologismo inventado
por Bentham.

Por último, sus objetos son los mencionados precedentemente. El objeto


de la moral es el acto humano realizado con el pleno concurso de las
facultades espirituales superiores: inteligencia y voluntad libre. El objeto de la
deontología es el acto profesional, aquel efectuado en un marco laboral
determinado y que se rige por un determinado código de ética profesional.

La Esencia de la Moral

Partiendo del hecho de la moral, es decir, de la existencia de una serie


de morales concretas que se han sucedido históricamente, podemos intentar
dar una definición de la moral válida para todas ellas. Esta definición no podrá
abarcar en modo alguno todos los rasgos específicos de cada una de esas
morales históricas ni reflejar toda la riqueza de la vida moral, pero sí ha de
aspirar a expresar los rasgos esenciales que permiten diferenciarla de otras
formas de comportamiento humano.

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Daremos provisionalmente una definición que nos permita anticipar en


una fórmula concentrada la exposición de la naturaleza misma de la moral que
constituye el objeto dela presente unidad. La definición que proponemos
como punto de arranque es la siguiente: la moral es un conjunto de
normas, aceptadas libre y conscientemente, que regulan la conducta
individual y social de los hombres.

a- Lo normativo y lo fáctico
Ya en esta definición vemos que se habla por un lado de normas y por
otro de conducta. O más explícitamente, en la moral encontramos un doble
plano:
- el normativo, constituido por las normas o reglas de acción e
imperativos que enuncian algo que debe ser;
- el fáctico, o plano de los hechos morales, constituido por ciertos
actos humanos que se dan efectivamente, es decir, que
son,independientemente de cómo estimemos que debieron ser.
-
Al plano de lo normativo pertenecen las reglas que postulan determinado
tipo de comportamiento: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, “respeta a tus
padres”, “no mientas”, “no te hagas cómplice de una injusticia”, etc. Al plano de
lo fáctico corresponden siempre acciones concretas: el acto por el que X se
muestra solidario de Y, actos de respeto a los padres, la denuncia de una
injusticia, etc. Todos estos actos se ajustan a determinadas normas morales y
justamente porque pueden ser puestos en una relación positiva con una norma,
en cuanto que se ajustan a ella o la ponen en práctica, cobran un significado
moral. Son actos morales positivos, o moralmente valiosos. Pero en ellos no se
agota el mundo efectivo de la moral. Consideremos otro tipo de actos: el
incumplimiento de una promesa dada, la falta de solidaridad con un
compañero, los actos irrespetuosos hacia los padres, la complicidad con la
injusticia, etc. No pueden ser considerados moralmente positivos en cuanto que
implican la violación de normas morales o una forma de conducta indebida,
pero no por ello dejan de pertenecer a la esfera de la moral. Son actos

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moralmente negativos, pero justamente por su referencia a una norma (porque


implican una violación o un incumplimiento de ella), tienen un significado moral.
Así, pues, su relación con lo normativo (en el doble sentido de cumplimiento o
de incumplimiento de una norma moral) determina la pertenencia de ciertos
hechos a la esfera de la moral.

Lo normativo se encuentra, a su vez, en una peculiar relación con lo


fáctico, ya que toda norma, al postular algo que debe ser, un tipo de
comportamiento que se considera debido, apunta a la esfera de los hechos, ya
que entraña una exigencia de realización. La norma “no te hagas cómplice de
una injusticia” postula un tipo de conducta y, con ello, se exige que formen
parte del mundo de los hechos morales, es decir, del comportamiento efectivo
real de los hombres, aquellos actos en los que se cumple dicha norma, a la vez
que se reclama la exclusión, de ese mundo, de los actos que implican un
incumplimiento o violación de dicha norma. Todo esto significa que lo normativo
no se da al margen de lo fáctico, sino que apunta a un comportamiento
efectivo. Lo normativo existe para ser realizado, lo cual no quiere decir que se
realice necesariamente; postula una conducta que se considera debida, es
decir, que debe realizarse, aunque en la realidad efectiva no se cumpla la
norma. Pero el que la norma no se cumpla no invalida, como nota esencial de
ella, su exigencia de realización. Así, por ejemplo, el hecho de que en una
comunidad no se cumpla por todos sus miembros o por un sector más o menos
amplio de ellos, la norma “no te hagas cómplice de una injusticia” no invalida,
en modo alguno, la exigencia de que cobre vida. Esta exigencia y, por tanto, su
validez, no es afectada por lo que le acontezca en el mundo de los hechos. En
suma, las normas se dan y valen independientemente del grado en que se
cumplan o violen.

Lo normativo y lo fáctico no coinciden; sin embargo, como ya hemos


señalado, se encuentran en una relación mutua: lo normativo exige ser
realizado, y apunta por ello a lo fáctico; lo realizado (lo fáctico) sólo cobra un
significado moral en cuanto que puede ser referido (positiva o negativamente) a

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una norma. No hay normas que sean indiferentes a su realización; ni tampoco


hay hechos en la esfera moral (o de la realización moral) que no se vinculen a
normas. Así, pues, lo normativo y lo fáctico en el terreno moral (la norma y el
hecho) son dos planos que pueden ser distinguidos, pero no separados por
completo.

b- Moral y moralidad
La moral efectiva comprende, por tanto, no sólo normas o reglas de
acción, sino también -como conducta debida- los actos que se ajustan a ellas.
O sea, tanto el conjunto de principios, valores y prescripciones que los
hombres, en una comunidad dada, consideran válidos como los actos reales en
que aquellos se plasman o encarnan.

La necesidad de mantener presente esta distinción entre el plano


puramente normativo o ideal, y el fáctico, real o práctico, ha llevado a algunos
autores a proponer dos términos para designar un plano y otro: moral y
moralidad. La “moral” designaría el conjunto de principios, normas, imperativos
o ideas morales de una época o una sociedad dadas, en tanto que la
“moralidad” haría referencia al conjunto de relaciones efectivas o actos
concretos que cobran un significado moral con respecto a la “moral” dada. La
moral se daría idealmente; la moralidad, realmente. La “moralidad” sería un
ingrediente efectivo de las relaciones humanas concretas (entre los individuos,
o entre el individuo y la comunidad). Constituiría un tipo específico de
comportamiento de los hombres, y como tal, formaría parte de su existencia
individual y colectiva.

La distinción entre “moral” y “moralidad” corresponde, pues, a la antes


señalada entre lo normativo y lo fáctico, y como ésta, no puede ser pasada por
alto. La moral tiende a convertirse en moralidad en virtud de la exigencia de
realización que está en la entraña misma de lo normativo; la moralidad es la
moral en acción, la moral práctica o practicada. Por ello, tomando en cuenta
que no cabe levantar una muralla insalvable entre ambas esferas, creemos que

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es mejor emplear un sólo término -el de “moral” como suele hacerse


tradicionalmente- y no dos.

Pero bien, entendido que, con él se designan los dos planos de


que se habla en nuestra definición: el normativo o prescriptivo, y el
práctico o efectivo, integrados ambos en la conducta humana concreta. El
primero -como habremos de ver más adelante- surge también de la vida real, y
vuelve a ella para regular acciones y relaciones humanas concretas; el
segundo surge precisamente en la vida real misma en relación con
principios o normas, aceptados como válidos por el individuo y por la
comunidad, y establecidos y sancionados por ésta, por la costumbre o la
tradición. Así, pues, en la moral -que es el término que emplearemos en lo
sucesivo- se conjugan lo normativo y lo fáctico, o la moral como hecho de la
conciencia individual y social, y como tipo de comportamiento efectivo de los
hombres.

Carácter social de la moral

La moral tiene esencialmente una cualidad social. Ello quiere decir que
sólo se da en la sociedad, respondiendo a sus necesidades y cumpliendo una
determinada función en ella. Ya en el análisis anterior del carácter histórico de
la moral se ha puesto de relieve la relación entre moral y sociedad. Hemos
visto, en efecto, que un cambio radical de la estructura social da lugar a un
cambio fundamental de moral (por lo menos en el planteamiento de sus temas,
manteniendo inalterable los principios universales de lo moral). Pero al hablar
de sociedad debemos cuidarnos mucho de no hipostasiarla; es decir, de
considerar la sociedad como algo que existe en sí y por sí, con una realidad
sustantiva que se sostenga al margen de los hombres concretos que la forman;
la sociedad se compone de ellos, y no existe con independencia de los
individuos reales. Pero éstos no existen tampoco al margen de la sociedad, es
decir, del conjunto de relaciones sociales en que se insertan. En cada individuo

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se anudan de un modo peculiar una serie de relaciones sociales, y el modo


mismo de afirmar, en cada época o en cada sociedad, su individualidad tiene
un carácter social. Hay una serie de cauces que, en cada sociedad, modelan el
comportamiento individual: su modo de trabajar, de sentir, de amar, etcétera.
Varían de una comunidad social a otra, y, por ello, carece de sentido hablar de
una individualidad radical al margen de las relaciones que los individuos
contraen en la sociedad.

Así, pues, no cabe sustantivar a la sociedad, ignorando que ésta no


existe al margen de los individuos concretos, ni tampoco se puede hacer del
individuo un absoluto ignorando que es, por esencia, un ser social. La moral,
como forma de comportamiento humano, tiene también un carácter social, ya
que es propio de un ser que, incluso al comportarse individualmente, lo hace
como un ser social.

¿En qué se pone de manifiesto esta socialidad?

Veamos tres aspectos fundamentales de la cualidad social


de la moral.
a) Cada individuo, al comportarse moralmente, se sujeta a
determinados principios, valores o normas morales. Pero los
individuos forman parte de una época dada y de determinada
comunidad humana (tribu, clase, nación, sociedad en su conjunto,
etcétera). Dentro de esa comunidad rigen, se admiten o se tienen
por válidos determinados principios, normas o valores, y aunque
éstos se presenten con un carácter general o abstracto (válidos
para todos los tiempos o para el hombre “en general”), se trata de
principios y normas que valen de acuerdo con el tipo de relación
social dominante. Al individuo en cuanto tal no le es dado inventar
los principios o normas ni modificarlos de acuerdo con una
exigencia propiamente personal. Se encuentra con lo normativo
como algo ya establecido y aceptado por determinado medio social,

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sin que tenga posibilidad de crear nuevas normas a las que pudiera
sujetar su conducta al margen de las ya establecidas ni tampoco de
modificar las existentes.
En esta sujeción del individuo a normas establecidas por la
comunidad se manifiesta claramente el carácter social de la moral.

b) El comportamiento moral es tanto comportamiento de individuos


como de grupos sociales humanos, cuyas acciones tienen un
carácter colectivo, pero concertado, libre y consciente. Pero, incluso
cuando se trata de la conducta de un individuo, no estamos ante
una conducta rigurosamente individual que sólo afecte o interese
exclusivamente a él. Se trata de una conducta que tiene
consecuencias en un sentido u otro para los demás, y que, por esta
razón, es objeto de su aprobación o reprobación. No es la conducta
de un individuo aislado; en rigor, de un Robinson no podría decirse
que actúa moralmente, porque sus actos no afectan a nadie. Los
actos individuales que no tienen consecuencia alguna para los
demás no pueden ser objeto de una calificación moral; por ejemplo,
el permanecer sentado durante algún tiempo en una plaza pública.
Ahora bien, si cerca de mí resbala una persona y cae al suelo sin
que yo me levante para ayudarle, el acto de seguir sentado puede
ser objeto de una calificación moral (negativa, en este caso),
porque afecta a otro, o más exactamente, a mi relación con otro
individuo. La moral tiene un carácter social en cuanto que regula la
conducta individual cuyos resultados y consecuencias afectan a
otros. Por tanto, quedan fuera de ella los actos que son
estrictamente personales por sus resultados y efectos.

Cabe la excepción y aclaración de aquellos que por su índole misma reciben


una calificación moral, independientemente del estar solo o no. Por ejemplo:
el robar estando solo, en sí mismo es un robo.

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c) Las ideas, normas y relaciones morales surgen y se desarrollan


respondiendo a una necesidad social. Su necesidad y la función
social correspondiente explican que ninguna de las sociedades
humanas conocidas, hasta ahora, desde las más primitivas, haya
podido prescindir de esta forma de conducta humana.

La función social de la moral estriba en regular las


relaciones entre los hombres (entre los individuos y entre el
individuo y la comunidad) para contribuir así a mantener y
asegurar determinado orden social.

Cierto es, que dicha función se cumple también por otras vías
más directas e inmediatas, e incluso con resultados más efectivos,
como, por ejemplo, la vía del derecho. Gracias al derecho, cuyas normas
cuentan para asegurar su cumplimiento con el mecanismo coercitivo
estatal, se logra que los individuos acepten -voluntaria o
involuntariamente- el orden social que se expresa jurídicamente, y, de
este modo, queden sometidos o integrados en el estatuto social vigente.
Pero esto no se considera suficiente. Se persigue una integración más
profunda y no sólo la que se manifiesta en una conformidad exterior. Se
busca también que los individuos acepten íntima y libremente, por
convicción personal, los fines, principios, valores e intereses dominantes
en una sociedad dada. De esta manera, sin recurrir a la fuerza o
imposición coercitiva más que cuando es necesario, se pretende que los
individuos acepten libre y conscientemente el orden social establecido.
Tal es la función social que corresponde cumplir a la moral. .

Aunque la moral cambie históricamente, y una misma norma


moral puede albergar un distinto contenido en diferentes contextos
sociales, la función social de la moral en su conjunto o de una norma en
particular es la misma: regular las acciones de los individuos, en sus
relaciones mutuas, o las del individuo con la comunidad, con el fin de

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preservar a la sociedad en su conjunto, o, dentro de ella, la integridad de


un grupo social.

Así, pues, la moral cumple una función social muy precisa:


contribuir a que los actos de los individuos, o de un grupo social, se
desarrollen en forma favorable para toda la sociedad o para un sector de
ella. La existencia de este tipo peculiar de regulación de la conducta
humana significa no sólo que la sociedad no se contenta con una
aceptación externa, formal o forzosa de ciertos principios, normas o
valores -aceptación externa que el derecho se encarga de asegurar-,
sino que aspira asimismo a que esa aceptación se asegure también en
la esfera íntima o privada de la conciencia individual, en la que el
derecho y la fuerza no pueden operar decisivamente. En suma, la moral
tiende a que los individuos pongan en consonancia, voluntariamente -es
decir, de un modo consciente y libre-, sus propios intereses con los
intereses colectivos de determinado grupo social, o de la sociedad
entera.

La moral implica, pues, una relación libre y consciente entre los


individuos, o entre éstos y la comunidad. Pero esta relación se halla
también socialmente condicionada, justamente porque el individuo es un
ser social o nudo de relaciones sociales. El individuo se comporta
moralmente en el marco de unas condiciones y relaciones sociales
dadas que él no ha escogido, y dentro también de un sistema de
principios, valores y normas morales que no ha inventado, sino que le es
dado socialmente, y conforme al cual regula sus relaciones con los
demás, o con la comunidad entera.

En conclusión, la moral tiene un carácter social en cuanto


que:
a) los individuos se sujetan a principios, normas
o valores establecidos socialmente;

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b) regula sólo actos y relaciones que tienen consecuencias


para otros y requieren necesariamente la sanción de los
demás;
c) cumple la función social de que los individuos acepten libre y
conscientemente determinados principios, valores o
intereses.

Modos de entender la Moralidad

Principales Modos Conceptos Centrales Pensadores o Teorías Éticas


Felicidad como Aristóteles, S.Tomás de Aquino, Xavier
Lo moral como búsqueda de autorrealización Zubiri, el personalismo (E. Mounier)
la vida buena Felicidad como placer Epicuro, el utilitarismo
(hedonistas)
Lo moral como Deber, justicia Estoicismo, Kant
cumplimiento del deber
Lo moral como aptitud para Reconocimiento Éticas dialógicas: Apel, Habermas,
la solución pacífica de los recíproco, justicia, no- Rawls (todos del siglo XX)
conflictos violencia
Lo moral como ajustamiento Virtud, comunidad, Corriente ética comunitarista (corriente
a la tradición de la propia tradición iniciada desde principios de los años
comunidad 80)
Lo moral como desarrollo Desarrollo moral, Rawls, Habermas, Apel
que culmina en principios justicias,
universalistas procedimientos

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Características de la Moralidad

Tipo de Normas Fuente de las Caracteres de la Destinatarios Tribunal último


Normas Obligación de las Normas ante el que
responde
Legales o El Estado - Externa Todos los que El Estado
Jurídicas (gobernantes, - Violentamente defina el
jueces, etc.) coactiva sistema legal
como
ciudadanos o
como
sometidos a la
jurisdicción
estatal
Sociales o de Tradiciones, - Externa Todos los La sociedad
trato social, costumbres, - Moderadament miembros de la circundante
cortesía o hábitos e coactiva sociedad en (vecinos,
urbanidad heredados cuestión compañeros,
clientes, etc)
Morales A partir de - Interna, en Cada persona La propia
diversas conciencia se considera a conciencia
fuentes, un - No coactiva sí misma personal
código - Ultimidad destinataria de
determinado (constituye la las normas que
de principios, referencia reconoce en
normas y última para conciencia
valores, orientar la
personalmente propia
asumido conducta)
Religiosas La fe de la - Interna, en Los creyentes La divinidad
persona en conciencia
que (pero con
determinadas manifestación
enseñanzas pública de la
son de origen fe)
divino - No coactiva
- Ultimidad

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Actividad Nº 1: La Ética: su lugar epistemológico

La cuestión ética ofrece múltiples matices. La primera


conceptualización científica pertenece a Aristóteles con los tres libros
dedicados a la ética. Sus temas son la amistad, la libertad, las leyes, la
felicidad, el sentido de la vida, etc. Nuestro objetivo es identificar, lo más
claramente posible, el lugar epistemológico de este saber tan antiguo y actual
al mismo tiempo.

1- El contexto cultural argentino suele ser considerado “anómico”, es decir el


rechazo constante de los miembros de nuestra sociedad a cumplir las leyes.
Según su punto de vista, ¿cuáles son las razones que provocan, que no se
cumpla con las leyes?
2- ¿Qué quiere significar Aristóteles (a) cuando dice que el hombre debe: “vivir
conforme a lo mejor que hay en nosotros”? Leer e interpretar el texto.

a)“No debemos, a pesar de no ser más que hombres, limitarnos como quieren
algunos a los conocimientos y sentimientos puramente humanos: ni reducirnos
mortales como somos, a una condición mortal; es preciso por el contrario que
en cuanto de nosotros dependa nos desatemos de los lazos de la condición
mortal, y hagamos todo lo posible por vivir conforme a lo mejor que hay en
nosotros”. Aristóteles “Ética a Nicómaco”

3-La poesía de Jorge L. Borges (b) plantea diversos problemas de la vida


humana y que pueden ser considerados desde una perspectiva antropológica,
ética, psicológica y educativa, etc. Por ejemplo, la frase: “he cometido el peor
de los pecados”, remite al tema religioso. Después de leer el texto, señala
algunas de las frases que según tu opinión hacen referencia a la libertad y a la
responsabilidad.
(b) “He cometido el peor de los pecados
Que un hombre puede cometer. No he sido

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Feliz. Que los glaciares del olvido


Me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
Humano de las noches y los días,
Para la tierra, el agua, el aire, el fuego,
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
No fue su joven voluntad. Mi mente
Se aplicó a las simétricas porfías
Del arte que entreteje naderías.
Me legaron el valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado.
La sombra de haber sido un desdichado“. Jorge Luis Borges

4- Las expresiones “picardía criolla”, “zafar”, hacen referencia a un aspecto


positivo o negativo de nuestra cultura, si-no porqué. ¿Qué sentido le dan
ustedes a dichas expresiones?

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Unidad Nº 2
LA PERSONA
HUMANA

Al tratar el tema del hombre desde la perspectiva filosófica mostraremos


por un lado el objeto de estudio específico de la misma y por otro abordaremos
la cuestión ética. Veremos la complementariedad de ambos ámbitos y la
necesidad de un abordaje en conjunto.

Diversos tipos de antropologías filosóficas

El término antropología proviene del griego y significa estudio del


hombre (antrophos=hombre y logos=estudio). Sin embargo el hombre puede
ser estudiado desde varias perspectivas. En esta introducción a la ética nos
interesa caracterizar las antropologías filosóficas en sus vertientes más
importantes para ver desde cuál de ellas estudiaremos uno de los aspectos
claves del ser humano es decir su “obrar ético”. En nuestro caso el estudio del
hombre desde el punto de vista filosófico forma parte de la filosofía de la
naturaleza. Esta estudia la estructura esencial de todo ente corpóreo, por un
lado están los inertes que se caracterizan por tener un movimiento puramente
extrínseco (provocado desde afuera) y por otro el ente corpóreo poseedor de
un movimiento propio (inmanente: surge desde el mismo sujeto), es decir,
como ser vivo. El hombre primero que nada un ser vivo.

Conviene sin embargo realizar algunas consideraciones acerca de las


principales corrientes de pensamiento antropológico que han hecho mucho
más rico y complejo el conocimiento del hombre.

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Por un lado podemos aceptar como introducción válida las


consideraciones que realiza el filósofo Max Scheler (1875-1928) en su obra “El
puesto del hombre en el cosmos” con respecto a las formas de definir al
hombre, predominantes a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Estas podrían
dividirse del siguiente modo: primero el círculo de ideas de la tradición judeo-
cristiana, basada en la sagrada escritura donde el hombre es definido como ser
creado, dependiente de Dios, herido por el pecado y salvado por la gracia
divina, diríamos una antropología religiosa; segundo, el círculo de ideas de la
antigüedad clásica donde el hombre es hombre porque posee razón y libertad,
el ser humano participa incluso de una razón universal que se expresa también
en el orden del mundo y de las cosas, esta antropología puede ser llamada
filosófica o racional; finalmente se nos presenta el conjunto de ideas acerca
del hombre forjadas por las ciencias modernas de la naturaleza, en donde el
hombre sería el producto final y tardío de la evolución del planeta tierra, un ser
que sólo se distinguiría de sus precursores en el reino animal por el grado de
complicación de sus estructuras orgánicas, podríamos llamarla antropología
científica.

Según Scheler estas ideas no nos permiten poseer una idea unitaria del
hombre y por más que todas ellas nos aporten conocimientos ciertos acerca del
ser humano se puede afirmar que en “ninguna época de la historia ha resultado
el hombre tan problemático para sí mismo como en la actualidad”. Si bien esta
visión suena un tanto pesimista tiene cierto grado de comprobación en lo que le
sucede a una persona común (e incluso a algunos científicos) que se ve
obligada a elegir una antropología en contra de otra. De todos modos es
acertada nos parece esta división pero con las siguientes aclaraciones.

Con respecto a la antropología teológica o religiosa debemos decir que


la misma guarda una autonomía propia que no necesariamente se debe oponer
en sus resultados a la científica y a la filosófica. Si bien hay problemáticas
límites o fronterizas pensamos que pueden ser tratadas respetando sus
respectivos niveles epistémicos. El conocimiento teológico del hombre utiliza

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como fuente principal la doctrina vertida en la Biblia y en la revelación en


general. No se trata propiamente de un conocimiento “inventado” por el hombre
sino de la explicitación de lo que Dios mismo ha querido comunicar acerca de
qué es el hombre.

La antropología científica en cuanto basada sobre todo en las


denominadas ciencias naturales ofrece una visión del hombre en donde se
destacan sus aspectos biológicos y físicos. Esto tampoco obliga a rechazar una
perspectiva más amplia, en todo caso las dificultades surgen de las posiciones
filosóficas del científico más que de los resultados concretos de sus
investigaciones. Debemos agregar que en la actualidad la antropología
científica designa también perspectivas abiertas por las denominadas
antropología cultural etnológica y cultural donde el hombre es analizado
desde una perspectiva experimental pero teniendo en cuenta “aquellas obras y
acciones que lo distinguen de un modo más evidente del resto de los seres
vivos” sin dejar por esto de ser considerado por esto una escala más en el
grado de evolución.

Pensamos con Scheler que la antropología filosófica tiene como objeto


discernir “la esencia del hombre” en su relación con el animal y con los
vegetales (por utilizar un término conocido) y su singular “puesto metafísico en
el orden del cosmos”; pero dentro de esta perspectiva y sin rechazar las otra
podemos encontrar variadas posiciones no sólo en la línea abierta por la
filosofía clásica.

En el pensamiento clásico el estudio del hombre se realizaba en el


ámbito designado por el término psicología en cuanto se estudiaba el alma
(psijé=alma) como principio vital de todo cuerpo natural organizado. Era el
estudio de los seres vivos en cuanto distintos de los cuerpos brutos. Así
englobaba los tres reinos de la vida: plantas, animales y el hombre.

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La psicología ha desarrollado una evolución que en muchos casos


significa un gran distanciamiento de la visión clásica griega. Así podemos
encontrar definiciones de la psicología que van desde Descartes que
consideraba sólo el estudio de los fenómenos conscientes, pasando por las
psicologías conductistas y materialistas como las de Watson y Pavlov, hasta
Freud que es justamente el reverso del pensamiento cartesiano, es decir,
definir al hombre principalmente a partir de su estructura inconsciente. Por
esto, tanto desde una perspectiva etimológica como real es decir por el objeto
de estudio, la palabra psicología no es suficiente para definir una comprensión
filosófica del hombre. Sin embargo la filosofía clásica ha sido continuada por
una línea de pensamiento que considera al alma como una realidad metafísica
y que por tanto corresponde a una definición esencial del hombre. Es lo que
denominamos una Antropología metafísica, en cuanto se asume un punto de
vista ontológico, es decir, intenta conocer la naturaleza y los principios
constitutivos del “ente humano”. Su fin consiste en comprender los hechos
humanos, con el doble sentido de la palabra comprender: determinar su
esencia y sus causas últimas. Esta posición no rehuye a los aportes de la
psicología moderna y todas sus derivaciones, y tampoco a los resultados de la
antropología científica pero intenta sintetizarlos en un plano metafísico.

Así se asume la definición del hombre como “animal racional”


partiendo del análisis del fenómeno de la vida biológica y
ascendiendo hasta el principio último del hombre. En esta línea de
pensamiento se privilegia el estudio de las estructuras cognoscitivas y
tendenciales del hombre tanto en sus aspectos dinámicos como en sus
aspectos estáticos (principio último de toda operación). Si bien esta
“antropología metafísica” sostiene estos principios básicos puede presentar
matizaciones diferentes.

Podemos señalar también una corriente de antropológica filosófica no


precisada por Scheler pero que tiene gran desarrollo desde mediados del siglo

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XX1. En su formación concurren por un lado la fenomenología iniciada por el


filósofo Edmundo Husserl y el existencialismo, sobre todo en la formulación que
alcanza en el filósofo Martín Heidegger (1889-1976). Ambas corrientes se
desentienden profundamente de la definición clásica de hombre (hombre como
animal racional) y buscan una comprensión que ellos llaman, “fenomenológica
y existencial”. Se trata más bien de describir alhombre y pensar que este
descubre “su esencia” en el mundo, es decir, en un entorno humano. El hombre
ya no es definido como animal racional sino como “ser en el mundo”. El hombre
es ante todo un sujeto personal imposible de definir desde una perspectiva
universalista, el hombre es puro proyecto abierto al desarrollo indeterminado de
su libertad.

Las estructuras que definen al hombre son ante todo, los denominados
“existenciales”, es decir, “su relación con los demás”, “el lenguaje”, “los
símbolos”, “la cultura”, etc. Los antiguos y modernos problemas metafísicos
como la relación alma-cuerpo, la posibilidad de discernir un principio espiritual o
la naturaleza de las potencias humanas como la inteligencia y la voluntad
pasan a un segundo plano. Esto no quiere decir que se los desconozca por
completo pero son comprendidos ante todo por su significado vital y concreto
para el hombre. A estas corrientes les parece imposible hacer del hombre un
objeto de estudio, este es siempre sujeto y por lo tanto siempre inasible.

Esta perspectiva filosófica no suele expresarse de modo sistemático y se


encuentra manifiesta muchas veces en obras literarias, teatrales, en el cine y
en la poesía. Sin duda su aporte principal ha sido redescubrir al hombre en su
dimensión ética y en su responsabilidad en la construcción de la sociedad. Se
puede tener en cuenta que la misma se desarrolló fundamentalmente en
Europa en el período de entreguerras y en las décadas inmediatamente
posteriores.

1
Gevaert, J. “El Problema del hombre” Sígueme, Salamanca, 1984.
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Sin negar la importancia de esta última perspectiva queremos señalar


que nosotros seguiremos la perspectiva denominada antropología metafísica
sin que por esto pierda su lugar dentro de la reflexión que hemos denominado
filosofía natural.

Noción de persona

Nos parece que la definición del hombre como persona elaborada por
primera vez en el siglo VI por el filósofo Severino Boecio (486-526) se inscribe
en la perspectiva metafísica es decir, el estudio del fundamento último del ser
humano. Esta definición fue retomada por el filósofo Tomás de Aquino en el
siglo XIII al incorporar la reflexión acerca del carácter espiritual del alma
humana la que se convierte en principio último de todo su obrar y ser.

Pero tomamos también la noción de persona por su profunda


signficiación en la actualidad. Por ejemplo cuando hablamos de “dignidad de la
persona”, o para significar la singularidad del ser humano y decimos “debemos
tratar a todos como personas”. Elegimos el desarrollo de esta noción clásica
pues tiene la intención de señalar aquel aspecto que distingue esencialmente al
ser humano del resto de los seres vivos.

La definición dice que la persona es: una sustancia individual


de naturaleza racional.

Analicemos cada uno de los elementos componentes de esta


definición.

a-substancialidad: significa ante todo que la persona es un ser en sí


mismo y no en otro y que por lo tanto no es un accidente. Este último se
caracteriza por ser en otro.

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La substancialidad implica entonces que el hombre tiene un ser propio


del cual surgen sus operaciones y todos los accidentes que posee. Por esta
razón podemos distinguir en el hombre su ser propio y sus actos, en el caso de
la ética los que denominamos “actos éticos”.

b- individualidad: quiere decir que el hombre es uno es decir “indiviso” y


que por tanto no se confunde con otros seres. Por más que el hombre posee
partes todas estas se unifican en el hecho de que es un ser individual.

Ninguna parte del hombre es “el hombre”, ni siquiera el alma que sólo
existe unida al cuerpo.

c- naturaleza racional: la racionalidad incluye el conocimiento


intelectual (al menos como posibilidad), la libre elección (por los menos como
posibilidad) y el dominio de sus propios actos.

Sin duda que esta característica es la que distingue ontológicamente al


ser humano del resto de los seres vivos. Por esto podemos decir que la
corporalidad humana está unida a la racionalidad y ambas conforman al ser
humano pero viniendo de su racionalidad su característica más propia.

Características de la persona

. 1.- INTERIORIDAD
La persona posee vida interior, a diferencia de los animales que sólo poseen
exterioridad.

Por la interioridad el hombre se percibe como un “yo”, como origen


de sus actividades, como un ser capaz de pensar y obrar
conscientemente y como responsable de sus opciones libres. Es
decir, se percibe como sujeto, centro consciente de atribución de todas las

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realidades que constituyen su ser. Por eso es capaz de una vida biográfica,
pues la persona puede entender y querer.

Por tener interioridad, el hombre es capaz de:


- Autoconciencia: es el “darse cuenta de sí mismo”, es el acto de afirmación
de sí mismo frente a todo otro ser; es un rasgo propio del hombre que no
solamente sabe (conoce), que “sabe que sabe” (advierte que conoce), se
da cuenta de que obra. Más aún, se da cuenta de sí mismo y atribuye a su
yo todas sus actividades, al mismo tiempo que reconoce la entidad propia
de las demás cosas frente a la suya.
- Autodeterminación: es el poder que tiene el hombre de realizarse
(perseguir la felicidad) saliendo por sí mismo de la indeterminación en que
ordinariamente lo dejan los motivos que tiene para obrar: eso que
llamamos libertad. Por la autodecisión, se actúa con plena conciencia y
control de su propio ser, y de su ubicación en las circunstancias en que
debe decidir.

2.- UNICIDAD
La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, el hecho de que cada
uno tenga una manera rigurosamente sin igual de ser persona.

a.-Los animales, “individuos” pertenecientes a una especie, se definen por


las características generales de la especie; basta predicarlas de cada
uno. Es cierto, un perro no es el otro: se distinguen entre sí por la forma,
el peso, el color, etc., por los “caracteres individuantes”.
b.-También el hombre es un “individuo”, porque también él pertenece a una
especie determinada, como individuo forma número con los demás y se
distingue de los demás por el peso, el color, la forma, etc.: por los
“caracteres individuantes”.
Pero al añadir que el hombre es “persona”, afirmamos algo absolutamente
diverso del individuo, irreductible a las cualidades abstractas que puedo
atribuirle: afirmamos que cada uno, como sujeto, realiza la especie
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“hombre” de un modo irrepetible e irremplazable. No parece existir “el


hombre”, sino únicamente “hombres”.
c.-La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, pero también su
libertad, el poder ser dueño de la propia individualidad y de poder
moldearla: esto es lo que lo va configurando y diferenciándolo de los
demás. Esto hace que aún en el caso de los gemelos, cada uno reaccione
diversamente ante los mismos estímulos y se diferencie radicalmente del
otro.

CONCLUYENDO: las cosas son “trozos de mundo”; el hombre,


en cambio, percibe su radical “alteridad” frente a las cosas y frente a los
demás: no forma con ellas un todo único, es un mundo aparte, siempre nuevo
y original. Por eso la persona es misteriosa. Pretender esclarecer su misterio
es emprender un imposible viaje de estudios al país de la “alteridad”.

Apertura a los demás:

Superación del individualismo y descubrimiento del “otro”

a.- Planteamiento del problema


El surgir del sentido comunitario, el hecho del diálogo en todos los niveles y
para las empresas más diversas y el fenómeno de la socialización, han llevado
a la conclusión de que la dimensión social es esencial, constitutiva del hombre.

El filósofo se pregunta: Todas estas manifestaciones, ¿son solamente


hechos instintivos, biológicos, fenoménicos, hechos “brutos”, sin sentido
profundo..., o bien brotan de una exigencia natural, revelando una dimensión
esencial del hombre? ¿Hasta qué grado el “tú” y el “nosotros” entran en el “yo”?

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¿Se puede resolver el problema del hombre sin hablar explícitamente de las
otras personas?

En otras palabras: “ser-en-el-mundo-con-otros”. ¿es para mí algo accidental,


como para el vino estar en el vaso o en la botella o en la cuba..., o significa
más bien lo que para el pez vivir en el agua? (el pez tiene que vivir allí y su
organismo esta internamente organizado para vivir allí).

“Yo soy yo y mis circunstancias”, escribía Ortega y Gasset en 1914.


Pertenecemos a un entramado social. Vivimos en un contexto mundano del
que jamás podemos prescindir y al que constantemente estamos referidos. Nos
volcamos hacia el no-yo como complemento necesario del propio existir.

Somos “seres-en-el-mundo-a-través-del-cuerpo”: eso es innegable. Pero la


pregunta fundamental que nos permite entender la problemática que atormenta
la época actual y que al mismo tiempo nos introduce en el misterio eterno del
hombre, se puede expresar así: “El hombre, ¿es un ser (individual) orientado
en primer lugar hacia el mundo -en el cual existen también otros hombres- o
bien es, antes que nada, un ser en comunión con otras personas en el mundo?
Según la respuesta que se dé, la Antropología es muy distinta.

b.- El hombre “ser - en - el - mundo”


No cabe duda de que el hombre es un “ser-en-el-mundo”.

Le debemos a Martín Heidegger el haber insistido en esto. También Carlos


Marx insistía en que “el mundo es como el cuerpo inorgánico del hombre” y
nuestra vida “es un metabolismo con el mundo”.

a.-La primera experiencia que nos sale al paso es que nos hallamos
rodeados de cosas que influyen sobre nosotros y con las que nos vinculan
muchas relaciones.

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Nuestra vida está orientada hacia el mundo infrahumano, ese mundo que
es nuestro espacio vital, donde hay seres que nos sirven de alimento,
vestido y habitación y de los cuales echamos mano para subsistir.
Vivimos en un constante intercambio con el mundo que nos rodea,
intercambio que nos enriquece y nos permite realizarnos. Formamos con
él un sistema de reciprocidad, de sentido y de vida.

El hombre es un “ser-en-el-mundo”; nos insertamos en él a través del


cuerpo. Pero no estamos como el animal simplemente vinculados al
entorno: vivimos en un mundo abierto, con fronteras fluidas que se
ensanchan continuamente

b.- “Ser-en-el-mundo” no es algo periférico, algo adjetivo, sino algo


estructural, originario, constitutivo del hombre: sólo somos si somos en-el-
mundo.

El mundo es como el cuerpo grande del hombre, la prolongación de la


corporeidad. No hay hombre sin mundo, como no hay hombre sin prójimo.
Tanto que los materialistas absolutizan esta característica hasta reducir al
hombre a una “porción del mundo”.

c.-Martín Buber dice que gracias al hombre existe el mundo. Sin el hombre
habría muchas cosas, pero ningún ser que las captara en su conjunto.
Sólo el hombre puede pensar la pluralidad como unidad, como totalidad
de la experiencia externa.

Así, pues, al decir “mundo” no nos referimos al mundo objetivista, visto


independientemente de su relación con nosotros, ese mundo regido por
las leyes que las ciencias van descubriendo.

No somos espectadores pasivos en el mundo: estamos en diálogo con él.


Mediante la ciencia, la técnica y el arte ponemos un sello espiritual a la

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materia y la “hominizamos”, llenándola de significados: elevamos la


“naturaleza” al rango de “cultura”.

No es sólo el mundo físico el que está ante nosotros, sino también el


mundo simbólico.Aquí nos referimos al mundo del hombre, ese mundo
que hemos construido a través de nuestras propias experiencias, teñido
de subjetividad. Nos vemos en un ámbito repleto de significados, en un
ambiente organizado por el hombre mismo.

c.- El “hecho fundamental de la existencia”


Todo lo que precede nos está diciendo que nuestra dimensión social es una
dimensión original, que no puede ser reducida a ninguna otra, ni derivada de
ninguna otra.

Somos “interioridades”, no hay duda, pero interioridades abiertas, destinadas


a la comunión interpersonal. El hombre es un ser “alterocéntrico” por
naturaleza. La “alteridad” pertenece esencialmente al concepto y a la realidad
de la persona.

Y la dimensión social no es una realidad adjetiva, añadida a la interioridad ya


constituida; es una realidad constitutiva de la persona.

En efecto, el hombre no se puede conocer a sí mismo mirándose al espejo:


“El hombre se torna un yo a través del tú”. Sólo así se descubre idéntico a sí
mismo. No tiene primero relación a sí mismo y luego, en un segundo momento,
relación al tú del otro. No; el yo no es traslúcido para sí mismo: se autoconoce
al mismo tiempo que entra en relación con los demás.

La persona nace de una llamada y se orienta hacia una respuesta. Podemos


decir que el “nosotros” es la matriz y el ámbito constitutivo de las personas: el
yo es “yo” en el nosotros, y el tú es “tú” en el nosotros. Sartre consideraba al
otro como una amenaza no, “el otro no es un límite sino un manantial del yo”.

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El hecho fundamental de la existencia es que todo hombre es


interpelado como persona por otro ser humano, en la palabra, en el amor
y en la obra, y debe dar su respuesta: aceptación o rechazo.

d.- Amor
El ser humano tiene el impulso de “ser – más por la comunicación”. Desde
lo más profundo de su ser necesita comunicarse con otros, y la comunicación
más plena se cumple por el amor.

Afirma Ismael Quiles, que toda persona, todo espíritu tiene, como primera
aspiración de su esencia, el amor. Este es el aspecto de la vida que más puede
realizar al ser humano como persona.

e.- Apertura a la Trascendencia


La fenomenología nos muestra, entonces, que el otro está delante de mí
como un valor que se me impone por sí mismo; un valor que el hombre mismo
no ha creado ni puede destruir, pues se identifica con la misma dignidad de la
persona humana, fundada en su conciencia y libertad. Se trata de un “dato
primario”, de una constatación inmediata que no puede ser negada sin la
conciencia íntima de infidelidad con nosotros mismos. Hay que decirle que “si”
a su existencia, independientemente del color de la piel, de su pertenencia a
una raza o a una condición social y de la posibilidad de utilizarlo más tarde en
el proceso de producción. Hay que aceptarlo simplemente porque es un ser hu-
mano.

La existencia del otro, su presencia soberana, es algo situado “más allá” de


la voluntad arbitraria del otro, es algo trascendente. En último análisis no
depende de él existir de ese modo.

Por eso podemos concluir que en la exigencia incondicional del prójimo está
en cierta forma presente el totalmente Otro, Dios, que protege la criatura
humana, porque fue querida y hecha por El. Tomar en serio al otro,
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incondicionalmente; reconocer –por lo menos implícitamente- la realidad


misteriosa que está detrás del hombre y lo constituye precisamente en su
singularidad inviolable.

¿POR QUÉ LA PERSONA ES UN SER MORAL? – CORPOREIDAD Y


ESPIRITUALIDAD

La Antropología Filosófica, es decir, el estudio filosófico de la naturaleza


del hombre, analiza estas dos características: corporeidad y espiritualidad.

Dejando de lado tesis materialistas, las cuales consideran que el hombre


es pura materia, como lo es el animal irracional o los vegetales, las
principales corrientes modernas del pensamiento filosófico (no solamente las
de orientación cristiana) reconocen:
- que el ser humano es un ser dotado de un cuerpo material y de un
alma espiritual;
- que es un animal, pero no como los irracionales;
- que es espiritual en lo concerniente a su alma, pero no un puro
espíritu;
- que es carne informada por el alma;
- que es una sustancia completa constituida por una sustancia
incompleta material (el cuerpo) y por una sustancia espiritual (el
alma).

Este cuerpo, de que está dotado el hombre, no es algo accidental en él; es


tan esencial como el alma que lo anima. Un cadáver no es un hombre, como
tampoco es un hombre el alma sola en la vida de la inmortalidad, que le
asignó el pensamiento platónico y, más tarde, todas las escuelas filosóficas
basadas en esta doctrina o sus derivaciones.

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El espíritu es superior a la materia, pero sin ésta el hombre no es tal


cosa. Por su corporeidad el hombre pertenece al mundo extenso y
espacial de los seres materiales en el cual rigen las leyes que regulan los
procesos físicos, químicos y biológicos; pertenece también al mundo de los
seres sensibles en el que actúan los estímulos, los excitantes, las corrientes
nerviosas, las localizaciones cerebrales, las imágenes, las percepciones y
los recuerdos sensoriales. Participa de la vida vegetativa que poseen los
seres del mundo vegetal, y de la vida sensitiva que es propia de los
animales.

Por su espiritualidad pertenece al mundo del espíritu, en razón de que


su alma es de naturaleza espiritual. (Siguiendo la doctrina de Santo Tomás
el alma humana está en el límite inferior de las criaturas espirituales y en el
límite superior de las criaturas corporales). De hecho el alma es el principio
vital no sólo de los actos de la inteligencia y de la voluntad, sino también de
los procesos sensoriales y de los vegetativos.

En definitiva, el hombre es una unidad de cuerpo y alma. Estos


elementos conforman a la persona. El horror al cuerpo, el odio a la materia
de que está revestido el hombre, el concepto del cuerpo como cárcel del
alma y un sinnúmero de apreciaciones similares o en esta línea, que cundió
en los primeros siglos de la era cristiana como reacción contra los excesos
de las doctrinas y prácticas paganas, constituyen otros tantos enfoques
equivocados de la realidad sustancial que es el ente humano.
Manifestándose de esta manera esa unidad sustancial, los actos que realiza
el hombre son buenos o malos en cuanto que proceden libremente de su
voluntad; y la libertad de la voluntad es actividad espiritual, propia y
exclusiva del alma humana, no del cuerpo.

Corporeidad y espiritualidad constituyen la esencia del hombre: con el


cuerpo, por el cuerpo y/o a pesar del cuerpo el hombre es bueno o malo en
sus actos conscientes y deliberados. Con el alma, por el alma y

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precisamente porque posee alma, alma espiritual, el hombre es bueno o


malo.

La espiritualidad es la raíz de la conducta ética, porque la


espiritualidad es la raíz de la libertad psicológica y ésta es la raíz
de la eticidad.

LA ACTIVIDAD DE LA PERSONA: CONOCER, OBRAR Y HACER. EL


CARÁCTER CONSTITUTIVAMENTE ÉTICO DE LA PERSONA

Conocer es un acto vital, inmanente, formalmente subjetivo pero


intencionalmente objetivo.

Vital porque es parte de la vida de la persona;

Inmanente, porque lo obtenido como fruto del conocer, permanece en el ser


que lo produce, que es la persona misma;

Formalmente subjetiva, porque es una de actividad interna del sujeto, el que


es consciente de que conoce y de lo que conoce, no así las demás
personas, que sólo pueden conocer lo que el sujeto conoce si éste de algún
modo se lo manifiesta;

Intencionalmente objetiva, porque todo conocer tiene un objeto conocido, un


objeto al cual se refiere.

El conocimiento en sí mismo considerado constituye un enriquecimiento


de la persona. Acá se está hablando de las dos especies de conocimiento
que posee el hombre: el conocimiento sensitivo y el conocimiento intelectual.

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La realización del acto humano es el obrar humano, que es, por lo


tanto, un obrar consciente, deliberado, libre, iluminado por el previo
conocimiento; un obrar que será bueno o malo, según que se ajuste a los
principios básicos de la moralidad.

El hacer significa un actuar hacia el exterior del sujeto para crear cosas
o modificar las existentes; como tal pertenece al campo del arte o de la
técnica; pero en cuanto obrar humano entra de lleno en la ética.

En el conocer están las bases de la conducta ética. La persona,


consciente de su dignidad, de su origen, de su destino, busca
conocer los fines inmediatos y mediatos de sus acciones, la o las
normas de moralidad a que esas acciones deben ajustarse para
llegar al fin último propuesto, la índole del bien moral, el significado
de conciencia moral y de sus posibles variables, el significado de la ley, de
la obligación, del deber y del derecho, de la libertad psicológica y de la
libertad legal, de la ignorancia y del error en sus relaciones con la moral,
etc.

El conocer humano es una actividad plenamente intelectual. El


obrar humano es actividad plenamente volitiva. Habrá más conciencia moral
cuanto mayor y más claro es el conocimiento que posee la persona. Por eso
la ignorancia y el error dificultan muchas veces el proceder moral. De lo cual
se sigue que cuanto mayor es la cultura de una persona, cuanto más amplia
y profunda es su capacidad intelectual, tanto más seguros son los pasos de
su proceder moral, pero no se sigue, de ningún modo, que será mejor su
conducta moral.

Esto permite afirmar (al estilo socrático) de que los más cultos son los
mejores y de que los más ignorantes son los peores en sentido moral. Esto
porque lo más oculto del hombre, lo más misterioso es la intención de sus

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actos; ese instante de la decisión, que casi no se mide con el tiempo, es lo


más secreto que anida en el espíritu de la persona.

Esta es la raíz del carácter constitutivamente ético de la persona: la libre


decisión, acto interno de la voluntad, que puede traducirse, o no, en una
acción externa del sujeto. Por ello, un cerebro electrónico, un chip no tiene
problemas éticos, como no los tiene tampoco el animal irracional. Los seres
en quienes funcionan procesos automáticos, determinados e incluso
instintivos, genéticamente determinados, no tienen problemas éticos; los
tendrán, sí técnicos o mecánicos (caso de las máquinas) o disfuncionales
(caso de los animales). El único ser que se angustia por el problema ético,
porque le acarrea permanentes luchas internas, es la persona, el ser
humano.

Para continuar profundizando lo noción de persona, leemos el


texto: Gevaert, J. “El problema del hombre” Sígueme, Salamanca,
1984. Pág 64 a 66.

LA LIBERTAD

Concepto: Situación contemporánea.

Aparecen de manera preponderante dos formas de entender la cuestión de la


libertad:

a) Libertad de indiferencia: es un movimiento de la voluntad sin objeto, sin


motivo. Es una autodeterminación absoluta. Se autojustifica, en última
instancia, en la voluntad misma. Es decir, no elegimos algo porque sea
bueno o mejor, sino porque eso es lo que deseamos o queremos. Desde

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esta perspectiva, no existen modelos o paradigmas éticos, el único


paradigma posible es ser consecuente con esta inclinación.

b) Los determinismos: la libertad no es un movimiento espontáneo del


sujeto, ya que en principio no existen movimientos espontáneos más allá
de los orgánicos y biológicos (ej.: psicoanálisis, sociologismo, el
relativismo cultural). Nuestras acciones no responden a nuestras propias
sensaciones, a lo que queremos.

Libertad como libre albedrío:

“Capacidad de la voluntad de autodeterminarse, de tal manera que es la


persona la que decide o determina una acción y, que además, esa acción la
determina así misma”.

El concepto de autodeterminación tiene dos aspectos:


a) La persona aparece como el origen de la acción a través de la
voluntad. Aspectosubjetivo.
b) Este acto libre da una forma específica al que actúa, la acción
genera un modo de ser (modificación del sujeto). Aspecto objetivo.

La libertad también implica intencionalidad: la dirección de la voluntad hacia su


objeto. Es decir, que la libertad consiste también en la capacidad de alcanzar
nuestros fines. Pero también podemos observar que los objetos de la voluntad
son siempre particulares y concretos y, por lo tanto, nunca algo aparece como
el bien en sí mismo de manera absoluta. Por esto, ningún objeto mueve
necesariamente a la voluntad, porque ninguno es el bien en sí mismo.

En el ámbito de la intencionalidad, la voluntad se ve influenciada por la


razón de tal manera que se dirige hacia un objeto juzgándolo como bueno aquí
y ahora, en esta situación concreta. En este sentido, la intención es querer el

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bien o no quererlo, o dejarlo de lado. Y también la intencionalidad puede


diferenciarse de la maldad o bondad objetiva del objeto o de la acción.

“Capacidad de autodeterminación y de intencionalidad, es capacidad


de autodirigirse al bien queriéndolo como tal”.
Esta doble dimensión de la libertad la explica Santo Tomás con la
siguiente distinción:
a) Libertad de ejercicio: libertad psicológica interior. Es la capacidad de la
persona para autodeterminarse (determinarme a mí mismo).
b) Libertad de especificación: consiste en la acción de la voluntad guiada
por la razón en la determinación de algo como bueno, como bien
concretamente. Es lo que se llama también “razón práctica”.

La libertad como facultad de la inteligencia y de la voluntad:

Sobre todo en el acto libre aparecen en mutua relación la inteligencia


(como capacidad de conocer la verdad) y la voluntad (como capacidad de
hacer el bien). El vínculo entre ambas está básicamente en que la verdad y el
bien se convierten (de algún modo lo que es bueno es verdadero y lo que es
verdadero es bueno). Esta relación metafísica u ontológica puede tener como
consecuencia una derivación en el ámbito existencial, en el ámbito de
la acción. Y en este sentido la libertad es:
“La capacidad de autodeterminarnos a realizar lo bueno que la
inteligencia presenta como tal”.

O sea que el objeto hacia el cual tiende la libertad es de algún modo también la
verdad, pero si esta verdad no es presentada como buena la voluntad no
podría actuar. Así, la libertad no es sólo un acto de la voluntad, porque la
libertad también está determinada por la verdad.

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Libertad y afectividad, o sentimientos, o pasión:

a) La sensibilidad influye también en el ejercicio de la libertad. Tanto en la


determinación del objeto (libertad de especificación) como en la
autodeterminación del sujeto (libertad de ejercicio).
b) La afectividad, la sensibilidad acompañan al acto libre y no son su
opuesto ni tampoco su negación.

Afectividad: designa el conjunto de los actos de las facultades apetitivas


(tendenciales) (inclinación, querer algo, el ir hacia) de la sensibilidad.

Aquí podemos incluir términos como los de sentimientos, emociones,


pasiones.

Desde la teoría aristotélica-tomista se sostiene que existen dos


facultades apetitivas de la sensibilidad:
a) Apetito concupiscible: tiene por objeto el bien deleitable, placentero para
los sentidos.
b) Apetito irascible: es el que tiene por objeto un bien conveniente para los
sentidos, pero es difícil de conseguir. Es también llamado (el objeto) el
bien arduo, porque presenta una mezcla de conveniencia e
inconveniencia y, por lo tanto, este apetito implica un impulso agresivo
para superar las dificultades.

Ambos apetitos tienen, por lo tanto, una autonomía objetiva o en función


del objeto, es decir, como toda facultad humana se ponen en movimiento
siguiendo su objeto propio.

En la persona humana las tendencias sensitivas, además de conservar su


movimiento propio, están sujetas a una relación con la razón y con la voluntad.
Se trata, siguiendo a Aristóteles, de una relación política y no despótica,
análoga esta relación al gobierno que se ejerce sobre personas libres que

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tienen una capacidad operativa autónoma y no por eso rechazan ninguna


forma de gobierno, de orden o de forma de acción. La sensibilidad tiene un
orden propio.

La sensibilidad no es el ámbito de la irracionalidad o de la falta de


legalidad, sino que la relación de lo que llamaríamos las facultades sensibles y
las facultades racionales se da por la unidad antropológica de la persona
humana. Por lo tanto, no es que el hombre decida con libertad de
especificación relacionada a estas facultades, sino que es un modo propio de
actuar.

¿Cuál es entonces el papel rector de las facultades superiores?

El principal es adecuar las disposiciones de la sensibilidad al bien


verdadero, y de esta manera entonces, la voluntad puede mover de manera
imperada a otras facultades, incluyendo las facultades sensibles a la obtención
del bien.

A partir de esto podemos establecer dos tipos de relaciones:


a) De la afectividad-sensibilidad a la razón-voluntad: primeramente, hay
una influencia indirecta de la afectividad en la voluntad y es la que se
realiza en la presentación del objeto que la inteligencia capta como
bueno para la voluntad. Así, por ejemplo, podemos tener la experiencia
de que un sentimiento puede llevar a la persona a no apartar la
imaginación y la memoria de determinados objetos y, de esta manera,
condicionar dispositivamente el juicio práctico. En este caso, el juicio
práctico (que estima la conveniencia o no de actuar) recibe influencia por
parte del objeto en función de una disposición de la disponibilidad
(estado de ánimo). Este influjo dispositivo-afectivo no reviste todavía un
carácter moral, es decir, no determina la bondad o maldad del objeto,
porque esto sigue siendo una función enjuiciativa de la razón. Cuando
una facultad apetitiva actúa de modo muy vehemente, las restantes sólo

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pueden obrar con debilidad, es decir, cuando un sentimiento es más


violento, más débil será el acto de la voluntad. Es una influencia de parte
del sujeto. El influjo de la afectividad sobre la razón práctica tiene una
gran importancia para la vida moral. No tener en cuenta esto, nos lleva a
formular una moral para espíritus puros. “Mientras más crezco en la vida
espiritual, menos influencia de la afectividad tengo”. La influencia de las
pasiones y de los hábitos de la afectividad explica el fenómeno del bien
aparente, es decir, lo que aparece como bueno y deseable sin serlo en
realidad.

b) De la razón-voluntad a la afectividad-sensibilidad.

Ampliamos la temática trabajada con la lectura del


artículo “la libertad y sus límites” del artículo de Victoria Camps
“Los valores de la educación”.

LA AUTONOMÍA MORAL

“Educar significa "conducir", "dirigir". La educación es un ejercicio que, sin


duda, reprime, coacciona y domina sin disimulo. La nueva escuela moderna
convirtió en uno de sus estandartes más celebrados el lema: " educar en la
libertad". Educar persuasivamente, sin castigos ni disciplinas, buscando más la
comprensión del niño o niña que su sumisión ciega. Educar respetando las
diferencias de cada uno, su carácter, sus propensiones y debilidades,
respetando, en fin, la pluralidad de opiniones y maneras de ser.

Nosotros, acostumbrados a una educación inflexible, confesional,


dogmática, caímos en el otro extremo. Conformes, sin notarlo, con el
liberalismo más puro, decidimos que lo otro - los valores, el cómo hay que vivir,
las buenas maneras, el respeto - se daría por añadidura. Pero no es así.
Incluso la libertad exige una educación a propósito. Ser libre no es fácil, hay

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que aprender a serlo. Aprender a distinguir el para qué de la libertad, el hasta


dónde de la libertad, el sentido de la libertad. La libertad es un valor moderno:
el individuo es alguien autónomo con respecto a la naturaleza y a la comunidad
social. Un valor ligado a eso que suele llamarse: "la formación de la conciencia
moral".

Para los griegos, la ética - la virtud - radicaba en llegar a ser lo que uno
debía ser: un buen ciudadano, bueno tanto para gobernar como para ser
gobernado. Lo verdaderamente bueno era la vida activa, esto es, la actividad
política.

En la Edad Media, con el cristianismo, se produce " el despertar de la


conciencia." El ser humano se descubre como conciencia, y la ética empieza a
ser una ética de la persona y no una ética de la naturaleza humana. No sólo la
acción, sino la intención cuenta para la valoración del acto moral. Los
pensadores medievales se debaten entre el autoritarismo de una ley revelada y
la libertad de la persona, entre la conciencia y la ley externa.

Es la Reforma protestante, por un lado, y la secularización del


pensamiento filosófico, por otro, lo que consagra a la libertad como principio
indiscutible de la existencia humana y condición necesaria para la perfección
moral. La Reforma protestante (luterana) supone la rebelión contra la Iglesia y
la liberación de su aparato coactivo. El planteo de Lutero expresa la convicción
de que lo que pide la conciencia y lo que pide la moral no siempre coinciden,
especialmente si la moral es establecida por una Iglesia. El poder divino sigue
siendo un obstáculo para poder dar un valor moral auténtico a la libertad.

El pensamiento humanista del Renacimiento es esencialmente


individualista. La "introspección" empieza a perfilarse como el método filosófico
que culminará con el "PIENSO, LUEGO EXISTO", de Descartes. Al hombre le
es dado elegir su propia vida.

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El paso siguiente, que centra todo el pensamiento político y moral de la


Modernidad, consistirá en el esfuerzo de ir consolidando las libertades
individuales frente a cualquier poder exterior, estatal o social. En las " Teorías
del Contrato Social ", para que el Estado conozca sus propios límites y no se
exceda en sus poderes, hará falta proclamar unos derechos fundamentales que
cualquier poder o instancia deben respetar. Estos derechos, concebidos al
principio como expresión de la "LEY NATURAL ", son el desarrollo de un
derecho primordial: el derecho de todos y cada uno de los individuos a gozar
de una igual libertad.

La ética habrá de insistir en la idea de su propia autonomía. La moral no


puede ser heterónoma, sino autónoma, es la tesis básica del sistema ético de
Kant, el más importante de la época moderna. Que la moral es autónoma
significa que sus principios no pueden fundamentarse en una religión o en una
autoridad trascendente o terrenal. La ley moral está por encima de la ley
positiva. No hay otro origen de la ley moral que la misma razón humana, de ahí
su autonomía.

"La ley moral en mi corazón": porque la ley moral está dentro de mí, puedo
decir que soy yo quien me la impongo, que soy la fuente de mis propias
obligaciones y deberes morales. ¿Significa esto que ni la educación, ni la
tradición ni las costumbres tienen influencia en las concepciones morales? No,
exactamente. Mis opciones pueden ajustarse o no a la legalidad moral. Para
saber cuál de las opciones que se me ofrecen es la correcta, debo someterlas
al criterio racional según el cual sólo es moralmente lícito aquello que yo
quisiera ver convertido en norma universal”.

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La estructura finalista de la actividad libre

El obrar finalístico

El hombre tiene una naturaleza racional y libre. Al mismo tiempo por ser
un viviente tiene un aspecto dinámico. Esto quiere decir que tiene capacidades
o potencias que necesitan ser actualizadas. Así por ejemplo la inteligencia es
una capacidad que se “activa” cuando piensa algo y la voluntad cuando quiere
algo determinado.

Se puede decir que el obrar de la persona humana se caracteriza por


obrar consciente y libremente por un fin. Esto quiere decir que el hombre no
actúa ciegamente, sin saber lo que pretende con su conducta y que tampoco
es llevado al fin por otro sujeto o por el simple instinto sino que se dirige a sí
mismo hacia el bien.

Noción de fin

a- Equivale a “Bien”, lo que equivale a decir que la voluntad elige lo que


la inteligencia le propone como bueno.

b- Fin se distingue de “medio”, es decir, que la voluntad persigue hacer


algo para conseguir otra cosa distinta. Por ejemplo tomamos una medicina para
obtener salud, estudiamos una carrera para tener status.

El fin se llama en este sentido intención, y es aquello que hace que


nuestros actos tengan significación y sean más comprensibles.

El fin como intención responde a la pregunta porqué actuamos o qué es


lo que pretendemos conseguir con nuestro actuar.

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Fin último y fin natural

a- Fin último es el que se quiere de modo absoluto y en razón del cual se


quieren las demás cosas. El fin último del hombre es Dios o la felicidad
absoluta.

b- El hombre busca la felicidad absoluta en todos los actos que realiza.


Esto se ve en el hecho de que el hombre quiere conseguir el bien en todas sus
actividades y de esta forma, el bien y la felicidad coinciden.

La razón humana en la medida que conoce su naturaleza o sea qué es,


puede llegar a la conclusión de que en ella misma está inscrita su finalidad
última que es reencontrarse con su creador.

Por esto se puede decir que el fin último natural del hombre es conocer y
amar a Dios.

Ahora bien, cómo actúa el fin último en el ámbito de la ética. El fin último
es buscado por el hombre a través de todos sus actos aunque este no
aparezca explícito pero todo aquello que corresponda a lo que naturalmente le
conviene al hombre es bueno y por lo tanto participa del fin último.

El acto humano: objeto, fin y circunstancias

Antes de considerar la ley o la conciencia estudiaremos las


características del acto humano en una de sus características más propias es
decir su moralidad o las fuentes de moralidad.

La primera afirmación que cabe es la siguiente: “el acto humano se


caracteriza fundamentalmente por ser libre” y la libertad puede definirse así:

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La capacidad de la voluntad de moverse por sí misma al bien que la


razón le presenta.

Esta definición implica que la libertad supone cierta


indeterminación pues todos los bienes que la inteligencia presenta a
la voluntad son finitos e incapaces por sí mismos de producir una
adhesión necesaria. Por esta causa la libertad puede elegir algo que
no sea bueno, lo que no significa que elija el mal en sí mismo.

En una palabra, la voluntad siempre es movida por el bien.

Así llegamos a la cuestión de las fuentes de la moralidad:

Sontres elementos antropológicos los que nos permiten determinar sin


un acto libre es bueno o malo:

Objeto:
Es la acción considerada en sí misma. Es decir si es buena o
mala según la norma o la ley.

Propiamente es aquel fin que corresponde al acto en sí mismo por su


naturaleza.

Así el objeto moral de un robo es, por ejemplo, apropiarse de lo ajeno


más allá de cualquier otra característica del acto.

Fin:
El fin quiere decir “aquello que el hombre quiere lograr mediante la
acción realizada”. Por ejemplo regalarle algo a un juez para conseguir una
sentencia favorable.

Es la intención de aquel que obra.


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Circunstancias:
Se trata de accidentes que modifican el objeto moral. Los más
importantes son:

a) quien realiza la obra: no es lo mismo que mienta un juez que un


acusado.
b) lugar de la acción: no es lo mismo la acción realizada en un lugar
público que en un lugar privado.
c) medios empleados para realizar la acción: instrumentos honestos o
deshonestos, con violencia o sin violencia.
d) cantidad: en algunos casos la acción queda afectada según la
cantidad como en el robo u otros crímenes.
e) tiempo: el momento concreto en que se realiza la acción.

Explicación:

Para que un acto sea recto o bueno debe ser bueno el objeto, las
circunstancias y el fin. El hombre busca como dijimos el bien por lo tanto la
acción conformará al hombre plenamente en la medida que sea integralmente
buena. Sin embargo debemos hacer algunas consideraciones.

1- Si el objeto moral es malo en sí mismo por más que las circunstancias


y las intenciones sean buenas no hará que el objeto se convierta en bueno. Por
esta razón decimos que la bondad o maldad de un acto humano recae primero
sobre el objeto moral.

2- Las circunstancias pueden hacer crecer o disminuir la bondad y la


maldad de un acto pero no pueden cambiarlo esencialmente. Esto se debe
también a que no todas las circunstancias afectan del mismo modo.

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En el caso de que un acto sea bueno pueden las circunstancias


convertirlo en malo pero nunca pueden hacer que un acto malo se convierta en
bueno.

2- Finalmente nos interesa señalar que el fin por más que sea bueno no
puede cambiar la moralidad de un acto sobre todo si es esencialmente
malo.

Esto lo decimos debido a que muchas éticas actuales consideran que lo más
importante es la intención. En nuestro caso vemos que sobre todo aquellas
acciones que atentan contra la ley natural nunca pueden ser aceptadas como
buenas por más que al realizarlas persigan alcanzar el bien.

Complementar la temática con la lectura del texto de


RodriguezLuño, “Etica”.

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UNIDAD Nº 3 EL
ORDEN MORAL

El hombre actúa siempre por un fin y de acuerdo con unas reglas, estas
reglas que ordenan sus actos vienen dictadas por la razón. Así hablamos de
racionalizar el trabajo o la economía. La razón introduce un orden en la vida del
hombre.

Pero el hombre al vivir en sociedad recibe también el ordenamiento de


leyes que ordenan no sólo su vida privada sino su vida comunitaria por lo que
podemos hablar de un orden o ley social. Esto último se expresa en un
conjunto de leyes.

Al mismo tiempo surgen en las diversas sociedades grupos de personas


que por distintos medios y formas se erigen como autoridad a fin de establecer
leyes. La autoridad dicta normas que apuntan al bien común. Podemos definir,
pues la ley como “una ordenación de la razón dirigida al bien común y
promulgada por quien tiene a su cargo la comunidad”.

Distintos tipos de ley

a. La ley moral

Es una ordenación de la razón: disponer todos los actos en función de


un fin, puede ser un fin particular o el fin último del hombre, la felicidad
absoluta.

Dirigida al bien común: en cuanto forma parte de una sociedad el


hombre alcanza el fin último mediante la ordenación de su conducta al bien de
la sociedad.

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Promulgada por quien tiene a su cargo la comunidad: cada sociedad


establece el modo en que una autoridad tendrá como tarea guiar al todo hacia
el bien común.

b. La ley eterna

Es el plan que por el que la divina Sabiduría ordena y dirige todos los
actos y movimientos. Esta ley es concebida por Dios desde la eternidad y aún
cuando el hombre es libre de cumplirla o no es la que sirve de modelo a toda
ley.

Esta ley se manifiesta en el orden de las cosas y en el hecho de que en


la naturaleza no hay nada librado al azar. En todo caso la inteligencia humana
no puede conocer con toda perfección esta ley pero sí puede participar de su
orden en la medida que cumple con su propio fin.

c. La ley natural

Es la participación de la ley Eterna en la criatura racional.

Concretamente se expresa:

a) una ordenación de la naturaleza hacia los bienes necesarios para el


perfeccionamiento integral de la persona, es decir, para el logro de su finalidad
última. Por ejemplo: la inclinación básica de la voluntad al bien en general, el
instinto de conservación, la sociabilidad, el afán de conocer la verdad, etc.
b) en una luz de la inteligencia, que conoce los principios supremos del
orden moral y trata de cumplirlos. La ley natural se concreta así en una serie de
normas de la recta razón que orientan moralmente el ejercicio de la libertad.
Los preceptos fundamentales del orden moral natural están impresos en
la inteligencia y el corazón de todo hombre. Naturalmente, cualquier hombre
aprecia que el amor a los semejantes, decir la verdad, cumplir las promesas,
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etc., son buenas y deseables; por el contrario, advierte que la mentira, la


traición, la falsedad, etc., le repugnan.

Propiedades y consecuencias

Es universal: se extiende a todos los hombres, para siempre, en todas


las circunstancias y sobre todos sus actos singulares.

Es inmutable: no se modifica ni cambia pues no es creada por el


hombre, ni inventada. Él se limita a conocerla de un modo más o menos
explícito y claro.

Por lo tanto:
- el contenido de la ley natural no depende de lo que hace la
mayoría, sino de lo que debe hacerse según la recta razón que conoce sin
error las exigencias morales de nuestra naturaleza
- la ley natural es válida para todo hombre por ser hombre y no por
tener una determinada fe religiosa.
- su vigor proviene del Creador de la naturaleza.

El conocimiento de la ley natural

El hombre puede conocer la ley natural de un modo natural es decir a


partir de la experiencia y la reflexión. El primer principio que es conocido con
evidencia es: hay que hacer el bien y evitar el mal.

Esto puede ser conocido por vía de agudos razonamientos y


corroborado por medio de un estudio científico pero también aparece en la
experiencia común de todo hombre que vive en sociedad aun cuando no sea
muy instruido.

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En el fondo el hombre experimenta que cumpliendo con la ley se


perfecciona incluso cuando sufre el hecho de ver que no siempre puede
cumplir correctamente con las exigencias de la ley.

Las dificultades pueden presentarse del siguiente modo:


a- aún en estado normal es decir, contando con una constitución
biológica y espiritual sana el hombre no puede cumplir plenamente lo que su
razón le exigen lo que no quita que exista una ley objetiva.
b- si una persona persiste en malas acciones se en mayores dificultades
para seguir la inclinación al bien.
c- el principio de hacer el bien y evitar el mal puede obnubilarse en un
plano práctico pero no de un modo absoluto de tal forma que se invierta.

Actividad Nº 5: La discusión sobre las leyes y su valor en


la sociedad lleva siempre a la reflexión. Por eso hacemos
un análisis de las siguientes problemáticas.
1- Según su opinión: ¿cuáles de estas expresiones son falsas y cuáles
verdaderas? Explique dos de sus respuestas.

- las ciencias humanas, por lo tanto la ética, se oponen a la ciencias


formales.
- las leyes civiles sólo dependen de lo que cada sociedad establece como
justo e injusto.
- el hombre es dueño de sus actos y por esta razón puede elegir por sí
mismo lo que está bien o mal.
- las leyes injustas no deben ser cumplidas por más que las mande la
autoridad política.
- las leyes naturales deben ser más respetadas que las leyes civiles.

2- En qué aspectos de la vida social la tecnología (por ejemplo la informática, la


telefonía celular, la televisión satelital, etc.) ha sido negativa y en cuáles
positiva. Elabora al menos dos ejemplos de cada una.
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3- Algunos valores y disvalores que predominan en la sociedad son generados


por:

 problemáticas sociales,
 instituciones sociales,
 medios de comunicación e
 ideologías políticas.

Identifique algunos de ellos con cada uno de los antecedentes.

4- Señale hechos históricos en los que según Ud. no se han respetado la


dignidad del hombre. Puede ser de Argentina o de cualquier parte del mundo.
Al menos tres hechos. Justifique su respuesta.

. La conciencia moral

La ley moral tiene en la inteligencia humana un carácter universal. Pero


como las acciones son siempre singulares, el hombre necesita aplicar a las
acciones concretas dicha ley. Esta aplicación se realiza mediante un juicio
concreto por el cual el hombre dice esto es bueno o malo.

La conciencia moral puede definirse como el juicio del intelecto práctico


que, a partir de la ley moral, dictamina acerca de la bondad o malicia de un
acto concreto. La conciencia juzga de tal modo que relaciona lo que indica la
ley con la acción que se llevará a cabo. La conciencia no es pues autónoma
sino que aplica la norma a cada caso.

Distintas formas de conciencia

por su relación al acto:

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a- conciencia antecedente es la que juzga sobre un acto que se va a


hacer, mandándolo, permitiéndolo o prohibiéndolo
b- conciencia consecuente: es la que aprueba o desaprueba un acto ya
realizado produciendo satisfacción o tranquilidad después de la acción buena o
remordimiento después de la acción mala.

por su relación con la ley moral:


a- conciencia recta: es la que juzga de acuerdo con la ley.
b- conciencia errónea: es la que juzga en desacuerdo con la ley mora,
estimando como buena una acción que en realidad es mala o viceversa.

por el tipo de asentimiento:


a- conciencia cierta: la que juzga con seguridad que un acto es bueno o
malo.
b- conciencia probable: es la que dictamina sobre la moralidad de un
acto sólo con probabilidad, admitiendo la posibilidad opuesta.
c- conciencia dudosa: en realidad se trata cuando no hay un juicio de la
conciencia y no decide acerca de la bondad o maldad de un acto determinado.

Algunos principios para seguir la conciencia como regla de moralidad son:


- sólo la conciencia cierta es regla moral, el que la sigue actúa siempre
bien.
- para que sea recto el juicio de conciencia además de cierta debe ser
verdadera.
- no es lícito actuar con conciencia dudosa: si alguien obra con una duda
positiva fundada en serias razones, sobre si el acto es malo o no, se expone a
hacer algo malo. Se debe resolver la duda antes de la acción.

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Formación de la conciencia moral

Es fundamental para el hombre poseer una conciencia verdadera en la


medida que con sus juicios particulares va construyendo su vida y actuando en
consecuencia.

Se trata de formar la conciencia según la ley natural, lo que se


puede lograr siguiendo estos pasos:
1º Instruirse: es decir estudiar, investigar, preocuparse por saber lo
que exige la ley.
2º La práctica de las virtudes: es decir practicar el bien con constancia al punto
de convertir dicha práctica en un hábito.
3º Ordenar rectamente los afectos de tal modo que no se confunda el bien con
el placer y la falta de dificultades con lo correcto.
4º No caer en las deformaciones como la conciencia laxa, todo está bien y el
mal es un problema exterior al hombre; y la conciencia escrupulosa en donde
se considera que es imposible actuar bien y que siempre se cae por una
limitación invencible.

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UNIDAD Nº 4
DEONTOLOGÍA PROFESIONAL

En las unidades anteriores desarrollamos los fundamentos generales del


orden moral; ahora desarrollaremos algunos aspectos vinculados a la
dimensión ética profesional.

Comencemos aclarando algunos conceptos: cuando hablamos


de deontologíanos referimos etimológicamente a “la ciencia del
deber”. También se la denomina ética profesional, que tiene por
objeto de estudio el acto profesional, aquel efectuado en un marco
laboral determinado y que se rige por un determinado código de ética
profesional.

Las “Profesiones” en la sociedad actual


a) Introducción histórica al concepto de profesión
Históricamente, al sentido en que empleamos el término profesión se ha
llegado en Occidente en tres pasos, cada uno de los cuales respeta que
se siga usando también en los sentidos anteriores por expresar un
significado distinto.

Primero significó la manifestación pública de unas creencias y, en este


sentido, se emplea sobre todo en contextos religiosos; así, un católico,
un musulmán, etc. hacen profesión de su fe con sus palabras o con sus
obras.

En segundo lugar y ya en el contexto religioso católico, el hecho de


prometer solemnemente dedicarse totalmente a su fe mediante el

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servicio a los demás o la contemplación se conoce como hacer la


profesión, un hecho que conlleva la idea de “consagración”; es decir, de
entrega y dedicación a algo que tiene relación con lo sagrado, con lo
divino.

Y estos significados se conservan en versión laica cuando, por


extensión, el término profesión pasa a significar la ocupación laboral a la
que una persona se entrega con dedicación total, se “consagra”. Un
concepto que, como puede apreciarse, conjuga dos elementos:
- una vertiente objetiva: la ocupación laboral, es decir, el servicio o
trabajo propio de cada profesión;
- una vertiente subjetiva: la dedicación y entrega a ese trabajo y lo que
esto implica de vocación o elección del mismo y de formación para
desempeñarlo.

Entonces, profesión significa la ocupación laboral de una persona, una


ocupación para la que la persona se prepara y a la que se dedica, está
consagrada.

Esto supuesto, el tercer paso en los momentos históricos viene dado por
el uso social del mismo, que ha enriquecido lo anterior explicitando y
completando los contenidos de la ocupación laboral.

Así, en las sociedades actuales, por profesión se entiende una actividad


diferenciable de otras, que ocupa a un grupo de personas de forma
estable en la producción de bienes o servicios necesarios o
convenientes para la sociedad, para lo cual estas personas manejan
unos conocimientos y destrezas propios de esa profesión, que requieren
una formación específica y que han de utilizar con ética. Y una actividad
con cuyo desempeño obtienen esas personas su forma de vida.

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Es práctica común en las sociedades modernas que los estados asuman


una responsabilidad sobre las profesiones, que normalmente se
concreta en la determinación de la formación específica necesaria para
ejercitarla, en la protección de los derechos de los clientes o usuarios
frente a abusos y faltas de ética de los profesionales y también en la
defensa de los derechos legítimos de estos últimos (por ejemplo, frente
al intrusismo en el ejercicio de una profesión por parte de personas sin la
preparación o titulación requeridas).

Defensas ambas (la de los profesionales y la de los clientes) que la


sociedad realiza por un doble camino de derecho público: el jurídico o
legal, del que son responsables los organismo públicos, y el asociativo.
Éste último, mediante la acción de los colegios y asociaciones
profesionales, los cuales han de velar tanto por los derechos de los
profesionales, como por los de los usuarios o clientes de los servicios de
aquéllos, que se garantizará si los profesionales actúan con competencia
y ética.

b) Problemas de identidad profesional en las sociedades actuales


El concepto profesional vertido precedentemente resulta teóricamente
claro. Pero, otra cosa es la práctica y vivencia de las profesiones para
muchas personas en las sociedades actuales, en las que los rápidos
procesos de cambios científicos y tecnológicos y otros fenómenos
sociales (migraciones,cambios económicos o sociales, etc) provocan
altas tasas de desempleo y/o la necesidad de reajustes y adaptaciones
laborales rápidos y continuos.

En las sociedades actuales es un hecho constatable que, para muchas


personas, la profesión para la que se prepararon no es la que de hecho
ejercen por razones del mercado de trabajo, lo que da lugar no pocas
veces a ciertos desajustes en la identidad profesional. Porque, cabe la
pregunta ahora, ¿cuál es la identidad profesional de un/una licenciado/a

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que trabaja como secretario/a o en una función totalmente distinta a


aquella que se preparó y capacitó?

Esta situación de desajustes laborales –que constituye una tendencia


creciente y que puede generalizarse a una mayoría de las personas-
representa una realidad y un problema que emplaza a los individuos y a
las sociedades actuales a repensar y plantear desde premisas nuevas el
binomio educación-identidad profesional con el apoyo desde entidades
gubernamentales y no gubernamentales para el auspicio y creación de
nuevas plazas en el mercado laboral.

De hecho, en el mundo actual y por las razones antes aludidas, la


culminación de la formación inicial no representa ya un punto final en el
transcurso de la vida de las personas, sino que ha de verse
simultáneamente como la puerta de acceso al mundo laboral y el punto
de arranque de una formación que se ha de continuar a lo largo de toda
la vida. Y ha de verse también, en consecuencia, como una educación
especializada, ya que esto demanda el mercado laboral; pero que en
modo alguno debe estar cerrada sobre esa especialización, ya que es
necesario que capacite también para los nuevos desarrollos formativos
que puedan precisar las nuevas ocupaciones laborales y las nuevas
situaciones tanto profesionales como vitales en general, en que se van a
encontrar las personas.

Obviamente, la situación descripta afecta a la ética de las profesiones,


en el sentido de que si la persona cambia de ocupación laboral,
lógicamente su ética profesional habrá de adaptarse también a sus
nuevos ámbitos de ocupación laboral.

Un hecho que hace que en la formación ética de los profesionales


revista especial importancia hoy la adquisición personalizada de los
principios básicos de la ética de las profesiones, ya que estos principios,

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al fundamentar y vertebrar las éticas profesionales concretas que los


aplican a las distintas profesiones, son válidos para todas ellas, por lo
que cada persona puede aplicarlos a las distintas situaciones laborales
en que puede encontrarse.

Unos principios comunes y fundamentales que se complementan entre


sí, por lo que cada uno de ellos enriquece la comprensión de los otros,
además de reforzar la motivación inicial para su cumplimiento.

Las profesiones son actividades humanas, que generan en quienes las


ejercen obligaciones y derechos especiales; por eso nació la Ética Profesional.

La Ética Profesional no es una ética aparte, sino es la misma Ética que


desciende a las actividades concretas de cada profesión, especificando las
aplicaciones que derivan racionalmente de los principios generales para el
buen ejercicio de cada profesión

En tanto que el término Deontología (del participio griego deon = lo que


conviene), se refiere al conjunto de principios y reglas éticas que regulan y
guían una actividad profesional. Dichas normas determinan los deberes
mínimamente exigibles a los profesionales en el desempeño de su actividad y
por lo general son establecidas por el propio colectivo profesional, que los
institucionaliza mediante los códigos deontológicos. Éstos son documentos que
rigen la actuación de los representantes de una profesión con el fin de que a
través del buen hacer se obtengan resultados deseables.

EL ORIGEN DE LOS DEBERES Y DERECHOS

El ser humano se desenvuelve dentro de dos órdenes o mundos distintos: el


que viene dado por la naturaleza y el que surge de su condición de ser libre, en
virtud del cual es autor de todo aquello que agrega a la naturaleza. Es la

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distinción entre lo que recibe de hecho y lo que él conforma o hace: la cultura.


Este mundo del quehacer del hombre da lugar al orden moral.

El hombre, cada hombre es el único sujeto de la Ética, por ser el único ser
vivo que posee la capacidad de diferenciar el bien y el mal y de obrar según su
libre elección.

El obrar ético se asienta en las virtudes y en los valores, que deben triunfar
sobre los vicios y los disvalores sociales, para transitar el camino de la
realización humana.

La existencia en sociedad impone al hombre deberes y derechos que debe


observar para poder convivir con sus semejantes. La libertad debe reconocer
límites, sin los cuales sería prácticamente imposible la vida, no sólo del
hombre, sino de la naturaleza toda. De esas limitaciones surgen tanto los
derechos como las obligaciones.

Los hombres establecieron pautas de comportamiento social que


hacen a la cultura de los pueblos.
- Los deberes: deber es todo aquello que está obligado a cumplir
el hombre para dar satisfacción a las demandas sociales que su vida
de relación le impone.
El primero de sus deberes es subsistir, y luego, como un mandato natural
de solidaridad, el permitir a sus semejantes realizarse como personas
humanas.
- Los derechos: el derecho es la facultad de hacer o de exigir todo aquello
que le está permitido por las leyes naturales, por las positivas y por las
normas de comportamiento social. En este campo encontramos el derecho
a la vida, y a la libertad y todos aquellos que no entren en colisión con los
derechos de los demás.
Así el derecho de ser feliz y a realizarse como persona tiene su correlato
con la obligación que tiene la organización social de permitirlo.
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El orden social

En la vocación humana existen dos dimensiones: una común y otra


particular. La primera de ellas es la más excelente y fundamento del valor de la
segunda, porque el bien común prevalece sobre el bien particular y es fuente y
principio de ordenación de éste. En función de esto, toda la vida humana
adquiere significación y estructura. El cauce que ordena y el camino recto del
obrar humano son los valores. Ellos, además de constituir el núcleo
fundamental del destino individual, son la condición que vuelve posible la vida
social.

El orden social es la conveniente disposición de las partes de un todo según


el fin que ese todo persigue. Es la disposición de las conductas de las partes.
Dentro del todo social se incluyen los diversos planos en que la vida social se
desarrolla: familias, municipios, corporaciones profesionales, económicas,
educativas y deportivas, el Estado y sus dependencias funcionales… todos
están ordenados entre sí.

El orden moral

El hombre se realiza naturalmente hacia dos direcciones, por un lado como


individuo y por el otro como ser social.

Como individuo, el hombre se autorrealiza-se hace a sí mismo- a lo largo de


toda su vida.

Como ser social permite que la humanidad como civilización se haga a lo


largo de toda la historia.

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Por lo tanto, vivir demanda al hombre una tarea, que debe estar en el marco
de los valores para su plena realización. El orden moral está fundado en
valores éticos.

En este marco, el orden moral es aquel al que el hombre está ligado por el
mero hecho de ser hombre, independientemente de toda legislación positiva. El
orden moral se refiere a todo lo que hace al libre obrar del hombre según su
recta conciencia, inspirada en valores rectores.

El bien común

El bien común no es la suma de los derechos particulares y privados, ni


tampoco lo que sirve a los intereses de uno o de unos pocos frente al bienestar
común. Es el clima social que favorece el desarrollo de la personalidad, el
conjunto de acciones del poder público a fin de que sean reconocidos,
respetados, armonizados, definidos y promovidos tanto el ejercicio de los
derechos como el cumplimiento de los deberes por parte de los ciudadanos y
los cuerpos intermedios.

El bien común, en cuanto a fin de la sociedad política, exige que concurran a


su logro todos los ciudadanos y las entidades intermedias. Su importancia se
pone de manifiesto no sólo porque constituye la razón de ser de la comunidad
política, de los poderes públicos, del derecho de darse un ordenamiento
jurídico, sino porque representa el elemento discriminador entre los
ordenamientos absolutistas, totalitarios y democráticos. La realización de la
igualdad en la participación del bien común no se verifica si faltan las
estructuras adecuadas.

La sociedad política tiene el derecho y el deber de facilitar a los ciudadanos


y a los grupos por ellos formados las condiciones generales sin las cuales no
podría prosperar ni desarrollarse. El bien común favorece el desarrollo de la

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personalidad, y exige un conjunto de atenciones por parte del poder público a


fin de que sea reconocido, respetado, armonizado, defendido y promovido el
ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes de los ciudadanos.

LA PROFESIÓN

Profesión es un término que proviene del latín “professio”, que nos indica la
acción y el efecto de profesar, de ejercer una cosa, empleo o facultad conforme
una inclinación natural que se manifiesta en nosotros, o que por un motivo
circunstancial debemos ejercitar.También, el término profesión proviene del
latín “profiter”: que significa declaración pública.

La profesión es un compromiso entre lo individual, que busca con la


profesión los medios de vida; y la sociedad, con sus necesidades que son las
que justifican la profesión. Escomún denominar las profesiones como manuales
o intelectuales, según requieran mayor actividad del intelecto o de la capacidad
física. En realidad ninguna profesión es totalmente intelectual o manual.

Una profesión es el lugar desde el cual debemos servir a la sociedad de


acuerdo con nuestras capacidades.

Para ejercer la profesión es preciso una preparación de las aptitudes


necesarias para desempeñarla. No es mera instrucción profesional. “La
instrucción se caracteriza por dirigirse a una parte especial del hombre y a un
sector del mundo. La formación tiene como fin la totalidad del hombre. Persona
es aquella que sabe lo que pasa en el mundo tomado como totalidad” (Pieper,
Josef, 1971),

La profesión como actividad humana


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El trabajo corresponde a la naturaleza social del hombre, porque es la


ocupación que se ejerce habitualmente a cambio de una remuneración que
debiera permitir la subsistencia, asegurar un porvenir. El trabajo es la extensión
activa de la persona a la comunidad.

La profesión se caracteriza por dos rasgos:


- el perfeccionamiento propio, del individuo como tal, mediante el ejercicio
pleno de la actividad a la que libremente aplica sus energías espirituales y
físicas;
- el servicio social, con el cual está relacionada toda profesión.

Todo trabajo honesto dignifica al hombre, además de facilitarle los medios


honestos para subsistir. El trabajo tiene un fin que es el desarrollo del mismo
hombre, de sus facultades espirituales y corporales.

A su vez, el trabajo cumple una función social. Sea remunerativo o sin cargo,
voluntario o involuntario, sus frutos se extienden a la sociedad. Si el trabajo es
honesto, esos frutos son un bien para la sociedad.

Aunque una persona no necesite del trabajo para subsistir, tiene que trabajar
para darle algún sentido serio a su existencia. El hecho de que sea rica no la
exime de esa obligación, porque puede trabajar sin percibir paga,
gratuitamente. Y de ese modo se hace un bien a sí mismo y a los demás.

El trabajo humano es virtud y ayuda a las demás virtudes. La ociosidad es


un vicio.

Por pequeño que sea el grupo social se hace indispensable la distribución de


las tareas que satisfagan los objetivos de toda comunidad humana
La persona que ejerce un oficio o una profesión realiza un acto humano en
beneficio de seres humanos. La connotación ética de los actos

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realizados por un profesional está marcada por una relación binaria en la que
intervienen el profesional y el que solicita los servicios del profesional. Además
lleva implícito un contrato, aunque no esté de por medio ningún acto jurídico,
ningún documento escrito. El que solicita la atención de un profesional -con o
sin honorarios- lo hace para que el profesional lo ayude en la solución de un
problema; si el profesional acepta -con o sin honorarios- queda establecido un
contrato, como relación bilateral.

La profesión es un medio de vida; es actividad lucrativa, es decir, con ella se


obtiene lucro, ganancia de dinero, el cual se utiliza como medio para conseguir
todas aquellas cosas que ayudan a conservar y a perfeccionar la existencia.
Pero, además, es un servicio para la comunidad, que revierte al propio sujeto
que sirve, al profesional.

REQUISITOS NECESARIOS PARA EL EJERCICIO DE UNA PROFESIÓN

Para el ejercicio de toda actividad profesional son indispensables:


a.-Vocación: es una inclinación o disposición especial que, saliendo del
interior de la persona, la lleva a cumplir determinada actividad en su vida.
Es la inclinación natural a la realización personal, que impulsa a
desarrollar una tarea determinada en la sociedad.
Es el amor manifestado en el querer y en el hacer, respondiendo a los
dictados del corazón con la inteligencia y voluntad. Es realizar un
compromiso con uno mismo y con la sociedad durante toda la vida,
conforme a los ideales abrazados.
Es el requisito más difícil de detectar objetivamente, porque es totalmente
personal. “Vocación” significa “llamado” interno hacia un tipo determinado
de actividad. Se trata de una inclinación del espíritu hacia una actividad
que produce en el sujeto satisfacción y gusto. La ciencia a veces origina
la vocación; otras, la vocación lleva a la adquisición de la ciencia, sin la
cual el llamado nunca se convertirá en realidad.

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b.-Competencia: en el sentido de aptitud e idoneidad para conocer y resolver


un asunto. Nace de las incumbencias que nos atribuyen los estudios, del
grado de capacidad alcanzado en alguna actividad, pero, por sobre todo,
de la voluntad de hacer realidad determinado anhelo.

El progreso de las ciencias, las técnicas y las artes, tan rápido en estos
tiempos, requiere del hombre una constante actualización para contar con
capacidad necesaria de aprender y aprehender los nuevos saberes.

Supone, por lo tanto, la ciencia y la idoneidad.


Ciencia: porque toda profesión supone conocimientos específicos en
quien la ejerce. El título oficial es una garantía de la preparación científica
o técnica del sujeto que lo ha obtenido. Por razones de ética, el
profesional debe acrecentar sus conocimientos, debe actualizarse en los
contenidos, métodos y procedimientos, según la índole de la profesión. La
Ética exige que el profesional no traspase los límites de la especialidad a
la que se dedica, salvo en casos de emergencia, y advirtiendo al
consultante que su especialidad no contempla el problema sobre el que
se lo consulta. Cuando no se trata de una emergencia, la actitud ética que
corresponde es aconsejar al cliente que acuda a un especialista en la
materia.
Idoneidad: es la aptitud para ejercer la profesión (física y psicológica).

CARACTERÍSTICAS DE LA PROFESIÓN

- Es una actividad humana:


El trabajo, en tanto acción y efecto de trabajar, es la facultad del hombre
de poner en ejecución sus aptitudes con una finalidad útil para su
realización como persona, en su vida de relación social.

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El trabajo requiere de una potencia del hombre, tanto intelectiva como


manual, pero al mismo tiempo, se encuentra reglado por normas morales y
por las reglas propias de cada profesión.

- Es el ejercicio de una vocación:


El ejercicio de una profesión o de un empleo requiere de la vocación,
que idealmente resulta de la libre elección del trabajador. Pero, por
diversas razones, es común que las personas terminen ejerciendo una
profesión para la cual no poseían vocación. Ante la disyuntiva de aceptar
esta condición o no trabajar, la elección es evidente.

Sin embargo, es siempre el hombre quien dignifica al trabajo, y la


naturaleza social del hombre lo incita a cumplir su primer vocación: la de
realizarse como persona, tanto en el ámbito laboral como familiar,
valiéndose para ello de su formación profesional y de los mismos valores
presentes en la cultura social.

- Implica un esfuerzo:
Todo trabajo implica un esfuerzo intelectual y físico, porque significa
poner en disposición de hacer las potencias del hombre.

El profesional universitario recibe de la sociedad, por medio de una


Universidad, un título que le confiere un grado y le reconoce determinadas
incumbencias profesionales. Puede ejercer éstas de forma autónoma (sin
relación de dependencia) o vinculado por una relación de empleo.

- Es un factor productivo:
El ejercicio de una profesión es un factor productivo, tanto para el sujeto
que la ejerce, pues mediante la misma obtiene los medios necesarios para
su subsistencia; como para la sociedad, que es enriquecida con el servicio
recibido.

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Mediante el trabajo se produce el movimiento de todos los factores de la


producción, y a través de él la sociedad puede llegar a su fin de bienestar
general, permitiendo también que el trabajador alcance su bienestar
particular.

- Es un fideicomiso social:
La sociedad hace posible que el hombre adquiera una profesión con el
fin de que aplique en forma ordenada y racional, parte de su actividad a la
consecución de cualquiera de los fines inmediatos y fundamentales para la
vida humana. Es la sociedad la que asigna al trabajo humano una función
social, ya que toda profesión tiene siempre carácter de actividad social. La
organización social supone que los distintos trabajos se distribuyen para
lograr el bien común. La función social de la profesión debe estar en
concordancia con el bien particular de quien la ejerce.

EL PROFESIONAL

El servicio que realiza el profesional dentro de la sociedad y actuando con


carácter público requiere:
- Conciencia profesional: El ejercicio de una profesión tiene íntima relación
con la moral que debe imprimirse a todos los actos relacionados con el
servicio que se presta.

La conciencia profesional es una manifestación de la justicia distributiva,


por cuanto que debe tender a vigilar que cada acto profesional se
encuentre amparado en los criterios de veracidad en la prestación,
eficiencia, oportunidad y plazo.

“Ofende a la justicia conmutativa si no se cumple en integridad y calidad


el trabajo establecido previamente, o si se exigen honorarios exorbitantes,
que no están legitimados y que exceden a las normas comunes. Va contra

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la justicia distributiva si, tratándose de cargos públicos, se realizan actos


que favorecen los intereses individuales, familiares o de grupos. Se lesiona
la justicia social cuando se defrauda a la sociedad cobrando por trabajos no
realizados, realizados a medias o de forma deficiente”.(Letizia, 1.989) 2

El ejercicio de toda profesión debe efectuarse buscando lo mejor para el


profesional y para el destinatario del servicio).

- Deontología propia: cada una de las profesiones ejercidas por los hombres
tiene características propias, que hacen que deba regirse por normas
éticas de comportamiento, aplicadas a su caso particular.

Menéndez Reinaga nos dice que las faltas a la conciencia profesional


obedecen al aflojamiento de la conciencia moral, a la falsa doctrina acerca
de los contratos, al olvido del bien común, al desprestigio de las leyes, pero,
en modo particular, a la deshumanización de las relaciones humanas.

- La especialización
Hoy es imposible la práctica eficiente de una profesión sin un mínimo de
especialización; pero no debe perder la visión general de los problemas de
su profesión.

La especialización posibilita el dominio en profundidad de un sector de la


actividad profesional y confiere al profesional una autoridad moral dentro de
la profesión.

La vocación es la que indica los temas de preferencia dentro de la


profesión para elegir la especialidad.

2
Citado por WIERNA, G.: LETIZIA, F. “El problema de la moral profesional”. Mendoza,
1989.
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El grado de avance encontrado en la especialización elegida, puede ser


enriquecido con la propia investigación.
La profesión también implica deberes y si el profesional no puede
cumplirlos, lo correcto y honrado es abandonarla.

La Universidad brinda sólo un mínimo de base de lanzamiento hacia una


vida de estudio y de investigación profesional.

- Seriedad profesional
El profesional está obligado a brindar a sus clientes el máximo de
seguridad profesional, sobre todo si de eso depende la vida, salud o los
bienes del cliente.

Se debe atener a lo más seguro para el cliente, y si hay algún riesgo el


profesional debe dárselo a conocer al cliente, para que éste decida
asesorado por el profesional.

La seriedad supone que el profesional se actualice, investigue. Supone


también adaptarse al tiempo histórico en que le toca vivir; requiere una
gran capacidad de trabajo y de adaptación para adquirir los nuevos
conocimientos y nuevos enfoques de los problemas profesionales.

- La defensa de los derechos de la persona humana:


La persona no puede nunca estar subordinada a algo inferior a ella.

Dentro de su jurisdicción (al menos moral) el profesional debe ser celoso


custodio de los derechos de la persona humana. Existen ejemplos
negativos de profesionales que, llevados por el afán de lucro, se
aprovecharon de las necesidades de las personas; así, por ejemplo
ingenieros construyeron viviendas inseguras, o médicos que dieron a
pacientes tratamientos innecesarios.

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- La defensa de la vigencia de un orden socialmente más justo:


La sociedad trae al individuo múltiples bienes; pero esto no es un
privilegio para unos pocos que dirigen la sociedad. Se debe buscar el
bienestar de la sociedad entera, sin exclusión de ningún sector.

El profesional tiene que ser un defensor de las normas éticas, porque la


sociedad se preserva en el orden y la justicia.

CUALIDADES MORALES DE LA PROFESIÓN

a.-Autoridad y responsabilidad: el profesional es una autoridad, no en


sentido político sino en sentido científico.

Se llama autoridad en sentido científico, a una persona que, en una


determinada rama de la ciencia, posee un vasto y profundo conocimiento
y tiene la virtud de la veracidad, que consiste en manifestar lo que piensa.

En otras palabras: una autoridad es una persona competente en un


determinado nivel científico y es veraz. Los que conocen estas cualidades
de una persona están dispuestos a creer lo que esa persona diga
respecto de los otros temas. La autoridad es el fundamento de los actos
de fe que una persona hace en cuanto a lo que manifiesta otra persona
acerca de los temas que conoce. Pero para que uno crea lo que el otro
dice deben darse simultáneamente las dos condiciones mencionadas:
competencia en los conocimientos y veracidad en la manifestación de
esos conocimientos. Eso otorga confianza.

Cabe, entonces, una enorme responsabilidad ética y jurídica en el


profesional; y más ética que jurídica, porque algunos actos humanos del
profesional sólo son conocidos por él, por su conciencia moral y, por lo
tanto, no están al alcance de la acción jurídica.

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Es un deber de justicia, en el ámbito de la Deontología, el cumplimiento


de todo aquello que el profesional promete hacer para satisfacer a su
cliente; si hace todo lo que puede, cumple con la justicia, aunque no se
obtengan los resultados apetecidos; si es negligente en preocuparse de lo
que interesa a su cliente, comete injusticia en la medida de su
negligencia.

b.-La honestidad intelectual: buscar, aceptar, amar, vivir y transmitir la


verdad. La expresión “honestidad intelectual” designa una combinación de
voluntad e inteligencia, puesto que “honestidad “es lo mismo que decir”
bondad moral.”, y el adjetivo “intelectual” designa todo lo que es relativo a
la inteligencia. De modo que la honestidad intelectual es la conducta
moralmente buena en el ejercicio de la inteligencia.

Buscar la verdad es conocer la verdad, entendida en su acepción lógica


(adecuación del pensamiento con la realidad objetiva). La única forma de
comprobar la verdad de un juicio es confrontarlo -directa o indirectamente-
con la realidad objetiva. A veces no es fácil esta confrontación. Pero al
profesional le incumbe realizar la búsqueda de la verdad respecto de todo
lo que está relacionado con su actividad específica. La búsqueda de la
verdad se la realiza en el plano del conocer. Las decisiones que se tomen
después de conocida dependen de muchos factores, independientes de la
verdad misma. Hay virtudes morales, entre ellas la prudencia, que
aconsejan en qué sentido debe tomarse una decisión.

Transmitir la verdad es honesto, siempre que esa transmisión se ajuste a


las normas de moralidad; porque aunque la verdad en sí siempre es un
bien, los efectos de su conocimiento pueden ser a veces malos, física o
psíquicamente, para aquellos a quienes se transmite. En este caso también
es importante la prudencia. La única verdad, éticamente hablando, es que
siempre que se daba decir la verdad, hay que decir la verdad. Si un
profesional revela un secreto de su cliente a otra persona, dice la verdad y

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comete un acto inmoral y, además, ilegal. Hay que señalar que, si bien no
siempre hay obligación de decir la verdad, también hay obligación moral de
no mentir. La mentira es la expresión oral o escrita destinada, por la
intención del que la usa, a engañar a otra persona.

Todas estas consideraciones señalan un camino de rectitud moral, una


conducta ética que no debiera nunca estar separada de la actividad
profesional.

Desde la Ética a los códigos de conducta profesional

Se entiende la ética como la conducta libre y responsable de


una persona, por lo que se puede hacer un juicio sobre la persona
teniendo en cuenta este parámetro esencial a la persona. Así, el
lenguaje común refleja una intuición social y un juicio humanamente
muy valiosos sobre el sentido moral de las personas y de las sociedades:
existen testimonios escritos de que en culturas muy variadas los individuos y
las sociedades coinciden en mostrar una valoración muy positiva de los
comportamientos éticos.

Ahora bien, se deben tener en cuenta que esta valoración y juicio


pueden estar condicionados por aspectos socioculturales de quienes emitan
ese juicio o pretendan su imitación o de otros factores subjetivos, de forma que
para personas de otra cultura o con distinta formación o con otro perspectiva
para actuar no sea ni ética ni modélica.

Se hace necesario, entonces, el estudio y la reflexión sobre la conducta


humana adecuada en un ser racional, estudio y reflexión que constituyen el
objeto y la tarea de una disciplina filosófica que, coherente con el uso social del
término, adopta la denominación de ética

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Así, la ética vale tanto para calificar la conducta de una persona que se
considera adecuada y deseable en todos, como para designar la disciplina
filosófica que se ocupa del estudio y reflexión sobre cómo ha de ser la
conducta de una persona para ser la adecuada en un ser humano.

Es así que la ética no sólo es una disciplina que elucubra los principios
morales, sino también que debe procurar su seguimiento, imitación de los
principios básicos, universales y generales de la conducta humana. Es decir,
procurar la motivación para el seguimiento de esos comportamientos.

Este segundo aspecto puede hacerse razonando con ayuda del sentido
común y de la experiencia porqué se deben seguir esos comportamientos y
conductas, o utilizando otros recursos que despierten la motivación, se trata de
un ámbito práctico de aplicación.

Este segundo aspecto motivador debe vertebrarse en todos los ámbitos


de desarrollo de la existencia humana, incluido el trabajo, la profesión, pues la
acción humana y su correspondiente juicio no se acaban en el fuero interno de
la persona, sino que la trascienden iluminando todos sus ámbitos.

Ética de las profesiones y ética profesional

El estudio y la reflexión sobre la conducta humana adecuada en los


actos libres de la persona requiere, por tanto, un paso más: reclama y requiere
clarificar también cuál es la conducta humana adecuada en cada momento,
situación o circunstancia que puede presentarse a las personas con carácter
dilemático desde el punto de vista moral.

La disciplina filosófica ética ha de afrontar también la elucidación de los


comportamientos éticos en estas situaciones que plantean dilemas, en este
caso con ayuda de las ciencias humanas y sociales o de las ciencias naturales
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que puedan estar vinculadas o ser interpeladas por el tema o problema que se
trate.

Es aquí cuando la ética abre su visión abarcando todo el espectro de las


acciones humanas, dando lugar a las éticas particulares o también a las
éticas de las profesiones en el área de la actividad profesional.

Las éticas particulares se fundamentan lógicamente en los principios que


establece la ética más básica y universal aplicándolos a su área de actividad (la
empresa, la medicina., la docencia, etc.). Por eso se habla de ética de las
profesiones.

Al ocuparse de un área de actividad humana específica puede suceder


que esta área de pie a proponer también algunos criterios o principios éticos
propios o específicos para la conducta humana adecuada en ella. Principios
que, junto con los principios éticos más universales, han de contribuir a que las
personas puedan estructurar un proceder ético habitual en el orden
correspondiente de actividad.

Así, la ética de las profesiones no se limita a aplicar los principios de la


ética básica (respetar la dignidad de la persona y los derechos humanos, etc)
sino que junto a ellos, propone también otros principios propios específicos.

Estos principios establecerán que los conocimientos, destrezas y, en su


caso, el poder que otorga la profesión han de utilizarse para lograr el bien
objeto del ejercicio de esa profesión y no para perseguir fines u objetivos
distintos de aquél.

La ética de las profesiones es una ética particular y, por lo tanto, una


disciplina filosófica con una doble finalidad: por una parte, aplicar a la actividad
profesional los criterios y principios aportados por la ética universal, y, por otro

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lado, aportar criterios o principios específicos puestos de manifiesto en el


trasfondo y marco de las profesiones.

En un segundo momento (el de expansión, diversificación y concreción


de la ética), éste tiene lugar cuando los principios generales y específicos de
una ética particular se concretan, aplican y desarrollan en un sector de
actividad determinado.

Se crean entonces, las éticas aplicadas que reciben su nombre del


sector en el cual se aplican. Se habla entonces de la ética profesional de los
psicólogos, de los educadores, de los ingenieros, etc.

En cuanto a los contenidos de las mismas es importante comprender


que, en el área de la ética de las profesiones, las éticas aplicadas se alimentan
de dos fuentes:
- de la ética universal, de donde emanan los principios básicos éticos;
- de la misma profesión, de donde extrae los casos particulares a
someterse a juicio moral.
-
Estas dos fuentes han de colaborar en la conformación de una ética
profesional aplicada bien constituida, aportando cada una su saber y sin invadir
los campos de la otra.

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