Cuando en 1989 propuse las diez reformas de política que, yo creía, "Washington" con-
sideraría necesarias para América Latina, no podía prever que siete años después sería in-
vitado a tan augusta conferencia para revisar nuevamente este tema. Mi particular
"consenso de Washington" (véase el apéndice) acarreó más notoriedad y controversia de
las que cabría imaginar, debido en parte a la interpretación que de él se hizo como ma-
nifiesto de la política "neoliberal". Incluso el calificativo de "consenso de Washington"
despertó la animadversión de aquéllos que creían que Washington había elaborado e im-
puesto los programas de reforma que entonces estaban aplicándose en los países latinoa-
mericanos.
Me propongo aquí rebatir por lo menos a algunos de mis críticos, comentando bre-
vemente los objetivos que me indujeron a elaborar el consenso de Washington, la termi-
nología elegida y mi posición ideológica respecto al "neoliberalismo". Sin embargo, sería
desperdiciar una ocasión magnífica si me limitase sólo a defender lo que redacté hace siete
años. En consecuencia, me propongo hacer ahora lo mismo que muchos de mis críticos
parecen haber creído que estaba haciendo en 1989, a saber, esbozar un manifiesto de po-
lítica que contenga las principales reformas que, en mi opinión, debería encarar América
Latina. Ahora bien, esta nueva presentación será distinta del consenso de Washington por
dos motivos: primero, porque trataré aquello que considero personalmente prioritario
para América Latina, en vez de presentar, como hiciera en el pasado, un mínimo común
denominador de lo que yo consideraba que podría generar un consenso en Washington;
y en segundo lugar, porque América Latina ha cambiado desde 1989. Claro está, me es-
forzaré por dilucidar cuál de estas razones explica las diferencias entre el consenso de
Washington y mi lista actual de temas deseables.
1
Miembro del Institute for International Economics. El autor desea agradecer las observaciones de Louis Emmerij y del
resto de los participantes de la conferencia.
52 SEGUNDA PARTE/REVISIÓN DEL CONSENSO DE WASHINGTON
nientes de América Latina se refirieron a las posturas adoptadas frente a una serie de re-
formas de política así como el grado de aplicación de las mismas. Mi "consenso de Was-
hington" no era más que el compendio de reformas de política que cada uno de los
2
Para una amena disertación sobre las diversas interpretaciones acerca de la naturaleza del consenso de Washington,
véase Toye(l994, p.39).
3
Como hago notar a continuación, el error más grave radicaba en las políticas cambiarías.
WILLIAMSON 53
por ciento del PIB en 1988 a uno de 1,8 por ciento en 19954. Pero es importante que los
gobiernos moderen su entusiasmo ante la exitosa transformación de la situación fiscal,
puesto que, al igual que la vigilancia permanente es el precio que debemos pagar por la
4 El déficit brasileño también se redujo en dos tercios, pero sigue registrando una tasa peligrosa del 4,5 por ciento del
PIB.
5
Nota del traductor: en referencia al célebre hombre de Estado William Ewart Gladstone (1809-1898), quien fuera pri-
mer ministro británico en 1868-74, 1880-85, 1886 y 1892-94.
6 Como hiciera Nigel Lawson en el Reino Unido en 1988, las autoridades mexicanas apelaron a sus ventajas fiscales
para afirmar que el déficit en la cuenta corriente no constituía un problema de política, al ser su contrapartida unas
inversiones del sector privado muy superiores a las tasas de ahorro. Por desgracia, gran parte del déficit provenía de las
bajas tasas de ahorro antes que de mayores inversiones, lo cual demostró ser insostenible. Si las tasas de ahorro en
México hubieran sido mayores, podría haberse producido un descenso de las tasas de interés, lo cual habría resultado,
por un lado, en unos tipos de cambio más competitivos, y por otra parte en un aumento de las inversiones acompañado
por la reducción del déficit en la cuenta corriente; esto habría conducido a su vez al aumento de las exportaciones y al
descenso de las importaciones, reduciendo de esta manera la deuda externa.
WILLIAMSON 55
necesario, puesto que una tributación elevada tiene efectos desalentadores. La vía más
promisoria para aumentar el ahorro privado parece ser la fórmula chilena, consistente en
pasar de un sistema de reparto a uno basado en los fondos de pensiones7, aunque hay que
La reforma tributaria
El consenso de Washington insistía en recortar las tasas impositivas marginales para au-
mentar los incentivos a la vez que proponía compensar la pérdida de ingresos por medio
7
Aunque Chile efectuó este cambio en un contexto privatizador, esta medida se puede instrumentar a través del sector
público, como es el caso de Singapur.
56 SEGUNDA PARTE/REVISIÓN DEL CONSENSO DE WASHINGTON
La supervisión bancaria
El siguiente punto en el programa del consenso de Washington era el de la liberalización
financiera. Aunque es indudable que el proceso permanece inconcluso, se ha progresado
bastante desde 1989. Sin embargo, el orden de prioridades en este terreno ha sufrido al-
gunas modificaciones. Como pudimos apreciar en la excelente conferencia sobre crisis
bancarias auspiciada por el BID en octubre de 1995, la liberalización financiera no estu-
vo acompañada de una supervisión adecuada de la banca, lo que ha conducido a una serie
de crisis bancarias en toda la región, especialmente en Argentina, México y Venezuela.
El sector financiero nos proporciona el contexto ideal para ilustrar los cambios que
deben producirse en las funciones del gobierno ante la liberalización de la economía. La
liberalización financiera supone que el Estado deje de conceder créditos a su elección,
pero en ningún caso implica que se desentienda por completo del sector financiero. Más
bien al contrario: ahora sabemos que la liberalización de las finanzas exige el fortaleci-
miento de la supervisión de las normas de prudencia si se desea evitar el riesgo de una cri-
sis financiera. Un Estado demasiado débil como para supervisar adecuadamente el
sistema financiero pondría en peligro el funcionamiento del mercado. Desafortunada-
mente para América Latina, este hecho se ha pasado por alto, y en consecuencia, la región
ha padecido una serie de crisis. Por ello, acabar con esta debilidad debe ser la próxima
prioridad.
cha. Venezuela —tras un poco afortunado ínterin durante el cual trató de volver al sistema
de vínculos ajustables, y se vio inmerso en una de las peores políticas de control de divisas
y de tipos de cambio múltiples— optó por liberalizar y adoptar un tipo de cambio flotan-
Derechos de propiedad
El último componente del consenso de Washington, obviado hasta el momento, trataba
sobre la necesidad de garantizar y definir con claridad los derechos de propiedad, y con-
seguir que sean accesibles a todos por igual —incluido el sector informal— y a un costo
razonable. La cuestión se había planteado originariamente en un escrito de Hernando de
Soto (1989), pero a la vez reflejaba la influencia de las facultades de derecho y economía
de la Universidad de Chicago. Si exceptuamos el Perú posterior a 1990 y uno o dos paí-
60 SEGUNDA PARTE/REVISIÓN DEL CONSENSO DE WASHINGTON
ses centroamericanos, no creo que la cuestión de los derechos de propiedad haya hecho
grandes progresos. Entre tanto, los trabajos de investigación realizados en torno a las eco-
nomías en transición han considerado a este tema de vital importancia. En general, no
El fortalecimiento institucional
Mi nuevo programa incluirá dos nuevos enunciados. Comenzaré adhiriéndome a la
tesis de Moisés Naím (1995), que considera bastante probable que la próxima serie de re-
formas en América Latina exija en algunos casos la construcción, en otros el fortaleci-
miento, de las instituciones. Naím cita como ejemplos a la creación de instituciones
equivalentes a la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos, la puesta en mar-
cha de programas sociales dirigidos a los estratos más pobres, y la adecuada supervisión
del sistema bancario. Ya traté este último punto, así como también abogué por un au-
mento en el gasto social, que sin duda requerirá estar bien focalizado, y en consecuencia
podría demandar innovación institucional.
El objetivo principal es un cambio del enfoque político: es necesario fortalecer una
serie de instituciones estatales estratégicas en lugar de reducir un Estado sobresaturado;
este fortalecimiento contribuirá a un crecimiento económico más rápido y/o equitativo.
Los organismos susceptibles de tal fortalecimiento son instituciones tradicionalmente pe-
queñas y de élite, no las grandes burocracias, que en muchos casos necesitan recortes drás-
ticos. Mi propia lista de las instituciones que se deberían fomentar, incluye en primer
lugar a un banco central independiente que, siguiendo el ejemplo chileno y colombiano,
se encargue de la política cambiaría y monetaria. Para apuntalar las políticas fiscales habría
que crear igualmente una comisión presupuestaria (Hausmann y Eichengreen, 1996); una
cuestión que se halla en pleno apogeo en varios países de América Latina es la descen-
tralización, cuyas implicaciones en el terreno fiscal no dejan de ser problemáticas. Ob-
viamente, también los tribunales de justicia han de ser tomados en cuenta como
instrumentos para la protección de los derechos de propiedad antes mencionados, para
lo cual se requiere una mayor independencia judicial respecto del poder ejecutivo.
Preferiría excluir de esta lista un ministerio de planificación o de industria. Todavía
está por verse si los países de Asia oriental han experimentado un crecimiento tan espec-
tacular gracias a sus políticas industriales o, por el contrario, a pesar de ellas; lo que sí sa-
bemos es que para obtener buenos rendimientos, una política industrial ha de ser
orquestada por organismos civiles extraordinariamente competentes e incorruptibles.
Dudo mucho que éste sea el caso de los países latinoamericanos. Un proyecto más acer-
WILLIAMSON 61
tado en materia de política industrial partió de Joseph Ramos (1996), quien aconsejaba
la creación de misiones encargadas de incentivar la productividad similares a las que los
países europeos enviaran a Norteamérica como parte del Plan Marshall. Su informe in-
Resumen
El nuevo programa podría resumirse de la siguiente forma:
El ensayo de Gert Rosenthal incluido en la presente obra enumera los siguientes pro-
blemas que todavía están vigentes en América Latina: el relanzamiento del crecimiento,
el aumento del empleo y la reducción de la desigualdad. ¿Bastaría el programa de
Williamson para cubrir estas necesidades? Así lo espero. Este programa expresa mi con-
vencimiento de que habrá empresas prósperas cuando se produzca una organización in-
terna de la sociedad que asegure la estabilidad macroeconómica y social así como la
infraestructura física de una economía de mercado y cuando la sociedad le brinde a sus
ciudadanos educados una oportunidad equitativa de ser partícipes de la economía mun-
dial (sin necesidad de que ninguna conferencia discuta el modo en que debería lograrse
este último objetivo). Para que esto ocurra debe procederse con seriedad a la puesta en
marcha de proyectos con prácticas óptimas y bien probados8 como los aquí presentados.
El progreso empresarial restablecerá el crecimiento económico; al mismo tiempo, el cre-
cimiento económico elevará las tasas de empleo sin recurrir a elementos de distorsión
como la sustitución de importaciones; la expansión del empleo, unida a una enseñanza
8
Con la excepción del mencionado "impuesto ecológico" del uso del suelo.
WILLIAMSON 63
más igualitaria y a políticas sociales más equitativas, acabará con la malsana imagen de
América Latina como reino de la distribución más injusta del planeta.
Este nuevo programa no se basa en una sola idea todopoderosa, como la creación de
9
Cualquier latinoamericano que se avergüence de la pasada adhesión de la región a principios semejantes debería con-
solarse pensando que ninguno de ellos, exceptuando tal vez el de la dependencia, resultó ser más disparatado que la lla-
mada economía de oferta, doctrina nacida al norte que considera el recorte de los impuestos como la panacea que con-
duciría al crecimiento económico.
64 SEGUNDA PARTE/REVISIÓN DEL CONSENSO DE WASHINGTON
REFERENCIAS
Balassa, Bela, Bueno, Gerardo M., Kuczynski, Pedro-Pablo y Simonsen, Mario Henrique.
APÉNDICE
Resumen del consenso de Washington de 1989
• Prioridades del gasto público. El gasto debería desviarse de aquellas áreas política-
mente sensibles —áreas que reciben tradicionalmente recursos desproporcionados en re-
lación con los beneficios económicos que producen, tales como la administración,
John Williamson
Revisión del consenso de Washington
El proceso
Cuando a finales de los años ochenta John Williamson acuñó el término de "consenso de
Washington" (CW) que solía describir como las políticas económicas con las cuales los
gobiernos de América Latina estaban de acuerdo, el término deleitó a sus detractores y
confundió a sus partidarios, no tanto por el contenido del CW sino por su nombre. A
este respecto, sus críticos señalaban que, al usar ese término, Williamson estaba defi-
niendo quién formulaba la política a fines del siglo XX: no los gobiernos, sino Washing-
ton. El término "Washington" era muy apropiado, ya que comprendía no solamente al
FMI y al Banco Mundial, sino también quien se hallaba detrás de aquellas instituciones,
la eminencia gris no tan encubierta —el gobierno de los Estados Unidos— y, detrás de
él, los verdaderos amos encubiertos de ese gobierno, principalmente los economistas pro-
fesionales americanos y los intereses empresariales occidentales.
En su actual presentación Williamson trata de "desarmar a sus críticos" reconocien-
do esta acusación, pero no intenta refutarlos. Usó el término consenso de Washington en
vez de emplear el más lógico, el de "consenso latinoamericano," para describir el conjunto
de políticas en las cuales estaban de acuerdo, e incluyó aquellas políticas que "creía que
1
Universidad de Oxford. Agradezco los valiosos comentarios de Rosemary Thorpe a un borrador anterior.
STEWART 67
2
En los años ochenta, diecisiete países de América Latina y el Caribe tenían programas desde hacía más de dos años
con el Fondo Monetario Internacional (de los cuales cinco tenían programas desde hacía más de cinco años); y doce
países tenían programas de ajuste estructural con el Banco Mundial desde hacía más de dos años.
68 SEGUNDA PARTE/COMENTARIO SOBRE WILLIAMSON
políticas enunciadas en el CW: también pueden decidir cuan lejos y rápido pueden ir en
cierta dirección, y luego añadir políticas que no estaban incluidas originalmente en el
consenso. ¿Pero gozan realmente de la libertad para adoptar paquetes alternativos? ¿o d
El contenido
Empezaremos por los objetivos: Gert Rosenthal señala en este volumen que los tres ob-
jetivos básicos de las políticas económicas de América Latina deberían ser la reactivación
del crecimiento, la expansión del empleo y la reducción de la desigualdad. Aunque estoy
de acuerdo con su propuesta en términos generales, preferiría que el objetivo central hu-
biera sido el desarrollo humano sostenible y que los medios para llevarlo a cabo íiieran el
crecimiento económico, un mayor empleo, la reducción de la desigualdad y la viabilidad
ambiental de las políticas. Asimismo, los objetivos de Rosenthal tienen el gran mérito de
ser transparentes y susceptibles de ser medidos, razones por las que estoy muy contenta
y dispuesta a aceptar el consenso de Rosenthal (CR). En general, las políticas del CW no
han tenido éxito a la hora de conseguir los objetivos del CR. Se ha reiniciado el
crecimiento en algunos países, pero sus bases son frágiles y muy dependientes de los flu-
STEWART 69
Cuadro 2.1. Distribución del ingreso en América Latina en los años ochenta
lograr el objetivo, pero esta táctica no constituyó la forma en que los países asiáticos au-
mentaron sus ahorros. Se necesitan más investigaciones sobre la manera en que los países
asiáticos alcanzaron los altos índices de ahorro en las unidades familiares.
de Pack y Westphal, Amsden, Wade, Lall y otros, han establecido claramente que los go-
biernos de Asia oriental aplicaron políticas muy activas de promoción de industrias es-
pecíficas. Estas intervenciones comprendieron el uso de crédito subsidiado tan odiado por
3
Véase Grosh( 1992).
4
Véase Cornia y Stewart (1993), donde se explican con mayor detalle estos argumentos.
STEWART 73
pase por comprender programas de empleo público, crédito para las personas de ingre-
sos bajos, la reforma agraria, el apoyo a las oportunidades de empleo no agrícola, y un es-
fuerzo hacia la industrialización. Además, será necesaria alguna forma impositiva
Conclusión
El uso del término "consenso" implica un acuerdo general; y asimismo se pone por aña-
didura que este acuerdo significa que se ha hallado la solución correcta. El término es
usado por lo general por aquéllos que desean que sus propias ideas sean aceptadas.
Cuando Williamson utilizó por primera vez el término CW, estaba implicando que todo
el mundo estaba de acuerdo con Washington y, en segundo lugar, que Washington esta-
ba en lo correcto. Alrededor del año 1989, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos
aceptaron el CW, debido en general a las fuertes condicionalidades impuestas por los fi-
nancistas públicos y privados. Pero su aceptación no significaba que el CW estuviese en
lo cierto. En el documento que acaba de presentar, Williamson modifica su informe ori-
ginal con el que estoy de acuerdo; sin embargo, existen otros cambios que no se con-
templan en el CN y que deberían haberse incorporado.
Pero lo relevante aquí no es mi punto de vista ni el de Williamson. Lo que importa
es considerar cuáles son las políticas apropiadas en relación con los objetivos de los paí-
ses y cómo funcionan estas políticas en la práctica. En este sentido, el CW no ha cum-
plido con su objetivo. El paquete ha sido posiblemente mejor que las políticas que
reemplazaba en el contexto de los años ochenta. Pero no se justifica esta autocompla-
cencia de haber encontrado la solución. Otras políticas, como las adoptadas por los paí-
ses de Asia oriental, tienen un mejor historial, aunque algunas posiblemente no funcionen
dadas las cambiantes circunstancias de América Latina en los años noventa. Por consi-
guiente, se necesita continuar la búsqueda. La idea de que se ha alcanzado un consenso
es cuestionable, dado que ésta sugiere que ahora conocemos y estamos de acuerdo sobre
cuál es el mejor camino a seguir. A este respecto, ni sabemos, ni estamos de acuerdo.
REFERENCIAS
Pack, H. y Westphal,L. 1986. "Industrial Strategy and Technological Change: Theory vs. Re-
ality''. Journal ofDevelopment Economics, 22: 87-128.
Psacharopolous, G. et al. 1993. Poverty andlncome Distrihution in Latín America: The Story