Dentro de la caracterización de estas nuevas formas bélicas contemporáneas de encuentra
el cambio político en cuanto a los intereses en conflicto y la expresión de antagonismos.
Es predominante la “espectacularización” de las diferencias entre agonistas que los contenidos profundos de las mismas, esto, entra en corcondancia con la instrumentalización de la producción y reproducción de conflictos, el conflicto es un fin de donde deviene la lucratividad, es decir existen sectores que obtienen ganancias lucrativas de la reproducción de conflictos. La lectura de la autora y de donde deviene su tesis, es que existe un lenguaje político - identitario desde donde oposiciones antagónicas se expresan por medio de “marcas culturales” desde donde se simbolizan y politizan y que además, dan cuenta de sus intereses de poder, es decir territoriales. Así es imperativo entender el proyecto de la política contemporánea como la expansión de identidades pues está enmarcada en una cultura política de identidades sustentada en los territorios, lo político ya no se entiende en la dimensión ideológica, sino identitaria y por ende, territorial desde donde se expresa el proyecto de poder sobre el superado proyecto político - ideológico. Así se entiende que los escenarios bélicos se han transformado desde una confrontación de Estados a una disputa entre fracciones identitarias que se disputan el poder territorial. Este campo bélico nuevo posee métodos y prácticas transnacionalizadas. En concordancia, el Estado ha desarrollado una integración al ámbito criminal pues ésta en relación con dicho submundo criminal producido por la “segunda economía” o “segunda realidad” descrita por la autora que se constituye por toda la amplia gama de negocios ilícitos que producen capital no declarado. De esta segunda realidad es dueña los banqueros, grandes empresarios y las “buenas familias” y reproducen la economía capitalista, es considerada aún más productiva que la primera realidad legal del Estado. Posee irrupción en el ámbito nacional con su intervención en contiendas electorales y de manera global con su capacidad de poder en cualquier Estado del mundo. Así el Estado ha mutado en una “duplicación del estado”, una estructura dual en complicidad y garantía de ambas realidades con un accionar estatal y para -estatal de naturaleza legal y criminal, respectivamente. Es escenario bélico se conforma de estas dos fuerzas del para - estado mafioso y el estado con brazo para - estatal, conformando así la Esfera para - estatal predominante en América Latina, que expresa su poder jurisdiccional con la “ejemplaridad cruel”, desde donde la autora entiende la violencia sexual como método usado por las dictaduras militares, guerras contra la gente, guerras internas y éticas, sicariatos y acciones para - estatales del estado como mensaje de poder y proliferación de la “pedagogía de la crueldad”, donde el cuerpo feminizado o de mujer ya no sufre efectos colaterales de la guerra sino que que se pretende su destrucción física y moral al ser entendido como campo de batalla, desde donde se destruye al enemigo, se inscribe la devastación del territorio antagónico. La tercerización de estos actores, entendidos como no guerreros (mujeres, niñas,niños y jóvenes) se utiliza para el sacrificio y móvil mensajero de la soberanía de un grupo con el fin de victimizar en su ejercicio de poder, de exhibir su barbarie y ferocidad sin límites y dejar sin duda su supremacía marcada literalmente en los cuerpos, aún cuando la violación es cometida a hombres, es bajo la feminización de los cuerpos y la concepción del género como binaria y desigual, donde la mujer reducida a la cuestión íntima es usada en el proyecto propagandístico de crueldad con fines políticos e identitarios en la guerra. Así este tipo de guerra informal, propia de la modernidad el cuerpo de la mujer o cuerpo feminizado es campo de batalla pues supone la desmoralización, amedrentación y desmovilización del antagónico. Es decir que dentro del fenómeno del Feminicidio existen escenarios impersonales, lo cual lleva a pensar que es necesario una tipificación más amplia y exhaustiva, entre aquellos que son directamente interpersonales y aquellos que son impersonales. Estos últimos descritos por la autora como femi - geno - cidio pues involucran a la mujer dentro de una categoría social de género perteneciente a una determinada especificidad socio-cultural, perpetrados por perteneciente a colectivos o corporaciones armadas y realizados de manera masiva. El llamado es a no reducir la lectura social del feminicidio a la esfera privada de la intimidad y domesticidad, y recurrir a lecturas más completas y de esfera pública en el caso de la relación mujer - poder - territorio.