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La explicación de especialistas y psicólogos Los bebés ya piden celulares por qué no

hay que dárselos hasta los dos años


Por Martín Smud

Los especialistas tienen que informar a la población que un bebé hasta los dos años no
tiene que tener celular. Es muy importante la explicación que dan: si tienen celular se
dan cuenta muy pronto de que no hay mejor juguete que ése: lo pueden usar para tantas
cosas que asusta: se escuchan voces todo el tiempo, tiene luz y color, hasta una madre o
padre aprovechan para estar conectados y saber si su hijo/a respira, o ¿qué está haciendo
ahora? Hoy para sostener que no deben usar celulares los niños menores a dos años se
deben utilizar, para amedrentar, razones científicas: trae problemas en la vista,
problemas de adicciones futuras, problemas atencionales y psicológicos ya
comprobados pero sobre todo trae un primer y gran problema: estamos criando
individuos acostumbrados a la gratificación inmediata de sus deseos con sólo deslizar
sus dedos por una pantalla.

La explicación de los psicólogos es todavía peor, dicen que al estar tan en contacto con
las imágenes de sus celulares dejan de entrenar las condiciones necesarias para
comprender de qué se tratan las caras de los padres cuando están contentos, enojados,
rabiosos, preocupados, enamorados y que de ahí, el comienzo de un gran problema: se
dejan de ejercitar las condiciones pragmáticas para reconocer las caras de los que están
cerca; esos que solemos llamar seres queridos pasan a ser seres extraños.

Pero aunque las razones son tan concluyentes, nos preguntamos por qué la edad de
inimputabilidad son los dos años, ¿no deberían ser doce años?, ¿no debería tener límites
diarios su utilización?, ¿cómo se puede dejar un arma tan poderosa en manos de niños y
adolescentes indefensos? Todos sabemos que los adolescentes ya se ponen de novio por
celular y charlan las condiciones de sus primeras relaciones sexuales por
videoconferencia. Reconocen más las caras y los gestos de sus amantes a través de un
emoticón que viéndolos frente a frente. El cara a cara es mentiroso, en cambio, la
cantidad de mensajes que van y vienen y sobre todo quitar las expresiones que ya no
reconocemos del otro, viene bien. Se reconoce más a los que están lejos que a los que
están cerca.

El celular como juguete es descubierto por los bebés aproximadamente a los tres meses,
miran esos objetos chatos que se les acercan y les sacan fotos y los filman, y después
ven a los grandes, apenas los ven porque todavía no han desarrollado del todo la visión
pero los enfocan con esos mismos bichos, mirando o hablándoles de una manera tan
ensimismada que descubren que ahí hay una relación de amor entre ese ser humano y un
objeto tan chiquito y tan maniobrable. Luego, cuando lo dejan cerca con uno de ellos,
descubren que sale música y que hasta aparecen sus películas preferidas llenas de
colores y personajes mágicos, el enamoramiento es inmediato. Ya no hay duda: ese
objeto es único, tan único como son el padre, la madre y quizás algún hermano/a, y
quizás algún abuelo/a. Pero no muchos más, el celular es parte de la familia. El bebé se
da cuenta demasiado rápidamente que los llamados adultos tampoco se despegan mucho
de su juguete y demasiado rápidamente descubren que no hay mucha diferencia entre
bebés y adultos.

Si buscás en internet aparece una página que compara cuáles son los mejores celulares
para niños de doce años. Si algunos de los chicos de dos años ya tienen chupete digital,
una década después estamos en medio de una enorme pelea ya perdida. Los chicos
tienen mejores celulares que sus padres y los saben usar mejor, es ahí donde aparece la
diferencia generacional que en otros momentos de la historia aparecía en otros lados. A
los doce años, los grandes saben que han perdido la batalla que nunca han planteado
porque ellos mismos ya son hijos de sus celulares.

Necesitan que le compres celulares, y ahí percibís que algo estaba mal, que estás
complicándoles las vidas a tus hijos pero que ellos no resisten un minuto sin tener un
celular porque ya no saben qué hacer con sus manos, con sus ojos, con su curiosidad,
con sus amigos/as ni con sus padres.

Cada padre encontrará sus razones para darle un celular a su hijo/a lo antes posible, ya
los chicos no juegan salvo con el celular, se acabó la necesidad de comprar costosos
juguetes y juegos de mesa y de perder tiempo con los hijos alrededor de una mesa
hablando y riendo. El niño ya tiene el celular antes de que te pongas a pensar en el
problema que le estás generando. Esta nueva generación ha completado el círculo que
empezó hace más de veinte años: sus padres jóvenes también habían nacido con muchas
pantallas alrededor, es cierto que tuvieron que hacer un poco de bulla para que sus
padres les dieran el primer celular y no quieren que sus hijos tengan sus mismos
problemas y no tienen demasiado problemas en encontrar las razones para dárselos.

El celular no es más que una pantalla dentro de otras muchas a las que la mayoría
tenemos acceso. El problema del celular, si bien es único, también se incluye dentro de
un campo más amplio como es la multiplicidad de pantallas. Pero nada comparable con
el celular. Ya no se trata de tener puertas con cerraduras sino tener celulares con claves
y patrones, ahora el celular mira adentro de tu ojo para reconocer si vos sos su dueño.
Antes el secreto aparecía mirando por la cerradura, ahora se trata de mirar por el ojo del
celular.

Lo bueno que ahora ya no se habla tanto de relaciones tóxicas entre personas sino de
relaciones tóxicas entre personas y máquinas, es un alivio saber que no nos hacemos tan
mal entre nosotros sino que ahora nos hacemos mal nosotros mismos.

* Psicoanalista, escritor y docente universitario.

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