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El tormento

de Cadenero
Ciclo de Odisea – Libro II

2
Scott McGough

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Indice
Prólogo..............................................................................................................................7

Parte I: Cabalista
Capítulo 1........................................................................................................................13
Capítulo 2........................................................................................................................23
Capítulo 3........................................................................................................................29
Capítulo 4........................................................................................................................39
Capítulo 5........................................................................................................................49
Capítulo 6........................................................................................................................55
Capítulo 7........................................................................................................................63
Capítulo 8........................................................................................................................69
Capítulo 9........................................................................................................................73
Capítulo 10......................................................................................................................79
Capítulo 11......................................................................................................................87

Parte II: Hechicero


Capítulo 12......................................................................................................................97

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Capítulo 13....................................................................................................................105
Capítulo 14.....................................................................................................................111
Capítulo 15....................................................................................................................119
Capítulo 16....................................................................................................................129
Capítulo 17....................................................................................................................135

Parte III: Dementista


Capítulo 18....................................................................................................................147
Capítulo 19....................................................................................................................161
Capítulo 20....................................................................................................................169
Capítulo 21....................................................................................................................175
Capítulo 22....................................................................................................................183

Parte IV: Maestro


Capítulo 23....................................................................................................................193
Capítulo 24....................................................................................................................199
Capítulo 25....................................................................................................................205
Capítulo 26....................................................................................................................209

Epílogo..........................................................................................................................219

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Prologo

El joven apretó el paso apenas en las afueras de las murallas de la Ciudad de la


Cábala, lejos de las aplastantes olas de personas y los zumbantes gritos en el mercado.
Se hacía llamar Cadenero y por primera vez en una larga jornada ocupada no tenía nada
programado. Se abrió camino a través del tráfico de peatones cada vez menor,
moviéndose en contra del flujo de personas que se dirigían a la ciudad. Mientras
navegaba entre los últimos peatones en su camino saboreó los extraños dones del
tiempo libre y la soledad. Cadenero, sin tener que completar un ejercicio de

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entrenamiento, o memorizar un encantamiento, o cumplir un horario, había resuelto que
no quería ser encontrado. Era un miembro de la Cábala por elección, ritual y juramento
y la Cábala exigía mucho de sus iniciados. Sus superiores eran de las típicas personas
que se abalanzarían sobre un niño inactivo proclamando: "¿Nada que hacer? Yo puedo
arreglar eso." Cadenero odiaba que recompensaran su buen trabajo con más trabajo así
que, en lugar de esperar a que cayera ese inevitable martillo, se había metido por un
callejón cuando nadie miraba y se había dirigido hacia las puertas.
Su ritmo se hizo más lento una vez que estuvo lejos de la ciudad. Había pasado
tanto tiempo desde la última vez que había tenido algún momento para sí mismo que
casi había olvidado cómo disfrutar de ello. Se preguntó qué es lo que hacían los otros
cuando no estaban sirviendo a sus maestros. O más que nada, ¿qué hacían cuando no
estaban dando su mejor esfuerzo en el simple hecho de seguir con vida?
Cadenero, mientras vagaba y se preguntaba, atravesó las chozas de refugiados en
las afueras de la ciudad y se introdujo en los llanos salinos en dirección a los escasos
bosques moribundos de más allá. Ignoró las hoscas miradas de los refugiados sabiendo
que si su pertenencia a la Cábala no lo protegería de los civiles muertos de hambre sus
propias habilidades lo harían. Su atención se centró más en cualquiera de las peligrosas
bestias salvajes que acechaban en los límites de ese y todos los demás asentamientos.
Era extraño que hubiera grandes depredadores tan cerca de las puertas bien iluminadas
de la ciudad y sus guardias armados pero lo primero que enseñaba la Cábala a sus
miembros era tener cuidado con el equipo de la Cábala, lo que incluía sus propios
cuerpos.
Alteró su curso y examinó el camino a través de las llanuras pantanosas.
Cadenero siguió avanzando eligiendo que partes de la ruta embarrada evitar en lugar de
cuales quería tomar y se fue perdiendo cada vez más en el ritmo y la repetición del
senderismo a través de los llanos sin darse cuenta y sin preocuparse por lo lejos que
había viajado. Siguió adelante hasta que su sombra se alargó mucho delante de él y
hasta que un susurro suave e insistente rompió su ensimismamiento.
El sonido no era una voz, pero lo llamó directamente a él. No era una canción,
pero la melodía le dio escalofríos. No era una alarma, pero le demandó su atención con
una urgencia que fue suave pero innegable. El joven ahuecó una mano alrededor de la
oreja para ayudarse a identificar el susurro. Los restos de un barrio residencial se
asentaban hacia el sureste y el sonido venía de allí.
Cadenero escuchó por un momento y luego se marchó en dirección a la casa más
grande de la cuadra en ruinas. Sus vecinos inmediatos habían sido bombardeados y
quemados hasta quedar destrozados. La mansión en ruinas con el techo abombado y las
estructuras expuestas todavía se mantenía en pie como si fuera un quebrado pero
desafiante veterano de una guerra olvidada en el tiempo.
Cadenero se detuvo al pie de los escalones del porche. La mansión, excepto por
el atrayente sonido, estaba completamente silenciosa y tranquila. La experiencia de
Cadenero le hizo sacar su daga con nudillos y apretar la cuchilla hacia abajo y lista en
su cadera mientras subía con cuidado por el porche destartalado. Dudaba de que hubiera
algún peligro vivo dentro de la mansión pero, otra vez, él tampoco quería que el equipo
de la Cábala resultara dañado.
El interior de la mansión se encontraba en peor estado que el exterior. La planta
baja era más un agujero que un suelo, con el nivel del sótano claramente visible desde la
puerta frontal. Una barandilla de metal ornamentado conducía al segundo piso pero la
escalera había desaparecido y una pila de maderas rotas y restos de alfombra yacían en
el sótano por debajo. Cadenero miró más de cerca y vio lo que parecían ser huesos entre

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los restos de la escalera. Al menos tres seres humanos completos, uno de ellos muy
pequeño.
Cadenero dio un paso tentativo hacia el suelo raído pero antes de que pudiera
poner todo su peso en su pie las antiguas maderas se dividieron y cayeron. Volvió a
retroceder al porche, que se estremeció y se tambaleó bajo sus pies. Cadenero gruñó y
exploró con su vista todo el primer piso en busca de una ruta segura para bajar al
sótano.
Al no encontrar ninguna envainó su daga con nudillos y tomó de su cinturón su
arma y herramienta de elección: una cadena de eslabones negros de tres metros de
longitud. Ató la cadena alrededor de la base rota de una estatua que custodiaba la puerta
delantera y con el simple hechizo que conocía conectó el arma a sí mismo.
"Enlace," susurró y el lugar al que estaba mirando resplandeció y luego se unió
en un nuevo enlace que fue indistinguible del resto de la cadena. Cadenero se inclinó
hacia atrás para ceñir el nudo corredizo de metal y poner a prueba su fuerza. Luego se
dejó caer en los húmedos escombros.
Estaba increíblemente oscuro, un tipo de oscuridad que a él le llevó a
preguntarse si sus ojos todavía estaban abiertos. Escuchó por cualquier otro movimiento
y esperó a que sus ojos se adaptaran en vano. El sonido seguía llamándolo, su tono cada
vez más y más alto y excitado mientras se acercaba. Se abrió paso metódicamente a
través del sótano hacia el sonido, probando el suelo de piedra antes de poner algún peso
sobre él.
Encendió una de sus bengalas al lado de un montón de tela apolillada y basura al
azar y de inmediato se dio cuenta de la esfera. En una pequeña burbuja de luz brillante y
sin bajar uno de sus pies flotando a mitad de paso, Cadenero miró con un asombro
desnudo al tesoro que lo había estado llamando a través de las salinas.
El negro, liso e inmaculado orbe de alguna manera parecía irradiar oscuridad
como un fuego irradiaba luz. La llamarada de Cadenero sólo se mostró en relieve ya que
la esfera se definía a si misma con su propia “anti-luz”. Los bordes del oscuro campo
del artefacto crepitaban y chispeaban mientras ondulaban y se enroscaban hacia el
exterior.
Cadenero, medio hipnotizado por la negra luz y el triunfal crescendo del sonido,
tuvo una visión de su futuro. El mundo a su alrededor se desvaneció y en un destello de
luz y silencio negros vio, sintió y supo el glorioso rumbo que tomaría su destino. Sería
un hombre de importancia, de éxito, honrado y obedecido como uno de los verdaderos
amos del mundo. Las personas y los monstruos por igual se inclinarían ante él, viviendo
o muriendo a sus antojos. Él sería el campeón de la Cábala, su embajador, su parangón,
y extendería su influencia sobre el mundo entero.
La luz de la bengala de Cadenero comenzó a fallar y morir pero él todavía podía
escuchar la llamada de la esfera y todavía podía sentir su poder vibrando en su cráneo.
Su destino estaba claro. Aquella era la cosa más importante en el mundo y, como tal,
apta únicamente para la persona más importante del mundo.
"Para el Primero," susurró Cadenero. Agarró firmemente la esfera de brillante
color negro, la metió en su mochila y tiró del cordón de cuero para ajustarlo
apretadamente.
El Primero era el indiscutible señor y maestro de toda la Cábala, patriarca y
protector de sus miembros, supremo controlador de su poder político y mágico.
Manejaba a la Cábala y a todos sus miembros activos desde su mansión dentro de los
muros de la ciudad así que tendría que ver de inmediato el tesoro que Cadenero había
descubierto. El era el único que se lo merecía.

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Los ojos de Cadenero se estrecharon cuando pensó en el viaje de regreso a la
Ciudad de la Cábala. Una cosa era caminar sin miedo cuando uno llevaba la mochila
vacía pero ahora que él tenía algo que valía la pena robar los parásitos oportunistas
pulularían a su alrededor como gusanos alrededor de un cadáver. La vergüenza y el
pecado por perder la
esfera antes de que
tuviera la oportunidad de
presentársela al Primero
serían insoportables.
La bengala de
Cadenero se apagó y el
quedó parado por un
momento en la oscuridad.
Rápidamente volvió
sobre sus pasos a través
del sótano y encontró a su
cadena donde todavía
colgaba de lo alto.
Acarició la preciosa carga
en su cadera, sonrió, y
comenzó a trepar
poniendo
Cadenero, Maestro de Demencia
mano sobre mano.
Pronto estaría de vuelta en la ciudad y solicitaría una audiencia con el Primero.
Y cuando el Primero pusiera sus manos en la esfera negra sabría lo qué Cadenero sabía:
que Cadenero no deseaba nada más que su suerte y su fortuna estuvieran para siempre
atadas a aquellas de la Cábala.

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Parte I

Cabalista

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Capitulo 1

12
El sol se estaba poniendo para cuando Cadenero regresó a las salinas fuera de
la ciudad y él recibió con una bienvenida a la visión de su hogar pero no se relajó.
Un pequeño grupo armado se hallaba parado en el camino entre Cadenero y las
puertas de la ciudad. El joven reconoció a una de las siluetas como un humano y a la
otra como un pájaro guerrero aven pero los otros dos eran indistinguibles. Todo lo que
él pudo decir desde la distancia fue que uno era alto y el otro era bajo o estaba en
cuclillas. El humano y el aven estaban vestidos con las brillantes ropas blancas de la
Orden. Cadenero aminoró el paso pero no se detuvo. La Orden era un grupo militante de
fanáticos morales que intentaban imponer sus reglas a todos los ciudadanos de Otaria.
Consideraban como criminales a todos los Cabalistas y a la propia Cábala como una
plaga en la sociedad a pesar del hecho de que esta prosperaba en todo el continente. Los
Otarianos civilizados de todo el continente hacían negocios con la Cábala. Asistían con
gusto y repetidamente a los espectáculos de la Cábala, aceptaban préstamos de la
Cábala, y rogaban por la protección de la Cábala. Hasta donde Cadenero sabía la Orden
sólo ofrecía la nebulosa posibilidad de una recompensa espiritual e incluso eso estaba
supeditado a la obediencia a su infantil concepto de la justicia. La Cábala era mucho
más concreta y pragmática proporcionando alimentos, vivienda y educación para
cualquiera que estuviera dispuesto a trabajar por ella.
Cadenero retomó su ritmo eliminando rápidamente la distancia entre él y la
partida de la Orden. Si se giraba o trataba de evitarlos de alguna otra forma seguramente
lo seguirían. Sería mejor enfrentarlos ahora.
"Saludos, viajero," dijo el soldado humano. "¿En tu camino a la ciudad?" A
juzgar por la envolturas de las túnicas de los miembros de la Orden y de las insignias en
sus hombros, Cadenero supo que el aven era un oficial y el humano un soldado de
infantería. Al lado del oficial se acuclillaba una fea criatura, más similar a un pájaro con
un cuello largo, pico dentado y viciosas garras afiladas. La otra figura más alta se
mantuvo de espaldas a Cadenero pero él pudo ver que era uno de los Nantuko, una tribu
de inteligentes criaturas similares a mantis del bosque Krosano. Cadenero se movió
inquieto. Esos hombres-insectos rara vez llegaban tan cerca de la Ciudad de la Cábala.
"Vivo allí." dijo Cadenero, "Así que se podría decir que estoy volviendo a mi hogar."
"¿Has visto la luz de la justicia, mi amigo?"
Ahora Cadenero estaba lo suficientemente cerca así que pudo hablar sin tener
que gritar. "Por supuesto. La encontré anhelante. Déjenme pasar."
"Tranquilo, soldado," dijo el oficial aven con calma. Su voz fue
sorprendentemente humana pero su pico chasqueó al final de cada oración. "Éste es uno
de la Cábala. Miren sus ojos. Tiene esa salvaje mirada a alimaña en ellos."
"Déjame pasar," repitió Cadenero.
El oficial dio un paso adelante. "Estoy en lo correcto, ¿verdad? Eres de la
Cábala. Y de acuerdo con la tregua entre tu patriarca y nuestro comandante tenemos el
derecho de inspeccionar a cualquiera y a todos los viajeros en el camino entre aquí y el
bosque Krosano."
"Patrañas," gruñó Cadenero e hizo un gesto furioso. "El Primero nunca estuvo de
acuerdo con eso."
"Tómatelo con calma, hijo. ¿Soldado Baankis?" El soldado de infantería sacó su
espada y se puso en posición de firme. "Sólo queremos registrarte para asegurarnos de
que no hayas contrabandeado nada fuera de la reserva forestal." Dijo el oficial a
Cadenero.
El soldado Baankis dio un paso adelante y Cadenero miró por encima del
hombro a la ciudad. Si lograba evitarlos sabía que podría correr más rápido que el

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hombre y el aven, al menos hasta que estuviera a salvo en el interior de las puertas. Sin
embargo no estaba tan seguro sobre el pequeño pájaro feo. O el Nantuko.
Cadenero esperó hasta que el soldado estuvo justo en frente de él. Cuando este
se estiró para tomar su daga Cadenero se agachó y golpeó los pies del hombre por
debajo de él con un amplio barrido de su pierna. Sacó su daga y cayó sobre el cuello y
los hombros del soldado, la punta de la hoja suspendida sobre el ojo del miembro de la
Orden. Luego miró desafiantemente al oficial.
"¡Váyanse al carajo! No me van a tocar."
El oficial abrió el pico en una cruel sonrisa aven. "Ah, eres hostil, incluso para
ser un criminal. Y ahora que nos has atacado tenemos todo el derecho de derribarte.
Afortunadamente, creo que eres lo suficientemente joven como para ser rehabilitado con
éxito." Sacó su propia espada y el pájaro a sus pies gruñó amenazadoramente.
Cadenero sabía que cuando los miembros de la Orden hablaban de rehabilitación
en realidad querían decir lavado de cerebro. Mientras se preparaba para luchar y correr
se agachó para comprobar la mochila a su lado. Tan pronto como sus dedos se pusieron
en contacto a través de la piel dura, el Nantuko estalló repentinamente en un violento
movimiento. La mantis se levantó y gritó un estrepitoso trino de alarma. Agitó sus patas
delanteras violentamente tratando de atacar a Cadenero y accidentalmente hizo caer al
oficial sobre el pájaro.
Cadenero se lanzó ágilmente sobre el afilado apéndice ganchudo de la mantis y
rodó hasta ponerse en
pie. Empezó a correr
pero la mantis saltó en
el aire y aterrizó muy
por delante de él en el
camino. Todavía estaba
chillando y oscilando
bruscamente.
El siervo de la
Cábala nunca antes
había peleado con un
Nantuko y no estaba
seguro de a dónde debía
apuntar su cadena.
Vaciló y en ese
momento se dio cuenta
de que la mantis ya no
estaba tratando de golpearlo. De hecho parecía estar intentando hacer lo mejor que
podía para evitar tocarlo en absoluto mientras ponía una alta exhibición que alejara a
Cadenero de la ciudad. ¿Acaso ese enorme insecto le tenía miedo?
Una corazonada del joven le hizo tomar su mochila de la cintura y sostenerla en
frente de la mantis. El Nantuko trastabilló y cayó hacia atrás, al parecer aterrorizado del
contenido de la bolsa. Cadenero se lanzó hacia delante y el Nantuko se alejó de un salto.
El siervo de la Cábala no perdió la oportunidad y se alejó a toda velocidad de la
partida de la Orden. Oyó al oficial ordenándole al soldado Baankis que lo persiguiera y
el trino frenético del Nantuko. Arriesgó una última mirada por encima del hombro y vio
que el insecto se había vuelto y estaba llamando a alguien en un área pequeña,
pantanosa y boscosa de las salinas. Algo respondió con un rugido desde dentro del
claro. Cadenero sintió temblar el suelo bajo sus ágiles pies corriendo y oyó el chasquido

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ensordecedor de la madera viva quebrándose cuando algo muy grande salió para
responder al llamado del Nantuko.
Fijó sus ojos de nuevo en la ciudad y se concentró en correr lo más rápido que
pudo.

* * * * *

La taberna de Roup estaba en una solitaria calle lateral y bien alejada de la


carretera principal que conducía al centro de la ciudad y a la sede del poder de la
Cábala. Cadenero pensó que el término "taberna" en realidad era demasiado generoso.
La taberna consistía en una sola habitación con una sola puerta y un solo grog de mal
sabor en el menú.
Sin embargo, fue una agradable vista para Cadenero. Las personas no acudían a
Roup por los precios o la decoración o el ambiente. Acudían para ser vistos y oídos en
el mismo límite de la red de influencia de la Cábala. O, como en el caso de Cadenero,
para escapar de los enemigos de la Cábala.
"La Cábala está aquí," fue el saludo de Cadenero a Roup con los dientes
apretados.
"Y en todas partes," respondió Roup.
"Necesito tu ayuda, hermano mayor."
"Pedid, hermano menor, y yo responderé."
Cadenero luchó por conservar la paciencia. Roup era técnicamente su superior,
pero había una pegajosa desesperación en su forma de ser que hacía que la mano del
cuchillo de Cadenero le picara. El hombre era fofo y lento y el joven de la Cábala pensó
que vestía como un loro mudando sumergido en bilis. Roup también trataba de hacer
que todas las conversaciones duraran tanto como fuera posible lo que hacía que
Cadenero y todos los demás trataran de acortarlas. La opinión general de todos los
cabalistas era que Roup merecía estar olvidado en el límite de la ciudad. Pero la Cábala
estaba, de hecho, en todas partes, y Roup era el hombre de la Cábala en ese sector. El
también tenía el único medio de comunicación directa con los cuarteles de la
organización situados en el corazón de la ciudad.
"Tengo que usar la vid," dijo Cadenero. "Es muy importante".
Roup rió jovialmente y se sirvió medio vaso de un nocivo líquido verde.
"Siempre es algo importante con ustedes jóvenes. ‘Oh, he perdido el mensaje que se
suponía tenía que entregar. Oh, un medio anciano robó mi paquete. ¡Ay de mí, me
golpeé el dedo del pie!’ Relájate, hermano menor. Vivirás más tiempo del que crees."
Cadenero le dio una palmadita a la bolsa a su lado. "Tengo una entrega para el
Primero. Necesito que te comuniques con…"
"El Primero está tan sólo a doce cuadras," sonrió Roup. "¿Se te olvidó el
camino? Sal por la puerta principal, gira a la izquierda..." Roup calló esperando que
Cadenero se le uniera en una sonrisa.
"Ya sé donde está la mansión," dijo Cadenero. "El problema no es el camino,
es…"
"Ahora que lo mencionas," continuó Roup, "Te apuesto un marcador de plata a
que si te paras en mi puerta y gritas, el Primero escucharía tus…"
"Hermano mayor," le espetó Cadenero. "La Orden está esperando afuera."
"¿Les has guiado hasta aquí?"
"No tenía otra opción. ‘Aquí’ es directamente entre el Primero y en donde ellos
trataron de agarrarme."
"¿Cuántos son?"

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"Dos. Más…"
Roup bebió pensativamente. "¿Sólo dos? Yo había pensado que un inteligente
y…" hizo un gesto con su copa al cinturón de Cadenero "…bien armado hermano
pequeño como tu podía encargarse de una escasa pareja de soldados de juguete."
Deslizó la licorera de líquido verde hacia Cadenero y preguntó: "¿No bebes?"
El joven ignoró la jarra y miró fijamente a Roup. "No, gracias, hermano mayor.
Y los soldados de juguete también están armados. Fuertemente. También tienen a uno
de esos chicos-insectos con ellos y creo que algo grande de Krosa. Me encontraron
cuando venía hacia la ciudad y trataron de detenerme. Me persiguieron hacia aquí y
ahora ellos me están esperando, allí fuera. Necesito un escolta para llegar al Primero."
Roup dio una risita. "¿Un escolta, hermanito? ¿Acaso nos hemos vuelto
repentinamente importantes? ¿Por qué no me subo yo mismo a la vid y le ordeno al
Primero en persona que venga aquí y te ahorre el viaje?" Dijo resoplando una
desagradable risotada por su propia astucia.
"Todo lo que quiero," dijo Cadenero uniformemente, "es entregar este paquete al
Primero. Para hacer eso tengo que ponerme en contacto con mi mentor. Su nombre es
Skellum." El cabalista observó a Roup digerir ese nuevo pedacito de información. El
nombre del Maestro Skellum tenía algo de peso, incluso allí. "Bueno hermano menor,"
dijo finalmente Roup, "si este paquete para el Primero es tan importante, ¿por qué
simplemente no lo dejas conmigo? Puedo tener una escolta armada aquí al amanecer y
entonces se lo llevaré yo mismo cuando entregue mi cuenta mañana. Mientras tanto, te
puedes ocultar en mi bodega y permanecer fuera de mi camino."
"No puedo esperar hasta mañana," dijo Cadenero rígidamente. "Y no se lo
entregaré a nadie más que al Primero."
Roup levantó una ceja, obviamente menospreciado. "Preséntame el paquete,
hermano menor, y yo decidiré quién se lo dará al Primero."
Cadenero tomó de mala gana el saco de su cinturón. Poco a poco,
mecánicamente, lo extendió hasta la longitud del brazo y lo colocó en el centro de la
mesa. Mantuvo los ojos fijos y su brazo extendido cuando Roup se inclinó hacia
delante.
Cuando la mano de Roup tocó el cordón, Cadenero golpeó. Sacó la daga de la
vaina de su hombro y hundió su punta profundamente en la mesa a través de la manga
de la llamativa túnica de Roup. Sin detenerse, enroscó la cadena bajo la barbilla del
tabernero y saltó hacia arriba, volteando su cuerpo sobre la cabeza de Roup y rodando
por la espalda del hombre como un erizo por una colina. El peso total de Cadenero tiró
de la cadena alrededor de la garganta de Roup y cuando el joven se puso de pie la
retorció con más fuerza. Con el mismo hechizo susurrante que había usado en la
mansión en ruinas vinculó la cadena a sí mismo creando un asfixiante collar que no
mató a Roup inmediatamente pero que dificultó la respiración del viejo charlatán.
Roup luchó débilmente y lanzó arañazos a su garganta con la mano libre.
"Hermano mayor," le susurró Cadenero al oído: "Ahora te voy a mostrar el
paquete. Sin embargo, quiero que seamos completamente claros en un punto: seré yo
quien lo entregue. Yo. Yo lo encontré. Yo luché por él, y mataré a cualquiera que trate de
evitar que se lo entregue al Primero con mis propias manos."
Roup gargareó y se ahogó, y la manga de su túnica comenzó a rasgarse.
"¿Queda claro, hermano mayor?"
La cabeza de Roup se sacudió de arriba a abajo. Golpeó su barbilla sobre la
mesa, derramando tanto la copa como la licorera y Cadenero tocó el eslabón que
mantenía el collar apretado.

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"Rómpete," susurró y este brilló y desapareció. Le permitió a Roup la suficiente
holgura para jadear y toser pero mantuvo la cadena firmemente alrededor del cuello del
tabernero. Roup era el único que podía usar la vid desde esa ubicación por lo que él lo
necesitaba vivo y consciente.
"Abre el paquete con tu mano libre." dijo Cadenero. "Pero no toques lo que hay
dentro. ¿Entendido?"
Roup succionó unos tragos más sibilantes de aire y le lanzó a Cadenero una
mirada asesina por encima del hombro. Este pudo ver las terribles amenazas de castigo
que se formaron en la mente de Roup pero el viejo pelmazo parlanchín era lo
suficientemente inteligente como para no cuestionar su ventaja. Cadenero sospechó que
Roup era secuestrado a menudo y que para ese entonces ya estaba probablemente
acostumbrado. Además, le había picado su natural codicia y curiosidad. Despacio, con
cuidado, él deshizo el lazo.
Durante varios minutos no se oyó otra cosa que la respiración entrecortada de
Roup mientras miraba a la esfera de Cadenero. El mismo Cadenero esperó
pacientemente, haciendo descansar el suficiente peso en la espalda de Roup para
mantenerlo quieto y la tensión justa en el cuello para mantenerlo obediente.
La voz de Roup fue un ronco susurro doloroso. "Tú ganas, hermano menor.
¿Qué necesitas?"
"Sube a la vid," dijo él inmediatamente. "Ponte en contacto con el campo de
entrenamiento e infórmale a Skellum que su alumno Cadenero le está esperando aquí.
Dile que es una emergencia. Dile que venga ahora."
Cadenero soltó la garganta de Roup y giró ligeramente alrededor de la mesa
recuperando su daga al pasar por su manga clavada.
"Y dile que venga armado."

* * * * *

Cadenero salió de la taberna de Roup menos de una hora después. Skellum había
dicho que se reuniría con él en el exterior y le había ordenado que distrajera a los
matones de la Orden hasta que él llegara.
El sol se había puesto recientemente y la noche era oscura, fría y clara. Las
farolas de aceite ardiente parpadeaban. Sus enemigos lo estaban esperando en la calle.
Los dos soldados de la Orden estaban rígidos y serios observando la puerta de
Roup. La pequeña cosa-pájaro se puso en cuclillas junto al oficial aven y graznó
desagradablemente cuando salió Cadenero. No había ninguna señal de la mantis o su
bestia. Tampoco había señal del mismo Skellum.
"Ya fue suficiente," dijo el oficial. "Esta es una advertencia razonable,
muchacho. Si vuelves a correr nos veremos obligados a herirte. Si te vuelves a retirar a
ese antro de suciedad lo quemaremos."
Cadenero lo fulminó con la mirada pero no dijo nada. "Distráelos," le había
dicho Skellum pero la mera visión de esos bienhechores falsos en sus resplandecientes
túnicas blancas le mortificó a Cadenero como si tuviera una infección. El había luchado
con muchos soldados de la Orden, tanto en las calles como en los pozos de combate de
la Cábala, y estaba siempre dispuesto a derribar a otro. Se preguntó si Skellum
consideraría puñaladas paralizantes como suficiente distracción.

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"Soy el Mayor Teroh," dijo el aven. "En nombre de la Orden, por la presente te
reclamó a ti y a esa
mochila en tu cintura.
Si vienes con nosotros
ahora mismo no serás
lastimado. Pasarás una
noche como huésped en
un cálido y seguro saco
de dormir. Incluso es
posible que consigas
una comida caliente de
todo esto."
"No queremos
hacerte daño. Todo lo
contrario, de hecho.
Pero sea lo que sea lo
que estás llevando,"
hizo una pausa
buscando las palabras
adecuadas, "ahora nos Mayor Teroh
pertenece a nosotros. Simplemente es demasiado peligroso para la gente como tú."
Cadenero no hizo ningún esfuerzo por ocultar su disgusto. "Tú ni siquiera sabes
de lo que estás hablando, ¿verdad?"
"Quizás no," dijo Teroh enfadado ante el desprecio de Cadenero. "Pero si yo veo
a un libro de hechizos escrito en un idioma extranjero igual no dejaría que un niño
leyera de él."
"Entonces ve a buscar a un niño con un libro," dijo Cadenero. "Yo hago negocios
con la Cábala. No necesito un bibliotecario de la Orden que me haga perder el tiempo."
El Mayor Teroh frunció el ceño. "No te volveré a preguntar."
"Pues me conviene ya que entonces no tendré que volver a ignorarte."
"Soldado Baankis," dijo el mayor en voz alta y el soldado de infantería dio un
pisotón en un estado aún más rígido de atención.
"¡Sí, Mayor!"
"Alivia a este joven voluntario de su carga. Si se resiste... somételo. Ningún
daño permanente."
"¡Sí, señor!" Baankis caminó hacia delante y Cadenero sacó su daga con nudillos
y la sostuvo con pericia en frente de él en su mano izquierda. Su mano derecha se cerró
en un puño a su lado y se paró ligeramente en los dedos de los pies con el peso
equilibrado uniformemente.
"Tranquilo, soldado." Baankis se detuvo. El mayor volvió a fruncir el ceño y
movió la cabeza en señal de frustración. Luego dijo a Cadenero, "¿Vas a hacer esto
difícil, verdad?" Cuando este no respondió Teroh negó con la cabeza. "Baankis,
prepárese."
"¡Señor!"
Teroh sacudió la correa de la cosa-pájaro y este extendió sus alas. El mayor se
volvió hacia Baankis y dijo: "Prepárese para recoger a un niño malcriado y a un saco
misterioso."
"¡Sí, señor!"
El Mayor Teroh dejó caer la correa del pájaro y señaló hacia Cadenero.
"Somételo," dijo, y el pájaro alzó el vuelo.

18
Cadenero lo vio dirigiéndose hacia él, con su envergadura tan ancha como alta, y
girando para evitar la daga aferrada firmemente en su mano izquierda. Supo que con su
velocidad y su largo cuello podría desarmarlo, derribarlo o inmovilizarlo antes de que su
espada siquiera pudiera tocarlo. Así que con rostro sombrío, esperó.
Cuando el ave estuvo a tres metros de distancia, Cadenero arremetió con su
mano derecha. La longitud de la cadena que había estado ocultando dio un gran azote y
gritó directamente hacia el ave acercándose. La puntería del cabalista fue excelente y el
peso afilado en el extremo de la cadena se introdujo limpiamente a través del cráneo del
ave matándola al instante. Cadenero atrapó el cadáver aún retorciéndose cuando este se
estrelló contra su pecho y lo dejó caer pesadamente al suelo.
"¡Callda!" gritó el Mayor Teroh.
Cadenero sostuvo su arma, que ahora pasaba a través del cráneo destrozado del
ave, y se burló de Teroh. "¿Se llamaba Callda? ¿Era su amigo, Mayor? ¿O un primo
lejano? No se preocupe, él no murió en vano." El joven empujó con desprecio el
cadáver y agregó: "Encenderé una vela por él cuando llegue a casa." Luego volvió a
colocar la daga con nudillos en la vaina en su hombro.
"Baankis," gruñó Teroh y sacó su espada. "Avanza. Si este pequeño gusano
asesino sobrevive lo hará los próximos tres años en un campo de trabajo de
rehabilitación."
Baankis estaba con los ojos abiertos pero decidido. "Sí, señor." A Cadenero le
complació saber que sus respuestas ya no fueran tan nítidas y estríctas.
"Un momento, Mayor," dijo el cabalista. "Si le gustó eso, esto le va a encantar."
Sin esperar, Cadenero cayó de rodillas junto al cuerpo de Callda, apretó aún más el
extremo de su cadena, y se introdujo en el cadáver con su mente como el Maestro
Skellum le había enseñado.
El corazón del pájaro había dejado de latir recientemente. Su sangre, despojada
de cualquier impulso vital, cedió a la gravedad y comenzó a acumularse en su torso. Sus
músculos se drenaron y desinflaron, su temperatura corporal se redujo, y sus
articulaciones comenzaron a endurecerse. Cadenero se apoderó de la energía siendo
liberada por la transición del pájaro de la vida a la muerte y la canalizó hacia arriba y
hacia su cadena.
"La Cábala está aquí," susurró y luego gritó cuando una tremenda ráfaga de
energía saltó de la cadena y se introdujo en su propio cuerpo. Sintió que su conciencia
se expandía, sintió a sus brazos y piernas hacerse más fuertes y más sensibles, sintió a
sus pensamientos esclarecerse. Se puso de pie y extrajo la cadena del cráneo de Callda.
Luego comenzó a girarla alrededor de su cabeza, soltando más y más de ella mientras
rotaba. Cadenero fue feroz en su alegría. Eso estaba yendo mejor de lo que podía haber
imaginado. Tal vez no necesitaría la ayuda de Skellum después de todo.
"Mantén tu distancia, Bunkus," le dijo al soldado de infantería y pudo oír la
confianza en su voz cuando resonó en los adoquines de la calle. Cadenero, energizado
con la muerte de Callda, nadaba en la arcana oscuridad que era la fuente de
alimentación de la Cábala. Se sintió inamovible, invencible. Con solo pensarlo añadió
mágicamente otros dos metros a su cadena y creó otro peso afilado en el extremo en su
mano. Pronto tuvo dos letales misiles bailando un complicado minué alrededor de cada
centímetro de su cuerpo. La cadena aumentó o disminuyó automáticamente de longitud
mientras volaba de acuerdo a la voluntad de su amo. Cadenero, a pesar de ser joven, era
un experto con esa arma y hasta se atrevió a burlarse de Teroh gracias a la seguridad de
su radio de giros.

19
"Su turno, Mayor," le dijo. "Yo también tengo una comida caliente y una cama
segura esperándome en la Cábala. Si me deja pasar tal vez ambos podamos dormir bien
esta noche."
Los ojos de Teroh fueron salvajes y su voz fue apretada en su garganta. Con un
visible esfuerzo de voluntad se tragó su rabia y gritó, "¡Reseda!"
Cadenero oyó un zumbido y vio una imagen borrosa. Un golpe repentino en su
pecho lo hizo caer hacia atrás con tanta fuerza que la puerta de Roup se sacudió en sus
goznes. Su cadena chirrió y se enredó con torpeza alrededor de él, y uno de los pesos de
sus extremos le acuchilló dolorosamente en la espinilla. Miró aturdido hacia arriba.
El hombre-mantis estaba parado sobre él, chillando en su incomprensible idioma
insectoide. Clavó una de sus filosas patas delanteras en la piedra sólida junto a la cabeza
de Cadenero y siseó. Se escuchó otro zumbido, otro borrón, y la mantis desapareció en
el callejón detrás del Mayor Teroh.
"Reseda odia esta ciudad," dijo Teroh, "pero odia aún más esa cosa en tu
mochila."
Cadenero tosió y probó su sangre. Se había mordido la lengua y dividido el
labio. Sus oídos todavía le silbaban y su visión estaba inclinada hacia un lado. Por lo
menos sus costillas no estaban rotas, pensó. Todavía podía respirar, aunque
dolorosamente.
"Ahora bien, Cabalista," continuó Teroh escupiendo la última palabra como un
veneno. "Te rendirás. El soldado Baankis y yo vamos a atarte las manos. Si te portas
bien incluso te curaremos tus heridas. Luego nos acompañarás a nuestra ciudadela
donde ofrecerás disculpas y harás una restitución por Callda. Y luego serás
rehabilitado."
Cadenero gruñó. "Primero muerto. Y te perseguiré para siempre."
"No lo creo." Teroh hizo un gesto con la mano delante de él, susurrando, y los
bordes afilados tanto de su espada como de la de Baankis comenzaron a brillar.
"¿Baankis?"
"¡Señor!" El soldado Baankis había recuperado su gusto.
"Adelante." Los dos soldados avanzaron a un mismo paso con sus espadas
desenvainadas y radiantes. Cadenero luchó por ponerse en pie pero se derrumbó contra
la puerta de la taberna.
"Dios mío," dijo una voz sedosa y sinuosa. "Ahora esto es simplemente
inaceptable. Cadenero, ¿en qué te has metido?"
El orador apareció de la vuelta de la esquina del edificio hacia la luz. Era un
hombre pulcro y pequeño, elegante en sus maneras y grácil en sus movimientos. Iba
vestido con una ajustada piel de serpiente teñida tan negra como la medianoche y
llevaba una capa impermeable con un collar rojo brillante y forro de piel negro. Su
cabeza estaba completamente rodeada por un sombrero en forma de campana hecho de
papel grisáceo estirado con un costillar de alambres rígidos. El sombrero colgaba
fláccidamente de un gancho que brotaba hacia arriba de una plataforma de cable
conectada a los hombros. Tenía agujeros entre cada segundo panel que le permitían ver,
pero cada agujero era sólo de unos pocos centímetros de ancho.
Uno de los agujeros ahora estaba posicionado directamente en frente de su cara.
Tenía claros ojos azules, una elegante barba y un bigote bien cuidado. A su lado había
una enorme perra negra cuya cabeza era tan grande como la de un pony. Los hombros
de la perra llegaban hasta el codo del hombre y claramente le superaba en peso. Sus ojos
brillaban de un rojo oscuro a la sombra de su frente.

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"Mi nombre es Skellum y uso un tonto sombrero." Dijo el recién llegado
alegremente como si se estuviera presentando en una fiesta llena de niños. "¿Hay algún
problema, oficial?"

21
Capitulo 2

22
A
" zza, mi vieja niña," dijo Skellum y la enorme perra a su lado aguzó los
oídos. "Comprueba al joven Cadenero, ¿quieres?" Este, a pesar de su dolor, estaba
encantado. Sólo la elite de la Cabala tenía acceso a los sabuesos infernales y Cadenero
nunca había visto a uno tan cerca. El Mayor Teroh miró a los recién llegados con
suspicacia. Cadenero
observó a sus ojos
moverse de Skellum, a la
perra, a la puerta de la
taberna de Roup. El sabía
que todos los soldados de
juguete de la Orden se
enorgullecían de su
capacidad para controlar
cualquier situación que
encontraran así que
claramente Teroh estaba
pesando en las
probabilidades cuando
Azza se acercó.
"Alto ahí," dijo
Teroh. Azza hizo una
pausa y luego gruñó a Teroh tan profundamente que Cadenero lo sintió en su espina
dorsal a unos seis metros de distancia. "Este muchacho…" comenzó a decir el pájaro
guerrero.
"Cadenero," le corrigió Skellum con suavidad. "Se llama Cadenero."
"Este muchacho," repitió Teroh, "está transportando algo de contrabando.
Cuando tratamos de examinarlo arremetió contra el soldado Baankis y salió corriendo.
Cuando lo alcanzamos mató a una de mis mejores aves crusat. Así que ahora vendrá con
nosotros."
"Oh, querido," dijo Skellum. "Eso es un problema. ¿Está seguro de que no
podemos llegar a algún tipo de acuerdo?" Dijo sonriendo.
"Nosotros no hacemos tratos con los de su tipo," dijo Teroh.
"Todo el mundo tiene negocios con la Cábala," dijo Skellum alegremente. "Esta
es nuestra ciudad, después de todo. Es simplemente una cuestión de qué es lo que usted
quiere y que está dispuesto a dar."
La voz de Teroh se alzó aún más. "Si ese perro da un paso más hacia el chico le
golpearé con el plano de mi espada. Así que ordénele que se retire y déjenos hacer
nuestro deber."
"Bien, ahora eso plantea otro problema. No puedo ‘ordenarle que se retire’. Azza
aquí presente ha estado en la Cábala más tiempo que yo así que técnicamente me supera
en rango." Mientras Skellum parloteaba Cadenero se levantó y recogió su cadena
enredada tan discretamente como pudo. Cuando Roup hablaba demasiado lo hacía
porque se sentía solo y patético pero cuando Skellum lo hacía era para calmar la
situación y dar tiempo a Cadenero para que se recuperara.

23
"Yo le podría sugerir que retrocediera pero si ella no quiere... Espere. ¿Cadenero,
acaso estás sangrando?"
"Sí, Mentor." Entonces él silbó a Azza, quien era la más cercana a él, "Hay un
gran bicho en ese callejón. Y algo más, yo…"
"Ella lo sabe," dijo Skellum. "Oficial... Lo siento, no he entendido su nombre."
"Soy el Mayor Teroh, y esta conversación ha terminado."
Skellum se acarició su barba bien recortada. "Mayor, oficial, oficial, mayor.
¿Cuál es la diferencia?" Dijo él mirando a Cadenero. "Un mayor es un oficial, ¿no?"
"Pues este mayor es un idiota," escupió Cadenero.
Teroh se puso rígido y Skellum suspiró.
"De todos modos. Mayor Teroh. ¿Fue usted quien hirió a mi alumno?"
Teroh se burló. "Sí, fui yo quién le hizo herir. Porque él se resistió, al igual que
usted se está resistiendo ahora. Y si no quiere resultar herido le sugiero..." La voz de
Teroh se apagó.
Skellum cambió tan pronto como la palabra "sí" pasó por los labios de Teroh. Su
actitud calmada se oscureció y su voz se endureció. El feliz brillo en sus ojos se
convirtió en una mirada fría y penetrante. Pequeños grupos de músculos se formaron en
sus mejillas y cuando habló lo hizo con los dientes apretados.
"La Cábala está aquí, Mayor, y en todas partes. Cadenero es la Cábala, y más,
está bajo mi protección. Lo que sea que Cadenero le haya hecho a usted, usted a su vez
nos debe por su lesión. Ahora tendremos que llegar a un acuerdo. Nadie se aleja de una
deuda con la Cábala. Nadie."
"¡Por los dioses verdaderos!," dijo Teroh con exasperación. "¿Acaso alguno de
ustedes ‘revolcones de la ciénagas’ vive en este mundo? Nosotros somos la Orden.
Nosotros somos la ley. ¡Y los tenemos en inferioridad numérica! ¡Reseda!"
Pero en esa ocasión Cadenero si estaba listo para el borrón. Cuando la mantis
saltó fuera del callejón hacia Skellum él intentó simultáneamente gritar una advertencia
y echar su cadena hacia atrás. No tendría ni que haberse preocupado.
Sin importar cuan rápido pudo ser Reseda, Azza lo fue aún más, y su centro de
gravedad era mucho más bajo. El tórax de Reseda se estrelló contra el hombro de Azza
e incluso Cadenero hizo una mueca al oír quebrarse el exoesqueleto del insecto.
Doscientos ochenta kilos de canino mágicamente criado y mejorado retrocedieron y
embistieron su poderosa cabeza en el hombro y el cuello de Reseda. La mantis lisiada
giró dolorosamente por los adoquines y el sabueso infernal quedó arriba de ella,
agarrando la articulación del hombro de Reseda y la mitad de su rostro con sus enormes
mandíbulas. Azza mordió para inmovilizar a la mantis pero no lesionó aún más a
Reseda. Ella dejó escapar un solo ladrido explosivo y Reseda gritó en su misteriosa
lengua extranjera. Teroh y Baankis quedaron mudos y con ojos abiertos como platos.
"Ahora, Mayor," dijo Skellum con frialdad, "sobre ese acuerdo."
Teroh fue el primeo en recuperarse. Apuntó con su espada todavía brillante y le
dijo: "Suelta a mi aliado, Skellum. Tu perra es impresionante, pero sólo has jugado tu
mejor carta."
"¿A si?" Dijo él acercándose a Azza y Reseda, quien estaba silbando y chillando
en un flujo constante de idioma mantis. Cadenero no entendió ni una sola palabra pero
supuso que era o una oración o una maldición.
"A mi me parece," continuó diciendo Skellum, "que nosotros tenemos la ventaja.
Es verdad que yo no soy un militar como usted pero igual...." Y casualmente, él
extendió la mano hacia arriba y le dio un empujón al ala de su sombrero. La plataforma
de yugo y gancho que vestía había sido diseñada para permitir que el sombrero girara

24
libremente, y este lo hizo, dejando al descubierto el rostro de Skellum en breves
destellos mientras los agujeros daban vueltas y vueltas.
Un secreto estremecimiento eléctrico corrió a través de Cadenero mientras él
observaba el rostro de Teroh. El mayor no tenía ni idea de lo que estaba haciendo el
Maestro Skellum… o de lo peligroso que era.
"Está acabado, Mayor," dijo Cadenero. "Y ni siquiera lo sabe."
Azza gruñó hacia él y los siguientes destellos de la cara de Skellum mostraron
una furiosa mirada dirigida a su alumno. Le dio a su sombrero otra vuelta y volvió a
centrarse en el asunto en cuestión. Baankis miró confundido a Cadenero pero Teroh
ignoró a todos concentrándose en las palabras vertiéndose de la boca de Reseda y
asintió con la cabeza. La mantis había estado repitiendo la misma sílaba una y otra vez
con su cliqueante voz haciéndose cada vez más fuerte y más aguda con cada repetición.
"¿Qué está diciendo?" preguntó Skellum y Teroh sonrió con crueldad.
"Está diciendo 'mata'".
"Oh, si no está tan mal herido." La voz de Skellum se estaba volviendo distante,
casi somnolienta, y los destellos estroboscópicos de su rostro revelaron ojos en blanco y
una mandíbula colgando fláccidamente. "Unas pocas hierbas, algo de descanso, tal vez
un rato en las aguas termales..."
"El está emitiendo una orden, no una petición. Yo soy un militar, Sr. Skellum, y
nosotros los militares sabemos lo suficiente como para mantener a algunas fuerzas en
reserva." Desde las profundidades del callejón que Reseda había ocupado vino un
ensordecedor rugido. El soldado Baankis se apartó de un paso de la entrada y el Mayor
Teroh esperó confiadamente a que aparecieran sus fuerzas de reserva. Skellum le dio
otra vuelta a su sombrero.
Algo enorme acudía arrastrándose por el callejón. Cadenero le robó una mirada a
Skellum quien estaba empezando a menearse y a mecerse de un lado a otro mientras su
sombrero continuaba girando. El joven cabalista envolvió con nerviosismo su cadena
alrededor de una mano, luego de la otra. No había logrado vislumbrar al asociado de la
mantis pero sabía que ni sus armas ni sus habilidades serían suficientes para detenerlo
así que confiaba que su Maestro Skellum pudiera lidiar con ese nuevo reto.
El monstruo apareció dando fuertes tumbos por el callejón y rompiendo los
adoquines debajo de él. Su piel era peluda y de un verde verrugoso y tenía placas
blindadas naturales a través de su pecho y hombros. Se arrastró hacia adelante en brazos
tan gruesos como troncos que eran más altos que una persona. Su enorme cabeza
redonda se asentaba directamente en su torso similar a un peñasco que disminuía de su
cintura para abajo hasta dos piernas delgadas que se arrastraban inútilmente detrás de él.
Cadenero pensó que se parecía a un cruce entre un renacuajo a mediados de su
metamorfosis y una ballena.
"Oooh," dijo el somnoliento Skellum. "un grendelkin. No he visto uno de esos
desde que era un niño. Sin embargo es una lástima lo de sus patas traseras. ¿Nació
atrofiado o alguien lo dejó así de discapacitado?"
El grendelkin abrió su boca y rugió, mostrando tres filas de nudosos molares.
"Pues mírelo bien," dijo Teroh con gravedad. "Porque nunca más volverá a ver
otro." Él hizo un gesto con la mano para llamar la atención del grendelkin y luego
señaló a Azza, Reseda, y Skellum. Reseda seguía chillando, "Matar, matar," una y otra
vez. Azza lo sacudió una vez, ásperamente, y el habitante del bosque finalmente se
desmayó.
El repentino silencio pareció volver aún más loco al grendelkin quien volvió a
rugir y se dirigió a Azza dando enojados pisotones. Teroh dijo algo a Baankis que
Cadenero no pudo oír y los dos soldados reanudaron sus pasos hacia este. El cabalista

25
comenzó a hacer girar su cadena con la esperanza de hundir el peso del extremo en una
de las partes más blandas de Teroh y luego desjarretar a Baankis con su daga antes de
que Teroh se pudiera recuperar.
Cadenero, mientras se disponía a luchar por su vida, vigiló de reojo a
Skellum. Él fue el único en la calle que pudo ver a su mentor extender ambas manos
hacia arriba y detener decididamente el ala de su sombrero con un hueco justo delante
de su rostro.
Toda la cabeza del Maestro Skellum desapareció. En su lugar apareció un vórtice
giratorio de humo negro y luz violeta. Hubo un sordo fragor desde lo más profundo del
sombrero y una sólida pepita de humo saltó hacia fuera a través del hueco, dejando un
rastro de hollín y gas de los pantanos. La pepita se expandió tan pronto como dejó el
sombrero de Skellum y estalló en una criatura plenamente formada salida directamente
de la pesadilla de un loco.
El monstruo todavía humeaba y ardía por su viaje. Era exactamente tan grande
como el grendelkin. De hecho parecía de la misma forma que el grendelkin excepto que
su mitad inferior se estrechaba en la muscular cola de una serpiente con cascabel. Sus
ojos sobresalían de su cráneo y miraban de forma independiente en todas las
direcciones. No tenía armadura pero si tenía una larga lengua con pinchos que salió en
un destello entre sus afilados dientes.
"¿Ya dije que había visto uno cuando era un niño?" Preguntó Skellum con su voz
sonando exactamente como lo había hecho cuando había llegado excepto que ahora
parecía venir desde el interior de su cabeza. El tono sedoso de Skellum fue tan tranquilo
y medido como un hombre encendiendo su pipa. "Pude haber equivocado algunos
detalles y yo siempre he sido parcial ante las colas con cascabeles...."
El grendelkin pesadilla de Skellum vio a su contraparte de cintura arrugada y
gritó como un águila cayendo en picada. El bruto del bosque rugió en respuesta. Ambos
monstruos se lanzaron al mismo tiempo chocando con un titánico crujido que aplastó
parcialmente sus torsos uno contra el otro y comenzaron a destrozarse con sus garras.
"¿Azza?" Dijo Skellum y la gran perra gruñó en acuerdo arrojando el cuerpo
inconsciente de Reseda sobre los soldados. Baankis gritó y dio un paso atrás mientras
Teroh bajó la guardia y se arrojó delante de la mantis voladora tratando de minimizar el
impacto de Reseda en la dura piedra.
Cadenero aprovechó la oportunidad y envió el filoso extremo de su cadena
silbando a través de la frente de Baankis. El profundo corte comenzó a sangrar antes de
que el Cabalista pudiera hacer retroceder su arma y el infeliz soldado cayera de rodillas,
momentáneamente cegado.
El vórtice de la cabeza de Skellum volvió a crecer y dos humeantes cometas más
saltaron. Una se transformó en un escamoso horror humanoide con largos brazos a
rastras que terminaban en puntas parecidas a arpones. El otro, algo más pequeño,
parecía estar compuesto en su totalidad por alas y piernas. La cosa con manos de arpón
comenzó a acechar al montón enmarañado que era Teroh y Reseda, y la criatura
voladora aulló como un lobo y despegó. Salió disparada por la calle y, todavía aullando,
desapareció por la esquina.
Azza caminó hasta Cadenero.
"Súbete," dijo Skellum. "Mi otro nuevo amigo se ha ido por delante para
despejarte el camino. Yo iré directamente."
El joven echó una última mirada al combate cuerpo a cuerpo. Los dos grendelkin
estaban encerrados un brutal empate mientras espada y arpón chocaron, y Baankis
buscaba su arma a tientas por el suelo.

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Azza le insistió a salir de su ensoñación con una gruñido de regaño. Cadenero
colgó sobre su espalda y se aferró firmemente del exceso de piel en su cuello y
hombros.
"A la mansión, por favor," dijo y Azza brincó, rápida como un caballo pequeño y
diez veces más peligrosa. Cadenero lanzó una última mirada por encima del hombro
mientras Azza seguía la trayectoria de la criatura alada por la calle.
El Mayor Teroh había logrado rebanar uno de los brazos del arponero en el codo
pero este seguía presionándolo con su ataque. El oficial había plantado sus pies
negándose a abandonar la mantis inconsciente. Cadenero quedo ligeramente
impresionado, pero esa valentía bien podría costarle a Teroh su vida. Baankis estaba
tratando de limpiar sus ojos con agua de su cantimplora. El grendelkin de Skellum tenía
su cola envuelta firmemente alrededor del espacio en donde había estado la garganta de
su doble si este hubiera tenido un cuello. Rodaron una y otra vez, haciendo crujir los
adoquines y aplanando escaparates a su paso.
Lo último que vio antes de que Azza doblara la esquina fue a Skellum
colocándose orgullosamente su capa alrededor de sí mismo, su rostro sonriente y normal
mientras retrocedía con calma a las sombras de donde había venido.
Cadenero, rescatado por su mentor, seguro en la espalda de Azza, y en camino al
Primero con su paquete intacto, se permitió una única y breve explosión de alegre
carcajada. Luego se agachó para asegurarse de seguir aferrado el tiempo suficiente
como para disfrutar del paseo.

27
Capitulo 3

28
La aullante cosa voladora de Skellum había hecho su trabajo. No había nadie
en las calles que hubiera podido observar a Azza y Cadenero mientras galopaban hacia
la mansión. El vio varias caras asustadas asomándose por las ventanas o desde detrás de
puertas rotas pero nadie fue lo suficientemente tonto como para correr el riesgo de
interferir con el progreso de Azza.
Ellos dejaron atrás los dormitorios de los iniciados donde Cadenero había vivido
después de que Skellum comenzó a entrenarlo. Más allá de los dormitorios estaba el
puerto más grande del continente, sus muelles totalmente apoderados y operados por la
Cábala. Entre los muelles y los dormitorios estaba la arena principal de la ciudad, los
sangrientos pozos en donde Cadenero había luchado y ganado un lugar en la jerarquía
de la Cábala. Azza saltó a través de una curva cerrada a la izquierda y allí estaba: la
mansión, en donde vivía y gobernaba el Primero, en donde todo el mundo venía a
inclinarse y pedir el favor de la Cábala.
Cadenero sólo había estado una vez en el interior antes de su iniciación pero
recordaba cada detalle. Era una estructura enorme, diez pisos de altura y dos cuadras de
ancho. Los gruesos muros de piedra habían sido tallados y colocados por los mejores
albañiles enanos y luego reforzados aún más con magia y metal. Habría que destruir
toda la ciudad y mil metros del lecho rocoso para hacer un hueco en el hogar del
Primero. La reluciente cúpula plateada de la catedral en la parte superior había sido
pulida hasta la saciedad por lo que reflejaba lo que estaba en el cielo por encima de ella
como un gran espejo convexo. Al final del Pasaje de la Mansión, en donde estaban Azza
y Cadenero, la cúpula y la dentada puerta levadiza combinadas con las enormes torres
de observación en frente de todo aquello le daba al espectador una impresión de una
enorme calavera metálica sonriente con cuernos.
Por fin en casa, pensó Cadenero, pero su buen humor ya se estaba
desvaneciendo. Los transeúntes cercanos a la mansión estaban más acostumbrados a
monstruos chillones que las personas en el barrio de Roup. La criatura alada de Skellum
sólo había causado que ese tráfico a pie despejara un camino en lugar de hacerlo
desaparecer detrás de puertas cerradas. Las multitudes dispersas le dieron a Cadenero y
Azza un montón de espacio pero los miraron sospechosamente a su paso. Cadenero
tanteó la daga y la bolsa en su cadera preparándose mentalmente para el próximo reto al
que se enfrentaría. Llegar a la mansión era sólo el primer paso. Tendría que entrar y
convencer a capa tras capa de guardias armados y pequeños burócratas que lo que el
traía era sólo para el Primero. Azza pareció recoger su preocupación y desaceleró a un
trote. Cadenero la empujó ansiosamente con los talones pero ella le detuvo con un
gruñido amenazador.
"Lo siento," dijo. "Estoy un poco nervioso. ¿Vas a ayudarme a entrar en el
interior o simplemente me dejarás en la puerta?"
Azza estiró su cabeza y miró a Cadenero con un ojo rojo ardiente. Tosió, poco
impresionada, y luego volvió a saltar hacia adelante a todo galope. Cadenero se sostuvo
con una leve sonrisa.
La guardiana de la puerta era una mujer de casi dos metros de altura con tres
ojos amarillos y vívido pelo púrpura rasurado cerca de su cabeza. Era corpulenta y
ancha de hombros con largas uñas dentadas pintadas para que coincidieran con su pelo.

29
A diferencia de la mayoría de los guardias que Cadenero había conocido en su vida, ella
no parecía ni aburrida ni intimidante.
"¿Quién va?" dijo. El ojo de arriba en el medio de la frente parpadeó en la
penumbra crepuscular.
"La Cábala está aquí," dijo Cadenero.
"Y en todas partes," contestó el guardia y en ese momento los tres ojos se
entrecerraron. "¿Azza, vieja niña, eres tú?"
Azza volvió a toser, luego se alzó, casi tirando a Cadenero de su espalda.
El ojo izquierdo hizo un guiño a Azza mientras que los otros dos se orientaron al
joven. "Y tú debes ser el chico de Skellum."
"Soy Cadenero. Busco una audiencia con el Primero. Tengo un urgente…"
La guardiana levantó las manos. "Tranquilo hermano menor." Dijo con una
sonrisa y Cadenero vio que tenía los dientes de sierra, como sus uñas, y también
coincidían con el color de su pelo.
"Te hemos estado esperando." La mujer dio un paso a un lado y les hizo un gesto
para que entraran. "Procedan al Gran Hall. Serás recibido allí y escoltado al Primero.
Azza," añadió, "no lo dejes vagar por su cuenta."
Azza gruñó, más molesta que enfadada, y la guardiana se echó a reír. A medida
que la gran perra caminó hacia la casa, la guardiana hizo un guiño a Cadenero con sus
tres ojos en sucesión.
El interior de la mansión, a diferencia de las oficinas en el edificio de la
administración, estaba decididamente tranquilo y en silencio. El Primero utilizaba su
hogar principalmente para rituales avanzados y para recibir a invitados importantes.
Todo el trabajo real de la Cábala se llevaba a cabo en las calles, en las casas y oficinas
de los directivos del sindicato, o en la arena. Aparte de un puñado de guardias visibles,
había muy poca gente entre la puerta de entrada y el Gran Hall. Cadenero miró
alrededor mientras Azza lo llevaba, abarcando la rica decoración, los trofeos
demostrando la riqueza y el prestigio, y el simple poder absoluto zumbando de la araña
de piedras preciosas. El cabalista, abrumado, bajó los ojos y se concentró en el cuello
musculoso de Azza. Estaba siendo admitido en la mansión, escoltado a la presencia del
Primero y, se recordó para sus adentros, aún traía el tesoro más fino de todos a su lado.
"Levanta los ojos hermano menor." Skellum los esperaba cerca de la chimenea
en el centro del Gran Hall. Antes de que Cadenero pudiera saludar a su mentor Azza se
sentó y lo deslizó con un breve encogimiento de hombros. Luego brincó hasta Skellum.
"Por supuesto que estoy bien," Skellum tendió la mano y Azza la olió. Olfateó
rápidamente el aire a su alrededor y luego ladró alegremente. "Me imagino que no hubo
problemas," Skellum acarició a Azza detrás de las orejas pero levantó la voz para
dirigirse también a Cadenero.
"Ninguno, mentor…" Azza interrumpió a Cadenero con un largo gruñido bajo de
advertencia. Cuando él se quedó rápidamente en silencio ella sacudió la cabeza bajo la
mano de Skellum y la empujó suavemente con el hocico. Volvió a mirar a Cadenero y
ladró una vez, enojada.
"Ya llegaré a ese tema," dijo Skellum. Azza ladró otra vez y en tres grandes
pasos atronadores se puso cara a cara con Cadenero.
Soltó otro lento y profundo gruñido y al ver que el joven tenía su completa y
absoluta tensión lo miró a los ojos por un momento, tosió y luego lo lamió torpemente
desde la barbilla hasta la frente. Cadenero apenas fue vagamente consciente de su
retirada a brincos por la puerta principal.
"¿Qué fue todo eso?"

30
Skellum no se había movido mirando a Cadenero significativamente. "Le gustas.
Por lo general ella no suele ser así de cariñosa."
"Antes de eso. Los ladridos. El gruñido."
"Ella también está enojada contigo por haber abierto la boca delante de ese
funcionario de la Orden."
"¿Ella qué? Pero…"
"Igual que yo, hermano menor," dijo Skellum. "¿O acaso tú simplemente
desconocías de cuán cuidadosamente había puesto yo las cosas juntas en orden para
ayudarte? ¿Acaso piensas que fue fácil concertar una entrevista con el Primero a tan
corto plazo? ¿Tan fácil que podrías burlarte de un enemigo antes de haberlo derrotado?
¿Crees que es algo simple organizar un paso seguro a través de la mitad de la ciudad y
simultáneamente reunir suficientes uñas y dientes como para hacer dar marcha atrás a
un oficial de la Orden y su séquito? ¿Pensaste en estas cosas cuando abriste tu boca?
¿Acaso algo de esto se cruzó por tu mente en algún momento, hermano menor?"
"No, Maestro."
Los ojos de Skellum chispearon cuando sonrió. Verificó dos veces para
asegurarse de que Azza se había ido y dijo: "Por la mía tampoco. Es por eso que tengo
habilidad para realizar tales milagros, mi muchacho. No sé lo que es imposible."
Cadenero rió con alivio pero se contuvo. "Maestro, lamento haberme burlado del
soldado de juguete antes de haberlo golpeado. Lo haré mejor."
"Y mejor aún," dijo Skellum pero su voz sedosa se había vuelto a enfriar.
"Mataste a ese pajarito verrugoso."
"Sí, Maestro."
"Tú lo mataste."
"Sí."
"Lo mataste." La voz de Skellum estaba divagando y Cadenero esperó un
momento antes de aclararse la garganta.
"Sí, Maestro. Yo lo maté."
Skellum negó con la cabeza. "Muy mal. Y te explicaré por qué, pero antes tú
tendrás que explicar primero." Levantó la mirada brillante. "Ja, ja. ¡Tú tendrás que
explicar... Primero!" Y sacudió la cabeza, sonriendo.
Cadenero ya había visto antes a Skellum divagando pero por lo general era
mucho más tarde en la noche cuando sus pensamientos no estaban tan ordenados y su
control comenzaba a debilitarse. Él tomó suavemente la mano de su maestro y le hizo
acercarse un paso hacia adelante, girando su sombrero para que un agujero quedara
sobre el oído de Skellum.
"Maestro Skellum," dijo de manera llana, "ahora deberíamos ir a ver al Primero.
Me tienes que llevar a él."
"¡No toques mi sombrero!" gritó Skellum con un estremecimiento. "¿Eem?
¡Cadenero! Ahí estás." Skellum dio un tirón para soltar su mano y rápidamente
reorientó su sombrero para que pudiera ver a través de los dos ojos. "Tienes razón.
Debemos ir a ver al Primero. Tienes el... eem. ¿Qué es lo que dijiste que tenías?"
"Un tesoro fabuloso."
"¿Y tienes este fabuloso tesoro contigo?"
"Justo aquí."
"Tenlo a mano. ¿Recuerdas la regla más importante?"
"Nadie puede tocar al Primero."
"Muy bien. Y esta noche, joven Cadenero, hay algo más. El Primero está muy
interesado en lo que tienes que mostrarle. En lo que tienes que decir, pero eso sólo
significa que será aún más difícil de impresionar. Si te hubieras encontrado con él en

31
una cena formal y hubieras dicho, 'Ey, mire este fabuloso tesoro’, se lo hubieras vendido
fácilmente. Pero hemos pedido una audiencia especial, un gran inconveniente para un
hombre tan ocupado como él. Nosotros debemos ir con cuidado."
"No hables al Primero a menos que él te hable. Si él se acerca a ti mantente
perfectamente inmóvil. No hagas nada que le pueda molestar y por el amor de Kuberr
no te muevas nerviosamente o te acobardes de él. El último hombre en hacer eso fue
asesinado, reanimado, y colocado en el salón de fumadores durante cinco años, por lo
que los huéspedes pudieron apagar sus cigarros en su frente. Quizás tú desees pasar la
mitad de la década siguiente como un cenicero zombie, pero yo no. Así que por el bien
de ambos, estate quieto y escucha."
"Está bien, Skellum, está bien," farfulló Cadenero.
Los ojos de Skellum volvieron a enfriarse. "'Maestro.' Me llamas 'Maestro.'
¿Cómo me llamaste?"
Cadenero era más alto que su mentor pero Skellum tenía una forma de mirar a
través de los agujeros en el sombrero con sus fríos ojos furiosos que era diez veces más
peligroso que su tamaño.
"Maestro. Lo siento, Maestro."
"Lo digo en serio, Cadenero. Un resbalón y ambos caeremos. Actualmente el
Primero piensa muy bien de mí y me gustaría que siga siendo así."
"Lo entiendo, Maestro Skellum."
Skellum sonrió y le dio una vuelta a su sombrero. Lo detuvo, desenganchó, y lo
puso bajo el brazo con un ademán.
"Entonces, vamos."

* * * * *

Fueron admitidos en la antecámara fuera del estudio del Primero pero no fueron
requisados o atados mágicamente para no hacer daño a su anfitrión como hubiera
pasado con un extraño. Aún así había una docena de personas armadas y monstruos
listos para cualquier contingencia en las cámaras privadas del Primero.
La habitación estaba a oscuras, iluminada sólo por velas negras encima de altos
postes plateados. El Primero estaba parado con los brazos detrás de su espalda en el
extremo más alejado de la habitación debajo de una enorme pintura al óleo de sí mismo
en los trajes formales. Cuatro hombres y cuatro mujeres en blusas iguales se movían
constantemente a su alrededor, traduciendo sus órdenes y sus movimientos en una danza
complicada. Sus asistentes eran los únicos que podían acercarse a él, e incluso estos
mantenían una distancia de seguridad en todo momento para evitar rozarle. Dos de los
ocho tenían la silueta de una calavera grabada de un blanco óseo en la parte delantera de
sus blusas negras. Los otros seis tenían una amarilla mano esquelética. El Primero
levantó los brazos altos y anchos y sus asistentes se desplegaron junto a él y luego se
movieron hacia adelante para interactuar con sus invitados.
"Maestro Skellum," dijo formalmente el Primero. "Cuyo nombre secreto es
Cybariss. Bienvenido."
"La Cábala está aquí, Patriarca."
"Y en todas partes."
La vida de Cadenero se congeló cuando el Primero se volvió y lo miró a los ojos.
Él ya había visto una vez al Primero pero no lo había visto con tanto detalle o en tales
vestimentas. En ese momento llevaba puesto cuero negro, curado y curtido hasta que
fue tan duro como el cristal. Sus ropas parecían recubiertas de una fina capa de aceite,
especialmente en los codos y los hombros. En ese sencillo traje formal, con su cabeza

32
sin adornos, parecía de alguna manera más intimidante de lo que lo era en la pompa de
sus vestidos de galas.
"Aprendiz Cadenero. Cuyo nombre secreto es Mazeura. Bienvenido." El Primero
era viejo, pero no arrugado. Su piel era gris y suave como la piedra.
Cadenero oyó una voz desde muy lejos murmurar: "La Cábala está aquí,
Patriarca," y entonces se dio cuenta de que era la suya.
"Y en todas
partes." Los ojos del
Primero eran de color
blanco lechoso, pero esto
indicaba el aumento de
una habilidad en lugar de
una disminución de una.
Se decía que el Primero
podía ver a través del
alma de una persona tan
fácilmente como podía
hacerlo a través de las
paredes. Los orbes de
color blanco grisáceo se
precipitaron y se
centraron alrededor de la
Patriarca de la
Cabala
habitación.
"Entiendo que tienes algo para mí." El Primero extendió su mano con la palma
hacia arriba desde el otro extremo de la sala y uno de sus ayudantes que llevaba la
insignia de la mano esquelética se acercó a Cadenero. "Lo recogeré ahora, Mazeura."
Los ojos del asistente se vieron blancos y cristalinos cuando el hombre esperó a
recibir el paquete de Cadenero. Este vaciló sólo el tiempo suficiente como para mirar a
Skellum. Había decidido poner él mismo la esfera en las manos del Primero pero
parecía que esas personas eran sus manos. Desató el cordón en su mochila y sostuvo la
esfera con el brazo extendido por lo que esta flotó unos milímetros por encima de su
mano. Luego la esfera voló de la mano de Cadenero a la mano del asistente. El hombre,
aturdido, se giró y llevó la esfera al Primero.
Cadenero no respiró mientras el Primero examinó el orbe.
"Extraordinaria," dijo al fin equilibrándola por encima de su mano derecha y
haciendo un gesto con su mano izquierda. Otros dos de los asistentes de las manos se
adelantaron llevando una robusta caja negra con runas grabadas en una banda alrededor
de la tapa. El Primero colocó la esfera dentro de la caja, cerró la tapa, y murmuró unas
pocas palabras. La cerradura destelló, la costura entre la tapa y la caja desapareció, y los
asistentes se llevaron el cubo sellado.
El Primero se volvió hacia Cadenero. "Notable," repitió y observó al joven con
un dedo tocando el labio superior. "Te haces llamar Cadenero."
"Sí, Patriarca."
"Cadenero. Tienes mi agradecimiento. Tal tesoro, dado gratuitamente. ¿Tienes
alguna idea de lo que es?"
"No, Patriarca."
El Primero se tocó la sien y uno de los asistentes con la insignia de la calavera
dio un paso adelante. "Creo que yo sí."

33
Y al asistente dijo, "Toma nota. Quiero que Cadenero vuelva a reunirse conmigo
cuando nosotros hayamos determinado exactamente qué es su tesoro. Quiero que lo
sepa tan pronto como nosotros." El asistente asintió con la cabeza, se inclinó y dio un
paso atrás.
El Primero miró a Skellum y luego miró fijamente a Cadenero.
"Me pregunto, Cadenero," dijo, "si te hubieras tomado la misma molestia en
llegar a mi estudio si hubieras sabido exactamente lo poderosa que es la esfera. O eres
muy leal o eres muy distraído."
Cadenero sintió un escalofrío correr por su nuca. "Sólo soy tu obediente hijo."
El Primero caminó hasta ponerse detrás de Cadenero, sus asistentes detrás de él.
Algunos de los guardias cambiaron sus posiciones en respuesta al movimiento del
Primero.
"O tal vez," continuó él, "en verdad sabías lo poderosa que era y sabías que era
sólo cuestión de tiempo de que encontrara su camino hacia mí. Así que me hiciste el
favor de traerla directamente aquí."
Cadenero se sintió mareado. Captó la mirada de advertencia de Skellum y se
atragantó con el silencio.
"Traerla directamente aquí," reflexionó el Primero, "y en el camino atacar a uno
de mis hijos, secuestrar mi red de comunicaciones y matar a un oficial de la Orden para
conseguir llegar aquí. Todo esto por algo cuyo valor no podrías estimar con precisión."
El Primero dejó a Cadenero agitándose y con náuseas mientras se deslizaba
hacia Skellum rodeado de un silencioso enjambre de asistentes y guardias.
"Maestro Skellum. Espero que la esfera de su aprendiz sea en verdad muy
valiosa. Quizás nos haya costado mucho."
"Para ser justos, Patriarca," la voz de Skellum fue tan profunda y tan rica como
la melaza, "él sólo mató a la mascota de un oficial de la Orden."
El Primero frunció el ceño. "Una mascota."
"Sí, Patriarca. Quizás haya hablado imprecisamente antes. Mi aprendiz no mató
al oficial sino a su pájaro guerrero."
Cadenero se volvió completamente frío cuando el Primero dio la vuelta y lo
volvió a mirar. El Primero lo miró por un momento con ojos nublados, luego chasqueó
los dedos en cada mano dos veces y se inclinó hacia delante con la mano derecha hacia
Cadenero. Los seis asistentes de las manos se acercaron y empujaron a Cadenero hacia
adelante. Él no ofreció resistencia cuando lo guiaron deteniéndose justo fuera del
alcance del lord de la Cábala.
El Primero se irguió sobre Cadenero y dio un paso más cerca. Su voz fue calma,
apenas un susurro. "Tú sabes lo que hacemos aquí, aprendiz. Al menos estás
familiarizado con el funcionamiento de la Cábala." Cadenero, tan de cerca, pudo sentir
el aura nauseabunda que rodeaba al Primero. Estar de pie en su presencia era como estar
parado en el borde de un pozo sin fondo. También había un olor enfermizo sobre el
Primero. No era un olor desagradable sino más bien el amargo aroma de las cenizas de
la chimenea de una enfermería.
"La Cábala, Aprendiz." Los ojos de Cadenero se clavaron en Skellum, luego de
vuelta al Primero. "Dime ahora lo que hace la Cábala."
"Sobrevivimos," respondió inmediatamente Cadenero. Como cada Cabalista que
había pasado por el programa de adoctrinamiento de la Cábala conocía la rutina de la
pregunta y la respuesta de memoria.
El Primero dio un nuevo paso hacia delante y Cadenero comenzó a sentirse
físicamente mal y él supo que no eran sólo sus nervios. Su garganta y fosas nasales se
estaban volviendo ásperas, como si hubiera estado respirando humo.

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"Sobrevivimos," repitió el Primero. "Nos alimentamos, nos reunimos,
absorbemos."
El Primero esperó y Cadenero terminó la lista por él. "Por la voluntad del
Primero, matamos."
"Por mi voluntad," dijo el Primero, "y sólo mía. Y mi voluntad es no matar nada
a menos que haya un beneficio a largo plazo. Cuantas más personas estén vivas, más
gente hay en las arenas y en las casas de juego. Más clientes para los prestamistas y los
moledores de carne. Tenemos mil usos para las personas cuando están vivas. Sólo uno o
dos cuando están muertas."
"Patriarca, solo era un animal," dijo Cadenero. "Un ave de presa con una correa.
Él le ordenó que me atacara. Yo me defendí."
"Sólo por mi voluntad," repitió el Primero. "Y mi voluntad en todos los casos
que tienen que ver con la Orden es no matar. Estoy muy a gusto con la relación actual
que hay entre nosotros y su órgano de gobierno. Ellos afirman ser la ley, mientras que
nosotros nos conformamos con ser todo lo que está fuera de la ley. Aún cuando ellos
reclutan y convierten cuerpos calientes, nuestros esfuerzos ven ganancias más y más
altas. Ellos suprimen los impulsos más verdaderos de la sociedad y nosotros los
liberamos. Es una situación delicada, una que yo he pasado años creando. ¿Lo
entiendes, Aprendiz?"
"Sí, Patriarca."
"Si va a haber una escalada de hostilidades, será de acuerdo a mi horario y mi
agenda."
"Sí, Patriarca."
El Primero volvió a caminar a su lugar bajo la pintura en el otro extremo de la
habitación. Sus asistentes le siguieron en silencio.
Cadenero exhaló, introduciendo aire fresco en sus pulmones. Se sintió más
fuerte con cada paso que el Primero dio para apartarse de él.
"Skellum," dijo el Primero sonando coloquial, casi informal, "al menos tú dime
que no echaste a perder su muerte."
"No, Patriarca. Como usted me enseñó, capturé la esencia del ave."
"Entonces esto no ha sido una pérdida total. Cadenero."
"¿Sí, Patriarca?"
"Ven aquí."
El Primero extendió los brazos en una amplia acogida con sus asistentes
manteniendo un metro de espacio entre ellos y su persona en todo momento. Cadenero
sabía que Skellum estaría haciendo todo lo posible para que la voluntad de su joven
aprendiz cayera en un estado de calma pero Cadenero quedó abrumado más allá del
pánico. Permaneció callado y quieto como una piedra. El no saber si el Primero lo iba a
recompensar allí y ahora, o lo iba a matar directamente, o le iba a quemar el cerebro y le
iba a colocar una blusa con la insignia de la mano en su espalda, no le hizo ni siquiera
pensar en parpadear.
El enfermizo olor le volvió a golpear cuando el Primero trajo los dos brazos
juntos delante de él. En respuesta, uno de los asistentes de las manos se adelantó. El
sirviente abrazó a Cadenero, casi levantándolo en vilo, y luego dio un paso atrás para
volver a las filas. Otros dos asistentes de las manos hicieron poner de rodillas a
Cadenero, inclinar su cabeza, y pusieron sus manos ahuecadas alrededor de su oreja.
"He dicho que tu esfera es notable," dijo el Primero en un susurro conspirativo
que claramente estaba destinado a que solo lo oyera Cadenero. "Y por lo tanto yo te lo
hago notar."

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"Lo que has hecho es un gran servicio a la Cábala y un gran honor para mí. Te
ofrezco mi mano en señal de gratitud." Uno de los asistentes se adelantó y le tendió la
mano con la palma hacia abajo. Cadenero tomó la mano y la puso en su frente.
"Esta noche serás justamente recompensado por tus servicios y aún más, serás
recordado." El asistente apartó la mano y todos los sirvientes que rodeaban a Cadenero
retrocedieron para dejarle levantarse. "Vuelve a tu cuarto y espera. Me gustaría hablar
con el Maestro Skellum acerca de tu futuro. Él te dirá lo que decidamos. Pero puedes
descansar tranquilo en tu cama pues has hecho un buen trabajo. Cadenero, puedo ver tu
futuro como uno lleno de riquezas y poder." El Primero cruzó los brazos detrás de su
espalda en señal de que la entrevista había terminado.
Un guardia humano le tocó en el hombro y le señaló con su pica.
"El Primero es sabio," dijo Cadenero.
"Larga vida a la Cábala," respondió el Primero.
El cabalista, mientras era escoltado, vio a Skellum sonriendo. Fue guiado hasta
la salida del edificio, más allá de la guardiana de filosas uñas y a la calle exterior.
Cuando su escolta se dio la vuelta Cadenero se introdujo en una especie de
aturdimiento. Palpó su daga, se aseguró para sus adentros de que su saco estaba
finalmente vacío, y desprendió una cadena de un metro con una palabra susurrada y un
brillo de aire. Comenzó a hacer girar la cadena truncada alrededor de sus dedos, uno de
los ejercicios más básicos de destreza que conocía.
Se sintió agotado, pero su cabeza aún estaba zumbando. No podía sentir sus
piernas, sin embargo sabía que podría caminar por kilómetros. Caminó sin rumbo hacia
adelante, girando la cadena mientras vagaba, más rápido y más rápido. La transfirió
fácilmente de mano en mano mientras caminaba y se dio cuenta de que estaba más feliz
de lo que jamás había estado en su vida.

* * * * *

"Creo que él está listo, Skellum. Puedes comenzar."


"Él está listo, Patriarca. Pero yo preferiría tener unos meses más antes…"
"¿Él está listo pero necesita unos meses más? Habla claramente, Skellum."
"Patriarca. Él está listo para comenzar su entrenamiento de dementista. Puedo
tenerlo de vuelta en los pozos en seis meses."
El Primero esperó en silencio y luego dijo: "Estás siendo evasivo, Skellum, algo
que yo te enseñé. Normalmente estaría orgulloso. Pero ahora quiero que llegues al
punto."
"Lo siento, Patriarca. El punto es, que él iba a volver a los pozos. Aquellos que
se alejan de los pozos no suelen ser aptos para cualquier cosa más que para hacer
trabajos de guardia o trabajos que solo requieran sus músculos. Mi método es escoger a
los candidatos más prometedores para mi academia durante el adoctrinamiento de los
iniciados y la mayoría de ellos terminan en los pozos como simples hechiceros de
demencia. Cadenero es capaz de hacer mucho más por la Cábala. El podría ser un
dementista en toda regla."
"Skellum, todo lo que estás diciendo yo ya lo sabía."
Skellum asintió. "Estamos impulsando a Cadenero hacia sus puntos fuertes. No
estoy cuestionando eso. Simplemente me estoy preguntando si lo estamos empujando
demasiado rápido. La formación de un dementista ha roto muchas mentes jóvenes sin
posibilidad de reparación. Ambos tenemos grandes esperanzas para Cadenero.
Simplemente no quiero perder un activo tan valioso después de invertir tanto tiempo y
esfuerzo."

36
El Primero pareció ligeramente divertido, algo que Skellum no había visto antes.
"Lo haces sonar tan clínico, Maestro Skellum. Hechos duros, valores difíciles. Estamos
hablando de tu alumno favorito."
"Patriarca. Sólo estoy tratando de mantener mi vinculación personal con el niño
separada de mi opinión sobre su capacidad."
"¿Y por qué quieres hacer eso? Los negocios son negocios, pero por otra parte,
la familia es la familia."
"Sí, Patriarca."
"Así que dime, Skellum. ¿Por qué quieres esperar?"
"Yo quiero que sea un dementista, no sólo un hechicero de los pozos. Usted
conoce su historia, usted conoce su temperamento tan bien como yo. Si el logra ser un
maestro en las artes de la demencia y regresa a los pozos temo que se vuelva
desequilibrado. Peligroso para sí mismo. Para los demás."
"Pues acabas de describir como son la mayoría de nuestra cosecha actual de
hechiceros de demencia y todos son verdaderamente grandes. No entiendo tu
preocupación."
"A pesar de lo que le hemos hecho recitar, Patriarca, la Cábala se trata de
control. Nosotros acumulamos poder y lo controlamos. Cadenero tiene el potencial de
ser extremadamente poderoso. Ese poder tendrá que ser cuidadosamente supervisado y
moldeado a medida que crezca."
"Maestro Skellum," dijo el Primero. "Eso es exactamente lo que le estoy
proponiendo y lo que hago por el chico."
"Sí, Patriarca." Skellum sabía cuándo abandonar un argumento fallido.
"Skellum," dijo el Primero, "escucha con atención. Soy consciente de tus
preocupaciones y las comparto. El niño es demasiado reactivo, como todos los
veteranos del pozo. Evalúa una amenaza y golpea. Se le tiene que enseñar a pensar antes
de actuar."
"Pero eso, mi hijo, es lo que tu y yo le vamos a enseñar. Imagínate la mezcla
perfecta de luchador de los pozos, dementista, y hechicero. Tener en un solo hombre el
cuerpo de un atleta, la mente de un artista, y los instintos de un guerrero entrenado.
Imagínalo como un campeón del pozo, suministrando a todos los juegos con sólo los
monstruos en su mente. O mentaliza el espectáculo que dará cuando él mismo entre a
los pozos. Y si la Orden declara una cruzada, y los escuadrones de la muerte vuelven a
ser llamados, imagínate lo duro que luchará para defender su hogar y su familia."
"¿Patriarca?" dijo Skellum vacilante y luego soltó: "¿Se están volviendo a
formar los escuadrones de la muerte? ¿Acaso la Capitana Pianna ha violado el
acuerdo?"
"No. Pero su control sobre el poder no es absoluto. Y ninguno de nosotros somos
inmortales." Dijo el Primero sonriendo pacientemente.
"No, Patriarca."
"No te preocupes, Skellum. Comienza la siguiente etapa de la formación de
Cadenero mañana a primera hora. No lo perderemos."
"Y esta noche," continuó, "quiero que tú y él se unan a mí en mi palco privado
para la cena y el evento principal." La voz del Primero, con su rostro lleno del talento
para el espectáculo, se alzó con una apacible anticipación. "Vamos a tener un cuarteto
de guerreros cefálidos de aguas profundas luchando a muerte contra cuatro de esos
bichos voladores Nantuko. El Maestro de los Juegos va a encantar la arena con un
hechizo de anti gravedad que los hará flotar libremente para que puedan quebrarse en
igualdad de condiciones."
"Estaremos allí para el cuerno de apertura, Patriarca."

37
"Extraordinario." El Primero cruzó los brazos detrás de su espalda.
"El Primero es sabio."
"Larga vida a la Cábala."
Skellum fue escoltado de la cámara y se marchó para contarle las noticias a
Cadenero.

Capitulo 4

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La capital sureña del reino del Emperador Mer Aboshan yacía a una distancia
de cuatrocientos ochenta kilómetros y a siete mil metros por debajo de la Ciudad de la
Cábala. La Ciudad de Llawan, construida en el coral luminiscente de la base de un
cañón submarino, había pasado a denominarse así por el nombre de la mujer de
Aboshan cuando esta se retiró de la vida pública y se instaló allí.
La ciudad de la emperatriz en verdad consistía en un solo edificio pero Llawan
la había convertido en la ciudad más grande jamás contenida en una sola estructura. El
arrecife de coral proporcionaba tanto luz natural como formas naturales para muchos de
los residentes e invitados que lo habitaban. Los siervos de Llawan habían extendido
mágicamente el crecimiento natural de los corales en un elegante flujo de nudos y
bultos que se arrastraban subiendo hasta la mitad de las paredes del cañón. Luego de
esto sus artesanos de coral siguieron con el trabajo de ahuecar y reforzar el arrecife en
una enorme serie interconectada de habitaciones y pasillos que servían simultáneamente
como fortaleza, palacio y refugio diplomático. Aunque cualquier habitación interior
podía ser protegida y drenada para el uso de respiradores de aire, los cefálidos como
Llawan vivían en las cámaras sumergidas construidas en las paredes del cañón. Los
huéspedes de la superficie permanecían en las suites construidas específicamente para
ellos en el suelo del cañón.
Los arquitectos de Llawan habían utilizado a pleno el extraño espacio en un
esfuerzo por lograr el gran alcance y la escala que les habían exigido. Los muelles en el
borde del cañón eran lo suficientemente grandes como para recibir tanto barcos
submarinos como criaturas tan grandes como ballenas. Los cuarteles de la Guardia
Imperial situados fuera de la ciudad eran capaces de albergar a quinientos cefálidos que
podrían ser movilizados a la acción en cuestión de minutos. Para las ocasiones más
diplomáticas de la Emperatriz el palacio podía acomodar hasta más de una docena de
dignatarios visitantes y el comedor formal tenía un aforo de más de un centenar.
Llawan, primera hija de una casa noble, había formado parte de un acuerdo para
compartir el poder entre Aboshan, su propio padre, y varios otros cefálidos de alto
rango. Aboshan consiguió el poder político y militar que necesitaba para consolidar su
posición como emperador, el padre de Llawan consiguió el puesto de Tesorero Imperial,
y los nobles consiguieron evitar otra guerra civil económicamente desastrosa. Llawan,
se murmuraba, consiguió su “ciudad-en-un-palacio”.
Esa noche, Llawan nadaba y sonreía alrededor de su suite privada de recámaras.
Los chismes entre su corte en el sur y la de Aboshan en el norte no podían dejar de
comentar sobre su claro modelo de matrimonio, jubilación, y reubicación. A Llawan le
divertían mucho los rumores que la describían como una mujer en una jaula de oro, casi
tanto como los que la describían como una amargada y abatida exiliada. De hecho, ella
misma había hecho circular esas dos historias para mantener a su nombre circulando por
la corte de Aboshan y que no sea olvidado por completo.

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Llawan estaba pensando en su marido el emperador cuando los extraños salieron
nadando de las paredes de su pasillo privado. Sin embargo, ella sólo pensó por un
momento antes de girar en el lugar y volver velozmente por donde había venido. En
realidad no importaba si Aboshan había enviado a los tres cefálidos armados con
tridentes y al enorme hombre-tiburón amarillo que ahora la perseguían. Lo que
importaba era sobrevivir.
Llawan se propulsó a sí misma hacia adelante en una poderosa corriente de
chorros de agua salidos de su cuerpo de octópodo. Sus dos miembros delanteros se
estiraban para jalarse
hacia adelante y dirigir,
mientras que sus seis
miembros secundarios
ondulaban detrás de ella.
Su corona imperial era a
la vez su ornamento y su
casco, protegiendo su
suave cráneo mientras
escindía el agua delante
de ella mientras nadaba.
En distancias cortas, no
había muchas cosas en el
mar más rápido que ella.
El hombre-tiburón era
capaz de darle una buena
caza pero pareció quedar
retrasado por los demás.
Llawan, Emperatriz Cefalida
Sin embargo el pasillo era largo y cada vez que Llawan se detuvo para impulsar
más agua sus perseguidores ganaban el terreno perdido. Dos de los cefálidos lanzaron
sus tridentes y Llawan se congeló cuando las lanzas se enterraron en el coral sobre su
cabeza. Antes de que ella pudiera recuperar su impulso, el tiburón apareció y se aferró
sobre uno de sus tentáculos con sus poderosos dientes afilados.
Llawan no gritó. Enroscó su brazo delantero en torno a los tridentes en el coral,
y, cuando la enorme criatura lanzó su cabeza hacia atrás, Llawan y sus armas fueron
arrastradas fuera de la pared y hacia el centro del pasillo. El tiburón, después de la orden
silbada de uno de los cefálidos, soltó a Llawan y comenzó a nadar a su alrededor en un
círculo cerrado.
"Su emperatriz está bajo ataque," cliqueó ella lo más fuerte que pudo.
"¡Asesinos! ¡Matones!" Luego introdujo sus tridentes prestados en los vacíos ojos
negros del hombre tiburón. El grito de dolor de la criatura vibró contra la piel de Llawan
mientras su eco sonó y resonó en las paredes.
Llawan se propulsó hacia el asesino más cercano mientras la bestia ciega se
agitaba y rugía. Su carga ofensiva sorprendió a su atacante y Llawan envolvió sus
brazos delanteros alrededor de su suave cráneo cefálido. Le dio a la cabeza del asesino
un poderoso estrujón y este quedó fláccido.
El cefálido quedó flotando pacíficamente en el agarre de Llawan. Los últimos
dos asesinos se miraron y luego uno cargó su tridente en el expulsor similar a una
ballesta que portaba el otro.
El tirador ajustó el diente central del tridente para que apuntara a la cabeza de
Llawan. La emperatriz hizo una pausa momentánea, escuchando. Pudo oír a sus

40
guardaespaldas y a la Guardia Imperial acercándose, y el agua a su alrededor comenzó a
girar y batirse. En su voz cliqueante dijo a los asesinos con desprecio.
"Demasiado tarde, cretinos." El remolino a su alrededor se solidificó en un
caparazón duro y transparente, completándose con ojos fantasmales que parpadearon
cuando los tridentes del asesino rebotaron en su superficie. Los defensores escudo de
Llawan finalmente habían llegado. Esas extrañas criaturas se comprometían a ponerse
entre el daño y su emperatriz, y eran capaces de transformar sus cuerpos de carne a agua
a una sustancia más dura que el hielo polar. Los asesinos lanzaron una segunda
andanada de tridentes sobre la barrera inquebrantable alrededor Llawan y la emperatriz
les dio la espalda al mismo tiempo que una docena de delgados cuerpos salvajes
emergieron con una explosión en el pasillo detrás de ella. Los atroces peces se lanzaron
sobre el brazo del asesino cefálido antes de que este hubiera podido volver a apretar el
gatillo y el tridente olvidado cayó directamente al suelo coral.
Cada una de las barracudas de la emperatriz eran dos metros de dientes y
músculos y un instinto asesino en busca de un objetivo al que mutilar. Habían sido
entrenadas para arrancar enormes trozos sangrientos de cualquier cosa a las que ella les
ordenara atacar o que la amenazara. Llawan observó impasiblemente detrás de sus
defensores escudo mientras sus guardaespaldas más agresivos reducían a los asesinos
restantes a carne y nubes de sangre como tinta.
El sobreviviente en su tentáculo se estremeció cuando despertó. Llawan lo
acercó a su rostro, con su duro pico a una estocada de sus ojos.
"¿Qué es lo que quieren?" dijo ella. No esperaba una respuesta de un asesino
profesional pero si era un fanático o un patriota engañado....
Sacudió a su cautivo y detrás de ella oyó a la guardia de palacio lanzándose por
el pasillo. Sus barracudas continuaron peleándose por pedazos del aún jadeante hombre
tiburón.
"Respóndenos."
Los ojos del asesino revolotearon. Luchó por concentrarse, reconoció a Llawan,
y su rostro se ensombreció.
"Te hicimos una pregunta." Dijo Llawan y apretó su agarre. "Dinos."
El asesino mostró un rostro burlón. En una serie de clics y sonidos dijo, "Tanto
tú como Laquatus caerán." Y entonces movió su lengua hacia Llawan el equivalente
submarino a una escupida en el ojo.
Llawan exprimió su cerebro otra vez y miró sus ojos ponerse blancos. Cuando el
capitán de la Guardia apareció nadando en la escena ella hizo un clic y el transparente
caparazón en frente de ella se disolvió y comenzó a reformarse en los cuerpos de sus
siervos. Llawan sostuvo al asesino inconsciente delante del capitán de la Guardia como
una piedra.
"Probablemente no vaya a decir mucho," dijo Llawan, "pero pregúntele
seriamente. Sólo por si acaso."
"Emperatriz," el capitán luchó para saludar y controlar el cuerpo inerte del
asesino a la vez, "¿está bien?"
"Nosotros resistimos. Pero habrá una seria investigación sobre este episodio. Los
tontos serán castigados."
"Sí, Emperatriz."
Llawan hizo un clic para llamar a sus barracudas y estos obedientemente se
trasladaron junto a ella mientras se dirigía a su sala del trono. Su descanso vespertino
había sido arruinado ahora que tendría negocios que no podían esperar hasta la mañana.
Ella mantenía todo el poder que podía tener permaneciendo en la cima de las
situaciones que la envolvían. Sus propios súbditos estaban tratando de matarla y el

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Embajador Laquatus había sido mencionado por su nombre. Si Laquatus estaba
involucrado, Aboshan estaba involucrado. Si Aboshan estaba involucrado, ella no podía
perder la oportunidad de darle una bofetada para volver a ponerlo en línea como el niño
egoísta que era. Aboshan y Laquatus habían hecho tres atentados contra su vida desde
su retiro, todos ellos asuntos a medias como ese. Algunos maridos enviaban regalos a
sus esposas. El suyo enviaba asesinos. Aún así, ella consideraba los intentos más como
recordatorios de mantenerse alerta e informada que reales amenazas de muerte.
La emperatriz necesitaba más información y también necesitaba saber el grado
de participación de Laquatus. Laquatus, el único tritón sobre o alrededor de Otaria, no
estaba vinculado al imperio por la familia o la tradición. De hecho, sus rasgos humanos
reflejaban un marcado carácter humano. Era un político consumado, un conocido
oportunista y ambicioso hasta el punto de la locura.
Llawan necesitaba hablar con alguien que tuviera una mejor comprensión de
cómo pensaba él.

* * * * *

El Imperio Mer rodeaba todo el continente de Otaria y se extendía muy lejos en


las profundidades del océano. Las aguas costeras alrededor de Otaria misma eran
llamadas los bajíos y la Directora Rillu Veza vivía allí en la costa en una zona llamada
Bahía Rompiente.
Veza actuaba en nombre del imperio siendo negociadora, capitana de puerto, e
inspectora de aduanas para todo el comercio entre la fortaleza norteña de la Cábala y el
cuartel sureño del imperio. No era un trabajo que le diera una posición prominente. La
mayor parte del comercio entre Otaria y Mer se movía a través de puertos y almacenes
más al norte, a lo largo de rutas de navegación que estaban mejor protegidas. En opinión
de la propia Veza, ella había sido confinada a una estación de pesaje tan remota por no
haber sido una firme partidaria de la facción del emperador. También creía que estaba a
cargo del depósito de Bahía Rompiente porque estaba capacitada para manejarlo. Su
confortable cabaña junto a la bahía con acceso al mar y a la carretera principal que se
dirigía al pueblo eran la prueba de la aprobación parcial del emperador. Después de
todo, él podría haberla puesto a cargo de un pedazo de roca desnuda completamente al
margen de las rutas comerciales y sin otros habitantes.
Veza dormía en una bañera romana llena de agua de mar. Esa mañana había sido
despertada por un golpeteo insistente en la puerta delantera de su cabaña. Se quitó la
somnolencia y el agua salada de los ojos con una sacudida, se sumergió por una última
bocanada de aire filtrado por sus branquias y luego salió de su bañera.
El cabello de Veza era suave y de un color azul verdoso. Después de un
escurrido rápido que exprimió el exceso de agua dejó que sus trenzas desatadas cayeran
hasta la parte baja de su espalda y tomó una bata impermeable de un gancho. A pesar de
que estaba cubierta de pies a cabeza con brillantes escamas azules ella respetaba las
costumbres de sus clientes unidos a tierra y vestía esa ropa innecesaria en las ocasiones
en que podría encontrarse con ellos.
Todavía se estaba ajustando el vestido y su pelo chorreando cuando llegó a la
puerta. La abrió y encontró un pequeño niño humano mirándola nerviosamente.
"¿Señora Sirena?" dijo el niño.
"Sí." Ella no se estiró para dar la mano hacia el chico ya que este ya parecía lo
suficientemente asustado por sus enormes ojos negros y su piel de escamas. No quería
verle entrar en pánico cuando sintiera sus largos dedos palmeados.

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"Hay un individuo esperando por usted en el agua allí fuera." Dijo haciendo un
gesto vago hacia la bahía detrás de él. "Un individuo pez. Él dice que no puede subir a
la tierra."
"Gracias," dijo Veza. "¿Te dijo lo que él te daría si lo ayudabas?"
"No. Sólo me dijo que debería ayudarlo." Veza pudo notar que incluso ese niño
asustado sabía cuando un trato era injusto con sólo verlo.
"Bueno, creo que lo ayudaste a la perfección. ¿Te gustaría nadar en mi playa
privada hoy? Si vuelves después del almuerzo me aseguraré de que el jardinero te deje
entrar."
"Gracias," dijo el muchacho con tristeza. Por supuesto, pensó Veza, él vive en la
orilla. Un baño en el océano probablemente no sea tan emocionante para él.
Veza tomó una pequeña libreta y una pluma adornada de la mesa del pasillo.
"Así que digamos hoy más tarde, ¿en algún momento después del mediodía? Le diré al
jardinero que espere a dos de ustedes así puedes traer a un amigo. Oh, y recuerda, el
hechizo sólo dura una hora, así que asegúrense de no alejarse demasiado de la costa."
El muchacho pareció confundido. "¿Hechizo?"
Veza sonrió. "Sí, el hechizo de mejora. No sería muy divertido nadar en el
océano si no puedes respirar y ver bajo el agua, ¿verdad?"
El rostro del muchacho se iluminó. "No, señora."
"Después del almuerzo, entonces."
"Sí, señora".
"Y trae a un amigo."
"Sí, señora". El niño se marchó corriendo felizmente, casi saltando por el camino
que descendía hacia el pueblo.
Veza volvió a poner el anotador y la pluma sobre la mesa. No había jardinero así
que no había necesidad de una nota pero siempre había una necesidad de mantener la
dignidad del imperio. Ella misma recibiría al muchacho y su amigo, les mostraría los
lugares de interés sólo visibles por debajo de la bahía, y les haría conocer a algunos de
sus residentes.
Ahora, con respecto a su otro invitado misterioso. Veza cerró la puerta delantera
y caminó hacia la parte trasera de su cabaña. Las aguas de su bahía lamían suavemente
contra el suelo de su sala de estar y ella dejó caer su bata y se zambulló. Nadó bajo sus
propias tablas del suelo y se introdujo en el mar.
El cefálido la estaba esperando a unos cien metros de la orilla. Llevaba un sello
imperial en su solideo y una espada curva en su cinturón. Sus extremidades temblaron
impacientemente mientras paseaba en el agua esperando por Veza.
"¿Eso es lo más rápido que puedes nadar, ‘arrastrador’ de tierra?" se burló él
mirando hacia sus piernas. "He estado esperando una eternidad."
"Mi puerta siempre está abierta," dijo Veza con frialdad. "Y puedo acomodar a
todos los que llaman. Si hubieras sido más valiente podríamos haber comenzado esta
discusión cuando llegaste."
El cefálido gruñó. "No es mi valentía de la que se sospecha, es de tu lealtad.
Anoche nuestra emperatriz fue atacada y apenas escapó con vida."
"Larga vida a la emperatriz," dijo Veza automáticamente. Llawan podía vivir en
el exilio pero ella seguía siendo un miembro de la línea de sangre real y había
formalidades que observar. "¿Nuestra señora está bien?"
El cefálido se movió incómodamente. "Ella resistió. Traigo una pregunta de ella
para ti."
"Estoy lista para escucharla."

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El cefálido arregló sus brazos alrededor de él para flotar más cómodamente.
"¿Eres Veza, Directora de este depósito?"
"Lo soy."
"Su majestad la Emperatriz Llawan desea preguntar si aún mantienes la
habilidad de transformarte entre las piernas de un ser humano y la cola de un pez."
Ahora fue Veza la que se retorció. "Sí," dijo finalmente. "Dile a la emperatriz
que aún lo hago." Siempre que se me lo advierta con mucha anticipación y tenga una
media hora de recuperación, añadió para sus adentros.
"Muy bien." El cefálido tomó una pequeña joya de cristal de la bolsa de su
servicio de mensajería, le dio la espalda a Veza, levantó la esfera sobre su cabeza, y la
destrozó contra su antebrazo.
Un silbido agudo salió de la gema y un arco azul y blanco de energía irradió
hacia afuera, y se marchó de la costa detrás de ellos. Veza observó el avance del arco
haciéndose cada vez más pequeño y más débil hasta que desapareció por completo.
El cefálido se volvió hacia ella. "La emperatriz se pondrá en contacto contigo en
breve." Dijo entregándole un pequeño espejo de mano hecho de un cristal teñido de
azul. "Mantén esto a tu lado hasta que oigas la voz de nuestra Señora. Ella tiene asuntos
urgentes que discutir contigo." Volvió a escudriñar a Veza y deteniéndose de nuevo en
sus piernas agregó: "Y no la hagas esperar."
Luego se marchó en una ráfaga de burbujas y poderosos aleteos. Antes de que
pudiera detenerse a si misma, Veza lo maldijo en voz alta como lo hacían los
respiradores de aire con los que ella pasaba tanto tiempo. El efecto era mínimo bajo el
agua así que quedó instantáneamente avergonzada de sí misma por haberlo intentado.
Enojada, pateó con sus pies palmeados y se dirigió de vuelta a su cabaña.

* * * * *

Tres horas más tarde, Veza dormitaba sobre un montón de papeleo. Las
tormentas de la temporada invernal no habían arruinado el intercambio mercantil como
se había esperado pero la actividad pirata había aumentado bastante con respecto al año
anterior. Por mucho que los números variaran en los cientos de informes que ella
revisaba cada semana, la situación en Bahía Rompiente nunca cambiaba.
Una fanfarria de cuernos comenzó a tocar el tema imperial de Llawan desde
algún lugar de su escritorio.
"Directora Rillu Veza, esté lista," dijo la voz de una mujer sobre las trompetas.
"Su emperatriz le espera."
Veza hizo a un lado los papeles de su regazo de un empujón y recogió el espejo.
"Larga vida a la emperatriz. Estoy a su disposición." Dijo sintiendo una curiosa
ansiedad desinteresada mientras esperaba una respuesta. Ella tenía la misma edad que
Llawan y habían asistido a la misma escuela de formación profesional del gobierno pero
nunca se habían movido en los mismos círculos. Cuando Aboshan se convirtió en
emperador, Veza fue enviada a los bajíos y Llawan se retiró. Desde ese entonces Veza
sólo había oído rumores sobre su ex compañera de clase.
La música de trompetas terminó con una floritura y la voz de la mujer volvió a
hablar. "He aquí, súbdito de Mer, su Emperatriz Llawan."
Llawan apareció en el espejo y Veza inclinó la cabeza. Se preguntó de nuevo por
qué la emperatriz se había molestado en llegar a ese desolado lugar y si ese último
intento de asesinato estaba relacionado con la Bahía Rompiente.
"Somos la Emperatriz Llawan de Mer." La emperatriz estaba, obviamente,
hablando en un espejo como el de Veza porque sólo era visible una pequeña parte de su

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gran rostro. Parecía sospechosa del dispositivo sosteniéndolo con todo su brazo
extendido.
"Emperatriz," dijo Veza, "Soy Rillu Veza, directora del depósito de Bahía
Rompiente, y su humilde servidora."
"Entendemos de que es capaz de caminar sobre piernas." La voz y la imagen de
Llawan se disolvieron en estática cuando ella movió distraídamente el espejo. La
estática se despejó y el ojo de Llawan apareció en el cristal, llenándolo de lado a lado.
"¿Y bien?"
Veza se sonrojó. "Sí, mi emperatriz. Eso es cierto."
"Excelente. Directora Veza, ahora usted escaneará su recámara con el espejo."
"¿Qué? Perdóneme, mi emperatriz, no pude oírle claramente."
"Nosotros no repetimos."
Veza dudó pero luego sostuvo con cuidado el espejo dado vuelta, apuntando
lentamente a todos los rincones de la habitación. Cuando llegó a la pequeña fuente
interior en la pared este Llawan gritó: "Alto." Los brazos de Veza comenzaron a temblar
por haberse detenido en esa incómoda posición.
La corriente de la fuente se congeló en medio del aire y la superficie de su
estanque comenzó a brillar de color blanco plateado. La luz se reflejó en el espejo de
Veza y ella pudo oír a la Emperatriz Llawan en este pronunciando las palabras de un
hechizo que Veza no reconoció. Un zumbido suave e insistente se alzó detrás de la voz
de la emperatriz.
Con un crujido desgarrador, la superficie del estanque se convirtió en un disco
tridimensional de energía. La cresta del solideo de la Emperatriz Llawan rompió la
superficie del disco y su gran cabeza redonda siguió alzándose a través del portal hasta
que esta estuvo físicamente en la habitación con Veza.
Los desorientados ojos de la emperatriz se movieron por toda la habitación hasta
que vislumbró las aguas de la bahía lamiendo el piso de la sala de estar de Veza. Llawan
se arrojó fuera del portal y se introdujo al agua con un chapoteo. Dio media vuelta y
recuperó su porte ajustándose a la temperatura y a la pureza de la bahía. Veza echó un
último vistazo al refulgente portal en la esquina y luego se unió a la emperatriz bajo las
olas.
"Saludos, leal Veza. Debemos hablar de forma rápida y clara, así que escucha
bien. Se pondrá en contacto con el Embajador Laquatus en nuestro nombre. De vez en
cuando él hace uso de un espejo similar al que le dimos. Nosotros le proporcionaremos
los medios para que usted pueda acceder a su espejo. Algo está pasando en las tierras
del norte, Veza, y sus efectos se están sintiendo abajo, incluso en nuestra ciudad. Las
noticias de las costas y los bajíos rara vez se filtran en las remotas profundidades, algo
que ahora remediaremos. El más reciente intento de asesinato fue concebido, planeado y
lanzado cerca, en donde nosotros no podríamos descubrirlo."
"No se preocupe," agregó Llawan, "sabemos que usted es leal al imperio y a
nosotros. Pero hay otros en el norte que no son tan fiables. ¿Ha oído hablar de
Laquatus?"
"Sí, Emperatriz."
"Bien. Entonces su trabajo será saber qué es lo que el embajador está haciendo
en la Ciudad de la Cábala. También queremos saber cómo y a quién lo está haciendo.
No hay ninguna razón para tratar de mantener oculto nuestro interés en esto de él pero
tendrá que disfrazar su verdadera intención. Guíelo a creer que estamos inspeccionando
las rutas comerciales recientemente adquiridas del emperador o que estamos en la
clandestinidad hasta que se elimine la amenaza de asesinato. Le recomiendo que se
presente como mi agente y luego que se haga pasar como un miembro descontento de

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mi corte, perseguida e ignorada como una oruga. Eso apelará al orgullo de Laquatus y
también le dará la ilusión de que podrá explotar algo de usted."
Veza tragó con dificultad. "Sí, Emperatriz."
"Pero deberá utilizar todos los métodos disponibles para descubrir en que anda
Laquatus y cómo está involucrado Aboshan. ¿Entiende?"
"Sí, Emperatriz."
"Nadie sabe que he venido a verle o lo que le he dicho. Si falla o se esfuma usted
será la única que sufrirá."
"Entiendo, Emperatriz."
"Manténganos informados. Esperamos una comunicación regular de usted a
partir de ahora hasta que estemos satisfechos con lo que descubra."
"Así se hará, Emperatriz."
"También será recompensada por su servicio, Veza."
"Gracias, Emperatriz."
"Esta audiencia ha terminado." Llawan tendió su brazo delantero y Veza besó la
punta. Llawan dejó un pequeño pergamino a prueba de agua con su sello en la mano de
Veza y agregó: "Lea el informe de los acontecimientos recientes antes de contactar con
Laquatus. El acceso a su espejo también está escrito en el interior." Veza asintió y metió
el pequeño rollo detrás de la oreja. Llawan agitó su tentáculo descuidadamente por
encima del hombro.
"Ahora usted nos puede conducir de nuevo a nuestra ciudad."
"Emperatriz." Veza nadó hacia arriba y salió fuera de la bahía, parándose entre la
emperatriz y la fuente. La emperatriz se disparó fuera del agua y cayó en los brazos
extendidos de Veza.
El peso y el suave cuerpo de Llawan causaron que esta se extendiera de una
manera bastante indigna pero Veza desvió la mirada y colocó suavemente a su
emperatriz en el portal primero con su cabeza. Llawan desapareció en el portal como
una piedra en un pozo y el disco resplandeciente se cerró detrás de ella.
"No nos falle, Veza," dijo la débil voz de la emperatriz en el espejo. A
continuación el espejo se oscureció y se convirtió en una superficie reflectante
ordinaria.
Veza fue hasta su biblioteca personal para revisar la información en el pergamino
y todo lo demás que ella tenía sobre el Embajador Laquatus. Ella lo conocía por su
formidable reputación pero necesitaría saber mucho más si iba a determinar sus motivos
e informarlos de nuevo a Llawan. Tenía muchas tareas que hacer en Bahía Rompiente y
ahora tenía una que era más importante que todo lo demás combinado.
Un golpe enojado sonó en su puerta principal y Veza maldijo en voz baja
sorprendiendo a sus propios oídos. Recuperó su arrugada bata del suelo y abrió la
puerta. Una mujer humana enojada estaba parada en el vano de la puerta de Veza con el
niño que había acudido a verla antes apretado en su puño.
"¿Usted fue quien amenazó con lanzar un hechizo sobre mi hijo, miserable bruja
del mar?"
Veza fue sorprendida con la guardia baja, pero ella se estaba volviendo
tristemente acostumbrada a ese nivel de discurso.
"¿Qué? Por supuesto que no. Él fue muy amable y servicial con un invitado mío
y yo le prometí una recompensa."
La mujer miró a Veza sospechosamente. "Usted le amenazó con convertirlo en
uno de ustedes." El niño a su lado parecía completamente miserable.
"Sólo le ofrecí dejarle nadar sin trabas en mi playa privada."

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La humana se burló. "Claro que lo hizo. Bueno, gracias pero no. Él no va a venir
por aquí de nuevo y tampoco necesita su tipo de recompensa."
"Lo siento, señora," murmuró el muchacho y la mujer humana le pegó en la
oreja.
"Cállate," le espetó, se volvió y se marchó dando pisotones por el camino de
Veza y arrastrando al chico detrás de ella.
Veza se quedó parada en la puerta abierta durante un minuto hasta después de
que hubieran desaparecido. Entonces sacudió la cabeza, cerró la puerta con suavidad, y
volvió a sus papeles.

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Capitulo 5

El Primero estaba de pie en silencio en una cámara que nadie más que él y sus
asistentes conocían. Miraba hacia un modelo ligeramente detallado de la Ciudad de la
Cábala y sus alrededores, una perfecta recreación en miniatura. El Primero la utilizaba
como una herramienta de organización, una de las muchas que empleaba para hacer que
miles de cabalistas y millones de transacciones trabajaran sin problemas.
Centró sus pensamientos sobre el modelo y dijo algunas palabras en voz baja.
Los edificios del fondo de la proyección se desvanecieron ligeramente dejando una serie
de escuetos puntos de colores que representaban a los individuos que él estaba
interesado en seguir.
Dos pequeños puntos negros esperaban en el campo de pruebas de la academia
de dementistas de Skellum, representando a Cadenero y al mismo Skellum. El
Primero notó con algo de satisfacción que la pareja seguía entrenando duro, incluso con
el progreso que Cadenero ya había hecho. El muchacho estaba demostrando ser capaz
de todo lo que el Primero tenía en mente para él.
Un pequeño punto azul merodeaba alrededor de la costa justo en las afueras de
las murallas de la ciudad donde el Embajador Laquatus maquinaba y conspiraba. El
embajador interesaba y divertía al Primero. Laquatus podía haber dominado las mareas
cambiantes de la diplomacia pero su pueril auto-interés le hacía tristemente predecible.
Además, el tonto egoísta parecía pensar que en verdad podía guardarle secretos al
Primero en el corazón de la ciudad más grande de la Cábala.
Un pequeño grupo de puntos blancos se acercaba desde las llanuras más allá de
la puerta principal. El Teniente Kirtar de la Orden venía a hacerle una visita, ¿o tal vez
la Capitana Pianna misma? Sin importar cuál de sus nobles héroes vinieran, el tesoro
hallado por Cadenero había significado el final de la agradable relación de la Cábala con
la Orden. El Primero pensó de sí mismo principalmente como un animador. Mientras
que él era lo suficientemente pragmático como para aceptar la reanudación de las
hostilidades, el anfitrión que había en él lamentó la pérdida de los recursos que serían
gastados en un conflicto destructivo en lugar de en un espectáculo constructivo. Por
último, y más interesante, un único punto rojo se dirigía hacia la ciudad proveniente de
las Montañas Párdicas al sureste. Ese punto brillaba intensamente en comparación con
los otros. El Primero manejaba la mejor red de espías e informadores en o alrededor de
Otaria, sin excepción. Sabía quién era ese punto y lo que representaba para sus planes
de la Cábala. El Primero sonrió.
Comparó las distancias relativas entre los diferentes puntos y los pozos de la
Ciudad de la Cábala. Dentro de un día o dos todos los jugadores estarían reunidos. Se
llevó un suave dedo gris a la sien y un asistente del cráneo dio un paso adelante desde la
oscuridad. "Tráeme a Skellum y al niño," dijo. A veces, pensó el showman en él, lo

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mejor que se puede hacer con una cosa que todos quieren es tirarla al aire y gritar,
"¡Agárrenla!"

* * * * *

Después de cuatro meses en ella, Cadenero había llegado a odiar la habitación en


la academia de Skellum que había sido diseñada para recrear a los pozos. No era ni de
lejos tan grande y tampoco había cientos de espectadores sedientos de sangre gritando
por muerte y carnicería pero era lo más cercano a la perfección que una recreación
podía llegar a ser. Desde el negro piso de piedra hasta las antorchas fijas e
inextinguibles y las barreras de madera con púas que protegían a las multitudes,
Cadenero tenía que concedérselo a Skellum: el viejo tenía un ojo para los detalles.
El había tenido muchas oportunidades para examinar los detalles ya que durante
interminables semanas Skellum había llenado los días de Cadenero con técnicas de
respiración y meditación, y discursos extremadamente aburridos acerca de la historia de
la Cábala y el papel de los dementistas en ella. Después de la primera semana Cadenero
le había comentado a Skellum de la monotonía de la rutina. Skellum hizo girar su
sombrero y dejó a Cadenero solo en la habitación con una arpía de dos cabezas y una
babosa de veintitrés kilos que chorreaba ácido. Desde ese entonces Cadenero no se
había vuelto a quejar.
Ese día, Cadenero se animó porque Skellum había llegado portando una jaula de
peltre de veinte centímetros. El artilugio en forma de cilindro era articulado en el centro
y tenía una espesa ranura en la parte superior. Cadenero lo miró con avidez. Era la
primera cosa nueva que había visto en semanas. Quizás Skellum le dejaría hacer algo de
verdad.
"Hoy es un gran día," dijo Skellum. Sacó una gruesa moneda de carbón y un
fósforo de su morral. Golpeó el fósforo contra su pulgar, lo sostuvo bajo la moneda
hasta que el borde brilló rojo, y luego dejó caer el disco de carbón en la ranura en la
parte superior de la jaula.
"Toma." Dijo Skellum lanzando la jaula a Cadenero. Cadenero la atrapó con
cautela y la arrojó de mano en mano hasta que estuvo seguro de que estaba fría al tacto.
"Únela a tu cadena y déjala en el suelo," dijo Skellum. Extendió su capa con
ambos brazos y con gracia se sentó en una posición con las piernas cruzadas.
Cadenero soltó un metro y medio de la cadena, sostuvo el extremo más cerca de
la jaula cilíndrica y susurró: "Unión." El aire brilló y la jaula de peltre se adhirió a su
cadena de metal negro como si hubiera sido forjada allí.
"Ya te he hablado de nosotros, los dementistas," dijo Skellum. "Somos los
favoritos del Primero. Trabajamos y dormimos en lugares que reducirían a seres más
inferiores a una balbuceante histeria. Transitamos por caminos que convertirían los pies
de otros en cenizas. Viajamos a voluntad a las costas de las pesadillas, y no sólo
regresamos sino que además lo hacemos trayendo prisioneros. La Cábala sirve a Kuberr
por un propósito y nada menos que el mismísimo Primero lo ha confirmado, los
dementistas somos parte de ese propósito."
Cadenero se encogió de hombros. "Sí. Tú ya me has dicho estas cosas."
"Y también te he dicho acerca de los caminos que transitamos. Cómo algunos
vendan sus ojos y tapan sus oídos con el fin de encontrar un camino. Y otros van sin
comida, ni agua, o aire hasta que sus pies encuentran el camino. Y algunos se vuelcan a
las bebidas alcohólicas, o a las drogas, o a las velas del hipnotizador para poder dejar
este mundo atrás y encontrar el mundo interior."
"Así me has dicho, Maestro Skellum."

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"Pero yo no te he dicho por qué yo soy el maestro. Por qué mi servicio a la
Cábala yace fuera de los pozos. Por qué estoy altamente calificado para ayudarte a
encontrar tu camino."
"No es necesario," dijo Cadenero con cuidado observando el rostro impasible de
Skellum. "Tú eres mi maestro. Yo soy tu discípulo. Guíame y yo te seguiré."
Skellum sonrió, le dio a su sombrero un giro lúdico, y dejó un agujero en el
frente de su cara después de exactamente una revolución. Metió la mano en su morral y
sacó una polvorienta moneda roja del grosor de un dedo.
"Pon esto en el incensario." Dijo mostrándole el disco rojo a Cadenero. "Es
Sangre de Dragón. No la verdadera sangre de las venas de un dragón, por si quieres
saberlo, sino una resina que llamamos Sangre de Dragón."
"¿Por qué?"
"Sobre todo porque es roja y apestosa. Toma."
Cadenero recogió el disco y lo dejó caer en la ranura. Hubo un siseo y
chisporroteo y luego un fragante humo comenzó a derramarse entre los barrotes de la
jaula de peltre.
"Si lo colocas en un carbón caliente," dijo Skellum "produce un fuerte olor y un
humo espeso. Bastante humo espeso, en realidad."
Cadenero asintió con la cabeza pero la niebla asfixiante del incensario le picó
sus ojos y le tapó sus pulmones.
"¿Sigues oyéndome, alumno?" La voz de Skellum fue clara pero Cadenero no
pudo precisar su dirección.
"Sí, Maestro."
"Bien. Haz girar el incensario en torno a tu cadena. Estoy a unos dos metros de
distancia de ti a nivel del suelo. Asegúrate de no pegarme con ello. Cuando logres un
espacio libre a tu alrededor en el que puedas respirar di: 'Listo'. Mientras tanto, te
contaré acerca de Cateran."
Cadenero tosió. "Entiendo, Maestro." Recogió el incensario, lo lanzó al espacio,
y empezó a darle vueltas alrededor de su cabeza.
"Cateran," en ese momento la voz de Skellum retumbó con eco en el humo a
unos dos metros a la izquierda de Cadenero, "fue uno de los más grandes. Un
dementista extraordinario. Antes de que nacieras, antes que yo naciera, tal vez incluso
antes de que naciera el Primero. La Cábala está aquí, Cadenero, y algunos dicen que
siempre lo ha estado. Hay muchas más historias sobre sus primeros días de las que tú o
yo alguna vez vayamos a oír."
Cadenero tenía el incensario girando con facilidad y estaba creando poco a poco
un ciclón en miniatura de humo de Sangre de Dragón con él en el centro.
"Todavía estoy esperando escuchar esta."
Skellum suspiró. "Muchacho detestable." Cadenero giró el incensario unas
cuantas veces más y luego gritó cuando Skellum lo golpeó en la punta de la nariz con un
disco de carbón de repuesto.
Skellum continuó. "Cateran era un invocador. Era tan bueno en eso que él podía
amenazarte con un monstruo y hacer que apareciera entre las letras de la última palabra
que decía."
"¿En qué era bueno? ¿En grandes cosas aterrorizantes o en un montón de
pequeñas cosas filosas?"
"En ambas y más. Hay una vieja leyenda que dice que en una de las vísperas de
ninguna luna él acudió sólo a los pozos y no salió hasta la siguiente, un mes más tarde.
Debió haber sido un hombre sorprendente. Una lista inagotable de ferocidad, tamaño,
variedad, todo ello de un momento a otro."

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"Entonces, ¿qué le pasó a este héroe dementista? ¿Acaso conoció a alguien
finalmente mejor que él?"
"Por supuesto que no."
"Pero esa es la regla. Así es como funciona en los pozos."
"Cateran no murió en los pozos." Skellum sonó herido, casi ofendido. "Algunos
dicen que Kuberr lo recompensó y él ahora está sentado al lado de nuestro dios sobre
una montaña de marcadores de oro y plata. Otros dicen que Kuberr recompensó a
Cateran con todo un mundo en el que infiltrarse y colonizar en nombre de la Cábala. Y
algunos de nosotros dementistas piensan se volvió demasiado bueno, que se encontró
tan cómodo en su propio espacio de demencia que simplemente se olvidó de volver."
"¿Y usted qué piensa, Maestro?" Preguntó Cadenero respirando hondo. "Yo
también estoy listo, por cierto."
"Excelente." En ese momento la voz de Skellum vino desde el suelo a la derecha
de Cadenero aunque él no había escuchado el movimiento de su mentor. El cabalista se
preguntó si el viejo había estado haciendo girar su sombrero mientras hablaba. Era
posible que Skellum estuviera otra vez hablando desde el interior de la cabeza de
Cadenero.
"Yo pienso," dijo la voz de Skellum directamente enfrente de Cadenero, "que los
Cabalistas nunca llegan a quedarse sentados sobre grandes montones de dinero, incluso
en el paraíso. Y pienso que si le das a un dementista su propio mundo él se olvidaría por
qué razón se lo diste y pasaría todo su tiempo jugando con este."
Cadenero mantuvo girando el incensario e investigó el humo en busca de
Skellum. "¿Y que si está perdido en el lugar en el que uno va a buscar monstruos?"
"Eso no lo sé, Cadenero. Pero juntos tal vez podamos averiguarlo." La mano de
Skellum tapó los ojos de Cadenero por detrás y este pudo sentir palabras susurrantes
silbando en su oído. "Vayamos a ver."
Cadenero oyó una explosión ensordecedora y cayó hacia adelante sobre su
rodilla. Luchó por mantener el incensario girando y lejos de Skellum pero el anciano
pareció ingrávido mientras mantenía su mano presionada fuertemente sobre sus ojos. A
estas alturas el balanceo del incensario, a pesar del ángulo, debía haber golpeando
contra el suelo de piedra pero continuó girando libremente.
"Mantén tus ojos cerrados. Párate derecho. Mantén girando el incensario."
Cadenero enderezó la espalda y realineó el incensario. "Estoy tratando, maldita
sea."
"No vuelvas a hablar. Y mantén los ojos cerrados." La mano de Skellum se
apartó de la cara de Cadenero y el joven estudiante hizo lo que se le dijo.
"¿Qué oyes?" Preguntó Skellum.
Cadenero escuchó. "Suena como si estuviéramos afuera o en una habitación
realmente grande. Una habitación vacía. ¿Estamos en los pozos?"
"¿Qué hueles?"
Cadenero olfateó. "Sangre de Dragón. Y... ¿árboles muertos? Mantillo. Aceite de
lámpara. No lo sé, un montón de cosas."
"¿Qué ves? Mantén los ojos cerrados."
"¿Cómo quieres que…?"
"Cállate y dime lo que ves. Ahora."
"Estamos en las salinas," dijo Cadenero al instante. "Es la estación seca por lo
que el terreno es duro. Hubo un incendio recientemente y toda la vegetación está
quemada y negra."
"¿Y qué me dices del cielo?"

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"Está por caer una tormenta. Es mediodía pero no hay sol. Las nubes son espesas
y pesadas y oscuras. Quieren hacer llover. Están estallando por ello pero no pueden.
Todo lo que pueden hacer es centellear y tronar."
"¿Hay alguien más aquí a parte de nosotros?"
Cadenero centró todos sus sentidos disponibles en el espacio a su alrededor.
"Nadie," dijo.
"Mantén girando el incensario. Abre los ojos."
El cielo era tal cual Cadenero había imaginado pero el paisaje era todo de
piedras grises y dentadas en lugar de un pantano negro y arruinado. Skellum estaba a su
izquierda sentado con las piernas cruzadas en el suelo. Su sombrero estaba en
movimiento pero desacelerando. El incensario giratorio creaba un anillo de tres metros
de humo perfumado con Cadenero y Skellum seguros en su centro.
Afuera del anillo había mil horrores babeantes. Se agrupaban y empujaban unos
a otros para tener la oportunidad de mirar directamente al círculo de protección.
Producían un coro de impíos gruñidos, aullidos y gritos a medida que competían por
una posición. De vez en cuando uno arremetía contra su prójimo y estallaba una
violenta escaramuza pero había demasiados de ellos como para conseguir empezar un
buen combate cuerpo a cuerpo. Además, estaban demasiado ocupados babeando y
mirando de reojo a Cadenero haciendo caso omiso de Skellum.
"Bienvenido. Estas son mis pesadillas." Dijo Skellum.
Cadenero se aclaró la garganta. Un insectoide cuya cabeza era todo un ojo
compuesto y una filosa mandíbula le estaba mirando con avidez.
"He visto cosas peores," dijo él.
"Pero no todas a la vez," dijo Skellum. "Y no todas esperando aquí, sólo para ti."
Cadenero se aclaró la garganta. "Está bien. Me ha embromado." El giró el
incensario y por primera vez se preguntó cuánto tiempo más podría mantenerlo girando.
"¿Maestro Skellum?"
"¿Sí, Cadenero?"
"Perdóneme, pero... ¿Me puede decir por los Nueve Infiernos qué es este lugar?"
Skellum sonrió. "Te lo acabo de decir."
"Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?"
"Yo vengo aquí casi a menudo."
"Está bien. ¿Cómo he llegado yo hasta aquí?"
"Yo te he traído. Es por eso que soy el Maestro Skellum. Mi camino hacia este
lugar es lento pero seguro. No soy muy bueno en los pozos sin un compañero porque
me toma mucho tiempo ponerme en marcha. Pero las criaturas que produzco son
excepcionalmente estables y fuertes. Y detalladas, según creo yo. Mira, ahí está mi
grendelkin." Dijo Skellum saludando alegremente a la colosal bestia rondando el
perímetro del círculo del incensario. "Además," su voz se puso seria, "puedo traer a
otros conmigo cuando vengo aquí."
"Otros alumnos."
"En ocasiones. Y a veces, a gente que no me agrada."
Cadenero estaba investigando a la multitud de monstruos y escogiendo los que
más le interesaría tener a su lado en los pozos y a aquello con los que menos le gustaría
combatir.
"¿Acaso yo voy a ser capaz de producir tales criaturas?"
Skellum rió. "Eso espero. Pero estos son míos, creados a partir de mis recuerdos
y mi mente. Tu espacio de demencia está vacío. A partir de mañana empezaremos a
llenarlo."
"Ahora," dijo Cadenero. "Llévame allí ahora."

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Skellum frunció el ceño. "No. Mañana. Ya es bastante peligroso aquí dentro y
eso que estoy parado a tu lado. Si esa cadena deja de girar ellos nos atacarán en masa
sin dudarlo. Yo creo que podría salir pero tú quedarías atrapado aquí. Luchando para
siempre en las partes más oscuras de mi cerebro hasta que yo lograra sacarte. Y aun así
no serías tú. Serías una sombra del Cadenero que conocí y entrené, una forma real sin
una sustancia real. Una marioneta a mi voluntad."
"Entonces sácame de tu espacio e introdúceme en el mío. Si está vacío no puede
ser…"
"Cadenero," dijo Skellum severamente, "no. Confía en tu mentor, muchacho." El
se puso de pie, agachándose para evitar la cadena sobre su cabeza, se movió detrás de su
pupilo y volvió a cubrir los ojos del muchacho.
"Cierra los ojos," le indicó, "y cuando yo lo diga comienza a aminorar la
velocidad del incensario y a tirar de el ¿Listo?"
"Listo."
"Ahora."
En ese momento la explosión y el dolor interno fueron más suaves en Cadenero.
Los ruidos de los horrores se detuvieron de repente y el cabalista sintió cambiar la
presión a su alrededor. Entonces supo que estaba de vuelta en el facsímil del pozo
dentro de la academia de Skellum.
Skellum apartó la mano y dijo: "Abre los ojos y toma el incensario." Cadenero lo
hizo notando que la jaula de peltre todavía estaba fría al tacto y que el humo había
mitigado a algunos penachos finales.
"Mañana," prometió Skellum y tiró su brazo arriba y sobre el hombro de
Cadenero. Cadenero dio un paso hacia delante y sus piernas se doblaron. Sintió frío,
mareos y estuvo al borde del vómito. Cayó pesadamente contra Skellum que se rió
mientras sostuvo a su alumno.
"Todo esto necesita más de ti de lo que crees," dijo Skellum. "Sobre todo al
principio." Skellum era físicamente más fuerte de lo que parecía, pensó Cadenero
mientras su mentor lo llevó hacia la puerta entre arrastres y empujones.
Antes de llegar a esta alguien golpeó alto y con fuerza. "Maestro Skellum," dijo
una voz. Skellum puso de pie a Cadenero y lo mantuvo allí con una mano mientras abría
la puerta con la otra.
"¿Sí?"
Uno de los asistentes con la insignia del cráneo del Primero estaba en el pasillo
junto con la mujer guerrera que había admitido a Cadenero y a Azza a la mansión cuatro
meses atrás.
"Hola, Deidre," dijo Skellum a la mujer. "¿Todavía en servicio para la casa,
hermana menor?"
"Sí, Maestro Skellum," dijo Deidre. Y luego, por encima de su hombro,
"Cadenero."
Cadenero saludó débilmente con los ojos entrecerrados y una sonrisa agotada.
"El Primero requiere al Maestro Skellum y al alumno Cadenero en sus
habitaciones." Los ojos del asistente del cráneo estaban desenfocados y habló en un
patético tono monótono que a Cadenero le irritó. "Inmediatamente."

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Capitulo 6

El Embajador Laquatus se empapó en un baño caliente. El disfrutaba del vapor


y las burbujas pero siempre mantenía un ojo en el cronómetro al lado de la bañera. Los
moradores del océano como él estaban formados para sobrevivir en el frío extremo de
las aguas profundas pero normalmente no se les exigía hacer frente a las altas
temperaturas. Para Laquatus la sensación de un spa de agua caliente valía tanto la pena
como para arriesgarse a ser cocinado vivo si se quedaba demasiado tiempo. Se
enorgullecía de disfrutar de tanta cantidad de lujos de la superficie como podía, aún
cuando fueran potencialmente dañinos.
Sonrió y se corrigió: especialmente cuando eran potencialmente dañinos. En
todas las profundidades del océano y todas las naciones de la tierra, él era único. No
había fronteras para alguien como él, no había límites excepto por los que él mismo se
imponía. Laquatus parecía bastante humano en su forma con piernas. Era de dos metros
de altura y atractivo, con dos pequeños cuernos en las sienes que él había ornamentado
de plata. Afirmaba que los rudimentarios cuernos eran una muestra de su sangre real así
como su muy claro color de piel y su suave, casi invisible, textura de escamas. Sin sus
adornadas túnicas y sus cuernos Laquatus podría pasar perfectamente por un respirador
de aire normal.
Con una orden mental Laquatus cambió de su forma de piernas a la de con cola
en una ráfaga de arcana luz azul y espuma de mar. Ahora, de casi tres metros de largo,
tuvo que doblar la mitad inferior sobre sí mismo para encajar en el spa. Flexionó
suavemente sus músculos, con sus escamas brillando, y se sumergió para respirar
dificultosamente el agua caliente. Aunque pasaba casi todo su tiempo caminando y
hablando con humanos todavía necesitaba mantener su piel húmeda en todo momento y
pasar unas cuantas horas a la semana en su forma de navegación marítima.
El temporizador al lado de la bañera sonó y Laquatus cambió de nuevo a su
forma de piernas haciendo una señal a sus siervos. Dos hombres de rostros cetrinos
vestidos con monótonas ropas campesinas se acercaron y le ayudaron a salir de la
bañera. Uno le enfrió con una enorme y húmeda toalla púrpura, y el otro envolvió una
túnica sobre los hombros del embajador.
"Pueden irse," dijo Laquatus y los humanos se marcharon con sus cabezas bajas.
Turg, el guardaespaldas y campeón del embajador, roncaba ruidosamente en el
suelo de la habitación de al lado. El enorme anfibio había ganado cuatro luchas
consecutivas en los pozos esa tarde y luego se había alimentado durante el banquete

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posterior a los juegos. El apetito de Turg había quedado completamente saciado entre la
montaña de comida que les habían proporcionado sus anfitriones de la Cábala y las raras
partes de los cadáveres de uno o dos de sus rivales. Laquatus se extendió con su mente,
confirmando que Turg estaba simplemente dormido y no en estado de coma, y luego
dejó descansar a la rana gigante. El más leve de los sonidos u olores, el más simple
susurro de los pensamientos de Laquatus, y Turg se volvería tan despierto y tan
peligroso como siempre. Laquatus había pasado años desarrollando y fortaleciendo la
relación maestro/esclavo con Turg, y a pesar de que la gran rana aún conservaba
demasiados de sus propios impulsos primitivos era incuestionablemente leal y casi
perfecto en su obediencia.
Laquatus oyó un tono desconocido y una extraña voz llamando su nombre desde
algún otro lugar en la habitación. Turg respondió instantáneamente a la confusión de
Laquatus y rodó sobre sus enormes patas palmeadas quejándose airadamente. Laquatus
le hizo un gesto para que se alejara y le ordenó que estuviera listo. Luego fue en busca
de la fuente del sonido.
En un baúl que guardaba su traje formal encontró el espejo imperial que la
Emperatriz Llawan le había dado tocando una fanfarria lírica que anunciaba el rango y
la posición de quien fuera que lo estaba usando. Para Llawan tocaba el tema imperial.
Para Laquatus utilizaba una pieza que él mismo había escrito. Para esa misteriosa nueva
persona tocó un aria de flautas muy poco impresionante.
"...llamando al Embajador Laquatus. Esta es Rillu Veza, Directora del depósito
de la Bahía Rompiente, llamando al Embajador Laquatus. ¿Está ahí, Embajador?"
"Este es Laquatus," habló el embajador desde varios metros atrás con el espejo
aún oculto en el interior de su baúl. Notó que era la voz de una mujer y dijo: "Y este es
un canal privado. No trate de volver a contactar conmigo."
"¿Embajador? Tengo información y una solicitud, de la Emperatriz Llawan."
Laquatus hizo una pausa. Por supuesto. Si alguien nuevo estaba utilizando el
espejo de Llawan la emperatriz le debía haber dado instrucciones para hacerlo.
"¿Cómo sé que Llawan le envió?" Laquatus se quitó el manto púrpura y hurgó
en su armario por una vestimenta más fina. Turg olfateó amenazadoramente el baúl con
el espejo en el y Laquatus lo hizo agacharse con un pensamiento.
"Nuestra señora me dio el acceso a su espejo, Embajador." Dijo Veza. "Ella se
encuentra actualmente en la clandestinidad después de otro intento de asesinato y me ha
pedido que entre en contacto con usted en su nombre. ¿Hablará conmigo?"
Laquatus chequeó su reflejo en el espejo de cuerpo entero. Pulió un punto de
condensación de la gorra plateada de su cuerno, envolvió el metro final de seda azul
alrededor de su cintura, y lo ató con fuerza. Luego recogió el espejo.
"¿Intento de asesinato?" dijo con urgencia. "¿La emperatriz está bien?" En el
espejo, Veza de Bahía Rompiente saltó ante su repentina aparición.
"Sí, Embajador. Está bien. Pero está muy, muy preocupada."
Debería estarlo, pensó Laquatus. El mismo había gastado un montón de dinero
de Aboshan para contratar a los asesinos aunque en realidad los había contratado para
desfigurar a Llawan en lugar de matarla. Laquatus había encontrado que la emperatriz
era aún demasiado útil para descartarla pero también la quería asustada y centrada en
Aboshan.
Veza era bonita, pensó Laquatus, pero no hermosa. Sin embargo, era una
cantidad desconocida y por lo tanto interesante. Demasiado lejana para afectar sus
pensamientos, demasiado desconocida para medir sus intenciones. Laquatus olfateó.
Llawan debía estar desesperada para haber tenido que acudir a funcionarios de bajo
nivel que le hicieran su espionaje por ella.

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"¿Quiénes fueron los asesinos? ¿Alguno de ellos escapó?" Laquatus esperó que
no. Los supervivientes querrían que le pagaran el saldo de la cuota.
"No. La guardia de la emperatriz la protegió." El rostro de Veza se nubló. "Sin
embargo ella está preocupada por los acontecimientos sobre Otaria. Las nuevas rutas
comerciales de Aboshan no han sido bien recibidas por todos. Hay algunos en las
profundidades y en especial en la superficie que se sienten engañados y Llawan teme
que ella esté siendo convertida en un blanco por su frustración con el imperio en su
conjunto." El paisaje detrás de Veza rodó vertiginosamente cuando ella se sentó con el
espejo en la mano. "Yo misma he recibido una serie de quejas incluso aquí en Bahía
Rompiente."
"¿En serio?" Veza estaba distraída y buscando en un papeleo así que Laquatus
fue libre de mirarla fijamente. "Justamente yo estaba discutiendo de las rutas
comerciales con un sindicato de mercaderes de la Cábala. He hecho un gran progreso en
nombre del imperio en las casas tanto de la Cábala como de la Orden. Sería un crimen si
mi trabajo en nombre del imperio resultara deshecho por un violento grupo dividido de
intolerantes cefálidos en casa."
"Por supuesto, Embajador. Es precisamente ese tipo de esfuerzo lo que necesita
Llawan."
La mente de Laquatus corrió. ¡Ella acababa de sentarse desde una posición de
pie! Veza de repente se había vuelto mucho más interesante para él.
"Directora," dijo Laquatus, "permítame felicitarla."
"¿Embajador?"
"Sé lo difícil que es para un no-cefálido lograr algún tipo de avance en Mer.
Ellos son un pueblo chapados a la antigua, no dados fácilmente a los cambios. Usted
debe ser muy hábil en su posición."
Veza parpadeó. "Gracias, Embajador. Pero yo…"
"Creo que deberíamos conocernos en persona, querida. Hay mucho de lo que
tenemos que discutir por el bien del imperio."
"Por supuesto, Embajador. Cuando podemos…"
"Yo siempre estoy al servicio de la emperatriz." Echó un vistazo a Turg y pensó:
‘Gruñe’.
Turg dejó escapar un fuerte estruendo semi-rugido que a Laquatus causó una
mueca de dolor.
"Disculpe, Directora, pero tengo una cita programada, y mi cliente acaba de
llegar. Le ruegue excuse a este humilde diplomático. Le juro que me pondré en contacto
con usted tan pronto como haya organizado nuestro encuentro."
Por primera vez desde que había tomado el espejo la expresión de Veza fue
menos que amable. Ella parecía estar mirándolo como si lo viera con claridad por
primera vez, midiéndolo como un potencial aliado o adversario.
"Gracias, Embajador.
"Gracias, Directora."
"Espero poder contar con usted para que me ayude. Ambos estamos en una
posición privilegiada para ayudar a la emperatriz, al imperio, y a nosotros mismos."
"Nada me complacería más. Voy a hacer algunas preguntas y haré arreglos para
un tiempo y un lugar en los cuales compartir mis hallazgos con usted." Siempre y
cuando, pensó Laquatus, eso sirva a mis necesidades y que no haya mandado matarles a
usted o a la emperatriz para ese entonces. "Como he dicho antes, por el bien del
imperio."
"Larga vida al imperio. Esperaré su notificación, Embajador. Puede contactar
conmigo en cualquier momento, día o noche, en este espejo."

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"Muy bien. Yo, en cambio, no estaré disponible. Tendré que ponerme en
contacto con usted. Podría ser cuestión de horas o unos días. Pero me pondré en
contacto con usted."
Veza frunció el ceño. "De acuerdo. Hasta entonces, Embajador, tiene mi
agradecimiento y los de la emperatriz."
"Larga vida al imperio," dijo Laquatus. Tocó una joya en el mango del espejo y
la visión se quedó en blanco. Turg eructó ruidosamente y Laquatus murmuró: "Vuelve a
dormir," por lo que la gran rana volvió a rodar felizmente de costado.
Laquatus puso el espejo de vuelta en el baúl y lo cerró a cal y canto. Más tarde
podría pensar en donde tener una reunión clandestina con Veza y qué tipo de
información errónea alimentar a la emperatriz. A pesar de lo intrigado que estaba por
haber visto a otro tritón igual a él ese momento él necesitaba encontrarse con sus
anfitriones de la Cábala y hacer arreglos para una cita con el Primero.
Los espías de Laquatus en la Cábala le habían dicho que un artefacto de inmenso
poder había sido recuperado y llevado con seguridad a la ciudad. Laquatus había sentido
él mismo la presencia del artefacto pero no había podido determinar que era o dónde
estaba exactamente. Sin embargo, según sus fuentes en la Orden, adeptos de alto nivel
de todas las clases estaban siendo atraídos por el artefacto como tiburones a un pez
sangrando.
Laquatus sintió crecer una oportunidad y estaba decidido a sacar el máximo
provecho de ello. Los artefactos poderosos y en funcionamiento eran casi imposibles de
encontrar en esos días, y si éste era tan impresionante como parecía, entonces Laquatus
lo reclamaría en el nombre de Aboshan. El emperador lo usaría para consolidar su
control tanto sobre los mares alrededor de Otaria como sobre el propio continente. A su
vez, Laquatus también utilizaría el artefacto para fortalecer su control sobre Aboshan. Él
continuaría, como lo había hecho durante los últimos años, suplantando al asqueroso
emperador un paso a la vez, pedazo por pedazo, hasta que no hubiera más necesidad de
Aboshan, su mujer exiliada, o cualquiera de sus indiscretos, espías, funcionarios de bajo
nivel.
Laquatus se quitó la bata de seda azul y comenzó a rebuscar por algo más
deslumbrante. Pediría una audiencia con el Primero, comprobaría sus tropas escondidas
en las cuevas submarinas, y marcaría el paso de Turg a través de los pozos. Antes de
irse a dormir esa noche, tenía la intención de haber visto el misterioso dispositivo con
sus propios ojos.
Sabía que una vez que lo hubiera visto y determinado la forma de hacer uso de el
no habría nada en la tierra o en el mar que pudiera detenerlo de adquirirlo.

* * * * *

Cadenero y Skellum fueron admitidos en el estudio del Primero sin estridencias.


Deidre los condujo a través de la puerta y luego empezó a merodear por las paredes y
las sombras con el resto de los guardias armados del Primero. El asistente del cráneo
regresó a su puesto al lado del patriarca de la Cábala. Tanto el maestro como el alumno
esperaron a que el Primero los saludara pero él simplemente se quedó mirando a la
pareja con calma con los brazos detrás de su espalda.
"Se llama el 'Mirari,'" dijo con tranquilidad el Primero. Se hizo a un lado y les
presentó el tesoro con un gesto de su brazo con túnica. El Primero había puesto la esfera
de Cadenero flotando sobre una pulida base de runas plateadas, que a su vez estaba
situada en un pequeño soporte de madera. Todo el aparato estaba encerrado en una
cubierta de vidrio transparente que encajaba perfectamente en el soporte. El Mirari,

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iluminado por antorchas, parecía flotar por encima de un soporte flotante dentro de una
burbuja de cristal flotante.
"Bastante sorprendente, Patriarca."
Cadenero simplemente quedó boquiabierto. "¿Mirari?," dijo.
"Mirari," confirmó el Primero. "Es una palabra antigua para un fantástico
artefacto que concede deseos."
Skellum se acarició su delgada barba. "Simplemente asombroso."
"¿Así que concede deseos?" Cadenero no pudo precisar por qué eso le había
decepcionado. Tal vez debido a que su visión le había parecido mucho más grande que
incluso sus sueños más salvajes.
"Podría," dijo el Primero. "Entre otras cosas. No hemos tenido tiempo suficiente
para determinar plenamente todos sus usos pero el solo hecho de poseerlo me ha dado
una claridad de mente y una energía mayor de la que he tenido en años. Últimamente
estoy casi radiante con buenas ideas."
"Mientras hablamos, magos de todo el continente están en camino para descubrir
lo que tengo. Los puedo sentir acudiendo como polillas revoloteando encima de una
telaraña. Ellos ni siquiera saben lo que es pero lo quieren. Forma parte de la naturaleza
de este objeto. Ellos simplemente no pueden dejar de quererlo.
"Pero tú," dijo a Cadenero. "Tú lo encontraste y lo trajiste aquí. Tú pusiste tus
pensamientos en la Cábala y en el Primero por delante de los de ti mismo. Y yo debo
pedirte que lo vuelvas a hacer."
"Estamos a sus órdenes, Patriarca," dijo Skellum.
"Le estaba hablando a Cadenero." El Primero se detuvo a un paso de este y le
miró a los ojos.
Cadenero luchó contra la debilidad en sus piernas, redoblada por la proximidad
del Primero. "Yo soy tu hijo obediente," dijo.
"Mi hijo." El Primero dio un paso atrás y miró al Mirari. "Mañana comienzan los
juegos lunares de tres días. El Mirari estará escondido entre los premios."
"¿Patriarca?" Skellum intervino para prevenir que Cadenero lo hiciera pero el
joven se limitó a mirar con calma al Primero.
"¿Sí, Maestro Skellum?"
Skellum, aún cubriendo a su alumno, dijo, "Su sabiduría es incuestionable. Pero
mi ignorancia es inmensa.... ¿Cuál es la ventaja de ofrecer el dispositivo a la suerte
antes de saber lo que puede hacer?"
El Primero miró fríamente a Skellum durante un largo rato. Luego sonrió sin
humor. "Usted es joven, Maestro Skellum, e impaciente. Yo he pasado mucho tiempo
siendo el líder de la Cábala y mucho más tiempo sirviéndole. He visto en los corazones
de los hombres y he poseído objetos de gran poder. Y digo que la búsqueda de esta cosa,
este Mirari, destruirá a muchos que buscan su poder. Cuando todos sus planes hayan
fracasado y ellos mismos se encuentren desgastados sin saber que hacer la Cábala estará
allí para reclamar el premio una vez más." Cruzó los brazos al frente y sus asistentes se
arrodillaron preparados junto a él. "Maestro Skellum, Aprendiz Cadenero, crean en su
Primero. Ahora mismo no hay nadie en Otaria que pueda controlar al Mirari. Pero con
el tiempo este nos mostrará el temple de nuestros rivales y distinguirá al inteligente y al
fuerte de ellos del estúpido y el muerto. Para ese entonces, yo estaré listo para usarlo
para la gloria de la Cábala y ya no habrá nadie que pueda interferir en mis propósitos."
"Verdaderamente, eres sabio, Patriarca." Dijo Skellum. "¿Acaso no lo es,
Cadenero?"
"El Primero es sabio," acordó debidamente el alumno.
"Extraordinario. Hay una cosa más antes de que les despida."

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"Estamos listos, Patriarca."
"Mañana, un guerrero de las montañas llegará a los pozos. Él es conocido por los
cabalistas de allí por su reputación y por su excelente habilidad de observación. Dicen
que es muy feroz, un campeón entre su propia gente violenta. No hay duda de que
también viene en búsqueda del Mirari. De todos los que están acudiendo por el objeto
creo que él es el que puede tener la mejor oportunidad de ganarlo."
"¿Es tan bueno, Patriarca?" Preguntó Cadenero.
"Es el más capaz de ganar fácilmente el derecho a elegir su premio a través del
combate. También es inusualmente inteligente para su especie y podría reconocer el
valor del Mirari entre el resto de la escoria. Yo quiero que tú," le dijo a Cadenero, "le
guíes a él a través de la competencia."
Cadenero se atragantó. "¿Qué?"
"Preséntate. Ayúdale a orientarse. Ofrécele algunos consejos. Yo lo preferiría
tener más como un aliado que como un enemigo. Además, si él lo gana en los pozos, lo
perderá en los pozos. En esto los bárbaros son exactamente igual que los adictos a las
apuestas de ojos hundidos en el casino. Siempre quieren arriesgarse un poco más.
Finalmente, la casa siempre gana."
El Primero consideró por un momento a Skellum y luego se giró hacia
Cadenero. "También quiero que averigües sobre él. Que lo midas. Si es un hombre
fuerte, podríamos trabajar con su fuerza, para que se beneficien tanto él como la Cábala.
Si es un cobarde o un tonto anota exactamente en qué para que podemos usarlo contra él
cuando llegue el momento. Deberás estudiarlo como estudiarías una de las lecciones del
Maestro Skellum."
El Primero bajó la voz. "Aprende de este bárbaro, Cadenero. Ellos ven las cosas
de manera diferente a como lo hacemos nosotros. Sé que estás ansioso por luchar una
vez más en nombre de la Cábala así que considera esta tarea como una reintroducción
gradual a los pozos. Observa a este bárbaro, estúdialo, aprende de él. Ya sea que gane o
pierda, obtén ganancias de él."
Cadenero asintió. "Haré lo que me pides, Patriarca."
"Maestro Skellum," dijo el Primero. "Tengo una misión especial para Cadenero
durante los juegos de este fin de semana. Usted suspenderá sus clases dentro de dos días
y las reanudará después de que los juegos hayan terminado. Durante ese tiempo él estará
bajo mi instrucción."
"Como desee, Patriarca." Dijo Skellum. Cadenero pensó que Skellum había
sonado lúgubre, casi herido. "Haremos un uso completo del tiempo que tengamos. Me
gustaría comenzar lo más pronto posible."
"Por supuesto, por supuesto. Cadenero, repórtate en mi recepción en dos días,
una hora antes de que suene el primer cuerno."
"Todo se hará según su voluntad, Patriarca." El Primero cruzó los brazos detrás
de su espalda y Cadenero y Skellum se retiraron.
En el pasillo, Skellum estaba más enojado de lo que Cadenero lo había visto en
su vida.
"El sabía que esto perturbaría mi régimen," gruñó Skellum. "Yo le advertí sobre
el peligro, pero él insiste en entrometerse...."
"Skellum, ya basta," dijo Cadenero con nerviosismo. "No es tan malo. Yo sólo
seguiré a un bárbaro alrededor y veré cómo están las cosas en estos días en los pozos.
Tal vez él sea asesinado en la primera pelea y mi tarea especial se vea interrumpida
antes de lo previsto."
"Pues deberíamos tener bastante suerte," dijo Skellum e hizo una mueca.

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"Estoy seguro de que es un muy buen bárbaro, pero aún así...." Cadenero se
ahogó para no reírse en la cara de su mentor.
"Mejor cállate," dijo Skellum pero su furia se estaba ablandando. "Seré franco
contigo Cadenero, esta formación de demencia por la que te estoy guiando realmente
puede quemar tus cerebro. Algunos de mis ex alumnos están allí," dijo señalando por
encima del hombro "asistiendo al Primero. Y tampoco tienen calaveras grabadas en sus
blusas. Cerebros no funcionales."
"Bueno, entonces, yo no debería tener ningún problema. Por lo manera en que
hablas yo soy como eso ahora."
"Aún no me has oído hablar, hermano menor," Skellum sacudió la oreja de
Cadenero maliciosamente. "Yo no te dejaría hablar con un lacayo con muerte cerebral y
mucho menos convertirte en uno. Son demasiado buenos para ti. Demasiado eficientes y
ordenados."
Cadenero rió y se agachó para evitar otro de los tirones de orejas de Skellum.
"Ahh, vete a los nueve infiernos," dijo Skellum. "El Primero lo hará a su manera
y funcionará para bien y tú te reirás durante todo el proceso por haberme preocupado.
Pero hazme un favor, mi discípulo."
"Lo que quiera, Maestro."
Skellum giró su sombrero y lo atrapó con una brecha en frente de su rostro.
"Mira y aprende. No vayas a los pozos. No recojas o aceptes una pelea que te
pueda hacer ir a los pozos. Y no quemes nada de Sangre de Dragón sin mí." Cadenero
no respondió de inmediato y Skellum le fulminó con la mirada. "¿Entiendes?"
El discípulo arrugó la nariz. "Está bien. Pero quiero que me enseñes más antes
de que comiencen los juegos."
Skellum asintió. "Mucho más. Más humo, más giros, más meditación. A partir
de ahora."
Cadenero trató de ocultar la emoción secreta que corrió por su espalda. Podía
sentir toda una horda de formidables luchadores de los pozos en su mente a la espera de
que él les de forma. Seguramente valdría la pena pasar un par de días como el espía del
Primero si luego el lograría pararse junto a Skellum como dementista al servicio de la
Cábala. Aquello era un paso más hacia el destino que el Mirari le había prometido.

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Capitulo 7

Cadenero observó al gran bárbaro Kamahl entrar por la puerta de entrada. Era
una especie de héroe local entre las tribus que vivían en lo alto de las montañas. El
cabalista había oído que las partes más altas de las montañas Párdicas estaban llenas de
enanos pero el enorme y calvo bárbaro era mucho más alto que incluso el guardia medio
troll de las puertas.
El luchador de los pozos que había en Cadenero inspeccionó rápidamente el
desafío potencial. Kamahl tenía varias cicatrices irregulares a lo largo de sus hombros y
su pecho en donde la piel no se había en realidad curado sino que se había cerrado y
luego fruncido como si fuera cuero mojado. Cadenero lo vio abrirse paso entre la
multitud, maniobrando su armamento pesado en torno a otros como un experto. No
estaba seguro de qué opinar sobre el guerrero pero determinó rápidamente que no lo
tomaría a la ligera.
Él miserablemente palmeó su cadera en donde debería haber estado su cadena
negra y su hombro en donde debería haber estado enfundada su daga con nudillos. El
Primero le había avisado esa mañana a través de un mensajero que como ahora era su
representante personal debía abandonar sus armas de combate al cuidado de Skellum. El
Primero no deseaba enemistarse con su invitado, Kamahl el bárbaro, y así Cadenero
había tenido que dejar su cadena y su daga detrás como un gesto de hospitalidad. La
nota había llegado con una larga daga ceremonial que Cadenero debía llevar en su
cadera. Algo tradicional, había dicho la nota.
El cabalista le había hecho notar a Skellum que además de ser ceremonial, la
daga también era demasiado pesada, tenía runas talladas limpiamente a través de su
hoja, y era completamente inútil para cualquier cosa salvo para revolver gachas. Sin
embargo el Primero no había ofrecido ninguna otra alternativa y Cadenero debió
ponerse la daga.
Así que allí estaba, en representación del Primero y la Cábala sin sus armas y sin
ninguna instrucción coherente. Por lo que él entendía, se suponía que debía permanecer
cerca de Kamahl y asegurarse de que el gran trozo de carne no se perdiera en su camino
de ganar el Mirari y llevárselo lejos con él.
Cadenero observó a Kamahl unos momentos mientras el bárbaro presenciaba
una de las peleas preliminares. Era evidente que no estaba impresionado y Cadenero no
podía culparlo. El Maestro de los Juegos o estaba cayendo o había recibido la orden de
poner un espectáculo deprimente. No había forma de que a un acto tan payasesco se le

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permitiera continuar. Como representante del Primero, pensó Cadenero, ese era el
momento oportuno en el que debería intervenir. Debería alejar la cabeza del poderoso
musculoso de los asientos baratos y ayudarlo a encontrar al Maestro de los Juegos.
"Mi trabajo apesta," dijo Cadenero en voz alta pero se acercó al bárbaro dando
un paso hacia él cuando el hombre más grande estaba sacudiendo la cabeza.
"Aún no pierda la esperanza, señor," dijo tratando de sonar útil al igual que uno
de los cómplices que merodeaban por el suelo del casino.
El bárbaro miró a Cadenero inquisitivamente casi tanto como Cadenero había
calibrado hace unos momentos a Kamahl. No pareció gustarle lo que vio.
"El nombre es Cadenero." Dijo tendiéndole la mano e hizo un gesto con la
cabeza hacia el extraño espectáculo en el pozo cercano, "Esa pareja son socios contra el
Teniente Kirtar." Cadenero arrugó la nariz. "Un campeón de la Orden del norte."
El bárbaro se animó un poco. Por supuesto, pensó Cadenero, un guerrero salvaje
de las montañas sin duda compartiría la misma aversión que él tenía por la Orden.
"Kamahl, aquí para ganar el torneo."
Cadenero levantó una ceja pero una vez más recordó que esa era su misión.
"Entonces usted querrá ver al Maestro de los Juegos."
El cabalista exhaló y empezó a relajarse. Tal vez eso no sería tan terrible después
de todo. Dirigió a Kamahl al Maestro de los Juegos a través de un desparramo
ciertamente confuso de pozos de práctica, círculos de apostadores, rencorosas luchas
improvisadas, y patanes boquiabiertos. Jugó de guía turístico señalando al Embajador de
Mer Laquatus, quién consiguió una excelente gruñido bárbaro de desaprobación, y a
Turg, el guardaespaldas de Laquatus. Kamahl miró al gran anfibio con cautela pero su
rostro no traicionó ninguno de sus pensamientos.
Ambos hicieron una pausa para ver el final vergonzoso que había sido la lucha
de Kirtar y entonces Cadenero llevó a Kamahl al Maestro de los Juegos. El maestro hizo
un guiño a Cadenero y empezó a decirle a Kamahl lo difícil que sería dejar entrar a un
bárbaro al torneo. Kamahl no pareció darse cuenta de que estaba siendo menospreciado.
Estaba demasiado ocupado mirando al Mirari.
A Cadenero el Maestro de los Juegos le hizo recordar a Roup: denso, estúpido y
torpe. No supo si el guiño del maestro había sido una señal de la camaradería asumida
entre cabalistas o si eso significaba que el maestro estaba molestando a Kamahl por
orden del Primero, al igual que Cadenero le estaba acompañando alrededor de los
juegos. En cualquier caso aquello no le gustó.
Para deleite de Cadenero a Kamahl tampoco le gustó la actitud del maestro. De
hecho fue tanto su disgusto que casualmente lanzó lo que parecía ser una moneda de
cobre al rojo vivo a través de una pared cercana con la fuerza de una bala de cañón
explotando.
El cabalista rió ante la cara desconcertada del maestro cuando los escombros
humearon y el polvo se asentó. Kamahl le devolvió una sonrisa maliciosa.
Esto, se dijo Cadenero para sus adentros, sin duda será más divertido de lo que
pensaba. Su entusiasmo se enfrió cuando Kamahl avanzó hacia él.
"Mira," dijo el bárbaro, "¿qué quieres? Aprecio tu ayuda pero estoy ocupado y
no necesito un compañero."
Cadenero se oscureció. "Entonces es una suerte que no tengas uno. Yo solo
estoy aquí por negocios."
"Nosotros no tenemos ningún negocio. Nos acabamos de conocer."
Cadenero suspiró. "Mi amigo, tengo que admitir que no entiendo el punto de
esto más que tú. Pero esto es la Ciudad de la Cábala y las cosas suceden por una razón
aquí. Por lo menos puedo explicar eso."

64
"Está bien, Cabalista. Explícate."
"¿Ustedes tienen ancianos tribales en las Párdicas?"
"¿Ancianos? Claro."
"¿Y los obedecen?"
Kamahl rió con aspereza. "Sólo cuando nos conviene, y sólo cuando están en lo
cierto." Se encogió de hombros y agregó: "A veces ni siquiera entonces."
"Nosotros reverenciamos a nuestros mayores aquí. Todos hemos hecho
juramentos de obedecer a nuestros Cabalistas superiores. Y el Primero mismo, el amo y
señor de toda la Cábala, desea que aprenda de ti. Yo tengo la intención de respetar sus
deseos."
"Yo no quiero un estudiante."
"Y yo ya tengo un mentor. Tenía la esperanza de que pudiéramos enseñarnos
algo uno al otro. Como si se nos hubiera asignado al azar para ser socios en los pozos."
Cadenero miró a los ojos a Kamahl. "Yo te puedo ayudar."
Kamahl cruzó sus brazos. "Adelante, entonces."
"¿Cuánto estás pagando por tu habitación?"
"Quince platas por noche, pero sólo estaré aquí por dos noches, para los juegos."
"Pues te están robando. Hay cuartos para luchadores justo fuera de la arena que
sólo cobran cinco. Puedo llevarte allí."
Kamahl lo consideró. "Está bien," dijo finalmente. "Me has ahorrado veinte
platas. Ahora qué…"
"Dieciocho," le corrigió Cadenero. "La tasa del orador es de un dos por ciento."
"Lo sabía," gruñó Kamahl. "Siempre hay un ángulo con ustedes cabalistas." Se
volvió para irse.
"¿Sabes cómo apostar en ti mismo?" Dijo rápidamente Cadenero. Kamahl se
detuvo. "¿Sabes a quién preguntar cortésmente y a quién amenazar? ¿Sabes que el
maestro de los juegos te ha puesto sobre la vía lenta debido a tu truco con la moneda de
allí?"
Kamahl gruñó furioso. "No entiendo ni la mitad de lo que acabas de decir."
Cadenero sonrió. "Entonces fui al punto."
"Todas esas cosas," Kamahl negó con la cabeza, "las apuestas, la jactancia, el
trabajo de los emparejamientos de luchadores. Todo eso es trabajo sucio. La habilidad
de un guerrero determina su victoria."
"En los pozos," dijo Cadenero. "Pero ahora tú estás en la Ciudad. Los pozos son
la menor de tus preocupaciones."
Kamahl miró a Cadenero, luego a la posición del Maestro de los Juegos. Poco a
poco, dijo. "Está bien, Cadenero. ¿Qué es una ‘vía lenta’?"
"Siempre recuérdate que esto es un negocio. El Maestro de los Juegos es
responsable de obtener el máximo rendimiento de los concursantes. ¿Le diste algún
soborno en absoluto?"
"Pagué un terrón de oro para pasar por las puertas."
"Eso va para los porteros. ¿Le pagaste algo al Maestro de los Juegos?"
Kamahl rió. "Sólo esa moneda."
"Entonces él tendrá que hacer su dinero de alguna otra manera. Lo más probable
será que te pondrá en tantos combates preliminares como pueda y en contra de
oponentes que no son un verdadero desafío. Él tiene que mostrarte, mantenerte
trabajando en frente de las multitudes, sólo para cubrir el pago de tu entrada. Te hará
trabajar como un animal."
"¿Y cómo," la voz de Kamahl fue baja y amenazante, "puedo subirme a la vía
rápida?"

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"Necesitarás pagar el debido respeto al maestro. Veinticinco platas lo harán. ¿De
cuánto dispones?"
"Diez oros," dijo Kamahl inmediatamente.
"¡Sshhh!" Siseó Cadenero. Miró a su alrededor con nerviosismo. "Eso fue una
broma. Nunca respondas a esa pregunta por aquí."
"¿Qué? Nadie va a quitarme mi dinero sin pelear. Nadie se atrevería."
"Claro que sí. Conozco carteristas que podrían robar la hoja de tu espada
mientras esta todavía sigue en su vaina. Si yo no te puedo enseñar nada al menos puedo
enseñarte una cosa. Nunca anuncies cuánto estás llevando en esta ciudad." Cadenero
movió sus dedos mientras calculaba. "Diez oros es aproximadamente cincuenta platas.
Veinticinco para el Maestro, diez para tu alojamiento... No te quedará mucho para
comida y borrachera."
"Lo que necesito es comida. Borrachera, no tanto."
"Está bien. Lo primero que haremos después de sobornar al Maestro," dijo
Cadenero, "será apostar. Tendremos las mejores probabilidades en tu primera pelea
porque eres un desconocido. Si te ponemos en la vía rápida las probabilidades será aún
mejor. ¿Has hablado con un fijador?"
"No."
"Lo haremos a continuación. Los fijadores establecen las probabilidades, toman
las apuestas y arreglan luchas. Ellos hacen todos los arreglos para los civiles que como
tú quieren hacer negocios con la Cábala."
"Yo no soy un civil, soy un guerrero."
"En esta ciudad, o eres de la Cábala, o de la Orden, o un civil. Vamos. Hice un
pequeño chequeo y hay una lucha en la que tú puedes ayudarme a apostar. Y yo puedo
ayudarte a hacer un poco de dinero."
Kamahl finalmente miró interesado. "¿Qué clase de lucha?"
"Un vampiro contra un lavamante. ¿Tu sabes sobre lavamantes?"
"Sí."
"Y yo sé sobre vampiros. Entre los dos tenemos todos los ángulos cubiertos."

* * * * *

El estadio estaba dividido en numerosos círculos, con el más grande y más


interior dejado a un lado para los eventos principales. Estaba rodeado por filas y filas de
asientos y una docena de plataformas circulares flotando en silencio por encima del
suelo de la arena dándoles a los importantes y ricos la mejor vista posible. Cadenero
guió a Kamahl a la fosa central y señaló a un fijador que estaba ocupado tomando
apuestas.
"Él servirá. Lo que
yo no entiendo," dijo
Cadenero a Kamahl, "es
como alguien que apuesta
por el lavamante piensa que
va a recuperar su dinero.
Las probabilidades son
buenas pero este es un
vampiro. Y no cualquier
vampiro, es un vampiro de
Sengir." Cadenero señaló a
la enorme criatura calva

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semejante a un hombre de pie en el centro del pozo. Sus ojos eran negros y sin vida y
sus dientes sobresalían de entre sus labios. Todos los dientes, no sólo los caninos, eran
retorcidos y filosos como espinas, y las uñas sucias del Sengir colgaban más allá de sus
dedos como garras. Olfateó el aire como un perro salvaje, con su cabeza lanzándose
orientada a cada nuevo perfume, y silbó a la multitud. Al otro lado de la fosa había un
hombre de piel morena en pieles curtidas de animales. Su cabello estaba suelto y salvaje
y llevaba una espada corta.
Kamahl consideró a la bestia llena de dientes y luego continuó escaneando toda
la arena, bebiendo todo en su interior. "¿Qué es un Sengir?"
"Un antiguo señor de los vampiros," dijo Cadenero. "Posiblemente un mito.
Algunos vampiros se alimentan de aldeanos, algunos de ciudadanos. Dicen que Sengir
se alimentó de un continente entero."
"¿Y ustedes tienen un vampiro ancestral en el pozo para la primera pelea?"
"El no es Sengir en persona. Es uno de sus secuaces."
"Apuesta por el lavamante," dijo Kamahl. "Apuéstalo todo."
"¿Estás tan seguro?"
"Lo estoy. Los vampiros arden, ¿no?"
"Algunos lo
hacen. Si los puedes
mantener quietos el
tiempo suficiente como
para prenderles fuego."
Cadenero apuntó al
rival del vampiro. "Así
que, lavamantes.
Trabajan con lava,
¿verdad? ¿Llamas y
humo y todo eso?"
"Si. Pero ser
lavamante es un título,
como campeón o
hechicero. Yo digo que
apuestes por él."
"Es tu dinero."
Cadenero tendió la
mano y Kamahl la miró. "Estás aprendiendo," dijo Cadenero riendo. Dirigió a Kamahl
al fijador, le enseñó como hacer una apuesta, y luego los dos se colocaron al lado de la
barandilla para ver la pelea.
Sonó un cuerno y Cadenero dijo: "Ese es el cuerno de preparación. Significa que
la lucha está a punto de empezar y los combatientes dispondrán de quince segundos
para prepararse."
El lavamante se arrodilló y tocó el piso de la arena, pronunciando un
encantamiento silencioso. El vampiro de Sengir continuó mirando alrededor de la arena
y silbando a la audiencia. Cuando sonó el cuerno de partida el vampiro se volvió de
repente mucho más centrado sobre su oponente. Sus ojos se estrecharon cuando se
agachó y comenzó a acechar al lavamante. Su lengua puntiaguda lamió ávidamente
alrededor de sus labios. El lavamante se mantuvo firme aún pronunciando palabras que
nadie podía oír.

67
El vampiro embistió repentinamente y el lavamante apuntó con su espada y
lanzó una bola ardiente de magma y cenizas de su punta. El vampiro recibió el misil de
lleno en el pecho y por un momento todo su cuerpo quedó envuelto en llamas y humo.
Los vítores de la multitud se convirtieron en un grito ahogado cuando el vampiro
en llamas saltó en el aire volando por encima del piso de la arena. Se abalanzó y se
zambulló, moviéndose lo suficientemente rápido como para extinguir las llamas que
estaban consumiendo sus ropas andrajosas.
Cadenero se inclinó hacia Kamahl y dijo: "¿Sabías que podían volar?"
"No," Dijo Kamahl impasiblemente. "¿Supongo que todavía beben sangre?"
Antes de que Cadenero pudiera responder el vampiro ennegrecido gritó y cayó
sobre el lavamante. El Sengir era más grande y más amplio que su rival de pelo salvaje
así que pareció tragarse entero al lavamante. Lucharon y rodaron por el piso de la arena
hasta que el vampiro inmovilizó los brazos del lavamante y hundió sus dientes afilados
y retorcidos en el cuello del hombre.
"Un lavamante menos, un Sengir más," dijo Cadenero. "Lo siento, Kamahl, pero
esta lucha está casi terminada."
"Estoy de acuerdo." Dijo Kamahl. Pero en el pozo fue el Sengir quién se
estremeció y pataleó y no el ser humano en sus garras. Con un rugido, el vampiro lanzó
a su supuesta víctima a un lado y cayó hacia atrás, agarrándose su rostro de dolor.
Llamas brotaron de entre sus labios y su mandíbula inferior pareció estar derritiéndose.
"La tierra es el cuerpo y la lava es la sangre," dijo Kamahl. "Eso es todo lo que
creen los lavamantes. Cuando llegan a dominar su oficio se encarnan en esa creencia."
La sangre del lavamante, humeando y al rojo vivo, continuó lanzándose en un
chorro de la herida en su cuello. Mientras el vampiro se sacudía el lavamante puso una
mano brillante sobre su herida y la cauterizó. Introdujo la punta de su espada en el
suelo, levantó los brazos, y completó su encantamiento.
Una gran fuente de roca fundida explotó de la tierra debajo de su espada. La
corriente se arqueó hacia arriba y cayó sobre el vampiro cubriéndolo totalmente con una
espesa y pegajosa lava. La capa externa de la cubierta se enfrió rápidamente y se
endureció pero el vampiro continuó moviéndose. La criatura se acercó lentamente al
lavamante con pasos agonizantes. El hombre de piel oscura dejó aproximarse al Sengir
con calma y cuando estuvo lo suficientemente cerca rebanó la cabeza de su cuerpo con
un corto barrido recto de su espada.
Tanto la cabeza como el cuerpo envuelto en piedra del Sengir cayeron y se
fundieron en cenizas. El lavamante levantó los brazos en señal de victoria y la multitud
hizo temblar las paredes con sus vítores.
Cadenero hizo una reverencia a Kamahl. "Reconozco mi error." Se enderezó y le
dio una palmadita al hombro del bárbaro. "Y ahora tú eres rico. Las probabilidades eran
cinco a uno contra el lavamante. Acabas de ganar lo suficiente como para vivir como un
rey durante al menos una semana."
Kamahl sonrió. "Sólo es una cosa menos de qué preocuparse. Yo estoy más
preocupado por ganar mis propias luchas."
"Buen punto, buen punto. ¿Cuando es tu primera pelea?"
"Justo antes de la pausa para el almuerzo."
"Bueno, entonces será mejor que te llevemos a donde necesitas estar. Si eres tan
buen luchador como apostador bien podrías hacer valer esa jactancia para ganar el
torneo."

68
Capitulo 8

E
" mbajador," dijo el siervo humano, "la Directora Veza ha llegado."
Veza atrapó a Laquatus mirando su reflejo en un espejo de pared al entrar en la
habitación. El iba vestido con ropas espléndidas y era más alto de lo que había parecido
en el espejo de Llawan. Un enorme monstruo anfibio estaba sentado malhumorado en el
suelo con su feroz mirada fija en Veza. El resto de la enorme habitación estaba ocupada
por un estanque de mármol verde completado con una fuente.
"Embajador Laquatus."
"Veza," dijo él alegremente. "Larga vida al imperio."
Laquatus cruzó la habitación y besó cálidamente la mano de Veza.
"¡Siervos!" Exclamó dando una palmada. "Refrescos para nuestra huesped."
El mayordomo de ojos apagados se marchó de la habitación arrastrando los pies.
"Gracias, Embajador." Ella miró a la bestia en el suelo y dijo: "¿Puedo
preguntar…?"
"Ese es Turg, mi guardaespaldas y campeón. Me temo que un hombre en mi
posición no puede permitirse el lujo de correr riesgos. Particularmente tan cerca de la
Ciudad de la Cábala." Se inclinó hacia delante y susurró: "Todos son una banda de
asesinos y criminales. Sin Turg a mi lado tendría miedo de salir de la embajada." Turg
provocó un gruñido en la parte posterior de la garganta para subrayar el comentario de
Laquatus.
"Yo misma he tratado con Cabalistas," dijo Veza. "Entiendo su precaución."
Laquatus no la había soltado y la estaba mirando fijamente así que Veza quitó
suavemente su mano. "Perdone mis modales, Embajador, pero mi tiempo es limitado.
¿Dijo que tenía algo que decirme?"
Laquatus sonrió. "Por supuesto. Pero primero..." El siervo entró trayendo una
botella de vino espumoso y dos copas de cristal ornamentados. Sirvió el líquido, dejó las
copas y la botella, y salió sin decir palabra.
"Por el imperio," dijo Laquatus. "Y nuevos amigos." Y esperó pacientemente con
su copa extendida. Veza vaciló pero luego golpeó suavemente su copa contra la de
Laquatus. Aunque la directora simplemente tomó un sorbo Laquatus vació su copa.
"Una excelente cosecha, si me permite decirlo. He recibido un estuche de la
misma de manos del Primero de la Cábala en persona…"
"Disculpe, Embajador. ¿A los negocios?"
Laquatus rió. "Por supuesto. Por favor perdóneme. Y puedes llamarme Laquatus,
querida." Se quitó de repente la bata y se zambulló en el estanque. Sus piernas

69
temblaron y se fusionaron en medio el aire y para el momento en que cayó al agua su
cola estaba totalmente formada.
"Prefiero realizar mis entrevistas bajo el agua," dijo Laquatus. "Por razones de
seguridad. ¿Le importaría acompañarme, Directora? ¿O preferiría una silla?"
Veza miró a Turg, que estaba dormitando. Se desató la faja, dobló su vestido, y
entró en el borde de la piscina en el agua.
"Su dominio del cambio es notable, Laquatus."
El embajador volvió la cabeza, como avergonzado. "Gracias. ¿Pero seguramente
usted también comparte la habilidad innata de nuestro pueblo?"
"Lo hago. Pero necesita de mucho más tiempo y esfuerzo de mi parte."
"Ah, eso es simplemente una cuestión de práctica. Como usted sabe la naturaleza
de nuestra magia es el cambio. Ser fluidos en cuerpo y mente. Nuestros primos cefálidos
a veces lo tratan como un defecto pero yo veo a nuestra habilidad para caminar sobre la
tierra y el mar como una bendición." Hizo un gesto por debajo de la superficie con los
ojos y luego se zambulló. Veza le siguió y los dos tritones comenzaron a nadar de un
lado a otro de la piscina.
"Le he llamado aquí," dijo Laquatus, "porque creo que tengo algo para usted.
Creo que los asesinos que atacaron a nuestra señora fueron contratados por la Cábala."
Veza lo pensó. "¿Sabe por qué?"
Laquatus agitó su mano con desdén. "¿Quién sabe? Con animales de este tipo
podría ser una simple cuestión de asesinato por encargo."
Veza se detuvo. "Embajador. Espero que no me haya traído hasta aquí desde
Bahía Rompiente sólo para decirme que sospecha que la Cábala puede estar
involucrada."
"Por supuesto que no, querida." Laquatus puso una mano reconfortante en su
hombro. "Y por favor llámame Laquatus." Señaló hacia arriba y volvió a la superficie.
Cuando la cabeza de Veza emergió de la piscina Laquatus dijo: "Quería conocerte en
persona y mostrarte algo que hará que sea más fácil para nosotros hacerlo de nuevo en
el futuro."
El embajador extendió un largo brazo y trazó un círculo sobre la superficie del
agua. Estaba susurrando en voz baja y con cada nuevo círculo que inscribió Veza se
estremeció como si el agua le transmitiera una suave descarga eléctrica. Hubo un
desgarro y una grieta y el círculo dibujado por Laquatus se convirtió en un disco de
energía flotando en la superficie del estanque.
"Esto," dijo Laquatus, "es un portal de transporte. Con él usted podrá viajar
desde la superficie de un cuerpo de agua a la superficie de otra. Es uno de los grandes
secretos imperiales y, en nombre del imperio, lo comparto con usted." Un disco similar
de energía apareció en la fuente de Laquatus al otro lado de la habitación. El, con una
sonrisa juguetona, se levantó y se zambulló en el disco a su lado, y apareció al instante
en el disco en la fuente. Veza se dio cuenta de que había cambiado de nuevo a su forma
con piernas a mediados de la transferencia con el fin de encajar en la fuente del
estanque.
"A partir de ahora," dijo Laquatus, "si tengo que decirle algo o si usted me
necesita podremos estar juntos en cuestión de segundos. Simplemente llámeme a través
de su espejo y me uniré a usted o la traeré aquí."
"Me siento halagada, Emba… Laquatus. Pero no veo cómo esto es una mejora
significativa sobre el propio espejo."
Laquatus volvió a entrar en el portal y salió con la cola completamente formada
una vez más al lado de Veza. "Eso es porque usted limita sus pensamientos a la tarea en
cuestión. El imperio recompensa a aquellos que van más allá del llamado del deber, a

70
los que toman riesgos. Usted debería ser más fluida, Veza. Expandirse para llenar el
espacio a su alrededor. Es su naturaleza."
Los ojos penetrantes de Laquatus se enterraron en los de ella. "Yo quiero que
seamos amigos así como súbditos leales. Quiero que me visite tan a menudo como le
sea posible. Creo que tenemos mucho que ofrecernos uno a otro, incluso más allá de
nuestro deber para con el imperio."
"Por supuesto." Veza parpadeó. "¿Alguno de sus contactos en la Cábala le dijo
quién contrató a los asesinos?"
La mirada de Laquatus se estrechó. "No, pero se lo diré tan pronto como lo
sepa."
"Gracias, Laquatus." Veza se agachó bajo el disco brillante y nadó hasta la orilla
del mármol. "Ahora tengo que volver a mis deberes." Tomó su bata del costado de la
piscina y preguntó: ¿Puede su transporte hacerme volver a Bahía Rompiente?"
"Por supuesto. En este caso, es para lo que sirve." Laquatus agitó las manos y los
dos discos desaparecieron. Rápidamente trazó otro sobre la superficie del estanque y se
volvió hacia Veza. "El otro portal debería estar en la superficie de Bahía Rompiente,
justo en las afueras de su cabaña." Veza volvió a nadar de vuelta hacia Laquatus y él la
detuvo con una mano levantada.
"Espero," dijo, "que no sienta que este viaje haya sido para nada."
"No, en absoluto. Pero estoy desacostumbrada a informar directamente a la
emperatriz y yo no quiero decepcionarla."
"Imposible," dijo Laquatus mostrando su sonrisa más encantadora. Veza asintió.
"Larga vida al imperio."
"Hasta que nos volvamos a encontrar."

* * * * *

Laquatus observó a Veza sumergirse en el portal y desapareció. Maldita sea la


pequeña oruga de tierra de todos modos. Su mente era apretada y ordenada y clara, pero
también era tan dura como el hielo. El podía verla, tocarla, probarla, pero no podría
apoderarse de ella ni tener acceso a ella. Veza, al igual que muchos animales marinos,
era inmune a todo salvo a las más invasivas de las sondas telepáticas del embajador.
Laquatus cambió de nuevo a su forma con piernas y salió de la piscina. No
estaba demasiado preocupado. Había entrado a mentes más duras que la de Veza en su
tiempo y ella ya parecía enamorada de su capacidad para cambiar de forma tan
fácilmente. Cuanto más se relacionaran más receptiva se convertiría. Si iba con cuidado
podría cultivarla como una aliada política y como un chivo expiatorio si algo resultaba
mal.
Por ahora, pensó, Veza y Llawan podrían esperar. Se puso su bata y llamó
mentalmente a Turg. Los juegos estaban a punto de comenzar y era hora de que el
eventual equipo ganador explorara la competencia.

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72
Capitulo 9

Cadenero ayudó a Kamahl a encontrar la ubicación de la primera pelea del


bárbaro y luego desapareció entre la multitud. Kamahl se estaba acostumbrando poco a
poco a la presencia del cabalista pero este aprovechó la primera oportunidad que pudo
para marcharse.
Quería ver la lucha de Kamahl desde un punto de vista claro, observar cuan
bueno era el guerrero de la montaña en realidad. Cadenero también quería evitar al
centauro que Kamahl había recibido como compañero. A él no le gustaban los centauros
y no confiaba en sí mismo de poder manejar al hombre-caballo con un mayor tacto del
que requería el Primero.
Así que se quedó en el lugar con la mejor vista que conocía, apoyado contra la
barandilla en el entresuelo. Cuando Kamahl y el centauro se unieron en contra de una
hechicera de demencia de la Cábala Cadenero quedó sinceramente impresionado.
Kamahl era mucho más cuidadoso en su uso de la fuerza que cualquier bárbaro del que
él había oído hablar. Fue devastador en el combate pero también se había controlado. El
centauro había parecido bastante competente pero fue Kamahl quién acabó con su
oponente con una especie de hacha explosiva. Fue maravilloso.
Cadenero se unió gustosamente a los aplausos para el vencedor. Como había
esperado los fijadores habían puesto pronósticos adversos sobre el guerrero desconocido
de las montañas y cualquier persona que había sido lo suficientemente inteligente como
para poner una apuesta por Kamahl cuadruplicó su dinero. El mismo Cadenero ganó
una buena suma.
Hasta el momento del comienzo de la lucha de Kamahl él no había sentido la
emoción de volver a estar en los pozos, no había recobrado el simple gozo del combate.
No era de extrañar que se hubiera sentido al margen. Los juegos habían sido mediocres
y él estaba en una misión importante para el Primero y desarmado a excepción de una
daga ornamental tres veces maldita. La sola visión de Kamahl trajo todo de vuelta para
él. La elegante sencillez de la competencia, los beneficios concretos del desarrollo de
las habilidades de uno, el orgullo de una victoria muy reñida, esas cosas habían
desaparecido de la vida de un aprendiz.
Cadenero se abrió paso entre la multitud para volverse a ponerse al lado de
Kamahl y lo felicitó personalmente. El centauro se había marchado trotando para

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hacerse quitar las ortigas de su cola o algo así. Cadenero sólo estaba feliz de que se
hubiera ido.

* * * * *

Cadenero y Kamahl observaban a Turg desgarrar a un dragonita Krosano cuando


sonó la alarma. El bárbaro reaccionó una fracción de segundo antes que el cabalista pero
ambos se levantaron antes de que los centinelas soplaran una segunda advertencia.
"Algo grande está llegando," dijo Cadenero. "Esa es la bocina de un alerta total."
Kamahl gruñó y desenvainó una de sus hachas arrojadizas. "Entonces vamos.
Vamos a matar algo grande."
El cabalista hizo una pausa tratando de ordenar la competencia de sus
prioridades. El Primero le había dicho que no se despegara de Kamahl pero la Cábala
estaba bajo ataque.
Cadenero observó a algunos lastimosos cabalistas en posición firme contra la
multitud de guerreros y espectadores que intentaban escapar. El Maestro de los Juegos
había perdido todo control.
"Ve tú," le dijo a Kamahl. "Yo puedo hacer más bien aquí." Kamahl asintió con
la cabeza y sin una segunda mirada cargó hacia el caos.
Cadenero lo vio alejarse con una especie de celos. Los bárbaros lo tenían bien,
pensó. Todo lo que necesitaban era algo para luchar y su camino se volvía evidente.
Cadenero no sabía hacia qué corría Kamahl a enfrentarse pero del mismo modo
tampoco lo hacía Kamahl y Cadenero anhelaba ese tipo de abandono. Tal vez él debería
haber nacido en las montañas.
El cabalista sacó la daga ceremonial de su cadera, la guardó en su camisa, y salió
corriendo hacia su habitación. Nunca tiraría nada que el Primero le hubiera dado pero se
sentiría condenadamente mal si tuviera que llevarla un segundo más de lo necesario.
Y aunque no podía detener a que el Primero diera el Mirari al azar, Cadenero se
prometió que detendría a cualquiera que intentara robarlo de la bóveda de premios.

* * * * *

Muy pocas personas se dieron cuenta de un determinado joven desarmado que


esquivaba civiles en pánico y saltaba por encima de monstruos lentos. Dos de los que se
dieron cuenta estaban sentados en una habitación oscura, en lo profundo de la mansión
del Primero, mirando en un charco de adivinación.
"Está yendo a buscar sus armas. Su cadena y su daga," dijo Skellum.
"Sí," respondió el Primero.
"Debo ir tras él. Está en una etapa muy peligrosa de su entrenamiento en estos
momentos. Un pequeño error en su juicio podría costarle la vida o a la Cábala mucho
más."
"Y, sin embargo," dijo el Primero, "si él muestra buen juicio dará un gran salto
hacia adelante. Tanto él como la Cábala se beneficiarán."
"Muy cierto, Patriarca." Skellum esperó un momento. "¿Puedo ir a verlo?"
"Quédate conmigo un poco más," dijo el Primero. "Vamos a hacer rodar los
huesos con tu joven alumno allí. Uno no puede evaluar adecuadamente a un estudiante
si su mentor nunca deja de vigilarlo."
"El Primero es sabio." Skellum observó ansiosamente a Cadenero en el charco
de adivinación. No había pensado en ello antes, pero era usual que el Primero observara
los juegos desde su palco privado flotando por encima de la arena, o no los veía en

74
absoluto. La única razón por la que habría llamado a Skellum para que se uniera a él en
una observación privada habría sido para mantenerlo alejado de Cadenero.
El Primero también observó al joven en el charco de adivinación, ignorando por
un momento a Skellum. Entonces dijo: "Todo está funcionando a la perfección."
Skellum supo que los próximos minutos harían más grande a su discípulo o bien
lo romperían en una cáscara farfullando. La mente del mentor, excluida de la acción,
corrió a través de todos los posibles resultados de la improvisada prueba de fuego de
Cadenero. Y aunque Skellum estaba acostumbrado a nadar en las costas de las
pesadillas y mantenía a las criaturas que encontraba allí en su bolsillo, se dio cuenta de
que tenía miedo.

* * * * *

Cadenero corrió hacia la bóveda de premios con renovada confianza. Con su


cadena y su daga se volvió a sentir completamente vestido. Una pequeña semilla de
inspiración también le había guiado a llevar el incensario y algunos discos de Sangre de
Dragón.
Dobló la esquina del último largo pasillo que conducía a la bóveda y entrecerró
los ojos. Ya había una escaramuza ocurriendo fuera de la bóveda. Dos humanos
Cabalistas estaban luchando con un par de reptiles piratas, vestidos para la mar, y una
ilusionista vestida de azul. Cadenero reconoció a Deidre, la guardiana de uñas largas de
las puertas pero el otro cabalista, más simiesco, le fue desconocido.
La ilusionista estaba acosando a los hermanos de Cadenero con la imagen de un
pequeño monstruo marino y un enjambre de hadas urticantes. El cabalista adivinó que
las ilusiones eran tan convincentes como las cosas reales cuando las miró de frente
aunque pudo ver a través de ellas. La maga debía haber lanzado la ilusión para que sólo
afectara a los guardias delante de ella.
Gran error, pensó Cadenero. Sin desacelerar, sacó toda la longitud de la cadena y
empezó a hacerla girar sobre su cabeza. Cuando estuvo al alcance dejó escapar un grito.
La ilusionista se volvió justo a tiempo para recibir el peso redondeado de Cadenero
justo en medio de su sien. El monstruo marino y las hadas se desvanecieron cuando la
hechicera se desmayó y cayó.
"No está muerta," dijo Cadenero a los piratas. Habló con una fuerza extra para el
registro que el Primero seguramente haría de ese incidente.
"Pero pronto tu sí lo vas a estar," gruñó uno de los piratas. Ninguno de los
asaltantes pareció cómodo con el repentino cambio en las probabilidades. A medida que
el pirata que había hablado levantó su lanza corta el otro continuó luchando con el
protector simiesco.
La lanza nunca voló de su mano. Apenas el pirata la levantó a su oído los filosos
dedos de Deidre emergieron con una explosión del centro de su pecho. Una sangre azul
como hielo brotó de la herida y el reptil miró estúpidamente a la mano de Deidre. Ella la
volvió a retirar con un tosco movimiento y el pirata cayó al ahora pegajoso suelo junto a
la ilusionista.
Deidre sonrió a Cadenero. "Ese sí está muerto," dijo y luego se dio la vuelta e
introdujo sus uñas en la columna vertebral del pirata restante con un feroz empuje de su
mano derecha. El cabalista simiesco continuó luchando con el reptil sin vida hasta que
se dio cuenta de que Deidre había puesto fin a su diversión. Gruñó con exasperación y
echó al pirata muerto a un lado.
La ilusionista inconsciente gimió y Cadenero miró de ella a sus compañeros
muertos a la brutal sonrisa de Deidre.

75
"Tú los has matado," dijo.
"Eso es lo que hago, hermano pequeño." Dijo Deidre lamiendo una gota de
sangre azul de su dedo índice.
Los ruidos de otras batallas hicieron eco por el largo pasillo pero Cadenero
estaba demasiado molesto para hacerles caso. "Yo fui amonestado por el Primero en
persona por haber matado a un pájaro. ¡Un pájaro! ¿Y tu hiciste una carnicería de dos
piratas en un abrir y cerrar de ojos y te quedas allí sonriendo? ¿Cuán justo es eso?"
Deidre rió y Cadenero no se dio cuenta de lo inquietante que sería ver a una
mujer alta y hermosa sonriendo cuando ella tenía tres ojos y sangre azul goteando de sus
dos manos.
"El Primero nos dijo que matemos a cualquiera que lograra pasar a través de esta
puerta," respondió ella señalando a la entrada de la cámara acorazada. "Y si el Primero
lo dice así, es justo."
Cadenero lo consideró. "¿A cualquiera?"
"Cualquiera."
"¿Incluso a mi?"
"Incluyéndote a ti, hermano menor. Tu eres parte de cualquiera, ¿verdad?"
Cadenero enrolló la cadena alrededor de su muñeca y sacó el incensario. "Si no
te importa, hermana mayor, voy a volver a la boca del pasillo y me aseguraré de que
nadie venga a asaltar la bóveda."
"Como desees," dijo Deidre. Dio un golpecito al cabalista simiesco con los
nudillos y señaló a la puerta. "Nosotros estaremos aquí como se nos ha ordenado sólo en
la remota posibilidad de que alguien pudiera escabullirse de ti. Ah, y otra cosa hermano
menor…"
"¿Sí?" Dijo Cadenero esperando.
"Puedes matarlos si quieres." Dijo Deidre lanzando una estridente risa
desagradable que hizo helar la sangre de Cadenero. Cuando él se retiró por el pasillo y
los dos guardias volvieron a tomar sus posiciones a ambos lados de la puerta se recordó
para sus adentros permanecer en el lado bueno de Deidre.
Encendió un disco de carbón y luego cargó el incensario con Sangre de Dragón.
El espeso humo pronto llenó el estrecho pasillo y Cadenero comenzó a oscilar el
incensario alrededor de su cabeza como Skellum le había mostrado.
Gritos de batalla y aullidos de dolor retumbaron a lo largo de la arena pero
Cadenero se centró en el incensario giratorio y el humo. Skellum le había dicho que la
invocación de demencia sobre todo se trataba de visión. Lo que uno veía, cuándo y
cómo lo veía. Si uno podía ver más allá del mundo que le rodeaba podría dejarlo atrás y
viajar al nuevo lugar que había creado.
Cadenero miró la jaula de peltre que volaba y humeaba respirando de manera
uniforme. Había una docena de maneras de alcanzar el espacio de demencia y Skellum
se las había explicado todas en detalle. La respiración, la postura, la concentración, la
resistencia, todas esas cosas y más podían afectar el resultado final del trabajo de un
hechicero de demencia. Tal vez el viejo había pensado que dándole a Cadenero
demasiada información podría confundirlo o desanimarlo a tratar de hacer lo que iba a
intentar. El cabalista sonrió ante la idea. Él tenía una excelente memoria y aunque no
creía que pudiera producir un monstruo de demencia en toda regla sí recordaba lo
suficiente de las lecciones de Skellum para defender el pasillo.
Escuchó las pisadas con botas de un grupo armado dirigiéndose hacia su lugar
pero no pudo verlos por el humo. Deidre y el simio estaban demasiado lejos como para
ofrecerle un consejo pero Cadenero sabía una forma segura de distinguir al amigo del
enemigo.

76
"La Cábala está aquí," dijo.
"No por mucho tiempo," fue la áspera respuesta. "Espadas." Cadenero escuchó
el raspado de varias cuchillas saliendo de múltiples vainas. "Por Kirtar. Por la Orden."
Hubo un destello brillante y Cadenero pudo distinguir tres hojas brillantes más allá del
banco de niebla en miniatura que había creado. Detrás de las botas avanzando oyó algo
pesado arrastrando los pies por el suelo.
El cabalista se centró en el humo, perdiéndose poco a poco en la sensación
aceitosa contra su piel, el olor sofocante, y las dolorosas lágrimas que trajo a sus ojos.
Continuó respirando como Skellum le había enseñado, siempre luchando contra el
impulso de toser. La marcha de los pies se acercó aún más.
Por encima de su ritmo Cadenero escuchó el silbido de la cadena cuando cortó a
través del aire. Se estiró más por encima de la cabeza, incluso poniéndose en puntas de
pie para elevar el incensario lo más alto que pudo.
Tres miembros de la Orden llegaron lenta pero constantemente a través del
humo, sus relucientes espadas delante de ellos como antorchas. Cadenero se alegró de
ver que ellos estaban ligeramente agachados, en guardia como lo deberían estar los
buenos soldados de juguete. Aquello le dio más espacio libre por encima de sus cabezas
así que soltó la cadena otros sesenta centímetros mientras giraba para que la Orden
quedara dentro de su radio.
"¿Quién está ahí?" dijo la más baja de las tres siluetas. Vestía ropas de oficial y
era el de la voz ronca que había contestado a Cadenero. "¡En nombre de la Orden, hazte
a un lado!" Una figura alta parecida a un humano se alzó del humo detrás de él.
"Yo me haré a un lado," dijo Cadenero, "pero ustedes van a venir conmigo."
Cerró los ojos y recordó la sensación del lugar que Skellum le había enseñado.
Mareado, sintió evaporarse su equilibrio. Podría haber estado cayendo hacia adelante o
hacia atrás, hacia abajo o hacia arriba.
Recordó lo que Skellum le había obligado a describir antes de que él siquiera lo
hubiera visto. El paisaje destruído, los cielos amenazantes. Cadenero vio todo un mundo
propio que sólo estaba esperando a que él fuera a reclamarlo. Sin embargo, este estaba
tentadoramente fuera de alcance y todo lo que él pudo hacer fue imaginarlo.
Sintió caer su estómago y sufrió una ola extrema de vértigo. Abrió los ojos. El
vestíbulo, la bóveda, y todo el edificio habían desaparecido. Cadenero estaba de pie en
un círculo de humo en un interminable desierto de arena negra. Tres soldados y un
enorme golem de piedra caliza estaban con él. El cielo era un infinito campo de un
repugnante color amarillo mostaza y una luna violácea como un hematoma brillaba por
encima. En frente de la luna había un agujero en el cielo y desde el agujero irregular se
vertía un río rojo sangre que iba creando poco a poco un mar interior.
Cadenero y los soldados de la Orden por igual miraron hacia arriba,
desorientados y vacilantes. El golem de piedra caliza se adelantó ajeno al cambio en la
ubicación. Medía más de dos metros y medio, por lo que el incensario de Cadenero
quedó impedido. La jaula golpeó ruidosamente en la mejilla de la criatura y rebotó
varias veces en la pared y el suelo antes de que Cadenero la pusiera de nuevo bajo
control. El mundo parpadeó alrededor de ellos, destellando entre el pasillo de la bóveda
y el desierto negro.
Una vez que Cadenero recuperó el impulso del incensario el paisaje extranjero
retornó y se quedó. La interrupción, sin embargo, sacó al oficial de la voz ronca de su
asombrado aturdimiento.
"Adelante," le gritó al golem. Dio un paso detrás del hombre de piedra caliza y
comenzó a seguirle como si fuera un escudo. "Colóquense a mi espalda," dijo y los

77
otros soldados se alinearon rápidamente. La extraña procesión de una sola fila caminó
lentamente hacia Cadenero.
Cadenero sintió los primeros movimientos de pánico. Había estado pensando en
una mayor ventaja del elemento sorpresa pero no había contado con tener que
sorprender a algo que no estuviera vivo. No estaba seguro de qué hacer a continuación.
No podría girar la cadena y defenderse al mismo tiempo algo que le había advertido
Skellum. ¿Acaso si el dejaba de hacerla girar de repente y arremetía contra la Orden
quedarían todos atrapados en el desierto negro? ¿Podrían alguna vez salir? ¿O
simplemente aparecerían en un parpadeo de vuelta en el pasillo como si nada hubiera
pasado?
Antes de que él
hubiera podido decidir
entre resistir o luchar
Deidre apareció silbando
sobre su hombro. Se
abalanzó sobre el golem,
se aferró a su cabeza
como si fuera un insecto,
y comenzó a cortar y
desgarrar su rostro.
"¿Te vas a quedar
allí todo el día, hermano
pequeño?," preguntó, "¿o
vas a ayudarme? Vamos,
están todos alineados para
nosotros."
El cabalista
observó al extraño mundo
que les rodeaba volver a convertirse en un parpadeo en un pasillo normal y detuvo el
incensario. Rápidamente susurró el hechizo que separaba la jaula de la cadena y
sustituyó el incensario con un peso redondo. Luego reunió la cadena hacia arriba
tomándola con ambas manos y azotó el peso del extremo hacia la rótula del golem. La
pierna del hombre de piedra caliza crujió pero se mantuvo unida. Ni el golem mismo lo
notó.
Los soldados empezaron a desplegarse por detrás del golem.
El socio simiesco de Deidre cargó contra ellos antes de que pudieran separarse y
derribó torpemente a dos de ellos a la tierra. Sin embargo el oficial siguió en pie y miró
primero a Deidre atacando al golem y luego hacia atrás al nudo enredado formado por el
simio y los soldados. Asintió y entonces se preparó para introducir la punta de su espada
resplandeciente profundamente en la espalda del simio.
A Deidre no le estaba yendo mucho mejor. A pesar de su esfuerzo, sólo estaba
rayando al golem, haciendo un daño cosmético a su garganta y cabeza de piedra caliza.
Aún así había casi tantos fragmentos metálicos en sus uñas como había de la cara del
golem.
Los instintos de lucha de Cadenero estaban regresando a él. La trampa de
demencia no había funcionado pero él había pasado dos años en los pozos antes que
Skellum lo hubiera sacado de allí, y para sobrevivir en los pozos uno debía planear
rápidamente y actuar aún más rápido. Envió el extremo de su cadena para que golpeara
contra la mano del oficial. Este chilló y dejó caer su espada que dejó de brillar tan
pronto como chocó contra el suelo.

78
"¡Deidre," vociferó Cadenero, "sal de él, no le estás haciendo daño!" El simiesco
rompió uno de los brazos de su oponente por el codo y luego empujó al hombre
gritando sobre el oficial que se había agachado para recuperar su espada.
Deidre había saltado del golem y ahora estaba intercambiando golpes con este.
Más bien ella estaba destrozando pequeños pedazos de su pecho y brazos y a cambio la
criatura artefacto estaba errando sus golpes hacia ella. La mujer se balanceó y escabulló
como la luchadora veterana que era, evitando cada una de sus lentas y pesadas
arremetidas.
"Si sigo haciéndote crujir," dijo ella con sus filosos dientes apretados, "con el
tiempo te romperás." Deidre estaba bailando tanto alrededor que Cadenero no pudo
predecir en dónde ella iba a estar al siguiente movimiento así que no podía atacar al
golem.
El simio lo estaba haciendo mejor. Tenía al soldado ileso en una llave de cabeza
por un lado y al brazo de la espada del oficial en un mortal apretón por el otro. El simio
ululó, divertido.
Deidre rodó hacia delante y golpeó con las dos manos de lleno en el centro del
pecho del golem de piedra caliza. Sus largas uñas se clavaron profundamente. Por un
breve momento, ella se mantuvo firme mientras trataba de revertir su impulso y soltarse
de donde había quedado atascada. En ese momento el golem hizo descender sus
enormes manos juntas en un amplio arco que aplaudió contra los anchos hombros de
Deidre. Le siguió un repugnante crujido.
"Deidre" Dijo Cadenero. "¡No!" El simio se hizo eco del aullido de Cadenero,
empujó a un lado al oficial, y con enojo rompió el cuello del soldado que tenía
inmovilizado con la llave.
El golem dejó caer a Deidre. El oficial se extendió hacia adelante y dio un golpe
de revés a través del simio con la mano sana antes de que el Cabalista pudiera
deshacerse del soldado que acababa de matar. El simio cayó, jadeando y gruñendo y
apretándose su pecho herido.
El golem comenzó a arrastrarse hacia Cadenero y el oficial le siguió el paso
junto a él. Su espada y las manos del golem estaban ensangrentadas. Cadenero los
enfrentó en solitario bajo los últimos jirones de humo de Sangre de Dragón.
"Ríndete, basura," dijo el oficial. Se sostenía la mano que Cadenero le había
destrozado a su lado pero parecía igual de cómodo con la espada en la otra mano.
"¿Ustedes nos están robando y nosotros somos la basura?" El cabalista sabía que
primero tendría que detener al golem. Este era demasiado duro para su cadena o su
daga. Necesitaba algo mejor, algo más peligroso… algo drástico.
"Dense por vencidos, oficial," dijo. Hizo un amague en el rostro del hombre con
el extremo pesado de la cadena moviéndolo hacia atrás y adelante para mantenerlo a
raya.
El golem comenzó a acercarse mientras el oficial retrocedía así que Cadenero
mantuvo la pretensión de que se estaba centrando en el oficial humano y dejó que el
golem de piedra caliza se aproximase lo suficiente como para agarrarlo.
Dos pasos más… Cadenero pensó en el Mirari, a cinco metros y una puerta
gruesa de metal de distancia. Tan cerca de el, podía oír su llamada y sentir su poder
respondiéndole. El Mirari lo conocía. Lo estaba esperando.
Un paso más… Cadenero se movió ligeramente a su izquierda. El golem estaba
entre él y el oficial.
"Mátalo," dijo el oficial.
Ahora.

79
Skellum no había sido el primer maestro de Cadenero sino un guerrero cabalista
llamado Minat que había perdido la mayor parte de su vista en el pozo cercano de la
aldea de Cadenero en las salinas. Cadenero estaba solo y Minat estaba aburrido. El le
había mostrado a Cadenero los fundamentos básicos de la lucha de los pozos, le había
dado un arma inusual para dominar, y lo había sorprendido con cuentos del poder y la
influencia de la Cábala.
También le había enseñado a Cadenero el hechizo florecimiento mortal. "Como
un último recurso," le había dicho a Cadenero, "para ser utilizado sólo cuando fuera
absolutamente necesario." Hacía mucho que Minat había muerto pero Cadenero lo
recordaba bien. Y nunca había habido una ocasión más necesaria para el florecimiento
mortal.
El golem se estiró por el brazo de Cadenero, este se agachó, colocó dos brazos
rectos, e inclinó sus muñecas hacia atrás lo más que pudo con las palmas apuntando al
monstruo. Con el Mirari detrás de él y la oscura ira por la muerte de Deidre todavía
ardiendo en su pecho, Cadenero pronunció las palabras. Nunca antes había probado el
florecimiento mortal en una criatura artificial pero era su única esperanza.
Un rayo de energía negra explotó de las manos de Cadenero y se estrelló contra
el pecho del golem. La piedra caliza agrietada pareció absorber la energía,
succionándola como una esponja absorbe el agua. Cadenero mantuvo su postura y su
concentración vertiendo más poder en el hechizo. Las entrañas del golem se volvieron
negras y este empezó a temblar.
Con un rugido Cadenero dio un paso adelante e introdujo el rayo aún más en el
pecho del golem. El chillido agonizante de piedra despedazándose retumbó por el
pasillo y el golem explotó.
Los fragmentos de piedra caliza, impulsados por el poder implacable de las
manos de Cadenero, salieron disparados hacia atrás, lejos de la bóveda. Al menos una
docena de ellos se incrustaron en el cuerpo del oficial como puntas de flechas. El oficial
se tambaleó y cayó de espaldas. La energía de las manos de Cadenero menguó y este
cayó de rodillas, sangrando por la nariz y las orejas.
El cabalista sacudió la cabeza para despejarla, se limpió la sangre de la nariz, y
se levantó. Pudo ver que el simio había dejado de respirar. Uno de los soldados de la
Orden estaba muerto y otro inconsciente con su codo retorcido completamente en la
dirección equivocada. El oficial estaba gimiendo mientras yacía sangrando. Cadenero
caminó penosamente arrastrando los pies hacia Deidre.
Ella estaba mortalmente herida, quebrada sin remedio. Sus brazos parecían sacos
de huesos rotos cuando tosió sangre. Aún así sus piernas y su rostro estaban en buen
estado y Cadenero miró con tristeza cuando sus tres ojos rodaron adelante y atrás en su
cabeza.
"Ni se te ocurra," jadeó Deidre. Cadenero, aturdido, insensible y mudo, dio un
paso adelante.
"No... malgastes," logró decir Deidre. Se atragantó y tosió antes de continuar.
"No nos… malgastes." Intentó hacer un gesto con el brazo destrozado y luego gritó de
dolor.
"No nos malgastes," volvió a decir. Sus ojos eran salvajes, fuera de foco. Sonrió
por última vez.
Cadenero entendió. "No lo haré, hermana mayor."
"No…"
Cadenero esperó unos segundos en silencio y luego cerró los ojos de Deidre.

80
"La Cábala está aquí," susurró y la sacudida lo tiró hacia atrás. Deidre había
estado tan viva que la conversión de su vida salvaje en la muerte casi aniquiló a
Cadenero también.
El se sintió mejor cuando se levantó y se vio reflejado en una decoración
espejada del pasillo. Sus trenzas enrolladas apretadamente estaban deshechas y torcidas.
Su rostro estaba manchado de sangre y sus ojos eran dos agujeros negros que brillaban
con una “no-luz” muy similar a la del Mirari.
Echó un vistazo a los cadáveres restantes y luego pasó al lado de ellos hasta
donde estaba el oficial. Él también estaba muy cerca del final.
"Por Kirtar," dijo. "Por la Orden." Luego murió.
"Por el Primero," la voz de Cadenero fue una amarga mueca. "Por Deidre. Por la
Cábala."
Cadenero recogió el incensario y encendiendo otro disco de incienso dejó la
jaula en la boca del pasillo de la bóveda para que el humo oscureciera la entrada. Luego
regresó y terminó lo que le había prometido a Deidre.

* * * * *

Skellum y el Primero observaron el charco de adivinación. El humo de Cadenero


no había afectado al hechizo que daba poder al charco y sus maestros de la Cábala
podían verlo con claridad.
"Le has entrenado bien, Skellum."
"Yo no le he enseñado eso, Patriarca," dijo Skellum. "Ya era bastante malo que
haya abandonado la tarea que usted le dio que…"
"Yo no tengo nada más que elogios para el comportamiento de su estudiante.
Mostró iniciativa. Resistió junto a su familia y protegió nuestra propiedad."
"Pero la Orden... el torneo. Nosotros vamos a dar el Mirari como trofeo. ¿Por
qué él mataría para protegerlo?"
"Porque es mi voluntad," dijo el Primero. "Y tú, su maestro, dudando de sus
habilidades. Míralo ahora."
Skellum tuvo cuidado de mantener una expresión neutra mientras observaba.
Cadenero estaba pasando de un cuerpo a otro, poniéndose de pie sobre ellos,
absorbiendo lo que podía de su energía moribunda. Con cada absorción el brillo negro
de sus ojos se hizo más fuerte y sus movimientos se volvieron más exagerados y
estilizados.
"Sigue impresionando," dijo el Primero. "Lo hace todo bien y con entusiasmo."
"Él es un gul, Patriarca," dijo Skellum. "Sé que usted piensa que yo soy
demasiado cauteloso pero lo que está haciendo está exactamente mal para un dementista
de su nivel."
"¿Mal?" preguntó mordazmente el Primero. Skellum inclinó la cabeza.
"Perdóneme, Patriarca. Usted es sabio y yo veo poco. Pero yo me veo
obligado…"
"A guardar silencio," dijo el Primero sentándose a mirar a Cadenero durante
unos segundos. El joven estaba lanzando varias cadenas a la vez, haciéndolas aparecer
en medio del aire con las energías de los muertos que acababa de absorber. Las usó para
hacerlas resonar con golpes en los costados del espacio en que estaba, haciendo saltar
chispas de las paredes de piedra y luego volviendo a introducirlas en su cuerpo. "Mira
cuán parecido es a una araña," murmuró el Primero, "o a una serpiente con una docena
de lenguas sibilantes."

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Skellum permaneció en silencio. La figura de Cadenero se giró hacia algún
enemigo silencioso, abrió ampliamente su boca, y envió un aluvión de cadenas azotando
fuera de sus dedos. Tiró de las cadenas hacia atrás y se cruzó de brazos con satisfacción.
Quienquiera o lo que sea a lo que había golpeado había iniciado una rápida retirada.
El Primero se puso de pie y Skellum retrocedió hábilmente para salir de su
camino. "Cuando a su estudiante se le haya acabado una parte de esa energía a la que se
está aferrando," dijo el Primero, "quiero que lo recoja y lo lleve a casa. Y para la semana
que viene lo quiero preparado para los pozos."
"En su mente, Patriarca, él ya está ahí." Dijo Skellum manteniendo la cabeza
gacha esperando una reprimenda. Pero el Primero simplemente hizo un gesto y uno de
sus asistentes de las manos se acercó y puso un reconfortante brazo sobre el hombro de
Skellum.
"He tomado nota de sus preocupaciones. Pero usted debería estar orgulloso de lo
que ha logrado para la Cábala. Y de lo que su estudiante aún logrará."
"Me siento orgulloso, Patriarca, pero también tengo miedo."
El Primero se quedó mirando a Skellum través de sus ojos lechosos. El signo
más elemental de una sonrisa jugó con las comisuras de la boca.
"Entonces usted no es diferente de cualquier otro padre. Venga. Sospecho que el
gran dragón ya ha sido sometido y todavía tengo que escuchar el resultado final del
torneo."
"Y luego," añadió, "tenemos que asegurarnos de que el Mirari caiga en las
manos más meritorias que podamos encontrar."
Ambos hombres se quedaron en silencio mientras seguían viendo la danza letal
de Cadenero en el charco de adivinación pero sólo el Primero estaba sonriendo. Los
ojos de Skellum estaban muy lejos y su rostro flojo, como si estuviera mirando algo
enorme que sólo él podía ver.

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Capitulo 10

El espejo de la emperatriz había permanecido en silencio durante semanas y


Veza se había vuelto rápidamente desesperada por informar cualquier cosa que tuviera
sustancia. La obtención de información de o acerca de Laquatus no había sido un
problema. El llamaba con frecuencia para coquetear y charlar sobre las obras de la
Cábala. La obtención de información útil de o sobre Laquatus había sido otra cosa. Veza
había agotado su biblioteca privada y su ciertamente escasa red de contactos, e incluso
le había pagado a marineros de paso y a matones locales por cualquier chisme o rumor
sobre el embajador pero hasta el momento este se mantenía como un enigma.
Había quienes decían que Laquatus era un firme partidario del emperador pero
también había un número igual que decía que el estaba secretamente de parte de
Llawan. La opinión predominante era que simplemente estaba siguiendo la corriente, la
que actualmente favorecía a Aboshan. Se rumoreaba que tenía grandes poderes mentales
y que podía volver a reescribir las memorias de uno con la misma facilidad con que
podía firmar su propio nombre. Veza escuchó cuentos de criaturas impresionantes que
había esclavizado con el poder de su mente y el más oscuro de los hechizos, de piratas a
los que había traicionado y de rivales de los que se había desembarazado. Nada de
aquello era confiable o suficientemente novedoso como para informar a Llawan.
Para evitar la presentación de otro refrito de rumores contradictorios sobre
Laquatus, Veza finalmente había recurrido a la magia. Ella no era una experta en alguna
disciplina en particular pero sí tenía un sólido dominio de encantamientos respiratorios
agua-aire y otros hechizos básicos de supervivencia de alta mar. Sin embargo ella era
extremadamente adepta a la investigación y pronto descubrió un hechizo que podría
ayudarla. Era un ritual de inmersión de conocimientos practicado por algunos de los
cefálidos más contemplativos en el imperio.
Había sido diseñado para ampliar la capacidad de uno de procesar información.
Adecuadamente preparado y lanzado el hechizo le permitía a los eruditos leer y retener
una biblioteca llena de pergaminos en un tiempo igual al que un baño caliente tarda en
enfriarse. En cierto sentido, uno reúne los datos y los vierte en un pequeño cuerpo de
agua. Entonces uno se zambulle en esos datos para absorberlos por todos los poros.

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Veza había hecho todos los preparativos y estaba lista para llevarlos a cabo. Si
funcionaba tendría algo de valor que compartir con la emperatriz. Si no, ella no habría
perdido nada más que un poco de tiempo.
Tragó un frasco de la salobre poción e hizo una mueca. Dispersó una mezcla de
unas algas similares a hierbas, polvo de perlas, y las entrañas de un pescado seco sobre
la superficie de su bañera de dormir, y entonces pronunció las palabras del hechizo de
inmersión. Sopló sobre la efigie tallada de madera balsa de Laquatus en la palma de su
mano y luego se sentó en el agua burbujeante. Cuando sus ojos se hundieron bajo la
superficie ella experimentó el destello y el crujido de un relámpago en su mente y su
cuerpo se puso rígido como el acero.
Vio a Laquatus en una gigantesca arena de la Cábala, observando la pelea de su
enorme rana. Oyó el bramido de la rana, que casi ahogó el continuo gemido interno de
la natural sed de sangre del depredador.
Veza tembló en el agitado baño, sus ojos ciegos, su boca muda.
Vio a la rana mirando a Laquatus, con el tritón reflejado en el gran ojo de la
bestia. Vio a Laquatus mirando a la rana, con el anfibio capturado en la congelada
mirada de Laquatus.
Otra sacudida de electricidad se estrelló a través de Veza y su parálisis se quebró.
Aún ciega y muda comenzó a agitarse, salpicando incluso más agua fuera de la bañera.
Ella fue consciente de sus piernas fusionándose para formar una cola y el dolor fue tan
insoportable como siempre. Su mandíbula se bloqueó, como siempre lo hacía en estas
transformaciones, con sus afilados dientes perforándole el labio inferior.
Oyó la ruidosa vocalización de la rana desde el punto de vista de Laquatus. Oyó
la voz de Laquatus en la cabeza de la rana, dando órdenes y exigiendo una obediencia
constante.
Veza encontró su propia voz y gritó justo cuando una enorme explosión de agua
y espuma la lanzó completamente fuera de la bañera. Pesada, con cola, y torpe en el
piso de madera, se aferró dolorosamente a las tablas y luego levantó su torso con los
brazos. Jadeó en busca de aire y comenzó a ahogarse. Durante el choque por la
transformación se había convertido sin querer en su verdadera forma para aguas
profundas. No podía respirar porque sus pulmones estaban vacíos y aplanados dentro de
su pecho. Con un fuerte giro de la cola rodó ella misma hasta el borde de las aguas que
lamían su sala de estar y se zambulló en la bahía.
El agua clara y fría de mar fluyó sobre sus branquias y ella comenzó
rápidamente a recuperar su equilibrio. En el agua ya no fue más torpe y el aumento de
su peso corporal fue sostenido por su propio dinamismo. Exultante, volvió a agitar la
cola y salió disparada bajo las paredes de su cabaña hacia el mar abierto.
Veza tenía la respuesta. Había visto algo que por fin le daría a Llawan acceso
directo a los planes de Laquatus. Algo para justificar la confianza imperial que había
sido puesta en ella.
Laquatus controlaba a la rana. La rana obedecía a Laquatus. Existía un vínculo
permanente, casi palpable entre ambos, mente y cuerpo. Y aunque la mente de Laquatus
estaba demasiado bien protegida como para se invadida y la rana era demasiado
primitiva como para entender, la unión entre ellos no lo era. Para un psíquico
experimentado leer ese vínculo sería tan simple como escuchar una conversación entre
amigos íntimos.
La dependencia de Laquatus de agentes les acababa de dar la oportunidad de
determinar su lealtad de una vez por todas. No era mucho, pensó Veza, pero era
potencialmente la primera gota en un diluvio. Se dio la vuelta en la mitad de la carrera,

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satisfecha de su gracia bajo el agua después de tanto tiempo en la tierra, y luego se lanzó
hacia su cabaña y el espejo de la emperatriz.

* * * * *

"¿Y usted está segura de que esto funcionará?"


"Sí, mi Emperatriz," dijo Veza. Ella todavía estaba en su forma de cola pero
había vuelto a abrir sus vías aéreas con el fin de hablar. Había sido difícil llegar al
espejo sin tener que cambiar de nuevo a su forma con piernas pero ella lo había
conseguido y ahora flotaba cómodamente en la bahía, encaramada en el borde del suelo
de su cabaña mientras hablaba en el espejo.
"¿Y Laquatus no sabrá que lo estamos vigilando?"
"No, si sus psíquicos tienen cuidado, Emperatriz."
Llawan hizo una pausa. "¿Usted es psíquica, Directora Veza?"
"No, Emperatriz. Simplemente observé la existencia de la unión. No intenté
examinarla. Para obtener ese tipo de información tendremos que emplear a un experto."
"Deberíamos pensar en un experto muy sutil y talentoso," dijo Llawan.
"Afortunadamente nosotros tenemos al mejor jinete de mentes de todo el imperio aquí
en nuestra ciudad." Dio media vuelta y cliqueó unas pocas órdenes concisas a alguien
detrás de ella. Luego consideró a Veza con una mirada sospechosa. "¿Usted esta ahora
mismo en su forma de cola, Directora?"
Veza se ruborizó, dándole a su piel azul un tono violáceo. "Sí, Emperatriz. Fue
un efecto secundario del hechizo que lancé."
"Comprendemos. Usted volverá inmediatamente a su forma de tierra."
"¿Emperatriz?"
"Vamos a probar esta teoría suya. Vamos a darle una información para que se la
transmita a Laquatus. Si él la ve así de cambiada asumirá que ha estado en las
profundidades y que está en connivencia con alguien para traicionarlo. Podría pensar
que es con Aboshan o podría pensar que es con Llawan, pero si piensa en absoluto se
pondrá en guardia. Y nosotros lo queremos tan desprevenido como sea posible cuando
hagamos el primer intento por monitorearlo."
"Por supuesto, Emperatriz". Veza pronunció una bendición silenciosa por su
suerte. Ella no estaba segura de poder volver a cambiar ante una orden y por lo menos
ahora no tendría que tratar en frente de la emperatriz.
Llawan se sentó en silencio durante un momento, pensando. Entonces, ella dijo:
"Voy a enviar un correo con documentos falsificados que demuestren que estamos en la
clandestinidad. Usted se los mostrará a Laquatus y le ofrecerá enviárselos si él así lo
desea." Luego entreabrió su pico en una filosa sonrisa cefálida. "Seguramente Laquatus
pasará la información a Aboshan. Nuestra marido imperial siempre está encantado de
escuchar informes de nuestra debilidad y Laquatus está siempre dispuesto a complacer
al emperador."
"Si nuestros monitores recogen nuestra información plantada en el enlace que
usted describe sabremos que es realmente una ventana a la mente de Laquatus. Y usted,
Directora Veza, habrá ganado nuestra gratitud y nuestro amor."
"Será un honor, Emperatriz Llawan."
"Aún no, Directora. Primero probaremos su destello de inspiración. Esta
audiencia ha terminado."
Llawan cortó la comunicación y Veza miró apagarse el espejo. Luego se sentó
con cuidado y se empujó del suelo en el agua. Se sentía tranquila y confiada pero su

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alegría se desvaneció en una fatiga mientras flotaba en perezosos círculos alrededor de
su piscina de mareas.
Sabía que había estado ignorando sus deberes regulares como directora del
depósito pero también sabía que sin importar como sucedieran las cosas ella no tendría
que preocuparse mucho tiempo más por ellas. O bien su idea daría frutos, y Llawan la
recompensaría y Aboshan la declararía su enemiga. O bien la idea sería un fracaso, y
Llawan la castigaría, y ella quedaría atrapada en Bahía Rompiente para siempre, con un
montón de tiempo para ponerse al día con sus papeles.
En cualquier caso, pensó, ella no estaba en condiciones de hacer nada en las
próximas horas más que tomarse algo de tiempo bien ganado para sí misma en las
suaves olas de Bahía Rompiente.

86
Capitulo 11

Cadenero despertó en su habitación privada. Miró a su alrededor para


determinar dónde se encontraba y luego se chequeó a si mismo en busca de heridas.
Había algunos pequeños cortes y contusiones, y algunas lesiones más graves que ya
habían sido cosidas y vendadas. Sus inquisitivos ojos se posaron en su cadena enrollada
alrededor del poste de la cama junto a su pie y fue allí que recordó todo lo que le había
pasado fuera de la bóveda.
Es decir, todo menos la forma en que había regresado a su habitación. Recordó a
Skellum guiándole a través del laberinto de pasillos y bajando por el Pasaje de la
Mansión hacia la academia pero esos confusos recuerdos resultaron rápidamente
eclipsados por las imágenes de la muerte de Deidre y el eco del llamado del Mirari.
Cadenero se lanzó velozmente de la cama pero sus piernas le fallaron y cayó
pesadamente al suelo. Sus músculos no se querían doblar y apenas pudo moverse. Su
cabeza le daba vueltas, y sus ojos, oídos y garganta estaban ásperos.
Fue entonces que notó a Skellum. Su mentor estaba sentado en una gran
mecedora de madera con una mirada vaga en su rostro. Sin ni siquiera un atisbo de un
parpadeo Skellum arrojó el incensario a Cadenero a través de la habitación. "Atrápalo."
Cadenero dio un manotazo alrededor de la jaula de peltre antes de que esta la
golpeara en el pecho y luego hizo una mueca cuando sus brazos se quejaron.
"Skellum," dijo a través del dolor, "tienen a Deidre. ¿Consiguieron el Mirari?"
"Atrápala," dijo Skellum y le arrojó la daga con nudillo de Cadenero. Este no
pudo hacer que sus dedos trabajaran a tiempo y tuvo que rodar para salir del camino de
la punta de la daga antes de que esta se clavara en el suelo. El incensario abandonado
volvió a rodar para quedar a mitad de camino de Skellum. "Por los nueve infiernos
Skellum. ¿Que es…?"

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"Atrápalo." Cadenero se dio cuenta que el sombrero de su mentor había estado
girando una fracción de segundo antes de que Skellum detuviera un agujero en frente de
su cara. El vórtice escupió un pequeño cometa humeante hacia Cadenero. Él chilló y
azotó instintivamente la mano como si quisiera arrojar su cadena.
Para su sorpresa, una cadena negra en verdad saltó de su mano vacía. El filoso
peso de su extremo interceptó el hechizo de Skellum antes de que pudiera formarse
plenamente. Hubo un pequeño estallido, un aceitoso relampagueo y un olor
nauseabundo.
Entonces Skellum estaba fuera de la silla y de pie sobre él. Cadenero había
olvidado lo rápido que era el viejo. El cabalista se encontró jadeando e indefenso en el
suelo con las manos cruzadas defensivamente por encima de su rostro.
"Me doy, Maestro, me doy," dijo. "¿Qué está pasando? ¿Por qué no me habla?
¿Dónde está el Mirari?"
"Kirtar de la Orden tiene tu precioso Mirari," dijo Skellum. "Un salvaje dragón
Krosano vino directamente hacia la arena. Hubo un montón de ruido y confusión. Kirtar
y tu amigo bárbaro lo detuvieron y el Maestro de los Juegos dio el Mirari al hombre-
pájaro como recompensa."
Cadenero absorbió todo eso. "¿Kamahl le dejó llevárselo? ¿El está bien?"
"Kamahl quedó enterrado bajo media tonelada de dragón muerto," dijo Skellum.
"Para el momento en que logró salir de allí Kirtar se había ido con ese pretencioso
embajador mer en su estela como si fuera un carroñero. ¿Acaso los peces son carroñeros
de las aves, o es al revés? Olvídalo. Tu amigo bárbaro se marchó medio día después.
Salió tras ellos tan pronto como le dijimos que tenían la esfera."
"Yo quería que él la tuviera," dijo Cadenero ausente. "El Primero dijo que él
sería el que la ganara."
"Y bien podría haberlo hecho pero ahora nunca lo sabremos. El Mirari se ha ido,
el Primero está satisfecho, y nosotros tenemos trabajo que hacer." Empujó a Cadenero
ásperamente con la punta de su bota y ordenó: "Levántate."
"Oh. ¿Por qué? ¿Acaso no tendría que dormir después de haber protegido la
bóveda? Deidre y ese tipo mono fueron asesinados, ¿sabes?"
"Lo sé y ya has dormido bastante después de la protección de la bóveda. Has
estado durmiendo durante tres días desde que te traje aquí."
"¿Tres días? No puede ser."
"Lo es. Has dormido lo suficiente." Le ofreció a Cadenero su mano pero su
rostro seguía siendo serio e impaciente.
El cabalista la tomó cuidadosamente y se quedó vacilante. "Maestro," dijo, "¿he
hecho algo mal?"
"¿Mal?" Skellum apartó la mano y empujó a Cadenero de nuevo en su cama. El
joven dio un manotazo al aire mientras caía. El nunca había oído a Skellum levantar la
voz con ira antes. "Abandonaste una misión que te había asignado el Primero en
persona. Utilizaste el ejercicio de demencia que yo expresamente te dije que no
utilizaras. Mataste a otros tres miembros de la Orden después de que tanto el Primero
como yo te prohibimos que lo hagas y los mataste usando un hechizo que tú nunca le
dijiste a tu mentor que sabías cómo llevarlo a cabo."
Cadenero esperó. Skellum solía intimidarlo antes de alabarlo pero esto era
diferente. No creyó que Skellum fuera a romper en una sonrisa y reírse de esas
indiscreciones en el corto plazo.
"Esto no es un juego, Cadenero. Los juegos tienen lugar en los pozos. Los
juegos tienen reglas, tienen ganadores y perdedores. La gente mira los juegos para
divertirse. Lo que hiciste, lo que yo hago, lo que todos los dementistas hacen, no es

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igual a ninguna a otra cosa. Tu no puedes ser un aficionado en ello. No puedes pulirlo y
ponerlo en tu estante de armas al final de la jornada. El espacio de demencia está vivo.
Interactúa contigo, te cambia. Te moldea con la misma seguridad con la que tú lo
moldeas a el."
"Maestro…"
"¡Silencio! El Primero cree que yo soy demasiado cuidadoso contigo. Yo no sé
lo que piensas tú y tampoco me importa mucho."
"Maest…"
"¡Silencio! He entrenado decenas de hechiceros y potenciales dementistas. La
gran mayoría…" él se tocó la sien con los cinco dedos para ir al punto "se han ido. Sólo
parecen estar aquí en la Ciudad de la Cábala con el resto de nosotros. Pero en realidad
sólo nos visitan de vez en cuando. El resto de su tiempo se dedican a delirar, o meditar,
o babear tranquilamente en una habitación a oscuras mientras se vuelven salvajes en su
propio espacio de demencia. ¿Me entiendes completamente, Cadenero? Lo que nosotros
hacemos destruye las mentes. Y la triste realidad es que una mente rota no te impedirá
ser un excelente hechicero de demencia. De hecho, a menudo ayuda."
"Pero yo," la voz de Skellum se suavizó ligeramente, "te quiero lúcido. Quiero
que seas un dementista en toda regla. Hay muchas cosas en este mundo que pueden ser
disfrutadas y la locura tiende a diluir algunos de los sabores más fuertes de la vida. Yo
preferiría tenerte aquí, en este mundo, compartiendo una buena comida y un buen
espectáculo mientras ambos servimos a la Cábala. Y no perdido en el mundo interior,
construyendo constantemente monstruos para poder rodearte de ellos."
Skellum inclinó su rostro sobre el de Cadenero y su voz se convirtió en un terso
susurro. "El Primero también te quiere lúcido, por sus propias razones. Tanto tu como
yo servimos al Primero, ambos servimos a la Cábala, pero eso no significa que no
podamos servirnos también a nosotros mismos."
Cadenero cerró los ojos con fuerza y luego los volvió a abrir. "Lo siento,
Maestro. No lo entiendo."
La voz de Skellum se puso otra vez muy seria. "Es por eso que deberías
escucharme y seguir mis instrucciones."
"Lo haré, Maestro. Lo juro." Dijo Cadenero ofreciendo su mano a Skellum.
"Ayúdeme a tener éxito. Déme sus instrucciones. No le volveré a decepcionar."
Skellum siguió mirando a Cadenero, suspiró, y, finalmente, tomó la mano de su
alumno. "No estoy decepcionado, Cadenero. Estoy molesto por tu desobediencia. Y
estoy preocupado por tu seguridad." Colocó al cabalista en una posición sentada, se
apoderó de su otra mano, y tiró para ponerlo en pie. "Ahora ven conmigo. Ya te lo dije
antes, tenemos un montón de trabajo que hacer."
Cadenero flexionó las rodillas y los tobillos. Los sentidos estaban volviendo a
sus extremidades y el dolor se desvanecía de sus ojos y su garganta.
"Creo que estoy listo, Maestro. ¿A dónde vamos?"
"A los pozos. Reúne tus armas."
Cadenero se dobló rígidamente y recogió la daga y el incensario. "Quizás sea
lento en la escalera, pero creo que puedo…"
"No vamos a ir a la maqueta de pozo de mi sótano. Iremos a los pozos en la
arena."
"¿En serio? ¿Para qué?"
Los ojos de Skellum se estrecharon. "Porque el Primero lo desea. Y también para
probar un punto."

* * * * *

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Cadenero estaba parado en los pozos vacíos, girando el incensario humeante
alrededor de su cabeza. Al igual que antes, Skellum estaba sentado con las piernas
cruzadas en el suelo delante de él con su sombrero también girando.
"Recuerda cómo llegaste allí la última vez," dijo Skellum. "Sin mí, debo añadir.
Debes llevarnos a ambos allí. Soy yo quien estoy visitando tu espacio de demencia en
esta ocasión y no al revés."
Cadenero se concentró detrás de sus ojos cerrados. La imagen seguía allí: la
arena negra, el desierto sin fin, el mar rojo vertiéndose desde el cielo mostaza.
"Mis ojos también están cerrados." Dijo Skellum sonando petulante. "¿Aún no
llegamos?"
"Casi," dijo Cadenero. Sintió el cambio de gravedad por debajo de él pero
mantuvo su equilibrio. Abrió los ojos. "Estamos aquí," dijo.
La escena era casi exactamente como Cadenero la recordaba. La única diferencia
importante era que el mar interior ahora estaba medio lleno y la correntada de rojo
saliendo desde el agujero en el cielo se había convertido en un arroyo constante. Se
volvió con orgullo hacia Skellum pero su mentor estaba observando la vista
boquiabierto y con los ojos abiertos como platos.
"Por la fortuna de Kuberr," susurró. "Cadenero, ¿es esto lo que viste en el
pasillo?"
"Sí, Maestro." El cuerpo del joven todavía se estaba acostumbrando al balanceo
del incensario pero él ya había descubierto la mejor posición para tomar mientras lo
giraba. Ajustó el equilibrio y levantó el brazo de su cadena aún más, tratando de
minimizar la tensión en el hombro.
"¿Cadenero?"
"¿Sí, maestro?" En ese instante el cabalista ajustó su control sobre la cadena.
Probablemente tendría que volver a empezar a usar un guante de cuero grueso como lo
había hecho la primera vez que había comenzado a aprender el arma. Minat le había
dicho que tuviera cuidado con dejar que los callos se pusieran demasiado gruesos o
podría deshacerse de la sensación de la cadena y perder su agarre.
"¡Cadenero!"
"¿Maestro?"
"Algo se acerca y no se ve amigable. ¿Qué debemos hacer?"
"¿Qué? Quiero decir... ¿usted no es el experto aquí? ¿Maestro?"
"Este es tu patio de recreo, no el mío," la voz de Skellum se estaba convirtiendo
gradualmente más hueca y cantarina. "Yo sólo estoy de visita."
Cadenero se sintió de repente muy frío. Todavía se estaba recuperando de la
protección de la bóveda y el olor de la Sangre de Dragón no estaba ayudando. Si
Skellum se desvanecía ahora ambos podrían morir allí. La silueta que Skellum había
vislumbrado se acercaba con un paso constante. El no podía ver con claridad pero
parecía grande. Entrecerró los ojos. Entre el humo y el desierto sin rasgos era imposible
poner a la cosa en cualquier tipo de escala.
"Maestro," dijo, "¿qué pasa si dejo de girar el incensario? ¿Vamos a aparecer en
los pozos, o…?"
"No dejes de girar," dijo Skellum. "Te lo prohíbo." Su sombrero también estaba
dando vueltas, más rápido de lo que Cadenero había visto en su vida. Skellum también
temblaba ligeramente en el hombro, y cada vez que se movió, extendió alrededor el
resto de su cuerpo como si fuera una ola. "Maestro ¿Está bien?"
"No dejes de girar. No hasta que yo lo diga."

90
Ahora la cosa estaba lo suficientemente cerca como para que Cadenero pudiera
ver su forma general. Era un humanoide pero mucho más amplio y más alto. Tenía una
cabeza larga y triangular con anchas mandíbulas. Abrió la boca y rugió. Fue un feo
sonido chirriante pero a Cadenero le agradó. Al menos ahora sabía a qué distancia
estaba la cosa.
"Maestro, no tenemos mucho tiempo. Diez o veinte segundos. No creo que
pueda luchar contra esta cosa y no sé cómo volver a los pozos si no puedo detener el
incensario. Ayúdeme."
Skellum se alzó suavemente sobre sus pies. "Creí que nunca me lo pedirías." En
toda su altura él estaba muy por debajo del arco de la cadena, incluso con el sombrero.
Se deslizó hasta pararse junto a Cadenero y sostuvo su mano delante de la boca de su
alumno, justo debajo de sus ojos.
"Cuando yo lo diga," Skellum mantuvo sus ojos en el monstruo acercándose,
"deja de girar."
Cadenero no supo si se trató de un truco de la perspectiva o si la cosa estaba
ganando velocidad conforme se acercaba, pero parecía estar caminando hacia ellos
mucho más rápido que antes. Embistió por el suelo como un mono, inclinado hacia
adelante en cuatro patas. Era más alto que Cadenero y tenía la cabeza como una
serpiente. Su mandíbula inferior estaba distendida y abierta ampliamente, exponiendo
hileras e hileras de cortos dientes afilados. Continuó rugiendo mientras cargaba.
Cuando estuvo a diez metros de distancia Skellum dijo, "Deja de girar," y cubrió
los ojos de Cadenero. El joven dejó caer el incensario en la arena. Oyó el sonido
implosivo de Skellum produciendo un monstruo y sintió otro cambio en su estómago
que le dijo que ahora estaban en otro lugar. El rugido de la criatura había desaparecido.
"Este es el lugar a donde deberías haber ido," dijo Skellum. "Aquí es donde
habrías ido si hubieras esperado por mí." Él apartó la mano y Cadenero parpadeó para
despejar sus ojos.
Ellos estaban rodeados por niebla. Cadenero olfateó para asegurarse de que no
fuera más Sangre de Dragón pero la niebla era inodora y sintió lo mismo que aire en sus
pulmones. Respiró profundamente y miró a su alrededor, tratando de vislumbrar algo a
través de la espesa niebla.
"A dónde estabas hace un momento," explicó Skellum, "simplemente no
deberías haber sido capaz de llegar allí sin ayuda. Eres un estudiante talentoso,
Cadenero, pero no tan talentoso."
"Pero yo estuve allí, Maestro. Usted lo vio. Y no tuve ninguna ayuda."
"Por supuesto que sí. ¿Crees que fue una coincidencia que hayas logrado este
estado avanzado de trance de demencia a un tiro de piedra de ese artefacto que
encontraste? El Primero dijo que era poderoso. Tú has tenido contacto con él.
Obviamente has extraído de alguna manera su poder y ese poder te ha catapultado a los
espacios más profundos del espacio de demencia que podrías haber ido por tu cuenta."
Cadenero hizo una pausa. "Eso tendría sentido."
"Y ahora, gracias a la intromisión del Primero, el poder del Mirari y tu
obstinación, tengo que hacer algo que no quiero hacer." Dijo mirando significativamente
a Cadenero quien esperó a que continuara.
"¿Y yo quiero que lo hagas?"
"Por supuesto que no," le espetó Skellum. "Es desagradable y doloroso, y vas a
pensar que no tengo corazón. Pero si no lo hago, nunca podrás volver aquí."
"¿Nunca?"
"Nunca."
Cadenero colgó el incensario de un lazo en su chaleco. "Entonces hazlo."

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Skellum sonrió con tristeza a su alumno. "Ya lo he hecho." Susurró unas
palabras y gesticuló. Un fuerte viento azotó y se llevó la mayor parte de la niebla con el.
El paisaje desnudo que quedó detrás fue tan opaco y gris como una piedra sin pulir.
Varias figuras caminaban a lo lejos con sus pies todavía parcialmente oscurecidos por
jirones de niebla.
Cadenero los vio marchar. Señaló y dijo: "¿Quiénes son?"
"Ellos son la razón por las que yo no quiero que mates cosas antes de que este
terminado tu entrenamiento. Cadenero, tengo que confesarte algo. El Primero sólo te
reprimió por haber matado a ese pájaro de guerra de la Orden porque yo se lo pedí. Yo
no quería que mataras porque cada persona y cada cosa que matas acuden aquí. Este es
el primer nivel de demencia. Las criaturas que están aquí son las criaturas que has visto,
contra las que has peleado y superado. El recuerdo de ellas permanece aquí, en tu
mente. Si deseas introducirte más profundamente, si quieres ir más allá de tus
experiencias físicas, debes pasar por aquí."
Cadenero acarició su daga. "Así que tengo que luchar contra ellos." Dijo
reconociendo al pájaro crusat llamado Callda volando sobre las otras figuras. Su silueta
estaba doblada y harapienta y no parecía posible que pudiera volar.
"Por decirlo de alguna forma, habrás de controlarlos. Ellos no son como eran en
realidad, son como tú te acuerdas que eran. Si los recuerdas tan fuertes como eran
cuando los derrotaste así serán. Si crees que aún siguen siendo hostiles a ti así se
comportarán."
"Oh." Dijo Cadenero con una voz estricta.
"Pero hay algo peor. Tú te salteaste este nivel y te fuiste derecho a uno de los
tramos más profundos de tu propio espacio de demencia. Y cuando fuimos allí algo nos
estaba esperando. Algo que en realidad nunca has enfrentado sino que sólo lo has
imaginado. No hay ninguna manera de que eso haya sido posible pero ahí lo tienes.
Tendrás que controlar a eso también junto con los otros."
Cadenero asintió. Las siluetas distantes estaban empezando a notarlo.
La sombra de Callda emitió un chillido espantoso como si tratara de reunir a los
otros para un ataque.
"¿Qué pasará si no puedo hacerlo?"
"No nos preocupemos por eso. Tienes que preparar…"
"¿Qué pasará, Skellum?"
Skellum pareció miserable. "Si no te despedazan, te quedarás atrapado aquí para
siempre, y ellos nunca dejarán de perseguirte. Estas cosas…" dijo haciendo un gesto,
"no son reales para nadie más que para ti Cadenero y no son reales en ningún lugar más
que aquí. Si tú quieres sacar cosas de este mundo tendrás que ser su amo. Tienes que ser
la puerta de entrada por las que ellos puedan pasar así como el portero que les permita la
entrada o los mantenga fuera." Él le dio a su sombrero una vuelta discreta.
"Estoy listo, Maestro."
"Ya lo veremos," dijo Skellum. El viento volvió a arreciar, trayendo una
corriente de niebla con el. La niebla se arremolinó alrededor de Skellum hasta que lo
envolvió desde el suelo hasta su barbilla. Una implosión sonó antes de que esta lo
hubiera cubierto por completo y él envió un cometa humeante hacia el grupo de
criaturas. El proyectil llegó a medio camino entre Cadenero y los habitantes de su mente
y se estrelló y explotó en la forma de la cosa serpiente que había estado cargando hacia
ellos bajo el cielo color mostaza. El monstruo rugió, golpeó furiosamente el suelo, y
luego se giró hacia Cadenero.
El cuerpo de Skellum se estaba desvaneciendo. Su voz sonó distante. "Buena
suerte, Cadenero. Kuberr no ofrece protección pero sí ofrece recompensas. Es hora de

92
que tú ganes la tuya." Miró rápidamente alrededor y luego añadió: "Te estaré
observando." Luego desapareció.
Cadenero miró a los monstruos que se acercaban. Había más de ellos de los que
había notado al principio. Trató de recordar cuanta cantidad de personas y bestias había
derrotado en los pozos y cuantos de esos había reclamado para la Cábala.
Todos siguieron la iniciativa agresiva de la cosa-serpiente y el supo exactamente
de dónde había venido esta. Las serpientes eran un peligro constante en los bajíos y él
había tenido pesadillas acerca de ellas cuando había sido un niño pequeño, antes de
conocer a Minat.
Bueno, pensó, él los había derrotado a todos al menos una vez antes. Sin
embargo Skellum había dicho que no se trataba de vencerlos sino de controlarlos.
Cadenero ni siquiera sabía si podía volverlos a matar. Se preguntó si recordaban cómo
él los había vencido la primera vez y si podría confiar en los mismos movimientos dos
veces.
Cadenero, en los últimos momentos que tenía, pasó revista a sus habilidades. El
nunca había sido capaz de crear cadenas de combate con tanta facilidad y tanta rapidez
antes pero aún así dudó que su capacidad le permitiera someter a las criaturas de una en
una o en pequeños grupos antes de que la gran masa lo rodeara. El ni siquiera estaba
seguro de si su daga o el peso afilado penetrarían la piel de la cosa-serpiente. Lo tendría
que averiguar de la manera difícil.
La cosa-serpiente intentó acometer directamente a Cadenero sin disminuir la
velocidad. El cabalista saltó sobre ella y la apuñaló con su daga. Había tenido razón, la
piel del animal era demasiado gruesa.
Callda el pájaro crusat fue el siguiente. Era aún más feo y deforme que lo que
Cadenero lo recordaba. Tendría que preguntarle a Skellum sobre eso cuando volviera…
si es que volvía. Felizmente, la piel de Callda no era más dura de lo que había sido en la
calle afuera de lo de Roup y Cadenero acuchilló una de sus alas con su cadena y lo guió
a la tierra como un barrilete defectuoso.
El resto de la horda tambaleante pronto estaría sobre él y la cosa serpiente se
estaba preparando para otro ataque. Piensa, se ordenó Cadenero para sus adentros.
¿Cómo podría someter a una docena y pico de monstruos a la vez? Podría matar a
algunos de ellos con su florecimiento mortal, podría incapacitar a unos pocos más con
una daga en sus tendones, y podría aprisionar a unos pocos con…
La punta de la garra de la cosa serpiente cortó el aire delante del rostro de
Cadenero. Esta ya no embistió irracionalmente sino que lo atacó con sus largos brazos.
Hizo una finta y cortó pero el luchador de los pozos se quedó justo fuera de su alcance.
Un oso zombie medio podrido se alzó detrás de él rugiendo a través de sus
mandíbulas esqueléticas. Cadenero hizo crujir su cadena como un látigo a través del ojo
que le quedaba y cuando la torpe bestia se abalanzó su golpe conectó por error con la
cosa serpiente. La serpiente, enfurecida, arrancó la pata del oso en sus dientes y luego
lanzó un golpe de revés a Cadenero a través del pecho con sus garras. Este rodó
ágilmente hacia atrás y luego presionó con su mano en su camisa donde las cuatro
filosas líneas sangraban por debajo de ella.
La herida no era grave pero lo obligaría a pensar y actuar más rápido antes de
que la pérdida de sangre comenzara a desacelerarlo. El oso zombie y la serpiente se
estaban destrozando entre sí, con el oso llevándose la peor parte de ello. Más criaturas
de la horda comenzaron a luchar entre ellas y Cadenero se preguntó si podría dejar que
ellas redujeran sus propios números y luego conquistar a las sobrevivientes.
Algo pequeño y parecido a una rata se sujetó a su pantorrilla con una docena de
pequeños dientes afilados como agujas. Cadenero le rompió la espalda con su daga y se

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sacó a la condenada cosa de encima de una patada. La serpiente acabó con los últimos
pedazos horribles del oso zombie e inmediatamente volvió a acechar a Cadenero. Un
pequeño enjambre de insectos brillantes escupió fuego hacia el cabalista y el se protegió
los ojos de una cascada de chispas. Un gran charco de lodo aceitoso fluyó sobre el suelo
de piedra opaca engullendo a sus compañeros de pesadilla mientras se posaba al mismo
tiempo sobre Cadenero quien retrocedió, manteniendo a la horda en frente de él con los
brazos abiertos de par en par y sus manos vacías. Las criaturas continuaron avanzando,
enfocadas una vez más como un grupo en el extranjero en su dominio.
Cadenero exhaló. Pensó que tenía la respuesta. Era una forma desconocida y
estas no eran circunstancias ideales pero él había estado haciendo uniones y pesos por
su cuenta durante la mitad de su vida. Un experto le había enseñado a ser competente y
desde entonces el mismo se había convertido en un experto.
La cosa serpiente se mostró más lenta, casi lúdica en su aproximación final. Las
otras pesadillas le dieron un amplio espacio cuando esta siseó y rió y arañó el suelo.
Estaba tratando de conseguir que el huyera, quería que Cadenero desempeñara el papel
de una presa. Cadenero le sonrió, mostrándole en broma sus manos vacías.
"¿Qué esperas?," se burló. Y echando la cabeza hacia atrás expuso su garganta y
agregó: "Nunca tendrás una mejor oportunidad."
La cosa-serpiente se lanzó. Fue tan rápida como un rayo pero la mano de
Cadenero fue más rápida lanzando una cadena en su cuello. Una cadena diferente a
cualquiera que él jamás había creado antes. El arma fue maleable en vuelo, sólo lo
suficientemente sólida como para darle peso. Cuando chocó contra la garganta de la
cosa-serpiente se enroscó por completo alrededor del cuello de la bestia, se unió en
torno, y se apretó. La cosa-serpiente se tambaleó hacia delante, arañando el asfixiante
collar y Cadenero la hizo caer dando un tirón con fuerza en el extremo de la cadena. El
bruto se fue de bruces al suelo y luchó con el metal inflexible en torno a su garganta.
Cadenero lanzó otro collar alrededor del pájaro caído pero no sostuvo ninguna
de las nuevas correas de cadenas en sus manos. En cambio, los extremos de cada una
flotaron a un centímetro de su palma abierta, siguiendo el movimiento de la mano como
si estuvieran conectadas a la misma. Ya con las manos libres Cadenero pudo enviar
collar tras collar sobre el grupo de criaturas que se aproximaban. Esquivó ágilmente a
cualquiera que llegó lo suficientemente cerca como para golpearle y hundió pesos
afilados en los cuerpos de aquellos que quebraron o evitaron los collares. Atrapó la
masa informe mientras esta fluía sobre otro cuerpo más sólido aferrando a ambas
criaturas con el mismo collar. Mientras Cadenero ataba a cada monstruo también creó
un conducto a través del cual él podría drenar su energía. Usó este conducto para extraer
una porción de la esencia de cada cosa e introducirla en sí mismo mientras los
monstruos caían invariablemente de rodillas, cansados, debilitados, escarmentados.
Cadenero flotó por encima de las cabezas de las ahora sumisas criaturas,
sostenido en una ola de sus energías robadas. Ya no sentía el dolor de sus heridas,
nuevas o viejas. Abrió sus brazos de par en par, con decenas de cadenas irradiando hacia
fuera de sus manos, cada una conectando a un monstruo a su nuevo amo.
Y rugió.
Con una final oleada de poder disipó todas las correas con cadenas con el
chirrido del metal contra el metal y una ensordecedora explosión. Cadenero cayó al
suelo y cruzó los brazos sobre su pecho.
Las criaturas recientemente liberadas gruñeron y se quejaron y le miraron con
enojo, pero ninguna se atrevió a atacar.
"Sigan adelante," dijo. Levantó su brazo y cuando lo dejó caer una cadena látigo
de tres metros de longitud crujió entre las criaturas. "Les llamaré cuando las necesite."

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La masa confusa y sombría comenzó a alejarse de él. Algunas corrieron sin
mirar atrás, aterrorizadas a ser aferradas de nuevo. La cosa-serpiente fue la última irse,
chasqueando su lengua bífida y arañando el suelo delante de él. Siseó a Cadenero,
sonando casi lastimeramente.
"Vete," dijo Cadenero. "Pero no demasiado lejos. Tengo planes para ti más
tarde." Luego sonrió desagradablemente, perdido en los recuerdos de su infancia.
La criatura gruñó, se giró y se marchó al trote. Cuando todos se vieron distantes
y pequeños, la niebla volvió, tragándose suavemente a Cadenero desde cero. Cadenero
cargó el incensario, lo encendió y comenzó a darle vueltas alrededor de su cabeza en
círculos lentos y cortos. Él sólo se había ganado el derecho a continuar como aprendiz
de Skellum. Se había enfrentado a su pesadilla más antigua y por primera vez en su vida
se sintió como si hubiera encontrado un lugar que era completamente suyo.
Continuó haciendo girar casualmente el incensario mientras esperaba que
Skellum regresara y lo llevara de vuelta a la Ciudad de la Cábala.

Parte II

Hechicero
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96
Capitulo 12

A Cadenero le fue muy bien durante los siguientes meses. Se sintió feliz
cuando el Primero lo elogió por entregar el Mirari y le ordenó a Skellum que
intensificara su entrenamiento. Y aún más feliz cuando se le permitió volver a los pozos.
Cadenero, después de haber pasado años en la academia de dementistas, quedó
extrañamente reconfortado de estar de vuelta entre personas que vivían y morían por sus
habilidades en vez de su capacidad para mentir. También había una extraña camaradería
entre los concursantes de la que Cadenero nunca se había cansado. Uno podía estar
parado en un grupo a la espera de su próxima pelea y cuando sonaba la bocina de
partida la gente a tu alrededor podía convertirse en tus aliados con la misma facilidad
que en tus enemigos. A menos que hubieras sido asignado o hubieras solicitado un
ajuste de cuentas uno realmente no tenía idea de a quién o a qué se enfrentaría, o que
estaría en juego. Cadenero no había visto ninguna guerra pero se imaginó que el
silencioso respeto a regañadientes que se tenían los combatientes de los pozos entre sí
era como el vínculo que se formaba entre los soldados durante el combate. Sólo que en

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los pozos no había uniformes para distinguir al amigo del enemigo y la persona que
vigilaba tu espalda hoy probablemente te hundiría allí un pico oxidado mañana.
Los luchadores de los pozos de la Cábala ni siquiera estaban seguros si se les
permitiría ganar. El Maestro de los Juegos complotaba y emparejaba los resultados de
cada combate con los fijadores bajo instrucciones del Primero mismo. Lo más
importante de todo era poner un buen espectáculo para que la gente regresara ya sea
como participantes o como espectadores. Si la Orden estaba en vigor y una serie de
humillantes derrotas de la Cábala les lograba engañar para hacerles participar entonces
al equipo local se le encargaba comportarse avergonzadamente. Cuando el Primero
especificaba que tipo de reacción quería de la multitud el Maestro de los Juegos se la
preparaba y los combatientes de la Cábala la producían.
Cadenero nunca había competido en los pozos principales antes de conocer a
Skellum así que sus combates habían sido menos estructurados y estaba libre para
pelear lo mejor que podía. Sin embargo su juventud y su habilidad con la cadena lo
convirtieron en algo así como un acto novedoso por lo que a menudo él estaba justo
fuera de la entrada en uno de los pozos de entretenimiento. En ese momento Cadenero
se había sentido como si estuviera luchando por su vida pero más tarde se dio cuenta de
que sólo estaba allí para impresionar a los transeúntes. Aún así la Cábala lo había
acogido, entrenado, alojado y alimentado por lo que cumplió con su deber juramentado
y montó un espectáculo para los que pasaban a su lado. Se tomó ese tiempo para
dominar su técnica y antes de lo previsto había acumulado suficientes victorias como
para impresionar a los jefes del pozo, al Maestro de los Juegos y, eventualmente, a
Skellum.
Su presente retorno a los pozos había sido gradual pero constante. En su primer
combate, un espectáculo vespertino al que asistieron pocos espectadores, había rasgado
a través de un lento grupo de linces zombis con sólo sus cadenas y su daga. Dos días
después, cuando los jefes del pozo lanzaron un enloquecido jabalí con su vientre en
llamas en una exhibición nocturna, Cadenero se mantuvo alejado de la criatura y giró su
incensario hasta que produjo la cosa-serpiente que había dominado antes. Este
despedazó al humeante jabalí al rojo vivo y luego se tragó los pedazos enteros. La cosa-
serpiente se giró hacia Cadenero con ojos asesinos pero este le colocó rápidamente el
collar y lo dominó.
Su nombre ganó reputación con cada lucha. La gente estaba empezando a notar
su estilo ecléctico y más y más personas acudieron para verlo pelear. La mayoría de los
hechiceros de demencia en los pozos estaban armados sólo para mantener a sus
creaciones en línea. Incluso aquellos que sabían cómo pelear primero habían sido
hechiceros y luego guerreros. Cadenero primero podía luchar directamente con sus
rivales y luego sorprenderlos con un monstruo inesperado, o podía enviarles algo
desagradable para poner a prueba sus habilidades y luego explotar cualquier debilidad
con su cadena y su daga. Se comenzó a correr la voz de que el joven hechicero de
demencia estaba invicto desde que había regresado a los pozos. La calidad de la
competencia de Cadenero aumentó y el control y la racha de victorias del luchador de la
Cábala aumentaron firmemente junto con ella.
Cuando él no estaba en los pozos se hallaba con Skellum, meditando, respirando
y aumentando su dominio sobre su propio espacio de demencia. Cada criatura a la que
enfrentó en los pozos dejó una impresión en sus ojos, sus oídos, su memoria. Por la
noche esas impresiones se agitaban y bullían en la cabeza dormida de Cadenero y
cuando este despertaba había más habitantes de pesadilla del mundo con la arena negra
y el agujero en el cielo. Algunas noches el se retiraba después de la cena y yacía en un
estado semejante a la muerte hasta el mediodía siguiente y otras las pasaba en un

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intermitente e inquieto estado de agitación. Sin importar cuánto tiempo dormía o qué
tan profundamente lo hacía siempre soñaba con monstruos. La más grande de sus
mascotas era todavía sólo un poco más grande que un humano pero Skellum estaba
satisfecho con la durabilidad, el detalle y la velocidad de su criatura.
Su mentor también estaba satisfecho de que Cadenero siguiera sus instrucciones
al pie de la letra. Skellum le hacía trabajar duro para mantenerlo con los pies en la tierra
en los acontecimientos del día a día en la Ciudad de la Cábala y él parecía satisfecho
con el progreso de su alumno. El viejo no había mencionado la tensión mental que un
hechicero de demencia podía acumular en semanas. La única objeción que Skellum tuvo
para el éxito de Cadenero fue que su alumno se vio obligado a abandonar la
denominación de "aprendiz" a favor de "hechicero de demencia."
"Yo no entreno a un simple hechicero. Los hechiceros trabajan en el barro y la
sangre de los pozos," dijo resoplando. "Yo entreno dementistas. Los dementistas
realizan trabajos importantes y detallados para el Primero. Y nosotros conocemos a las
mejores personas."
Cadenero rió ante el viejo snob y trató de manchar su sombrero con algo del
polvo de los pozos.
"Déjame ser un hechicero por unos meses más," dijo. "Me gusta."
Skellum bloqueó la mano mugrienta de Cadenero con su capa. "No me toques,
patán. Esta noche tengo una cita para cenar en la mansión."
"Con algunos de los mejores, sin duda."
"Así es. Y tú harías bien en hacer desaparecer esa sonrisa junto con la suciedad.
También estás invitado."
"¿Es el Primero?" Dijo el luchador de la Cábala repentinamente interesado.
"¿Hay noticias del Mirari?"
Skellum frunció el ceño. "No, entonces sí." Cuando Cadenero lució confundido,
continuó. "El Maestro de los Juegos quiere una sentada contigo y conmigo para planear
el evento de este fin de semana. Al parecer hay un par de nueces duras viniendo desde
las montañas y él quiere que tú los atiendas personalmente."
Cadenero arrugó la nariz. "¿Eso significa que tengo que ser la niñera de otro
bárbaro?" Sus ojos se iluminaron. "¿O es que Kamahl ha vuelto? Me gustaría colocar
algunas apuestas sobre él, hacer un poco de plata extra." Se tiró distraídamente de su
ropa harapienta. "Me vendría bien un traje nuevo."
"Ese es mi muchacho," dijo Skellum felizmente. "Te llevaré junto a mi sastre.
Nunca olvides los placeres mundanos, muchacho. Ellos deberían ser la razón por la que
tú luchas tan duro."
"Maestro," dijo dramáticamente Cadenero. "¿Quiere decir que servir a la Cábala
no es suficiente recompensa?"
Skellum entrecerró los ojos. "Tu siempre has tenido una boca inteligente," dijo.
"Y no, un servicio no es una recompensa en si mismo. Ni el Primero ni Kuberr han
dicho lo contrario. Nosotros servimos a la Cábala pero la Cábala también te sirve a ti.
Así es como funciona. Es por eso que funciona. Recuérdalo."
Cadenero asintió. "En este momento yo me estoy sintiendo muy bien servido. Y
después de limpiarme y unirme contigo para la cena me sentiré aún mucho mejor."
"De acuerdo," dijo Skellum. "Reúnete conmigo en el salón del maestro en una
hora. El se unirá a nosotros allí."

* * * * *

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Cadenero permaneció en un atónito silencio mientras la Maestra de los Juegos
parloteaba. Ella era diferente del maestro que había dirigido los juegos interrumpidos
por el ataque del dragón. Nadie habló de él o de su ausencia y Cadenero decidió no
preguntar.
Lanzó una mirada seria a Skellum. Su mentor parecía tranquilo y sereno pero
Cadenero pudo decir que tampoco estaba contento. Esperó a que la nueva maestra
respirara y cuando lo hizo le interrumpió:
"Así que está diciendo que tengo que perder." A él nunca antes se le había pedido
que se dejara vencer en una lucha y estaba descubriendo que no le agradaba.
"No con esas palabras," dijo la maestra. Era una mujer alta, de rostro flacucho y
apretado y el pelo recogido firmemente contra su cráneo. "Queremos que la Cábala haga
un buen papel. Pero esta pareja se ha abierto camino a través de todos los pozos
menores que hay entre la Ciudad de la Cábala y las montañas. Todavía no han perdido
pero no hemos sido capaces de darles lo que quieren."
"¿Y qué quieren?" Preguntó Skellum manteniendo una estrecha vigilancia sobre
Cadenero en busca de alguna señal de que su alumno estuviera perdiendo la paciencia.
"Oh, ella está en busca de su hermano o algo así. Lo último que ella oyó fue que
él había venido a luchar en los pozos. Ella y su enano siguen destrozando a lo mejor que
les hemos podido arrojar pero hasta ahora nadie sabe a quién ella está realmente
buscando o si nosotros sabemos a dónde está él. Su hermano bien podría estar muerto.
Probablemente entró en una deuda y la está pagando en los pozos laterales o en las
fábricas de carne. La mayoría de los bárbaros no pueden resistirse a apostar por ellos
mismos para ganar." La mujer sonrió desagradablemente.
Cadenero mantuvo su voz neutral pero vio que Skellum notó su interés
renovado. "¿Bárbaro?"
"Sí," la Maestra de los Juegos comprobó su lista. "Al parecer ambos, hermano y
hermana, son de una tribu en las montañas Párdicas. Ella tiene un enano anciano como
su pareja. Parece que ya han trabajado juntos antes porque hacen un excelente equipo.
Hasta el momento invicto." Ella arqueó las cejas a Cadenero. "Al igual que tú. Piensa en
las multitudes, hermano menor. El mejor de la Cábala contra la cosa más dura que ha
salido de las colinas este año."
"Creo que conozco a su hermano," dijo Cadenero.
La Maestra de los Juegos sonrió. "Esa debe ser la razón por la que el Primero me
dio sus nombres. Yo no iba a mencionar esto a menos que tuviera que hacerlo pero esta
directiva proviene del Primero en persona. Tú deberás luchar contra la pareja de las
montañas. El Primero quiere que ellos consigan la información que ellos ya se han
ganado pero no podemos dársela tan fácilmente. Así que vamos a dejar que te enfrentes
contra ellos, poner un buen espectáculo, y luego dejarlos irse sintiéndose victoriosos."
Cadenero volvió a mirar a Skellum. Este sonrió. "¿Y qué gano yo de ello?"
preguntó. Skellum jugueteó con su sombrero para ocultar su sonrisa de orgullo.
"¿Qué ganas tú, hermano menor? La oportunidad de cumplir con tu deber para el
Primero y la Cábala. ¿Qué más se puede esperar?"
"El espera una compensación," le interrumpió Skellum. "Su récord invicto tiene
valor. Usted está pidiéndole que lo tire a la basura. Es justo que él consiga algo a
cambio."
Los ojos de la maestra se lanzaron adelante y atrás de Cadenero a Skellum.
"¿Qué quieres?"
Skellum empezó a hablar pero Cadenero lo detuvo con una mano levantada. "Si
se supone que debo proporcionar información yo quiero esa información. La Cábala
tiene informantes en todas partes. Quiero saber qué pasó con Kamahl el bárbaro después

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de que se marchó de la Ciudad de la Cábala. Quiero saber dónde está el Mirari. Y," dijo
guiñándole un ojo a Skellum, "quiero una parte de las ganancias de la partida. Las
mesas de apuestas estarán ocupadas cuando peleemos. Yo quiero mi parte."
Los ojos de la maestra brillaron. "Hecho," dijo.
"Nosotros servimos a la Cábala," dijo Skellum.
"Y la Cábala nos sirve a nosotros," respondió Cadenero. "Ahora, pues. Para
empezar quiero que me diga a donde fue mi amigo bárbaro. Luego podremos imaginar
lo que se supone que le voy a decir a su hermana."

* * * * *

Veza nunca recibió un correo con información falsa para el Embajador Laquatus.
Luego de dos semanas llenas de tensión de presentar su idea a la Emperatriz Llawan
Veza se despertó unas horas antes del amanecer con el ruido de un trueno saliendo de la
fuente de su sala de estar. Veza había retomado sus piernas al día siguiente de la última
vez que había hablado con la emperatriz. Salió de la bañera y corrió hacia la habitación.
Dos guardias cefálidos imperiales ya estaban flotando en el aire junto a un
brillante disco de energía que solía ser el estanque de la fuente de Veza. Estaban
envueltos en una líquida energía azul que los mantuvo vivos y rectos mientras un tercer
guardia acudía a través del portal. Los dos guardias flotantes le ayudaron a él y a dos
más como él a entrar en el agua. Veza oyó el crujido del portal de tránsito, rápidamente
bajó la cabeza y escuchó un gran chapoteo. Permaneció inclinada hasta que uno de los
guardias flotantes le tocó el hombro.
"Su emperatriz le espera," dijo. Veza se levantó, hizo un gesto afirmativo al
guardia, y dio un paso con gracia en el estanque que daba al mar.
La Emperatriz Llawan flotaba en lo más profundo, tres metros por debajo de la
superficie en el límite mismo de la piscina de Veza. Los tres guardias tritones con colas
flotaban en formación por encima de ella, explorando constantemente todas las vías
posibles de ataque. Vigilaron a Veza mientras bajaba pero la dejaron pasar sin ningún
comentario.
Veza bajó los ojos. "Emperatriz."
"Directora Veza. Necesitamos su ayuda."
"Estoy a su servicio, Emperatriz."
"Pusimos a nuestro mejor jinete de mentes a investigar su concepto de espionaje
en la unión del Embajador Laquatus con su familiar."
"Su hipótesis resultó ser correcta, Directora," continuó Llawan. "Felicitaciones."
"Emperatriz," Veza se sonrojó.
"De hecho, resultó aún más fácil interpretar las señales que lo que usted había
proyectado. Nuestro experto fue capaz de ver los pensamientos de Laquatus con
bastante facilidad. Últimamente él tiene una sola cosa en mente, un poderoso artefacto
llamado el Mirari."
Veza asintió. "Ya había oído del descubrimiento reciente de semejante artefacto.
Hasta ese tipo de noticias llegan a Bahía Rompiente."
"Estaba en manos del patriarca de la Cábala. Laquatus estaba de visita cuando el
artefacto llegó. Desde entonces él no ha hecho más que complotar para poder
obtenerlo."
Veza empezó a entender. "¿Y lo ha logrado?"
"No. Actualmente está en manos de la Orden."
Veza se preguntó por qué la emperatriz no parecía contenta con este desarrollo.
"¿Eso es aceptable, Emperatriz?"

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"Apenas. Los miembros de la Orden son honestos y tratan de ser justos en todas
las cosas. Son como medusas en las manos de alguien como Laquatus. No pasará
mucho tiempo antes de que él haga desaparecer misteriosamente el artefacto a través de
la violencia o el engaño."
Veza esperó que la emperatriz continuara y como no lo hizo dijo, "Entonces
Laquatus le llevará el artefacto a Aboshan." Llawan la miró por un momento y luego
cliqueó una aguda serie de chillidos al guardia de seguridad. El guardia comprobó un
instrumento atado a su muñeca y asintió con la cabeza a la emperatriz.
"El cristal no brilló, mi emperatriz. Ella no está ocultando nada."
Llawan volvió a cliquear y los guardias se alejaron nadando hacia la bahía y bien
fuera del alcance del oído aunque mantuvieron una línea de visión clara tanto de Veza
como de la emperatriz.
"Perdónanos, Directora," dijo Llawan, "pero teníamos que estar seguras. Si usted
nos hubiera mentido hace un momento el cristal habría parpadeado. He negociado
muchos tratos favorables con ese artefacto a mi lado."
Veza simplemente miró sin comprender.
"Nunca podemos ser demasiado cuidadosas cuando se trata de Laquatus. Pero
ahora tenemos que ser totalmente francas con usted. Aboshan ya tiene el Mirari. De
alguna manera el embajador logró alejar el Mirari de la Orden y colocarlo en las garras
de Aboshan sin llegar nunca a tenerlo en posesión él mismo. El hombre es un idiota."
"¿Así que Aboshan tiene el artefacto?"
"Sí."
"¿Y la emperatriz está preocupada de que lo use en su contra?"
Veza se sorprendió cuando Llawan rió en voz alta. Los cefálidos hacían un alto
tono de parloteante staccato cuando reían. Aquello fue demasiado para Veza así que ella
también se echó a reír.
Llawan recuperó rápidamente su compostura. "¡Si tan solo esa fuera nuestra
principal preocupación! Aboshan colecciona artefactos pero no los entiende. Él no
sabría qué hacer con un artefacto poderoso aunque viniera con una guía y un tutor. Si él
consigue poner sus tentáculos en el Mirari probablemente tratara de comérselo."
"No, Directora, estamos preocupados por lo que hará Laquatus una vez que
obtenga el Mirari. Él clama estar trabajando en nombre del emperador pero es un niño
codicioso y avaro. El ver el premio que tan gravemente deseó tener en las manos de un
zoquete y saber que no tiene oportunidad de arrebatarlo le debe estar realmente
mortificando. Si la cosa es tan poderosa como dicen, si es tan poderosa como mi jinete
de mentes siente, entonces Laquatus no permitirá que Aboshan lo tenga por mucho
tiempo. Y cuando él lo consiga el siguiente obstáculo entre la saya de un embajador y la
corona imperial será la pobre y exiliada Llawan."
El humor de Veza se enfrió y desvaneció rápidamente. "¿Y qué hará la
emperatriz?"
Llawan extendió un tentáculo y tomó suavemente la mano de Veza. "Nosotros
reuniremos a quienes nos han servido bien. Aquellos que nos han servido lealmente."
Dejó caer la mano de Veza y llevó hacia delante su otra extremidad. En el extremo
portaba un pico afilado de un diente de ballena. "Y vamos a enfrentar al zoquete de
Aboshan. Si lo podemos empujar, mantenerlo furioso y temeroso de una nueva guerra
civil, entonces él se aferrará fuertemente a su nuevo juguete y nunca permitirá que
Laquatus lo tome. Cuanto más se empeñe el embajador, aún más se apretará el agarre de
Aboshan, y ninguno de ellos será capaz de utilizarlo en contra de nosotros. Con algo de
tiempo Aboshan ordenará matar a Laquatus." Dijo con la sonrisa de un político. "Nunca
es una buena idea ser demasiado ambicioso cuando el emperador se siente inseguro."

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"Le pedimos que venga con nosotras y permanezca de nuestro lado en la corte
del emperador. Le pedimos que se declare como nuestra súbdita y que represente a
nuestros intereses. Usted está perdiendo el tiempo aquí en Bahía Rompiente. Peor aún,
está siendo vituperada por este trabajo. Venga con nosotras ahora y sea nuestra súbdita.
Nosotras tenemos treinta ejecutivos como usted y otra docena de cefálidos de noble
cuna. Nosotras vamos a presentarnos ante el emperador y le pediremos permiso para
que haga una secesión de su imperio."
"Él ciertamente lo rechazará."
"Deberá hacerlo. Pero cumplirá las formalidades del gobierno. Citará el tratado
vigente entre nosotros. Pronunciará bravatas y amenazas. Tratará de que nos maten por
asesinos y de que nos ejecuten públicamente por traidores. Y todo eso nos comprará
tiempo."
"¿Tiempo, Emperatriz? ¿Tiempo para qué?"
"Para tomar el control de la situación. Para reunir más apoyo entre los oligarcas
y nobles. Para volver a Laquatus y Aboshan uno contra el otro y dividir sus fuerzas.
Para apoderarnos de este Mirari para nosotros mismos y librar a Mer de una vez por
todas de truhanes y bribones."
Veza miró hacia la superficie de la piscina por encima de su cabeza. Más allá de
ella estaba su cabaña, su papeleo y su depósito. Más allá de esto, el pueblo y todos sus
habitantes humanos, con todos sus tics y prejuicios humanos. Y en algún lugar más allá
de eso estaba Aboshan, que sólo se preocupaba por el comercio y en absoluto por las
personas que lo manejaban en su nombre.
"Yo soy suya, Emperatriz Llawan," dijo ella. "¿Qué quiere que haga?"
Llawan sonrió. "Venga con nosotros. Estamos llevando un portal de agua que
conduce a nuestra ciudad donde se está preparando el transporte imperial para el viaje al
norte. En el camino hablaremos de maniobras y estrategias."
Veza asintió. "Hay algunas cosas que me gustaría llevar."
"¿Artículos personales, Directora? Este es un tiempo de dejar cosas atrás y
empezar de nuevo."
Veza se inclinó. "Documentos, Emperatriz. Información que puede resultar útil a
nuestra causa." Ella levantó la vista y se encontró con la de Llawan. "Y yo ya no soy
más Directora de Bahía Rompiente."

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Capitulo 13

Cadenero vio a la pareja desde el mismo punto de vista en que había visto por
primera vez a Kamahl. Reconoció a Jeska, la hermana de Kamahl, y al enano Balthor
por las descripciones que tenía y el hecho de que llegaron juntos. Ahora que él la veía
pensó que podría haber reconocido a Jeska como uno de los parientes de Kamahl sin
previo aviso.
La mujer era de mediana estatura y constitución pero tenía el cabello rojo
llameante y la piel color bronce de Kamahl. Allí donde el pelo de Kamahl estaba
recortado cerca de su cabeza el de Jeska era largo y trenzado al estilo enano en cientos
de hebras de un dedo de grosor. Cada trenza estaba entretejida con cintas o cueros o
piedras pulidas y ella las había reunido a todas en el medio de su espalda con una
pesada hebilla de hierro. Cadenero reconocía un látigo pesado cuando lo veía pero igual
quedó impresionado en cómo ella llevaba un arma tan casualmente que la mayoría de
los combatientes no reconocerían.

105
También vestía un peculiar guantelete metálico que cubría su antebrazo
izquierdo. Estaba grabado con runas pero sin pulir y tenía dos pequeños cuernos cerca
de la muñeca. Se veía como una honda en miniatura pero Cadenero no pudo acreditar a
la cosa como arma. Razonó que era o un deflector de espada o algún otro tipo de
armadura protectora.
Por último, ella
portaba una porra de
madera que estaba
intrincadamente tallada y
rodeada de metal. Era
casi tan larga como su
brazo y se veía
extremadamente sólida.
Sus músculos mentían al
respecto ocultando sin
esfuerzo cuan densa era la
porra en realidad.
Además de los anillos de
metal decorativos
Cadenero supuso que el
arma también tenía un
núcleo de metal para
darle potencia extra. Jeska, Guerrera Experta
Jeska se manejaba a si misma y a sus armas con una máxima confianza. Sus ojos
estaban enfocados hacia el frente, su mandíbula apretada, y su ritmo era tan severo que
parecía más como una marcha que una caminata. Ella ni siquiera miró al enano a su
lado a pesar de que él la siguió paso por paso y nunca se retrasó de su visión periférica.
El cuerpo de Balthor era como el de todos los enanos que Cadenero había visto,
bajo y ancho y retorcido como un tronco. Su larga barba estaba dividida en dos puntas
iguales que caían hasta su cintura y llevaba un tocado adornado con una gran gema roja
en el centro. En lugar de un hacha de combate portaba una especie de bastón-hacha que
no era ni completamente un arma ni completamente un palo para caminar.
El extraño dúo se reunió en la puerta con un representante de la Cábala y fue
escoltado a la arena. Cadenero esperó hasta que la puerta se cerrara detrás de ellos antes
de apartarse de la ventana y dirigirse a los pozos.

* * * * *

Varias horas más tarde, un fijador de aspecto oleoso se reunió con Cadenero en
la escalera.
"¿Tu Cadenante?" dijo el fijador.
"Cadenero."
"Lo que sea. Vamos, vamos. Es tu turno."
La actitud del fijador molestó a Cadenero. "¿Cuál es la prisa?"
"Ellos. La mujer es una loca y el enano está realmente de muy mal humor. Dicen
que van a luchar ahora, o que empezarán a destrozar el lugar."
"¿Y? Lánzales algunos acechadores y algunos sabuesos infernales sobre ellos.
La Maestra de los Juegos dijo…"

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"La Maestra de los Juegos acaba de decir que deberías mover tu culo a la fosa
principal." Dijo el fijador tendiéndole un pergamino sellado. "¿Ves esto? Ya es oficial.
Ahora vamos."
Cadenero permaneció perfectamente inmóvil. "¿Cómo te llamas, solcito?"
El aceitoso Cabalista puso cara de desprecio. "Louche," dijo.
"Apuesta todo lo que tienes en mí, Louche. No puedo perder."
"¿Es eso cierto?"
"Lo es."
"Gracias, muchacho." Respondió Louche con un tono sarcástico que nunca
vaciló. Cadenero no pudo decir si el fijador sabía que estaba siendo engañado o si
simplemente no le importó. Renunció a tratar de discutir con una persona que negociaba
para ganarse la vida y se puso a caminar detrás de él.
Louche lo condujo hasta el suelo del pozo principal. Las gradas estaban llenas,
todo parecía listo para comenzar. Sus oponentes esperaban al otro lado del círculo.
"Buena suerte, muchacho," dijo Louche ya distraído y continuando a la siguiente
tarea.
"¿Acaso lo dices en serio, Louche?"
"Claro. ¿Por qué no?" Louche ni siquiera levantó la vista cuando desapareció
entre la multitud.
El cuerno de preparación sonó por arriba y Cadenero encendió su incensario.
Aquello iba a ser una sencilla lucha de bandera, dos contra uno. Jeska y Balthor
intentarían tomar o destruir el simple banderín negro clavado en un montículo de tierra
apisonada de dos metros y medio situado detrás de Cadenero. Cadenero defendería la
bandera. En este caso eso significaba que él trataría de detenerlos pero fracasaría tan
convincentemente como le fuera posible.
El luchador de la Cábala oyó el anuncio de su lucha a lo lejos, los usuales datos
de las medidas de los combatientes y las advertencias estándar sobre la sangre y el
peligro que se verían para estimular a la multitud. Cadenero investigó las filas y filas de
rostros ansiosos. El humo se estaba haciendo más espeso a su alrededor y él resistió a
una oleada de mareos. "Que empiece el juego," susurró. Tenía que mantener la
concentración.
El cuerno de partida sonó y los oponentes de Cadenero vinieron directamente
hacia él. Se movieron bien
pero lo hicieron
terriblemente
desincronizados entre
ellos. Balthor se adelantó
con su cabeza y su bastón
en alto dando pasos tan
suaves y tan grandes como
su estatura se lo permitió.
Jeska, por otro lado,
estaba encorvada por lo
bajo en cuclillas de
batalla, sus manos libres y
vacías a los lados. Su

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porra estaba lista en su cadera y mantuvo una mano cerca del arma mientras miraba
fijamente la bandera
Balthor, El Corpulento detrás de Cadenero.
"Terminemos esto rápidamente." Cadenero escuchó la impaciencia de Balthor a
través de los dientes apretados del enano.
"Sólo mantente en tu lado," gruñó Jeska, "y permanece fuera de mi camino."
Ellos atacaban juntos pero no eran un equipo así que Cadenero decidió explotar eso.
Como no tenían armas de largo alcance Cadenero esperó hasta que Jeska y
Balthor estuvieron a un tiro de piedra del montículo. Entonces sus ojos se pusieron en
blanco, se estremeció, y estiró sus brazos con las palmas hacia arriba hacia Balthor.
Hubo un destello de luz negra y un anillo de energía púrpura parpadeó por el más breve
de los instantes. A través de ese anillo acudió una libélula de un metro de largo con una
cola de escorpión. Sus múltiples alas zumbaron con la furia de un enjambre completo
cuando se disparó por encima del suelo de la arena y luego se lanzó hacia abajo en
dirección a Balthor, su aguijón preparado para dar muerte. Cadenero quería probarse a
sí mismo contra la hermana de Kamahl y la libélula mantendría al enano ocupado. El
insecto le acosaría y picaría hasta que el enano lo destruyera con su hacha o sus puños.
Si él lo hería, su sangre pegajosa chorrearía y mancharía cualquier parte de Balthor que
tocara.
Como Cadenero había esperado Jeska ignoró por completo la amenaza que la
estaba ignorando. A medida que la libélula se lanzó tras Balthor ella siguió recta hacia
Cadenero. Sus movimientos se volvieron mucho más precisos y rápidos una vez que se
inició la acción y su acercamiento se convirtió más como las veloces volteretas de un
acróbata. Cadenero abandonó el incensario y sacó su daga, esperando, su postura
invitando a Jeska a atacar.
Balthor se detuvo detrás de Jeska cuando la libélula se abalanzó sobre él. La joya
en el tocado del enano resplandeció y un fuego rojizo saltó de la gema a la cuchilla de
su hacha de asta. Cadenero pudo ver a Balthor moviendo los labios con los ojos
cerrados.
Una ráfaga de fuego eructó de la cabeza del hacha de Balthor y transformó la
libélula en cenizas en medio del aire. Cadenero quedó conmocionado por un momento y
luego se arrojó hacia adelante cuando otra ráfaga se estrelló contra el suelo cerca de sus
pies. Antes de que pudiera levantarse de sus rodillas Jeska ya estaba sobre él con su
porra dirigiéndose hacia su cráneo. Balthor se cruzó de brazos con aire de suficiencia.
Años con la cadena de lucha le habían dado a Cadenero manos extremadamente
rápidas y Jeska había subestimado su velocidad. Atrapó su porra en medio del swing,
lanzó todo su peso hacia atrás y arrojó su espalda sobre su cabeza con un pase de su
bota. El luchador se aferró a sus manos por lo que ella golpeó dolorosamente contra el
suelo. Cadenero la soltó, rodó, y se levantó con las manos en posición. Hubo otro
destello negro y una segunda libélula zumbó y se orientó hacia Jeska. Cadenero maldijo
por haberse repetido. Skellum nunca le perdonaría eso. Hizo a un lado el pensamiento
de su maestro y viendo que Jeska aún no se había puesto de pie enfrentó a Balthor.
Recogió la daga del piso de la arena y retó a Balthor con el arma para que se acercara.
El enano no podría atacar a Cadenero con Jeska tan cerca pero la joya en su
cabeza seguía brillando. El viejo diablo estaba claramente esperando al próximo hechizo
de Cadenero para poder convertirlo en cenizas. El luchador de la Cábala mantuvo sus
manos en frente de él para mantener la atención del enano lejos de la bandera. En vez de
darle un objetivo, Cadenero azotó el brazo y envió una pesada cadena negra hacia el
tocado de Balthor. El peso del extremo se estrelló a través de uno de los apoyos de la
gema brillante y la mandó volando al suelo de la arena. La gema zumbó y dejó de

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refulgir. Por primera vez desde que Cadenero había puesto los ojos en él Balthor pareció
algo más que arrogante. Se vio francamente nervioso, tal vez incluso un poco
avergonzado.
"Le has roto su sombrero especial," dijo Jeska. "Se va a poner furioso." La
mujer, a pesar de la libélula lanzándose alrededor de su cabeza, pareció salvajemente
divertida. Estaba manteniendo al insecto a raya con su porra y un feroz bombardeo de
las amenazas y el lenguaje más obsceno que Cadenero había escuchado jamás salvo en
los muelles de la ciudad.
El muchacho silbó y la libélula se separó y flotó en el aire entre ellos. Cadenero
sacudió la cabeza hacia Balthor y la libélula se marchó zumbando con avidez hacia el
enano enojado pero aún avergonzado.
"Así que estás en busca de tu hermano," dijo Cadenero. Jeska no estaba
acercándose a su postura ya que lo había visto lanzar una cadena a Balthor desde seis
metros de distancia y no parecía muy dispuesta a dejar que hiciera lo mismo con ella.
"Lo estoy. ¿Sabes dónde está?"
Cadenero envainó la daga, puso las manos juntas e hizo aparecer de la nada una
cadena de tres metros con una plomada lisa en su extremo. Sostuvo la cadena en frente
de ella para que la pudiera ver y entonces comenzó a hacerla bailar a su alrededor.
"Sé a dónde se fue," dijo Cadenero.
Jeska mantuvo su postura, apuntando a Cadenero con su porra como lo había
hecho con Balthor.
"Supongo que eso significa que no debería matarte," dijo ella. "Dímelo y
podemos terminar esto ahora."
Cadenero comenzó a dar vueltas alrededor de Jeska con el arma en constante
movimiento. "Llegaremos a un acuerdo, tú y yo," dijo él. "Yo tengo información que tú
deseas tú tienes información que yo deseo. Si estás de acuerdo en compartirla te dejaré
pasar a mi lado." Miró alrededor de la arena y agregó: "Después de que pongamos un
buen espectáculo, por supuesto."
"No voy a hacer ningún trato contigo, Cabalista," escupió Jeska. "Por lo que sé
eso es lo que hizo mi hermano y por eso yo no puedo encontrarlo."
Cadenero lanzó la plomada a Jeska y esta la bateó fácilmente a un lado. "El se
marchó de aquí por propia voluntad y con buena salud. Y yo puedo decirte a dónde fue.
¿Acaso tu no me dirás de dónde vino?"
Jeska se abalanzó sobre Cadenero con su porra. El se agachó debajo de ella y
cortó el pasador de hierro de su cabello con su daga. La mujer bárbara pareció
totalmente sorprendida, luego sacudió airadamente sus trenzas sueltas, giró su porra, y
volvió a la carga.
Cadenero enredó el extremo del arma de Jeska con su cadena y trató de
arrebatarla de sus manos con un tirón pero la madera pulida hizo deslizar su arma. Jeska
giró bajo la cadena y trató de introducir la palma de la mano en la nariz de Cadenero.
Este esquivó y luego le erró a la rodilla de Jeska con el extremo de su plomada en su
golpe de revés. Ambos cambiaron amagues y luego mantuvieron sus posiciones, frente a
frente.
"Mira, bárbara," dijo Cadenero. "Te daré una muestra de fe. Tu hermano está
compitiendo regularmente en uno de los pozos menores en el norte. Kamahl está vivo y
bien."
Jeska se detuvo. "¿Y qué está haciendo en el norte?"
Cadenero se relajó pero no bajó su arma. "Persiguiendo un tesoro."
"¿Quieres decir que he cruzado media Otaria en su búsqueda y él ni siquiera está
perdido?"

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"Eso parece."
"¿Cómo sé que me estás diciendo la verdad?"
"Por el amor de Fiers, Jeska," gritó Balthor. Estaba golpeando a la libélula con
su bastón pero parecía más preocupado en conservar su arma que en hacer daño al
insecto. "¡Deja de balbucear y termina esto! ¿Te has olvidado las reglas de esta tres
veces maldita farsa?"
Cadenero vio la comprensión desplazar a la ira de los ojos de Jeska. Ella dejó
escapar un grito de guerra ensordecedor y lanzó su porra a la cabeza del luchador.
Cuando él se distrajo, Jeska extendió su brazo enguantado y apuntó directamente hacia
abajo con este como si fuera una ballesta en dirección al banderín negro. Sacó una
piedra roja lisa de un bolsillo y la colocó en el guante entre los cuernos. Dijo una sola
palabra y los cuernos chispearon encendiendo una fina corriente de fuego que se
extendió entre ellos como un tendedero. Jeska echó la piedra roja hacia atrás y se
dispuso a lanzarla hacia la bandera.
"Espera," dijo Cadenero. El guante era una especie de honda y si él no actuaba
con rapidez Jeska ganaría la lucha antes de que Cadenero pudiera conseguir algún dato
de ella. El luchador de la Cábala lanzó una cadena con collar que se cerró alrededor de
la muñeca de Jeska y tiró de ella para desequilibrarla y que no pudiera apuntar a la
bandera.
El alejar a Jeska de su primer objetivo fue una estrategia bastante razonable pero
Cadenero se dio cuenta inmediatamente de la falla en su ejecución. Como la mujer
estaba cerca de él una vez que Cadenero la empujó fuera de balance lo único a lo que
Jeska pudo disparar su honda fue hacia él. La bárbara soltó una advertencia incoherente
cuando la piedra roja voló. En los dos metros y medio de espacio entre los ojos de
Cadenero y la piedra aproximándose, el misil pasó de ser una brillante perla de vidrio a
una refulgente bola de calor concentrado. Las manos de Cadenero demostraron ser más
rápidas que su cerebro cuando él levantó sus brazos para protegerse el rostro.
Sus ojos se cerraron cuando una explosión de calor quemó sus cejas. Quedó
temporalmente sordo por la explosión y el dolor en su brazo derecho fue agonizante. El
impacto lo movió sobre sus talones pero él no se tambaleó ni cayó.
"Mantente firme, maldita sea," oyó decir a su propia voz. Comenzó a
balancearse, sus ojos aún entrecerrados y desenfocados. Apenas pudo distinguir al viejo
enano y a la chica bronceada mientras ellos permanecían de pie, uno al lado del otro,
mirando hacia su posición. Se vieron curiosos pero se mantuvieron a una distancia
segura.
Cadenero, confundido, miró la bandera, aún no afectada. Estaba indefenso así
que por qué ellos no acababan con él o escalaban el montículo.
"¿Te rindes, Cabalista?" Cadenero pudo ver a la mujer gritando, ahuecando las
manos alrededor de la boca, pero apenas pudo oírla. Sin embargo reconoció en su voz
como la de alguien que sabe que la lucha ha terminado incluso si nadie más lo hace.
Cadenero se estiró en busca de su daga y una nueva oleada de dolor abrasador le
hizo caer de rodillas. Su mano izquierda parecía estar bien pero su derecha se sentía
espesa, vaga y torpe. Cadenero levantó su brazo en alto para obtener una mejor visión
de su mano.
"O no," dijo en voz alta. Su brazo derecho terminaba en un humeante muñón
carbonizado. Su mano había desaparecido por completo y su antebrazo ahora finalizaba
a cinco centímetros por debajo del codo.
"Maldita sea," dijo Cadenero. Volvió sus ojos aturdidos hacia Balthor y Jeska,
miró de nuevo a su brazo destrozado y con una sonrisa amable levantó su brazo y su
muñón por encima de su cabeza.

110
"Me rindo," dijo sin alterarse. Luego se desplomó de bruces en el suelo de la
arena. Lo último que oyó antes de desmayarse fue el sonido del cuerno que marcó el
final del combate.

Capitulo 14

El transporte personal de Llawan era un leviatán de treinta metros de largo que


había sido especialmente alimentado, criado, y hechizado para servir como una
combinación de buque de guerra y yate. Sus entrañas eran enormes y huecas, con
compartimientos que podían acomodar respiradores de aire así como criaturas del mar.
Su piel era gruesa y resistente, y su cabeza lo bastante dura y huesuda como para
embestir a través de los costados de cualquier buque de madera. Manipuladores
especialmente capacitados se sentaban en la proa del cráneo de la criatura y dirigían la
nave basados en las órdenes del capitán y la vista de una enorme pantalla de
visualización.

111
La criatura tenía claras cámaras cristalinas injertadas en sus costados y parte
trasera en donde los pasajeros podían comer, charlar y disfrutar de la vista. Estas
cabinas podían ser removidas o, en casos de emergencia, rotas para proteger a la
emperatriz y sus guardias armados en el interior. La criatura, a pesar de que no tenía
capacidad ofensiva además de su cráneo para embestir, era lo suficientemente rápida
como para escapar de los perseguidores más veloces.
Veza miró la pared transparente que separaba su cabina de las profundidades
heladas del océano. Ella no podría ahogarse, y no estaban lo suficientemente profundos
como para que la presión fuera un peligro, pero igual se sentía incómoda. Tal vez era
porque sabía que los pasajeros en los compartimentos externos eran considerados
prescindibles en caso de ataque.
Cuanto más se acercaba la nave a territorio de Aboshan más sombrío se hacía el
estado de ánimo. Los nobles que habían ignorado a Veza desde que había abordado de
repente sintieron la necesidad de hablar con ella, de escuchar lo que ella sabía, de
aferrarse a cualquier indicio que ella les pudiera ofrecer. Cuando se enteraron de que
ella sabía aún menos que ellos siguieron adelante sin decir nada más. Veza era la única
criatura con piernas a bordo debido a una continua petición de Llawan.
Disculpen, invitados de honor. La voz fue dolorosamente alta y se hizo eco en la
cabeza de Veza. Todo el mundo a bordo pareció haber recibido el mismo mensaje de
pensamiento amplificado.
La emperatriz Llawan les solicita su presencia inmediata en la vaina de visión
delantera. Ella dará un breve discurso allí. Por favor, dense prisa.
La suave sensación de movimiento hacia adelante desaceleró, luego se detuvo.
El barco ya no estaba nadando hacia Aboshan. Hubo murmullos y algunas preguntas
angustiadas pero nadie supo lo que se les iba a decir. ¿Estaban dando la vuelta? ¿Se
habían encontrado con las fuerzas armadas de Aboshan situadas en las fronteras?
Los tubos que conectaban los camarotes exteriores sólo eran lo suficientemente
amplios como para que cupiera un humanoide a la vez por lo que Veza y los demás
invitados esperaron pacientemente para unirse a la única fila que se dirigía a la parte
delantera de la nave. Veza fue una de las últimas en entrar. Se acercó a la puerta, que
brillaba como la superficie de una piscina, despejó sus pulmones y se dirigió a la cámara
inundada. La magia impedía que el agua se vertiera por el pasillo e inundara los
próximos compartimentos.
Llawan flotaba en la parte frontal de la cámara en regalía completa con su cetro,
solideo, y capas imperiales. Si todo el mundo a bordo parecía ansioso era porque
Llawan había requisado toda la confianza. Flotando a su lado había un pequeño hombre
cefálido con una capucha puesta sobre su cabeza. Su rostro era impasible, sus ojos
estaban cerrados. Llawan levantó su extremidad delantera para hacer silencio y la
habitación se tranquilizó.
"Nobles invitados y amigos leales," dijo. "Estamos a apenas unos instantes de un
espectáculo de lo más impresionante. Esperábamos poder dirigirnos a ustedes antes de
que comenzara el evento pero tememos que tendremos que esperar. Por favor,
permanezcan en silencio. Y... miren." Llawan se hizo a un lado y presentó la vista
delantera con un gesto grandioso de su tentáculo.
Los invitados miraron con un silencioso asombroso. El mar se extendía ante
ellos, un amplio y uniforme telón iluminado sólo por las luces del leviatán. Pasó un
minuto completo y nada ocurrió.
Luego, a través de la vasta extensión por delante de ellos, sonó un profundo
crujido. Veza lo sintió por todo su cuerpo cuando el agua a su alrededor vibró. Algunos
de los cefálidos más sensibles se retorcieron de dolor cuando su delicada piel reaccionó

112
al tembloroso sonido. Un punto de luz brilló en la distancia y creció, ocupando cada vez
más y más de la vista mientras se acercaba más y más. Era una luz espumosa, de color
azul, e hirvió como una nube de vapor.
"Los ola de choque se aproxima, Emperatriz." El cefálido con capucha no abrió
los ojos pero inclinó la cabeza cuando habló. La frase "ola de choque" desató unos
gritos asustados pero la voz de Llawan sonó alta y clara.
"Quédense donde están," dijo ella. "Los hemos traído aquí para que sean testigos
y los mantendremos a salvo. Olsham," dijo haciendo un clic hacia el cefálido
encapuchado y él asintió con la cabeza. Olsham comenzó a canturrear una melodía baja
y hechizante que Veza encontró extrañamente tranquilizadora.
"El Emperador Aboshan acaba de usar el Mirari," dijo Llawan. "Nuestro jinete
de mentes Olsham ha seguido de cerca la situación."
"El fenómeno que él está provocando es casi idéntico al que se produjo en los
cuarteles de la Capitana Pianna hace apenas unas semanas. A juzgar por el tamaño de
ese…" Llawan señaló a la onda de choque que ahora llenaba la ventana de
visualización, "diríamos que la custodia del Mirari de Aboshan no fue más exitosa que
la de Pianna."
Los huéspedes del Llawan digirieron esto entre ellos. Alguien desde atrás soltó,
"¿Así que estamos a salvo?"
Llawan sonrió. "¿De Aboshan? Sí. ¿De eso?" Señaló de nuevo. "El tiempo lo
dirá." Se dio la vuelta e hizo clic hacia Olsham quien hizo una reverencia. El agua
alrededor de la emperatriz hizo un remolino y sus defensores escudo formaron una
burbuja tan dura como una roca con Llawan en su centro.
El místico cefálido Olsham sostuvo una sílaba final en su canción encantada,
dobló todos sus miembros en un complejo gesto simbólico y cerró apretadamente el
pico con un chasquido.
Justo cuando los primeros oleajes de la onda de choque comenzaron a empujar al
transporte de la emperatriz el místico encapuchado soltó una ola intermitente de energía
que se propagó en todas las direcciones. La luz azul y blanca cubrió la nave y a sus
pasajeros en el mismo momento en que la fuerza total de la furiosa turbulencia golpeó a
través de su ubicación. Veza y los demás huéspedes se quedaron asombrados cuando
agua, desechos y cadáveres de criaturas desgraciadas pasaron a través de sus formas
fantasmagóricas sin encontrar resistencia alguna. Fue como si el leviatán hubiera dejado
de existir pero estuviera mirando desde el mismo punto de vista. Incluso el agua de la
cámara de visión permaneció inmóvil mientras la tormenta rugió a su alrededor.
Varios largos minutos más tarde, cuando el tumulto se hubo calmado y fue
seguro para que el barco se volviera a mover, la luz fantasmal se introdujo nuevamente
en Olsham. El soltó sus brazos, ajustó la capucha, y se dejó caer al suelo de la cámara.
Llawan cliqueó hacia él. El le respondió con el mismo sonido aunque su voz fue
baja y entrecortada. Llawan volvió a cliquear, le ofreció su tentáculo, y él lo besó.
"Aboshan ha muerto," dijo ella. Una nerviosa ovación se alzó y luego se
desvaneció en la incertidumbre. Llawan sonrió. "Y el Mirari se ha ido de Mer. Todavía
no estamos seguros de quién lo tiene pero sí lo estamos de dos cosas. Aboshan no lo
tiene, y tampoco Laquatus."
Una ovación más contundente explotó entre los miembros de la partida de
Llawan. Cuando la emperatriz levantó a medias un tentáculo para hacer silencio los
vítores se redoblaron.
"El emperador ha muerto," gritó alguien, "¡Larga vida a la Emperatriz!"
Veza observó a los otros huéspedes tomar el cántico.
"¡Larga vida a la Emperatriz! ¡Larga vida a la Emperatriz!"

113
Veza misma se sintió aliviada pero no tenía ganas de animar. Se preguntó si lo
que había dicho Llawan en Bahía Rompiente sobre la eliminación de todos los truhanes
y bribones había sido en serio ya que algunos de los cuales estaban actualmente a bordo.
Veza, mientras miraba a la sala llena de nobles ambiciosos y oligarcas
codiciosos, esperó que tuviera la oportunidad de averiguarlo. Entonces se marchó
tranquilamente fuera de la habitación, lejos de la fiesta y de nuevo hacia su camarote.

* * * * *

Cadenero estaba de pie en el patio de la academia de Skellum, girando con


cuidado un incensario alrededor de su cabeza con su nuevo brazo.
"Di eso otra vez," dijo.
"Tú me pediste una actualización sobre el Mirari. Y yo te la di. El Mirari
destruyó a Pianna, destruyó a Aboshan, e inundó la mitad del continente."
Cadenero silbó. "¿Qué mitad?"
"Está bien, una tercera parte," admitió Skellum. "Todo lo que se hallaba entre el
límite superior de Krosa y el extremo sur de Cabo Paraíso está ahora bajo el agua."
"¿Y el Mirari?" dijo él tan casualmente como pudo.
"En este preciso momento…" Skellum fingió mirar a la posición del sol en el
cielo "La Hechicera Fulla lo está trayendo de vuelta aquí a la Ciudad de la Cábala."
Cadenero mantuvo girando el incensario, tratando de acostumbrarse a las
pseudo-sensaciones que su brazo prostético le informaba a su cerebro. Había oído
hablar de Fulla. Ella no era más que una simple hechicera, como hubiera dicho Skellum,
pero una de las mejores. Cadenero nunca la había visto competir pero había hablado con
algunos que habían luchado contra ella. Todos habían estado contentos de haber
sobrevivido a la experiencia. Fulla sacaba algunas bestias terribles, habían dicho, pero
Fulla misma era aún más aterradora.
"Así que el Primero tenía razón," dijo Cadenero. "Todos los que buscan el Mirari
son destruidos por él." Frenó el incensario y lo llevó a descansar a sus pies. Este
continuó bombeando humo en el aire alrededor de Cadenero. "Excepto yo."
"Y no creas que él está contento por ello," dijo Skellum. "Al Primero le gustaba
tratar con Pianna. Ella era una rareza entre los oficiales de la Orden. Ella mantenía su
palabra, aun cuando se la daba a infieles hedonistas criminales como nosotros."
"¿La Orden está rota?" Cadenero no pudo evitar la esperanzada alegría en su
voz. Hizo un gesto a Skellum y su mentor arrojó una moneda de cobre en el aire.
Cadenero extendió el brazo artificial y creó una cadena de amarre que golpeó la moneda
limpiamente y la dobló en dos.
"No realmente," dijo Skellum. "Bretath sigue siendo el oficial de más alto rango
en Otaria. Sin embargo, la ausencia de Pianna crea un vacío de poder en la región y hay
un gran número de oficiales menores que buscan llenar sus zapatos."
"¿Acaso nosotros por lo menos tenemos que enterrar al hombre-pájaro que robó
la victoria de Kamahl?" En ese momento Cadenero practicaba enviando tramos cortos
de cadena saliendo de su mano de metal y volviéndolos a introducir.
"¿Kirtar? Sí. Muerto, muerto, muerto. De hecho, si estuviera vivo, lo que no lo
es, habría sido nombrado como el sustituto de Pianna por aclamación."
El aire alrededor de Cadenero todavía estaba lleno de humo. Se concentró, se
estremeció, y colocó las manos para un hechizo. Un lobo de dos cabezas surgió de entre
sus manos con la cola de una cobra que siseó hacia Skellum. Cadenero asintió, movió la
mano, y el lobo se evaporó en medio de un gruñido.

114
"El brazo parece estar funcionando bien ahora." Cadenero lo flexionó y examinó
los movimientos de sus propios dedos. "Tengo que acostumbrarme a la nueva sensación
pero puedo hacer todas las cosas que hacía antes."
"Esperemos que ya no puedas apuntar más armas de proyectiles a tu propio
cuerpo," dijo su mentor. "Esa es una habilidad de la que puedes prescindir." Skellum se
adelantó y extendió las manos. "Déjame ver."
Cadenero presentó el brazo y Skellum lo miró, metiendo la uña en lo que serían
los músculos y los puntos de presión en un brazo de carne y sangre. Excepto por el
hecho de que estaba hecho de metal y los dedos terminaban en puntas afiladas el brazo
de Cadenero era extremadamente realista. Entre el gris acero del brazo mismo y el
pulido cromo negro del brazalete que llevaba para mantenerlo en su lugar parecía que
llevaba un guante básico de guerrero en lugar de una extremidad de reemplazo.
La colocación del brazo había sido una tortura. El brazo, que el sanador insistió
en llamarlo un "miembro de
golem", había tenido que
ser mágicamente infundido
con parte de la fuerza vital
de Cadenero antes de que
hubiera podido ser
injertado. Luego el
miembro de golem fue
fundido con los huesos y la
carne de su muñón que
habían quedado y, a pesar
del dolor, Cadenero fue
obligado a quedarse
sentado perfectamente
inmóvil durante tres horas
mientras el injerto se
arraigaba.
"Puedes gritar si
quieres," le había dicho el sanador pero Cadenero le negó ese placer en particular. Los
sanadores de la Cábala eran bien conocidos por su capacidad para hacer que la gente
mutilada o moribunda volviera a ponerse en pie y retornara a los pozos y no por su
reconfortante trato con los pacientes.
Skellum soltó el brazo de Cadenero y este lo miró de nuevo. Los sanadores de la
Cábala tampoco eran conocidos por sus sensibilidades estéticas. Cadenero había visto
algunos horribles trabajos de parcheo en los pozos. Personas con pinzas de langosta en
vez de manos, piernas fusionadas o amputadas para hacer espacio a aguijones o
extrusores de telarañas, cabezas que de ninguna manera correspondían a los cuerpos a
los que estaban unidas. Cadenero se consideró afortunado de haber conseguido su nuevo
miembro. Skellum bien podría haber hecho que le pusieran un brazo reanimado de
algún condenado muerto. Las prótesis de extremidades zombi eran mucho más baratas,
más fáciles de injertar, y más rápidas de dominar que el metal que él estaba usando. Sin
embargo estos tendían a pudrirse y heder, y tenían que ser sustituidos al menos dos
veces al año.
Cadenero gruñó sospechosamente. Su mentor no era de los que se burlarían
infantilmente de él para ponerlo de nuevo en su lugar. Pero Cadenero se había perdido
de mucho mientras estaba convaleciente y hasta ahora Skellum había sido tacaño con
los detalles. El luchador de la Cábala había sentido cambiar algo cada vez que el Mirari

115
había pasado a otras manos pero sus sentidos no estaban lo suficiente perfeccionados
como para decirle tanto como lo harían los informantes de la Cábala.
"Se ve bien, Cadenero. Y trata de no perder este. Los brazos reales son bastante
caros pero el costo por sustituir éste sería tu ruina." Sacudió la cabeza con tristeza. "No
tienes la plata suficiente."
Cadenero vio escabullir otra mirada al sol y entonces dijo de repente: "Muy bien.
Pregúntame cuál es la sorpresa."
Cadenero había pasado el suficiente tiempo con Skellum como para haberse
acostumbrado a los cambios rápidos de tema de su mentor. Cortésmente le dijo:
"Maestro Skellum, ¿cuál es la sorpresa?"
Skellum esperó, escuchando. Entonces sonó la señal de alarma de la torre de
guardia que daba al puerto de la Ciudad de la Cábala, audible incluso en la academia de
Skellum a seis cuadras de distancia.
"La sorpresa es... que Fulla y el Mirari están llegando ahora mismo, justo a
tiempo. Y tu amigo bárbaro ha estado en la ciudad durante los últimos dos días,
esperando que ellos regresaran." Sacó una pequeña toalla negra de debajo de su capa y
se la ofreció a Cadenero. "¿Por qué no limpias un poco ese sudor para que puedas ir a
saludarlos?"
Cadenero enganchó la toalla en el extremo de sus dedos puntiagudos. Con
cuidado de no clavarse las puntas afiladas en su rostro, se limpió su frente y sus mejillas
con la toalla y la dejó caer suavemente en el suelo. "Gracias, Maestro. ¿Usted va a venir
a los muelles?"
"No, voy a ir a ver al Primero. Una vez que él reciba a Fulla y al
Mirari, querrá verme a mi y a la Maestra de los Juegos. Una vez haya terminado con
nosotros querrá verte a ti."
"¿Cuánto tiempo me queda?"
Skellum se encogió de hombros. "Es difícil de decir. Tal vez una hora, tal vez
menos."
Cadenero dio un paso hacia la puerta pero se detuvo. "¿Puedo irme, Maestro?"
"Puedes irte."
Cadenero se tomó un último segundo para azotar una cadena en la toalla tirada
en el suelo y arrastrarla a su mano. Con una reverencia y un ademán ofreció la toalla a
Skellum con su brazo artificial.
"Gracias de nuevo, Maestro," dijo. "Por todo."
"Vete," dijo Skellum tomando la toalla. "Solo trata de no perder ninguna
extremidad de aquí a los muelles."

* * * * *

Cadenero, al igual que sabía dónde ir para obtener la mejor vista de la entrada de
los combatientes de los pozos, también sabía a dónde ir para ver arribar los barcos al
puerto de la Ciudad de la Cábala. Se sentó frente a la ventana de un almacén de dos
pisos cuando el pez de viaje de Fulla nadó hacia arriba. Se sintió casi petulante, muy por
encima de la pequeña multitud que se había reunido para mirar boquiabierta a la
asombrosa criatura, al tener la mejor vista sobre el muelle.
El pez era del tamaño de una ballena, con la piel y los órganos transparentes. Las
únicas estructuras internas visibles eran sus huesos. Una pequeña mujer de pelo oscuro
montaba justo en el interior del estómago de la criatura, apoyada contra su garganta
sobre los codos mientras observaba al pez nadar hacia el puerto. El brazo en el que
llevaba su espada estaba lleno de heridas y ligeramente mal formado, casi parecido a un

116
garrote. Portaba una gruesa y corta espada en su cadera y tres puñales en el exterior de
su chaleco. Su piel era pálida, su cabello corto y despeinado, pero sus botas estaban
lustradas y su abrigo bien confeccionado. Aparte de un brillo extremadamente salvaje
en sus ojos se comportaba al menos tan elegante como lo hacía Skellum.
Detrás de Fulla estaba parado el Embajador Laquatus. Se veía casi igual a la
última vez que Cadenero lo había visto sólo que ahora ya no estaba tan petulante o
arrogante. Parecía como si el viaje no le hubiera sentado bien. Por la manera en que
Laquatus miraba a Fulla, Cadenero supuso que al embajador no le gustaría nada mejor
que sumergirse directamente en el fondo del océano con la mujer a rastras y dejarla allí.
El pez de Fulla se balanceó por un momento en el agua cerca del muelle. Dentro
de este, Fulla se levantó y luego retrocedió unos pasos. Comenzó a correr, luego dio un
salto y agitó sus manos al mismo tiempo. El pez se desvaneció de la vista mientras Fulla
estaba en el aire. Su salto la llevó con seguridad a los muelles pero el sorprendido
embajador cayó bruscamente en el mar. Un murmullo de risas recorrió la multitud pero
murió repentinamente cuando Laquatus emergió y pidió ayuda con ira.
El muelle estaba lleno de Cabalistas. Un puñado se adelantó para sacar al
embajador fuera del agua pero la mayoría rodeó a Fulla. Sin embargo, su reputación y
su misteriosa e intensa mirada, evitaron que alguien la tocara. El gentío le abrió un
camino mientras se dirigía hacia la mansión del Primero. Laquatus, goteando, echando
chispas, y en gran medida ignorado, se fue detrás de ella.
Cadenero comenzó a explorar al resto de la multitud. Estaba claro que nadie se
atrevería a interferir con Fulla en su camino al Primero y él se sintió confiado de que el
Mirari estuviera a salvo durante el tiempo en que estuviera en manos de la mujer. Tuvo
la esperanza de vislumbrar a Kamahl entre las personas pero no había ni rastro del
enorme bárbaro en ningún lugar de los muelles. No fue hasta que miró más alto que sí
mismo que encontró a Kamahl.
El bárbaro, como si fuera una cabra montesa, había escalado el exterior de un
edificio al otro lado del callejón de donde estaba situado Cadenero y estaba viendo el
arribo del Mirari desde el techo. Cadenero pensó que se veía demasiado arisco. Parecía
haber perdido algo de su alegría natural por la batalla. Pensándolo bien, no podía culpar
a Kamahl. Ambos no habían pensado en nada más que en el Mirari desde que este había
salido de la Ciudad de la Cábala pero Kamahl lo habían perseguido por la mitad del
continente de ida y vuelta a la costa y aún no lo había conseguido tener. Yo no me he
movido, pensó Cadenero, y en cierto sentido me está siendo entregado de nuevo a mí.
Hizo una nota mental para estar seguro y hacérselo ver a Kamahl tan pronto como el
bárbaro se animara.
Cadenero dio un sobresalto al darse cuenta de que Kamahl lo había vislumbrado.
Levantó una mano en señal de saludo pero Kamahl pareció sorprendido. Entonces
recordó su brazo.
Sostuvo el brazo más alto y le dio un golpecito produciendo un alto tintineo. "Es
una larga historia," gritó.
Kamahl se encogió de hombros y rodó sus manos indicándole a Cadenero que se
explicara más.
"¿Alguna vez has conocido a una chica bárbara de nombre Jeska?" Gritó
Cadenero. "¿Cabello trenzado, llevando una porra?"
Kamahl asintió con la cabeza.
Cadenero levantó su brazo de metal. "Yo también."
Kamahl se echó a reír y señaló hacia el suelo. "Cuéntamelo a en la taberna,"
respondió gritando.

117
Cadenero negó con la cabeza. "Estoy de servicio," dijo él y Kamahl se volvió a
encoger de hombros. Señaló hacia abajo a las figuras en retirada de Fulla y Laquatus y a
continuación reanudó su postura arisca mientras sus ojos se clavaban en ellos.
Él vuelve a estar aquí por el Mirari, notó Cadenero. Jeska le había dicho que su
hermano no había podido dejar de hablar acerca del artefacto y Cadenero había visto su
parte de adictos y obsesivos en los pozos. La expresión de Kamahl estaba en algún lugar
entre un hombre que había sido tratado injustamente y un hombre que se está muriendo
de sed. Había algo que necesitaba, quería, y tenía la intención de tener todo al mismo
tiempo.
El luchador de la Cábala sintió un inquietante revoltijo en su estómago. El había
querido que Kamahl tuviera el Mirari antes que el Teniente Kirtar. Pero también quería
que el Primero lo tuviera antes que Kamahl. Flexionó su mano de golem y escuchó al
metal curvarse.
Cadenero echó una última mirada a su amigo, luego se volvió y se dirigió
escaleras abajo. El Primero probablemente tendría tres planes para el Mirari listos y en
espera de ser ejecutados. Era muy probable que ni él ni Kamahl volvieran a ver el
Mirari sin antes luchar por el. Era más probable que él y Kamahl fueran a luchar juntos
en los pozos como lo habían hecho Balthor y Jeska. De hecho, Cadenero estaba seguro
de que la Maestra de los Juegos sancionaría a una pareja así si él se lo solicitaba.
Aceleró el paso, su buen estado de ánimo restaurado. Además, pensó, a estas
alturas todo el mundo sabe lo que pasó con Pianna y Aboshan. Kamahl y todos los
demás acabarían por tener que aceptar que no importara quién lo ganara, el Mirari
pertenecía a la Cábala y siempre volvería a aquellos que lo habían encontrado primero.

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Capitulo 15

S" eñoras, señores, y otros," retumbó la voz por encima. "Bienvenidos al


evento principal."
Cadenero y Kamahl estaban parados uno al lado del otro comprobando
distraídamente sus armas. Cadenero cargó un disco de carbón en el incensario y lo
tendió a Kamahl. El bárbaro chasqueó los dedos y produjo una diminuta explosión de
llamas que envolvió el carbón. El luchador de la Cabála dejó caer el disco en el

119
incensario, introdujo la Sangre de Dragón después de este, y esperó a que el humo
comenzara a soplar hacia arriba.
"Muchas gracias," dijo. Kamahl gruñó y asintió con la cabeza. No era alguien
gustoso de dar charla antes del combate.
"Esta noche," continuó el anunciador, "será al rojo vivo y de corazones negros.
Irán por su duodécima victoria consecutiva en equipo, un récord para la Ciudad de la
Cábala. ¡Ellos son nada más y nada menos que el mismo Cadenero de la Cábala y
Kamahl de las Montañas Párdicas!"
Las ovaciones se habían vuelto más fuertes con cada combate. Cadenero agitó su
mano de metal para reconocer a la multitud pero Kamahl no les hizo caso. Ahora que
Cadenero había pasado algún tiempo con el gran hombre dentro y fuera de los pozos se
estaba haciendo una idea clara de la diferencia entre los bárbaros y los Cabalistas.
Kamahl sólo se relajaba inmediatamente después de una lucha. Antes y durante, casi no
hablaba una palabra y nunca esbozaba una sonrisa. La asociación con Kamahl había
sido muy gratificante para Cadenero y además le había curado de la idea de que él
debería haber sido un bárbaro. Los habitantes de las montañas eran impulsados más por
su propia naturaleza que el Cabalista promedio por el capataz más severo de todos.
Cadenero le agradeció mentalmente a Skellum por haberle inculcado el sentido de la
disciplina pero también del sentido común para disfrutar del tiempo entre las peleas.
El anunciador continuó retumbando. "Sin embargo, nuestros campeones tendrán
que trabajar duro esta noche. La Maestra de los Juegos ha sancionado este combate
como un ajuste de cuentas, uno sin restricciones. El concurso termina cuando todos los
concursantes de un lado se rindan o queden incapacitados."
"Me gustaría que nos dijeran esas cosas antes de que saliéramos aquí," se quejó
Kamahl.
"Eso es parte de la diversión," dijo Cadenero.
"¡Pidiendo el ajuste de cuentas, y representando a la ex lamentable Ciudadela
norteña de la Orden, por favor den la bienvenida al Escuadrón de crusats del Teniente
Devon!"
El Teniente Devon era otro guerrero aven, y aunque sus alas estaban atrofiadas,
Cadenero esperó plenamente que él volara con la ayuda de la magia de la Orden. Iba
armado con una larga pica. El resto del escuadrón de Devon se componía de dos
soldados, una maga de túnica blanca, y una enorme bestia de piedra con la cabeza de un
león y el cuerpo de un hombre de tres metros de altura.
Mientras el locutor continuó con las presentaciones Kamahl se inclinó hacia
Cadenero y dijo: "¿Qué es un ‘crusat’? Cada soldado de juguete que me encuentro en
estos días se hace llamar crusat."
Cadenero quedó complacido de que Kamahl hubiera hablado de en serio antes
de un combate y que el bárbaro hubiera utilizado la jerga de la Cábala para describir a la
Orden. Les hacía parecer más como un equipo.
"Crusat es una especie de guerra santa," explicó Cadenero. "Ellos suelen
declararla más o menos cada año, remontándose a los días cuando ellos estaban tratando
de acabar con nosotros de una vez por todas. Pianna había puesto fin a todo eso pero
ahora que se ha ido algunos de sus intransigentes han revivido el concepto."
Kamahl hizo una mueca. "Así que estamos luchando una pelea a muerte contra
fanáticos con un rencor espiritual en tu contra."
Cadenero asintió. "Lo has entendido." Sonrió. "Será divertido, ¿eh?"
Kamahl se quejó. "Usualmente me gustaría que hubiera algo así como una
recompensa esperando por mí cuando lucho por mi vida."

120
Cadenero se ensombreció. "Tendrás tu oportunidad tan pronto como el Primero
vuelva a ofrecer el Mirari." Le dio un codazo a Kamahl. "¿Qué es esa cosa parecida a
una estatua?" Preguntó Cadenero.
"Se los llama megalitos. Piedras animadas o algo así. Ya he peleado antes con
esos."
"¿Parecidos a un golem?" Cadenero estaba ansioso por tener otra oportunidad
con un golem de la Orden.
"Algo así. No son tallados hasta antes de ser animados como pasa con los
golems. Ellos sólo... empiezan a existir con la forma que tienen. Vigila los pedazos,"
advirtió. "A veces puedes cortar un pedazo y el pedazo sigue luchando."
"Gracias," dijo Cadenero e hizo un gesto con su humeante incensario. "Mira,
ellos también están quemando incienso."
Kamahl miró. "A mi me parece más una ceremonia de oración. Creo que están
bendiciendo al hombre-pájaro."
"¿Piensas que eso lo va a hacer volar?" Dijo Cadenero empezando a hacer girar
su incensario alrededor de su cabeza.
"Probablemente." La voz de Kamahl se había vuelto llana de nuevo lo que indicó
que su mente ya no estaba en la conversación. El cuerno de preparación sonó. El
combate estaba listo para comenzar.
"¿Quieres al hombre-pájaro y a la mística o a la estatua y los soldados de
juguete?"
"Me quedo con la estatua. Quiero ver si se funde o se quema," respondió Kamahl
desenvainando su enorme espada. "Vigila a la maga. No está armada así que espero que
tenga alguna sorpresa mágica guardada para nosotros."
"Hecho," dijo Cadenero. El cuerno de partida sonó. El escuadrón de Devon se
desplegó con el megalito en frente y los soldados flanqueándolo. La hechicera tocó las
alas del teniente que estallaron con una luz brillante. Devon gritó: "¡Ataquen!" y saltó
en el aire dejando un rastro de luz blanca detrás de él. La maga permaneció donde
estaba fuera de cualquier peligro.
O al menos eso pensó.
Cadenero ya casi no necesitaba para nada el humo de la Sangre de Dragón pero
le gustaba comenzar la lucha con este porque escondía parcialmente sus acciones.
Mientras Devon sobrevolaba por encima de ellos en busca de una vía de ataque y las
tropas de tierra marchaban hacia adelante, Cadenero se estremeció y lanzó una arpía de
filosas garras con su brazo metálico. La asquerosa y chirriante mujer-pájaro dejó caer
plumas grasientas cuando se elevó en el aire, corriendo a encontrarse con Devon.
Luego Cadenero dejó caer su brazo real a su lado y soltó una araña de treinta
centímetros de largo en el piso de la arena. Se aseguró de que nadie notara al arácnido
mientras este se
escabullía hasta el
borde del pozo y
empezaba a realizar un
amplio arco hacia la
hechicera de túnica
blanca. En los pozos, se
dijo, no hay lugar en
donde evitar el
encuentro.
Kamahl, por su
parte, había cargado en

121
la cuña avanzando de miembros de la Orden y comenzó a cortar. Su espada rebotó en el
megalito sin ningún efecto visible pero Kamahl era lo suficientemente rápido y sus
golpes lo suficientemente amplios como para mantener a raya a los dos soldados
mientras intentaba encontrar una hendidura en la piel de la cosa de piedra.
La arpía de Cadenero lo estaba haciendo mejor de lo esperado. Se había aferrado
a la pica de Devon por debajo de la cuchilla y estaba usando su peso para arrastrar al
teniente hacia el suelo mientras le golpeaba con sus otras garras. Devon trató de aflojar
el agarre de la arpía con golpes pero esta sólo apretó más fuerte. Cadenero creyó saber
por qué el oficial no había simplemente soltado la pica.
Justo a tiempo, Devon hizo un gesto con la mano y lanzó un hechizo sobre su
arma. La punta de la pica estalló en llamas al rojo vivo que cegaron a la arpía y
quemaron su carne. Está lanzó un grito y soltó reflexivamente la pica de Devon. El
guerrero aven hundió rápidamente el arma limpiamente a través del cuerpo de la arpía.
La arpía se retorció y Devon dejó que la gravedad hiciera caer su horripilante cuerpo. La
criatura desapareció en su camino a la tierra. La multitud rugió.
Devon no perdió tiempo en celebrar. Levantó la pica sobre su cabeza, gritó un
triunfante grito de guerra, y se lanzó hacia Kamahl. Mientras Devon se zambullía el
megalito atrapó la espada de Kamahl y luego bajó su hombro dentro del pecho del
bárbaro. Kamahl gruñó y se tambaleó hacia atrás pero se las arregló para derrumbar a
uno de los soldados dándole un codazo a través del puente de la nariz. El bárbaro ahora
estaba a un metro y medio de distancia del megalito y el soldado restante con Devon
cayendo sobre él desde arriba.
"Cuando estés listo, socio," gritó con enojo. Cadenero se echó a reír y luego
hubo un grito de la maga de la Orden en el otro extremo de la pista. La araña del
Cabalista había saltado sobre su cara y ella estaba luchando por alejar sus colmillos de
dos centímetros y medio de largo para que no le perforaran su carne. Devon, sin la
ayuda de la hechicera, perdió el control de su movimiento hacia delante y en lugar de
caer en picada hacia Kamahl simplemente cayó del cielo. Hubo un murmullo de risas y
aplausos de los espectadores.
"Yo me encargo del hombre-pájaro," dijo Cadenero preparando una cadena con
plomada. Arrojó un peso redondeado hacia el aven cayendo y Devon trató de bloquear
la cadena aproximándose con la pica pero estaba desequilibrado y fuera de posición. El
peso se habría estrellado contra la punta de su alargada barbilla pero Devon giró la
cabeza a un lado en el último momento y la pesada bola se enterró en su sien. Hasta
Cadenero hizo una mueca de dolor por el sonido.
El resto del escuadrón vaciló cuando Devon cayó sin vida al suelo de arena.
Kamahl sacó un hacha arrojadiza desde su espalda, la cargó, y la dejó volar. Esta se
estrelló contra el pecho del megalito y explotó haciendo retroceder un paso a la criatura
y derribando al soldado restante. El bárbaro resistió la explosión como un roble en una
tormenta de verano.
Cuando el humo y los escombros de la explosión se asentaron Cadenero vio que
al megalito le faltaba una enorme bola de piedra de su pecho. Sin embargo no había
resultado afectado más allá de eso y reanudó su intercambio de bloqueos y golpes con
Kamahl. El bárbaro, molesto, envió una corriente de fuego líquido fluyendo desde el
extremo de su espada al rostro del megalito, fundiéndola y distorsionándola. La bestia
de piedra siguió adelante ya que, al igual que el golem que había matado a Deidre, no
necesitaba verdaderos ojos para luchar.
Entonces Kamahl dejó caer inexplicablemente su espada y Cadenero vio una
mirada de confusión cruzar el rostro de su compañero. Ambos soldados volvían a estar
de pie y Kamahl hizo un último esfuerzo por recoger su espada pero esta no se movió

122
así que se vio obligado a alejarse del arma cuando los soldados le atacaron con sus
armas.
Cadenero vio que la maga había logrado neutralizar a la araña y se encontraba
nuevamente en una
posición de oración. Ella
debía haberle hecho algo
a la espada de Kamahl.
Cadenero se enojó
profundamente, tanto
consigo mismo por
haber desacreditado a la
hechicera como con ella
por tomar ventaja de
ello. Colocó juntas
ambas manos y envió
una pitón de seis metros
deslizándose velozmente
a través de la arena. La
criatura se aferró al
brazo de la maga con sus
colmillos carentes de
veneno y rápidamente envolvió la cabeza y el torso de la mujer con las trituradoras
vueltas de su cuerpo.
Kamahl también pareció enfadado, más enojado de lo que Cadenero podía
recordar. La mayoría de las cosas que hacían enojar al bárbaro no duraban lo suficiente
como para hacerle enojar aún más pero el megalito parecía haberlo empujado al
extremo. Con llamas saliendo de sus manos agarró a uno de los soldados por el cuello y
lo levantó del suelo. La carne del hombre crepitó y chisporroteó hasta que Kamahl lo
arrojó sobre su compañero enredando a ambos hombres en un doloroso y confuso
montón. La multitud gritó un largo “ooooh” y entonces Kamahl saltó en el megalito y
envolvió sus enormes manos alrededor de la cabeza de la criatura.
"¡Kamahl, baja!" Cadenero se sacudió visiones de Deidre y preparó otra cadena
con plomada. Sin embargo, Kamahl fue mucho más rápido que el megalito. Clavó sus
dedos sobrecalentados en la línea de la mandíbula del gigante de piedra y Cadenero vio
dos explosiones con forma de hachas rojas crearse dentro del torso del megalito.
Kamahl se soltó justo cuando el megalito se estiró para aplastarlo. Se lanzó lejos al
suelo, rodó, y conjuró un gran martillo de guerra en cada mano. Volvió a cargar contra
el megalito, se agachó por debajo de sus puños, y trajo los dos martillos juntos con un
estallido.
Hubo un temblor sísmico que agrietó el suelo de piedra y las hachas plantadas en
el pecho del megalito explotaron.
La detonación fue diferente a la anterior. Tres veces más fuerte para ser una y
doblemente limitada por el propio cuerpo del megalito y las potentes vibraciones
causadas por los martillos. Hubo un destello borroso y un fragor sin sonido y una red de
grietas corrió por todo su cuerpo. Humo se vertió de su boca medio derretida mientras el
monstruo permaneció completamente inmóvil. La multitud se quedó en silencio.
"Cadenero," dijo Kamahl y señaló al guerrero congelado. "Dale un último toque
a esa cosa, ¿quieres?"
El Cabalista envió su plomada directamente al pecho de la criatura sin dudarlo.
El monstruo densamente cristalino había sido transformado por el intenso calor y la

123
presión de la magia de Kamahl en algo mucho más frágil. Cuando el peso de Cadenero
le golpeó, la cáscara del megalito derrotado se quebró en una arena fina y blanca que
estaba llena con algunos fragmentos más grandes de vidrios rotos.
Por un momento no hubo ningún movimiento o sonido en el suelo de la arena.
Los soldados estaban inconscientes, Devon muerto, y el megalito echo polvo. Incluso la
hechicera estaba completamente indefensa en el agarre de la pitón. Si Cadenero no la
hacía desaparecer ella pronto sería la comida de una pesadilla.
Un solo par de manos comenzó a aplaudir desde las gradas. El aplauso fue
creciendo, haciéndose más y más fuerte hasta que se convirtió en un rugido. Los cantos
en competencia "¡Cadenero!" y "¡Kamahl!" comenzaron.
"Sus ganadores, damas y caballeros.... ¡Cadenero y Kamahl! ¡Esto marca su
duodécima victoria consecutiva!"
Mientras el anunciador seguía parloteando Cadenero se acercó a su compañero.
Kamahl lo miró sombríamente.
"Eso fue divertido," dijo el bárbaro, "pero la próxima vez tú te encargarás del
megalito."
Cadenero rió y palmeó a Kamahl en el hombro. "De acuerdo." Mientras la
multitud seguía vitoreando y cantando tomó la mano de Kamahl en la suya y levantó
ambas en el aire.

* * * * *

Veza volvió a flotar en la cabina delantera del transporte de la emperatriz.


Estaba sola, sin compañía salvo un puñado de escribas y un cuarteto de las salvajes
barracudas guardaespaldas de Llawan. No había respiradores de aire a bordo por lo que
todos los compartimentos internos y externos del leviatán habían sido inundados para
esa misión de determinación de hechos.
Llawan se había movido rápidamente en la estela de la muerte de Aboshan. Ella
y su leviatán lleno de aristócratas Mer descendieron sobre las ruinas del palacio imperial
antes de que la arena se hubiera asentado y ella se instaló rápidamente en el centro de
una rápida y giratoria rueda de circunstancias.
Mientras que sus siervos lanzaron cánticos de "¡El emperador ha muerto! ¡Larga
vida a la Emperatriz!" en los caminos públicos sus pares agitaron el apoyo entre los
ricos e influyentes. Llawan en persona se dirigió a la población en su conjunto
reuniendo a sus súbditos a través de comunicaciones mágicas y boletines publicados a
través de todo el imperio. Su mensaje fue directo: Aboshan estaba muerto y su política
debía ser enterrada con sus huesos. La emperatriz viuda anunció un fastuoso funeral
para su marido que se celebraría en un momento indeterminado en el futuro. Ese mismo
día llevó a cabo un desfile en el que todos los informantes de Aboshan fueron
encadenados por el cuello y expulsados de la capital, y todos sus archivos secretos de
vigilancia fueron destruidos públicamente.
Mientras que el ciudadano común abrazó su regreso Llawan fue menos popular
entre los comerciantes y generales. Al sector de comercio de la sociedad Mer nunca le
había ido mejor que bajo la tutela de Aboshan. El gobierno de Aboshan había sido
extremadamente amable con todas las formas de comercio siempre y cuando el
impuesto a las transacciones imperiales era pagado por adelantado. Aboshan había
controlado las rutas comerciales desde y hacia los centros de población Mer y a aquellos
que pagaban por el privilegio se les había permitido moverse y vender sus productos sin
ser molestados. Todos los demás habían sido generalmente atacados por bandidos, que
vestían uniformes imperiales, golpeados y robados hasta de la ropa que llevaban.

124
Aboshan había hecho muy rentable el hacer negocios con él y era muy peligroso hacerlo
de otra manera. Para los pragmáticos capitalistas de Mer aquella había sido una
situación cómoda que ahora no estaban dispuestos a cambiar.
Así que mientras Llawan sostenía reuniones, ejercía influencia y probaba
lealtades Veza había sido enviada a inspeccionar el recientemente formado Abismo
Otariano. Por todas las estimaciones, un área de más de dos mil seiscientos kilómetros
cuadrados de tierra estaba ahora a dos mil metros bajo la superficie, y la punta norte de
Otaria se había convertido en una isla. Nadie había hecho un estudio completo del
nuevo mar pero habría algunos de los asentamientos humanos, personas y animales que
habían sido capturados en la catástrofe. Sin embargo, el derecho del mar decía que
cualquier cosa por debajo de las olas era territorio Mer y Llawan estaba ansiosa por
tener explorada, catalogada y cuantificada a esta nueva incorporación a su imperio.
Veza, en nombre de la emperatriz, estaba al mando de la misión de reconocimiento.
Un oficial cefálido y el místico Olshan entraron nadando en la recámara. "Señora
Veza," dijo Olsham. "Nos estamos acercando al abismo. Ya es hora."
Veza siguió mirando al frente. "Volveré al puente una vez que hayamos hecho
contacto visual." El oficial salió nadando y Veza flotó junto a Olsham en silencio
mientras el místico cliqueó suavemente y se lamentó para sus adentros.
La gran herida que Aboshan había hecho en el continente arriba en el aire se
materializó lentamente saliendo de las aguas turbias que se aproximaron por delante.
Veza negó con la cabeza cuando las oraciones de Olsham aumentaron en intensidad y
volumen. El abismo era enorme, tan ancho que Veza ni siquiera podía ver la pared
opuesta desde donde se encontraba parada. Se acordó de la onda de choque que había
pasado a través del transporte de Llawan. Aquello que había causado el derrumbe debía
haber forzado la salida de millones y millones de litros de agua de la zona. Tan pronto
como se gastó la fuerza inicial y la tierra terminó de hundirse esos mismos millones de
litros se habían apresurado a llenar el nuevo valle.
Olsham dejó de canturrear y abrió los ojos. "Por favor, discúlpeme, señora. Me
gustaría que usted regrese al puente ahora." Veza comenzó a objetar pero Olsham dijo:
"Por favor. Vaya. Realizaré el ritual a solas."
Veza asintió y luego descendió velozmente por la cámara de conexión hacia el
vientre de la nave. El capitán la estaba esperando en el puente. "Estamos listos para
entrar en el abismo, señora. ¿El hechicero está listo?"
"Está realizando el ritual ahora mismo. ¿Cuánto falta para llegar?"
"Si mantenemos nuestro rumbo y velocidad, alrededor de media hora."
"Eso debería ser suficiente tiempo. Cuando Olsham haya acabado este barco será
el ojo de Llawan, grabando todo lo que pase a su alrededor. La cristalina gema que
Olsham ha instalado lo almacenará. Todo lo que tenemos que hacer es cubrir la
distancia y la emperatriz tendrá un estudio completo y detallado de la zona."
El capitán cefálido frunció el ceño. "Espero que resulte ser así de fácil, señora.
¿Alguna idea de lo que vayamos a encontrarnos allí?"
Veza negó con la cabeza. "Pero," añadió, "nadie lo sabe. Es por eso que estamos
aquí."

* * * * *

Olsham completó su ritual de telemetría y se teletransportó a sí mismo de nuevo


a la Ciudad de Llawan poco antes de que el leviatán entrara en el abismo. El barco y la
tripulación estaban en buena forma e hicieron grandes progresos durante los primeros
dos tercios de la zona hundida.

125
Veza sabía que el barco recogía y transmitía volúmenes y volúmenes de
información a la emperatriz pero, por lo que podía ver, el cañón contenía poco más que
una fuerte corriente y su cruda y áspera belleza. La cámara delantera mandó
impresionantes vistas de las formaciones rocosas sumergidas y una muy amplia
variedad de coloridas algas y pequeños peces. Ella tendría que estudiar los datos que
había reunido pero a menos que hubiera algún tesoro escondido el abismo era poco más
que un crucero escénico.
"¡Por los nueve infiernos! ¿Qué es eso?"
Veza había pasado la mayor parte de su tiempo en el puente con el capitán
ayudándole a trazar el mejor camino para los propósitos de la emperatriz. Las pantallas
de visualización no eran tan pintorescas como la cabina delantera pero podían
proporcionar una visión en cualquier dirección. En ese instante ellos estaban mirando
hacia delante y estribor, en donde una forma grande y sombría estaba viniendo
directamente hacia ellos.
"Es un animal grande, señor," dijo uno de los tripulantes. "De especie no
determinada."
"Capitán," dijo Veza. "¿Es un fenómeno natural? ¿Podría un gran depredador
haber reclamado un territorio tan hundido?"
El capitán se encogió de hombros. "Es posible. Cambien el rumbo."
"Se sigue acercando, señor. Capitán, creo que es una raya."
El capitán asintió con gravedad. "Creo que tienes razón."
En la pantalla, la enorme mantarraya negra se hizo más grande y más grande.
Era casi tan grande como el leviatán, con espinas óseas junto a su cabeza que
sobresalían hacia adelante en forma de cuernos. Su cola terminaba en un aguijón
curvado como el de un escorpión y tenía dos bolsas rojas de veneno visibles en la base.
Veza sabía que esos feroces animales habían nacido cientos de años atrás, cuando el
dominante mar había dado su poder a todos los buques de guerra vivientes.
Desde entonces las mantarrayas se habían vuelto más especializadas y horribles.
La mayoría de los leviatanes tenían un miedo primitivo innato hacia las rayas, por lo
que incluso ellos evitaban ser corneados o envenenados, e incluso los barcos más
grandes a menudo entraban en pánico y abandonaban el campo.
"¿Me puede dar una mejor visión de sus marcas?" Dijo Veza.
"¿Para qué? Fuera de mi camino, mujer."
Veza agarró al capitán por el hombro. "Capitán," dijo ella. "Esta sigue siendo mi
misión."
A regañadientes, el capitán ordenó una vista más cercana de la mantarraya. Las
alas del monstruo había sido teñidas del azul real y sus dos cuernos más largos habían
sido recubiertos con plata. A través de su vientre llevaba grabados los caracteres Mer de
la palabra "tierra" y "mar" todo adornado por una gran letra estilizada "L."
"Laquatus," dijo Veza. Y luego, con una voz más fuerte, "Emperatriz, si usted
puede oírme… Laquatus llegó antes aquí."

* * * * *

Los manipuladores del leviatán gritaron una fracción de segundo antes de que el
barco rodara violentamente.
"Nos han dado, señor," dijo un miembro de la tripulación. "Una segunda
mantarraya mordió el caparazón alrededor de la cabeza. El leviatán no fue herido."
"¡Está entrando en pánico!" gritó uno de los manipuladores. "¡Hagan algo!"

126
La nave se lanzó a velocidad de escape antes de que el capitán incluso diera la
orden. Los manipuladores cefálidos en el cerebro de la criatura se esforzaron para
mantenerla huyendo a toda velocidad hasta que estuvo demasiado cansada para nadar
más lejos.
"¡Acción evasiva!" gritó el capitán. "¡Ahora timonel, ahora!" El leviatán emergió
lejos de la segunda raya que la siguió de cerca. Más adelante, la primera raya se
mantuvo fuera de la persecución y fuera de peligro.
"¿Podremos escapar de ellas?" Preguntó Veza.
"Por un corto tiempo pero seremos los primeros en cansarnos."
"¿No podemos pelear?"
El capitán negó con la cabeza. "Podemos embestirlas pero sus aguijones no
volverán a errar. Ellas sólo necesitan unos cinco segundos de contacto para matar a un
buque de este tamaño."
Veza miró fijamente a la pantalla, luego de vuelta al capitán. "¿A qué
profundidad estamos?"
"No importa. Ellas pueden ir tan profundo como nosotros."
"Yo no quiero ir más profundo. Quiero ir hacia arriba."
El capitán cliqueó algo despectivo. "Este es un buque submarino, señora."
"Lo sé capitán. Pero también es un pez. ¿Es este pez tan ágil como rápido?"
"Puede dar la vuelta a sí mismo sin fallar un golpe."
"Me alegra oír eso. Dígame, entonces, ¿acaso este pez... abre una brecha?"
La comprensión chispeó en los ojos del capitán quien sonrió a Veza. "Timonel,"
llamó. "Apunte la nariz hacia arriba. Máxima velocidad posible." Luego nadó hacia los
manipuladores de la nave para asegurarse de que hubieran entendido exactamente lo que
esperaba de ellos.
El leviatán se tambaleó y se disparó hacia arriba a través de las aguas del abismo
en dirección a la superficie. Veza sintió como si la gravedad se hubiera desplazado
noventa grados.
"Denme una vista posterior." La pantalla mostró a la mantarraya acercándose,
acelerando para no perder el ritmo de la repentina ráfaga de velocidad del leviatán.
"Casi estamos en la superficie, señor."
"Vista frontal." Ahora la pantalla mostró la superficie, corriendo hacia ellos
como un gran campo de líquido.
"Mantener rumbo y velocidad. A mi señal quiero que este buque se zambulla y
señale hacia abajo de vuelta en el agua."
"Sí, señor". El leviatán rompió la superficie y se disparó hacia el aire. La
pantalla mostró un enorme salpicón de espuma y un sol dolorosamente brillante. Las
nubes en el cielo rodaron alrededor de la pantalla.
"Sosténganse todo el mundo. ¡Ahora!"
El barco, guiado por sus manejadores, se dobló a sí mismo en forma de U, y
luego volvió a su forma aerodinámica con la nariz apuntando hacia abajo. Veza, dos
miembros de la tripulación, y un manipulador fueron arrojados alrededor del puente
como arvejas en una lata. La gravedad superó rápidamente el movimiento del barco y el
leviatán volvió a caer hacia el mar.
Debajo, la mantarraya se había detenido justo debajo de la superficie,
confundida por la desaparición de su presa. La pantalla de visión mostró una enorme
sombra cayendo sobre la raya sumergida justo antes de que el caparazón óseo del
leviatán se estrellara sobre la criatura con todas sus veinte toneladas de leviatán detrás
de él.

127
La pantalla de visualización se volvió negra hasta que el capitán gritó, "Vista de
popa."
Detrás de ellos, los restos de la raya ya no eran reconocibles como alguna cosa
que jamás hubiera estado viva. Una pequeña ovación se alzó.
"¡Vuelvan a sus puestos!" dijo el capitán. Sin embargo, antes de que la
tripulación pudiera recuperar el control del leviatán, un rayo azul-verde fue lanzado de
la segunda mantarraya, la de los cuernos de plata. El rayo envolvió todo el transporte de
Llawan aunque no hubo una reacción inmediata.
"Reanuden acción evasiva. Timonel, llévenos más profundamente en el abismo."
"El timonel no responde, señor."
El capitán maldijo. "¿Manipuladores?"
Uno de los cefálidos con blusas nadó hacia arriba. "El barco está enredado,
señor. Está bloqueado por todos lados y no puede moverse."
"Maldita sea." Dijo el capitán mirando con enojo a Veza.
"¿Qué pasa?"
"Nos ha enredado en sargazos. Fuera cual fuera ese hechizo de rayo, nos cubrió
con las suficientes algas como para ahogar a este buque."
Veza luchó por pensar en algo, cualquier cosa que les pudiera ayudar pero fue
interrumpida por la voz amplificada de Laquatus.
"Saludos, buque de investigación Mer. Este es Laquatus. Prepárense a ser
abordados."
El capitán bajó la cabeza y luego dio un golpe contra la consola delante de él.
Veza se armó de valor para una reunión con el embajador. En la pantalla, una media
docena más de buques y behemoths nadaron a la vista, cada uno llevando la insignia del
embajador.
"Y si la emperatriz está por casualidad a bordo," dijo Laquatus, "permítanme que
le de una calurosa 'bienvenida' como el próximo Emperador de Mer."

128
Capitulo 16

Kamahl y Cadenero se pararon delante del Primero en la sala de recepción


pública de la mansión. El Primero iba vestido formalmente, con todas sus túnicas y
tocado, y estaba sentado en un alto trono y rodeado de sus asistentes de las manos y
cráneo. Skellum estaba radiante de pie entre el Primero y los combatientes con la
Maestra de los Juegos detrás de él.
"Doce victorias seguidas," dijo el Primero. "Muy impresionante."
"Gracias, Patriarca." Dijo Cadenero y le dio un codazo a Kamahl.

129
"Claro. Gracias." El bárbaro estaba claramente incómodo en una habitación tan
majestuosa. Miró con anhelo a la puerta.
"Pero ahora, me temo, la racha de victorias tiene que acabar."
"Por supuesto, Patriarca."
"¿Qué?"
Skellum y Cadenero miraron a Kamahl. El bárbaro estaba realmente confundido,
a punto de enojarse.
"Será para su bien," dijo la Maestra de los Juegos. "Los pondremos a ustedes dos
contra otro escuadrón de crusat de la Orden. Ellos ganarán, se volverán más audaces, y
empezarán a enviar más equipos a la Ciudad de la Cábala. La gente está nerviosa por
todos los cambios en el liderazgo alrededor de aquí. A ellos les gusta ver peleas
sencillas que puedan comprender y con las que simpatizar. Un bárbaro y un Cabalista
luchando contra soldados de juguete, una y otra vez. Ustedes ganan algunas, ellos ganan
algunas. Esto es algo conocido por las multitudes. Confortable."
"Estoy de acuerdo," dijo Kamahl, "pero yo no pierdo a propósito."
"Nosotros somos el equipo de casa," dijo Cadenero hablando rápidamente para
llenar el incómodo silencio. "Y la casa nunca pierde. Al menos no a largo plazo."
Kamahl hizo un ruido grosero. "Patrañas. Si no ganas, pierdes. Punto."
"¿Ayudaría," dijo tranquilamente el Primero, "pensar en esto como una retirada
estratégica? Ustedes estarían dejando que la Orden tenga una pequeña victoria para
poder conseguir una aún más grande después."
Kamahl negó con la cabeza. "Yo no peleo para perder. Creo que no sé cómo."
El Primero juntó sus dedos. "¿Ni siquiera si la victoria más grande que estamos
esperando incluye el Mirari?"
Tanto Cadenero como Kamahl se animaron ante la mención del nombre del
artefacto. El Mirari no había sido ofrecido como premio desde que Fulla lo había traído
de Mer.
"¿Está planeando otros juegos por el Mirari, Patriarca?"
"Sí, mi hijo. Y pronto."
"Pero necesitamos una buena estructura," interrumpió la Maestra de los Juegos:
"La Orden tiene que sentir que hay una posibilidad de ganarlo. Si ellos logran vencer a
nuestro mejor equipo nos aseguraremos de su retorno."
Kamahl volvió a sacudir la cabeza. "No hay trato." Cadenero lanzó a Skellum
una mirada angustiada pero Skellum sólo se la devolvió con simpatía.
"Perdónanos, honorable invitado," dijo la Maestra de los Juegos, "pero el equipo
de Kamahl y Cadenero perderá su próxima lucha. Esto ya se ha arreglado."
"Entonces, el equipo de Kamahl y Cadenero no competirá." Kamahl miró a
Cadenero y a continuación se dirigió al Primero. "Usted ha sido un excelente anfitrión,
Primero de la Cábala, pero yo pertenezco a una tradición diferente. Estoy aquí para
luchar. Estoy aquí para ganar el Mirari con fuerza, velocidad y habilidad. Cuando usted
decida ofrecerlo estaré dispuesto a trabajar por el. Pero hasta entonces no cuente
conmigo en estos juegos que usted manipula para aumentar la audiencia y hacer subir
las probabilidades."
La Maestra de los Juegos comenzó a hablar pero el Primero la interrumpió. "Me
apena mucho que te sientas así."
"Y a mi también. No quiero ofenderle pero yo fui criado y entrenado para nunca
dar menos de lo mejor de mi."
"Eres un bárbaro de principios," dijo el Primero. "Pero si no vas a apoyar a
nuestra agenda para los próximos juegos voy a tener que pedir que te retires. Tenemos
que discutir negocios de la Cábala."

130
Kamahl asintió con la cabeza, miró a Cadenero, y luego se marchó con sus
pesadas botas resonando por el pasillo con cada paso.
Cuando los pasos se apagaron Cadenero dijo, "Perdónalo, Patriarca."
"No hay nada que perdonar. Es su forma de ser y nosotros tendremos que
encontrar a alguien que luche en su lugar. Sólo lamento que no vayamos a ser capaces
de apoyarnos en él como un aliado."
"El sigue siendo nuestro aliado, Patriarca. Él sólo…"
"Cadenero," le interrumpió Skellum. "No estamos aquí para discutir sobre tu
reacio compañero."
El rostro de Cadenero cayó. "No, Maestro."
"Maestra de los Juegos," dijo el Primero. "¿Puede Cadenero en solitario
entregarnos el resultado que estamos buscando?"
"Sí, Patriarca."
"Maestro Skellum. ¿Está su alumno dispuesto a proporcionarnos ese resultado y
sobrevivir?"
"Sí, Patriarca." Dijeron Cadenero y Skellum hablando juntos
"Nada del otro mundo," dijo la Maestra de los Juegos a Cadenero. "Sólo métete
allí y da unas vueltas. No necesita ser una buena pelea, sólo tiene que ser una victoria de
la Orden."
"Entendido," dijo el Cabalista.
"Maestra de los Juegos, puede irse."
"Gracias, Patriarca." Dijo la mujer marchándose rápidamente de la habitación.
Cadenero se mostró nervioso ante el Primero y Skellum jugueteó con el
sombrero bajo el brazo. El Primero los miró a ambos a través de dedos juntos.
"¿Tiene algo que añadir, Maestro Skellum?"
El mentor se aclaró la garganta. "Así es, Patriarca. Cadenero ha hecho grandes
progresos como hechicero. Sólo hay una cosa más que yo le pueda enseñar, una lección
más antes de que se gradúe de mi academia."
Cadenero luchó contra un trago de sorpresa. Esto era nuevo para él.
"¿Eso sería el shikar del dementista que usted ha mencionado?"
Skellum comenzó a caminar de ida y vuelta entre su alumno y el Primero. "Sí,
Patriarca. Es un rito de pasaje. Un viaje espiritual combinado con una prueba física." Se
irguió en toda su estatura y habló con toda la dignidad que pudo reunir. "Es algo que
separa a los dementistas de los simples hechiceros."
"Estoy familiarizado con el ritual. El suyo tuvo un gran éxito, si no me
equivoco."
Skellum sonrió. "Gracias, Patriarca."
"¿Y usted cree que su estudiante está listo para esta prueba?"
"Si, Patriarca. Como soy su mentor me gustaría acompañarlo. Por última vez,
por supuesto. Cuando regresemos del shikar no habrá ya nada más que yo le pueda
enseñar."
"¿Cuánto tiempo lleva el ritual?"
"Dos días para caminar hasta el sitio. Tres días de prueba. Dos días para volver."
El Primero lo consideró. "Muy bien. Tan pronto como Cadenero termine con su
obligación con la Orden usted y él tomarán una licencia para ausentarse de los pozos y
experimentar el shikar."
"Gracias, Patriarca."
"Gracias, Maestro," susurró Cadenero. Skellum le fulminó con la mirada pero
también le hizo un guiño.

131
"Hay una cosa final," dijo el Primero, "en relación con el Mirari. No hay duda de
que a estas alturas ambos son conscientes de que mis predicciones se hicieron realidad.
El Mirari provocó grandes trastornos tanto en la Orden como en Mer y luego volvió a
nosotros. Sin embargo yo cometí un error. Esperé los últimos meses para diluir la
materia, por decirlo así, pero ha pasado todo lo contrario. Cada vez más y más personas
están siguiendo su estela, lo que los guiará aquí. Esto es bueno y malo para la Cábala.
Mientras hablamos los mortales escuadrones crusat se están reformando en un esfuerzo
por echarnos de nuestras fortalezas. La Ciudad de la Cábala, Aphetto... incluso nuestros
pozos secundarios en pueblos sin nombre están siendo objetivos. Ellos hacen los
mismos viejos reclamos. Que nosotros corrompemos a los inocentes, eludimos la ley, y
en general impedimos el justo progreso de la Orden."
"La era de la convivencia ha terminado. Cuando ustedes regresen del shikar
ambos me ayudarán a neutralizar la amenaza del crusat."
"Con mucho gusto, Patriarca."
Skellum susurró burlonamente a Cadenero, "Al fin un dementista."
"El Embajador Laquatus también sigue buscando el Mirari. Hoy se puso en
contacto con uno de los oficiales crusat para sondear una alianza en contra de nosotros.
Sería mejor si pudiéramos fijar su atención en otra parte mientras resolvemos el
problema con la Orden nosotros mismos."
"Patriarca, si lo desea podríamos posponer el shikar."
"No, Skellum. El aprendizaje de Cadenero ha terminado. Es hora de que
hagamos oficial eso."
"¿Tiene algo en mente, Patriarca?"
"Si. Ya que Laquatus no dejará de complicar la situación hasta que obtenga el
Mirari voy a anunciar de inmediato los próximos juegos. Se llevarán a cabo dentro de
tres meses coincidiendo con el aniversario de la fundación de la Ciudad de la Cábala. El
Mirari será el gran premio, otorgado al luchador más fuerte en los pozos. Laquatus está
actualmente en necesidad de un esclavo. Aparentemente su anfibio fue asesinado junto
con Aboshan. Con los juegos programados él redoblará sus esfuerzos por encontrar un
esclavo de reemplazo. Esto por sí solo no sería suficiente para ocupar una mente
ocupada como la de Laquatus, pero esto por encima de… otras circunstancias que
todavía tengo que arreglar... será más que suficiente."
"Cadenero, quiero te reúnas con el embajador para determinar qué clase de
criatura quiere. Prométele cualquier cosa pero no hagas nada sin mi permiso. En tres
días tú y Skellum comenzarán el shikar. Le pediremos a Laquatus que espere hasta tu
regreso antes de que le puedas crear este nuevo esclavo para él."
"Laquatus tendrá más y mejores opciones para su esclavo después de que
Cadenero experimente el shikar," dijo Skellum.
"Tanto mejor. Cadenero. Has sido un siervo valioso y de confianza para la
Cábala. ¿Estás listo para ser recompensado y llevar nuestra causa aún más lejos?"
"Lo estoy, Patriarca."
"Extraordinario."
El Primero hizo un gesto con la mano para despedirlos. "La Cábala está en todas
partes," dijo, "y también mis pensamientos. Ahora, mis hijos, ya pueden dejarme a mi
meditación."
El Primero observó a Skellum y Cadenero a través de lechosos ojos secos. Antes
de que estos incluso dejaran la habitación sus pensamientos se doblaron sobre sí mismos
mientras él diseccionaba cada pedacito infinitesimal de información.
A pesar de la negativa de Kamahl todo estaba justo donde el Primero lo quería.
El bárbaro era absolutamente devastador en combate y siempre hacía un buen

132
espectáculo. También era útil como una influencia sobre Cadenero. Skellum estaba en
peligro de echar a perder al niño, embotando su instinto asesino. Kamahl alentaba ese
áspero lado pragmático de Cadenero, cualidades que él iba a necesitar en los siguientes
tres meses.
El Primero volvió sobre sí mismo. Sí, cuanto más lo consideraba, más seguro se
sentía. Skellum debería hacerse a un lado y dejar que Kamahl completara la formación
de Cadenero. Con su mentor a su lado el muchacho simplemente se convertiría en otro
Skellum. Asociado con Kamahl, él volvería del shikar según la intención del antiguo
ritual, como un cazador. Un depredador. Un adversario peligroso y un valioso amigo.
El Primero gesticuló a un asistente de cráneo para que se acercara. "El mentor
debe alejarse de su alumno," dijo y la encargada copió las palabras en una tablilla que
llevaba en una cuerda alrededor de su cuello.
Sonó un golpe desde fuera de la recámara. El Primero dijo "Entre," y un
asistente de la mano apareció trayendo un espejo de plata sobre una almohada de seda.
El Primero gesticuló al asistente que se acercara y el hombre ascendió al trono. Sostuvo
el espejo frente a la cara del Primero, girando abyectamente su lado.
En el espejo, el rostro de un cefálido llenó la pantalla. "Salve, Patriarca de la
Cábala."
"Usted me honra, Emperatriz Llawan. ¿Cómo va el imperio?"
"Le va bien. ¿Ha pensado en nuestra propuesta?"
"Por supuesto, Emperatriz. Todavía no he tomado una decisión."
"¿Pero va a seguir ampliando su hospitalidad al... Embajador Laquatus?"
"Como acordamos."
Llawan volvió un ojo al espejo. "¿Y la Cábala se mantendrá neutral en nuestra
transición de nuevo al servicio público?"
"La Cábala no tiene ningún interés en los asuntos internos del imperio Mer," le
aseguró el Primero. "Nuestra relación con todas las partes interesadas es meramente
profesional."
"Muy bien," Llawan se echó hacia atrás enmarcando su rostro en el espejo. "Pero
recuerde que las relaciones con las profundidades no son como las de tierra seca. Uno
no construye una relación como una casa, la monta como una ola. La ola es siempre
cambiante, siempre en movimiento. Uno debe tener mucho cuidado cuando se baja, o se
sube."
El Primero sonrió amablemente. "Palabras que ya he tomado a pecho. Nosotros
tenemos mucho más en común de lo que sospecha, Emperatriz."
"Esperamos que así sea, Patriarca. Esperamos que así sea." La imagen de
Llawan desvaneció.
El Primero desestimó al asistente sosteniendo el espejo, juntó los dedos debajo
de la barbilla, y se sentó a meditar en silencio por un tiempo. Cuando volvió a moverse
fue para hablar con sus asistentes. "Hagan venir a la Maestra de los Juegos."

* * * * *

"Veza," dijo Laquatus. "Esta es realmente la sorpresa más inesperada. Había


venido a recoger los datos de exploración de la emperatriz. No me esperaba también
recoger a su sirena mascota."
El capitán y la tripulación se habían resistido cuando Laquatus había quitado el
cristal de grabación pero fueron fácilmente sometidos por los mercenarios humanos del
embajador. Cada uno estaba armado y encantado para el trabajo bajo el agua y Veza

133
reconoció varios tatuajes de clanes piratas entre ellos. También había una especie de
estatua viviente que había tomado el lugar de Turg al lado de Laquatus.
"Llévense a la Directora Veza a mi nave," dijo Laquatus. "Aten a los demás y
pónganlos en el calabozo. Quiero a este leviatán eviscerado y de vuelta de donde vino."
"¿Podemos alimentar a las rayas con él, señor?"
"Por supuesto. Pero dejen el esqueleto de la cabeza. Cuélguenlo en la boca del
abismo como una advertencia." Laquatus siguió a Veza mientras ella era guiada. Ella lo
vio susurrar algo a la estatua púrpura y la criatura asintió con la cabeza, luego se quedó
atrás.
Ellos la llevaron a la mantarraya de Laquatus, donde desataron sus muñecas y
pies y la encerraron en una cámara. En poco tiempo, el propio Laquatus vino a unirse a
ella.
"Vengo a pedirle disculpas," dijo, "pero estamos a centímetros de una guerra
civil en toda regla. En realidad yo esperaba que la información de su exploración
calmara algunos de los ánimos que se están elevando tan altos. Lamentablemente,
parece ser que este abismo es otro elemento por el que Llawan y yo tendremos que
pelear." Miró fijamente a Veza y preguntó: "¿Se ha vuelto más fluida, querida, como yo
le sugerí?"
"Si usted se refiere a si estoy dispuesta a unirme a su lado la respuesta es no."
"No creo que haya pensado en eso así que voy a darle otra oportunidad de
responder." Laquatus se inclinó hacia delante para apartar un mechón flotante del
cabello de la cara de Veza pero ella golpeó su mano a un lado. El sonrió.
"¿Por qué es tan leal a la emperatriz? Ella le envió al peligro por pura
ignorancia. Ella no es digna de su lealtad. Y además, ella no tiene nada de amor por
usted o cualquiera de los de nuestra especie."
"¿‘Nuestra especie’, Embajador? ¿Cuál es nuestra especie?"
"Los que se adaptan," dijo él al instante. "Aquellos de nosotros que pueden
responder rápidamente a las circunstancias cambiantes. Aquellos de nosotros que se
definen continuamente a si mismos." Se agachó a su lado, donde ella estaba sentada.
"Déjeme ayudarla, Veza. Confíe en mí la mitad de lo que confía en Llawan y yo nunca
la abandonaré como lo ha hecho ella."
"Llawan no me ha abandonado."
"¿Ah no?" Laquatus sacó un espejo azul de su túnica. Lo sostuvo delante de él y
dijo: "¿Emperatriz Llawan?"
El rostro de la emperatriz no tardó en aparecer. "¿Qué quieres, pretendiente?"
"He capturado su buque espía en el Abismo Otariano. Su buque y su tripulación serán
ejecutados al amanecer."
"Si usted daña una sola escama de nuestro leviatán," dijo Llawan con rabia, "le
crucificaremos en el suelo del océano."
Laquatus miró a Veza asegurándose de que estuviera escuchando el intercambio.
"¿Qué es eso, Su Majestad? ¿Acaso no le preocupa su tripulación?"
"Si usted ha capturado a nuestra tripulación, entonces ya están muertos."
"En absoluto, Emperatriz." Respondió dando la vuelta al espejo para mostrar a
Veza. "Su valiosa asesora de Bahía Rompiente está charlando conmigo ahora." Laquatus
les dio a las dos mujeres la visión más fugaz de todas antes de girar el espejo a su propia
cara. "¿Va a negociar por su vida, por lo menos?"
"Nos cansamos de su voz, Laquatus. Si quiere ir al punto hágalo ahora."
"Un intercambio. El leviatán y la sirena a cambio del abismo."
Llawan cliqueó con enojo. "No. Sentimos perder a nuestro Leviatán y a nuestra
amiga Veza. Pero pronto iremos a buscar sus cuerpos, Laquatus, y cuando lo hagamos

134
usted seguramente caerá. Esta audiencia ha terminado." Laquatus sonrió cuando el
cristal se oscureció y guardó casualmente el espejo de nuevo en su túnica. Cerró los ojos
por un momento y luego se volvió a Veza.
"Directora, yo diría que usted está oficialmente abandonada. Así que ahora la
pregunta depende de usted." Un golpe sonó y el hombre sin rasgos de Laquatus entró
con una pesada bolsa sobre su hombro.
"¿Tomará mi mano y ayudará al imperio Mer a alcanzar el pináculo de su poder
y prestigio?" Dijo tomando el saco de su siervo. "Gracias, Burke."
"¿O seguirá siendo leal a Llawan que la ha puesto en peligro y abandonado?"
Laquatus abrió el saco y vació su contenido. Las cabezas de la tripulación del puente del
leviatán flotaron libremente en la cámara entre Laquatus y Veza. "Pido disculpas por la
crudeza del mensaje pero la cuestión es apremiante. ¿A quién servirá?"
Veza miró a la espantosa demostración y luego al rostro inexpresivo de Burke,
entonces a la sonrisa confiada de Laquatus.
"Si el abismo tiene un valor oculto," dijo ella, "Yo puedo ayudarle a asegurarlo."
"Excelente." Laquatus extendió sus manos y Veza se levantó para tomarlas.
"Comenzaremos de inmediato."

Capitulo 17

Skellum transitó por el corto camino que iba desde la mansión a la academia.
Ya estaba deseando poder cenar pero estaba deseando aún más poder hacer el shikar con
Cadenero. El había entrenado a decenas de jóvenes Cabalistas, uno a la vez, y
usualmente se ponía algo melancólico en esa etapa del programa. La gran mayoría de
sus estudiantes nunca llegaban al shikar. En cambio, eran arrojados a los pozos apenas

135
podían crear monstruos fiables, un acuerdo que servía a las necesidades de la Cábala de
cuerpos calientes en los pozos mucho mejor de lo que se servía a la naturaleza
perfeccionista de Skellum. Cadenero, sin embargo, sería su mayor logro como Maestro
Dementista.
El Primero se había metido, como siempre lo hacía, pero Skellum sabía que en
este caso el interés del Primero estaba bien justificado. El había tenido algo especial en
mente para Cadenero desde el principio y aunque Skellum sólo podía adivinar lo que
podría ser estaba orgulloso de haber sido parte de ello. Estaba orgulloso de su alumno,
orgulloso de su programa, y orgulloso de sí mismo.
La Maestra de los Juegos estaba esperando fuera de la oficina de Skellum con un
fijador a quien Skellum reconoció como Louche y un par de acosadores descomunales.
"La Cábala está aquí," dijo Skellum.
"¿Reconoce este sello?" La Maestra de los Juegos entregó rígidamente a
Skellum un pergamino con un sello de cera adornado en él.
"Es del Primero."
"Léalo, por favor."
Skellum tomó el pergamino y lo leyó. Era una breve declaración, y no le llevó
mucho tiempo. La leyó dos veces y luego miró hacia la Maestra de los Juegos.
"¿Es una broma?"
"No es broma, Maestro Skellum. El Primero le ha pedido que tome el lugar de su
alumno en los pozos esta noche."
"Pero yo no soy un…"
"El sabía que lo entendería."
La ira de Skellum comenzó a subir y la Maestra de los Juegos dio un paso atrás.
"Iré ahora mismo a ver al Primero," dijo Skellum. Miró a los acosadores, uno un
ogro de dientes de sable y el otro un tritón medio zombi con tres aplastantes tentáculos
de pulpo en cada hombro en vez de brazos. El ogro, todavía vivo y alerta, dio un paso
atrás ante la mirada del hombre más pequeño.
"Muy bien," dijo la Maestra de los Juegos y lanzó un puñado de polvo grisáceo
en el rostro de Skellum. Su sombrero bloqueó la mayor parte de este pero lo
suficientemente consiguió pasar para cubrirle los ojos y tapar su nariz y garganta.
Skellum se tambaleó pero no cayó. Con su capa envuelta alrededor de su brazo, dio dos
vacilantes pasos hacia adelante, tan elegante como pudo, y chocó con su espalda contra
la pared. Luego se deslizó hasta el suelo, inconsciente.

* * * * *

"Perdóneme, Maestro Skellum." El Primero estaba de pie solo en su despacho


privado, rodeado de velas negras. Skellum enderezó su capa y se puso de pie.
"Temo que no tengo más remedio que insistir," estaba diciendo el Primero.
"Tendrá que confiar en mí. Será por su bien."
"Pero yo no he hecho nada malo. He sido un siervo valiente y leal durante toda
mi vida."
El Primero se adelantó. "Y seguirá siendo así, incluso después de su muerte."
Skellum miró alrededor de la habitación a oscuras. Estaba demasiado solitaria y
silenciosa sin todos los guardias y asistentes.
"Patriarca," dijo. "No entiendo."
"No tienes por que hacerlo, hijo mío. Yo si." El Primero ofreció su mano a
Skellum y el dementista retrocedió.

136
"Adelante," le instó el Primero. "Nada de esto es real y ningún daño puede
ocurrirte."
"Patriarca, yo…"
"Toma mi mano, Cybariss."
Skellum se adelantó inexpresivamente y se apoderó de los dedos fríos y grises
del Primero. No hubo dolor. No hubo ningún hedor. Ninguna de las cosas que se
rumoreaba se producían cuando alguien tocaba al Primero.
"¿Lo ves?" Dijo el Primero sonriendo y luego acercó a Skellum en un estrecho
abrazo completo de dos brazos.
"Ve ahora," susurró el Primero. "Obedéceme. Honra a la Cábala y sirve a
Kuberr."
"Lo haré, Patriarca."
"Extraordinario."
El Primero le soltó la mano y Skellum cayó hacia atrás, en un suave y silencioso
vacío de oscuridad y niebla.

* * * * *

"Maestro Skellum."
Skellum abrió los ojos. Louche, la Maestra de los juegos, y los acosadores se
erguían sobre él.
"¿Está listo para ir ahora?"
"Lo estoy," dijo Skellum. Él dio a su sombrero una vuelta de prueba y con gracia
se puso en pie. Se limpió unos pocos fragmentos imaginarios de pelusas de su capa y
ellos lo guiaron saliendo por la puerta delantera y hacia los pozos, con la cabeza en alto,
sus ojos claros, y su ritmo medido. Iba determinado a que nadie que lo viera tuviera la
menor idea de que era un prisionero.

* * * * *

"Damas y caballeros, haciendo su triunfal regreso a los pozos de la Ciudad de la


Cábala... ¡El Maestro Skellum!"
Skellum se paró solo en los pozos. Al menos no lo habían llamado "hechicero".
"Uniéndose a Skellum y fresca de su reciente visita a las partes más profundas
del imperio Mer... ¡La Hechicera Fulla!"
La multitud vitoreó y silbó cuando Fulla salió acechando airadamente al suelo
del pozo. Skellum la conocía, por supuesto. Era una de las mejores hechiceras que
alguna vez había pisado la arena pero ellos se movían en círculos diferentes y él rara vez
había interactuado con ella. Para su reputación ella era o maníaca del gozo por la batalla
o juguetona como una niña malcriada. En ese momento parecía molesta.
"¿Skellum?" dijo.
"Fulla."
"¡Por los nueve infiernos! ¿Qué es lo que está pasando? Yo no estaba
programada para regresar a los pozos hasta mañana."
"Parece que hemos sido escogidos para perder este combate con la Orden."
Fulla frunció el ceño. "El Primero es sabio. Pero pensé que tú ya no hacías este
tipo de cosas."
"Verdad." Skellum giró su sombrero cuando el anunciador presentó la
competencia.

137
"¡...Y sus oponentes, aquí para exponer la debilidad y la corrupción de la
Cábala... y de paso ganar un espacio en los próximos juegos por el Mirari, les presento
al Mayor Teroh, al Sargento Baankis y al Justicar Gobal de la Orden!"
La multitud abucheó y Skellum parpadeó detrás de su sombrero girando. "¿Ha
dicho ‘Baankis’?"
"¿A quién le importa? Sólo quiero terminar con esto." Ella sacó su espada, pasó
el pulgar a lo largo de su borde, y dijo: "Oye, ¿qué es un justicar?"
"Esta noche, el equipo de la Orden estará acompañado por Yewma la druida y
sus lobos-mandriles. Hagan sus apuestas, damas y caballeros, hagan sus apuestas."
Skellum notó que los amplios ojos de Fulla eran de un ligero tono azul que casi
parecía blanco. Entonces se dio cuenta de que ella le había hecho una pregunta y miró a
través del pozo hacia el equipo de la Orden. Reconoció a Teroh y Baankis a pesar de la
delgada barba que Baankis se había dejado crecer y la nueva insignia en su ropa. El
justicar estaba parado tieso como un palo a la izquierda de Baankis. Era una figura alta,
musculosa y parcialmente blindada con armadura cuyo rostro estaba oculto detrás de un
brillante yelmo y visera. Yewma era alta y enjuta y blandía un bastón nudoso hecho de
lo que parecía ser un retoño
entero con las raíces
recortadas. Llevaba las
raíces enrolladas con fuerza
alrededor de cada antebrazo
como un par de guantes de
madera. Yewma estaba
parada junto a una gran caja
de madera que tenía
pequeñas ventanas con
barrotes en cada lado. La
caja se sacudió y sonó
cuando a las criaturas
dentro gritaron y se
empujaron unas a otras.
"No sé lo que es un
justicar," dijo Skellum,
"pero parece ser una clase
de caballero."
El cuerno de preparación sonó después de la última palabra del anunciador y
Skellum volvió a girar su sombrero. Logró un trance de demencia mediante la
yuxtaposición de imágenes del mundo que le rodeaba con la oscuridad proporcionada
por el sombrero. Luego proyectó su propio paisaje interior en la oscuridad y giró el
sombrero más rápido hasta que el mundo interior se fusionó con el mundo exterior.
Cuando eso sucedió su cabeza se convirtió en una puerta real a través de la cual él
podría liberar sus monstruos.
En este caso, sin embargo, tenía mucho que perder de vista en el mundo real.
Había demasiados oponentes para que Skellum pudiera encontrar el equilibrio que
necesitaba para ir al espacio de demencia y tener a Fulla como compañera le distrajo
aún más. Además, no pudo aclarar su mente de los pensamientos de Cadenero. Voy a
morir, se dio cuenta, aún cuando soy rico y apuesto. Aún cuando no habrá nadie que
vaya a proteger a mi adorado estudiante.
El cuerno de partida sonó. Fulla dejó escapar un grito, Yewma abrió la caja, y los
soldados de juguete alzaron sus armas y avanzaron.

138
La druida había soltado ocho grandes primates similares a mandriles, cada uno
de más de treinta kilos y armados con un largo hocico canino capaz de triturar piedra.
Coloridas pieles envolvían sus cabezas y hombros y gritaron como lunáticos soltados en
un cementerio. Eran los depredadores salvajes de las profundidades del bosque,
persiguiendo a su presa y desgarrándola en pedazos como una jauría organizada.
Skellum no estaba seguro de cómo había echo Yewma para hechizarlos pero la druida
fue cuidadosa de saltar fuera de su línea de visión una vez que ella había abierto la caja.
Skellum giró el sombrero más y más rápido. Era la única arma que tenía. Fulla,
por su parte, había creado un rinoceronte zombi y una pequeña hidra siseante. El
rinoceronte embistió directamente al trío de la Orden pero tuvo que conducir a la hidra
hacia adelante con su espada para que se uniera a la batalla.
Cuando el rinoceronte estaba a seis metros de distancia y acercándose, el justicar
alzó las manos sobre su cabeza y dio una palmada. Una descarga del relámpago más
puramente blanco saltó desde el punto de contacto hacia el rinoceronte y el cuerpo
zombificado literalmente explotó haciendo llover carne fétida por todo el estadio. Fulla
maldijo y se lanzó ella misma al ataque conduciendo a la hidra mientras caminaba.
El más grande de los mandriles vino directamente a Skellum mientras que los
otros formaron una columna de ataque detrás de él. Dos del grupo rompieron la
formación e hicieron un círculo ancho a su alrededor a cada lado y el cuerpo principal
desaceleró para que pudieran entrar en posición para un asalto en toda regla. Nunca
dejaron de chillar y gritar.
La vista de Skellum de la arena comenzó a temblar y fundirse, los primeros
signos del trance. Abrió más los ojos, nunca más desesperado por encontrar ese otro
mundo dentro y desaparecer en su interior.

* * * * *

Cadenero esperó fuera de la cámara del Primero hasta que un asistente de la


mano llegó para admitirlo. Él nunca antes había estado a solas con el Primero y estaba
dispuesto a dejar una buena impresión sin Skellum para interferir para él, o Kamahl para
cubrirlo. Por supuesto, el Primero siempre estaba rodeado de sus ayudantes, pero una
vez que uno se acostumbraba a ellos, era fácil pasarlos por alto como entidades
separadas.
Dentro de la cámara, Cadenero se decepcionó al ver a alguien esperando además
del Primero y sus asistentes. Era un hombre alto, ligeramente azul, con pequeños
cuernos plateados. Cadenero lo reconoció pero esperó a la introducción formal.
"Embajador Laquatus de Mer," dijo el Primero, "le presento a Cadenero, uno de
nuestros mejores dementistas en formación."
Laquatus miró a Cadenero por arriba de su hombro y desdeñosamente le tendió
la mano con los nudillos hacia arriba para que Cadenero la besara. "Encantado," dijo.
Cadenero colocó su mano de metal en la parte superior de la del tritón y la otra
mano debajo. Forzó la mano del embajador en posición perpendicular al suelo y la
sacudió con fuerza, desordenando la capa cuidadosamente envuelta del embajador.
"El placer es todo mío, Embajador." Laquatus retiró rápidamente la mano tan
pronto como Cadenero la soltó. El Cabalista sonrió amablemente al tritón.
"Estábamos discutiendo el futuro de Otaria," dijo el Primero. "Grandes cosas,
pero este tiene que empezar en alguna parte. El Embajador Laquatus y yo lo estamos
empezando aquí y ahora."
"El Imperio Mer es el mar," dijo Laquatus, "y la Ciudad de la Cábala es una
ciudad portuaria. Siempre hemos tenido mucho en común."

139
El Primero frunció ligeramente el ceño pero siguió adelante. "Pero no lo
suficiente en común, por desgracia. Yo justo le estaba describiendo cómo han vuelto a
comenzar las redadas crusat y cuan perjudiciales son para los negocios."
"El Imperio Mer está siempre preocupado por mantener el flujo de comercio
entre la tierra y las profundidades."
El Primero esperó pacientemente a que Laquatus finalizara. "Pero no lo
suficientemente preocupado," agregó.
"Tiene que entenderlo, Patriarca," dijo Laquatus, "el Imperio tiene una relación
larga y sólida con la Orden. Ellos no son como ustedes. No tienen un solo gobernante
que habla en nombre de todos ellos con una sola voz. Mientras una división se prepara
para la crusat los otros sólo están tratando de reconstruir. Tanto moralmente como
económicamente yo no puedo darle la espalda a toda la Orden."
Cadenero ahogó un gruñido cuando el embajador dijo, "moralmente", y también
vio la sombra de una sonrisa en los labios del Primero.
"Yo nunca le pedirá que hiciera algo tan drástico como darle la espalda a toda la
Orden," dijo el Primero. "De hecho, ni siquiera nosotros queremos que la Orden sea
aniquilada por completo. ¿O no, Cadenero?"
"No, Patriarca," el tono de Cadenero desmintió sus palabras. "En absoluto."
"Simplemente queremos que haya paz entre los dos grupos. La gente civilizada
no se mata entre sí por diferencias filosóficas. Tenía la esperanza de poder convencer al
embajador para que se nos uniera en censurar a la Orden. Realizando protestas oficiales
contra la crusat. Exigir restitución de Bretath, si él alguna vez vuelve a esta región. Tal
vez, Embajador," dijo el Primero, "no es su relación con la Orden la que necesita ser
consolidada. Es su relación con la Cábala."
Laquatus sonrió con avidez. "¿Tiene algo en mente, Patriarca?"
"Claro. Usted acaba de perder a su campeón, ¿no? Y mientras que este le sirvió
bien y fue formidable en combate, nunca fue tan… refinado como un hombre de su
estatura lo requiere."
"Turg fue un excelente siervo," dijo Laquatus. "Le echo mucho de menos."
"¿Qué opina si mi joven dementista aquí presente le pudiera ofrecer un nuevo
campeón? Como le he dicho, él es uno de los mejores."
"Una oferta más que generosa," dijo Laquatus, "pero si realmente queremos
fortalecer el vínculo entre nosotros, ¿puedo sugerir algo aún más valioso?" Con la
excepción de los asistentes del Primero todo el mundo en la sala supo lo que quería
decir. Cadenero apretó los puños.
"El Mirari ya ha sido programado como el gran premio en los Juegos de la
Ciudad de la Cábala que se celebrarán dentro de tres meses. Mis disculpas, Embajador.
Ya no está en mis manos poder ofrecerlo. Pero, por favor," dijo haciendo un gesto hacia
Cadenero para que se acercara, "acepte un nuevo familiar de nosotros. Como un gesto
de buena fe."
Cadenero se adelantó. "Yo puedo hacer que se olvide de la rana," dijo. "Dígame
lo que necesita y la Cábala lo producirá."
Laquatus lo miró una vez más. "Tiene que ser poderoso. Imbatible."
"Entonces lo será."
"Debe ser obediente. Mínimamente inteligente, con instintos altamente
desarrollados."
"Entonces lo será."
"Tiene que ser móvil. Capaz de acompañarme a donde quiera que vaya, por
encima del suelo o por debajo del mar."
"Lo será."

140
Laquatus miró al Primero. "¿Cuándo?"
El Primero sonrió. "Lamentablemente Cadenero no estará disponible hasta la
próxima semana o algo así. Pero tan pronto como regrese estará a su disposición."
Cadenero observó al tritón construyendo una línea de tiempo en su cabeza. "¿No
puede empezar ahora?"
"Lo lamento pero no. Todavía se está recuperando de las heridas sufridas en los
pozos."
Laquatus terminó de calcular. "Una semana, entonces. Con su permiso,
Patriarca, me quedaré en la casa de invitados y seguiré disfrutando de las vistas y
sonidos de la Ciudad de la Cábala mientras espero que el niño se cure."
"Extraordinario. Ahora, si nos disculpa, Cadenero tiene un informe que hacer."
Laquatus tardó en salir pero los asistentes de las manos se reunieron a su
alrededor y lo guiaron con firmeza hasta la puerta. Cadenero supo que podría hablar
libremente ya que los asistentes del Primero siempre escoltaban a sus huéspedes todo el
camino hasta la calle. Laquatus era justo de la clase que trataría de quedarse atrás con el
fin de espiar. El se estremeció, vencido por un ataque de repulsión hacia el adulador
político.
Apenas Laquatus despareció, el Primero habló con Cadenero casualmente. No
como un amigo íntimo sino como un compañero. "Hechicero Cadenero, siento haberte
sacado de los pozos pero necesitaba que te viera el embajador. No fue difícil organizar
tu reemplazo."
"Yo soy tu hijo obediente, Patriarca." Cadenero olió de repente Sangre de
Dragón. El Primero le miró con cierto interés cuando el muchacho empezó a olfatear el
aire.
"¿Hay algún problema?"
"No, Patriarca. Es sólo que..." Olió de nuevo, con aire ausente mirando hacia
atrás, por encima de él, por todas partes. "Algo me está... atrayendo. ¿No huele a
incienso?"
"Esta habitación es perfumada cada día."
"No, quiero decir... esta habitación huele a Sangre de Dragón. ¿Usted no lo
huele?"
"Tal vez debería calmarse un momento, Hechicero Cadenero. Lo que dice no
tiene sentido."
Cadenero gritó y golpeó con las palmas de las manos en su frente. Olió el humo,
sintió la arena negra bajo sus pies, vio el cielo mostaza....
"Cadenero," dijo la voz de Skellum. Era aguda, zumbando con distorsión. Cortó
la cabeza de Cadenero como una cuchilla.
"¿Skellum?" dijo Cadenero cuando un asistente de la mano del Primero le dio
una bofetada por tercera vez. Cadenero rompió la clavícula del hombre con el puño de
metal, lo empujó a un lado y corrió hacia la puerta. Dos asesinos musculosos saltaron de
entre las sombras y lo derribaron antes de que pudiera dar cuatro pasos.
"No le hagan daño." El Primero habló en voz alta pero con calma. "Mazeura,"
susurró, siseando el nombre secreto y congelando a Cadenero en mitad de la lucha.
"¿Qué significa todo esto?"
"Skellum," dijo Cadenero. Él estaba inmóvil bajo el peso de los guardias del
Primero y el poder de su nombre secreto en los labios del Patriarca.

* * * * *

141
El mono-lobo líder se detuvo a un metro y medio de Skellum y enseñó los
dientes. Detrás de este, el resto de la tropa aulló y golpeó el suelo. Skellum se quedó
con la mano levantada como si quisiera saludarlo. El maestro dementista, sobresaltado,
regresó al pozo y vio a los monos-lobos acercándose. La multitud abucheó su completa
falta de movimiento.
Skellum detuvo su sombrero con un agujero en el frente. El líder se estaba
tensando para iniciar su carga. Skellum sonrió amablemente.
"Animal," dijo. El líder gruñó y luego se lanzó hacia el rostro de Skellum. Sin
embargo, antes de que sus filosos colmillos pudieran prenderse, el vórtice en la cabeza
de Skellum estalló y un cometa humeante eructó de su sombrero y se estrelló contra el
mono-lobo. Fue un horror casi sin forma, todo echo de sombras y dientes, pero devoró
al mandril líder de un solo mordisco. Este siseó, y gritó a otro mono-lobo. Luego
comenzó a desvanecerse.
"¿Cómo lo llevas, Skellum?" Fulla estaba acosando al Mayor Teroh con un par
de arañas con cabezas
de lobos y golpeaba de
revés al Sargento
Baankis con su espadón.
Vociferó un hechizo con
alegría y soltó un
centauro zombie hacia el
justicar. Yewma gritó de
horror cuando vio la
última contribución de
Fulla y los monos-lobos
se reorientaron hacia la
hechicera.
"Ahora mejor,"
dijo Skellum con la
calidad cantarina de su
voz resonando en su
cabeza. "Sin embargo,
tengo muchas cosas en mi mente." Escupió otros cuatro pequeños cometas en rápida
sucesión, cada una transformándose en el aire. Mientras el grupo de monos-lobo aulló y
farfulló hacia Fulla, Skellum envió un cuarteto de milpiés del tamaño de un hombre
corriendo tras ellos.
Skellum vio que tenía un momento de respiro y dejó a su mente alejarse de los
pozos.
"¿Cadenero?" llamó. "Perdóname, hijo mío, pero necesito que veas esto."

* * * * *

Cadenero se desmayó y se encontró de pie en los pozos. Se estaba librando un


combate, uno ocupado con monos y soldados de juguete y hechiceros de demencia y
caballeros brillantes. El sombrero de Cadenero giró ante sus ojos. Él parpadeó. ¿Su
sombrero?
"¡Skellum!" Gritó Fulla. La mujer estaba lanzando monstruos a izquierda y
derecha pero estaba siendo lentamente abrumada.

142
La visión de Cadenero cayó y de repente hubo el doble de monstruos luchando
junto a Fulla. Ella aulló de nuevo, derribando a un soldado de la Orden de rodillas y
agachándose bajo la espada de otro.
"Yo conozco a esos dos," dijo Cadenero en voz alta pero no escuchó su propia
voz.
"Lo siento, Cadenero," dijo la voz de Skellum en su cabeza, "pero yo no podía
irme sin decir adiós."
"¿Qué?" La voz de Cadenero siguió sin transportar ningún sonido. "¿Qué quieres
decir? Ese es Bunkus y Teroh, ¿no?"
"Recuérdame." Una visión de Skellum apareció, sus ojos tristes y suplicantes.
"Recuerda cómo he muerto." La visión se puso su sombrero y levantó una mano.
"Nosotros nos merecemos algo mejor que esto, hijo mío."
Hubo un grito horrible y Cadenero se volvió justo a tiempo para ver a un
brillante caballero cortar por la mitad el cuerpo sin cabeza de una hidra. Su piel había
comenzado a crujir bajo su armadura brillante, dando la impresión de que estaba
compuesto sólo por placas blindadas y energía. Arcos de electricidad se arrastraron por
encima de él, desde la cabeza hasta sus pies.
"¿Sargento Baankis?" dijo la voz del caballero brillante sonando como un gong.
"Ha llegado el momento."
Los arcos de electricidad en el cuerpo del justicar comenzaron a hacerse más
grandes y más brillantes. Aumentaron en número y frecuencia, con más y más
deslizándose sobre él hasta que su cuerpo fue apenas visible en el centro de una
tormenta eléctrica. El aire en el pozo estaba comenzando a revolverse como si se
hubiera formado un fuerte viento y Cadenero sintió un profundo y vibrante zumbido en
su oído. Pareció como si todo el edificio estuviera temblando.
Cadenero, desorientado, derribó a Baankis y dio unos pasos vacilantes hacia el
justicar. Fuera lo que fuera que estaba haciendo estaba afectando el equilibrio de
Cadenero. No podía ver a Fulla pero si ella todavía estaba en el suelo del pozo estaría
atrapada en el mismo torbellino que él. Cadenero estaba dispuesto a perder el combate,
pero cuanto más tiempo se prolongó este, él más sintió como si el justicar no se fuera a
detener sólo porque la bandera estaba caída. No podía concentrarse lo suficiente como
para lanzar el florecimiento mortal o soltar un monstruo por lo que estiró su brazo de
metal en forma recta y trató de arrojar una cadena hacia el rostro del justicar.
Antes de que la cadena si quiera pudiera formarse la electricidad saltó en un gran
arco desde el justicar al cuerpo de Cadenero. Para Cadenero, el mundo se volvió blanco.
Su cuerpo salió volando por la arena y cayó a mitad de camino....
...Cadenero abrió sus ojos en las recámaras privadas del Primero, llevado por
asesinos y atendido por zombis.

* * * * *

Skellum se levantó penosamente sobre una rodilla. Su sombrero estaba roto y


quemado y colgaba en jirones a través de su rostro. Tenía un ojo cerrado por la
hinchazón y pudo sentir la sangre corriendo libremente desde su nariz. Fulla estaba
caída, a medio camino a través del suelo, y los cadáveres humeantes de sus
invocaciones combinadas se estaban desvaneciendo rápidamente. Los monos-lobo
supervivientes se giraron y se orientaron una vez más hacia Skellum.
"Nos rendimos," dijo Skellum tan fuerte como sus pulmones quemados le
permitieron. Los monos-lobo siguieron acercándose. Vio a Teroh reír y cruzar los

143
brazos. El mayor hizo un gesto y habló a Yewma y la druida se encogió de hombros.
Con un dedo a cada lado de la boca sopló dos silbidos cortos y agudos.
Los monos se desplegaron y rodearon a Skellum.
"Hola," dijo él. "Mi nombre es Skellum, y llevo puesto…"
El mono-lobo situado a la izquierda de Skellum se abalanzó y lo golpeó alto en
el hombro antes de que pudiera continuar. Skellum sintió una bofetada húmeda y
punzante y se encontró caído en ambas rodillas, su sombrero ido, cara a cara con el líder
primate. Ellos se miraron el uno al otro por un momento, el mono-lobo babeando y
Skellum tosiendo sangre.
"Acábalo," dijo Teroh. Yewma volvió a silbar y los monos-lobo se apilaron
arriba de Skellum con un conjunto de gritos horribles. El cuerno de victoria sonó sobre
un coro de abucheos y Yewma la druida sopló frenéticamente la señal de retirada de su
tropa. Le tomó bastante tiempo conseguir meter en su jaula a todos sus mandriles
enloquecidos por la sangre.

144
Parte III

Dementista

145
146
Capitulo 18

Tanto Cadenero como el Primero coincidieron en que el shikar debía continuar


como estaba previsto. Kamahl pareció preocupado cuando Cadenero le pidió que
reemplazara a Skellum durante la caza ritual pero aceptó de inmediato y sin
comentarios. Cadenero se dio cuenta de lo mucho que disfrutaba de la compañía del
bárbaro. Se había preparado para explicarle la importancia del ritual en sí, lo importante
que había sido para Skellum y qué oportuno sería para el socio de Cadenero en los
pozos que se convirtiera en su socio en el shikar. Si Kamahl hubiera sido un Cabalista o
un comerciante, habría bromeado y negociado y extendido de otra manera la discusión
hasta haber encontrado una manera de sacar provecho de ella. El bárbaro, sin embargo,
sólo se limitó a contestar, "Sí".
El viaje fue programado para comenzar en la madrugada y Cadenero pasó las
últimas horas cenando con Fulla. Todavía estaba demasiado aturdido para hablar
durante la comida y Fulla parecía avergonzada de lo que había sucedido. Ella no era
buena en consolar a otros, pero incluso en el estado de shock de él, Cadenero apreció
sus intentos de bondad. El incluso le había pedido que lo acompañara al shikar, pero ella
se negó.
"Oh, Skellum," dijo Fulla con nostalgia. Caminó alrededor de Cadenero mientras
hablaba, dando pasos largos y rectos. "Siempre tratando de enviar a la gente a alguna
parte." Y poniendo voz de hombre para imitar a Skellum dijo: ‘Es un gran viaje
especial, un paso a la vez, vigila donde pones tus pies.’ Siempre tratando de mantenerlos
separados." Contó sus pasos en voz alta mientras caminaba y luego volvió a empezar,
tratando de reducir el conteo.
"Es un ritual importante," dijo Cadenero defensivamente. "Primero uno aprende
a percibir, luego…"
"Hechicero, ¿Dónde guardas tus monstruos?" Fulla dio un giro en un dedo del
pie en frente de Cadenero, sacó su espada, y se la presentó tomándola por la cuchilla y
ofreciéndole la empuñadura. "¿A dónde vas a buscarlos?"
"Los mantengo aquí," respondió él tocándose la sien. "En mi cabeza. En el lugar
que Skellum me mostró."
"Eso es bueno." Fulla apartó su espada y dio un golpecito con la punta en su
barbilla, pensativa. "Mírame a los ojos," dijo.
Cadenero se inclinó y puso su rostro a centímetros del de Fulla. Abrió los ojos
tan amplios como los de ella y la miró en sus irises de color blanco azulado. "No apartes

147
la mirada," dijo Fulla teniendo cuidado de mantener la cabeza quieta. "Pero también
observa por encima de mi hombro. Tómate tu tiempo."
Cadenero suspiró. Los ojos de Fulla eran anchos y luminosos. Podía distinguir
su media sonrisa debajo de ellos, y por debajo de ella, la punta apoyada de su espada. Si
se concentraba, también podría distinguir las hileras de perlas en su pelo, tan parecido al
suyo, y el espacio justo al lado de su oreja.
"Los míos siempre están conmigo," dijo Fulla y de repente Cadenero pudo
verlos. Cientos de ellos, tal vez miles, alineados detrás de Fulla y extendiéndose tan
lejos por detrás como su mente pudo ver. Monstruosas, deformes, las sombras de los
monstruos de Fulla siempre estaban medio paso detrás de ella.
Entonces Fulla rompió el contacto visual y los fantasmas desaparecieron. "Yo no
aprendí de Skellum," le dijo ella a Cadenero. "Y no puedo ayudarte como lo hizo él.
Pero todavía puedo hacer lo que él hace." Terminaron su comida en silencio.
Cadenero también pasó su tiempo ignorando a Laquatus. El embajador le había
enviado numerosas solicitudes, preguntando si podía venir para expresarle sus
condolencias personalmente. Cadenero dejó una pila de esas solicitudes yaciendo sin
respuesta al lado de la puerta.
Los libros pertenecientes a Skellum que describían el ritual shikar fueron más
interesantes para Cadenero pero le hicieron más difícil concentrarse. El sabía que el
shikar sería extremadamente difícil sin la guía de Skellum. Al menos la mecánica real
de este parecía bastante simple y la razón subyacente tenía sentido. Él y su compañero
se introducirían profundamente en el bosque e interactuarían con tantas criaturas
salvajes como pudieran encontrar. Sobrevivirían con lo que pudieran obtener o cazar.
El objetivo del ejercicio, según Cadenero entendía, era llenar su cabeza con ideas
frescas. Cuantas más bestias viera, más bestias dominaría y a más tendría que recurrir
cuando creara sus propias criaturas. Algunos dementistas haciendo el shikar
simplemente trataban de ver tantas criaturas como les era posible. Algunos capturaban a
las cosas que cazaban o mataba y se las comían. Otros se conformaban con tocar a sus
presas o incluso simplemente hacer contacto con los ojos. Cada shikar era tan único
como el dementista que lo realizaba pero el objetivo final era siempre el mismo, alinear
el mundo exterior con el mundo interior y aumentar la capacidad del dementista para
conectar la brecha entre ellos.
Cadenero se sentó con un pergamino abierto en su regazo, la Sangre de Dragón
humeando en su incensario, esperando que el cielo se aclarara. No había dormido desde
que había muerto Skellum. Tampoco quería. Todo lo que quería era dejar la ciudad
detrás. Si Kuberr le sonreía podría incluso tener la suerte de toparse con una manada de
monos-lobo mientras caminara a través de Krosa. Y entonces, pensó, le mostraré a
Kamahl un par de cosas acerca de explosiones e incendios.
Siguió mirando al cielo sin sol. Con aire ausente creó un pequeño mosquito
zumbante con una probóscide de tres puntas. Con la otra mano hizo una iguana de
lengua larga que cayó al suelo e inmediatamente comenzó a hacer círculos bajo el
mosquito. Cadenero creó un búho negro con cuatro ojos naranjas y un rostro en ambos
lados de su cráneo, luego una gran cobra silbante. El búho se posó en el alféizar de la
ventana y examinó la habitación así como el patio exterior. La serpiente se enroscó
alrededor de la pata de la silla de Cadenero y desplegó su capucha.
"Tres," dijo Cadenero en voz alta mientras el mosquito zumbó sobre su brazo
izquierdo en busca de un lugar donde alimentarse. "Dos. Uno. Ahora."
La lengua de la iguana arrebató el mosquito en el aire. El búho se abalanzó de
repente y hundió sus garras en la iguana y la cobra golpeó al búho antes de que pudiera
escapar con su presa.

148
Cadenero dividió su atención entre el cielo, el cual estaba finalmente empezando
a aclarar, y la cobra, que esperaba pacientemente a que el búho detuviera sus
convulsiones. Cuando la serpiente le dislocó su mandíbula para disfrutar de una comida
de insecto, lagarto y ave, Cadenero movió los dedos de metal y todo el cuadro
desapareció.
Pronto estaría en Krosa y todos ellos descubrirían quién estaba sentado en la
cima de la cadena alimenticia del bosque. Y entonces él volvería a la Ciudad de la
Cábala y les enseñaría tanto a la Orden como al Imperio Mer una lección similar.

* * * * *

A Kamahl y Cadenero les llevó dos días sin incidentes de caminata constante
atravesar el espacio entre las puertas de la ciudad y el borde del Bosque Krosano.
Levantaron su primer campamento a unos quinientos metros dentro de la frontera del
bosque con otro día de caminata antes de que la caza ritual comenzara verdaderamente.
"¡Ey, Cadenero!" exclamó Kamahl. "Hay alimañas por aquí. ¿No estás cazando
alimañas?"
"¿Qué clase de
alimañas? ¿Dónde?"
"Allá arriba,"
Kamahl señaló hacia
los árboles. "Tiene
como treinta
centímetros de largo,
con una cola grande y
peluda."
Cadenero lo
pensó. "¿Te refieres a
una ardilla?"
"Sí."
La cadena negra
se disparo hacia arriba
en el árbol por encima
de Kamahl. El roedor
muerto cayó al suelo con un pequeño golpe, su espalda rota. Cadenero se abalanzó
ágilmente sobre su presa y la recogió.
"En respuesta a tu pregunta," dijo Cadenero, "no, yo no estoy cazando alimañas.
Pero una ardilla no es una alimaña. Ésta, de hecho, va a ser la cena."
Kamahl frunció el ceño. "Si muerde cosas y retuerce su nariz es una alimaña. Y
si tú no cocinas eso en este mismo momento va a oler mal."
Cadenero puso la ardilla muerta en su mochila, se cruzó de brazos y miró a
Kamahl.
"¿Qué?" dijo el bárbaro.
"Si quieres carne fresca muerta," dijo Cadenero, "puedes matarla tu mismo."
Kamahl abrió la boca para maldecir al Cabalista cuando el suelo bajo sus pies
tembló. De un centenar de metros más o menos a su derecha llegó el sonido de madera
quebrándose.
"Eso suena más grande que una alimaña." Cadenero dio una palmada en el
hombro de Kamahl. "Anímate, esto es por lo que hemos venido aquí." Echó a correr por
el bosque en dirección al sonido y Kamahl lo siguió.

149
"¿Qué hago?" dijo él. Cadenero fue más ligero y más rápido a través de la espesa
maleza y Kamahl se estaba quedando atrás.
"Sólo cuida mi espalda," dijo Cadenero aminorando el paso. "Trataré de... hacer
lo mío. Tú asegúrate de que nada se escabulla por detrás de mí. Si me congelo, grítame.
Si la cosa me saca un bocado, mátala."
Kamahl asintió con la cabeza. Llegaron al borde de un claro y él sacó su espada.
Cadenero ya estaba agachado en una rodilla, mirando hacia el claro del bosque
protegido. Una colosal criatura elefantina rugió, al parecer perdida y fuera de su
elemento. Cuando se encontraba con un árbol lo suficientemente grande, se encabritaba
y caía duramente con todo su peso, arranco el árbol de raíz y aplastando el tronco suelto
hasta convertirlo en una masa de polvo y astillas.
"Es un
gigantodón,"
susurró Cadenero.
"Un macho joven."
Kamahl
negó con la cabeza.
"No puede ser un
gigantodón tan
cerca del borde del
bosque. Necesitan
más espacio abierto
y una diferente
clase de árbol del
que comer."
"Todo lo
que sé," dijo
Cadenero, "es que
obtendré un gigantodón." Y descolgó el incensario de su chaleco.
"Dime que no vas a usar esa cosa aquí fuera."
"Shhhh. Es importante." Mientras hablaba, cargó y encendió el incensario. "Sólo
cuida mi espalda, ¿De acuerdo? ¿Estás listo?"
"Siempre."
Cadenero salió al claro. El gigantodón estaba a treinta metros contra el viento de
espaldas al Cabalista por lo que él fue capaz de acercarse antes de que este hubiera
podido oler su humo.
Fue cuando se dio la vuelta y barritó que Cadenero finalmente se dio cuenta de
lo verdaderamente grande que era. Una sola pata era más alta y más ancha que el cuerpo
entero de Cadenero. Pateó el suelo con una de esas patas y volvió a barritar, y la tierra
tembló. No tenía miedo de Cadenero en lo más mínimo pero le iba a avisar de que se
mantuviera alejado.
Este era el momento que Cadenero había estado temiendo. Sabía que se suponía
que él debía dominar a la criatura pero esta era demasiado grande como para que él
pudiera luchar contra ella y también sabía que no tenía que crear ningún tipo de ayuda.
Kamahl hubiera podido ser capaz de hacerle un agujero en la cabeza con una de sus
hachas pero eso no serviría de nada para el shikar de Cadenero.
El había dominado a sus propios monstruos de demencia con un estrecho collar
y una bofetada mágica en la nariz. ¿Pero cómo se suponía que iba a acogotar y abofetear
a algo que podía aplastarlo y no darse cuenta? Cadenero necesitaba una respuesta pronto
porque el gigantodón no estaba claramente feliz de compartir su espacio.

150
"¿Qué pasa?" dijo Kamahl. "¿Por qué no te lo estás cargando?"
Cadenero continuó girando su incensario y mirando directamente a los enormes
ojos del gigantodón. "¿Cargándolo con qué?"
"No lo sé. Es tu ritual."
"Me estoy haciendo una idea ahora. Cállate y apóyame." El gigantodón pisoteó
el suelo una vez más y luego suavemente con las dos patas delanteras. Cadenero fue
sacudido casi hasta las rodillas pero pensó que podría tener la respuesta.
Sus monstruos de demencia sólo estaban vivos en su mente y la mente de
Cadenero era su lugar de poder. Mientras él controlara su miedo sería el más grande
señor y dueño de su propio espacio de demencia. Aún así el gigantodón tenía su propia
vida fuera de Cadenero y no sabía que él era su amo. El necesitaba que le demostraran
este hecho, necesitaba que se lo enseñaran. La mejor manera que Cadenero tenía para
enseñar esa lección y obtener el tipo de control que necesitaba era sacar al gigantodón
fuera de ese mundo y trasplantarlo al que él había creado.
El gigantodón se dispuso a embestir. "Kamahl," dijo Cadenero. "Necesito una
gran explosión, detrás del gigantodón. Condúcelo hacia mí."
"Dime cuándo."
Cadenero sintió un estremecimiento comenzar en la base de su columna
vertebral y abrirse paso trabajosamente hasta su cráneo. Cuando su visión se aclaró él
estaba de pie en un campo de arena negra debajo de un agujero en el cielo, enfrentando
al mismo gigantodón que estaba enfrentando en el bosque Krosano. Ahora le resultaba
tan fácil dar ese primer paso que Cadenero maldijo en silencio el hecho de que Skellum
no estuviera a su lado para ver eso.
"Cuando," dijo él. Kamahl dejó volar el hacha y las ramas más bajas colgando
del árbol detrás del gigantodón estallaron en llamas y truenos. La enorme criatura era
demasiado pesada como lanzarse a la carrera, pero se encabritó y cargó. Se lanzó hacia
Cadenero que continuó haciendo girar su incensario en su arco más amplio con sus ojos
enfocados sobre su cabeza más allá del dosel del bosque.
El gigantodón llegó a la altura del incensario de Cadenero. En la siguiente vuelta
la jaula humeante hizo contacto con la enorme cabeza del gigantodón y hubo un destello
de luz negra y una implosión tan fuerte que aspiró las hojas de los árboles cercanos.
"¡Por los dientes de Fiers!" Dijo Kamahl corriendo al lado de Cadenero. "¿Qué
acaba de pasar? Esa cosa iba a aplastarte como un insecto, pero... pasó a través de ti."
Cadenero se mantuvo de espaldas a Kamahl y se quedó mirando a sus propias
manos humeantes. El incensario yacía en la hierba alta con los tallos a su alrededor
chamuscados. "Si me hubiera atravesado yo sería una mancha." La voz de Cadenero
sonó extraña a sus propios oídos, más profunda y más hueca, como si estuviera
hablando a través de un tubo.
"No," dijo Kamahl. "Quiero decir que te atravesó como una espada entra en una
vaina. Era más grande que tú pero entonces tú fuiste más grande que él, y... ¡Por los
dientes de Fiers!"
Cadenero se había girado en medio de la oración de Kamahl y su amigo dejó
inmediatamente de hablar. "¿Qué pasa?" Preguntó Cadenero con su voz hueca.
"Tus ojos," dijo Kamahl. "Son negros."
"Muchos tienen ojos de color negro, tú…"
Kamahl sostuvo su espada horizontalmente delante de la cara de Cadenero así
que este pudo ver sus propios ojos reflejados en el plano de la hoja. "Tus ojos son
negros, Cadenero. Agujeros vacíos." Cadenero se quedó mirando su reflejo mientras
pasó un dedo alrededor de sus cejas y pómulos. Sus ojos eran profundos, de un negro

151
sólido, como el vacío de un pozo sin fondo. Cadenero rió y el sonido fue más
agradablemente musical de lo que nunca había notado antes.
"Me acabo de tragar un gigantodón entero." Cadenero apartó la mirada de la hoja
y miró a Kamahl. "Seguramente me tomará un tiempo digerirlo."
Kamahl envainó la espada. "No me gusta. ¿Esto va a suceder cada vez que
atrapes algo?"
Cadenero sostuvo su mano de metal en frente de su cara, se concentró, y
lentamente curvó la mano en un puño. Cuando volvió a mirar sus ojos eran normales.
"No si aprendo a controlarlo." Cadenero bajó su mano y miró alrededor del claro
vacío respirando profundamente y de manera uniforme. Kamahl le dio un codazo.
"¿Estás bien?"
"Fenomenal." Cadenero volvió a respirar profundamente y luego le devolvió el
codazo a Kamahl. "Vamos. Si hay gigantodones aquí imagina lo que vamos a encontrar
en las profundidades del bosque."
"No puedo," dijo Kamahl. "En cierto modo eso es lo que me preocupa."
El segundo día de caza comenzó con escorpiones en sus sacos de dormir.
Cadenero se llevó los suyos a su espacio de demencia y Kamahl los aplastó bajo una
pesada bota. Cuanto más se adentraron en el bosque Krosano más criaturas encontraron.
Cuantas más criaturas encontraron, más capturaron.
Cadenero atrapó un jabalí vientre de ascuas cerca de una cresta rocosa y luego
mató a un segundo por su carne. Kamahl cocinó su parte inmediatamente. En un lecho
pantanoso, Cadenero adquirió una enorme tortuga mordedora, una pequeña rana azul
venenosa, y un cocodrilo de agua dulce de casi dos metros. Una catarata ocultaba un
tejón de filosas garras, un escarabajo de un metro que emitía nubes de espuma asfixiante
y un gato montés de noventa kilos. Pero a Cadenero le interesaron más las serpientes.
Esa sección de Otaria estaba llena tanto de depredadoras venenosas como de
constrictoras, desde la pequeña pero letal serpiente jade pasando por la mediana
cascabel jorobada hasta la enorme pitón de roca que podría tragarse a un hombre entero.
El rostro de Cadenero se
iluminaba cada vez que
veía una y abandonaba
presas menos
interesantes en el
instante en que
vislumbraba una lengua
bífida. Cuando Kamahl
le preguntó al respecto
Cadenero dijo que
admiraba su velocidad y
su gracia, su puntería y
su control muscular. El
sentía una especie de
parentesco por los
delgados reptiles y
Kamahl había visto
pelear a Cadenero lo
suficientemente frecuente como para saber que aquello no era sólo una fantasía.
Cadenero, al igual que las serpientes, solía esperar a que su presa estuviera a su alcance
y luego golpeaba con tanta rapidez que la lucha había terminado antes de que su víctima
se diera cuenta de que había empezado.

152
Cadenero se llevó una de cada tipo de serpiente a su espacio de demencia. Al
resto las mató y las compartió con Kamahl. Kamahl no estuvo seguro de lo que estaba
haciendo su amigo con la media docena de cascabeles que había tomado de sus muertes
pero pareció casi reverente de preservarlos en su saco por lo que no se lo impidió. Había
mucho que no entendía de ese viaje pero al menos Cadenero ya no se comportaba tan
intensamente taciturno.
El Cabalista estaba sentado contra un árbol caído, contando los cascabeles en su
colección, cuando Kamahl olfateó el aire y por enésima vez sintió que algo iba mal. "No
nos hemos metido muy profundamente, ¿verdad?"
"No," Respondió Cadenero sin dejar de contar transfiriendo los cascabeles de su
mano a una línea ordenada que había dispuesto sobre el suelo a su lado.
"¿No crees que es raro que estemos viendo tantas criaturas a esta distancia?"
"Es extraño," acordó Cadenero, "pero no es extraordinario."
"Pero hay tribus en el bosque," dijo Kamahl. "Druidas y Nantukos. Deberíamos
haber visto más de ellos y menos de las cosas que hemos estado cazando."
"Tal vez se enteraron de que estábamos viniendo y huyeron," dijo Cadenero
comenzando a poner sus cascabeles de nuevo en su bolsa.
"Ese gigantodón no estaba huyendo. Estaba agitándose alrededor, perdido, como
si hubiera sido puesto allí."
Cadenero se ciñó su saco. "¿Y?"
"Entonces, ¿quién lo puso allí? ¿Y por qué?"
Cadenero se puso de pie. "Tú nunca estás contento, ¿verdad? O hay demasiadas
criaturas o no las suficientes. Las cosas están o demasiado cerca del límite del bosque o
demasiado lejos. No te pongas tan ansioso conmigo ahora, Kamahl. Pronto
empezaremos a ver las cosas realmente grandes y necesito lo mejor de ti."
"Yo siempre doy lo mejor de mí," dijo Kamahl. "Y cuando dices grande,
¿quieres decir más grande que un gigantodón?"
"Quiero decir más grande que un gato montés o un cocodrilo. Centauros y
sierpes. Tal vez incluso una manada de monos." La mirada ansiosa en el ojo de
Cadenero no hizo nada por calmar las preocupaciones de Kamahl.
"Sigo diciendo que esto se siente mal. Se siente como una trampa."
"Se siente como una trampa porque ustedes bárbaros están constantemente
saltando unos sobre otros. Si yo tuviera que saltar cada vez que voy al excusado también
vería trampas en todas partes." Lanzó un puñado de tierra sobre las brasas de su fogata y
agregó: "Vamos. Tenemos un día más para llegar al corazón del Bosque Krosano. Si no
vemos a ningún comedor de hojas o granjero sucio para entonces le preguntaremos al
Primero sobre ello cuando volvamos."

* * * * *

Esa tarde oyeron más ruidos en la distancia, como otra criatura elefantina
pisoteando a través del bosque.
"Podría ser otro gigantodón," dijo Cadenero. "Pero ya lo tenemos. Incluso si
fuéramos capaces de matar a éste no tendríamos tiempo de cortarlo y comerlo."
"¿Así que vamos a dejar que se vaya?"
"¡Por supuesto que no! No hasta que vea lo que es."
Cadenero olió algo conocido y su corazón empezó a acelerarse. Kuberr, pensó,
sonríe sobre mí ahora. Corrieron por un tiempo hasta que se cruzaron con las huellas de
la cosa en el polvo suelto y el mantillo que cubrían el suelo del bosque. Las huellas eran
profundas, pero estrechas, como si la criatura estuviera caminando sobre las puntas de

153
sus pies. Había huellas extra desperdigadas junto a las otras regularmente espaciadas
donde la criatura o bien se había posado en cuatro patas como un oso o impulsado hacia
adelante con sus brazos como un mono. Cadenero siguió las huellas mientras corría,
explorando con antelación para asegurarse de sus pisadas y por detrás para asegurarse
de que Kamahl no se estuviera quedando atrás. Desde alrededor de un bosquecillo
espeso de árboles en la distancia oyó un rugido aterrador pero conocido que hizo que su
sangre latiera en sus oídos.
"Es un grendelkin," dijo Cadenero. Se quedó quieto, mirando el bosquecillo de
árboles. Cuando Kamahl se acercó por detrás Cadenero dijo: "Este es para Skellum.
¿Preparado?"
El desenfrenado grendelkin emergió de entre los árboles antes de que el bárbaro
pudiera responder. Era aún más grande que el que Cadenero había visto en el callejón
fuera de lo de Roup y las piernas de éste estaban completas y sanas. La criatura,
sosteniendo un árbol en cada enorme garra, espió a Cadenero y Kamahl y rugió un
desafío. Les lanzó un árbol a ellos, y luego otro, errándoles por un amplio margen pero
igualmente impresionándoles. Se golpeó el pecho y luego el suelo.
Cadenero le entregó el incensario cargado a Kamahl y el bárbaro lo encendió
con un chasquido de sus dedos. Se lo arrojó al Cabalista quien lo unió con una cadena
mientras volaba. Cadenero empezó a hacerlo girar de inmediato alrededor de su cabeza,
esparciendo humo de Sangre de Dragón a su alrededor. Kamahl preparó un hacha
arrojadiza.
A continuación, una fuerte ráfaga de viento sopló desde el bosquecillo
transportando una ola de polen amarillo verdoso. Cadenero estaba respirando
profundamente y estaba parcialmente protegido por el humo del incensario pero Kamahl
aspiró una gran bocanada del polen y de inmediato se dobló en un acceso de tos
incontrolable.
"¡Kamahl! ¿Estás bien?"
El bárbaro movió su mano a Cadenero para que no se preocupara y se dejó caer
el resto del camino hasta el suelo tratando de evadir el polen. Kamahl, con su cara
medio enterrada en el mantillo, expulsó con toses el polen y trató de aspirar el claro aire
del bosque.
Cadenero vaciló. No quería dejar a Kamahl en la tierra y no quería hacer frente
al grendelkin sin apoyo. El enorme monstruo dio un paso adelante y de paso rompió la
parte superior de otro árbol. Utilizó el árbol como un tosco garrote y arrastró los pies
hacia adelante, golpeando contra el suelo y otros árboles a cada paso.
"Veneno," dijo Kamahl atragantado. Sus ojos estaban húmedos pero había
dejado de toser y estaba
luchando por ponerse de
nuevo en pie. "Cadenero,
no hay plantas venenosas
en esta parte de Krosa. Nos
están tendiendo una
trampa."
A treinta metros
detrás de la pareja, una
larga sierpe sin piernas se
deslizó por donde ellos
habían venido. Abrió su
cabeza cuadrada de reptil y
siseó, mostrando el más

154
terrible y más filoso
conjunto de dientes de
dragón que Cadenero
había visto en su vida. Un
enorme centauro
corpulento con lunares
manchados y un rústico
garrote de madera salió
trotando por detrás del
grendelkin, y un tigre
carmesí rugió desde las
copas de los árboles, su
piel de un rojo brillante
casi refulgiendo bajo sus
rayas negras.
"Todo lo que han
hecho," dijo Cadenero, "es
alinearse para nosotros." Un mono-lobo se abalanzó gritando desde arriba sobre
Cadenero. Golpeó con la cadena del incensario, arrancándolo del agarre de Cadenero y
se alejó con la cadena enredada alrededor de su pierna. Cadenero envió una plomada
afilada silbando tras el mono en retirada pero le erró por un pelo. El Cabalista miró al
mandril con un terrible fuego en sus ojos.
"Tú eres mío," dijo sombríamente. "Todos ustedes son míos." Mantuvo los ojos
fijos en el mono cuando este se inclinó para recuperar el incensario. Una larga
enredadera azotó desde un árbol cercano y se envolvió en la muñeca de Cadenero
haciéndole sentir un incómodo cosquilleo. Musgo fue creciendo a través de su mano
humana, extendiéndose hacia el exterior desde la vid. Cadenero lo cortó con su daga y
raspó el musgo antes de que se extendiera aún más. La daga quitó las capas superiores
de su piel junto con el musgo.
"Esto es hechicería." Dijo Kamahl poniéndose de pie detrás de Cadenero. Había
sacado su espada y tenía un arma lista en cada mano, sus ojos saltando de la arboleda a
la sierpe al centauro al tigre.
"¿Magia druídica?"
Kamahl asintió. "Alguien está tirando de sus hilos." Bloqueó otra enredadera
arremetiendo con la parte plana de su espada y cortó el zarcillo ofensor con su hacha.
"Ese grupo de árboles parece ser el centro de la hechicería." Cadenero flexionó
su mano ensangrentada, probándola. "Alguien está arrojando sus mascotas contra
nosotros. Kamahl, solo quiero esos monos y el grendelkin. No me importa que ardan los
demás." Sonrió al bárbaro y recogió su incensario todavía humeante. "¿Estás listo para
algo de llamas?"
Kamahl expulsó el último resto de polen de sus pulmones y escupió. "Ahora
mismo prendería fuego todo Krosa sólo para despejar el camino para salir de aquí." Sus
ojos siguieron viajando de nuevo al centauro. Cadenero pensó que su amigo parecía
preocupado, distraído por algo más que el polen o las enredaderas atacantes o el pelotón
de animales salvajes que se habían reunido para matarlos.
"¿Comienzo con el más grande?" Preguntó Kamahl. Cadenero asintió y los dos
cargaron hacia delante esquivando las vides y monos gritando.
"¿Está bien si mato a algunos de estos gritones bichos peludos?" exclamó
Kamahl. Un mono-lobo se había abalanzado sobre él y se resistía a sus esfuerzos por
sacárselo de encima.

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"Tantos como necesites," dijo Cadenero. El ni siquiera hizo una cadena,
simplemente extendió la mano y aplastó el cráneo del mono con su mano de metal. El
cuerpo brilló y desapareció en el brazo del Cabalista. "Ya tengo el que necesito." Sus
ojos se volvieron negros y se tocó la frente con el puño. "Por Skellum."
Otro mono se lanzó sobre Kamahl. El bárbaro lo cortó por la mitad con su
espadón sin siquiera perder el paso. Se dio la vuelta y canalizó una ráfaga de fuego a
través de la espada hacia la sierpe. El dragón sin patas chilló de dolor pero la descarga
hizo poco más que chamuscarle la piel. Sin embargo no se movió, no queriendo correr
el riesgo de sufrir otra ráfaga más cercana.
Cadenero se alejó rodando del garrote del centauro y arrojó un collar alrededor
de su cuello. El hombre-caballo se encabritó, sacó la cadena de la mano de Cadenero de
un tirón y el collar se desvaneció tan pronto como Cadenero perdió el contacto con él.
El Cabalista pasó corriendo al lado del centauro para enfrentar al grendelkin mientras
Kamahl mantenía a raya al tigre y a la sierpe con ráfagas de fuego. El hombre-caballo
galopó tras Cadenero tan rápido como la maleza se lo permitió con su garrote en alto
por encima de su cabeza.
Sin embargo, Cadenero tuvo un problema más grande con un garrote más
grande. El grendelkin no se alejaría de la orilla de la arboleda y estaba agitando su
tronco como una guadaña en frente de él. Cadenero no podría meterse bajo el árbol para
atacar y el centauro se dirigía hacia él por detrás.
El luchador de los pozos saltó tan alto como pudo sobre la siguiente salvaje
oscilación del grendelkin y se aferró a sí mismo al extremo del árbol con una cadena
con collar. El grendelkin agitó su garrote con Cadenero siendo arrastrando detrás de él
como la cola de un cometa. En la cúspide del swing del grendelkin Cadenero envió un
peso afilado en la costura orgánica entre dos de las placas blindadas en la espalda del
grendelkin, soltó la cadena que lo ataba al árbol, y se arrastró hacia el grendelkin.
"Comete esta," gruñó al centauro y desató la floración mortal directamente a la
parte posterior del cráneo del grendelkin. El monstruo se ahogó a mediados de un
rugido y se congeló con su mano a punto de aplastar a Cadenero como una mosca
molesta. A excepción de los monos, que estaban en constante movimiento y nunca
dejaron de gritar, cada cosa sensible en la zona se detuvo y se quedó mirando al
grendelkin muerto, esperando a ver hacia qué dirección caería.
Por desgracia para el centauro, el plan de Cadenero de dejar que el grendelkin
cayera hacia delante funcionó a la perfección. La matanza del grendelkin eliminó al
principal adversario de Cadenero y Kamahl. La caída de su cuerpo también se encargó
de cinco más de ellos cuando el centauro, el tigre, y tres de los monos-lobos fueron
aplastados por el cadáver de tres toneladas.
Cadenero montó el grendelkin a través de todos los obstáculos hasta que se
estrelló contra el suelo del bosque. Clavó una cadena corta en la parte superior de la
columna de la criatura, se estremeció, y el gigantesco cuerpo desapareció en el cuerpo
de Cadenero como líquido a través de un sorbete. El Cabalista, en lugar de caer, flotó,
rodeado por una nube giratoria de polvo y luz negra. Sintió una bomba apagarse en su
cabeza y una sensación en todo su cuerpo similar a cuando el justicar lo frió. Cadenero
rugió.
Kamahl había cegado a la sierpe con su espadón y se disponía a decapitar a la
cosa retorciéndose cuando Cadenero gritó. Vaciló, luego hizo descender su espada y
saltó de los restos temblando. Mientras Cadenero continuó flotando y gritando, Kamahl
sintió algo enojado moverse dentro de la arboleda. Una media docena de monos-lobo
todavía aullaban en el campo de batalla y los propios árboles estaban empezando a
moverse, estirando sus ramas hacia abajo para atrapar a Cadenero y Kamahl. Una figura

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humana calva apareció desde el interior del grupo de árboles. El druida, que acudió
canturreando, sostenía una tosca antorcha de pino en una mano y una rama espinosa de
bayas rojas en la otra. Estaba pintado con marcas de un amarillo brillante y una corona
de hiedra extendiéndose descendentemente desde su cabeza hasta sus hombros.
Cuando la primera rama de un árbol tocó el nimbo alrededor de Cadenero su
grito se hizo más alto y más agudo, construyéndose en un crescendo de trascendente
agonía. Cadenero, dentro de la nube, giró las cuencas negras de sus ojos hacia la rama
invasora. Cruzó los brazos sobre el pecho y luego los bajó violentamente a sus costados
y empujó su cabeza hacia atrás.
Una media docena de cadenas saltaron de todas las partes de su cuerpo, cada una
amarrándose directamente en la garganta de un mono-lobo. Con su cuerpo rígido y sus
ojos ciegos trajo a todos los monos juntos delante de él con una nauseabunda bofetada.
Apuntó sus ojos al horrible panorama que había creado y sonrió.
Los seis monos-lobo habían sido aplastados como blandas figurillas de barro.
Extremidades, colas, torsos y cabezas estaban dobladas y hechas puré fundiéndose en
una masa gigante de carne y dientes sin un arriba, abajo, dentro o fuera discernible. Los
que habían quedado con bocas en funcionamiento gimieron lastimeramente. La sonrisa
de Cadenero se volvió salvaje y cruel bajos sus ojos huecos. A continuación, toda la
masa de monos estalló como un globo y desapareció en una nube de humo.
El canto del druida se hizo más fuerte y arrojó las espinas en el aire. Los árboles
y enredaderas, sin defensores animales, redoblaron sus esfuerzos por apoderarse de los
intrusos.
"Kamahl," Dijo la retumbante voz musical de Cadenero. "¡Hazlo!"
Kamahl levantó su hacha y la cargó. La sostuvo a la altura de su oído hasta que
el vapor comenzó a subir desde su mano y luego la lanzó bien hacia arriba cayendo en
medio de la arboleda. Dos segundos más tarde todo el bosquecillo fue engullido en
radiantes llamas naranjas y el druida se desvaneció en una nube de fuego y hollín.
Escombros llovieron a su alrededor y Kamahl se refugió detrás de la sierpe muerta.
Cadenero tuvo menos suerte. Un trozo irregular de madera se estrelló contra él,
golpeándolo en el aire y lanzándolo al suelo.
Entonces volvió a oír las últimas palabras de Skellum. Recuerda cómo morí.
"Siempre, Maestro," susurró Cadenero con lágrimas cayendo desde el espacio
negro en donde habían estado sus ojos. "Siempre lo recordaré."
Y luego cayó inconsciente al suelo del bosque.

* * * * *

Cadenero despertó bajo el cielo color mostaza. Sabía que estaba soñando, podía
ver su cuerpo desde el exterior mientras examinaba el paisaje. El agujero en el cielo
había quedado casi seco, sólo soltando una gota ocasional. El mar rojo rompió en la
orilla, impulsado por vientos tormentosos y reverberaciones de un terremoto.
Cientos de monstruos se agruparon a su alrededor, extendiéndose en todas
direcciones. No reaccionaron a la presencia de Cadenero sino que parecían estar en un
estado de letargo mientras se movían y chocaban entre sí.
Había una nueva adición al paisaje en la mente de Cadenero. El horizonte ahora
estaba roto por una amplia montaña achatada cuyo pico brillaba como una estrella.
Cadenero se protegió los ojos del resplandor y trató de concentrarse en el pico. Debía
estar soñando porque la montaña se estaba encogiendo para encontrarse con él,
inclinando su pico como un sirviente inclina su cabeza.

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Una silueta borrosa estaba sentada en un trono en la cima de la montaña,
iluminada por detrás por una esfera de áspera luz púrpura. Cadenero, deslumbrado por
la insana perspectiva tanto como por la luz púrpura, no pudo determinar cuan lejos
estaba la silueta, si era humanoide, hombre o mujer. Sin embargo, podía ver la montaña
y notó que no estaba hecha de roca o tierra amontonada sino de monedas. Enormes pilas
de monedas de oro y marcadores de plata estaban amontonadas unas encima de otras
para crear una única pirámide que se extendía imposiblemente alto en el cielo. La figura
se inclinó hacia delante en su trono.
"¿Kuberr?" susurró Cadenero. ¿Era esto lo que Skellum había querido que él
viera? Su mentor le había jurado frecuentes juramentos a Kuberr a lo largo de los años.
¿Acaso él había tenido una visión del enriquecido dios como parte del ritual shikar?
Mazeura. La voz de la figura fue profunda y sonora, y retumbó el nombre
secreto de Cadenero a través de su cabeza tan violentamente que él sintió sangre
goteando de sus oídos. Es un sueño, se recordó para sus adentros. Todo esto es un
sueño.
El pico de la montaña se balanceó hacia adelante y atrás, permitiéndole a la
figura real estudiar el paisaje y la población de la mente de Cadenero. Bien hecho,
dementista.
La silueta abrió sus brazos, haciéndole señas de que se acercara. La montaña se
inclinó aún más y Cadenero sintió el suelo por debajo levantarse para transportarlo a los
brazos extendidos. El había comprometido su vida a la Cábala y ahora sabía para quien
se había comprometido. Había poder en las salinas, poder en la Ciudad de la Cábala,
poder en la figura del Primero. Sin embargo, la silueta expandiéndose ante él, estaba
más allá del poder. Aquella era esa vasta y anónima energía que la Cábala había estado
creando para aprovechar, para usar de acuerdo a su naturaleza consumista. Si el maná
negro era el combustible entonces la figura real que le daba la bienvenida a Cadenero
era su fuente.
Cadenero, delirando de alegría, cerró los ojos y se dejó tragar por la oscura
figura que se había ampliado para cubrir todo el cielo.

* * * * *

Cuando la metralla ardiente desaceleró, Kamahl se levantó y contempló el


campo de batalla. Las llamas aún ardían en el bosquecillo de árboles. La sierpe y uno de
los monos-lobo yacían muertos a sus pies, víctimas de su espada. El tigre carmesí y el
centauro eran poco más que manchas coloridas en la hierba y Cadenero yacía
inconsciente entre ellos. No había ni rastro del grendelkin o de los otros monos-lobo.
Parecía que él y Cadenero habían ganado pero el bárbaro no se sintió igual que un
vencedor.
Kamahl envainó su espada y cruzó el campo hacia su compañero. La lucha y la
explosión había arrojado a todos los demás seres vivos al alcance del oído tan lejos
como ellos pudieron ir y el bosque estaba remarcablemente quieto. Cadenero respiraba
con normalidad pero era casi imposible levantarlo. Kamahl lo alejó medio a rastras del
fuego y lo escondió con seguridad detrás de una gran roca cubierta de musgo. Luego
volvió al cadáver aplastado del tigre.
El remordimiento no era una emoción común de la tribu de Kamahl. Ellos
pasaban la mayor parte de su tiempo combatiendo o entrenándose para ello y tendían a
vivir cortas vidas brutales con poco tiempo para la reflexión. Mientras él miraba
descendentemente hacia el magnífico pelaje rojo y negro del tigre lamentó no haber

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visto a la criatura cazando. Hubiera sido hermoso verlo en movimiento, un estudio de
gracia y poder.
Kamahl se volvió, experimentando otro desconocido ímpetu de emoción. Había
hecho dos grandes amigos en su primera visita a la Ciudad de la Cábala. Uno yacía
inconsciente al lado de una roca cercana y el otro se veía casi exactamente igual al
centauro muerto a sus pies. El bárbaro recordaba claramente a Seton, su enorme frente
simiesca y su feroz vena protectora por su hogar. Recordó cómo Seton se había
enfurecido cuando había descripto a los cazadores furtivos que habían asaltado su hogar
llevándose de la naturaleza los animales para suplir a los pozos. La cruzada de Seton no
era la búsqueda de Kamahl pero él la respetaba y también respetaba al centauro. Sólo
que ahora Kamahl se dio cuenta de que él mismo era uno de esos cazadores furtivos.
Kamahl sabía que el shikar era sólo una pequeña parte del problema pero ahora
él era parte de este. El se había dejado cegar porque nunca había tenido que defender su
hogar de invasores. En las Montañas Párdicas no había nada que valiera la pena tomar
por lo que los invasores eran completamente desconocidos. Todas las tribus que Kamahl
conocía, incluida la suya, pasaban la mayor parte de su vida adulta vagando por Otaria
en busca de maneras de mejorar sus habilidades y sus fortunas. Kamahl había pasado
tanto tiempo luchando en tierras de otros pueblos que había olvidado que no todo el
mundo le daba la bienvenida a tales compañías. Ese centauro muerto podría haber sido
el padre de Seton, o un hermano, pensó. Podría haber sido Seton mismo.
El fuego de la arboleda había cesado por lo que Kamahl se introdujo tanto como
pudo. Encontró el cadáver del druida aplastado contra un árbol ennegrecido. Había sido
un hombre bajo, ancho de hombros de unos veinte años. Había construido un pequeño
altar de piedra en el centro de la arboleda que había quedado medio desintegrado por la
explosión. Los hechizos o invocaciones que había estado haciendo se habían ido mucho
tiempo atrás. Todavía sostenía un fragmento de madera de pino en sus dedos
carbonizados.
Las emociones de Kamahl se retiraron y en ese momento sólo sintió la claridad
de la elección frente a él y la determinación para ver a través de su decisión.
Mientras Cadenero dormía, Kamahl construyó piras para el druida, el centauro, y
el tigre. Construyó otro fuego para el campamento cerca del peñasco de Cadenero y
luego uno por uno los encendió a todos con un chasquido de los dedos. Luego introdujo
la punta de su espada contra el suelo y esperó a que Cadenero despertara.

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160
Capitulo 19

Cadenero y Kamahl regresaron al límite del bosque y al camino a la Ciudad de


la Cábala. El Cabalista había dormido hasta casi el mediodía. Lo primero que hizo al
despertar fue pedirle a Kamahl que comprobara sus ojos. El bárbaro le informó que
parecían estar normales y Cadenero quedó aliviado y decepcionado. Parecía que el
shikar había terminado ya que él no podía imaginar nada más impresionante que la
visión que había acabado de tener.
Kamahl tomó la noticia de que la cacería había terminado como si la hubiera
estado esperando. Cadenero estaba dispuesto a explicarle por qué pero el bárbaro no
preguntó. Sin embargo, hubo algo en su actitud, algo desafiante, que hizo pensar a
Cadenero que su compañero había estado planeando volver a la Ciudad de la Cábala sin
importar lo que Cadenero le hubiera dicho. De cualquier forma él no insistió en el
asunto, todavía eufórico por su visión de Kuberr.
Ellos no vieron prácticamente nada de vida silvestre cuando invirtieron su curso
a través del bosque. Cadenero pensó en cuán vasto debía ser todo el bosque y el número
de criaturas que podía esconder. El probablemente podría haber seguido haciendo el
shikar una vez al año y aún así no haber visto todo el Bosque Krosano antes de morir.
Kamahl permaneció en silencio durante la mayor parte del día y Cadenero siguió
demasiado absorto en sus propios pensamientos para molestar a su amigo. Caminaron
hasta la cena y se detuvieron para acampar sólo cuando el sol estuvo a punto de ponerse.
A ese ritmo, con la cacería concluía antes de lo previsto, probablemente estarían de
regreso un día entero antes de lo esperado.
La mañana siguiente los vio levantarse al amanecer y salir del bosque a la hora
del almuerzo. Se detuvieron en el límite, comieron la última de sus provisiones y
bebieron la última parte de su agua de acuerdo con el ritual. Las únicas cosas que se les
permitía traer de vuelta eran aquellas en la cabeza de Cadenero. Quedando sólo unas
pocas horas de luz caminaron hacia los restos abandonadas de lo que parecía ser un gran
campamento de la Orden. Kamahl exploró con la vista la vasta llanura que se extendía
ante él. "Cadenero," dijo cuidadosamente, "¿Ves un ejército? ¿A dónde irían mil
soldados de la Orden al mismo tiempo?"
"Crusat," el estómago de Cadenero se congeló de odio. "Se estaban
concentrando para un gran asalto a los pozos de la Ciudad de la Cábala." Agarró el
brazo de Kamahl y agregó: "Tenemos que regresar allí."
Kamahl estaba mirando bajando por la carretera a los establos de la Orden. "La
Orden siempre trae más corceles de los que necesita. ¿Sabes montar, Cabalista?"
"Una vez monté un sabueso infernal así que seguramente podré manejar
cualquier condenada cosa en la que se sienten esos soldados de juguete."

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Kamahl gruñó. "Bien. Espera aquí, nos conseguiré algo de transporte." Hizo una
pausa y luego añadió, "Siempre y cuando no quieras improvisarnos un par de caballos
de tres cabezas que respiren fuego o algo por el estilo."
Cadenero sintió una inexplicable punzada de insulto. Sin embargo sonrió y dijo:
"En este momento no sé si me siento bien como para crear una criatura precisa. Y, en
general, mis monstruos no quieren ser montados, y nosotros no quisiéramos montarlos."
"Entonces serán corceles de la Orden."

* * * * *

Kamahl fue capaz de apropiarse de dos fuertes corceles de los establos de la


Orden sin interferencias. Había mínimos guardias de servicio y un montón de animales
para elegir. Dos cosas fueron obvias para Kamahl. En primer lugar, la Orden había
tomado del bosque Krosano cien veces lo que él y Cadenero habían tomado. En
segundo lugar, fuera el lugar que fuera a donde los soldados habían ido lo habían echo a
pie.
Ambos caballos de la Orden eran blancos, por supuesto. Kamahl murmuró un
hechizo enojado y luego quemó una impresión de su mano en el costado de su montura.
Cadenero ató tres de sus cascabeles de serpiente en la melena del otro caballo y luego
ambos cabalgaron hacia el este durante toda la noche sin parar. Eran buenos caballos,
rápidos y fuertes. Cuando los primeros rayos de sol revelaron la imagen-cráneo del
enorme estadio de la Ciudad de la Cábala y los capiteles de la mansión del Primero los
corceles estaban sudorosos, con espuma en sus bocas y empezando a trastabillar así que
los dos hombres los llevaron a un trote lento.
"¿Ves eso, Cadenero?" Preguntó Kamahl.
Cadenero tenía una excelente visión nocturna pero sabía que la de Kamahl era
aún mayor.
"Todo lo que veo es el horizonte. Y... una multitud de personas en las puertas.
¿Esas son flechas?"
Kamahl sacó su espada. La mayoría de las espadas que conocía Cadenero salían
de sus vainas con un crujiente roce de metal contra metal. La de Kamahl, sin embargo,
salió con un largo silbido prolongado que se demoró en el aire como una amenaza. La
enorme arma parecía de alguna manera como en casa en el puño de Kamahl aunque la
espada era casi más larga que su portador.
"La Orden está atacando tu ciudad," dijo Kamahl. "Y yo tengo un problema con
eso. ¿Quisieras acompañarme en la solución de este problema?"
"Oh si," la voz de Cadenero fue fría. "Sí, sin duda lo haré." Sacudió los
cascabeles en la melena delante de él y preguntó: "¿Ellos nos llevarán allí?"
"Al menos durarán todo ese tiempo." Kamahl levantó los pies para cavar sus
talones en su montura pero Cadenero lo tomó por el hombro y lo llamó por su nombre.
"¿Qué?" gruñó el bárbaro. "La lucha ha empezado sin nosotros."
"Gracias," dijo Cadenero. Volvió a mirar hacia el bosque, a la batalla que se
desarrollaba en la distancia, y finalmente a la espada desenvainada de Kamahl. "Gracias
por todo."
Kamahl sonrió por primera vez en días. "Me agradecerás después de limpiar la
casa," dijo y espoleó su caballo hacia adelante, hacia la refriega.

* * * * *

162
Sus caballos los llevaron hasta las puertas principales. Allí, Cadenero y Kamahl
desmontaron. El bárbaro se lanzó al ataque para unirse al combate cuerpo a cuerpo en
las puertas donde los asaltantes crusat eran más numerosos. Saludó a Cadenero antes de
salir corriendo. El dementista mismo necesitaba entrar para reunirse con sus
compañeros Cabalistas y determinar dónde podría hacer el mayor bien así que siguió los
muros de la ciudad en torno al sur donde estaban los túneles secretos.
La Ciudad de la Cábala era una urbe habitada por más de cincuenta mil personas
pero parecía aún más llena con toda la población y los más de mil invasores armados en
las calles. Cadenero se dio cuenta de que la batalla en el portón principal era sobre todo
una distracción. La Orden había atacado las tres puertas, no sólo la que estaba al este, y
ya estaban corriendo rampantes a través de la ciudad. Los soldados crusat no estaban
atacando a los civiles en la calle pero estaban pasando por arriba a todo lo que se
interponía entre ellos y las fortalezas de la Cábala en el centro de la ciudad.
Cadenero nunca antes había ido a la guerra pero pronto consiguió asimilarse a
ella. El truco, se dio cuenta, era tratar a toda la situación como una gran competencia de
los pozos en la que uno y su equipo eran ampliamente superados en número. Siempre y
cuando uno golpeara a lo que apuntara no habría escasez de objetivos. Siempre y
cuando uno siguiera avanzando no habría manera de que lo acorralaran. Además, las
tropas de la Orden estaban centradas en atacar la arena y ninguno de ellos se detuvieron
para luchar con Cadenero a menos que el bloqueara físicamente su progreso.
El dementista, después de romper unos cuantos huesos y derribar a algunos
invasores, simplemente se unió a la carrera precipitada hacia la arena. Los ciudadanos
de la Ciudad de la Cábala corrían hacia allí por resguardo o para escapar a través de los
muelles y los crusat corrían hacia allí para quemarla, o saquearla, o fuera lo que fuera lo
que hacían esos ejércitos justicieros. Cadenero se dirigió directamente hacia el Mirari,
para defenderlo como lo había hecho antes. Sólo que ahora él era un dementista en toda
regla en lugar de un alumno.
Hubo otro crujido desde fuera de la arena cuando los soldados trataron de entrar
y los guardias de la puerta trataron de mantenerlos fuera. Algunos Cabalistas armados
luchaban con soldados portando espadas. Cadenero plantó sus pies, posicionó sus
manos, y se introdujo profundamente en su espacio de demencia. Sus manos brillaron y
un manojo de humo y carne indiscriminada del tamaño de un carruaje se arqueó en lo
alto de la pared exterior del estadio en donde se abrió con una explosión como un globo
lleno de fragmentos de vidrio.
Los monos-lobo que salieron eran incluso más grandes que sus contrapartes
Krosanos y cada uno tenía una pequeña serpiente venenosa en el lugar de su lengua.
Había una docena de ellos y doce cadenas individuales se arquearon de los collares en
sus cuellos de las manos abiertas de Cadenero. Al principio, los mandriles de pesadilla
trataron de atacar a cualquier cosa que se moviera pero Cadenero los castigó con una
ardiente agonía cada vez que se lanzaron hacia un Cabalista. Ellos se dieron cuenta
rápidamente que parte de la multitud era la presa correcta y los gritos de los monos se
mezclaron con los gritos de los soldados desmembrados. Cadenero incluso soltó dos o
tres de sus collares y ellos redoblaron sus esfuerzos por hacer pedazos a los invasores.
El dementista se lanzó velozmente por la puerta momentáneamente
desbloqueada. Un guardia de la puerta con un gancho en la mano se tocó su frente con
el arma en reconocimiento cuando Cadenero pasó corriendo. Antes de doblar la esquina
introdujo físicamente y mentalmente a todos sus monos-lobo y los volvió a encadenar a
la puerta de piedra. Ahora todo el que quisiera entrar tendría que hacerlo a través de la
aullante tropa. Cualquier persona que lo lograra sería o bien de la Cábala o un
destripado. Cadenero corrió hacia el pasillo de la bóveda.

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Dobló una esquina y se encontró cara a cara con un trío de soldados luchando en
una batalla campal contra un enorme sabueso negro infernal y un cíclope de cuatro
brazos, el descomunal resultado de los esfuerzos de otro hechicero de demencia. El
perro se había sujetado al extremo de la espada de un soldado mientras que los otros dos
embestían al cíclope con sus lanzas.
"¡Cadenero!" gritó Fulla saliendo de detrás del cíclope. Uno de los soldados de
la Orden la atacó y ella se giró enojadamente lanzando una rata de ojos rojos al rostro
del hombre. El soldado retrocedió gritando.
"Fulla." Cadenero lanzó una cadena hacia el rostro del soldado esgrimiendo la
espada. Cuando el soldado retrocedió el sabueso infernal le desgarró su garganta. El
gran perro se volvió y ladró una vez hacia Cadenero, exasperado.
"Hola, Azza," dijo él. Cadenero, Azza, Fulla, y el cíclope rodearon al soldado
restante.
"Me rindo," dijo el hombre al instante dejando caer su lanza y levantando las
manos. "En el nombre de…"
La pequeña y horrible espada de Fulla dividió el cráneo del soldado antes de que
pudiera pronunciar otra palabra. Por un momento ella pareció molesta y le tendió el
arma ensangrentada a Cadenero.
"‘Me rindo.’" ¿Puedes creer a estos gusanos?" Dijo limpiando la espada en el
uniforme del hombre muerto.
Azza ladró y Fulla hizo desaparecer al cíclope. Se adelantó y abrazó a Cadenero
revolviendo el cabello del muchacho como una tía indulgente. "Azza estaba preocupada.
Y yo he estado tan aburrida. ¿Tu no te vas a convertir en uno de esos mocosos
dementistas ahora, verdad?" Luego se levantó y le preguntó alegremente: "Así que,
cuéntame todo. ¿Cómo te fue en el bosque?"
Cadenero sonrió. "Atestado. El shikar, sin embargo, fue un éxito espectacular."
Azza olfateó el aire y gruñó para que sus compañeros Cabalistas supieran que
venía algo.
"Bueno, hermano menor," dijo Fulla. "¿Puedes mostrarme lo que aprendiste en
el bosque o tengo que despejar este edificio de soldados de juguete yo sola?"
"Oh, déjame que te enseñe," dijo Cadenero. Sintió que sus pies se levantaban del
suelo, y sin ver su reflejo, supo que sus ojos se habían vuelto negros. La sonrisa de Fulla
se hizo más amplia y más cruel cuando Cadenero introdujo el poder que había ganado.
"Más vale que esto sea bueno," dijo Fulla.
Azza aulló en voz baja pero se mantuvo firme.
Cadenero cruzó los brazos mientras flotaba y dejó caer la barbilla hacia el pecho.
El grito de delicia de Fulla se superpuso con el grito de liberación de Cadenero cuando
este lanzó sus brazos hacia abajo y su cabeza hacia atrás.
Cintas de humo y luz negra irradiaron desde el cuerpo de Cadenero en todas
direcciones. La mayoría corrieron directamente a través de las paredes de piedra de la
arena sin resistencia pero algunas se marcharon hacia delante y hacia atrás rebotando
por el pasillo. Cadenero flotó allí durante unos largos segundos y luego descendió
suavemente en el suelo.
"Eso debería servir," dijo. Su voz y sus ojos estaban volviendo a la normalidad y
galantemente le ofreció el brazo a Fulla.
"¿Servir para qué?" Fulla tomó su brazo pero lo miró con confusión.
"Acabo de recuperar toda la arena," dijo Cadenero con orgullo. Se tambaleó,
pero Fulla lo atrapó y lo apoyó contra la pared. Ella le susurró algo a Azza y el enorme
perro se encaminó hacia el dementista y se inclinó para que pudiera subir.

164
"Gracias." Cadenero se acomodó en la fuerte espalda de Azza y dijo: "Skellum
siempre decía, ‘Absorbe mucho más de ti de lo que crees.’" La tristeza y la ira por la
muerte de su mentor estaba todavía allí pero ya no le ardía tanto como lo había hecho
antes. La finalización del shikar había hecho mucho por poner a Skellum a descansar.
Usar lo que había aprendido durante el ritual para expulsar a la Orden se sintió aún
mejor.
"A la bóveda, por favor," le dijo a Azza. Los tres caminaron a través del
repentinamente silencioso edificio pero sólo Azza y Fulla se sorprendieron por lo que
vieron.
Todavía quedaban pequeños escuadrones a través de la arena pero todos y cada
uno de los soldados de la Orden estaba cubiertos de serpientes retorciéndose. Las
criaturas, enormes, venenosas, en una amplia gama de sobrenaturales tamaños y formas,
cubrían a cada invasor como un sudario. Aquellos que podían caminar o correr estaban
siendo acorralados y asesinados por los guardias de la cábala. Al caer cada soldado de la
Orden, el cuerpo y cualquier serpiente persistente desaparecían en la oscuridad.
Fulla se puso a jugar a contar a los muertos pero tuvo que renunciar cuando
llegaron cerca de la bóveda y no quedaba nadie. En el exterior, la batalla continuaba,
pero dentro de la arena ya había sido ganada.
"¿Cómo has hecho eso a todo el edificio?" Preguntó Fulla.
Cadenero fue interrumpido por un ruido sordo y tintineantes cuando un soldado
crusat vivo acudió tambaleándose por una puerta más arriba en el pasillo. El hombre
aterrorizado sacó su espada frente a él con las dos manos y todavía no pudo alejar su
punta del piso. Tenía insignias de sargento en el hombro.
"Hola, Bunkus," la voz de Cadenero fue baja pero firme.
"De…deténganse donde están," dijo el Sargento Baankis débilmente. Su piel
estaba pálida y sus ojos desenfocados. "En el nombre de la Orden, yo…"
"Si yo fuera tú dejaría de citar cosas en el nombre de la Orden." Azza gruñó y
trató de deshacerse de Cadenero pero él le acarició el cuello con dulzura. "No, hermana
mayor. Déjamelo a mí."
Baankis consiguió apuntar con su espada en la dirección general de Cadenero.
"En nombre de la Orden," repitió el sargento, "y en nombre del Mayor Teroh,
yo…"
La cadena voló a través de la habitación y se envolvió alrededor del cuello de
Baankis antes de que pudiera pronunciar otra palabra. La mandíbula del sargento se
abrió y cerró pero no salió ningún sonido cuando la cadena se clavó profundamente en
su tráquea.
"En nombre de la Orden," dijo Cadenero manteniendo su tono bajo y neutro,
"ustedes han invadido nuestro hogar, atacado a nuestra familia, y tratado de robar
nuestra propiedad. Otra vez. No puedo pensar en una sola razón para seguir
escuchándote. ¿Tú si?" Baankis dejó caer su espada con estrépito y se aferró la garganta.
"¿Fulla?" Preguntó Cadenero. "¿Azza? ¿No? Entonces estamos todos de
acuerdo." Cadenero mantuvo su posición hasta que el Sargento Baankis expiró
silenciosamente. A medida que el cadáver cayó hacia delante se derrumbó sobre la
longitud de la cadena y desapareció subiendo por el brazo de Cadenero. Azza gruñó con
aprobación y Fulla se meció de un pie al otro.
"¡Hazlo otra vez!" exclamó ella.
Cadenero no los oyó mientras miraba su mano. Nunca antes se había llevado un
ser humano de la forma en que lo había hecho con los habitantes del Bosque Krosano.
Se sorprendió de que no se sintiera diferente.

165
* * * * *

Las tropas de la Orden, después de que Cadenero las detuvo en la arena,


abortaron su misión y comenzaron una costosa retirada. El Primero ordenó a todos los
Cabalistas aptos que hostigaran a los invasores hasta que estuvieran a dos mil metros
fuera de las murallas de la ciudad y el justiciero asalto crusat a la Ciudad de la Cábala
terminó en desastre. Las tropas de la Orden, superadas en número, trataron
desesperadamente de escapar de la ciudad en la que acababan de irrumpir con éxito
luchando con los guardias de la ciudad a las puertas y los asesinos de la Cábala en su
flanco trasero. Si el Primero hubiera ordenado cerrar la puerta principal toda la fuerza
de ataque habría sido masacrada. Así las cosas, casi la mitad de ellos nunca volvieron a
dejar la Ciudad de la Cábala. De los que se quedaron sólo un puñado permaneció
muerto.
Cadenero había observado la retirada desde la espalda de Azza cerca de las
gradas de la arena. Sabía que había enormes monstruosidades del tamaño de
gigantodones ocultos en las cavernas debajo de la mansión pero el Primero se contuvo
para mantenerlos en reserva. Parecía que quería que los Cabalistas hicieran retroceder a
los invasores con sus propias manos y quería que algo del enemigo escapara. Cadenero
se recordó para sus adentros que el Primero tenía problemas globales de los que él
nunca estaría al tanto y tenía fe en la sabiduría de su Patriarca.
Cadenero y Azza fueron a buscar Kamahl una vez que se calmó el furor en las
puertas y la lucha se trasladó más allá de las murallas de la ciudad.
El gran bárbaro podría haberse unido a la batalla continua pero Cadenero
esperaba encontrarlo cerca. Kamahl había estado más interesado en defender la ciudad
que la Cábala. Cadenero no hizo tal distinción pero se alegró de que algo hubiera
despertado el espíritu de lucha de su amigo después del shikar.
Los muertos, los heridos, y los inconscientes, estaban dispersos alrededor de las
puertas principales como hojas en otoño. Carroñeros de los ocupantes ilegales de chozas
en las afueras ya estaban investigando alrededor en busca de objetos de valor. Azza
gruñó furiosa y los carroñeros se retiraron sabiamente.
El dementista vio también algunos Samitas con túnicas blancas dando vueltas en
busca de sobrevivientes a los que atender. También había dos o tres sanadores de la
Cábala vestidos de negro que eran conocidos en los pozos como "sanguijuelas". Los dos
grupos se esforzaban por evitarse el uno al otro y se comunicaban sólo a través de frías
miradas. Azza olfateó y aulló. Luego saltó hacia adelante, casi arrojando a Cadenero.
Kamahl yacía boca abajo en el centro de un círculo carbonizado y humeante. Su
espada había desaparecido y había recibido un fuerte golpe en el costado derecho de su
rostro. Su mano derecha se aferraba a
una puñalada en el estómago que
estaba llenando su túnica con sangre.
Sus manos, pies, brazos y rostro
estaban horriblemente quemados.
Cadenero se detuvo sólo el
tiempo suficiente como para mirar a la
sanadora Samita acercarse a ellos. Era
alta y esbelta, con un aire preocupado,
y le ofreció la mano a Cadenero. "Soy
Nibahn. Soy una Samita. Puedo
ayudarlo, hermano. Puedo ayudar a

166
todos los que sufren." La mujer comenzó a arrodillarse junto a Kamahl pero Azza la
detuvo con un gruñido.
"La Cábala está aquí," dijo Cadenero y uno de los sanadores vestidos de negro
respondió. Nibahn sacudió la cabeza con tristeza, ojos suplicantes, pero Cadenero sacó
su daga y comenzó distraídamente a limpiar sus uñas. Azza gruñó otra vez y la Samita
se retiró.
El sanador de la Cábala hizo una reverencia ante Cadenero y Azza. Tenía una
amplia franja negra tatuada sobre su ojo izquierdo desde el nacimiento del pelo a su
línea de la mandíbula y un ralo bigote negro. Era un pequeño sapo con cara de rata pero
Cadenero confiaba en él porque sabía como motivarlo.
Con un gesto de la mano lanzó un collar alrededor de los tobillos del sanador.
Tiró de los pies del sanador por debajo de él y Azza brincó hacia delante por lo que su
enorme cabeza quedó directamente sobre la del sanador y sus profundos resoplidos
bañaron la cara del hombre.
"Lleva a este bárbaro adentro," dijo Cadenero, "y mantenlo vivo. No hagas nada
aparte de mantenerlo vivo y cómodo hasta que yo vaya por él." El mismo se inclinó
sobre el sanador, casi perdiendo el equilibrio, y sus ojos se volvieron negros. "Nada.
¿Entiendes?"
El sanador lloriqueó, con sus ojos yendo de Azza a Cadenero. "Lo hago,
hermano mayor."
Azza se volvió y apartó a Cadenero. Vio al sanador levantarse y hacer un gesto a
sus ayudantes. Luego le oyó decir claramente, "Con cuidado, con mucho cuidado."

167
168
Capitulo 20

Laquatus estaba de pie en la cámara privada del Primero a la cabeza de un


pequeño grupo de Cabalistas y dignatarios. Todos ellos habían sido convocados a raíz
de la incursión, aparentemente para testificar sobre su paradero y comunicar lo que
habían visto. Sin embargo, el embajador Mer lo reconoció como una simple llamada por
chivos expiatorios.
Él no estaba preocupado por sí mismo. Su contacto con el Mayor Teroh había
sido completamente inocente o, por lo menos, absolutamente secreto. Aunque el
Primero supiera que él había estado en contacto con la Orden Laquatus se sentía seguro.
No había nada en el contenido de sus intercambios con Teroh que le incriminara. Si
Teroh había leído un significado oculto en las palabras del embajador, Laquatus
fácilmente podría fingir sorpresa y permitirse el lujo de hacer una restitución. Además,
estaba seguro de que el Primero comprendía la necesidad política de mantener el
contacto con los enemigos de uno así como con los aliados, especialmente en esos
tiempos difíciles.
El capitán de la guardia de la ciudad a su lado no se veía tan confiado. El
hombre tenía el común y terrenal olor a miedo por todo el cuerpo y con buena razón.
Las defensas de la ciudad habían sido prácticamente inexistentes durante los primeros
minutos del asalto y hasta ahora nadie había llegado con una explicación de cómo la
Orden había sido capaz de penetrar en la ciudad tan lejos y tan rápidamente. Incluso
había rumores de que el capitán había traicionado a la Cábala y le había dado a la Orden
libre acceso al centro de la ciudad pero Laquatus sabía a ciencia cierta que eran falsos.
Sin embargo, se alejó subrepticiamente un paso más del capitán ya que la de él sería la
cabeza que más probabilidades tenía de caer.
Al lado del capitán estaba parado Cadenero, el joven dementista que le iba a
proporcionar un reemplazo para Turg. Cadenero parecía tranquilo, casi estático en
comparación con el capitán, pero a Laquatus le estaba costando mucho poder ver en la
mente del niño. La mayoría de las personas que él conocía en persona eran tan
indefensas como si tuvieran mirillas instaladas en sus frentes a través de las que
Laquatus podía escudriñar en cualquier momento. Sin embargo, Cadenero era más
como la Hechicera Fulla. En lugar de una mirilla su mente estaba custodiada por un
atormentador laberinto de espejos. Cada vez que Laquatus miraba dentro todo lo que
veía eran imágenes distorsionadas de sí mismo.
El muchacho Cadenero no dejaba de mirar a su derecha hacia Louche, un cetrino
Cabalista que acababa de convertirse en el nuevo Maestro de los Juegos. La mente de
Louche era más abierta que la de Cadenero y más calma que la del capitán pero no

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había información útil en ella. Estaba llena de hechos y figuras y tratos y plazos, todo
pegado con un acre desprecio por casi todos los seres sensitivos.
El Primero entró en la habitación con sus asistentes flotando a su alrededor. Los
asesinos en la pared se pararon un poco más rectos cuando él los pasó y toda la comitiva
tomó posiciones en el otro extremo de la habitación. La mente del Primero era aún más
cerrada para Laquatus que la de Cadenero.
"Voy a ser breve," dijo el Primero. "Estoy llevando a cabo una investigación
básica debido a la reciente visita que recibimos del crusat. Capitán Fleer."
"Sí, Patriarca." El sudor corrió abundantemente por la frente de Fleer.
"Explique los malos resultados de los guardias."
"Fue un ataque bien organizado," balbuceó Fleer. "Nos golpearon en tres lados a
la vez."
El Primero asintió con la cabeza a uno de sus asistentes de las manos que estaba
muy ocupado en transcribir las palabras del capitán. "¿Oeste, norte y sur?"
"Sí, Patriarca."
"Pero no desde el este. No desde el mar." Miró a Laquatus significativamente
pero el embajador mantuvo su rostro y sus pensamientos en blanco.
"No, Patriarca. No hubo ningún ataque contra el puerto o los muelles."
"Del que usted sepa. "
"Eem... no, Patriarca. No que yo sepa."
"Y, sin embargo, de alguna manera todo un escuadrón de fanáticos crusat fue
capaz de obtener acceso a la arena."
"Sí, Patriarca."
"Y asaltar la bóveda en un esfuerzo por llevarse el Mirari."
"Sí, Patriarca."
"¿Y usted no tiene ni idea de como fueron capaces de llegar tan rápido a la
arena?"
"No, Patriarca. Hemos matado o herido a cientos," añadió desesperadamente.
"Se llevaron muchas bajas en su retirada."
"Porque no sufrieron casi ninguna en el ataque. Silencio, Capitán." El Primero
volvió su lechosa mirada fulminante a Laquatus. "Embajador," dijo. "confío en que no
haya sido molestado por el ataque."
"No, en absoluto, Oh Patriarca. Si no fuera por el ruido dudo que siquiera
hubiera sabido que había un ataque."
"Extraordinario. Como usted sabe, el confort de nuestros visitantes es algo de lo
que los citadinos como nosotros estamos orgullosos. Nosotros nunca quisiéramos
romper el vínculo sagrado entre anfitrión y huésped."
"Ese vínculo sigue siendo tan fuerte como siempre, mi señor."
"Aún así usted debe entender que estos acontecimientos impactarán en los planes
que ya hemos hecho."
"Por supuesto, mi señor." Laquatus se tragó su primer contacto con la
incertidumbre. "Confío en que no impactarán demasiado... ¿drásticamente?"
"Eso está por verse." El Primero se dirigió a Louche. "Maestro de los Juegos,"
dijo y Laquatus vio la leve sorpresa de Cadenero teñirse con... ¿decepción? Laquatus no
estuvo seguro pero era evidente que Cadenero no se había dado cuenta de la promoción
de Louche.
"Patriarca."
"Su predecesor permitió que la arena fuera tomada como el puesto de avanzada
de alguna montaña solitaria. Los pozos se encuentran ahora en sus manos. ¿Estarán
listos para los juegos del aniversario?"

170
Los labios de Louche se movieron mientras hizo malabares de cifras en su
cabeza. "¿Dentro de tres meses, Patriarca?"
"Dos meses y tres semanas," dijo el Primero.
Louche asintió. "No hay problema. El daño a las instalaciones fue
principalmente cosmético. Las multitudes bajarán durante las próximas semanas ya que
los espectadores tendrán miedo de otro ataque. Sin embargo lo olvidarán. Para el
momento en que estemos cerca del aniversario todo volverá a la normalidad."
"Extraordinario. Asegúrese de que todos los cómplices y corredores sepan la
fecha. Quiero la arena llena."
"Sí, Patriarca."
El Primero volvió su mirada lechosa a Cadenero y sonrió cálidamente. "Maestro
Cadenero," dijo.
"Patriarca." Cadenero parecía muy a gusto, casi desinteresado.
"Una vez más, la Cábala le debe su agradecimiento. Es imposible decir cuánto
daño hubiera hecho la Orden," miró a Fleer, "si usted no hubiera llegado a tiempo para
detenerlos."
"Yo soy tu hijo obediente."
"Y lo eres. Pero debería haber más que una recompensa que mi alabanza. ¿Hay
algo que desees? Si está dentro de mi poder, será tuyo."
"Yo no exijo nada, Patriarca," dijo Cadenero. "Aunque mi amigo y compañero
Kamahl fue gravemente herido durante el ataque. No es de la Cábala pero aún así puso
su cuerpo en peligro en nombre de la Cábala."
"Luego, tu amigo y compañero también tiene mi agradecimiento. ¿Se están
viendo sus heridas?"
"Lo están. Pero si a usted, Patriarca, le agrada, he elegido mi recompensa."
"Díla."
"Déme el Mirari," dijo Cadenero y Laquatus luchó contra el impulso de gritar.
"No para quedármelo," continuó diciendo el joven dementista, "sino para usarlo
en mi amigo."
"Yo no sabía que el Mirari tenía poderes curativos," dijo el Primero. Laquatus
oyó un elemento de sospecha en la voz del Patriarca, una sospecha que él compartió.
¿Cómo era que el niño sabía algo sobre el Mirari que ni Laquatus o el Primero sabían?
"Hasta donde yo sé, no lo tiene. Pero la medida de mis poderes aún no se ha
definido. Me gustaría tratar de ayudar a mi amigo con el Mirari en mis manos."
Laquatus ya no pudo contenerse. "Nadie ha tocado el Mirari y vivido," le espetó.
Cadenero sonrió. "Excepto yo, Embajador. Y sólo trato de pedir prestado el
Mirari, no de poseerlo."
El Primero hizo una pausa, obviamente sumido en sus pensamientos. "Así se
hará," dijo. "Aunque yo te acompañaré para proteger los intereses de la Cábala."
"Por supuesto Patriarca."
"Me gustaría mucho ver el Mirari en manos de un experto," dijo Laquatus. "Le
he visto destruir a sus dueños temporales en dos ocasiones."
"Su presencia no es necesaria," dijo Cadenero. Laquatus se disponía a discutir
cuando Cadenero continuó dirigiéndose al Primero. "Aunque también me gustaría
emplear el Mirari como una ayuda en el cumplimiento de nuestro acuerdo con el
embajador. Puedo ofrecerle un nuevo familiar en cualquier momento pero con el Mirari
en la mano puedo superar sus expectativas."
"No tengo ninguna objeción a la propuesta del dementista," dijo Laquatus
rápidamente.

171
El Primero fue más lento para responder. "Muy bien," dijo. "Pero uno de los
usos del Mirari es una recompensa. El segundo debe ser pagado."
"Patriarca. Yo estoy siempre a su servicio."
"¿Cuando se empleará el Mirari en mi nombre?" Preguntó Laquatus.
Cadenero y el Primero intercambiaron una mirada de complicidad y luego cada
uno asintió. A Laquatus le puso fuera de sí de que se estuvieran comunicando justo en
frente de él y no tuviera ni idea de lo que estaban diciendo.
"De aquí a dos días," dijo el Primero y Cadenero volvió a asentir. "Ahora, hay
una última cuestión que tengo que resolver." Dio una palmada y la anterior Maestra de
los Juegos fue traída a rastras a la cámara atada y dando patadas. Estaba amordazada
pero ella continuó balbuceando incoherentemente a través de la tela gruesa.
"Capau, quédate quieta." El sonido de su nombre secreto drenó toda la energía
de la ex Maestra de los Juegos. Se quedó aturdida y apática, con los ojos vidriosos y
temerosos. El Primero hizo un gesto y uno de sus ayudantes se adelantó y cortó las
ataduras de sus muñecas y tobillos. La anterior Maestra de los Juegos permaneció
inmóvil como si fuera inconsciente de su nueva libertad.
Laquatus le robó una mirada a Louche, que acababa de tomar el peligroso cargo.
Por una vez, el pequeño hombre amargado no estaba pensando en lo mucho que otros le
molestaban. De hecho, Laquatus no necesitaba leer mentes para entender la enfermiza
mirada atormentada en la cara de Louche.
"Sadget, un paso adelante," entonó el Primero y Fleer ocupó inexpresivamente el
espacio junto a la maestra atada.
"Mis hijos, han fallado," dijo el Primero. "Pero en la Cábala los errores no se
castigan con la muerte. El error requiere de corrección, no de extinción. Sus errores, sin
embargo, la han costado demasiado a la Cábala. Así que ustedes repararán las vidas y
los materiales desperdiciados por su torpeza." El Primero abrió los brazos y por primera
vez ninguno de sus asistentes saltó hacia adelante para hacer su voluntad. De hecho,
pensó Laquatus, incluso los asistentes de las manos casi sin mentes estaban bien
alejados de Fleer y la ex mujer atada.
"Hijos míos, yo les perdono por su fracaso." El Primero sonrió a Laquatus y
agregó, "Mi mayor defecto es la tendencia a condescender demasiado a mi familia.
Nunca puedo permanecer por mucho tiempo enojado con ellos." Laquatus sonrió
cortésmente pero los Cabalistas siguieron contorsionándose con horror ante el Primero.
"Capau. Sadget. Acepten su perdón y el amor de su Patriarca. Abrácenme y
liquiden sus cuentas para que este asunto pueda ser olvidado."
Laquatus vio frenéticas descargas de terror centellar en la mente de Louche e
incluso Cadenero pareció aprensivo. El tritón quedó fascinado. Nunca había visto a
nadie siquiera rosar la manga de la capa del Primero. El entendía que el contacto físico
con su Patriarca era el único tabú de los Cabalistas y sin embargo dos de ellos estaban
siendo animados a los brazos del Primero por el hombre mismo.
Los Cabalistas errantes avanzaron inexpresivamente hacia delante arrastrando
los pies como sonámbulos. Lágrimas de terror corrían por el rostro de Fleer y la ex
Maestra de los Juegos parecía casi catatónica. Siguieron adelante, sin embargo, y
permanecieron completamente inmóviles cuando el Primero envolvió a ambos en sus
largos brazos.
Ellos empezaron a gritar tan pronto como la piel gris de la mano del Primero
tocó a los Cabalistas retorciéndose. El Patriarca apretó su agarre y bloqueó sus manos
juntas con Fleer y la depuesta maestra sosteniéndolos firmemente. Su piel se ennegreció
allí donde él los tocó. Las áreas de piel afectada se extendieron como fuego a través de
un charco de aceite y finos zarcillos de humo negro fluyeron desde las víctimas a las

172
fosas nasales del Primero. El patriarca de la Cábala volvió a apretar su agarre y echó la
cabeza hacia atrás. Las dos figuras en sus brazos eran ahora apenas reconocibles como
humanos. En cambio, parecían ser flores delicadas tan finas como el papel que estaban
cayendo, muriendo y pudriéndose todo en cuestión de segundos. Las cáscaras frágiles y
huecas de dos Cabalistas adultos se derrumbaron en mil pedazos cuando lo último de su
esencia se convirtió en una niebla color ébano que fue absorbida por el Primero.
"Ahora," dijo el Primero que se había vuelto más largo, más robusto, "todo está
verdaderamente perdonado." Juntó las manos, vaciando fragmentos de ceniza de sus
mangas y agregó: "Cadenero," dijo, "quédate conmigo. El resto de ustedes pueden irse
con mi agradecimiento."
Laquatus siguió a Louche mientras los guardias los escoltaban bajando y
saliendo por el pasillo. De ahora en más tendría que ser especialmente cuidadoso. En
dos días él estaría en la misma habitación con el Mirari mientras Cadenero lo empleaba.
Todos los demás que habían tratado de usar la esfera habían muerto en circunstancias
catastróficas mientras el Mirari rodaba libre. Si Cadenero iba a destruirse a sí mismo
como lo habían echo Pianna y Aboshan, Laquatus tenía la intención de asegurarse de
que esta vez fuera él quien atrapara la pelota rebotando.

* * * * *

Mientras los demás se marchaban el Primero hizo que sus asistentes le


sostuvieran documentos para que él los leyera, asintiendo con la cabeza una vez por
cada uno cuando terminó. Los asistentes hicieron la marca del Primero en los
pergaminos que aprobó y luego se los llevaron.
"Este asalto crusat fue una cosa terrible, " dijo el Primero.
Cadenero asintió.
"No se debería permitir que tal cosa vuelva a suceder," continuó el Primero.
Cadenero asintió.
"Hubo un centenar de víctimas mortales de la Cábala y el doble de un centenar
de heridos. Pero aún más que por el asesinato de nuestros hermanos quiero que el
Mayor Teroh y los otros de línea dura paguen por su arrogancia. ¿Acaso ellos creen que
pueden atacarnos en nuestro propio hogar y salir con sólo la nariz ensangrentada? Ellos
nos deben restitución y nadie se aleja de una deuda con la Cábala."
"El Primero es sabio."
"¿Sabes lo que voy a pedirte, no?" Los ojos del Primero fueron calmos y
amplios."
"Sí, Patriarca."
"Y a cambio, tú sabes que yo te concederé un segundo uso del Mirari."
"Sí, Patriarca."
"¿Cuándo puedes irte?"
"Esta noche, Patriarca. Después de visitar a Kamahl e intentar todo lo posible
por curarlo. El jugó un papel decisivo en mi shikar. No puedo dejarlo a las
sanguijuelas."
El Primero asintió. "¿Qué piensas de mi demostración?"
Cadenero hizo una pausa. "Creo que el embajador alentó o permitió el asalto.
Creo que él todavía quiere el Mirari. Creo que él tiene la intención de usarlo para tomar
el control de Mer y luego vendrá por Otaria."
"Tratará," acordó el Primero. "Pero hay algo valioso en un aliado sin moral. Si
nos traiciona a la Orden, a su vez traicionará a la Orden para nosotros."
"El Primero es sabio."

173
"Ahora discutamos los detalles del hechizo que has planeado para él. Yo puedo
ser capaz de... mejorar el resultado global."
"Tan pronto como vuelva, Patriarca."
"Extraordinario. Ahora," metió las manos profundamente en las mangas de su
túnica. "Vayamos a asistir a tu amigo bárbaro."

174
Capitulo 21

El santuario Samita, situado a cincuenta kilómetros subiendo por la carretera


oriental desde la Ciudad de la Cábala, estaba lleno en toda su capacidad. Nibahn la
sanadora estaba en su tercer viaje a la botica en pos de vendajes limpios y hierbas
somníferas. Se esperaba que la mayoría de sus pacientes pudieran sobrevivir la noche
pero sólo si ella y su personal trabajaban durante todo el día. Creía completamente en la
Orden pero despreciaba la brutalidad de la crusat. El camino Samita de tolerancia
universal era el único camino que conocía para lograr un mundo mejor.
Cuando estaba a
mitad de camino de vuelta
al hospital una susurrante
voz dijo entre dientes
desde las sombras,
"Sanadora." Nibahn ajustó
el grueso paquete de
vendas y botellas de arcilla
bajo el brazo y se acercó al
sonido. "¿Hola? ¿Están
heridos? Todos son
bienvenidos. Todos están a
salvo. ¿Quieren
mostrarse?" Ella podía
distinguir a dos siluetas
humanas en la oscuridad,
dos hombres de
aproximadamente el mismo tamaño. Uno de ellos dio medio paso hacia adelante y
habló.
"Bondad por bondad, Samita. Nadie se aleja de una deuda con la Cábala."
Nibahn sintió algo redondo y duro golpear contra su frente y cayó desvanecida hacia
atrás. Aunque consciente, quedó demasiado aturdida por el golpe para ver o moverse.
Alguien envolvió enlaces metálicos alrededor de sus manos y la arrastró bruscamente
del cuello en las sombras.
"¿Entiende por qué está aquí?" dijo la voz susurrante a algo en las sombras. La
única respuesta fue un enojado zumbido siniestro.
"Entonces vaya," dijo la voz y Nibahn no oyó más.

175
* * * * *

El Mayor Teroh hizo una breve reverencia al ángel guardián de la puerta y entró
en el hospital. Los Samitas eran tontos engañados pero sus artes curativas habían sido
transmitidas desde hacía miles de años y todavía no tenían igual.
En el interior, el Mayor frunció el ceño mientras paseaba entre las filas y filas de
soldados heridos, aven y humanos por igual. Teroh maldijo a Laquatus por haberle dado
la idea para el ataque pero no podía culpar de todo al embajador. El tritón los había
metido en el corazón de la ciudad con algún tipo de hechizo acuático de
teletransportación tal como lo había prometido. Había sido un plan arriesgado desde el
principio y la Cábala había ofrecido más resistencia de la que Teroh había esperado.
Sin embargo, pensó mientras seguía recorriendo el hospital, puede que no haya
sido una pérdida completa. La Cábala aún poseía el Mirari pero ahora que la crusat
había sido abierta y declarada otros comandantes de la Orden de toda Otaria estaban
contactando con Teroh para unirse a su ejército. La pérdida de unos pocos cientos de
soldados bien valdría la pena si unos pocos miles se levantaban con una furia justiciera
para vengarlos.
Hubo una riña en la entrada y Teroh se volvió para ver que era lo que la estaba
causando. Un hombre alto y delgado, vestido con lo que parecía ser papel negro estaba
tratando de entrar en el hospital, y el ángel había sacado su espada para bloquearlo. Al
hombre no se le veía el rostro, oculto bajo un sombrero de ala ancha.
"A las armas," exclamó el ángel. "Hostil en la enfermería." La mujer no pudo
levantar el vuelo tan de cerca pero de todos modos extendió sus alas para evitar que el
hombre se lanzara más allá de ella. Teroh siguió sin entender la preocupación en su voz.
El intruso lucía tan sustancial como un espantapájaros y ni siquiera estaba armado.
El ángel golpeó primero, algo que Teroh nunca había visto antes. Por lo general
ellos esperaban a que sus oponentes atacaran o amenazaran a un inocente antes de entrar
en acción. Desde su punto de vista cruzando la habitación pudo ver al ángel y al intruso
de perfil. Ella había introducido su espada directamente en su torso donde no encontró
ninguna resistencia cuando se hundió. El espantapájaros no se inmutó.
El ángel giró la cabeza y gritó a través de la habitación, "¡Corran! ¡Por el
nombre de Serra, corran ahora!" El personal del hospital miró a Teroh y él se encogió de
hombros. La mayoría de los heridos estaban dormitando y de todos modos pocos de
ellos estaban lo suficientemente en forma como para salir de la cama.
"Hermana," Teroh alzó la voz cuando se dirigió al ángel: "¿Qué está…?" Y se
detuvo cuando vio una bocanada de humo gris salir de la herida del pecho del
espantapájaros. Teroh se dio cuenta de que el intruso no estaba vestido de papel, su piel
estaba hecha de papel o algo muy parecido. Su pecho no había sido cortado por la
espada del ángel había sido desgarrado como pergamino.
La niebla flotó en el aire entre las dos siluetas por un momento más y luego se
abalanzó sobre el ángel. El humo comenzó a burbujear y hervir al tocar su rostro, su
cuello, sus brazos, y ella gritó, algo más que Teroh nunca había sabido que un ángel
pudiera hacer.
"Espadas," dijo mientras sacaba la suya y otros dos ángeles y un puñado de
soldados de guardia respondió.
Mientras sus compañeros se acercaban, y la niebla se agitaba y hervía a través de
su piel, el primer ángel se agitó violentamente con su espada. El arma pasó
inofensivamente a través de la niebla pero cada vez que la hoja tocó al espantapájaros su

176
piel parecida al papel se dividió y más niebla gris sopló para unirse al asalto. El ángel
siguió sufriendo agónicamente pero se negó a abandonar su puesto.
Un segundo ángel se lanzó hacia adelante con su espada. Hubo un chasquido y
un crujido y la cabeza del intruso cayó hacia atrás, conectada a su torso sólo por unos
pocos hilos como de papel. Sin embargo, su cuerpo siguió en pie y la niebla gris se
vertió de su cuello para atacar al segundo ángel.
"Dejen de cortar," gruñó Teroh pero fue demasiado tarde. Fuera lo que fuera lo
que llenaba el cuerpo del espantapájaros era cáustico y estaba carcomiendo rápidamente
la piel expuesta de los dos ángeles. Teroh agarró por el hombro a un Samita cercano y le
dijo: "Trae ropa de
cama. Toallas. Cualquier
cosa con la que podamos
envolverlo para detener
ese humo y sacarlo de
aquí."
El primer ángel
cayó donde estaba, su
rostro desnudo hasta los
huesos, y el humo no se
disipaba. De hecho,
parecía estar creciendo,
haciéndose más grande y
más espeso mientras
consumía lo que
quedaba de su primera
víctima. Teroh miró con
horror al darse cuenta de que no era humo en absoluto. Eran insectos. Millones de ellos,
cada uno del tamaño de un alfiler, despojando con sus mandíbulas la carne de los
huesos de los ángeles. Y con cada bocado se estaban volviendo más grandes.
"Fuego," gritó Teroh hacia un soldado temblando. "Necesitamos fuego." El
zumbido del pequeño enjambre se hizo más fuerte y más furioso cuando los insectos
mismos se volvieron más y más grandes. El segundo ángel cayó, poco más que un
esqueleto alado. Los bichos sobre el primer ángel ahora eran tan grandes como avispas
y Teroh pudo ver sus feroces mandíbulas trabajando mientras consumían a sus víctimas.
El Samita al que le había ordenado traer ropa de cama se acercó a ellos pero los ojos del
sanador quedaron fijos en el creciente enjambre que bloqueaba la única salida.
"Tú," dijo Teroh apuntando a un trío de soldados "y tú y tú. Esa cosa tiene que
ser conducida fuera. A la carga."
"¿Cargar, señor?"
"¡Nos va a matar a todos! ¡Maldita sea, les di una orden! ¡Ahora soldados, a la
carga! ¡Defiendan a la Orden!"
Dos de los tres soldados se abalanzaron sobre el hombre colmena desinflándose
y fueron engullidos rápidamente en la niebla gris y los voraces insectos. El tercero se
quedó congelado mientras sus compañeros morían gritando. Teroh bramó hacia el
hombre y le espetó donde estaba parado.
"Cobarde."
Los bichos eran ahora tan grandes como palomas mensajeras y comenzaron a
extenderse por todo el hospital. Nuevos gritos de dolor salieron de rostros vendados y
particiones de tela. El último ángel en la sala saltó y cortó en dos a uno de los insectos

177
más grandes. Ambas mitades se reformaron en versiones más pequeñas del original y
atacaron velozmente al ángel.
El aire se llenó con sonidos de agonía y el terrible zumbido de la colmena. Los
insectos eran tan numerosos y tan grandes que se hizo imposible ver con claridad. Teroh
sostuvo su espada con soltura en la mano y observó la aglomeración de gente gritando.
Sin embargo ya no había más filas en la sala sino sólo personas asustadas luchando por
sus vidas.
Tengo que escapar, notó Teroh. Tengo que avisar de esto a Bretath. El Mayor, a
pesar de que estaba lívido de rabia al pensar en otra retirada, supo que su pensamiento
original era correcto. La pérdida de cien, o quinientos, o mil, valdría la pena si diez mil
más marcharían para reemplazarlos.
Teroh cortó con su espada la pared de tela de la tienda a su lado y se zambulló a
través de la hendidura. Se puso de pie y miró hacia atrás al hospital pero no había nada
que él pudiera hacer por aquellos que habían quedado en el interior. Sólo podría llevar
sus muertes a Bretath y utilizarlas para reunir más tropas para la crusat.
Teroh se giró y corrió a través del campamento hacia la tienda de mando. Sin
una antorcha no vio las dos lanzas clavadas profundamente en el suelo con una cadena
tendida entre ellas al nivel del cuello. La sintió, sin embargo, cuando la cadena y las
lanzas resistieron, golpeando su laringe y derribándolo boca arriba. Teroh, ahogado,
aturdido e indefenso, miró hacia el cielo sin estrellas. Unas pisadas tranquilas y
cuidadosas se acercaron. Fuera quien fuese traía una fuente de luz en su pecho y Teroh
observó a un hombre alto y delgado con el pelo trenzado y ojos huecos inclinarse sobre
él.
"Hola, Mayor." La daga de Cadenero estaba fuera y él puso la punta de la misma
en la vena yugular de Teroh. "La Cábala está aquí y en todas partes. Este es el fin de su
crusat. Adiós, Mayor."
Cuando terminó, Cadenero limpió la daga en la hierba alta y permaneció en el
camino del este hasta que se apagó la conmoción en el santuario, la tienda de mando y
los cuarteles. Bajo su dirección, los bichos centraron su ataque contra los soldados y
permanecieron alejados de la finca y los establos. Sabía que los insectos seguirían
hartándose hasta haber consumido todo en su área inmediata haciéndose cada vez más
grandes al mismo tiempo. Luego ellos se volverían unos a otros.
Mientras el dementista esperaba practicó la creación de serpientes. Se estaba
volviendo bastante bueno en ello.
Cuando Cadenero activó el hechizo de teletransportación del Primero varias
horas más tarde y regresó a la Ciudad de la Cábala lo único que quedaba con vida en el
campamento de Teroh era una sanadora Samita inconsciente y un establo de excelentes
corceles blancos.

* * * * *

Lo primero que Kamahl vio al despertar fue a Cadenero. El Cabalista estaba


agachado sobre él y sonriendo como un buitre en la estrecha sala iluminada por velas.
"La Cábala está aquí," dijo Cadenero y Kamahl gruñó.
"¿Cuánto tiempo he estado inconciente?" El cuerpo de Kamahl se sentía pesado,
drogado y plomizo.
"Un poco más de un día. Deberías permanecer inmóvil. Has sido herido y
todavía no te has curado."

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"¿Herido?" Kamahl buscó en sus recuerdos borrosos. "Yo estaba luchando en las
puertas. Los estábamos rompiendo en las paredes. Recuerdo a un caballero brillante, y
el olor a... aire ardiente. Luego todo se volvió blanco y espeso y caliente."
"Fuiste derribado por un justicar," dijo Cadenero. "Generan un rayo justiciero o
alguna de esas tonterías. No sabemos lo que son en verdad pero si que ya nos han
sorprendido dos veces. Tú y yo vamos a tener que hacer algo al respecto."
"Estoy listo," dijo Kamahl enojadamente. Trató de levantarse pero sólo su
cabeza lo logró desde la almohada.
"No, todavía no lo estás. Quédate quieto o nunca sanarás." Kamahl levantó los
brazos. También se sentían pesados y pudo ver cicatrices gruesas subiendo por ambos
antebrazos. ¿O eran callos? Había un olor nauseabundo en la habitación que a él le
hacía aún más difícil concentrarse.
"He venido a mostrarte algo," dijo Cadenero. "Hemos estado esperando durante
horas. Tú no eres una de esas personas que saltan de la cama listo para el nuevo día,
¿verdad?"
"Mis brazos se sienten mal," dijo Kamahl. "Mi pecho es demasiado pesado.
¿Acaso he respirado algo de ese ‘lo que sea’ justiciero? Me siento como sin aliento."
"Estabas en muy mal estado. No podía dejar que esos tontos de la Orden te
llevaran y no confiaba en nuestras propias sanguijuelas para remendarte bien."
Kamahl parpadeó. "¿Así que quién me sanó?"
"Yo lo hice," dijo Cadenero con orgullo. "He arreglado que trajeran el Mirari
aquí para que pudiera utilizarlo para sanarte. Lo hice funcionar como un amuleto,
también."
"¿El Mirari? ¿Dónde está?"
"De nuevo seguro en su bóveda," dijo el Primero. Había estado escondido detrás
de Cadenero pero en ese momento dio un paso delante de la camilla de Kamahl. "Fue
hermoso verlo, sin embargo. Cadenero sigue siendo una de las pocas personas que
pueden tocar el Mirari y utilizarlo sin destruir todo a su alrededor."
El bárbaro giró su cabeza y trató de respirar tan superficial como pudo. El
Patriarca de la Cábala era la fuente del olor nauseabundo. ¿O era él? Kamahl se dio
cuenta de que su rostro también había sido quemado y se sentía fuerte y calloso como
sus brazos. Cuando el Primero se volvió a retirar detrás de Cadenero Kamahl todavía
siguió oliendo a algo contaminado. Inmundo. Con una creciente sensación de temor se
dio cuenta de que el olor venía de él.
"¿He sido convertido en zombi o simplemente estoy gangrenoso?" preguntó en
serio. Cadenero rió.
"Nada de eso. Ese es un efecto secundario de mi tratamiento. Debería ser
temporal."
La cabeza de Kamahl se estaba despejando rápidamente. "¿Tu tratamiento?
¿Desde cuándo eres un sanador?"
"Desde nunca. Pero soy un hacedor. Hago cosas, cosas vivas. Y con la ayuda del
Mirari fui capaz de rehacerte. En lugar de una criatura completa sólo he creado las
partes que necesitaba. La sanguijuela me ayudó a injertarlas en su lugar pero creo que
estarás de acuerdo que fue un trabajo sin fisuras."
Kamahl volvió a levantar sus brazos pesados. Sintió más callos en su pecho, sus
pies y en las profundidades de las costillas de su lado izquierdo. "Más luz," dijo y
Cadenero amablemente acercó aún más la vela.
Las manos de Kamahl estaban cubiertas de una rígida piel de serpiente de cobre
que se había convertido en y fusionado con su piel normal. La nueva piel era casi lisa y
el patrón era delicado pero Kamahl podía sentir la dureza de las escamas individuales.

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Los bordes de cada escama eran agudos. Kamahl hizo correr el dedo por debajo de una
de ellas y el dedo salió sangrando. Miró a su propia sangre por un momento luego
impotentemente hacia arriba a Cadenero.
"¿Me convertiste en una serpiente?"
"No," le reprendió Cadenero, "por supuesto que no. Tapé algunos agujeros y
mejoré unas cuantas superficies. Estas respirarán y crecerán al igual que la piel normal.
Pero son aún más resistentes que las cosas que has perdido. Cualquier cosa menor que
una estocada completa de una espada simplemente rebotará." Sonrió. "¿Qué piensas?"
"Sácamelo." Kamahl habló con calma pero con fuerza. "Ahora."
Cadenero se mostró aplastado. "Pero... no puedo. Es un injerto permanente."
"Yo no pedí por él. No lo quiero."
"Estás cansado," dijo el Primero volviéndose a adelantar. "Necesitas algún
tiempo para adaptarte. Es un cambio importante, después de todo, y…"
"Traigan el Mirari aquí," dijo Kamahl, "y deshagan lo que hicieron."
La voz del Primero creció fría como una tumba. "Me temo que esa sugerencia no
es una posibilidad. También es remarcablemente ingrata."
Kamahl cerró los ojos. "Ninguno de los dos lo entiende," dijo. Se estiró
repentinamente y tomó a Cadenero por la pechera de la camisa sosteniendo su nueva
piel en frente de su cara con la mano libre. "Nosotros, los bárbaros, no hacemos este
tipo de cosas. Córtame el brazo y tendré que aprender a luchar con una sola mano.
Sácame los ojos y tendré que aprender a luchar a ciegas. Esto," soltó a Cadenero y
sacudió sus puños escamosos a su amigo, "es una abominación. Va en contra de todo lo
que siempre he creído." Bajó los brazos y continuó: "Lo siento, Cadenero, pero has
cometido un error. Gracias por tu regalo pero no voy a aceptarlo."
"Deberíamos dejar que Kamahl descansara un poco," dijo el Primero. "Duerme,
bárbaro. Todo será diferente por la mañana." Y se deslizó fuera de la habitación sin
decir una palabra más o lanzar una segunda mirada.
"Estás realmente enojado," dijo Cadenero.
"Enojado no, Cadenero. Serio."
Cadenero negó con la cabeza. "Lo siento, Kamahl. En verdad. El Primero tiene
razón." El Cabalista siguió el camino de su patriarca pero se dio la vuelta para poder
echarle un último vistazo a Kamahl. "Deberías dormir un poco. Hablaremos más en la
mañana y veré acerca... Veré que puedo hacer."

* * * * *

Kamahl permaneció en silencio durante las siguientes horas mientras crecieron


su ira y su frustración. No podía soportar la idea del regalo de Cadenero. La piel de
serpiente le picaba y le irritaba su áspera piel natural en donde las dos se tocaban. Ya
podía sentir cómo la piel artificial le nublaba sus reflejos y silenciaba los mensajes que
el resto de su cuerpo enviaba continuamente a su cerebro. Lo peor de todo, lo marcaba
como un cobarde y débil que ni siquiera podía superar sus propias heridas sin piezas de
repuesto de la pesadillesca despensa de la Cábala.
El no podría soportarlo, no lo soportaría. Kamahl dejó vagar su mente para que
volviera al tiempo de su entrenamiento a los pies de Balthor, al espacio de su hogar en
las Montañas Párdicas. Las Párdicas no era la cadena montañosa más alta en el
continente pero era una de las más profundas. Las leyendas tribales decían que las
Párdicas se introducían hasta el centro del planeta donde la temperatura era tan caliente
que los elementos y el maná por igual se combinaban en una refulgente bola al rojo vivo
de fuego y roca fundida. Kamahl luchó para controlar la energía que estaba reuniendo.

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Ese sería un hechizo extremadamente difícil bajo condiciones ideales. Así las cosas,
Kamahl necesitaría cada gramo de concentración que pudiera reunir para no inmolarse
por completo.
Se miró las manos y centró sus pensamientos en la sensación de la piel ajena. La
misma sensación retumbó en su costado, en sus piernas, en su rostro, en todos los
lugares en donde Cadenero le había tratado. Aisló esas sensaciones, esas partes de su
cuerpo y esas capas de piel que ya no eran suyas.
En el idioma nativo de Kamahl había una palabra para el acto de esterilización y
sellado de una herida con fuego. La palabra era "cachede", y Kamahl la pronunció en
ese instante.
El enorme bárbaro gruñó y apretó los dientes cuando todos los injertos de piel de
serpiente estallaron en llamas al mismo tiempo. No podía recordar claramente el dolor
de la lesión original pero estuvo seguro de que aquello fue mucho peor. El hedor
horrible a carne quemada llenó la habitación y el humo nocivo le picó los ojos. Kamahl
apretó los puños mientras estos ardían sosteniéndolos en alto para que no se encendieran
la ropa de cama. Cuando la última de las escamas desapareció los fuegos en el cuerpo
de Kamahl chisporrotearon y murieron. El permaneció quieto en completa agonía por
un momento, luego se empujó a sí mismo fuera de la cama y comenzó torpemente a
bañar sus heridas frescas con agua de la cuenca situada en la cabecera. Viviré, se
prometió para sus adentros. Sanaré. Volveré a luchar bajo mi propio poder, en mis
propios términos.
Y dejaré este lugar con el Mirari en mi puño o no lo dejaré en absoluto.

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Capitulo 22

Cadenero se trasladó a sus nuevas y lujosas habitaciones en la mansión del


Primero y se arrojó a sus nuevas funciones. La crusat de la Orden se transformó en una
guerra en toda regla a raíz de la visita de Cadenero al campamento y el Primero le
encargó a Cadenero llevar las hostilidades a una conclusión rápida. Mientras que el
Primero lidiaba con airados comunicados de los oficiales de más alto rango de la Orden,
Cadenero respondería al notable aumento de asaltos crusat en la región. Los asaltantes
aún no eran lo suficientemente numerosos como para montar otro ataque contra la
Ciudad de la Cábala. En cambio, pequeñas bandas de soldados y oficiales estaban
aterrorizando a las fortalezas menores de la Cábala en el norte de Otaria, especialmente
aquellas que tenían instalaciones de pozos. Así que Cadenero tenía muy poco tiempo
para pensar en la traición de Kamahl. El bárbaro, pocos días después de mutilarse a sí
mismo, empacó sus cosas y dejó las cámaras del sanguijuela en piernas que casi no lo
podían soportar. Cadenero se dio cuenta de cuán completamente Kamahl le había dado
la espalda a la hospitalidad de la Cábala. Se preguntó qué clase de locura llevaría a un
hombre a escupir sobre sus anfitriones y hacer enemigos de sus amigos más cercanos.
Lo último que Cadenero oyó hablar de su ex compañero fue que estaba alquilando una
habitación en una posada cerca de los muelles, donde los alquileres eran bajos y la
interacción entre el propietario y el inquilino mínima.
Obviamente nada de eso importaba en el gran esquema de las cosas. Kamahl
había insistido en ser tratado como cualquier otro competidor en los pozos y la Cábala
quedaría encantado de complacerlo. Cuando el fuera en busca del Mirari caería bajo
Cadenero como cualquier otro retador sin nombre.
Las nuevas habitaciones de Cadenero eran grandes y suntuosas pero no tenían
muebles aparte de una silla y un catre para dormir traído de su habitación en la
academia de Skellum. Había traído
el camastro ya que le recordaba a
su mentor y no porque lo
necesitara. El sueño le llegaba en
ráfagas cortas y repentinas y, a
veces, no le llegaba en absoluto.
Mejor así, pensó. Tenía
muy poco tiempo para dormir de
todos modos. El Primero había
enviado pergaminos y tomos para

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que él revisara y el Maestro de los Juegos añadía regularmente pilas de fechas y
emparejamientos para los próximos juegos. Cadenero también había pedido un poco de
material de lectura adicional por su cuenta pero todos los pergaminos, libros pesados y
hojas sueltas de papel yacían en un montón confuso en la esquina de la habitación más
pequeña. El Cabalista lo había leído todo y retenido un poco de ello pero había
preferido pasar su tiempo preparándose para la batalla. Creó serpientes o cadenas con
plomadas y las arrojó agresivamente a enemigos imaginarios mientras corría y rodaba
por las habitaciones vacías.
Todos ellos estaban viniendo por el Mirari, él lo sabía, todos ellos. El Primero
había quedado tan encantado con el uso que Cadenero había echo de la esfera sobre
Kamahl que lo había nombrado como su guardián oficial. Esta se mantenía oculta en
una bóveda protegida que sólo se abriría si Cadenero y el Primero pronunciaban el
encantamiento correcto en el mismo momento exacto estando parados lado a lado fuera
de la puerta, pero a nadie se le permitió jamás tocar el Mirari más que a Cadenero, ni
siquiera al Primero mismo. Mejor aún, cuando comenzaran los juegos del Mirari,
Cadenero representaría a la Cábala y, en caso de ganar el torneo, obtendría el derecho a
portar el Mirari permanentemente del mismo modo en que ahora portaba su daga e
incensario. Una victoria para la Cábala significaría una victoria para Cadenero y
viceversa.
Cadenero creó impulsivamente dos enormes anacondas con dientes de sable y
las puso a luchar una contra la otra. Quería ver que pasaría cuando trataran de
exprimirse entre sí hasta la muerte. Mientras las serpientes se enroscaban una alrededor
de la otra como un garrote trenzado el dementista dejó que su mente vagara de nuevo a
la sensación de sostener el Mirari en sus manos, de tener un poder inimaginable
literalmente en las yemas de sus dedos.
Cadenero se había erguido sobre el cuerpo dormido de Kamahl con el Mirari
apretado entre sus palmas. En su mente había visto a un hombre serpiente bípedo con
escamas de cobre de pie junto a Kamahl. Las dos imágenes se deslizaron juntas hasta
que fueron dos espectros superpuestos ocupando exactamente el mismo espacio. El
cuerpo del hombre serpiente se desvaneció con excepción de las áreas que
correspondían a las heridas de Kamahl. Cadenero sintió la primera ola gigantesca de un
océano interminable de poder salir fluyendo del Mirari e introducirse en su cabeza. Algo
cambió profundamente en su cerebro y cuando abrió los ojos el Primero estaba radiante,
y Kamahl había vivido, piel sana lista para los hechizos de injerto de la sanguijuela.
Extraer el poder del Mirari era diferente a estar en el espacio de demencia,
diferente incluso a estar en comunión con Kuberr. El Mirari era su propio poder y no se
mezclaba o compartía con la persona que lo sostenía. La esfera era más como una
batería infinita en busca de una voluntad a través del cual poder enfocarse y liberar su
energía.
Cadenero supo que el Mirari podría cambiar el mundo pero no podría decidir
cómo hacerlo por su cuenta. Tomar esa decisión y liberar el poder había sido fatal para
todos menos para él y Cadenero estaba muy orgulloso de eso. El no sólo era el único ser
vivo que lo había usado sino que también era el único que podría hacerlo. Era suyo para
emplearlo, suyo para usarlo en nombre de la Cábala. El artefacto mismo se lo había
dicho la primera vez que él lo había visto y todo lo que le había mostrado se había
hecho realidad. Tan pronto como él aniquilara a la Orden y ganara el Mirari para sí
mismo en los juegos su destino estaría completo.
Un suave golpe en la puerta y un llamado de "¿Maestro?" interrumpieron su
entrenamiento.

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El Maestro Cadenero había ganado ese rango al completar con éxito el shikar y
el Primero se lo había conferido formalmente a raíz de la crusat. Hizo desaparecer a las
dos anacondas, tocó la pared de mármol pulido para volver a tierra, y respondió.
"La Cábala está aquí." Estaba aprendiendo a controlar los cambios físicos que
causaban sus poderes. Si se concentraba podía cancelar el eco musical de su voz pero
había tenido menos éxito en el control de la apariencia de sus ojos.
Una joven chica rubia entró vacilante portando un estuche ónix de pergamino.
"El Primero y el Embajador Laquatus esperan su presencia," dijo sin mirar nunca a
Cadenero.
El supuso que sus ojos estaban actualmente vacíos. ¿El también había sido tan
tímido a su edad? ¿Tan miedoso? "Gracias, hermana menor," dijo. Ella sonrió al
reconocer su bondad pero siguió pareciendo acobardada, aterrada. Tal vez sólo había
sonreído para evitar antagonizar con él. Cadenero sintió la necesidad de enviarle una
serpiente de cascabel deslizándose sobre sus pies calzados con sandalias, una pesadilla
escupidora de veneno de ojos brillantes que la golpearía pero nunca la mordería, que la
seguiría a todas partes y se introduciría debajo de su almohada mientras durmiera,
haciendo sonar todo el tiempo su cascabel.
Dejó a un lado la tentación. Tenía negocios con el Primero y, además, estaba
seguro de que la mensajera se quebraría en menos de dos días. No valía la pena el
esfuerzo de la creación de la serpiente desde un principio.
"Si usted está listo, Maestro, le llevaré a los mismos."
"Estoy listo, hermana menor. Guíame."
Cadenero vio la sombra de un grueso cuerpo con escamas moviéndose a través
del pie de la mensajera pero ella no reaccionó ante su toque. Él parpadeó con fuerza y la
serpiente de cascabel desapareció. "¿Estás bien, hermano mayor?"
"Dije que me guíes," le espetó Cadenero. De repente estaba irritable. ¿Era la
falta de sueño? Se prometió que descansaría un poco tan pronto como él y el Mirari le
presentaran su nuevo familiar a Laquatus.
Cadenero fue llevado a una habitación pequeña y cómoda fuera de la bóveda que
contenía el Mirari. Fue recibido calurosamente por el Primero y Laquatus pero el
embajador se enfureció visiblemente cuando se le ordenó que se quedara detrás mientras
los Cabalistas tomaban la esfera. Cuando Cadenero volvió a entrar en la sala que
contenía el Mirari Laquatus lo miró con avidez. "Embajador," dijo Cadenero. "quiero
pedirle disculpas por el retraso en nombre del Primero y la Cábala. Ahora, según lo
acordado, le presento al reemplazo de Turg." Cadenero utilizó el Mirari como lo había
hecho con Kamahl, sosteniéndolo apretadamente entre sus manos con los ojos cerrados.
Había puesto una gran cantidad de ideas de antemano en el hechizo con un aporte
constante y un perfeccionamiento del Primero. Cada detalle había sido meticulosamente
planeado. Liberar a la criatura real fue casi un pensamiento de último momento.
Cadenero vio con claridad a la criatura en su mente. Era un humanoide de mediana
estatura con cinco extremidades sin dedos y la musculatura bien definida de un nadador
competitivo. Su cuerpo no tenía pelos ni rasgos, una superficie ininterrumpida sin
aberturas para los ojos, la nariz, los oídos o la boca. Era de un color negro como un
hematoma, un oscuro y tenebroso púrpura que era un eficaz camuflaje tanto en las
sombras de la ciudad como en las profundidades sin sol del mar. Sin embargo, con una
luz muy brillante directamente detrás de él se podía ver que era parcialmente translúcido
sin huesos reconocibles u órganos internos de ningún tipo. En el ojo de su mente,
Cadenero vio un collar salir y encontrar el cuello del hombre sin rasgos distintivos. El
notó con satisfacción que la figura no se resistió, ni arañó, ni reaccionó de ninguna
manera al collar. Parecía tan cómodo con él como sin él.

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Cadenero le dio un suave tirón a la correa mental. La criatura dio un solo paso
hacia adelante y desapareció. El Cabalista abrió los ojos y la figura púrpura estaba
parada en el centro de la habitación, rodeada de vapor como una langosta fresca sacada
de la olla.
"Embajador
Laquatus." Dijo Cadenero
presentando al hombre sin
rasgos con un gran gesto
de su mano golem.
"Conozca a su nuevo
familiar. Le llamo Burke."
Laquatus inspeccionó al
nuevo arribado y se
mostró claramente
impresionado.
"Rápido. Llámelo
por su nombre," dijo
Cadenero. Laquatus puso
las manos en sus caderas
obviamente escéptico de
todo el asunto.
"Ahora. Él necesita
que usted le deje su huella como su amo o vamos a tener que volver a empezar."
"Burke." Dijo Laquatus disparándole al Primero una mirada sufrida mientras
escupía el nombre fuera. "Atiende a tu maestro."
Burke respondió al sonido de su nombre enfrentando a Laquatus y luego
cayendo de rodillas con la cabeza inclinada y los puños en el suelo.
"Al menos conoce su lugar," dijo Laquatus. "Pero ¿qué otra cosa puede hacer?"
Cadenero había esperado esa reacción de Laquatus y sonrió con paciencia.
"Bueno," dijo, "usted ha especificado obediente, poderoso, y anfibio. Burke es todas
esas cosas. Puede ver lo rápido que responde a su voz. Y no necesita respirar así que
tanto la tierra como el mar son accesibles a él."
"Pero, ¿qué hace?" repitió Laquatus. "El ser obediente y anfibio no me hará
ningún bien si no hay poder que los respalde. Él tiene que ser mi nuevo siervo, mi
campeón en los pozos. ¿Cómo combate?"
Cadenero sonrió de nuevo. "Tal vez sería mejor una demostración." Echó un
vistazo a la habitación. "Si me sigue a una habitación con un poco más de espacio,
embajador, estoy seguro de que Burke satisfará sus inquietudes."
"Si me permiten," les interrumpió el Primero, "Me despediré de ustedes ahora.
Cadenero, devolvamos el Mirari a la bóveda para que tu y Laquatus puedan probar su
nuevo siervo." Laquatus volvió a poner mala cara cuando Cadenero y el Primero lo
dejaron para que se familiarizara con Burke mientras ellos alejaban su tesoro.
"¿Ha funcionado, Maestro Cadenero? ¿Has creado exactamente lo que
acordamos?"
"Exactamente, Patriarca."
"Extraordinario. Convence al embajador de que acepte su regalo y envíalos a los
dos en camino. Ven a mis recámaras cuando hayas terminado. Me gustaría hablar de tu
estrategia para la defensa de los pozos menores entre hoy y los juegos."

186
"Iré directamente, Patriarca." Ellos restituyeron el Mirari, sellaron la bóveda y el
Primero se marchó arrastrando a sus asistentes detrás de él. Cuando Cadenero regresó a
la sala de conferencias Laquatus estaba mirando la cara en blanco de Burke.
"¿Puedo tocarlo? ¿Es por lo menos cáustico?"
"Síganme, por favor. Y no, Embajador, me temo que no. Todo el cuerpo de
Burke está compuesto de nada más que un denso gel inerte." Le explicó guiando a
Laquatus por el pasillo hacia uno de los pozos privados, versiones más pequeñas de la
arena principal para demostraciones y combates privados.
"¿Inerte? ¿Quiere decir que no hace nada?"
"Quiero decir que no interactúa con nada. Una gota del material de su cuerpo
que cayera en su piel o en su sangre no le perjudicaría más que una gota de aceite. Sin
embargo el gel es extremadamente resistente. La espada o daga más filosa podrían
perforar su piel pero la cuchilla se romperá antes de que pueda introducirse más
profundamente."
"Creo que se está perdiendo las ventajas de su cuerpo, Embajador. Él no tiene
huesos que se quiebren, ni órganos que se desgarren. No respira por lo que no puede ser
estrangulado. No tiene ojos por lo que no puede ser cegado. No tiene poros lo que
significa que no hay manera de que su piel absorba sustancias irritantes. No tiene
ningún sistema circulatorio por lo tanto no hay manera de que enfermedades o venenos
puedan extenderse dentro de su cuerpo. Prácticamente todos los ataques a los que se
enfrente en los pozos fracasarán simplemente porque no funciona como un cuerpo vivo
normal. El cuerpo de Burke sólo es un recipiente para su mente y su mente es un
recipiente para sus órdenes."
"No funciona con normalidad," repitió Laquatus. "¡No parece funcionar en
absoluto! Todo lo que me has dado es una criatura defensiva, un guardaespaldas. Y voy
a repetirme. Necesito un siervo, un campeón luchador."
Llegaron a la puerta cerrada que llevaba a un pozo privado y Burke se estiró
hacia delante para sujetar la puerta y dejarlos pasar. "Gracias," dijo Cadenero y
Laquatus refunfuñó.
"Maestro Cadenero, sinceramente espero que usted no haya creído que yo vaya a
ser amable con este sirviente cada vez que me asista."
"No, Embajador. La Cábala nos enseña a ser corteses con todos nuestros
invitados, incluyendo sus siervos. Y Burke es ahora del todo suyo."
"Un gran tesoro que aún no he recibido," dijo desagradablemente Laquatus. "Y
no has contestado a mi pregunta. ¿Cómo combate? Y más concretamente, ¿cómo gana?"
"Ahora que estamos aquí," dijo Cadenero, "yo puedo responder a su pregunta. Y
créame, a usted le va a encantar."
"Ya veremos."
"Ordénelo que se coloque en el centro de la habitación, por favor." Como
Laquatus repitió la orden y Burke se movió Cadenero continuó. "De ahora en adelante
él solamente responderá a usted. Después de unas semanas usted ni siquiera necesitará
hablar. Será como si él escuchara sus pensamientos." Cadenero observó con atención a
Laquatus pero el tritón mantuvo una expresión neutral. "¿Esa no será una sensación
interesante? ¿Hablar sin mover los labios?"
"Los bufones imperiales han estado haciendo ese truco por mil años," dijo
Laquatus. Aún así Cadenero creyó ver el destello más elemental de un reconocimiento.
"Por supuesto. Mis disculpas. Estoy seguro de que los Mer aprendieron a hablar
en silencio hace generaciones. Hace que sea más fácil emitir órdenes en el fondo del
mar."

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Laquatus estaba mirando fijamente a Cadenero como si acabara de darse cuenta
de que había un significado más profundo a las bromas ocasionales del Cabalista.
"Usted ha hablado de una demostración, Maestro. Estoy esperando."
"Claro que sí. A los efectos de la demostración voy a poner a Burke en contra de
un grupo mixto de criaturas del mar y habitantes de la tierra."
"Una idea excelente. Pero ese es un término ofensivo para algunas tribus de
tritones."
"No quise ofender," dijo Cadenero. "Hay tantos tipos de criaturas marinas en el
océano que a veces tengo problemas para seguir todas sus costumbres. Sería mejor para
todos en Mer que pudieran unirse detrás de un solo líder, ¿no cree?"
Laquatus lo miró intrigado pero su voz sonó sospechosa. "Me gustaría tener la
oportunidad de discutir la situación actual en Mer con usted. Posteriormente. Pero ahora
mismo… ¿mi demostración?"
Cadenero asintió con la cabeza, y con un movimiento invocó cuatro monstruos
hostiles a través de la habitación hacia Burke. Una serpiente marina de seis metros se
agitó violentamente, obligando a un tigre de largos cuernos a saltar a un lado y acechar
a Burke desde su izquierda. Un murciélago de un metro con ocho patas de araña aleteó
y chilló locamente alrededor del techo y una enorme orca asesina bípeda se movió
lentamente más cerca del hombre de gel. Burke permaneció impasible con los pies
firmemente plantados en el suelo cuando todas las criaturas se orientaron hacia él y
comenzaron su ataque.
"Ordénele que los mate a todos," dijo Cadenero. Laquatus se encogió de
hombros.
"Burke," entonó. "Este es tu maestro. Destruye a tus atacantes."
El tigre fue el primero en saltar, trecientos veinte kilos de colmillos gruñendo,
cuernos relucientes y afiladas garras. Burke se quedó congelado cuando el enorme gato
cayó sobre él y, a continuación, con un movimiento tan rápido que ni siquiera Cadenero
pudo seguirlo, se agachó por debajo de las patas extendidas del tigre y hundió su brazo
hacia arriba hasta el hombro dentro del vientre de la bestia. Burke envolvió su otro
brazo alrededor de la parte superior del torso del tigre y lo estrelló de cabeza contra el
suelo de piedra con una combinación brutal de poder y equilibrio. El cráneo del tigre
crujió y este desapareció de la habitación.
Luego Burke volvió su rostro sin ojos hacia el techo y extendió su brazo hacia el
murciélago araña. El gel en su brazo se suavizó y se expandió mientras el se estiraba,
duplicando y luego triplicando la longitud del apéndice hasta que el murciélago fue
atrapado en la esquina superior de la habitación. La mano de Burke se hundió y onduló
cuando el murciélago trató de esquivarlo pero él rápidamente atrapó a la criatura rabiosa
por el cuello. Su brazo volvió a su tamaño y forma natural en un latido de corazón
dejando que el murciélago cayera muerto en el suelo. La cabeza de la criatura quedó
apretada en la mano de Burke hasta que ambas partes del cuerpo del murciélago
desaparecieron.
La criatura ballena estaba mejor dotada para combatir en tierra firme que la
serpiente y fue la primera que llegó a Burke. Agarró al siervo del embajador como una
muñeca con ambas manos y lo introdujo profundamente en su boca. La criatura mordió
con sus enormes mandíbulas una vez, dos veces, y luego tiró la cabeza hacia atrás como
un tiburón para tragar los trozos de su comida sin necesidad de masticarlos. Se giró
hacia Cadenero y Laquatus, extendió sus brazos, y rugió desafiante.
"Bueno, eso fue divertido," dijo Laquatus. "Tal vez deberíamos olvidar que esto
pasó alguna vez y usted puede hacerme…"
"Tres, dos, uno," dijo Cadenero. "Ahora."

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Un puño amoratado emergió del esternón de la ballena. Esta rugió y trató de
arrancarse el brazo de Burke del interior de su cuerpo pero el hombre de gel resistió y la
criatura sólo consiguió sacar completamente a Burke fuera de su garganta. El rostro
inexpresivo de Burke no mostró ninguna reacción ante la capa de sangre y bilis que lo
recubrió. La monstruosidad ballena, herida de muerte, cayó sobre su espalda y pronto
desapareció.
"Solo queda uno," dijo Cadenero.
La serpiente de mar había encontrado por fin algo de tracción y onduló hacia
Burke con sus fauces abiertas de par en par. Burke consideró las mandíbulas y luego dio
un salto hacia adelante. Su cuerpo despatarrado se encontró con la cabeza de la
serpiente acercándose y Burke se salpicó contra la cara del monstruo como un pedazo
de fruta madura. Para la visible sorpresa de Laquatus la mancha sin forma de gel se
ajustó a sí misma y se expandió voluntariamente a lo largo de la boca y la nariz de la
serpiente hasta que ambas vías respiratorias fueron bloqueadas. La serpiente sacudió la
cabeza con violencia en un intento de deshacerse de su torturador pero el gel se aferró
apretadamente y no pudo ser arrojado fuera. La lucha de la serpiente se hizo más lenta,
luego débil, luego se detuvo por completo. Burke se reformó en su forma humanoide
sólo cuando ella desapareció de debajo de él.
"El es aún mejor bajo el agua," dijo felizmente Cadenero. "Puede sofocar
branquias con tanta facilidad como pulmones. El principio es exactamente el mismo
impedir que el aire entre en el cuerpo."
Burke se mantuvo quieto y en silencio, esperando su próxima orden. Laquatus
comenzó a aplaudir inexpresivamente, un lento aplauso medido que le dio tiempo para
pensar.
"Absolutamente maravilloso," dijo Laquatus. "Perdóneme, Maestro. No aprecié
completamente el valor de su regalo."
Cadenero sonrió amablemente. "No, en absoluto Embajador. Un hombre de su
posición tiene tantas tareas que hacer que necesita de un siervo fiable para que las lleve
a cabo. La Cábala siempre está dispuesto a ayudarle."
Laquatus seguía mirando a Burke, su mente agitándose furiosamente.
"Estoy seguro," continuó diciendo Cadenero, "de que encontrará de inmediato
algo útil para que Burke haga."
Eso llamó la atención de Laquatus. "Hay muchas maneras en las que podría
emplear un campeón así. Algunas son más urgentes que otras."
"Yo también tengo asuntos urgentes que atender. Asuntos mucho menos
agradables que reunirme con usted, Embajador. Me pregunto si vamos a discutir juntos
estos asuntos, ¿podríamos encontrar una manera de ayudarnos entre sí como lo hemos
hecho hoy?"
"Yo estaría muy interesado en encontrar la respuesta a esa pregunta, Maestro
Cadenero. Daría la bienvenida a la ayuda de la Cábala y a la oportunidad de ayudar a la
Cábala a cambio."
"Tal vez deberíamos volver a vernos antes de que usted vuelva debajo del mar.
Esta noche, por ejemplo. ¿Durante la cena?"
"Sería un honor. Venga a mi embajada esta tarde y hablaremos del futuro."
"Así lo haré. ¿Embajador?"
"¿Sí?"
"He oído cuentos maravillosos sobre las grandes bibliotecas de Mer. ¿Es cierto
que datan de miles de años?"
"Absolutamente cierto."

189
"Y si usted tuviera acceso a otros determinados... documentos especiales... ¿un
hombre de su talento podría destapar un secreto que ha estado oculto durante
generaciones?"
"Sería un placer tratarlo. Más, sería mi deber. Usted me ha hecho un gran
servicio aquí hoy, Maestro Cadenero."
Cadenero le ofreció la mano al embajador y después de una sonrisa cómplice él
la tomó.
"El Imperio y la Cábala," dijo Cadenero. "Que sus intereses siempre coincidan."

190
Parte IV

Maestro

191
192
Capitulo 23

M
"¿ aestro Cadenero?"
Cadenero se sobresaltó y buscó al orador. Estaba en sus habitaciones privadas
con las manos en posición de lanzamiento enfrentando a la esquina de la sala. Deidre
estaba en su puerta, todas las miradas y los bordes afilados. Ella parecía más nerviosa y
tímida de lo que Cadenero la había visto jamás. Parecía más baja y más ligera pero
todavía tenía los ojos, el pelo, los dientes y las uñas.
"Pensé que estabas muerta," dijo él. Bajó los brazos e hizo una reverencia.
"Oh. Eem, Maestro, el Primero requiere su presencia." El rostro de Deidre
comenzó a ablandarse y derretirse, corriendo como cera de vela.
"No te vayas," dijo Cadenero con urgencia. Su visión se empañó y en el lugar de
Deidre estaba parada Fulla. La mujer sonrió salvajemente y chasqueó los dedos
lentamente delante de la cara de Cadenero.
Cadenero sacudió la cabeza para despejarla. Fulla se había desvanecido. Skellum
estaba parado delante de él con el sombrero bajo el brazo, sus ojos brillantes y
confiados.
El estómago de Cadenero se congeló cuando vio a Skellum. El fresco dolor por
la muerte de su mentor le dijo a Cadenero que la aparición delante de él era mentira. La
ira revolvió el dolor y pronto superó el dolor de Cadenero.
"Recuérdame," dijo Skellum.
Cadenero agitó la mano airadamente para ahuyentar al fantasma. Cerró los ojos
con fuerza y luego los volvió a abrir. La única otra persona en la habitación era la
pequeña mensajera rubia asustada. ¿Acaso ella no había sido mordida por una serpiente
de cascabel? Cadenero se estiró hacia la pared pero su percepción de la profundidad le
falló y casi cayó al suelo.
"¿Hermano mayor?"
Cadenero se vio apuntalado entre la pared y las manos de pájaro de la mensajera.

193
"No he dormido. ¿Qué día es?," dijo él poniéndose recto y sacudiéndose una
capa imaginaria de polvo. El Primero querría verle por el nuevo siervo del embajador.
¿O él ya había visto al Primero sobre el nuevo siervo del embajador? Era algo sobre el
siervo del embajador, pero algo nuevo.
La mensajera lo estaba mirando con una mezcla absolutamente hilarante de
piedad y temor. Cadenero rió y se apartó de la pared.
"Siempre pon esa expresión," dijo Cadenero. "Te queda bien."
"Sí, hermano mayor." Ella le dio un suave empujón y lo guió hacia la puerta.
Ahora lo recordaba. El Primero quería preguntarle exactamente cuánto control
tendrían ellos sobre Burke ahora que este estaba unido al embajador. Era una cuestión
simple y no tomaría más de una hora. El descansaría cuando regresara, se obligaría a
hacerlo. No era que él estaba cansado, por supuesto. Él sólo quería dejar de pensar por
un rato. Sus pensamientos estaban comenzando a entrometerse en su diversión al igual
que la crusat se había entrometido en su tiempo en los pozos.
Observó la parte posterior de la cabeza de la mensajera mientras caminaban y se
sintió más y más despejado con cada paso repetido que ellos dieron.

* * * * *

"El embajador ha expresado su satisfacción por sus esfuerzos, Maestro


Cadenero. Otro trabajo bien hecho."
"Gracias, Patriarca."
"Entiendo que la demostración fue bastante impresionante."
"Fue gloriosa, Patriarca. Burke la realizó aún mejor de lo que esperábamos."
"¿Y él todavía está bajo tu influencia?"
"Sí. Él está unido a Laquatus y obedecerá cada orden del embajador. Pero su
esencia es de la Cábala. La magia de la Cábala, los métodos de la Cábala. Es el esclavo
de Laquatus pero también un miembro activo de la Cábala."
"¿Y si quisieras podrías hacer otro?"
Esto sorprendió a Cadenero con la guardia baja. "Supongo que sí, Patriarca. Sí.
Si tuviera el Mirari para darle poder al hechizo un segundo Burke sería tan potente y tan
real como el original."
"Extraodinario. Vayamos a retirar el Mirari de la bóveda. Me gustaría que crees
un duplicado del familiar del embajador para mí."
Cadenero sintió formarse una idea y los primeros estremecimientos de
anticipación ante un gran desafío. "Tal asistente sería más durable que los seres
humanos que usted tiene."
"Precisamente. Y en estos tiempos difíciles tengo que moverme rápidamente. Mi
séquito de guardias y asistentes es demasiado grande y difícil de manejar. Si pudiera
reemplazar a la mitad de ellos, incluso a una tercera parte, con un único organismo,
sería un gran ayuda para mi trabajo."
"Sería un placer, Patriarca."
"Por supuesto que serás recompensado por este servicio. ¿Hay algo que desees?
Si está dentro de mi poder será tuyo."
"No puedo pensar en algo en este momento, Patriarca."
"Bueno, piénsatelo. Pero ahora vayamos a la bóveda."
Mientras regresaban, con Cadenero trayendo el Mirari reverentemente entre sus
dos manos, el Primero acribilló a este con preguntas acerca de las habilidades de Burke
y este le informó debidamente las respuestas. Cadenero nunca antes había visto al
Patriarca de la Cábala tan emocionado, gesticulando enfáticamente y agitando los

194
brazos. Sus asistentes debieron esforzase mucho para mantenerse cerca sin ser rozados
accidentalmente.
De vuelta en la habitación del Primero, Cadenero pidió por espacio, y el
Patriarca hizo que sus guardias y asistentes se apretaran contra el rincón más lejano de
la habitación. El Primero esperó ansiosamente frente a sus siervos y Cadenero se paró
entre ellos. Sostuvo el borde de su mano izquierda contra su estómago con el Mirari
flotando sobre su palma. Levantó su mano de metal con la palma hacia abajo sobre el
Mirari y cerró los ojos. Permaneció en esa posición y se concentró durante mucho
tiempo hasta que algunos de los guardias más valientes empezaron a quejarse y empujar
a la gente a su alrededor. El momento había llegado, se dijo. Aquello era para lo que él
se había estado preparando. Era hora de impresionar verdaderamente al Primero.
"Patriarca."
"¿Sí, hijo mío?"
"Hay dos cosas que me impiden hacer lo que me ha pedido."
El Primero frunció el ceño. "¿Cuáles son esas cosas? ¿Pueden ser removidas?"
Los ojos de Cadenero se abrieron de golpe, el vacío en las cuencas interminable
e impenetrable. "Creí que nunca me lo preguntaría. El primer impedimento es que hay
demasiada gente aquí." Desplegó su brazo izquierdo y dejó que el Mirari colgara debajo
de su derecho. Un resplandor amarillo salió disparado de la esfera, subió por el brazo de
Cadenero, y viajó a través de su cuerpo a su mano izquierda extendida. Una enorme
descarga de luz negra explotó de la mano de Cadenero y se estrelló contra la multitud de
guardias y asistentes en la esquina. La habitación se sacudió cuando el mortal rayo
impactó y algunos de los sirvientes gritaron antes de que todo el grupo cayera muerto en
donde estaban parados.
"Cadenero ¿Qué estás haciendo?"
"El segundo impedimento," dijo Cadenero sin alterarse, "es que usted envió a
Skellum a morir en los pozos."
"Mazeura," el Primero estaba recuperando su compostura, "atiéndeme."
Cadenero sintió afianzarse el poder dominante de su nombre secreto y sus músculos se
congelaron donde estaban.
"Yo soy el Primero de la Cábala," gruñó él, "y no explico mis acciones. Mira lo
que hemos ganado, lo que has ganado, con la muerte de un solo hombre. La época de
Skellum ya había pasado y él lo sabía. Creo que tú también lo sabes. Estos son tiempos
peligrosos, hijo mío, y no todos van a sobrevivir. Tú eres el futuro de la demencia, tú
eres el futuro de la Cábala. Ese futuro necesita ser rápido, concentrado, versátil, brutal.
Nosotros te necesitamos más a ti de lo que necesitábamos a Skellum."
"No diga 'nosotros', Patriarca. Usted no habla por mí en esto."
"Hablo en nombre de la Cábala en todas las cosas. Y tú eres de la Cábala. El
juramento que tomaste no es un ritual de iniciación simple, es un poderoso lazo mágico.
Uno no abandona la Cábala porque tu mejor amigo se ha ido. Tú eres mío, en cuerpo y
alma, por el tiempo que yo quiera."
"Últimamente he estado pensando en mi juramento. En Mer ellos dicen que un
juramento no es más que un contrato y todos los contratos tienen lagunas."
El Primero cruzó los brazos detrás de su espalda. "No hay lagunas en tu
juramento sagrado, Mazeura."
"Mi nombre es Cadenero," dijo él. "Y por supuesto que las hay. Usted sólo tiene
poder sobre mí porque yo se lo di cuando acepté mi nombre secreto."
"Tú aceptaste mucho más que eso."

195
"Es cierto. Pero si yo pudiera descubrir su nombre secreto, Patriarca, ¿acaso los
papeles no revertirían? ¿Usted no sería tan dócil ante mí como yo lo soy ahora ante
usted?"
"Hace cien años que nadie conoce mi nombre." Cadenero oyó los acordes
iniciales de la incertidumbre en la voz del Primero y los absorbió como un delicioso
incienso.
"Lo siento, pero eso ya no es verdad... Calchexas." Cadenero extendió ambas
palmas hacia delante dejando que el Mirari flotara libremente en su pecho. Una
descarga aún mayor de energía salió de sus manos y se tragó totalmente al Primero. Sus
ojos blancos presas del pánico fueron lo último que Cadenero vio antes de que el
Primero desapareciera detrás de una nube de luz negra.
Cadenero continuó vertiendo energía en el hechizo, manteniendo el cuerpo del
Primero rodeado por el campo turbio. El Patriarca había vivido mucho tiempo, pensó, y
demandaría mucho esfuerzo para matarlo. El aún no había caído y Cadenero nunca
había visto a nadie resistir el florecimiento mortal por tanto tiempo. De hecho, el
Primero siguió en pie en posición vertical mientras Cadenero continuó lanzando la
magia asesina sobre él.
"Muere," susurró Cadenero. Con el Mirari el podía seguir así durante una
semana. Aumentó sus esfuerzos y el Primero fue lanzado físicamente contra la pared de
piedra. Sin embargo, siguió en pie, recto y firme, contra un ataque que hubiera
destrozado a todo un ejército.
Cadenero se interrumpió después de un minuto completo de presionar al Primero
contra la pared. El cuerpo del Patriarca había sido aplastado contra la piedra detrás de él
y sus finas ropas estaban en harapos. Estaba jadeando y temblando pero también
bastante vivo."
"No puedes matarme Mazeura. No hay manera de que puedas matarme."
Cadenero le atacó de nuevo, una breve bofetada. "Cadenero. Me llamo
Cadenero."
"Nunca me podrás matar, Cadenero. Mi nombre no es sólo el Primero, yo soy el
Primero. El primero en adorar a Kuberr. El primero en recibir sus dones. El primer
Cabalista. He vivido durante siglos. Me he alimentado de la sed de sangre, de la codicia
y la brutalidad desde que Otaria era salvaje y el imperio Mer no era más que un
cardumen de peces inteligentes. He sido siervo de Kuberr desde el principio y nada de
lo que tú hagas, ni siquiera con el Mirari, impedirá que le sirva."
Cadenero se pasó la lengua por los dientes, perturbado. Había esperado que el
Primero le dijera mentiras escandalosas y convenientes medias verdades para salvar su
propia vida pero aquí la vieja víbora en realidad parecía estar diciendo la verdad. Por lo
menos acerca del florecimiento mortal porque no estaba teniendo casi ningún efecto en
él en absoluto.
"¿Así que usted es inmortal?"
"En un sentido."
"Entonces realmente no puedo matarlo."
"No. No puedes."
Cadenero envió una plomada afilada volando hacia el rostro del Primero. Esta se
enterró en la frente del Patriarca y Cadenero observó la corrupción del Primero
arrastrarse a lo largo de los enlaces hacia su mano. El Maestro de la Cábala soltó el
extremo antes que la pátina tóxica pudiera alcanzarlo y el Primero cayó de rodillas,
agarrándose débilmente a su herida.

196
"Puedo intentarlo, sin embargo." Cadenero regresó sus manos y el Mirari a su
posición frente a su estómago. El Primero se inclinó hacia un lado, gimió, y luego
volvió a pararse.
"Tenemos que resolver nuestra cuenta, Cadenero. Esta ciudad... la Cábala misma
no puede sobrevivir a un conflicto total entre nosotros. Sugiero que lleguemos a un
acuerdo." El Primero, con tanto aplomo como pudo, extrajo de un tirón el peso afilado
de su cabeza y lo dejó caer con estrépito al suelo.
"Muy bien. Usted ordenó la muerte de Skellum. A cambio yo pido la suya."
"Tu precio es demasiado alto y nunca podrá pagarse. Tengo una contraoferta."
"Dígala."
"La Ciudad de la Cábala es tuya," dijo, "si me dejas irme con seguridad. La
mansión, la arena, los pozos, incluso el Mirari."
"¿Y dónde irá? ¿Espera realmente que yo crea que vaya a desaparecer?"
"Iré al sur. Nuestra... mi fortaleza en la Ciudad de Aphetto. El Parlamento de los
Cuchillos es débil e ineficaz. Hace un tiempo que los he estado ignorando y a ellos les
podría servir una firme mano que los guíe."
"Y en cinco años volverá a la cabeza de un ejército de magos para retomar por la
fuerza la Ciudad de la Cábala."
El Primero rió. "Eso sería inútil e innecesario. En cincuenta años... menos, dada
tu temeridad... habrás muerto y yo volveré sin oposición. La Cábala está aquí y en todas
partes. Me la llevaré conmigo y estará aquí cuando vuelva por ella."
"¿Eso cree?"
"Lo sé."
Cadenero gruñó. "Acepto sus términos. Estos son los míos." Cadenero levantó
los brazos por encima de su cabeza. El Mirari se quedó entre sus manos.
"Usted utilizará la vid que se extiende por toda la ciudad para anunciar que
dejará la Ciudad bajo mi control. La Cábala todavía maneja las cosas pero ahora yo
manejaré a la Cábala."
"Cadenero, nadie te seguirá."
"Todo el mundo me seguirá. Yo soy la respuesta de la Cábala a la crusat de la
Orden como usted siempre lo ha pretendido. Toda la ciudad me conoce y me teme. Y
tengo la intención de mantener todo funcionando sin problemas. Los juegos del
aniversario tendrán lugar según lo previsto. Las personas vendrán de toda Otaria para
reclamar el premio. Y yo los destruiré a todos de una sola vez."
"Estoy de acuerdo con tus términos," dijo el Primero pareciendo malhumorado,
enojado, y Cadenero se preguntó cuánto tiempo había pasado desde que él había estado
en desventaja en las negociaciones.
"Aún no he terminado. Mis representantes personales serán enviados con
antelación a Aphetto para prepararla para usted. Para despejar el camino delante suyo y
mantenerlo vigilado una vez que llegue."
"¿Espías, dementista? Eso no parece el estilo de un guerrero."
"Espías no. Cabalistas. Ellos no se reportan ante mí sino que son fieles a Kuberr.
Usted podría liderarlos, si le resulta posible. Pero serán más difíciles de dominar que los
Cabalistas a los que usted está acostumbrado."
"¿Qué quieres decir con ‘serán’?" El Primero sonó como si ya supiera y temiera
la respuesta.
"Quiero decir que lo serán. Observe." Cadenero extendió sus manos en la
posición de invocación con el Mirari entre ellas. Sus ojos se volvieron negros y se
estremeció. Un largo penacho de humo se rizó hacia el exterior de entre sus manos

197
haciéndose cada vez más grueso en la parte delantera. Hubo una implosión y un destello
y el nuevo Cabalista de Cadenero apareció de pie preparado delante de él.
La criatura era una enorme serpiente de tres metros de largo y tan pesada como
un cocodrilo. Estaba sentada en un rollo de su propio cuerpo, sostenida por dos
pequeñas garras similares a cuernos en donde el rollo se elevaba del suelo. Tenía brazos
delgados y flexibles que colapsaban en contra de su cuerpo para rápidos ataques o
movimientos veloces. Su cabeza era lo suficientemente grande como para tragarse una
bala de cañón sin dislocarse su mandíbula. Parecía ser un hombre serpiente de cascabel
completo con un agitador de advertencia en su cola y veneno goteando de sus colmillos.
"He estado pensando en serpientes recientemente," dijo Cadenero, "y he
decidido que me gustan más que las personas. Una serpiente sólo ataca para cazar o
defenderse. Se especializa en el movimiento grácil y la precisión mortal. La naturaleza
las diseñó para ser elegantes asesinos. Yo, a su vez, las he diseñado para ser las
Cabalistas perfectas."
Hubo otro temblor y otro destello y apareció una segunda persona-serpiente.
Esta era más larga y más amplia, ondulando con músculos. No tenía cascabel y sus
colmillos estaban secos.
"La casta constrictora es especialmente buena para los asesinatos sigilosos. Una
vez que te abraza ni siquiera puedes gritar. Usted se llevaría a las mil maravillas con
ellas, Patriarca. Tienen muchas cosas en común."
Otro estremecimiento, otro destello. "Y el rey de las serpientes. Cerebro más
grande, brazos más fuertes y veneno más mortal. Ellas serán las que le den más
problemas si trata de controlarlas."
"¿De qué estás hablando, Cadenero? ¿Cuántas de estas cosas has hecho?"
Cadenero sonrió. "Todas ellas." El destello final arrojó de un soplo al Primero
contra la pared e incluso hizo retroceder a Cadenero un paso hacia atrás. Todo el
edificio se sacudió. Cuando el Primero se recuperó ya no había nadie más en la
habitación. Ni serpientes, ni asistentes, sólo Cadenero y el Primero.
"Mi serpientes de la Cábala están ahora en camino de Aphetto. Decenas de ellas,
cientos. Ellas cazarán y matarán y se alimentarán y lucharán en el camino. Aquellas que
tengan éxito se volverán verdaderamente indistinguibles de las cosas que nacieron en
lugar de ser invocadas. Ellas se reproducirán y se dispersarán por toda Otaria. ¿Quién
está ahora manejando la Ciudad de Aphetto para usted?"
"El Parlamento de los Cuchillos," dijo el Primero con cautela.
"Una semana después de su llegada mis serpientes derrocarán al Parlamento. Si
yo fuera usted llegaría allí rápidamente antes de que todo el que lo conozca sea
asesinado o expulsado."
El Primero asintió con la cabeza, enojado pero resignado a su derrota. Estaba
mirando al Mirari mientras habló con Cadenero. "Bien hecho, hijo mío. No puedo dejar
de sentirme orgulloso de…"
"Cállate," dijo Cadenero. "Lo único que quiero oír de tí es tu anuncio a la
ciudad. Y luego, Calchexas, te marcharás. Si vuelvo a verte haré que el trabajo de mi
vida sea cortarte en pedazos, quemar los restos, y dispersar las cenizas. Quizás no sea
capaz de matarte pero puedo hacerte desear que lo haga." Cadenero cerró los ojos, el
Mirari brilló, y el Primero fue una vez más bañado en la luz negra. Sin embargo esta luz
no le hizo daño sino que se limitó a bañarlo a su alrededor.
"Habla con claridad, Patriarca. Todos tus hijos están escuchando y no tendrás
una segunda oportunidad."
El Primero cruzó sus brazos en sus mangas y después de lanzarle una última
mirada a Cadenero comenzó a hablar. "Atención, hijos míos. Este es el Primero...."

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Cadenero le sintonizó mientras su mente crepitaba y chispeaba de un tema a
otro. En primer lugar él honraría su acuerdo con Laquatus que había sido fundamental
en averiguar el nombre secreto del Primero. Luego, Cadenero aplastaría a todos los que
vinieran por el Mirari, incluyendo a la Orden y Burke y Kamahl, si eran lo
suficientemente tontos como para competir.
Y entonces, dedicaría el resto de su vida a castigar al Primero. Si no podía matar
al Patriarca entonces le quitaría la única cosa que a él le importaba más: la propia
Cábala. Con las serpientes en Aphetto y el Mirari en su mano sólo sería cuestión de
tiempo que toda Otaria danzara al son de Cadenero. De hecho, notó él con una sonrisa,
la música para la danza ya había empezado en su cabeza.

Capitulo 24

Desde el interior del Abismo Otariano, Veza observó el conflicto entre Llawan
y Laquatus escalar hacia la guerra civil. Ya que los portales de agua sólo funcionaban
desde una superficie a otra las dos partes se vieron obligadas a arrancar una victoria a la
manera antigua, cara a cara en el campo de batalla.
El primer movimiento de Llawan fue enviar una fuerza armada lo
suficientemente grande como para bloquear la garganta pero no para asaltarla. Laquatus
se burló de ella por no haber venido en persona y concentró a todos sus mercenarios y
monstruos submarinos en el extremo del abismo donde estaba situada Llawan. Hubo
frecuentes escaramuzas cuando los imperialistas trataron de presionar y los mercenarios
se esforzaron por mantenerlos fuera. Los dos bandos continuaron haciéndose más y más
fuertes a medida que pasaron los días.
Veza nunca antes había sido testigo de un enfrentamiento militar a gran escala
aunque había oído historias vívidas de su abuelo describiendo el ascenso al poder del
predecesor de Aboshan. Allí donde su abuelo le había descripto duelos nobles y
magníficas bestias nobles Veza vio emboscadas y ataques a escondidas junto a los
horribles espectáculos de mantarrayas desgarrando leviatanes.
Titánicos guerreros orcas salieron del abismo para atacar las tropas de la
emperatriz y aunque todos fueron derrotados cada uno hizo pagar el precio a la guardia
imperial con sus enormes puños y poderosas mandíbulas. Los mercenarios de Laquatus

199
no estaban dispuestos a luchar cuerpo a cuerpo. Preferían saltar de las sombras en
números abrumadores o no dejar la seguridad del abismo.
El combate entre naves fue aún peor: gigantescas y gráciles criaturas de las
profundidades rugiendo y desgarrándose unas a otras como perros salvajes. Las tropas
de Llawan se llevaron fuertes pérdidas ante las filosas mantarrayas hasta que ellos
comenzaron a utilizar cardúmenes de anguilas eléctricas que cocinaron a los gigantescos
pescados en mitad de la batalla. Enormes bestias de patas como paletas con cuellos
largos atraparon a los guardias como fruta de un árbol y estas a su vez fueron ahogadas
por explosiones de sargazos o envenenadas por lanzas recubiertas con letales extractos
de peces globo.
Cuando Veza no estaba mirando el interminable flujo de carnicería y buques
patrulla pasaba su tiempo filtrando los datos que ella había recogido de la exploración.
No podía reconciliar lo que había visto en el abismo con lo que había revisado. Los
datos indicaron depósitos de gemas, minerales y metales preciosos, y un río subterráneo
de agua dulce que podría ser aprovechado fácilmente para agua potable. Laquatus quedó
encantado y cuanto más valor descubrió ella más tropas trajo él para defenderlo.
Veza también tuvo deberes asignados a ella por Laquatus. Con los guardias
armados del embajador a su lado inspeccionó las paredes del cañón en busca de
estabilidad. Bajo su cuidadosa vigilancia ella encantó una serie de cristales azules y los
fijó a las paredes a lo largo de toda la longitud del abismo. Los cristales podían
transmitir impulsos mágicos entre sí. Veza los usó para transmitir datos subiendo y
bajando por toda la longitud de la zona de inundación. También sabía que Laquatus
tenía la intención de utilizar los cristales como un arma. Si él se veía obligado a
abandonar el abismo enviaría una señal a los cristales que derribaría las paredes sobre
cualquiera que estuviera dentro. El hombre sonrió cuando le contó sus planes a Veza
pero le dejó en claro que aún no confiaba plenamente en ella. Se aseguró de que a ella
no se le permitiera alterar el hechizo que alimentaba las piedras para que estas sólo
pudieran transmitir impulsos mágicos y sólo dentro del abismo. Si alguien salvo
Laquatus trataba de utilizarlas en cualquier otra forma se harían añicos.
Finalmente, Llawan en persona llegó a la cabeza de otra flotilla de barcos y
leviatanes. Laquatus había enviado a Burke para recoger a Veza y cortésmente la obligó
a sentarse y ver el espectáculo.
El yate privado de Llawan se posicionó más allá del frente, en un lugar seguro
de los combates. Una versión más pequeña y más lenta que su Leviatán de transporte.
Laquatus se aseguró de que la emperatriz estuviera verdaderamente a bordo y de que
Veza tuviera una excelente vista antes de lanzar su sorpresa. La forma larga y familiar
del Leviatán de transporte de Llawan emergió del abismo y se abrió paso entre las
fuerzas de la mujer en una línea directa de ataque hacia la emperatriz. Laquatus no había
sacrificado en verdad el buque de transporte de la emperatriz sino que se había
apoderado de él y lo había enviado a la batalla contra ella. Veza casi lloró cuando las
tropas de la emperatriz se vieron obligadas a derribar al leviatán con ráfagas de conjuros
y gigantescas descargas de balistas.
Tras el intercambio inicial de hostilidades el frente se estabilizó justo en las
afueras del abismo y cada lado se preparó para un largo asedio. No en el sentido estricto
de la palabra, según sabía Veza, porque cada lado podía abandonar la batalla en
cualquier momento a su antojo con sólo girar alrededor e irse nadando lejos. Veza había
estado lo suficiente cerca tanto de Laquatus como de Llawan para saber que ninguno de
ellos iba a hacer eso. El imperio entero estaba observando este conflicto y quien fuera
que saliera victorioso tendría suficiente apoyo político y popular como para reclamar el
trono imperial.

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Mientras tanto, Veza continuó observando e investigando, Laquatus permaneció
a salvo en su cañón, y Llawan hizo lo mismo en su navío de lujo, mientras que sus
tropas se hicieron pedazos entre sí en la boca del cañón.

* * * * *

Kamahl se ciñó su espadón y dio unos pasos vacilantes a través de su pequeño


cuarto. Estaba muy lejos de una recuperación total pero podía caminar. Y si podía
caminar, podía luchar.
Kamahl era sensible al Mirari y pudo sentir las poderosas fuerzas reuniéndose a
su alrededor. Se sentía inseguro pero sin miedo. Los desafíos desconocidos eran moneda
común en las acciones de un bárbaro, después de todo, y la promesa de una buena
competencia era un incentivo más que suficiente para satisfacer a Kamahl.
El guerrero de las Montañas Párdicas abandonó la taberna y se unió a la multitud
de personas que se dirigían a los pozos de la Ciudad de la Cábala.

* * * * *

Los juegos del aniversario de la Ciudad de la Cábala atrajeron a más


espectadores y a más combatientes que cualquier evento nunca antes celebrado. Todos
los que estaban dentro y alrededor de la ciudad o bien quería echarle un vistazo al
Mirari o querían ver a otros que lo hicieran. Cadenero, desde su punto de vista por
encima del suelo de la arena, vio a las multitudes y a los combatientes zumbar y vibrar
como un enorme enjambre de avispas.
El Maestro Dementista miró a su alrededor en dirección al antiguo palco del
Primero. Este era una lujosa plataforma redonda y flotante con todas las comodidades
que hubiera esperado cualquier dignatario de visita. Era usual que el Primero observara
los combates importantes desde allí, o más bien, observara a la multitud viendo los
combates. El Cabalista, entre el traje de gala del Primero y con el Mirari escondido de
forma segura en sus recámaras, entendió lo que Skellum le había querido decir cuando
habló de las cosas buenas de la vida.
Cadenero se inclinó sobre el costado de la plataforma con una sonrisa mareada
en su rostro. Todos los concursantes se habían reunido en el pozo principal de abajo y
este estaba literalmente lleno de cientos de seres humanos y monstruos apretados bajo el
palco de Cadenero. Allí abajo, ellos estaban esperando. Ahí arriba, él simplemente
estaba, y estaría hasta que decidiera iniciar la acción.
"¡Señoras, señores, y otros!" La voz del anunciador fue mucho más fuerte allí
que a nivel del suelo. "Bienvenidos a los Juegos del Mirari." Una pequeña ovación se
alzó entre la multitud.
"Hoy tenemos algo verdaderamente único preparado para ustedes. La mayor
colección de luchadores del mundo se ha reunido por el derecho a reclamar el Mirari, la
esfera de las maravillas. Sólo habrá un ganador. Hay…"
Una descarga de rayos salió disparada desde el suelo hacia el aparato mágico
que amplificaba la voz del anunciador y su introducción farfulló y se ahogó. Cadenero,
intrigado, miró más de cerca a la figura alta de pie sola en el centro del único espacio
libre en el piso de la arena.
"Asesino," gritó la figura y su voz resonó como un gong. "Destructor del
inocente. La Orden está aquí para castigarte."
"Lo sé, justicar," dijo tranquilamente Cadenero. "He estado contando con ello."

201
La capucha y la túnica del justicar Gobal habían quedado quemadas por la
descarga inicial y el estaba parado brillando y crujiendo en su armadura pulida. A su
lado, tres figuras más con túnicas arrojaron a un lado sus prendas exteriores para
revelarse como terribles
ángeles de alas blancas
armados con espadas de
fuego. Otros combatientes
comenzaron a desenfundar
sus armas alrededor de toda
la arena. Otros que fueron
más sabios, o tal vez más
cobardes, trataron de salir
rápidamente de la arena.
"Tu ataque a nuestro
hospital mató algo más que
sanadores y soldados
heridos. Causó la muerte de
ángeles. En su lugar se han
alzado Ángeles de Castigo.
Cabalista, es hora de tu
final." El justicar apuntó con su mano hacia Cadenero y los ángeles se alzaron al vuelo.
Luego envió otra descarga de rayos hacia la plataforma de Cadenero. Sin embargo la
plataforma estaba protegida contra todo tipo de ataques y el rayo del justicar se
desvaneció en la nada sin siquiera tocar a Cadenero.
"¡Oh, no!," dijo él dramáticamente. "¡Ángeles y justicars! ¡La Orden ha venido
por mí! ¿Qué voy a hacer?" Se concentró en el Mirari situado en su recámara y todas las
puertas en el enorme estadio se cerraron de golpe y se fundieron con el muro que
rodeaba la arena. Sus ojos ya habían desaparecido y su voz resonó más fuerte que la del
anunciador. "Que venga uno, que vengan todos. El Mirari espera. ¿Quién es lo
suficientemente fuerte como para quitármelo?"

* * * * *

Veza estaba estudiando minuciosamente un pergamino cuando Burke entró en su


habitación. El hombre de gel traía un pequeño espejo de mano circular alrededor de su
cuello y de el salió la voz de Laquatus.
"Por favor, sigue a mi siervo," dijo Laquatus. "Hay algo que quiero que veas."
Burke mantuvo el ritmo mientras Veza nadó a través del barco. Ella se dio
cuenta de que las manos y los pies de él se convirtieron en más planos y más anchos
cuando nadaba así que permaneció a su lado con facilidad sin importar cuan rápido fue
ella. También robó tantas miradas a la cara inexpresiva como se atrevió, buscando en
vano algún destello de reconocimiento, o al menos de independencia. Burke era tan
inescrutable como una máscara.
Laquatus había hecho llenar de aire a su nave de mando tanto por sus
mercenarios como por si alguien trataba de teletransportarse en su interior. Un asesino
cefálido se encontraría aleteando en el suelo tan pronto como llegara y se ahogaría sin
siquiera tocar a Laquatus. Veza y Burke entraron en la habitación y Laquatus saludó a
Veza con una cálida bienvenida en voz alta.
"Hola, Directora. Estoy a punto de ponerme en contacto con la ex emperatriz
para discutir los términos de su rendición."

202
Los ojos de Veza se lanzaron a la pantalla de visión que mostraba la misma
disputa que ella había visto durante la semana pasada. Laquatus asintió, Burke la
empujó suavemente hacia adelante y Veza tomó el asiento que el tritón le ofreció.
"Pogan a Llawan en la pantalla de visualización," dijo Laquatus. Sacó su propio
espejo de mano y Veza lo vio susurrar en el. Ella pudo ver a un hombre delgado con el
pelo negro trenzado pero no lo reconoció y no pudo oír su voz. Por último, Laquatus
dijo, "Listo. Un placer hacer negocios con usted, como siempre. Y puedo agregar,
felicitaciones por su reciente ascensión." Hizo una pausa mientras el otro hombre habló.
"A partir de hoy usted será capaz de ofrecerme sentimientos similares." El espejo se
oscureció y él lo guardó con una sonrisita de suficiencia.
"Milord, tenemos a la emperatriz."
"Excelente. Ponla en la pantalla y has esperar a las tropas en el abismo."
Llawan apareció en el visor con el místico Olsham, sus ojos cerrados, y otro
oficial cefálido a su lado. "¿Qué quieres Laquatus?"
"Saludos, Emperatriz. Espero que esté bien. ¿No es un hermoso día?"
El temor de Veza fue como un dolor físico. No sabía qué tramaba Laquatus pero
supuso que se había estado preparando para ello desde antes de haber capturado el
buque de investigación. Siguió mirando a Olsham, deseando que el místico oyera su
silencioso mensaje de advertencia.
"Habla, irritante. Pierdes el tiempo."
"Me temo que esto es algo similar a una convocatoria oficial. Estoy aquí para
ofrecer condiciones."
"¿Entonces abandonará esta farsa y se someterá a la justicia imperial?"
"En realidad, Emperatriz, yo iba a ofrecerle una última oportunidad de rendirse.
Usted ya ha perdido aquí. Si se va ahora y me cede el abismo le ahorraré la vergüenza
de perder a todos y cada uno de sus fieles guardias. Incluso le perdonaré su vida."
Llawan chilló. "Eres un tonto, Laquatus. Nosotros nos reímos y despreciamos tu
oferta."
"¿Está segura?" La obvia alegría de Laquatus retorció el estómago de Veza pero
Llawan no quedó impresionada y comenzó a alejarse de la pantalla.
"Infórmenle a las tropas," dijo Laquatus en voz alta. "Lancen un ataque total
contra las fuerzas de la emperatriz. Comiencen inmediatamente."
Llawan hizo una pausa y sacudió la cabeza. "Su ego finalmente ha crecido más
allá del punto de su buen sentido," dijo. "Pero la guardia imperial estará encantada de
acomodar a su locura."
Los ocupantes de ambos buques escucharon los sonidos de la renovación del
combate. Llawan miró sombríamente a Laquatus que hizo lo mismo pero sonriendo a
Llawan. Veza luchó contra el impulso de gritar a Olsham. Fuera lo que fuera que iba a
suceder sería mejor que la nave de la emperatriz se convirtiera en intangible como su
transporte lo había sido durante la catástrofe que creó el abismo.
Olsham abrió los ojos. Veza era la única a bordo que había visto a los defensores
escudos de la emperatriz en acción y así fue la única que vio a sus cuerpos casi
transparentes fluir y rodear a la emperatriz. No se endurecieron en su formación
defensiva pero allí estaban, dispuestos a hacerlo.
"Perdóneme, Emperatriz," dijo el capitán cefálido del yate. "Pero creo que
debería ver esto."
Llawan se dio la vuelta y el puente de Laquatus tuvo una visión clara y sin
obstáculos de Llawan, completa con la imagen que apareció en su pantalla de visión.
Ambos puentes se quedaron mirando en silencio a las imágenes que vieron. En
la pantalla de Llawan, un flujo constante de figuras oscuras y serpentinas se estaban

203
derramando del abismo y embistiendo hacia adelante para atacar a las tropas de Llawan.
Había miles de ellas, una multitud. Junto con los mercenarios y los monstruos del
embajador se estrellaron contra la línea de la emperatriz como una ola rompiendo y la
hicieron retroceder poco a poco.
Cuando la emperatriz habló lo hizo hacia su tripulación con su voz llena de ira.
"¿Qué estamos viendo?"
"No lo sé, Emperatriz. Esas criaturas parecen estar viniendo desde fuera del
abismo y no desde su interior."
Llawan se giró hacia Laquatus. "Atacan a los guardias leales. ¿Qué son? ¿Qué
quieren?"
Veza miró mientras la escaramuza fue haciéndose cada vez más grande. Su
memoria fue estimulada por la vista y ella recordó una barcaza de la Cábala que había
atracado en Bahía Rompiente algunos años atrás. Los Cabalistas habían montado una
arena improvisada y llevaron a cabo una demostración de lucha. Una mujer de mirada
salvaje con ojos verdes y una cabeza calva había desafiado a todos los interesados y los
había vencido a todos. Aunque no había sido ella, se corrigió Veza. Los monstruos que
había creado.
"Son criaturas de demencia." La voz de Veza fue silenciada, apagada por el
miedo.
Laquatus sonrió. "Sí," confirmó el embajador, "y están aquí para matarte,
Llawan."

204
Capitulo 25

Kamahl observó a Cadenero soltar su respuesta a los atacantes ángeles de


venganza. Sus invocaciones fueron iguales a los ángeles de la Orden pero los de
Cadenero tenían plumas de cuervo y estaban armados con mazas de pinchos. Los
ángeles oscuros se lanzaron en combates singulares con sus contrapartes y los terribles
gritos de los seis guerreros pudieron ser escuchados en toda la arena.
Mientras los ángeles continuaban luchando por encima del suelo de la arena
viejos rencores estallaron alrededor de Kamahl y combatientes desesperados
arremetieron el uno contra el otro en un esfuerzo por escapar. Los Juegos Mirari se
convirtieron rápidamente en una sangrienta batalla campal y a la multitud le encantó.
Kamahl se preguntó cuánto tiempo aplaudirían antes de que se dieran cuenta de que
ellos también estaban en peligro. Ni Cadenero ni la Orden parecieron preocuparse por la
protección de las personas inocentes.
La multitud a su alrededor se despejó y Kamahl consiguió lo que había estado
esperando, una línea de visión sobre el justicar.
Envió una pequeña bola de fuego volando para que pasara al lado de su visor
blindado y gritó: "¡Ey, vivaracho!"
El justicar se giró.

205
"Esa es una advertencia más rápida de la que tu me diste," dijo Kamahl. "Y más
de la que te mereces. Esta es la segunda vez que has atacado a la Cábala en su casa.
Creo que será la última."
"Hazte a un lado, bárbaro," dijo el justicar. "La Orden se encargará después de
ti."
"Para ti no habrá un después." Kamahl desenvainó su enorme espada y atacó.
El justicar envió un rayo a Kamahl pero el bárbaro lo absorbió fácilmente con su
espada. "¿Crees que no sé lo que es un rayo? Nosotros nos escarbamos los dientes con
los rayos allí arriba en las Párdicas." El justicar lanzó otro rayo que Kamahl también
contrarrestó luego tuvo que sacar su propia espada para defenderse.
La cuchilla color bronce de Kamahl resonó contra la plateada de Gobal. El
justicar intentó cargar un rayo más grande pero Kamahl estaba tan cerca que desangró la
energía de la figura acorazada antes de que pudiera usarla, almacenándola en la hoja de
su espada.
"Peleas como un oficial," se burló Kamahl y le dio un cabezazo a la visera del
justicar, abollándola. "Bienvenido a los pozos."
Gobal, enfurecido, puso una mano crepitante sobre Kamahl y lo empujó hacia
atrás. Kamahl se tambaleó pero fue capaz de bloquear el golpe de la espada del justicar
cuando bajó hacia su cabeza.
"¿Es todo lo que tienes, hombre brillante? ¿Acaso sólo eres peligroso cuando
nadie conoce tu poder?"
Otro soldado de la Orden arrojó su lanza hacia Kamahl. El bárbaro atrapó el
proyectil en el aire y lo convirtió en cenizas con una mirada, pero la distracción le
permitió a Gobal el tiempo y espacio suficientes como para levantar los brazos por
encima de su cabeza. Una ardiente luz blanca se introdujo desde toda la arena en sus
manos, formando una inflada esfera crepitante de energía.
"Estás acabado, justicar." Dijo Kamahl lanzando su espada con todas sus fuerzas
y ensartando a Gobal en el pecho. La energía almacenada en la espada de Kamahl se
unió a aquella en el cuerpo del justicar y Gobal gritó. El circuito de energía se alimentó
a sí mismo y la luz comenzó a salir en chispas por todas las hendiduras de la armadura
del justicar. Kamahl conjuró una pequeña hacha arrojadiza lanzó la visera de Gobal
hacia atrás con una amplia patada circular y clavó el hacha profundamente en la
armadura de su enemigo.
El bárbaro se tiró al suelo y cubrió su cabeza justo cuando Gobal explotó. La
combinación de rayos, fuego y furia fue tan intensa que los trozos de metal afilados de
la armadura del justicar se fundieron incluso antes de que la fuerza de la explosión los
mandara volando por la arena. Kamahl vio a los guerreros y monstruos en derredor
siendo cortados por la lluvia de plata fundida.
Gobal, sin la armadura, fue incapaz de controlar la electricidad que le daba su
poder y se convirtió en una figura mucho más rota y pequeña envuelta en riachuelos de
metal fundido. Una figura que se fue haciéndose cada vez más pequeña a medida que
las descargas de rayos saltaron de su cuerpo y se disiparon.
Kamahl recogió su espada y se mantuvo preparado cuando el justicar se
derrumbó en una bola de restos en llamas. A excepción de un par de huellas
chamuscadas y algunas gotas de metal humeante no quedó evidencia de que alguna vez
hubiera existido.
"¡Bravo, bárbaro!" Kamahl miró hacia arriba y vio a Cadenero aplaudiendo
cortésmente. El luchador de las montañas se tocó la frente con la punta de su espada en
un gesto de reconocimiento.

206
Luego señaló a Cadenero y deslizó la punta a centímetros de su garganta
haciendo señas al dementista para que bajara con un movimiento de su mano.

* * * * *

Cadenero rió con deleite ante el espectáculo por encima y por debajo de la
plataforma. A su nivel, la batalla de ángeles contra ángeles impidió que cualquier otras
cosas voladoras subieran demasiado alto. Kamahl, sobre el terreno, acababa de vengarse
del justicar y todos los demás concursantes ya se estaban matando entre sí para obtener
el Mirari o para escapar del pozo. El lo había planeado cuidadosamente pero no lo había
hecho ni de lejos tan bien como lo que estaba sucediendo.
Uno de los ángeles de la Orden se liberó de su gemelo de pesadilla y trató una
vez más de llegar a la plataforma de Cadenero. Él esperó hasta que estuvo casi encima
de él y luego lanzó a una de sus personas anaconda en su rostro. La serpiente envolvió
su cuerpo de cuatro metros de largo alrededor del torso y las alas del ángel y hundió sus
colmillos sin veneno en el brazo de su espada. El ángel maldijo a la serpiente y ambas
criaturas cayeron fuera de la vista.
"¿Qué estás mirando?" Gritó Cadenero al ángel oscuro que ya no tenía un rival.
"¡Lucha!" El ángel le enseñó los dientes afilados y chilló, pero obedeció. Golpeó con su
mazo en el hombro sin protección de uno de los ángeles de la Orden para luego seguir a
la criatura herida mientras caía hacia el suelo golpeándole tantas veces como el tiempo y
la gravedad se lo permitieron.
Cadenero estaba empezando a ver por qué el Primero trataba a todos como hijos.
No quedaba ni un solo Cabalista que pudiera pensar y actuar por sí mismo. Echó un
último vistazo a la carnicería en el suelo y se sintió repentinamente aburrido. ¿Por qué
estaba ofreciendo el Mirari cuando él ya tenía el Mirari? Nadie más que él podría usarlo.
Era una cruel pérdida de tiempo el solo hecho de ofrecer la ilusión de conseguirlo.
Cadenero accionó el interruptor de control que haría bajar la plataforma. Era
hora de poner fin a esa farsa, despejar el edificio, y empezar de cero. La Nueva Ciudad
de la Cábala sería dos veces más grande que la original y no habría ninguna Orden que
interfiriera con los negocios de la Cábala.
Mientras la plataforma descendió el Cabalista esperó que Laquatus le estuviera
dando un buen uso a sus monstruos de demencia prestados. Cadenero se juró para sus
adentros que, una vez que se hubiera encargado de la Orden, el imperio Mer se
convertiría en nada más que una filial de la Cábala. Él podría haberle hecho un
juramento a Laquatus pero fue el mismo tritón quien le enseñó que los juramentos se
podían romper.

* * * * *

El puente de mando de Llawan era un caos. Marineros cefálidos y guardias


imperiales pulularon alrededor de la nave mientras sus asesores le aconsejaron huir
mientras aún podía. Ella despejó la habitación de todos menos de la tripulación de
mando y Olsham. A continuación se volvió hacia el capitán. "Llévenos al campo de
batalla."
"Pero Emperatriz…" balbuceó el oficial.
"Haga lo que le mando. No permitiremos que nuestros súbditos más fieles sean
asesinados por fantasmas." Se volvió hacia el espejo abrochado en su miembro
delantero. "¡Silencio! Has roto nuestro acuerdo, Cabalista. ¡Nosotros teníamos una
garantía en persona del Primero!" chilló ella. "¡No iba a haber ninguna interferencia!"

207
"El Primero se ha ido al sur a Aphetto," dijo un hombre joven con trenzas negras
y un vacío en sus ojos. "¿Quién eres tú otra vez?"
"Somos la Emperatriz Llawan, heredera legítima al trono de Mer."
"Yo nunca había oído hablar de ti. Lo siento."
"Nosotros demandamos hablar con tu Patriarca."
El joven hizo una pausa. Pareció divertido. "¿Quiénes son nosotros?"
Si el hombre con trenzas hubiera estado en la sala la sola mirada en el rostro de
Llawan le hubiera matado de miedo. "¿Cuál es tu nombre, Cabalista?"
"Mi nombre es Cadenero y si no me deja en paz voy a cambiar de opinión. Y
entonces se arrepentirá." La conexión se rompió y el espejo se oscureció.
Llawan bajó el espejo. "El hombre está loco." Se volvió hacia Olsham. "¿Tienes
alguna idea, místico? ¿Puede este asunto terminar bien para Llawan?"
Olsham cerró los ojos y dobló sus miembros para que formaran un complejo
símbolo. "Siempre hay una oportunidad, Emperatriz. Pero en este caso, una oportunidad
no es suficiente."

* * * * *

Laquatus bebió un exquisito vino blanco mientras miraba la destrucción de las


esperanzas de Llawan por el trono. Con los monstruos de Cadenero sus fuerzas dejaban
en inferioridad numérica de cuatro a uno a las de Llawan y tenía grandes serpientes de
mar y un behemoth todavía en reserva.
Burke estaba parado al lado de Laquatus, silencioso y sumiso. Laquatus se
lamentó de perderse los Juegos del Mirari de Cadenero pero sabía que el tesoro estaría
seguro. Algún día, pronto, él se sentaría en el lujoso palco del Primero, miraría a Burke
desgarrar miembro tras miembro de los competidores, y finalmente reclamar el premio.
Laquatus sonrió. Es decir, él haría esas cosas si el niño tonto Cadenero no se había
destruído a sí mismo y a toda la Ciudad de la Cábala para ese entonces. Laquatus
esperaba verdaderamente que Cadenero pudiera seguir vivo para que pudiera ver a su
propia creación robar el tesoro más grande de la Cábala para la gloria de Mer.
"Embajador." Uno de los jefes de sus mercenarios se paró en la puerta de la
habitación de Laquatus.
"Emperador," le corrigió Laquatus y bebió un sorbo de vino.
"Estamos obligando a la guardia de Llawan a retroceder de la boca del abismo.
No faltaría poco para que tuviéramos espacio para sacar al behemot."
"Excelente. Manténgame informado."
"Hay otra cosa, Emb... perador."
"¿Sí?"
"La nave de mando de Llawan ha dejado el borde de la guerra."
Laquatus se levantó y luchó por mantener la voz calmada. "¿Está abandonando
el campo de batalla?" El había esperado que la Emperatriz luchara antes de aceptar la
derrota.
"No, Emperador. Se está uniendo a la batalla."
"Eso no puede ser. Ella nunca haría..." Laquatus se detuvo cuando el jefe señaló
a la pantalla de visualización. Esta mostró claramente un montón de serpientes de la
Cábala luchando contra un montón de cefálidos de Llawan. También mostró el yate de
Llawan y el evidente impacto positivo que tuvo en la moral de sus tropas.
"¿Por qué?, esa imprudente bruja cabeza suave," dijo divertido. Esto era aún
mejor de lo que había soñado. Derrotar al ejército de Llawan le ganaría el trono pero

208
matar a Llawan en el proceso le aseguraría de que su reinado duraría por el resto de su
naturalmente larga vida.
"Introdúcenos más profundamente en el abismo," dijo. "¿Ah y Veza? Te escuché
tratando de ponerte en contacto con ese pulpo psíquico. Estoy muy decepcionado." Se
volvió hacia uno de sus mercenarios y ordenó "Mátala." El mercenario sacó su cuchillo
y avanzó hacia Veza.
Ella había estado esperando esto, plenamente consciente de que Laquatus habría
detectado sus súplicas a Olshatn. Veza no era una guerrera pero confiaba en su propia
fuerza y velocidad en comparación con la de un habitante de la superficie. El cuchillo
del hombre brilló y Veza le sorprendió con un fuerte golpe en la cara. La sangre fluyó
pero el mercenario no cayó.
Laquatus y el resto de la tripulación del puente rieron. "Estás despedido," dijo el
tritón al mercenario ensangrentado y el hombre gruñó con ira. Sacó su espada.
Veza no esperó a que Laquatus le ordenara entrar en la lucha a más de sus
mercenarios. Salió corriendo de la habitación y golpeó el pasillo inundado en un salto
con carrera. La risa se detuvo y Veza escuchó más cuerpos zambulléndose en la
superficie del pasillo mientras los mercenarios la perseguían. Siguió adelante, confiando
en que ningún ser humano, sin importar lo hábil que fuera, pudiera nadar más rápido
que una sirena.
Ella había estado entrando y saliendo de la nave varias veces y supo que podía
llegar al menos hasta el borde del abismo. Sería mejor morir al azar en la batalla como
una súbdita del imperio que como una cobarde en el navío de mando de un traidor.
Veza encontró la escotilla de salida y la abrió de par en par. Lo último que oyó
antes de sumergirse en las gélidas aguas del abismo fue la voz amplificada de Laquatus
haciéndose eco por toda la nave.
"¿Burke? Recupera a la prisionera."

Capitulo 26

Cadenero se encaminó de regreso a sus recámaras. No lo hizo sin pelear pero


bien podría haberlo hecho. Una pequeña banda de Nantuko se abalanzó sobre él cuando
salió de la plataforma pero fueron rápidamente atados con collar y absorbidos. Rompió
algunos huesos con cadenas con plomadas a su paso pero en su mayor parte los
combatientes le dieron un gran rodeo y los espectadores corrieron apenas lo vieron.
Uno de los juguetes del Primero estaba zumbando cuando él abrió la puerta. Era
un espejo de mano con un pulpo hablando en su vidrio. Cadenero hizo un intento a
medias para averiguar lo que quería y luego rompió el espejo sobre su rodilla. Tenía
cosas más importantes en las que ocupar su tiempo.
El Mirari estaba donde lo había dejado, bajo la pirámide de papeles en la esquina
de la habitación más pequeña. Nadie se atrevía a entrar en su habitación después de que

209
él había depuesto al Primero y de todos modos el dudaba de que alguien se hubiera
creído que él era lo suficientemente audaz como para esconderlo allí. Tomó la negra
esfera brillando en sus manos y una vez más se maravilló de la profundidad del poder
que contenía. Él debería haberla utilizado para encontrar la manera de matar al Primero.
La Ciudad de la Cábala ahora ya no era nada para él, o peor, era un obstáculo. El tendría
que derribarlo todo antes de que pudiera construirla de nuevo correctamente.
Cadenero introdujo el poder en él y comenzó a darle forma. Lo que tenía en
mente era complicado y pasaría en una escala inimaginable incluso por el dementista
más ferviente. Se extendió hacia la Ciudad de la Cábala y más allá de Aphetto. Su
mente pasó volando por Krosa, a través de toda Otaria, y más allá en las profundidades
de Mer. Pudo ver y sentir a cada hechicero de demencia que había, cada uno de ellos
unidos por su poder y su juramento a la Cábala. Sintió algunos puntos muertos en su
barrida continental, unos pocos individuos que no pudieron ser contactados. Fulla, por
ejemplo, y un puñado de hechiceros en Aphetto. Tal vez los verdaderamente
desconectados estaban incluso más allá del alcance del Mirari.
No importa, se dijo. Tenía más que suficiente. La Cábala les había enseñado las
formas del poder y ellos, a su vez, habían utilizado ese poder en beneficio de la Cábala.
Pero ahora la Cábala estaba muerta, a la espera de ser enterrada. Era hora de un nuevo
pacto, uno que Cadenero haría cumplir.
A lo largo de toda la tierra sintió a los hechiceros detenerse, congelarse y
permanecer rígidos. Skellum siempre había dicho que un maestro necesitaba alumnos y
con un solo golpe Cadenero tuvo más que los que cualquier maestro que había vivido
jamás. Con el Mirari él podría ingresar a cada una de sus mentes y comandarlas. Él
podría ocupar todo el espacio de demencia que había y convertirlo hacia sus metas.
Podría reunir el ejército de monstruos de demencia más grande y más diverso que jamás
hubiera existido.
"¡Como esto!" gritó y de pronto estuvo de vuelta en su propio espacio de
demencia aún mientras permaneció en sus recámaras. Ambos lugares se superpusieron
entre sí, fusionándose y separándose una y otra vez. Allí estaba tan vacío como lo había
estado la primera vez que había llegado y Cadenero de repente se sintió muy pequeño y
solitario. Él había estado esperando una multitud y se enervó por la falta completa de
compañía. ¿A dónde se habían ido todos?
Oyó un grito cercano y apareció de nuevo en sus habitaciones. Todos estaban a
su alrededor. Extendidos sobre su suelo y derramándose por la sala, visibles en el patio
fuera de su ventana y en las calles de toda la Ciudad de la Cábala, un millón o más de
monstruos aullaron y cazaron y destruyeron y rugieron. Retorcidas versiones de
pesadilla de personas, animales, aves, serpientes, bestias fantásticas del bosque y
monstruos terroríficos de las profundidades. Todos arremetieron contra ellos mismos y
contra el mundo que les rodeaba. Cadenero había abierto las puertas de su mente y el
Mirari las estaba manteniendo abiertas.
El Maestro rió y se sentó en la pila de papel con el Mirari en su regazo mientras
la ciudad entera gimió horrorizada.
"La Cábala está aquí," dijo riendo, "y en ninguna otra parte."

* * * * *

Kamahl nunca había visto semejante caos. Se hizo difícil decir quién era real y
que era una invocación, e imposible decir de qué lado estaban. Arpías luchaban con
ángeles, zombis con soldados, y todo tipo de cosas que nunca habían tenido nombres
luchaban con bestias del bosque que nunca habían sido vistas. Kamahl no se

210
consideraba a sí mismo como un hombre brillante pero sabía cómo aprender de la
experiencia. Una catástrofe fuera de control se deletreaba Mirari y una oleada de
monstruos se deletreaba Cadenero. Kamahl se concentró. Podía sentir la presencia de la
esfera. Su ex compañero por fin había sido víctima de la maldición del Mirari.
No fue difícil localizar el Mirari y Kamahl se abrió paso por el suelo asesino tan
rápido como sus heridas se lo permitieron. Había un montón de víctimas para todos y
Kamahl animó a algunos de los monstruos con la punta de su espada para que
encontraran presas más fáciles. En poco tiempo se encontró al final del largo pasillo que
conducía a Cadenero y el Mirari.
"Cadenero," bramó. Un hombre serpiente silbante le atacó y Kamahl carbonizó
su garganta donde estaba.
"¿Es ese mi viejo amigo y compañero?" Respondió la voz de Cadenero.
"Sal de ahí, 'viejo amigo'. Terminemos esto."
La inundación de monstruos saliendo por la puerta de la habitación aumentó
momentáneamente justo antes de que Cadenero pasara a través. Las criaturas pasaron
huyendo al lado de Kamahl sin mirarlo. Estaban mucho más interesadas en alejarse de
su amo.
El pelo trenzado de Cadenero estaba formado sobre su cabeza como una corona.
Sus ojos volvían a ser negros pero el vacío se había derramado de sus órbitas y estaba
oscureciendo la mitad superior de su rostro. Sus pies flotaban a quince centímetros por
encima del suelo y el sostenía el Mirari en su mano de metal. Estaba sonriendo.
"Kamahl."
"Cadenero."
"¿Has venido a disculparte o a matarme y tomar el Mirari?"
"Nada de eso. He venido a detenerte."
"¿Detenerme? ¿De qué?"
"De destruirte a tí mismo. De destruir a esta ciudad." Él se encogió de hombros.
"De destruir todo."
La sonrisa de Cadenero se desvaneció. "¿Todavía sigues cuidándome, hermano
mayor? Ya sabes que tengo un mal historial con las figuras de autoridad. Siempre
mueren o me traicionan."
"Cadenero, yo no soy tu hermano. Soy tu amigo. Escúchame. Tienes que dejar el
Mirari. Vas a hacer que nos maten a todos."
"Nosotros tenemos que ser asesinados," estalló Cadenero. "Tenemos que
destruir antes de poder reconstruir."
"Si no lo dejas te tendré que obligar."
Cadenero sonrió de nuevo. "Aaah, amenazas. ¿En serio crees que tienes alguna
oportunidad?"
"Basta de charla." Kamahl sacó su espada. "Ahora lucharemos."
"No te ves lo suficientemente sano como para luchar."
"Estoy lo suficientemente sano como para luchar contra tí. No con tus peones
monstruos, no con el Mirari. Contigo."
"Yo no necesito peones," dijo sombríamente Cadenero. Señaló al arma de
Kamahl y agregó: "¿No sabes que nadie con una espada puede vencer a una persona con
una cadena? Por eso yo llevo esta cosa."
"Entonces, vamos. Tienes razón, Cadenero, no estoy curado. Pero esto no son los
pozos. No hay una conclusión prevista para esta pelea. ¿Te preocupa poner a prueba tu
habilidad?"
Los ojos de Cadenero brillaron. "¿Estás proponiendo que lleguemos a algún tipo
de acuerdo?"

211
"Nada de acuerdos. Nada de trucos. Sólo un sencillo reto. Yo digo que puedo
vencerte usando nada más que mi espada. ¿Acaso tu puedes hacerlo con sólo una
cadena?"
"Y mi daga. Suelo usar eso, también."
"Y tu daga. Vamos, Cadenero, será tú y yo. Ambos luchamos por el Mirari.
Ahora podemos luchar limpiamente y que gane el mejor hombre."
"Hecho," dijo Cadenero arrojando el Mirari por la puerta abierta a la habitación
contigua y enfrentándose a su ex compañero.
Kamahl dejó escapar un suspiro de alivio. Al menos el edificio no se iría en una
nube negra de escombros y partes de cuerpos mientras ellos estaban peleando. Ahora
todo lo que él tenía que hacer era superar el dolor de sus heridas y el cansancio en su
cuerpo para derrotar a su loco ex-compañero quien podía matar con un gesto y crear
tanto armas como monstruos de la nada.
Después de haber hecho eso, Kamahl se prometió que buscaría algún otro tipo
de trabajo.

* * * * *

Veza nadó por todo lo que valía la pena pero Burke la atrapó justo fuera del
abismo. Él nunca parecía cansarse y Veza simplemente no pudo mantener el ritmo.
Laquatus vio como Veza fue recapturada desde el espejo alrededor del cuello de su
guardaespaldas.
"Ahora tú eres mía," dijo Laquatus, "junto con el imperio."
Veza luchó en las garras de Burke pero estaba mirando a la guerra que se libraba
a su alrededor. En la distancia algo nuevo estaba sucediendo en el campo de batalla.
Veza se permitió una pequeña sonrisa.
"Aún no tienes nada, Laquatus."
"Emperador," dijo la voz de un mercenario, "¿está viendo esto?"
"¿Viendo que?"
"Mire la batalla. ¡Mire! ¡Por las profundidades!, ¿que está pasando?"
Veza miró. Inexplicablemente, los cientos y cientos de guerreros serpientes que
habían estado lidiando con los soldados de Llawan fueron desapareciendo a mitad de un
golpe. Sus mercenarios se vieron cara a cara con los guardias imperiales entrenados y
los guardias se ajustaron mucho más rápidamente que sus nuevos oponentes. Un
centenar de mercenarios de Laquatus cayeron muertos segundos después de la
desaparición de las últimas serpientes y el resto se replegaron en desorden.
"Tal vez usted sólo alquiló los guerreros de la Cábala," dijo Veza en el espejo.
"Apuesto a que no es demasiado tarde para que le devuelvan su depósito."
"¡Que mis tropas vuelvan al interior del abismo! ¡Burke, mata a esa chica y trae
su cuerpo de vuelta aquí!"
Veza no esperó a que Burke obedeciera. En cambio se sujetó al dedo pulgar del
hombre de gel con sus cortos y afilados dientes. Con una llave que casi le dislocó su
mandíbula arrancó el dígito y lo escupió de nuevo en el rostro de su dueño. Sin el pulgar
Burke no pudo mantener su agarre en la muñeca de Veza y ella fue capaz de liberarse
con una patada y huir al océano abierto.
Sin embargo, Burke le siguió de cerca. Al parecer se tomaba bastante en serio
cualquier orden que le daba Laquatus. Alargó los pies para darse más impulso y con
cada golpe estiró sus brazos un poco más cerca de Veza.
Cuando su dedo rozó el pie de Veza ella entró en pánico y se lanzó al fondo del
mar. Burke cambió de rumbo incluso más rápido de lo que lo hizo ella y ganó más

212
terreno antes de que ella pudiera esconderse entre las algas y el limo. Ella necesitaba ir
más rápido. Necesitaba su cola. Era imposible, sin embargo. No podría cambiar
mientras se movía y la transformación era extremadamente dolorosa. Burke estaría
sobre ella antes de que el proceso siquiera hubiera comenzado.
Justo cuando su mano se cerró alrededor de su pierna la nave de la emperatriz
nadó a la vista. Burke rompió el tobillo de Veza y ella se hundió dolorosamente a la
arena. Se acarició la pierna lesionada y se preguntó por qué él no la estaba asesinando.
Levantó la vista y vio la razón.
Burke estaba siendo rodeado por las barracudas de la emperatriz. Los doce peces
asesinos hicieron un círculo a su alrededor, rompiendo sus dientes en su cuerpo y en
ocasiones arrancando pequeños trozos. Las piezas del cuerpo de Burke volvieron
flotando inmediatamente y se reincorporaron a su masa principal. Las barracudas
estaban mal adaptadas para hacer frente a algo que no entraba en pánico, que no
sangraba o sentía dolor.
Burke, por otra parte, estaba matando a las barracudas con ambas manos. Ellas
eran fuertes y feroces pero no eran más rápidas que Burke y tenían huesos que él podía
romper. Cinco de los peces ya flotaban muertos en el agua a su alrededor. En cuestión
de segundos él los acabaría y estaría listo para hacer lo mismo con Veza.
Veza se concentró. Laquatus estaba equivocado, la magia no se trataba de ser
mentalmente, físicamente y moralmente flexible. Se trataba de entender el mundo y a tu
lugar en él. Veza sintió las poderosas mareas fluyendo hacia fuera del abismo, sintió la
fuerza palpable de la guerra civil en torno a ella, sintió el vínculo entre las barracudas y
Llawan. Yo soy una sirvienta de Mer, se recordó Veza. Yo soy del mar.
"Cambia," ordenó y sus piernas se fusionaron perfectamente y sin dolor en una
poderosa cola de un pez. Burke estaba terminando con la última de las barracudas
cuando se dio cuenta de la metamorfosis de Veza. Alargó el brazo a través del espacio
entre ellas para agarrarse a su garganta pero ella salió disparada como una flecha a
través del aire. Se echó a reír, regocijada mientras gritaba hacia el buque de la
emperatriz, hasta que sintió la mano de Burke cerrarse alrededor de sus extremidades
inferiores una vez más.
El brazo del hombre de gel había seguido estirándose detrás mientras ella nadaba
y ahora la tenía enredada en una larga línea dura de su propia sustancia corporal. No
tenía mucho poder a esa distancia pero fue capaz de mantenerla apretada. Ella ahora era
más pesada que Burke por lo que él no podría atraerla hacia si mismo pero el monstruo
se estaba acercando rápidamente replegando su brazo y dejando que su peso lo llevara
adelante. Veza pataleó y arañó la inflexible mano de Burke.
El asesino sin rasgos se detuvo de repente. A través del agua Veza pudo
distinguir la voz de Laquatus desde el espejo alrededor del cuello de su siervo. Burke se
quedó inmóvil, asintió con la cabeza y luego liberó la cola de Veza. Se marchó, de
vuelta hacia el abismo.
Laquatus debía haberlo enviado a casa. Hubo una nube de burbujas y una
sensación de giro y Veza se encontró a si misma y a las restantes barracudas en el
puente del barco de Llawan.
"Saludos, Veza. Estamos tan contentos de verla con vida. ¿Es todo como se lo ha
descripto a Olsham?"
"Así es, Emperatriz."
"Entonces, mi místico, ¿si usted desea comenzar?"
El místico cefálido asintió con la cabeza y volvió a formar un símbolo complejo
con sus múltiples brazos. Llawan se le unió y entre los dos terminaron pareciendo un
extraño nuevo alfabeto.

213
Veza miró a la pantalla. Todos los mercenarios de Laquatus se habían retirado al
abismo y se estaban defendiendo de las tropas de Llawan. Veza le dio una palmada en el
hombro al capitán y dijo: "Saque a esos guardias de allí." Él pareció dudar pero decidió
no cuestionar su autoridad. Las tropas imperiales retrocedieron varios segundos
después.
"Emperatriz, todo despejado." Veza contó los segundos con ansiedad. La
Directora vislumbró una vez más el flujo de los cuerpos transparentes de los defensores
escudo mientras se posicionaron frente al abismo. "El escudo está en posición."
Llawan cliqueó y sus defensores escudo formaron su barrera, más extendida y
más delgada de lo que nunca la habían creado antes. Esta chispeó como una capa de
hielo y Veza incluso pudo ver un reflejo fantasmal de las tropas de la emperatriz en el
mismo. Olsham extendió la mano y trazó un gran círculo en el agua delante de él y el
enorme escudo convexo se inclinó ligeramente, chispeando en sus bordes y reflejando la
luz de nuevo hacia sí mismo.
Finalmente un enorme plano blanco plateado de energía cruzó el escudo
transparente. La energía pasó fluyendo al lado de los súbditos de la emperatriz y
continuó para cubrir la entrada del abismo. El plano era de casi dos mil metros de
ancho, lo suficientemente amplio como para tapar la boca del abismo por varios cientos
de metros a ambos lados. Se extendió desde el fondo del océano hasta la superficie del
agua y Veza supo que iba a extenderse a través de todo el abismo, los impulsos mágicos
transmitidos por los cristales que ella misma había instalado, para cerrar toda la zona en
un enorme túnel de energía mística. Una ovación se alzó entre la tripulación del puente.
Olsham y Llawan abrieron los ojos. Olsham sonrió y dijo: "Contémplelo,
Emperatriz. El portal de agua más grande jamás creado. O más bien, la barrera de portal
más grande jamás creada. Nada fuera del abismo puede entrar, y…"
"Nada en el interior puede salir. Como siempre, Olsham, usted superó nuestras
expectativas." Llawan se volvió y vio la herida de Veza. "¡Todos alabemos al noble
sacrificio hecho por nuestros camaradas, guerreros y defensores por igual! Y capitán,
traiga un médico al puente. Nuestra valiosa hermana está lesionada. ¿Está ciego?"
"Lo siento, mi Emperatriz."
Llawan flotó y reunió a Veza en sus patas delanteras. "¿El daño es permanente?"
"No, Emperatriz. Creo que es una simple fractura." Ella flexionó su cola e hizo
una mueca. "Una muy dolorosa, pero simple."
"Veza," dijo Llawan suavemente. "¿Estás segura de que Laquatus y todas sus
tropas estaban en el interior del abismo cuando se creó el portal?"
"Sí, Emperatriz."
Llawan sonrió. "Entonces hemos ganado." Le entregó a Veza al médico y luego
volvió flotando hacia la pantalla de visualización.
"Emperatriz," dijo Veza. "¿Usted plantó los datos de la exploración que
demostraron que el abismo era valioso, no?"
Llawan sonrió. "Olsham alteró el dispositivo de grabación antes de que él se
teletransportó fuera de la nave."
"Así que usted me usó."
"No, en absoluto. Te empleamos. Te asignamos una tarea y tú la realizaste. Es el
derecho de la emperatriz demandar servicios de sus súbditos."
"¿Servicios, Emperatriz, o sacrificios? Su leviatán, su tripulación, sus soldados y
sus defensores escudo. Incluso yo."
Llawan frunció el ceño. "¿Cuál es tu punto, Veza? Laquatus habría hundido todo
el imperio en la decadencia y la guerra económica. Esta es la razón por la que se libran

214
las guerras civiles. Para preservar aquello que es digno de ser preservado a cualquier
costo."
Veza asintió con la cabeza y luego flotó en silencio mientras el médico
examinaba su cola. "Perdóneme, Emperatriz. Mis heridas me han hecho delirar."
"Por supuesto. Cuando te hallas curado," dijo Llawan, "te unirás a nosotros en el
palacio como nuestra Consejera Imperial. Hemos arriesgado mucho juntos y no nos
referimos exclusivamente a nuestro personaje. Tú y todos nuestros leales súbditos o nos
han hecho emperatriz o nos recibieron como emperatriz. Ahora que nos hemos ganado
ese título limpiamente en combate no olvidaremos a aquellos que lo hicieron posible.
Nosotros esperamos un flujo constante de consistentes buenos consejos de usted,
Consejera. "
"Sí, Emperatriz." Veza sintió que se la estaban llevando y aunque ella no sabía
exactamente a dónde iba por primera vez en meses eso no era algo de lo que tenía que
preocuparse.

* * * * *

Cadenero envió tres cadenas separadas silbando hacia la espada de Kamahl. Las
dos primeras se bloquearon y aferraron a la hoja mientras que la tercera se envolvió en
la muñeca de Kamahl. Cadenero tiró con todas sus fuerzas pero no pudo soltar la espada
o derribar a Kamahl.
Molesto, envió otra cadena que se enrolló alrededor del pie de Kamahl. Tiró
brutalmente y finalmente logró hacerlo caer. Kamahl dejó caer su espada mientras se
derrumbaba y se apoderó él mismo de las cadenas. Cuando golpeó el suelo tiró con
fuerza para atraer a Cadenero hacia él pero las cadenas se desvanecieron antes de que él
pudiera poner en juego su fuerza y peso superiores.
Una plomada redondeada le rompió la mandíbula antes de que pudiera
levantarse. "Supongo que ahora tendrás que aprender también a luchar sin dientes ¿no
bárbaro?" La voz de Cadenero fue aguda y demoledora. Kamahl puso cara de desprecio
y escupió sangre hacia el Cabalista. Se estiró hacia su espada pero Cadenero la golpeó y
la envió deslizándose por el suelo.
"Ahora me estoy aburriendo." Cadenero hundió una plomada afilada en el muslo
de Kamahl y otra en su hombro. "Puedo quedarme aquí, a seis metros de distancia, y
cortarte gradualmente hasta no dejar nada de ti. Te lo dije. La espada es inútil contra la
cadena."
Kamahl se mantuvo firme, su respiración entrecortada y su sangre fluyendo de
sus heridas. "Entonces deberías matarme ahora mismo. No hay ninguna audiencia que
quede decepcionada por un combate corto."
Cadenero movió un dedo hacia su compañero. "Ahora, no. Ambos sabemos que
no eres tan débil." Lanzó otra cadena a Kamahl pero el bárbaro se agachó debajo de
ella. "Todavía no, de todos modos."
Kamahl conjuró un hacha y la lanzó por el pasillo hacia Cadenero. Por reflejo,
Cadenero lanzó su mano y soltó una gran masa gelatinosa que absorbió y amortiguó la
explosión.
"Pensé que habías dicho nada de magia."
Kamahl se encogió de hombros. "Solo estaba tratando de hacernos más espacio."
"Ahora si lo has hecho," dijo Cadenero. "Me has hecho enojar." Arrojó ambos
brazos en la posición de lanzamiento de hechizos pero en vez del florecimiento mortal o
una invocación de pesadilla, diez cadenas filosas salieron con una explosión de su mano
fluyendo y curvándose en espirales retorcidos mientras volaron hacia Kamahl. El pasillo

215
no era lo suficientemente amplio como para que él las esquivara a todas. Seis de ellas
encontraron su camino en su cuerpo, uniendo el brazo de su espada y sus dos piernas a
Cadenero. Kamahl se tensó pero no cayó. No podía moverse pero no sería derribado.
"Que gane el mejor hombre. Eso es lo que dijiste, ¿no es así?" Cadenero caminó
casualmente hacia el bárbaro inmovilizado. Hizo un gesto con la mano y el Mirari
apareció en ella. "Creo que voy a hacer algo muy especial para ti, Kamahl. Tú has
rechazado mis regalos una vez. Sin embargo, si yo te rehago desde los huesos como una
de mis serpientes no tendrás más remedio que aceptarlo." Cadenero se detuvo a menos
de la distancia de un brazo de Kamahl. Alargó el brazo de metal y le dio un golpecito
delicadamente a Kamahl en el pecho. El empujón envió al bárbaro tambaleándose hacia
atrás y él comenzó a caer como un gran árbol. Sin embargo, antes de hacerlo, Kamahl
extendió la mano y agarró al brazo de metal de Cadenero.
"Suéltame, tú pedazo de roca." Cadenero hizo un gesto con el brazo hacia atrás
pero Kamahl no se soltó. Se aferró a la extremidad artificial con la otra mano y se
equilibró.
"Lo siento, Cadenero," dijo y canalizó una ráfaga fulminante de calor de su
propio cuerpo al brazo del Cabalista.
La extremidad de metal se volvió instantáneamente al rojo vivo y Cadenero
gritó. Dejó caer el Mirari y sacó su daga, apuñalando en el antebrazo de Kamahl, una
vez, dos veces, una media docena de veces. Kamahl se sotuvo sombríamente en medio
de todo, bombeando más calor y más energía a través de sus manos.
El brazo de Cadenero se fundió en escoria con un húmedo silbido furioso. Cayó
hacia atrás y arremetió con el pie hacia Kamahl finalmente derribando al bárbaro en su
espalda.
"Eso fue un regalo de Skellum," gruñó Cadenero. "¿Acaso ustedes bárbaros no
pueden dejar en paz mi tres veces maldito brazo?" Y pateó a Kamahl en las costillas
mientras pasaba por encima de su cuerpo para recuperar el Mirari. Tomó la esfera en la
mano que le quedaba, cerró los ojos, y se concentró. El extremo humeante de su muñón
comenzó a hincharse y un nuevo brazo comenzó a desarrollarse como un globo
inflándose. No era el brazo de Cadenero, o de cualquier ser humano. Era una delgada
garra segmentada como la de un insecto y Cadenero la miró con confusión.
"Eso no está bien," dijo. La garra de insecto desapareció y en su lugar brotó una
larga serpiente de cascabel negra. Cadenero frunció el ceño hasta que se secó. Otro
intento produjo una lloriqueante monstruosidad sin ojos que gimió como un bebé hasta
que Cadenero la hizo desvanecerse.
"Cadenero, ¿qué está pasando?"
"No lo sé," dijo. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Cómo podría seguir fallando el
Mirari?
A menos que él lo hubiera sobrecargado. Por supuesto. Él había estado en
comunión con la esfera por días, utilizándola activamente durante la última media hora,
y luego simplemente la había echado a un lado. Por supuesto que no funcionaba bien,
no la estaba usando correctamente. El debería haber salido del pozo sin fondo de poder
de la esfera antes de haber tratado de hacer algo más. Además, el orbe probablemente
estaría enojado con él por haberlo abandonado.
"Cadenero, espera."
"Shhh." Cadenero movió ausentemente su brazo hacia el bárbaro indefenso y un
torrente de serpientes y monstruos deformes sostuvieron a Kamahl en donde estaba.
El Cabalista intentó una última vez hacerse un brazo pero este salió como un
rollo de carne calloso y sin vida. Kamahl, cerca de allí, estaba lidiando con la maraña de

216
horrores y perdiendo. Cadenero negó con la cabeza. Eso no estaba bien. El le había
prometido a Kamahl una pelea limpia.
De hecho, todo el edificio se estaba volviendo demasiado ruidoso y lleno de
gente. Cadenero necesitaba paz y tranquilidad para matar a su amigo así que sostuvo el
Mirari en alto para ayudarse a conseguirlo.
"Cadenero," gorgoteó Kamahl desde el fondo de la pila. "No lo hagas."
"Espera," dijo Cadenero. "Ya casi termino." Con la esfera en su mano, sintió una
vez más todas las mentes en las que se había introducido y saqueado, todos ellos
seguían congelados y vacíos. En lugar de meterse en esas mentes esta vez Cadenero se
extendió e introdujo en el mundo. Los otros dementistas eran ahora simples estaciones
de relevo para su espacio de demencia y no había ninguna razón para devolver lo que él
había justamente robado. Aún así, quería acabar con Kamahl de hombre a hombre y
para eso necesitaba tranquilidad.
Cadenero utilizó el Mirari para localizar a todos y cada uno de los monstruos
que había soltado desde que comenzaron los juegos. Se sorprendió de cuantos de ellos
quedaban. De hecho, había muy pocas personas que quedaban con vida en la arena a su
alrededor, y los monstruos de allí se habían vueltos unos contra otros. Razón de más
para que volvieran a casa, pensó. La batalla está a punto de terminar y ya hemos
ganado.
Por toda Otaria el flujo de la energía se invirtió cuando un millón de pesadillas
comenzaron a fluir de nuevo hacia el cerebro fragmentado que las creó.
"Esto duele," dijo Cadenero. "¿Se supone que deba doler?"

* * * * *

Kamahl, enterrado por monstruos hostiles, fue incapaz de detener a Cadenero.


Observó al Cabalista mientras el Mirari envió ráfagas de luz saliendo en todas
direcciones y luego mil rayos más pequeños comenzaron a fluir de nuevo dentro del
cuerpo de Cadenero.
"Esto duele," dijo Cadenero. "¿Se supone que deba doler?"
"¡Suéltalo, Cadenero!" Kamahl trató de gritar más pero algo con pezuñas en
lugar de puños le dio un puñetazo en la boca.
El enjambre de monstruos detuvo su ataque cuando las parpadeantes luces
introduciéndose en Cadenero comenzaron a hacerse cada vez más largas, más rápidas y
más frecuentes. Kamahl siguió incapaz de moverse pero al menos no le estaban
haciendo más daño.
En ese instante Cadenero empezó a gritar. Ya no eran más rayos de luz los que se
estaban estrellando contra él sino alargadas serpentinas de carne, ojos, colmillos,
aguijones, y garras. No sólo la energía sino la masa se estaban virtiendo dentro de él y
su forma física no estaba preparada para hacer frente a ello. En una explosión final de
triunfal sonido agonizante, el aire alrededor del cuerpo de Cadenero implosionó y un
destello de luz púrpura explotó hacia afuera, desmoronando piedras de la pared y casi
volviendo a enterrar a Kamahl bajo los escombros.
Pasaron muchos minutos de silencio y entonces Kamahl rompió la tranquilidad
empujando una de las piedras más grandes fuera de su pecho y dejándola chocar
ruidosamente al suelo. El bárbaro se puso dolorosamente en pie y cojeó por el pasillo
hasta donde se retorcía Cadenero.
Al principio Kamahl pensó que su amigo estaba recubierto de una especie de
lodo ondulante pero al mirar más de cerca vio la verdad. No era algo que se retorcía
sobre el cuerpo de Cadenero era el cuerpo de Cadenero. A pesar de que él todavía tenía

217
la misma estructura y la misma forma, sus brazos, sus piernas, su pecho, su cabeza,
incluso su cabello era ahora una masa turbulenta de monstruos retorciéndose. Pequeños
ojos miraron hacia arriba a Kamahl y colmillos en miniatura se formaron, mordieron y
luego se volvieron a fundir. A veces una cabeza o una mano se elevaban por encima de
la superficie de su piel y serpientes nadaban a lo largo de la carne inestable como
tiburones alimentándose frenéticamente. Su nariz y su boca sólo eran formas y esas
formas estaban repletas de lenguas y escamas y dedos y garras. Incluso su brazo faltante
había sido sustituido por el cáncer de monstruos vivientes.
Lo peor de todo fueron sus ojos. Los brillantes ojos azules de Cadenero habían
vuelto para dar un testimonio mudo y trágico de la agonía que sufría.
El Mirari había rodado libremente y estaba situado discretamente en el suelo.
Parecía más pequeño y monótono con su misterioso brillo negro extinguido. Kamahl se
maravilló que él y tantos otros hubieran luchado y sangrado por algo que parecía ser
nada más que una bala de cañón gastada o un juguete de niño desechado. Se arrodilló
junto a Cadenero.
La espantosa parodia del cuerpo de su amigo reaccionó a su cercanía y Cadenero
dejó caer torpemente un brazo sin hueso hacia la mano de Kamahl. Kamahl la tomó y
luchó contra el impulso de soltar la horrible cosa retorciéndose y empezar a cortarla con
su espada. Cadenero tiró del brazo de Kamahl y el bárbaro se inclinó hacia delante para
poner la oreja al lado del lugar en el que había estado la boca de Cadenero.
"Mu. Ra. Ry."
Kamahl no tuvo ni idea de cómo se creó el sonido pero lo entendió. Negó con la
cabeza. "Tú no lo necesitas. Ese artefacto sólo empeorará las cosas."
Cadenero sacudió la cabeza, sus ojos suplicantes. Trató de señalar hacia la esfera
con su brazo libre.
"Tuyo. Toma. Tú. Tómalo."
"No estoy tan seguro de seguir queriéndolo."
El horrible agarre de Cadenero se hizo más fuerte. "Debes," gorgoteó. "No.
Seguro."
"Está bien, Cadenero. Me lo llevaré y lo mantendré a salvo." Un centenar de
batallas le habían enseñado a no discutir con un hombre moribundo.
El agarre de Cadenero se relajó. "Lo siento," dijo. "Lo siento mucho."
Kamahl sostuvo la mano de su amigo hasta que dejó de retorcerse y su
respiración entrecortada se detuvo por completo. Se puso de pie, recordando la simple
cortesía que él había pagado a los enemigos muertos y aliados por igual. En este caso,
era lo menos que podía hacer para liberar el espíritu de Cadenero de la forma espantosa
a la que había sido encadenado.
Con un gesto Kamahl quemó el cuerpo retorcido de Cadenero hasta que sólo
quedaron cenizas. Cuando se
quedó solo miró una vez más
hacia el sitio donde reposaba
tan modestamente el Mirari.
Le había dicho a Cadenero la
verdad. Ya no estaba seguro
de si realmente lo seguía
anhelando. Pero también
había hecho una promesa a su

218
amigo y él pensó que había entendido por qué Cadenero había insistido y por qué él
había estado de acuerdo.
Después de vacilar unos momentos, Kamahl se inclinó y recogió el Mirari. Por
un breve instante vio un enorme campo de batalla humeante cubierto de cadáveres y un
océano de llamas multicolores. Y luego se quedó solo, rodeado por el recuerdo de los
monstruos y la muerte de su amigo.

Epilogo

Laquatus y sus mercenarios exploraron la longitud y la profundidad del abismo


y la noticia siempre fue la misma: simplemente no había forma de salir. Toda el agua del
abismo estaba rodeada por la barrera de Veza, un gigantesco portal permanente que sólo
llevaba a sí mismo. Cualquiera que tocara la barrera desde dentro o desde fuera
aparecía instantáneamente en el lado opuesto exacto del abismo, en el mismo lado de la
barrera de donde había comenzado. Los que estaban dentro no podían salir. Los que
estaban fuera no podían entrar.
La trampa para Laquatus también servía como una fuente de ingresos para
Llawan. Mientras Laquatus y sus fuerzas quedaran atrapadas en el interior los
funcionarios de Llawan ya habían fijado un precio para que los comerciantes utilizaran
la superficie externa del portal como tránsito rápido para el transporte de un lado al otro

219
de Otaria. Él no sólo estaba atrapado, estaba aislado de cualquier y de todo el comercio
de Mer.
Interrumpir la barrera desde el interior sería costoso y difícil. Dado que el campo
estaba alimentado por las mareas recientemente formadas en el abismo penetrarlo
requeriría bastante energía mágica como para impedir la fuerza elemental de las propias
mareas. Por el momento, Laquatus no podía hacerlo solo por mucho tiempo, y sólo
podía abrir un agujero lo suficientemente grande para algunas personas a la vez.
Aún así, él tenía los recursos y el tiempo que necesitaba para romper la barrera.
Todavía tenía sus contactos dentro de la Orden y una buena relación en progreso con el
Primero, en caso de que el Patriarca de la Cábala regresara alguna vez. Y el Mirari
todavía estaba ahí fuera, en manos de uno u otro ignorante salvaje.
Laquatus aceptó la derrota como lo hacía con la victoria. Cada una no era más
que un paso más corto en su campaña permanente hacia la grandeza. Había sido
derrotado y avergonzado en Mer y había sido su propia culpa. Su error había sido ir tras
el trono imperial Mer y el Mirari al mismo tiempo. En el futuro él centraría toda su
atención en la obtención de la esfera y su uso para hacerse un reino para sí mismo.
Llawan podía haberlo exiliado temporalmente de las profundidades pero eso
simplemente significaba que él debía girar su mirada hacia la tierra. Había un millón de
terrestres que conquistar, una docena de facciones a las que poner unas contra otras, y
una fuente inestimable de energía que obtener.
Primero, la esfera. Luego Otaria. Luego el Imperio. ¿Después de eso? Laquatus
rió en su espaciosa prisión.
Si su ambición era tan insondable como el mar ¿por qué su poder no podría
extenderse igual de lejos?

* * * * *

Kamahl salió de la arena de la Ciudad de la Cábala y entrecerró los ojos ante la


brillante puesta del sol. Estaba preocupado por los pensamientos del Mirari, la forma en
que este reaccionaba tan rápidamente a los pensamientos de su controlador. Allí yacía el
verdadero peligro del mismo. Los pensamientos de Cadenero habían sido oscuros y
problemáticos y los de Kamahl eran violentos. Se preguntó qué pasaría la próxima vez
que Jeska le sermoneara. ¿Acaso ella estallaría espontáneamente en llamas si Kamahl
pensaba al respecto?
La calle estaba llena de espectadores sobrevivientes y luchadores de los pozos.
La multitud estab murmurando y todos los ojos se posaron en el Mirari. "...mató a toda
la Cábala..."
"...el único sobreviviente..."
"Te reto, bárbaro."
Kamahl miró hacia arriba al oficial de la Orden que había dado un paso adelante.
La mujer era una aven alta e inmaculada, casi cegadora en sus túnicas blancas. Sacó una
espada y una daga corta.
"Por el Mirari," continuó. "Lucharé contigo por el Mirari."
"Cuando la hayas matado," dijo un corpulento Cabalista, "Yo lucharé contigo por
el Mirari."
"Luego yo."
"Yo también lucharé."
Uno del propio pueblo de Kamahl, un bárbaro de las Párdicas, dio un paso
adelante. "Perdóname, primo. Pero yo lucharé contigo por el Mirari. Es nuestra
costumbre."

220
Kamahl contempló el creciente número de rivales. Su espada se sentía pesada y
él nunca se había sentido tan cansado. Sus quemaduras aún dolían y por primera vez en
su corta y brutal vida, Kamahl quería descansar en lugar de luchar. Sin embargo, el otro
bárbaro estaba en lo cierto. Aquello era su forma de competir por las cosas que ellos
querían, de mejorar constantemente sus habilidades y su situación a través del combate.
Sacó desganadamente su espada y casi la dejó caer de sus torpes manos
doloridas. Miró a la larga fila de desafíantes, haciéndose cada vez más larga, y a una
multitud de otros que se acercaron más, indispuestos a esperar su turno. Guerreros y
monstruos y bestias de demencia todos empujando por el derecho a matarlo y recoger el
botín.
Kamahl soltó una risa amarga. ¿Mejorar a través del combate? Si sobrevivía las
próximas horas, de acuerdo a las costumbres de su pueblo, él habría mejorado mucho.

* * * * *

Fulla y Azza se abrieron paso a través de las llanuras hacia el sur de la Ciudad de
la Cábala sin incidentes. Azza a veces forzaba a Fulla a subir en su espalda como lo
estaba ahora pero la hechicera prefería tener sus propios pies en el suelo.
El espíritu de Azza parecía silenciado, todavía de luto por Skellum. Fulla
también estaba triste de no poder volver a ver a Cadenero o Skellum pero Fulla se
distraía fácilmente cuando no estaba en los pozos. Si bien recordó que estaba triste no
siempre recordó por qué.
Fulla había tenido sueños extraños durante días antes de que el Primero
anunciara sorpresivamente su ida. Habían sido sobre una figura jovial quien estaba
sentada encima de una enorme pila de dinero. La voz de la figura hizo doler la cabeza
de Fulla y no dejó de insistir en que ella debía salir de la Ciudad de la Cábala y dirigirse
al sur. Fulla finalmente aceptó sólo para conseguir que la figura la dejara en paz y Azza
se había negado a dejar que ella hiciera el peligroso viaje por su cuenta. La conmoción
en la arena empezó apenas ellos salieron de las murallas de la ciudad pero ya estaban
demasiado lejos como para volver a tiempo para la diversión.
Al llegar a una elevación en el camino vieron a un hombre alto de pie delante de
ellos en la distancia. Muchos cuerpos habían quedado esparcidos alrededor de sus pies
como si toda su partida se hubiera quedado dormida al mismo tiempo. Cuando el
hombre alto se volvió hacia ellos tanto Fulla como Azza se pusieron firmes.
"La Cábala está aquí," dijo Fulla.
"Y en todas partes," respondió el Primero. Fulla, al acercarse más a la escena,
pudo ver que los cuerpos de cuatro o cinco hombres-serpiente yacían muertos y
calcinados alrededor de los pies del Primero junto con un puñado de seres humanos con
las vestimentas de la Cábala. Él sonrió mientras sus hijos se acercaron haciendo caso
omiso de los cadáveres a su alrededor.
"Parece que todos vamos a Aphetto," dijo el Primero.
"Sí, Patriarca."
Azza llevó a Fulla más allá del Primero, desacelerando su ritmo pero sin
detenerse.
"Yo le ofrecería la espalda de Azza, Patriarca," dijo Fulla, "pero eso no sería
bueno para ninguno de los dos."
"No, mi hija. Ustedes dos vayan por delante. Ya he enviado un mensaje por una
escolta de Aphetto que debería estar aquí dentro de poco." Él bajó la cabeza hacia los
muertos a sus pies. "Las primeras tres escoltas fueron asaltadas en el camino tan pronto
como me recogieron. Luego sus asaltantes enfermaron. Qué desperdicio."

221
En ese momento Azza y Fulla estaban completamente más allá del Primero y la
hechicera tuvo que darse la vuelta para continuar la conversación. "Le veremos en
Aphetto entonces, Patriarca."
"Por supuesto. Tengo mucho que preguntarte sobre los Juegos del Mirari."
"El Primero es sabio."
"¡Larga vida a la Cábala!"
Fulla y Azza cabalgaron sobre la siguiente colina y el Primero desapareció
detrás de ellos. Azza comenzó a trotar pero Fulla tiró de su cuello.
"No tenemos ninguna prisa, dulce Azza," dijo Fulla. El sabueso infernal
desaceleró a un ritmo más lento y ellos siguieron adelante.

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