La agricultura ha dado un enorme vuelco en pocos años. De explotaciones agrarias diversas
e integradas en los distintos ecosistemas, que aprovechaban los recursos de la naturaleza sin apenas degradarlos, hemos pasado a un modelo agrícola industrial que genera grandes impactos ambientales, envenena la tierra y supone un grave riesgo para nuestra salud. Además, esta agricultura industrializada arruina y margina a millones de personas que dejan de ser autosuficientes en su alimentación, al tiempo que concentra las riquezas y el control de la producción de alimentos en unas cuantas multinacionales. La contaminación ambiental con químicos industriales y agrícolas tales como los metales pesados, los organoclorados y los radionucleótidos pueden comprometer el estado nutricional y de salud de las personas ya sea directamente o a través de cambios en la dieta. Los herbicidas y los pesticidas eliminan de los agroecosistemas fuentes de alimentos no cultivados; otros químicos pueden hacerlos no aptos para el consumo. Los contaminantes orgánicos persistentes (COPS) transportados en la atmósfera pueden tener efectos adversos sobre los sistemas de alimentación tradicionales que se localizan bastante lejos de los principales sitios de uso de pesticidas. Los seres vivos no podemos destruir o expulsar eficientemente estas sustancias tóxicas, que se acumulan en diferentes tejidos, produciéndose lo que se conoce como bioconcentración. La bioconcetración es un proceso que se amplifica a través de la cadena de alimentación, o sea los organismos mayores que se encuentran en la parte superior de las cadenas tróficas registran altos niveles de concentración de sustancias químicas y también son las que manifiestan los mayores efectos.
Impactos de desechar alimentos al medio ambiente
El medio ambiente es uno de los grandes afectados por los desperdicios ya que estos suponen el uso de fertilizantes y pesticidas. Además, el empleo de gasolina para su transporte genera metano, uno de los gases más dañinos para el efecto invernadero y el cambio climático. En este sentido, el metano es 23 veces más potente que el dióxido carbono. De igual modo, los vertederos contribuyen de manera significante al calentamiento global. Cada año se pierde o se desecha aproximadamente un tercio de la comida producida en todo el mundo para consumo humano, unos 1.3 billones de toneladas. La pérdida y desperdicio de alimentos suponen además un importante gasto de agua, tierra, trabajo y capital que inevitablemente favorece al calentamiento global.
Presencia de metales pesados en los alimentos
En la actualidad resulta alarmante el riesgo que suponen para la salud humana todos los productos de desecho, vertidos incontrolados, emisiones a la atmosfera, etc. Aunque diversas estrategias internacionales en política medioambiental y una mayor concienciación de la población, intentan frenar el deterioro del planeta, aun es mucho lo que queda por hacer. Los metales pesados entre los que por su toxicidad cabe destacar plomo (Pb), cadmio (Cd), arsénico (As) y mercurio (Hg) se encuentran ampliamente distribuidos en el medio ambiente, por lo que en general, resulta inevitable su presencia aun en cantidades traza, en todos los eslabones de la cadena trófica. Al margen de la contaminación ambiental, el procesado y envasado de los alimentos puede incrementar de forma considerable los niveles iniciales de las materias primas, si no se toman las medidas oportunas.
Algunos efectos ambientales del sector alimenticio según la ONU
Un 30% de los bosques están sometidos a degradación.
El 9% de los recursos de agua del planeta desaparecen por la agricultura de regadío y la industria cárnica. El 30% de los bancos marinos se encuentran en peligro por sobreexplotación. El 30% de los gases de efecto invernadero vienen de la industria alimentaria. El 30% de la energía producida a nivel global proviene del sistema agroalimentario.