Conclusión:
Sansón y los filisteos.
Los filisteos aquí son enemigos de Dios, a los cuales Sansón
debería juzgar, un pueblo incrédulo y contrario a los propósitos
de Dios. Todo aquel que se levanta contra Dios, todo aquel que
no se somete a Su palabra afrontará Su juicio.
Si no sos creyente, sino te has arrepentido de tus pecados, sino
has clamado a Dios por perdón y por salvación, sino has creído
en Jesús como salvador, afrontarás con la ira y con la
condenación eterna que Dios tiene reservado para el día final.
Sansón y yo.
Es tentador condenarlo o ser comprensivo con él y pensar que
fue demasiado lo que le pasó. Pero debemos entender que
tenemos la misma inclinación que Sansón y que si no hacemos
caso a la palabra de Dios, podemos experimentar situaciones
muy parecidas o peores. Sansón al buscar hacer lo que bien le
parecía a sus propios ojos no solo obtuvo lo que merecía, sino lo
que quería. Todo lo que recibió fue resultado de que Dios le
permitió tener todo lo que a sus ojos él creía correcto. Él
experimenta lo que trae las rebeliones, la debilidad y la
derrota. Él experimenta lo que trae el pecado, la humillación. Él
experimenta lo que trae la desobediencia, la muerte.
La fidelidad es el camino que Dios nos llama a recorrer para que
experimentemos Su cuidado, Sus bendiciones.
La infidelidad es el camino que Dios nos llama a evitar para que
no terminemos sufriendo las consecuencias de nuestras propias
elecciones obstinadas.
Sansón y Jesús.
Hay varios aspectos de la vida de Sansón que apuntan a Cristo,
y muchos que no. Yo quisiera nombrar algunos…
Sansón recibe lo que se merece. Sansón representa a cada
pecador, a cada uno de nosotros. Dejados a nosotros mismos,
amaremos al mundo en rebelión y terminaremos ciegos, atados
y esclavizados por nuestro pecado. A menos que seamos
liberados de nuestro pecado, moriremos en ello, porque la paga
del pecado es la muerte y Dios es fiel a sus promesas de juzgar.
Pero Dios también es fiel a su promesa de salvar. “Pero Dios,
que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que
nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos,
nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido
salvados)” (Ef. 2:4-5). En lugar de dar lo que merecemos y por
causa de Cristo nos da lo que no merecemos.
Como Sansón, Jesús era fuerte, pero diferente de Sansón Jesús
era manso. Sansón poseía gran fuerza y habilidades, pero lo
usaba para servirse a sí mismo. Jesús poseía toda la fuerza y la
sabiduría infinita, y usó todo para cumplir los propósitos de
Dios. Sansón no salvó a su pueblo porque vivió para sí
mismo. Jesús salvó a todos aquellos que Él Padre le dio,
sometiéndose en todo al Padre.
Sansón sufrió las consecuencias de sus propios pecados, Jesús
sufrió por los pecados de Su pueblo.
Como Sansón, Jesús fue traicionado por dinero por alguien
cercano que decía amarlo. Sansón fue capturado por el
mundo. Su propio orgullo construyó una trampa en la que cayó
de cabeza. Jesús no fue atrapado por el enemigo. Él sabía de la
traición antes de que ocurriera. Sansón se entregó al enemigo,
Jesús se entregó al Padre para destruir el enemigo. Sansón
creyó las promesas del pecado, se debilitó y fue capturado por
el enemigo. Jesús creyó las promesas de Dios y aplastó al
enemigo al debilitarse.
Como Sansón, Jesús fue humillado. Pero diferente de Sansón,
Jesús no tomó venganza. Jesús, aunque completamente
inocente, fue avergonzado públicamente. Fue considerado
criminal, rebelde y pecador. Pero confió todo en las manos de
Dios perdonando a los que le hicieron daño.
Sansón murió y fue sepultado con su padre Manoa y allá
permanece su cuerpo esperando la resurrección.
Jesús murió y fue sepultado para nuestra salvación, pero
resucitó en gloria para que pudiéramos tener la certeza de
nuestra salvación y de nuestra confirmación a Su semejanza.
El libro de jueces fue escrito para que cuando el pueblo de Dios
lo leyera anhelaran al Salvador perfecto al Mesías que Dios había
prometido enviar. Eso es lo que hicieron los creyentes del pasado
mirar para el futuro y esperar en Dios. Para nosotros Él ya vino,
y en Él esperamos para nuestra salvación, confiando que todo lo
que Él hizo nos garantiza verdadera salvación, y nos concede
todo lo necesario para vivir una vida digna de Él.