Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien,
las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al
expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si
hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial.
Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad.
(Hebreos 11:13-16 NVI)
INTRODUCCIÓN
Esta parte de la Santa Escritura nos recuerda la vida de hombres y mujeres que marcaron la historia
del pueblo escogido. El pasaje citado nos señala que Abraham, Isaac y Jacob murieron sin recibir lo
prometido ¿Qué es lo que no recibieron? El contexto posterior dice que esperaban una patria
celestial. Y cuando hablamos de una patria celestial tenemos que señalar que buscaban una patria
donde Dios reinara sobre ellos. Génesis 12:2 nos habla de la promesa inicial que Dios le habló a
Abraham sobre hacer y formar una nación por medio suyo, y en Génesis 35 reconfirma la promesa a
Jacob en Betel, que por medio de él una nación y conjunto de naciones vendrían.
De acuerdo a Deuteronomio 9:27, Israel llegó a ser constituido como nación por la intervención de
Moisés al recordarle a Dios la fortaleza de fe que desarrollaron Abraham, Isaac y Jacob. Aún
Romanos 4 nos dice que Abraham se fortaleció en fe y no permitió que se debilitara esta.
El verso 13 menciona que los patriarcas miraron de lejos la promesa de una patria mejor. Hoy en
base a estos patriarcas y héroes de fe, me gustaría tomar el ejemplo de estos hombres para de igual
forma ahora nosotros podamos fortalecer a nuestra patria, a nuestra nación, a nuestro México. Para
que también miremos de lejos y hacia a delante una patria mejor.
Mientras unos miraban solo una NUEVA ESPAÑA, nuestros héroes patrios miraban un nuevo
México independiente.
Hoy muchos podemos decir que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia, por lo que por fe
miro a mi nación no solo siendo objeto de la gracia de Dios, sino mejor aún, siendo instrumento de
Dios.
La mirada de Jesús:
A diferencia de otros, mira discípulos que dejan las bancas y las sillas y se colocan en la brecha,
observa personas dejando la pasividad, y mira cómo la condición triste de otros, ahora se vuelve
protagonista del cambio invitando a otros a voltear a mirar a su pueblo y decirles: “Mírenos”. Hoy
puedo ver a mis hijos y a tus hijos como aquellos que levantarán a una nación en ruinas.
La mirada de un profeta:
Hoy nuestro Estado y nuestra nación a sido sitiada por hombres violentos, rapaces que incluso
llegan atemorizar a muchos. La realidad no la podemos esconder, pero como Iglesia debemos
aprender a mirar con el espíritu; en 2 Reyes 6 notamos que mientras el siervo de Eliseo miraba a un
gran ejército Sirio, Eliseo miraba más allá de su entorno confiando en la protección de Dios sobre
su pueblo.
Hebreos 11:13 declara que aquello que miraron de lejos, se concretaría creyéndolo, por ello veamos
un poco más.
2. Nuestra patria se fortalece cuando por fe, BUSCAMOS un México sometido al gobierno de
Dios.
Hebreos 11:1 inicia diciendo: “Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo
que no se ve.”
La tercera acción que subraya el escritor en el versículo 13 es que la promesa de una patria la
saludaban:
El saludo expresado en el AT indicaba respeto, reverencia y familiaridad en un sentido más
cercano. Los buenos deseos en las salutaciones eran inseparables, el saludo era un hábito
diario y continuo. El saludo tenía que ser favorable y deseando lo mejor a otros, incluso
cuando uno mismo estaba en crisis.3
3. Nuestra patria se fortalece bendiciendo a otros respecto a una patria bendecida por Dios.
El deseo ferviente de libertad de nuestros héroes patrios:
El buen deseo de libertad tenía que contagiarse entre miles de criollos, indios y mestizos. Aquello
que inició con pocos hombres, en pocos días se transformó en muchos, de una ciudad a otra se
contagió el buen deseo de libertad. Lo que un día se soñó por uno, ahora de creía y se consolidaba
entre millares.
Cada vez que tengo encuentros con personas, y me hablan de pura tristeza y ruina, busco hablarles
de bendición, de nuevas misericordias, de nuevos comienzos, de nueva vida, y todo ese lamento
solo puede ser transformado por el poder de Dios. Nuestra boca debe abrirse para la necesaria
edificación, nuestras palabras deben de ser sazonadas con sal, filtradas por la Palabra que sana,
debemos bendecir y no maldecir. Hoy es necesario crear un hábito de hablar paz, amor, tolerancia,
respeto, etc. Por ello…
• Diles a otros que es posible que tu patria cambie, y no te contagies de la zozobra y temor que la
sociedad difunde.
• Diles a otros que las marchas pacifistas son buenas, pero mejor aún la humillación y oración de la
sociedad.
• Diles a otros que cada vez que recuerdan los tiempos antiguos y los añoran, bíblicamente no están
viviendo sabiamente.
• Diles a otros que mientras muchos jóvenes son presa de la delincuencia, muchos otros son
instrumentos de Dios.
Por último el escritor menciona que los patriarcas confesaban la promesa de una patria mejor, que
trasciende nuestra realidad: “Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial.” Para
algunos todo este desarrollo temático puede sonar a emocionalismo, y precisamente por eso es que
me quiero detener en esta última acción.
Referencias:
1. M. Quirarte, (1966) Visión panorámica de la historia de México, México, Porrúa, p. 105
2. Ibid., p. 162
3. R. Woger, (2002) Usos y costumbres de la tierras bíblicas, México, CLC, p. 40