INSTITUTO TECNOLÓGICO SALESIANO

“ELOY VALENZUELA”
Asignatura: Lengua Castellana Docente: Mg. Maricela Solano Grado 8°-1 Año 2019
COMPETENCIA COMUNICATIVA: Lectora-Escritora
Eje temático: La autobiografía
GUÍA No. 3
Nombre y apellidos del estudiante: _________________________________________________________ Fecha:_____________

LEER LA TEORÍA Y PASAR UN RESUMEN A SU CUERNO DE ESPAÑOL, ADEMÁS RESOLVER LA

ACTIVIDAD PLANTEADA

La autobiografía
La autobiografía es un texto narrativo no ficticio en el que su autor cuenta algunas situaciones que le han ocurrido.
Es una manera de conocerse a sí mismo y a la vez compartir las propias experiencias con los demás. Supone,
por lo tanto, un ejercicio de reflexión y comprensión de la propia vida para poder identificar esas situaciones
relevantes – importantes- que merecen ser contadas.

Tonos de contar una autobiografía

Una autobiografía puede estar contada de diversas maneras, esto depende del estilo del escritor o de lo que vaya
a narrar. Se pueden diferenciar los siguientes tonos

 Tono humorístico: el escritor relata situaciones amenas, o lo hace de una manera que genera hilaridad
 Tono nostálgico: el autor narra su historia rememorando situaciones que le generan melancolía o tristeza.
 Tono melodramático: las experiencias son contadas como una tragedia o de manera que despiertan
compasión en el lector.
Nota: de todas maneras una autobiografía puede ser escrita con una mezcla de tonos, pues todo depende de lo
que el autor quiera trasmitir en cada situación narrada.

Características de una autobiografía

 Está contada en primera persona
 El narrador es el mismo autor y protagonista
 Suele iniciar con los datos de nacimiento o familiares
 Generalmente está narrada de forma lineal; es decir, los hechos se presentan en el orden que fueron
vividos.
 Uso recurrente de signos de puntuación (coma, punto y coma, puntos) para marcar las pausas entre las
acciones.

Conectores
En un texto narrativo, por su manejo del tiempo, son frecuentes los siguientes conectores:

al principio, después de un tiempo, en esos días, antes que, después de que, más tarde, de pronto, mientras, a
veces, antes de que/ después de que, entonces , todos los días, a menudo, frecuentemente, antes, anteriormente,
al principio, al mismo tiempo, simultáneamente, después, luego, más tarde, posteriormente, por último, finalmente

ACTIVIDAD

1. Lee los siguientes fragmentos de autobiografías y diligencia en el cuaderno un cuadro como el

siguiente
Narrador- Tiempo Conectores Tono Acontecimientos Qué personas
Título autor verbal utilizado importantes que el importantes menciona
personaje narra en el autor (importantes
la autobiografía. para él)
(Con tus palabras)

Confieso que
he vivido
Cómo llegue a
ser escritor
Memorias
autobiográficas
Las cenizas de
Ángela

Fragmentos de autobiografías
Confieso que he vivido Los nombres de mis tíos me parecieron nombres de
Pablo Neruda, escritor chileno príncipes de reinos lejanos. Se llamaban Amóos,
” Mis padres llegaron de Parral, donde yo nací. Allí, Oseas, Joel, Abadías. Mi padre se llamaba
en el centro de Chile, crecen las viñas y abunda el simplemente José del Carmen. Salió muy joven de
vino. Sin que yo lo recuerde, sin saber que la miré las tierras paternas y trabajó de obrero en los diques
con mis ojos, murió mi madre doña Rosa Basoalto. del puerto de Talcahuano, terminando como
Yo nací el 12 de julio de 1904, y un mes después, en ferroviario en Temuco“.
agosto, agotada por la tuberculosis, mi madre ya no
existía. La vida era dura para los pequeños
agricultores del centro del país. Mi abuelo, don José
Angel Reyes, tenía poca tierra y muchos hijos.
 Cómo llegue a ser escritor
Tomás Carrasquilla, escritor colombiano
Este servidor de vosotros nació ha más de once lustros,
sin que hubiera anunciado el grande acontecimiento
ningún signo misterioso ni en el cielo ni en la Tierra. Fue
ello en Santodomingo, un poblachón encaramado en
unos riscos de Antioquia. Según unos, se parece a un
nido de águilas; según otros, a un taburete. Opto por el
asiento. En todo caso, es un pueblo de las tres efes,
como dicen allá mismo: feo, frío y faldudo.
Mis padres eran entre pobres y acaudalados, entre
labriegos y señorones, y más blancos que el Rey de las
Españas, al decir de mis cuatro abuelos. Todos ellos
eran gentes patriarcales, muy temerosos de Dios y muy
buenos vecinos.
Como querían que fuera doctor y lumbrera, me
pusieron, desde chico hasta grande, en cuanto colegio
hubo por esas cordilleras. ¡Pobres viejos! Fue mi primer
maestro El Tullido, por antonomasia, protagonista,
luego, de algún cuentecillo mío.
Parece que esos, mis primeros pasos en la carrera de
la sabiduría me imprimieron carácter desde entonces,
porque en ninguna parte aprendí nada. La indolencia, la
pereza y algo más de los pecados capitales, a quienes
siempre he rendido ardiente culto, no me dejaban
tiempo para estudiar cosa alguna ni hacer nada en
formalidad. Mas, por allá en esas Batuecas de Dios, a
falta de otra cosa peor en qué ocuparse, se lee
muchísimo.
Seguí leyendo, leyendo, y creo que en el hoyo donde
me entierren habré de leerme la biblioteca de la muerte,
donde debe estar concentrada la esencia toda del saber
hondo. He leído de cuanto hay, bueno y malo, sagrado
y profano, lícito y prohibido, sin método, sin plan ni
objetivos determinados, por puro pasatiempo. Lo que
tengo en la cabeza es un matalotaje caótico de
hojarasca, viruta y cucarachas.
Memorias autobiográficas
José Hilario López, militar y expresidente de
Colombia
Nací en la ciudad de Popayán, capital de la provincia de
este nombre, el 18 de febrero de 1798. Mis
ascendientes pertenecían a las primeras familias de la
antigua nobleza: mi padre era oficial real de la Santa
Cruzada. Desde mi nacimiento me tomó a su cargo mi
abuela paterna doña Manuela Hurtado, en la
consideración de ser yo el primogénito de su
primogénito; y logré ser su predilecto y mimado en
extremo. Mi familia no era rica, pero poseía una fortuna
suficiente para vivir con decencia y desahogo. Mis
padres y abuelos eran muy caritativos y generosos y
amaban mucho a sus parientes.
Mi educación primaria fue la misma que en aquellos
tiempos se daba a los niños: ella consistía en aprender
la doctrina cristiana, a leer y escribir, los principios de
aritmética y algunos rudimentos de historia. El
gobernador español don Diego A. Nieto, íntimo amigo
de mi familia, me halagaba con regalos para estimular
mi aprendizaje. Los directores de establecimientos de
educación eran crueles e injustos en aquel tiempo, y no
se reputaban buenos cuando no eran
extraordinariamente severos en sus castigos. Baste
decir, que por la más pequeña falta de algún alumno, se
imponía una pena general a toda la clase; y esas penas
no consistían en estímulos nobles y decentes que
exaltaran los sentimientos de sus discípulos sino en
golpes furibundos de férula y látigo, en largas
penitencias, hincados de rodillas, y en otros tormentos.
Recuerdo, con este motivo, que estando yo
aprendiendo a leer y escribir donde un señor Joaquín
Basto, que era el preceptor, en unión de otros muchos
niños, se impuso al último un castigo de los
acostumbrados,un compañero se quejaba del dolor que
había experimentado, se le obligó a tomar una taza de
orines, dizque para aplacarle la soberbia, en cuya
escena figuraban no sólo el maestro Basto sino su mujer
e hijos, que estaban igualmente autorizados para infligir
penas a los alumnos.
A consecuencia de este suceso, el doctor José M.
Mosquera, padre del niño, lo retiró de este
establecimiento.
Las cenizas de Ángela
Frank McCourt profesor irlandés – estadounidense
Cuando rememoro mi niñez me pregunto cómo
sobreviví. Fue, claro, una infancia miserable: la infancia
feliz difícilmente vale la pena para nadie. Peor que la
infancia miserable común es la infancia miserable
irlandesa, y peor aún es la infancia miserable católica
irlandesa.
La gente en todas partes se jacta o se queja de los
infortunios de sus primeros años, pero nada se puede
comparar con la versión irlandesa: la pobreza; el padre
alcohólico, locuaz e inestable, la piadosa y derrotada
madre gimiendo junto al fuego; sacerdotes pomposos;
maestros abusivos; los ingleses y las cosas terribles que
nos hicieron durante ochocientos largos años.
La lluvia nos hacía entrar a la iglesia: nuestro refugio,
nuestra fuerza, nuestro único sitio seco. En misas,
bendiciones y novenas nos hacinábamos en grandes
racimos húmedos arrollados por el zumbido monótono
del cura mientras el vapor volvía a brotar de nuestra
ropa para mezclarse con la dulzura del incienso, las
flores y las velas.
De niño miraba a mi padre, la calvicie incipiente, los
dientes mellados, y me preguntaba cómo era que
alguien daría dinero por una cabeza así. Cuando tenía
trece años, la madre de mi padre me contó un secreto:
a tu pobre padre lo dejaron caer de cabeza cuando era
bebé. Fue un accidente, él no volvió a ser el mismo
después, debes recordar que la gente que dejan caer
de cabeza puede ser un poquito rara. Debido al precio
por la cabeza sobre la cual lo habían dejado caer,
tuvieron que sacarlo en secreto de Irlanda en un buque
de carga que zarpaba de Galway. En Nueva York, con
la Prohibición en pleno apogeo creyó que había muerto
e ido al infierno por sus pecados. Luego descubrió los
bares clandestinos y se llenó de regocijo.
Mi madre, Ángela Sheehan de soltera, creció en una
barriada de Limerick con su madre, dos hermanos,
Thomas y Patrick, y una hermana, Agnes. No vio nunca
a su padre, quien había huido a Australia unas semanas
antes de su nacimiento.
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“ELOY VALENZUELA”
Asignatura: Lengua Castellana Docente: Mg. Maricela Solano Grado 8°-1 Año 2019
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