Anda di halaman 1dari 2

Detrás de cada gran hombre…

La madre de Moisés fue una mujer valiente. Porque se atrevió a desafiar la orden del
rey, que era entregar a todos los hijos varones a la muerte.

AUTOR Wenceslao Calvo 02 DE JUNIO DE 2016

Una de las frases más conocidas que se usan para resaltar el papel de una madre
anónima, cuando su hijo ha sido alguien famoso, es la de que ‘detrás de cada gran
hombre hay una gran mujer.’

Ciertamente no cabe duda de que Moisés fue un gran hombre y su figura llena
páginas y páginas de la Biblia. En cambio de su madre hay contadas referencias, cinco
en total, de las cuales solamente en dos es citada por su nombre, que era el de Jocabed.
Pero ¿fue ella una mujer grande? Si medimos las cosas con los parámetros humanos tal
vez no veamos demasiada grandeza, pero la captaremos si nos fijamos más
detenidamente en el siguiente relato de Éxodo 2:1-10.

La madre de Moisés fue una mujer valiente. Porque se atrevió a desafiar la orden
del rey, que era entregar a todos los hijos varones a la muerte. Era un mandato
diabólico, porque buscaba la destrucción de todo un pueblo, lo que hoy
denominaríamos un genocidio. A lo largo de la historia ha habido gobernantes
que han mandado cosas abiertamente contrarias a la ley de Dios. Desobedecerlos
no es delito; tal vez lo sea ante los hombres, pero no ante Dios. De hecho, las
parteras hebreas que desobedecieron la orden del rey fueron bendecidas por
Dios. Eso significa que el precepto que tenemos de someternos a las autoridades
no es absoluto y tiene sus límites. Aquí tenemos a una mujer valiente, porque al
hacer lo que hizo arriesgó su propia vida.

La madre de Moisés fue una mujer de fe. Porque creyó que más allá del poder de
Faraón había otro poder más grande, que podía salvar a su hijo. Alguien sin fe
simplemente se habría rendido a la evidencia y la evidencia era que el poder de
las tinieblas era absoluto en aquella nación de Egipto. Por lo tanto, que no había
salida, que todo estaba perdido. En algunos momentos de la historia, ante
situaciones desesperadas, ha habido infanticidios y suicidios colectivos (Masada,
Sagunto) que han testificado que era mejor morir a manos propias que permitir
que el enemigo se saliera con la suya. Pero aquí tenemos a una mujer que cree.
Ella miró al niño y vio algo en lo que otra podría haber visto nada más que una
ocasión perdida, un proyecto frustrado. Pero esta madre vio futuro y desarrollo,
porque no miró con los ojos de la carne sino con los de la fe, de la fe en el Dios
de Israel.

Seguramente, en aquellas circunstancias, muchas madres se estarían preguntando:


¿Dónde está Dios? ¿Dónde sus promesas? ¿Cómo permite que estemos pasando por esta
insoportable situación? Probablemente a estas alturas habría muchas que ya habrían
perdido la fe. Pero esta mujer seguía creyendo, a pesar de la abrumadora evidencia
en sentido contrario. Creía en la providencia de Dios, esto es, su gobierno, por encima
del de Faraón. No creyó en la suerte ni en el azar sino en Dios.

La madre de Moisés fue una mujer sabia. Porque tomó medidas para ver lo que
ocurriría al dejar al niño en la cesta en el río. Por cierto, que esta misma
sabiduría es demostración de su fe, porque ¿para qué tomar medidas sobre algo
que no se cree vaya a suceder? Así que aquí estamos ante alguien cuya fe es
seguida por la acción. Por eso pone allí cerca a la hermana del niño, para que
vigile la escena. Se trata de una acción sabia, porque imaginemos por un
momento que no hubiera actuado así. El niño se habría salvado igualmente, pero
¿habría tenido ella la oportunidad de criarlo? No. Y entonces toda la historia de
Moisés hubiera sido diferente sin ese pequeño pero gran detalle. La sabiduría de
esta madre nos enseña que aunque hay cosas que están más allá de nuestro
alcance, y por tanto tenemos que dejarlas en las manos de Dios, hay otras que
entran dentro de nuestra responsabilidad y es nuestro deber realizarlas. Eso es
sabiduría.

La madre de Moisés fue una mujer maestra. No sólo alimentó físicamente a su


hijo sino que también lo nutrió espiritualmente. Fue ella quien puso los primeros
estratos formativos en aquel niño. Después vendrían otras influencias en su vida,
como las de su madre adoptiva, la corte de Faraón, la cultura de los egipcios, etc.
Pero aquí hay una huella, una semilla, que va a quedar para siempre. Durante
aquellos años, cortos pero intensos, la madre de Moisés no perdió el tiempo.
Sabía que tenía poco y había que aprovecharlo. Si Moisés, llegado a adulto, supo
que los israelitas eran sus hermanos, es porque indudablemente su madre se lo
había dicho. Ella hizo una diferencia a través de su enseñanza. ¿Es difícil
imaginar a esta mujer orando por su hijo y encomendando su futuro a Dios? Del
mismo modo que lo había encomendado al depositar la cesta en la orilla del
Nilo, también ahora lo hace, en el momento de desprenderse de él y entregarlo a
su madre adoptiva.

Sí, verdaderamente en el caso de Moisés se cumple el dicho de que ‘detrás de cada gran
hombre hay una gran mujer’. Claro que la grandeza de Moisés no hubiera sido posible
si detrás y delante de Moisés no hubiera habido un gran Dios.

Anda mungkin juga menyukai