Índice
1. Introducción 1
3. Explicando el diseño 6
5. El valor de la teorı́a 26
1. Introducción
El término “propiedad intelectual” se refiere a un amplio grupo de doctri-
nas legales que regulan el uso de diferentes tipos de ideas e insignias. La ley
de derecho de autor protege varias “formas originales de expresión”, incluyendo
novelas, pelı́culas, composiciones musicales y programas de software. Las leyes
de patentes protegen las invenciones y cierto tipo de descubrimientos. Las leyes
de marca protegen las palabras y los sı́mbolos identificatorios que les permiten
a los consumidores distinguir los bienes y servicios manufacturados o provistos
por personas o firmas particulares. Las leyes de secreto industrial protegen la
información comercialmente valiosa (fórmulas de gaseosas, estrategias de mer-
cadotecnia confidenciales, etc.), que las compañı́as intentan ocultar a sus com-
petidores. El “derecho a la imagen” protege los intereses de las celebridades en
el uso de sus imágenes y su identidad.
La importancia económica y cultural de esta colección de reglas está au-
mentando rápidamente. Las fortunas de muchos negocios dependen gravemente
ahora de los derechos de propiedad intelectual. Un porcentaje creciente de pro-
fesionales legales se especializan en las disputas de propiedad intelectual. Y los
legisladores alrededor de todo el mundo están muy ocupados revisando sus leyes
de propiedad intelectual.1
1 La historia de estas doctrinas en los Estados Unidos -y las razones posibles de su creciente
importancia- son consideradas en: William Fisher, “Geistiges Eigentum – ein ausufernder
Una investigación preliminar 2
of Legal Studies, 18 (1989): 325. Este argumento está derivado en una parte sustancial de
Jeremy Bentham, A Manual of Political Economy (New York: Putnam, 1839); John Stuart
Mill, Principles of Political Economy, 5th ed. (New York: Appleton, 1862); and A. C. Pigou,
The Economics of Welfare, 2nd ed. (London: Macmillan and Co., 1924).
3 Una investigación preliminar
Law Journal, 77 (1988): 287, at 299-330. Estas impresiones iniciales son examinadas con más
detalle en la Sección III abajo.
5 Robert Nozick, Anarchy, State, and Utopia (New York: Basic Books, 1974), pp. 178-82.
6 John Locke, Two Treatises of Government (P. Laslett, ed., Cambridge: Cambridge Uni-
7 Ver: Margaret Jane Radin, Reinterpreting Property (Chicago: University of Chicago Press,
1993); Jeremy Waldron, The Right to Private Property (Oxford: Clarendon, 1988).
5 Una investigación preliminar
ı́dem, “Asserting Copyright’s Democratic Principles in the Global Arena,” Vanderbilt Law
Explicando el diseño 6
3. Explicando el diseño
Aquellos son, pues, en orden de importancia e influencia, las cuatro pers-
pectivas que actualmente dominan la escritura teórica acerca de la propiedad
intelectual: el utilitarismo; la Teorı́a del Trabajo, la Teorı́a de la Personalidad,
y la Teorı́a de la Planificación Social. ¿Cómo se explica la influencia de estos
enfoques en particular? En gran parte, su importancia deriva del hecho de que
crecieron y dieron sustento a las lı́neras argumentativas que durante largo tiempo
figuraron en la materia prima de la ley de propiedad intelectual: las disposiciones
constitucionales, los informes de casos, fundamentos de ley, y ası́ sucesivamente.
La dependencia de los teóricos de las ideas formuladas y popularizadas por
los jueces, legisladores y abogados es especialmente evidente en el caso del uti-
litarismo. Las referencias a la función de los derechos de propiedad intelectual
para estimular la producción de obras socialmente valiosa atraviesa toda la ley
estadounidense. Esto es, por ejemplo, la disposición constitucional sobre la cual
los derechos de autor y demás leyes de patentes indican que el propósito de esas
leyes es proporcionar incentivos para los esfuerzos intelectuales creativos que
beneficien a la sociedad en general.13 La Corte Suprema de los Estados Uni-
dos, cuando interpreta las leyes de derechos de autor y de patentes, ha insistido
reiteradamente en que su objetivo principal es inducir la producción y difusión
de las obras del intelecto.14 Una serie de tribunales inferiores han estado de
acuerdo.15
Las referencias a la importancia de recompensar a los autores e inventores
de su trabajo son casi tan comunes como las utilitaristas. Los defensores de las
Review, 51 (1998): 217-329.
11 Ver, por ejemplo, Rosemary J. Coombe, “Objects of Property and Subjects of Politics:
Intellectual Property Laws and Democratic Dialogue,” Texas Law Review, 69 (1991): 1853;
Niva Elkin-Koren, “Copyright Law and Social Dialogue on the Information Superhighway:
The Case Against Copyright Liability of Bulletin Board Operators”, Cardozo Arts & Enter-
tainment Law Journal, 13 (1995): 345; Michael Madow, “Private Ownership of Public Image:
Popular Culture and Publicity Rights”, California Law Review, 81 (1993): 125; William Fis-
her, “Reconstructing the Fair Use Doctrine”, Harvard Law Review, 101 (1988): 1659-795, pp.
1744-94.
12 Gregory S. Alexander, Commodity and Propriety (Chicago: University of Chicago Press,
1997), p. 1.
13 Artı́culo I, Sección 8, Claúsula 8, de la Constitución de Estados Unidos habilita al Con-
greso “a promover el progreso de las ciencias y las artes, mediante la concesión, a autores e
inventores, por tiempo limitado, del derecho exclusivo sobre sus respectivos escritos y descu-
brimientos”.
14 Ver, por ejemplo, Fox Film Corp. v. Doyal, 286 U.S. 123, 127-28 (1932); Kendall v. Winsor,
1986); Consumers Union of United States v. General Signal Corp., 724 F.2d 1044, 1048 (2d
Cir. 1983).
7 Explicando el diseño
16 Testimony of Elizabeth Janeway, Copyright Law Revision: Hearings on H.R. 4347, 5680,
6831, 6835 Before Subcomm. No. 3 of the House Comm. on the Judiciary, 89th Cong., 1st Sess.
(1965), reprinted in George S. Grossman, Omnibus Copyright Revision Legislative History,
vol. 5 (1976), p. 100.
17 347 U.S. 201, 219 (1954). Para un argumento similar en el contexto de las patentes, ver:
Motion Picture Patents Co. v. Universal Film Manufacturing Co., 243 U.S. 502 (1917).
18 Muchos ejemplos son expuestos en Stewart E. Sterk, “Rhetoric and Reality in Copyright
Law,” Michigan Law Review, 94 (1996): 1197; Alfred C. Yen, “Restoring the Natural Law:
Copyright as Labor and Possession,“ Ohio State Law Journal, 51 (1990): 517; y en Lloyd
Harvard Law Review Weinreb, “Copyright for Functional Expression,“, 111 (1998): 1149-254,
at 1211-14.
19 Ver: Thomas Cotter, “Pragmatism, Economics, and the Droit Moral,“ North Carolina Law
Review, 76 (1997): 1, at 6-27; Jeri D. Yonover, “The ‘Dissing’ of Da Vinci: The Imaginary
Case of Leonardo v. Duchamp: Moral Rights, Parody, and Fair Use,“ Valparaiso University
Law Review, 29 (1995): 935-1004.
Explicando el diseño 8
intelectual en Internet.20
En resumen, una de las razones por las que las teorı́as utilitaristas, del tra-
bajo, de la personalidad y de la planificación social han empezado a ser tan
prominentes en la lectura teórica, es la fortaleza de temas similares en opiniones
judiciales, leyes y escritos de apelación. Sin embargo, dos circunstancias sugie-
ren que ese paralelismo y esa resonancia no pueden explicar completamente la
configuración de las teorı́as contemporáneas. En primer lugar, existen en los
materiales de varias leyes de propiedad intelectual importantes temas que no
han tenido eco y que no han sido amplificados por un número importante de
teóricos. Muchos tribunales americanos, por ejemplo, se esfuerzan al interpretar
la ley de derechos de autor o de marcas para reflejar y reforzar la costumbre
- ya sean prácticas comerciales habituales o normas consuetudinarias de “bue-
na fe” y “trato justo”.21 Esa orientación tiene raı́ces profundas, tanto en la
common law en general y en los primeros escritos del siglo XX de los Realis-
tas Legales Americanos.22 Sin embargo, pocos teóricos contemporáneos de la
propiedad intelectual prestan atención significativa a la costumbre.23 Lo mismo
puede decirse de la preocupación por la privacidad. Durante mucho tiempo una
de las principales preocupaciones de los legisladores y los tribunales,24 la protec-
ción de la privacidad recibe ahora muy poca atención por parte de los teóricos
contemporáneos de Estados Unidos.
La segunda circunstancia es que, en materia legislativa y judicial, las diversas
clases de argumentos que hemos estado considerando por lo general se mezclan.
Este es, por ejemplo, el preámbulo a la primera ley de de derechos de autor de
Connecticut:
Considerando que es perfectamente aceptable para los principios de la equi-
dad natural y la, que cada autor debe ser asegurado en recibir los beneficios que
puedan derivarse de la venta de sus obras, y que tal seguridad puede alentar
a los hombres a aprender y a los genios a publicar sus escritos; lo que puede
honrar a su paı́s, y dar servicio a la humanidad...25
Doscientos años más tarde, en el caso de Harper & Row, la Corte Suprema
tomó una lı́nea similar:
Estamos de acuerdo con la Corte de Apelaciones en que los derechos de
autor tienen por objeto aumentar y no reducir la cosecha de conocimiento. Pe-
ro creemos que el Segundo Circuito dio deferencia insuficiente para el régimen
establecido por la Ley de Derecho de Autor para el fomento de las obras origi-
nales que proveen la semilla y el contenido de esta zafra. Los derechos conferidos
por la ley de derechos de autor están diseñados para asegurar que aquellos que
aportan a la reserva del conocimiento reciban una remuneración justa por su
20 Ver: Niva Elkin-Koren, “Cyberlaw and Social Change: A Democratic Approach to Copy-
right Law in Cyberspace,“ Cardozo Arts & Entertainment Law Journal, 14 (1996): 215.
21 Harper & Row v. Nation Enterprises, 471 U.S. 539, 563 (1985). Ver también: Time v.
Bernard Geis Associates, 293 F.Supp. 130, 146 (S.D.N.Y. 1968); Rosemont Enterprises v.
Random House, 366 F.2d 303, 307 (2d Cir. 1966); Holdridge v. Knight Publishing Corp., 214
F.Supp. 921, 924 (S.D.Cal. 1963).
22 Ver: Fisher et al., American Legal Realism, p. 170.
23 Weinreb, “Fair’s Fair: A Comment on the Fair Use Doctrine,” Harvard Law Review, 103
(1990): 1137-61.
24 Ver: Harper & Row v. Nation Enterprises, 471 U.S. 539, 564 (1985); Salinger v. Random
ments of the United States, 1783-906, at 11 (2nd ed., Washington: Government Printing Office,
1906).
9 Lagunas, conflictos y ambigüedades
trabajo.26
La equidad, los incentivos, la cultura, la formación -en estos y en otros in-
numerables pasajes- se arremolinan. En la escritura teórica contemporánea, por
el contrario, tales temas se caracterizan por estar delimitados y yuxtapuestos.
¿Cómo podemos explicar estos dos aspectos en los que la teorı́a de la propie-
dad intelectual se desvı́a de los materiales legales existentes? La respuesta parece
ser que los teóricos están viendo la ley a través de lentes suministrados por la
filosofı́a polı́tica. En los debates filosóficos contemporáneos, el derecho natural,
el utilitarismo y las teorı́as del bien se suelen considerar como puntos de vista
incompatibles.27 No es sorprendente que los teóricos del derecho, familiarizados
con esos debates, deban separar las ideas acerca de la propiedad intelectual en
pilas similares.
Una circunstancia adicional también juega probablemente un papel: muchos
teóricos contemporáneos de la propiedad intelectual también participan en ar-
gumentos similares acerca de la forma adecuada del derecho de propiedad en
general. En ese escenario, hay ahora un canon bien establecido de las pers-
pectivas rivales, una vez más elaborado en gran parte por la filosofı́a polı́tica
anglo-americana. La teorı́a del trabajo, el utilitarismo y la teorı́a de la persona-
lidad son los principales contendientes.28 No es de extrañar verlo replicado en
el contexto de la propiedad intelectual.
eds., Property (Nomos XXII) (New York: New York University Press, 1980); Alan Ryan,
Property and Political Theory (Oxford: Blackwell, 1984); Waldron, Right to Private Property.
Por cierto, no todos los teóricos de la propiedad están inclinados a mantener los lı́mites
tradicionales entre la ley natural, el utilitarismo y las teorı́as de lo bueno. Para un teórico
pluralista prominente, ver: Stephen R. Munzer, A Theory of Property (Cambridge: Cambridge
University Press, 1990).
4.1 A. 10
no sólo el recuento sistemático de los impulsos que han dado forma a las doc-
trinas legales existentes, sino que también son la guı́a que los legisladores y los
jueces pueden utilizar cuando modifican o amplian esas doctrinas en respuesta
a las nuevas tecnologı́as y las circunstancias. Desafortunadamente, las cuatro
teorı́as han probado en la práctica ser menos útil en este sentido que lo que sus
defensores afirman. Las ambigüedades, las contradicciones internas, y la falta
de información empı́rica fundamental limitan su poder normativo. Subsecciones
III.A.-III.D., a continuación, exploran esas limitaciones. La sección IV sostiene
que las teorı́as, no obstante, tienen un valor considerable.
4.1. A.
La primera tarea en el desarrollo de una teorı́a utilitarista de la propiedad
intelectual es traducir el ideal de Bentham del “mayor bien del mayor número”
en una norma más precisa y administrable. La mayorı́a de los escritores contem-
poráneos selecciona para este fin o el criterio de “maximización de la riqueza”,
que asesora a los legisladores para seleccionar el sistema de reglas que maximiza
el bienestar total medido por la capacidad de los consumidores y su disposición
a pagar por los bienes, servicios y condiciones,29 o el criterio “Kaldor-Hicks”,
según el cual un estado de cosas es preferible a un segundo estado de cosas si,
al pasar de la segunda a la primera, el “ganador” de la medida puede, por una
transferencia de una suma global, compensar al “perdedor” por su pérdida de
utilidad y aún ası́ estar mejor.30
Esta maniobra de análisis preliminar es vulnerable a varias objeciones. En
primer lugar, los criterios de la maximización de la riqueza y de Kaldor-Hicks,
aunque similares, no son idénticos, y mucho puede variar en la elección de uno
de los dos. Luego, los escépticos comúnmente objetan ambos criterios, basados
en que ambos ignoran la inconmensurabilidad de las funciones de utilidad y el
análisis de sesgo en favor de los deseos de los ricos, que, en promedio, valoran
menos cada dólar que los pobres. Por último, algunos economistas y teóricos de
la polı́tica que se inspiran en la rica tradición del utilitarismo argumentan que
ambos criterios (pero sobre todo el primero) definen el bienestar social de forma
demasiado estricta y preferirı́an una red de análisis más amplia. Pero debido
a que estas objeciones no están de ninguna manera limitadas a la esfera de la
propiedad intelectual, y por haber sido bien discutidas en otros lugares, no voy
a hacer una pausa para explorarlas aquı́.31
Supongamos que estamos cómodos con al menos uno de estos criterios como
nuestro faro. ¿Cómo podrı́a aplicarse a la ley de propiedad intelectual? ¿Qué sis-
tema de reglas, en otras palabras, mejorarı́a más el beneficio social? Resulta que
hay por lo menos tres formas generales en las que podrı́amos tratar de responder
29 Para una discusión más abarcativa de este estándar, ver: Richard Posner, Economic Analy-
sis of Law (3rd ed., Boston: Little, Brown, 1986), pp. 11-15.
30 Ver: Nicholas Kaldor, “Welfare Propositions in Economics and Interpersonal Comparisons
Economic Analysis of Law,” Hofstra Law Review 8 (1980): 939, at 966-72; Duncan Kennedy,
“Cost-Benefit Analysis of Entitlement Problems: A Critique,” Stanford Law Review 33 (1981):
387; Ronald Dworkin, “Is Wealth a Value?,” Journal of Legal Studies, 9 (1980): 191; Louis
Kaplow and Steven Shavell, “Principles of Fairness versus Human Welfare: On the Evaluation
of Legal Policy,” John M. Olin Foundation, Discussion Paper No. 277 (2000).
11 4.1 A.
a esta pregunta:32
trarse en Peter Menell, “Intellectual Property: General Theories,” Encyclopedia of Law &
Economics (forthcoming 2000).
33 William D. Nordhaus, Invention, Growth, and Welfare: A Theoretical Treatment of Te-
que tienen una elasticidad menor en la demanda tienen una vida de patente óptima“ y que
“las industrias que tienen una invención más progresiva o más fácil deberı́an tener patentes
con una vida más corta“, Ibid., p. 79.
Una selección muy amplia de ensayos tanto en el campo de las patentes como en el del dere-
cho de autor tratan de refinar o de aplicar la aproximación general desarrollada por Nordhaus.
Ver, por ejemplo, Pankaj Tandon, “Optimal Patents with Compulsory Licensing,” Journal of
Political Economy, 90 (1982): 470-86; Richard Gilbert and Carl Shapiro, “Optimal Patent
Protection and Breadth,” RAND Journal of Economics, 21 (1990): 106-12; Paul Klemperer,
“How Broad Should the Scope of Patent Protection Be?,” RAND Journal of Economics, 21
(1990): 113-30; Landes and Posner, “Economic Analysis of Copyright Law”; William Fisher,
“Reconstructing the Fair Use Doctrine,“ at 1698-1744; S. J. Liebowitz, “Copying and Indirect
Appropriability: Photocopying of Journals,“ Journal of Political Economy, 93 (1985), 945; A.
Samuel Oddi, “Beyond Obviousness: Invention Protection in the Twenty-First Century,” Ame-
rican University Law Review, 38 (1989): 1097, at 1101-2, 1114-16; and Frederic M. Scherer,
Industrial Market Structure and Economic Performance (2nd ed., Chicago: Rand McNally,
1980), pp. 439-58. The history of this perspective is traced in Gillian K. Hadfield, “The Eco-
nomics of Copyright: An Historical Perspective,“ Copyright Law Symposium (ASCAP), 38
(1992): 1-46.
35 Ver: Harold Demsetz, “Information and Efficiency: Another Viewpoint,“ Journal of Law
ries,” at 7-8. Entre los trabajos lı́deres están: Yoram Barzel, “Optimal Timing of Innovations,”
Review of Economic and Statistics, 50 (1968): 348-55; Partha Dasgupta, “Patents, Priority
and Imitation or, The Economics of Races and Waiting Games,” Economics Journal 98 (1988):
66, at 74-8; Partha Dasgupta and Joseph Stiglitz, “Uncertainty, Industrial Structure and the
Speed of R&D,” Bell Journal of Economics, 11 (1980); 1, at 12-13; Drew Fundenberg, Ri-
chard Gilbert, Joseph Stiglitz, and Jean Tirole, “Preemption, Leapfrogging, and Competition
in Patent Races,” European Economic Review 77 (1983): 176-83; Michael L. Katz and Carl
Shapiro, “R & D Rivalry with Licensing or Imitation,” American Economic Review 77 (1987):
402; Steven A. Lippman and Kevin F. McCardle, “Dropout Behavior in R. & D. Races with
Learning,” RAND Journal of Economics 18 (1987): 287; Glenn C. Loury, “Market Structu-
re and Innovation,” Quarterly Journal of Economics, 93 (1979): 395; Frederic M. Scherer,
“Research and Development Resource Allocation Under Rivalry,” Quarterly Journal of Eco-
nomics, 81 (1967): 359, at 364-6; Pankaj Tandon, “Rivalry and the Excessive Allocation of
Resources to Research,” Bell Journal of Economics, 14 (1983): 152; Brian D. Wright, “The
Resource Allocation Problem in R & D,” in The Economics of R & D Policy 41, 50 (George
S. Tolley, James H. Hodge & James F. Oehmke eds., 1985).
13 4.1 A.
Review, 97 (1984): 1813-92; Edmund Kitch, “The Nature and Function of the Patent System,”
Journal of Law and Economics, 20 (1977): 265; idem, “Patents, Prospects, and Economic
Surplus: A Reply,” Journal of Law and Economics, 23 (1980): 205; Mark F. Grady & J. I.
Alexander, “Patent Law and Rent Dissipation,“ Virginia Law Review, 78 (1992): 305; Robert
Merges and Richard Nelson, “On the Complex Economics of Patent Scope,“ Columbia Law
Review, 90 (1990): 839-916; Mark Lemley, “The Economics of Improvement in Intellectual
Property Law,” Texas Law Review, 75 (1997): 993-1084.
40 Ver, por ejemplo, Joan Robinson, The Economics of Imperfect Competition (London:
Macmillan, 1933); Arnold Plant, “The Economic Aspects of Copyright in Books,“ in Econo-
mica (n.s.) (1934): 30-51; Jack Hirshleifer, “The Private and Social Value of Information and
the Reward to Inventive Activity,” American Economic Review, 63 (1973): 31-51; Stephen
Breyer, “The Uneasy Case for Copyright,” Harvard Law Review, 87 (1970): 281-351.
41 Ver, por ejemplo, Barry Tyerman, “The Economic Rationale for Copyright Protection for
Published Books: A Reply to Professor Breyer,“ UCLA Law Review, 18 (1971): 1100.
42 La literatura relevante incluye John Kay, “The Economics of Intellectual Property Rights,”
International Review of Law & Economics, 13 (1993): 337, at 344-6; R. C. Levin, A. K. Kle-
vorick, R. R. Nelson, and S. G. Winter, “Appropriating the Returns from Industrial Research
and Development,” Brookings Papers Economic Activity (1987): 783-831; Edwin Mansfield,
“Patents and Innovation: An Empirical Study,” Management Science, 32 (1986): 173-81; Geor-
ge L. Priest, “What Economists Can Tell Lawyers About Intellectual Property,” Research in
Law and Economics, Vol. 8 (John Palmer, ed., 1986), 19, 21; Antoon A. Quaedvlieg, “The
Economic Analysis of Intellectual Property Law,” in Willem F. Korthals Altes et al., eds.,
4.1 A. 14
que una invención ha sido comercializada, el gobierno use los datos de ventas y encuestas
para evaluar su valor social, y luego pague periódicamente al inventor una suma acorde quizás
sea mejor que el régimen de patentes, a pesar de las dificultades asociadas familiarmente
a una estimación gubernamental de este tipo. Y que un sistema en el cual cada inventor
tenga la opción de obtener una patente tradicional tanto como recolectar la recompensa del
gobierno sin dudas serı́a mucho mejor que un sistema simple de patentes. Ver: “Rewards versus
Intellectual Property Rights,” National Bureau of Economic Research, Working Paper 6956
(February 1999).
44 Ver, por ejemplo, Robert M. Hurt and Robert M. Schuchman, “The Economic Rationale
of Copyright,“ American Economic Review, 56 (1966): 425-26; Jessica Litman, “The Public
Domain,“ Emory Law Journal, 34 (1990): 997; Lloyd Weinreb, “Copyright for Functional
Expression,“ at 1232-6; John Shepard Wiley, Jr., “Bonito Boats: Uninformed but Mandatory
Innovation Policy,“ Supreme Court Review (1989), 283.
15 4.1 A.
acerca de cómo los consumidores desean hacer uso de cada clase de productos
intelectuales. Sin embargo, como Glynn Lunney ha argumentado, si ampliamos
nuestro marco de referencia, esta solución prueba ser muy problemática.45 En
casi ningún campo de la actividad económica los innovadores están autorizados
a cobrar el valor total de sus innovaciones. El maestro de escuela primaria que
desarrolla una nueva técnica para la enseñanza de las matemáticas, el activista
de derechos civiles que descubre una manera de reducir las tensiones raciales,
el fı́sico que encuentra una manera de integrar nuestra comprensión de la gra-
vedad y la mecánica cuántica -todos estos devienen en beneficios sociales que
exceden con mucho a los ingresos de los innovadores. La ampliación de los de-
rechos de los titulares de la propiedad intelectual por lo tanto quizás podrı́an
afinar las señales enviadas a los creadores de diferentes tipos de ficción, pelı́culas
y software relativas a las preferencias de los consumidores, pero llevarı́an a un
exceso de inversión aún más grave en los productos intelectuales frente a temas
tales como la educación, el activismo comunitario y la investigación primaria.
Por desgracia, la respuesta propuesta por Lunney a este problema -la reducción
de la protección de los derechos de autor hasta que los creadores de entrete-
nimiento hayan recibido recompensas que no sean superiores a las disponibles
para los innovadores en otros campos- sacrificarı́a la mayor parte de los benefi-
cios económicos subrayados por Demsetz y Goldstein. La solución óptima está,
pues, lejos de ser clara.
Los teóricos empeñados en evitar la actividad inventiva redundante tienen
sus propios problemas. La dificultad más grave surge del hecho de que la re-
ducción del gasto social en una etapa del proceso inventivo comúnmente lo
aumenta en otra. Ası́, por ejemplo, en el artı́culo pionero de este subcampo,
Edmund Kitch destacó las ventajas que significarı́a una concesión amplia de de-
rechos para el desarrollador de una invención pionera, permitiéndole que pueda
coordinar la investigación y el desarrollo dedicado a la mejora de la invención,
y ası́ reducir la disipación de las rentas en el nivel secundario.46 Sin embargo,
como Robert Merges sostiene, una concesión de patentes tan generosa exacer-
bará la disipación de la renta en el nivel primario. Un número aún mayor -y
por lo tanto socialmente más inútil- de personas o empresas competirá ahora
para ser el primero en desarrollar patentes pioneras. Mark Grady y Alexan-
der Jay han desarrollado una ingeniosa teorı́a para determinar cuál de estos
peligros es más notable en casos particulares.47 Las invenciones primarias que
sólo tienen un valor social modesto pero que señalan un potencial muy amplio
para mejoras, frecuentemente atraen potenciales “mejoradores” como moscas.
Para terminar con el enjambre, al desarrollador de la invención primaria se le
deberı́a conceder una patente amplia, del tipo de la recomendada por Kitch.
Las invenciones primarias con un valor social muy amplio pero con un mı́nimo
de poder de “señalización” deberı́an, en cambio, tener sólo patentes estrechas,
para reducir el riesgo de actividad duplicada al nivel primario. Finalmente, y
de manera más sorprendente, las invenciones socialmente valiosas concebidas de
modo tal que no puedan ser mejoradas no deberı́an tener ninguna patente, fre-
4.2. B.
Dificultades similares afectan a los esfuerzos para aplicar la teorı́a del traba-
jo a la propiedad intelectual. Los problemas comienzan en el umbral. Como fue
el caso del utilitarismo, no está del todo claro que la teorı́a del trabajo apoye
ningún tipo de ley de propiedad intelectual. La fuente de la dificultad es la am-
bigüedad en el razonamiento original de Locke sobre los derechos de propiedad
-de la que toda esta teorı́a emerge. ¿Por qué, precisamente, deberı́a el trabajo
sobre un recurso sostenido “en común” autorizar al trabajador los derechos de
propiedad sobre el recurso en sı́ mismo? Dispersas en el capı́tulo 5 del Segundo
48 Desarrollado primero por Herbert A. Simon, el concepto de “satisfactorio“ ha llegado a
estar asociado con el comportamiento bajo el cual un tomador de decisiones cesa una actividad
luego de encontrarse con un requirimiento mı́nimo, como por ejemplo la vagancia desplegada
por los leones cuando la caza es abundante. Ver: David Ward et al., “The Role of Satisficing
in Foraging Theory,” Oikos, 63:2 (1992): 312-17.
49 Merges and Nelson, “Complex Economics of Patent Scope.”
50 Para debates en estas cuestiones, ver: Donald G. McFetridge and Douglas A. Smith,
“Patents, Prospects, and Economic Surplus: A Comment,“ Journal of Law and Economics, 23
(1980): 197; A. Samuel Oddi, “Un-Unified Economic Theories of Patents – The Not-Quite-Holy
Grail,“ Notre Dame Law Review, 71 (1996): 267, at 283 (disagreeing with Merges and Nelson);
Donald L. Martin, “Reducing Anticipated Rewards from Innovation Through Patents: Or Less
is More,“ Virginia Law Review, 78 (1992): 351, at 356; Robert P. Merges, “Rent Control in
the Patent Districts: Observations on the Grady-Alexander Thesis,“ Virginia Law Review, 78
(1992): 359, at 376-77.
51 Ver: Oddi, “Un-Unified Economic Theories of Patents.”
17 4.2 B.
1. “La razón natural”, nos dice que los hombres tienen “derecho a su preser-
vación”, y la única forma posible en que pueden mantenerse a sı́ mismos
es mediante la “apropiación” individual de los materiales necesarios para
proporcionarse alimento y refugio.52
4. El valor moral del trabajo refuerza la idea anterior. Dios le dio al mundo
a “los industriosos y racionales, [...] no a los creı́dos o a los codiciosos
de la beligerancia o la disputa.” Por tanto, es apropiado que la primera
adquisición, a través de su trabajo, les de titularidad sobre aquello que
trabajaron.55
men.
59 N. de la T.: son los bienes no rivales, aquellos cuya utilización por parte de un individuo
68 (1993): 609.
19 4.2 B.
de autor– es vulnerable a la crı́tica como ingenuamente platónica. Ver, por ejemplo, Jessica
Litman, “The Public Domain,“ Emory Law Journal, 39 (1990): 965, at 996; Jane Ginsburg,
“Sabotaging and Reconstructing History,“ Bulletin of the Copyright Society, 29 (1982): 647,
at 658.
63 Claramente estas opciones no son mutuamente excluyentes. Por ejemplo, una interpreta-
ring the Natural Law”; Wendy Gordon “A Property Right in Self Expression: Equality and
Individualism in the Natural Law of Intellectual Property”, Yale Law Journal, 102 (1993):
1533-609; Hughes, “Philosophy of Intellectual Property”, Shiffrin, “Lockean Arguments.”
4.2 B. 20
explicativa es preferible “bienes tangibles“, puestos que todos ellos comparten la cualidad de
los bienes inmuebles aunque no todos sean inmuebles.
66 Examinado más de cerca, los derechos de propiedad sobre bienes tangibles también carecen
de la exclusividad que Locke les atribuyó, pero la dificultad es más evidente en el caso de la
propiedad sobre las ideas. Ver: William Fisher, “Property and Contract on the Internet,”
Chicago-Kent Law Review, 73 (1998) 1203, at 1207.
67 N. de la T.: en Argentina para parodiar una obra se necesita tener autorización del autor,
dado que nuestra doctrina está basada en el derecho continental, que enfatiza mucho más los
derechos morales que la doctrina norteamericana.
68 Seana Shiffrin señala, sin embargo, de que puede encontrarse en los Dos Tratados sobre
Gobierno, Primer Tratado, Secciones 88-9, alguna evidencia de que Locke entendı́a los derechos
de propiedad como más limitados temporalmente.
69 N. de la T.: “labor-desert theory“, merecer derechos sobre un recurso por la introducción
70 Para explorar estas cuestiones, ver: Gordon, “Property Right in Self-Expression”; Edwin
C. Hettinger, “Justifying Intellectual Property,“ Philosophy and Public Affairs, 18 (1989), 31-
52; Sterk, “Rhetoric and Reality“; Weinreb, “Copyright in Functional Expression,“ at 1218.
71 Ver: Hughes, “Philosophy of Intellectual Property”; Becker, “Deserving Intellectual Pro-
perty.” Cf. James W. Child, “The Moral Foundations of Intangible Property,” The Monist
(1990); Wendy Gordon, “Property Right in Self-Expression.”
4.3 C. 22
4.3. C.
Los derechos de propiedad privada, sostienen figuras teóricas contemporáneas,
deberı́an ser reconocidos cuando y sólo cuando su protección promueve el flo-
recimiento humano o fomenta necesidades o intereses humanos fundamentales.
El primer paso en la aplicación de esta perspectiva a la propiedad intelectual es
identificar las necesidades especı́ficas o intereses que se desean promover. Como
Jeremy Waldron ha discutido, un amplio rango de intereses pueden ser esgrimi-
dos como fundamentales, cada uno de los cuales puede decirse que está cubierto
por un sistema de derechos de propiedad. Aquı́ hay algunos:
in Richard N. Current, ed., The Political Thought of Abraham Lincoln (Indianapolis: Bobbs-
Merrill, 1967), p. 134.
75 Ver: Waldron, The Right to Private Property, pp. 296-7; Carol Rose, Property and Per-
preting Property.
77 Ver: Waldron, The Right to Private Property, pp. 304-6; cf. George Fitzhugh, Canni-
bals All! (1857) C. Vann Woodward, ed. (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1960)
(defendiendo la propiedad de esclavos en bases similares).
23 4.3 C.
on the Principles of Political Obligation (Ann Arbor: Univ. of Michigan Press, 1967), Lecture
N.
79 Ver: Radin, Reinterpreting Property.
80 Ver: Hannah Arendt, On Revolution (New York: Viking Press, 1965); Alexander, Com-
nomy: A Normative Evaluation,“ Rutgers Law Review, 24 (1993): 347; Weinreb, “Copyright
for Functional Expression,“ at 1221. Buenos ejemplos de ambas posiciones pueden ser encon-
trados en el debate actual sobre la legitimidad del esfuerzo de Gary Larson en persuadir a sus
fans de no poner copias de sus comics en sus sitios web. Para una muestra de este debate, ver:
http://stud.unisg.ch/ rportmann/gary.html.
4.3 C. 24
divergencia de Kant y Hegel, ver: Palmer, “Are Patents Morally Justified?,” at 837-41; Sterk,
“Rhetoric and Reality in Copyright Law,“ at 1243.
84 Hughes, “Philosophy of Intellectual Property,“ at 338, 340.
85 Hettinger, “Justifying Intellectual Property“; Paine, “Trade Secrets and the Justification
4.4. D.
Las limitaciones de la orientación proporcionada por las teorı́as generales
de la propiedad intelectual es quizá más fácil de ver con respecto al último de
los cuatro enfoques. Los legisladores que tratan de aprovechar la teorı́a de la
planificación social deben tomar decisiones difı́ciles en dos niveles. La primera
y más obvia consiste en formular una visión de una cultura justa y atractiva.
¿Qué tipo de sociedad deberı́amos tratar de promover a través de ajustes en los
derechos de autor, patentes y derecho de marcas? Las posibilidades son infinitas.
La gama de opciones está ilustrada por mi propio esfuerzo de llevar la teorı́a
de la planificación social en un ensayo reciente realizado para influir en la cues-
tión de la forma correcta que la normativa de propiedad intelectual deberı́a
adoptar en Internet. Ofrecı́, como base para ese análisis, un boceto de una cul-
tura intelectual atractiva. Una versión resumida de ese esquema como sigue:
El bienestar del consumidor. En igualdad de condiciones, una sociedad cuyos
miembros son felices es mejor que una cuyos miembros son, según su propia vi-
sión, menos felices. Aplicado al ámbito de la propiedad intelectual, esta guı́a nos
invita a seleccionar una combinación de normas que maximice el bienestar del
consumidor balanceando de manera óptima los incentivios para la creatividad
con los incentivos para la difusión y utilización. Ese objetivo debe, sin embargo,
ser atenuado por otras aspiraciones.
Una cornucopia de información e ideas. Una cultura atractiva serı́a aquella
en la que los ciudadanos tienen acceso a una amplia gama de información, ideas
y formas de entretenimiento. La variedad en este sentido ayuda a hacer la vida
más estimulante y vivificante. El acceso a una amplia gama de productos inte-
lectuales es también crucial para el logro general de dos condiciones centrales
relacionadas con la mayorı́a de las concepciones sobre una buena vida -es decir,
la auto-determinación y la expresión del yo- tanto por ofrecer a las personas
los materiales esenciales para la auto-construcción como por fomentar una con-
dición general de diversidad cultural, que permite y llama a los individuos a
desarrollarse.
Una rica tradición artı́stica. Cuanto más compleja y resonante es la lengua
común de una cultura, más oportunidades se ofrece a sus miembros para la crea-
tividad y la sutileza en la comunicación y en el pensamiento. Por razones mejor
exploradas por Ronald Dworkin, el reconocimiento de ese hecho apuntala las
polı́ticas gubernamentales diseñadas para poner a disposición del público “una
rica reserva de colecciones ilustrativas y comparativas de arte” y, en general,
para fomentar “una tradición de innovación [artı́stica].”
La justicia distributiva. En la mayor medida posible, todas las personas
deben tener acceso a los recursos informativos y artı́sticos que se describen
anteriormente.
4.4 D. 26
5. El valor de la teorı́a
La indeterminación de las perspectivas de la personalidad y de la planifica-
ción social han sido reconocidas ampliamente. Este reconocimiento se refleja, por
ejemplo, en la acusación común de que dichas perspectivas son “no liberales”,
en la medida en que buscan regular la conducta de las personas sobre la base de
la controversialmente necesaria “teorı́as de lo bueno”91 - el tipo de actividad que
los gobiernos no deberı́an hacer.92 Una acusación estrechamente relacionada e
igualmente común es que la teorı́a de la personalidad y la de planificación so-
cial son “paternalistas”, en la medida en que limitan la libertad de las personas
sobre la base de la concepción de lo que es “bueno para ellos”, con la que ellos
mismos pueden no estar de acuerdo.93 Por el contrario, los enfoques utilitaris-
ta y del mérito del trabajo, sobre todo el primero, han gozado de un aura de
neutralidad, objetividad, y sobre todo precisión. Ese aura ayuda a explicar por
qué los tribunales, cuando se presentan problemas difı́ciles de interpretación de
las leyes, han solicitado orientación más a menudo a los argumentos económicos
y menos frecuentemente a los argumentos de la planificación social. Una de las
responsabilidades de este ensayo ha sido interrumpir ese patrón para demostrar
que los poderes prescriptivos de los cuatro argumentos están muy limitados.
Esta conclusión, sin embargo, no implica que las teorı́as no tengan ningún
uso práctico.94 Sugiero que conservan un valor considerable en dos aspectos. En
primer lugar, mientras que no han podido hacer realidad sus promesas de ofrecer
recetas exhaustivas sobre la forma ideal que deberı́a tener la ley de propiedad
intelectual, pueden ayudar a identificar resoluciones no obvias y atractivas de
problemas particulares. En segundo lugar, pueden fomentar conversaciones va-
liosas entre los diferentes participantes en el proceso legislativo.
Un buen ejemplo del primero de estos usos de la teorı́a consiste en la his-
toria reciente del “derecho de publicidad” -el derecho de las celebridades para
prevenir (o exigir la indemnización por) representaciones comerciales o imita-
ciones de sus rostros, voces, giros lingüı́sticos distintivos, poses caracterı́sticas,
y ası́ sucesivamente. Hasta hace poco, este derecho era ampliamente pensado
por los tribunales nortamericanos y los comentaristas como “sentido común”.
Por ejemplo, el autor del tratado principal sobre el tema, describe el derecho
de publicidad como “un derecho legal evidente por sı́ mismo, sin necesidad de
razonarlo demasiado para justificar su existencia.”95 Las opiniones de este tipo
daban lugar a que de un Estado al otro se le reconociera el derecho -ya sea a
través de la legislación o a través de la toma de decisiones del commonlaw-, y
luego se le daba una amplitud generosa.
A mediados de la década de 1990, un pequeño grupo de comentaristas vol-
91 N. de la T.: “theories of the good“.
92 Ver, por ejemplo, Ronald Dworkin, “Liberalism,“ in A Matter of Principle (Cambridge,
Mass.: Harvard University Press, 1985), pp. 181-204.
93 Para explorar este argumento, ver: Fisher, “Fair Use Doctrine,“ pp. 1762-66.
94 Cf. Weinreb, Copyright for Functional Expression,“ pp. 1252-4 (sugiriendo que los tribu-
nales deberı́an dejar de tratar de resolver cuestiones complejas de derecho de autor a través
de sus esfuerzos por establecer y luego aplicar las polı́ticas subyacentes, y que en cambio de-
berı́an confiar en las técnicas interpretativas tradicionales de la common-law de “analogı́a y
metáfora“).
95 J. Thomas McCarthy, The Rights of Publicity and Privacy (New York: C. Boardman,
1992), Section 1.1[B][2], pp. 1-5. Ver también ibid., Section 2.1[B] (“La defensa de un derecho
a la imagen, cuando es traı́do para explicar por qué un derecho semejante deberı́a existir en
primera instancia, no es ilógica cuando simplemente desafı́a: “¿Y por qué no¿‘).
El valor de la teorı́a 28
96 Los tres académicos más influyentes en desarrollar estos argumentos son: Jane Gaines,
Rosemary Coombe and Michael Madow. Ver: Gaines, Contested Culture: The Image, the
Voice, and the Law (Chapel Hill, N.C.: University of North Carolina Press, 1991); Coombe,
“Objects of Property and Subjects of Politics“; and Madow, “Private Ownership of Public
Image.“
97 Cardtoons, L.C. v. Major League Baseball Players Association, 95 F.3d 959, 972-73 (10th
Cir. 1996).
29 El valor de la teorı́a
“Copyright and the Jurisprudence of Self-Help,” Berkeley Technology Law Journal, 13 (1998):
1089-143; Wendy Gordon, “Intellectual Property as Price Discrimination,” Chicago-Kent Law
Review, 73 (1998): 1367-90; Kaplow, “Patent-Antitrust Intersection.”
31 El valor de la teorı́a
(incluyendo a los jueces, sobre quienes los realistas insistı́an que eran tan hacedores de leyes
como los legisladores) a ser más explı́citos en las bases polı́ticas de sus decisiones. Ver, por
ejemplo, Felix Cohen, “Transcendental Nonsense and the Functional Approach,” Columbia
Law Review, 35 (1935): 809.
El valor de la teorı́a 32
no serı́a, “no puedo ver los agujeros en el argumento”, sino más bien: “Eso suena
a verdad para mı́.”