el dulce forzamiento
“Es necesario pues, saber inventar, poniendo en serie las manipulaciones del niño autista, tratándoles como si
fueran elementos discretos. Se trata de hacer, con esta concatenación, una oferta al niño autista. Se trata de la
oferta de una operación de la cancelación del objeto y de la elevación del objeto a la dignidad del
significante. Pero se trata también de un forzamiento respecto a la inercia de la repetición del goce.
¿Y que se espera de esta concatenación? Se espera la posibilidad que se produzca alguna posición subjetiva.”
El sujeto autista utiliza el objeto que tiene siempre consigo o su cuerpo y sus producciones (como la saliva),
para establecer un latido a dos tiempos. Un abrir y cerrar, subir y bajar, adentro y afuera, con los que intenta
instaurar reglas propias en un mundo caótico e inquietante. Sin embargo, al no recurrir al lenguaje para
nombrar y así fijar estos movimientos; el objeto sigue siendo objeto y no una representación o metáfora. No
se produce un primer significante al que pueda unírsele un segundo y un tercero, para poder hablar
dirigiéndose al otro.
Trabajar con el sujeto autista o psicótico requiere tomarse el tiempo necesario, dar los rodeos precisos con las
palabras. Cada interviniente en la práctica entre varios tiene su propio estilo, sus propios intereses y su forma
particular de acercársele. Sin embargo, también es intercambiable, al ser uno entre otros que lo acompañan.
Así, el sujeto recibe varias propuestas que pueden interesarle y que le muestran las ventajas de intercambiar
lo real por el semblante. Suave, gentilmente, se lo fuerza a salir de ese pequeño circuito con el que intenta
regularse. Se hacen propuestas al sujeto autista a partir de sus objetos, sus recorridos y sus acciones. Se
proponen al sujeto psicótico nuevas identificaciones posibles y por tanto, nuevas formas de vincularse con el
mundo. Con suavidad y con dulzura, para que la propuesta no produzca una excitación intolerable o sea
vivida como persecutoria.