Era una tarde lluviosa de mayo, los ríos parecían desbordar de sus cauces por esta
época que muchos añoran y otros aborrecen, recuerdo que veía a la gente corriendo
por doquier y entre ese mar de personas estaba ella, su dolor era tan grande, la lluvia
era un buen camuflaje para las lágrimas que le brotaban, vi sus ojos y pude
percatarme que ellos yacían cansados de tanto llorar, me acerqué olvidando que iba
tarde a trabajar y esa cercanía produjo una sensación poco usual, había algo en mi
mente que me decía: haz algo.
Ella estaba sentada sobre una banqueta, tomándose del cabello como si se sintiera
culpable de algo, el maquillaje estaba regado por todo el rostro, su delineador le
hacía verse como de alguna historia de terror. De cabello castaño claro, tenía una
altura promedio, de tez clara, ojos profundos y avellanados, de nariz respingada,
labios llamativos y el rostro como de una chica europea. Esa tarde iba vestida con
una combinación hermosa, parecía que había ido a una fiesta, iba vestida de negro
con rojo, aunque estaba descalza, sus tacones altos estaban de lado derecho.
Veía como la gente corría intentando esquivar la lluvia, como si corriendo fueran a
mojarse menos, cada cual con sus propias preocupaciones y yo estaba allí, viéndola,
de pronto las lágrimas de la señorita fueron interrumpidas por mi voz, exclamé:
Sorprendido ante su respuesta tan tajante y negativa, decidí verla a los ojos, saqué
la flor que tenía escondida y le dije:
- Veo algo de mí en ti, conozco esa mirada, esa ausencia de brillo en los ojos. He
tenido que presenciar como todo lo que soñaba se esfumaba ante mí, pero aquí estoy,
sobreviví... solo quería que supieras que las heridas cierran, el tiempo pasa y ya
verás... los ríos en tus ojos secarán.
Mis palabras fueron como un haz de luz entre el reino de tormentas que atravesaba,
sin embargo como todo el mundo ella dio una respuesta diferente a lo que en ese
momento sentía y balbuceó con un tono titubeante lo siguiente:
- Tu no lo entiendes, nadie lo entenderá jamás, solo... vete, por favor, necesito estar
a solas conmigo, necesito desahogar este dolor.
- Ánimo, saldrás de esta y de muchas más, por cierto mi nombre es Sebastián, estoy
a la orden por si coincidimos en alguna circunstancia de la vida, procedo a retirarme.
Recordando que tenía que ir a trabajar caminé hasta la oficina. Quizá se pregunte
en este momento, ¿quién soy yo?, me presento: Mi nombre es Sebastián, soy
terapeuta en la ciudad de Antigua Guatemala, decidí este lugar por el misticismo
que se impregna y se puede percibir al recorrer las calles, es irónico que alguien que
ayude a los demás tenga tantas dificultades a la hora de resolver sus asuntos
personales, pero como decía un profesor de filosofía "enseño aquello que necesito
aprender".
En una ocasión escuché decir que debemos encontrar pedacitos de felicidad, los
cuales están dispersos por todo el universo. Debemos encontrarlos y atesorarlos
dentro de nosotros para cuando los días fríos vuelven a azotar. Luego de atender a
un par de pacientes, finalmente llegó la hora de regresar a casa, solía tener la
costumbre de refaccionar en un restaurante ubicado cerca de mi departamento, ese
día no sería la excepción. Pasé todo el día pensando en la señorita que había visto
esa mañana, de hecho, divagaba entre mis pensamientos cuando de repente la volví
a ver, pero en esta ocasión fue un alarido el que me despertó de mi trance.
Fueron las palabras que escuché, entonces visualicé al malhechor que se dirigía hacia
mí, traté la manera en que no notara que lo había visto y entonces me abalancé sobre
él.
Caímos ambos al suelo, logró asestarme un golpe, pero le respondí con varios golpes
más, hasta que de pronto fui yo el que empezó a ganar la batalla y él exclamó:
- ¿Te crees muy hombre por robarle el teléfono a las damas? Pero debes saber que
hay personas que estamos aquí al servicio de ellas y no dejaremos que infames como
tú les falten el respeto de ninguna manera. –Entonces, procedí a darle la estocada
final, quedando él en el suelo, inerte e inconsciente.
Me puse de pie, victorioso con el celular que le habían arrebatado a la bella dama y
entonces alcé mi vista para buscarla entre la gente que de pronto se había reunido,
pero que observaban a cierta distancia. Al divisarla, ambos nos sonreímos y me
dirigí hacia su encuentro, pero entonces su risa cambió nuevamente en un
estruendoso grito:
- ¡No! ¡Cuidado!
Fueron las palabras que escuché de ella, entonces mi semblante cambió; pero luego
comprendí, pude sentir como una bala me laceraba la piel. El celular se me fue de
entre las manos y yo caí al suelo, intenté levantarme, pero sonaron dos disparos más.
- ¡Agárrenlo! ¡Acaba de dispararle a este joven! -Fue lo último que escuché antes de
quedar inconsciente.
Al abrir los ojos, lo primero que pude sentir fue una opresión sobre mi pecho, me di
cuenta que me encontraba en un hospital, al menos estaba vivo. No sabía cuánto
tiempo había transcurrido, quizá un par de horas, de pronto una voz angelical hizo
que mi vista se dirigiera hacia mi lado derecho:
- ¡Despertó! –era ella, la dama que se había robado mis pensamientos y por quien yo
había luchado valientemente.
- ¡Me alegra verlo vivo! ¡Los doctores tenían sus dudas de si lograría sobrevivir! Por
cierto, mi nombre es Athalia.
- Es un gusto conocer su nombre por fin, lamento que haya tenido que ser de esta
forma, le ruego me perdone, creo que no estoy vestido decentemente en esta ocasión.
–Percatándome que llevaba puesta una bata de hospital.
- No se preocupe, gracias por tan noble gesto, ha sido una semana muy difícil en
donde me he preguntado si valió la pena haber gritado, total, los teléfonos vienen y
van.
- Calma. –Fue lo último que le susurré antes de que tuviésemos una conexión
espiritual, nuestras miradas se cruzaron y por un instante solo éramos ella y yo. Nos
sonreímos y nuestras miradas parecían hablar un lenguaje antiguo y universal. De
pronto, nos olvidamos que estábamos en el hospital y creamos un universo paralelo
en el que nada, ni nadie podía inmiscuirse, éramos solo nosotros, supe que ella sería
mi pedacito de felicidad.
Fue entonces que recordé que nuestro primer encuentro estuvo dominado por la
tristeza y el dolor, así que me encontraba ante ella, sonriéndome, aunque sabía que
en el fondo tenía una historia que contar, ¿quién era Athalia? ¿Por qué lloraba? Pues
bien, mi querido lector, estas respuestas serán resueltas en una próxima ocasión.
Esta historia continuará...
…Fantasmas…
Es increíble como el ser humano tiende a forjarse una idea sobre las personas que
conoce, es tan difícil asimilar el cambio y aunque todo alrededor sea diferente, nos
aferramos a lo que alguna vez vivimos, quienes alguna vez fuimos. Cuando nos
alejamos de personas con las que convivíamos y el destino vuelve a encontrarnos,
sencillamente ni ellos ni nosotros somos los mismos.
Quizá sea por eso que las relaciones que han sido tan fracturadas, sencillamente no
pueden volver a funcionar, más aún cuando hay distancias. Cuando por alguna
razón se deja de tener comunicación por un largo tiempo… ¿No me cree? Pues bien,
intente hablar con alguna pareja del pasado y notará que lo único que queda son
vestigios de grandeza, buenos recuerdos y hermosos momentos, pero… ¡Solo hay
pasado!
Tal vez eso explique por qué a algunos se les hace tan difícil volver a creer, se les
hace tan difícil aprender a confiar; siempre he pensado que el primer amor no se
olvida, tan solo se supera. Porque una mente que nunca ha sido dañada puede volar
alto, puesto que no hay cicatrices y eso es bueno para la espontaneidad del amor,
considero que en esa etapa no se escatiman esfuerzos, se hacen sacrificios que en
otras circunstancias serían inconcebibles.
Pero, la realidad es que lo más probable sea que usted y yo ya hayamos caminado
por las calles de la melancolía o hayamos caído al abismo de la depresión. Los días
dejan de tener sentido, nos movemos por inercia, por el simple hecho de que el
mundo no se detiene, aunque las horas pasan más lentas y la habitación se convierte
en un lugar dedicado a una lenta agonía que no se detiene y ataca con toda su fuerza
al llegar la noche.
Es de admirar como a pesar de estar rotos, pretendemos que las cosas están bien ante
los demás, sonreímos, aunque la mirada que no sabe mentir dice que esa sonrisa no
es verdadera, las reminiscencias duelen, el tiempo duele, los sueños rotos nos duelen
y ya no somos los mismos con cada decepción.
Y entonces… cuando crees que lo sabes todo, viene alguien y rompe el ciclo al que
ya te habías acostumbrado, rompe el círculo y te libera de la oscuridad en donde has
divagado por tanto tiempo y hasta te has acostumbrado, esas personas que tienen
luz en su mirada, te cambian así de repente, el cielo gris vuelve a recobrar la
tonalidad azul, pero hay un problema: ¡Persisten los fantasmas del pasado!
Y no sabes que hacer, no sabes cómo continuar, porque todo parece tan bueno, pero
tus heridas allí están y te recuerdan que nada es eterno, así que te preguntas ¿lo
intentamos o no? Y así perdemos las oportunidades, porque esa pregunta no se
resuelve al paso del tiempo, creemos que un día tomaremos la decisión, nos
engañamos diciéndonos: “hoy no, quizá mañana”, y para cuando estamos
decididos, sencillamente las personas ya no están, es comprensible porque no les
pudimos dar aquello que esperaban, todo por nuestro temor.
Athalia y yo, nos veíamos, como dos almas que esperaban por encontrarse y
sonreíamos al mismo tiempo, era tanta la atracción que no podíamos vernos por
tanto, intentábamos decir palabras pero los nervios nos dominaban.
- Bueno, digamos que me ha gustado conocer diferentes oficios con el paso del
tiempo, actualmente soy maestra de primaria, por las mañanas y por las tardes me
dedico a buscar patrocinadores para un proyecto que tengo en mente.
Empecé a reír sin dejar a de verla a los ojos, porque por alguna extraña razón todo
el mundo pensaba que era lo que yo hacía, siempre mencionaban que podía
adentrarme al fondo de las almas con mucha facilidad, sin embargo a pesar de que
siempre me he considerado muy sociable, no todas las personas me interesan. Pero
ella sí, aunque para ser honestos no tenía intención de analizarla o algo por el estilo,
conscientemente solo quería conocer más sobre su persona, entonces le dije:
- No, al contrario. Si quisiera psicoanalizarla usaría algunas pruebas estandarizadas,
test psicológicos o inventarios de auto reporte, es solo que me parece alguien muy
agradable.
- Está bien; -me respondió con una sonrisa y las mejillas ruborizadas- verá, amo a
los animales, en especial a los gatos, pero también los perritos me apasionan así que
destino parte de lo que gano para comprarles alimento.
- Yo hago eso, pero con las personas que están en las calles y también voy a las
comunidades a dejar víveres, hay mucha gente necesitada, no había pensado en los
animalitos.
- Sí, ellos también sienten y me parte el corazón verlos solos y abandonados, por eso
quiero abrir una fundación para ellos y en eso estoy últimamente, necesito despejar
mi mente.
- Me comentaba que la semana no había ido nada bien, quisiera contarme que
sucede, honestamente me parece tan agradable y sonriente que no logro concebir
que es lo que ha sucedido.
Entonces, su semblante cambió, se puso cabizbaja y dijo con una voz tenue y triste:
- ¿Tiene que ver con algo o con alguien? Usualmente es con alguien y con alguna
circunstancia.
- Sí, después de años de sufrimiento y dolor decidí que era tiempo de decir adiós. –
Entonces, empezó a llorar desconsoladamente, como si un frenesí de recuerdos
invadieran su memoria-
- Yo… yo creí que él era el amor de mi vida, le entregué todos mis anhelos, quien yo
era, dejé a mis amistades, ya no salía si él no quería pero aún, así hace mucho tiempo
había cambiado, él había cambiado para mal y yo no lo quería comprender, no quise
entender que lo que me mantenía unida a él era la persona linda y atenta que fue
conmigo pero el día que usted me encontró por primera vez yo recién había tenido
mi última discusión con él y le entregué una carta que escribí más de siete veces, con
lágrimas entre los ojos y recuerdo palabra a palabra lo que escribí.
- Si cree que le hace bien liberar el dolor, hablando, cuénteme que decía esa carta,
estoy casi seguro que las lágrimas no son de culpa o vergüenza, sino de dolor, puede
confiar en mí, prometo no juzgarla.
- Usted me inspira confianza, no sé por qué estoy llorando frente a usted, no dejo
que cualquiera note mi tristeza, aquella ocasión era porque sencillamente creía que
nadie lo notaría, pues bien, esto fue lo que yo le escribí a él:
Hola, mi amor.
Sólo quiero decirte un par de cosas...
No quise interrumpirla mientras me decía cada una de sus palabras y caía en mil
pedazos a manera de lágrimas, era como si parte de ella estuviera yéndose con cada
sollozo y al finalizar no pudo más y lloró amargamente frente a mí, no pude
aguantar más verla sufrir así que volví a recoger su cabello dejando al descubierto
su frente y la besé allí y le dije:
A veces, necesitamos que nos reparen el alma y un abrazo tiene el poder de lograr
hacer cosas increíbles, cuando es de la persona correcta. No cualquier lo logra, pero
la persona indicada la sientes y su abrazo te salva, te libera de pronto de todo y fue
así como ese instante cambió la vida de ambos, yo tenía claro que haría.