Caracolí
Los caminos del libro
La investigación e impresión de esta obra ha sido posible gracias al apoyo financiero de la Gobernación
del Cesar, a través de la Corporación Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez, Red Departamental de Bibliote-
cas Públicas del Cesar, Colección BRCL – Investigación 2012.
Bibliotecarios: Aguachica: Martha González, Rubiela Arias (Auxiliar); Astrea: Luis Alfonso Estrada Na-
varro; Becerril: Trinidad del Carmen Gil; Bosconia: Jaime Vásquez Escorcia; Chimichagua: Yadira Merca-
do; Chiriguaná: Arleth Cecilia Argote Padilla, Adamis Álvarez (auxiliar); Codazzi: Sol Mar Solano Bolaño;
Curumaní: Luz Leyis Quiroz; Elías Arengas (Auxiliar); San Roque: Yoleida Méndez; El Copey: Lida Escaño;
El Paso:Yolima Almanza; Gamarra: Sandra Milena Parra; González: Maribeth Rojas Osorio; La Gloria: María
Bohórquez; La Jagua de Ibirico: Yaneth Quintero; Osmeiry Tamayo Argote (auxiliar); La Paz: Luz Marina
Julio B; Manaure: Neidis Belén Vega; Pailitas: Miriam Mora; Pelaya: Dora Puentes Urueñas; Pueblo Bello:
Imer José Ardila Clavijo; Río de Oro: Diosa Lorena Chacón; San Alberto: Keila Ortiz; San Diego: Martha
Guerra; San Martín: María Gabriela Cárdenas; Tamalameque: Mayra Guevara.
Responsables regionales de los talleres “CARACOLÍ DEL CESAR”: Mariela Muñoz Benavides,
Luis Eugenio Imbrechts Del Valle, Leonid Martínez Ochoa, Diógenes Pino Ávila, Julia Pastora Hernández,
Hugo Enrique Niño Fuentes, Ángel David Fuentes Pinto, Germán Lajud Rico, Bartolomé Monterrosa Silva,
Benjamín Casadiego Cabrales.
Promotores de lectura y escritores que participaron en este libro: Viviana Restrepo, Rodolfo
Lara Mendoza, Orlanda María Agudelo Mejía, Javier Naranjo, Beatriz Helena Robledo, Pilar Lozano, José
Javier Sánchez, Frank Daza, Sylvia Mora de Landazabal, Edgardo Támara Gómez, Ulises Rafael Ospina
Arzuaga, Ricardo Vergara Chávez, Fernando Hoyos Salazar, Ignacio Verbel Vergara, José Luis Molina Torres,
Eduardo Rangel Velásquez, Luis Barros Pavajeau, José Ropero Alsina, Félix Molina-Flórez.
ISBN:
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso expreso y previo de
la Corporación Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez.
Diagramación e impresión
ARFO Editores e Impresores Ltda.
Bogotá, D. C.
casaeditorial@etb.net.co
Contenido
Presentación........................................................................................... 5
Introducción........................................................................................... 7
Capítulo 1
Libros que se expanden....................................................................... 21
Capítulo 2
Lectores y ciudadanía........................................................................... 35
Capítulo 3
Libros y escuela..................................................................................... 45
Capítulo 4
Nos vemos en la biblioteca................................................................. 59
Capítulo 5
Escuela de promotores de lectura comunitarios........................... 71
Bibliografía.............................................................................................. 83
Capítulo 6
Crónicas de lectores en el Cesar...................................................... 85
Capítulo 7
Escrito en las márgenes....................................................................... 235
Los talleres de lectura Caracolí del Cesar han servido de puente en-
tre la biblioteca y el lector, es desde esos encuentros donde los par-
ticipantes han comenzado a aventurarse por la biblioteca y por los
libros; desde esos talleres los libros han llegado a hogares por primera
vez, con toda la magia de la palabra y la imagen. Un libro en la casa
Los lectores y sus espacios, los libros como tejido en la historia del
lector, son los grandes temas que este documento indagará a partir
del programa de promoción de lectura Caracolí, de la Red Depar-
tamental del Bibliotecas del Cesar. Para acercarnos a tal propósito
hemos construido 5 grupos de preguntas:
1
Revista Arcadia N. 72.
2
Revista Arcadia N. 66.
3
Graciela Montes. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético.
México, Fondo de Cultura Económica, 2001.
Leer, ¿dónde, por qué, para qué? El lugar geográfico puede marcar mi
relación cercana o distante con el libro, puede trazar los usos que
yo le doy al formato escrito y puede definir las utilidades que pue-
den generar: hablar, mejorar mi rendimiento académico, abrir otros
horizontes, desencadenar otras acciones como realizar un programa
radial, una idea para una obra teatral, una película, o disfrutar a solas
y luego olvidar.
4
Roger Chartier. Cultura escrita, literatura e historia. México, Fondo de Cultura Económica, 2000.
5
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo – pnud, Informe Nacional de Desarrollo
Humano 2011 Colombia rural Razones para la esperanza. Bogotá: septiembre de 2011.
6
Ibid.
7
Ibid.
8
Ibid.
9
Amartya Sen. Desarrollo y Libertad. Bogotá, Planeta, 2000.
10
Pierre Bourdieu. Lectura, lectores, letrados, literatura. Universidad Autónoma de Querétaro.
Revista virtual, 2002.
11
CERLALC-UNESCO. Metodología común para explorar y medir el comportamiento lector
Bogotá, 2011.
12
Montes, texto citado.
13
Lev Vigostky. Pensamiento y Lenguaje. Barcelona, Paidos, 1995.
14
David R. Olson. El mundo sobre el papel. Barcelona, Gedisa, 1997.
15
Citado en: Cavallo, Guglielmo; Chartier, Roger. Historia de la lectura en el mundo occidental.
Madrid, Taurus. 2001.
1
Benjamín Casadiego. Caracolí, Historias de lectores. Valledupar, Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez,
2011.
Los niños les leen al papá que llega cansado del trabajo, leen en la cama; luego los
ponen a leer a ellos, cuando los papás se equivocan ellos les dicen, ¡uy papi qué
oso, así no se lee! Todos sueltan la risa. Miriam Guzmán, madre de familia El Copey.
Soy padre de tres niñas, ellas eran muy tímidas y a través de este programa han
podido desarrollar su identidad, a una le gusta cantar, a otra tocar, otra pintar,
a partir de la lectura han podido desarrollar esas capacidades que antes no
podían expresar. Ezequiel de la Hoz, padre de familia El Copey.
A los niños míos les encanta leer los libros que la bibliotecaria les presta, ellos
siempre están pendientes de eso, están más pendientes que hasta yo misma
de ir al taller. Y cada vez que me dicen, Mami nos vamos para el taller, yo los
dejo ir y siempre les pregunto qué hicieron en el taller; ellos me dicen, Mami
hoy nos enseñaron tal libro, y vamos a hacer un drama. Yolides, madre de familia
de Curumaní.
Cuando leo me relajo, a veces hay lecturas que coinciden con la vida que uno
tiene. El mundo real está relatado en la escritura. Cuando leo me desahogo y
luego escribo. Leo en cualquier lugar. Mi mamá lee, fue docente, pero no lee
mucho. A mi padrastro no le gusta leer, pero me anima a leer.
Cuando uno lee se encuentra con la realidad, porque allí ocurren cosas que le
ocurren a uno. Eso se ve a diario. He reconocido personajes de un libro en la
calle. Cuando un libro muestra drogadictos, yo veo a algunos de mis compañe-
ros allí. Geraldine Stéfani, participante taller de lectura en Becerril.
2
Sven Birkerts. Elegía a Gutemberg. El futuro de la lectura en la era electrónica. Madrid, Alianza edito-
rial, 1999.
3
J. M. Coetzee. El maestro de Petersburgo. 2009. Bogotá: Mondadori.
Para Michel de Certau, los lectores son viajeros; “circulan por tierras
ajenas, nómadas dedicados a la caza furtiva en campos que no han es-
crito”. Dice que mientras la escritura almacena y acumula, “la lectura
no se garantiza contra el desgaste del tiempo (se olvida y se la olvida)
no conserva la experiencia lograda (o lo hace mal) y cada uno de los
lugares es una repetición del paraíso perdido”6.
4
Citado en Cavallo y Chartier.
5
Daniel Pennac. Como una novela. Bogotá, Editorial Norma, 2004.
6
Michel de Certau. La invención de la cita. En: Historia de la lectura en el mundo occidental. Citado.
Si se reúnen los niños de aquí con ese otro niño que es Vargas Llosa se
van a encontrar con esa verdad que cada cual, sin importar raza, edu-
cación o credo, lleva en su espíritu, como lo refleja en el discurso ci-
tado: “Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos
mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra,
donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz”8. ¿Qué sientes al leer?
7
Mario Vargas Llosa. Elogio de la lectura y la ficción. Fundación Nóbel, 2010.
8
Ibid.
9
Ibid.
Hay veces que uno se pone a escribir libros –dice Catrina del Carmen Mur-
gas, una niña de 10 años nacida en San Diego–, uno se imagina y no tiene que
leer otros libros, pero hay que escribir para aprender, si no nunca podremos
escribir. Quiero ser profesora, es una profesión muy linda. Mis papás leen mu-
cho, leen las tareas que yo hago, lo que escribo, los problemas que dejan en el
colegio. A veces le llevo libros a mi papá o a mi mamá.
A veces nos encontramos con ese perfil clásico de lector que descri-
be George Steiner en Pasión Intacta: “Leer bien es contestar al texto,
ser equivalente al texto, ‘una equivalencia’ que contiene los elementos
cruciales de respuesta y de responsabilidad. Leer bien es participar en
una reciprocidad responsable con el libro que se lee, es embarcarse
en un intercambio total”. Las anotaciones que el lector hace en el
libro o en su cuaderno son para Steiner, “los primeros indicios de
la respuesta del lector hacia el texto, del diálogo entre el libro y él
mismo”10.
Me gusta copiar los pasajes bonitos e interesantes mientras voy leyendo. Mien-
tras apunto se me vienen ideas a la cabeza y esas ideas las voy copiando
también para que no se me olviden. Acumulo apuntes y luego dejo pasar un
tiempo, luego releo y busco armar algo, otra historia. Es como todo. A veces
me gustan, a veces no. Aura Ibeth, 15 años, Gamarra
10
George Steiner. Pasión intacta. Ensayos 1978-1995. Madrid, Ediciones Siruela, 1997.
Los hijos ven lo que uno muestra. Yo trabajo en ECOPETROL y allá nos dan
libros de experiencias aprendidas. A veces llevo libros que me dan en la em-
presa y mis hijos los leen conmigo, me señalan cosas importantes. Manuel
Herrera, padre de familia de Caracolicito.
A mí me gusta leer, pero cuando mi niña entró ella me ha hecho animar más
en la lectura, lleva los libros de la biblioteca, leemos, ella los lee y comentamos
entre todos. Malgy Oliva Díaz, madre de familia de Curumaní.
Leer para mi es un programa súper bueno, los días que no hubo clase por las
inundaciones en Gamarra, que fueron tres semanas, yo venía a la biblioteca
y buscaba libros prestados. No me aburrí ni un solo día. No estuve por ahí
dando vueltas buscando qué hacer, nada de eso; yo abro un libro y ya, se abre
otro mundo. Laura Ibeth, participante en los talleres de Gamarra.
A los niños en los pueblos les gusta estar en la calle, motivarlos con un libro
los anima a que busquen otras cosas. Mi niña está en quinto primaria, antes se
la pasaba correteando en la calle, ahora con la lectura está pendiente de la es-
critura, lleva libros a la casa, cómo se escriben las palabras, cómo se organizan
las oraciones, está pendiente de todo y ella va grabando esa información. Le
encantan los libros que tienen dibujos. Uno de mamá no sabe cómo evitar que
los niños anden en la calle inoficiosamente. Entonces uno tiene que motivar-
los, acompañarlos, yo les digo a los padres de familia que tenemos que sacarle
el tiempo a los hijos, porque los hijos solos pues se sienten mal, de pronto ven
que el otro compañerito va con la mamá y ellos no; uno tiene que dar mucho
tiempo de uno y dárselos a sus hijos, y eso más tarde los hijos se lo van a
agradecer, y lo mismo lo van a repetir con sus hijos y eso será una cadena de
buenas costumbres que nunca se irá a romper. Cuando le digan a uno, mami
llévame a la biblioteca, pues uno tiene que hacer el esfuerzo, dejar el oficio
que estaba haciendo, y acompañarlos. He visto en mi hija el compromiso y
responsabilidad con lo que está haciendo, responde por el colegio y por el
taller. Martha, madre de familia de Chimichagua.
11
Roger Chartier. El orden de los libros. Barcelona, Gedisa, 2000.
Pero ese acto de leer en voz alta de la mamá a los niños viene siendo
como el cierre de una vieja tradición del siglo XIX donde eran los
varones quienes poseían el poder de la escritura, un acto viril cargado
de responsabilidades tales como la administración de las cuentas en el
hogar y la memoria de las actividades comerciales, mientras que a la
mujer le era permitido el aprendizaje de la lectura como parte de su
papel maternal y cohesionador de la familia: siguiendo este precepto
leían en voz alta la Biblia, cuando ya la noche llegaba y solo restaba
prepararse para ir a dormir en paz; pero leían en privado las novelas
románticas y las exóticas historias de lugares desconocidos. La pelí-
cula I am Dina (2002) del director danés Ole Bornedal, escenificada
a mediados del siglo XIX en Noruega, nos muestra a la protagonista
en su niñez intentando leer la Biblia; ante el arduo deletreo el padre
pide explicaciones al tutor y este se excusa explicando que, además
de leer, ella está aprendiendo matemáticas; el padre deniega la excusa
por considerar que “las niñas no necesitan aprender matemáticas”.
Leer en casa, ¿un oficio exclusivo para mujeres? Sabemos que no, pero
desde nuestra memoria cultural siempre habrá una voz femenina que
seguirá reuniendo al grupo familiar en torno a cálida palabra hablada.
Para el premio Nobel de economía Amayrta Sen, las actividades de las
mujeres influyen –como están influyendo en la experiencia Caracolí
del Cesar– de manera significativa en la vida social: trabajo, ahorro,
sentido de futuro, administración de la economía, cohesión espiritual,
aprovechamiento de oportunidades12.
Yo leo con mis hijos –dice Miriam Guzmán, madre de Familia de El Copey– y
a veces les represento a ellos el cuento que estamos leyendo. Nos reímos, la
niña tiene 10, el niño tiene 9. Personificamos animales.
12
Amartya Sen, citado.
Desde niña –nos dice Wendy Paola Fandiño de Gamarra–, me dejaban donde
mi abuela; ella me contaba historias y en la casa colocaban cuentos en la gra-
badora. Por ahí le va llegando a uno las ganas de buscar historias. Leer es como
sumergirme en otro mundo diferente al mío, es como salir de la cotidianidad,
como si dijera me voy de viaje.
En los siglos II y III la misma contextura del libro, su piel, hacía que
el hecho de leer en profundidad a un autor complejo significara no
detenerse en la piel, sino llegar hasta la “sangre” y la “médula” de la
expresión verbal. Como ahora, cuando acariciamos la portada de un
libro y olemos las páginas, adentrándonos en el cuerpo del libro. “El
placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir
mis propias ideas –nos dice Roland Barthes–. El placer del texto pue-
de definirse por una práctica (sin ningún riesgo de represión): lugar y
tiempo de lectura: casa, provincia, comida cercana, lámpara, familia –allí
donde es necesaria- (…) Todo se juega, se goza, en la primera mirada”14.
Me siento en la sala y comienzo a leer en voz alta y por ahí se van acercando,
mi hermano menor, mi mamá y en la noche mi papá. Ahora mismo estamos
todos leyendo en casa un libro del profesor Chemo que hizo una recopilación
de cuentos de Pamplona. Audrey Campo, participante en el taller Caracolí de
Gamarra.
13
Jim Trelease. Manual de la lectura en voz alta. Bogotá, Fundalectura, 2008.
14
Roland Barthes. El placer del texto y lección inaugural. México, Siglo XXI Editores, 2000.
Desde que era pequeño, mi abuelo nos contaba historias de espantos, ellos
vivían en el campo y desde esa época me gustan los mitos y las leyendas.
Leo de todas las formas. Llego del colegio, me baño, almuerzo y me pongo a
leer. A veces me siento afuera en una mecedora, cuando me da calor. A veces
me quedo dormida leyendo. Me gusta leer acostada, encerrada en mi cuarto.
Dejo el libro señalado en una página, voy a comer, pero siempre quedo con la
ansiedad de saber qué pasará en la siguiente página. (Wendy Paola Fandiño, 16
años, cursa el grado décimo en el colegio Rafael Salazar de Gamarra)
No recomendaría esta novela que pedí prestada de Daniel Defoe, Las aven-
turas de Robinson Crusoe, porque tiene mucha violencia, mucha maldad. Me
gusta leer poesías, también cuentos e interpretarlos. Recomiendo La alegría de
querer, de Jairo Aníbal Niño. Me gustó este poema:
¿Por qué leen los niños y los jóvenes? Los del proyecto Caracolí, y
cualquier niño que busque un libro de aventuras en las bibliotecas lo
hace por el placer de leer, que no es simple, que no es puro. Lo hacen
desde esa dimensión espiritual que de pronto hay en los lectores de
todos los tiempos, pasando tal vez por encima de esa rigidez utilitaria
que desde el siglo XVII se aposentó en la práctica lectora, cuando se
fue concediendo mayor importancia a la adquisición de saber y la lec-
tura superficial y en diagonal, en detrimento del conocimiento profun-
Lectores y ciudadanía
De esa experiencia tan íntima del leer, ¿cómo puede desplegarse un
libro y su lector en propuestas para la vida pública que vive un niño y
un joven en su comunidad? Podemos llegar a realizar un acercamiento
entre dos prácticas que se dan en la experiencia Caracolí del Cesar.
Una de ellas es la que vimos en el capítulo anterior, donde el usuario
se lleva el libro a su casa y allí genera un espacio comunicativo pro-
fundo, la otra ocurre con los talleres de fin de semana en la biblioteca.
Una lectura íntima y una lectura pública, donde la segunda comporta
historias del libro en la calle, en la escuela y en la biblioteca, donde el
libro genera conversaciones y debates. ¿Qué puede generar la pala-
bra leída en la construcción ciudadana? La posibilidad de reconciliarse
con la propia palabra, no como la imaginamos desde nuestra solitaria
vanidad: perfecta, definitiva y sabia, sino como en realidad la oyen los
demás: imperfecta y en constante construcción1.
Una mirada desde el libro nos pondrá en calor. “La ficción es más que
un entretenimiento –dice Vargas Llosa en el discurso citado–, más que
un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu
crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga
existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo
humano.” El libro sería entonces una defensa ante la barbarie de la
incomunicación: “Seríamos peores de lo que somos sin los buenos
libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y
1
Oscar Brenifier. Filosofar es reconciliarse con las palabras de uno. www.pratiques-philosophiques.
com
Me encanta leer, me gustó mucho leer El viejo y el mar. Con los talleres de
lectura he aprendido a comportarme mejor y a leer mejor. He compartido
experiencias. Me gustan los libros de amor, hay allí muchos temas para dedi-
cárselos a los padres. A mi papá le encanta leer, mi mamá no estudió, pero le
encanta que yo le lea a ella; mi papá me dice que es bueno leer porque allí
están las respuestas a todo, para que pueda responder todas las preguntas que
me hagan. Gisela Carolina Corso Otálora, participante en el taller de Pueblo Bello.
Si las sabés hacer podés guiar la discusión a que el mismo grupo sea el que
se responda a propósito de cualquier cosa. El promotor de lectura no lleva
respuestas sino que con las mismas lecturas invita a que los participantes se
respondan, pero debe estar despojado de una visión maniquea del mundo, de
esa moral laxa, de esa mirada estrecha del mundo.
2
George Steiner y Cécile Ladjali. Elogio de la transmisión. Madrid: Siruela, 2007.
3
Michele Petit. Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. México, Fondo de Cultura Económica,
1999.
El bibliobús –nos dice Carlos Guevara– era un universo donde podía estar
todo en un orden perfecto. Frascos de vidrio, colorante rojo, agua, para enten-
der el volcán. Prisma, agua, cuentos del arco iris, para entender y disfrutar los
colores que se desplegaban en el cielo después de la lluvia. El bibliobús convo-
caba a todos: a niños, jóvenes, ancianos, vagos, sacerdotes, madres de familia.
Allí se podía hacer lo que uno quería hacer, no había pierde, podía pasar todo
el día allí que las actividades no tenían fin: se pintaba, se redescubría el entorno,
se hacía teatro, se trabajaban gestos, inflexiones de voz, cambio de roles. Se
prestaban libros, había papel, colores6.
4
Ibid.
5
Ibid.
6
Benjamín Casadiego. Caracolí, Historias de lectores. Citado.
7
George Spindler. La transmisión de la cultura. En: Velasco Maillo, García Castaño, Díaz de Rada
(editores). Lecturas de Antropología para educadores. Madrid: Editorial Trotta, 1993.
Libros y escuela
La escuela es el lugar donde se formalizan las destrezas para leer y
escribir. “La principal preocupación de la escuela –dice Olson, cita-
do– es la adquisición de las ‘habilidades básicas’ [lectura, escritura y
aritmética]. En lo relativo a la lectura, esas habilidades consisten en la
‘descodificación’, es decir, el aprendizaje de lo que llamamos el princi-
pio alfabético; en lo relativo a la escritura, consisten en el aprendizaje
de la ortografía”1.
1
David R. Olson. El mundo sobre el papel. Citado.
2
Luria-Leontiev Vigostky. Psicología y pedagogía. Madrid, Ediciones Akal, 1986.
3
Basil Bernstein: La construcción social del discurso pedagógico. Bogotá, Prodic, 1993.
4
Michèle Petit, citado.
5
Martín Heideguer. Camino al habla. Barcelona, Serbal, 1990
6
Michel Foucault: El orden del discurso. Tusquets Editores, Buenos Aires, 1992.
7
Foucault. Citado.
5
María Elena Rodríguez. El desarrollo de la oralidad en la escuela: interacción y diversidad. En:
Varios autores. La formación de docentes. Memorias. Congreso colombiano y latinoamericano de lectura
y escritura. Bogotá, Fundalectura, 1999.
Para Eliseo Verón allí está la trampa de ese falso debate. “El sujeto
activo e investigador es, en definitiva, productor de opiniones junto
a otros productores de opiniones, en el seno de un equipo de inves-
tigadores que, sin duda, se divierten mucho. La transformación del
conocimiento en opinión traduce otra deformación, resultado esta
vez del funcionamiento perverso de la metáfora democrática”9. Pero
el aburrimiento escolar no se cura eliminando el libro, ni desdibujan-
do la frontera entre aprendizaje y diversión, entre conocimiento y
opinión, entre ciencia y vida cotidiana. “Quiero decir que los meca-
nismos psicosociales e institucionales implicados en un proceso de
aprendizaje eficaz (eficaz significa: que culmine en la adquisición de
conocimientos) y los mecanismos psicosociales que estructuran lo
que la sociedad practica como rutinas del entretenimiento, son de he-
cho radicalmente diferentes.Y no es tratarnos de convencernos (y de
convencer a nuestros hijos) de que ir a la escuela y acudir a la sala de
videojuegos son una misma cosa, como vamos a resolver el problema
del ‘aburrimiento’”10.
9
Eliseo Verón. Esto no es un libro. Barcelona, Editorial Gedisa, 1999.
10
Verón, ibid.
Vivo en El Paso y soy docente de una vereda. Por las tardes tenía refuerzo
y luego encontré muchos niños con dificultades de lectura, con la biblioteca
buscaba hasta 30 libros y los compartía con los niños, y así fuimos solucionan-
do el problema de lectura. Onaida Bolaños, madre de familia de El Paso.
Tenemos una experiencia en el grado tercero. Era un niño muy inquieto, con
todo el mundo se vivía metiendo, ahora con el libro es cosa de ver la emo-
ción que tiene, de que él está pendiente de hacer el cuento, cómo se escribe;
también tiene problema de lenguaje, hay letras que él las escribe pero al pro-
nunciarlas se le hace difícil y él está feliz, me dice: mami él ya no nos molesta
tanto, ya no nos pega, ya no nos agarra. Porque él está entretenido porque él
quiere leer, y eso es algo que uno ve, la emotividad que él tiene, el mío está
haciendo un cuento, uno veía ya todo en el cuaderno, todo repetido, inicio,
nudo y desenlace, todo perfecto, cómo se hacía el cuento. Uno queda alegre
cuando ya es el niño el que hace el proceso.
11
Olson, citado.
12
Graciela Montes. Obra citada.
13
Ibid.
14
Ibid.
Lo que pasa es que en mi salón hay muchos compañeros que no leen bien,
entonces la profesora Mariela nos pidió que escogiéramos un libro y lo pro-
mocionáramos, a cada uno nos dio 10 minutos para que lo expusiéramos con
nuestros compañeros. Uno tiene libertad para desarrollar la metodología que
uno considere, lo que uno tiene que lograr es transmitir la pasión por leer, así
escogemos novela o cuento, transmitir la pasión es lo que buscamos en esos
10 minutos. Karen Lorena Rengifo, Gamarra (10 grado)
15
Michèle Petit. Citado.
16
Robert B. Everhart. Leer, escribir y resistir. En:Velasco Maillo, García Castaño, Díaz de Rada (edi-
tores). Lecturas de Antropología para educadores. Madrid: Editorial Trotta, 1993.
17
Clifford Geertz. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa, 2005
18
George D. Spindler. La transmisión de la cultura. En:Velasco Maillo, García Castaño, Díaz de Rada
(editores). Lecturas de Antropología para educadores. Madrid: Editorial Trotta, 1993.
19
Ibid.
20
Petit. Citado.
21
Sven Birkerts. Citado.
22
George Steiner y Cécile Ladjali. Citado.
Siento emoción y le doy gracias a Dios por haberme dado la vida y por saber
leer. Katty, participante en el taller de San Diego.
23
Alberto Manguel. Una historia de la lectura. Bogotá, Norma, 1999.
24
Ibid.
La biblioteca es un lugar donde uno va a nutrirse cada día con los libros. Un
lugar de encuentro, para pasarla sabroso, disfrutar los libros, esa es mi segunda
casa. Un lugar tranquilo. Luz Leyis Quiroz, bibliotecaria de Curumaní.
La profesora (bibliotecaria) con ellos se porta muy bien; que día que estu-
vieron en La Jagua llegaron felices por todo lo que hicieron, los amigos que
conocieron y por los promotores de lectura que les correspondió. Yolides,
madre de familia de Curumaní.
“Buenas tardes, nosotros somos de la red de bibliotecas del Cesar, del proyec-
to Caracolí, estamos aquí para ver si nos permiten leerles un libro, el libro se
llama El niño más bello del mundo”, sacamos el libro y si nos dan permiso se lo
leemos. Después de haberlo leído ellos escogen un libro y nos lo leen a noso-
tros en voz alta. Por eso el programa en Curumaní se llama: “Te cuento y me
cuentas”. Si ayer fuimos a Alto Prado hoy vamos al la Feria o Los corazones,
20 de julio y así vamos visitando distintos barrios.
Algunas veces nos dicen que están muy ocupados para esas cosas, o nos dicen
que les leamos a los niños pequeños. Pero no pasa nada, nosotros estamos
preparados. Nunca nos han tratado mal.
Luego de que los niños leen un cuento llegan las preguntas y es allí
donde el sonido de la biblioteca llega a espacios que no estaban dis-
puestos para libros y biblioteca.
Nos preguntan que dónde es eso, que si pueden ir, que si prestan libros, que
dónde queda la biblioteca.
Los que hablan son niños entre los 8 y los 12 años, podemos imagi-
narnos entonces la osadía de coger una maleta de libros y salir a la
Pena, nervios, pero poco a poco se nos va quitando la pena, pues leemos en
compañía entre nosotros.
Tienes que ser ordenado, si tienes todo en orden de lunes a viernes, el sábado
los puedes emplear en el trabajo con la biblioteca. Luz Leyis, Bibliotecaria de
Curumaní.
Por ejemplo, si me siento con rabia y veo un libro, me pregunto, será que lo
leo o me siento a ver televisión, al fin me voy con el libro, comienzo a leer. Y
eso me cambia, las historias me transforman. Lisbeth Dayana Cantor, 13 años,
participante en los talleres de Curumaní.
Las bibliotecas son espacios múltiples –dice Maribeth Rojas Osorio, bibliote-
caria del municipio de González–, allí funciona cultura y deportes. Se usa la
mañana para otras cosas, y en la tarde se les da cabida a los niños, teniendo en
cuenta que por lo general en la mañana los niños están ocupados estudiando.
Los reinsertados tienen una charla un determinado día del mes –dice Luis
Alfonso, bibliotecario de Astrea–, yo he pedido a la psicóloga que dirige el pro-
grama, que me envíe un cronograma de las actividades, o por lo menos que me
avise con dos días de antelación, pero no; a veces ha ocurrido que nosotros
estamos trabajando con los niños y llegan esas personas con sus botas llenas
de barro, pues ellos vienen del monte, y todo lo dejan vuelto nada, las sillas
sucias. Un día llegaron ellos sin avisar, como siempre, eran como las nueve de
la mañana y había más de 20 niños en la sala, yo les dije que lamentaba mucho
pero que no iba a permitir la reunión pues los niños estaban en su labor y no
íbamos a suspenderla y cerrar el servicio por esa reunión que no fue concer-
tada. Se fueron bravos, se quejaron con la alcaldesa, ella me llamó, me escuchó
y me entendió. A partir de ese momento fui muy claro con la responsable de
esa reunión, le dije si no me avisa con dos días de anticipación yo no presto
la biblioteca. Así se lo dije, con autonomía, y no volvió más, ni me llamó, ni
regresaron más, gracias a Dios me los quité de encima.
Muchas veces llegan, por ejemplo los de la policía a aprovecharse de las activi-
dades que son de la biblioteca, vienen y toman fotos y las registran como acti-
vidades de ellos.Yo les digo no señores, estas actividades son de la biblioteca.
Hay una posición muy clara desde las administraciones de las bibliotecas en no
facilitar el espacio de las bibliotecas para nada diferente a su misión como tal,
–dice Orlanda Agudelo Mejía–, ni siquiera para reuniones políticas, porque eso
implica marcar a la biblioteca con alguna línea que puede no ser bueno para
la comunicación con el resto de la comunidad. Yo creo que hay que valorar el
trabajo de los administradores de las bibliotecas en el sentido de que han sido
claros con todos, con los de derecha, izquierda, centro, que están allí buscando
beneficios particulares. Los auditorios se prestan solamente para actividades
de tipo formativo. Cuando se trata de actividades comerciales ya se alquilan
esos sitios, pero teniendo muy claro, que no haya una afiliación política.
Javier Naranjo: Las bibliotecas nunca se cierran, y hay programas que buscan a
los lectores casa por casa, como la historia que nos contaron de Curumaní.
Por ejemplo, en la biblioteca donde nosotros trabajamos, que es una biblioteca
rural, allá hay tres muchachas que trabajan con nosotros y son de vereda, de
origen campesino, entre otras cosas una belleza de personas, en su compro-
miso, en su nobleza, en la manera como tratan a la gente, y entonces eso me
permite, como director de la biblioteca, mucho movimiento, allá quedan ellas
haciendo actividades. A ellas la contrata nuestra corporación que es sin ánimo
de lucro, recibimos fondos y ayudas de entidades, por ejemplo ahora nos do-
naron doce millones de pesos para la compra de instrumentos musicales. Lo
que hace que las entidades nos apoyen es cuando llegan allá y ven la dinámica:
hay muchachos tocando guitarra, otros jóvenes robados a la droga haciendo
cerámica, los profesores de colegio se admiran, dicen estos muchachos son
unas plagas en el colegio y allí encarretados haciendo cerámica. Es entonces
Es que le ven el amor –dice Luz Leyis en Curumaní–, nos ven el amor, hemos
constituido una familia, es confianza y respeto ganado con los años. Hace tres
meses me enfermé de tanto estrés, se me durmió medio cuerpo, los niños
me fueron a buscar a la casa. Salí de la casa con una sombrilla, los niños me
llevaron abrazados a la biblioteca.
Yoleida Méndez, bibliotecaria de San Roque: Aquí en San Roque hay padres
que no saben leer y los niños les están enseñando a leer. Esta es una co-
munidad demasiado pobre. Visito las veredas. Hemos hecho campaña a la
lectura, llevábamos libros en la moto. Trabajamos en colaboración estrecha
con Curumaní. Tener 70 niños en una población tan pequeña y pobre es
un éxito.
La biblioteca me marcó para toda la vida: antes no leía y ahora leo. Como yo,
hay muchos leyendo. Un niño me dijo: Seño, yo soy un niño que ahora leo, les
leí 12 libros a 12 personas, eso es increíble, nunca me había pasado eso. Luz
Leyis Quiroz, bibliotecaria de Curumaní.
1
Obra citada.
Escuelas de promotores
de lectura comunitarios
Hasta aquí hemos hecho un recorrido con el libro desde el cuerpo
hasta los espacios habituales de lectura pública. Nos hemos pregunta-
do por las rutas y las ondas expansivas de un libro en la casa y en la
escuela. Hemos comprobado que a lo largo de esa ruta van quedando
aprendizajes que debemos tener en cuenta: cómo negociar con la
comunidad un espacio como el de la biblioteca sin que se pierda el
objeto para la cual fue creada, cómo generar experiencias ciudadanas
mediante el debate que generan los libros. Nos queda una pregunta
que ha estado presente en los anteriores capítulos: ¿Cómo pensar una
escuela de promotores de lectura con los bibliotecarios y los jóvenes
participantes de los talleres? Una experiencia local y al mismo tiempo
universal, una propuesta de sostenibilidad desde los actores locales
que se pueda liderar desde los municipios y la Red Departamental de
Bibliotecas.
Osmen Sierra: Si utilizas el cuerpo eso hace que el niño esté más atento, si lo
pones a dibujar, eso funciona.
José Leonardo Angarita: Un dramatizado funciona mucho, montar una obra tea-
tral, para que los niños se emocionen con el libro y les de ganas de leerlo.
Osmen Sierra: Cuando uno abre un libro y empieza a leerlo, enseguida se abre
un mundo. A veces que con el mero título te sientes intrigado y buscas a ver,
qué sigue después, cuál es la historia.
José Leonardo Angarita: El que me inició en la lectura fue el Caracolí del Cesar,
ya que antes leía únicamente lo que me ponían en el colegio, era un lector de
esos que leía porque me tocaba, cuando comenzó el proceso la lectura me
comenzó como a atrapar, porque yo comenzaba a mirar los libros, a leerlos, y
ya cada vez que yo cogía un libro no lo cogía porque me tocaba leerlo el fin de
semana y entregar un informe sino porque me llamaba la atención.
Comencé leyendo literatura para niños, luego para adolescentes y ahora estoy
leyendo esta novela llamada El quinto hijo de Doris Lessing, he ido evolucionan-
do por decirlo así.
A mi prima le gustaban los libros que yo llevaba a mi casa, ella leía también y
una vez me pidió que la metiera en Caracolí del Cesar.
La mamá del auxiliar de la biblioteca nos donó un ciclo taxi, entonces en la mi-
tad colocamos tablas, de tal manera que los libros van abiertos y así los pasea-
mos por todo el pueblo. El auxiliar lo maneja y vamos llevando libros puerta a
puerta, ofreciendo los servicios de la biblioteca, diciendo qué libros tenemos
allí, pero también qué otros libros pueden encontrar si van a la biblioteca.
La alcaldía manda 80 refrigerios, todos los sábados. Nos regaló las camisetas.
Pero me rebusco por otros lados: como trabajo en decoración de eventos, le
conté la experiencia a dos empresas que me contrataron, entonces ellos me
expresaron su intención de colaborar, así fue como participaron en el día del
amor y la amistad, nos dieron refrigerios, tortas, bombas.
Con la ola invernal ha sido difícil ir a los corregimientos, los caminos en mal
estado han ocasionado estragos en la bibliomoto, entones ahora la estamos
reparando, pero nunca dejamos de ir, pase lo que pase.
Leer; lo que uno comunica es la pasión, uno no llega con argumentos, uno
llega con pasión. Si hay un bibliotecario que solamente recibe capacitaciones
pero él en sí no tiene pasión, pienso que esa persona debería ser cambiada
y trasladada a otro cargo de la alcaldía. Hay que detectar quiénes leen, si vos
querés tener un buen mercado tenés que seleccionar bien la gente, si es gente
que no lee, pues no podés hacer nada.
Orlanda: Las madres comunitarias son especiales con los niños pero no saben
hacer un análisis, allí podemos participar con ellas y darles recomendaciones.
Es que si llegan niños a hacer tareas y si hay un promotor competente puede
recomendar al niño, además de ese libro de consulta, otro libro que le pueda
ampliar su tema.
Javier: Pero hay algo en todo esto, y es que el problema no es solo en el Ce-
sar, es general, en Medellín también hemos padecido eso del bibliotecario
comodín que está allí porque lo mandaron como un favor político y no por
vocación. Yo hacía trabajo en municipios de Antioquia entregando bibliotecas
rurales, me tocaba ir a la porra a entregar una dotación de libros; dotábamos
y hacíamos capacitación, pero nos encontrábamos con que las bibliotecarias,
las escolares, eran nombradas por el rector, por el concejal, nombradas a dedo,
sin ninguna habilidad, sin capacidades, sin pasión por ningún tipo de lectura;
uno al conversar con ellas notaba que no tenían ninguna cercanía con los
libros y la única preocupación era saber qué iba a pasar cuando cambiaran de
alcalde. A veces pasaba que esa bibliotecaria lograba, para que no cerraran la
biblioteca, atraer a un teatrero que hacía las veces de auxiliar, con la ventaja de
que a él sí le gustaba la lectura.
Javier:Yo creo que sí ha habido pequeños cambios en este sentido, como ha ha-
bido tanta propuesta alrededor de la lectura, los cambios es que algunos sí lo-
gran permanecer, uno que otro en medio de un programa más bien desolador.
Es una lucha muy dispareja y que lleva tiempo y paciencia, ir y venir, cambios de
programas, de administración, de remachar, de volver aquí con un programa,
de volver aquí con el otro, en fin. Conozco el caso, en un municipio cercano,
de una bibliotecaria que tiene más de 20 años de estar en la biblioteca y ha
recibido todas las capacitaciones del mundo, pero ella tiene una mentalidad
que no le da, no tiene la pasión, no lee; ha permanecido allí por encima de
los avatares políticos, va a todas las capacitaciones, pero uno no ve que haya
cambios reales, porque eso le resbala.
Javier: Un día llegamos a un club, grande, con varias piscinas, algo complicado
para promocionar lectura. Cuando llegamos había un poco de gente en las
piscinas, disfrutando, tomándose su cerveza, ¿qué se puede hacer allí? ¿Ir con
el libro debajo del brazo a joderle la vida al que esté mal parqueado? Y ese es
un extremo en el que los promotores de lectura podemos caer, en ese asunto
de salvarles la vida a todos a punta de la lectura, si sabemos que hay viejitos
sabios que no se han leído un solo libro en su vida, con la lectura del mundo
que tienen a vos te dejan frío, entonces es como un asunto de respeto, yo sé
que nosotros tenemos una religión, de alguna manera, que gira alrededor de
los libros, es una pasión nuestra, pero de allí a pretender ser los mensajeros del
libro, eso es otra cosa.
Orlanda: Se forma una dinámica que nace de los grupos económicos, que dan
fondos para la compra de libros y ese hecho hace que los promotores de
lectura nos sintamos en la obligación de promover libros para que se vean
resultados en cifras. Entonces volvemos al hecho de leer como un artículo de
venta, nos obligan a comercializar la lectura, entonces ya no podés irte con
el romanticismo y la bacanería con la que te ibas antes a hacer una ronda de
lectura en alguna institución educativa, sino que te toca llegar como vendedor
de capacitaciones. Creo que allí hay unos riesgos grandes.
Segunda pausa. Las diversas voces que hasta aquí hemos escuchado
nos permiten dibujar mentalmente un proyecto en su escenario coti-
diano, es decir, cruzado de dudas, luces, logros, desfases y dificultades.
Lo real no es perfecto, es vivo. Si hemos sido atentos a todo lo ante-
rior podemos estar construyendo una valiosa historia que nos lleve a
ver los alcances de un programa regional de lectura, no la ilusión de
una historia sin peso y sin poder narrativo. Desde esa perspectiva, la
Red de Bibliotecas Públicas del Cesar, y todos los proyectos de lectu-
ra regionales en el país, tiene un reto a la vista: continuar en la cons-
trucción de un acercamiento, cercano y real con los libros, un acerca-
miento con calidad, un encuentro respetuoso con la comunidad.
Tercera pausa. Las voces que escuchamos, de aquí y de allá, nos di-
cen que leer es, después de todo, una experiencia íntima. El camino al
Barthes, Roland. El placer del texto y lección inaugural. México, Siglo XXI Editores,
2000.
Bernstein, Basil. La construcción social del discurso pedagógico. Bogotá, Prodic, 1993.
Chartier, Roger. El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre
los siglos XIV y XVIII. Barcelona, Gedisa, 2000
Foucault, Michel. El orden del discurso. Buenos Aires, Tusquets Editores, 1992
Crónicas de lectores
en el Cesar
Viendo leer desde la lluvia
Por: Viviana Restrepo.
escritora y promotora de lectura de Medellín,
invitada a las Rondas de Lectores Villa de San Andrés, corregimiento de Aguachica.
-Profe: cuando uno lee, no piensa en nada más, lo único que le preocupa a
uno es pasar la hoja. José Darío Benavidez, 11 años. Río de Oro.
Tras casi doce horas en bus, Aguachica aparece ante mis ojos como
una calle larga que siempre está de fiesta. Es noche de viernes y en
cada una de sus esquinas la vida se celebra. Ya en el hotel entablo
Hemos hecho un círculo con las sillas junto a uno de los senderitos
que llevan al interior del parque. Llovió copiosamente al principio,
pero ya escampó, y nuestras sillas descansan sobre una gruesa capa de
piedrecillas que esporádicamente resuenan bajo nuestros pies hacién-
dose notar. Les explico a mis muchachos que aunque vivamos lejos
del mar y nunca lo hayamos visto, todos tenemos en la sangre, al igual
que el caracol, una memoria del mar, y no sólo del mar sino también
de todas las demás cosas que hay en el mundo. Ellos me miran sor-
prendidos cuando les comento que nuestros abuelos, o los abuelos de
nuestros abuelos, conocieron el mar y todas las demás cosas, que las
sintieron vibrar en su sangre, y que nosotros recibimos de ellos esa
vibración. Les pregunto si saben por qué los cachacos cuando van al
mar no quieren salir de él, y una de las niñas responde que es porque
ellos no tienen mar y tratan de aprovecharlo al máximo. Les propongo
entonces sumergirnos de ese mismo modo en el taller, porque al igual
que los cachacos, que no tienen mar, nosotros no tenemos la oportu-
nidad de compartir las letras y la vida de esta manera todos los días.
Viajaron al sur.
–¡Ayúdame a mirar!
Hablamos del título del cuento y de la solicitud del niño al final, y aca-
bamos por concluir que el arte y la belleza se aprestan principalmente
para acercar a las personas, para hacernos más humanos. Leemos a
continuación el cuento de Leopoldo Berdella “La niña que quería tener
su propio mar”, y hablamos del poder del pensamiento y la imagina-
ción. Entonces les narro el pasaje inicial de “Las mil y una noches”, para
mostrarles la voluntad de sacrificio de una doncella, a quien la sola
imaginación le ayudó a salvarse a sí misma y a salvar a las jóvenes de
su pueblo por medio del arte de narrar. Y es que a medida que lee-
mos, les digo, a medida que escuchamos historias, éstas van llenando
nuestro universo interior a la manera de un caracol que, tarde que
El resto fue una tarde donde nosotros, los pequeños, nos dejábamos
cuidar por los grandes árboles que complacientes asistieron al en-
cuentro de los promotores de lecturas de todas las edades, de San
Martín, Río de Oro, La Gloria, Aguachica, San Alberto… Una tarde de
historias nacidas de palabras que abrazan y se quedan.
Fascículo I
Con los niños llegó la lluvia, pero primero se oyeron sus risas. Ellos
venían de varios municipios del Cesar, y las nubes que habían estado
cuajando mientras los esperábamos, se resolvieron en agua mientras
los chicos dudaban si escamparse o disfrutar la alegría de un agua in-
esperada que prometía juego. Los adultos que íbamos a leer con ellos,
a conversar con ellos, a asombrarnos con la potencia de sus palabras,
desayunábamos mientras el viento sembraba más nubes sobre nues-
tras cabezas. El aire se oscureció. Sentimos que iba a ser imposible
trabajar bajo los árboles…Va a tocar ir a una institución cercana, que
ya contactamos, dijo Mónica, y enseguida nos tranquilizó: no se puede
hacer nada en este momento…ya veremos. Nos recogimos todos en
un corredor afuera del único salón que había, mientras le hacíamos el
quite a las goteras. El techo resentía el chubasco.
Tan rápido como llegó el aguacero, cesó, mientras los niños tomaban
un refrigerio. El grupo organizador dispuso sillas debajo de los árboles
que aún goteaban, pero la tierra generosa absorbió el agua y lo que
pensamos que podría volverse un pantanero no fue así. Cada talleris-
ta fue llamado al grupo que había sido definido con anterioridad. A
mí me tocó en uno de los corredores donde habíamos desayunado,
pero era un sitio de paso de mucha gente y preferí –con el apoyo de
Fascículo II
El aire bajo el árbol era fresco. No hacía calor, ni frío. El clima era per-
fecto y los chicos jugaban-trabajaban. Les conté de algunos ejercicios
de escritura hechos con estudiantes de escuelas de Medellín y en la
biblioteca del Laboratorio del Espíritu en El Retiro, Antioquia, donde
trabajo ahora. Y luego les leí algunos de esos ejercicios cuyo nombre
genérico es Yo soy. En él los niños se describen a sí mismos pero no
es una descripción externa, se hace con analogías, metáforas y algunos
de los recursos propios del género poético. Conversamos un poco, di
las instrucciones. Y los niños concentrados y en silencio escribieron
cosas hermosas y sorprendentes que leímos para todos. A medida
que transcurría la lectura íbamos hablando, discurriendo en los feli-
ces hallazgos. Algunos de los textos del primer ejercicio de escritura
han ido apareciendo aquí y allá en esta crónica, salpicando como las
gotas. Y aquí se hace evidente mi pulsión por invitar a los niños a es-
cribir. Difícilmente cumplo con “sólo leerles”. No puedo sustraerme
a la búsqueda en ellos de esa chispa de donde saltará en combustión
lo poético. Pero para quitarle a la frase solemnidad y rimbombancia,
digamos más bien que como en un acto de magia, estoy siempre es-
perando a que el conejo de la poesía brinque de la mano de un niño.
Fascículo IV
Haría:
Visitar al parquecito.
Hablar con mi familia.
Estar con mis amigas.
Salir a la calle a ver por ejemplo:
Los árboles, las flores, a ver los columpios.
Ir donde mis profesores.
Fascículo V
Primero, el encuentro con los otros, los adultos unidos, porque cree-
mos en el poder liberador del lenguaje. Esa intención compartida se
volvió cofradía, pacto fraternal, expectativa. Al día siguiente, el encuen-
tro con los niños.
En el campo yo me crié
Metida entre verdes lazos
Y aquél que llora por mi,
Es el que me hace pedazos.
No soy de vidrio
Ni de cristal
Mas al nombrarme me rompen.
Y así… la ronda literaria se teje esta vez en el mundo del enigma, del
rompecabezas de imágenes que te conectan con la poesía. Porque la
adivinanza es metáfora en proceso, es símil, es analogía. Conocer el
Una chica llevaba la cuenta del grupo ganador. No hice eco a este
deseo, porque hace tiempo aprendí con esta ronda de las adivinanzas,
con este festival, que no era bueno presentarla como competencia.
Nuestros niños deben aprender otras maneras de relacionarse que
no sea compitiendo. Quizás en este país tan violento y tan desbara-
tado recrear los espacios gratos, amorosos y creativos puede trazar
rumbos más vitales a estos niños que tienen una realidad dura y difícil.
Como lo es para la mayoría de nuestros niños.
Las niñas de Socaire y el Capitán loco, por ser un libro más largo, le-
yeron los primeros capítulos, y escogieron otro que, por el título, les
llamó la atención: casi la encuentran, se llama y es justo el de mayor
tensión: ¡casi pillan a Socaire escondida en la oreja del capitán loco!
¿Qué les ocurrió? Invité a tomar papel y lápiz y responder este in-
terrogante. Resultados: El interés por escribir no fue parejo: algunos
prefirieron pintar. Dos cosas me sorprendieron: un escrito sobre por
qué a las cebras les salieron rayas en la piel, y el trabajo de cuatro
niños que decidieron escribir sobre un león que cuando el mundo
estaba nuevecito no tenía melena y además no era agresivo. Escribie-
ron rápido: El león se bañaba en una quebrada, le creció el pelo y se
volvió agresivo. “No me convence” les dije. “¿Qué tenía esa quebrada
que le creció el pelo y se volvió agresivo?” Casi no me dejan terminar
Libros leídos:
– Expreso polar
– El globito azul.
– El terror de sexto B.
– La paloma despistada y la sardina mensajera.
– Me llamó Simón Bolívar ... Me llamo La Pola ... José Antonio Galán...
– Los fantasmas en mi cuarto y La comadreja comegallinas de Cel-
so Román- fue el único autor que reconocieron-
– Clara dijo que sí.
– La sirena de agua dulce.
– Huellas de nuestro pasado –es la historia de La Gloria–
– El Principito
– El viejo y el mar
– Tintín en el Congo
– El grupo de González leyó en el colegio El Túnel pero ninguna
supo contar de qué se trataba...
El sitio donde nos reunimos no pudo ser mejor, más especial, un árbol
frondoso que por suerte contenía la lluvia que acababa de caer en
Aguachica nos dio cobijo. Allí nos dimos sombra, sitio fresco donde
corría brisa, expansivo donde fue imposible atropellarnos. Nos sen-
tamos en círculo, sobre sillas blancas, en rededor de este árbol, que
fue techo para nosotros, y que nos ayudó al igual que la lluvia previa a
sentir el frescor del ambiente durante todo el desarrollo de la ronda
II
III
Después de esa lectura hablé con ellos sobre los afectos y sobre un
tema común en la adolescencia: los primeros amores y el desamor. Les
pregunté su concepto de ruptura, despecho y guayabos. Les pedí que
conversaran sobre la música vallenata y sobre los poemas de amor y
desamor que conocían. Para complementar esa conversa les dije que
Flaca
córtame una pierna
hoy quiero faltar al trabajo
y hacerte desayuno
me quedaré contigo
y el sonido del día al otro lado de la ventana
córtame la pierna por hoy
mañana regresaré al trabajo y al mundo
sabes que no puedo pasar tanto tiempo fuera del mundo
por eso te digo flaca
córtame una pierna y deja el cepillo donde está
hoy no me lavaré la cara
no cepillaré mis dientes
sólo te prepararé el desayuno
córtame una pierna y regresa a la cama
no la prepares para el almuerzo
quédate conmigo y ayunemos juntos
sólo por hoy
hazlo
córtame una pierna y regresa a la cama.
CASA VIEJA
Mi casa
mi casa es un mapa
cada espacio con su río
algunos rincones mas húmedos
Después de sus lecturas nos despedimos con una dinámica que te-
nía como fin llevarlos a almorzar, convertidos en un equipo mínima-
mente cohesionados y desarrollamos un juego cooperativo llamada
“el nudo”, reunidos en círculo cada participante colocó las manos al
frente y todo el grupo caminó al centro del círculo. Cerraron los ojos
y movieron las manos en distintas direcciones. Seguido de esto cada
Así, que si esta reunión debajo de uno de los árboles de mango del Li-
monar era para hacer promoción de lectura, se consiguió el objetivo.
Nos despedimos de los muchachos con una sonrisa a flor de labios,
con la que bien hubiésemos podido ganar el concurso de Mr. foto-
génico entre un grupo de conejos, así que todos se despidieron muy
alegres y agradecidos por el taller y la charla de la tarde.
Esta nueva experiencia se confirma una vez más aquel viejo adagio
que dice: “cada día se aprende algo nuevo”. Es este mi caso. Recibo la
llamada de Nestor Saúl Solano, quien me refiere al nombre de Mónica
Morón Cote, gestora del Taller de Creación Literaria Caracolí del
César, términos que de inmediato me transportan a ese mundo ma-
ravilloso que disfruto plenamente, porque allí queda inmerso el arte
de enseñar, placer inherente a mi existencia que aún no he podido
fragmentar desde el atisbo de mis escasos 5 años cuando empezaba a
enseñar a mis seres imaginarios.
Luego, se dio lugar para el ejercicio de Lectura en Voz alta, para ello se
utilizó el cuento “Los Viajes de Ara”, texto que sirvió para compartir,
con los niños y niñas, la connotación de una especie de ave endémica
que está bajo protección ambiental, el cuento es una historia fantás-
tica que vincula varias especies animales de nuestra fauna colombiana
y personifica en Ara, una guacamaya, todas las peripecias que se atra-
viesan cuando se quieren alcanzar los sueños, esta historia fue escrita
por una amante de la Naturaleza, de La Biología, pero fundamental-
mente de los pequeños.
Cabe mencionar, que se escapó del morral mágico del plan de Lectura,
“Eclipse” de Augusto Monterroso, el tiempo corrió más rápido que
nosotros y llegó entonces la hora del almuerzo. Luego, con mucho
ánimo y respeto, los pequeños compartían la socialización de sus lec-
turas individuales, contaban sus anécdotas y compartían sus libros fa-
voritos, se tejía una red de comunicación, una semilla de lectores para
el futuro. La escucha se hizo presente y con ello, el descubrimiento
de un potencial de curiosos aventureros que desean explorar infinita-
mente los mares de la lectura.
Todavía con el efecto que han dejado las palabras de la joven Amanda,
pasamos a compartir lo que ha sido la experiencia de la llegada de
los libros a la casa: “A mis Padres les parece interesante que yo lea”.
“Mis padres me felicitan”. “A mis padres les parece perfecto, porque
estamos aprendiendo a leer y a comprender lo leído”. Al decir estas
frases, alcanzo a percibir lo orgullosos que se sienten como lectores.
¿Y en el colegio cómo les va con profesores y amigos? La respuesta es
unánime –¡Bien! Los profesores nos felicitan–, dicen todos.
Es algo que casi siempre molesta, que afrenta las “buenas conciencias”.
El taller que hicimos fue sobre la muerte. No el crimen, no el asesina-
to, aunque ahí se muere y de mala manera. La muerte inevitable de la
que no conviene hablar, y con los niños menos porque pensamos que
a ellos hay que ocultarles todo. Sin embargo creo que muchas cosas
sanan cuando las hacemos visibles con las palabras. Dice Fernando
Savater: “Todos los niños se creen inmortales (los muy pequeños in-
cluso piensan que son omnipotentes y que el mundo gira a su alrede-
dor; salvo en los países o en las familias atroces donde los niños viven
desde muy pronto amenazados por el exterminio y los ojos infantiles
sorprenden por su fatiga mortal, por su anormalveteranía...) pero lue-
go crecemos cuando la idea de la muerte crece dentro de nosotros.
Por otro lado, la certidumbre personal de la muerte nos humaniza, es
decir nos convierte en verdaderos humanos, en «mortales». Entre los
griegos «humano» y «mortal» se decía con la misma palabra, como
debe ser”.
La mañana
En otro libro que leemos (Sapo y la Canción del Mirlo), varios animali-
tos descubren entre dudas que todo muere, porque su mirlo amigo
que parece dormido está muerto: “Liebre señaló el cielo azul. –Todo
muere– dijo. –¿Nosotros también?– preguntó sapo. Liebre tenía dudas.
Quizás cuando seamos viejos –dijo”. Y hablamos de duelos, de cere-
monias que acompañan la muerte, de la tristeza y de que la vida debe
seguir, como lo expresan varios de los niños.
La tarde
Libros Leídos:
Sopa de Calabazas, El Hada de la Fuente, La señora Contraria, El Co-
nejo Buscando a su Familia, Los Tres Cerditos, Rapunzel, Caperucita
Roja.
No llevo libros a casa porque si yo llevo libros a mi casa los cogen mis
hermanos y dañan el libro, y después a mi padre le toca pagar el libro.Y lo
que hago con los libros es: leo los libros, aprendo de los libros por los libros.
Puedo aprender a inventar cuentos. Ingri Marcela Miranda (Tamalameque).
No llevo Libros a mi casa porque los leo en la biblioteca. Yaneth Barraza Co-
ronel (Tamalameque).
Libros leídos:
No porque no me gusta. Mis padres dicen que qué bueno porque yo les co-
mento sobre lo que leí. A mi abuela también. Siempre les cuento, se alegran
y me dicen que siga así. Enaida Carolina Villanueva (La Jagua de Ibirico).
Libros leídos:
Libros leídos:
Si porque me gustan. Mis papás no paran bolas sólo los leo yo.
Según pude oír algunos de estos jóvenes fueron incluidos con miras
a fines de introducirlos en la lectura como una estrategia para lograr
mejoría ante sus problemas de comportamiento. Esto se hizo eviden-
te en el desarrollo del taller, donde se expresó en una expresa hipe-
ractividad y su agresividad frente a sus compañeros. Esta situación se
presentó en especial en el grupo de la Jagua.
Este resultado indica un bajo nivel de lectura puesto que más de 67%
de los jóvenes leen menos de 4 libros, más todavía si se supone que
estos jóvenes son los que más leen en su entorno. Sin embargo, esto
se debería contrastar con los resultados de grupos más extensos y
con la disponibilidad de lectura que tengan según el sitio donde estu-
dian o viven. En este caso, del total de 5 jóvenes, niñas todas, que pa-
san de 10 libros, 4 son del grupo de Rincón Hondo y una niña de San
Roque (Melani). Esto se correlaciona muy bien con mi percepción del
grupo pues estas mismas niñas fueron las que tuvieron unas lecturas
y escrituras más elaboradas.
Acá las respuestas son mucho más heterogéneas pero permiten esta-
blecer algunas correlaciones interesantes como para hacer posterio-
res indagaciones. Los sujetos involucrados incluyen abuelos, tías y muy
frecuentemente hermanos.
Barrio Recuperado
Nadie vio la hermosura de las calles
hasta que pavoroso en clamor
se derrumbó el cielo verdoso
en abatimiento de agua y de sombra.
El temporal fue unánime
y aborrecible a las miradas fue el mundo.
Pero cuando un arco bendijo
con los colores del perdón la tarde,
***
Estar en todas partes parece ser el destino del Caracolí. En todas par-
tes como el tiempo: aquí, allá y acullá. Creo que es lo más itinerante,
realmente inmenso. En su entraña todo tiene asiento: lo más antiguo,
lo antiguo el ayer, el ahora constante, el porvenir.
Por ello alcanza a tantos su voz, uno puede sentirlo, y olerlo, en lo que
acumula de aliento la presencia de Carlos Guevara Támara, Mónica
Morón Cotes, Eliana Villarroel Acosta y Benjamín Casadiego: sope-
sando, equilibrando, atentos a cada latido y al otro cuerpo que va
fluyendo, latiendo en su espíritu de vida. Yo lo he sentido las veces
que he estado en el Caracolí. En la Jagua de Ibirico, por igual, cuando
entre aquella bruma de niños, Julia Pastora aparece cantando, y con su
voz determinante, llamando, invitando, al inicio de ese viaje de andar
leyendo el mundo. En ellos y los otros: Bartolomé Monterrosa, Dióge-
nes Armando Pino, Hugo Niño y tantas hojas de ese árbol centenario.
Así nació Curumaní, El niño más bello del mundo, Molinillo mágico,
Ciudad sometida, El día de campo de un chancho, Los amigos, Cierren
los caminos, Poemas de origen, Lilia, El Ratoncito Pérez, Aprendiendo
Inglés, ¿Que tanto sabes? ¿Dónde está el libro de clara?, Niña bonita,
Juan Salvador gaviotas ¿Quién se ha llevado mi queso, La media perdi-
da, Rosa está hecha un lío, Lilia y yo ponemos la mesa, Hansel y Gretel.
Comenzamos el día antes que el sol, en un viaje que nos llevó desde
un Valledupar fresco por la lluvia nocturna, hasta una Jagua calurosa
y seca, pero activa, como el más nutrido de los grupos de este en-
cuentro, justamente el de los más jóvenes, pero no por ello menos
experimentado en asuntos de historias y juegos del lenguaje. Con
ellos hicimos un recorrido decididamente risueño; un poco escatoló-
gico al principio, con lecturas como ¡No, no fui yo!, El libro apestoso, y La
planta del pie; enseguida vino el suspenso, con Tío lobo y María Angula
(de Cuentos de espantos y aparecidos), y al final, un espacio para la
creación: primero, de recetas repugnantes, y luego, de un particular
bestiario, símil del Animalario del Profesor Revillod.
Venían llenos de una alegría única, como las palabras Jagua de Ibirico,
Tamalameque, Pelaya, Rincón Hondo, Curumaní, llegaban felices aque-
llos lectores de palabras –que parecían nacer cuando las pronuncia-
ban–, llegaban los lectores con mentes y ojos despiertos, desde ese
momento supe con absoluta certeza que todos llegaban con ganas de
hacer que la lectura siguiera siendo una de las formas de la felicidad.
Pero las palabras son intrépidas y buscan a sus lectores, así que les
contamos las historias de las palabras en la obscuridad de los ojos,
ellas también son para los ciegos, así que niños y niñas, mamás y ta-
lleristas disfrutamos “El libro Negro de los Colores” (Menena Cottin
y Rosana Faria), descubrimos en el alfabeto Braille, el poder de las
palabras que se filtran para ser leídas por las yemas de los dedos de
los invidentes.
“Hoy voy a contar lo que aprendi de mi gran amigo el libro se llama Un dia
con pele llo comparto el cuento con Dios y la birgen también con mi familia
me gusta mucho leer lo guardo muy bien asegurado para que no se balla a
perder me gustan mucho los libros”
Marilin Yulieth Garcia
“Un dia muy triste yegue a mi casa y como no abia un amigo prendi la
televisión pero vi que nada bueno ni chebre estaban dando y yo al apagar
el televisor me puse a leer un libro el libro mas importante me puse a leerlo
y no me importo la hora, minuto, segundo nisiquiera me acorde del televisor,
de leer y leer no quería parar y me llevo a un lugar mágico…” El cuento
mas importante.
Isaac Caleb Pacheco
Al rato, avanzan por una senda a cuyos lados pastan hermosas vacas,
esbeltos becerros, corceles de firmes músculos, asnos que los obligan
a recordar al Platero de Juan Ramón Jiménez. Se suceden sin cesar te-
rrenos de pastos verdes, es posible contar algunos cañahuates y coto-
prixes, aunque después aparecen hectáreas y hectáreas de palmas.
Luego, les leo un poema que Luis Roberto Mercado, un poeta del
departamento de Córdoba, me dio dos días antes en Montería con el
pedido de que se los leyera a los niños y adolescentes del Cesar con
quienes me tocara compartir. “Es mi regalo para ellos y para las her-
mosas actividades que hacen en torno a la lectura”, me dijo el poeta
Mercado.
EL ÁRBOL INSEPULTO
Aquel árbol
que nos dio tanta sombra
fue asesinado
Sin compasión
le metieron el hacha por todos los costados
y le rompieron las ennudadas raíces
Lentamente
se estremecía aferrado a la vida
Indefenso
manaba agua como sangre resentida
Al desplomarse
se llevó la alegría de los pájaros
Todos los niños escribieron sus respuestas. Los últimos libros por
ellos leídos fueron:
Cuando llevo un libro a mi casa, lo leo yo, pero también lo leen mis primas.
(Leidis Tatiana Cerpa, Curumaní.)
Cuando llevo un libro a mi casa lo leo. Me siento alegre y me gusta ver las
mascotas que haya en él.También lo leen mi mamá y mis amigas.
(Silvia Juliana Cuéllar Rincón, Pelaya.)
El último libro que llevé a mi casa lo leí yo, lo leyó mi mamá, lo leyeron mis
hermanos.
(Marcia Pineda Pérez, Pailitas)
Cuando yo llevo un libro a mi casa, primero me lo leo yo, luego lo leo en voz
alta a mis hermanos y a mis padres.
(Elizabeth García, Pailitas)
El último libro que llevé a mi casa fue La sirenita y mi mamá me dijo: Cuí-
delo.Yo lo leí y después mamá me pidió que se lo prestara y también se lo
leyó y me dijo: ¡Qué libro tan espectacular!
(Laura Vanessa Pérez, Pelaya)
La noche que pide vía. Vuelta a Valledupar donde hay fragor de luces,
proliferación de automóviles, rumor de fiesta por todos lados, parejas
que bailan en las terrazas, oferentes ambulantes de comidas y otros
artículos, gentes que pasan acicaladas quien sabe a qué festín, uno que
otro mendigo, rostros arrebolados por la dicha, ojos que contemplan
el cielo. No hay ninguna huella de la fina niebla del amanecer, pero
entre olores de aceites, gases, productos industriales, frituras, licores,
colonias caras y baratas, afeites femeniles de primera calidad, subsis-
ten los olores de las acacias, de los cotoprix y de los mangos y otros
árboles que despliegan sus ramas hacia el cielo. Y por allá, en la con-
ciencia, perviven las voces infantiles y juveniles que nos acompañaron
todo el día, que leyeron, que hablaron de la lectura y de lo leído y que
dieron testimonio de que leer es vivir, de que leer es navegar en la luz
y hacia la luz.
¿Usted ha dicho mentiras? Yo sí. Pero esta vez no puedo mentir por-
que no se me ocurre nada mejor que juntar retacitos de esta historia.
Mentiría si digo que recuerdo cada una de las palabras de los chicos,
los títulos muchos que refirieron al inicio del encuentro, –muy orgu-
llosos, reunidos nada menos que en la oficina de la doctora Mónica
Morón y de su asistente, Eliana Villarroel, en la Biblioteca Departa-
mental. No puedo, porque cuando uno conecta las emociones con lo
que hace termina dejándose llevar por ellas, sin saber a dónde va a
parar.
***
***
“Queridos abuelos y abuelas quiero que sepan que los quiero con todo
mi corazón y los extraño mucho, ojalá algún día pueda ir a verlos con mi
familia, de pronto voy a ir en vacaciones donde están ustedes, mi papá me
va a llevar donde mi abuela Carmen y de pronto mi mamá a donde mi
“Para Felipa
Ciudad La Paz
Hola agüela te mando esta carta para decirte que te quiero mucho y te
pido perdón por lo que te dije antes de ayer, ¿me puedes perdonar? me
duele mucho. También quiero decir que le digas a mi mamá que la quiero
con todo mi corazón, ¿cómo están mis hermanos, mi papá sí le ha ido bien?
Güeno saludo para todos güeno adiós.”
Lifaneth Quintana H, 10 años, La Paz
O del amoroso temor que tienen los niños de perder a sus seres
queridos:
***
***
Entre los libros más leídos por los niños están los de mitología griega,
donde coincide todo el “Nodo”, y cuentos como Rosa Caramelo, El
rey sapo, Hansel y Gretel, La bicicleta verde limón, El ratón Pérez, Patito feo,
Leopoldina la argentina, Piel de asno, Los hipopótamos caen al agua, en La
Paz. De San Diego sobresalen Los olvidos de Alejandra, La abeja haraga-
na, Clarice y el viento, Cómo era yo cuando era bebé, El más poderoso, La
estupenda mamá de Roberta, Me gustan los animales. Mientras que los
chicos de Pueblo Bello recomiendan La paloma mensajera, Una piraña
en mi bañera, Un cuento de osos,Winny Puh, Caperucita roja.
Una sorpresa tras otra; con los muchos libros recomendados, su capa-
cidad argumentativa y, contrario a la baja expectativa de escritura, por
la juventud de los asistentes y por la inicial negativa que mostraron al
principio, recopilamos una serie de muestras de amor, no sólo a sus
familiares, sino a sus bibliotecas, pero especialmente a lo que ellos
sienten como un regalo: el encuentro con “Profes” y libros en la visita
a la Gran Biblioteca Departamental:
“Querido Profesor
Estoy tan agradecido
Por todo lo que me ha
Enseñado y por permitirme
Estar con usted en esos días
Tan desagradable que he
Pasado por consolarme
Y por eso lo quiero mucho.
“Mi biblioteca
Me gusta mucho mi biblioteca. ¿Por qué?
Porque jugamos mucho, leemos
y aprendemos mucho de unos con otras
por eso nos divertimos.
La biblioteca es de dos pisos
El piso de arriba y el de abajo,
La bibliotecaria Martha nos empresta
Los libros y ella
Nos quiere y
Nosotros a Ella.”
Era un Viernes Santo. Mis amigos y yo nos fuimos a jugar al escondite por
la noche. Mamá nos dijo que no jugáramos porque ese día era malo estar
en la calle. No le paramos ni miguita de atención. Nos fuimos a jugar de-
trás de la casa. De repente vimos una bola de candela. Salimos corriendo.
Mi hermano mayor y un amigo no aparecían. Fuimos a buscarlos con los
vecinos. Los encontramos desmayados en el patio de la casa. Desde ese día
no nos dio más ganas de jugar con ese susto tremendo que nos pasó. (Ingrid
Marcela Carvajal Correa, Becerril)
Quise también que además de escribir, contaran de viva voz sus histo-
rias. Se sentían más cómodos. Su oralidad es indiscutible. Es más pode-
Cuando se calmó el combate, todas las mamás fueron a buscar a sus hijos.
Pero a mí nadie me fue a buscar. Era la última. Sentí que no le importaba
a nadie. Mi vida sólo me preocupa a mí. (Geraldine Stephany Cabana Ortiz,
Becerril)
Después tomaron la decisión de irse muy lejos, donde este tipo de gente
no los siguiera molestando. Ni mucho menos extorsionando. Fue así como
el señor Andrés y su familia siguió adelante. (Tatiana Andrea Costa Pacheco,
Manaure)
“Un libro es un ser humano porque todo ser humano tiene su historia.”
Geraldine Stephany Cabana Ortiz, Becerril.
“Para mí un libros es como viajar a otra parte del mundo… Puedo imaginar
todo lo que leo y vivir una realidad comparada con un libro.” Jaider Nieto,
Becerril.
Y escribió sobre sus lecturas y lo que hace con los libros en casa:
Queridos Padres:
Hago esta carta para decirle lo mucho que los quiero. Les pido las gracias
por enseñarme a leer con una vara y yo les digo: ya no importa, pero gracias
si es por ustedes no podría estar aquí donde estoy.Y también les digo que
no me gustaba que me trataran mal. Muchas gracias por esta experiencia.
Y el cuento que me contaban era Caperucita Roja.
Atte: Gina Marcela Ramos.
Para: mis padres queridos.
Y escribe:
Los libros que llevo a casa los leo, los comparto con mi papá, mi mamá y mis
hermanos, primos.Y a veces con mis abuelos me pongo a leerles los libros.
Los libros que he leído son: La María, El Carnero.Y los libros que más me gustan
son: El Principito, Los Tres Cerditos y el Lobo, Caperucita Roja, Blanca Nieves.
Hola,
Hola querido papá, gracias por hacerme aprender a leer y te agradezco
que nunca me pegaste para aprender.Yo si me porte mal no fue culpa mía.
Y sobre los libros que ha leído y los préstamos que hace de ellos,
escribe:
Estimado profesor:
Recuerdo cuando pequeño estaba sentía tus reglazos, y tus regaños y tus
maltratos. Lograste enseñarme a leer, qué extraño pero aún le aprecio y
si, los pensamientos sobre ti eran despreciables, solamente algunas veces
quise amarte pero recordaba que me hacías bien, y no hay nada más que
decir. Que lo quise y con esto me despido.
Y escribe también:
Son muchas las cartas y testimonios valiosos que hay. Textos plenos
de belleza creativa, afecto y dolor también. Textos que ganan fuerza
“Un libro es el hilo con el que la vida teje páginas de asombro y misterio.”
“La profesora Uvaldina me inició en este mundo de la literatura… Aún
recuerdo aquella mañana de brisa cuando establecí claras fronteras entre
la regla de guayacán de la seño y mis manos, al destrojar el maravilloso
misterio de las letras.”
José Hernando González, El Copey.
“Mi mamá me motivó a leer…Un día uní varios sonidos, los leí y fui corrien-
do hasta donde la vecina Aura donde se hallaba mi madre. Le dije mami,
mira lo que descubrí. Por primera vez entendí que la lectura es la acumula-
ción de letras y sonidos con significados.”
Yeimy Rafael Peña, Chimichagua.
“Inicié la lectura para llenar el vacío que dejó la muerte de mis tías abuelas,
que eran portadoras de una oralidad ancestral y me contaban cuentos y le-
yendas de Tamalameque. Al morir ellas, tuve que suplir su magia de oralidad
con la lectura de libros de cuentos y novelas.”
Diógenes Pino, Tamalameque.
He vuelto a abrir
La vieja ventana de la vida
Y a hurtadillas…
Y a rabillo de ojo
Miro nuevo día
Y su fanfarria:
Kantos, gritos, pitos, juegos,
Odios irisas, prisas, toses, voces
¡Fluye, vida fluye!
Pero el día,
-Kon sus nubecillas cotidianas
Camina contra el tiempo
Hacia la nada.
Aquel tipo esperaba siempre sus mensajes. Los esperaba por las mañanas
o en los mediodías en el tablero de su celular. Intensamente los esperaba.
Llegaban por sus ojos, corrían por el torrente de su sangre, atravesaban el
corazón. Su cuerpo fertilizaba de alegría.
Tan extraño e inusual aquel amor. Tan de otros lares que al estar frente
a frente, venían los bloqueos del lenguaje, las sensaciones raras y el terco
enmudecimiento de la palabra. Pero por las noches, celular en mano, la con-
versación fluía y las declaraciones volaban. Mares de palabras, mares azu-
les, rosados, mares que se colgaban en las paredes de la mente de ambos.
Estaba sola y frágil. Quería huir pero tropezaba con la indecisión. Esa inse-
guridad me marcaba. Sentía que cargaba el alma en las manos porque el
corazón perdía fuerzas para sostenerla. Se cargaba mi rostro de nostalgia.
Sólo quería permanecer distante. Contemplar ese rostro que me decía adiós.
Sepultaba la esperanza de contemplarlo despierto, y no en el recuerdo de
ese ataúd. Me encontraba en ese cruel cementerio, escenario de la tristeza.
Crónica
José.
Espero goces estos poemas en los que el barrio, la urbe, la casa, la familia
trascienden la vida y el amor.
Noviembre 4 de 2011
”Las avenidas serán surcadas con árboles de mango para que sus frutos
sean alimento de transeúntes”.
Caracolicito está de fiesta los niños caracolíes nos reciben con fervor
de biblioteca. El animador del evento ha dado gracias al creador por
protegernos de derrumbes y volteadas de mula durante el acarreo.
Una papayera acompaña la hora del desayuno, el himno del colegio
es un grito de bienvenida. La doctora Mónica Morón ha recibido una
corona de laurel por sus éxitos en el fomento del arte y la cultura
desde su biblioteca.
Juan Rulfo
¿Qué personas los han motivado para que lleven libros y los compar-
tan en casa?
Libros leídos
Para mi leer un libro es meterme en otro mundo olvidando todos los pro-
blemas que me agobian. En cada libro hay una reflexión que nos enseña a
vivir de manera correcta por intermedio de los sucesos que le suceden a los
protagonistas. (Camila Rodríguez, Noveno A, Idesco. El Copey Cesar).
Leí un libro que se llama El hombre caimán que trata de un hombre que
se iba todos los días al rio Magdalena a ver como se bañaban las mujeres.
(Andreselpropio1@hotmail.com Idesco, El Copey Cesar).
Estos son los libros que he leído y que recuerdo muy poco los autores: Mi
abuelo y yo, cien años de soledad, crónica de una muerte anunciada, el coro-
nel no tiene quien le escriba. Mientras llueve, el viejo y el mar, el lazarillo de
Tormes, el caballero de la armadura oxidada, la rebelión de las ratas, sangre
de campeones, la culpa es de la vaca, y varias fabulas y cuentos infantiles.
En realidad todos los libros me encantan, pues de cada libro algo se apren-
de, y lo podemos aplicar en la vida diaria. El libro que me ha cautivado es
La María de Jorge Isaac, es una novela que desde que comencé a leerla no
me quería despegar. Otro libro que me fascino fue Juan Salvador Gaviota,
de este aprendí mucho para aplicarlo a mi vida diaria, el cómo ser y marcar
la diferencia. Mi papá me ha dicho una frase muy cierta: “Los libros están
muy cerca pero te llevan muy lejos” Hay que soñar. (Manuela Silva)
El nombre del libro que leí es La hermana del principito, su autor Jairo
Aníbal Niño. Se trata de la historia de una niña muy despelucada que se
creía muy dura, un día se montó en un avión y cuando estaba despegando
empezó a reírse y el avión tenía como una falla y la gente que estaba abajo
estaba paralizada y la risa de la hermana del principito era un ruido fuerte
y ella se sentía muy feliz porque es muy bacano subir en avión.
Por aparte les digo que yo le preste este libro a mi hermana y ella dijo que
era un libro muy bueno y que era muy necesario leerlo porque se aprende
a desarrollar las palabras y las vocales, y que los libros tratan también del
amor y es el amor el que todo el mundo necesita porque el amor es una
cosa impresionante. (Luis Fernando Martínez Ortega, grado quinto B Institución
La inmaculada, Chimichagua, Cesar).
Los libros son mágicos, nos enseñan a escribir y a saber en qué mundo
vivimos.
Leí un libro que se titula Lo que los jóvenes piensan, me gustó mucho por-
que se trata de jóvenes que se preguntan Si deben prestar atención de lo
que dicen de ellos, si deben probar las drogas, si deben probar el alcohol,
para qué los regañan sus papas, porque no les prestan atención.Y a todas
estas preguntas había soluciones y también decía que tenemos que pensar
lo que vamos a hacer y tratar de no arrepentirnos de lo que hacemos. Que
los jóvenes no debemos tomar los malos ejemplos de los demás. Por los
libros es que yo no voy mal en el colegio. (Paola Andrea Silva Tapias, Sexto A
Institución Las delicias, San Carlos, Cesar).
Lo que más me llamó la atención fue la Tunda, una historia basada en una
mujer que tenía una pata de molinillo y quien realizaba una serie de he-
chizos y cosas así para atraer a los hombres y hacerlos sus amantes. Este
libro lo compartí con mis compañeros Paula Luna, Davinson Herrera. Fue
muy chistosa la anécdota que pasó pues mi compañero reaccionó, penoso
y avergonzado, pues la lectura decía cosas que lo hicieron que se pusiera
pálido. (María Fernanda Medina Polo mafeme1999@hotmail.com Sexto A,
IDESCO, El Copey, Cesar).
Hola mamita:
Quiero contarte lo bien que me fue. Al comenzar el taller nos dijeron que
nos quitáramos los zapatos para estar relajados. No dijeron que cerrára-
mos los ojos y escuchamos un poema. Comenzamos a estirarnos, a trabajar
la voz con trabalenguas. Jugamos, leímos libros, dijimos de qué se trataban,
si los recomendábamos, tomamos refrigerios, jugamos a interpretar, almor-
zamos, y salimos afuera a descansar un rato. Cuando volvimos a entrar nos
sentamos fuera del salón y en una hoja escribimos algo de los libros que
hemos leído en la casa y de qué trataban, qué nos dejó el mensaje, si lo
recomendamos, con quién lo leíamos, anotamos el nombre y apellidos, el
grado, y la institución educativa.
Más que una forma de expresión es una forma de desahogarme para ex-
presar los momentos de tristeza, de nostalgias, de alegría y de sufrimiento.
Siempre he destacado y valorado la atención y las enseñanzas de personas
que por su larga trayectoria escriben con diferentes matices de la escritura,
nos enseñan y demuestran cosas buenas a través de la experiencia que
dejan este largo recorrido… Agradezco las enseñanzas que se me han
brindado en el día de hoy, ya que gracias a esta puedo ir formando mi de-
sarrollo como persona principalmente a través de la escritura. Desde muy
temprano pensé que iba a ser un día como cualquier otro, sin pensar que
iba a ser motivo de inspiración para más adelante. En el día de hoy se me
enseñó primero algunas cosas de expresión corporal, expresión oral, y ex-
presión del juego creativo. A lo largo de la jornada me divertí mucho, aprendí
muchas cosas nuevas, y valiosas, la atención fue excelente, sé que no voy a
poder olvidar este día durante mucho tiempo. Gracias a los caracolíes por
sus atenciones.
Con cariño
Hola: les voy a contar lo que he hecho hoy en Caracolicito. Bueno, aprendí a
compartir los libros como si fueran unos amigos, a leer, hicimos ejercicios de
Expresión corporal, oral y juego creativo con los profesores. Hemos escrito
cartas y cuentos. Les recomiendo el libro Las ánimas también mueren.
Atentamente,
Hola Taller Caracolí del cesar. Imagínate que hoy me ha pasado algo súper
chévere leí un libro que me gustó porque me dio a entender lo que es una
reflexión, titulado EL MOMENTO MÁS GRAVE DE MI VIDA, del libro Juguemos
a la poesía de Guillermo Bernal. Se trata de varias opiniones de diferentes
hombres que comentan sobre lo más grave que les ha pasado en su vida.
Uno de ellos cuenta que lo peor que le pudo pasar fue estar en una batalla
donde fue herido de muerte. Otro dice que lo más grave fue haber conocido
el perfil de su padre y por ultimo dice otro hombre que no se arrepiente
de nada porque no ha llegado el momento más grave de su vida. Si tuviera
la oportunidad de compartir este libro lo compartiría con mis amigos más
allegados. Para mí que no hay de que arrepentirse y tampoco hay momen-
tos graves en la vida.
Ahora mientras paladeo en él, tan igual a cuando saboreo los dulces
del Caribe, e imagino las techumbres bajo las cuales se cobijan los
seres que tienen la virtud de transformar las cosas, derivo en elucu-
braciones que me conducen a insinuar lo significativo que sería para el
Gobierno y la paz de la nación, tomar como modelo, de entre los pro-
yectos que en el país se ejecutan, este del Caracolí del Cesar, donde la
comunidad toda participa, tarareando casi siempre de satisfacción en
Puede uno ahondar en detalles, dado que existen. Pero de sólo ver el
fragor y denuedo de los niños en el viaje imponderable de la lectura,
consigue vislumbrar lo que trasciende y se torna transferible a la so-
ciedad. ¿Cómo se logra alcanzar altos niveles de lectura? se pregunta
uno y la respuesta la encuentra en los años vertidos en esta función.
No hemos de extrañar entonces que de 21 niños que compartieron
con quien escribe esta nota, el 98% demuestre su tendencia a la hacia
la lectura.
Gozo siente uno cuando indaga en ellos y encuentra que, dan razones
de múltiples autores. En lo particular destaco la dicha que me causó
encontrar en sus indagaciones, además de autores de literatura infan-
til, entre comillas, hallar algunos como: Fiódor Dostoyevski, Gabriel
García Márquez, Pablo Neruda, Horacio Quiroga, William Shakespea-
re, Albert Camus, entre muchos, incluidos los de acá, los del terruño.
A este proyecto, que hunde sus raíces en otro tiempo y que asoma
vigoroso en el ahora, y a los artífices de la dinámica del mismo, rica
en logros y realizaciones, los premiaran los futuros profesionales del
Cesar que se cuecen en los núcleos formativos de cada nodo, donde
tienen ocasión las semillas que se aprestan a germinar.
Después les propongo varios textos para leer en la fecha, pero ade-
más les hablo de la importancia de conocer a los narradores y poetas
más destacados del Caribe, sin que ello signifique descuidar o ignorar
a los de otras latitudes. Acordamos leer textos del gran José Félix
Fuenmayor (narrador, - con Ramón Vinyes, alma del Grupo de Barran-
quilla al que perteneció Gabriel García Márquez-, poeta, periodista) y
del maestro Héctor Rojas Herazo (poeta, narrador, pintor, periodista,
ensayista, conversador insigne).
¿Qué somos?
Este poco de mar, estos crustáceos,
estas islas de fosfato que llevamos dormidas.
Somos
agua clara y borrosa al tiempo.
Somos cielo nublado y estrella interminable.
Aire libre y tren apresurado somos.
Somos frutos descarnados por el calor
y también agua quieta.
(Angie Paola Payares Miranda)
***
Somos
avalancha de sueños
desbordando la mar.
Somos
un único sentir de gozos,
elocuentes parlanchines en pos de la felicidad.
Somos
tesoro de oro puro
sin saber de quilates.
(Julio C. Serna, El Copey)
…
204 Caracolí: Los caminos del libro
Somos
senderos interminables,
estatuas inmóviles
perdidas entre la avaricia, la envidia y la pobreza.
***
Somos
turpiales que cantan tristes
y que lloran metidos en las jaulas.
Somos
como dijo Carlos Vives, la tierra del olvido.
***
Cuando se les pregunta ¿qué ocurre cuando ellos llevan libros a sus
cosas?, ¿qué dicen o hacen los padres y demás familiares ante ese
suceso?, responden en su gran mayoría que comparten la lectura de
ellos con los familiares, aunque hay algunos que cuentan indiferencia
de la gente de sus hogares respectivos. Aparecen testimonios como
los que siguen:
“Cuando llevo libros a mi casa, se los leo a mis hermanos, ellos se los gozan,
a veces mi mamá también escucha”.
(Karelis Castro, El Copey)
“Llevo los libros a casa, pero nadie se interesa por ellos aparte de mí.”
(Ferneiris Rodríguez, Astrea).
“Mi hermano también aprovecha leer los libros que llevo a la casa y a veces
los comentamos entre los dos”.
(Iván Mendoza Martínez, El Copey)
“Yo leo los libros con mis hermanos y entre todos los comentamos”
(Carlos Cantillo Salcedo, El Copey)
“Yo no llevo libros a mi casa, pero los que leo por fuera los comento con mi
madre.Yo le cuento a ella lo que pasa en el libro que me leí y entre los dos
sacamos lo bueno de lo que leí”
(Agustín Martínez, Chimichagua)
“Libro que llevo a la casa, libro que también leen mi hermana y una prima.
Después nos pasamos horas analizando lo que hemos leído.”
(Angie Payares, Astrea)
“Llevar un libro a casa es siempre bueno: lo comparto con una prima y con
mis padres y después hablamos entre todos sobre él.”
(Fabio Capera Cárdenas, Chimichagua)
“Bueno, mis padres están pendientes de la clase de libros que leo. Un día
me regañaron porque llevé uno que tenía un dibujo sensual en la portada,
ellos creían que era sobre cosas inmorales, pero cuando les leí varios párra-
fos se dieran cuenta que no era lo que habían imaginado.”
(Luz Mery Mejía Clavijo, Caracolicito)
“En mi casa, cuando llevo un libro, los leemos todos los de la familia. Y no
nos quedamos en la simple lectura, todos hablamos de lo que hemos leído
y cómo nos pareció”.
(D’Angela Sotomayor, Caracolicito)
“Pueblo con tus calles encantadas / sabes que tú has sido mi ilusión
cantaremos… gritaremos /Copey tu eres el mejor” Este fue el coro
del Himno de Copey, cantado a todo pulmón por una tropilla de lec-
tores (invadidos por la más bella alegría) los mismos niños y niñas que
minutos antes nos esperaban a todos los invitados de la fiesta de la
lectura y la escritura, haciendo una calle de honor con banderas en las
manos a la entrada de Caracolicito.
“Inin Anahoj Anedac Setnavrec: Guerrera gritando frente al mar con voz
de gitana. Vive en un paraíso envidiado de todo el mundo; Gitana que ve
mas allá que nosotros, Guerrera china peleando al frente de su palacio con
soldados enemigos.
La guerrera jamás suelta un bate que tiene para defenderse, ese bate tiene
poderes mágicos, por ejemplo: los secretos de su vida y un magnífico poder
para mandar.
Tiempo después los súbditos se dieron cuenta que ella mandaba con su
bate mágico, entonces ellos la mataron, descuidada ella se fue al infierno
por su maldad instantáneamente.”
(Nini Johana Cadena Cervantes.)
“Había una vez un hombre llamado Esoj Divad Ollitnac ed al zurc, quien
vivía en una casa muy grande, vivía solo no tenía ningún amigo.
Este viaje por las palabras lo saben disfrutar los niños y niñas, a la ma-
nera de un colibrí en su primer día de vuelo, escribir desde adentro
para crearnos en las palabras, convocar esa extraña fuerza de las pa-
labras en nuestras vidas, algo especial acontece en la escritura, en esa
visión de mundo que solo sabe la infancia, escuchar el vientre de las
palabras, digámoslo con las palabras del maestro José Manuel Arango:
“El poema está hecho no solo de enunciados, de afirmaciones y ne-
gaciones, sino de los verbos y sustantivos de una lengua que tiene su
historia, de palabras que por sus sonoridades y cadencias despiertan
ecos y asociaciones, está hecho de imágenes y de ritmos, de rupturas
y de silencios”. Las palabras del poeta nombran ese misterio, aquello
que intentamos bordear en el taller de Palabras…Pa-labrar…Palabras.
Le doy las gracias por este hermoso libro Cuentos de la selva, porque tiene
una forma diferente de enseñarme la protección de la naturaleza, de los
animales y todas las especies.
Saludos a la biblioteca.
PROCESO
Luego de media hora o más de lectura los animé a que en una hoja
que les proporcioné me relataran en sus palabras resumidamente el
suceso del texto leído. Cuando al menos la mitad había concluido esta
labor, invité a los jóvenes que tenían textos indicados por letras a de-
cirme qué le enseñaba el texto, qué habían aprendido para su vida del
texto. Me interesaba en particular el resultado de 3 copias del texto
Galimatazo (4) de Lewis Carrol, donde, al menos, el 40% del texto
son palabras inventadas por el escritor pero que pueden ser resig-
nificadas apropiadamente si se le encuentra una comprensión global
o una interpretación. En este caso el entendimiento está ligado a la
interpretación y no son posibles independientemente.
LA INDAGACIÓN
Resultados:
1ª. Agregamos esta vez la primera pregunta para intentar hallar una
relación entre la capacidad de leer de los padres y su acompañamien-
to a la lectura. En este caso, no fue posible ninguna inferencia pues la
respuesta a la pregunta fue que todos los padres y madres saben leer
o sea un valor igual constante.
2ª. A la segunda pregunta las respuestas las ordenamos según los re-
sultados entre los que habían leído más de 8 libros; los lectores entre
5 y 6 libros: los lectores entre 3 y 4 libros: los lectores de 2 libros. Las
siguientes son los resultados:
4ª. Quién además de usted lee los libros que presta en la biblioteca?
Padre Madre Abuela Hermano Prima(o) Total
5 (20,8% 3 (12,5%) 5 (20,8%) 10 (41,6%) 1 24
Las respuestas indican que los hermanos son los pares más asiduos
acompañantes. Esto confirma la idea de que el préstamo amplía el
público lector, en este caso, un círculo muy cercano al portador del
libro, que quizá pernocta con el lector primario en su propia alcoba.
Aparece también acá un actor que no preveíamos, la abuela.Tiene una
presencia tan alta como el padre y superior a la de la madre. Podemos
pensarla como una mujer que se acerca desde su tiempo libre al mun-
do de sus nietos y trama con ellos temas de conversación a través de
los contenidos de los libros.
LA EVALUACIÓN
AUTOEVALUACIÓN
Creo que debí seleccionar más textos históricos de tal manera que la
lectura remitiera a la comprensión de nuestro pasado.
¡Oigan Notición!
“Hoy a las 10.45 a.m. el profe Javier va en una excursión con sus amigos
a Junpituribie en Brasil, vio una hermosa planta, pero el profe no sabía su
nombre y le preguntó a la señora Geraldine Paula, y ella al principio no le
quiso decir su nombre, porque quería que viera el profe el jardín. Cuando
el profesor miró todo su jardín con sus amigos, la señora Geraldine Paula le
dice el nombre, él se queda muy asombrado porque tenía mucha curiosi-
dad. Una hora después unos niños le preguntan el nombre, pero no sabe y
se le olvida, y además afirma y dice que no le dijeron el nombre de la planta.
Y le preguntan a Adriana y dice que:
Ya en la calle, afuera del colegio, era de risa ver los ojos desmesurados
de todos tratando de no dejar pasar el mundo sin saberlo.Y señalaron
para sí: Ojo que una señora compra carne que cuelga de unos gan-
chos, y un perro debajo dormita paciente. Un burro atado a un árbol
volea la cola espantando el verano, un señor en una moto lleva un
bulto de plátanos en precario equilibrio, en la tienda unos niños pagan
a un tendero gordo por algo que llevan en una bolsa negra, recostados
en los bultos que hacen trinchera los policías saludan, sobre un muro
se derraman unas flores generosas, de las que el profe quiere saber
desde hace tanto el nombre. Un ama de casa franquea la entrada, los
convida tranquila a su pequeño paraíso privado.
Para él
fue un día de dones
donde tantas cosas encontraron un sitio feliz
en las miradas.
En fin, la cosa con Caracolicito, con sus gentes, es que da lidia atra-
parlo, y no por chiquito (no se deje engañar con el diminutivo), sino
porque es como una bandada de pajaritos, de esos que le regalan a
uno el brillo de sus plumas y se van, para seguir volando. Esa fue justa-
mente la sensación que tuve con los niños que se reunieron conmigo.
La mayor parte del grupo de tercero del Makenzie, la institución que
***
En un salón guardado por árboles, pero tibio como un nido, nos reuni-
mos: veintitrés niños, dos profes, una bibliotecaria (de Astrea), Geño
y yo. Ah, sí, y alguien más. Alguien que asistió desde afuera, recibiendo
sobre sí todo el sol que nosotros veíamos. Era una niña de unos 15
años, con síndrome de Down, a la que su madre no permitió entrar
aunque varios promotores de lectura la invitaran a hacer parte de la
fiesta. Me impresionaba su interés, su persistencia, pegada a la ventana
del salón, atenta a lecturas, juegos y canciones que duraron como tres
horas. Tiempo en el que, mientras leía y conversaba con los chicos,
una parte de mí se detenía en su rostro imperturbable.
Ya. No más melcocha. Era muy importante, primero que todo, ex-
presar gratitud a quienes paciente y generosamente me regalaron un
Benjamín Casadiego
La vida está llena de distracciones, por todas partes hay una distrac-
ción dispuesta a sacarnos del oficio de creación. En mi caso, era muy
aficionado al béisbol y ese placer consumía gran parte de mi tiempo
útil para escribir y leer: ir al estadio, leer la parte deportiva de los dia-
rios, ver la sección de deportes de los noticieros. Poco a poco me fui
enfocando en mis temas, ahora no tengo ni televisión. La vida es una,
no hay nada más, hay que estar enfocados.
¿Qué es la poesía?
¿Creen en el talento?
¿Se lo confesó?
***
Recuerdo esa tarde cuando entré por primera vez a una biblioteca.
Tomé mi pequeña bicicleta y sin permiso de mi madre me escapé para
la casa de la Cultura. Y ahora me asalta una pregunta: ¿Por qué para
la Casa de la Cultura? ¿Por qué no para el río o para una fiesta o un
baile? ¿Por qué precisamente para un lugar del cual no había tenido
suficientes noticias? Se me ocurre pensar que quizá la fría invitación
que me hiciera un profesor de español en el colegio, haya sido una
razón para hacerlo. Entré al segundo piso. Había allí un hombre su-
mamente pequeño que usaba gafas. Le pedí permiso para mirar los li-
bros: –¿Qué buscas?– me preguntó. –Libros– le respondí. Me miró con
algo de rechazo y me permitió seguir. Ante mis ojos se dibujaban los
rostros mudos de muchos libros. Ojeé algunos, sobre todo aquellos
más viejos. En los libros viejos hay una extraña magia que difícilmente
podría resumir. Tomé uno, de historia: Segunda Guerra Mundial. Hitler.
Y leí hasta que el pequeño hombre me ordenó que saliera. Abandoné
la biblioteca y en ese momento descubrí que ya no era el mismo que
había entrado.
Ese día supe que mi universo debía de ser otro diferente al que la vida
me quería imponer. Quise, enseguida, cambiar los plátanos, –el olor
fétido de la cebolla podrida, el grito ensordecedor de la carne colgada
en los ganchos de la carnicería– por libros. No sabía cómo hacerlo. Ni
siquiera mis padres podían darme algo diferente a lo que ellos habían
conseguido. Pero hubo una revelación que me hizo entender que no
quería seguir madrugando solo para constatar que era un niño infeliz
que debía vender para tener dinero. No me interesaba el discurso de
quienes querían convencerme de que el que no sabe trabajar con las
manos está obligado a más hostilidad.
***
***
Dos novelas, escritas con más de medio siglo de distancia entre una y otra,
nos ubican sin misericordia ante nuestras debilidades éticas y morales.
Sin ir muy lejos, ambas historias pueden, entre miles de posibilidades,
ponernos ante el espejo colombiano como ciudadanos.
Benjamín Casadiego
Camus narra una ciudad con detalles, los lectores paseamos por Oran
en cuarentena, entramos a los bares, caminamos las calles, miramos
desde los puntos altos los bellos atardeceres con fondo marino, nos
mojamos con las lluvias y entramos a misa a escuchar los sermones
del sacerdote. Los lectores seguimos su línea de investigación plan-
teada desde la primera página: “El modo más cómodo de conocer una
ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se
muere”.
II
III
–Si se va por este pasadizo, llega a las casetas y en la tercera del fondo
está una señora que prepara la auténtica comida cordobesa.
Mi dedo tocó la región en el mapa; había que buscar la ruta del mar en
esa llanura que fue habitada por los antiguos zenúes, los que ahuma-
ban a sus muertos en el zarzo del techo de sus cocinas. Ayer nada más
miraba el mapa desde la ventanilla del autobús, mis ojos inaugurando
un territorio nunca visto.
Cuando este paisaje pasa por nuestros ojos los vemos a todos ellos,
escuchamos toda esa música y ese dolor también.
La ciénaga es una extensión del Río Cesar que corre sinuoso hacia el
Magdalena desde la Sierra Nevada, en dirección norte-sur, para for-
mar la ciénega continental más grande de Colombia, un ecosistema de
gran belleza y riqueza que hace parte de la gran Depresión Momposi-
na. Por aquí usted llega a donde quiera, me dijo al otro día el conduc-
tor de la chalupa; esta ciénaga lo deja en El Banco y por ahí sigue hasta
Plato. Lo que recorrimos hoy es apenas una esquina de la ciénaga; son
8 leguas de largo por 7 de ancho; esto es vida, aquí hay riqueza.
La ciénaga mide 310 Km2 y hace parte de una red de ríos que definen
la vida de pueblos y caseríos que crecen en su entorno: El Banco, que
pertenece al departamento de Magdalena, Chimichagua, Tamalame-
que, Curumaní y Chiriguaná, en el departamento de Cesar, hay otras
pequeñas ciénagas que la rodean, como las de Bartolazo, Pancuiche,
Pancuichito, La Palma, Santo Domingo y Tiojuancho. Allí están regadas
las islas que uno ve a la distancia: Barrancones, Concoba, Colchón,
Grande, Las Delicias, Loma de Caño, Las Negritas, Palospino y Punta
de Piedra. Todo esto es una despensa de agua, una red de ríos, caños
y ciénagas, hábitat de numerosas aves migratorias, zona de reproduc-
ción y alimentación de peces, mamíferos y reptiles. Un paraíso en la
tierra.
Más allá estaba la luna que vieron los que aún no han nacido en este
instante.
Vamos, dije.
Los chicos caminaron hacia las calles cercanas al río. Las paredes de las
casas tenían una cenefa más alta de lo habitual. Hasta aquí subió el río
en las casas, me dijo una chica. Calculé más de medio metro de lodo.
Ahora que ya es inminente la retirada del río, las familias regresan. La
esquina de una casa rosada, como un cuento borgiano, estaba desierta.
Una vieja construcción de madera. Miré por las rendijas de los grue-
sos tablones y vi una espesa capa de barro cuarteado. En esa oscuri-
dad había antes un bullicioso restaurante. Un gato amarillo se asomó
en la otra esquina, un ciclista solitario, una caja vacía en el andén, un
aviso enorme de una marca de licores, el viento arrastrando polvo y
basura. Un amable hombre con síndrome de Down bajaba mangos y
nos ofrecía. Por esta calle debió pasear el fantasma de William Faulk-
ner cuando el sur de Estados Unidos llegaba a este otro gran sur. Lo
imaginé aquí ajustando un escenario para Mientras Agonizo, su obra
maestra. Imaginé también a otros más que llegaron a descansar antes
de seguir río arriba o río abajo o montaña arriba: conquistadores,
comerciantes, guerreros, asaltantes, poetas a punto de suicidarse, pre-
sidentes en franca huida, generales persiguiendo ejércitos fantasmas.
En lo que era una tarima de madera, por donde los pasajeros se ba-
jaban de las lanchas o se subían a ellas rumbo a otros puertos, nos
hemos acomodado para leer a la sombra de un mango de azúcar. El
río de barro estaba a nuestras espaldas, al frente una casa de puertas
azules.
¿Están seguros?
Sí.
Resulta que los chicos quieren que un día de estos vengan los papás
a leer libros con ellos, para poder hablar de las cosas que ellos siem-
pre han querido. Les gustaría que ellos hicieran el ejercicio que hizo
el escritor del libro: de ponerse en los zapatos de ellos. ¡Que tengan
tiempo!
Antes de leer les confieso que el libro me puso a pensar como hijo
y como papá. Les dije que mis hermanos eran tan numerosos como
la familia del escritor y que se presentaban muchas similitudes en la
historia, pero una me sorprendió en particular. El escritor se separa
de la mujer y dividen la vieja casa exactamente por la mitad con un
muro de ladrillos. Los hijos le llaman a esa división, con algo de burla,
El muro de Berlín. Igual pasó en nuestra casa, les digo, mi papá dividió la
casa por la mitad luego de problemas con mamá. Los hijos, nueve en
nuestro caso, bautizamos la paredilla, con sarcasmo, el “Muro de Ber-
lín”. Para ellos y para nosotros, el muro de Berlín estaba allí, como una
yaga pero también como una solución. Eran los tiempos de la guerra
fría en esta aldea global que es nuestro mundo.
El libro comienza así: “Érase una vez un padre que al cumplir los 80
años reunió a sus 8 hijos…”
Era una cámara fotográfica que tomaba las fotos del futuro. Las fotos
las tomaba una amiga de la familia y el escritor pedía que tomara fotos
a todo, con ello organizaba el tema de sus novelas. Las fotos eran su
archivo histórico que tenía varias miradas.
Un libro tras otro va dejando caer sus páginas en esa calle fantasma y
en las aguas que se lleva el río hacia el olvido.
Benjamín Casadiego
Les leo en voz alta el “El burro y el ladrón”. Cuando termino me dicen:
Benjamín Casadiego
Silencio. Probé entonces con algo que tal vez no está en los cánones
de la promoción de lectura:
Benjamín Casadiego
Pero más allá del azar había, en esa Alemania arrasada, una disposición
casi natural por la educación, el desarrollo de la ciencia, ese ambiente
por el debate de ideas desde la filosofía y el arte que impidió que la
guerra se hiciera interminable. Ese milagro no venía solo, esas nuevas
industrias no estaban levantándose aisladas del contexto, todo aquello
se estaba construyendo desde hacía tiempo y en el momento de pos-
guerra (posconflicto como decimos en Colombia) aparecieron filóso-
fos como Karl Jaspers que puso a la gente a pensarse como nación:
“Queremos aprender a hablar unos con otros. Eso significa que que-
remos no solo repetir nuestra opinión, sino oír lo que el otro piensa.
Queremos no solo afirmar, sino reflexionar en conjunto, oír razones,
estar preparados para alcanzar una nueva concepción”.
Benjamín Casadiego
Benjamín Casadiego
El paisaje del río y los paisajes de los libros. Para leer nos hemos em-
barcado en una lancha con rumbo a la otra orilla, al otro lado el cami-
Benjamín Casadiego
Pero el viaje de un escritor comienza cuando los ojos del lector posan
su vista en el libro, cuando las manos abren el libro que es como si se
abrieran las ventanas por donde entran todos los paisajes humanos
lejanos y cercanos. Si no hay ojos, si no hay manos curiosas nadie via-
ja: ni el escritor en los ojos del lector ni el lector en las palabras del
lector.
Cada uno de los niños leyó un poema del libro “Sentado en la Nostal-
gia”, nadie reparó en esas inútiles clasificaciones que se convierten en
muros infranqueables: literatura para adultos, para niños, para jóvenes.
Los ojos de Deiver, Osneider, Yuleida, Benjamín, Verónica, Maribeth,
Darly, Stefanía recorrieron el libro en cadena de lectura sin haberse
preocupado por saltar el muro de sus edades, de la niñez a la adoles-
cencia y sin detenerse a pensar en quién pensó Miguel en el momento
de escribir su libro. Escribió para viajar y que los ojos de los otros
viajaran.
Cuando Yuleida fue a entregar el libro para pedir otro prestado se dio
cuenta de un detalle importante: el libro había desaparecido; lo busca-
mos por las sillas, en el piso, entre los libros de la mesa. Fue inútil, no
estaba. Una niña o un niño se lo había llevado a toda carrera calle aba-
jo, para leerlo a la sombra de un árbol, o en la penumbra de su cuarto,
en silencio, a escondidas de los demás, como una experiencia íntima,
privada, porque leer es eso también: algo personal, un encuentro con
nosotros, un viaje a solas: un robo a la rutina.
Benjamín Casadiego
¿Cómo les fue con los libros? Van contando su experiencia con el libro
que buscaron prestado, la historia del libro en particular y las otras
historias que va abriendo el libro en sus vidas: que en la casa los papás
miraron el libro y lo dejaron luego de hojearlo, que el hermano menor
pidió que les leyeran un cuento, que los papás, luego de la telenovela,
sacaron los taburetes al andén y escucharon lo que la hija les leía en
voz alta, que en el colegio sus compañeros miraron el libro y se tur-
naron para un préstamo, que el libro estaba tan bueno que lo leyeron
dos veces en la semana. Wendy muestra a todos la portada del libro
que buscó prestado en la semana, es la reproducción de un retrato en
familia del pintor francés de arte naif Henri “el Aduanero” Rousseau.
“Miren la imagen –nos dice-, es muy graciosa y yo pienso que tiene
que ver con el tema del libro”. Es la portada de una nueva edición
de Cien Años de Soledad, uno de las novedades que los usuarios de
bibliotecas en el Cesar podrán disfrutar este año con la nueva dota-
ción de libros. “García Márquez es el mejor escritor que he podido
leer –continúa emocionada–. Es el que mejor describe los personajes.
¿Cómo lees?
Pues no. A mi mamá le parece chévere que yo lea y tengo amigas que
leen mucho. Pero en realidad a mucha gente le parece que las novelas
son aburridas. No saben lo equivocados que están.
Quiero estudiar muchas cosas, algo que tenga que ver con la natura-
leza, pero también me veo en una oficina. No sé.
Cinco novelas policíacas de Rubem Fonseca (Brasil, 1925) habitan las bibliotecas
del Cesar en este año. ¿Qué estamos esperando para ir a leerlas?
Benjamín Casadiego
Es bueno leer este libro para revisar esa regla de oro. Es un buen
ejercicio literario y luego leamos a sus precursores, que también están
en las bibliotecas del Cesar: Poe, Conan Doyle, Wilkie Collins, Agatha
Christie, Georges Simenon, y descubramos ese delicado mecanismo
de relojería del que está hecho una novela policíaca.
Dos libros olorosos a nuevo hacen parte de la nueva colección que disfrutan
las bibliotecas públicas del Cesar. Uno de ellos es una novela corta,
La Ignorancia, el otro un libro de ensayos, Un encuentro,
ambos del escritor checo Milán Kundera. Los une, a pesar de las diferencias de género,
los temas recurrentes y ese estilo lleno de transparencias y pequeños hallazgos.
Benjamín Casadiego
J.M. Coetzee está en las bibliotecas del Cesar con tres de sus extraordinarios libros.
¿Qué tal si vamos por ellos?
Benjamín Casadiego
Pero hay otro placer, quizás más exquisito y peligroso, que el de re-
unirse a hablar del prójimo ausente. Es un placer que más allá de dife-
renciarnos de los animales, nos diferencia de los otros seres humanos.
Es un placer tan delicado y peligroso como una cena con fugu en
un restaurante de Tokio: podemos morirnos mientras comemos ese
pescado que contiene cantidades letales de veneno en sus órganos
internos, pero podemos salir siendo otro siendo nosotros como si
esa cena hubiera desarrollado, más que acopio de proteínas y deleite
al paladar, un encuentro certero con la sombra de nuestra muerte. Ese
azar es el alto precio que debemos pagar, igual que en el restaurante,
para disfrutar un placer que está un escalón arriba del chisme comu-
nitario: el de mirarnos y reírnos de nosotros mismos. ¿De qué quedan
hablando nuestros queridos amigos cuando dejamos una agradable
velada y allí quedan ellos? ¿Qué piensan de nosotros las mujeres que
han pasado por nuestras vidas? ¿Cómo organizamos el relato de nues-
tro fracaso al final de un día pésimo?