Diabetes Mellitus
& Related Disorders ”
Selection
_ Diagnóstico y clasificación
_ Diabetes tipo 1
_ Diabetes y embarazo
Coordinadores:
_ Dr. Josep Vidal Cortada
_ Dr. Dídac Mauricio
All rights reserved. Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte del libro puede reproducirse,
almacenarse bajo un sistema de recuperación o transmitirse por ningún procedimiento electrónico
o mecánico, incluyendo fotocopia, sin permiso por escrito del titular del copyright.
American Diabetes Association no ha participado en la traducción del inglés al español de esta obra,
por lo que declina cualquier responsabilidad derivada de posibles errores, omisiones o faltas
en la traducción.
Coordinadores científicos:
Dr. Josep Vidal Cortada – Jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición, Hospital Clínic, Barcelona
Dr. Dídac Mauricio – Jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición, Hospital Universitari Germans
Trias i Pujol, Badalona
Diagnóstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Silvio E. Inzucchi, MD
Clasificación de la diabetes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
M. Sue Kirkman, MD, y Guillermo E. Umpierrez, MD, CDE
Terapia nutricional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Anne Daly, MS, RDN, BC-ADM, CDE, y Margaret A. Powers, PhD, RD, CDE
Ejercicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Judith G. Regensteiner, PhD; Timothy A. Bauer, PhD, y Edward S. Horton, MD
INTRODUCCIÓN
L
a diabetes es una enfermedad multisistémica crónica, de patogénesis com-
pleja y variable, asociada a múltiples complicaciones a largo plazo que afec-
tan principalmente a los vasos sanguíneos. El diagnóstico se basa en la
constatación de hiperglucemia, ya sea mediante la medición directa de las concen-
traciones plasmáticas de glucosa o por la determinación de las elevaciones de la
hemoglobina glucosilada (HbA1c), una medida estable de las concentraciones sis-
témicas de glucosa a largo plazo. En determinadas circunstancias, los síntomas
de hiperglucemia también pueden utilizarse con fines diagnósticos, en conjunción
con la medición directa de la glucosa plasmática.
La diabetes mellitus tipo 1 (DM1) es consecuencia de la destrucción autoin-
mune de las células beta pancreáticas, que son las responsables de la secreción
de insulina. Se detecta habitualmente en niños, adolescentes y adultos jóvenes,
pero el diagnóstico de DM1 puede establecerse a cualquier edad. Dado que las
concentraciones de glucosa circulante suelen estar notablemente elevadas en este
proceso, el diagnóstico es sencillo. De hecho, la presentación puede ser fulmi-
nante y acompañarse de una descompensación metabólica (es decir, cetoacido-
sis diabética). En contraposición, la diabetes mellitus tipo 2 (DM2) evoluciona
en el transcurso de muchos años y tiene un largo período asintomático. Por lo
tanto, su identificación es más problemática y se basa esencialmente en los da-
tos de laboratorio. Este proceso está precedido por años de niveles de gluce-
mia ligeramente elevados, que están por encima del rango normal pero no son
lo suficientemente altos para el diagnóstico de diabetes. Este período, que se
denomina a menudo prediabetes, engloba los estadios conocidos como «gluce-
mia en ayunas alterada» y «tolerancia a la glucosa alterada», cada uno de ellos
con criterios diagnósticos específicos. Se reconoce que la glucemia en el desarro-
llo de DM2 es un espectro continuo, y los umbrales utilizados para su diagnós-
tico siguen siendo un tanto arbitrarios. La diabetes mellitus gestacional (DMG)
es un trastorno distinto que se relaciona con la DM2 y se presenta durante el
embarazo.
GPA: glucosa plasmática en ayunas; HbA1c: hemoglobina glucosilada; SOG: sobrecarga oral de glucosa.
Fuente: Adaptado de: Sacks DB. A1C versus glucose testing: a comparison. Diabetes Care 2011; 34: 518.
dad renal crónica (ERC), especialmente los que reciben terapia con análogos de la
eritropoyetina por anemia asociada a ERC. En cambio, el déficit de hierro y otros
estados caracterizados por un recambio reducido de eritrocitos pueden producir ni-
veles falsamente elevados de HbA1c. Además, las incongruencias en los niveles me-
didos de HbA1c entre diversos grupos étnicos y raciales sugieren una cierta influen-
9
cia de los factores genéticos en la glucación intracelular . Varios grupos han descrito
un gap de glucación como el fenómeno de detectar niveles significativamente distin-
10,11
tos de HbA1c en pacientes con una glucemia media similar . Puesto que la reac-
ción de glucación no es enzimática y debería ser relativamente uniforme entre in-
dividuos expuestos a concentraciones similares de glucosa, el gap puede radicar en
un acceso diferencial de la glucosa al compartimento intracelular o en variaciones
en la duración de la vida de los eritrocitos. Estas advertencias deberían considerar-
se al interpretar los niveles de HbA1c para el diagnóstico (y también para el trata-
miento) de la diabetes.
Cuando la función de las células beta empieza a declinar y ya no son capaces de man-
tener concentraciones normales de glucosa frente a la resistencia a la insulina, un es-
tado asintomático de hiperglucemia leve pero generalmente progresiva acostumbra
a preceder a la DM2. La única categoría reconocida de riesgo de DM2 antes de 1997
se denominaba «tolerancia a la glucosa alterada» (TGA). Se identificaba durante una
SOG con 75 g cuando la GP a las dos horas se encontraba entre 140 y 199 mg/dl
(7,8 y 11,1 mmol/l). Cuando en 1997 se revisaron los criterios diagnósticos de la dia-
betes, se vio la necesidad de desarrollar un criterio análogo para una alteración y un
nivel de riesgo equiparables en la GPA. Así emergió la categoría de «glucemia en ayu-
nas alterada» (GAA), que se define por una glucemia en ayunas sustancialmente por
encima (> 110 mg/dl [6,1 mmol/l]) del rango normal de 70-99 mg/dl (3,9-5,5 mmol/l),
pero por debajo del umbral diagnóstico de la diabetes (126 mg/dl [7,0 mmol/l]). En
2003, en un intento de aproximar la proporción de la población a la que se podría
atribuir un estado de riesgo según la SOG y la GPA, el Expert Committee re-
comendó reducir el límite inferior de esta categoría diagnóstica hasta 100 mg/dl
20
(5,6 mmol/l) . La ADA incorporó dicha recomendación, aunque la Organización
Mundial de la Salud, que había aceptado los criterios revisados de 1997, sigue uti-
lizando el umbral de 110 mg/dl (6,1 mmol/l) para definir la GAA (tabla 3).
Estas dos categorías se conocen a veces como «prediabetes», término que de-
nota su finalidad subyacente: identificar a los individuos con riesgo de futura DM2.
Los estudios longitudinales indican que, sin ninguna intervención, las personas con
TGA o GAA progresan hasta desarrollar diabetes a un ritmo ~ 5-10 % anual, y el
riesgo máximo corresponde a aquellas que se encuentran en los extremos superio-
res de los rangos glucémicos. Cabe señalar que, tal como ocurre con el diagnósti-
co de diabetes utilizando diferentes medidas, en algunos individuos se identifica
GAA pero no TGA, y viceversa, mientras que otros se encuadran en ambas cate-
gorías anormales. Este último grupo parece incluir a los individuos con el riesgo
máximo de desarrollar diabetes. El riesgo entre los que tienen GAA solamente (es
decir, sin TGA) y TGA solamente (es decir, sin GAA) es similar en la mayoría de
21
los análisis . Puesto que la proporción de pacientes con TGA tiende a ser mayor
que la de aquellos con GAA en la mayoría de las poblaciones (sobre todo en mu-
jeres), la primera categoría representa a un número proporcionalmente mayor de
personas con riesgo. Aunque ambos estados prediabéticos comportan un mayor
riesgo de mortalidad, en especial mortalidad cardiovascular, se ha demostrado que
la TGA es un marcador más consistente de este resultado adverso concreto, quizá
porque guarda una relación más estricta con la resistencia a la insulina, que se ha
21
asociado de forma independiente a enfermedad cardiovascular incidente .
El informe de 2009 del International Expert Committee sobre el uso de la HbA1c
para el diagnóstico de diabetes subrayaba que el riesgo de esta enfermedad es una
6
variable continua con todas las medidas de glucemia . En consecuencia, el comité
decidió no identificar realmente una categoría glucémica intermedia equivalente
para la HbA1c, tal como se había definido para la GPA y la SOG. Señaló, sin em-
bargo, que las personas con niveles por encima del rango de laboratorio normal,
pero por debajo del umbral diagnóstico de diabetes (es decir, 6,0 a < 6,5 %), tenían
un riesgo muy alto de desarrollar diabetes: más de 10 veces que el de los indivi-
duos con niveles inferiores.
Al considerar estas recomendaciones, la ADA observó que este rango elevado
de HbA1c (pero aún no diabético) no identificaba correctamente a un número bas-
tante grande de individuos que habrían sido catalogados como con GAA o TGA
según los criterios convencionales prevalentes. De hecho, varios estudios prospec-
tivos han demostrado que la incidencia relativa de diabetes en los individuos con
niveles de HbA1c en el rango de 5,5-6,0 % también está sustancialmente elevada,
con riesgos relativos que oscilan entre tres y ocho veces los de la población gene-
ral de Estados Unidos (un riesgo que no difiere del de los individuos con grados
más leves de GAA o TGA). Los datos del National Health and Nutrition Exa-
mination Survey (NHANES) indican que el valor de HbA1c que identifica con
mayor exactitud a las personas con GAA o TGA conocidas se sitúa en algún pun-
22
to entre el 5,5 y el 6,0 % . Además, en el Diabetes Prevention Program (DPP)
–el ensayo clínico que confirmó el valor de identificar y tratar a los pacientes con
23
prediabetes–, la HbA1c basal media fue de 5,9 ± 0,5 % . Este hallazgo indica que
las intervenciones preventivas son eficaces en individuos con niveles de HbA1c tan-
to mayores como menores de 5,9 %. Cuando revisó sus criterios para incorporar
Pred-DMb DM
MTEV ± metformina
MTEV
a
El diagnóstico se confirma con una segunda muestra de la misma prueba en días separados, o bien por
la prueba alternativa (es decir, HbA1c en vez de GPA, o viceversa) efectuada el mismo día o en días distintos.
b
Si la medición repetida es normal (improbable), considerar la valoración como si el paciente tuviera prediabetes
y reevaluarlo a los seis meses.
DM: diabetes mellitus; GAA: glucemia en ayunas alterada (100-125 mg/dl); HGE: hemoglobina glucosilada
elevada (5,7-6,4 %); GPA: glucosa plasmática en ayunas; HbA1c: hemoglobina glucosilada; MTEV: modificación
terapéutica en el estilo de vida (dieta hipocalórica, reducción del peso, mayor actividad física); Pre-DM: prediabetes.
tro continuo gradual, es probable que cualquier diferencia entre los resultados de
las pruebas sea menos relevante desde un punto de vista clínico.
En la figura 1 se muestra un algoritmo propuesto para el cribado de la diabetes.
CONCLUSIÓN
Los pacientes con factores de riesgo de diabetes deberían ser cribados periódica-
mente para detectar el desarrollo de la enfermedad. La ADA refrenda actualmen-
te tres pruebas de cribado. Qué prueba utilizar depende de varios factores, como
disponibilidad, comodidad, coste y características específicas del paciente que po-
drían invalidar una determinada medida. En general, los valores anormales debe-
rían repetirse y confirmarse en un día distinto, a menos que ya se disponga de dos
pruebas anormales (p. ej., GPA y HbA1c) desde el primer día. En ciertos indivi-
duos de alto riesgo, la evaluación combinada de la HbA1c y la GPA es una opción.
Los pacientes identificados como diabéticos deberían ser tratados de acuerdo con
29
las guías más recientes . Los pacientes con niveles por encima de lo normal pero
aún no en el rango diagnóstico corren riesgo de desarrollar una hiperglucemia pro-
gresiva. Las recomendaciones para estos individuos con el fin de prevenir una dia-
30
betes futura consisten principalmente en modificaciones en el estilo de vida .
Cuando los resultados de las pruebas son discordantes, el diagnóstico de dia-
betes debería basarse en la prueba más anormal, si se repite y se confirma. En ta-
les circunstancias, la prueba no diagnóstica acostumbra a situarse cerca del rango
anormal, lo que aumenta la confianza en la asignación del diagnóstico de diabetes.
Sin embargo, cuando los resultados de las pruebas son claramente discrepantes
(p. ej., GPA de 128 mg/dl [7,1 mmol/l] pero HbA1c de 5,3 %, o HbA1c de 6,9 %
pero GPA de 83 mg/dl [4,6 mmol/l]), una de las medidas puede ser errónea o poco
fiable. Esto puede ser debido a los efectos de una enfermedad aguda sobre la glu-
cemia o, quizá, a un patrón aberrante de glucación en un paciente concreto. En
tales circunstancias, es imperativo repetir las pruebas antes de establecer el diag-
nóstico. Debería considerarse la posibilidad de realizar una SOG para clarificar
mejor el estado real del paciente. Las recomendaciones no han abordado las im-
plicaciones de valores discordantes para la prediabetes, aunque es razonable re-
comendar cambios simples y saludables en el estilo de vida para cualquier pacien-
te con alguna prueba en este rango, a menos que se trate claramente de un valor
anómalo. La evaluación de los pacientes con riesgo también debería incorporar
una valoración global de los factores de riesgo tanto para diabetes como para en-
fermedad cardiovascular. Es importante señalar que el cribado del riesgo de dia-
betes y el asesoramiento al respecto siempre deberían realizarse en el contexto
realista de las comorbilidades, la esperanza de vida, la capacidad personal para lle-
var a cabo un cambio en el estilo de vida y los objetivos globales de salud de cada
paciente.
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31. Inzucchi SE. Clinical practice. Diagnosis of diabetes. N Engl J Med 2012;36:542–550.
L
a diabetes mellitus engloba un grupo de enfermedades metabólicas que dan
lugar a hiperglucemia, el sine qua non del trastorno. El nombre recalca los
signos y síntomas anatomopatológicos de la hiperglucemia avanzada: dia-
betes, término del griego antiguo que significa «paso», «tránsito» o «sifón» y que
describe de forma elocuente la polidipsia y poliuria; mellitus, del latín «dulce como
la miel», se añadió en el siglo xvii para denotar el sabor dulzón de la orina de las
personas diabéticas. Los trastornos metabólicos primarios de la diabetes derivan
de una secreción deficiente o anormal de insulina o de un deterioro en la acción de
esta hormona.
La mayoría de los casos prevalentes de diabetes se encuadran en una de dos
clases principales: diabetes mellitus tipo 1 (DM1) y diabetes mellitus tipo 2 (DM2),
que tienen fisiopatologías diferenciadas. La diabetes gestacional, que podría con-
siderarse una forme fruste de DM2, aparece durante la fase resistente a la insulina
del embarazo tardío en mujeres predispuestas. Se han identificado una infinidad de
otros tipos de diabetes, como las formas monogénicas, la diabetes relacionada con
fibrosis quística (DRFQ), la diabetes por lesión o resección pancreática y la diabe-
tes inducida por fármacos. No siempre es fácil clasificar el tipo de diabetes en un
paciente concreto (tal como se discutirá más adelante), y es probable que la ambi-
güedad y el solapamiento entre los tipos sean mayores de lo que se había creído
tradicionalmente.
La DM1 se caracteriza por la destrucción progresiva de las células beta que pro-
ducen insulina en los islotes pancreáticos, lo que da lugar a un déficit profundo o
la ausencia de insulina. En la forma clásica (diabetes tipo 1A), la destrucción de las
células beta es de naturaleza autoinmune. En casos esporádicos, los pacientes pue-
den desarrollar un déficit grave de insulina sin evidencia de autoinmunidad (dia-
betes tipo 1B). La DM1 representa ~ 5 % de los casos de diabetes diagnosticados
en Estados Unidos. Es más frecuente en los caucásicos que en otros grupos étni-
cos y tiene la misma incidencia en ambos sexos. Su inicio tiene lugar mayoritaria-
mente durante la infancia o la adolescencia, pero la enfermedad puede aparecer a
19
niños. Entre el 8 y el 45 % de los niños con un nuevo diagnóstico de diabetes tie-
nen DM2, sobre todo en poblaciones adolescentes de minorías étnicas en compara-
ción con la de blancos no hispanos. La mayoría de los pacientes con esta forma de
diabetes son obesos, y la obesidad causa por sí misma un cierto grado de resistencia
a la insulina. Los pacientes que no son obesos según los criterios tradicionales de
peso pueden tener un mayor porcentaje de grasa corporal, distribuida predominan-
temente en la región abdominal; este fenómeno es común en muchas poblaciones
asiáticas. La prevalencia de DM2 es mayor en las poblaciones no caucásicas. Se es-
tima que la probabilidad de tener diabetes entre los afroamericanos y los hispanos
es 1,5-1,7 y 2 veces mayor, respectivamente, que entre los blancos no hispanos.
La evidencia epidemiológica, observacional y experimental sugiere un papel de
los genes en el desarrollo de DM2, a juzgar por la variación étnica en la prevalen-
cia, una tasa de concordancia del 60-90 % en gemelos idénticos y la fuerte agre-
gación familiar. Mediante análisis de genes candidatos y estudio del genoma com-
pleto, se han identificado múltiples genes que se asocian al riesgo de desarrollar
diabetes o al riesgo de complicaciones diabéticas. Con la excepción de formas mo-
nogénicas específicas de la enfermedad –que podrían ser consecuencia de defectos
confinados esencialmente a las vías que regulan la acción de la insulina en múscu-
lo, hígado y grasa, o defectos en la función secretora de insulina en las células beta
pancreáticas–, existe un consenso emergente en que las formas comunes de DM2
son de naturaleza poligénica y están causadas por una combinación de resistencia
a la insulina, secreción anormal de insulina y otros factores. Los estudios de geno-
ma completo han identificado numerosas regiones en muchos cromosomas dife-
rentes que están ligadas a la diabetes. La contribución al riesgo de enfermedad de
cualquiera de estos factores genéticos es pequeña (típicamente, un incremento del
riesgo < 1,5 veces) y menos fuerte que la de los factores ambientales.
La presentación clínica de la DM2 es heterogénea, con una amplia variabili-
dad en la edad de inicio, la intensidad de la hiperglucemia asociada y el grado de
obesidad. Con frecuencia, esta forma de diabetes pasa sin diagnóstico durante mu-
chos años porque la hiperglucemia se desarrolla gradualmente y, en las etapas más
tempranas, a menudo no es lo suficientemente acusada para que el paciente note
cualquiera de los síntomas clásicos de la diabetes. Por otro lado, algunos pacientes
presentan de entrada hiperglucemia grave, incluso con CAD. La CAD es inusual
en los pacientes con DM2 establecida; cuando se observa, acostumbra a aparecer en
asociación con estrés, traumatismo u otras enfermedades, como infecciones. En los
últimos años, sin embargo, se ha descrito claramente que algunos niños y adul-
tos con DM2 pueden manifestar inicialmente una CAD sin ninguna causa desen-
1-3
cadenante . En el momento de la presentación tienen una secreción y una acción
3,4
de la insulina notablemente deterioradas . El tratamiento intensivo de la diabetes
produce una mejoría significativa en la función de las células beta y una sensibili-
dad a la insulina suficiente para permitir la interrupción de la terapia insulínica al
5,6
cabo de unos pocos meses de seguimiento . Esta presentación clínica se ha des-
crito principalmente en africanos y afroamericanos, pero también en otros grupos
étnicos, y se ha catalogado en la bibliografía como DM1 idiopática (tipo 1B), dia-
betes mellitus atípica, diabetes tipo 1.5 y, en fechas más recientes, DM2 proclive a
la cetosis. A pesar de su presentación con CAD, la mayoría de estos pacientes pa-
recen tener DM2, debido a la presencia de obesidad, una amplia historia familiar
de diabetes, una secreción mensurable de insulina y una baja prevalencia de mar-
cadores autoinmunes de destrucción de las células beta.
A menudo, los pacientes con DM2 pueden ser tratados eficazmente con mo-
dificaciones en el estilo de vida o agentes hipoglucemiantes orales. Al menos ini-
cialmente, y en muchos casos durante toda la vida, estos individuos no necesitan
terapia insulínica para sobrevivir. La naturaleza progresiva de la insuficiencia de
las células beta que caracteriza a la enfermedad implica que muchos pacientes aca-
barán necesitando terapia insulínica para controlar la hiperglucemia.
DIABETES GESTACIONAL
DIABETES MONOGÉNICAS
Cualquier proceso que lesione el páncreas de forma difusa puede causar diabetes.
Entre los procesos adquiridos destacan los siguientes: pancreatitis, traumatismo,
infección, pancreatectomía y carcinoma pancreático. Con la excepción del último
ejemplo, la «sabiduría popular» indica que la lesión del páncreas debe ser extensa
para que se desarrolle diabetes. Los adenocarcinomas que sólo afectan a una pe-
queña porción del páncreas se han asociado a diabetes, lo que implica mecanis-
mos que van más allá de la simple reducción de la masa de células beta. Ciertos de-
fectos genéticos, como la fibrosis quística y la hemocromatosis, también pueden
dañar las células beta y deteriorar la secreción de insulina. La DRFQ es frecuen-
te en adolescentes y adultos con fibrosis quística. Comparte características fenotí-
picas tanto con la DM1 como con la DM2, tanto por la disfunción o pérdida de
las células beta como por la resistencia a la insulina, lo que se relaciona quizá con
inflamación crónica.
Endocrinopatías
ner factores de riesgo de DM2. Tal como ocurre con la DMG, esto puede repre-
sentar el descubrimiento de una DM2 latente. Los pacientes que reciben inter-
ferón alfa pueden desarrollar enfermedades autoinmunes de la glándula tiroidea y
otros órganos, como diabetes con déficit grave de insulina asociada a anticuerpos
contra las células insulares. El uso de estatinas se ha asociado al desarrollo de DM2,
sobre todo en pacientes con prediabetes subyacente, a través de mecanismos des-
conocidos.
CONCLUSIÓN
Aunque hay múltiples causas de diabetes, la mayoría de los casos son DM1 o
DM2. Aun así, el inicio clínico variable de incluso los tipos comunes de diabetes
significa que la clasificación de la enfermedad no siempre es fácil. Algunas carac-
terísticas que podrían inducir a considerar una clasificación alternativa de un pa-
ciente son hallazgos atípicos en cuanto a edad de inicio, historia familiar, peso cor-
poral o respuesta a terapias convencionales para el presunto tipo de diabetes.
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L
os avances recientes en el conocimiento, las terapias y la tecnología han in-
crementado enormemente la capacidad de los médicos para atender de for-
ma efectiva a los pacientes diabéticos. A pesar de estos progresos, las per-
sonas con diabetes siguen presentando niveles subóptimos de glucemia, presión
arterial y colesterol, así como complicaciones agudas y a largo plazo. Los profe-
sionales sanitarios a menudo se sienten frustrados por la incapacidad de los pa-
cientes para modificar su propio comportamiento, y las personas diabéticas piensan
a veces que son simplemente «un valor de azúcar en sangre» para sus cuidadores.
Evidentemente, hay un desfase entre las promesas y la realidad de la asistencia sa-
nitaria para la diabetes. Una de las claves para corregir este desfase es un autotra-
tamiento eficaz.
AUTOTRATAMIENTO DE LA DIABETES
29
psicosociales de la diabetes son más efectivas que los programas que se centran es-
trictamente en el conocimiento.
La EATD está disponible principalmente a través de programas para gru-
pos de pacientes ambulatorios, que ofrecen a menudo los hospitales u organiza-
ciones comunitarias. Los programas que logran el American Diabetes Associa-
tion (ADA) Recognition o la American Association of Diabetes Educators (AADE)
Accreditation por cumplir los criterios en cuanto a proceso, estructura y resul-
tados son elegibles para facturar los servicios educativos y recibir reembolso de
los Centers for Medicare and Medicaid Services u otras instituciones financie-
ras. Tanto el ADA Recognition como la AADE Accreditation certifican que el
programa cumple los criterios de calidad y puede ser reembolsado por sus ser-
vicios.
CONCLUSIÓN
Todos los tipos de diabetes deben tomarse en serio y pueden causar complicacio-
nes agudas y a largo plazo que reduzcan la calidad y la duración de la vida de los
pacientes. Los pacientes toman a diario múltiples decisiones que afectan directa-
mente a sus resultados de salud, y experimentan las consecuencias de sus eleccio-
nes cotidianas y sus esfuerzos de autocuidado. La clave para corregir el desfase en-
tre las promesas y la realidad de la asistencia para la diabetes es el desarrollo de
relaciones colaborativas y prácticas centradas en el paciente que apoyen los esfuer-
zos de autotratamiento. Una E/AATD eficaz reconoce el papel del paciente como
colaborador, responsable de la toma de decisiones y experto en su propia vida, y le
proporciona apoyo continuado para el autotratamiento. La E/AATD puede con-
tribuir a aliviar la carga que supone la diabetes en su práctica al ayudar a los pacien-
tes a convertirse en participantes activos e informados en su propio cuidado. Los
miembros de un programa homologado de EATD pueden convertirse en un recur-
so valioso para usted, sus pacientes y su personal. En su área de influencia, puede
encontrar un programa de E/AATD homologado por la ADA en www.diabetes.org,
y un educador en diabetes en www.aadenet.org.
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L
a terapia nutricional (TN) es un componente esencial de la prevención
de la diabetes, el manejo de la diabetes existente y la prevención y retra-
so de las complicaciones diabéticas. En las personas con una diabetes me-
llitus tipo 2 (DM2) de nuevo diagnóstico, los niveles de hemoglobina glucosila-
da (HbA1c) a menudo disminuyen un 1-2 % durante las 6-12 semanas siguientes al
inicio de la TN. Además, la TN es eficaz para reducir la presión arterial, mejorar
el perfil lipídico y promover la pérdida de peso. La TN es el tratamiento de pri-
mera línea para la DM2; sin embargo, a medida que progresa la diabetes, habitual-
mente debe añadirse medicación como adyuvante de la TN. Disponiendo de una
herramienta de tratamiento tan clínicamente significativa, ¿por qué muchos pro-
fesionales sanitarios no fomentan su uso generalizado? Quizá porque no son cons-
cientes de la eficacia de la TN. Quizá porque algunos piensan que es demasia-
do difícil seguir una «dieta». Quizá porque no se ha establecido un proceso de
derivación para TN. Quizá porque los profesionales sanitarios o sus pacientes
no creen que la TN pueda reembolsarse. El presente capítulo aborda todas es-
tas cuestiones, de forma que los pacientes puedan obtener los beneficios com-
pletos de la TN.
37
PREVENCIÓN DE LA DIABETES
◾ Una reducción media de peso del 7 % al cabo de un año, con mantenimien-
to de una pérdida de peso del 5 % hasta los tres años.
◾ Un nivel medio de actividad física de 208 min/sem al cabo de un año y
189 min/sem a los tres años.
Resistencia a la insulina
Nivel normal
de insulina Déficit de insulina
–15 –10 –5 0 5 10 15 20 25 30
Años
TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD
Los fármacos para perder peso pueden ser útiles en el tratamiento de los indi-
viduos con sobrepeso y DM2 (o riesgo de DM2), y producen reducciones del peso
del 5-10 % cuando se combinan con cambios en el estilo de vida. Estos fármacos
2
sólo deberían emplearse en personas diabéticas que tengan un IMC > 27 kg/m .
La cirugía bariátrica puede ser un tratamiento efectivo para la obesidad, y podría
2
considerarse en las personas diabéticas con un IMC ≥ 35 kg/m .
La prevalencia creciente de diabetes entre los jóvenes, sobre todo adolescentes
de minorías étnicas, se ha convertido en una preocupación importante. Aunque en
el momento actual los datos son insuficientes para justificar cualquier recomen-
dación específica sobre la prevención de la DM2 en los jóvenes, se están llevando
a cabo varios ensayos clínicos. Es probable que sean beneficiosas diversas inter-
venciones similares a las que han demostrado ser efectivas para la prevención de
la DM2 en los adultos. El apoyo familiar es esencial para una implementación sa-
tisfactoria de las intervenciones dietéticas en los pacientes jóvenes.
por el propio paciente puede acabar siendo el mejor enfoque. Así, el primer objetivo de
comportamiento puede ser caminar 10 minutos al día, llevar la comida al trabajo en vez de comer
fuera con frecuencia y tener un tentempié saludable para la tarde, en vez de comprar cualquier
cosa rica en calorías en una máquina expendedora
Algunos de mis pacientes obesos quieren tener un IMC normal. ¿Qué debería hacer yo?
◾ Si la pérdida de peso es una prioridad junto con el control de la glucemia, debe asegurar que
tengan la educación, los recursos y el apoyo necesarios para alcanzar y mantener este objetivo
◾ Se ha comprobado que perder un 5-7 % del peso actual es eficaz para reducir el riesgo
de una serie de trastornos de salud. Aunque una pérdida de peso de esta magnitud es un éxito,
muchos pacientes no lo consideran así. El equipo de asistencia sanitaria puede ayudar
a identificar objetivos a corto y a largo plazo y equilibrar el éxito en el control del peso con otros
éxitos tales como elecciones alimentarias más saludables, mayor actividad, reducción
de la presión arterial y mejores niveles de colesterol
¿Cuántas visitas son necesarias para la terapia nutricional?
◾ Como cualquier otro tratamiento, la terapia nutricional incluye planificación, implementación
y evaluación continuada
◾ La planificación requiere habitualmente dos visitas, cada una de ellas de una hora de duración
◾ La implementación de la terapia nutricional es el componente que, para muchos, requiere más
tiempo. Puesto que la terapia nutricional exige cambios de comportamientos y estilo de vida,
las investigaciones recomiendan un contacto frecuente, con establecimiento de objetivos
y planes de implementación individualizados. Esto puede suponer visitas semanales
o mensuales de 15-60 minutos. Medicare reembolsa la terapia nutricional para las personas
diabéticas (tres horas en el primer año de calendario, dos horas en los años posteriores),
y muchos planes de salud proporcionan una cobertura similar o mejor. Algunos pacientes
pueden necesitar psicoterapia a fin de superar obstáculos para la implementación
◾ Se recomienda que la evaluación de la eficacia de la terapia nutricional y cualesquiera cambios
necesarios se lleve a cabo una o dos veces al año
Estoy confundido con todo eso de los azúcares, la ingesta glucémica
y la dieta mediterránea. ¿Qué es lo mejor?
◾ Los principios de la comida saludable constituyen el fundamento de cualquier dieta
(plan alimentario). Las guías están bien descritas en las Dietary Guidelines for Americans1
◾ Estas guías limitan la ingesta de azúcares, especialmente bebidas edulcoradas; promueven
los alimentos poco procesados y ricos en fibra (que a menudo tienen un menor índice
glucémico); sugieren comer más frutas y verduras, y fomentan el uso de aceites y grasas
vegetales (dieta mediterránea)
◾ La evidencia de muchos estudios clínicos ha demostrado que los azúcares no incrementan más
la glucemia que cantidades isocalóricas de almidones. Por consiguiente, la cantidad total
de hidratos de carbono que se consumen es más importante que la fuente de la que proceden
◾ Las determinaciones frecuentes de la glucosa ayudarán a guiar las decisiones acerca
de los alimentos escogidos y su impacto sobre los niveles de glucemia
ADA: American Diabetes Association; IMC: índice de masa corporal.
una ingesta calórica exacta o una distribución precisa de las comidas. Tal como ocu-
rre al instaurar una medicación, se requiere una serie de visitas para desarrollar y
refinar el plan alimentario. Pero, aparte de la TN, son necesarios múltiples cono-
cimientos y decisiones conductuales en el quehacer diario, de modo que se requie-
ren habitualmente visitas adicionales para que el paciente aprenda a implementar
dicación. Así, los pacientes son capaces de realizar ajustes en la ingesta alimentaria
o la dosificación de insulina para mantener los niveles de glucemia que se preten-
den. Pueden elaborarse algoritmos de comida, medicación y actividad para facilitar
el manejo cotidiano de la diabetes. Pasos pequeños pero perseverantes durante se-
manas o meses ayudan al paciente a avanzar hacia los objetivos nutricionales. Las
sesiones de seguimiento por parte del dietista-nutricionista pueden realizarse a
través de visitas clínicas o conversaciones telefónicas para facilitar la resolución
de problemas. Los familiares y otras personas significativas deberían implicarse en
el proceso de educación nutricional, y hay que animarlos a que sigan las mismas re-
comendaciones de estilo de vida saludable que el paciente con diabetes.
Se recomienda el contacto con un dietista-nutricionista al menos una vez al
año (tabla 8) para supervisar los parámetros metabólicos y valorar la adecuación y
la efectividad de la terapia nutricional. Cuando los pacientes experimentan cam-
bios en su estilo de vida, como cambios de horarios, matrimonio, divorcio, cambio
de trabajo o domicilio o embarazo, es necesario revisar la TN. Si no se están cum-
pliendo los objetivos de la TN, pueden introducirse cambios en el plan de global de
atención y tratamiento para la diabetes. La tabla 10 ofrece algunas razones para
derivar a un paciente a un dietista-nutricionista.
gral del cuidado de la diabetes. Los estudios sobre los patrones de derivación indi-
can que la falta de derivación por parte de médicos y otros profesionales sanitarios
sigue constituyendo un obstáculo importante. El desconocimiento de la existen-
cia y el valor de la nutrición médica es un factor clave, junto con la falta de infor-
mación acerca del reembolso por estos servicios. La promoción de estos servicios
es a menudo escasa, irregular o inexistente. La tabla 10 proporciona información
sobre cómo acceder a dietistas-nutricionistas y programas de educación sobre la
diabetes.
Un análisis reciente indicó que la TN dispensada por un dietista-nutricionis-
ta podía ser más rentable que una intervención intensiva de estilo de vida. Un die-
tista-nutricionista y un programa de EATD pueden ayudar a valorar las necesida-
des de cada paciente.
Medicare cubre la EATD para las personas diabéticas que cumplan criterios espe-
cíficos de elegibilidad, y siempre que la EATD la proporcionen programas que ha-
yan sido revisados y reconocidos por el ADA Education Recognition Program o
la American Association of Diabetes Educators. Estos programas deben seguir los
La TN es efectiva para reducir los niveles de HbA1c, la presión arterial y los nive-
les de lípidos cuando se utiliza sin medicación, y mejora la eficacia de ésta cuando
se combinan ambas modalidades (tabla 2). La TN es el tratamiento inicial para la
diabetes, aunque, en algún momento de la progresión de la enfermedad, se requie-
re a menudo medicación para apoyar la TN. Son necesarios el apoyo y el refuer-
zo continuados para alcanzar los objetivos conductuales, y estos servicios suelen ser
reembolsados como parte de los cambios establecidos en las leyes federales y es-
tatales que rigen la asistencia sanitaria. Establecer una red de derivación a dietis-
tas-nutricionistas resulta más fácil ahora que se han producido estos cambios en
las políticas de reembolso. En última instancia, los pacientes se beneficiarán cuan-
do alcancen sus objetivos y reduzcan el riesgo de desarrollar complicaciones dia-
béticas, hipertensión arterial o enfermedad cardiovascular. Este resultado se logra
a través de la implementación de planes alimentarios individualizados que tengan
en cuenta el estilo de vida y las necesidades metabólicas del paciente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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E
l ejercicio físico regular es una piedra angular firmemente establecida en el
tratamiento de los pacientes diabéticos. Al igual que en las personas sanas,
un programa de ejercicio depara beneficios inequívocos a los individuos con
diabetes mellitus tipo 1 (DM1) y diabetes mellitus tipo 2 (DM2). Se ha demostra-
do que el ejercicio físico regular (y la actividad física) reduce el riesgo de algunos
problemas crónicos de salud y mejora el estado psicológico, la calidad del sueño y
la calidad de vida en general. Cabe destacar que, en el tratamiento de la diabetes,
el ejercicio regular también confiere un beneficio sustancial en cuanto a control
glucémico, control del peso y reducción de los factores de riesgo de enfermedad
cardiovascular.
En épocas anteriores se consideraba que la DM2 era una enfermedad que sólo
afectaba a personas de mediana edad y ancianos, pero ahora también se obser-
va cada vez más en adolescentes. Así pues, muchos de los problemas propios de
la DM2 a los que se enfrentaban anteriormente los adultos de mediana edad y los
ancianos también tienen que abordarlos ahora los jóvenes, tal como ocurre con
la DM1. Es imprescindible, pues, considerar los objetivos del ejercicio físico en los
jóvenes con DM2. A pesar de las circunstancias y necesidades diferentes de los jó-
venes en comparación con los ancianos, y de la DM1 en comparación con la DM2,
el ejercicio regular y la actividad física son claramente beneficiosos para los indi-
viduos diabéticos de cualquier edad.
En las personas con DM2, el ejercicio regular es un componente importante
del tratamiento y debería prescribirse junto con una dieta apropiada y la medica-
ción como parte de un programa global de tratamiento. El Diabetes Prevention
Program y el Finnish Diabetes Prevention Study, entre otros, han demostrado cla-
ramente que el ejercicio regular y la actividad física pueden prevenir o retrasar real-
mente la aparición de DM2 en muchos casos, en especial cuando se combinan con
otros componentes de conducta y estilo de vida saludable. Un metaanálisis de Tho-
mas y colaboradores aportó evidencia de que el ejercicio regular de intensidad mo-
derada mejora el control metabólico en la DM2, incluso en ausencia de pérdida de
1
peso . En muchos estudios, el entrenamiento en personas con DM2 también ha
tenido un efecto potente por lo que respecta a mejoría del rendimiento físico (p. ej.,
consumo máximo de oxígeno) y marcadores de rendimiento con ejercicio submá-
ximo, además de reducir potencialmente el riesgo cardiovascular. Esto es impor-
53
BENEFICIOS
En la tabla 1 se enumeran los beneficios generales del ejercicio regular para las
personas diabéticas. En los pacientes tanto con DM1 como con DM2, el ejercicio
regular sostenido de intensidad moderada puede servir para ayudar a controlar la
glucemia en el quehacer cotidiano, y es posible que éste sea el mecanismo por el
que el ejercicio regular contribuye a alcanzar un mejor control metabólico a largo
RIESGOS
te y mayor de la que se alcanza con la marcha rápida o sus equivalentes. Tal como
se muestra en la tabla 2, el ejercicio regular puede agravar varias complicaciones
de la diabetes, y es necesario cribar a todas las personas en relación con tales com-
plicaciones antes de que empiecen un programa de ejercicio para evitar posibles
exacerbaciones. La más importante es la retinopatía proliferativa, dado que el ejer-
4
cicio puede causar hemorragia retiniana o vítrea .
Las personas con una retinopatía diabética significativa deberían someterse
a una evaluación por parte de un oftalmólogo antes de empezar un programa de
ejercicio, ya que los ejercicios que incrementan la presión arterial (p. ej., levantar
pesas o ejercicios asociados a maniobras de tipo Valsalva) pueden exacerbar este
trastorno. Las personas que requieren fotocoagulación con láser por retinopatía
proliferativa deben esperar 3-6 meses tras el procedimiento antes de realizar ejer-
cicio físico. El ejercicio regular también se asocia a un incremento de la proteinu-
CRIBADO
Antes de iniciar un programa de ejercicio regular, todas las personas con diabetes
deberían someterse a una anamnesis y un examen físico completos, con énfasis es-
4,5
pecial en la identificación de cualquier complicación de la diabetes a largo plazo .
En los jóvenes, generalmente personas saludables con DM1 o DM2, no suele ser
necesaria una prueba de esfuerzo antes de iniciar un programa de ejercicio de in-
tensidad ligera o moderada, como un programa de marcha rápida. Sin embargo,
en las personas de edad más avanzada, en especial las que tengan más factores de
riesgo de enfermedad cardiovascular, una prueba de esfuerzo resultará útil para de-
tectar una cardiopatía isquémica silente, y también puede identificar a aquellos
individuos que muestren una respuesta hipertensiva exagerada al ejercicio o que
puedan desarrollar hipotensión ortostática postejercicio. El American College of
Sports Medicine (ACSM) recomienda pruebas de esfuerzo antes de iniciar la acti-
vidad física para las personas diabéticas que cumplan uno de los siguientes crite-
rios: edad ≥ 35 años; duración de la diabetes > 10 años en caso de DM2 o > 15 años
en caso de DM1; tabaquismo; hipertensión; hipercolesterolemia; historia familiar
de enfermedad coronaria en un pariente de primer grado < 60 años; presencia de
3
enfermedad microvascular; arteriopatía periférica, o neuropatía autonómica . De-
berían efectuarse una exploración oftalmológica cuidadosa para identificar retino-
patía proliferativa; pruebas de función renal, incluido un cribado para albuminuria,
4
y una exploración neurológica para detectar neuropatía periférica o autonómica .
Si se encuentran alteraciones, hay que seleccionar ejercicios que no comporten un
riesgo significativo de provocar lesiones o empeorar las complicaciones. En gene-
ral, las personas jóvenes activas con diabetes de corta duración y sin evidencia de
complicaciones a largo plazo no requieren prescripciones formales de ejercicio,
Si no hay contraindicaciones, los tipos de ejercicio que puede realizar una perso-
na diabética constituyen una cuestión de preferencias personales. En general, son
preferibles los ejercicios aeróbicos de intensidad moderada que involucran a los
grandes grupos musculares y pueden mantenerse durante ≥ 30 minutos. Algunos
ejemplos son caminar, ir en bicicleta, correr y clases organizadas de ejercicio, como
aeróbic o spinning. Hay evidencia de que, después de alcanzar un nivel básico de
condición aeróbica y muscular, las personas diabéticas pueden emprender satis-
factoriamente ejercicios intermitentes de resistencia y alta intensidad. La mayoría
de los programas de ejercicio para los pacientes diabéticos deberían incluir una
combinación de ejercicios aeróbicos y de resistencia (acondicionamiento muscu-
lar) para conseguir que el programa de ejercicio regular les depare los beneficios
máximos en cuanto a sensibilidad a la insulina y control glucémico.
Suele recomendarse que la mayoría de las personas con diabetes participen en ejer-
6
cicios de intensidad moderada durante 150 minutos a la semana . Sin embargo, se
ha demostrado que ejercitarse al menos tres veces por semana produce una mejo-
ría significativa en la condición cardiovascular, mejora el control glucémico y re-
duce los factores de riesgo cardiovascular en los pacientes con DM2. El efecto de
una sola tanda de ejercicio aeróbico sobre la sensibilidad a la insulina acostumbra
a persistir unas 24-72 horas, dependiendo de la duración y la intensidad del ejer-
cicio. Por consiguiente, una recomendación habitual para las personas diabéticas
es que las sesiones de ejercicio no deberían espaciarse más de dos días consecuti-
vos. El efecto remanente del entrenamiento de resistencia puede ser más prolon-
gado, y se recomienda que este tipo de entrenamiento se realice 2-3 días por se-
mana e involucre a todos los principales grupos musculares.
La intensidad del ejercicio también es importante, y hay evidencia de una re-
lación dosis-respuesta positiva entre la intensidad del ejercicio (y su frecuencia)
y los beneficios derivados para la salud. Un informe de las Physical Activity Gui-
delines for Americans recomienda que «para obtener beneficios sustanciales de
salud, todos los adultos (edad: 18-64 años) deberían realizar como mínimo 150 mi-
nutos (dos horas y 30 minutos) semanales de actividad física aeróbica de intensi-
dad moderada o 75 minutos (una hora y 15 minutos) semanales de actividad físi-
ca aeróbica de gran intensidad, o bien una combinación equivalente de actividad
aeróbica de intensidad moderada y vigorosa. La actividad aeróbica debería llevar-
se a cabo en episodios de al menos 10 minutos y, a ser posible, debería distribuirse
a lo largo de toda la semana. Una persona que alcance los 300 minutos (cinco ho-
ras) o más de actividad de intensidad moderada por semana obtiene un beneficio
6
aún mayor» .
Aparte de los 150 minutos semanales de ejercicio de tipo aeróbico, también se
recomienda que, para obtener beneficios adicionales de salud, los adultos debe-
rían realizar dos tandas semanales de ejercicio de fortalecimiento muscular de in-
tensidad moderada o alta en el que intervengan todos los principales grupos muscu-
lares. En el caso de los niños y adolescentes, se recomienda que realicen 60 minutos
(una hora) o más de actividad física al día, que debería consistir principalmente en
actividad física aeróbica de intensidad moderada o vigorosa, incluyendo al menos
tres días semanales de actividad física vigorosa. Los 60 minutos diarios también
deberían incluir actividades de fortalecimiento óseo y muscular en tres días como
mínimo. Estas recomendaciones están en consonancia con las de la American Dia-
betes Association y la American Heart Association, aparte del ACSM.
Al principio, el ejercicio aeróbico de intensidad moderada (es decir, 40-< 60 %
de la reserva de capacidad aeróbica [VO2R] o de la reserva de frecuencia cardía-
ca [RFC]) debería constituir la mayor parte de cada sesión de ejercicio, con una
progresión paulatina para incluir períodos de ejercicio más vigoroso y mayor inten-
sidad a medida que el individuo se vaya adaptando al entrenamiento. La intensidad
del ejercicio que corresponde a un índice de esfuerzo percibido (IEP) de 11-13 en
una escala de 6-20 también puede utilizarse en conjunción con la VO2R; sin em-
bargo, la evidencia reciente sugiere que las personas diabéticas, en comparación
con individuos sanos, pueden percibir un mayor esfuerzo con menores cargas de
trabajo, lo que hace que el IEP como método para valorar la intensidad del ejer-
cicio sea potencialmente menos fiable en los pacientes diabéticos. La VO2R y
la RFC pueden calcularse a partir de pruebas de ejercicio supervisado u obtener-
se utilizando pruebas de ejercicio submáximo (p. ej., prueba de la marcha de seis
5
minutos) y ecuaciones estandarizadas . Una vez determinada la intensidad desea-
da del ejercicio para un paciente concreto, la intensidad del ejercicio puede con-
trolarse cómodamente enseñando al paciente a medir de forma periódica su pro-
pio pulso durante el ejercicio y registrar los resultados. Con intensidades más altas
de ejercicio (VO2R > 60 %) pueden obtenerse mayores beneficios en el control de
la glucosa, y es posible añadir ejercicio vigoroso después de que se haya estableci-
do un patrón regular de ejercicio.
gera o moderada. Esta fase permite que el cuerpo se ajuste a los requisitos neu-
romusculares, hemodinámicos y bioenergéticos de la fase de acondicionamiento
principal. La fase de acondicionamiento principal consiste en el ejercicio de resis-
tencia o la actividad de resistencia aeróbica planificados. Ésta constituye la parte
principal de la sesión y se centra en un ejercicio dinámico y repetitivo que involu-
cre a los grandes grupos musculares dentro de la intensidad deseada del ejercicio.
Después de la fase de acondicionamiento, una fase de enfriamiento de intensidad
ligera o moderada permite la recuperación gradual de la hemodinámica del ejerci-
cio (frecuencia cardíaca y presión arterial) hasta los niveles en reposo. En la mayo-
ría de los casos puede realizarse una fase de estiramiento o flexibilidad de los prin-
cipales grupos musculares para potenciar y mantener la amplitud de movimientos
articulares.
Para el entrenamiento de resistencia, el ACSM recomienda ejercicios de resis-
tencia en los que intervengan los principales grupos musculares, con un mínimo
de una serie de 8-12 repeticiones que provoquen casi la fatiga en la mayoría de
los adultos. Para los adultos de edad avanzada o aquellos que empiecen a ejercitar-
se por primera vez, se recomienda un mínimo de una serie de 10-15 repeticiones
que provoquen casi la fatiga. Un plan general supondría empezar con una sola
serie de 10-15 repeticiones de cada grupo muscular principal, dos o tres veces a
la semana, con una intensidad moderada, que se incrementará de forma gradual
a dos series –y finalmente a tres o cuatro series– de repeticiones del ejercicio de
resistencia. La cantidad de resistencia durante esta progresión también debería
aumentarse conforme mejore la fuerza.
Si se lleva a cabo un programa de ejercicio aeróbico regular equivalente a ca-
minar con paso ligero ≥ 3 días/semana y entrenamiento de resistencia ≥ 2 días/se-
mana, cabe esperar una mejoría en el control de la glucemia, la presión arterial y
la dislipemia, junto con un mejor mantenimiento de la pérdida de peso si el pro-
grama se combina con una ingesta calórica reducida.
Mientras que los cambios en la glucosa sanguínea durante el ejercicio son peque-
ños en las personas no diabéticas, varios factores pueden complicar la regulación
de la glucosa durante y después del ejercicio en los pacientes con DM1. Las con-
centraciones plasmáticas de glucosa normalmente no disminuyen durante el ejer-
cicio, lo que trastoca el equilibrio entre utilización periférica y producción he-
4
pática de glucosa . Con tratamiento insulínico, las concentraciones plasmáticas de
insulina permanecen invariables o incluso pueden aumentar si el ejercicio se lleva
a cabo durante la hora siguiente a una inyección de insulina. La absorción inten-
sificada de insulina durante el ejercicio es más probable que se produzca cuando
la inyección de insulina se administra inmediatamente antes o pocos minutos des-
pués del inicio del ejercicio, sobre todo si se utilizan preparaciones de insulina de
inicio rápido y acción corta. Cuanto mayor sea el intervalo entre la inyección y el
comienzo del ejercicio, menos significativo será este efecto y menos importante
4
será elegir el lugar de inyección para evitar un área de estrés .
Los niveles sostenidos de insulina durante el ejercicio aumentan la captación
periférica de glucosa y estimulan la oxidación de ésta por los músculos en ac-
ción. Además, la insulina inhibe la producción hepática de glucosa. Cuando la tasa
de producción hepática de glucosa no puede equiparar la tasa de utilización perifé-
rica de glucosa, disminuye el nivel de glucemia. Durante el ejercicio ligero o mode-
rado de corta duración, esto puede representar un efecto beneficioso del ejercicio,
4
pero en el curso de esfuerzos más prolongados puede aparecer hipoglucemia . Si el
ejercicio es intenso, la estimulación nerviosa simpática de la producción hepática
de glucosa puede dar lugar a un incremento rápido y sostenido de las concentracio-
nes sanguíneas de glucosa. Si también concurre un déficit de insulina, se estimula
la producción hepática de cetonas y pueden desarrollarse cetosis o cetoacidosis.
En la tabla 3 se enumeran algunos factores a considerar antes de realizar ejer-
cicio. Hay una enorme variabilidad en las condiciones en las que se llevan a cabo
el ejercicio y la actividad física, de modo que probablemente no pueden tenerse en
cuenta todos estos factores.
Considerando el plan de ejercicio y realizando ajustes en la dosificación de in-
sulina y la ingesta alimentaria, las personas con DM1 pueden evitar una hipoglu-
cemia o hiperglucemia graves. Si el ejercicio es de larga duración e intensidad mo-
derada, disminuirán los niveles de glucemia, mientras que el ejercicio enérgico de
corta duración a menudo causará un incremento de la glucemia. Debería prestar-
se atención a la cantidad, el momento y el lugar de la administración de insulina.
También debería considerarse la ingesta alimentaria antes, durante y después del
En las personas con DM2, los programas de ejercicio pueden mejorar la sensibi-
lidad a la insulina y reducir las concentraciones promedio de glucemia, además de
proporcionar los beneficios citados en la tabla 1. El mayor gasto de energía aso-
ciado al ejercicio, cuando se combina con restricción calórica, puede contribuir
a objetivos adicionales, como la pérdida y el mantenimiento del peso. Así pues, el
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INTRODUCCIÓN
E
n una época en que la salud y la esperanza de vida están mejorando de for-
ma generalizada, la diabetes, junto con la obesidad, se ha convertido en uno
de los problemas crónicos de salud pública más preocupantes de la era ac-
tual, con incrementos continuados de la prevalencia y de una amplia gama de co-
morbilidades, por no mencionar los costes asociados. En Estados Unidos, duran-
te las dos últimas décadas el número de diagnósticos de diabetes prácticamente se
ha triplicado (de ~7 a 21 millones), y la enfermedad también se ha convertido en
un problema de salud pública mundial, que según se espera superará los 500 mi-
1,2
llones de afectados en el año 2030 . Aunque las opciones de tratamiento, la cali-
dad de la asistencia, el riesgo de complicaciones y la base de evidencia para la pre-
3-6
vención de la diabetes han mejorado espectacularmente en las últimas décadas ,
la diabetes sigue siendo una cuestión de salud pública particularmente problemá-
tica, debido en gran medida a la heterogeneidad del propio trastorno, a la amplia
gama de servicios preventivos que se requieren para optimizar la reducción del ries-
go y a la interacción compleja entre genes y medio ambiente en la etiología de la
7
enfermedad . Este capítulo describe las tendencias en la diabetes y la prediabetes,
resume los principales factores de riesgo de ambos trastornos a nivel individual y
colectivo y revisa el papel de la epidemiología en el proceso de priorizar a los in-
dividuos para una eventual intervención.
69
8 25
5 15
4
3 10
2
5
1
0 0
1958 61 64 67 70 73 76 79 82 85 88 91 94 97 00 03 06 09
Año
35
30
25
Prevalencia (%)
20
15
NHANES 2005-2008
10 NHANES 1999-2004
NHANES 1988-1994
5
0
20-24
25-29
30-34
35-39
40-44
45-49
50-54
55-59
60-64
65-59
70-74
75-79
⭓80
Edad (años)
Porcentaje ajustado
por la edad
0-6,3
6,4-7,5
7,6-8,8
8,9-10,5
≥ 10,6
Dakota del Norte y Dakota del Sur, Montana, Arizona y Nuevo México. Las esti-
maciones más recientes de incidencia (en contraposición con la prevalencia) a nivel
de condados describen patrones similares, y subrayan aún más el «sur profundo»,
Oklahoma, Arkansas, Kentucky y Virginia Occidental como áreas particularmen-
23
te problemáticas (figura 4) . La variación geográfica en la obesidad y sedentarismo
tiende a reflejar los patrones de la diabetes. Sin embargo, los estados de Minne-
sota, Iowa, Nebraska y ambas Dakotas, en el Medio Oeste, destacan por tener nu-
merosos condados con una prevalencia relativamente alta de obesidad pero una pre-
valencia relativamente baja de diabetes.
A causa de las limitaciones de los datos en las encuestas nacionales y la dificul-
tad para definir el tipo real de diabetes, la mayoría de las estimaciones nacionales
ha combinado todos los tipos de la enfermedad, lo que no ha permitido estable-
cer la relación (ratio) entre la diabetes mellitus tipo 1 (DM1) y la diabetes mellitus
tipo 2 (DM2). Utilizando una definición bruta de DM1 (diagnóstico antes de los
40 años de edad, con la necesidad de insulina desde el año siguiente al diagnóstico),
24
se estima que ~ 5 % de todos los casos de diabetes son DM1 . No obstante, la re-
Porcentaje
0-7,9
8,0-9,8
9,9-11,6
11,7-14,0
≥ 14,1
Tipo 1 Tipo 2
5,0 5,0 Blancos no hispanos
Negros
Prevalencia (/1.000)
2,0 2,0
1,0 1,0
0,0 0,0
0-4 5-9 10-14 15-19 0-4 5-9 10-14 15-19
casi el 90 % eran DM1 (1,93/1.000) y el resto eran DM2 (0,24/1.000) u otros ti-
25
pos (0,05/1.000) (figura 5) . La relación DM1/DM2 en los jóvenes varía sustan-
cialmente según la raza y etnia. Entre los casos de diabetes en jóvenes, aproxima-
damente dos tercios de los amerindios y nativos de Alaska tienen DM2, mientras
que cerca de una cuarta parte de los negros, hispanos y asiáticos-isleños del Pa-
cífico tienen DM2, en comparación con < 10 % de los blancos. Aunque no se dis-
pone de datos directos sobre las tendencias de la DM2 en los jóvenes, estas tasas
indican casi con toda seguridad que la prevalencia es mayor que en décadas an-
teriores. Así mismo, la prevalencia de prediabetes entre los jóvenes de 12-17 años
de edad aumentó durante el período 1999-2010 según la definición basada en la
12
HbA1c (2,4-4,5 %), pero no según la definición basada en la GPA (12-14,8 %) .
De todos modos, las implicaciones de la prediabetes por lo que respecta a poste-
rior progresión a diabetes e incremento del riesgo cardiovascular no son tan cla-
ras para los jóvenes como lo son para los adultos.
DETERMINANTES DE LA PREVALENCIA:
INCIDENCIA Y MORTALIDAD
A pesar de que se ha señalado a Estados Unidos por sus altos niveles de obesidad
y diabetes y que algunas revistas populares han hablado incluso de la «epidemia
35
americana» , se reconoce actualmente que la diabetes es un problema de salud
pública en casi todo el continente, y según los criterios internacionales, en Esta-
dos Unidos hay ahora una prevalencia que se considera «promedio» en relación
36-38
con el resto del mundo . Aunque es difícil comparar directamente las tasas de
prevalencia entre países y regiones –debido a diferencias en los métodos de mues-
treo y medición y en la representatividad de la población–, hay varios patrones
evidentes en la epidemiología mundial de la diabetes. Se reconoce desde hace dé-
cadas que ciertas islas del Pacífico Occidental figuran entre los territorios con una
prevalencia estandarizada por la edad más alta de todo el mundo, con cifras que
38,39
superan el 20 % en Kiribati, las islas Marshall y Nauru . Aunque no se dispone
de encuestas nacionales representativas, los estudios en diversas áreas y pobla-
ciones sugieren que la prevalencia es igualmente alta (~ 20 %) en varios países
del Oriente Medio, como Líbano, Qatar, Arabia Saudí, Bahrain y Emiratos Árabes
40,41
Unidos . Las estimaciones en diversas áreas de la India indican que se enfrentan
a una amenaza similar, con tasas de prevalencia que pueden superar a las de Es-
42
tados Unidos . La prevalencia nacional también es moderadamente alta (es decir,
en el rango del 8-12 %) en China, Estados Unidos, México, Canadá y varios paí-
9-11,43,44
ses europeos . Además, la prevalencia elevada de diabetes en los países en de-
sarrollo ha dejado de restringirse a las áreas urbanas, y los datos disponibles in-
dican que la prevalencia de diabetes en zonas rurales de países con una renta baja
45
o intermedia se ha multiplicado varias veces durante las dos últimas décadas . La
combinación de una prevalencia moderadamente alta en la India y China con el
enorme tamaño de su población implica que ambos países representen el 40 % de
la población diabética mundial. África ha mantenido uniformemente las tasas más
bajas de prevalencia en todo el mundo, pero se proyecta ahora que experimentará
el incremento relativo más grande en la prevalencia de diabetes durante las próxi-
46
mas décadas .
La epidemia de diabetes en los países con una renta baja o intermedia tiende
a diferir en varios aspectos de la que experimentan los países desarrollados. En
primer lugar, el segmento de la población de mediana edad representa una ma-
yor proporción de los casos en los países con renta baja o intermedia que en los
países ricos, lo que tiene implicaciones económicas potenciales para los países en
desarrollo por la posibilidad de que la diabetes afecte a la productividad de la po-
36,37
blación en edad laboral . En segundo término, la proporción de casos no diag-
47
nosticados es sustancialmente mayor en los países de renta baja o intermedia .
En tercer lugar, la disponibilidad de servicios y fármacos esenciales para prevenir
tanto la diabetes como sus complicaciones es mucho menor que en los países de-
48
sarrollados , lo que hace que las tasas de complicaciones y morbilidad secunda-
rias a la diabetes constituyan una cuestión preocupante y en gran medida desco-
nocida.
Las observaciones de una prevalencia particularmente alta de diabetes en po-
blaciones que han experimentado una mejoría reciente en su bienestar económi-
co han conducido a la noción de que la diabetes se asocia a riqueza y a un estatus
socioeconómico elevado en muchos ámbitos internacionales. Sin embargo, va-
rias revisiones sistemáticas recientes sugieren que la obesidad y la diabetes inciden
cada vez más en los estratos socioeconómicos más bajos de los países en vías de
desarrollo, en consonancia con lo que ya se ha observado en los países desarrolla-
49
dos . Por ejemplo, pertenecer al grupo con el nivel educativo más bajo se asoció a
una prevalencia de diabetes un 41 % mayor en un análisis conjunto de 23 estudios,
y los hallazgos fueron similares en análisis estratificados en los que los estudios
se restringieron a países de renta media de Asia, Oriente Medio, América Latina y
África.
modificación del estilo de vida parece suprimir el exceso de riesgo conferido por
tales genes, lo que indica la fuerte influencia ambiental entre los individuos con
59,60
predisposición genética . En un estudio de 18 polimorfismos de un solo nucleó-
tido (SPN) en adultos del Framingham Heart Study, se desarrolló una puntua-
ción genotípica que demostró que las personas en el decil superior tenían una inci-
dencia dos veces y media mayor que los adultos en el cuartil inferior de la puntuación
genotípica. Sin embargo, la puntuación genotípica sólo fue ligeramente más pre-
dictiva que una puntuación convencional de riesgo compuesta por los factores de
61,62
riesgo notificados por el paciente junto con los niveles de glucosa y triglicéridos .
Las puntuaciones basadas en el genotipo pueden convertirse en una parte impor-
tante de la predicción del riesgo en el futuro, pero esto dependerá probablemen-
te de una mejor comprensión de cómo los genes de alto riesgo interactúan con los
63
factores ambientales y de estilo de vida .
mitad de la asociación entre actividad física y riesgo de diabetes se explica por per-
sonas más activas que tienen menores niveles de obesidad. Un examen más especí-
fico de los atributos beneficiosos de la actividad física ha demostrado que la energía
total y la duración de la actividad física se asocian de forma particular con la inciden-
cia de diabetes. Sin embargo, no está tan claro si la actividad enérgica o el nivel de
intensidad afectan al riego por encima y más allá del gasto total de energía. Una evi-
dencia creciente sugiere que los niveles de conducta sedentaria (es decir, el tiempo
que un individuo pasa sentado) se asocian a un mayor riesgo de diabetes por encima
y más allá del impacto de niveles moderados de actividad física recreativa, como ca-
71,72
minar . Se cree que el tiempo de sedentarismo afecta a la sensibilidad a la insulina
a través de efectos fisiológicos sobre el músculo y el desuso metabólico, y también
por el comportamiento dietético que puede acompañar al sedentarismo.
Varios factores dietéticos pueden tener efectos positivos sobre la resistencia a
25
la insulina o el riesgo de DM2 con independencia de sus efectos sobre la obesidad .
En estudios de cohorte se ha comprobado que el consumo de frutas y verduras, ce-
reales integrales y fibras de cereales y otros componentes de la dieta mediterránea
(como aceite de oliva, vino tinto y una ingesta láctea moderada) protege contra la
73-75
incidencia de diabetes . Estos hallazgos apoyan observaciones anteriores en el
sentido de que las grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas pueden reducir el ries-
go, mientras que las grasas saturadas y la ingesta total se han asociado a un incre-
76
mento del riesgo . Al menos un ensayo controlado aleatorizado también ha refren-
dado el valor de una dieta mediterránea, pero el impacto puede ser más débil en la
74,75,77
población general que en las personas con prediabetes o ECV previa . Las per-
sonas con niveles bajos de vitamina D tienen un mayor riesgo de diabetes, y, en
consecuencia, el consumo de cantidades superiores de vitamina D se ha asociado
78
a una reducción discreta (13 %) en el riesgo de diabetes . Un ensayo actualmen-
te en curso determinará si los suplementos de vitamina D en las personas con pre-
79
diabetes reducen la progresión a diabetes .
Otros factores de la dieta, como las bebidas azucaradas (BA), carnes rojas, gra-
sas saturadas, hidratos de carbono refinados, comidas rápidas y otros componentes
de la dieta «occidental», son notables por incrementar –en vez de reducir– el ries-
80,81
go de diabetes . El consumo de BA, como refrescos, bebidas carbonatadas azu-
caradas y zumos de frutas, se ha más que duplicado en la población de Estados Uni-
dos durante las dos últimas décadas y se asocia a obesidad, resistencia a la insulina
82-84
y DM2 . Un mecanismo potencial que explicaría la asociación de BA con obe-
sidad y diabetes sería un mayor consumo calórico compensatorio y total, junto con
efectos más directos de las BA sobre la resistencia a la insulina a través de sus pro-
piedades glucémicas. Sin embargo, hay una evidencia longitudinal limitada para
apoyar estas hipótesis. Los datos del Nurses Health Study constataron que las mu-
jeres que decían tomar más de siete BA a la semana tenían un riesgo de diabetes un
84
80 % mayor que aquellas que tomaban a lo sumo una BA a la semana . Otros es-
tudios de cohorte encontraron asociaciones tan sólo discretas o inexistentes con el
riesgo de diabetes. Tampoco hay datos de ensayos controlados aleatorizados que
indiquen que las intervenciones dirigidas a modificar la ingesta de BA, ya sea me-
Los hallazgos de los estudios epidemiológicos han servido para influir en la se-
lección de las intervenciones en los ensayos de prevención de la diabetes y la selec-
ción de las variables que se utilizan en las puntuaciones de riesgo para identificar
105
a candidatos adecuados para una intervención . Las asociaciones constantes que
se han observado en los estudios epidemiológicos entre ganancia de peso y seden-
tarismo han conducido finalmente a estudios importantes de prevención para exa-
minar el efecto de una intervención en varios componentes del estilo de vida sobre
4
la incidencia de diabetes en personas con una tolerancia a la glucosa alterada (TGA) .
Al menos seis ensayos controlados aleatorizados, llevados a cabo en Estados Unidos,
Finlandia, la India, China y Japón, han demostrado que una intervención sobre el
estilo de vida de al menos dos años se asocia a reducciones relativas del 30-60 %
4,5,106-109
en la incidencia de diabetes . La pérdida de peso fue máxima en el ensayo
de Estados Unidos, y los análisis post hoc sugirieron que era el factor dominante que
110
afectaba a la incidencia . Entre los participantes sometidos a intervención en el
Finnish Diabetes Prevention Study, la pérdida de peso fue un factor importante,
pero los análisis post hoc también demostraron que la reducción del RR asociada a
la intervención se explicaba por el número de objetivos de la misma, que incluían
no sólo la pérdida de peso sino también la actividad física, la reducción de la inges-
111
ta de grasas y el aumento de la ingesta de fibra . Los grupos con intervención en
los estudios efectuados en China, la India y Japón alcanzaron una reducción satis-
107,109,112
factoria de la diabetes a pesar de una pérdida de peso nula o discreta . Estos
ensayos confirman la eficacia de las intervenciones en varios componentes del esti-
lo de vida en los adultos de alto riesgo, pero dejan en el aire algunos interrogan-
tes. Por ejemplo, no está claro si el impacto de las intervenciones enfocadas exclu-
sivamente a la actividad física o la dieta, sin un énfasis en la pérdida de peso, tienen
una eficacia similar, o si también son efectivas las intervenciones sobre el estilo de
vida dirigidas a personas por debajo del umbral de la prediabetes.
Las puntuaciones de riesgo han emergido como una herramienta importante para
ayudar a seleccionar a las personas que más se beneficiarían de intervenciones pre-
ventivas o a las que se debería priorizar para una ulterior evaluación de diabetes
105,113
no diagnosticada . Se ha demostrado que los cuestionarios simples de factores
de riesgo –que se basan normalmente en la edad, talla, peso, sexo y raza o etnia–,
junto con los antecedentes de hipertensión o de diabetes gestacional, tienen esca-
sa capacidad para predecir diabetes no diagnosticada o el posterior desarrollo de
diabetes, pero representan una opción adecuada y barata con la que seleccionar a
105
las personas para una ulterior evaluación o supervisión . La inclusión de factores
de riesgo adicionales (como sedentarismo, tabaquismo y calidad de la dieta) o in-
dicadores más precisos de obesidad central mejora la capacidad predictiva, pero
también incrementa la complejidad de las puntuaciones de riesgo. La adición de
medidas bioquímicas, como la glucemia en ayunas, la HbA1c o los triglicéridos, me-
jora aún más la capacidad predictiva de las puntuaciones de riesgo, pero también
acrecienta aún más la complejidad y los costes. En el futuro, la predicción del ries-
go puede incluir análisis bioquímicos multicomponente más complejos, con o sin
marcadores genéticos o epigenéticos, pero estas herramientas todavía no se han in-
114
corporado a la práctica clínica .
dad (que pueden influir en la obesidad) y las estatinas (que afectan al riesgo de dia-
betes)– también podrían haber contribuido a estas tendencias con el tiempo, pero
sus contribuciones no se han cuantificado. A pesar de la larga lista de factores die-
téticos, conductuales y farmacológicos que pueden afectar a las tendencias de la dia-
betes, pocos estudios han examinado el impacto sobre el riesgo de diabetes de cam-
bios de políticas dirigidos a dichos factores.
CONCLUSIÓN
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ca que se caracteriza por la destrucción progresiva de las células beta pro-
ductoras de insulina en los islotes pancreáticos, lo que da lugar a un déficit
grave o la carencia de insulina. La American Diabetes Association (ADA) recomien-
da clasificar a los pacientes diabéticos en dos grupos: el que corresponde a la for-
ma clásica de diabetes, o tipo 1A, que representa la enfermedad con mediación
inmunitaria, y el que corresponde a la diabetes tipo 1B, una forma idiopática no
1
autoinmune de DM1 . El mejor marcador para distinguir la diabetes tipo 1A de
otras formas de diabetes es la presencia de autoanticuerpos contra los islotes. Nor-
malmente se miden los autoanticuerpos que reaccionan con la ácido glutámico des-
carboxilasa (GAD65), los autoanticuerpos contra la insulina (IAA), los autoanti-
cuerpos contra la proteína 2 asociada a insulinoma (IA-2A) y los anticuerpos contra
2
el transportador de zinc-8 (ZnT8A) . En el momento actual se considera precep-
tiva la evaluación de al menos dos de estos autoanticuerpos para el diagnóstico de
DM1. Estos anticuerpos están presentes en el momento del diagnóstico clínico en
3,4
> 80-90 % de los individuos con DM1 .
La DM1 figura entre los trastornos autoinmunes más comunes en los niños y
3,5
adultos jóvenes . La DM1 representa el 5-10 % de los casos totales de diabetes
6
en el mundo . Es el principal tipo de diabetes en los jóvenes y constituye ≥ 85 %
7
de todos los casos de diabetes en jóvenes < 20 años de edad a nivel mundial . El
diagnóstico de DM1 sigue un patrón de incidencia bimodal, con un máximo en-
tre los cinco y siete años de edad y un segundo pico hacia los 10-14 años, durante
8
la pubertad . La incidencia de DM1 en los adultos es menor que en los niños, aun-
que cerca de una cuarta parte de las personas con DM1 son diagnosticadas duran-
9
te la edad adulta . En el 5-15 % de los adultos en los que se diagnostica inicial-
mente diabetes mellitus tipo 2 (DM2) se detecta la presencia de autoanticuerpos
contra los islotes (principalmente anti-GAD65) asociados a DM1 y destrucción
9,10
de las células beta, junto con la pérdida acelerada de la secreción de péptido C .
Este subgrupo de pacientes se ha designado con diferentes nombres, como diabetes
autoinmune latente del adulto (DALA; latent autoimmune diabetes of adults [LADA])
o diabetes autoinmune lenta.
Los datos de grandes estudios epidemiológicos internacionales indican que la
incidencia de DM1 ha ido aumentando en todo el mundo durante las últimas dé-
91
FISIOPATOLOGÍA
SUSCEPTIBILIDAD GENÉTICA
La DM1 tiene un patrón de herencia multifactorial que está afectado por factores
de riesgo genéticos y ambientales. Es un trastorno poligénico, con > 40 loci cono-
(Suceso desencadenante)
6. Excursiones
crecientes
Predisposición genética
de la glucosa
cuando
el individuo
se acerca
Anomalías Pérdida
inmunológicas
a la manifestación
progresiva
manifiestas de la sintomática
liberación
de insulina
7. Algunos pacientes
producen bajas
concentraciones
Diabetes
manifiesta de péptido C
Liberación
mucho después
normal Glucosa
de la
de insulina normal
presentación
Masa de células beta
Presencia Ausencia
de de
péptido C péptido C
4. Aunque la pérdida
8. La masa
total de células beta
de células beta
teóricamente es lineal,
no siempre es
podría mostrar
nula en pacientes
un patrón recidivante
de larga evolución
o remitente
Edad (años)
clase II. Las asociaciones más estrictas tanto con la susceptibilidad como con la
protección frente a la diabetes tipo 1A son moléculas HLA-DR y DQ. Entre los
* * *
múltiples tipos de HLA, los haplotipos DRB1 0401-DQB1 0302 y DRB1 0301-
* *
DQB1 0201 confieren la máxima susceptibilidad, mientras que DRB1 1501 y
* * 2,3,18
DQA1 0102-DQB1 0602 proporcionan resistencia a la enfermedad . Aproxi-
madamente el 40-50 % de la agrupación familiar en la DM1 es atribuible a varia-
ciones alélicas en la región HLA. Un 2 % de los neonatos en Estados Unidos son
heterocigotos para DR3/DR4, en comparación con el 30 % de los niños que de-
sarrollan diabetes tipo 1A. El riesgo genético restante se explica por muchos ge-
nes diversos, cada uno de los cuales tiene un pequeño impacto individual sobre la
8
susceptibilidad genética . Los genes no HLA con mayor susceptibilidad para el
desarrollo de DM1 son CTLA4 (gen de la proteína 4 asociada a linfocitos T cito-
tóxicos), IFIH1 (gen del dominio C helicasa inducido por interferón), ITPR3 (gen
del receptor 3 de 1,4,5-trifosfato de inositol), IL-2 (gen del receptor de interleu-
9
cina 2) y PTPN22 (gen de la proteína tirosina fosfatasa, no receptor tipo 22) .
La mayoría de los casos de DM1 se detectan en individuos sin historia familiar
de la enfermedad; sin embargo, la DM1 está fuertemente influida por factores ge-
néticos, de modo que el riesgo relativo de los hermanos es uno de los más altos en-
19
tre las enfermedades complejas comunes . Los individuos con un familiar de pri-
mer grado con DM1 tienen un riesgo de 1/20 de desarrollar DM1 a lo largo de la
vida, en comparación con un riesgo de 1/300 en la población general. Los geme-
los monocigóticos tienen una tasa de concordancia > 50 %, mientras que los ge-
9
melos dicigóticos tienen una tasa de concordancia del 6-10 % .
AUTOINMUNIDAD
Más del 90 % de los individuos con un nuevo diagnóstico de DM1 tienen uno o más
20
autoanticuerpos contra las células de los islotes . Hay como mínimo cinco autoan-
ticuerpos que se ha demostrado que son predictivos de DM1; a saber, anticuerpos
contra las células de los islotes (ICA), autoanticuerpos contra la insulina (IAA), an-
ticuerpos contra la isoforma de 65 kD de la ácido glutámico descarboxilasa (GAD65),
la molécula del antígeno 2 de los islotes relacionada con la proteína tirosina fosfata-
21
sa (IA-2A) y, descubierto más recientemente, el transportador de zinc 8 (ZnT8A) . La
presencia de dos o más autoanticuerpos –más que el título total de los autoanti-
18
cuerpos– es altamente predictiva de progresión a diabetes clínica . Estos autoan-
ticuerpos pueden aparecer ya hacia los seis meses de vida, con una incidencia máxi-
3
ma antes de los dos años de edad en los individuos genéticamente susceptibles ; así
pues, pueden estar presentes meses o años antes de la manifestación sintomática. Aun-
que muchas personas están genéticamente predispuestas a la DM1, la enfermedad no
se desarrolla hasta que se produce la destrucción autoinmunitaria de las células beta.
Se han propuesto diversas teorías para explicar el desencadenamiento de la
autoinmunidad contra las células beta pancreáticas; sin embargo, todavía no se
ha elucidado el mecanismo concreto responsable. Los autoanticuerpos parecen
FACTORES AMBIENTALES
Los estudios epidemiológicos han comprobado que factores ambientales que ope-
ran en las etapas tempranas de la vida parecen desencadenar el proceso autoinmu-
25
nitario en individuos genéticamente susceptibles . La gran variación geográfica en
26
la incidencia de la diabetes infantil en Europa , la variación estacional y los estu-
dios en migrantes –que han descrito una mayor incidencia de DM1 cuando grupos
de población se desplazan de una región con baja incidencia a otra con alta in-
cidencia– subrayan el papel de los factores ambientales en la patogénesis de la diabe-
17,19
tes . Algunos candidatos potenciales son factores virales, microbianos, dietéticos y
antropométricos. Estos factores ambientales pueden desencadenar autoinmunidad
y acelerar o frenar la progresión a la manifestación clínica de la enfermedad en indi-
25
viduos con autoinmunidad persistente contra las células de los islotes .
Entre los factores nutricionales que se han investigado destacan la leche de vaca,
la alimentación materna, el gluten de trigo y la vitamina D. Algunos estudios han ob-
servado una asociación significativa entre la DM1 y un período de lactancia corto y
27
la exposición a la leche de vaca antes de los 3-4 meses de vida ; sin embargo, la evi-
tosis y la necesidad de terapia insulínica. Es habitual que las personas con DM1
presenten de entrada síntomas agudos de hiperglucemia (poliuria, polidipsia, pérdi-
da de peso); niveles notablemente elevados de glucosa sanguínea, con o sin cetosis,
y autoanticuerpos contra los islotes. En ocasiones, la distinción clínica entre DM1 y
DM2 no es obvia en el momento de la presentación. Alrededor del 10-15 % de los
pacientes clasificados inicialmente como DM2 resultan ser positivos para al menos
uno de los autoanticuerpos contra los islotes, y este grupo se cataloga a menudo
36
como DALA . Este subtipo de diabetes es más común en los adultos que en los ni-
37
ños ; así, > 40 % de los pacientes son mayores de 40 años y > 20 % son mayores de
38
55 años . Estos pacientes comparten muchas semejanzas genéticas e inmunológicas
con la DM1, lo que sugiere que la DALA, como la DM1 típica, es una enfermedad
autoinmune. Pero entre la DM1 y la DALA hay diferencias en cuanto a agrupación
de autoanticuerpos, reactividad de los linfocitos T y susceptibilidad y protección ge-
néticas, lo que implica diferencias importantes en los procesos patológicos subya-
centes. Al principio, la mayoría de los pacientes con DALA son tratados con agentes
antidiabéticos orales, pero con la destrucción progresiva de las células beta, aca-
36
ban necesitando tratamiento insulínico para mantener el control metabólico .
CONCLUSIÓN
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incurable, presente desde el diagnóstico y que se prolonga durante toda la
vida del individuo, excepto en un puñado de pacientes que se someten a un
trasplante de páncreas o de células de los islotes con el fin de refrenar la progre-
sión de la enfermedad. Más de la mitad de los individuos con DM1 desarrollan la
enfermedad durante la infancia, aunque la DM1 de novo también se está diagnos-
1
ticando cada vez más en la edad adulta . Debido a su naturaleza omnipresente, los
individuos con DM1 pueden tener que enfrentarse a múltiples cambios a lo largo
de su vida, desde la infancia a la adolescencia, la vida adulta y, finalmente, la vejez,
lo que obliga a los pacientes y a sus familias, así como a los profesionales sanita-
rios responsables de su asistencia, a afrontar la enfermedad de una manera perti-
nente para cada etapa del desarrollo.
Con independencia de la edad, la DM1 debe tratarse de una forma coherente
y específica para la enfermedad, y tanto los pacientes como los profesionales sani-
tarios han de reconocer las necesidades de tratamiento inherentes al estado de défi-
cit de insulina que define a la DM1. Las personas con DM1 no son las mismas que
aquellas con diabetes mellitus tipo 2 (DM2) que acaban necesitando insulina (ta-
bla 1). La fisiopatología de la DM1 es bastante distinta de la DM2, y aunque las
complicaciones de la hiperglucemia son similares en ambos tipos, las exigencias fun-
damentales de la enfermedad y su tratamiento son singulares.
En la infancia, el tratamiento de la DM1 depende inicialmente de los padres
o tutores, y el eje de la asistencia pediátrica corresponde a un enfoque terapéutico
basado en la familia. La educación sobre la enfermedad debe dirigirse tanto al in-
dividuo diabético como a sus padres y tutores. A medida que los niños crecen y
se convierten en adolescentes y luego en adultos, el modelo de asistencia médica
cambia para enfocarse al paciente individual, con capacidad decisoria autónoma,
que participa en las decisiones de tratamiento y comprende la necesidad de iden-
tificar y tratar las complicaciones relacionadas con la diabetes. La clave al atender
a niños es comprender las necesidades y capacidades de cada niño y su familia y
ofrecerles una educación y una asistencia médica que sean apropiadas para la eta-
pa del desarrollo. Este proceso discurre con relativa rapidez conforme los lactan-
tes se convierten en párvulos, niños en edad escolar y así sucesivamente. La pu-
bertad tiene lugar durante los primeros años de la adolescencia y comporta retos
101
AMG: automonitorización de la glucemia; DCCT: Diabetes Control and Complications Trial; ECV: enfermedad
cardiovascular; MCG: monitorización continua de la glucosa; UKPDS: U.K. Prospective Diabetes Study.
poral (IMC), no permiten distinguir con fiabilidad entre DM1 y DM26. Un nú-
mero sustancial de pacientes son diagnosticados de DM1 después de que hayan
superado la edad pediátrica. El diagnóstico correcto de DM1 contribuye a asegu-
rar un tratamiento apropiado y oportuno con insulina para optimizar la glucemia
lo antes posible después del diagnóstico con el fin de reducir el riesgo de compli-
caciones a largo plazo. Por último, dada la disponibilidad creciente de pruebas ge-
néticas para formas monogénicas de diabetes, la reevaluación del diagnóstico y la
detección de cualquier característica inusual del paciente sugestiva de un diagnós-
tico alternativo (p. ej., edad de inicio < 6 meses, que apoya una posible diabetes
7,8
neonatal) deberían inducir a una evaluación adicional .
Aunque una revisión exhaustiva de la DM2 en los jóvenes supera el alcance del
presente capítulo, algunos datos publicados recientemente del estudio Treatment
Options of Type 2 Diabetes in Adolescents and Youth (TODAY) revelan que el 10 %
de los jóvenes diagnosticados de DM2 por profesionales sanitarios tienen eviden-
cia de autoinmunidad contra las células beta, de modo que se trata probablemente de
9
un diagnóstico erróneo . Hay datos similares derivados de estudios en adultos con un
diagnóstico de DM2, en los que hasta el 15 % de los pacientes pueden tener evi-
dencia de autoinmunidad, y estos individuos podrían beneficiarse de una instaura-
10
ción más temprana de insulina . No se sabe cuántos adultos con diabetes de novo
11
tienen DM1, aunque el número de adultos que viven con DM1 (1-1,5 millones) es
12
mucho mayor que el de niños (~ 170.000) . Esto se explica por el hecho de que los
niños diagnosticados de DM1 sobreviven ahora hasta la vejez y porque hay muchos
individuos cuya DM1 se manifiesta inicialmente durante la edad adulta.
La tabla 2, modificada del Type 1 Diabetes Sourcebook, enumera los elementos bá-
sicos en la evaluación inicial de los pacientes con DM1. En el caso de niños y adultos
jóvenes con DM1, no es necesario poner tanto énfasis en las complicaciones diabéti-
cas, ya que es menos probable que estén presentes. Sin embargo, en los individuos de
edad avanzada y los que tienen diabetes de larga duración, la valoración y el trata-
13
miento de las complicaciones diabéticas pueden acaparar gran parte de la asistencia .
Por lo que respecta a los individuos con DM1 de novo, el foco de la asistencia
se centra en enseñar aptitudes básicas para la supervivencia y educar al paciente y
a los familiares implicados. En el caso de lactantes y niños pequeños, esto supo-
ne generalmente un enfoque de equipo y muy intensivo que requiere múltiples
recursos. Los niños son diagnosticados a menudo después de un período relativa-
mente corto de síntomas, y en muchos contextos son hospitalizados por cetoaci-
dosis diabética (CAD) o diabetes no controlada. En otras situaciones, en las que el
niño no tiene CAD y existen recursos, esto puede realizarse en régimen ambu-
latorio. En cualquier caso, la detección de DM1 de novo constituye a menudo una
conmoción para toda la familia y exige prestar atención a la asistencia del niño
tanto en casa como en la escuela, con las adaptaciones necesarias para que pueda
participar en deportes y otras actividades extraescolares. Además, los padres, como
principales cuidadores del niño, deben ocuparse del control de la glucemia y ad-
quirir las aptitudes necesarias en un período de tiempo relativamente corto, a me-
nudo en cuestión de horas, para el tratamiento ambulatorio inicial o en 1-2 días
durante una hospitalización. Así pues, los jóvenes con un nuevo diagnóstico de dia-
betes y sus familias requieren múltiples recursos y servicios de apoyo por parte de
todo el personal médico, incluyendo educadores, dietistas-nutricionistas y psicó-
14
logos o asistentes sociales .
En los adultos con DM1 de novo, la hiperglucemia puede haber comenzado
algún tiempo antes del diagnóstico (algunos individuos son tratados inicialmente
como si tuvieran DM2, antes de que se establezca el diagnóstico correcto de DM1).
Otros pueden experimentar más síntomas y requerir atención médica inmediata
por síntomas de hiperglucemia o incluso CAD. Con independencia de las circuns-
tancias del diagnóstico, los adultos pueden elegir a quiénes involucran en las ta-
reas de educación y tratamiento de la diabetes y cuándo los involucran, aunque
la inclusión de familiares y amigos próximos puede resultar beneficiosa. Algunos
adultos se muestran reservados en el tema de la diabetes y no comentan el diag-
nóstico con sus amigos o colegas, ya sean compañeros de estudios o bien de traba-
jo. Sin embargo, los adultos, como los niños, requieren educación sobre nutrición
y tratamiento de la diabetes, y también es necesario abordar sus preocupaciones
psicosociales. Es importante revisar cuestiones de empleo, educación, relacio-
nes sociales, embarazo y fertilidad, intimidad, conducción, viajes y ejercicio, entre
muchas otras. A menudo, las cuestiones fundamentales en los adultos giran en tor-
no a integrar el autotratamiento de la diabetes en la estructura de su vida cotidia-
na, con una disrupción mínima de los hábitos previos a la enfermedad. Evidente-
mente, la vida tendrá que cambiar, pero con una educación y un apoyo apropiados
es posible mitigar el impacto de la DM1.
En el caso de un paciente ya diagnosticado al que se deriva por DM1, es im-
portante comprender la evolución de su diabetes y su tratamiento, lo que incluye
una revisión detallada de los episodios previos de hipoglucemia grave y CAD y el
reconocimiento de las complicaciones microvasculares o macrovasculares existen-
15
tes . Si han transcurrido algunos años desde el diagnóstico, son necesarias a me-
nudo una revisión y una reeducación de las aptitudes para el tratamiento de la dia-
betes. En concreto, es importante asegurar que los adolescentes y adultos jóvenes
SEGUIMIENTO
Una serie de aspectos diferentes requieren atención durante las visitas de se-
guimiento, aunque estas cuestiones quizá no tengan que revisarse en cada visita.
Por ejemplo, para los jóvenes con DM1, es necesario comentar la importancia de
la implicación familiar continuada en las tareas de tratamiento de la diabetes du-
rante toda la infancia, con una transición gradual hacia el autocuidado cuando el
3-5,9,13
niño se adentra en la adolescencia . Aunque los jóvenes tienen a menudo la
destreza manual y las capacidades técnicas para utilizar una bomba o un bolígrafo
de insulina y pueden extraerla e inyectarla, los niños e incluso los adolescentes
generalmente no poseen la madurez emocional para mantener a diario estos com-
portamientos. Así pues, compartir las responsabilidades del tratamiento de la dia-
betes sigue siendo un área crítica que debe abordarse con los pacientes pediátricos
y sus padres/tutores. Además, el tema de las transiciones en la asistencia y la trans-
ferencia de profesionales pediátricos a profesionales de adultos es otra área que
16
requiere discusión, empezando generalmente en los años de la adolescencia . El
cribado y el tratamiento de las complicaciones constituyen otro tema que debe
mencionarse en las visitas de seguimiento, de forma ocasional durante la infancia
y a menudo durante la vida adulta. A los pacientes y sus familias también les gus-
ta aprender sobre nuevas tecnologías y enfoques de tratamiento, además de cono-
cer los últimos avances en la investigación. Por último, al revisar los datos de glu-
cemia, es importante no juzgar los resultados; los profesionales deben recordar a
17
los pacientes (y a sus padres) que los niveles de glucosa sanguínea siempre varían .
La importancia de determinar con frecuencia los niveles de glucemia radica en la
oportunidad de corregir con rapidez los valores que se sitúen fuera de lo normal.
Estos mensajes ayudan a reforzar la importancia del control frecuente de la gluce-
mia y evitan que durante las visitas se generen emociones negativas entre los pa-
cientes y sus familiares.
En cada visita de seguimiento, los objetivos son esencialmente los mismos:
◾ Talla (en los jóvenes), peso, IMC o percentil de IMC (en los jóvenes).
◾ Presión arterial (valoración del percentil en los jóvenes, ajustado por sexo
y talla).
◾ Exploración física (modificada para la diabetes) que incluya lo siguiente:
– Examen de los lugares de inyección o infusión, con atención a las áreas
de lipohipertrofia o atrofia.
– Examen tiroideo (cada año, o con mayor frecuencia si está indicado clí-
nicamente).
CONCLUSIÓN
Los individuos con DM1 de cualquier edad no deberían ser tratados como si tuvie-
ran DM2; esto no suele ser un problema en la población pediátrica, ya que la ma-
yoría de los pacientes pediátricos con diabetes tienen, de hecho, DM1. Por otro
lado, la mayoría de los adultos tienen DM2, de modo que no es infrecuente que los
adultos con diabetes sean tratados como si tuvieran DM2 aunque en realidad ten-
gan DM1. Todos los pacientes con DM1, con independencia de la edad, presentan
un trastorno autoinmune diferenciado que determina que el tratamiento se dirija a
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P
uesto que la diabetes mellitus tipo 1 (DM1) se desarrolla como consecuen-
cia de la lesión inmunitaria de las células beta pancreáticas secretoras de
insulina, numerosos estudios han intentado detener los procesos inmuni-
tarios que afectan a las células beta. La mayoría de estos estudios, que se conocen
como estudios de preservación, se han llevado a cabo en la DM1 de inicio recien-
te, en un intento de preservar la función de las células beta y con la esperanza de que
la enfermedad siga un curso más leve y, quizá, disminuyan sus complicaciones agu-
das y crónicas. Otros estudios, conocidos como estudios de prevención, se han rea-
lizado en individuos a los que se atribuye un alto riesgo de DM1, con la esperanza
de prevenir o retrasar la manifestación clínica de la DM1. Dos redes de ensayos clí-
nicos de los National Institutes of Health, la Type 1 Diabetes TrialNet (TrialNet)
y la Immune Tolerance Network (ITN), han asumido el grueso de los estudios en
la DM1 de inicio reciente. Estos estudios han utilizado un diseño relativamente
estandarizado (p. ej., en los criterios de inclusión y las medidas de resultados), así
como laboratorios centralizados para medir los parámetros fundamentales. La ma-
yoría de los estudios comentados en este capítulo han corrido a cargo de la TrialNet
y la ITN. También se incluyen ensayos controlados, aleatorizados y bien diseña-
dos que han aportado nuevas perspectivas sobre el tema.
115
ración, que fue aleatorizado pero no tratado) con los «pacientes sin respuesta». En-
tre los que respondieron (que eran casi la mitad de los incluidos), la preservación
media del péptido C se mantuvo en los niveles basales durante dos años, mientras
que no se observaron diferencias entre los pacientes sin respuesta y los sujetos con-
17
trol, grupos ambos que mostraron un declive progresivo del péptido C . En otro
estudio de teplizumab, el ensayo Delay, se incluyó a los pacientes 4-12 meses des-
18
pués del diagnóstico de DM1 . Aun así, hubo una mejoría en el péptido C un año
después del tratamiento con anti-CD3.
Se han realizado ensayos de fase 3 tanto con teplizumab como con otelixizumab.
El estudio Protégé fue un ensayo de fase 3 con teplizumab en el que participaron
19
516 pacientes de 8-35 años de edad con DM1 de inicio reciente . Lamentablemen-
te, la medida de resultados primaria que se utilizó en el estudio Protégé fue la com-
binación de un nivel de HbA1c < 6,5 % y una dosis de insulina < 0,5 U/kg/día. No
está claro por qué se seleccionó esta medida de resultados. Además, si se utiliza un
resultado compuesto, un individuo debe cumplir dos criterios para ser clasificado, y
la selección de un resultado de «sí o no» diluye el efecto de dos variables continuas.
Por otro lado, en análisis exploratorios del estudio Protégé en los que se utilizó el
parámetro convencional del péptido C, los resultados fueron positivos, especialmen-
te en los pacientes incluidos en Estados Unidos, los menores de 8-17 años de edad,
los incluidos durante las seis semanas siguientes al diagnóstico y los que tenían ni-
19
veles basales más altos de péptido C . Puesto que en el estudio Protégé no se cum-
plió el objetivo primario, se interrumpió un segundo ensayo de fase 3.
Los ensayos DEFEND-1 y DEFEND-2 fueron ensayos de fase 3 con otelixi-
zumab en los que participaron 272 y 179 pacientes, respectivamente, con DM1 de
20,21
inicio reciente . Sorprendentemente, en vez de utilizar la pauta de dosificación
(una dosis total de 48 mg durante seis días) que había demostrado efectos benefi-
14,16
ciosos sostenidos en el ensayo de fase 1/2 , los ensayos DEFEND administra-
ron una dosis total de tan sólo 3,1 mg del anti-CD3, una dieciseisava parte de la
empleada en el estudio anterior. Con la dosis utilizada, no hubo diferencias en el
péptido C al cabo de un año. Lamentablemente, en un intento de obviar por com-
pleto los efectos adversos potenciales, los ensayos DEFEND también obviaron los
efectos beneficiosos.
Los anti-CD3 pueden ser la intervención más prometedora de todas las eva-
luadas hasta la fecha, según los ensayos de fase 1/2. Aun así, las dificultades encon-
tradas durante los ensayos de fase 3 realizados hasta ahora pueden determinar que
no se prosiga esta prometedora intervención. Afortunadamente, en la actualidad se
está llevando a cabo en TrialNet un estudio adicional de anti-CD3 para la preven-
ción de DM1 en familiares de muy alto riesgo (riesgo proyectado a los cinco años
22
de al menos el 75 %) .
Otras dos intervenciones han demostrado un efecto beneficioso en la preserva-
ción del péptido C: el anticuerpo monoclonal rituximab, que se dirige a los linfo-
23,24 25,26
citos B , y el bloqueador de la coestimulación de linfocitos T abatacept .
El anticuerpo monoclonal anti-CD20 rituximab se evaluó en 87 sujetos (8-40 años
23
de edad) con DM1 de inicio reciente . La intervención consistió en cuatro infusio-
ESTUDIOS DE PREVENCIÓN
CONCLUSIÓN
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neral en los pacientes con diabetes mellitus tipo 1 (DM1) hasta después de que el
Diabetes Control and Complications Trial demostrara los beneficios del control
estricto de la glucemia para prevenir las complicaciones de la diabetes. Desde en-
tonces, una proporción cada vez mayor de adultos y niños con DM1 utilizan esta
modalidad de terapia. Así, el T1D Exchange Clinic Registry ha comunicado recien-
temente que ~ 60 % de los adultos y ~ 50 % de los niños con DM1 están emplean-
2
do bombas de insulina . En estudios aleatorizados y no aleatorizados se ha demos-
trado que la ISCI es más eficaz para reducir la hemoglobina glucosilada (HbA1c)
que el tratamiento a base de inyecciones y que se asocia a una mayor satisfacción
del paciente y una menor frecuencia de hipoglucemias.
La bomba de insulina sólo utiliza análogos de insulina de acción rápida para pro-
porcionar una cobertura a todas horas (24 × 7). El reservorio contiene la carga
de insulina necesaria para varios días. En las bombas convencionales, el reser-
vorio está conectado con un tubo de longitud variable, que, a su vez, está co-
nectado a un pequeño catéter o aguja de acero, que se insertan en el tejido sub-
cutáneo. Los lugares más habituales de inserción son nalgas, abdomen, muslos o
caderas, aunque algunos pacientes utilizan los brazos. La inserción de un nue-
vo equipo de infusión debería repetirse cada 2-3 días o siempre que valores per-
sistentemente elevados de glucemia indiquen un posible fallo en el sitio de in-
serción. Las «bombas de parche» (Patch Pumps), como la OmniPod, llevan una
«cápsula» desechable que contiene tanto el reservorio de insulina como el meca-
3
nismo que regula la bomba . La cápsula se pega a la superficie de la piel e incluye
un catéter integrado que permite la dispensación subcutánea de la insulina. Las
dosis de insulina programadas por el paciente a lo largo del día se suministran
127
PÁNCREAS ARTIFICIAL
FUNDAMENTO
COMPONENTES
ESTUDIOS DE FACTIBILIDAD
CUESTIONES DE SEGURIDAD
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INTRODUCCIÓN
L
a diabetes mellitus gestacional (DMG) se define como una diabetes diag-
nosticada durante el embarazo que no es una diabetes claramente manifies-
1
ta . Varios estudios epidemiológicos han demostrado que los niveles anor-
males de glucosa sanguínea durante el embarazo se asocian a un mayor riesgo de
2-6
complicaciones maternas y fetales . El reciente Hyperglycemia and Adverse Preg-
nancy Outcomes (HAPO) ha sugerido que la DMG se defina como «un trastorno
de hiperglucemia materna menos grave que el que se observa en la diabetes franca,
7
pero que se asocia a un mayor riesgo de resultados adversos del embarazo» . La in-
cidencia de este diagnóstico ha aumentado en paralelo con la de diabetes mellitus
tipo 2 (DM2). Las mujeres con DMG tienen un mayor riesgo de desarrollar diabe-
tes a lo largo de la vida, y los esfuerzos preventivos desde el inicio pueden tener un
impacto significativo en la progresión de la enfermedad y la probabilidad de pre-
vención. La bibliografía reciente ha sugerido una mayor prevalencia de complica-
ciones metabólicas a largo plazo en los niños nacidos de mujeres con diabetes ges-
tacional; por consiguiente, un mejor control glucémico durante el embarazo puede
tener futuras implicaciones para la salud tanto para la madre como para el niño.
PREVALENCIA
La prevalencia varía del 4 al 14 %. Los estudios han demostrado que en los últi-
mos años la prevalencia de DMG ha aumentado un 10-100 %, de forma más acu-
8-10
sada en las minorías étnicas . Un estudio efectuado en una población multiétni-
ca con sobrepeso u obesidad comprobó que la incidencia de DMG era del 41,1 %
en general; del 15,1 % entre los asiáticos e isleños del Pacífico; del 39,1 % entre
los hispanos; del 41,2 % entre los blancos no hispanos; del 50,4 % entre los ne-
11
gros no hispanos, y del 52,8 % entre los amerindios . Diversos factores contex-
tuales –como edad, índice de masa corporal (IMC), mezcla racial, uso de servicios
sanitarios, tenencia de un seguro de salud y disponibilidad de recursos preventi-
vos para la DMG– desempeñan un papel importante. La mayoría de los estudios
sobre DMG han utilizado de forma indistinta los términos «prevalencia» e «inci-
135
FISIOPATOLOGÍA
Placenta
Aumento de las hormonas
placentarias; lactógeno placentario,
hormona del crecimiento placentaria
(pGH); estrógenos, progesterona,
corticosterona, factor de necrosis
tumoral alfa (TNF-α)
Disminución de la reserva de insulina
Hígado
Aumento de la resistencia
a insulina
Disminución de la supresión
de la producción hepática
de glucosa por insulina
FACTORES DE RIESGO
Los factores de riesgo de DMG remedan los de la DM2 e incluyen los siguientes26,27:
PRUEBAS DE CRIBADO
En las décadas de 1940-1950 se observó que las mujeres con DM2 tenían niños
muy grandes y más complicaciones perinatales en sus embarazos anteriores. Esto
condujo a un esfuerzo para intentar diagnosticar en mujeres embarazadas valo-
res anormales de glucosa sanguínea que fueran compatibles con DMG. En Es-
tados Unidos, el Dr. O’Sullivan llevó a cabo las primeras pruebas de glucemia en
28
el embarazo . Sin embargo, la metodología del cribado e incluso su mera impor-
29
tancia para la DMG se han visto envueltas en la controversia .
En el pasado se excluía del cribado a las mujeres que carecían de características
2
de alto riesgo, como edad > 25 años, IMC ≥ 25 kg/m , familiares de primer grado
con diabetes, etnia de alto riesgo y antecedentes de intolerancia a la glucosa o re-
sultados adversos de embarazos previos. Lamentablemente, utilizando estos crite-
rios selectivos, sólo se habría excluido al 10 % de las mujeres y se habría pasado
por alto al 3 %, motivo por el cual ahora se practica cribado universal en todas las
30
mujeres entre las semanas 24 y 28 de la gestación . El cribado se recomienda ya al
comienzo del embarazo si hay factores de riesgo significativos o una sospecha fun-
dada de diabetes subyacente. Entre estos riesgos figuran los siguientes: obesidad
importante, familiares de primer grado con diabetes, antecedentes de intolerancia
a la glucosa o un niño macrosómico y glucosuria actual. La posibilidad de DMG
debería reevaluarse en el momento habitual (24-28 semanas) en las mujeres que
hayan tenido resultados normales en las pruebas efectuadas en etapas más tempra-
nas del embarazo.
Hasta 2001, el American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG)
postulaba que las mujeres con características de bajo riesgo (tal como se ha indi-
cado anteriormente) tenían menos probabilidades de beneficiarse del cribado. En
2008, la revisión del U.S. Preventive Services Task Force sobre el cribado de la dia-
betes gestacional llegó a la conclusión de que «la evidencia era insuficiente para
Dos pasos
valorar el equilibrio entre los beneficios y perjuicios del cribado de la DMG, an-
tes o después de las 24 semanas de gestación». Hasta 2011, la American Diabetes
Association (ADA) había respaldado que no se cribara a las mujeres que carecían
de las características de alto riesgo antes mencionadas. Desde 2011, la ADA re-
frenda el cribado universal de todas las mujeres sin un diagnóstico de diabetes
pregestacional. Ahora recomienda una única prueba de sobrecarga oral de glu-
cosa (SOG) con 75 g en ayunas para todas las mujeres sin un diagnóstico previo
de diabetes franca, tal como también recomienda el International Association of
Diabetes in Pregnancy Study Group (IADPSG). El ACOG, basándose en los ha-
llazgos de la National Institutes of Health Consensus Development Conference
sobre el diagnóstico de DMG, no respalda esta metodología de cribado. El ACOG
sigue pensando que el cribado puede realizarse en un proceso de uno o dos pasos
(figuras 2 y 3). La SOG, aunque escasamente reproducible (tasa de reproducibili-
31
dad del 78 %), es todavía hoy la prueba más práctica .
El proceso en dos pasos implica administrar una SOG con 50 g sin ayuno,
seguida de una determinación de glucosa sanguínea al cabo de una hora. Los ni-
veles de glucemia ≥ 130 mg/dl (sensibilidad del 90 %) o ≥ 140 mg/dl (sensibilidad
del 80 %) constituyen una prueba fallida, y la paciente se somete a una prueba diag-
nóstica de SOG con 100 g en ayunas. Se diagnostica diabetes gestacional si son
anormales dos o más valores de glucemia en los siguientes momentos: en ayunas,
O
Prueba de cribado y diagnóstico
en un paso
ADA: American Diabetes Association; IADPSG: International Association of Diabetes in Pregnancy Study Group;
SOG: sobrecarga oral de glucosa.
≥ 95 mg/dl; al cabo de una hora, ≥ 180 mg/dl; a las dos horas, ≥ 155 mg/dl, y a las
tres horas, ≥ 140 mg/dl. Por otra parte, algunos datos recientes han sugerido uti-
lizar un sola prueba combinada de cribado y diagnóstico con una SOG de 75 g en
ayunas. Se diagnostica DMG si son anormales uno o más valores de glucemia en los
siguientes momentos: en ayunas, ≥ 92 mg/dl; al cabo de una hora, ≥ 180 mg/dl, y
a las dos horas, ≥ 153 mg/dl.
La incidencia creciente de obesidad y las menores tasas de cribado para la dia-
betes entre las mujeres durante sus años fértiles han determinado que, en las muje-
res embarazadas, se diagnostique cada vez más diabetes no diagnosticada anterior-
mente, lo que se denomina ahora «diabetes franca». Este diagnóstico se establece
sobre los siguientes criterios:
HAPO E IADPSG
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
En la madre
Las mujeres con DMG tienen un mayor riesgo de DMG recurrente en los siguien-
44,45
tes embarazos, y también de DM2 . Teniendo en cuenta este riesgo, a todas las
pacientes se les debería recomendar una prueba de SOG con 75 g en ayunas a fin
de valorar el control glucémico y promover una modificación persistente del esti-
46
lo de vida hasta alcanzar el peso corporal ideal . Hay que explicar a las mujeres el
En el niño
Un gramo de prevención puede ser realmente mejor que una onza de curación, si
nos atenemos a las implicaciones económicas de prevenir la futura diabetes en esta
población de alto riesgo, que incluye tanto a madres como a hijos. Las interven-
ciones intensivas, farmacológicas y de estilo de vida, han demostrado ser eficaces
en contextos comunitarios (p. ej., programa de la YMCA) y en prácticas de aten-
ción primaria, y los beneficios persisten durante un mínimo de 10 años, además de
55
ser rentables . La creciente carga económica y social de la diabetes ha generado
56
una sensación de urgencia en el tema de la prevención . Un diagnóstico de DMG
no sólo incrementa los costes relacionados con un mayor número de partos por
cesárea e ingresos en unidades neonatales, sino que también acrecienta el uso de
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U
na vez diagnosticada, la diabetes mellitus gestacional (DMG) requiere unos
cuidados especializados. Con el fin de establecer las bases para interven-
ciones específicas, se revisan inicialmente los mecanismos a través de los
cuales se desarrollan ciertas complicaciones graves del embarazo en las mujeres
con DMG; esta revisión va seguida por una discusión de los enfoques de tratamien-
to dirigidos a reducir la incidencia de tales complicaciones. Este capítulo aborda
principalmente los aspectos médicos de la asistencia. Otras guías y revisiones exa-
1-3
minan de forma más exhaustiva las cuestiones relativas a la atención obstétrica .
MALFORMACIONES CONGÉNITAS
Los defectos no sindrómicos al nacer son más frecuentes entre los neonatos de mu-
4
jeres con diabetes pregestacional que entre los de mujeres no afectadas . Puesto
que la organogénesis de la mayoría de los sistemas afectados por anormalidades
relacionadas con la diabetes se completa hacia la séptima semana después de la ovu-
lación (la novena semana de gestación, si se supone un ciclo de 28 días y se calcula
desde la fecha del comienzo de la última menstruación), parece razonable asumir
que el desarrollo anómalo de un órgano fetal determinado se asocia a la exposi-
5
ción a un teratógeno durante esta etapa temprana del embarazo . Los niveles ele-
vados de hemoglobina glucosilada (HbA1c) al comienzo de embarazos diabéticos
complicados con fetos con anormalidades atestiguan la asociación entre hiperglu-
147
Los datos sobre el riesgo de mortalidad fetal intrauterina en las mujeres con DMG
son contradictorios. En comparación con controles no diabéticos, se han descri-
20,21 22-24
to tanto la ausencia de diferencias como el aumento o la reducción25,26 del
riesgo de muerte fetal intrauterina. Es probable que algunas de estas discrepancias
puedan atribuirse a diferencias en las definiciones de mortalidad fetal intrauterina
(p. ej., según la edad gestacional o el peso al nacer), en el control de las variables
de confusión (p. ej., problemas médicos concomitantes, anomalías congénitas fe-
27
tales), en el control de la edad gestacional en el momento del parto y en la defi-
nición de diabetes gestacional. En 2011, la American Diabetes Association (ADA)
cambió la definición de DMG, de «una diabetes diagnosticada durante el emba-
28
razo» a «una diabetes diagnosticada durante el embarazo que no es diabetes clara-
29
mente manifiesta» . La primera definición, que es similar a la de la Organización
30
Mundial de la Salud , incluye a las mujeres que pueden haber tenido diabetes no
detectada o no diagnosticada antes del embarazo actual. Las publicaciones que iden-
tifican la DMG según esta definición más inclusiva pueden incluir a mujeres con
un riesgo elevado de muerte fetal porque su hiperglucemia es de mayor duración
que la del embarazo actual. La descripción de una mayor prevalencia de muerte
fetal en un embarazo previo entre las mujeres que tienen DMG, en comparación
31
con las mujeres sin DMG , es una evidencia potencial de una duración más larga
de la agresión metabólica en el primer grupo.
Apenas se comprende por qué se produce muerte fetal inexplicable en ni-
ños formados normalmente de mujeres diabéticas que mantienen un buen control
glucémico. En mujeres que no cumplían los criterios definitorios de DMG, se ha
descrito una probabilidad ajustada significativamente mayor de mortalidad peri-
natal a las ≥ 34 semanas de gestación cuando la prueba de sobrecarga oral de gluco-
sa (SOG) producía resultados anormales en ayunas, al cabo de una hora y a las dos
27
horas . En modelos animales se ha demostrado que la hiperglucemia fetal, acom-
pañada de hipoxia secundaria a hiperglucemia materna, provoca estrés oxidativo y
32
acumulación fetal de ácido láctico . Así pues, es razonable pensar que la hiperglu-
cemia materna (quizá transitoria e inadvertida) pueda alterar las vías metabólicas
normales y causar muerte fetal.
La prevención de la muerte fetal en la DMG plantea un desafío clínico. La
asistencia convencional requiere el control de la glucemia materna. La adición de
una prueba fetal preparto hacia las últimas etapas del embarazo, aunque es una prác-
tica habitual en algunos centros, no ha demostrado prevenir esta tragedia. Se han
descrito tres casos de mujeres con DMG bien controlada en los que la muerte fetal
estuvo precedida por resultados tranquilizadores en las pruebas de frecuencia car-
24
díaca fetal a las 37, 38 y 40,5 semanas de gestación . Un gran estudio (n = 4,2 millo-
nes de partos no anómalos) comparó el riesgo semanal de mortalidad fetal y neo-
natal entre mujeres con y sin DMG. Entre los hallazgos destacaba la observación
de que, entre las semanas 36 y 41, el riesgo de muerte fetal era mayor –y el ries-
go de mortalidad neonatal era menor– en las mujeres que tenían DMG. Entre las
semanas 36 y 38, el riesgo de mortalidad fetal no difería significativamente del ries-
go de mortalidad neonatal. Sin embargo, en las semanas 39 y 40 de gestación, el
riesgo relativo de mortalidad fetal era significativamente mayor que el de morta-
lidad neonatal. A partir de estos datos, cabría concluir que el parto electivo de una
mujer con DMG a las 38 semanas de gestación podría contribuir a reducir la mor-
tinatalidad. Un estudio retrospectivo de mujeres con DMG no encontró diferen-
cia significativa en los resultados perinatales adversos entre el grupo que dio a luz
a las 38 semanas y las controles sometidas a observación. La única muerte fetal
se produjo a las 38-4/7 semanas en un niño del grupo asignado a observación, y se
33
asoció a una doble vuelta de cordón umbilical .
origen asiático (especialmente del Extremo Oriente) tienen una mayor preva-
49
lencia de DMG que las caucásicas, las afroamericanas y las hispanas . Las muje-
res asiáticas con DMG tienen sobrepeso y obesidad con menor frecuencia que las
49-51
mujeres de otras etnias con DMG , y también tienen valores de glucemia más
51
bajos en ayunas y más altos dos horas después de una SOG con 75 g . Aun des-
51 50
pués del ajuste por la etnia, la prevalencia de GEG y macrosomía es < 5 % en-
tre los asiáticos. No se ha encontrado todavía una explicación para la coexistencia
de hiperglucemia materna, composición corporal normal y peso neonatal normal
en este grupo étnico. En un estudio no se registraron diferencias interétnicas en
el ritmo de progresión de la resistencia a la insulina entre las semanas 15 y 28 de
gestación, pero la resistencia basal a la insulina fue mayor –y el incremento de la
función de las células beta fue menor– en las mujeres del Extremo Oriente que en
52
las blancas no hispanas . Debería investigarse si es necesario modificar la asisten-
cia clínica al primer grupo (p. ej., con la administración de insulina o metformina
al comienzo de la gestación).
El crecimiento fetal excesivo también está influido por el desarrollo estructu-
ral y la función de la placenta. Las mayores demandas fetales de oxígeno pueden
53
explicar el aumento de las áreas de superficie vellosa y capilar en la placenta . La
regulación al alza de ciertos transportadores placentarios de nutrientes por seña-
les de origen tanto materno como fetal puede explicar el transporte acelerado de
54
algunos nutrientes hacia el feto . Apenas se ha investigado si medidas tales como
limitar la ingesta materna de nutrientes o incrementar el uso materno de sustra-
tos mediante ejercicio durante el embarazo pueden reducir o aumentar la transfe-
rencia transplacentaria de nutrientes.
PREECLAMPSIA
Definida como hipertensión y proteinuria que se desarrollan en una mujer que era
55
normotensa antes de la semana 20 de gestación , la preeclampsia afecta con ma-
yor frecuencia a las mujeres que tienen DMG, con independencia de factores de
56
confusión tales como número de partos, edad, etnia, peso y ganancia de peso . Sin
embargo, en análisis multivariables se ha comprobado que la obesidad, que a me-
nudo concurre con DMG, tiene una asociación independiente más fuerte con la
56 57
preeclampsia que la DMG o las concentraciones de glucosa maternas . Los me-
canismos propuestos para el desarrollo de preeclampsia son similares a los que se
58-60
han postulado para el desarrollo de DMG; entre ellos, estrés oxidativo , activa-
ción y supresión de adipocitocinas y resistencia a la insulina de mayor magnitud
61
que la atribuible al embarazo per se . Un estudio no encontró diferencias signifi-
cativas en concentraciones de glucosa, concentraciones de insulina, sensibilidad
a la insulina y aclaramiento de glucosa entre las mujeres con DMG que desarro-
62
llaron y no desarrollaron preeclampsia . Así pues, la mayor incidencia de pree-
clampsia entre las mujeres con DMG sigue siendo un interrogante inexplicado.
De todas formas, dos ensayos controlados aleatorizados de tratamiento con dieta
e insulina constataron que las mujeres de los grupos tratados tenían una inciden-
63,64
cia significativamente menor de preeclampsia .
CONTROL DE LA GLUCEMIA
Con independencia de que la glucemia sea una causa o una covariable de otros fac-
tores responsables de las comorbilidades asociadas a la DMG, hay evidencia de que
la incidencia de estos resultados adversos disminuye cuando se toman medidas para
63,64
reducir las concentraciones maternas de glucosa .
Objetivos de glucemia
Por lógica, la selección de los objetivos de glucemia debería estar determinada por
las relaciones entre glucemia materna y resultados adversos del embarazo. Un es-
tudio comunicó que las mujeres con DMG que mantenían una glucemia automo-
nitorizada media entre 87 y 104 mg/dl tenían una incidencia de neonatos GEG
significativamente menor que las mujeres con valores medios de glucemia más al-
tos, y que no había diferencias significativas respecto a la incidencia en las mu-
71
jeres sin DMG . Sin embargo, los clínicos basan sus decisiones de tratamiento en
los valores de glucemia automonitorizados en diferentes horas del día, no en los
valores medios. Se ha investigado si los valores preprandiales o posprandiales de
glucemia son más predictivos de un resultado adverso determinado. Un estudio
en mujeres no diabéticas sometidas a una SOG con 75 g comprobó que todos los
valores de glucemia en ayunas > 63 mg/dl se asociaban significativamente a neo-
natos GEG, mientras que las OR ajustadas de todos los valores de glucemia a las
72
dos horas no se asociaban de forma significativa a neonatos GEG . Un ensayo con-
trolado aleatorizado en mujeres con DMG que requerían insulina comprobó que
aquellas que tenían como objetivo una glucosa capilar en ayunas de 60-90 mg/dl
y una glucosa capilar posprandial al cabo de una hora < 140 mg/dl tenían una me-
nor frecuencia de neonatos GEG que las mujeres que utilizaban el mismo objetivo
73
glucémico en ayunas y un objetivo preprandial de 60-105 mg/dl exclusivamente .
No se comunicaron los valores reales de glucemia alcanzados. Tampoco se estudió
la posibilidad de que el grupo que utilizó un rango más estrecho (y más bajo) de
glucemia preprandial hubiera alcanzado los mismos resultados clínicos que el gru-
po tratado en función de la glucemia posprandial. Teniendo en cuenta la natura-
leza positiva continua de la relación entre las concentraciones maternas de gluco-
sa basales y post-SOG y los neonatos GEG en las mujeres no tratadas, convendría
investigar este último presupuesto. Es posible, además, que diferentes combinacio-
nes de valores anormales de glucemia se asocien a resultados adversos distintos. Por
ejemplo, en un estudio observacional que comparó a mujeres sin DMG con mu-
jeres no tratadas que cumplían los criterios definitorios de DMG de los Interna-
74
tional Association of the Diabetes Pregnancy and Study Groups , las mujeres con
valores normales en ayunas y valores elevados post-SOG tuvieron un mayor ries-
go de parto prematuro e hipertensión gestacional, mientras que aquellas con va-
lores elevados en ayunas y valores normales post-SOG tuvieron un mayor riesgo
75
de dar a luz a un niño GEG .
Diversos organismos autorizados han propuesto valores objetivo de glucemia
con el fin de mejorar los resultados perinatales y maternos. No hay dos idén-
ticos (tabla 1). La mayoría no especifica el método de análisis ni el medio (plas-
ma, sangre completa, capilar) que se analizará; tampoco indica cuándo debería
empezar la determinación de la glucemia posprandial a la hora y a las dos horas en
relación con el momento de la comida. Ninguno de los informes especifica la fre-
cuencia de las pruebas ni si la determinación una vez al día se relaciona de forma
más estrecha con los resultados del embarazo que la determinación a días alternos.
La estandarización de estos parámetros, junto con el establecimiento de una rela-
ción cuantitativa entre los valores objetivo seleccionados y los resultados del em-
barazo, ayudaría a fijar objetivos de glucemia significativos y universalmente apli-
cables. Un estudio notificó los valores de glucemia en 57 mujeres embarazadas sin
diabetes obtenidos durante el tercer trimestre mediante monitorización subcutá-
especificado)
Posprandial
posprandial
posprandial
Preprandial
(tiempo no
En ayunas
1h
2h
ACOG1 < 95 < 130-140 < 120 Superar estos valores indica
adición de insulina
ADA65 ≤ 95 ≤ 140 ≤ 120 Recomendado por la V
International Workshop-
Conference on Diabetesa
ADIPS160 ≤ 90 ≤ 133a ≤ 121a Basado en 2 DE por encima
de los valores medios en mujeres
embarazadas sin factores
de riesgo conocidos
CDA161 < 95 < 140 < 121 Utiliza los objetivos del estudio
Maternal-Fetal-Medicine-Unit
Network asociados a buenos
resultados
DIPSI162 ~ 90b ~ 120b Congruente con una glucosa
plasmática media ~ 105 mg/dl
IDF163 60-95 60-105 140 120
NICE164 63-106 < 140 Si pueden alcanzarse sin riesgos
NIDDK165 ≤ 95 ≤ 95 ≤ 140 ≤ 120
SIGN166 ≥ 99 ≥ 126 ≤ 35 semanas
≥ 99 ≥ 144 > 162 > 35 semanas
a
El momento de las medidas posprandiales empieza después de comenzar la comida.
b
Glucosa plasmática.
ACOG: American Congress of Obstetricians and Gynecologists; ADA: American Diabetes Association;
ADIPS: Australasian Diabetes In Pregnancy Society; CDA: Canadian Diabetes Association; DE: desviación
estándar; DIPSI: Diabetes in Pregnancy Study Group-India; IDF: International Diabetes Federation; NICE: National
Institute of Health and Care Excellence [RU]; NIDDK: National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney
Diseases; SIGN: Scottish Intercollegiate Guidelines Network.
Monitorización de la glucosa
Intervenciones dietéticas
Las intervenciones dietéticas para minimizar la glucemia materna son la piedra an-
gular –y deberían constituir el primer paso– en el tratamiento de la DMG. Un ob-
jetivo importante de la terapia nutricional para las mujeres con DMG es propor-
cionarles nutrientes adecuados, pero no excesivos, para el crecimiento materno
y fetal. Los intentos de limitar el suministro de nutrientes mediante restricciones
moderadas de la ingesta energética (calórica) diaria total no resultaron efectivos
87-89
para frenar el crecimiento fetal . Dado que la glucosa es un sustrato importan-
te para el crecimiento fetal, la cantidad de glucosa transferida de la circulación
materna a la fetal se correlaciona positivamente con las concentraciones de gluco-
sa maternas, y, por definición, las concentraciones de glucosa maternas son mayo-
res en las mujeres con DMG que en las no afectadas. En consecuencia, se han di-
señado estrategias para limitar la hiperglucemia materna mediante cambios en el
contenido dietético. En un estudio, la limitación de los hidratos de carbono tota-
90
les (azúcares, almidón y fibra) se asoció a una disminución de los neonatos GEG .
Sin embargo, otro estudio comprobó que un incremento de los hidratos de carbo-
no totales en mujeres con DMG se asociaba a un descenso en la incidencia de ma-
91
crosomía fetal . El hecho de que no se distinguiera entre los tipos de hidratos de
carbono en los alimentos ingeridos puede explicar, en parte, la disparidad en los
hallazgos de estos estudios. La glucosa en los hidratos de carbono simples (como
los presentes en alimentos que contienen azúcares refinados, como los refrescos no
dietéticos) se absorbe con mayor rapidez, mientras que los hidratos de carbono com-
plejos (como los que se encuentran en alimentos tales como los cereales integrales
y las pastas) se absorben más lentamente.
El índice glucémico (IG) es una medida cuantitativa del efecto de diferentes
alimentos sobre la glucosa sanguínea después de su ingestión. En los individuos
normales, se determina calculando primero el área bajo la curva de respuesta a la
glucosa durante un período de dos horas tras la ingestión de una cantidad fija de
un alimento concreto. A continuación, se mide el área bajo la curva de respuesta a
la glucosa durante dos horas tras una provocación con 50 g de glucosa en el mis-
mo individuo. Finalmente, el IG del alimento se calcula dividiendo el área bajo
la curva de respuesta a la glucosa del alimento por el área obtenida con 50 g de
92
glucosa, y el resultado se expresa como porcentaje . Los ensayos prospectivos que
han comparado a mujeres embarazadas asignadas aleatoriamente a alimentos con
un IG alto o bajo han deparado resultados contradictorios. Un estudio de mujeres
embarazadas no diabéticas distribuidas aleatoriamente a las ocho semanas de ges-
tación constató medidas significativamente menores de glucosa e insulina mater-
nas –así como una mayor sensibilidad a la insulina en las etapas tardías del embara-
zo– en el grupo que consumió una dieta con IG bajo. Los neonatos de las mujeres
en este último grupo tuvieron un peso al nacer significativamente más bajo, y tam-
93
bién una menor masa magra y grasa . Otro ensayo amplio (n = 800) investigó a
mujeres embarazadas que habían dado a luz previamente a niños con un peso al
nacer ≥ 4.000 g. Empezando en el momento de la inclusión (13 semanas), las pa-
cientes fueron asignadas aleatoriamente a una intervención con IG bajo o ningu-
na intervención dietética. Las mujeres del grupo con IG bajo tuvieron una menor
ganancia de peso y resultados más bajos después de una provocación con glucosa
a las 28 semanas. Aunque los centiles de peso al nacer fueron menores en el gru-
Ejercicio
Sin embargo, otro ensayo prospectivo aleatorizado demostró que, entre las mu-
jeres con DMG, el peso al nacer era significativamente menor en las asignadas al
102
grupo con ejercicio . La duración de la exposición al ejercicio podría explicar esta
diferencia en los hallazgos. En el primer informe, la terapia de ejercicio no se in-
101
trodujo hasta las 24 semanas o con posterioridad , mientras que en el segundo, el
ejercicio se introdujo en todas las pacientes entre las semanas 10 y 12 de gestación
102
(es decir, antes de que se estableciera el diagnóstico de DMG) .
Medicación
Madre Neonato
Ref. Tipo n Metformina Necesidad Ganancia Peso Macro/GEG
frente de insulina de peso al nacer
a otros adicional
167 Cohorte 592 Met(+Ins) 21 frente a 37 %; Met < Diet;
frente a OR: 0,46 OR: 0,56
Dieta(+Ins) (0,32-0,66) (0,33-0,99)
168 Caso- 200 Met frente a NV Met < Diet NS NS
control Ins
169 ECA 200 Met frente a NV NS NS
Ins
170 ECA 751 Met(+Ins) 46 % Met < Ins NS NS
frente a Ins
171 ECA 100 Met(+Ins) 32 % NS NS NS
frente a Ins
172 ECA 160 Met(+Ins) 14 % Met < Ins Met < Ins Met < Ins
frente a Ins
173 ECA 94 Met(+Ins) vs 26 % Met < Ins NS NS
Ins
ECA: ensayo controlado aleatorizado; GEG: grande para la edad gestacional; NS: no significativo
estadísticamente; NV: no valorado; OR: odds ratio.
Las guías del Institute of Medicine (IOM) sobre la ganancia de peso durante el em-
barazo se basan en estimaciones de la ganancia de peso –dentro de cada categoría
de índice de masa corporal (IMC) materno pregestacional– que se asocia a la pre-
valencia más baja de parto por cesárea, parto prematuro, neonatos GEG o peque-
ños para la edad gestacional, obesidad infantil y mantenimiento posparto del peso
115
materno (tabla 4) . En estas guías no se incluyeron recomendaciones específicas
serie de estudios individuales y revisiones han examinado los efectos de los cam-
bios en el estilo de vida (principalmente en la dieta) sobre los resultados del em-
barazo en poblaciones obstétricas no seleccionadas o con sobrepeso/obesidad. La
mayoría de los ensayos aleatorizados comprobaron que el grupo que recibía la in-
tervención tenía una menor ganancia de peso durante la gestación, pero sin ningún
127-131
impacto sobre el peso al nacer . El cumplimiento de las instrucciones consti-
tuye un problema, ya que algunas mujeres indicaron que no habían recibido ins-
trucciones o que habían recibido un asesoramiento incorrecto acerca de la ganan-
132,133
cia de peso . En estudios confinados a mujeres con sobrepeso u obesidad, se
han descrito reducciones significativas en la ganancia de peso durante el embara-
134 134
zo, pero sin que disminuyera la incidencia de macrosomía fetal , neonatos GEG
136
o mayor peso al nacer .
En mujeres con y sin DMG, la pérdida de peso gestacional en las que presen-
tan sobrepeso u obesidad se ha asociado a una reducción en la frecuencia de neo-
natos GEG. Sin embargo, especialmente en las mujeres con sobrepeso, la pérdida
de peso gestacional también se ha asociado a un mayor riesgo de neonatos peque-
137-140
ños para la edad gestacional . Teniendo en cuenta estos hallazgos, junto con la
asociación negativa entre cetonemia materna (asociada presumiblemente al ayu-
141
no) y rendimiento intelectual en los hijos de mujeres diabéticas , no parece razo-
nable aconsejar una pérdida de peso durante el embarazo.
PARTO
La decisión sobre el momento del parto en las mujeres con DMG obliga a recon-
ciliar dos cuestiones fundamentales. Demorar el parto hasta el inicio del trabajo
de parto espontáneo comporta el riesgo de un crecimiento fetal excesivo y, por
lo tanto, un mayor riesgo de distocia de hombros, así como un pequeño riesgo de
muerte fetal. El parto antes de término acarrea el riesgo de prematuridad y de par-
to por cesárea a causa de una inducción defectuosa del trabajo de parto. Hay dife-
rencias entre las opiniones de los expertos; así, la ADA sugiere que «la prolonga-
ción de la gestación más allá de las 38 semanas aumenta el riesgo de macrosomía
fetal sin reducir las tasas de cesárea, de modo que se recomienda el parto en el cur-
142
so de la semana 38» , mientras que el American Congress of Obstetricians and
Gynecologists recomienda que «cuando el control de la glucemia sea bueno y no
concurran otras complicaciones, no hay evidencia sólida para apoyar el parto sis-
1
temático antes de las 40 semanas» . En cualquier caso, los datos de una gran base
de datos (n = 193.028 partos de mujeres con DMG) sugieren que, aunque el ries-
go de mortinatalidad con un parto a las 36 semanas supera al que cabría esperar
con una actitud expectante, a las 39 semanas el riesgo de mortalidad fetal en el gru-
po con este enfoque supera al riesgo del parto, a pesar de que los riesgos absolu-
143
tos son bajos con ambas estrategias asistenciales .
ATENCIÓN POSPARTO
PLANIFICACIÓN FAMILIAR
Una mujer que ha tenido DMG corre un riesgo sustancialmente mayor de desa-
rrollar DMG recurrente y/o diabetes franca, y ambas entidades acarrean consecuen-
cias potencialmente graves tanto para la madre como para su descendencia. Pare-
ce justificado, pues, un esfuerzo colaborativo entre la madre y el personal sanitario
para asegurar un control metabólico óptimo antes de emprender un nuevo emba-
razo. La planificación familiar es un componente esencial de la preparación para
el embarazo. Según los Centers for Disease Control and Prevention, la diabetes
es un trastorno para el que no hay ninguna restricción en el uso de métodos con-
150
traceptivos . En contraste con el descenso mundial en el número de embarazos
imprevistos, en Estados Unidos la tasa de embarazos no planificados (que repre-
LACTANCIA MATERNA
Aparte de los beneficios atribuidos a la lactancia materna para todas las mujeres
y sus neonatos, el amamantamiento depara otros beneficios específicos a las mu-
jeres con DMG y su descendencia. Se ha comprobado que, en mujeres que han
tenido DMG, las áreas bajo las curvas de glucosa-insulina en ayunas y a las dos ho-
ras de una SOG posparto son menores entre las mujeres que dan el pecho que en-
153,154
tre las que no amamantan . Los efectos de la lactancia sobre el metabolismo pue-
den variar dependiendo de su duración. Un estudio comunicó una mejoría en la
glucemia materna, la secreción de insulina y la sensibilidad a la insulina entre las
mujeres que amamantaron durante > 10 meses, en comparación con las que lo hi-
155
cieron durante < 10 meses . Un estudio que siguió durante 19 años a mujeres que
habían tenido DMG comprobó que las que habían amamantado durante > 3 meses
tenían el riesgo mínimo de desarrollar DM2, y que las mujeres que habían amaman-
tado tenían un período de latencia cinco veces más largo antes de desarrollar dia-
156
betes franca en comparación con las mujeres que no habían dado el pecho . Aun-
que se ha escrito poco acerca de los efectos de los agentes hipoglucemiantes orales
sobre la producción y el contenido de la leche materna, la evidencia existente su-
157
giere que se detectan cantidades mínimas de estos fármacos en la leche materna .
Son escasos los estudios que hayan abordado exclusivamente el efecto de la lac-
tancia materna en niños de mujeres con DMG. En uno de tales informes, el incre-
mento del IMC durante la infancia fue significativamente más lento en los niños
que habían recibido lactancia materna que en los que no, a pesar de que no había
158
diferencias en el IMC en el momento del parto . En otro estudio, la prevalencia
de sobrepeso infantil fue menor en los hijos de mujeres que los amamantaron du-
rante 3-6 meses, en comparación con los niños amamantados durante 0-3 meses,
aunque la prolongación de la lactancia materna más allá de seis meses no produjo
159
una ulterior reducción en el crecimiento excesivo de los niños .
Aunque una discusión de los esfuerzos para limitar los efectos adversos a largo pla-
zo y las secuelas de la DMG en las madres y sus hijos supera el alcance del presen-
CONCLUSIÓN
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Mar 21.
L
a diabetes mellitus tipo 1 (DM1) complica hasta el 0,3 % de todos los em-
barazos, y la prevalencia de diabetes mellitus tipo 2 (DM2) durante el emba-
razo está aumentando hasta niveles comparables en Estados Unidos y mu-
chos otros países. Los embarazos complicados por diabetes preexistente comportan
un mayor riesgo de malformaciones, preeclampsia, parto prematuro, macrosomía
y morbilidad neonatal, así como de mortalidad perinatal. El grado de control glu-
cémico en el momento de la concepción y durante el embarazo, junto con la pre-
sencia o ausencia de complicaciones diabéticas crónicas, como niveles elevados de
albúmina (> 30 mg/24 h), nefropatía e hipertensión, influye notablemente en la
probabilidad de un resultado favorable tanto para la madre como para el feto. Este
mensaje capital es el mismo para la DM1, la DM2 y otros tipos de diabetes. El
presente capítulo aborda los dos tipos de diabetes de una forma similar, y, a menos
que se indique lo contrario, se discuten conjuntamente como diabetes.
177
alcanzada antes del embarazo. Esta información podría ser un factor útil que mo-
tivara a las mujeres a alcanzar los objetivos glucémicos y les hiciera comprender
que cualquier mejoría en la regulación de la glucemia es realmente beneficiosa,
con independencia del valor final alcanzado.
El tratamiento de las mujeres con diabetes debe empezar antes de la gestación. Por
consiguiente, cualquier visita médica regular que haga una mujer en edad repro-
ductiva, desde la adolescencia hasta la mediana edad, debería considerarse como
una visita preconcepcional (tabla 1). Estos contactos brindan una oportunidad sin-
gular para discutir las necesidades contraceptivas de la paciente y sus ideas y preocu-
paciones acerca de un futuro embarazo. Algunas valoraciones regulares importan-
tes son la determinación de la presión arterial, la exploración de fondo de ojo con
dilatación pupilar y la evaluación de la función renal y la excreción urinaria de al-
búmina. Las pruebas de HbA1c deberían realizarse de forma sistemática, y hay que
explicar los principios de la automonitorización de la glucemia (AMG), si es nece-
sario. El objetivo deseado de control glucémico en la fase de asistencia previa a la
concepción es reducir la HbA1c hasta lo más cerca posible del valor normal (< 7 %;
se considera aceptable un valor de 52 mmol/mol según la International Federation
of Clinical Chemistry [IFCC]), con un foco específico en el riesgo de hipoglu-
cemia grave, a fin de alcanzar la máxima fertilidad y un desarrollo embrionario y
fetal óptimo. Un mal control glucémico durante el período de organogénesis (las
primeras siete semanas después de la concepción) aumenta significativamente el
riesgo de malformaciones congénitas y pérdida prematura del embarazo. Puesto
que gran parte de este período puede discurrir antes de que la mujer se dé cuenta
de que está embarazada, se consideran cuestiones críticas una planificación precon-
cepcional y un control glucémico excelente.
Se aconseja una exploración de fondo de ojo con dilatación pupilar antes de la con-
cepción y en el primer trimestre con el fin de evaluar la retina y el riesgo de pro-
gresión a una retinopatía que comprometa la vista. Las mujeres sin retinopatía dia-
bética previa no acostumbran a desarrollar retinopatía clínicamente significativa
durante el embarazo. Muy pocas mujeres con retinopatía subyacente al comienzo
del embarazo experimentan una progresión clínicamente significativa a retinopatía
proliferativa o edema macular. La retinopatía proliferativa tratada mediante foto-
coagulación con láser y en situación estable generalmente permanece así a lo lar-
go de la gestación. En cambio, a las mujeres con una retinopatía proliferativa ac-
tiva no tratada se les deberías aconsejar que pospongan el embarazo hasta que este
proceso se haya tratado adecuadamente y haya permanecido estable durante un
mínimo de seis meses. El control glucémico óptimo a largo plazo reduce el riesgo
Las mujeres con DM1 o DM2 corren riesgo de hipoglucemia grave durante el em-
barazo. Se han descrito fallecimientos como consecuencia de la hipoglucemia ma-
terna. Además, debido al riesgo de accidentes de tráfico, en algunos países se pro-
híbe conducir con niveles de glucemia < 70 mg/dl (3,9 mmol/l). Varios grandes
ensayos controlados aleatorizados en mujeres embarazadas con diabetes han lo-
Durante el embarazo, las mujeres con DM1 deberían utilizar la AMG para valo-
rar el control glucémico en estado de ayunas, antes de cada comida y 1-2 horas des-
pués de las comidas. Puede proponerse una determinación a las 02:00-03:00 horas
de la madrugada en las mujeres con alto riesgo de hipoglucemia nocturna grave.
También puede emplearse la monitorización continua de la glucosa (MCG) du-
rante el embarazo, que ayuda a diagnosticar episodios de hipoglucemia nocturna
que pasan inadvertidos con la AMG. Es aconsejable llevar un registro sistemático
cuidadoso de los episodios de hipoglucemia leve e intensa.
La HbA1c debería determinarse en la primera visita prenatal de la paciente con
el fin de valorar el control glucémico previo y, posteriormente, cada dos semanas
durante todo el embarazo como complemento de la AMG.
Hay que indicar a las pacientes que se realicen una determinación de cetonas
en cualquier momento en que los niveles de glucemia superen los 240 mg/dl (aproxi-
madamente 13 mmol/l). El riesgo de desarrollar cetoacidosis diabética es mayor
en las mujeres embarazadas con DM1, y puede ser mortal para el feto.
NECESIDADES NUTRICIONALES
Se aplican las recomendaciones generales para todas las mujeres embarazadas. Esto
supone 0,5-1 horas diarias de una actividad física ligera, como caminar, ir en bici-
cleta o nadar. Caminar después de una comida atenúa el incremento posprandial
de la glucosa plasmática. En las mujeres embarazadas tratadas con insulina es im-
portante la monitorización de la glucosa antes y durante la actividad física. En caso
de ejercicio, pueden ser necesarios un tentempié de 10-30 g de hidratos de carbo-
no antes de iniciar la actividad física y una reducción de la insulina de acción rápi-
da a la hora de la comida.
Tasas basales
◾ Se reducen generalmente en las semanas 8-16
◾ Aumentan de la semana 16 en adelante
◾ Los ajustes se basan en los valores de glucosa plasmática en ayunas y preprandiales
Reglajes del calculador de bolos
◾ El objetivo de glucosa plasmática se establece en 86 mg/dl (4,8 mmol/l)
◾ Relación (ratio) hidratos de carbono/insulina
– Énfasis en la necesidad de reducirla, especialmente después de las 16 semanas
– Los ajustes se basan en los niveles de glucosa plasmática posprandiales
– Se administran bolos en todas las comidas y tentempiés
– Es habitual una reducción de cuatro veces en la relación hidratos de carbono/insulina
– Pueden administrarse bolos de insulina 15-30 minutos antes de las comidas, especialmente
en las etapas tardías de la gestación
◾ Factor de sensibilidad a la insulina
– Énfasis en la necesidad de reducirla, especialmente después de las 16 semanas
– Los ajustes se realizan a menudo en función de la relación hidratos de carbono/insulina
Fuente: Mathiesen JM, Secher AL, Ringholm L, Norgaard K, Hommel E, Andersen HU, Damm P, Mathiesen ER.
Changes in basal rates and bolus calculator settings in insulin pumps during pregnancy in women with type 1
diabetes. Journal of Maternal-Fetal & Neonatal Medicine, 2013. Reproducido con permiso del editor.
Las pacientes que han utilizado terapia con bomba de insulina antes del embara-
zo deberían seguir con esta misma pauta. En pacientes seleccionadas que tengan
Metformina
Gliburida (glibenclamida)
CUIDADOS AMBULATORIOS
visita deberían revisarse el medidor de AMG, el diario de registro o los datos des-
cargados; también hay que discutir eventuales problemas de hiperglucemia o hi-
poglucemia y determinar la ganancia de peso y la presión arterial. Muchos espe-
cialistas consideran que la determinación de la HbA1c en cada visita del embarazo
es una estrategia idónea para que tanto la paciente como el cuidador se hagan una
idea inmediata de lo cerca que está la mujer de su objetivo glucémico.
Si se ha detectado una retinopatía subyacente, deberían efectuarse exploracio-
nes oftalmológicas repetidas en el segundo y el tercer trimestres; la retinopatía
proliferativa requiere un seguimiento más intensivo. Si es necesaria una normali-
zación rápida de la glucemia, pueden considerarse visitas mensuales al oftalmólo-
go para la detección inmediata del desarrollo de neovascularización.
En presencia de microalbuminuria o nefropatía diabética, deberían evaluarse
la función renal por la excreción urinaria de albúmina (relación albúmina/creati-
nina o excreción en 24 horas) y la presión arterial en cada visita, y es necesario me-
dir la creatinina sérica entre una y tres veces a lo largo del embarazo.
La neuropatía autonómica grave puede dar lugar a vómitos incoercibles que
requieran reposición intravenosa de líquidos y, en casos excepcionales, nutrición
parenteral.
El parto prematuro es frecuente en las mujeres diabéticas, y las infecciones de
las vías urinarias pueden ser un factor contribuyente. Debería realizarse un análi-
sis de orina en el primer trimestre para excluir infecciones urinarias asintomáticas
durante el embarazo.
PREPARTO Y PARTO
tes tratadas con bomba de insulina subcutánea, la tasa basal puede continuarse du-
rante el preparto activo en dosis reducidas.
Si se planifica una cesárea en las primeras horas de la mañana, debería omitir-
se la dosis matinal habitual de insulina de acción rápida. En cambio, puede admi-
nistrarse una dosis de insulina de acción prolongada. Debido al descenso rápido
del nivel de insulina después de la extracción de la placenta, la dosis podría calcu-
larse como un tercio de los requerimientos de insulina de cada mujer embaraza-
da durante las siguientes 8-12 horas, y es posible que tan sólo se necesiten peque-
ñas dosis de insulina durante el resto del día. Si se utiliza una bomba de insulina,
la insulina basal puede continuarse a ritmos más bajos (p. ej., el 80 % de la dosis
habitual). Después de la cirugía, los niveles de glucosa deberían controlarse cada
1-2 horas, y hay que mantener una solución intravenosa que contenga dextrosa
al 5 % hasta que la madre empiece a comer.
Actualmente, el parto puede demorarse sin riesgos hasta las 38-40 semanas en la
mayoría de las mujeres diabéticas. Después, se puede inducir el trabajo de parto o
se puede esperar al inicio del trabajo de parto espontáneo. Es importante mante-
ner un control glucémico excelente, y deberían permanecer normales todos los pa-
rámetros de la vigilancia fetal preparto.
En un contexto clínico, el trabajo de parto se induce a menudo a las 38-39 se-
manas por la preocupación de un «niño relativamente grande» y para evitar una
muerte fetal cerca de la fecha prevista para el parto. Sin embargo, el parto prema-
turo iatrogénico también puede estar indicado por riesgo de preeclampsia o cre-
cimiento fetal excesivo.
Tal como ocurre en las mujeres no diabéticas, está indicado el tratamiento pre-
natal con glucocorticoides para potenciar la madurez pulmonar en caso de parto
prematuro a las 24-33 semanas de gestación. La administración de altas dosis de
corticosteroides causará hiperglucemia en la madre si no se incrementa adecuada-
mente la dosis de insulina. La mejor forma de conseguirlo es utilizar un algoritmo
que acreciente inmediatamente la dosis de insulina desde el principio del tratamien-
to con esteroides. En general, se recomienda aumentar en un 50 % la dosis actual
de insulina, junto con suplementos de insulina de acción rápida según las medicio-
nes de la AMG. Los mayores requerimientos de insulina se estabilizan en el curso
de 4-7 días.
CUIDADOS POSPARTO
Los neonatos deben ser sometidos a observación estricta para detectar posibles
morbilidades, como hipoglucemia neonatal. Los niveles elevados de glucemia ma-
terna, y la hiperinsulinemia fetal consiguiente, pueden dar lugar a hipoglucemia
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
www.terapiadm.org