mil soles —notorio beneficio— tras el ofrecimiento de interceder ante los miembros del JNE y
los magistrados del MP y el Poder Judicial (PJ) por los casos de la denunciante. Se produjo un
Tráfico de Influencias.
No obstante, la Sala Penal Permanente asevera que la conducta no es delictiva porque tienen
una causa de justificación: el ejercicio « […] de actos de abogacía».
¿La Corte Suprema considera, entonces, que los abogados podemos traficar influencias
(artículo 200 del CP) y alegar que es parte de nuestra función (la abogacía)?.
Tráfico de Influencias: Corrupción y Derechos Humanos
El Derecho Penal es el instrumento jurídico que usan los Estados para reprimir conductas que
la sociedad no puede ni desea soportar —según el parecer del legislador, obviamente—. Dicha
rama del Derecho protege «bienes jurídicos» que son los intereses, relaciones y posiciones que
garantizan la subsistencia de la propia sociedad.5
• Tráfico de Influencias como Acto de Corrupción
El bien jurídico que tutela el delito llamado Tráfico de Influencias es el asignado a los
denominados «Delitos contra la Administración Pública» del Código Penal (Título XVIII del Libro
Segundo), es decir, el correcto desempeño de las funciones asignadas a ciertas personas para
el bienestar de los ciudadanos dentro de un Estado Social y Democrático de Derecho.6
El Tráfico de Influencias, así como gran parte de los mencionados Delitos contra la
Administración Pública, son actos corruptos, delitos de corrupción, de conformidad con lo
establecido por la CNUCC y la Convención Interamericana contra la Corrupción (CICC), y las
definiciones más avanzadas sobre el fenómeno.
Tales definiciones consideran que la corrupción es el mal uso del poder encomendado, público
o privado, que implican la violación de un deber, con el propósito de obtener un beneficio
indebido. Añado a ellas: los actos de corrupción siempre vulneran derechos humanos —más
adelante, volveré al punto—.
Mi opinión es que el acusado violó sus deberes como abogado y, en consecuencia, aquellos
que le encomienda el sistema democrático con el fin de lograr un beneficio indebido: 60 mil
soles. Esa conducta encaja perfectamente con las definiciones de corrupción.
Y El Estado Peruano tiene el propósito explícito de enfrentar a la corrupción. Por ejemplo, el
Tribunal Constitucional, en jurisprudencia reiterada, sostiene que el « […] combate contra toda
forma de Corrupción goza […] de protección constitucional […]» (Sentencia del Expediente
00017-2011-PI/TC del 3 de mayo de 2012).
El compromiso —y la consecuente obligación del Estado de luchar contra la corrupción— es
mostrado, también, con la ratificación de dos tratados internacionales sobre la materia: las
mencionadas CNUCC y la CICC.
Tráfico de Influencias y Derechos Humanos
Aunque el bien jurídico protegido por el delito de Tráfico de Influencias es el adecuado
desempeño de las labores asignadas a las personas responsables de administrar el Estado
para el bienestar de los ciudadanos, urge apuntar que es un delito común, es decir, lo puede
cometer cualquier persona que tenga, o se jacte de tener, influencias y que persiga un beneficio
a través de la intermediación en causas administrativas o judiciales.
Ello lleva a reflexionar respecto de los derechos humanos que son violados cuando se comete
el delito Tráfico de Influencias, en general, y, en el caso observado.
Muy brevemente, señalaré que he adoptado las nociones doctrinarias según las cuales las
violaciones de derechos humanos pueden ser directas o indirectas. Las directas son aquellas
en las cuales el acto de corrupción supone, de por sí, la vulneración de uno o más derechos.
Las llamadas violaciones indirectas se producen cuando el acto de corrupción conduce a
acontecimientos que generan la vulneración de —uno o más— derechos. El vínculo de
causalidad debe ser evidente.7