Los “mercachifles”
A los vendedores trashumantes se les conoció como “mercachifles” debido a su
costumbre de anunciarse a las poblaciones o estancias donde llegaban haciendo sonar
una especie de silbato o chifle. “Eran libaneses apenas llegados al país, que salían desde
Neuquén y General Roca, en grupos de 2 y 3, acompañados por algunos peones y
baquianos, con caballos o mulas cargados de ropa, telas y otros artículos”.
El denunciante agregó que Elías había partido desde General Roca en agosto de 1908,
con mercadería suya y pactado que regresaría antes de noviembre. Era habitual que
sirios–libaneses ya instalados, ayudaran a sus “paisanos” recién llegados con
mercaderías en consignación a fin de que pudieran comenzar una actividad rentable.
Estos se internaban en la meseta ofreciendo productos en las poblaciones y estancias
alejadas, volviendo varios meses después. También informó el denunciante, que Elías y
su peón, habían sido vistos por última vez en octubre de 1908, en el paraje conocido
como “Lanza Niyeo”. Agregando que unas semanas después fueron vistas las dos mulas
y el caballo de Elías deambulando por la meseta. Por lo cual tenía la seria sospecha que
Elías y su peón podrían haber sido asesinados.
La punta de la madeja
Los rumores sobre “turcos” desaparecidos en Patagonia crecían. Llamaba
poderosamente la atención que desde 1905 no regresaba ninguno de los “mercachifles”
que se internaban en la meseta. De hecho, la firma El Dahuk o Eldahuk Hnos. tenía
registrado entre sus deudores a 55 vendedores ambulantes de origen árabe que no
habían regresado a regularizar su deuda, entre ellos a José Elías.
La confesión
Todo cambió cuando detuvieron a unos mapuches que interrogados confesaron varios
crímenes, pero que no estaban relacionados con las desapariciones de “turcos”. Fue
entonces que el olfato de investigador del comisario Torino le guió directamente hasta
“Lagunitas”, donde procedió a detener a un menor llamado Juan Aburto. El joven
confesó enseguida que en el toldo (vivienda o choza) de Ramón Sañico, habían matado
algunos días atrás a 3 sirios. También, que en otras oportunidades, habían matado a los
“turcos” que llegaban hasta allí.
Con la suerte ahora de su lado, Torino llegó hasta el toldo de Ramón Sañico, quien ya
había huido pero pudo recuperar varios objetos robados. El rápido despliegue policial
permitió ir apresando a todos los integrantes de la banda y recolectar pruebas. No tardó
en localizar los toldos de Antonio Cuece, quien al parecer era mujer que vestía de
hombre y machi (bruja o curandera), conocida bajo el alias de “Macagua”.
Junto a ella estaba el huinca (hombre blanco) Pablo Berbránez, chileno, alto, rubio, de
ojos verdes y elegante vestir de negro -según le describe el historiador Elías Chucair-
cuya curiosa personalidad le llevaba a ser también Juez en Toltén, Chile. Ambos
ejercían el liderazgo sobre los capitanejos comandados por Pedro Villa, Bernardino
Aburto, Francisco Muñoz y Julián Benigno Muñoz, todos ellos con frondosos
prontuarios delictivos. Durante los cuatro meses que duró la investigación el comisario
Torino detuvo e interrogó a unas 80 personas.
“Todos pa’dentro”, dicen que repetía el comisario Torino, asqueado ante aquellos
asesinos mientras los ataban con tientos a sus cabalgaduras para partir en caravana
destino a General Roca, a 22 días de distancia. Antes de arribar con los 45 hombres y 8
mujeres detenidos, la ciudad solicitó refuerzos policiales ante la conmoción general que
produjo el descubrimiento de hechos tan repulsivos.